Antonio
López Eire
(Universidad
de Salamanca)
La influencia de la Retórica
sobre la Historiografía
desde el Helenismo a la
Antigüedad Tardía
Abstract:
The present article analyzes the influence of the Rhetoric (in the Hellenistic
Age, the discipline known as “Rhetoric of Hermes”, and, from the Imperial Age
onwards, the discipline known as “Classicist Rhetoric”) on the Ancient
Historiography from the Hellenism to the Late Antiquity.
Keywords:
Rhetoric, Greek Historiography, Hellenism, Late Antiquity.
Resumen: El presente trabajo estudia la influencia de la Retórica (en la Época
Helenística la disciplina conocida como “Retórica de Hermes” y, desde la Época
Imperial, la denominada “Retórica Clasicista”) sobre la historiografía antigua
a partir del Helenismo y hasta la Antigüedad Tardía.
Palabras Clave: Retórica, Historiografía Griega, Helenismo, Antigüedad Tardía.
Fecha de recepción: 2 abril de 2008.
Fecha de aceptación: 15 de junio de 2008.
Con Isócrates
(436-338 a. J. C.),[1]
fundador de una famosísima escuela en Atenas alrededor del 390 a. J. C., la Retórica,
entendida como disciplina moral y educadora, comienza a adueñarse de la
educación, la poesía y la literatura en general, con lo que la enseñanza
escolar cambia definitivamente de rumbo y orientación. Y esta nueva Educación
Retórica, que más tarde caracterizará a la Escuela Helenística, heredera de la
Isocrática, se convierte en la insignia o el emblema de la pertenencia al mundo
cultural de los griegos, al “Helenismo”. El concepto transmitido por la voz hellenismós, “helenismo”, una palabra
que emplea por vez primera el judío Jasón de Cirene, hacia el año 130 a. J. C.,
en el Libro Segundo de los Macabeos,[2]
se había convertido ya anteriormente en enseña de la Escuela Helenística, donde
además de gimnasia se practicaba la Retórica y se asimilaba la paideía.
Los temas que, bajo la tutela de Isócrates y luego ya en la Escuela
de Retórica Helenística, tiene que tratar la nueva Retórica aspiran a facilitar
una enkyklios paideía, moral o ético-política, o sea, una
formación, educación permanente o paideía
moral de los alumnos basada sobre
todo en la filantropía (philanthropía) o “amor al ser humano”.[3] El fundador de esta nueva
Retórica, Isócrates, se convirtió, así, en el educador por antonomasia de la Grecia
del siglo IV a. J. C. y luego del mundo helenístico y del mundo helenístico
romano.[4]
Y esta Retórica educativa, escolar, moral, filantrópica, indiferente a la
oralidad o la escritura, y dominadora de la Literatura entera, se perpetuará en
la época del Imperio Romano y en la
Esta Retórica escolar, que influirá decisivamente en Cicerón (106-43
a. J. C.), Dionisio de Halicarnaso (I a. J. C.) y Elio Aristides (117-182 d.
C.),[5]
es una Retórica moral, formativa, pedagógica y didáctica, escolar, que educa,
que forma, y que, por ser esencialmente filantrópica, promete hacer moralmente
buenos, excelentes ciudadanos y magníficos políticos a los alumnos que frecuentando
la clase del rétor, del maestro de Retórica, se familiaricen con los discursos.[6]
Y es una Retórica que, indiferente a la oralidad o la escritura y empeñada en
“retorizar” todo discurso, se adueña de la Literatura por entero y hace nacer
nuevos géneros –como la Biografía, la Epistolografía y la Novela– dentro de
ella.
Esta Retórica escolar propuesta por Isócrates, que, en cuanto paideía, es importante hasta el punto de
haberse convertido en característica propia de los griegos más distintiva y
relevante que la raza misma de ellos,[7] es una
Retórica Moral que trata de cuestiones políticas y que, a la vez que enseña a
evitar el hiato, orienta el carácter del aprendiz de orador hacia los
principios que deben presidir toda la formación moral que se requiere para el
ejercicio de la Política Ética.
No hay más que echar un vistazo, para percatarnos de ello, al
siguiente pasaje de su Antídosis, en
el que maestro de Erquia expone las bases de su programa de Retórica Moral
Educativa:[8]
Πρῶτον
μὲν γὰρ ὁ λέγειν ἢ
γράφειν
προαιρούμενος
λόγους ἀξίους
ἐπαίνου καὶ
τιμῆς οὐκ
ἔστιν ὅπως
ποιήσεται τὰς
ὑποθέσεις
ἀδίκους ἢ
μικρὰς ἢ περὶ
τῶν ἰδίων
συμβολαίων, ἀλλὰ
μεγάλας
καὶ καλὰς καὶ
φιλανθρώπους
καὶ περὶ τῶν κοινῶν
πραγμάτων.
Del precedente texto quisiera subrayar tres ideas: La indiferencia a
la cualidad oral o escrita del discurso (λέγειν
ἢ γράφειν), la superioridad de los temas públicos y por tanto de los discursos
retóricos públicos (περὶ τῶν
κοινῶν
πραγμάτων) sobre los privados (περὶ
τῶν ἰδίων
συμβολαίων) y la necesidad de pronunciar o escribir con los discursos (μεγάλας
καὶ καλὰς καὶ
φιλανθρώπους) teniendo en cuenta esa virtud tan helénica que es la “filantropía”.
La indiferencia a la oralidad o la escritura de los discursos
(Dionisio de Halicarnaso[9]
y antes de él Jerónimo el orador del siglo III a. J. C. percibieron la
imposibilidad de pronunciar los discursos isocrateos, más bien aptos para la
lectura)[10]
se extiende a la escuela de Retórica de la Época Helenística –en la que se
practicaba incluso la Epistolografía[11]–, por
lo que en Dionisio de Halicarnaso (que estaba asentado en Roma el año 30 a. J.
C.) leemos que el estudio del estilo de Lisias puede ayudarnos a expresarnos
con pureza tanto por escrito como oralmente.[12]
Esta Retórica, que su creador considera una auténtica “filosofía”,
por lo que llama “filósofos” a quienes la cultivan y enseñan,[13]
proporciona una formación moral, es decir, ético-política, a quienes la
estudian, la asimilan y consiguientemente practican.
La misma idea de la existencia de una formación filosófica, moral,
ético-política basada en el estudio de la Retórica predomina en la Época
Helenística y llega hasta Dionisio de Halicarnaso (I a. J. C.), que, sin embozo
alguno, denomina a la Retórica “filosofía política” (πολιτικὴ
φιλοσοφία),[14]
un nuevo concepto que tuvo sus detractores que lo arrollaron y contra los que
el crítico literario tuvo que luchar denodadamente.
Esta formativa y educativa “filosofía política” que es la Retórica se
la ofrece Dionisio de Halicarnaso, según hace constar en la dedicatoria de su
tratado De compositione verborum, a
todos los que se ejercitan en el arte de los discursos, independientemente de
su edad, y en especial a los muchachos como Melicio Rufo para que se eduquen y
formen, mediante el estudio y la práctica de esta Retórica político-moral, en
prudencia (φρόνησιν
ἄγουσα),[15]
y además (pues la Retórica abarca la Literatura) en el gusto por las bellezas
estilísticas (περὶ τὰς
λέξεις
φιλόκαλον)[16]
que proporciona y fomenta el asiduo ejercicio retórico.[17]
Esta nueva Retórica que, procedente de la retórica isocrática, es la
que se impone en Época Helenística, es, ciertamente, una nueva Retórica
provista de rasgos propios y distintivos: es moral, escolar, abarca toda la
Literatura y, por su indiferencia a la oralidad frente a la escritura y su afán
de “retorizar” todo discurso, hace nacer y fomenta géneros nuevos como la
biografía, la epistolografía y la novela.
Esa Retórica Helenística, profundamente “helénica”, educativa y moral
que define al griego más que su raza o naturaleza,[18] es una
retórica “escolar” que forma moral y estéticamente a sus alumnos (no olvidemos
que Isócrates pretende intentar superar a la poesía con su prosa:),[19]
por lo que no puede ser comprendida sin ser previamente situada en las
coordenadas de la “escuela”, donde es una disciplina de la mente que deben
aprender unos discípulos a base de asimilar ciertas teorías y realizar una
serie de asimismo necesarios ejercicios prácticos complementarios que consisten
fundamentalmente en declamaciones sobre remotos temas históricos, pseudo-históricos
o incluso decididamente mitológicos.[20]
El anónimo autor de la Retórica
a Herennio, que en este libro sintetiza espléndidamente las líneas maestras
y refleja con exactitud los métodos de la Retórica Helenística, contemporáneo
de Cicerón, concibe la Retórica como un estudio para cultivar la mente,[21]
la sitúa en la escuela y no en la sociedad –como hacía, sin embargo,
Aristóteles–, está convencido de que es una disciplina educativa, autárquica
(“que se basta a sí misma”), autosuficiente, cerrada toda ella en sí misma,[22]
provista de un sistema operativo completo,[23]
sumamente didáctica y rica en clasificaciones[24] y
divisiones de una doctrina bien estudiada y distribuida en apartados,[25]
no necesitada de apoyo alguno de ninguna otra ciencia, dogmática y tenida por
ya definitivamente y para siempre elaborada en todos sus capítulos, hasta el
punto de enumerar y describir, por ejemplo, única e indiscutiblemente tres
géneros de estilo (“las tres figuras”)[26]
propios y exclusivos para siempre de la prosa oratoria.[27]
Es tan sumamente escolar la Retórica Helenística, que se lanza
osadamente a estudiar las partes de que debe constar una argumentación completa
sin pararse ni mucho ni poco a considerar si cada premisa expuesta debe
apoyarse en una razón.[28]
Pone, en cambio, mucho énfasis en corregir,[29] en
enumerar fallos fácilmente evitables,[30] en
mostrar las faltas o errores frecuentes en los que se suele incurrir, en
prevenir al alevín de orator de los posibles deslices o desaciertos que puede
cometer,[31]
y en exponer las reflexiones que debería hacer el novicio o aprendiz antes de
lanzarse precipitadamente a argumentar.[32]
Este carácter escolar de la Retórica Helenística todavía está más a
la vista en las divisiones y subdivisiones de la famosa “Teoría de las stáseis” de Hermágoras de Temno (fl. ca.
