Antonio López Eire

(Universidad de Salamanca)

 

La influencia de la Retórica sobre la Historiografía

desde el Helenismo a la Antigüedad Tardía

 

 

Abstract: The present article analyzes the influence of the Rhetoric (in the Hellenistic Age, the discipline known as “Rhetoric of Hermes”, and, from the Imperial Age onwards, the discipline known as “Classicist Rhetoric”) on the Ancient Historiography from the Hellenism to the Late Antiquity.

Keywords: Rhetoric, Greek Historiography, Hellenism, Late Antiquity.

 

Resumen: El presente trabajo estudia la influencia de la Retórica (en la Época Helenística la disciplina conocida como “Retórica de Hermes” y, desde la Época Imperial, la denominada “Retórica Clasicista”) sobre la historiografía antigua a partir del Helenismo y hasta la Antigüedad Tardía.

Palabras Clave: Retórica, Historiografía Griega, Helenismo, Antigüedad Tardía.

 

Fecha de recepción: 2 abril de 2008.

Fecha de aceptación: 15 de junio de 2008.

Con Isócrates (436-338 a. J. C.),[1] fundador de una famosísima escuela en Atenas alrededor del 390 a. J. C., la Retórica, entendida como disciplina moral y educadora, comienza a adueñarse de la educación, la poesía y la literatura en general, con lo que la enseñanza escolar cambia definitivamente de rumbo y orientación. Y esta nueva Educación Retórica, que más tarde caracterizará a la Escuela Helenística, heredera de la Isocrática, se convierte en la insignia o el emblema de la pertenencia al mundo cultural de los griegos, al “Helenismo”. El concepto transmitido por la voz hellenismós, “helenismo”, una palabra que emplea por vez primera el judío Jasón de Cirene, hacia el año 130 a. J. C., en el Libro Segundo de los Macabeos,[2] se había convertido ya anteriormente en enseña de la Escuela Helenística, donde además de gimnasia se practicaba la Retórica y se asimilaba la paideía.

Los temas que, bajo la tutela de Isócrates y luego ya en la Escuela de Retórica Helenística, tiene que tratar la nueva Retórica aspiran a facilitar una enkyklios paideía, moral o ético-política, o sea, una formación, educación permanente o paideía moral de los alumnos basada sobre todo en la filantropía (philanthropía) o “amor al ser humano”.[3] El fundador de esta nueva Retórica, Isócrates, se convirtió, así, en el educador por antonomasia de la Grecia del siglo IV a. J. C. y luego del mundo helenístico y del mundo helenístico romano.[4] Y esta Retórica educativa, escolar, moral, filantrópica, indiferente a la oralidad o la escritura, y dominadora de la Literatura entera, se perpetuará en la época del Imperio Romano y en la Antigüedad Tardía como signo de identidad cultural, como signo de pertenencia a la cultura griega.

Esta Retórica escolar, que influirá decisivamente en Cicerón (106-43 a. J. C.), Dionisio de Halicarnaso (I a. J. C.) y Elio Aristides (117-182 d. C.),[5] es una Retórica moral, formativa, pedagógica y didáctica, escolar, que educa, que forma, y que, por ser esencialmente filantrópica, promete hacer moralmente buenos, excelentes ciudadanos y magníficos políticos a los alumnos que frecuentando la clase del rétor, del maestro de Retórica, se familiaricen con los discursos.[6] Y es una Retórica que, indiferente a la oralidad o la escritura y empeñada en “retorizar” todo discurso, se adueña de la Literatura por entero y hace nacer nuevos géneros –como la Biografía, la Epistolografía y la Novela– dentro de ella.

Esta Retórica escolar propuesta por Isócrates, que, en cuanto paideía, es importante hasta el punto de haberse convertido en característica propia de los griegos más distintiva y relevante que la raza misma de ellos,[7] es una Retórica Moral que trata de cuestiones políticas y que, a la vez que enseña a evitar el hiato, orienta el carácter del aprendiz de orador hacia los principios que deben presidir toda la formación moral que se requiere para el ejercicio de la Política Ética.

No hay más que echar un vistazo, para percatarnos de ello, al siguiente pasaje de su Antídosis, en el que maestro de Erquia expone las bases de su programa de Retórica Moral Educativa:[8] Πρῶτον μὲν γὰρ ὁ λέγειν ἢ γράφειν προαιρούμενος λόγους ἀξίους ἐπαίνου καὶ τιμῆς οὐκ ἔστιν ὅπως ποιήσεται τὰς ὑποθέσεις ἀδίκους ἢ μικρὰς ἢ περὶ τῶν ἰδίων συμβολαίων, ἀλλὰ μεγάλας καὶ καλὰς καὶ φιλανθρώπους καὶ περὶ τῶν κοινῶν πραγμάτων.

Del precedente texto quisiera subrayar tres ideas: La indiferencia a la cualidad oral o escrita del discurso (λέγειν ἢ γράφειν), la superioridad de los temas públicos y por tanto de los discursos retóricos públicos (περὶ τῶν κοινῶν πραγμάτων) sobre los privados (περὶ τῶν ἰδίων συμβολαίων) y la necesidad de pronunciar o escribir con los discursos (μεγάλας καὶ καλὰς καὶ φιλανθρώπους) teniendo en cuenta esa virtud tan helénica que es la “filantropía”.

La indiferencia a la oralidad o la escritura de los discursos (Dionisio de Halicarnaso[9] y antes de él Jerónimo el orador del siglo III a. J. C. percibieron la imposibilidad de pronunciar los discursos isocrateos, más bien aptos para la lectura)[10] se extiende a la escuela de Retórica de la Época Helenística –en la que se practicaba incluso la Epistolografía[11]–, por lo que en Dionisio de Halicarnaso (que estaba asentado en Roma el año 30 a. J. C.) leemos que el estudio del estilo de Lisias puede ayudarnos a expresarnos con pureza tanto por escrito como oralmente.[12]

Esta Retórica, que su creador considera una auténtica “filosofía”, por lo que llama “filósofos” a quienes la cultivan y enseñan,[13] proporciona una formación moral, es decir, ético-política, a quienes la estudian, la asimilan y consiguientemente practican.

La misma idea de la existencia de una formación filosófica, moral, ético-política basada en el estudio de la Retórica predomina en la Época Helenística y llega hasta Dionisio de Halicarnaso (I a. J. C.), que, sin embozo alguno, denomina a la Retórica “filosofía política” (πολιτικὴ φιλοσοφία),[14] un nuevo concepto que tuvo sus detractores que lo arrollaron y contra los que el crítico literario tuvo que luchar denodadamente.

Esta formativa y educativa “filosofía política” que es la Retórica se la ofrece Dionisio de Halicarnaso, según hace constar en la dedicatoria de su tratado De compositione verborum, a todos los que se ejercitan en el arte de los discursos, independientemente de su edad, y en especial a los muchachos como Melicio Rufo para que se eduquen y formen, mediante el estudio y la práctica de esta Retórica político-moral, en prudencia (φρόνησιν ἄγουσα),[15] y además (pues la Retórica abarca la Literatura) en el gusto por las bellezas estilísticas (περὶ τὰς λέξεις φιλόκαλον)[16] que proporciona y fomenta el asiduo ejercicio retórico.[17]

Esta nueva Retórica que, procedente de la retórica isocrática, es la que se impone en Época Helenística, es, ciertamente, una nueva Retórica provista de rasgos propios y distintivos: es moral, escolar, abarca toda la Literatura y, por su indiferencia a la oralidad frente a la escritura y su afán de “retorizar” todo discurso, hace nacer y fomenta géneros nuevos como la biografía, la epistolografía y la novela.

Esa Retórica Helenística, profundamente “helénica”, educativa y moral que define al griego más que su raza o naturaleza,[18] es una retórica “escolar” que forma moral y estéticamente a sus alumnos (no olvidemos que Isócrates pretende intentar superar a la poesía con su prosa:),[19] por lo que no puede ser comprendida sin ser previamente situada en las coordenadas de la “escuela”, donde es una disciplina de la mente que deben aprender unos discípulos a base de asimilar ciertas teorías y realizar una serie de asimismo necesarios ejercicios prácticos complementarios que consisten fundamentalmente en declamaciones sobre remotos temas históricos, pseudo-históricos o incluso decididamente mitológicos.[20]

El anónimo autor de la Retórica a Herennio, que en este libro sintetiza espléndidamente las líneas maestras y refleja con exactitud los métodos de la Retórica Helenística, contemporáneo de Cicerón, concibe la Retórica como un estudio para cultivar la mente,[21] la sitúa en la escuela y no en la sociedad –como hacía, sin embargo, Aristóteles–, está convencido de que es una disciplina educativa, autárquica (“que se basta a sí misma”), autosuficiente, cerrada toda ella en sí misma,[22] provista de un sistema operativo completo,[23] sumamente didáctica y rica en clasificaciones[24] y divisiones de una doctrina bien estudiada y distribuida en apartados,[25] no necesitada de apoyo alguno de ninguna otra ciencia, dogmática y tenida por ya definitivamente y para siempre elaborada en todos sus capítulos, hasta el punto de enumerar y describir, por ejemplo, única e indiscutiblemente tres géneros de estilo (“las tres figuras”)[26] propios y exclusivos para siempre de la prosa oratoria.[27]

Es tan sumamente escolar la Retórica Helenística, que se lanza osadamente a estudiar las partes de que debe constar una argumentación completa sin pararse ni mucho ni poco a considerar si cada premisa expuesta debe apoyarse en una razón.[28] Pone, en cambio, mucho énfasis en corregir,[29] en enumerar fallos fácilmente evitables,[30] en mostrar las faltas o errores frecuentes en los que se suele incurrir, en prevenir al alevín de orator de los posibles deslices o desaciertos que puede cometer,[31] y en exponer las reflexiones que debería hacer el novicio o aprendiz antes de lanzarse precipitadamente a argumentar.[32]

Este carácter escolar de la Retórica Helenística todavía está más a la vista en las divisiones y subdivisiones de la famosa “Teoría de las stáseis” de Hermágoras de Temno (fl. ca. 150 a. J. C.), que, nacidas para la Oratoria Judicial, fueron adaptadas por Cicerón para que sirvieran igualmente en las áreas de la Oratoria Deliberativa y en la Epidíctica.[33] La “Teoría de las stáseis” era una teoría cabalmente escolar que permitía determinar cuál era la cuestión a debatir en un discurso,[34] ora fuera una thésis o quaestio infinita (“¿debe uno casarse?”) o bien una hypóthesis o quaestio finita (“¿debe casarse Catón?”),[35] y, dentro de estas últimas, ayudaba a entender si era ora legal o judicial (nomikà zetémata, quaestiones legales), ora racional (logikà zetémata, quaestiones rationales). Todas estas especies, las “tesis” (théseis)[36] y las “hipótesis” (hypothéseis),[37] servían de ejercicios prácticos, escolares, a los estudiantes de la Retórica Helenística.

Pero a esta escolar Retórica Helenística, además, no le falta la vena moral de la “filantropía” que Isócrates aseguraba que proporcionaban las enseñanzas impartidas en su escuela de elocuencia. Y así hasta el anónimo autor de la Rhetorica ad Herennium, no duda en declarar abiertamente su alegría por compartir sus estudios de Retórica y Filosofía con Gayo Herennio, a quien dedica su obra, unos estudios que, según él mismo confiesa, han contribuido a fortalecer en su alma una amistad hacia él que, derivada de una previa relación de parentesco de sangre, ahora ha quedado consolidada y establecida con firmeza gracias al raciocinio de la filosofía Retórica por ambos en común cultivada.[38]

La amistad, la cortesía y el afecto entre compañeros de estudio, rasgos propios de la Retórica de corte moral de Época Helenística salen a relucir de nuevo en las transiciones del libro I al II y del II al III.[39]

Y en las primeras líneas del tratado su autor establece que no actúa en absoluto movido por el afán de gloria o de ganancia, sino, más bien, por la amistad, por el deseo de gratificar al amigo.[40]

Esta escolar Retórica Helenística se enseñaba en los gimnasios o escuelas de educación física e intelectual de Época Helenística, en las que se veneraba especialmente a Heracles, Hermes y las Musas, y sobre todo a Hermes, Hermes Enagonios, que era el competitivo dios que ostentaba el patronazgo de las competiciones oratorias y atléticas.

Bajo este presupuesto hay que entender estos versos de un hermoso poema de Horacio (I a. J. C.), que comienza de esta guisa:[41]

 

Mercuri, facunde nepos Atlantis,

Qui feros cultus hominum recentum

Voce formasti catus et decorae

More palaestrae.

 

Con ellos el poeta venusino coloca al dios Hermes como patrón de la escolar formación física que se impartía en la palestra y, a la vez, de la enseñanza retórica que abarcaba, además de los discursos, las composiciones poéticas.

En los siglos posteriores, las escuelas de Retórica seguirán considerándose “templos de Hermes”. Así lo dice Temistio (317-388 d. C.) en plena Antigüedad Tardía.[42] Los verdaderos templos de Hermes son las escuelas de Retórica, de la “Retórica de Hermes”.

Hermes, efectivamente, es el patrón de los oradores porque es experto en toda suerte de engaños y prefiere la persuasión al uso de las armas;[43] es un dios que protege la música y la poesía porque es nada menos que el inventor de la siringe; y, al mismo tiempo, ejerce su patronazgo sobre quienes practican los ejercicios gimnásticos y el atletismo porque él mismo es –desde que así lo retrató Homero en el Canto XXIV de la Ilíada– un joven de atractiva y seductora figura que proclama el encanto de su eterna juventud frente a la lamentable y penosa vejez del rey Príamo, al que sirve de escolta.[44]

El nuevo patrón de esta Retórica escolar era, pues, el dios Hermes, un dios olímpico muy sui generis, un dios ingenioso, un dios artista, nada belicoso y muy astuto y engañador, experto en la música y en el acompañamiento musical de los coros de las Musas y las Gracias o Khárites.

Ya Platón, tan adverso y hostil como era a la Retórica, en el siglo IV a. J. C., había asociado etimológicamente a Hermes con el intérprete, el mensajero transmisor de palabras ajenas, con el tolerado robo mercantil y con el engaño en los discursos artísticos y en los que se emplean en las ventas y los tratos del mercado.[45]

Platón ataca, evidentemente, a la Retórica a través de una falsa etimología, de la que podía hacer uso debido a la asociación de la enseñanza de la elocuencia con el dios Hermes como patrono de los intérpretes, los pregoneros y los astutos comerciantes no siempre veraces del mercado, del Ágora.

Veamos cómo decir “Hermes” era equivalente a decir “discurso” en el ambiente pagano en el que no dominaba o se había impuesto el Cristianismo: A Pablo, tras predicar en Listras, los licaones le llamaron en su lengua “Hermes” por su elocuencia, porque era “el guía del discurso”, por decirlo literalmente.[46]

Siglos más tarde dirá San Agustín (354-430 d. J. C.) que decir Hermes o Mercurio equivale a decir “discurso”: August. Civ. D. 7. 14 sermo ipse dicitur esse Mercurius.

