Luis Merino Jerez
Universidad
de Extremadura
“Sobre la historia” en
los Rhetoricorum libri quinque de Jorge de Trebisonda: introducción,
edición, traducción, notas e índices
Abstract: The present work includes the translation into Spanish and the critical
edition of the chapters "On history" in the Rhetoricorum libri quinque of George of Trebizond. Numerous notes
to the translation, as well as valuable indices and a brief introduction to the
text are added, in which we have studied the main aspects of the rhetorical
doctrine of Trebisond applied to the historiographic genre.
Keywords: rhetoric, history, historiography, George of Trebizond (Trapezuntius),
Rhetoricorum libri quinque,
Hermogenes, Cicero.
Fecha de Recepción: 12 de Septiembre de 2007.
Fecha de Aceptación: 15 de Octubre de 2007.
.-
Introducción
.- Conspectus
siglorum
.- G.
Trapezuntii Rhetoricorum libri V. De Historia
.- J. de
Trebisonda. “Sobre la historia” en los V libros de Retórica
.-
Apéndices:
.-
Índice de lugares citados
.-
Índice de términos retóricos
.-
Bibliografía
Introducción
Casi al final de los Rhetoricorum
libri quinque Jorge de Trebisonda explica las que deben ser las principales
características del estilo historiográfico, en un capítulo que por su interés
historiográfico y retórico ha suscitado en los últimos años la atención de no
pocos estudiosos, aunque, todo hay que decirlo, no siempre con igual fortuna; basta
comparar el rigor (Cotroneo 1971) y la agudeza (Hinojo 2000) de algunos con los
descuidos lamentables, en nuestra opinión, de otros (Guerra 2004). Es posible
que los errores presentes, según creo, en este último trabajo sean debidos a
una mala comprensión del texto de Trebisonda, nada fácil, por otra parte. Por
ello nos hemos animado a ofrecer una traducción del capítulo, si es que cabe
llamarlo así, acompañada de un nutrido grupo de notas y precedida de una
edición que pretende ser crítica, pues resulta del cotejo de seis versiones
distintas del texto de los Rhetoricorum libri quinque. Pero antes de
referirnos a los asuntos propios de la edición y de la traducción, conviene
hacer algunas consideraciones previas.
Hemos de advertir, en
primer lugar, que este artículo complementa y acaso corrige en algunos puntos
otro de reciente aparición (Merino 2007) en el que hemos analizado la doctrina
sobre el estilo historiográfico de Trebisonda. Por ello no creemos necesario
reproducir aquí lo dicho allí, excepto aquellas referencias mínimas que puedan
ser útiles para una mejor introducción al texto que ahora editamos y traducimos.
Entrando ya en materia,
hay que recordar que el capítulo “Sobre la historia” cierra casi el libro
quinto de los Rhetoricorum libri quinque y que, por tanto, no se puede
pretender una cabal comprensión de su contenido sin consultar lo dicho por el
autor en las copiosas páginas de los libros anteriores. A cada paso, en efecto,
el interesado en la historia debe consultar lo dicho por el rhetor en
diferentes pasajes de su obra, pues de otro modo se corre el riesgo de privar
al texto del evidente sesgo retórico que tiene. Dicho en otras palabras, la
doctrina sobre el estilo de la historia está jalonada de tecnicismos propios de
buenos conocedores de la retórica clásica. Bien es verdad que en el caso de la
historia las fuentes clásicas parecen reducirse a dos: el De oratore de
Cicerón, que presta el marco general de la discusión a partir de la distinción habitual
entre res y verba; y la teoría Sobre las formas de estilo
de Hermógenes, que, a su vez, aporta el bagaje más técnico por sus consabidas
disquisiciones sobre la configuración del estilo a partir de diferentes elementos
compositivos. Hermógenes, como es sabido, distingue siete ideae, que
aquí traducimos como “formas de estilo” (formae e ideae indistintamente
en Trebisona), que se desdoblan a su vez en tres niveles: las sententiae
o contenidos propios de cada una; los modi o métodos de estilo; y la compositio,
que, a su vez, se compone de dictiones (“dicciones”), schemata
(“figuras”), membra (“miembros”), locatio o collocatio
(“composición”), clausula (“cláusula”) y numerus (“ritmo”). [1]
Por otra parte, el
capítulo “Sobre la historia” de Trebisonda se inscribe en el libro V (De
elocutione), que contiene dos partes desiguales en extensión pero no en
importancia. El estudio de la elocutio comienza con una disquisición
preliminar sobre las que Trebisonda llama orationis figurae, a saber: la
oratio sublimis, la attenuata y la mediocris.[2] El historiador debe aspirar a la primera. De
hecho, al comienzo casi del capítulo sobre la historia, Trebisonda advierte ya que
si no se tienen en cuenta algunas de sus recomendaciones puede incurrirse en lo
que llama oratio supina, es
decir, el discurso opuesto a la oratio sublimis. Por
tanto, en buena medida la doctrina sobre el género historiográfico también está
sujeta a esta triple distinción que, como es sabido, está bien recogida en la
retórica clásica.[3]
La segunda parte es más
extensa y contiene toda la doctrina, típicamente hermogeniana, sobre los siete
tipos de estilo.[4] Trebisonda es consciente de la dificultad que
supone traducir los términos griegos y se disculpa por la dureza en que puede
incurrir al hacerlo (Guerra 2004; Merino 2007). En el tratamiento de estas
siete formae sigue muy de cerca Sobre las formas de estilo de
Hermógenes, aunque en no pocas ocasiones se desvía de la fuente por omisión o
ampliación. En cualquier caso, de acuerdo con Hermógenes el estudio de las
ideas se lleva a cabo en los tres niveles ya mencionados (pensamiento, método y
composición).
Algunos editores renacentistas
pusieron ya de manifiesto la estructura del capítulo mediante anotaciones al
margen (Curio, Roigny y Grifio). La primera parte (I. De historico genere dicendi) es una reflexión general
sobre la historia, hecha a la zaga de lo que Cicerón dice en el De oratore (2.63).
De aquí trae también la distinción ya clásica de consilia, acta
y eventus, así como una reflexión sobre el orden de los acontecimientos
y de los tiempos. Añade una recomendación sobre la conveniencia de introducir
digresiones en el tejido expositivo y otra sobre la manera de conseguir la
brevedad justa. Cabe decir, pues, que las de este primer apartado son doctrinas
relativas a las res.
Lo poco que Cicerón dice
sobre los verba de la historia es aprovechado por Trebisonda para
introducir la segunda y la tercera parte (II. Historiae formae. III Modi
historici), en las que plantea las “formas y los modos de estilo” propios
de la historia. Dado que en otro lugar nos hemos referido a ello (Merino 2007),
nos limitamos aquí a resumir lo fundamental de la doctrina. Respecto a las formae,
Trebisonda sostiene que la propia de la historia es la magnitudo (“grandeza”),
aunque acepta que se combine con otras formae, de acuerdo con la
recomendación al respecto de Hermógenes (Id. 222). En el caso de los modi
se limita a señalar algunos usos concretos que pueden servir para el mejor
lucimiento de la exposición histórica. La cuarta y última parte (IV. Titus Livius) es una
reflexión sobre los autores que pueden servir de modelos para la historia. El
autor preferido por Trebisonda es Tito Livio, aunque otros nombres aparecen
también aquí. De hecho, confiesa que Cicerón sería su modelo preferido si
hubiera dejado escrita alguna obra historiográfica, pues en sus discursos,
concluye Trebisonda, da pruebas suficientes de las cotas que hubiera podido
alcanzar. Finalmente añade que Salustio es inferior a Livio, aunque reconoce
que sobresale en algunas virtudes elocutivas que pueden ser útiles para quienes
pretenden escribir monografías históricas. Esto es así porque en este y en
otros lugares del capítulo ha advertido ya de la existencia de dos tipos
historiográficos: la historia general, representada por Tito Livio, y la
episódica o monográfica, como la de Salustio. En este segundo caso se admiten
algunas licencias que no caben en el primero (como el mayor peso de la demonstratio
y de los affectus). No faltan tampoco ocasiones en las que Trebisonda
compara la historia con la narratio historica, esto es, con un tipo
concreto de narración que cultivan los oradores. De todo ello se da cuenta en
la traducción (y en Merino 2007).
En definitiva, se aprecia
el interés por conciliar la doctrina retórica de Cicerón y la minuciosa
descripción estilística de Hermógenes y todo ello con el propósito de
proporcionar al lector pautas de escritura y no tanto de análisis literario.
Los pasajes de Tito Livio citados por Trebisonda pretenden ser modelos
compositivos a imitar por el aspirante a escritor de historia. En este sentido
se aprecia ya con claridad, como es lógico, el sesgo genuinamente compositivo
de la tradición retórica hermogeniana, muy diferente al que tendrá luego la tradición
ramista (Merino 2001).
Por otra parte, como
en tantos otros textos renacentistas, tampoco en éste es posible discernir
“hasta dónde alcanzan las grafías del autor y en dónde interviene la habitual
normalización ortográfica de la imprenta”.[5] Además, las versiones que hemos manejado para
establecer el texto responden a manos diferentes, tanto en el tiempo como en
los criterios editoriales.[6] La versión manuscrita de la Bibliotheca
Corviniana (f. s. xv) es útil
para resolver algunas lecturas, pero presenta lagunas e incluso errores que
permiten dudar de la habilidad del copista. A su vez, la versión de Herrera
(1511) ‑en general bien puntuada ‑ así como la Veneciana (1523) ‑que
es un fiel reflejo de aquella‑ , salvo en caídas ocasionales, discrepan
en no pocas ocasiones con las más modernas de Roigny y Grifio (1538 y 1547,
respectivamente; estas dos ediciones coinciden en todo), muy cuidadas
formalmente al mismo tiempo que erradas en algunas lecturas. También tenemos en
cuenta la edición de Curio (1522) juez ocasionalmente eficaz para decantar
lugares confusos. De todo ello damos cumplida cuenta en el aparato crítico que
sigue al texto latino.
Conviene advertir que los
epígrafes incorporados a nuestra edición proceden de algunas ediciones impresas
en el siglo xvi y que, por tanto,
no parece que sean obra de Trebisonda. Herrera pone al frente del capítulo el
enunciado siguiente: De historico dicendi genere. Otros (Curio, Roigny y
Grifio) se limitan a poner al margen un lacónico: Historia. En los
márgenes de estas mismas ediciones, sin embargo, encontramos otras referencias
que saludan con propiedad el comienzo de los diferentes apartados en los que se
distribuye la doctrina: Historiae formae, Modi historici y Titus
Livius. En nuestra edición acogemos los rótulos – entre corchetes, eso sí –
para señalar la distribución de la doctrina a lo largo del capítulo.
Digamos, por último, que
hemos intervenido en la grafía y en la puntuación, acomodando el texto a los
usos modernos. Añadamos, por fin, que cuando en el aparato crítico no se cita
ninguna edición concreta debe entenderse que la lectura en cuestión está
presente en todas las ediciones manejadas, excepto aquellas precisamente que se
citan por presentar alguna discrepancia.
En cuanto a la
traducción, debemos reconocer que no ha sido fácil traducir la Rhetorica
de Trebisonda, básicamente por el uso constante que hace el autor de conceptos
retóricos que se remontan a capítulos anteriores de su obra y, en última
instancia, a Hermógenes, de quien toma todo lo relativo a las “formas de estilo”.
En este sentido cabe recordar una vez más que el propio Trebisonda expresa su
insatisfacción con la traducción que hace al latín del texto de Hermógenes y,
sobre todo, de los términos retóricos más especializados. En la medida de lo
posible asumimos la traducción que hace Consuelo Ruiz (1993) del vocabulario
retórico de Hermógenes y, sobre todo, contemplamos las definiciones que el
propio Trebisonda establece aquí y allá, tal como ponemos de manifiesto en las
notas que jalonan la traducción.[7]
Mención especial merece
el término oratio, que traducimos como “discurso”, aunque no se debe
entender como el género propio de la oratoria, sino más bien como el conjunto de
enunciados que conforman la exposición o texto. En fin, para facilitar el
seguimiento del capítulo añadimos al final un índice de términos retóricos que
recoge la versión latina de Trebisonda, la griega de Hermógenes (en su caso) y
nuestra traducción, con la referencia, además, al texto latino de nuestra
edición. A este índice le precede otro más breve que contiene la referencia a
los textos clásicos citados por Trebisonda (Cicerón, Salustio y, sobre todo,
Tito Livio). Digamos, por último, que en estos casos sigo también las
traducciones modernas de Iso Echegoyen (Cic., De orat.), Aspa Cereza
(Cic., Manil.), Villar Vidal (Liv.) y Segura Ramos (Sal.).
Conspectvs
Siglorvm
C Georgii
Trapezoncii Cretensis in Rhetoricos libros suos exordium {incipit}. Bibliotheca
Corviniana. Codex Latinus 281. s. xv. [ff.
117r-119v].
H Opus absolutissimum rhetoricorum Georgii
Trapezuntii cum additionibus Herrarensis. In Complutensi Academia, in officina Arnaldi Guillelmi de
Brocario, 1511 [ff. 125r-127r].
Cu Rhetoricorum
libri. Basileae, excudebat Valentinus Curio, 1522 (ff. 169v-172v).
V [Georgii
Trapezuntii rhetoricorum libri quinque]. Venetiis, [1523] (ff. 82v-84r).
R G[eorgii]
Trapezuntii rhetoricorum libri quinque, denuo diligenti cura excusi.
Parisiis, apud Ioannem Roigny, uia ad D. Iacobum, sub Basilisco et quatuor
elementis, 1538 (pp. 623-635).