150 a. J. C.), que, nacidas para la Oratoria Judicial, fueron adaptadas por
Cicerón para que sirvieran igualmente en las áreas de la Oratoria Deliberativa
y en la Epidíctica.[33]
La “Teoría de las stáseis” era una
teoría cabalmente escolar que permitía determinar cuál era la cuestión a
debatir en un discurso,[34]
ora fuera una thésis o quaestio
infinita (“¿debe uno casarse?”) o bien una hypóthesis o quaestio finita (“¿debe
casarse Catón?”),[35]
y, dentro de estas últimas, ayudaba a entender si era ora legal o judicial (nomikà zetémata, quaestiones legales), ora racional (logikà zetémata, quaestiones
rationales). Todas estas especies, las “tesis” (théseis)[36]
y las “hipótesis” (hypothéseis),[37]
servían de ejercicios prácticos, escolares, a los estudiantes de la Retórica
Helenística.
Pero a esta escolar Retórica Helenística, además, no le falta la vena
moral de la “filantropía” que Isócrates aseguraba que proporcionaban las
enseñanzas impartidas en su escuela de elocuencia. Y así hasta el anónimo autor
de la Rhetorica ad Herennium, no duda
en declarar abiertamente su alegría por compartir sus estudios de Retórica y
Filosofía con Gayo Herennio, a quien dedica su obra, unos estudios que, según
él mismo confiesa, han contribuido a fortalecer en su alma una amistad hacia él
que, derivada de una previa relación de parentesco de sangre, ahora ha quedado
consolidada y establecida con firmeza gracias al raciocinio de la filosofía
Retórica por ambos en común cultivada.[38]
La amistad, la cortesía y el afecto entre compañeros de estudio,
rasgos propios de la Retórica de corte moral de Época Helenística salen a
relucir de nuevo en las transiciones del libro I al II y del II al III.[39]
Y en las primeras líneas del tratado su autor establece que no actúa
en absoluto movido por el afán de gloria o de ganancia, sino, más bien, por la
amistad, por el deseo de gratificar al amigo.[40]
Esta escolar Retórica Helenística se enseñaba en los gimnasios o
escuelas de educación física e intelectual de Época Helenística, en las que se
veneraba especialmente a Heracles, Hermes y las Musas, y sobre todo a Hermes, Hermes Enagonios, que era el competitivo
dios que ostentaba el patronazgo de las competiciones oratorias y atléticas.
Bajo este presupuesto hay que entender estos versos de un hermoso
poema de Horacio (I a. J. C.), que comienza de esta guisa:[41]
Mercuri, facunde nepos Atlantis,
Qui feros cultus hominum recentum
Voce formasti catus et decorae
More palaestrae.
Con ellos el poeta venusino coloca al dios Hermes como patrón de la
escolar formación física que se impartía en la palestra y, a la vez, de la
enseñanza retórica que abarcaba, además de los discursos, las composiciones
poéticas.
En los siglos posteriores, las escuelas de Retórica seguirán
considerándose “templos de Hermes”. Así lo dice Temistio (317-388 d. C.) en
plena Antigüedad Tardía.[42]
Los verdaderos templos de Hermes son las escuelas de Retórica, de la “Retórica
de Hermes”.
Hermes, efectivamente, es el patrón de los oradores porque es experto
en toda suerte de engaños y prefiere la persuasión al uso de las armas;[43]
es un dios que protege la música y la poesía porque es nada menos que el
inventor de la siringe; y, al mismo tiempo, ejerce su patronazgo sobre quienes
practican los ejercicios gimnásticos y el atletismo porque él mismo es –desde
que así lo retrató Homero en el Canto XXIV de la Ilíada– un joven de atractiva y seductora figura que proclama el
encanto de su eterna juventud frente a la lamentable y penosa vejez del rey
Príamo, al que sirve de escolta.[44]
El nuevo patrón de esta Retórica escolar era, pues, el dios Hermes,
un dios olímpico muy sui generis, un
dios ingenioso, un dios artista, nada belicoso y muy astuto y engañador,
experto en la música y en el acompañamiento musical de los coros de las Musas y
las Gracias o Khárites.
Ya Platón, tan adverso y hostil como era a la Retórica, en el siglo
IV a. J. C., había asociado etimológicamente a Hermes con el intérprete, el
mensajero transmisor de palabras ajenas, con el tolerado robo mercantil y con
el engaño en los discursos artísticos y en los que se emplean en las ventas y
los tratos del mercado.[45]
Platón ataca, evidentemente, a la Retórica a través de una falsa
etimología, de la que podía hacer uso debido a la asociación de la enseñanza de
la elocuencia con el dios Hermes como patrono de los intérpretes, los
pregoneros y los astutos comerciantes no siempre veraces del mercado, del
Ágora.
Veamos cómo decir “Hermes” era equivalente a decir “discurso” en el
ambiente pagano en el que no dominaba o se había impuesto el Cristianismo: A
Pablo, tras predicar en Listras, los licaones le llamaron en su lengua “Hermes”
por su elocuencia, porque era “el guía del discurso”, por decirlo literalmente.[46]
Siglos más tarde dirá San Agustín (354-430 d. J. C.) que decir Hermes
o Mercurio equivale a decir “discurso”: August. Civ. D. 7. 14 sermo ipse dicitur esse Mercurius.
Y para Proclo (410-85 d. J. C.), que vivió también en el siglo V d.
J. C., Hermes sigue siendo el promotor de los asamblearios discursos de los
dioses e incluso el dios que posee al propio Zeus y que éste saca a relucir
desde sus adentros (pues Hermes es el dios de la elocuencia que Zeus atesora, y
decir “Hermes” es decir “elocuencia”) en sus elocuentes discursos.[47]
Ello es así porque se considera al dios Hermes inventor de la
Retórica. Luciano, en su Apología de los que ocupan puestos asalariados en las
grandes casas, alude asimismo a Hermes como “el dios de los discursos”,
patrón de la elocuencia.[48]
Y en el también lucianesco sermón cínico en defensa de la pobreza
entre el zapatero Micilo y su gallo –que en realidad es Pitágoras reencarnado–,
éste, provisto de voz humana, le dice a su amo que, siendo como él es el
acompañante de Hermes por antonomasia y otrosí sumamente parlanchín y elocuente
y además compañero de alimentación y vida de los hombres, fácilmente podría
aprender la lengua de los humanos.[49]
En carta dirigida por Libanio de
Esta nueva Retórica escolar de Hermes se interesa tanto por los
discursos epidícticos oratorios como por
la Literatura en general, por lo que al dios que la preside lo colocan al lado
de Apolo y de las Musas no sólo las inscripciones que elogian a los
gimnasiarcos,[55]
sino además, ya en el terreno de la Literatura, nada menos que Elio Aristides,[56]
en el siglo II d. J. C., y el Emperador Juliano,[57] en el
siglo IV d. J. C., siglos que, respectivamente, son importantísimos y hasta
decisivos en la Época Imperial y en la Antigüedad Tardía.
Aunque ya Isócrates equiparaba la prosa a la poesía en capacidad para
producir efectos estéticos,[58]
fue en la Época Helenística cuando la Retórica se adueñó definitivamente de la
Literatura en prosa o verso. La Retórica desde Teofrasto (371-286 a. J. C.) se
hizo cargo de la poesía, que interpretaba como una variedad de la Oratoria
Epidíctica. Enseñaba, en efecto, el filósofo de Éreso que el lenguaje orientado
hacia el oyente, en prosa o verso, debería formar parte del estudio de la
Retórica[59]
para que allí, en el área escolar del Arte de la Oratoria, lo tratasen poetas y
rétores, mientras que el dirigido a las cosas en sí, a la realidad misma,
pertenecía al ámbito de operatividad de la Filosofía y debían por tanto trabajarlo
sólo los filósofos. Es decir, en opinión de esta sabio filósofo, lo poético, lo
retórico y lo literario debía ser estudiado o por la Poética o por la Retórica
(ésta fue la que se impuso a la postre y triunfó sobre la otra, a la que
sometió), mientras que las cuestiones de comunicación lingüística en las que el
oyente no debe ser ni persuadido ni impresionado pertenecían de lleno al bagaje
de la Filosofía.[60]
A juzgar por el testimonio del anónimo autor de la Rhetorica ad Herennium y de los rétores
Elio Teón (I/II d. C.), Hermógenes (II d. C.)[61] y
Aftonio (IV/V d. C.), autores todos ellos de libros de ejercicios denominados progymnásmata (praeexercitamenta), los estudiantes de Retórica realizaban estos
ejercicios en la escuela de Retórica para lograr el necesario dominio y la
requerida soltura en el uso del idioma y en el aprovechamiento de su
expresividad.
Consistían los progymnásmata
en recontar una fábula o en comentar un dicho famoso apoyado en una anécdota de
trasfondo moral (khreía), o en una
descripción de un objeto de arte o un lugar (ékphrasis) o en la adjudicación de un discurso a un determinado
personaje real o mitológico (prosopopoiía)
que, en la ficción del ejercicio progimnástico o “de entrenamiento”, lo
pronunciaba, o en el elogio de una persona, objeto, tiempo o lugar (enkómion), o en la comparación entre dos
objetos o personas (synkrisis).