Y para Proclo (410-85 d. J. C.), que vivió también en el siglo V d. J. C., Hermes sigue siendo el promotor de los asamblearios discursos de los dioses e incluso el dios que posee al propio Zeus y que éste saca a relucir desde sus adentros (pues Hermes es el dios de la elocuencia que Zeus atesora, y decir “Hermes” es decir “elocuencia”) en sus elocuentes discursos.[47]

Ello es así porque se considera al dios Hermes inventor de la Retórica. Luciano, en su Apología de los que ocupan puestos asalariados en las grandes casas, alude asimismo a Hermes como “el dios de los discursos”, patrón de la elocuencia.[48]

Y en el también lucianesco sermón cínico en defensa de la pobreza entre el zapatero Micilo y su gallo –que en realidad es Pitágoras reencarnado–, éste, provisto de voz humana, le dice a su amo que, siendo como él es el acompañante de Hermes por antonomasia y otrosí sumamente parlanchín y elocuente y además compañero de alimentación y vida de los hombres, fácilmente podría aprender la lengua de los humanos.[49]

En carta dirigida por Libanio de Antioquía a Acacio[50] el año 364 d. J. C. le aconseja que persuada a su hijo Marco a que vuelva al estudio de la Retórica que había abandonado y acuda a las clases del rétor Paladio en Capadocia, localidad en la que “abunda el asunto de Hermes y los flujos de los discursos son inagotables”.[51] Y en una epístola que dirige el año 361 d. J. C. al gobernador Máximo[52] en favor de Carterio para que no lo reprenda ni castigue por haber abandonado su profesión de rétor con el fin de abrazar la carrera militar, le ruega que limite su “favor a Hermes”, es decir, su afición y afecto a la Retórica, al pasado y para el futuro su relación con el recomendado sea más filantrópica que rigurosa.[53] He aquí, pues, un bonito ejemplo de la filantrópica “Retórica de Hermes”. Son numerosas las cartas de Libanio en las que sale a relucir el dios Hermes en su calidad de patrón de toda la producción que abarca la “Retórica de Hermes”, especialmente de los discursos.[54]

Esta nueva Retórica escolar de Hermes se interesa tanto por los discursos epidícticos oratorios como por la Literatura en general, por lo que al dios que la preside lo colocan al lado de Apolo y de las Musas no sólo las inscripciones que elogian a los gimnasiarcos,[55] sino además, ya en el terreno de la Literatura, nada menos que Elio Aristides,[56] en el siglo II d. J. C., y el Emperador Juliano,[57] en el siglo IV d. J. C., siglos que, respectivamente, son importantísimos y hasta decisivos en la Época Imperial y en la Antigüedad Tardía.

Aunque ya Isócrates equiparaba la prosa a la poesía en capacidad para producir efectos estéticos,[58] fue en la Época Helenística cuando la Retórica se adueñó definitivamente de la Literatura en prosa o verso. La Retórica desde Teofrasto (371-286 a. J. C.) se hizo cargo de la poesía, que interpretaba como una variedad de la Oratoria Epidíctica. Enseñaba, en efecto, el filósofo de Éreso que el lenguaje orientado hacia el oyente, en prosa o verso, debería formar parte del estudio de la Retórica[59] para que allí, en el área escolar del Arte de la Oratoria, lo tratasen poetas y rétores, mientras que el dirigido a las cosas en sí, a la realidad misma, pertenecía al ámbito de operatividad de la Filosofía y debían por tanto trabajarlo sólo los filósofos. Es decir, en opinión de esta sabio filósofo, lo poético, lo retórico y lo literario debía ser estudiado o por la Poética o por la Retórica (ésta fue la que se impuso a la postre y triunfó sobre la otra, a la que sometió), mientras que las cuestiones de comunicación lingüística en las que el oyente no debe ser ni persuadido ni impresionado pertenecían de lleno al bagaje de la Filosofía.[60]

A juzgar por el testimonio del anónimo autor de la Rhetorica ad Herennium y de los rétores Elio Teón (I/II d. C.), Hermógenes (II d. C.)[61] y Aftonio (IV/V d. C.), autores todos ellos de libros de ejercicios denominados progymnásmata (praeexercitamenta), los estudiantes de Retórica realizaban estos ejercicios en la escuela de Retórica para lograr el necesario dominio y la requerida soltura en el uso del idioma y en el aprovechamiento de su expresividad.

Consistían los progymnásmata en recontar una fábula o en comentar un dicho famoso apoyado en una anécdota de trasfondo moral (khreía), o en una descripción de un objeto de arte o un lugar (ékphrasis) o en la adjudicación de un discurso a un determinado personaje real o mitológico (prosopopoiía) que, en la ficción del ejercicio progimnástico o “de entrenamiento”, lo pronunciaba, o en el elogio de una persona, objeto, tiempo o lugar (enkómion), o en la comparación entre dos objetos o personas (synkrisis).

Estos progymnásmata aparecían, en efecto, desde su mismo nacimiento o planteamiento, combinados con ejercicios declamatorios (declamationes) tanto en forma de casos de Oratoria Deliberativa (deliberationes, suasoriae) como de Oratoria Judicial (causae, controversiae). “¿Parece mejor destruir Cartago o dejarla estar?” (Karthago tollenda an reliquenda videatur)[62]. Y con frecuencia se impregnaban de mitología, de literatura, como, por ejemplo, el titulado “¿Es Ulises culpable, como creyó Teucro cuando lo vio empuñando la espada con la que Áyax se había suicidado?” [63]. A veces se retrotraía incluso la Historia a la ficción de la Retórica escolar y progimnástica y se declamaban discursos ficticios que simulaban dirigirse o bien a la Asamblea (Ekklesía) de Atenas –como había hecho Isócrates en el Plataico para censurar la toma de Platea por Tebas[64]– o al rey Teodosio –como hará Libanio en el siglo IV d. C. en varios de sus discursos[65]–.

La enseñanza de la Retórica implicaba, por tanto, al mismo tiempo, la enseñanza de la Literatura a través de los progymnásmata y las declamaciones (declamationes)[66]. Entre los preparatorios ejercicios que configuraban los progymnásmata se encontraban las narrationes[67], que podían versar, según el autor de la Retórica a Herennio, sobre hechos legendarios, históricos o reales, distingo que realmente importaba poco cuando se trataba de exponer los hechos.[68]

La narración de los primeros, es decir, de hechos ni reales ni probables, es la leyenda (fabula), el argumento (mythos lo llama Aristóteles en su Poética) que contemplamos en las tragedias; la de los segundos, o sea, la narración de hechos realmente acontecidos, es la historia (historia); y la de los hechos reales, es decir, la narración de hechos imaginarios pero que podrían acontecer, se llama argumentum (en griego, plásma).[69]

Otras narraciones no versaban sobre hechos sino sobre personas y éstas debían reflejar el carácter de los personajes descritos, las vicisitudes de su vida y los cambios de fortuna que sufrían, fueran éstos felices o desastrosos.[70]

En Elio Teón de Alejandría, autor de un libro de progymnásmata en el siglo I d. C., se proponen como ejemplos las espléndidas narraciones lúgubres y dramáticas de la toma y destrucción de una ciudad debidas al estro poético de Homero o a la elocuencia de Demóstenes, lo que nos explica ya de inmediato cómo se pudo llegar a producir en el ámbito de la escuela de Retórica o de la Retórica escolar de la Época Helenística el surgimiento de una Historiografía Trágica influida por la Retórica.[71]

En una de las Declamaciones Mayores atribuidas a Quintiliano (en la VI) aparece el siguiente melodramático argumento: El padre de un valeroso hijo es capturado por los piratas y la familia no puede pagar el rescate. La esposa del capturado y madre del valiente se queda ciega. El valeroso hijo se ofrece a los piratas en intercambio o canje por la persona de su padre. El hijo muere en cautiverio y las mareas y las olas del mar arrastran su cadáver hasta la población en la que viven sus padres (la madre ciega y el padre recobrado del cautiverio). El padre se dispone entonces a rendir las debidas exequias fúnebres al cadáver de su hijo, pero la madre se opone alegando que se trata del cadáver de un hijo nada piadoso que abandonó a su madre en la ceguera y la indigencia.

¿Puede pensarse algo más trágico? ¿No es realmente este argumento el colmo de la tragedia? ¿Cómo no se iba a contagiar la Historiografía que en las aulas de la Escuela Helenística convivía con la “Retórica de Hermes”?

Ya tenemos aquí a la Retórica, a la Tragedia, a la Declamación y a la Narración de lo verdadero y lo fingido, a la Fábula y la Historia, ocupando el espacio de la escuela de Retórica, donde los estudiantes, bajo la tutela del dios Hermes, mezclándolo todo y convirtiendo todo discurso en “retórico”, aprenden la nueva técnica de la creación literaria.

A partir de este momento vamos a comprobar cómo bajo la “Retórica de Hermes”, la Historiografía cambia de signo, se hace –lógicamente– más retórica, se acerca a los progymnásmata, considerados el fundamento básico de todo discurso y de toda escritura poética o literaria en esta especial y típica Retórica escolar de la que venimos hablando, la “Retórica de Hermes”.[72]

Esta Retórica no sólo comprendía la Poesía, la Historia y los demás géneros literarios, sino que además se creía ella misma el arte de toda construcción literaria. Un individuo como Anaxímenes de Lámpsaco (380-320 a. J. C.), a quien se atribuye la Rhetorica ad Alexandrum,[73] escribió sobre Retórica y Poética, cultivó la Historiografía y la Oratoria Deliberativa y la Judicial, pero sin lograr la perfección en ninguno de sus intentos.[74]

La Poética ha sucumbido y se ha entregado con armas y bagajes a la Retórica, a esta particular Retórica, la “Retórica de Hermes”. Y esta Retórica, basada en el ideal de lo “helénico”, y escolar como era, impone la imitación de sus modelos, dando así lugar al “Clasicismo” y al “Aticismo”, que, a través de la “imitación” (mímesis), penetran en los géneros controlados por la Retórica, entre los que se encontraba la Historiografía.

Dionisio de Halicarnaso, promocionando el “Aticismo”, restituyó a Grecia, al corazón de Grecia, o sea, Atenas, el prestigio cultural y literario que en justicia le correspondía. El Ática helénica, la auténtica Hélade digna de imitación, se impone por fin, con su cultura y Retórica, al mal gusto de las ciudades asiáticas.[75]

Pero ya antes, en Época Helenística, la Retórica había dejado sentir su efecto sobre la Historiografía. Hay que decir que la Historiografía Helenística no fue impregnada (el estilo de Timeo era sólo someramente “asiánico”) por el “Asianismo” retórico que brota en el siglo III a. J. C. y por el que sí fue tocado, por ejemplo, el historiador de Alejandro que fue Hegesias de Magnesia (III a. J. C.). Lo que sí, en cambio, se percibe en la Historiografía Helenística es una gran afición a las historias locales colmadas de datos eruditos (por ejemplo, Filocoro de Atenas (340-260 a. J. C.), en el siglo III a. J. C., continuó la labor de los “Atidógrafos” del siglo IV a. J. C. Clidemo y Androción)[76] y, por lo demás, una elaboración retórica de la expresión, propia de la “Retórica de Hermes”.

Por ejemplo, Timeo de Tauromenio (350-260 a. J. C.), digno de figurar por su rigor científico, su estilo abundante y punzantemente “asiático”[77] y su exactitud crítica en la narración de los hechos, entre Éforo de Cime (405-330 a. J. C.), el discípulo de Isócrates, y el indiscutiblemente magistral historiador Polibio de Megalópolis (200-118 a. J. C.), es acusado, sin embargo, por este último de dejarse llevar más por la Retórica que por una Historia ajustada a los acontecimientos, que es lo que él propone, bajo el lema de pragmatikè historía, como indiscutible objetivo del historiador, pues cada vez que un cultivador de la Historiografía se entrega a hacer el panegírico o la censura de algún personaje o decide practicar etnocentrismo colocando a Sicilia en el centro de interés de Grecia[78] se aleja del ideal de la Historia ajustada a los hechos.[79]

En un bonito pasaje, cuyo contenido va dirigido por idéntico propósito crítico, Polibio acusa al mismo Timeo no sólo de alargar en exceso sus discursos y exagerarlo todo para ponderar lo siciliano colocándolo muy por encima del resto de lo griego (Sicilia fue –según él– más importante que Grecia entera y sus hombres fueron más divinos y mejores caudillos que los demás griegos y las acciones bélicas de Sicilia superaron a todas las helénicas), sino, además, de ser hiperbólico en sus loas de la misma manera en que obran los muchachos en la escuela cuando se pasan de los límites prudentes al hacer el elogio de Penélope o la censura de Tersites en sus ejercicios progimnásticos (progymnásmata) de la escuela de Retórica (aquí estamos, pues, una vez más, ante un caso que prueba la mala influencia de la Retórica de escuela –la “Retórica de Hermes”– sobre la Historiografía).[80] Para este “historiador de sillón” o “ratón de biblioteca” –así lo consideraba el historiador de Megalópolis–, Sicilia destacaba en Grecia, el centro de Europa, que era, a su vez, la central de las tres partes del mundo.[81] Dice Polibio que Timeo, desterrado en Atenas largos años, se dedicó a leer en vez de haber estado presente en los hechos mismos, que es lo que debe hacer el historiador de la “Historia Pragmática” por él recomendada, que tiene sus puntos de contacto metodológicos con la Medicina.[82]

En vez de obrar de esa manera, prefirió, al estilo de la “Retórica de Hermes”, imaginar los discursos de personajes que nos ofrece en su obra no con las palabras que realmente fueron dichas, sino con las que pudieron haberlo sido, procedimiento retórico puesto en tela de juicio por Polibio pero tan antiguo como Tucídides y propio de la Retórica.[83]

Y además, inflamado del retórico helenocentrismo propio de la “Retórica de Hermes” (que enseñaba la paideía frente a la barbarie), había aprendido a defender a los patriotas y despreciar a los traidores a la patria, por lo que alababa a Demóstenes y despreciaba a Calístenes.[84]

Acostumbrado a las controversias y disputas de los ejercicios retóricos de la “Escuela de Hermes”, Timeo (Timaîos) de Tauromenio era tan amigo de censurar –se nos dice– que algunos, en vez de Timaîos, le llamaban Epitimaîos, “Censor”.[85] Y, como prueba de la “literaturización” de la “Retórica de Hermes”, ofrecemos la crítica que hace Polibio al historiador de Tauromenio diciendo de él que si era muy hábil y agresivo al atacar a otros historiadores por su falta de rigor, luego él mismo exponía relatos de sueños y prodigios imposibles de creer que revelaban un carácter supersticioso y un mujeril gusto por los portentos.[86]

La retoricidad de estos historiadores helenísticos educados en la “Retórica de Hermes” queda también probada y puesta de manifiesto en detalles como el de discutir sobre cuál es más difícil y laboriosa, si la Historiografía o la Retórica Epidíctica (Éforo[87] y Timeo arremeten contra los que optan por la segunda y ellos mismos se inclinan por la primera[88]), o en el afán de establecer sincronías significativas y fáciles de memorizar (según Timeo[89], Eurípides nació el día en que tuvo lugar la batalla de Salamina y murió el día que nació Dionisio el Viejo, y Alejandro Magno nació la noche en que fue incendiado el templo de Ártemis de Éfeso, porque la diosa se ausentó esa noche de su templo interesada en asistir al parto de Olimpíade, la madre de Alejandro –obsérvese el exagerado helenocentirsmo–),[90] así como el cultivo de una “Historiografía Trágica” muy vinculada a los ejercicios retóricos de la Escuela Helenística.

A juzgar por lo que sabemos de las declamaciones de escuela (por ejemplo, el tema del hijo desheredado que es buen médico y cura a su padre pero no a su madrastra)[91] y por pasajes de discursos de Cicerón –que había aprendido Retórica con Molón de Rodas– colmados de patetismo,[92] así como por los lacrimógenos pasajes de esos discursos fingidos de Libanio al Emperador Teodosio que circulaban por escrito entre personajes relevantes y cultos de la época, el estilo patético estaba bien entronizado en la “Retórica de Hermes”.[93]

Ya Calístenes de Olinto (370-327 a. J. C.), el autor de los Hechos de Alejandro, juntó una extremada retoricidad escolástica (al transmitir un discurso hay que ajustarse al carácter del personaje que lo pronuncia)[94] combinada con un estilo trágico,[95] propio asimismo de la escuela, con un gran despliegue de sabiduría erudita y variada destinada a los lectores cultos (él contaba, por ejemplo, que Frínico había castigado por los atenienses con una multa de cien dracmas por haber representado La Toma de Mileto),[96] y con un celo propagandístico elevadísimo al servicio del monarca Macedonio como ejemplar distinguido de la paideía griega frente a la barbarie de los demás pueblos.[97]

Este Calístenes tan buen rétor de la Escuela de la “Retórica de Hermes”, en la que se aprendía paideía helénica como si de la religión distintiva y específica de los griegos se tratase, se perjudicó a sí mismo pero gratificó a los griegos (entiéndase, a la cultura, educación o paideía griega) liberándoles de una gran vergüenza, al negarse él en público a postrarse en postura de adoración ante Alejandro Magno, tal como lo cuenta Plutarco en la Vida de Alejandro.[98]

Onesícrito de Astipalea (373-305 a. J. C.), capitán de timoneles de Alejandro Magno, escribió una encomiástica historia de este último al estilo de la Ciropedia, de Jenofonte, en la misma línea aduladora e imbuida de helenocentrismo escolar propia de las “Historias de Alejandro”, en la que presentaba al monarca como el ideal “filósofo en armas” defensor y apóstol propagador de la paideía griega a lo largo de los amplios y variopintos territorios de la ecúmene[99].