G Georgi
Trapezuntii Rhetoricorum libri quinque. Lugduni, apud Seb[astianum] Gryphum
[sic], 1547 (pp. 509-529).
Georgii Trapezvntii
Rhetoricorvm libri qvinqve
‘Historia’
[I] De historico dicendi genere
Cum
historia sit rerum gestarum diligens expositio, qui historiam scribit primum
dabit operam ut rerum et temporum ordinem servet. Quod erit, si in rebus magnis
memoratu dignis consilia primum, deinde acta, post eventus exequatur, hisque
omnibus addet quod cuique proprium est. De
consiliis quid probet, quid improbet significabit. In rebus gestis non solum
quid actum aut dictum sit, sed etiam quomodo et cur demonstrabit. Eventus ita
declarabit ut causae explicentur omnes, vel casus vel sapientiae vel
temeritatis; hominum quoque ipsorum non tantum res gestas sed etiam qua fama ac
nomine excellant, qua vita atque natura sint, breviter ostendet. Quod non
ubique neque de omnibus faciet sed cum de singularibus atque illustribus viris
sermo habetur. Nec a totius historiae serie separabit aut tamquam rem alienam a
caeteris dividet sed rebus gestis inseret. Neque enim propter haec rerum
expositio, sed, ut res clarius pateant, haec in historia explicari solent.
Praeterea si multa diversaque in eodem facta tempore
sunt, nihil artificiosius quam ita dicere ut altera res alteri inserta, et
aliud alii negotium implicitum sit. Nam praterquam quod supinum et omnino
deiectum est, nusquam egredi, nihil interponere, nec dignitatem orationi addit
nec auditori, quem in longo historiae ambitu varietate mulcendum puto eventuque
rerum semper retinendum, ullam afferre potest delectationem; expositioni quoque
rerum, quae ordine peragenda est, nimium adversatur.
Cum enim longum temporis spatium pleraque negotia
conterant, si, nisi quod inceperis absolveris, aliis manum iniiciendam non
putes, revolvi saepe atque universa confundere tibi necesse est, sed modus est
adhibendus ne maiores fiant circuli quam opus sit, neve tota historia sic
implicetur ut aut rarius quies habeatur quam fesso lectori congruat aut rerum
opresso multitudine, nisi quae legerit saepius repetat, confusio iniungatur.
Ad haec paucis
verbis eventum, ut cupiditatem
legendi exuscitet, nonnumquam praeoccupare oportet historicum. ‘Ea quoque’
Titus Livius ait ‘vana atque irrita legatio fuit’. Et Salustius : ‘Sed ea
res forte melius quam consilio gesta est’. Hanc praeoccupationem longiorem
etiam efficere licet, cum non magis sui quam laudis vel vituperationis gratia
assumitur. Quam ex collatione quoque Titus Livius edidit. Verba eius haec
sunt : ‘Sequitur aliud in urbe nefas a libidine ortum, haud minus foedo
eventu, quam quod per stuprum caedemque Lucretiae urbe regnoque Tarquinios
expulerat, ut non finis solum decemviris, qui regibus, sed etiam causa eadem
imperii amittendi esset’.
Praeter haec omnia non parvam historico curam adhibendam
iudicamus, ut quid perstringendum brevius quid sibi latius exponendum sit,
percipiat. Qua de re quid praecipi possit, dificile dictu est. Res tamen alias
narrationis brevitate absolvendas dixerim : rationes quibus aliquid
suadetur, siquidem historiae miscentur, historico quoque stilo brevi narratione
tangendas; ut illud ‘Legatos Romulus mittit qui connubium novo populo peterent,
urbes quoque ut caetera ex infimo nasci, deinde quia virtus sua ac dii
iuvarent, magnas opes sibi magnumque nomen facere; satis scire origini Romanae
et deos adfuisse et non defuturam virtutem; proinde ne gravarentur homines cum
hominibus sanguinem ac genus miscere’.
Sic igitur quae historiae conglutinantur, quasi
enumeratione locorum, dicuntur; sin ab ea in oratione semoventur, diligentius
acutiusque et multo latius quam historicum postulat genus, brevius quam
forense, pertractandae sunt. Vnde sit ut, cum nihil inventionis praetermittere
historici quoque conentur, paucioribusque quam si agerent cuncta occupare
verbis necesse sit, foecundiores atque, ut ita dicam, praegnantes rationibus
videantur; cum vero proelia dicuntur, et quis maeror, quae trepidatio, quis
timor victis vel quae laetitia victoribus incessit explicatur, latissime omnia
describenda sunt, ut qui legit non audire sed videre videatur. Quam rem faciet
si nullam, quae ad rem pertineat, circunstantiam relinquet et, cum nihil
minutarum etiam rerum praetermittat, modum quoque ad unamquamque rem adiiciet.
Neque tamen in singulis, ut oratores faciunt, immorabitur sed singulorum
expositione non amplificatione consequetur, ut et res geri videatur et affectus
moveatur; ex quo fit ut in hac quoque minuta descriptione rerum ab historico
genere formaque narrationis non discedat; quam quidem
descriptionem tunc scilicet latissime occupabit, cum res magna acciderit. Non
enim quid facerent solum sed quid etiam singuli dicerent describere licebit.
Quod, si quis quale sit videre desiderat, Titum Livium de furcis caudinis
legat.
His ita consideratis reliquum laboris in genere orationis
consumetur, quod fusum atque tractum et cum lenitate quadam aequabili
profluens, sine iudiciali asperitate et sine sententiarum forensibus aculeis
Cicero in Oratore suo esse censet. Nos, quoniam latius de historia dicere
placuit – omisso enim iam huic generi multo magis quam caeteris opitulandum
duximus ; forsan enim si historici generis radices apparuerint,
invenientur qui hoc quoque genere gloriam sibi parere cupiant – primum quibus
formis conficitur explanabimus ; deinde historiae quosdam dicendi modos
tangemus; demum Salustii et Titi Livii, quos his diebus in historia solos
imitandos censeo, genus dicendi quale sit, enodabimus.
Historia omnes magnitudinis partes occupabit,
circumductionem maxime omnium. Nam cum brevi multa narrare velit historicus ac
orationis pondus quam mirabile ac singulare desideret, hanc formam, qua
utrumque horum maxime solet effici, quasi suam vindicabit, ita tamen ut neque
confusam neque obscuram reddat orationem, idque per se circumductio habeat. Non
enim licet historico, ut causas agenti, elegantia saepius circumductionis
duritiem evitare; quare claritas schematis et methodo sermonis circumductioni
tamquam color infundetur, neque usquam fere orationis lux et dignitas
contemnetur. Quippe quas formas vel sine circumductione, ne satietatem pariat,
adhibere debebit ; quod non temere sed rebus accommodabit. Nam cum res
gestae ita nobiles atque magnificae sunt, ut sponte sua earum expositio non
parum orationem efferat, circumductionem minus occupabit; tenues res ea
circumductione complectetur. Vt neque obscurus sit, et debitum historicae
orationi pondus consequatur, vehementiam, asperitatem et acrimoniam omnino reiiciet.
Non enim aequaliter profluit haec oratio, sed aculeis et quidem nimium duris
atque acerbis plenissima est. Quare si circumductioni aut aliis etiam formis,
quibus utendum historico censemus, harum idearum schemata quaedam vel methodus
inest, omnia haec praetermittenda ducimus ; verba vero et numerum quaeque
numerum faciunt, in duritiem modo non exeat oratio, diligentius consectetur
licet.
Praeterea pulchritudinis expers non erit, ut neque valido
et robusto colore careat, et nimium festivam orationem, quae pondus deiicit,
recuset. Celeritatis nullam habebit curam, nisi ne dormiens et somniculosa
oratio videatur. Moratae orationes plurimum interponendum arbitror. Nam cum
responsa et dicta quorumdam enarret sic dicere necesse est, ut quicquid
graviter, demisse, timide, sapienter, vafre, caute, temerarie dictum aut
responsum sit, ipsa compositione orationis eniteat. Et affectus mites movere
non incitatos oportet, quod non amplificatione neque mora in affectus loco,
verum ipsa rerum explicatione et plerumque nullo affectus loco, solo genere
orationis conficiet. Itaque appareat oportet si quid moleste, si quid libens,
si quid admiratione, stupore, negligentia, probando vel vituperando conscribit.
His omnibus formis unum genus conficiet, eaque omnium
compositione utetur, ut cum omnes simul erudito lectori interluceant, illa
tamen vincat, quae rebus convenientior est, neque idcirco a plenissima oratione
umquam discedendum. Adhibitas vero in sentau vel
in concione orationes brevius, ut diximus, ac subtilius edet, quam actori
necesse est. Nam et citatiores affectus, quam historia desiderat, et acrius
dicendi genus occupabit, et, ut brevi absolvam, et historicam ideam oratio
sapiet et ad duros forensis generis aculeos non perveniet, sed mitiores
aliquantulum possidebit.
Nunc modos quosdam, qui tamen ad formarum methodos aut
certe ad schemata pertinent, ut res tota ante oculos ponatur, ut polliciti
sumus, subiiciamus. Primum ergo causa tum dignitatis, tum brevitatis, quam
circumductio facit, danda est opera, ut infinita complura ex unico pendeant
verbo, ut illud Ciceronis : ‘Equitibus Romanis litterae afferuntur, qui ad
me causam rei publicae periculaque rerum suarum detulerunt: Bithyniae quae nunc
nostra provincia est vicos exustos esse complures; regnum Ariobarzanis quod
finitimum est vestris vectigalibus totum esse in hostium potestate; Lucullum
magnis rebus gestis ab eo bello discedere; huic, qui succurrerit, ad tantum
bellum administrandum non satis esse paratum; unum ab omnibus sociis et civibus
ad id bellum imperatorem deposci atque expeti, eundem hunc unum ab hostibus
metui, praeterea neminem’.
Habet hic modus facilitatem quandam et lenitatem, neque
facile orationem invenies, quae hac aequabilius fluat; brevitatem vero et
claritatem mirabilem possidet. Quare, cum sit modus omnino historicus,
narrationi etiam oratoriae accommodatur. Est enim ei affinis historia, quod et
clara et brevis esse laborat. Verisimile sola flagitat fide, quare una cum
affectibus, cum maxime a narratione historica differat, cum huiusmodi nacti
sumus narrationem, quae aut sua sponte affectus habeat aut minus curandum de
affectibus sit, ipsa quoque per se res verisimilis videatur.
Historicae narrationis modum adhibere non alienum, cui
illud schema, quo pro praeterito imperfecto accipiuntur infinita, proximum est.
Nam si quid suppleas, idem fiet et in utroque nisi commoratio insit. Nulla hinc
orationis iucunditas est, hoc tamen ultimum in oratore difficilius reperies.
Quare huius exemplum Titus Livius praebeat : ‘Primo’, inquit, ‘deprecari
ignominiam, deinde intercedere, negare se ante idus Decembris, sollemnem
ineundis magistratibus diem, habituros esse. Interea tribuni plebis, feroces
repente minari tribunis militum’.
Circumducentia item schemata et inter se et rectae orationi
orator, rarius; saepius atque plenius historicus immiscebit : ‘Numitor
inter primum tumultum hostes invasisse urbem atque adortos regiam dictitans,
cum pubem Albanam in arcem praesidio armisque obtinendam advocasset, postquam
iuvenes praeparata caede pergere ad se gratulantes vidit, extemplo advocato
concilio scelera in se fratris, originem nepotum, ut
geniti, ut educati, ut cogniti essent, caedem deinde tyranni seque eius
auctorem ostendit’.
Plenissimam hoc pacto et multitudini rerum congruentem,
in qua singularis insit brevitas, reddemus orationem. Hanc plenitudinem
crebrius in historiam cum asciscas, non caeterarum interpositione solum verum
etiam huius ipsius varietate satietatem vitabis. Nam cum multo latius quam
caetera pateat et suis schematis nunc his nunc illis, vel iisdem alia serie
acceptis et caeterorum apud hanc modorum hospitio varia nimis et suavissima
erit; dictiones etiam eae, quae quasi subcontinuationis notae sunt postpositae,
verbisque copulatae, quod praeter expectationem interveniant, offensionem
exuscitant, ut in his Titi Livii verbis : ‘qui duo populi delectus
acerbitate consternati retentis conquisitoribus metum defectionis cum
praebuissent, oppressi celeritate Hannibalis omiserunt mota arma’. Verborum
quoque ac innovationum cum in singulis tum in pluribus multo plus historico
quam oratori licentiae datur.
Sed ex his paucis facile caetera percipiuntur. Quare, si
quo pacto nunc compositione affectus in historia moventur, nunc etiam loco et
eius qui dicit mos quidam, aut affectio subappareat ostendemus, de ipso T.
Livio postea loquemur. Cum ergo, quod boni omnes debent, immensum moleste se
ferre legum acervum significare vellet, his orationem verbis
contexit : ‘Decem tabularum leges perlatae sunt, quae nunc quoque in
hoc inmenso aliarum super alias acervatarum legum cumulo fons omnis publici
privatique est iuris’. Illud vero quam impatientem Horatii animum ostendat,
quis non viderit ?: ‘Abi hinc cum immaturo amore ad sponsum’, inquit,
‘oblita fratruum mortuorum vivique oblita patriae, sic eat quicumque Romanum
lugebit hostem’. Verum ut hic membrorum brevitas, repetitio, demonstratio cum
imperio molestiam, impatientiam nimiamque animi ferocitatem, vel ipsa
compositione repraesentat, ita ibi brevitas recta et facilior verborum cursus
iactantem prae oculis ponit : ‘Princeps Horatius ibat tergemina
spolia prae se gerens’. Quam bene etiam lacrymas moveat atque ex imo pectore
sola verborum structura singultus evellat, paucis apud eum Icilius Virginiae
sponsus ad puellae vades et quidem terrendo Appium declarat. Verba haec sunt:
‘Atque ille lacrymabundus gratum est, inquit,
scilicet crastino die vestra opera utar, sponsorum nunc satis est’. Ita
vindicatur Virginia spondentibus propinquis.
