Juan Carlos Iglesias Zoido Talia Dixit 1 (2006), 1-28
(Universidad de
Extremadura) ISSN-000-000-0
El sistema de engarce narrativo de los discursos de Tucídides.
Abtract: :
The aim of this paper is to study the settings of the speeches of Thucydides,
analysing their components, functions and all the elements that constitute the
system used by the historian to combine narration and speech in a coherent whole.
Up till now, critics haven't paid enough attention to these elements, which are
decisive for the interrelation between speech en narration, but frequently have
been analysed as simple transition passages. We demonstrate, however, that
those settings constitute a system in which three levels can be distinguished.
Each one fulfils different but complementary functions, depending on the kind
of introduced speech and its interrelation with the narration of the facts.
Keywords: Thucydides, speeches, narrative settings.
Tucídides es el
primer historiador griego que ofrece un capítulo metodológico (1.22), en el
que, en primer lugar, coloca hechos ἔργα y
palabras (λόγοι) en
el mismo nivel.[1] Y, en el que, en segundo lugar, los discursos
insertados en su obra obedecen a la doble intención de ajustarse, por una
parte, a lo que hubiera sido realmente pronunciado y de expresar, por otra, lo
que el historiador consideraba probable que generales y políticos habrían dicho
(1.22.1). Con esta declaración de intenciones, Tucídides se desmarca de sus
predecesores al elaborar unos discursos que no están subordinados a la
narración, sino que interactúan con ella. Por ello, dependiendo del tipo de
narración elegido, Tucídides insertó diferentes tipos de discursos: unos, en estilo
indirecto, apenas esbozados, y otros, en estilo directo, ampliamente
desarrollados para desempeñar nuevas funciones. En el marco de una obra histórica
concebida de manera tan meticulosa, el engarce es precisamente el medio
empleado por el historiador para integrar las dos partes que, de acuerdo con su
metodología (1.22), se distinguen en su historia: λόγοι y ἔργα.[2] Es evidente, por lo tanto, que estos engarces
narrativos tienen que ser un componente fundamental de la obra y que, al igual
que ocurre con la narración y los discursos, su empleo debe ajustarse a unos
parámetros bien definidos.
1.- Definición y funciones de los engarces.
1.1.- Con el
término “engarce” (setting) hacemos
referencia a aquellas palabras o frases con las que Tucídides introduce y
cierra las intervenciones oratorias en estilo directo (oratio recta) e indirecto (oratio
obliqua) que ha insertado en la línea narrativa de su historia. El empleo
sistemático de una serie de expresiones a la hora de introducir un discurso
dentro de un texto literario, tal y como ocurre en otros géneros[3], ha convertido
estos engarces en auténticas fórmulas de transición entre narración y discurso.[4] No obstante, mientras que las fórmulas de
introducción al estilo directo en autores como Homero o los trágicos han sido
estudiadas en profundidad durante las últimas décadas, las frases y términos
utilizados regularmente para introducir los discursos en la historiografía sólo
han recibido una atención limitada.[5] Es cierto que
los “engarces” de tipo historiográfico más estudiados han sido los de
Tucídides, como podemos comprobar en los trabajos de Harrison, Griffith y Westlake.[6] Sin embargo, la crítica suele subordinar el
análisis de los engarces a otros objetivos, como la determinación de lo que
pudo haber sido realmente pronunciado por los oradores o la estructura y fases
de elaboración de la obra tucididea[7]. Desde esta
perspectiva, los engarces permitirían diferenciar entre posibles reproducciones
verbatim de discursos y aquellas
otras que se deben exclusivamente al cálamo del historiador.[8]
Al tener en
mente estos otros objetivos, los trabajos previos no se han caracterizado por realizar
un análisis preciso del engarce. Westlake, por ejemplo, teniendo en cuenta su
posición al comienzo o final, habla, de manera muy general, de “preambles” y “postscripts”[9], haciendo
referencia con estos términos a los “pasajes” más o menos amplios que
introducen y cierran el discurso. En otros casos, sólo han sido objeto de
estudio las palabras que directamente introducen el discurso y con las que el
historiador se refería a su contenido, echándose en falta un análisis del
engarce en toda su extensión y teniendo en cuenta sus múltiples implicaciones.
1.2.- La función
principal desempeñada por los engarces, como es evidente, es la de servir de
nexo entre narración y discurso.[10] Este es un aspecto en el que, curiosamente, no
suele profundizarse a la hora de analizar los discursos o la narración. Sin
embargo, hay un hecho evidente: en el contexto de la obra historiográfica, la
narración de los hechos queda temporalmente interrumpida por los discursos
intercalados. Esa interrupción no significa ruptura, sino que, por el contrario,
los discursos suelen suponer, en unos casos (como ocurre en los deliberativos),
una aclaración y profundización en cuestiones y temas apuntados previamente por
el historiador, y, en otros (generalmente las arengas), un adelanto de hechos
que van a sucederse a continuación.[11] El engarce, desde esta perspectiva, se
convierte en un elemento decisivo dentro de la relación entre λόγοι y ἔργα, tal y como se
adelanta en el capítulo metodológico (1.22.1-2). Son los engarces los que, en
definitiva, llevan a buen puerto la práctica de ese diseño metodológico de la
historia, conformando la argamasa que une discurso y narración en un todo
coordinado. La opinión tradicional, expresada por autores como Westlake[12], considera que la
conexión entre engarces y discurso es tenue e, incluso, sería perceptible una
cierta falta de armonía en algunos casos. Desde nuestro punto de vista, por el
contrario, tal y como veremos más adelante, el sistema de engarces está bastante
más elaborado de lo que se ha reconocido hasta ahora y, además, sigue de manera
bastante precisa las reglas compositivas establecidas por el historiador.
Para empezar,
hay un dato que, por evidente, no es menos significativo. Y es que, en el caso
de Tucídides, y en ello se distingue claramente de autores como Heródoto, la
mayor parte de las intervenciones en estilo directo incluidas en la obra se
corresponden con discursos pronunciados en ámbitos oratorios bien delimitados
por la retórica. A excepción del “Diálogo de los Melios” (5.63-109) o del breve
intercambio protagonizado por Arquidamo (2.71-4), Tucídides reserva el estilo
directo para introducir discursos claramente relacionados con la oratoria
practicada en la Atenas de finales del siglo Va.C. No introduce en estilo
directo, como hace previamente Heródoto o como luego hará Jenofonte en obras
como Ciropedia, las palabras
pronunciadas en conversaciones o debates más o menos informales. Sus discursos,
por el contrario, son exponentes de los λόγοι
πολιτικοί (“discursos
políticos” en sentido amplio) que se pronunciaban en las asambleas ciudadanas
(ya sea en Atenas, Esparta o Siracusa), de las arengas con las que los
generales de uno y otro bando exhortaban a sus tropas, de los discursos pronunciados
en las ceremonias fúnebres (epitafio) e, incluso, de intervenciones asimilables
al ámbito judicial (Juicio de los Platenses). Por lo tanto, un primer
acercamiento pone de manifiesto que el estilo directo en Tucídides es fruto de
una elección consciente, ya que no se emplea para introducir cualquier tipo de
intervención, sino que está claramente unido al concepto de discurso dentro de
los ámbitos oratorios “políticos” que existían en la Atenas del momento.[13] Si los discursos insertados por Tucídides en su
obra son fruto de una elección retórica consciente y sistemática, los engarces
empleados para introducirlos en la narración han de ser, por fuerza, coherentes
con este proceder. Por lo tanto, el engarce ha de estar directamente
relacionado con el tipo de discurso que introduce y con la función que, en
última instancia, desempeña en la obra historiográfica.[14]
2.- Los tres niveles de engarce de los discursos
de Tucídides
Teniendo en
cuenta la función principal que desempeñan, creemos que, con el objetivo de
determinar cómo está compuesto un engarce y cómo funciona de manera específica,
es preciso distinguir tres niveles de análisis. El primero comprende las
palabras directamente en contacto con el discurso. El segundo lo conforman la
frase de apertura y cierre del mismo. El tercero tiene que ver con el “contexto
oratorio”, es decir, con aquella sección narrativa más amplia (puede llegar a
ocupar todo el capítulo previo al discurso), cuya propia existencia dentro de
la obra sólo se comprende en función del discurso que introduce, y que aporta una
decisiva información previa o posterior sobre los preparativos y sobre las
consecuencias de determinadas intervenciones. Lo que distingue a estos tres niveles,
que pueden darse de manera simultánea en un mismo engarce, es que el progresivo
acercamiento al cuerpo del discurso redunda en una mayor regularidad en la
expresión formal. En unos casos (primer nivel), Tucídides hace un uso
consciente y sistemático de una serie de expresiones nominales y verbales claramente
regularizadas para insertar el discurso en la narración. Es evidente que, en
los otros dos (segundo y tercer nivel), la interrelación con la narración
obliga a introducir una serie de datos específicos de un discurso y del orador
que lo pronuncia. El contenido del engarce se singulariza, lo que no impide que
también en estos casos se observen tendencias generales bien determinadas.