A los historiadores de Alejandro se les nota –y muchísimo– la formación retórica escolar por el estilo cuidado (evitan esmeradamente el hiato), trágico, declamatorio, patético y emocional que emplean; por una incoercible propensión a reproducir en la narración los ejercicios de escuela (como la ékphrasis o descripción de objetos artísticos) y a subrayar la moralidad subyacente en los mensajes éticos y político-morales que transmiten; y, además, por su afición a hacer exhibición y gala del orgullo que sienten por estar formados en la paideía griega, y, en general, por el empeño que ponen en hacer ver que son maestros en una especie de “retoricidad” colmada de dramatismo y sensacionalismo.

Tolomeo Sotér hijo de Lago (367-283 a. J. C.) nos sobrecoge cuando narra cómo Alejandro fue herido por una flecha en el pecho durante el asalto a la ciudadela de los malios[100] y nos presenta a un Alejandro convertido en un modelo de “filantropía”, humanidad y de piedad cuando, tras la batalla de Iso, se interesa por la mujer, la madre y los hijos del rey persa derrotado y huido.[101]

En Jerónimo de Cardia (360-260 a. J. C.), historiador de los Diádocos, a pesar se su sobrio estilo y su narración fiable (es el único rival de Polibio por lo que al cultivo de la “historiografía pragmática” se refiere), encontramos asimismo rasgos de escuela como, por ejemplo, la morosidad y complacencia que pone en las descripciones derivadas del escolar ejercicio de la ékphrasis (pensemos en la pormenorizada descripción del carruaje funerario de Alejandro),[102] así como los mensajes de carácter político-moral (es malo el imperialismo de los Antigónidas frente al noble deseo de libertad de los nabateos)[103] que, derivados de la “Retórica Moral” que era la “Retórica de Hermes”, con frecuencia transmite.

Y Clitarco, otro historiador de Alejandro y fuente de la “tradición vulgata” de Alejandro representada por fragmentos de Diodoro Sículo, Quinto Curcio Rufo, Justino y el Epítome de Metz, poseía un estilo talentoso pero nula credibilidad[104], y además, a través de su artístico lenguaje, aprendido sin duda en la escuela de Retórica, mantenía atento al lector con su propensión al dramatismo de sus narraciones, entre las que sobresalían las tremendistas descripciones de matanzas y degollinas acompañadas de sus subsiguientes e inevitables sufrimientos, plañidos y llantos. A Clitarco se le notaba muy fácilmente esa vena de la Retórica Historiográfica (o Historiografía Retórica) Trágica aprendida en la Escuela de la “Retórica de Hermes”, que buscaba el ornato a través de un estilo retórico teñido de un patetismo de fuertes tintes dramáticos y trágicos (rhetorice et tragice ornare).[105]

Aristobulo de Casandrea, que acompañó al conquistador monarca en su campaña asiática, y fue su historiador, nos lo presenta como un soberano piadoso, moderado en la bebida,[106] protegido de los dioses, y en absoluto despótico o degenerado en los placeres.[107]

Luciano se burla de la obsequiosidad de que hizo gala este historiador al narrar los hechos y describir tan piadosa y halagadoramente al rey Alejandro Magno.[108] Este defecto consistente en encumbrar las virtudes del personaje historiado es, asimismo un error de escuela, pero muy propio de la Historiografía influida por la “Retórica de Hermes”.

Así que rasgos muy conspicuos como los períodos pretenciosos, las ekphráseis, el tono declamatorio que se percibe en los discursos insertos en las narraciones, la evitación rigurosa del hiato, la escritura según las estrictas reglas de la prosa estilística, el modo trágico de las retóricas narraciones colmadas de patetismo trágico-dramático y el afán por las concordancias cronológicas, las leyendas sorprendentes o hasta, más bien, prodigiosas y el gusto por las tradiciones locales (un gusto ya presente en los “Atidógrafos”) son, todos ellos, tics de escuela que caracterizan la Historiografía Helenística retorizada por la “Retórica de Hermes” que procede de la Retórica Isocrática del siglo IV a. J. C., bien representada en los dos discípulos del propio orador Isócrates, a saber, Teopompo y Éforo, así como en Anaxímenes de Lámpsaco.

Polibio critica, en efecto, a Teopompo de Quíos por incurrir en defectos muy similares a los de la “Retórica de Hermes”, o sea –valgan estos ejemplos–, por sus exageraciones escolares (propias de la Retórica de escuela), así como por contar como hechos históricos leyendas acerca de dudosos sucesos sobrenaturales imposibles de creer (unos individuos se convirtieron en “ascios” o “desprovistos de sombras”), si bien a veces por la sana intención de fortalecer el pensamiento moral (he aquí una herencia de la “Retórica de Hermes”).[109]

Bien es verdad que, a continuación, el historiador de Megalópolis –también él tocado por la Retórica de escuela, la “Retórica de Hermes”– añade que a veces hay que perdonar a esos historiadores y escritores que, con la muy moral y bienintencionada finalidad de incrementar la piedad y la religiosidad de las gentes incultas, de las masas, cuentan cosas y sucesos increíbles por su carácter sobrenatural. Pero –continúa argumentando– la bien medida y aceptable cantidad debe ser el criterio que determine lo que hay que perdonar y lo que ya no hay que tolerar en modo alguno, pues se ha de permitir sólo lo que no sobrepase los límites de la mesura.[110]

La verdad es que a Teopompo lo censura no sólo Polibio, sino también Estrabón, que le echa en cara narrar mitos sólo por el mero placer de contar retóricamente cosas portentosas con el propósito de sorprender y deleitar con prodigios a los lectores (τερατείας καὶ τέρψεως χάριν),[111] y Quintiliano lo elogia porque lo considera más un orador que un historiador (oratori magis similis).[112]

Teopompo es un ejemplo típico y muy señalado de la Historiografía Helenística retorizada, de la Historiografía tocada de esa escolar Retórica que es la “Retórica de Hermes”. Pues es amigo de narrar episodios y reproducir discursos llenos de enseñanzas morales, de contar mitos extraordinarios que sorprendan y llamen la atención por sus teratologías, sus sorprendentes prodigios, sus truculencias y sus escatologías, y al mismo tiempo todo ello lo ofrece envuelto en un estilo visiblemente retórico. Así nos lo hace ver Dionisio de Halicarnaso (I a. J. C.) en su Epístola a Cneo Pompeyo.[113]

Teopompo es un escritor que emplea una Retórica tan de escuela que fue criticado por emplear neologismos, sobre todo novedosos adjetivos, participios o sustantivos precedidos por el prefijo apo- para negar el semantema subsiguiente (por ejemplo, ἀποπολῖται, “desciudadanos” o “malos ciudadanos”).[114]

Su estilo es, por lo demás, similar al de Isócrates (y, como él, provisto de toda la pomposidad, grandilocuencia, evitación del hiato y fluidez en la expresión) salvo cuando arremete impetuoso, áspero y caudaloso, contra ciudades y generales cuyos errores o delitos censura con la mayor acritud imaginable y en muy duro y estridente tono.[115]

He aquí, una vez más, la Isocrática Retórica moral, epidíctica, espectacular (a veces excesivamente) tremendista y sensacionalista hasta los límites de lo poético, que cuajó en la Escuela Helenística (por la que la denominamos “Retórica de Hermes”) e influyó decisivamente en la Historiografía de esta época.

Es una Historiografía, la Helenística, sometida a la escolar Retórica Isocrática, moralizante y rival de la poesía, que pretende moralizar y a la vez encandilar al lector contándole lo que por su inusitado, sorprendente, prodigiosa o sobrenatural naturaleza pudiera llamarle la atención y así “arrastrarle el alma” (psukhagogeîn) por su poder enhechizador, o bien (y tal vez al mismo tiempo) formarle y educarle con sus enseñanzas para, en una palabra, servirle de “ayuda” (ophéleia).[116] Así lo explica admirablemente Dionisio de Halicarnaso (I a. J. C.) en su Epístola a Cneo Pompeyo.[117]

También Éforo de Cime era fiel a la muy isocrática Historiografía retórica y moralizante que, más que la información del lector buscaba sobre todo su persuasión y edificación moral a través del elogio o la reprobación de los acontecimientos y los personajes históricos. Según Estrabón, Éforo se jactaba de exhibir en su Historia ejemplos (paradeígmata) edificantes que exhortaban a la práctica de la moralidad y la justicia.[118]

Dentro de la “Retórica de Hermes”, que pretendía absorber definitivamente a la Historiografía –un problema tratado, según Polibio,[119] por Éforo– surgió la variedad de “Retórica Clasicista”, basada en la imitación (mímesis) de los “clásicos”, que eran para Dionisio de Halicarnaso (I a. J. C.) los mejores oradores e historiadores concebibles.

Entramos, así, finalmente, en la “Retórica Clasicista”, una Retórica, a todas luces, escolar.

Es ésta una variedad de la Helenística Retórica escolar que nosotros llamamos “Retórica de Hermes” y, en efecto, va a ser la que predomine a lo largo de la Época Imperial Romana y de la Antigüedad Tardía, pues llega hasta la Época Bizantina.

En tiempos de Adriano (117-138 d. J. C.) nos encontramos con las clasicistas Historias de Cefalión, escritas en jonio e imitando a Heródoto hasta en la división de su obra en nueve libros titulados cada uno de ellos con el nombre de una Musa, si bien a veces imita la concisión, compacidad y brevedad de Tucídides.[120]

A L. Flavio Arriano (86-160 d. J. C.), natural de Nicomedia (ciudad de Bitinia), un griego que desempeñó un importante papel en la Administración Romana, lo define Luciano como “un romano de primera clase ligado a la cultura (paideía) durante toda su vida”.[121]

Flavio Arriano es un ejemplo espléndido de la convivencia de la koiné (que emplea en las Diatribas y el Enquiridion de Epicteto) con el Aticismo (en ático aticista está compuesta su Anábasis de Alejandro), con el Clasicismo (compuso unas Indiká, escritas en jonio libresco, en las que contaba el viaje de regreso de Nearco combinando, al estilo herodoteo, la Etnografía con la Historia), con el rebuscado arcaísmo lingüístico puro y duro (emplea formas arcaicas como el preverbio xun-, los reflexivos spheîs y hoû o los nominativos de plural en –ês de los sustantivos en –eús, la conjunción kaítoi, en vez de kaíper, ante participio con valor concesivo, lo que es poco frecuente aunque hay un ejemplo de este uso en Aristófanes),[122] y, a la postre y en suma, con la paideía retórica (pues quiere ser el Homero en prosa que cante las hazañas gloriosas de Alejandro Magno)[123] y con la nostalgia mimética del pasado glorioso de los Griegos (pues añora la jenofontea combinación de sabiduría (sophía), generalato y deporte cinegético –escribió un tratadito titulado Sobre la caza– dado que se llamaba “Jenofonte” también él).[124] Al fin y al cabo la cinegética forma parte también de la paideía de los griegos desde los tiempos míticos, pues se la enseñó el centauro Quirón a su pupilo Aquiles y como actividad educativa formó a hombres piadosos y respetuosos con la religión cultural de los helenos.[125]

En el capítulo 12 del libro I de su Anábasis de Alejandro[126] se lamenta Arriano de que Alejandro Magno no hubiera contado con un Homero, como sí lo tuvo, en cambio, Aquiles, que narrara en verso épico sus proezas, ni con un Píndaro para que las cantase con los ritmos, bailes y melodías de la Lírica Coral como hizo el gran poeta tebano con los éxitos de Hierón, Gelón o Terón, ni con un Jenofonte, que engrandeciera su “Retirada por tierra” (Anábasis) haciéndola tan famosa y renombrada como la “Retirada de los Diez Mil” desde el corazón de Asia Menor,[127] por lo que nadie, ni en prosa ni en verso se había propuesto la hazaña que ahora se propone él, que no se considera indigno de figurar entre los primeros en el manejo de la lengua griega, al igual que Alejandro Magno figura entre los primeros por el manejo estratégico de las empresas bélicas.[128]

No sólo eso. Él se jacta de poder decir cosas nuevas, en el tema de la caza o del arte cinegética, que el propio Jenofonte no sabía, sencillamente, porque en la Grecia de su tiempo no existían especiales razas de caballos y perros (el galgo, por ejemplo, que por vez primera llevaron los celtas al mundo mediterráneo, entonces no se conocía) que ahora –es decir, en su tiempo–, cuando el Imperio Romano se ha expandido por tantos espacios geográficos nuevos, se conocen muy bien.[129]

Arriano intenta ser un calco de Jenofonte en vida, obra y estilo. En su Expedición o Despliegue contra los alanos se llama a sí mismo “Jenofonte” y en el Periplo o Circunnavegación se refiere dos veces a “Jenofonte el Viejo”.[130] Compuso unas Diatribas o “Charlas” de Epicteto al igual que Jenofonte escribió sus Memorias de Sócrates. Con su Cinegético se propuso continuar la obra del historiador ateniense, tan aficionado a la caza, y la Anábasis de Alejandro está compuesta por un historiador que estilísticamente tenía, entre otros autores, a Jenofonte por modelo. Se aparta, lógicamente, del modelo jenofonteo al adoptar la lengua y el estilo de la Logografía jónica en su Índica (Indiká) y al combinar en el Anábasis las observaciones etnográficas y genealógicas con los mitos al estilo herodoteo (recordemos, por ejemplo, su sabrosa digresión, al hablar de Tiro, contando cómo Heracles robó las vacas del mítico rey Gerión, que según Hecateo, no era rey de Tartesos sino de Ambracia).[131]

Es cierto que en su Periplo y en su Tratado sobre Táctica y en su Despliegue contra los alanos se mantiene muy en la línea del estilo jenofonteo, pero en la Anábasis de Alejandro se vale de los estilos de los tres grandes historiadores, Heródoto – a quien, por cierto, mucho es lo que debe Arriano–[132], Tucídides y Jenofonte. Pues, por ejemplo, en varios pasajes detectamos la léxis eiroméne a base de epanalepsis,[133] rasgo estilístico de inconfundible sabor herodoteo, así como, en otros pasajes saboreamos, sin embargo, el original estilo tucidídeo. El discurso, por ejemplo, que, convertido en narración por Arriano, presumiblemente pronunciara Alejandro antes de la batalla de Gaugamela es de reconocible corte e innegable cuño tucidídeo.[134]

La “Retórica de Hermes” asoma por demasiadas partes empañando el contenido histórico de esta obra. Por ejemplo, aparte el hecho de que toda la narración está constituida por la exposición de los hechos documentales –que Arriano toma de sus fuentes Tolomeo Sotér y Aristobulo, que habían compuesto sus historias en koiné– entremezclados con “historias” (lógoi) extraídas de la tradición retórica escolar, el “panegírico de Alejandro” es excesivo[135] y está sobrecargado de hipérbole aderezada de exhibición mitológica,[136] y asimismo rezuma retórica escolar el debate que a orillas de río Hífasis entabla consigo mismo Alejandro reflexionado en voz alta ante sus tropas sobre si avanzar o no hacia el Océano. Es, ni más ni menos, una pieza de Retórica escolar provista de todos los requisitos del género.[137]