Loco autem quod erat alterum, ita degustandi affectus
sunt, cum oporteat, ut nulla immoratione sed sola fere locorum enumeratione
utamur, nisi quis ita carptim historiam scribat, ut demonstrationis aliquid
etiam immiscere necesse sit. Tunc enim commorari magis et amplificare singula
licebit. Verum quod dicebamus et si superioribus latere non potest, tamen hoc
etiam in exemplo consideretur : ‘Exangue corpus sublatum ostentat populo,
scelus Appii, puellae infelicem formam, necessitatem patris deplorant’.
Titus Livius grandis est circumductione, supra quam dici
possit, cum qua tamen summa est claritas, fusus aequalisque adeo ut lacteo par
flumini vi sua oratio sit. Pulchritudinis et iucunditatis tantum adhibet
quantum possit orationem delinire et ab altitudine non deiicere. Nam adeo variis
schematis ornatus est eoque ordine fere naturali apud eum res circumductae
sunt, ut ultra quam dici possit, dulcis suavisque videretur, nisi aspera
locatione nimium iucunditatis contemperaret.
Quare, mihi recte, ut puto, haec iudicanti, non Herodoto
solum, ut multis, sed et Thucydidi simillimus videtur: grandem ab hoc, suavem
ab illo mutuatus orationem. Hunc virum, si quis bene orationis suae vim
intellexerit, non magis inter historicos quam inter praeclaros oratores
enumerabit. Mirum enim dictu est cum apud eum persuadere quisquam cuiquam
velit, qua rationum copia, quibus aculeis, quo affectu utatur. Ita tamen ut et
forense genus declinet et ab historico, cum non omnino recedat, ad forense
transisse videatur. Verum ei grande illud historiae genus ita compositum est ut
numquam humilitate rerum demittatur, numquam magnitudine, ulterius quam
oporteat, efferatur, numquam denique multitudine confundatur. Itaque aequalis
sibi per omnia fluit oratio, neque, quantum in se est, aliud atque aliud esse
videri potest, nisi forte rerum quis vim una cum ea considerat; sed nos ea
seiuncta, ideam qualisnam sit, excogitandum putamus. Non enim ut in causis pro
pondere rerum mutanda, sed eadem fere ubique oratio affectanda est. Quare non
mirum, si cum rebus orationem orator accommodet, orationi res historicus
coaptare conetur. Quae res facit, ut cum idem genus fere ubique sit, pro
diversitate tamen rerum varietas insit. Varias enim res non nisi variis eodem
modis reducere possumus. Quod Titus Livius adeo mirifice consecutus est, ut
idem pene sit de perfecta historiae forma dicere et de ipsius oratione
disceptare.
Neque hoc dico quod putem summum illud eloquentiae
Ciceronis flumen si in historiam derivatum fuisset, non multo praestantius,
elegantius iucundiusque futurum fuisse. Nam quantum excellere potuisset, inde
maxime intelligi potest, quod cum per multiplices causarum actiones in
consentaneum historiae genus incidit et magnitudo inest, ibi multo mirabilior
atque grandior et facilior orationis cursus quidam atque deflexus. Singularis
etiam pulchritudo et iucunditas non impedimento magis sublimitati, quam
condimento. Clausula vero et locatio totusque numerus ut auribus multo suavior,
sic ab oratione luculenta non alienior, quem tamen si voluisset, facile ad asperius
detraxisset. Quare illos insanire credendum est, qui magna voce audent
praedicare Ciceronem si historiam conscribere voluisset, Titum Livium exaequare
non potuisse.
Neque nos quoniam perfectum historiae genus et Livianum
idem paene diximus, nihil umquam eo excellentius inveniri posse credimus,
quippe nullus nisi qui eloquentiae vim quanta quamque ampla sit, percipere
umquam potuit, dum mente captus non sit, huiusmodi monstrum cogitabit. Verum
quoniam omnibus, quos videre in historia contigit, Titum Livium anteponimus,
non dubitamus illum summum dicere, qui versatos in eo genere universos maximo
post se spatio reliquit. Illum enim ego semper auctorem sequar, qui quamvis
summum Demosthenem putabat oratorem, minime tamen maius quid atque amplius
inveniri posse dubitabat.
Titum
Livium ergo historico per omnia imitandum putamus, nisi quis carptim historiam
conscribit. Nam tum et ad demonstrationem declinabit et ab effusa Salustii
copia non nihil poterit assumere, quem ita probamus, ut si ex his paucis quae
inveniuntur iudicium facere oporteat, quamvis ei Titum Livium longe
praeferimus, elegantia tamen et faciliore orationis cursu et electione verborum
et membrorum rotunditate et innovatione, in qua potissimum Thucydidem imitatus
est, praeponere non dubitamus; sed horum ultimum eique proximum et medium, ei
carptim scribenti conveniunt; quae medium praecedunt, a robustiori historia
subaliena nobis videntur.
Jorge de Trebisonda
Los cinco libros sobre retórica
“La Historia”
[I. Sobre el estilo de la historia][8]
Ya que
la historia es la narración escrupulosa de los hechos, la primera obligación
del historiador será guardar el orden de los acontecimientos y de los tiempos.
Lo conseguirá, si en los sucesos importantes y dignos de ser recordados, trata
primero las intenciones,[9]
después lo que ocurrió y finalmente sus consecuencias, y si a cada cosa le
añade lo que le corresponde. Sobre las intenciones, señalará en qué está de
acuerdo o en desacuerdo; en los acontecimientos, mostrará no sólo lo que se
haya hecho y dicho, sino además de qué modo y por qué; y explicará las
consecuencias de manera tal que se descubran todas las causas, ya sean debidas
al azar, a la prudencia o a la temeridad. Y además mostrará brevemente la
actuación de los protagonistas en sí, y también con qué fama y renombre
destacan, qué vida llevan y cómo son.[10] Y esto
no lo hará por todas partes ni con todos, sino sólo cuando se hable de
personajes concretos e ilustres; tampoco lo apartará del hilo general de la
historia, ni lo tratará por separado, como si fuera un asunto ajeno a los
demás, sino que lo insertará en los acontecimientos. La exposición de los
contenidos no se justifica por estos asuntos, pero en la historia suelen
desarrollarse estas cosas para que los contenidos resulten más claros
Además,
si muchas y diferentes cosas han sucedido simultáneamente, nada hay más
artístico que exponerlas de modo tal que un hecho se inserte en otro y que un
asunto se relacione con otro. Pues no hacer digresiones o no intercalar nada,
además de ser un descuido y una absoluta bajeza,[11] no
procura solemnidad[12]
al texto ni puede proporcionar placer[13] alguno
al oyente, a quien creo que en el largo periplo de la historia se le debe
seducir con la variedad y mantenerlo siempre pendiente del desenlace de los
acontecimientos. Y, por otra parte, este proceder tampoco contradice demasiado
el orden que debe seguir la exposición de los hechos.
En
efecto, cuando la mayor parte de los asuntos abarcan un largo periodo de tiempo
y no pretendes tocar otros sin acabar antes lo que has comenzado, entonces a
menudo debes desordenarlo y mezclarlo todo, pero debes hacerlo aplicando un modo[14]
tal que los rodeos no sean mayores de lo imprescindible y que el conjunto de la
historia no se vea afectada hasta el punto de disponer de menos sosiego del que
conviene a un lector agotado, o de que a un lector abrumado por la multitud de
temas se le imponga además una confusión de la que sólo escaparía volviendo una
y otra vez a lo ya leído.
Para
ello y con el propósito de suscitar el deseo de leer, es conveniente que en
algunas ocasiones el historiador anticipe sucintamente el resultado de los
acontecimientos. Tito Livio dice: “También esta embajada resultó vana e
inútil”.[15]
Y Salustio: “Pero el mejor resultado de este intento se debió más al azar que a
sus cálculos”.[16]
Se puede alargar la anticipación, cuando se hace, no porque sí, sino por alabar
o críticar. Tito Livio compuso una anticipación de este tipo sirviéndose además
de una comparación. Éstas son sus palabras: “Se sucede en Roma un nuevo crimen,
de origen pasional, con unas consecuencias tan tremendas como el que con la
violación y muerte de Lucrecia había supuesto la expulsión de los Tarquinios
del trono y de Roma, de forma que no sólo tuvieron los decénviros el mismo fin
que los reyes, sino que también fue la misma la causa de que perdieran el
poder”.[17]
Además
de todo esto, pensamos que el historiador debe esforzarse mucho en discernir
los asuntos que debe tocar más brevemente y los que debe exponer con más
amplitud. Sobre este asunto es difícil establecer reglas. Yo diría, no
obstante, que algunos temas se deben resolver con la brevedad propia de la narración;[18]
por ejemplo, si verdaderamente hay varias historias unidas, las razones por las
que se ha tomado una decisión deben ser tratadas con una narración breve,
también en el estilo histórico. Como aquello de “Rómulo envía embajadores con
el encargo de solicitar enlaces matrimoniales con el nuevo pueblo (se refiere,
lógicamente, a Roma): (argumenta) que, como las demás cosas, también las
ciudades nacen casi de la nada y luego, gracias a la ayuda de los dioses y de
su propio valor, se hacen muy fuertes y muy famosas; que de sobra saben que los
dioses habían propiciado el nacimiento de Roma y que el valor no les iba a
faltar; y que, por tanto, no les pesase como hombres que son, mezclar su sangre
y su linaje con otros hombres”.[19]
Así
pues, las historias que están unidas entre sí se exponen como si de una enumeración[20]
de lugares se tratase. En cambio, si en el discurso no están sujetas a tal
enumeración, deben ser tratadas con más cuidado, agudeza y mucha más amplitud
de lo que pide el estilo histórico, pero más brevemente que el forense. De ahí
resulta también que, cuando los historiadores no quieren omitir nada de la
invención y cuando resulta necesario ocuparse de todo con menos palabras de las
que se emplearían,[21]
entonces, parecen más fecundos y, por así decir, llenos de razones. Pero cuando
se habla de batallas y se explica qué tristeza, qué incertidumbre y qué temor
les asalta a los vencidos, o qué alegría a los vencedores, todo debe
describirse muy ampliamente, para que el lector crea no que está oyendo sino
viéndolo. Así lo hará, si no prescinde de ninguna de las circunstancias
que atañen al tema[22]
y si, además, a cada asunto le añade el modo,[23] sin
omitir los pequeños detalles. Sin embargo, a diferencia de lo que hacen los
oradores, no se recreará en cada tema, sino que mediante la exposición y no la
amplificación de los mismos conseguirá que parezca que las cosas están
sucediendo, y que se exciten los afectos.[24] De ahí
resulta que incluso en esta descripción pormenorizada de los asuntos, la forma
de la narración no se aparta del estilo histórico.[25]
Ciertamente, cuando se presenta un tema importante, la descripción se extenderá
mucho. Se permitirá entonces describir no sólo lo que cada uno hacía sino
incluso lo que decían. Si alguien desea ver cómo se hace esto, que lea a Tito
Livio cuando trata de las horcas caudinas.[26]
Hechas
estas consideraciones, la tarea restante se resume en el tipo de estilo, que
Cicerón, en su tratado Sobre el orador considera “anchuroso y apacible,
y que fluye con una especie de suavidad, sin sobresaltos y sin esa dureza
propia de la oratoria judicial ni los puyazos dialécticos del foro”.[27]
Como nos ha parecido bien hablar más ampliamente de la historia – hemos creído
que a este género ya perdido debía prestársele más atención que a los demás,
tal vez porque, al ponerse a la vista las raíces de la historia, habrá quienes
deseen procurarse la gloria también en este género[28] – por
ello, explicaremos primero de qué formas se compone, luego tocaremos los
diferentes modos de la historia y, por último, desentrañaremos el estilo
de Salustio y el de Tito Livio, que son los únicos que creo que se deben imitar
hoy por hoy en la historia.