Estos progymnásmata aparecían,
en efecto, desde su mismo nacimiento o planteamiento, combinados con ejercicios
declamatorios (declamationes) tanto
en forma de casos de Oratoria Deliberativa (deliberationes,
suasoriae) como de Oratoria Judicial
(causae, controversiae). “¿Parece
mejor destruir Cartago o dejarla estar?” (Karthago
tollenda an reliquenda videatur)[62]. Y con
frecuencia se impregnaban de mitología, de literatura, como, por ejemplo, el
titulado “¿Es Ulises culpable, como creyó Teucro cuando lo vio empuñando la
espada con la que Áyax se había suicidado?” [63].
La enseñanza de la Retórica implicaba, por tanto, al mismo tiempo, la
enseñanza de la Literatura a través de los progymnásmata
y las declamaciones (declamationes)[66].
Entre los preparatorios ejercicios que configuraban los progymnásmata se encontraban las narrationes[67],
que podían versar, según el autor de la Retórica
a Herennio, sobre hechos
legendarios, históricos o reales, distingo que realmente importaba poco cuando
se trataba de exponer los hechos.[68]
La narración de los primeros, es decir, de hechos ni reales ni
probables, es la leyenda (fabula), el
argumento (mythos lo llama
Aristóteles en su Poética) que
contemplamos en las tragedias; la de los segundos, o sea, la narración de
hechos realmente acontecidos, es la historia (historia); y la de los hechos reales, es decir, la narración de
hechos imaginarios pero que podrían acontecer, se llama argumentum (en griego, plásma).[69]
Otras narraciones no versaban sobre hechos sino sobre personas y
éstas debían reflejar el carácter de los personajes descritos, las vicisitudes
de su vida y los cambios de fortuna que sufrían, fueran éstos felices o
desastrosos.[70]
En Elio Teón de
En una de las Declamaciones
Mayores atribuidas a Quintiliano (en la VI) aparece el siguiente
melodramático argumento: El padre de un valeroso hijo es capturado por los
piratas y la familia no puede pagar el rescate. La esposa del capturado y madre
del valiente se queda ciega. El valeroso hijo se ofrece a los piratas en
intercambio o canje por la persona de su padre. El hijo muere en cautiverio y
las mareas y las olas del mar arrastran su cadáver hasta la población en la que
viven sus padres (la madre ciega y el padre recobrado del cautiverio). El padre
se dispone entonces a rendir las debidas exequias fúnebres al cadáver de su
hijo, pero la madre se opone alegando que se trata del cadáver de un hijo nada
piadoso que abandonó a su madre en la ceguera y la indigencia.
¿Puede pensarse algo más trágico? ¿No es realmente este argumento el
colmo de la tragedia? ¿Cómo no se iba a contagiar la Historiografía que en las
aulas de la Escuela Helenística convivía con la “Retórica de Hermes”?
Ya tenemos aquí a la Retórica, a la Tragedia, a la Declamación y a la
Narración de lo verdadero y lo fingido, a la Fábula y la Historia, ocupando el
espacio de la escuela de Retórica, donde los estudiantes, bajo la tutela del
dios Hermes, mezclándolo todo y convirtiendo todo discurso en “retórico”,
aprenden la nueva técnica de la creación literaria.
Esta Retórica no sólo comprendía la Poesía, la Historia y los demás
géneros literarios, sino que además se creía ella misma el arte de toda
construcción literaria. Un individuo como
La Poética ha sucumbido y se ha entregado con armas y bagajes a la
Retórica, a esta particular Retórica, la “Retórica de Hermes”. Y esta Retórica,
basada en el ideal de lo “helénico”, y escolar como era, impone la imitación de
sus modelos, dando así lugar al “Clasicismo” y al “Aticismo”, que, a través de
la “imitación” (mímesis), penetran en los géneros controlados por la
Retórica, entre los que se encontraba la Historiografía.
Dionisio de Halicarnaso, promocionando el “Aticismo”, restituyó a
Grecia, al corazón de Grecia, o sea, Atenas, el prestigio cultural y literario
que en justicia le correspondía. El Ática helénica, la auténtica Hélade digna
de imitación, se impone por fin, con su cultura y Retórica, al mal gusto de las
ciudades asiáticas.[75]
Pero ya antes, en Época Helenística, la Retórica había dejado sentir
su efecto sobre la Historiografía. Hay que decir que la Historiografía
Helenística no fue impregnada (el estilo de Timeo era sólo someramente
“asiánico”) por el “Asianismo” retórico que brota en el siglo III a. J. C. y
por el que sí fue tocado, por ejemplo, el historiador de Alejandro que fue
Hegesias de Magnesia (III a. J. C.). Lo que sí, en cambio, se percibe en la
Historiografía Helenística es una gran afición a las historias locales colmadas
de datos eruditos (por ejemplo, Filocoro de Atenas (340-260 a. J. C.), en el
siglo III a. J. C., continuó la labor de los “Atidógrafos” del siglo IV a. J.
C. Clidemo y Androción)[76]
y, por lo demás, una elaboración retórica de la expresión, propia de la
“Retórica de Hermes”.
Por ejemplo, Timeo de Tauromenio (350-260 a. J. C.), digno de figurar
por su rigor científico, su estilo abundante y punzantemente “asiático”[77]
y su exactitud crítica en la narración de los hechos, entre Éforo de Cime
(405-330 a. J. C.), el discípulo de Isócrates, y el indiscutiblemente magistral
historiador Polibio de Megalópolis (200-118 a. J. C.), es acusado, sin embargo,
por este último de dejarse llevar más por la Retórica que por una Historia
ajustada a los acontecimientos, que es lo que él propone, bajo el lema de pragmatikè historía, como indiscutible
objetivo del historiador, pues cada vez que un cultivador de la Historiografía
se entrega a hacer el panegírico o la censura de algún personaje o decide
practicar etnocentrismo colocando a Sicilia en el centro de interés de Grecia[78]
se aleja del ideal de la Historia ajustada a los hechos.[79]
En un bonito pasaje, cuyo contenido va dirigido por idéntico
propósito crítico, Polibio acusa al mismo Timeo no sólo de alargar en exceso
sus discursos y exagerarlo todo para ponderar lo siciliano colocándolo muy por
encima del resto de lo griego (Sicilia fue –según él– más importante que Grecia
entera y sus hombres fueron más divinos y mejores caudillos que los demás
griegos y las acciones bélicas de Sicilia superaron a todas las helénicas),
sino, además, de ser hiperbólico en sus loas de la misma manera en que obran
los muchachos en la escuela cuando se pasan de los límites prudentes al hacer
el elogio de Penélope o la censura de Tersites en sus ejercicios progimnásticos
(progymnásmata) de la escuela de
Retórica (aquí estamos, pues, una vez más, ante un caso que prueba la mala
influencia de la Retórica de escuela –la “Retórica de Hermes”– sobre la
Historiografía).[80]
Para este “historiador de sillón” o “ratón de biblioteca” –así lo consideraba
el historiador de Megalópolis–, Sicilia destacaba en Grecia, el centro de
Europa, que era, a su vez, la central de las tres partes del mundo.[81]
Dice Polibio que Timeo, desterrado en Atenas largos años, se dedicó a leer en
vez de haber estado presente en los hechos mismos, que es lo que debe hacer el
historiador de la “Historia Pragmática” por él recomendada, que tiene sus
puntos de contacto metodológicos con la Medicina.[82]
En vez de obrar de esa manera, prefirió, al estilo de la “Retórica de
Hermes”, imaginar los discursos de personajes que nos ofrece en su obra no con
las palabras que realmente fueron dichas, sino con las que pudieron haberlo
sido, procedimiento retórico puesto en tela de juicio por Polibio pero tan
antiguo como Tucídides y propio de la Retórica.[83]
Y además, inflamado del retórico helenocentrismo propio de la
“Retórica de Hermes” (que enseñaba la paideía
frente a la barbarie), había aprendido a defender a los patriotas y despreciar
a los traidores a la patria, por lo que alababa a Demóstenes y despreciaba a
Calístenes.[84]
Acostumbrado a las controversias y disputas de los ejercicios
retóricos de la “Escuela de Hermes”, Timeo (Timaîos)
de Tauromenio era tan amigo de censurar –se nos dice– que algunos, en vez de Timaîos, le llamaban Epitimaîos, “Censor”.[85]
Y, como prueba de la “literaturización” de la “Retórica de Hermes”, ofrecemos
la crítica que hace Polibio al historiador de Tauromenio diciendo de él que si
era muy hábil y agresivo al atacar a otros historiadores por su falta de rigor,
luego él mismo exponía relatos de sueños y prodigios imposibles de creer que
revelaban un carácter supersticioso y un mujeril gusto por los portentos.[86]
La retoricidad de estos historiadores helenísticos educados en la
“Retórica de Hermes” queda también probada y puesta de manifiesto en detalles
como el de discutir sobre cuál es más difícil y laboriosa, si la Historiografía
o la Retórica Epidíctica (Éforo[87]
y Timeo arremeten contra los que optan por la segunda y ellos mismos se
inclinan por la primera[88]),
o en el afán de establecer sincronías significativas y fáciles de memorizar
(según Timeo[89],
Eurípides nació el día en que tuvo lugar la batalla de Salamina y murió el día
que nació Dionisio el Viejo, y
Ya Calístenes de Olinto (370-327 a. J. C.), el autor de los Hechos de
Este Calístenes tan buen rétor de la Escuela de la “Retórica de
Hermes”, en la que se aprendía paideía
helénica como si de la religión distintiva y específica de los griegos se
tratase, se perjudicó a sí mismo pero gratificó a los griegos (entiéndase, a la
cultura, educación o paideía griega)
liberándoles de una gran vergüenza, al negarse él en público a postrarse en
postura de adoración ante
Onesícrito de Astipalea (373-305 a. J. C.), capitán de timoneles de
Alejandro Magno, escribió una encomiástica historia de este último al estilo de
la Ciropedia, de Jenofonte, en la misma línea aduladora e imbuida de
helenocentrismo escolar propia de las “Historias de Alejandro”, en la que
presentaba al monarca como el ideal “filósofo en armas” defensor y apóstol
propagador de la paideía griega a lo
largo de los amplios y variopintos territorios de la ecúmene[99].