Es tan educativa, tan moral y moralizante, y, a la vez tan etnocéntrica la “Retórica de Hermes”, visible y detectable en la Anábasis de Alejandro de Arriano, que el héroe Alejandro Magno era un héroe griego comparable a Minos, Éaco, Radamantis, a Teseo el hijo de Posidón o a Jon el hijo de Apolo, y si vestía con extravagancia persa lo hacía sólo para complacer a sus súbditos, y si a veces bebía en exceso (como contaba Aristobulo), ello se debía a su deseo de ser cortés con sus camaradas, pues en realidad él era hombre de poca bebida.[138]

Al Alejandro de Arriano no le faltaba virtud alguna: era físicamente muy distinguido por su belleza y era además, de espíritu, muy abnegado, inteligente, valiente amante del honor y del peligro y muy devoto de la religión.[139]

Un autor como Apiano de Alejandría, que vive en el siglo II d. J. C., a lo largo de los reinados de Antonino Pío, Lucio Vero y Marco Aurelio, murió en los años 60 –es, pues, casi contemporáneo de Arriano– y escribió una Historia de Roma, se siente griego y trata la historia de su amada y muy admirada Roma, corazón de un importantísimo imperio gracias a su inigualable virtud,[140] con las estrategias y las maneras propias de un griego que ha gustado de la retórica paideía helénica, es decir, componiendo –inevitablemente, pues no podía ser de otro modo– una historia retórica cargada de discursos y episodios típicos de la elaboración escolar que se estilaba en las clases de Retórica. Con ellas se propone ilustrar a sus congéneres y copartícipes de la cultura y la lengua helénica acerca de la historia, las conquistas, los usos y costumbres de la gran Roma. Así, por ejemplo, pensando en sus lectores griegos, y exclusivamente en ellos, explica los significados de los insultos que Catilina dirigía a Cicerón tildándole de homo novus e inquilinus.[141]

Para este historiador la Retórica es más importante que la Historiografía, pues, por ejemplo, afirma en el Proemio que sólo se dispone a dar las fechas de los sucesos por él narrados en aquellos casos que realmente sea interesante darlas para confrontar cronológicamente importantes acontecimientos medidos en la distancia, mientras que las omitirá en los demás casos por considerar que proporcionarlas resultaría ocioso.[142] En cambio, pone una pasión desmedida y una vitalidad retórica extraordinaria en casos patéticos, como, por ejemplo, el de la respuesta oratoria de Lucio Calpurnio Pisón, que replicando a Cicerón peroraba haciendo uso de abundancia de recursos retóricos, en favor de Marco Antonio, cuya defensa había asumido, ante la cámara senatorial.[143]

Por lo demás, se percibe a lo largo de toda su obra el talante de un griego ilustrado, educado (pepaideuménos), que no se siente descontento de vivir su cultura ocupando un cargo (el de advocatus fisci) en la corte imperial de Roma y disfrutando de las ventajas de ser un ciudadano romano perteneciente al orden ecuestre, si bien todo ello sin renunciar a su orgullo de sentirse culturalmente un heleno de la ciudad helenizada de Egipto que era Alejandría.

Y así se explica que nos refiera lo que Homero –el poeta por antonomasia de los griegos cultos– sabía de Bitinia,[144] y cómo a Mitrídates VI, el rey del Ponto y acérrimo enemigo de los romanos en el siglo I a. J. C. lo presentaba como civilizado “filheleno”, al parecer con toda razón pues se había interesado por la cultura griega hasta el punto de haberse hecho copiar el semblante y las acciones de Alejandro Magno.[145] Del mismo modo hay que interpretar el hecho de que proporcione a sus lectores las equivalencias griegas de los nombres latinos de las instituciones romanas, que organice su relato histórico, al estilo herodoteo, por provincias o naciones o pueblos (itálicos, samnitas, celtas, sicilianos, ibéricos, Aníbal, cartagineses –junto con libios y númidas–, macedonios e ilirios, griegos y jonios, sirios –junto con seléucidas y partos–),que le dan pie a referir los principales acontecimientos históricos de Roma (las guerras, conquistas, las relaciones con Mitrídates, las guerras civiles, etc.), y que, por si esto fuera poco, nos regale interesantes discursos retorizados –al estilo de la antigua, ejemplar y castiza Historiografía ática que se estudiaba en la escuela de Retórica– que constituyen aproximadamente una décima parte de su Historia Romana y que, junto con unas pocas descripciones y explicaciones de las Guerras Civiles –la parte más interesante de su Historia– son, sin lugar a dudas, lo mejor de su obra.

La influencia de Tucídides y de Jenofonte en su lengua y estilo se perciben también. Esta influencia le llegó sin duda a través de la formalista, rígida e inviolable doctrina de Retórica escolar basada en el aprendizaje a través de la mímesis de los clásicos, pues en el griego que emplea Apiano perviven rasgos más bien propios del Aticismo que del ático (la evitación escrupulosa del hiato, el empleo estricto y excesivo del dual, así como de una legión de optativos y de una fraseología estereotipada de corte, a todas luces escolar y clasicista) amancebados en simpático concubinato con rasgos indudables de la koiné que son detectables sobre todo en los usos sintácticos de los participios y de las preposiciones. Los discursos constituyen, en cuestión de estilo, claramente la mejor parte de su obra, en la cual hay, sin embargo, determinados pasajes no discursivos u oratorios que son retóricamente paradigmáticos por su elocuencia, su animación, su viveza y su contundencia (por ejemplo, la introducción o proemio, que consta de sólo seis párrafos, a la “Historia de las Guerras Civiles”) y, en particular, la descripción, de claro sabor tucidídeo, de las primeras confrontaciones entre facciones civiles en Roma.[146] También se le nota a Apiano el bagaje técnico de la Retórica escolar en las descripciones dramáticas de los hechos (la resistencia numantina,[147] el alivio del miedo en Roma al día siguiente de conocerse la “Conjuración de Catilina”[148]) y en las pormenorizadas descripciones psicológicas de los personajes (la vanidad de Catilina[149] y la astucia política de César y de Cicerón[150]).

La paideía retórica, el Aticismo y la clasicista y escolar mímesis del estilo y de las concepciones históricas de Tucídides (por ejemplo, el empleo frecuente de marcadas antítesis o el hincapié puesto en las discrepancias constatables entre las apariencias y las realidades) son asimismo indisimulables en la obra de Casio Dión (164-230 d. J. C.), a pesar de que él personalmente estaba muy lejos de imitar a su modelo estilístico en lo que a la religión se refiere, pues, bien al contrario, concede enorme importancia a lo sobrenatural y dispensa consiguientemente buena acogida a la magia, la superstición y los portentos, rasgos todos estos muy característicos de la Antigüedad Tardía, que, de algún modo y a juzgar por determinados aspectos, ya se anuncia en la obra de este historiador.

En efecto, este historiador concede tanta importancia a lo sobrenatural, que no sólo cree en una dirección divina de los procesos históricos, sino que, según nos refiere él personalmente, tuvo una serie de sueños y contempló unos cuantos portentos que, a modo de augurios o presagios, le empujaron a acometer la empresa de escribir primeramente una historia de las guerras que siguieron inmediatamente a la muerte de Cómodo y luego toda una Historia de Roma.[151]

No obstante, Dión Casio, admirador de Tucídides, era extraordinariamente fiel a los modos, estilo y maneras de la Historiografía Clásica. Así, por ejemplo, hace frecuente uso de los discursos (un discurso largo por libro, por lo menos) y emplea estos discursos de sus personajes para ofrecer con ellos debates políticos sobre constituciones y temas políticos, por ejemplo: en el libro LII nos ofrece sendos largos discursos –inventados de acuerdo con la ley de la “probabilidad” (eikós)– de Agripa y Mecenas ante Augusto, defendiendo el primero la democracia y el segundo la monarquía, procediendo así de forma similar a como hicieran ya previamente Heródoto y Tucídides[152]. Sólo en la escuela de Retórica y a través de la mímesis, pudo Dión Casio aprender el método y la retórica estrategia de exponer los rasgos de las constituciones políticas a través de discursos fingidos de los personajes históricos. Otro ejemplo: en el libro XXXVIII, César pronuncia ante sus oficiales y suboficiales una larga arenga, que se extiende por once capítulos (36-47), dándoles ánimos y justificando la batalla contra Ariovisto y los helvecios que está a punto de empezar.

También la “Historiografía Trágica” o “Historiografía de efectos emocionales”, que gusta de sensacionalismos, sentimentalismos, anécdotas, fábulas, narraciones de sucesos maravillosos, promocionada primeramente por Gorgias de Leontinos y luego hija de la Retórica Escolar, que había influido en Ctesias de Cnido (finales del siglo V a. J. C.),[153] y luego, a través de la Retórica Escolar, en Éforo y Teopompo, discípulos de Isócrates, en Dúride de Samos, discípulo de Teofrasto, y en Filarco de Atenas (III a. J. C.), influyó asimismo en Dión Casio. No hay más que recordar cómo narra el suicidio de Marco Antonio y su muerte en brazos de Cleopatra.[154]

Aunque toma mucho material de Dión Casio, Herodiano, probablemente de Antioquía, oficial en la Roma ya del siglo III d. J. C. y autor de una Historia del Imperio Romano después de Marco[155] en ocho libros que comprendían desde el reinado de Marco Aurelio al de Gordiano (180-238), es un autor sobrado de retórica o, mejor dicho, un usuario de un tipo especial de Retórica exuberante, en exceso ornamentada y desprovista de la contención, la gravedad y el control que caracterizaban la obra, que era también claramente retórica si bien más comedida en el empleo de los recursos propios del Arte de la Oratoria, de Dión Casio.

Aunque en el prólogo profesa practicar la misma akríbeia o “exactitud” que propugnara Tucídides, lo cierto es que, como también promete al lector cierto agradable esparcimiento en la lectura, cumple esta promesa y por ello se regodea en exceso en las licencias retóricas y se apasiona por las descripciones que nos brinda aureoladas de una contenida emoción y como si fueran el fruto de competitivos ejercicios de escuela de Retórica.[156]

Se siente muy orgulloso de la paideía griega, explica la decadencia de las gloriosas ciudades de la Hélade por los celos mutuos que terminaron por debilitarlas y convertirlas en fácil presa de macedonios y romanos,[157] se nota que escribe preferentemente para griegos que no conocen ni el Imperio ni los usos y costumbres de los romanos,[158] y combina admirablemente la koiné con estupendos textos en los que pone en práctica sus conocimientos retóricos escolares para imitar a maestros como Tucídides, Jenofonte y Demóstenes, y, a pesar de que a veces se le va la mano y resulta hiperbólico,[159] en otras ocasiones –como, por ejemplo, cuando describe a Marco Aurelio– se expresa con dignidad y un estilo y empaque tucidídeos.[160]

También ecos tucidídeos, o sea, ecos de la Retórica Escolar de aprendizaje mimético de los autores canónicos y clásicos, se encuentran en los fragmentos que sobreviven (sobre todo en la Historia Nueva de Zósimo, historiador del siglo V d. J. C.) de la obra historiográfica de Publio Herenio Dexipo (muy retórico e imitador de Tucídides),[161] historiador ateniense del siglo III d. J. C. Zósimo es un historiador que contempla la definitiva decadencia del Imperio Romano, en los siglos V-VI d. J. C., y la interpreta como una consecuencia del rechazo del paganismo para sustituirlo por el Cristianismo. Partidario incondicional, consecuentemente, del añorado Juliano el Apóstata fue, naturalmente, encarnizado enemigo de Constantino I y de Teodosio y, por ende, de los cristianos en general.

En su Historia Nueva, al empezar a redactar los hechos, a partir del año 407 d. J. C., cambió de fuente sustituyendo a Eunapio de Sardes (345-420 d. J. C.), de quien es –se diga lo que se diga– a todas luces dependiente, por Olimpiodoro, y consiguientemente alteró de esta guisa su consideración de los hechos generales y de los particulares, y así, por ejemplo, un personaje relevante como Estilicón, pasó de ser hostil a favorable.

Finalmente, terminamos nuestro recorrido con Olimpiodoro de Tebas (Egipto) (378-425 D. J. C.), historiador cuya obra conocemos gracias a la cuarentena de fragmentos de ella conservados en la Biblioteca de Focio.[162] Era asimismo pagano convencido, aunque dedicó su obra al emperador cristiano Teodosio II. Apoyó en su Historia en 22 libros, a Estilicón, que pretendió la unificación del Imperio de Oriente y de Occidente, fue regente durante la minoría de edad de Honorio y contuvo a Alarico en su primer intento de penetrar en Italia el año 402 d. J. C. Consideraba paisano a Homero, como si el eximio poeta hubiera sido también natural de la egipcia Tebas. Con ello, el etnocentrismo cultural de los griegos formados en la paideía retórica helénica sale, una vez más, a relucir.

Un proceso que, en definitiva, ha durado muy largo tiempo.

 

 

Antonio López Eire (1944-2008)

Universidad de Salamanca


 

Bibliografía

Bonner, S. F (1949), Roman declamation in the Late Republic and Early Empire, Berkeley: University of California Press.

____ (1977), Education in Ancient Rome: From yhe elder cato to the younger Pliny, Londres: Methuen.

Bosworth, A. B. (1980-5), A Historical Commentary on Arrian’s History of Alexander, 2 vols., Oxford: University Press.

____ (1988), From Arrian to Alexander, Oxford: University Press.

Cairns, F. (1972), Generic Composition in Greek and Roman Poetry, Edimburgo.

Cousin, J., (1936), Études sur Quintilien, París: Belles Letres.

Grundmann, H. R. (1886), Quid in elocutione Arriani Herodoto debeatur, Berlín: Berliner Studien.

Hornblower, S. (1981), Hieronymus of Cardia, Oxford, Clarendon, 1981.

Hubbell, H. M. (1913), The Influence of Isocrates on Cicero, Dionysius and Aristides, tes. doct., N. Haven-Yale, Oxford.

López Eire, A. (1992), “Oratoria, Retórica y Filantropía en las Epístolas de Libanio”, en Humanitas. In honorem Antonio Fontán, Madrid, pp. 269-279.

____ (1996),L'influence de l'ionien-attique sur les autres dialectes épigraphiques et l'origine de la koiné”, en C. Brixhe (comp.), La koiné grecque antique. II La concurrence, Nancy: A. D. R. A., pp. 7-42.

____ (1996a), “De la Retórica Moral a la Carta de Intercesión”, en A. López Eire, Semblanza de Libanio, México: Universidad Nacional Autónoma de México, pp. 85-154.

____ (1996b), Semblanza de Libanio, México: Universidad Nacional Autónoma de México.

____ (2006), “Retórica escrita y Epistolografía en la obra de Libanio”, Topoi Suppl. 7, 277-294.

Marrou, H. I. (1948), Histoire de l’éducation dans l’antiquité. Vol. I: Le monde grec, París: 1948.

Nilsson, M. P. (1955), Die hellenistische Schule, Múnich: Beck.

Russell, D. A. (1983), Greek Declamation, Cambridge: Cambridge University Press.

Seeck, O. (1906=1966) Die Briefe des Libanios, Leipzig: Teubner (reimpr. Hildesheim: Georg Olms, 1966).

Wiedeman, T. (1990), “Rhetoric in Polybius”, en H. Verdin, G. Schepens, E. de Keyser (eds.), Purposes of History. Studies in Greek from 1th to the 2nd Centuries B. C., Lovaina, pp. 289-300.



[1] Nuestro agradecimiento a la DGCYT (BFF 2003-05370) por su apoyo económico.