[II. Las formas de estilo de la historia][29]
La
historia adoptará todos los elementos de la grandeza,[30]
y más que ningún otro la abundancia.[31]
En efecto, cuando el historiador quiera narrar muchas cosas con brevedad y
aspire a que el peso del discurso sea especialmente admirable y singular, hará
casi suya esta forma de estilo con la que se suelen conseguir
ambos propósitos; pero (lo hará) de tal manera que el discurso no resulte
confuso y oscuro, y que la abundancia no sostenga el peso (del discurso)
por sí misma.[32]
Efectivamente, muchas veces el historiador, como el orador, no puede evitar la
dureza de la abundancia con la nitidez;[33]
por ello la claridad coloreará, por así decir, la abundancia
con las figuras y el método de la pureza,[34] sin
despreciar casi nunca la luz y la solemnidad del discurso.[35]
Sin duda, para evitar la saciedad, (el historiador) deberá incorporar otras formas
de estilo, prescindiendo incluso de la abundancia; pero no lo hará
al azar, sino atendiendo a los contenidos. En efecto, empleará poco la abundancia
cuando los acontecimientos son tan notorios y grandiosos que la exposición de
los mismos basta por sí sola para elevar bastante el discurso; los asuntos
menores los recogerá con la abundancia. Para no resultar oscuro,
otorgará al discurso histórico el peso que merece, y rechazará totalmente el vigor,
la aspereza y la vehemencia; [36]
pues en este caso el discurso no discurre equilibradamente, sino que está muy
repleto de puyas y, por cierto, especialmente duras y agudas. Consecuentemente,
creemos que hay que prescindir por completo de las figuras y del método propios
de estas ideas,[37]
cuando están presentes en la abundancia o en las otras formas de
estilo que, en nuestra opinión, debe usar el historiador. Por el contrario,
para que el discurso no incurra en dureza, puede buscar más cuidadosamente las
palabras, el ritmo y lo que conforma el ritmo.[38]
Además, no prescindirá de la belleza,[39]
para que no le falte un color poderoso y robusto;[40] y para
rechazar así un discurso que pierde peso por ser excesivamente alegre. Se
preocupará poco de la viveza,[41]
si no es para que el discurso no parezca adormecedor y soporífero. Se deben
intercalar muchos caracteres.[42] Cuando
narre las declaraciones y las respuestas de algunos, es necesario que las
exprese de tal modo que en la composición misma del discurso brille cuanto se
ha declarado o respondido de manera solemne, humilde, tímida, sabia, astuta,
cautelosa o temeraria. Conviene además provocar afectos suaves y no
impetuosos, lo cual no se conseguirá ni con la amplificación[43]
ni con la insistencia[44]
en el lugar del afecto, sino con la simple explicación de los
contenidos y, la mayoría de la veces, sin dar espacio a las emociones, sino
sólo con el tipo de discurso. En definitiva, es conveniente que (el
historiador) refleje su desagrado, agrado, admiración, estupor, indeferencia,
aprobación o crítica de lo que escribe.[45]
Con
todas estas formas conformará un estilo único, de tal modo que, aunque a
los ojos de un lector culto resplandezcan simultáneamente todas las formas
de estilo, sin embargo, se imponga la que más se ajusta a los contenidos,[46]
sin apartarse por ello en ningún momento de la plenitud.[47]
No obstante, los discursos presentados ante el senado o la asamblea, los
recogerá, como hemos dicho, con más brevedad y sutileza que la que se exige al
orador. Incluirá, eso sí, afectos más intensos que los que require la
historia, un estilo más incisivo, y, para concluir en pocas palabras, el
discurso saboreará el estilo histórico y no alcanzará los niveles de dureza de
las puyas del estilo forense, pero acogerá algunas un poco más suaves..[48]
[III. Los modos de la historia][49]
Para
que, tal como hemos prometido, quede a la vista todo el contenido, pasemos
ahora a algunos modos, que corresponden, no obstante, a los métodos
de las formas de estilo o, mejor, a las figuras. Por tanto, en
primer lugar, a la vista de la solemnidad[50] y la
brevedad que genera la abundancia, hay que procurar que un buen número
de palabras dependan de una sola, como en el siguiente ejemplo de Cicerón: “A
los caballeros romanos que me han encomendado la defensa del estado y los
riesgos de sus haciendas, les llegan cartas (diciendo que) en Bitinia, que hoy
por hoy es provincia nuestra, se han incendiado muchas aldeas; que el reino de
Ariobarzanes, que limita con el territorio de vuestros tributarios, está todo
él en poder de los enemigos; que Lúculo, tras conseguir importantes éxitos, ha
dejado de combatir; que quien le ha sucedido no está suficientemente preparado
para dirigir una guerra tan importante; que hay un solo hombre que todos los
aliados y ciudadanos desean y reclaman con insistencia como general de esta
guerra; y que éste, y nadie más, es el único al que temen los enemigos”.[51]
Este modo posee cierta facilidad y
suavidad; y no encontrarás con facilidad un discurso que discurra más
plácidamente que éste.[52]
Tiene además una brevedad y una claridad admirables. Por ello, aunque
sea un modo plenamente histórico, también se adapta a la narración
oratoria.[53]
Muy cerca de la oratoria está la historia, que, al fin y al cabo, también
intenta ser clara y breve. La narración oratoria sólo exige el testimonio de
verosimilitud; precisamente es en esto y en los afectos, en lo que más
se aparta de la narración histórica. Cuando nos encontramos con una narración
tal que contiene afectos por voluntad propia o presta poca atención a
los afectos, entonces el contenido parece verosímil por sí mismo.[54]
No está fuera de lugar emplear el modo de la narración histórica; muy
próximo a este modo está la figura mediante la cual se ponen infinitivos
en lugar del pretérito imperfecto;[55] pues
si añades algo, resulta lo mismo, y en ambos casos no hay sino demora.[56]
De aquí no viene placer alguno del discurso;[57] y, a
pesar de ello, es más difícil encontrar ejemplos de esto en un orador, por
tanto que sea Tito Livio quien nos lo proporcione: “En primer lugar”, dice,
“rogaban que no se les humillase, luego mostraban su desacuerdo, y se negaban a
hacer nada antes de los idus de diciembre, fecha solemne para el comienzo de
las magistraturas. Mientras tanto los tribunos de la plebe, arrogantes,
amenazaban de pronto a los tribunos militares”.[58]
Rara vez
mezclará el orador las figuras de la abundancia entre sí y con la construcción
recta;[59]
el historiador lo hará más a menudo y más intensamente: “Al iniciarse el tumulto,
Númitor, propalando el rumor de que el enemigo había penetrado en la ciudad y
atacado el palacio real, había atraído a la juventud de Alba a la ciudadela
para ocuparla y defenderla con las armas; tras ver que los jóvenes, consumado
el magnicidio, se dirigían a él para felicitarlo, convoca asamblea
inmediatamente y pone de manifiesto los crímenes de su hermano contra él, el
origen de sus nietos, su nacimiento, su crianza, cómo habían sido reconocidos;
la muerte en fin del tirano y su propia responsabilidad en ella”.[60]
Conseguiremos de este modo que resulte pleno[61]
y acorde a la multitud de contenidos un discurso que contiene una brevedad
singular. Cuando sean muchas las veces que incorpores la plenitud a la
historia, conseguirás evitar la saciedad no sólo incluyendo otras (figuras)
sino además gracias a la propia variedad de la abundancia.[62] En
efecto, cuando (la abundancia) tenga una presencia mucho mayor que las demás (formas
de estilo), el discurso también resultará muy variado y suave gracias a las
figuras, ya sea por las propias, unas ahora y otras después, o por las que se
añaden de otra combinación; y gracias también a la inclusión en la abundancia
de otros modos.[63]
Además,
las dicciones[64]
que, como si fueran marcas de la continuación inmediata,[65]
están pospuestas y unidas a las palabras provocan malestar, porque irrumpen por
sorpresa;[66]
como en estas palabras de Tito Livio: “Dos pueblos estos que, soliviantados por
el rigor del llamamiento a filas, habían retenido a los reclutadores haciendo
temer una defección, pero que desistieron de un levantamiento armado
sorprendidos por la rápida reacción de Aníbal”. Al historiador se le permite
mucha más libertad que al orador en el uso de palabras y en la renovación[67]
tanto de términos aislados como de grupos de palabras.
De estas
pocas cosas se colige fácilmente lo demás. Así pues, hablaremos luego de Tito
Livio, antes mostraremos cómo en la historia se mueven los afectos con
la composición y también con el lugar, y cómo se deja entrever la conducta
o el estado de ánimo de quien habla.[68] En
efecto, como quería señalar que llevaba mal el inmenso cúmulo de leyes, como
corresponde a todos los hombres de bien, compuso el discurso con estas
palabras: “(los comicios por centurias) aprobaron las leyes de las Doce tablas,
que en la actualidad, incluso en este inmenso cúmulo de más y más leyes que se
amontonan unas sobre otras, son la fuente de todo el derecho público y
privado”.
¿Quién
no ve que esto otro refleja la soberbia de Horacio?:[69] “Fuera
de aquí, ve a reunirte con tu prometido llevándote tu amor a destiempo, le
dice, te has olvidado de tus hermanos muertos y del vivo, y te has olvidado de
la patria. Y muera de igual modo quienquiera que llore a un enemigo de Roma”.[70]
De la misma manera que en el ejemplo anterior la brevedad de los miembros,[71]
la repetición[72]
y la descripción[73]
reflejan poderosamente el enfado, la soberbia y la ferocidad desmedida de su
ánimo, incluso en la composición misma, así también en este otro caso la
brevedad precisa y el curso fácil de las palabras evidencian la soberbia:[74]
“Iba el Horacio en cabeza mostrando los despojos de los tres hermanos”.[75]
Lo bien
que hace llorar y que arranca el sollozo de lo más profundo del corazón la
estructura, sin más, de las palabras, lo ilustra sucintamente, también en Tito
Livio, Icilio, el prometido de Virginia, ante los garantes de la joven y en
medio del temor a Apio. Éstas son las palabras: “Y él entre lágrimas dice:
‘gracias, mañana recurriré a vuestra ayuda, ahora hay suficientes garantes’.
Así es rescatada Virginia gracias a las garantías de sus más allegados”.[76]
Por otra
parte, en el lugar, que era el segundo punto por tocar,[77]
los afectos se deben paladear de tal manera que, cuando sea posible,
prescindamos de toda intercalación[78] y
empleemos casi solamente la enumeración de lugares,[79]
a excepción de quien, por escribir la historia muy detalladamente,[80]
necesite incluir alguna descripción.[81]
En este caso entonces podrá detenerse más y amplificar los diferentes temas uno
a uno. Y aunque en los ejemplos anteriores no puede pasar desapercibido lo que
decíamos, sin embargo, también en este otro se ve bien: “levantan el cuerpo
exangüe y lo muestran al pueblo; deploran el crimen de Apio, la desafortunada
belleza de la joven y la obligación ineluctable del padre”.[82]
[IV. Tito Livio]
Gracias
a la abundancia Tito Livio es grande, más de lo que se puede
expresar con palabras; a pesar de ello, goza también de la mayor claridad,
y es tan copioso y constante que su discurso fluye como un río de leche.[83]
Exhibe toda la belleza y el placer que puede contener un
discurso, sin perder altura,[84] pues
está adornado con figuras variadas y en él los contenidos se desarrollan
siguiendo un orden casi natural, y todo ello de manera tal que parecería dulce
y suave, mucho más de lo que se puede expresar con palabras, si no fuera porque
atempera el exceso de placer con la composición áspera.[85]
Por ello
cuando juzgo rectamente, según creo, estas cosas, me parece que es el que más
se asemeja no sólo a Herodoto, como creen muchos, sino también a Tucídides: de
éste tomó la grandeza y de aquél la suavidad del discurso. Todo el que
conozca bien la fuerza de su discurso, contará a Tito Livio no tanto entre los
historiadores como entre los oradores ilustres. Asombroso de contar es, en
efecto, de cuántos argumentos, de qué puyas y de qué afectos se vale
cuando en su obra alguien quiere convencer a otro,[86] sin
embargo, (lo hace) de tal modo que, sin caer en el género forense, parece que
ha pasado del histórico al judicial, sin abandonar del todo aquel.[87]
La grandeza[88]
de su estilo histórico está tan conseguida que ni la humildad de los contenidos
la abate nunca, ni la trascendencia de los mismos la hace elevarse más de lo
conveniente, ni la multitud de ellos, en fin, provoca nunca su confusión. Así
pues, por todas partes su discurso fluye por igual, sin que pueda advertirse en
qué medida es una cosa y otra,[89]
a menos que se sopese atentamente la fuerza de los contenidos en relación con
el discurso. Creemos, no obstante, que, dejando el discurso a un lado, debemos
descubrir cuál es la idea.[90]
A diferencia de lo que sucede en el género forense, no se debe modificar el
discurso en función del peso de los contenidos, sino que se debe mantener igual
por todas partes casi. No sorprende, pues, que mientras el orador acomoda el discurso
a los contenidos, el historiador intenta adaptar los contenidos al discurso.
Esto hace que, aunque haya un mismo tipo de discurso casi por todas partes, sin
embargo, gracias a la diversidad de contenidos no se pierde la variedad;
pues temas diferentes sólo podemos tratarlos con modos igualmente
diferentes. Tito Livio lo logró, (y lo hizo) tan maravillosamente que hablar de
la forma perfecta de la historia y pronunciarse sobre su discurso es
prácticamente una misma cosa.
Y no
digo esto porque piense que el río más grande de la elocuencia, el de Cicerón,
no hubiera sido mucho más eminente, más claro y más placentero,[91]
si se hubiera orientado hacia la historia. Pues, hasta qué punto hubiera podido
sobresalir puede colegirse fácilmente del hecho de que, cuando a lo largo de
sus múltiples actuaciones forenses arriba a un tipo (de discurso) próximo a la
historia, también mantiene la grandeza, y entonces el curso y los
meandros de su discurso son mucho más maravillos, más grandes y más fáciles. Su
belleza y su encanto[92]
singulares son más un condimento que un impedimento para su sublimidad[93].
Además, la cláusula, la composición y el ritmo[94]
todo son tan suaves al oído como propios de un discurso brillante,[95]
que, sin embargo, fácilmente lo hubiese arrastrado a mayor aspereza, de
haberlo querido así[96]. Por
tanto, hay que creer que no están en su sano juicio quienes se atreven a
proclamar a grandes voces que si Cicerón hubiese querido escribir historia no
hubiera podido igualar a Tito Livio.