2.1.- Con
respecto al primer nivel, ya desde el estudio de Harrison[15], la crítica ha
prestado una especial atención a las palabras que están en contacto directo con
el discurso, con las que el historiador introduce las palabras pronunciadas por
el orador. Estos términos aportan una información de primera mano (son palabras
directamente elegidas por el autor para referirse a un elemento concreto de su
obra), que ha sido considerada de gran importancia para profundizar en la
cuestión de la autenticidad de los discursos. Sobre todo, con respecto a su
relación con lo realmente pronunciado frente a lo que podría ser fruto de
reelaboración retórica por parte del historiador. Es decir, no sería lo mismo
el empleo de un deíctico como τάδε (“estas
palabras”) que el empleo de un término mucho más ambiguo como τοιάδε (“argumentos
tales”). La importancia de estos términos aumenta si se tiene en cuenta la
llamativa regularidad con la que Tucídides introduce y cierra sus discursos. En
casi todos los discursos deliberativos en estilo directo suelen emplearse verba dicendi, en la mayor parte de los
casos el verbo λέγω en sus
diferentes formas, aunque también se emplean en determinadas situaciones, en las
que predomina un contenido claramente protréptico, verbos exhortativos como παραινέω[16]. El término
concreto que introduce y da paso a las palabras de los oradores es, en casi
todos los casos, τοιάδε[17], mientras que
la que cierra la intervención suele ser τοιαῦτα[18]. Por su parte,
las arengas presentan la particularidad de que el verbo más comúnmente empleado
es παρακελεύω[19], como
consecuencia de la propia naturaleza más marcadamente exhortativa de la arenga.
Sin embargo, el historiador, para quien no hay que olvidar que la arenga
militar recibe el nombre genérico de παραίνεσις[20], también suele
utilizar en estos casos el verbo παραινέω[21], e, incluso, un
verbo de sentido más general como λέγω,[22] Incluso hay un pasaje en el que Tucídides ha empleado,
con el sentido de “exhortar”, un verbo tan llamativo como ἐπισπέρχω (“aguijonear”),
lo que le da a ese engarce un valor especial a la hora de caracterizar al
general que pronuncia la arenga, que, en este caso, es el espartano Brásidas[23]. En todos estos
casos, puede observarse que la elección del verbo esta condicionada por el
contenido argumentativo del discurso y por la función que desempeña dentro de
la obra. Sin que tampoco falten casos concretos en los que, por motivos
literarios (el caso de la alusión presente en ἐπισπέρχω), el
historiador opte por apartarse de la tendencia general.
Independientemente
del verbo empleado en los diversos tipos de discurso, los términos que se
repiten de manera sistemática son τοιάδε y τοιαῦτα, hasta
el punto de que, a partir de la obra de Tucídides, van a ser empleados
regularmente por los historiadores posteriores para hacer referencia a los
discursos insertados en sus obras. El término τοιάδε es empleado en
la prosa narrativa para indicar de manera general lo que sigue a continuación
(“tales o similares cosas”), mientras que τοιαῦτα,y,
en algunos casos, τοσαῦτα
se
usan para hacer referencia del mismo modo a las palabras dichas previamente. El interés de los investigadores se ha
dirigido a intentar determinar el auténtico significado de estas palabras en
género neutro para Tucídides y, por lo tanto, la importancia que tiene el
empleo de estos términos y no de otros para referirse al contenido de los discursos.
Ya Harrison destacaba que estos términos son “words
which suggest that the speeches are not verbatim
reports”[24]. Por su parte,
Gomme, defensor de una mayor autenticidad de los discursos, señala que el
empleo de estos términos es “the regular formula when the personality of the actual
speaker was of no importance”, o cuando el historiador ha podido realizar un
trabajo de síntesis de varias intervenciones, significando entonces “estos
fueron los argumentos empleados”. [25]
La idea predominante, por lo tanto, es que el empleo de estos
términos y no de otros con un valor deíctico más claro se debe a que estas
palabras nos transmiten la idea de una separación clara entre lo que pudo haber
sido pronunciado por los oradores y lo que el historiador nos transmite[26]. En
consecuencia, habría que deducir que, frente al empleo de τοιάδε y τοιαῦτα, la existencia
de términos como ὧδε[27] y, sobre todo, de un deíctico como τάδε[28] serían marcas que nos estarían indicando que el
discurso reproduce más fielmente lo que se dijo en su momento.[29] Esta idea adquiere mayor fuerza si analizamos, como término de comparación, los
discursos deliberativos en estilo indirecto. En sus engarces la presencia de τοιάδε y τοιαῦτα es mínima.[30] En su lugar, encontramos un grupo heterogéneo
de palabras neutras (ταῦτα (2.5.6; 5.27.2;
8.47.1), ἀλλά
τε πολλά (8.86.4), παραπλήσια (4.114.3)) y en
muchos casos ni siquiera éstas. La explicación podría residir en la naturaleza
de este tipo de discurso indirecto, que proporciona una información sintetizada
de lo pronunciado por los oradores. Esto podría evitar, en cierto modo, una
dramatización y la clara subjetividad retórica que se deduce de reproducir, a posteriori, un discurso en estilo
directo[31]. Frente a ello,
en los discursos en estilo directo, en los que el historiador ha llevado a cabo
una importante labor de recreación de lo verdaderamente dicho, se produce el
empleo sistemático de τοιάδε
y τοιαῦτα como términos
que nos señalan el empleo de los recursos retóricos como medio de reconstrucción
de lo “probable” (εἰκός)
en cada caso[32] y que, por lo tanto, pertenecerían a la labor más
claramente “creativa” y “retórica” del historiador.[33]
2.2.- Con
respecto al segundo nivel, las frases
previa y posterior en su conjunto constituyen lo que hemos denominado segundo grado
de engarce. Teniendo en cuenta su mayor extensión, su contenido es más
heterogéneo y su empleo se extiende no sólo a los discursos en estilo directo,
sino también a la mayor parte de los que están en estilo indirecto. Por otra
parte, la frase que precede al discurso presenta una mayor complejidad frente a
la que se coloca al final. Mientras que en el primer caso se nos informa sobre
elementos relacionados con la intervención oratoria (características concretas
del discurso, posición o intenciones del orador con respecto a su auditorio)
que son necesarios para una clara comprensión del texto que sigue, en el
segundo caso se nos ofrece una referencia escueta en la que, con frecuencia,
aparece poco más que el nombre del orador u oradores que han intervenido.