A los historiadores de Alejandro se les nota –y muchísimo– la
formación retórica escolar por el estilo cuidado (evitan esmeradamente el
hiato), trágico, declamatorio, patético y emocional que emplean; por una
incoercible propensión a reproducir en la narración los ejercicios de escuela
(como la ékphrasis o descripción de
objetos artísticos) y a subrayar la moralidad subyacente en los mensajes éticos
y político-morales que transmiten; y, además, por su afición a hacer exhibición
y gala del orgullo que sienten por estar formados en la paideía griega, y, en general, por el empeño que ponen en hacer ver
que son maestros en una especie de “retoricidad” colmada de dramatismo y
sensacionalismo.
Tolomeo Sotér hijo de Lago (367-283 a. J. C.) nos sobrecoge cuando
narra cómo Alejandro fue herido por una flecha en el pecho durante el asalto a
la ciudadela de los malios[100]
y nos presenta a un Alejandro convertido en un modelo de “filantropía”,
humanidad y de piedad cuando, tras la batalla de Iso, se interesa por la mujer,
la madre y los hijos del rey persa derrotado y huido.[101]
En Jerónimo de Cardia (360-260 a. J. C.), historiador de los Diádocos, a pesar se su sobrio estilo y
su narración fiable (es el único rival de Polibio por lo que al cultivo de la
“historiografía pragmática” se refiere), encontramos asimismo rasgos de escuela
como, por ejemplo, la morosidad y complacencia que pone en las descripciones
derivadas del escolar ejercicio de la ékphrasis
(pensemos en la pormenorizada descripción del carruaje funerario de Alejandro),[102]
así como los mensajes de carácter político-moral (es malo el imperialismo de
los Antigónidas frente al noble deseo de libertad de los nabateos)[103]
que, derivados de la “Retórica Moral” que era la “Retórica de Hermes”, con
frecuencia transmite.
Y Clitarco, otro historiador de
Aristobulo de Casandrea, que acompañó al conquistador monarca en su
campaña asiática, y fue su historiador, nos lo presenta como un soberano
piadoso, moderado en la bebida,[106]
protegido de los dioses, y en absoluto despótico o degenerado en los placeres.[107]
Luciano se burla de la obsequiosidad de que hizo gala este
historiador al narrar los hechos y describir tan piadosa y halagadoramente al
rey Alejandro Magno.[108]
Este defecto consistente en encumbrar las virtudes del personaje historiado es,
asimismo un error de escuela, pero muy propio de la Historiografía influida por
la “Retórica de Hermes”.
Así que rasgos muy conspicuos como los períodos pretenciosos, las ekphráseis, el tono declamatorio que se
percibe en los discursos insertos en las narraciones, la evitación rigurosa del
hiato, la escritura según las estrictas reglas de la prosa estilística, el modo
trágico de las retóricas narraciones colmadas de patetismo
trágico-dramático y el afán por las
concordancias cronológicas, las leyendas sorprendentes o hasta, más bien,
prodigiosas y el gusto por las tradiciones locales (un gusto ya presente en los
“Atidógrafos”) son, todos ellos, tics de escuela que caracterizan la
Historiografía Helenística retorizada por la “Retórica de Hermes” que procede
de la Retórica Isocrática del siglo IV a. J. C., bien representada en los dos
discípulos del propio orador Isócrates, a saber, Teopompo y Éforo, así como en
Anaxímenes de Lámpsaco.
Polibio critica, en efecto, a Teopompo de Quíos por incurrir en
defectos muy similares a los de la “Retórica de Hermes”, o sea –valgan estos
ejemplos–, por sus exageraciones escolares (propias de la Retórica de escuela),
así como por contar como hechos históricos leyendas acerca de dudosos sucesos
sobrenaturales imposibles de creer (unos individuos se convirtieron en “ascios”
o “desprovistos de sombras”), si bien a veces por la sana intención de
fortalecer el pensamiento moral (he aquí una herencia de la “Retórica de
Hermes”).[109]
Bien es verdad que, a continuación, el historiador de Megalópolis
–también él tocado por la Retórica de escuela, la “Retórica de Hermes”– añade
que a veces hay que perdonar a esos historiadores y escritores que, con la muy
moral y bienintencionada finalidad de incrementar la piedad y la religiosidad
de las gentes incultas, de las masas, cuentan cosas y sucesos increíbles por su
carácter sobrenatural. Pero –continúa argumentando– la bien medida y aceptable
cantidad debe ser el criterio que determine lo que hay que perdonar y lo que ya
no hay que tolerar en modo alguno, pues se ha de permitir sólo lo que no sobrepase
los límites de la mesura.[110]
La verdad es que a Teopompo lo censura no sólo Polibio, sino también
Estrabón, que le echa en cara narrar mitos sólo por el mero placer de contar
retóricamente cosas portentosas con el propósito de sorprender y deleitar con
prodigios a los lectores (τερατείας
καὶ τέρψεως
χάριν),[111] y Quintiliano lo elogia porque lo considera más un orador que un
historiador (oratori magis similis).[112]
Teopompo es un ejemplo típico y muy señalado de la Historiografía
Helenística retorizada, de la Historiografía tocada de esa escolar Retórica que
es la “Retórica de Hermes”. Pues es amigo de narrar episodios y reproducir
discursos llenos de enseñanzas morales, de contar mitos extraordinarios que
sorprendan y llamen la atención por sus teratologías, sus sorprendentes
prodigios, sus truculencias y sus escatologías, y al mismo tiempo todo ello lo
ofrece envuelto en un estilo visiblemente retórico.
Teopompo es un escritor que emplea una Retórica tan de escuela que
fue criticado por emplear neologismos, sobre todo novedosos adjetivos,
participios o sustantivos precedidos por el prefijo apo- para negar el semantema subsiguiente (por ejemplo, ἀποπολῖται, “desciudadanos” o “malos ciudadanos”).[114]
Su estilo es, por lo demás, similar al de Isócrates (y, como él,
provisto de toda la pomposidad, grandilocuencia, evitación del hiato y fluidez
en la expresión) salvo cuando arremete impetuoso, áspero y caudaloso, contra
ciudades y generales cuyos errores o delitos censura con la mayor acritud
imaginable y en muy duro y estridente tono.[115]
He aquí, una vez más, la Isocrática Retórica moral, epidíctica, espectacular
(a veces excesivamente) tremendista y sensacionalista hasta los límites de lo
poético, que cuajó en la Escuela Helenística (por la que la denominamos
“Retórica de Hermes”) e influyó decisivamente en la Historiografía de esta
época.
Es una Historiografía, la Helenística, sometida a la escolar Retórica
Isocrática, moralizante y rival de la poesía, que pretende moralizar y a la vez
encandilar al lector contándole lo que por su inusitado, sorprendente,
prodigiosa o sobrenatural naturaleza pudiera llamarle la atención y así
“arrastrarle el alma” (psukhagogeîn)
por su poder enhechizador, o bien (y tal vez al mismo tiempo) formarle y
educarle con sus enseñanzas para, en una palabra, servirle de “ayuda” (ophéleia).[116] Así
lo explica admirablemente Dionisio de Halicarnaso (I a. J. C.) en su Epístola a Cneo Pompeyo.[117]
También Éforo de Cime era fiel a la muy isocrática Historiografía
retórica y moralizante que, más que la información del lector buscaba sobre todo su persuasión y edificación moral
a través del elogio o la reprobación de los acontecimientos y los personajes
históricos. Según Estrabón, Éforo se jactaba de exhibir en su Historia ejemplos
(paradeígmata) edificantes que
exhortaban a la práctica de la moralidad y la justicia.[118]
Dentro de la “Retórica de Hermes”, que pretendía absorber
definitivamente a la Historiografía –un problema tratado, según Polibio,[119]
por Éforo– surgió la variedad de “Retórica Clasicista”, basada en la imitación
(mímesis) de los “clásicos”, que eran
para Dionisio de Halicarnaso (I a. J. C.) los mejores oradores e historiadores
concebibles.
Entramos, así, finalmente, en la “Retórica Clasicista”, una Retórica,
a todas luces, escolar.
Es ésta una variedad de la Helenística Retórica escolar que nosotros
llamamos “Retórica de Hermes” y, en efecto, va a ser la que predomine a lo
largo de la Época Imperial Romana y de la Antigüedad Tardía, pues llega hasta
la Época Bizantina.