[2] LXX 2 Ma., 4.13: ἦν δ’ οὕτως ἀκμή τις Ἑλληνισμοῦ καὶ πρόσβασις ἀλλοφυλισμοῦ διὰ τὴν τοῦ ἀσεβοῦς καὶ οὐκ ἀρχιερέως Ἰάσωνος ὑπερβάλλουσαν ἀναγνείαν ὥστε μηκέτι περὶ τὰς τοῦθυσιαστηρίου λειτουργίας προθύμους εἶναι τοὺς ἱερεῖς, ἀλλὰ τοῦ μὲν νεὼ καταφρονοῦντες καὶ τῶν θυσιῶν ἀμελοῦντες ἔσπευδον μετέχειν τῆς ἐν παλαίστρῃ παρανόμου χορηγίας μετὰ τὴν τοῦ δίσκου πρόσκλησιν, καὶ τὰς μὲν πατρῴους τιμὰς ἐν οὐδενὶ τιθέμενοι, τὰς δὲ Ἑλληνικὰς δόξας καλλίστας ἡγούμενοι.

[3] Cf. López Eire (1992) y (1996).

[4] Cf. Marrou (1948: 128).

[5] Cf. Hubbell (1913).

[6] Cf. López Eire (1996: 85-145).

[7] Isoc. 4.50: μᾶλλον Ἕλληνας καλεῖσθαι τοὺς τῆς παιδεύσεως τῆς ἡμετέρας ἢ τοὺς τῆς κοινῆς φύσεως μετέχοντας.

[8] Isocr. 15. 276.

[9] D. H. Isoc. 1: σπουδὴν μὲν ἐποιεῖτο πράττειν τε καὶ λέγειν τὰ πολιτικά, ὡς δὲ ἡ φύσις ἠναντιοῦτο, τὰ πρῶτα καὶ κυριώτατα τοῦ ῥήτορος ἀφελομένη, τόλμαν τε καὶ φωνῆς μέγεθος, ὧν χωρὶς οὐχ οἷόν τε ἦν ἐν ὄχλῳ λέγειν, ταύτης μὲν ἀπέστη τῆς προαιρέσεως.

[10] D. H. Isoc. 2: ἀναγνώσεώς τε μᾶλλον οἰκειότερός ἐστιν ἢ χρήσεως. τοιγάρτοι τὰς μὲν ἐπιδείξεις τὰς ἐν ταῖς πανηγύρεσι καὶ τὴν ἐκ χειρὸς θεωρίαν φέρουσιν αὐτοῦ οἱ λόγοι, τοὺς δὲ ἐν ἐκκλησίαις καὶ δικαστηρίοις ἀγῶνας οὐχ ὑπομένουσι.

[11] Cf. López Eire (2006).

[12] D. H. Lys. 2: καὶ παρακελευσαίμην ἂν τοῖς βουλομένοις καθαρῶς γράφειν ἢ λέγειν ἐκεῖνον τὸν ἄνδρα ποιεῖσθαι παράδειγμα ταύτης τῆς ἀρετῆς.

[13] Isoc. 15. 271: σοφοὺς μὲν νομίζω τοὺς ταῖς δόξαις ἐπιτυγχάνειν ὡς ἐπὶ τὸ πολὺ τοῦ βελτίστου δυναμένους, φιλοσόφους δὲ τοὺς ἐν τούτοις διατρίβοντας, ἐξ ὧν τάχιστα λήψονται τὴν τοιαύτην φρόνησιν.

[14] D. H. Th. 2: μέχρι τοῦ παρόντος καὶ οὐδεμίαν ἐκδεδωκὼς γραφήν, ἐν ᾗ κατηγορῶ τινος, ἔξω μιᾶς πραγματείας, ἣν συνεταξάμην ὑπὲρ τῆς πολιτικῆς φιλοσοφίας πρὸς τοὺς κατατρέχοντας αὐτῆς ἀδίκως.

[15] D. H. Comp.1.

[16] D. H. Comp. 1.

[17] D. H. Comp. 1: ἀλλὰ ποίημα μὲν καὶ γέννημα παιδείας καὶ ψυχῆς τῆς ἐμῆς, κτῆμα δὲ [σοὶ] τὸ αὐτὸ καὶ χρῆμα πρὸς ἁπάσας τὰς ἐν τῷ βίῳ χρείας ὁπόσαι γίνονται διὰ λόγων ὠφέλιμον, ἀναγκαιότατον ἁπάντων χρημάτων, εἴ τι κἀγὼ τυγχάνω τῶν δεόντων φρονῶν, ἅπασι μὲν ὁμοίως τοῖς ἀσκοῦσι τοὺς πολιτικοὺς λόγους, ἐν ποτἂν ἡλικίᾳ τε καὶ ἕξει τυγχάνωσιν ὄντες· μάλιστα δὲ τοῖς μειρακίοις τε καὶ νεωστὶ τοῦ μαθήματος ἁπτομένοις ὑμῖν, Ῥοῦφε Μετίλιε πατρὸς ἀγαθοῦ κἀμοὶ τιμιωτάτου φίλων..

[18] Isoc. 4.50: μᾶλλον Ἕλληνας καλεῖσθαι τοὺς τῆς παιδεύσεως τῆς ἡμετέρας τοὺς τῆς κοινῆς φύσεως μετέχοντας.

[19] Isoc. 9.11: Ὅμως δὲ καίπερ τοσοῦτον πλεονεκτούσης τῆς ποιήσεως, οὐκ ὀκνητέον, ἀλλἀποπειρατέον τῶν λόγων ἐστὶν.

[20] Rh. ad Her. 1.1: artem sine adsiduitate dicendi non multum iuvare. Rh. ad Her. 4.69 haec omnia adipiscemur si rationes praeceptionis diligentia consequemur exercitationis.

[21] Rh. ad Her. 1.1: non enim in se parum fructus habet si copia dicendi et commoditas orationis, si recta intelligentia et definita animi moderatione gobernetur.

[22] Rh. ad Her. 4. 69: ergo amplius in arte rhetorica nihil est.

[23] Rh. ad Her. 4. 69.

[24] Rh. ad Her. 2. 47: Conclusiones, quae apud Graecos epilogi nominatur, tripertitae sunt. IV, 10 Bipertita igitur erit nobis elocutionis praeceptio. 4.11: Sunt igitur tria genera, quae genera nos figuras apellamus.

[25] Rh. ad Her. 4. 10: Primum dicemus quibus in generibus semper omnis oratoria elocutio debeat esse; deinde ostendemus quas res semper habere debeat.

[26] Rh. ad Her. 4. 11: Sunt igitur tria genera, quae genera nos figuras apellamus in quibus omnis oratio non vitiosa consumitur: unam gravem, alteram mediocrem, tertiam extenuatam vocamus.

[27] Rh. ad Her. 4. 10: semper omnis oratoria elocutio.

[28] Rh. ad Her. 2. 27-30.

[29] Rh. ad Her. 2. 27-29: item vitiosum est.

[30] Rh. ad Her. 4. 18: si vitabimus eiusdem litterae nimiam adsiduitatem.

[31] Rh. ad Her. 2. 43: item verendum est.

[32] Rh. ad Her. 2. 43: item considerandum est.

[33] Cic. De inv. 2. 12; 2. 155.

[34] Quint. 3. 3. 4 ss.

[35] Quint. 3. 3. 8.

[36] Plu. Pomp. 42.

[37] Quint. 2. 4. 41.

[38] Rh. ad Her. 4. 69: Nam et simul libenter exercemur propter amicitiam, cuius initium cognatio fecit, cetera philosophiae ratio confirmavit.

[40] Rh. ad Her. 1. 1: Non enim spe quaestus aut gloria commoti venimus ad scribendum quemadmodum ceteri, sed ut industria nostra tuae morem geramus voluntati.

[41] Hor. Carm. 10. 1-5.

[42] Them. 332 B: ὁρῶ δὲ ἔγωγε νεὼς μὲν τῷ Ἑρμῇ κατὰ πᾶσαν ὁμοίως χώραν τε καὶ πόλιν δειμαμένους, τὰ διδασκαλεῖα δὲ τῶν λόγων οὐκ ἀξιοῦντας ὑπολαμβάνειν Ἑρμοῦ νεὼς ἀληθεστέρους.

[43] hMerc. 292.

[44] Hom. Il. 24. 376-7; 344.

[45] Pl. Crat. 407 E: Ἀλλὰ μὴν τοῦτό γε ἔοικε περὶ λόγον τι εἶναι Ἑρμῆς, καὶ τὸ ἑρμηνέα εἶναι καὶ τὸ ἄγγελον καὶ τὸ κλοπικόν τε καὶ τὸ ἀπατηλὸν ἐν λόγοις καὶ τὸ ἀγοραστικόν, περὶ λόγου δύναμίν ἐστιν πᾶσα αὕτη πραγματεία.

[46] NT, Act.Ap. 14. 11: οἵ τε ὄχλοι ἰδόντες ἐποίησεν Παῦλος ἐπῆραν τὴν φωνὴν αὐτῶν Λυκαονιστὶ λέγοντες, Οἱ θεοὶ ὁμοιωθέντες ἀνθρώποις κατέβησαν πρὸς ἡμᾶς ἐκάλουν τε τὸν Βαρναβᾶν Δία, τὸν δὲ Παῦλον Ἑρμῆν ἐπειδὴ αὐτὸς ἦν ἡγούμενος τοῦ λόγου.

[47] Procl. In R. 1. 69: δὲ πειθοῦς δημιουργὸς οὐκ ἄλλος Ἑρμῆς, διὃν καὶ δημηγοροῦσιν ἄλλοι θεοὶ κατἄλλους, καὶ πρὸς πάντας Ζεὺς τὸν ἐν ἑαυτῷ προχειρίσας Ἑρμῆν..

[48] Luc. APlb. 2: ἢν μὲν οὖν κατἀξίαν ὑποδὺς τὸ σὸν πρόσωπον ὑποκρίνωμαι, εὖ ἂν ἡμῖν ἔχοι καὶ τῷ Λογίῳ θύσομεν.

[49] Luc. Gall. 2: ἐγὼ δὲ Ἑρμοῦ πάρεδρος ὢν λαλιστάτου καὶ λογιωτάτου θεῶν ἁπάντων καὶ τὰ ἄλλα ὁμοδίαιτος ὑμῖν καὶ σύντροφος οὐ χαλεπῶς ἔμελλον ἐκμαθήσεσθαι τὴν ἀνθρωπίνην φωνήν.

[50] Cf. O. Seeck, Acacius I, p. 38.

[51] Lib. Ep. 1222, 2 F: πολὺ γὰρ ἐν Καππαδοκίᾳ τὸ Ἑρμοῦ καὶ ῥεύματα λόγων ἄφθονα.

[52] Cf. O. Seeck, Maximus VI, p. 207.

[53] Lib. Ep. 656, 2 F: κεχωρηκότα τῷ μὲν παρελθόντι χρόνῳ τὴν εἰς τὸν Ἑρμῆν ὅρισον χάριν, τὰ λοιπὰ δὲ ἔστω φιλανθρωπότερα μᾶλλον ἀκριβέστερα.

[54] Por ejemplo: Lib. Ep. 140 F (A Albanio), 199 F (A Sofronio), 208 F (A Ampelio), 226 F (A los colegas de Elpidio), 245 y 269 F (A Euterio), 359 F (A Baso), etc.

[55] Cf. Nilsson (1955), passim.

[56] Aristid. Or. 45. 6. 7: (καλῶ δ’ ἐπὶ τούτῳ τῷ τολμήματι καὶ Ἑρμῆν λόγιον καὶ Ἀπόλλωνα μουσηγέτην καὶ Μούσας ἁπάσας ἡγεμόνας γενέσθαι.

[57] Jul. Or. 4. 132ª: Ἀλλἔμοιγε τούτου παρασταίη βοηθὸς τε λόγιος Ἑρμῆς ξὺν ταῖς Μούσαις τε Μουσηγέτης Ἀπόλλων, ἐπεὶ καὶ αὐτῷ προσήκει τῶν λόγων, καὶ δοῖεν δὲ εἰπεῖν ὁπόσα τοῖς θεοῖς φίλα λέγεσθαί τε καὶ πιστεύεσθαι περὶ αὐτῶν.

[58] Isoc. 11. 11: Ὅμως δὲ καίπερ τοσοῦτον πλεονεκτούσης τῆς ποιήσεως, οὐκ ὀκνητέον, ἀλλἀποπειρατέον τῶν λόγων ἐστὶν.

[59] Theophr. Fr. 64 Wimmer: τοῦ λόγου σχέσεις ἔχοντος τὴν μὲν πρὸς τοὺς ἀκροατὰς τὴν δὲ πρὸς τὰ πράγματα, τὴν μὲν πρὸς τοὺς ἀκροατὰς ποιηταὶ καὶ ῥήτορες διώκουσι,τὴν δὲ πρὸς τὰ πράγματα φιλόσοφοι.

[60] Theophr. Fr. 65 Wimmer: Διττῆς γὰρ οὔσης τῆς τοῦ λόγου σχέσεως, καθὰ διώρισεν φιλόσοφος Θ., τῆς τε πρὸς τοὺς ἀκροωμένους οἷς καὶ σημαίνει τι, καὶ τῆς πρὸς τὰ πράγματα ὑπὲρ ὧν λέγων πεῖσας προτίθεται τοὺς ἀκροωμένους, περὶ μὲν τὴν σχέσιν αὐτοῦ τὴν πρὸς τοὺς ἀκροατὰς καταγίνονται ποιητικὴ καὶ ῥητορική.

[61] En torno al 500 d. C. Prisciano tradujo al latín los Progymnasmata de Hermógenes.

[62] Rh. ad Her. 3. 2.

[63] Rh. ad Her. 1. 19.

[64] Isoc. Or. 14. 1: Εἰδότες ὑμᾶς, ὦ ἄνδρες Ἀθηναῖοι, καὶ τοῖς ἀδικουμένοις προθύμως βοηθεῖν εἰθισμένους καὶ τοῖς εὐεργέταις μεγίστην χάριν ἀποδιδόντας, ἥκομεν ἱκετεύσοντες μὴ περιιδεῖν ἡμᾶς εἰρήνης οὔσης ἀναστάτους ὑπὸ Θηβαίων γεγενημένους.

[65] Cf. López Eire (1996) y (2003).

[66] Cf. Bonner (1949) y Russell (1983).

[67] Quint. 2. 4. 1. Cf. Cousin (1936, I: 113).

[69] Rh. ad Her. 1. 13.

[70] Rh. ad Her. 1. 13.

[71] Theon Rhetor, Prog. 63: καὶ πάλιν Ὅμηρος ἅλωσιν πόλεως τοῦτον τὸν τρόπον εἴρηκεν, ἄνδρας μὲν κτείνουσι, πόλιν δέ τε πῦρ ἀμαθύνει, τέκνα δέ τἄλλοι ἄγουσι, βαθυζώνους τε γυναῖκας. δὲ Δημοσθένης οὕτως, ὅτε γοῦν ἐπορευόμεθα εἰς Δελφούς, ἐξ ἀνάγκης ὁρᾶν ἦν ταῦτα πάντα, οἰκίας κατεσκαμμένας, τείχη περιῃρημένα, χώραν ἔρημον τῶν ἐν ἡλικίᾳ, γύναια δὲ καὶ παιδάρια ὀλίγα, καὶ πρεσβύτας ἀνθρώπους οἰκτρούς.

[72] Theon Rhetor, Prog. 70: ταῦτα μὲν οὖν παρεθέμην, οὐ νομίζων μὲν ἅπαντα εἶναι πᾶσιν ἀρχομένοις ἐπιτήδεια, ἀλλἵνα ἡμεῖς εἰδῶμεν, ὅτι πάνυ ἐστὶν ἀναγκαῖον τῶν γυμνασμάτων ἄσκησις οὐ μόνον τοῖς μέλλουσι ῥητορεύειν, ἀλλὰ καὶ εἴ τις ποιητῶν λογοποιῶν ἄλλων τινῶν λόγων δύναμιν ἐθέλει μεταχειρίζεσθαι. ἔστι γὰρ ταῦτα οἱονεὶ θεμέλια πάσης τῆς τῶν λόγων ἰδέας.