Pasemos a
analizar las principales funciones desempeñadas por este nivel de engarce, que,
gracias a un contenido más variado, suele proporcionar al lector de la obra importante
información complementaria con respecto al discurso que introduce:
1) Delimitación del ámbito oratorio del
discurso. Es uno de los elementos que aparece de manera sistemática en el
engarce inicial. Tucídides, en la mayor parte de los casos, nos informa con
precisión sobre el tipo de asamblea (ἐκκλησία)
o reunión (ξύνοδος, ξύλλογος) ante el que
interviene el orador. Así, en los discursos deliberativos encontramos usadas de
manera sistemática expresiones como: καταστάσης
ἐκκλησίας (1.31.4; 3.36.6)[34], γενομένης
ἐκκλησίας (6.32.3), ξυνόδου
γενομένης (1.119.1) o ξυλλόγου
γενομένου (6.75.4).[35] Sin duda, la determinación del tipo de
auditorio responde a un deseo de exactitud por parte de Tucídides, que
transmite a sus receptores una información precisa sobre el tipo de
colectividad ante la que fue pronunciado ese discurso. La mayor parte de estas
expresiones aparece en genitivo absoluto[36], y también son
frecuentes en los engarces de los discursos en estilo indirecto. Son pocos los casos de discursos
deliberativos en los que Tucídides se aparta de este proceder, pero casi
siempre lo hace con la intención de ser más preciso, si cabe, con respecto al
ámbito oratorio en el que se pronuncia el discurso.[37]
En los casos en
los que encontramos otras frases introductorias, se trata de discursos que,
aunque pueden denominarse deliberativos, han sido pronunciados ante auditorios
diferentes a los de una asamblea popular como la ateniense. Así ocurre en la convención
de embajadores sicilianos en Gela, donde Tucídides nos informa de que el
discurso de Hermócrates (4.59-64) se produjo en el curso de las conversaciones
celebradas entre Sicilianos para ver si lograban reconciliarse[38]. Otro ejemplo
significativo lo ofrece el engarce del discurso de los embajadores de Mitilene
(3.9-14), que se ven obligados a pronunciar su discurso en Olimpia, tras la
celebración de la Olimpiada[39]. O en el caso
del discurso del general Teutíaplo (3.30), ejemplo poco frecuente de una
deliberación entre mandos aliados de diversas nacionalidades[40]. Es decir,
siempre que existen circunstancias concretas que afectan al contexto oratorio
del discurso, éstas aparecen claramente especificadas en los engarces.
En el caso de
las arengas, el historiador ha optado por emplear de manera sistemática otro
tipo de expresiones. En estas exhortaciones militares, el general ha de convocar
a los mandos (en el caso de que se trate de una arenga pronunciada ante un
auditorio restringido) o, lo que suele ocurrir en la mayor parte de los casos,
ha de ordenar que los soldados se reúnan para constituir el auditorio de una arenga
dirigida a todo el ejército. Las características propias de este tipo de
discurso conllevan un desarrollo propio de esta frase inicial, en la que la
base es el verbo “convocar” (ξυγκαλέω).[41] Este tipo de convocatoria también presenta
significativas variaciones contextuales, que aparecen reflejadas en los
engarces, como ocurre en 4.91, en donde la frase previa nos informa de que las
tropas fueron convocadas por secciones para evitar que todos los hombres
dejaran las armas a la vez.[42]
Existe, como se
puede comprobar, un ajuste sistemático del engarce en función del tipo de
discurso y de su contexto oratorio. Aspecto éste que tiene más importancia que
la posible adscripción de los discursos dentro de un género retórico
determinado. Por ello no ha de extrañarnos que, en el caso del discurso
fúnebre, única intervención epidíctica dentro de la obra tucididea, lo que nos
encontremos sea con una frase introductoria que refleja fielmente el ámbito
ceremonial en el que se pronuncia.[43] Es más, consciente de su importancia, el historiador procura detallar
el contexto físico en el que se pronuncia el epitafio. Ya no hay una asamblea
ni una reunión de soldados, sino que Pericles es presentando avanzando solemnemente
desde el monumento erigido a los caídos en la guerra hasta la tribuna (βῆμα) desde la que va a
pronunciar su discurso, indicando incluso que es elevada para que le escuche el
mayor número posible de personas.[44]
Del mismo modo, pero
ahora dentro de un contexto claramente judicial, como ocurre en el Juicio de
los Platenses, el historiador presenta cómo son convocados a juicio los
platenses (3.52.4: ἐπικαλεσάμενοι), mientras
que los tebanos, de acuerdo con el procedimiento legal acostumbrado,
intervienen cuando los jueces espartanos les conceden la palabra (3.60.2: ἐκέλευσαν). En todos
estos casos es destacable el hecho de que, mientras en el primer nivel no hay
diferencias significativas (se emplean más o menos los mismos términos para
referirse a las palabras concretas pronunciadas), Tucídides reserva el segundo
nivel para introducir los términos que delimitan con claridad cada uno de los
ámbitos oratorios donde se pronuncian los discursos.
2) Información sobre las características y
objetivos del propio discurso y sobre el lugar que ocupa dentro de un debate
oratorio. Este tipo de datos, que aportan una valiosa información retórica,
consisten en expresiones como ἐς
ἀντιλογίαν
ἤλθον (1.32-6), lo que nos informa sobre el tipo de
debate planteado, o el adjetivo τελευταῖος (1.53.4; 86;
120-4; 139.1), con lo que sabemos que el orador ocupó el último lugar dentro de
un debate más amplio, que el historiador no ha estimado necesario que fuese reseñado
en su totalidad. Es evidente que estos elementos aportan una información muy
importante para entender el discurso en su contexto oratorio y para interpretar
la elección adoptada por el historiador a la hora de reflejarlos en su obra. Ello
es fundamental en aquellos casos en los que Tucídides ha optado por mostrar sólo
parte de una sesión concreta de la asamblea, en la que intervino un número más
amplio de oradores y de la que ha elegido sólo aquellas intervenciones que
fueron consideradas más adecuadas para sus objetivos. También en aquellos casos
en los que el historiador reproduce un debate entre dos oradores, ya que así el
lector de la obra tiene perfectamente claro el lugar que ocupa el discurso.
En otros casos, este
nivel del engarce nos informa sobre el modo en que una delegación extranjera solicita
permiso para intervenir en una asamblea popular (ἐς
τὸ πλῆθος
αὐτῶν εἰπεῖν), como hicieron
los embajadores atenienses en Esparta, pidiendo permiso para intervenir si no
había impedimento:
(1.72.2) προσελθόντες
οὖν τοῖς
Λακεδαιμονίοις
ἔφασαν βούλεσθαι
καὶ αὐτοὶ ἐς
τὸ πλῆθος
αὐτῶν εἰπεῖν͵
εἴ τι μὴ
ἀποκωλύοι. οἱ
δὲ ἐκέλευόν τε
παριέναι͵ καὶ
παρελθόντες οἱ
Ἀθηναῖοι
ἔλεγον τοιάδε.
“Por
lo tanto, aproximándose, les dijeron a los lacedemonios que ellos también
deseaban dirigir la palabra a su asamblea, si no existía ningún impedimento;
éstos les dieron permiso para acercarse y, una vez que lo hicieron, los
atenienses dijeron lo siguiente”.
Finalmente, entre
los elementos informativos útiles para la comprensión cabal del discurso y de
sus características retóricas, se destacan de manera especial los relacionados con
los objetivos del orador. Esto se produce, en unos casos, mediante el
adelantamiento de los temas y argumentos clave. El engarce, así, ofrece una
selección de lo que luego será desarrollado en la argumentación, lo que
proporciona una visión subjetiva del discurso, lo que, en muchas ocasiones,
permite la entrada de apreciaciones personales. Como ocurre, por ejemplo,
cuando se transmite lo que pensaban en su interior los embajadores espartanos
(4.21.1). En otros casos, el historiador destaca una serie de intenciones más o
menos ocultas, como ocurre con la existencia de una διαβολή o calumnia que
se intenta generar o contrarrestar con el discurso y que claramente afecta al
auditorio del mismo. Así, nos encontramos con expresiones como βουλόμενος
προδιαβάλλειν encabezando
discursos como el pronunciado por Hermócrates con la intención de atacar a los
atenienses (6.76-80). La existencia de una calumnia o prejuicio previo era uno
de los elementos que jugaban un papel más destacado en la dinámica de la
asamblea ateniense. Prueba de ello es el interés de las retóricas por ofrecer
recursos y soluciones ante este tipo de situaciones que abundaban en la
práctica cotidiana oratoria (cf. Rh.Al
3) Identificación y caracterización del orador.