En tiempos de Adriano (117-138 d. J. C.) nos encontramos con las
clasicistas Historias de Cefalión, escritas en jonio e imitando a Heródoto
hasta en la división de su obra en nueve libros titulados cada uno de ellos con
el nombre de una Musa, si bien a veces imita la concisión, compacidad y
brevedad de Tucídides.[120]
A L. Flavio Arriano (86-160 d. J. C.), natural de Nicomedia (ciudad
de Bitinia), un griego que desempeñó un importante papel en la Administración
Romana, lo define Luciano como “un romano de primera clase ligado a la cultura
(paideía) durante toda su vida”.[121]
Flavio Arriano es un ejemplo espléndido de la convivencia de la koiné (que emplea en las Diatribas y el Enquiridion de Epicteto)
con el Aticismo (en ático aticista está compuesta su Anábasis de Alejandro), con el Clasicismo (compuso unas Indiká, escritas en jonio libresco, en
las que contaba el viaje de regreso de Nearco combinando, al estilo herodoteo,
la Etnografía con la Historia), con el rebuscado arcaísmo lingüístico puro y
duro (emplea formas arcaicas como el preverbio xun-, los reflexivos spheîs y hoû
o los nominativos de plural en –ês de
los sustantivos en –eús, la
conjunción kaítoi, en vez de kaíper, ante participio con valor concesivo,
lo que es poco frecuente aunque hay un ejemplo de este uso en Aristófanes),[122]
y, a la postre y en suma, con la paideía
retórica (pues quiere ser el Homero en prosa que cante las hazañas gloriosas de
Alejandro Magno)[123]
y con la nostalgia mimética del pasado glorioso de los Griegos (pues añora la
jenofontea combinación de sabiduría (sophía),
generalato y deporte cinegético –escribió un tratadito titulado Sobre la caza– dado que se llamaba
“Jenofonte” también él).[124]
Al fin y al cabo la cinegética forma parte también de la paideía de los griegos desde los tiempos míticos, pues se la enseñó
el centauro Quirón a su pupilo Aquiles y como actividad educativa formó a
hombres piadosos y respetuosos con la religión cultural de los helenos.[125]
En el capítulo 12 del libro I de su Anábasis de Alejandro[126] se
lamenta Arriano de que Alejandro Magno no hubiera contado con un Homero, como
sí lo tuvo, en cambio, Aquiles, que narrara en verso épico sus proezas, ni con
un Píndaro para que las cantase con los ritmos, bailes y melodías de la Lírica
Coral como hizo el gran poeta tebano con los éxitos de Hierón, Gelón o Terón,
ni con un Jenofonte, que engrandeciera su “Retirada por tierra” (Anábasis) haciéndola tan famosa y
renombrada como la “Retirada de los Diez Mil” desde el corazón de Asia Menor,[127]
por lo que nadie, ni en prosa ni en verso se había propuesto la hazaña que
ahora se propone él, que no se considera indigno de figurar entre los primeros
en el manejo de la lengua griega, al igual que Alejandro Magno figura entre los
primeros por el manejo estratégico de las empresas bélicas.[128]
No sólo eso. Él se jacta de poder decir cosas nuevas, en el tema de
la caza o del arte cinegética, que el propio Jenofonte no sabía, sencillamente,
porque en la Grecia de su tiempo no existían especiales razas de caballos y
perros (el galgo, por ejemplo, que por vez primera llevaron los celtas al mundo
mediterráneo, entonces no se conocía) que ahora –es decir, en su tiempo–,
cuando el Imperio Romano se ha expandido por tantos espacios geográficos nuevos,
se conocen muy bien.[129]
Arriano intenta ser un calco de Jenofonte en vida, obra y estilo. En
su Expedición o Despliegue contra los alanos se llama a sí mismo “Jenofonte” y en
el Periplo o Circunnavegación
se refiere dos veces a “Jenofonte el Viejo”.[130]
Compuso unas Diatribas o “Charlas” de
Epicteto al igual que Jenofonte escribió sus Memorias de Sócrates. Con su Cinegético
se propuso continuar la obra del historiador ateniense, tan aficionado a la
caza, y la Anábasis de Alejandro está compuesta por un historiador que
estilísticamente tenía, entre otros autores, a Jenofonte por modelo. Se aparta,
lógicamente, del modelo jenofonteo al adoptar la lengua y el estilo de la
Logografía jónica en su Índica (Indiká) y al combinar en el Anábasis las observaciones etnográficas
y genealógicas con los mitos al estilo herodoteo (recordemos, por ejemplo, su
sabrosa digresión, al hablar de Tiro, contando cómo Heracles robó las vacas del
mítico rey Gerión, que según Hecateo, no era rey de Tartesos sino de Ambracia).[131]
Es cierto que en su Periplo
y en su Tratado sobre Táctica y en su
Despliegue contra los alanos se
mantiene muy en la línea del estilo jenofonteo, pero en la Anábasis de Alejandro se vale de los estilos de los tres grandes
historiadores, Heródoto – a quien, por cierto, mucho es lo que debe Arriano–[132],
Tucídides y Jenofonte. Pues, por ejemplo, en varios pasajes detectamos la léxis eiroméne a base de epanalepsis,[133] rasgo
estilístico de inconfundible sabor herodoteo, así como, en otros pasajes
saboreamos, sin embargo, el original estilo tucidídeo. El discurso, por
ejemplo, que, convertido en narración por Arriano, presumiblemente pronunciara
Alejandro antes de la batalla de Gaugamela es de reconocible corte e innegable
cuño tucidídeo.[134]
La “Retórica de Hermes” asoma por demasiadas partes empañando el
contenido histórico de esta obra. Por ejemplo, aparte el hecho de que toda la
narración está constituida por la exposición de los hechos documentales –que
Arriano toma de sus fuentes Tolomeo Sotér y Aristobulo, que habían compuesto
sus historias en koiné–
entremezclados con “historias” (lógoi)
extraídas de la tradición retórica escolar, el “panegírico de Alejandro” es
excesivo[135]
y está sobrecargado de hipérbole aderezada de exhibición mitológica,[136]
y asimismo rezuma retórica escolar el debate que a orillas de río Hífasis
entabla consigo mismo Alejandro reflexionado en voz alta ante sus tropas sobre
si avanzar o no hacia el Océano. Es, ni más ni menos, una pieza de Retórica
escolar provista de todos los requisitos del género.[137]
Es tan educativa, tan moral y moralizante, y, a la vez tan
etnocéntrica la “Retórica de Hermes”, visible y detectable en la Anábasis de Alejandro de Arriano, que el héroe Alejandro Magno era un héroe
griego comparable a Minos, Éaco, Radamantis, a Teseo el hijo de Posidón o a Jon
el hijo de Apolo, y si vestía con extravagancia persa lo hacía sólo para
complacer a sus súbditos, y si a veces bebía en exceso (como contaba
Aristobulo), ello se debía a su deseo de ser cortés con sus camaradas, pues en
realidad él era hombre de poca bebida.[138]
Al Alejandro de Arriano no le faltaba virtud alguna: era físicamente
muy distinguido por su belleza y era además, de espíritu, muy abnegado,
inteligente, valiente amante del honor y del peligro y muy devoto de la
religión.[139]
Un autor como Apiano de Alejandría, que vive en el siglo II d. J. C.,
a lo largo de los reinados de Antonino Pío, Lucio Vero y Marco Aurelio, murió
en los años 60 –es, pues, casi contemporáneo de Arriano– y escribió una Historia de Roma, se siente griego y trata
la historia de su amada y muy admirada Roma, corazón de un importantísimo
imperio gracias a su inigualable virtud,[140] con
las estrategias y las maneras propias de un griego que ha gustado de la
retórica paideía helénica, es decir,
componiendo –inevitablemente, pues no podía ser de otro modo– una historia
retórica cargada de discursos y episodios típicos de la elaboración escolar que
se estilaba en las clases de Retórica. Con ellas se propone ilustrar a sus congéneres y
copartícipes de la cultura y la lengua helénica acerca de la historia, las
conquistas, los usos y costumbres de la gran Roma. Así, por ejemplo, pensando
en sus lectores griegos, y exclusivamente en ellos, explica los significados de
los insultos que Catilina dirigía a Cicerón tildándole de homo novus e inquilinus.[141]
Para este historiador la Retórica es más importante que la
Historiografía, pues, por ejemplo, afirma en el Proemio que sólo se dispone a dar las fechas de los sucesos por él
narrados en aquellos casos que realmente sea interesante darlas para confrontar
cronológicamente importantes acontecimientos medidos en la distancia, mientras
que las omitirá en los demás casos por considerar que proporcionarlas
resultaría ocioso.[142]
En cambio, pone una pasión desmedida y una vitalidad retórica extraordinaria en
casos patéticos, como, por ejemplo, el de la respuesta oratoria de Lucio
Calpurnio Pisón, que replicando a Cicerón peroraba haciendo uso de abundancia
de recursos retóricos, en favor de Marco Antonio, cuya defensa había asumido,
ante la cámara senatorial.[143]
Por lo demás, se percibe a lo largo de toda su obra el talante de un
griego ilustrado, educado (pepaideuménos),
que no se siente descontento de vivir su cultura ocupando un cargo (el de advocatus fisci) en la corte imperial de
Roma y disfrutando de las ventajas de ser un ciudadano romano perteneciente al
orden ecuestre, si bien todo ello sin renunciar a su orgullo de sentirse
culturalmente un heleno de la ciudad helenizada de Egipto que era Alejandría.
Y así se explica que nos refiera lo que Homero –el poeta por
antonomasia de los griegos cultos– sabía de Bitinia,[144] y
cómo a Mitrídates VI, el rey del Ponto y acérrimo enemigo de los romanos en el
siglo I a. J. C. lo presentaba como civilizado “filheleno”, al parecer con toda
razón pues se había interesado por la cultura griega hasta el punto de haberse
hecho copiar el semblante y las acciones de Alejandro Magno.[145]
Del mismo modo hay que interpretar el hecho de que proporcione a sus lectores
las equivalencias griegas de los nombres latinos de las instituciones romanas,
que organice su relato histórico, al estilo herodoteo, por provincias o
naciones o pueblos (itálicos, samnitas, celtas, sicilianos, ibéricos, Aníbal,
cartagineses –junto con libios y númidas–, macedonios e ilirios, griegos y jonios,
sirios –junto con seléucidas y partos–),que le dan pie a referir los
principales acontecimientos históricos de Roma (las guerras, conquistas, las
relaciones con Mitrídates, las guerras civiles, etc.), y que, por si esto fuera
poco, nos regale interesantes discursos retorizados –al estilo de la antigua,
ejemplar y castiza Historiografía ática que se estudiaba en la escuela de
Retórica– que constituyen aproximadamente una décima parte de su Historia Romana y que, junto con unas
pocas descripciones y explicaciones de las Guerras
Civiles –la parte más interesante de su Historia–
son, sin lugar a dudas, lo mejor de su obra.