Acabamos
de decir que el estilo perfecto de la historia y el de Livio son casi una misma
cosa, no creemos por ello, sin embargo, que no sea posible encontrar algo más
excelente que el suyo, pues a ninguno de los que han percibido cuán grande y
extensa es la fuerza de la elocuencia, se le ocurrirá jamás tamaña
monstruosidad, a no ser que no esté en sus cabales. Ahora bien, ya que vamos a
poner a Tito Livio por delante de todos los autores que nos ha tocado ver en la
historia,[97]
no dudamos en llamar el más grande a quien ha dejado muy detrás de sí a todos
los que han cultivado este género. En efecto, yo siempre seguiré al autor que,
aunque pensaba que Demóstenes era el orador más grande, sin embargo, dejaba
mínimamente abierta la posibilidad de poder encontrar algo más grande y más abundante.[98]
Pensamos,
pues, que en la historia se debe imitar en general a Tito Livio, excepto cuando
se escribe la historia episódicamente,[99] pues,
en este caso, se inclinará hacia la demostración,[100]
y podrá tomar algo de la vasta abundancia de Salustio, a quien aprobamos de
modo tal que, aunque preferimos mucho más a Tito Livio que a él, si hay que
juzgar los escasos testimonios que quedan, no dudamos, sin embargo, en
destacarlo por su nitidez,[101] por
el fácil fluir de la exposición, por la selección de palabras, por la
rotundidad de los miembros y por la renovación,[102]
en la que imitó principalmente a Tucídides. Pero al que escribe episódicamente
le convienen las tres últimas cosas. Las dos primeras nos parecen poco
apropiadas para una historia más robusta.[103]
Luis Mª Merino Jerez
lmerino@unex.es
Apéndices
Índice
de lugares citados
|
|
Texto Latino |
Traducción |
|
Cic., De orat. 2.64 |
I.67 |
p. 47 |
|
Cic., Manil. 4 |
III.5 |
p. 51 |
|
Liv. 1.6.1 |
III.28 |
pp. 52-53 |
|
Liv. 1.9.2. |
I.35 |
p. 45 |
|
Liv. 1.26.2 |
III.58 |
p. 55 |
|
Liv. 1.26.4 |
III.53 |
p. 55 |
|
Liv. 3.34.6 |
III.50 |
p. 54 |
|
Liv. 3.46.8. |
III.61 |
p. 55 |
|
Liv. 3.48.7 |
III.68 |
p. 56 |
|
Liv. 5.9.3-4 |
III.24 |
p. 52 |
|
Liv. 9.2-3 |
I.63 |
p. 47 |
|
Liv. 21.10.1 |
I.31 |
p. 44 |
|
Liv. 21.11.13 |
III.43 |
pp. 53-548 |
|
Sall., Iug. 92.6 |
I.32 |
p. 45 |
Índice
de términos retóricos
Trebisonda |
Traducción |
De historia |
Hermóg., Id. |
Acrimonia |
Vehemencia |
II.14 |
σφοδρότης 260-264 |
Affectio |
Estado
de ánimo |
III.48 |
πάθος 321 |
Affectus |
Afectos |
I.59 / II.25-27;34 / III.17-19;47;64 /
IV.12;20 |
|
Amplificatio |
Amplificación |
I.59 / II.26 |
αὔξεσις 268 |
Asperitas |
Aspereza |
I.67 / II.14 |
τραχύτης 254-260 |
Carptim |
Detalladamente,
Episódicamente |
III.65 / IV.45;51 |
|
Celeritas |
Viveza |
II.21 |
γοργότης 312-320 |
Circumductio |
Abundancia |
I.2;6;7;8;9;12;13;16 /III.4;27 / IV.2;6. |
περιβολή
278 |
Claritas |
Claridad |
II.7;14 / IV.2 |
σαφήνεια 226 |
Clausula |
Cláusula |
IV.32 |
ἀνάπαυσις
218 |
Color |
Color |
II.8;20 |
χρῶμα 297 |
Commoratio |
Demora |
III.22;67 |
|
Compositio |
Composición |
II.25;30/III.47;52/IV.15//
IV.7;32 (locatio) //III.59 (structura) |
σύνθεσις 218 |
Delectatio
(vid iucunditas) |
|
|
|
Demonstratio |
Descripción |
I.10/ III.56;66 / IV.46 |
|
Dictio |
Dicción |
III.39 |
λέξις 218 |
Dignitas |
Solemnidad |
I.20 / 2.9 / 3.4 |
σεμνότης 242-254 |
Elegantia |
Nitidez |
II.7 / IV.27;49 |
εὐκρίνεια 235 |
Duritia |
Dureza |
II.7;19 |
σκληρότης 249 |
Enumeratio |
Enumeración |
I.48 / III.65 / IV.11 |
ἀπαρύθμησις
238 |
Figura
(vid. schema) |
|
|
|
Forma |
Forma
de estilo |
II.17;35/IV.19(Idea)// I.60/[II.1];II.4;9/
III.2 / IV.25 |
ἰδέα 213, 215 |
Grandis
(vid.magnitudo) |
|
|
|
Illustris
oratio |
Brillantez |
II.9 (lux) |
λαμπρότης 264-269 |
Immoratio |
Intercalación |
III.65 |
|
Innovatio |
Renovación |
III.44 / IV.50 |
καινοπρεπής 306 |
Iucunditas |
Placer |
I.22 (delectatio) III.22 IV.4;7;31 |
ἡδονή 330-339 |
Locatio
(vid. compositio) |
|
|
|
Locus |
Lugar |
I.48/II.27/III.47;64-65 |
|
Magnitudo |
Grandeza |
I.7/II.2;11/IV.15;30
//IV.2;9;14;30 (grandis) |
μέγεθος 241-296 |
Membrum |
Miembro |
III.55/IV.49 |
κῶλον 232 |
Methodus |
Método |
II.8;17/III.2 |
μέθοδος 218 |
Mos |
Conducta |
III.47 |
ἦθος 320 |
Narratio
historica |
Narración
histórica |
I.41;43;60/III.15-17;20 |
|
Narratio
oratoria |
Narración
oratoria |
I.60/III.15 |
|
Numerus |
Ritmo |
II.18/ II.65/IV.32 |
ῥυθμός 218 |
Oratio
morata |
Carácter |
II.22 |
ἦθος 320-352 |
Oratio
plena |
Plenitud |
II.16;32/ III.34;35 |
μεστότης 278 |
Oratio
recta |
Construcción
recta |
III.27 |
ὀρθότης
229 |
[Oratio
supina] |
|
I.19 |
|
Pulchritudo |
Belleza |
II.20 /IV.4;31 |
κάλλος 296 |
Repetitio |
Repetición |
III.55 |
ἐπανάληψις 239 |
Schema |
Figura |
II.7;17/ III.3;20;27;37 /IV.5 |
σχῆμα 218 |
Structura
(vid compositio) |
|
|
|
Sententia |
Pensamiento |
I.67 |
ἔννοια 218 |
Suavis
(orator) |
Suave |
III.39/IV.6;33 |
λεῖος 252 |
Subcontinuatio |
Continuación inmediata |
III.40 |
|
Varietas |
Variedad |
I.21/III.36/IV.23 |
ποικίλος 215 |
Vehementia |
Vigor |
II.14 |
ἀκμή 269-277 |
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Wilson, N. G. (1992), From
[1] Rhet.
pp. 497-498 (en la ed. de Roigny, por la que citamos siempre). Sigue a Hermog.,
Id. 218.
[2] Rhet. p. 457.
[3] Cf.,
por ejemplo, Cic., Orat. 75-99. En general, sobre la influencia de
Cicerón en Trebisonda: Classen
1973.
[4] Otros han puesto ya de manifiesto la
importancia del hermogenismo en la teoría retórica y en la práctica literaria
del Humanismo renacentista (Patterson
1970; Monfasani 1976, 1983; López Grigera
1994; Grau 1995, 2003; Mañas 2000; Merino 2001, etc.).
[5] Vienen al caso las palabras de F. González
Vega, tomadas del exhaustivo estudio que precede a los Aurelii Prudentii
Clementis V. C. libelli cum commento Antonii Nebrissensis (estudio, edición
crítica y traducción de F. González Vega), Salamanca, 2002.
[6] Vid.
infra Conspectus siglorum.
[7] Debemos señalar, no obstante, que no hemos
pretendido poner de manifiesto a cada paso la huella hermogeniana de la
doctrina de Trebisonda, pues es fácil seguir las pistas en cuestión a partir de
las traducciones disponibles (Ruiz 1993
y Sancho Royo 1991). Aludimos al tratado Sobre las formas de estilo
de Hermógenes cuando la fuente permite esclarecer el sentido del texto.
3 Historia in marg Cu R G 4 De
historico dicendi genere H 5
scribit : scribat C 7 post : postea C 9 sit H Cu V : est R G 12 res gestas V : res gestae C
H Cu R G 13
de omnibus om. C 24 cum
enim C R G : nam cum H Cu V 24 si
nisi C H Cu V : nisi si R 25 inceperis H Cu V R G : incepis C 25 iniiciendam H Cu V R G :
incipiendam C 27 implicetur : multiplicetur R G
in marg 28 lectori
: latori C
31 Liv. 21.10.1 32
Sall. Iug. 92.6 35 Liv. 1.9.2.
30
eventum : ventum C 31
praeoccupare : praeoccu C 32
legatio : legato Cu 32 et om
H Cu V 34 ex collatione : excolatione Cu 36 haud : aut C 36 caeddemque : cedemque C 37 Tarquinios H R G :
Tarquinos C Cu Traquinios V 37 regibus
C R G : legibus H Cu V 41
dictu : dictum
C 41 sibi
tamen …dictu est : praecipi possit, dificile dictu est sibi latius
exponendum sit, percipiat. Qua de re quid C 45 quia :
qua H Cu 45 virtus sua : sua virtus C 49 semoventur : se monentur C 51 paucioribusque : paucioribus Cu V
52 sit om. C 52 foecundiores : facundiores C 55 videre om. Cu 57 rem
om. C 59 videatur
: videantur C 59 moveatur : moveantur C
63 Liv. 9.2-3 67 Cic., De orat. 2.64
62
acciderit C H Cu V : inciderit R G 65 ita
: itaque Cu 66 fusum
om. C 66 lenitate
: levitate C 68 iam
om. H Cu V 70 parere
H Cu V : parare C R G 72
tangemus…solos om. C 72 solos : solum Cu 73 dicendi
om. H Cu V
1
Historiae formae in marg. Cu R G 2
omnes magnitudinis :
magnitudinis omnes C 3 ac
: et C 5 vindicabit
: vendicabit C 7 agenti
: agendi H Cu 8 methodo
C : methodus H Cu V R G 8
infundetur corr. :
infundatur edd. 9 contemnetur C H
Cu V : contemnatur R G 9 quippe quas C
H Cu V : qui prope R G 10 pariat C H
Cu V : pariant R 11 atque :
ac C 14 et om. C 22 orationes C
R G : orationis H Cu V 23 post nam C add.
et 23 et : aut C 23 enarret :
enarrat C 26 affectus
mites movere non incitatos C R G : citatos movere non H Cu
: non citatos movere V 26 neque
mora…explicatione om. C
27 loco :
locorum H Cu V 28 itaque :
ita C 31 vincant C
33
in om. C 34 est :
sit C 34 citatiores :
citationes C 35 historicam
: historiam C 36 sapiet
R : sapiat C H Cu V
5 Cic., Manil. 4 24 Liv. 5.9.3-4 28
Liv. 1.6.1
1 modi
historici in marg. Cu R G 2 formarum
methodos : methodos formarum C 3 pertinent
om. C 3 subiiciamus
C R G : subiiciemus H Cu V 4 complura
R : quam plura C H Cu V 7
nostra : vestra C 7 exustos
esse complures : quam plures exustos esse C 8 Ariobarzanis : Ariobar C 9 succurerit : successerit H 13 lenitatem : levitatem C 16 ei om. C H Cu V 16 quod : quae et R G 16 et clara : clara C 17 post affectibus
V om. Cum; tum in C ; sed cum H Cu R G 17 historica : historia C 17 differat : differet H Cu 18 huiusmodi : huiuscemodi C 18 affectus : affectibus C 19 curandum : curandam C R 19 quoque H Cu V : ipsa C : ipsaque R
20 post alienum C add. est 21
imperfecto : imprefecto Cu 24 ignominiam :
gnominia C 27 rectae : recte Cu 28 Numitor : Munitor C 29 atque ortos regiam dictitans : ad ortos regi<>
dictans C
43 Liv.
21.11.13 50 Liv. 3.34.6 53 Liv. 1.26.4 58 Liv. 1.26.2 61 Liv. 3.46.8.
30 advocasset :
evocasset R G 30 praeparata :
perpetrata C 32 et educati et H Cu
V 32 caedem : cedem C 32 deinde :
deinceps C 33 auctorem :
autorem Cu 36 asciscas :
assistas C 36 varietate :
varietatem C 39 hospitio :
positio in marg. R 39 eae :
esse C 40 subcontinuationibus
H Cu 40 postpositae : praepositae in marg. R G 41 offensionem C R G : offensione H Cu V 42 conquisitoribus : conquisitionibus C 42 metum : metus C 44 cum in :
tum Cu 45 licentiae : licentia H Cu V 46 ex om. C 46 percipiuntur
: perspicientur R 49 ergo :
igitur C 49 acerbum C 53 Horatii : oratu H Cu V 54 patriae : patris R 56 nimiamque
animi : minuamque animum C 59 quam Cu
V R G : quod H C 59 etiam :
et C 59 moveat C Cu R : moneat H V 59 structura : scru C
68 Liv.
3.48.7
62 utar :
utatur R G 62 sponsorum
C H V : sponsarum Cu R G 69 sublatum :
sublimatum in marg. R G 69 Appii om.