En otros casos, la información proporcionada por el engarce se centra en la
figura del orador. En los engarces empleados para introducir algunos de los más
destacados discursos deliberativos, el historiador aprovecha la ocasión para
destacar, generalmente por medio de superlativos, las características personales
de los más destacados oradores, (como su elocuencia, inteligencia o actitud
prudente), indicando, además, la posición o el cargo que ocupaban en el momento
de pronunciar ese discurso[45]. Este es uno de
los aspectos más importantes de la frase previa que introduce esa intervención,
ya que no sólo pone en antecedentes al lector de la obra sobre el tipo de
orador que va a intervenir en ese momento, sino que también proporciona un juicio
valorativo. El historiador, tal y como plantea en su metodología, suele
mantener una posición más o menos objetiva en la narración de los hechos,
dejando que sean los propios protagonistas de su historia los que se muestren a
través de sus palabras en estilo directo. Sin embargo, es precisamente en este
nivel del engarce en el que el historiador deja paso de manera más clara a sus
preferencias y juicios subjetivos. Así, hay una serie de pasajes en los que son
evidentes tanto su admiración hacia unos (como Pericles) como su animadversión
hacia otros (como Cleón). De este modo, acorde a su propia orientación
política, Tucídides no duda en calificar a Pericles como “el más capaz a la
hora de hablar y de actuar” (1.139.4: λέγειν
τε καὶ
πράσσειν
δυνατώτατος). Por el contrario, presenta a Cleón como el
más violento de los ciudadanos atenienses (1.36.6: βιαιότατος
τῶν πολιτῶν) y destaca su
poder de persuasión entre los miembros del pueblo (πιθανώτατος), poniendo de
manifiesto su responsabilidad a la hora de tomar una decisión clave, como
ocurrió en el caso del terrible castigo impuesto a los habitantes de Mitilene. De
igual manera, a pesar de tratarse de un líder enemigo, Tucídides no tiene
reparos en dejar claro que el rey Arquidamo tenía fama de ser inteligente y
sensato[46]. O, en otros
casos, el historiador incide en la capacidad persuasiva del orador en un
momento clave, como ocurre en el caso de Pagondas, al destacar tanto al
principio (4.91.3: ἔπειθε)
como al final (4.93.1: ἔπεισεν)
el hecho de que su discurso consiguió convencer a los beocios para que entrasen
en guerra contra los atenienses.
En este sentido,
hay debates en los que la caracterización desarrollada por el historiador
proporciona sutiles pinceladas que permiten diferenciar, mejor que cualquier
otra explicación, el modo en que los oradores eran vistos por su auditorio.
Así, en el caso del debate desarrollado en Siracusa entre Hermócrates (6.33-4)
y Atenágoras (6.36-40), los engarces describen la relación de los oradores con
su auditorio desde un punto de vista subjetivo y objetivo. En el primer caso,
Hermócrates es descrito como orador “convencido de estar bien enterado del
asunto” (6.32.3: σαφῶς οἰόμενος
εἰδέναι τὰ
περὶ αὐτῶν), mientras que
Atenágoras es descrito como “el ciudadano más persuasivo en ese momento para la
mayoría” (6.35.2: ἐν τῷ
παρόντι
πιθανώτατος
τοῖς πολλοῖς). Desde el
punto de vista de la predisposición de los receptores con respecto a cada uno
de los discursos que siguen, las diferencias son evidentes.
Pero, si tienen
interés la clara identificación personal y el juicio crítico sobre la figura de
algunos oradores, también son muy significativos aquellos casos en los que el
historiador ha optado por introducir en sus engarces a una serie de oradores
colectivos, que actúan como representantes de un pueblo[47]. Se trata de
una elección consciente del historiador, ya que ocurre, incluso, en aquellos debates
(como el que se produjo entre corcirenses y corintios al comienzo de la obra)
en los que el propio Tucídides pudo estar presente. Es evidente que este modo
de presentación no obedece a una mejor o peor información sobre el contexto de un
discurso, sino a una elección consciente del autor. De hecho, un análisis del
modo en que Tucídides presenta a todos los oradores de su obra pone de
manifiesto que la introducción de un orador colectivo se produce cuando el
discurso es pronunciado por una comunidad que no jugó un papel decisivo en el
desarrollo de los hechos. Así ocurre en el caso de los discursos pronunciados
por los embajadores de Corcira (1.32-6) o Mitilene (3.9-14); por un heraldo
argivo (4.97.2-4) o por los representantes políticos de Argos (4.99). Por el
contrario, los principales protagonistas de la guerra, atenienses y espartanos,
suelen ser presentados por medio de oradores perfectamente individualizados.
Sólo en casos muy contados, como ocurre en la embajada ateniense enviada a
Esparta (1.68-71) o en la embajada espartana enviada a Atenas (4.17-20), los
oradores son presentados de manera colectiva, como si se tratase de una
convención derivada de su función representativa. Junto a espartanos y
atenienses, también ocupan una posición muy destacada los oradores siracusanos,
que siempre son presentados de manera claramente individualizada. Es evidente
que Tucídides ha seleccionado a los personajes que se enfrentaron de manera más
decisiva a los atenienses a lo largo de la guerra: los espartanos en la primera
parte de la obra y los siracusanos en la segunda. Por ello, en clara
contraposición, es muy significativo el hecho de que Tucídides haya optado por
presentar a otro de los supuestos actores del conflicto siempre de un modo
colectivo. Así, los oradores corintios nunca aparecen de manera individualizada,
a pesar de la importancia aparente de sus discursos previos a la guerra
(1.37-53; 1.80-5; 1.120-4). En este caso, el engarce se convierte en un modo de
reflejar la cuestión de la “causa más verdadera del conflicto” (ἀληθεστάτη
πρόφασις). Frente al papel destacado que, en
apariencia, jugaron los corintios en el desencadenamiento del conflicto (lo que
debía haberles dado un papel más claramente protagonista) Tucídides deja claro
de un modo sutil, por medio del modo en que se presentan en el engarce, que
este pueblo no fue el causante real y que fue el temor de Esparta la causa
última del enfrentamiento.
4) Información sobre el tipo de arenga
pronunciado. El caso de la arenga militar merece un tratamiento aparte. Mientras
que los engarces de los discursos deliberativos presentan una mayor variedad,
fruto de los diferentes contextos y situaciones oratorias que se pueden
plantear en el ámbito asambleario (no sólo informan sobre los elementos básicos
del discurso, sino también sobre el papel y la situación de un orador concreto
frente a un auditorio perfectamente identificado), en las arengas se observa
una mayor uniformidad. De hecho, los engarces iniciales de las arengas no
suelen incidir en cuestiones relacionadas con la credibilidad o con los motivos
ocultos de los oradores. Por el contrario, en la mayor parte de los casos se
limitan a aportar información sobre elementos contextuales y objetivos, que
suelen estar relacionados con el ánimo de la tropa. Además, como en las arengas
ni hay posibilidad de contrariar las palabras del general, ni se destaca la
existencia de objetivos ocultos en la intervención de los oradores, es lógico
que los engarces finales apenas sean relevantes y den paso a la narración de
manera inmediata. Todas estas diferencias formales y funcionales muestran una
muy distinta manera de presentación de los discursos deliberativos y de las
arengas. Estos datos, desde un punto de vista interno, apoyaban la idea de
que el propio Tucídides entendía de
manera diferente ambos tipos de discurso y que lo dejó patente por medio de sus
engarces.[48]
No obstante, los
engarces de las arengas sí son fundamentales para informar al lector de que
está ante un tipo concreto de exhortación, ya que Tucídides muestra con
claridad que no se pronuncia el mismo tipo de arenga ante contextos diferentes.
En unos casos, la arenga o paraínesis
desarrolla de manera preferente una línea de argumentación explicativa (διδαχή).[49] En otros, la línea exhortativa (παρακέλευσις)
desempeña un papel más destacado.[50] En este sentido, es decisiva la información
que proporciona el engarce con respecto al ánimo de los soldados. Sobre todo,
en el caso de que exista φόβος y ἀθυμία entre la tropa.
Estos conceptos, de hecho, se convierten en la causa principal que justifica la
arenga en su conjunto, ya que sus líneas argumentativas, pero especialmente la
relacionada con la διδαχή, se plantean
como una respuesta directa a esta situación de desánimo. Así lo podemos
comprobar en engarces iniciales como 2.86.6, 2.88.3, 7.60.5 o 7.76.[51] En todos estos casos se repite el mismo
procedimiento: la arenga se pronuncia cuando el mando percibe (ὁρῶν)
que existe temor (φόβος)
entre las tropas y que la falta de ánimo (ἀτολμία)
puede acarrear un desastre. El engarce sirve entonces para describir un estado
emocional en las tropas que condiciona directamente el tipo de arenga
pronunciada. De hecho, en el caso de que haya confianza, la arenga suele
emplear una argumentación bien distinta.