La influencia de Tucídides y de Jenofonte en su lengua y estilo se
perciben también. Esta influencia le llegó sin duda a través de la formalista,
rígida e inviolable doctrina de Retórica escolar basada en el aprendizaje a
través de la mímesis de los clásicos,
pues en el griego que emplea Apiano perviven rasgos más bien propios del
Aticismo que del ático (la evitación escrupulosa del hiato, el empleo estricto
y excesivo del dual, así como de una legión de optativos y de una fraseología
estereotipada de corte, a todas luces escolar y clasicista) amancebados en
simpático concubinato con rasgos indudables de la koiné que son detectables sobre todo en los usos sintácticos de los
participios y de las preposiciones. Los discursos constituyen, en cuestión de
estilo, claramente la mejor parte de su obra, en la cual hay, sin embargo,
determinados pasajes no discursivos u oratorios que son retóricamente paradigmáticos
por su elocuencia, su animación, su viveza y su contundencia (por ejemplo, la
introducción o proemio, que consta de sólo seis párrafos, a la “Historia de las
Guerras Civiles”) y, en particular, la descripción, de claro sabor tucidídeo,
de las primeras confrontaciones entre facciones civiles en Roma.[146]
También se le nota a Apiano el bagaje técnico de la Retórica escolar en las
descripciones dramáticas de los hechos (la resistencia numantina,[147]
el alivio del miedo en Roma al día siguiente de conocerse la “Conjuración de
Catilina”[148])
y en las pormenorizadas descripciones psicológicas de los personajes (la
vanidad de Catilina[149]
y la astucia política de César y de Cicerón[150]).
La paideía retórica, el
Aticismo y la clasicista y escolar mímesis
del estilo y de las concepciones históricas de Tucídides (por ejemplo, el
empleo frecuente de marcadas antítesis o el hincapié puesto en las
discrepancias constatables entre las apariencias y las realidades) son asimismo
indisimulables en la obra de Casio Dión (164-230 d. J. C.), a pesar de que él
personalmente estaba muy lejos de imitar a su modelo estilístico en lo que a la
religión se refiere, pues, bien al contrario, concede enorme importancia a lo
sobrenatural y dispensa consiguientemente buena acogida a la magia, la
superstición y los portentos, rasgos todos estos muy característicos de la
Antigüedad Tardía, que, de algún modo y a juzgar por determinados aspectos, ya
se anuncia en la obra de este historiador.
En efecto, este historiador concede tanta importancia a lo
sobrenatural, que no sólo cree en una dirección divina de los procesos
históricos, sino que, según nos refiere él personalmente, tuvo una serie de
sueños y contempló unos cuantos portentos que, a modo de augurios o presagios,
le empujaron a acometer la empresa de escribir primeramente una historia de las
guerras que siguieron inmediatamente a la muerte de Cómodo y luego toda una Historia de Roma.[151]
No obstante, Dión Casio, admirador de Tucídides, era
extraordinariamente fiel a los modos, estilo y maneras de la Historiografía
Clásica. Así, por ejemplo, hace frecuente uso de los discursos (un discurso
largo por libro, por lo menos) y emplea estos discursos de sus personajes para
ofrecer con ellos debates políticos sobre constituciones y temas políticos, por
ejemplo: en el libro LII nos ofrece sendos largos discursos –inventados de
acuerdo con la ley de la “probabilidad” (eikós)–
de Agripa y Mecenas ante Augusto, defendiendo el primero la democracia y el
segundo la monarquía, procediendo así de forma similar a como hicieran ya
previamente Heródoto y Tucídides[152]. Sólo
en la escuela de Retórica y a través de la mímesis,
pudo Dión Casio aprender el método y la retórica estrategia de exponer los
rasgos de las constituciones políticas a través de discursos fingidos de los
personajes históricos. Otro ejemplo: en el libro XXXVIII, César pronuncia ante
sus oficiales y suboficiales una larga arenga, que se extiende por once
capítulos (36-47), dándoles ánimos y justificando la batalla contra Ariovisto y
los helvecios que está a punto de empezar.
También la “Historiografía Trágica” o “Historiografía de efectos
emocionales”, que gusta de sensacionalismos, sentimentalismos, anécdotas,
fábulas, narraciones de sucesos maravillosos, promocionada primeramente por
Gorgias de Leontinos y luego hija de la Retórica Escolar, que había influido en
Ctesias de Cnido (finales del siglo V a. J. C.),[153] y
luego, a través de la Retórica Escolar, en Éforo y Teopompo, discípulos de
Isócrates, en Dúride de Samos, discípulo de Teofrasto, y en Filarco de
Aunque toma mucho material de Dión Casio, Herodiano, probablemente de
Antioquía, oficial en la Roma ya del siglo III d. J. C. y autor de una Historia del Imperio Romano después de Marco[155]
en ocho libros que comprendían desde el reinado de Marco Aurelio al de Gordiano
(180-238), es un autor sobrado de retórica o, mejor dicho, un usuario de un
tipo especial de Retórica exuberante, en exceso ornamentada y desprovista de la
contención, la gravedad y el control que caracterizaban la obra, que era
también claramente retórica si bien más comedida en el empleo de los recursos
propios del Arte de la Oratoria, de Dión Casio.
Aunque en el prólogo profesa practicar la misma akríbeia o “exactitud” que propugnara Tucídides, lo cierto es que,
como también promete al lector cierto agradable esparcimiento en la lectura,
cumple esta promesa y por ello se regodea en exceso en las licencias retóricas
y se apasiona por las descripciones que nos brinda aureoladas de una contenida
emoción y como si fueran el fruto de competitivos ejercicios de escuela de
Retórica.[156]
Se siente muy orgulloso de la paideía
griega, explica la decadencia de las gloriosas ciudades de la Hélade por
los celos mutuos que terminaron por debilitarlas y convertirlas en fácil presa
de macedonios y romanos,[157]
se nota que escribe preferentemente para griegos que no conocen ni el Imperio
ni los usos y costumbres de los romanos,[158] y
combina admirablemente la koiné con
estupendos textos en los que pone en práctica sus conocimientos retóricos
escolares para imitar a maestros como Tucídides, Jenofonte y Demóstenes, y, a
pesar de que a veces se le va la mano y resulta hiperbólico,[159]
en otras ocasiones –como, por ejemplo, cuando describe a Marco Aurelio– se
expresa con dignidad y un estilo y empaque tucidídeos.[160]
También ecos tucidídeos, o sea, ecos de la Retórica Escolar de
aprendizaje mimético de los autores canónicos y clásicos, se encuentran en los
fragmentos que sobreviven (sobre todo en la Historia
Nueva de Zósimo, historiador del
siglo V d. J. C.) de la obra historiográfica de Publio Herenio Dexipo (muy
retórico e imitador de Tucídides),[161]
historiador ateniense del siglo III d. J. C. Zósimo es un historiador que
contempla la definitiva decadencia del Imperio Romano, en los siglos V-VI d. J.
C., y la interpreta como una consecuencia del rechazo del paganismo para
sustituirlo por el Cristianismo. Partidario incondicional, consecuentemente,
del añorado Juliano el Apóstata fue, naturalmente, encarnizado enemigo de
Constantino I y de Teodosio y, por ende, de los cristianos en general.
En su Historia Nueva, al
empezar a redactar los hechos, a partir del año 407 d. J. C., cambió de fuente
sustituyendo a Eunapio de Sardes (345-420 d. J. C.), de quien es –se diga lo
que se diga– a todas luces dependiente, por Olimpiodoro, y consiguientemente
alteró de esta guisa su consideración de los hechos generales y de los
particulares, y así, por ejemplo, un personaje relevante como Estilicón, pasó de ser hostil a favorable.
Finalmente, terminamos nuestro recorrido con Olimpiodoro de Tebas
(Egipto) (378-425 D. J. C.), historiador cuya obra conocemos gracias a la
cuarentena de fragmentos de ella conservados en la Biblioteca de Focio.[162] Era
asimismo pagano convencido, aunque dedicó su obra al emperador cristiano
Teodosio II. Apoyó en su Historia en 22 libros, a Estilicón, que pretendió la
unificación del Imperio de Oriente y de Occidente, fue regente durante la
minoría de edad de Honorio y contuvo a Alarico en su primer intento de penetrar
en Italia el año 402 d. J. C. Consideraba paisano a Homero, como si el eximio
poeta hubiera sido también natural de la egipcia Tebas. Con ello, el etnocentrismo
cultural de los griegos formados en la paideía
retórica helénica sale, una vez más, a relucir.
Un proceso que, en definitiva, ha durado muy largo tiempo.
Antonio López Eire
(1944-2008)
Universidad de Salamanca
Bibliografía
Bonner, S. F (1949), Roman declamation in the Late Republic and
Early Empire, Berkeley: University of California Press.
____ (1977), Education in Ancient Rome: From yhe elder cato to the younger Pliny,
Londres: Methuen.
Bosworth,
____ (1988), From
Cairns, F. (1972), Generic Composition in Greek and Roman Poetry, Edimburgo.
Cousin, J., (1936), Études sur Quintilien, París: Belles Letres.
Grundmann, H. R. (1886), Quid in elocutione
Hornblower, S. (1981), Hieronymus of Cardia, Oxford, Clarendon, 1981.