[73] Se lo atribuyó por vez primera Victorio Marcelo (II d. J. C.) basándose en Quint. Institutio Oratoria 3. 4. 9.

[74] Anaxim. Rh. FGrHist 72 T 13 = D. H. Is.19: Ἀναξιμένην δὲ τὸν Λαμψακηνὸν ἐν ἁπάσαις μὲν ταῖς ἰδέαις τῶν λόγων τετράγωνόν τινα εἶναι βουλόμενον—καὶ γὰρ ἱστορίας γέγραφε καὶ περὶ τοῦ ποιητοῦ συντάξεις καταλέλοιπε καὶ τέχνας ἐξενήνοχεν, ἧπται δὲ καὶ συμβουλευτικῶν καὶ δικανικῶν (T 17) ἀγώνων—, οὐ μέντοι τέλειόν γε ἐν οὐδεμιᾶι τούτων τῶν ἰδεῶν, ἀλλ’ ἀσθενῆ καὶ ἀπίθανον ὄντα.

[75] D. H. Vett. Orat. 2: ἡ μὲν Ἀττικὴ μοῦσα καὶ ἀρχαία καὶ αὐτόχθων ἄτιμον εἰλήφει σχῆμα, τῶν ἑαυτῆς ἐκπεσοῦσα ἀγαθῶν, ἡ δὲ ἔκ τινων βαράθρων τῆς Ἀσίας ἐχθὲς καὶ πρῴην ἀφικομένη, Μυσὴ ἢ Φρυγία τις ἢ Καρικόν τι κακόν, [ἢ βάρβαρον] Ἑλληνίδας ἠξίου διοικεῖν πόλεις ἀπελάσασα τῶν κοινῶν τὴν ἑτέραν, ἡ ἀμαθὴς τὴν φιλόσοφον καὶ ἡ μαινομένη τὴν σώφρονα.

[76] FGrHist 328 Φιλόχορος δὲ ἐν τῆι Ἀτθίδι παρὰ τοῖς παλαιοῖς φησὶ τὸν ἀμφορέα καλεῖσθαι κάδον καὶ τὸ ἡμιαμφόριον ἡμικάδιον.

[77] Brut. 325: genera autem Asiaticae dictionis duo sunt: unum sententiosum et argutum, sententiis non tam gravibus et severis quam concinnis et venustis, qualis in historia Timaeus, in dicendo autem pueris nobis Hierocles Alabandeus, magis etiam Menecles frater eius fuit ... aliud ... non tam sententiis frequentatum quam verbis volucre atque incitatum, quale est nunc Asia tot.

[78] Plb. 12. 26b. 4: Σικελίαν μεγαλομερεστέραν ποιῆσαι τῆς συμπάσης Ἑλλάδος.

[79] Plb. 12. 7. 1: ὅταν ἅπαξ ἢ ψέγειν ἢ τοὐναντίον ἐγκωμιάζειν τινὰ πρόθηται, πάντων ἐπιλανθάνεται καὶ πολύ τι τοῦ καθήκοντος παρεκβαίνει.

[80] Plb. 12. 26b. 4: τοσούτους ἐκτείνει λόγους καὶ τοιαύτην ποιεῖται σπουδὴν περὶ τοῦ τὴν μὲν Σικελίαν μεγαλομερεστέραν ποιῆσαι τῆς συμπάσης Ἑλλάδος, τὰς δ’ ἐν αὐτῇ πράξεις ἐπιφανεστέρας καὶ καλλίους τῶν κατὰ τὴν ἄλλην οἰκουμένην, τῶν δ’ ἀνδρῶν τῶν μὲν σοφίᾳ διενηνοχότων σοφωτάτους τοὺς ἐν Σικελίᾳ, τῶν δὲ πραγματικῶν ἡγεμονικωτάτους καὶ θειοτάτους τοὺς ἐκ Συρακουσῶν, ὥστε μὴ καταλιπεῖν ὑπερβολὴν τοῖς μειρακίοις τοῖς ἐν ταῖς διατριβαῖς καὶ τοῖς (περι)πάτοις πρὸς τὰς παραδόξους ἐπιχειρήσεις, ὅταν ἢ Θερσίτου λέγειν ἐγκώμιον ἢ Πηνελόπης πρόθωνται ψόγον ἤ τινος ἑτέρου τῶν τοιούτων.

[81] Plb. 12. 24: διότι τῆς γῆς τῆς ὑπὸ τῷ κόσμῳ κειμένης εἰς τρία μέρη διῃρημένης, καὶ τῆς μὲν Ἀσίας, τῆς δὲ Λιβύης, τῆς δ’ Εὐρώπης προσαγορευομένης.

[82] Plb. 12. 25d. 1: Τῷ δὲ Τιμαίῳ καὶ ἕτερόν τι χωρὶς τῶν προγεγραμμένων συμβέβηκεν· ἀποκαθίσας γὰρ Ἀθήνησι σχεδὸν ἔτη πεντήκοντα καὶ πρὸς τοῖς τῶν προγεγονότων ὑπομνήμασι γενόμενος ὑπέλαβε τὰς μεγίστας ἀφορμὰς ἔχειν πρὸς τὴν ἱστορίαν, ἀγνοῶν, ὥς γ’ ἐμοὶ δοκεῖ. ἐχούσης γάρ τι παραπλήσιον τῆς ἱστορίας καὶ τῆς ἰατρικῆς.

[83] Plb. 12. 24: οὐ γὰρ τὰ ῥηθέντα γέγραφεν, οὐδ’ ὡς ἐρρήθη κατ’ ἀλήθειαν, ἀλλὰ προθέμενος ὡς δεῖ ῥηθῆναι.

[84] Plb. 12. 12b. 3: καὶ Δημοσθένην μὲν καὶ τοὺς ἄλλους ῥήτορας τοὺς κατ’ ἐκεῖνον τὸν καιρὸν ἀκμάσαντας ἐπαινεῖ καί φησι τῆς Ἑλλάδος ἀξίους γεγονέναι, διότι ταῖς Ἀλεξάνδρου τιμαῖς ταῖς ἰσοθέοις ἀντέλεγον.

[85] FGrHist 556 F 11 y 12.

[86] Plb. 12. 24. 5: οὗτος γὰρ ἐν μὲν ταῖς τῶν πέλας κατηγορίαις πολλὴν ἐπιφαίνει δεινότητα καὶ τόλμαν, ἐν δὲ ταῖς ἰδίαις ἀποφάσεσιν ἐνυπνίων καὶ τεράτων καὶ μύθων ἀπιθάνων καὶ συλλήβδην δεισιδαιμονίας ἀγεννοῦς καὶ τερατείας γυναικώδους ἐστὶ πλήρης.

[87] Ephor. F 111: ταύτας δὲ τὰς δόξας πρότερον μὲν Ἐφόρωι φησὶ προσπεσεῖν.

[88] Timae., FGrHist 566 F 7: δεύτερον αὐτὸ τὸ συναθροῖσαί φησι τὴν παρασκευὴντὴν πρὸς τὴν ἱστορίαν μεῖζον ἔργον εἶναι τῆς ὅλης πραγματείας τῆς περὶ τοὺς ἐπιδεικτικοὺς λόγους.

[89] Timae. FGrHist 566 F 105: οἷον ἦν τὸ περὶ τῆς Εὐριπίδου γενέσεως καὶ τελευτῆς, γενομένου μὲν ἡμέραι, καθἣν οἱ Ἕλληνες ἐναυμάχουν ἐν Σαλαμῖνι πρὸς τὸν Μῆδον, ἀποθανόντος δὲ καθἣν ἐγεννήθη Διονύσιος πρεσβύτερος τῶν ἐν Σικελίαι τυράννων, ἅμα τῆς Τύχης, ὡς Τίμαιος ἔφη, τὸν μιμητὴν ἐξαγούσης τῶν τραγικῶν παθῶν καὶ τὸν ἀγωνιστὴν ἐπεισαγούσης.

[90] Timae. FGrHist 566 F 150. Cic. De nat. deor. 2, 69: concinneque, ut multa, Timaeus, qui cum in historia dixisset, qua nocte natus Alexander esset, eadem Dianae Ephesiae templum deflagravisse, adiunxit minime id esse mirandum, quod Diana, cum in partu Olympiadis adesse voluisset, afuisset domo.

[91] Sen. Con. IV, 5.

[92] Cic. Rosc. 145.

[93] Lib. XLV (De Vinctis), 11: Δακρύεις, βασιλεῦ. πολλὰ ἀγαθά σοι γένοιτο διὰ τὴν ἄγαν χρηστότητα, καὶ ἔγωγε, νὴ τὸν Δία καὶ πάντας τοὺς θεούς, τοῦτὄψεσθαι προσεδόκων. ἀλλὄντων δεινῶν τῶν εἰρημένων ἔνι τι μεῖζον, εἰ μεῖζον ὧν ἔφην τὸ τεθνάναι. θνήσκουσι γάρ, βασιλεῦ,θνήσκουσι τοῖς τε ἄλλοις κακοῖς καὶ μεγίστῳ δή, στενοχωρίᾳ, μυρίοι. καὶ μὲν φύλαξ ἐμήνυσεν, δἄρχων οὐδὲν τῇ ψυχῇ παθὼν θάπτειν ἐπέτρεψε.

[94] Callisth. FGrHist 124 F 44: μὲν γὰρ ἱστοριογράφος Καλλισθένης φησί· «δεῖ τὸν γράφειν τι πειρώμενον μὴ ἀστοχεῖν τοῦ προσώπου, ἀλλοἰκείως αὐτῶι τε καὶ τοῖς πράγμασι τοὺς λόγους θεῖναι.»

[95] Callisth. FGrHist 124 F= Str. 17. 1. 43: προστραγωιδεῖ δὲ τούτοις Καλλισθένης, ὅτι τοῦ Ἀπόλλωνος τὸ ἐν Βραγχίδαις μαντεῖον ἐκλελοιπότος, ἐξ ὅτου τὸ ἱερὸν ὑπὸ τῶν Βραγχιδῶν σεσύλητο ἐπὶ Ξέρξου περσισάντων, ἐκλελοιπυίας δὲ καὶ τῆς κρήνης, τότε τε κρήνη ἀνάσχοι καὶ μαντεῖα πολλὰ οἱ Μιλησίων πρέσβεις κομίσαιεν εἰς Μέμφιν περὶ τῆς ἐκ Διὸς γενέσεως τοῦ Ἀλεξάνδρου καὶ τῆς ἐσομένης περὶ Ἄρβηλα νίκης καὶ τοῦ Δαρείου θανάτου καὶ τῶν ἐν Λακεδαίμονι νεωτερισμῶν.

[96] Callisth. FGrHist 124 F 30: καί φησί γε Καλλισθένης ὑπἈθηναίων χιλίαις δραχμαῖς ζημιωθῆναι Φρύνιχον τὸν τραγικόν, διότι δρᾶμα ἐποίησε Μιλήτου ἅλωσιν ὑπὸ Δαρείου.

[97] Callisth. FGrHist 124 F= Str. 17. 1. 43: γοῦν Καλλισθένης φησὶ τὸν Ἀλέξανδρον φιλοδοξῆσαι μάλιστα ἀνελθεῖν ἐπὶ τὸ χρηστήριον, ἐπειδὴ καὶ Περσέα ἤκουσε πρότερον ἀναβῆναι καὶ Ἡρακλέα. ὁρμήσαντα δἐκ Παραιτονίου, καίπερ νότων ἐπιπεσόντων, βιάσασθαι·πλανώμενον δὑπὸ τοῦ κονιορτοῦ σωθῆναι γενομένων ὄμβρων καὶ δυεῖν κοράκων ἡγησαμένων τὴν ὁδόν, ἤδη τούτων κολακευτικῶς λεγομένων.

[98] Callisth. FGrHist 124 T 7=Plu. Alex. 54: ἀλλὰ τήν γε προσκύνησιν ἰσχυρῶς ἀπωσάμενος καὶ φιλοσόφως καὶ μόνος ἐν φανερῶι διελθὼν κρύφα πάντες οἱ βέλτιστοι καὶ πρεσβύτατοι τῶν Μακεδόνων ἠγανάκτουν, τοὺς μὲν Ἕλληνας αἰσχύνης ἀπήλλαξε μεγάλης καὶ μείζονος Ἀλέξανδρον ἀποτρέψαςτὴν προσκύνησιν, αὑτὸν δὲ ἀπώλεσεν ἐκβιάσασθαι δοκῶν μᾶλλον πεῖσαι τὸν βασιλέα.

[99] Onesicr. FGrHist 134 F 17= Str. 15. 1. 63: μόνον γὰρ ἴδοι αὐτὸν ἐν ὅπλοις φιλοσοφοῦντα.

[100] Ptolom. FGrHist 138 F 25.

[101] Ptolom. FGrHist 138 F 7.

[102] Hieronym. FGrHist 154 F 2.

[103] Cf. Hornblower (1981), Bosworth (1980-88: 173; 190-208).

[104] Quint. 10. 1. 74: Clitarchi probatur ingenium, fides infamatur.

[105] Cic. Brut. 43.

[106] Arr. An. 7. 29: καὶ οἱ πότοι δέ, ὡς λέγει Ἀριστόβουλος, οὐ τοῦ οἴνου ἕνεκα μακροὶ αὐτῷ ἐγίγνοντο, οὐ γὰρ πίνειν πολὺν οἶνον Ἀλέξανδρον, ἀλλὰ φιλοφροσύνης τῆς ἐς τοὺς ἑταίρους.

[107] Arr. An. 7. 28: Ἐτελεύτα μὲν δὴ Ἀλέξανδρος τῇ τετάρτῃ καὶ δεκάτῃ καὶ ἑκατοστῇ Ὀλυμπιάδι ἐπὶ Ἡγησίου ἄρχοντος Ἀθήνησιν· ἐβίω δὲ δύο καὶ τριάκοντα ἔτη καὶτοῦ τρίτου μῆνας ἐπέλαβεν ὀκτώ, ὡς λέγει Ἀριστόβουλος· ἐβασίλευσε δὲ δώδεκα ἔτη καὶ τοὺς ὀκτὼ τούτους μῆνας, τό τε σῶμα κάλλιστος καὶ φιλοπονώτατος καὶ ὀξύτατος γενόμενος καὶ τὴν γνώμην ἀνδρειότατος καὶ φιλοτιμότατος καὶ φιλοκινδυνότατος καὶ τοῦ θείου ἐπιμελέστατος· ἡδονῶν δὲ τῶν μὲν τοῦ σώματος ἐγκρατέστατος, τῶν δὲ τῆς γνώμης ἐπαίνου μόνου ἀπληστότατος.

[108] Luc. His. Conscr. 12: Ὥσπερ Ἀλέξανδρος Ἀριστοβούλου μονομαχίαν γράψαντος Ἀλεξάνδρου καὶ Πώρου, καὶ ἀναγνόντος αὐτῷ τοῦτο μάλιστα τὸ χωρίον τῆς γραφῆςᾤετο γὰρ χαριεῖσθαι τὰ μέγιστα τῷ βασιλεῖ ἐπιψευδόμενος ἀριστείας τινὰς αὐτῷ καὶ ἀναπλάττων ἔργα μείζω τῆς ἀληθείαςλαβὼν τὸ βιβλίονπλέοντες δὲ ἐτύγχανον ἐν τῷ ποταμῷ τῷ Ὑδάσπῃἔρριψεν ἐπὶ κεφαλὴν ἐς τὸ ὕδωρ ἐπειπών, Καὶ σὲ δὲ οὕτως ἐχρῆν, Ἀριστόβουλε, τοιαῦτα ὑπὲρ ἐμοῦ μονομαχοῦντα καὶ ἐλέφαντας ἑνὶ ἀκοντίῳ φονεύοντα.