Pero es que, yendo
aún más lejos, hay una serie de engarces de arengas que proporcionan una
información fundamental para entender que estamos ante un tipo concreto de
exhortación de clara raigambre épica. Nos referimos a aquellos casos en los que
el engarce inicial nos informa de que estamos ante una epipólesis. Antes de una batalla, el general que recorre las filas
pronuncia una[52] o varias arengas[53],
cuyo contenido varía dependiendo de los diversos contingentes que conforman un
ejército. Estas concentraciones de discursos, cuyo objetivo era intensificar la
emoción y la tensión de las largas narraciones de batallas, acabaron pasando al
ámbito historiográfico. En el caso de
nuestro historiador[54],
el término empleado en los engarces para
indicar el recorrido que hace el general es ἐπιπαριών, “recorriendo
las filas”. Así, lo observamos en la arenga pronunciada por Hipócrates[55] y en dos de las exhortaciones que Nicias
dirige a sus tropas en Sicilia.[56] En estos casos, el engarce se convierte en un
elemento esencial. Sin ese engarce inicial o final, el lector de la obra no
sabría que estamos ante un tipo de arenga muy concreto y cuyo uso nos remite a
la épica homérica. El engarce, por lo tanto, transmite una valiosa información
contextual que cambia, de hecho, la perspectiva del receptor frente al discurso
que sigue a continuación. No es lo mismo una simple exhortación, pronunciada de
manera estática, que una epipólesis,
cuyo ámbito referencial es mucho más amplio y cuenta con una rica tradición
literaria.
5) Indicar el resultado o las consecuencias de
un discurso. En general, la frase
que sigue al discurso es bastante menos importante en la estructura de la obra
que la que lo precede. En muchos casos, los engarces sólo ofrecen un simple
cierre de la intervención oratoria, repitiendo el nombre de los oradores y los
verbos y expresiones empleados en su encabezamiento. En el caso de los
discursos deliberativos, también proporcionan información sobre el resultado
del debate, sobre todo si dio lugar a una votación o a una toma de decisiones
por parte de una asamblea. En el caso de las arengas, existe una relación
directa entre el discurso y el engarce final. En la estructura de la obra, las
arengas no sólo tienen la función de reproducir las palabras pronunciadas por
los generales, sino que, sobre todo, pretenden adelantar acontecimientos
(exponiendo la táctica que a continuación se ejecuta)[57] y aclarar los verdaderos motivos de una
victoria o de una derrota[58]. Nos encontramos,
en consecuencia, ante auténticos “discursos de preparación”, ya que Tucídides
habría planteado la narrativa posterior como continuación y complemento de
algunas de las afirmaciones hechas en la arenga: una vez pronunciada la arenga,
la acción se desarrolla de manera directa.[59] Es más,
existe una relación directa entre las arengas en estilo directo y el resultado
del enfrentamiento. Tucídides suele introducir las arengas individuales (las
parejas mostrarían los argumentos contrapuestos de los dos bandos en contienda)
con la intención de mostrar las palabras del bando que resultó vencedor. Sólo
hay un caso en el que una arenga aislada tiene como resultado una derrota: el
discurso de Nicias ante los restos de la armada (7.77). Este discurso, que
precede a la gran derrota ateniense en Sicilia, es concebido más como un
discurso consolatorio (λόγος
παραμυθητικός) que como una
arenga. Así, se comprueba que en la mayor parte de los casos, la presentación
de una arenga suele preceder a una victoria y que, por lo tanto, el discurso
insertado tiene una directa responsabilidad en el resultado final.[60]
2.3.- El tercer nivel de análisis lo conforman
aquellas secciones narrativas que constituyen el “contexto oratorio” directamente
relacionado con el discurso y cuya existencia sólo se entiende en función de la
intervención que introducen. Este es el aspecto más destacable de este tercer nivel
de engarce, ya que no se trata de una parte más de la narración de hechos (ἔργα), sino que su existencia está claramente
determinada por la intención de introducir una serie de discursos en estilo
directo (λόγοι), con las
consecuencias narrativas que se derivan de ello. Por este motivo, estos
contextos narrativos son mucho más importantes en estos casos que en los
discursos en estilo indirecto, debido a la diferente transición que se produce
entre prosa narrativa y discurso. En las intervenciones en estilo indirecto el
engarce suele quedar reducido a un simple verbo. Por su parte, los discursos en
estilo directo (ya sean solos o agrupados en debates) llegan a conformar
auténticas secciones independientes dentro del conjunto de la obra, lo que hace
imprescincible el empleo de este tipo de engarce contextual.[61]
En cuanto a la
extensión e importancia de este tercer nivel de engarce, no existe una medida
común para el conjunto de este tipo de secciones narrativas, ya que lógicamente
dependen de la importancia del episodio histórico que ha llevado a insertar uno
o, en su caso, varios discursos formando un debate. Sin embargo, sí se pueden
destacar tendencias. Así, el contexto inicial, sobre todo en los discursos más
importantes, puede llegar a tener una extensión que se aproxima a un capítulo,
tal y como acabó por transmitirse el texto del historiador. Tiene la función de
mostrar al lector una serie de factores y circunstancias que, más allá de la
información proporcionada por la frase previa (nivel 2), ayudan a situar y
comprender más claramente el contexto del discurso o debate que sigue a
continuación. Mientras que hay casos en los que el discurso está más
directamente unido a la narración, existiendo a veces sólo una breve frase de
engarce, puede comprobarse que existe una serie de intervenciones en las que el
historiador se siente en la obligación de proporcionar una especie de “acotación”
temporal, espacial o temática, aportando información sobre los preliminares de una
asamblea o sobre las consecuencias directas del discurso, lo que, sin duda, tiene
el objetivo de preparar y predisponer al lector para recibir un discurso o un
debate concretos. Incluso, desde un punto de vista formal, este contexto sirve
para “encapsular” el discurso dentro de la estructura de la obra, conformando
auténticas secciones independientes.
Así, en el caso
de que el historiador haya incluido un debate con varias intervenciones
oratorias encadenadas (ya conformen un solo debate o varios), este tipo de engarce
se convierte en un elemento decisivo. Uno de los ejemplos más importantes lo
encontramos en 1.67.3-5, uno de los engarces iniciales más amplios de la obra.
La causa de esta extensión, sin duda, está motivada por la importancia del
debate que introduce, desarrollado en Esparta, y en el que intervienen
representantes corintios (1.68-71), embajadores atenienses (1.73-78), el rey
Arquidamo (1.80-5) y el éforo Esteneledas (1.86). Tucídides nos describe con
precisión la convocatoria de un ξύλλογος en el que los
diversos aliados van a exponer sus quejas contra Atenas. Y reserva una última
frase del engarce (1.67.5), en la que cada término cobra un importante sentido,
para introducir el discurso de los corintios:
παρελθόντες
δὲ τελευταῖοι
Κορίνθιοι καὶ
τοὺς ἄλλους
ἐάσαντες πρῶτον
παροξῦναι
τοὺς
Λακεδαιμονίους
ἐπεῖπον τοιάδε.
“Y los corintios, tomando la palabra en último
lugar, tras haber dejado que los otros excitaran primero a los lacedemonios,
añadieron lo siguiente.”
Gracias a este
engarce en su conjunto, más allá de la frase de encabezamiento, el lector no
sólo es informado de que los Corintios fueron los que intervinieron en último
lugar de entre los aliados espartanos, sino que también recibe una información
complementaria de gran valor: fueron ellos mismos los que habrían propiciado
este orden, con el objetivo de intervenir en el punto álgido del debate e insistir
sobre lo ya expuesto. Es más, el empleo del verbo παροξῦναι,
propio de un contexto de exhortaciones militares, nos muestra con claridad que
las quejas expuestas por los aliados pretenden en realidad excitar a los
espartanos a la guerra. En este contexto, que sólo nos es referido de manera
indirecta, el discurso de los corintios es presentado como el punto culminante
que remacha lo ya dicho (de ahí el empleo de ἐπεῖπον).
De este modo, a través de un engarce narrativo como éste, queda puesta de
manifiesto aún más claramente la responsabilidad corintia en el
desencadenamiento del conflicto y, además, el modo taimado en el que
procedieron, tal y como el propio discurso, un ejemplo de oratoria llena de
dobleces, pone de manifiesto.