Hubbell, H. M. (1913), The Influence of Isocrates on Cicero,
Dionysius and
López Eire,
____ (1996),“L'influence de l'ionien-attique sur les autres dialectes
épigraphiques et l'origine de la koiné”, en C. Brixhe (comp.), La koiné grecque antique. II La concurrence, Nancy: A. D. R.
____ (1996a), “De la Retórica Moral a la Carta de Intercesión”, en
____ (1996b), Semblanza de Libanio, México: Universidad Nacional
____ (2006), “Retórica escrita y Epistolografía en la obra de Libanio”, Topoi Suppl. 7, 277-294.
Marrou, H. I. (1948), Histoire de l’éducation dans l’antiquité. Vol. I: Le monde grec,
París: 1948.
Nilsson,
M. P. (1955), Die hellenistische Schule, Múnich: Beck.
Russell, D.
Seeck, O. (1906=1966) Die Briefe des Libanios, Leipzig:
Teubner (reimpr. Hildesheim: Georg Olms, 1966).
Wiedeman, T. (1990), “Rhetoric in
Polybius”, en H. Verdin, G. Schepens, E. de Keyser (eds.), Purposes of History. Studies in Greek from 1th to the 2nd Centuries B.
C., Lovaina, pp. 289-300.
[1] Nuestro agradecimiento a la DGCYT (BFF
2003-05370) por su apoyo económico.
[2] LXX 2 Ma.,
4.13: ἦν δ’
οὕτως ἀκμή τις
Ἑλληνισμοῦ
καὶ πρόσβασις
ἀλλοφυλισμοῦ
διὰ τὴν τοῦ
ἀσεβοῦς καὶ
οὐκ ἀρχιερέως
Ἰάσωνος
ὑπερβάλλουσαν
ἀναγνείαν
ὥστε μηκέτι
περὶ τὰς
τοῦθυσιαστηρίου
λειτουργίας
προθύμους
εἶναι τοὺς
ἱερεῖς, ἀλλὰ
τοῦ μὲν νεὼ
καταφρονοῦντες
καὶ τῶν θυσιῶν
ἀμελοῦντες
ἔσπευδον
μετέχειν τῆς
ἐν παλαίστρῃ
παρανόμου
χορηγίας μετὰ
τὴν τοῦ δίσκου
πρόσκλησιν,
καὶ τὰς μὲν
πατρῴους
τιμὰς ἐν
οὐδενὶ τιθέμενοι,
τὰς δὲ
Ἑλληνικὰς
δόξας
καλλίστας ἡγούμενοι.
[3] Cf. López Eire (1992) y (1996).
[4] Cf. Marrou (1948: 128).
[5] Cf. Hubbell (1913).
[6] Cf. López
Eire (1996: 85-145).
[7] Isoc. 4.50: μᾶλλον
Ἕλληνας
καλεῖσθαι τοὺς
τῆς
παιδεύσεως τῆς
ἡμετέρας ἢ τοὺς
τῆς
κοινῆς φύσεως
μετέχοντας.
[8] Isocr. 15. 276.
[9] D. H. Isoc.
1: σπουδὴν μὲν ἐποιεῖτο
πράττειν τε καὶ
λέγειν τὰ πολιτικά,
ὡς δὲ ἡ φύσις ἠναντιοῦτο,
τὰ πρῶτα καὶ κυριώτατα
τοῦ ῥήτορος ἀφελομένη,
τόλμαν τε καὶ φωνῆς
μέγεθος, ὧν χωρὶς
οὐχ οἷόν τε ἦν ἐν
ὄχλῳ λέγειν, ταύτης
μὲν ἀπέστη τῆς προαιρέσεως.
[10] D. H. Isoc. 2: ἀναγνώσεώς
τε μᾶλλον οἰκειότερός
ἐστιν ἢ χρήσεως.
τοιγάρτοι τὰς μὲν
ἐπιδείξεις τὰς
ἐν ταῖς πανηγύρεσι
καὶ τὴν ἐκ χειρὸς
θεωρίαν φέρουσιν
αὐτοῦ οἱ λόγοι, τοὺς
δὲ ἐν ἐκκλησίαις
καὶ δικαστηρίοις
ἀγῶνας οὐχ ὑπομένουσι.
[11] Cf. López Eire (2006).
[12] D. H. Lys.
2: καὶ
παρακελευσαίμην
ἂν τοῖς βουλομένοις
καθαρῶς γράφειν
ἢ λέγειν ἐκεῖνον
τὸν ἄνδρα ποιεῖσθαι
παράδειγμα ταύτης
τῆς ἀρετῆς.
[13] Isoc. 15. 271: σοφοὺς
μὲν νομίζω τοὺς
ταῖς δόξαις ἐπιτυγχάνειν
ὡς ἐπὶ τὸ πολὺ τοῦ
βελτίστου δυναμένους,
φιλοσόφους
δὲ τοὺς ἐν τούτοις
διατρίβοντας, ἐξ
ὧν τάχιστα λήψονται
τὴν τοιαύτην φρόνησιν.
[14] D. H. Th.
2: μέχρι
τοῦ παρόντος καὶ
οὐδεμίαν ἐκδεδωκὼς
γραφήν, ἐν ᾗ κατηγορῶ
τινος, ἔξω μιᾶς πραγματείας,
ἣν συνεταξάμην
ὑπὲρ τῆς πολιτικῆς
φιλοσοφίας πρὸς
τοὺς κατατρέχοντας
αὐτῆς ἀδίκως.
[15] D. H. Comp.1.
[16] D. H. Comp. 1.
[17] D. H. Comp.
1: ἀλλὰ ποίημα μὲν καὶ γέννημα παιδείας καὶ ψυχῆς τῆς ἐμῆς, κτῆμα δὲ [σοὶ] τὸ αὐτὸ καὶ χρῆμα πρὸς ἁπάσας τὰς ἐν τῷ βίῳ χρείας ὁπόσαι γίνονται διὰ λόγων ὠφέλιμον, ἀναγκαιότατον ἁπάντων χρημάτων, εἴ τι κἀγὼ τυγχάνω τῶν δεόντων φρονῶν, ἅπασι μὲν ὁμοίως τοῖς ἀσκοῦσι τοὺς πολιτικοὺς λόγους, ἐν ᾗ ποτ’ ἂν ἡλικίᾳ τε καὶ ἕξει τυγχάνωσιν ὄντες· μάλιστα δὲ τοῖς μειρακίοις τε καὶ νεωστὶ τοῦ μαθήματος ἁπτομένοις ὑμῖν, ὦ Ῥοῦφε Μετίλιε πατρὸς ἀγαθοῦ κἀμοὶ τιμιωτάτου φίλων..
[18] Isoc. 4.50: μᾶλλον Ἕλληνας καλεῖσθαι τοὺς τῆς παιδεύσεως τῆς ἡμετέρας ἢ τοὺς τῆς κοινῆς φύσεως μετέχοντας.
[19] Isoc. 9.11: Ὅμως δὲ καίπερ τοσοῦτον πλεονεκτούσης τῆς ποιήσεως, οὐκ ὀκνητέον, ἀλλ’ ἀποπειρατέον τῶν λόγων ἐστὶν.
[20] Rh. ad Her. 1.1: artem sine adsiduitate dicendi non multum iuvare. Rh.
ad Her. 4.69 haec omnia
adipiscemur si rationes praeceptionis diligentia consequemur exercitationis.
[21] Rh. ad Her. 1.1: non enim in se parum fructus habet si copia
dicendi et commoditas orationis, si recta intelligentia et definita animi
moderatione gobernetur.
[22] Rh. ad Her. 4. 69: ergo
amplius in arte rhetorica nihil est.
[23] Rh. ad Her. 4. 69.
[24] Rh. ad Her. 2. 47: Conclusiones, quae apud
Graecos epilogi nominatur, tripertitae sunt. IV, 10 Bipertita igitur erit nobis elocutionis praeceptio. 4.11: Sunt igitur tria genera, quae genera nos
figuras apellamus.
[25] Rh. ad
Her. 4. 10: Primum dicemus quibus in
generibus semper omnis oratoria elocutio debeat esse; deinde ostendemus quas
res semper habere debeat.
[26] Rh. ad
Her. 4. 11: Sunt igitur tria genera,
quae genera nos figuras apellamus in quibus omnis oratio non vitiosa
consumitur: unam gravem, alteram mediocrem, tertiam extenuatam vocamus.
[27] Rh. ad Her. 4. 10: semper omnis oratoria elocutio.
[28] Rh. ad Her. 2. 27-30.
[29] Rh. ad Her. 2. 27-29: item vitiosum est.
[30] Rh. ad Her. 4. 18: si vitabimus eiusdem
litterae nimiam adsiduitatem.
[31] Rh. ad Her. 2. 43: item verendum est.
[32] Rh. ad Her. 2. 43: item considerandum est.
[33] Cic. De inv. 2. 12; 2. 155.
[34] Quint. 3. 3. 4 ss.
[35] Quint. 3. 3. 8.
[36] Plu. Pomp.
42.
[37] Quint. 2. 4. 41.
[38] Rh. ad Her. 4. 69: Nam et simul libenter exercemur
propter amicitiam, cuius initium cognatio fecit, cetera philosophiae ratio
confirmavit.
[39] Rh. ad
Her. 1. 27: Verumtamen
maturabimus, et quod negotio deminutum fuerit exaequabimus industria, ut pro
tuo in nos officio et nostro in te studio munus hoc adcumulatissime tuae
largiamur voluntati…. 2. 50 Nos
deinceps ad cetera praecepta transeamus, ut, quod libentissime faciamus, tuae
rectissimae voluntati morem geramus...