C 69 formam : forma C
1
T. Livius in marg Cu R G 3 vi sua
oratio sit C R G : oratio sit sua H Cu V 10 hunc : nunc H V 13 ut et : ut C 17 aliud
atque aliud : aliud atque H Cu V 17 esse :
est C 19 qualisnam
: quisnam C 21 accommodet
: acccommodat H Cu V 22 quae
res : qua re C 24 sit
om. C 30 ibi
om. H Cu V 32 totusque :
totiusque R 33 auribus edd
: Euris Cu, et in marg. R G
38 credimus :
credidimus C 39 umquam V R G :
nunquam C H Cu 41 anteponimus : anteponemus
R 43 auctorem C Cu R G : authorem H V 43 Demosthenes
in marg. Cu R G 44 putabat : oratorem
putaret C 44 post maius C add.
tamen 45 dubitabat : ambigebat C 46 Sallustius in marg. Cu 48 his :
iis C 48 oporteat : oportet C 49 post tamen Cu om. et 52 dubitemus C 53 robustiore C
[8] Éste y los siguientes epígrafes no parecen
obra de Trebisonda, sino de los editores posteriores. Los encontramos por ver
primera en las ediciones del s. XVI (Curio, Roigny y Griphius).
[9] Para la traducción de consilia como
“intenciones” tengo en cuenta la definición que el propio Trebisonda hace de
este término en otro lugar de su Rhetorica: consilium est aliquid
faciendi aut non faciendi excogitata ratio, quod nos non personae sed causae
attribuimus (Rhet., p. 282 en la edición de Roigny, que es la que
cito en notas). Trebisonda, por cierto, reproduce la definición de Cic., Inv.
1.25.36; 2.9.31.
[10] Este pasaje reproduce con algunas modificaciones
lo dicho por Cicerón en De orat. 2.63. En lo que coincide con Cicerón
incorporo a la de Trebisonda la exquisita traducción que Iso Echegoyen (2002) hace del De
oratore.
[11] Es
decir, todo lo contrario de un discurso elaborado y elevado, al que, según
advierte Trebisonda en otros pasajes, se debe aspirar. Más adelante Trebisonda
sostiene que la “forma de estilo” más adecuada a la historia es la magnitudo
o “grandeza”, que se opone al estilo vulgar. La expresión anterior (supinum
et deiectum) se debe entender en este sentido estrictamente elocutivo, como
una condena de los usos excesivamente vulgares, por debajo, incluso, del estilo
más sencillo. El hermogeniano P. J. Núñez emplea una expresión similar con
sentido claramente peyorativo: ne nostra oratio mollis sit et, ut Graeci
loquuntur, supina (cf. Institutionum rhetoricarum libri quinque,
Barcinone, 1593, p. 370). Por otra parte, al comienzo del libro quinto,
dedicado precisamente a la elocución, Trebisonda establece lo que llama las
tres “figuras” del discurso: figurae orationis sunt tres: sublimis, quam et
gravem et grandem apellamus; attenuata, quam et infimam dicunt; et mediocris. (…) Attenuata
est quam verbis quam compositione usque ad usitatissimam puri consuetudinem
sermonis demissa est (Rhet. p. 457 ss). Cf. también Hermog., Id. 241. Añadamos, por último,
que una oratio así refleja las características de la oratio tenuis,
que es, a su vez, un componente de la “forma de estilo” que Trebisonda llama oratio
morata o “carácter” (Rhet. pp. 580-583).
[12] La
“solemnidad” o dignitas es uno de los elementos de la magnitudo y
“tiene lugar cuando el discurso trata de hechos notables y lo hace con una
construcción grande y pulida” (Rhet. p. 532; Hermog., Id.
242-254: σεμνότης).
[13] Con
el término delectatio Trebisonda alude a la iucunditas o
“placer”, esto es, uno de los cuatro elementos de la “forma de estilo”
denominada oratio morata o “carácter”, que, según dirá más adelante,
debe abundar en los textos históricos. Cf. a este respecto Rhet. 584 ss.
También en Hermog., Id. 330-339; ἡδονή.
[14] Toda oratio, afirma Trebisonda, se
compone de tres niveles: sententia, artificium y compositio.
La sententia es la res o el contenido que proporciona la inventio
y constituye la materia imprescindible para los otros dos niveles, que son de
naturaleza propiamente elocutiva. El artificium o methodus es el
“modo” o manera de explicar los contenidos con palabras. Tiene, pues, un sesgo
genuinamente elocutivo y actúa aplicando las figuras que llamamos de
pensamiento. Las figuras de dicción, en cambio, incumben a la compositio,
que es el tercer y último nivel del que habla Trebisonda. Modus es,
pues, uno de los términos que Trebisonda emplea para referirse al artificium
o methodus: Artificium est via et modus quo sententia verbis
explicatur (Rhet. p. 497; y Hermog., Id. 218).
[15] Se
trata de la embajada romana que, al no ser atendida siquiera por Aníbal, acudió
a Cartago con el propósito de convencer al senado de que ordenara el fin del
asedio a Sagunto. Como recuerda Trebisonda, a pesar de las palabras de Hannón,
un antiguo rival de los Barca y decidido partidario de las tesis de Roma, el
senado cartaginés nada hizo por frenar la campaña de Aníbal. Todo ello en Liv.
21.10.1. Sobre estos asuntos volverá Trebisonda más adelante, al tomar de aquí
algunos ejemplos más que ilustran los usos historiográficos de este autor.
Cuando se trata de Tito Livio sigo la traducción de J. Villar (1990: 23) en Libros xxi-xxv.
[16] Alude a la toma por Mario del fortín númida
del río Muluya, según lo cuenta Salustio en, Iug. 92.6. Para la
traducción del pasaje cf. Segura
(1997: 237).
[17] Anuncia así el dramático resultado del litigio
que condujo a la muerte de la joven e inocente Virginia, víctima, en última
instancia, del acoso de Apio Claudio, a la sazón uno de los decénviros (cf.
Liv. 3.44.1; en la traducción sigo de nuevo a J. Villar (1990: 440) del tomo Libros i-iii). De este episodio Trebisonda toma otros ejemplos,
según veremos a continuación.
[18] La narratio o “narración” es la parte
del discurso que sigue al exordio y precede a la divisio o “división”.
Ya en la retórica clásica se insiste en que la “narración” debe ser clara,
breve y verosímil (cf. por ejemplo Rhet. Her. 1.9.14: Tres res
conuenit habere narrationem, ut breuis, ut dilucida, ut ueri similis sit.).
En este mismo sentido escribe Trebisonda: “Aunque la exposición clara, breve y
verosímil atañe a todas las partes del discurso, sin embargo es en ésta (en la
narración) en la que se debe guardar principalmente” (Rhet. p. 36). La
recepción entre los rétores humanistas de la doctrina clásica sobre la narratio
está muy bien explicada en Artaza
(1989). Cf. también Artaza
(1997).
[19] Se trata de las embajadas que Rómulo envía a
los pueblos vecinos para facilitar los matrimonios con las mujeres del entorno.
El fracaso de la legación desemboca en el conocido episodio del rapto de las
Sabinas. Liv. 1.9.2. También aquí, como en el resto de las ocasiones, sigo la
traducción de J. Villar (1990),
que en este caso, no obstante, modifico al socaire de las variantes que
presenta el texto de Trebisonda respecto a las ediciones actuales.
[20] Parece aludir a la enumeratio o
“enumeración”, esto es, un tipo de divisio o “división” que consiste en
enunciar sucintamente los lugares o argumentos que se van a plantear en la
argumentación del discurso. La enumeratio, de acuerdo con la doctrina
clásica en la que se inspira Trebisonda, debe someterse también a la brevedad
(cf. Rhet. p. 53; Cic., Inv. 1.22.31; Rhet. Her. 1.10.17;
Quint., Inst. 4.5.1).
[21] Quiere decir, entiendo, que, a la manera de la
narración propiamente oratoria, la exposición debe hacerse summatim y no
particulatim, de acuerdo, pues, con lo que leemos en la Rhetorica ad
Herennium y en la del propio Trebisonda al prescribir la forma de elaborar
una narratio brevis (Rhet. Her. 1.9.14; Rhet. pp. 36-37).
[22] Trebisonda analiza las circunstancias en el
capítulo que dedica a los lugares dialécticos, pues, según sostiene aquí, todos
los lugares de la invención están relacionados con estas seis circunstancias:
persona, res (que son las fundamentales), causa, locus, tempus, modus
(Rhet. pp. 278-279). No creo, sin embargo, que en este caso el término
res tenga un sentido propiamente técnico y, en consecuencia, parece
oportuno pensar que Trebisonda recomienda las seis circunstancias, digamos,
generales y no los tipos concretos de la res.
[23] Tal
como hemos señalado en la nota anterior, el modus es uno de los seis
tipos de circunstancias que envuelven los lugares de la argumentación y
consiste en “plantear de qué manera se ha hecho algo”, o, por así decir, qué
actitud tuvo el protagonista de la acción. Consta, en efecto, de dos tipos
fundamentales, prudentia e imprudentia, que, a su vez, se
desdoblan en una casuística mayor. Cf. Rhet. p. 287; y Cic., Inv.
1.27.
[24] El
recurso a los affectus tiene una amplia tradición en la retórica
clásica, que el propio Trebisonda recoge, por ejemplo, al señalar que “la
moción de afectos” debe hacerse en todas las partes del discurso, pero
especialmente en el epílogo, y en menor medida en el exordio y la narración (Rhet.
p. 18).
[25] Quiere decir que si el historiador actúa así
(sin amplificar), la descripción pormenorizada de un asunto, que en principio
parece cosa de oradores, puede hacerse sin desbordar el estilo propiamente
historiográfico.
[26] Sobre este episodio cf. Liv. 9.2-3.
[27] Tomo la traducción de Iso (2002: 230). Cf. Cic., De orat. 2.64.
[28] Pasaje citado en Black (1981).
[29] Trebisonda dedica un amplio capítulo a las formae
elocutionis o “tipos de estilo”, podríamos traducir, que en realidad son
las siete ideae de Hermógenes traducidas al latín en estos términos: claritas,
magnitudo, venustas o pulchritudo, celeritas, affectio,
veritas y gravitas (“claridad, grandeza, belleza, viveza,
carácter, sinceridad y habilidad”; cf. Hermógenes. Sobre las formas de
estilo, intr., traducción y notas de Ruiz
Montero 1993). Advierte Trebisonda que esta distinción y la doctrina
subyacente no tienen parangón en los tratadistas latinos, aunque cree encontrar
una coincidencia implícita en algunos textos ciceronianos en los que se plantea
la necesidad de adecuar los dicendi genera a las distintas
circunstancias que envuelven la composición y la recepción de los diferentes
tipos de discurso (cf. Cic., De orat. 3.210). La forma, en fin,
para Trebisonda no es sino “el estilo adecuado a personajes y temas por
contenido, disposición, palabras y composición” (Rhet. p. 496).
[30] La magna
et grandis oratio, según la define Trebisonda, es “la que gracias a su peso
supera el uso trivial de la lengua pura” (Rhet. p. 496). Sobre esta
forma de estilo cf. Hermog., Id. 241-296; μέγεθος.
[31] Traduzco así el término circumductio
que el propio Trebisonda en otro lugar de su Rhetorica define como la orationis
congeries, quae multitudine rerum in longius compositionem portrahat, es
decir, “la acumulación del discurso que por la abundancia de contenidos conduce
a la ampliación de la composición” (Rhet. p. 556). La circumductio
de Trebisonda reproduce la doctrina de Hermógenes sobre la περιβολή
(cf. Hermog., Id. 278;
y pp. 104 y ss. de la traducción de C. Ruiz, quien, además, en la n. 278 recoge
otras formas de traducir el término griego en algunos rhetores latinos
del Renacimiento).
[32] Es
decir, a la “abundancia” o circumductio se le encomienda procurar por sí
sola la brevedad y la gravedad de las que está hablando. Trebisonda emplea el
término pondus (“peso”), para aludir al peso del discurso que proporcion
la “forma de estilo” denominada magnitudo. También Hermógenes advertía
ya de la posibilidad de incurrir en confusión y oscuridad si a la abundancia
no se le añade la claridad (cf. Id. 280).
[33] No
habla de la “elegancia”, tal como la entendemos hoy, es decir, como un concepto
estético general, sino como un procedimiento retórico cuya aplicación permite
obtener la claritas, es decir, en palabras de Trebisonda: una elocutionis
forma, quae facit puram et perspicuam orationem (Rhet., p.
496). Si esto es así, cabe traducir elegantia por “nitidez” (ἐυκρίνεια en Hermog., Id.
235-241).
[34] Alude, según creo, a las figuras y al método
del purus sermo, esto es, junto a la elegantia, uno de los dos
componentes de la claritas. Ya en Hermógenes leemos que las figuras de
la “pureza” se reducen a la construcción recta y a la evitación del hipérbaton;
y en cuanto al método, Trebisonda recomienda, como Hermógenes, la exposición de
los hechos desnudos y la presentación directa de los mismos (cf. Rhet.
p. 497: purus sermo est ratio clara, nulla ambiguitate aut confusione
commixta. Cf. también Hermog., Id. 227-234). Así
entendido, el sermo purus coincide en buena medida con la definición de sermo
en la Rhetorica ad Herennium: Sermo est oratio remissa et finitima
cotidianae locutioni (3.13.23).
[35] Alude a la illustris oratio y a la dignitas,
que son elementos de la magnitudo. La “brillantez” o illustris oratio
es “la que conviene con una construcción clara y grande a hechos de los que nos
sentimos muy orgullosos” (Rhet. p. 549; Hermog., Id.