[109] Plb. 16. 12. 7-9: πεποίηκε Θεόπομπος, φήσας τοὺς εἰς τὸ τοῦ Διὸς ἄβατον ἐμβάντας κατἈρκαδίαν ἀσκίους γίνεσθαι. τούτῳ δὲ παραπλήσιόν ἐστι καὶ τὸ νυνὶ λεγόμενον.

[110] Plb. 16. 9. 11: ὅσα μὲν οὖν συντείνει πρὸς τὸ διασῴζειν τὴν τοῦ πλήθους εὐσέβειαν πρὸς τὸ θεῖον, δοτέον ἐστὶ συγγνώμην ἐνίοις τῶν συγγραφέων τερατευομένοις καὶ λογοποιοῦσι περὶ τὰ τοιαῦτα· τὸ δὑπεραῖρον οὐ συγχωρητέον. τάχα μὲν οὖν ἐν παντὶ δυσπαράγραφός ἐστιν ποσότης, οὐ μὴν ἀπαράγραφός γε. διὸ καὶ παρὰ βραχὺ μὲν εἰ καὶ ἀγνοεῖται καὶ ψευδοδοξεῖται, δεδόσθω συγγνώμη, τὸ δὑπεραῖρον ἀθετείσθω κατά γε τὴν ἐμὴν δόξαν.

[111] Str. 1. 2. 35.

[112] Quint. 10. 1. 74.

[113] D. H. Pomp. 6. 6-9: καὶ ἔτι πρὸς τούτοις ὅσα φιλοσοφεῖ παρὅλην τὴν συγγραφὴν περὶ δικαιοσύνης καὶ εὐσεβείας καὶ τῶν ἄλλων ἀρετῶν πολλοὺς καὶ καλοὺς διεξερχόμενος λόγους. τελευταῖόν ἐστι τῶν ἔργων αὐτοῦ καὶ χαρακτηρικώτατον, παροὐδενὶ τῶν ἄλλων συγγραφέων οὕτως ἀκριβῶς ἐξείργασται καὶ δυνατῶς οὔτε τῶν πρεσβυτέρων οὔτε τῶν νεωτέρων· τί δὲ τοῦτό ἐστι; τὸ καθἑκάστην πρᾶξιν μὴ μόνον τὰ φανερὰ τοῖς πολλοῖς ὁρᾶν καὶ λέγειν, ἀλλἐξετάζειν καὶ τὰς ἀφανεῖς αἰτίας τῶν πράξεων καὶ τῶν πραξάντων αὐτὰς καὶ τὰ πάθη τῆς ψυχῆς, μὴ τῶν πραξάντων αὐτὰς καὶ τὰ πάθη τῆς ψυχῆς, μὴ ῥᾴδια τοῖς πολλοῖς εἰδέναι, καὶ πάντα ἐκκαλύπτειν τὰ μυστήρια τῆς τε δοκούσης ἀρετῆς καὶ τῆς ἀγνοουμένης κακίας. καί μοι δοκεῖ πως μυθευόμενος ἐν Ἅιδου τῶν ψυχῶν ἀπολυθεισῶν τοῦ σώματος ἐξετασμὸς ἐπὶ τῶν ἐκεῖ δικαστῶν οὕτως ἀκριβὴς εἶναι ὡς διὰ τῆς Θεοπόμπου γραφῆς γιγνόμενος.

[114] Theopomp. Hist. FGrHist 115 F 338-9= Poll. 3. 58: παμπόνηροι δοἱ Θεοπόμπου τοῦ συγγραφέως «ἀποπολῖται» καὶ «ἀφέταιροι» καὶ «ἀπαθηναῖοι.» τὸ μέντοι ὄνομα «ἀποκήρυκτος» οὐκ ἔστιν ἐν χρήσει τῆι παλαιᾶι, Θεόπομπος δαὐτῶι κέχρηται συγγραφεύς·ἀλλοὐδὲν Θεοπόμπωι σταθμητὸν εἰς ἑρμηνείας κρίσιν.

[115] D. H. Pomp. 6, 9-10: δὲ λεκτικὸς Ἰσοκράτει μάλιστα ἔοικε· καθαρά τε γὰρ λέξις καὶ κοινὴ καὶ σαφής, ὑψηλή τε καὶ μεγαλοπρεπὴς καὶ τὸ πομπικὸν ἔχουσα πολύ, συγκειμένη τε κατὰ τὴν μέσην ἁρμονίαν, ἡδέως καὶ μαλακῶς ῥέουσα. διαλλάττει δὲ τῆς Ἰσοκρατείου κατὰ τὴν πικρότητα καὶ τὸν τόνον ἐπἐνίων, ὅταν ἐπιτρέψῃ τοῖς πάθεσι, μάλιστα δὅταν ὀνειδίζῃ πόλεσιν στρατηγοῖς πονηρὰ βουλεύματα καὶ πράξεις ἀδίκους (πολὺς γὰρ ἐν τούτοις).

[116] D. H. Pomp. 6. 4-5.

[117] D. H. Pomp. 6. 4-5: καὶ εἴ τι θαυμαστὸν παράδοξον ἑκάστη γῆ καὶ θάλασσα φέρει, συμπεριείληφεν τῇ πραγματείᾳ. καὶ μηδεὶς ὑπολάβῃ ψυχαγωγίαν ταῦτεἶναι μόνον· οὐ γὰρ οὕτως ἔχει, ἀλλὰ πᾶσαν ὡς ἔπος εἰπεῖν ὠφέλειαν περιέχει.

[118] Str. 7. 3. 9.

[119] Plb. 12. 28. 11.

[120] Ceph. FGrHist 93: Jacoby Ἄρχεται ἀπὸ τῆς βασιλείας Νίνου καὶ Σεμιράμεως, καὶ κάτεισι μέχρι τῶν τοῦ βασιλέως Ἀλεξάνδρου χρόνων. Συμπεραίνεται δὲ αὐτοῦ ἱστορία ἐν λόγοις θʹ κατἐπωνυμίαν τῶν θʹ Μουσῶν, Κλειοῦς, Θαλείας, Πολυμνίας, Μελπομένης, Τερψιχόρης, Εὐτέρπης, Καλλιόπης, Ἐρατοῦς, Οὐρανίης· ἐν καὶ τὰ κατὰ Ἀλέξανδρον τὸν Μακεδόνα διέξεισιν. Ἔστι δὲ τὴν φράσιν ἰωνίζων, καὶ τοῦ προσήκοντος πλέον τῇ συντομίᾳ ἀποχρώμενος, οὐδἄλλο οὐδὲν ἄξιον θαυμάσαι καὶ ζηλῶσαι ἐνδεικνύμενος πλὴν τῆς κατὰ τὴν ἱστορίαν μαθήσεως.

[121] Luc., Alex. 2.

[122] Ar. Ec. 159: καίτοι τά γἄλλεἰποῦσα δεξιώτατα.

[123] Arr. An. 1. 12. 4-5.

[124]Arr. Cyn. 1. 4: ὁμώνυμός τε ὢν αὐτῷ καὶ πόλεως τῆς αὐτῆς καὶ ἀμφὶ ταὐτὰ ἀπὸ νέου ἐσπουδακώς, κυνηγέσια καὶ στρατηγίαν καὶ σοφίαν.

[125] Arr. Cyn. 1. 1: Ξενοφῶντι τῷ Γρύλλου λέλεκται ὅσα ἀγαθὰ ἀνθρώποις ἀπὸ κυνηγεσίων γίγνεται, καὶ οἱ παιδευθέντες ὑπὸ Χείρωνι τὴν παίδευσιν ταύτην ὅπως θεοφιλεῖς τε ἦσαν καὶ ἔντιμοι ἀνὰ τὴν Ἑλλάδα, λέλεκται δὲ καὶ καθ τι ἔοικεν τῇ πολεμικῇ ἐπιστήμῃ κυνηγετική.

[126] Cf. Bosworth (1980-1988).

[127] Arr. An. 1. 12. 1-5.

[128] Arr. An. 1. 12. 5: ὅστις δὲ ὢν ταῦτα ὑπὲρ ἐμαυτοῦ γιγνώσκω, τὸ μὲν ὄνομα οὐδὲν δέομαι ἀναγράψαι, οὐδὲ γὰρ οὐδὲ ἄγνωστον ἐς ἀνθρώπους ἐστίν, οὐδὲ πατρίδα ἥτις μοί ἐστιν οὐδὲ γένος τὸ ἐμόν, οὐδὲ εἰ δή τινα ἀρχὴν ἐν τῇ ἐμαυτοῦ ἦρξα· ἀλλἐκεῖνο ἀναγράφω, ὅτι ἐμοὶ πατρίς τε καὶ γένος καὶ ἀρχαὶ οἵδε οἱ λόγοι εἰσί τε καὶ ἀπὸ νέου ἔτι ἐγένοντο. καὶ ἐπὶ τῷδε οὐκ ἀπαξιῶ ἐμαυτὸν τῶν πρώτων ἐν τῇ φωνῇ τῇ Ἑλλάδι, εἴπερ οὖν καὶ Ἀλέξανδρον τῶν ἐν τοῖς ὅπλοις.

[129] Arr. Cyn. 1. 4: ὅσα δὲ ἐλλείπειν μοι δοκεῖ ἐν τῷ λόγῳ, οὐχὶ ἀμελείᾳ ἀλλἀγνοίᾳ τοῦ γένους τῶν κυνῶν τοῦ Κελτικοῦ καὶ τοῦ γένους τῶν ἵππων τοῦ Σκυθικοῦ τε καὶ Λιβυκοῦ, ταῦτα λέξω, ὁμώνυμός τε ὢν αὐτῷ καὶ πόλεως τῆς αὐτῆς καὶ ἀμφὶ ταὐτὰ ἀπὸ νέου ἐσπουδακώς, κυνηγέσια καὶ στρατηγίαν καὶ σοφίαν.

[130] Arr. Pripl. M. Euxin. 12. 5: ταῦτα Ξενoφῶντι τῷ πρεσβυτέρῳ λέλεκται. 25, 1 τούτου τοῦ χωρίου μνήμην πεποίηται Ξενοφῶν πρεσβύτερος, καὶ μέχρι τούτου λέγει τὴν στρατιὰν ἐλθεῖν τῶν Ἑλλήνων, ἧς αὐτὸς ἡγήσατο, ὅτε τὰ τελευταῖα σὺν Σεύθῃ τῷ Θρᾳκὶ ἐστράτευσεν.

[131] Arr. An. 2. 16. 5: Γηρυόνην δέ, ἐφὅντινα Ἀργεῖος Ἡρακλῆς ἐστάλη πρὸς Εὐρυσθέως τὰς βοῦς ἀπελάσαι τὰς Γηρυόνου καὶ ἀγαγεῖν ἐς Μυκήνας, οὐδέν τι προσήκειν τῇ γῇ τῇ Ἰβήρων Ἑκαταῖος λογοποιὸς λέγει, οὐδὲ ἐπὶ νῆσόν τινα Ἐρύθειαν <τῆς> ἔξω τῆς μεγάλης θαλάσσης σταλῆναι Ἡρακλέα, ἀλλὰ τῆς ἠπείρου τῆς περὶ Ἀμπρακίαν τε καὶ Ἀμφιλόχους βασιλέα γενέσθαι Γηρυόνην καὶ ἐκ τῆς ἠπείρου ταύτης ἀπελάσαι Ἡρακλέα τὰς βοῦς, οὐδὲ τοῦτον φαῦλον ἆθλον τιθέμενον.

[132] Cf. Grundmann (1886).

[133] Arr. An. 3. 8. 12: δὲ τιμωρήσασθαι ἐθέλειν Πέρσας ἔφασκεν ἀνθὧν ἐπὶ τὴν Ἑλλάδα ἐλάσαντες τάς τε Ἀθήνας κατέσκαψαν καὶ τὰ ἱερὰ ἐνέπρησαν, καὶ ὅσα ἄλλα κακὰ τοὺς Ἕλληνας εἰργάσαντο, ὑπὲρ τούτων δίκας λαβεῖν.

[134] Arr. An. 3. 9. 6: τοὺς κατὰ σφᾶς δὲ ἑκάστους ἐξορμᾶν ἠξίου, λοχαγόν τε λοχίτας καὶ ἰλάρχην τὴν ἴλην τὴν αὑτοῦ ἕκαστον καὶ ταξιάρχους τὰς τάξεις, τούς τε ἡγεμόνας τῶν πεζῶν τὴν φάλαγγα ἕκαστον τήν οἱ ἐπιτετραμμένην, ὡς ἐν τῇδε τῇ μάχῃ οὐχ ὑπὲρ Κοίλης Συρίας Φοινίκης, οὐδὲ ὑπὲρ Αἰγύπτου, ὡς πρόσθεν, μαχουμένους, ἀλλὰ ὑπὲρ τῆς ξυμπάσης Ἀσίας, οὕστινας χρὴ ἄρχειν, ἐν τῷ τότε κριθησόμενον.

[135] Arr. An. 7. 28: Ἐτελεύτα μὲν δὴ Ἀλέξανδρος τῇ τετάρτῃ καὶ δεκάτῃ καὶ ἑκατοστῇ Ὀλυμπιάδι ἐπὶ Ἡγησίου ἄρχοντος Ἀθήνησιν· ἐβίω δὲ δύο καὶ τριάκοντα ἔτη καὶτοῦ τρίτου μῆνας ἐπέλαβεν ὀκτώ, ὡς λέγει Ἀριστόβουλος· ἐβασίλευσε δὲ δώδεκα ἔτη καὶ τοὺς ὀκτὼ τούτους μῆνας, τό τε σῶμα κάλλιστος καὶ φιλοπονώτατος καὶ ὀξύτατος γενόμενος καὶ τὴν γνώμην ἀνδρειότατος καὶ φιλοτιμότατος καὶ φιλοκινδυνότατος καὶ τοῦ θείου ἐπιμελέστατος· ἡδονῶν δὲ τῶν μὲν τοῦ σώματος ἐγκρατέστατος, τῶν δὲ τῆς γνώμης ἐπαίνου μόνου ἀπληστότατος.

[136] Arr. An. 7. 29. 4: οὔκουν δοκεῖ ἔμοιγε Μίνωος γενέσθαι βασιλεὺς ἀφανέστερος Αἰακοῦ Ῥαδαμάνθυος, οἷς δὴ ἐς Δία ἀνενεχθεῖσα γένεσις πρὸς τῶν πάλαι ἀνθρώπων οὐδεμιᾷ αὐτῶν ὕβρει προστίθεται, οὐδὲ Θησέως τοῦ Ποσειδῶνος οὐδὲ Ἴωνος τοῦ Ἀπόλλωνος.