Otro interesante
ejemplo lo proporciona el discurso fúnebre (2.35-46). El amplio engarce inicial
(2.34) proporciona una auténtica digresión sobre las honras fúnebres en honor a
los caídos por la patria.[62] Tucídides pasa revista a la exposición pública
de los restos, al cortejo fúnebre que los conduce al Cerámico y, sobre todo,
explica cómo un ciudadano elegido por la ciudad, que goza de estimación pública
(γνώμῃ
τε δοκῇ μὴ
ἀξύνετος
εἶναι), pronuncia en su honor un “elogio” (ἔπαινος).
Aparte de la información proporcionada sobre el discurso que sigue, es evidente
que el engarce narrativo previo está concebido para destacar que este honor le
correspondió, por vez primera en esta guerra, a Pericles. Estamos ante una
preparación contextual de lo que, de hecho, es uno de los discursos más
importantes de la obra. Poco importa que la ocasión no fuese la más adecuada
(se trata de los caídos en una simple escaramuza), lo que llevó a autores como
Dionisio de Halicarnaso a criticar el momento elegido por Tucídides para
insertar una oración fúnebre (Th.
18).
Lo importante es que este elogio de Atenas es puesto en boca del estadista
ateniense como receptor de un honor, cuya verdadera importancia e implicación
social es puesta de manifiesto ya desde el engarce narrativo.
Pero quizás el
ejemplo más completo de este tipo de engarce contextual sea el que introduce
los diferentes discursos que componen el gran debate que abre el libro VI de la
obra (6.8-24). Se combinan diferentes factores: el que se trate de un momento
decisivo del conflicto que va a determinar el desenlace final; la llamativa personalidad
de los oradores, el prudente Nicias enfrentándose al joven y audaz Alcibíades[63], representantes
no sólo de dos bandos sino también de dos concepciones vitales contrapuestas; y,
finalmente, la complejidad de un debate en el que se entrecruzan diferentes
motivaciones, lo que lleva a los oradores a tener que luchar contra unos
prejuicios motivados por su carácter y comportamiento previos (Alcibíades), o a
defender una postura en la que se destacan los peligros con la intención de
provocar el desánimo en los oyentes y evitar así la expedición a Sicilia
(Nicias). Todas estas complejas interrelaciones, que condicionan en gran medida
los discursos en oratio recta, son
explicadas por Tucídides en los amplios engarces previos. De hecho, tanto el
primer discurso de Nicias (6.8) como el de Alcibíades (6.15.2-5) rivalizan a la
hora de ser presentados en cuanto a la extensión de ese contexto narrativo
inicial, lo que claramente los diferencia de otros debates de planteamiento
mucho más simple.
Del mismo modo,
también habría que incluir en este apartado aquellos casos en los que se
comenta el resultado de una votación por parte de los miembros de la asamblea,
sobre todo si se analizan las intenciones reales de los diversos oradores. En
este caso, el contexto final adquiere un papel clarificador, especialmente
palpable en los libros I y VI, en los que coincide su función con la debatida
cuestión de la “causa más verdadera” (ἀληθεστάτη
πρόφασις) de la guerra[64]. Esto explica
la inclusión de largas digresiones con la función de aclarar las verdaderas
pretensiones de los contendientes. Así, por ejemplo, tras 2.60-4, el
historiador analiza los sentimientos del pueblo con respecto a Pericles. O,
tras 6.20-3, se ponen de manifiesto las verdaderas intenciones que animaban las
palabras de Nicias. Y, tras 6.82-7, los objetivos que realmente pretendían alcanzar
los de Camarina.
Finalmente, en
el caso de las arengas, el contexto narrativo directamente relacionado con el
discurso suele tener poca extensión, lo que conlleva una mayor uniformidad.
Aspecto evidente, si tenemos en cuenta que estas arengas se pronuncian en un
contexto bélico que presenta muy pocas posibilidades reales de variación. El
contexto, entonces, sirve para describir la situación ante la que se encuentran
las tropas, destacando los aspectos relacionados con la preparación militar y
con su estado anímico. La importancia desempeñada por las cuestiones relativas
a la “preparación militar” (παρασκευή)
se refleja en los términos utilizados por el historiador de manera sistemática:
el verbo παρασκευάζειν y otros de
campo semántico similar (disponer, ordenar...)[65]. Por otra
parte, las arengas no tendrían todo su valor sin una preparación inicial más o
menos dramática. En los otros
discursos, la exposición del carácter de un orador o la descripción de las
intenciones de la asamblea pueden condicionar la forma de éste (una asamblea
hostil provocaría la búsqueda de la εὔνοια o el
enfrentamiento con un orador concreto justifica la existencia de una προκατάληψις). Las arengas,
por su parte, han sido concebidas como el colofón de la preparación inicial que
proporciona su contexto. De hecho, no se entendería el contenido exhortativo y
conativo de la arenga sin conocer previamente la situación en que se encuentran
las tropas.
3.- Conclusiones.
1) En una obra historiográfica concebida de manera
tan meticulosa, como es el caso de la historia de Tucídides, hemos podido
comprobar que el sistema de engarce es el medio empleado por el historiador
para integrar las dos partes que, de acuerdo con su metodología (1.22), se
distinguen en su historia: λόγοι
y ἔργα.
2) Al igual que
ocurre con la narración y los discursos, su empleo se ajusta a unos parámetros
bien definidos. De hecho, hemos comprobado
que pueden delimitarse con claridad tres niveles distintos que desempeñan
diferentes funciones de acuerdo al tipo de discurso y a su interrelación con la
narración de los hechos.
3) El estudio del engarce es de gran importancia no
sólo para el análisis de los discursos que introducen, sino también para el
conocimiento de la obra tucididea en su conjunto. La acumulación de datos
significativos en un texto tan breve como el que constituye un engarce, hace
que estas secciones sean una importante fuente de información. No sólo sirven
para introducir un discurso, sino que también constituyen una especie de “tierra
de nadie” en la que el historiador se permite introducir datos clave y juicios
subjetivos que no son frecuentes ni en la narración ni en los propios
discursos. De hecho, el engarce sale de la esfera tanto de la narración de los
hechos como de la plasmación de palabras de los protagonistas. Aunque en ambos
casos las posibilidades de manipulación y selección de la información son
evidentes, lo cierto es que el engarce constituye un escalón aún más elevado.
Es un tipo de texto “meta-narrativo” que permite profundizar en las ideas y
concepciones generales mantenidas por el propio historiador. El sistema de
engarce nos permite, en definitiva, dirigir la mirada hacia el modo en que
Tucídides pone en funcionamiento su metodología de trabajo o hacia sus
preocupaciones y enjuiciamientos personales.
J. C. Iglesias Zoido
iglesias@unex.es
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Apéndice
Listado de los engarces iniciales/finales de
los discursos Th..
I) Discursos
deliberativos:
Debate en
Atenas (1/2).
1.- (1.32-6) Discurso de embajadores de Corcira (E.D): 1.31.2-3 / 1.36.4
2.- (1.37-43) Discurso de los Corintios (E.D.) 1.36.4 / 1.44.1
Debate en Esparta (3/4/5/6).
3.- (1.68-71) Discurso de Corintios (E.D.) 1.67.3-5 / 1.72.1
4.- (1.73-78) Discurso embajadores de Atenas (E.D.): 1.72.1-2/ 1.79.1.
5.- (1.80-85.2) Discurso de Arquidamo (E.D.): 1.79.2 / 1.85.3.
6.- (1.86) Discurso de Esteneledas (E.D.): 1.85.3 / 1.87.1.
7.- (1.120-4) Discurso de Corintios (E.D.): 1.119.1 / 1.125.1.
8.- (1.140-4) Discurso de Pericles (E.D.): 1.139.3-4 / 1.145.1
9.- (2.60-4) Discurso de Pericles (E.D.): 2.59.3 / 2.65.1
10.- (3.9-14) Discurso de embajadores de Mitilene (E.D.): 3.8 / 3.15.1.
11.- (3.30) Discurso de Teutíaplo (E.D.): 3.29.2 / 3.31.1.
Debate sobre
Mitiline (12/13).
12.- (3.37-40) Discurso de Cleón (E.D.): 3.36 / 3.41.
13.- (3.42-8) Discurso de Diódoto (E.D.): 3.41 / 3.49.1.
14.- (4.17-20) Discurso de Embajadores Espartanos (E.D.): 4.16.3 / 4.21.1.