264-269; λαμπρότης). Sobre la “solemnidad” o dignitas
cf. supra, n. 5 de la traducción.
[36] El
texto de Trebisonda introduce tres elementos de la magnitudo: vehementia,
asperitas y acrimonia. La vehementia, que aquí traducimos
por “vigor”, reproduce la doctrina de Hermógenes sobre la ἀκμή y,
según Trebisonda, “es un discurso agudo o áspero, y sin brillo” (Rhet.
p. 552; Hermog., Id. 269-277). “La aspereza es el discurso con el que
increpamos a los superiores sin respeto alguno o bien una composición de
discurso acorde a una increpación de este tipo” (Rhet. p. 544; Hermog., Id.
254-260, τραχύτης).
Por último, la acrimonia o “vehemencia”, es “el discurso con el que
criticamos a iguales o inferiores, o bien un discurso acorde a asuntos de este
tipo” (Rhet. p. 546;
Hermog., Id. 260-264, σφοδρότης).
[37] Se
refiere a las tres formas de estilo que acaba de citar, esto es, “vigor,
aspereza y vehemencia”. Habla de “método”, en singular, porque de acuerdo con
Hermógenes, para Trebisonda estos tres elementos de la magnitudo
comparten un mismo método: Sententiae igitur et methodus vigoris et
vehementiae sunt omnes, quae aut acres aut asperae sunt (Rhet. p.
552; Hermog., Id. 255, 260 y 270). Por otra parte, como es sabido, forma
e idea son la traducción y transcripción latina de la ἰδέα hermogeniana;
cf. la introducción de Ruiz Montero
(1993: 35-39).
[38] Numerus
es uno de los seis componentes de la compositio, junto con dictio,
exornatio, membrum, collocatio y clausula. Trebisonda define numerus
como “la sonoridad y melodía del discurso, que se obtiene a partir de la
consideración de la colocación y de la cláusula de los pies métricos” (Rhet.
pp. 497-498).
[39] La pulchritudo
o “belleza” es una de las siete ideae o “formas de estilo” que, al
socaire de Hermógenes (Id. 296-311, κάλλος), nutren la doctrina retórica de
Trebisonda: Venustas et pulchritudo est omnium, quibus oratio conficitur,
convenientia quaedam et modus, qua cum succus quidam et qualitas tamquam color
orationis elucet (Rhet. pp. 496-497); que traducimos así: “La belleza
o hermosura es una especie de adecuada combinación o proporción de todos los
elementos que componen el discurso; gracias a ella el jugo y la naturaleza del
discurso brillan como el color”. Más adelante advierte que “en el
discurso claro y grande debe haber cierta belleza, sin la cual la grandeza se
nos precipita seca y árida” (Rhet. p. 568; cf. también Hermog., Id.
297; χρῶμα).
[40] En
otro lugar equipara color y adorno del discurso (Rhet. p. 461).
[41] Trebisonda define la velocitas como
compositionis acceleratio, qua viva et mobilis oratio videtur (p. 497), es
decir, “una aceleración de la composición, que hace que el discurso parezca
vivo y en movimiento” (Rhet. p. 497). Y en el mismo sentido, más
adelante: Velocitas est dicendi vis, quae mobilem orationem reddit (p.
576). Cf. Hermog., Id. 312-320, γοργότης.
[42] Trebisonda emplea la expresión oratio
morata para traducir la “forma de estilo” que Hermógenes denomina ἦθος (Id.
320-352). Sobre la oratio morata o “carácter” afirma: “es la que mejor
hace que parezca que todo lo que se nos ocurre es fruto de la improvisación y
no de la reflexión; pues lo que se dice de tal modo que revela con su manera de
expresarse los comportamientos y el estado de ánimo tanto del que habla como de
quien se habla, no parece premeditado y al mismo tiempo se introduce en el
ánimo del oyente” (Rhet. p. 579). Dos son, en fin, los tipos de oratio
morata o “carácter”, el que deja ver el estado de ánimo del que habla, en
este caso, el historiador; y el que refleja el carácter de los personajes
aludidos (p. 580).
[43] De
la amplificatio o “amplificación” habla Trebisonda en el capítulo
dedicado a la pronuntiatio (p. 441-42). Encontramos aquí la misma
doctrina que en la Rhetorica ad Herennium: Amplificatio est oratio,
quae aut in iracundiam inducit aut ad misericordiam trahit auditoris animum
(3.13.23). “La amplificación suscita la ira o arrastra a la compasión el ánimo
del oyente”.
[44] Acaso alude a la immoratio, de la que
habla como figura de la “viveza” (Rhet. p. 578).
[45] Implícitamente alude a otra forma, la veritas,
que tal como la define Trebisonda es la que “hace que parezca que hablamos como
sentimos y no de manera premeditada o fingida” (Rhet. p. 497). Con la “sinceridad”
se consigue, dice más adelante Trebisonda, “que parezca que tú estás convencido
ya de lo que pretendes convencer al auditorio”, de acuerdo con la doctrina
clásica que obliga al orador a mostrarse plenamente convencido de lo que
defiende. En este sentido aquí veritas significa más “sinceridad” que
“verdad”, pues no afecta tanto al asunto en sí como a la actitud del que lo
expone (p. 594). Cf. Hermog., Id. 352-363, ἀλήθεια.
[46] Sobre esta doctrina cf. Hermog., Id.
221-222.
[47] Traduzco así el sintagma oratio plena,
con el que Trebisonda alude al resultado de ampliar el discurso con los
recursos propios de la circumductio o “abundancia”, esto
es, básicamente la adición de nuevos enunciados por intercalación, continuación
o contraposición: Plena oratio est cum circumductio in oratione
multiplicatur, hoc fit, cum ea schemata, quae circumductionem faciunt, aut per
insertionem aut per subsecutionem sibi ipsis vel aliis aut immiscentur aut
coniunguntur (Cf. Rhet. p. 560;
y Hermog., Id. 278, μεστότης, que Ruiz
(1993) traduce por “saturación”.
[48] En
otras palabras, cuando se introducen discursos el historiador tiene licencia
para suscitar emociones más intensas que en la narración propiamente dicha,
pero sin alcanzar, en ningún caso, la dureza y la intensidad de la oratoria
forense. En este punto Trebisonda se hace eco de Cic., De orat. 2.64.
[49] El
pasaje que dedica a los modi historici recoge las figuras propias de la
historia, es decir, las que permiten describir o, como dice Trebisonda, “poner a
la vista todo el contenido”. La doctrina aquí explicada resulta de gran interés
para la historia de la retórica y, en particular, del estilo historiográfico.
[50] Sobre la “solemnidad” cf. lo dicho supra,
en la n. 5 de la traducción.
[51] Es
un pasaje de la narratio del conocido discurso Pro lege Manilia,
en el que Cicerón defiende la ampliación de los poderes militares de Pompeyo
(cf. Cic., Manil. 4). Conviene advertir que el texto de Trebisonda no
coincide exactamente con las versiones de las ediciones modernas. Por otra
parte, este modo compositivo no se debe confundir con el circuito, uno
de los schemata o figuras de la pulchritudo: Circuitio
est cum simplicem rem, etsi unico verbo potest dici, multis tamen verbis
circunscribimus (Rhet. p. 573). Cf. la traducción de Aspa Cerezo (1995: 115-116).
[52] Trebisonda recuerda aquí lo que Cicerón dice sobre
la historia en De orat. 2.64: verborum autem ratio et genus orationis fusum
atque tractum et cum levitate quadam aequabiliter profluens sine hac iudiciali
asperitate et sine sententiarum forensibus aculeis persequendum est.
[53] Se
refiere, claro está, a la parte del discurso en la que se exponen los hechos
antes de proceder a la argumentación propiamente dicha, de acuerdo con la
distinción tradicional de las partes del discurso (exordium, narratio,
divisio, argumentatio y peroratio).
[54] “Brevedad, claridad y verosimilitud” son las
tres exigencias fundamentales de la “narración” oratoria. Trebisonda compara
aquí el estilo histórico y el oratorio, llegando a la conclusión de que la
principal diferencia entre uno y otro tipo de narración estriba en el diferente
grado de compromiso con la verdad y en el diferente uso de los afectos.
Al final de la Rhetorica Trebisonda analiza las “formas de estilo” más
adecuadas a cada parte del discurso y, al analizar la narratio,
establece en términos parecidos a éstos la diferencia entre “historia” y
“narración histórica” (Rhet. p. 637).
[55] El
que conocemos habitualmente como “infinitivo histórico”. La “narración
histórica” es uno de los tipos de narratio que contempla Trebisonda en
el estudio de esta parte del discurso que sigue al exordio (Rhet. p. 34:
Historia est oratio que rem veram sed aetatis nostrae memoria remotam
continet. Cf. Rhet. Her. 1.8.13; y Cic., Inv. 1.19.27).
[56] Traduzco así el término commoratio, que
en la obra de Trebisonda tiene un significado claramente retórico, según vemos
en el pasaje que trata de los lugares dialécticos (Rhet. p. 292), que,
por cierto, reproduce casi la definición de la Rhetorica ad Herennium
(4.45): Commoratio est, cum in loco firmissimo, a quo tota causa continetur,
manetur diutius et eodem saepius reditur. Cf. también sobre la commoratio
lo dicho en Cic., De orat. 3.202.
[57] La iucunditas
o “placer”, como ya se ha dicho, es una de las formas de
estilo de la oratio morata. Cf. n. 6 de la traducción.
[58] Los
infinitivos históricos reproducen las protestas de Manio Sergio y Lucio
Virginio, dos tribunos militares con poderes consulares, obligados a nuevas
elecciones tras la ignominiosa derrota en Veyos. Cf. Liv. 5.9.3. La versión de
Trebisonda no coincide con el texto de las ediciones modernas.
[59] Trebisonda, a zaga de Hermógenes (Id.
229 ss), considera que la oratio recta o rectitudo es la figura,
caso de serlo, más pertinente de la puritas o “pureza”; y la define como
“la que discurre mediante palabras y sucesos desnudos, de manera tal que un
tema concreto parece no estar relacionado con ningún otro” (Rhet. p. 503
ss.). También para P. J. Núñez la oratio recta es la figura principal de
la “pureza” (Institutionum rhetoricarum, p. 332-333) y, según la define
en otro lugar, consiste en un enunciado que tiene el sujeto en nominativo y el
verbo en indicativo, y en la que “se aprueba o desaprueba algo sin vacilar” (p.
332). El ablativo absoluto, en cambio, es un ejemplo de oratio obliqua
(p. 311), como también lo son el dativo unido a un participio de presente
activo (Quaerenti mihi), las construcciones con subjuntivo etc. En el
ejemplo de Livio la oratio recta sería la oración: Numitor caedem
deinceps tyranni seque eius auctorem ostendit.
[60] Conocido pasaje del libro primero en el que
Livio narra el asesinato del rey de Alba, Amulio, a manos de su hermano,
Númitor, quien recobra así sus derechos de sucesión, injustamente despojados
por aquel. Los nietos de los que habla son Rómulo y Remo (Cf. Liv. 1.6.1). Como
en otros lugares, tomo la traducción de Villar
Vidal (1990 vol. I: 174). La versión de Trebisonda difiere parcialmente
de las ediciones modernas.
[61] Sobre la oratio plena vid. lo
dicho supra, en la n. 40 de la traducción.
[62] Que
la varietas (“variedad”) es el antídoto de la satietas
(“saciedad”) lo había dicho ya Trebisonda capítulos atrás, al hablar de la divisio
o “división” (Rhet. p. 256).
[63] Al
ilustrar el uso de las diferentes figuras de la “abundancia”, Trebisonda
advierte ya que el estilo más apropiado para la historia consiste en la
adecuada combinación de estas figuras, ya sea entre sí o con las propias de
otras “formas de estilo” (Rhet. pp. 562.563).
[64] La dictio
o “dicción” es uno de los elementos básicos de la “composición” (vid. supra,
n. 7 de la traducción): “Llamamos dicción a las palabras y vocablos acomodados
a la invención” (Rhet. pp. 447-448).
[65] Traducimos así la figura denominada subcontinuatio,
una de las propias de la “abundancia” y que, según leemos en Trebisonda,
se produce cuando se amplía el encadenamiento de palabras mediante una
partícula presente en la proposición anterior (Rhet., p. 560). Cf.
Prisc., Gramm. 3.16.93; donde la subcontinuatio es un tipo de
conjunción que expresa la causa de un enunciado posterior, aludiendo a la
esencia del contenido.
[66] Se
trata de un tipo de hipérbaton, consistente en posponer la conjunción que da
sentido al enunciado, de ahí lo de “unidas a las palabras”, porque, al fin y al
cabo, habla de conectores. Hermógenes incluye este tipo de hipérbaton entre las
figuras de la pulchritudo o “belleza” (Id. 305); y otro tanto
hace P. J. Núñez, que, a este respecto, es muy explícito: quod fit per
dilationem cum verba quae desiderantur ad sententiam explanandam (Institutionum
rhetoricarum p. 341). Trebisonda, en cambio, no incluye esta figura entre
las propias de la pulchritudo, acaso porque desarrolla el tema al hablar
de la “abundancia”. No obstante, conviene advertir que esta figura no es ajena
a la “forma de estilo” de la veritas, pues la sorpresa que provoca en el
oyente o lector contribuye a reforzar la apariencia de “sinceridad” del
historiador, que traslada así al receptor su desazón por los acontecimientos
que narra. A este respecto señala Trebisonda: “Para mostrar que se está
hablando desde el corazón, sobre todo cuando se exponen asuntos relacionados
con los afectos, nada mejor que abordar el tema de pronto, con los
oyentes desprevenidos, de tal modo que parezca que el discurso irrumpe, y no
que llega sin más” (Rhet. p. 595). Efectivamente, en el ejemplo de Tito
Livio se pone de manifiesto el descontento de oretanos y carpetanos con ocasión
de las levas para combatir contra Sagunto a las órdenes de Aníbal. Liv.