[137] Arr. An. 5. 25. 2 y ss.: ξυγκαλέσας τοὺς ἡγεμόνας τῶν τάξεων ἔλεξεν ὧδε. Ὁρῶν ὑμᾶς, ἄνδρες Μακεδόνες τε καὶ ξύμμαχοι, οὐχ ὁμοίᾳ ἔτι τῇ γνώμῃ ἑπομένους μοι ἐς τοὺς κινδύνους, ξυνήγαγον ἐς ταὐτό, ὡς πείσας ἄγειν τοῦ πρόσω πεισθεὶς ὀπίσω ἀποστρέφεσθαι. εἰ μὲν δὴ μεμπτοί εἰσιν ὑμῖν οἱ μέχρι δεῦρο πονηθέντες πόνοι καὶ αὐτὸς ἐγὼ ἡγούμενος, οὐδὲν ἔτι προὔργου λέγειν μοί ἐστιν. εἰ δὲ Ἰωνία τε πρὸς ἡμῶν διὰ τούσδε τοὺς πόνους ἔχεται καὶ Ἑλλήσποντος καὶ Φρύγες ἀμφότεροι καὶ Καππαδόκαι καὶ Παφλαγόνες καὶ Λυδοὶ καὶ Κᾶρες καὶ Λύκιοι καὶ Παμφυλία δὲ καὶ Φοινίκη καὶ Αἴγυπτος ξὺν τῇ Λιβύῃ τῇ Ἑλληνικῇ καὶ Ἀραβίας ....τί ὀκνεῖτε καὶ τὸν Ὕφασιν καὶ τὰ ἐπέκεινα τοῦ Ὑφάσιος γένη προσθεῖναι τῇ ἡμετέρᾳ Μακεδόνων τε ἀρχῇ; δέδιτε μὴ δέξωνται ὑμᾶς ἔτι ἄλλοι βάρβαροι ἐπιόντας; ὧν γε οἱ μὲν προσχωροῦσιν ἑκόντες, οἱ δὲ φεύγοντες ἁλίσκονται, οἱ δὲ ἀποφυγόντες τὴν χώραν ἡμῖν ἔρημον παραδιδόασιν, δὴ τοῖς ξυμμάχοις τε καὶ τοῖς ἑκοῦσι προσχωρήσασι προστίθεται. Πέρας δὲ τῶν πόνων γενναίῳ μὲν ἀνδρὶ οὐδὲν δοκῶ ἔγωγε ὅτι μὴ αὐτοὺς τοὺς πόνους, ὅσοι αὐτῶν ἐς καλὰ ἔργα φέρουσιν. εἰ δέ τις καὶ αὐτῷ τῷ πολεμεῖν ποθεῖ ἀκοῦσαι τι περ ἔσται πέρας, μαθέτω ὅτι οὐ πολλὴ ἔτι ἡμῖν λοιπή ἐστιν ἔστε ἐπὶ ποταμόν τε Γάγγην καὶ τὴν ἑῴαν θάλασσαν· ταύτῃ δὲ, λέγω ὑμῖν, ξυναφὴς φανεῖται Ὑρκανία θάλασσα·.... ἀλλὰ παραμείνατε, ἄνδρες Μακεδόνες καὶ ξύμμαχοι. πονούντων τοι καὶ κινδυνευόντων τὰ καλὰ ἔργα, καὶ ζῆν τε ξὺν ἀρετῇ ἡδὺ καὶ ἀποθνήσκειν κλέος ἀθάνατον ὑπολειπομένους.

[138] Arr. An. 7. 29. 4: οὔκουν δοκεῖ ἔμοιγε Μίνωος γενέσθαι βασιλεὺς ἀφανέστερος Αἰακοῦ Ῥαδαμάνθυος, οἷς δὴ ἐς Δία ἀνενεχθεῖσα γένεσις πρὸς τῶν πάλαι ἀνθρώπων οὐδεμιᾷ αὐτῶν ὕβρει προστίθεται, οὐδὲ Θησέως τοῦ Ποσειδῶνος οὐδὲ Ἴωνος τοῦ Ἀπόλλωνος. ὡς ἔμοιγε καὶ Περσικὴ σκευὴ σόφισμα δοκεῖ εἶναι πρός τε τοὺς βαρβάρους, ὡς μὴ πάντῃ ἀλλότριον αὐτῶν φαίνεσθαι τὸν βασιλέα.... καὶ οἱ πότοι δέ, ὡς λέγει Ἀριστόβουλος, οὐ τοῦ οἴνου ἕνεκα μακροὶ αὐτῷ ἐγίγνοντο, οὐ γὰρ πίνειν πολὺν οἶνον Ἀλέξανδρον, ἀλλὰ φιλοφροσύνης τῆς ἐς τοὺς ἑταίρους.

[139] Arr. An. 7. 28: τό τε σῶμα κάλλιστος καὶ φιλοπονώτατος καὶ ὀξύτατος γενόμενος καὶ τὴν γνώμην ἀνδρειότατος καὶ φιλοτιμότατος καὶ φιλοκινδυνότατος καὶ τοῦ θείου ἐπιμελέστατος.

[140] App. Proem. 43: τὰ δὲ Ῥωμαίων μεγέθει τε καὶ χρόνῳ διήνεγκε διεὐβουλίαν καὶ εὐτυχίαν ἔς τε τὴν περίκτησιν αὐτῶν ἀρετῇ καὶ φερεπονίᾳ καὶ ταλαιπωρίᾳ πάντας ὑπερῆραν, οὔτε ταῖς εὐπραγίαις ἐπαιρόμενοι, μέχρι βεβαίως ἐκράτησαν,οὔτε συστελλόμενοι ταῖς συμφοραῖς.

[141] App. BC 2. 1. 2: καὶ Κικέρων μὲν ἦρχεν ἀνταὐτοῦ, ἀνὴρ ἥδιστος εἰπεῖν τε καὶ ῥητορεῦσαι, Κατιλίνας δαὐτὸν ἐς ὕβριν τῶν ἑλομένων ἐπέσκωπτεν, ἐς μὲν ἀγνωσίαν γένους καινὸν ὀνομάζων (καλοῦσι δοὕτω τοὺς ἀφἑαυτῶν, ἀλλοὐ τῶν προγόνων γνωρίμους), ἐς δὲ ξενίαν τῆς πόλεως ἰγκουϊλῖνον, ῥήματι καλοῦσι τοὺς ἐνοικοῦντας ἐν ἀλλοτρίαις οἰκίαις.

[142] App. Proem. 50: τοὺς δὲ χρόνους ἐπὶ μὲν πᾶσιν περισσὸν ἡγούμην καταλέγειν, ἐπὶ δὲ τῶν ἐπιφανεστάτων ἐκ διαστήματος ὑπομνήσω.

[143] App. BC 3. 57: Τίνα ἔκτεινεν ὡς τύραννος ἄκριτον νῦν κινδυνεύων ἀκρίτως; τίνα δἐξέβαλε τῆς πόλεως; τίνα δὲ ὑμῖν διέβαλεν; καθἕνα μὲν τοιόσδε ἦν, ἐπεβούλευε δὲ πᾶσιν ὁμοῦ; πότε, Κικέρων; ὅτε τὴν ἀμνηστίαν ἐκύρου τῶν γεγονότων; ὅτε μηδένα διώκεσθαι φόνου; ὅτε ζήτησιν εἶναι τῶν κοινῶν χρημάτων; ὅτε Πομπήιον τὸν Πομπηίου τοῦ ὑμετέρου κατεκάλει καὶ τὴν πατρῴαν ἐκ τῶν δημοσίων αὐτῷ διέλυε περιουσίαν;

[144] App. 12. 1: Θρᾷκας Ἕλληνες ἡγοῦνται τοὺς ἐς Ἴλιον μετὰ Ῥήσου στρατεύσαντας, Ῥήσου [γὰρ]νυκτὸς ὑπὸ Διομήδους ἀναιρεθέντος ὃν τρόπον Ὅμηρος ἐν τοῖς ἔπεσι φράζει.

[145] App. 12. 112: καὶ παιδείας ἐπεμέλετο Ἑλληνικῆς, διὸ καὶ τῶν ἱερῶν ᾔσθετο τῶν Ἑλληνικῶν καὶ μουσικὴν ἠγάπα.

[146] App. BC 1, Proem. 2: Καὶ τοῦτο μόνον ἄν τις εὕροι τῶν πάλαι στάσεων ἔργον ἔνοπλον, καὶ τοῦθὑπαὐτομόλου γενόμενον, ξίφος δὲ οὐδέν πω παρενεχθὲν ἐς ἐκκλησίαν οὐδὲ φόνον ἔμφυλον, πρίν γε Τιβέριος Γράκχος δημαρχῶν καὶ νόμους ἐσφέρων πρῶτος ὅδε ἐν στάσει ἀπώλετο καὶ ἐπαὐτῷ πολλοὶ κατὰ τὸ Καπιτώλιον εἱλούμενοι περὶ τὸν νεὼν ἀνῃρέθησαν. καὶ οὐκ ἀνέσχον ἔτι αἱ στάσεις ἐπὶ τῷδε τῷ μύσει, διαιρουμένων ἑκάστοτε σαφῶς ἐπἀλλήλοις καὶ ἐγχειρίδια πολλάκις φερόντων κτιννυμένης τέ τινος ἀρχῆς ἐκ διαστήματος ἐν ἱεροῖς ἐκκλησίαις ἀγοραῖς, δημάρχων στρατηγῶν ὑπάτων τῶν ἐς ταῦτα παραγγελλόντων τῶν ἄλλως ἐπιφανῶν. ὕβρις τε ἄκοσμος ἐπεῖχεν αἰεὶ διὀλίγου καὶ νόμων καὶ δίκης αἰσχρὰ καταφρόνησις.

[147] App. 6. 97: Τοσόσδε ἔρως ἐλευθερίας καὶ ἀνδραγαθίας ἦν ἐν πόλει βαρβάρῳ τε καὶ σμικρᾷ. ἐς γὰρ ὀκτακισχιλίους ἐπεἰρήνης γενόμενοι οἷα μὲν καὶ ὅσα Ῥωμαίους ἔδρασαν, οἵας δὲ συνθήκας αὐτοῖς ἔθεντο ἐπὶ ἴσῃ καὶ ὁμοίᾳ, οὐδέσι ταῦτα συνθέσθαι Ῥωμαίων ὑποστάντων, οἷον δὲ ὄντα τὸν τελευταῖον στρατηγόν, ἓξ μυριάσιν αὐτοὺς περικαθήμενον, προυκαλέσαντο πολλάκις ἐς μάχην.

[148] App. BC 2. 1. 6: Οὕτω μὲν πόλις ἀνέπνευσεν ἀπὸ τοῦ δέους πολλοῦ σφίσιν ἐκείνης τῆς ἡμέρας ἐπιστάντος.

[149] App. BC 2. 1. 3; App. BC 2. 1. 6: μὲν δὴ ῥάβδους τε καὶ πελέκεας ὥς τις ἀνθύπατος κούφως μάλα ἀνέσχε πρὸ ἑαυτοῦ καὶ ἐς τὸν Μάλλιον ἐχώρει στρατολογῶν.

[150] App. BC 2. 1. 6: Γάιός τε Καῖσαρ οὐ καθαρεύων μὲν ὑπονοίας μὴ συνεγνωκέναι τοῖς ἀνδράσι, Κικέρωνος δοὐ θαρροῦντος καὶ τόνδε, ὑπεραρέσκοντα τῷ δήμῳ, ἐς τὸν ἀγῶνα προβαλέσθαι, προσετίθει διαθέσθαι τοὺς ἄνδρας Κικέρωνα τῆς Ἰταλίας ἐν πόλεσιν αἷς ἂν αὐτὸς δοκιμάσῃ, μέχρι Κατιλίνα αταπολεμηθέντος ἐς δικαστήριον ὑπαχθῶσι, καὶ μηδὲν ἀνήκεστον ἐς ἄνδρας ἐπιφανεῖς πρὸ λόγου καὶ δίκης ἐξειργασμένος.

[152] D. C. 52. 23.

[153] Ctes. FGrHist 688 F 8b: ἐγὼ μὲν σὲ ἔσωσα, καὶ σὺ δι/μὲ ἐσ[ώ]θης, ἐγὼ δὲ διὰ σὲ ̣/πω̣[λ]ό̣μην, καὶ ἀπέκτεινα / αὐτὸς ἐμαυτόν.

[154] D. C. 51. 10. 9: καὶ ὃς μαθὼν ὅτι περίεστιν, ἐξανέστη μὲν ὡς καὶ ζῆσαι δυνάμενος, προχυθέντος δαὐτῷ πολλοῦ αἵματος ἀπέγνω τε τὴν σωτηρίαν, καὶ ἱκέτευσε τοὺς παρόντας ὅπως πρός τε τὸ μνῆμα αὐτὸν κομίσωσι καὶ διὰ τῶν σχοινίων τῶν πρὸς τὴν ἀνολκὴν τῶν λίθων κρεμαμένων ἀνιμήσωσι. καὶ μὲν ἐνταῦθα οὕτω καὶ ἐν τοῖς τῆς Κλεοπάτρας κόλποις ἐναπέθανεν, ἐκείνη δὲ ἐθάρσησε μέν πως τὸν Καίσαρα, καὶ εὐθὺς αὐτῷ τὸ γεγονὸς ἐδήλωσεν, οὐ μὴν καὶ πάνυ ἐπίστευε μηδὲν κακὸν πείσεσθαι.

[155] Cf. Torres Esbarranch (1985).

[156] Hdn. 1. 1: Οἱ πλεῖστοι τῶν περὶ συγκομιδὴν ἱστορίας ἀσχοληθέντων ἔργων τε πάλαι γεγονότων μνήμην ἀνανεώσασθαι σπουδασάντων, παιδείας κλέος ἀίδιον μνώμενοι, ὡς ἂν μὴ σιωπήσαντες λάθοιεν ἐς τὸν πολὺν ὅμιλον ἀριθμούμενοι, τῆς μὲν ἀληθείας ἐν ταῖς ἀφηγήσεσιν ὠλιγώρησαν, οὐχ ἥκιστα δὲ ἐπεμελήθησαν φράσεώς τε καὶ εὐφωνίας, θαρροῦντες, ὡς εἴ τι καὶ μυθῶδες λέγοιεν, τὸ μὲν ἡδὺ τῆς ἀκροάσεως αὐτοὶ καρπώσονται, τὸ δἀκριβὲς τῆς ἐξετάσεως οὐκ ἐλεγχθήσεται.

[157] Hdn. 3. 2. 8: ἀρχαῖον τοῦτο πάθος Ἑλλήνων, οἳ πρὸς ἀλλήλους στασιάζοντες ἀεὶ καὶ τοὺς ὑπερέχειν δοκοῦντας καθαιρεῖν θέλοντες ἐτρύχωσαν τὴν Ἑλλάδα. ἀλλὰ τὰ μὲν ἐκείνων γηράσαντα καὶ περὶ ἀλλήλοις συντριβέντα Μακεδόσιν εὐάλωτα καὶ Ῥωμαίοις δοῦλα γεγένηται.

[158] Hdn. 1. 11. 5: οὐκ ἄχαριν ἕξοντα γνῶσιν τοῖς τὰ Ῥωμαίων οὐκ ἀκριβοῦσιν.

[159] Hdn. 3. 4. 5: ἐπὶ πολὺ δὲ αὐτῶν διαγωνισαμένων πολλοῦ τε ἐργασθέντος φόνου, ὡς καὶ τὰ ῥεῖθρα τῶν διὰ τοῦ πεδίου ποταμῶν ῥεόντων αἵματος πλεῖον ὕδατος κατάγειν ἐς θάλασσαν.

[160] Hdn. 1. 2. 3: ἀρετῆς δὲ πάσης ἔμελεν αὐτῷ, λόγων τε ἀρχαιότητος ἦν ἐραστής, ὡς μηδενὸς μήτε Ῥωμαίων μήτε Ἑλλήνων ἀπολείπεσθαι· δηλοῖ δὲ ὅσα καὶ ἐς ἡμᾶς ἦλθεν λεχθέντα πρὸς αὐτοῦ γραφέντα. παρεῖχε δὲ καὶ τοῖς ἀρχομένοις ἑαυτὸν ἐπιεικῆ καὶ μέτριον βασιλέα, τούς τε προσιόντας δεξιούμενος κωλύων τε τοὺς περὶ αὐτὸν δορυφόρους ἀποσοβεῖν τοὺς ἐντυγχάνοντας.

[161] Dexipp. Fr. 2a 30: Οἷς δὲ ἀρετὴ διά τε αὐτῶν καὶ προπατόρων ἐκτήθη, φόβου αἰσχύνης μᾶλλον ὄκνου ἐς τοὺς κινδύνους ἡττῶνται, καὶ ἐθελοντεὶ τὸν τῶν καλῶν πόνον ὑφίστανται.

[162] Phot. Bibl. 80.