15.- (4.59-64) Discurso de Hermócrates (E.D.): 4.58 / 4.65.1.
16.- (4.85-87) Discurso de Brásidas (E.D.): 4.84.2 / 4.88.1.
Debate en
Atenas sobre invasión de Sicilia (17/18/19)
17.- (6.9-14) Discurso de Nicias (E.D.): 6.8 / 6.15.1.
18.- (6.16-18) Discurso de Alcibíades (E.D.): 6.15.2-5 / 6.19.1 .
19.- (6.20-23) Discurso de Nicias (E.D.) 6.19.2 / 6.24.1-2.
Debate en
Siracusa sobre la invasión ateniense de Sicilia (20/21/22).
20.- (6.33-34) Discurso de Hermócrates (E.D.): 6.32.3 / 6.35.1.
21.- (6.36-40) Discurso de Atenágoras (E.D.): 6.35.1-2 / 6.41.1.
22.- (6.41.2-4) Discurso de un general (E.D.): 6.41.1 /6.41.4.
II.- Arengas:
1.- (2.11) Arenga de Arquidamo (E.D.): 2.10.3 / 2.12.1.
2.- (2.87) Arenga de comandantes peloponesios (E.D.): 2.86.6 / 2.88.1.
3.- (2.89) Arenga de Formión (E.D.): 2.88.1-3/ 2.90.1.
4.- (4.10) Arenga de Demóstenes (E.D.): 4.9.4/ 4.11.1.
5.- (4.11.4) Arenga de Brásidas (E.I.): 4.11.3 / 4.11.5.
6.- (4.92) Arenga de Pagondas (E.D.): 4.91.1/ 4.93.1.
7.- (4.95) Arenga de Hipócrates (E.D.): 4.94.2/ 4.96.1.
8.- (4.126) Arenga de Brásidas (E.D.): 4.125.4 / 4.127.1.
9.- (5.9) Arenga de Brásidas (E.D.): 5.8.4 / 5.10.1.
10.- (5.69.1-2) Arengas de generales aliados (E.I.), 5.69.1 / 6.69.2
11.- (7.61-64) Arenga de Nicias (E.D.): 7.60.5 / 7.65.1.
12.- (7.66-68) Arenga de Gilipo (E.D.): 7.65.2 / 7.69.1
13.- (7.77) Arenga de Nicias (E.D.):
III.- Otros
discursos:
1.- (2.35-45) Discurso fúnebre de Pericles (E.D.): 2.34/ 1.45.1.
[1] Este trabajo se ha elaborado dentro del Proyecto
I+D “El discurso militar en la historiografía desde
[2] Como señala Westlake (1973: 90): “As soon as
Thucydides decided to include speeches in his History ... he had to consider how to find a solution to the
problem of welding into a coherent whole the two essential components of his
work, narrative and speeches”.
[3] Cf. el trabajo de Bers (1997) sobre los modos de introducer la oratio recta en el contexto de las obras
dramáticas y oratorias áticas.
[4] Cf. la reflexiones generales de Laird (1999: 87-115) sobre los “speech
modes for presenting discourse”, con amplia bibliografía al respecto de este
tema.
[5] Cf., en este sentido, Laird (1999: 116-152). Con respecto al estudio de este tipo
de fórmulas en Homero, cf., entre otros, Edwards
(1970), Vivante (1975), Roochnik (1989-1990) y Riggsby (1992).
[6] Harrison (1908:10-13) ya destacó la regularidad que se observa en el
empleo de los engarces por parte de Tucídides. Ello hacía especialmente
destacables las excepciones a la presunta regla, que (a través de palabras como
ὧδε o
τάδε tendrían gran importancia
para determinar discursos en los que el texto se acerca con mayor claridad a lo
que fue realmente pronunciado. Cf. también Griffith (1961) y Westlake (1973).
[7] Westlake
(1973) ha estudiado los engarces de los libros V y VIII con respecto a los
empleados en el resto de la obra con la intención de aportar luz a los métodos
y etapas compositivas del historiador, centrando su análisis en el grado de
adecuación entre engarces y discursos. Así, afirma que en una primera etapa de
elaboración de la obra, encontraríamos discursos cuyos engarces están
insuficientemente elaborados. Insuficiencia que quedaría parcialmente
solventada en una fase posterior, a excepción de los libros V y VIII, que
quedarían pendientes de una ulterior reelaboración. Ello, unido a la
inexistencia de discursos en estilo directo en los libros V y VIII,
constituiría un testimonio a favor de la existencia de varias etapas de
elaboración. Por su parte, Ortolá
Guixot (2002) ha analizado los engarces tucidideos, en comparación
con los empleados en
[8] Sobre el discurso en la historiografía y los
problemas que conlleva la reproducción de las palabras de los personajes
históricos, cf. Walbank (1985), Fornara (1983: 142-163) y, más
recientemente, Brock (1995).
[9] Cf. Westlake (1973: 91 ss.).
[10] Cf. Laird (1999),
quien ha analizado el ámbito literario latino.
[11] Cf. Luschnatt (1942) e Iglesias Zoido (2007).
[12] Cf. Westlake (1973: 100): “There seems to me to be some evidence
... that the links between these two elements are somewhat tenuous ... In some
instances a certain lack of harmony is discernible”.
[13] Mención aparte merece la carta de Nicias, que
ha sido considerada por autores como Jebb como una especie de discurso
deliberativo a causa del engarce previo (toia/de). Sobre su valor como auténtica epístola, cf. Rosenmeyer
(2001: 57-60).
[14] Esto ya lo pudimos demostrar hace años, Iglesias Zoido (1994), en el caso de
las arengas militares. De hecho, existen claras diferencias formales y de
contenido entre los engarces de los discursos deliberativos y los de las
arengas militares.
[15] Harrison (1908: 10-11).
[16] Así ocurre en los debates de
los libros I y VI en los que el tema desarrollado es el de la guerra: Th.
1.139.4; 6.8.4; 15.5; 32.3: παρήνει.
También hay
un caso (6.88.10) que emplea ἐξώρμησε.
[17]Cf. ὧδε en 1.85.3 y τοιούτους
λόγους en 4.58.
[18]A excepción de cuatro
casos, en los que el término que encontramos es τοσαῦτα (6.24.1; 35.1; 41.4 y
93.1), todos ellos dentro del libro sexto de la obra.
[19] Cf. Th. 2.86.6 / 2.88.1;
2.90.1; 4.9.4; 4.11.1; 4.94.2 / 4.96.1; 4.125.4; 7.60.5 / 7.65.1.
[20] Cf. el pasaje clave: 5.69.1-2.
[21] Cf. 2.10.3; 4.93.1; 4.127.1;
5.69.2.
[22] Cf. 2.12.1; 2.86.6 / 2.88.3;
4.11.1; 4.91.1; 4.94.2; 5.8.4; 7.6.5.
[23] Cf. 4.12.1: ὁ
μὲν τούς τε
ἄλλους
τοιαῦτα
ἐπέσπερχε. Es la única
vez que aparece este verbo en la obra tucididea. Se trata de un verbo empleado
en la épica con diversos sentidos (como “aguijonear a los caballos” en Il. 23.430). Teniendo en cuenta que este
verbo hace referencia a una arenga en estilo indirecto pronunciada por el
espartano Brásidas, parece evidente que nos encontramos ante un auténtico guiño
erudito por parte de Tucídides, gracias al cual los lectores traerían a su
mente a los héroes de Homero. De nuevo,
lo encontramos en historiadores de época imperial como Apiano o Dion Casio en
pasajes en los que se hace referencia a arengas en estilo indirecto en
contextos similares. Con este mismo sentido exhortativo lo encontramos al final
de las Hal. de Opiano de Cilicia
(5.631), al construir un símil en el que se compara a los compañeros de un
buceador con los que animan a un atleta en la meta.
[24] Cf. Harrison (1908).
[25] Cf. Gomme (1945: 166).
[26] El equivalente latino sería talia
dixit o expresiones del tipo de locutus
fertur.
[27] Cf. 1.85.3 y 2.74.2.
[28] Cf. 1.139.3 (discurso de
Pericles); 3.29.2; 5.112.1. El equivalente latino sería ipsa verba, cf. Laird
(1999: 126-131): “The significance of ipsa
verba”.