21.11.13.
[67] La innovatio
es una de las figuras de la pulchritudo o “belleza” y, según Trebisonda,
consiste en una decora et figurata constructio verborum, que evita los
términos comunes y trillados. Su uso es habitual entre los poetas, en cuyas
expresiones siempre es posible encontrar aspectos novedosos. En el caso de la
oratoria, sin embargo, recomienda un uso comedido de este recurso, para evitar
el fastidio del oyente. Cf. Rhet. pp. 573-574. Parece evidente, pues,
que, al hablar del historiador, Trebisonda le atribuye casi la misma licencia
que a los poetas, para escoger y componer términos y construcciones que
embellecen el discurso por la conveniencia de su singularidad. Cf. también
Hermog., Id. 306, καινοπρεπής.
[68] Trebisonda explica el significado de estos
términos en el capítulo dedicado a los “lugares” dialécticos y, en concreto, a
las circunstancias de la persona,. El Victus o “clase de vida que a cada
uno le gusta o le ha gustado vivir” consta de tres elementos, educatio, usus
y mos. Mos o “conducta” alude “al entorno y a los amigos de los
que uno gusta rodearse”. Por su parte, la affectio o “estado de ánimo”
es un “cambio momentáneo en el ánimo”, producido por algún motivo, como el
miedo, la alegría, el deseo etc. (Rhet. 280; cf. Cic., Inv. 35). No
obstante, a diferencia de otros pasajes de este capítulo, los términos citados
(mos y affectio) no deben entenderse en un sentido estrictamente
técnico, pues significan más bien los dos aspectos generales de la personalidad
de un individuo, esto es, su conducta (mos, ἦθος) y sus emociones (affectio, πάθος). A esta conclusión llegamos al comprobar
que este par de términos aparece al comienzo mismo del capítulo dedicado a la oratio
morata o “carácter”, cuando Trebisonda pondera las virtudes de esta “forma
de estilo” señalando que “lo que se dice de modo tal que descubre en el estilo
mismo la conducta (mores) y el estado de ánimo (affectio) del que
habla y de quien se habla” permite al orador granjearse la confianza de su
auditorio. E inmediatamente añade, al socaire de nuevo de Hermógenes (Rhet.
pp. 579-580; Hermog. Id. 321), que hay dos tipos de “carácter”, el que
acomoda a los personajes la forma de estilo más adecuada y el que refleja el
estado de ánimo del que habla (o escribe). En este caso, el ejemplo que sigue
de Tito Livio (Liv. 3.34.6) pretende ilustrar cómo la composición misma refleja
el ánimo o la “afección” del historiador (el fastido por el exceso de leyes
sobrevenidas al cabo del tiempo) y al mismo tiempo su conducta (hacer esto es
una obligación de las personas honestas).
[69] A
diferencia del ejemplo anterior, en que se descubre el “carácter” del autor, en
este otro que viene ahora se evidencia el de un personaje que, por cierto, está
también en el uso de la palabra.
[70] El
fragmento alude al duelo entre tres Horacios y tres Curiacios para decidir la
suerte de la guerra que enfrenta a romanos y albanos. El único superviviente,
un Horacio que decanta la victoria de parte de Roma, es el que mata a su hermana
al verla llorar por uno de los enemigos muertos, del que estaba enamorada.
[71] Membrum
es una de las figuras de la pulchritudo y tiene lugar básicamente cuando
se presentan dos o más enunciados unidos entre sí (Rhet. p. 572). En
este caso, no obstante, Trebisonda considera el membrum en cuanto
elemento básico de la compositio. En otro lugar lo define así: “es un
enunciado que se pronuncia con un solo golpe de respiración y que contiene con
brevedad y sin interrupción un pensamiento completo o parte de él” (Rhet.,
p. 498; Hermog., Id. 218, κῶλον).
[72] La repetitio
o “repetición” es una de las figuras de la pulchritudo y tiene lugar,
según advierte Trebisonda, cuando varios enunciados se desarrollan a partir de
un solo término y sin interrupción (Rhet. p. 569).
[73] La demonstratio
o “descripción” es una de las figuras de la acrimonia o “vehemencia” y
consiste en mostrar cosas y personas con una viveza tal que parezca que están
presentes (Rhet. p. 548). En la antigüedad recibe otros nombres, como evidentia,
hypotiposis etc. Cf. también Rhet. Her. 4.55.
[74] Trebisonda emplea dos expresiones (repraesentare
y prae oculis ponere) que cuadran bien con la doctrina de la demonstratio.
[75] Se
trata lógicamente de los despojos de los tres hermanos Curiacios, de acuerdo
con lo ya dicho supra, n. 63 (Liv. 1.26.2).
[76] Se
trata del funesto episodio de la plebeya Virginia acosada por el decénviro Apio
Claudio y muerta finalmente a manos de su propio padre, que pretendía evitar
así el deshonor de la joven (Liv. 3.46.8).
[77] Retoma aquí la distinción entre compositio
y locus como expedientes elocutivos para suscitar los “afectos”.
[78] La immoratio
o “intercalación” es una de las figuras de la velocitas o “viveza”, que,
según Trebisonda, “permite dar la impresión de rapidez, cuando nos detenemos en
un asunto. Me atrevo a asegurar”, sigue diciendo Trebisonda, “que en este
aspecto la viveza se opone a la abundancia, porque es propio de
ésta detenerse en un solo tema, mientras que de la otra lo es abarcar muchos
con brevedad” (Rhet. p. 572; Hermog., Id. 314).
[79] Según creo, alude a los lugares retóricos de
la invención.
[80] Traduzco así el término carptim, con el
que Trebisonda pretende significar, según creo, las monografías históricas,
como las de Salustio.
[81] De
nuevo alude a la descriptio o “descripción”. Cf. supra, n. 66 de
la traducción.
[82] Se
apuntan aquí tres lugares de la invención referidos a otras tantas personas: el
delito del decénviro Apio (locus a deshonesto); la belleza de la joven
muerta (loci ab aetate et dignitate); la obligación del padre (locus
ex honesto).
[83] El
carácter adversativo de esta expresión se explica a partir de Hermógenes, quien
advierte ya que la “abundancia” se opone a la “pureza”, del mismo modo que la
“grandeza” a la “claridad” (Hermog., Id. 241 y 277; Trebisonda lo repite
en Rhet. pp.531 y 556). En este primer párrafo Trebisonda alaba a Tito
Livo a partir de la posesión en el más alto grado de algunas “formas de estilo”
(magnitudo, claritas) y la feliz combinación con otras (pulchritudo,
iucunditas).
[84] La magnitudo
o “grandeza” es la “forma de estilo” que eleva el discurso hasta hacerlo
sublime. Por ello, hay que entender aquí que la excelencia de su estilo no
mengua o, mejor dicho, decae a pesar de la inclusión por Tito Livio de otras
“formas de estilo”, en concreto, la “belleza” y el “placer”, que, como ya se ha
dicho, es un aspecto del “carácter”.
[85] La asperitas
o “aspereza” es uno de los tipos de estilo de la magnitudo, que, de
acuerdo con Hermógenes (Id. 254-260), se opone a la pulchritudo
(“belleza) y a la iucunditas (“placer”) (cf. supra, n. 29). Pues
bien, la doctrina de Trebisonda sobre la “aspereza” de Tito Livio debe
entenderse, una vez más, desde la perspectiva de la técnica retórica. Aspera
locatio alude a la composición de la “aspereza”, que consiste, según
explica Trebisonda capítulos atrás, en encadenar pies métricos que no producen
ningún ritmo concreto o ningún tipo de verso. Se trata, en fin, de establecer
conjuntos de pies métricos que provocan más dureza que “placer” (iucunditas).
Y más aún si se usan palabras difíciles de pronunciar (Rhet. pp.
545-546).
[86] Estos recursos son más propios del orador que
del historiador.
[87] Sobre este asunto ya hemos hablado en otra
ocasión: “Tomando como punto de partida la distinción que Cicerón establece
entre el forense dicendi genus y el quietum dicendi genus,
Trebisonda admite dos genera orationis en función de que el texto esté o
no sujeto a las circunstancias que envuelven su composición. La oratio
forensis debe tener en cuenta las circunstancias de persona, lugar, tiempo,
etc. y puede ser cualquiera de los tres tipos que conocemos bien desde la
tradición clásica: judicial, deliberativo o demostrativo. En cambio, el genus
quietum, que, en general, se diferencia del forense por no requerir tanta
viveza ni tanta vis dicendi, puede ser filosófico e histórico” (Merino 2007) (cf. Rhet. pp. 637
ss).
[88] La
grandeza de la que habla Trebisonda es la cualidad de la magnitudo, esto
es, la forma de estilo a la que debe aspirar el historiador.
[89] Entiendo que quiere decir “forense” e
“histórico”.
[90] Las
ideae o dicendi formae son las siete “formas de estilo” que
Trebisonda toma de Hermógenes (claritas, magnitudo, pulchritudo, celeritas,
oratio morata, veritas y gravitas), por tanto, Trebisonda propone aquí
averiguar la “forma de estilo” o idea empleada por el autor, a sabiendas
de que en las líneas anteriores ya ha explicado que la magnitudo es la
forma que debe prevalecer en la historia.
[91] Los
términos latinos empleados por Trebisonda aluden directa o indirectamente, de
nuevo, según creo, a otras tantas formas de estilo (praestatius-magnitudo;
elegantius-claritas; iucunditas-oratio morata).
[92] Una
vez más dos formas de estilo: la pulchritudo y la iucunditas, que
es un componente de la oratio morata o “carácter”.
[93] La oratio
de Cicerón es sublimis, de acuerdo con la distinción que establece al
comienzo mismo del libro V, como hemos señalado ya en la Introducción de este
artículo y supra, en la nota 4 de la traducción.
[94] Como en Hermógenes (Id. 223), también
en Trebisonda son elementos de la compositio o “composición”. La clausula
es la “disposición rítmica de una frase o de un miembro” (sobre membrum,
cf. supra n. 31 y 64); la collocatio (o locatio, que usa
indistintamente) es la “composición rítmica de las dicciones” (sobre dictiones,
cf. supra n. 7, 57 y 78); y numerus es “la que produce la
sonoridad y el ritmo del enunciado por la observación de la composición (collocatio)
y la disposición (clausula) de los pies (métricos)” (Rhet. p.
498).
[95] Alude a la oratio illustris (cf. supra
n. 28).
[96] De
algún modo el elogio de Cicerón recuerda al que Hermógenes hace de Demóstenes (Id.
221-222).
[97] Interpreto el pasaje en el sentido de que Tito
Livo supera a todos los autores conocidos, esto es, a todos los que hemos
tenido oportunidad de conocer como historiadores. Otra cosa sería si la
comparación se hiciese con autores de obra desconocida o con quienes, como
Cicerón, no cultivaron específicamente este género.
[98] Significativamente Trebisonda emplea aquí por
vez primera, al menos en este capítulo, el singular de la primera persona, lo
cual pone de manifiesto el énfasis que busca el humanista en esta suerte de
confesión al lector. Por otra parte, acaso sea Cicerón el autor al que alude
Trebisonda, pues, en efecto, al comienzo casi del Orator leemos: “Y en
lo que se refiere a los oradores, al menos a los oradores griegos, es digno de
admiración como entre todos sobresale uno; y sin embargo, a pesar de la
existencia de un Demóstenes, hubo en su época muchos importantes e ilustres
oradores (…) Por ello no hay razón para que se rompa la esperanza o se debilite
la diligencia de quienes se entregaron al estudio de la oratoria; y es que no
se debe perder la esperanza de alcanzar lo perfecto” (Cic., Orat. 6,
según la magnífica traducción de Sánchez
Salor, en Cicerón. El orador, Alianza Editorial, Madrid, 1991).
Cf. también entre otros, Cic., Orat. 104.
[99] Los
términos que Trebisonda emplea para referirse a esta otra forma de escribir la
historia (carptim historiam scribere) evocan claramente el modelo
historiográfico de Salustio: Statui res gestas populi Romani carptim, ut
quaeque memoria digna videbantur, perscribere (Sall., Catil.
4.1. Cf. Merino 2007).
[100] Sobre la demonstratio cf. supra
n. 66.
[101] Cf.
supra n. 26. La elegantia o “nitidez” es una de la forma de estilo de la
denominada claritas. Según la entiende Trebisonda, “la nitidez es la que
permite que la claridad no falte en el resto de las formas de estilo”. Y en
términos que glosan la Rhetorica ad Herennium (4.12), la define, en fin,
como “la que hace que cualquier cosa parezca dicha con pureza y claridad”. Cf. Rhet.
p. 525 ss.
[102] Sobre la innovatio cf. supra n.
60
[103] Aunque reconoce que en todos estos casos
Salustio destaca sobre el resto de historiadores, Trebisonda concluye
distinguiendo lo que se debe imitar y lo que no. Entre lo primero, incluye la
selección léxica, la rotundidad de los miembros y la “renovación”. Sin embargo,
sostiene que la “nitidez” y el discurrir sin más del discurso histórico no son
suficientes para aspirar a la “grandeza” de la historia.