[29] En este sentido, hay que tener en cuenta una
convención de las obras filosóficas contemporánea. Como ha señalado Marincola (1997: 271-2), los filósofos
del siglo V tenían la costumbre de encabezar sus obras con una fórmula en la
que se incluye su nombre y la expresión τάδε
ἔλεξεν. En estos casos, el deíctico hace referencia
expresa a un contenido que no puede ser falseado. Los filósofos, presentándose
como “oradores” (seguramente por influjo de lo oral), muestran su autoría y su
objetivo de aportar en sus obras “the “true” interpretation of the world”. Cf.,
sobre todo, el caso de Alcmeón (DK 24 B1): Ἀλκμαίων
Κροτωνιήτης
τάδε ἔλεξε. Este tipo de
encabezamiento se postula también para autores como Heráclito o Ferécides (West 1971: 9) y habría tenido una clara
influencia sobre los prefacios de los primeros historiadores, como ocurre en el
caso de Hecateo (FGrHist 1F1a) o
Heródoto (Koenen 1993).
[30]Sólo en 4.114.3; 5.45.2 y
8.76.2.
[31] Evidentemente, como señala Laird (1999: 88-9), las cosas no son
tan simples y, de hecho, el estilo indirecto puede ser interpretado en sentido
contrario: “Indirect Discourse (ID) or oratio
oblicua – we are given the explicit impresión that the words of the
original speaker(s) have been modified by the speaker or narrador presenting
them”.
[32] De manera coherente con esta explicación,
cuando Tucídides introduce una cita textual o un tratado, los términos
empleados son deícticos como ὅδε,
οὗτος.
[33] Cf., en este sentido, iglesias Zoido (1995).
[34] Cf. Otras opciones ante asambleas: 1.139.3 (ποιήσαντες
ἐκκλησίαν). Participio concertado
con el orador (4.84.2 καταστὰς
ἐπὶ τὸ πλῆθος). 6.8.3 (ἐκκλησία
αὖθις
ἐγίγνετο), 6.88.10 (ἐν
τῇ ἐκκλησίᾳ
τῶν
Λακεδαιμονίων).
[35] Cf. 1.67.3 (ξύλλογον
… ποιήσαντες).
[36] Este proceder recuerda al modo en que en la
epigrafía griega encontramos referencias a las decisiones tomadas por la
asamblea, donde este tipo de expresiones en genitivo absoluto es lo normal.
[37] Cf. El discurso a favor de una paz con Atenas
pronunciado por los espartanos (4.17-20), donde la única indicación contextual
es αφικόμενοι
δὲ ἐς Ἀθήνας (4.16.3).
[38] Cf. 4.58.1: ἐς λόγους
κατέστησαν
ἀλλήλοις, εἴ
πως
ξυναλλαγεῖεν.
[39] Cf. 3.8.2: ἐπειδὴ
μετὰ τὴν
ἑορτὴν
κατέστησαν ἐς
λόγους.
[40] Cf. 3.29.2: πυθόμενοι
δὲ τὸ σαφὲς
ἐβουλεύοντο
ἐκ τῶν παρόντων.
[41] Cf. 2.11; 2.87; 2.89; 4.92; 5.9; 7.61-64: ξυγκαλέσας
τοὺς
στρατιῶτας.
[42] Cf. 4.91:
προσκαλῶν
ἑκάστους κατὰ
λόχους.
[43] Cf. Th. 2.34.8: προελθὼν
ἀπὸ τοῦ
σήματος ἐπὶ
βῆμα ὑψηλὸν
πεποιημένον͵
ὅπως
ἀκούοιτο
ὡς ἐπὶ
πλεῖστον τοῦ
ὁμίλου͵ ἔλεγε
τοιάδε (“acercándose desde
el monumento a la tribuna levantada en alto para que fuera escuchado por la
mayor parte de la multitud, dijo lo siguiente.”
[44] Sobre el contexto del discurso fúnebre, cf. el
trabajo de Loraux (1981).
[45] Cf. 1.79.2;139.4; 3.36.6; 4.58; 84.2; 6.35.2.
[46] Cf. 1.79.2: ἀνὴρ
καὶ ξυνετὸς
δοκῶν εἶναι
καὶ σώφρων. Especialmente, el término ξυνετὸς es muy importante desde el punto de vista
oratorio.
[47] Sobre oradores colectivos en Th. como
representantes de un pueblo, cf. Luginbill
(1999).
[48] Sobre la
relación entre ambos tipos de discurso dentro de la obra tucididea y sobre la
debatida cuestión de su relación con lo realmente pronunciado antes de una
batalla cf. Iglesias Zoido (2000), donde se aporta la
principal bibliografía al respecto.
[49] Cf. Th. 2.88.3: … ἐβούλετο
ὑπόμνησιν
ποιήσασθαι
τοῦ θαρσεῖν …
[50] Cf., por ejemplo, Th. 4.9.4.; 7.60.5.
[51] Cf. Th. 2.86.6: καὶ
ὁρῶντες αὐτῶν
τοὺς πολλοὺς
διὰ τὴν
προτέραν
ἧσσαν
φοβουμένους
καὶ οὐ
προθύμους
ὄντας…; 2.88.3: ὁρῶν
αὐτοὺς
ἀθυμοῦντας...; 7.60.5: ὁρῶν
τοὺς
στρατιώτας …
ἀθυμοῦντας…;
7.76: ὁρῶν
δὲ ὁ Νικίας τὸ
στράτευμα
ἀθυμοῦν......
[52] Cf. Il.
17.215-232: Héctor dirigiéndose a los diferentes aliados del bando troyano.
[53] La epipólesis
de este tipo más importante es la que pronuncia Agamenón al pasar revista a las
tropas aqueas en Il. 4.234-420.
[54] En Tucídides hay tres ejemplos de epipólesis: 1) Arenga (E.D.) de
Hipócrates (Th. 4.95), recorriendo (ἐπιπαριών) las filas de las tropas
atenienses antes de la batalla de Delio. 2) Arenga de Nicias (E.I.),
recorriendo la línea del frente (6.67.4), a los diversos contingentes de tropas
aliadas según su origen étnico y previa a una arenga dirigida a todo el
ejército. 3) Arenga (E.D.) de Nicias (Th. 7.77) tras el desastre de
[55] Cf. Th. 4.94.2: ἐπιπαριὼν
τὸ
στρατόπεδον
τῶν Ἀθηναίων
παρεκελεύετό
τε καὶ ἔλεγε
τοιάδε….
[56] Cf. 6.67.3 (ὁ
Νικίας κατά τε
ἔθνη
ἐπιπαριὼν
ἕκαστα καὶ
ξύμπασι τοιάδε
παρεκελεύετο)
y 7.76.1 (ἐπιπαριὼν
ὡς ἐκ τῶν
ὑπαρχόντων
ἐθάρσυνέ τε
καὶ
παρεμυθεῖτο).
[57] Cf. Luschnatt
(1942: 64-72).
[58] Cf. Romilly (1956: 148-9): “determiner dans quelle mesure le
résultat de la bataille peut s’expliquer par des causes générales ... c’est ce
que seuls les discours peuvent faire”.
[59] Cf. Th. 2.12.1 (Τοσαῦτα εἰπὼν καὶ διαλύσας τὸν ξύλλογον); 4.127.1 (Τοιαῦτα ὁ Βρασίδας παραινέσας ὑπῆγε τὸ στράτευμα.); 6.69.1 (ὁ μὲν Νικίας τοιαῦτα παρακελευσάμενος
ἐπῆγε τὸ στρατόπεδον εὐθύς.) o 7.78.1 (Ὁ μὲν Νικίας τοιάδε παρακελευόμενος ἅμα ἐπῄει τὸ στράτευμα).
[60] Cf. Iglesias
Zoido (2007).
[61] Cf. en este sentido el
estudio estructural llevado a cabo por Dewald
(2005).
[62] Sobre las características
concretas de este tipo de ceremonias, cf. Loraux
(1982).
[63] De hecho, ambos son presentados
como representantes de dos “caracteres” ampliamente desarrollados por la
retórica: el joven arrojado y el anciano prudente.
[64]Cf. Rawlings (1975: 60
ss.)
[65]Cf. otras frases que dejan clara la función del contexto: II, 9, 1:
II, 9, 6: IV, 93, 5: VI, 67, 1.