[40] Rh. ad Her. 1. 1: Non enim spe quaestus
aut gloria commoti venimus ad scribendum quemadmodum ceteri, sed ut industria
nostra tuae morem geramus voluntati.
[41] Hor. Carm. 10. 1-5.
[42] Them. 332 B: ὁρῶ δὲ ἔγωγε νεὼς μὲν τῷ Ἑρμῇ κατὰ πᾶσαν ὁμοίως χώραν τε καὶ πόλιν δειμαμένους, τὰ διδασκαλεῖα δὲ τῶν λόγων οὐκ ἀξιοῦντας ὑπολαμβάνειν Ἑρμοῦ νεὼς ἀληθεστέρους.
[43] hMerc. 292.
[44] Hom. Il. 24. 376-7; 344.
[45] Pl. Crat.
407 E: Ἀλλὰ μὴν τοῦτό γε ἔοικε περὶ λόγον τι εἶναι ὁ “Ἑρμῆς”, καὶ τὸ ἑρμηνέα εἶναι καὶ τὸ ἄγγελον καὶ τὸ κλοπικόν τε καὶ τὸ ἀπατηλὸν ἐν λόγοις καὶ τὸ ἀγοραστικόν, περὶ λόγου δύναμίν ἐστιν πᾶσα αὕτη ἡ πραγματεία.
[46] NT, Act.Ap.
14. 11: οἵ τε ὄχλοι ἰδόντες ὃ ἐποίησεν Παῦλος ἐπῆραν τὴν φωνὴν αὐτῶν Λυκαονιστὶ λέγοντες, Οἱ θεοὶ ὁμοιωθέντες ἀνθρώποις κατέβησαν πρὸς ἡμᾶς ἐκάλουν τε τὸν Βαρναβᾶν Δία, τὸν δὲ Παῦλον Ἑρμῆν ἐπειδὴ αὐτὸς ἦν ὁ ἡγούμενος τοῦ λόγου.
[47] Procl. In
R. 1. 69: ὁ δὲ πειθοῦς δημιουργὸς οὐκ ἄλλος ἢ ὁ Ἑρμῆς, δι’ ὃν καὶ δημηγοροῦσιν ἄλλοι θεοὶ κατ’ ἄλλους, καὶ πρὸς πάντας ὁ Ζεὺς τὸν ἐν ἑαυτῷ προχειρίσας Ἑρμῆν..
[48] Luc. APlb.
2: ἢν μὲν οὖν κατ’ ἀξίαν ὑποδὺς τὸ σὸν πρόσωπον ὑποκρίνωμαι, εὖ ἂν ἡμῖν ἔχοι καὶ τῷ Λογίῳ θύσομεν.
[49] Luc. Gall.
2: ἐγὼ δὲ Ἑρμοῦ πάρεδρος ὢν λαλιστάτου καὶ λογιωτάτου θεῶν ἁπάντων καὶ τὰ ἄλλα ὁμοδίαιτος ὑμῖν καὶ σύντροφος οὐ χαλεπῶς ἔμελλον ἐκμαθήσεσθαι τὴν ἀνθρωπίνην φωνήν.
[50] Cf. O. Seeck,
Acacius I, p. 38.
[51] Lib. Ep.
1222, 2 F: πολὺ γὰρ ἐν Καππαδοκίᾳ τὸ Ἑρμοῦ καὶ ῥεύματα λόγων ἄφθονα.
[52] Cf. O. Seeck,
Maximus VI, p. 207.
[53] Lib. Ep.
656, 2 F: κεχωρηκότα τῷ μὲν παρελθόντι χρόνῳ τὴν εἰς τὸν Ἑρμῆν ὅρισον χάριν, τὰ λοιπὰ δὲ ἔστω φιλανθρωπότερα μᾶλλον ἢ ἀκριβέστερα.
[54] Por ejemplo: Lib. Ep. 140 F (A Albanio), 199 F (A Sofronio), 208 F (A Ampelio), 226 F
(A los colegas de Elpidio), 245 y 269 F (A Euterio), 359 F (A Baso), etc.
[55] Cf. Nilsson
(1955), passim.
[56] Aristid. Or.
45. 6. 7: (καλῶ
δ’ ἐπὶ τούτῳ τῷ τολμήματι
καὶ Ἑρμῆν
λόγιον καὶ Ἀπόλλωνα
μουσηγέτην καὶ
Μούσας ἁπάσας
ἡγεμόνας γενέσθαι.
[57] Jul. Or. 4. 132ª: Ἀλλ’ ἔμοιγε τούτου παρασταίη βοηθὸς ὅ τε λόγιος Ἑρμῆς ξὺν ταῖς Μούσαις ὅ τε Μουσηγέτης Ἀπόλλων, ἐπεὶ καὶ αὐτῷ προσήκει τῶν λόγων, καὶ δοῖεν δὲ εἰπεῖν ὁπόσα τοῖς θεοῖς φίλα λέγεσθαί τε καὶ πιστεύεσθαι περὶ αὐτῶν.
[58] Isoc. 11. 11: Ὅμως δὲ καίπερ τοσοῦτον πλεονεκτούσης τῆς ποιήσεως, οὐκ ὀκνητέον, ἀλλ’ ἀποπειρατέον τῶν λόγων ἐστὶν.
[59] Theophr. Fr. 64 Wimmer: τοῦ λόγου σχέσεις ἔχοντος τὴν μὲν πρὸς τοὺς ἀκροατὰς τὴν δὲ πρὸς τὰ πράγματα, τὴν μὲν πρὸς τοὺς ἀκροατὰς ποιηταὶ καὶ ῥήτορες διώκουσι,τὴν δὲ πρὸς τὰ πράγματα φιλόσοφοι.
[60] Theophr. Fr.
65 Wimmer: Διττῆς γὰρ οὔσης τῆς τοῦ λόγου σχέσεως, καθὰ διώρισεν ὁ φιλόσοφος Θ., τῆς τε πρὸς τοὺς ἀκροωμένους οἷς καὶ σημαίνει τι, καὶ τῆς πρὸς τὰ πράγματα ὑπὲρ ὧν ὁ λέγων πεῖσας προτίθεται τοὺς ἀκροωμένους, περὶ μὲν τὴν σχέσιν αὐτοῦ τὴν πρὸς τοὺς ἀκροατὰς καταγίνονται ποιητικὴ καὶ ῥητορική.
[61] En torno al 500 d. C. Prisciano
tradujo al latín los Progymnasmata de
Hermógenes.
[62] Rh. ad
Her. 3. 2.
[63] Rh. ad
Her. 1. 19.
[64] Isoc. Or.
14. 1: Εἰδότες
ὑμᾶς, ὦ ἄνδρες Ἀθηναῖοι,
καὶ τοῖς ἀδικουμένοις
προθύμως βοηθεῖν
εἰθισμένους καὶ
τοῖς εὐεργέταις
μεγίστην χάριν
ἀποδιδόντας, ἥκομεν
ἱκετεύσοντες μὴ
περιιδεῖν ἡμᾶς
εἰρήνης οὔσης ἀναστάτους
ὑπὸ Θηβαίων γεγενημένους.
[65] Cf. López Eire (1996) y (2003).
[66] Cf. Bonner
(1949) y Russell (1983).
[67] Quint. 2. 4. 1.
Cf. Cousin (1936, I: 113).
[69] Rh. ad Her. 1. 13.
[70] Rh. ad Her. 1. 13.
[71] Theon Rhetor, Prog. 63: καὶ πάλιν Ὅμηρος ἅλωσιν πόλεως τοῦτον τὸν
τρόπον εἴρηκεν,
ἄνδρας μὲν κτείνουσι,
πόλιν δέ τε πῦρ ἀμαθύνει, τέκνα δέ τ’ ἄλλοι ἄγουσι, βαθυζώνους τε γυναῖκας. ὁ δὲ Δημοσθένης οὕτως, ὅτε
γοῦν ἐπορευόμεθα εἰς Δελφούς, ἐξ ἀνάγκης ὁρᾶν ἦν ταῦτα πάντα, οἰκίας κατεσκαμμένας, τείχη περιῃρημένα, χώραν ἔρημον τῶν ἐν ἡλικίᾳ, γύναια δὲ καὶ παιδάρια ὀλίγα, καὶ πρεσβύτας ἀνθρώπους οἰκτρούς.
[72] Theon Rhetor, Prog.
70: ταῦτα μὲν οὖν παρεθέμην, οὐ νομίζων μὲν ἅπαντα εἶναι πᾶσιν ἀρχομένοις ἐπιτήδεια, ἀλλ’ ἵνα ἡμεῖς εἰδῶμεν, ὅτι πάνυ ἐστὶν ἀναγκαῖον ἡ τῶν γυμνασμάτων ἄσκησις οὐ μόνον τοῖς μέλλουσι ῥητορεύειν, ἀλλὰ καὶ εἴ τις ἢ ποιητῶν ἢ λογοποιῶν ἢ ἄλλων τινῶν λόγων δύναμιν ἐθέλει μεταχειρίζεσθαι. ἔστι γὰρ ταῦτα οἱονεὶ θεμέλια πάσης τῆς τῶν λόγων ἰδέας.
[73] Se lo atribuyó por vez primera Victorio
Marcelo (II d. J. C.) basándose en Quint. Institutio
Oratoria 3. 4. 9.
[74]
[75] D. H. Vett. Orat. 2: ἡ
μὲν Ἀττικὴ
μοῦσα καὶ
ἀρχαία καὶ
αὐτόχθων ἄτιμον
εἰλήφει σχῆμα,
τῶν ἑαυτῆς
ἐκπεσοῦσα
ἀγαθῶν, ἡ δὲ ἔκ
τινων βαράθρων τῆς
Ἀσίας ἐχθὲς
καὶ πρῴην
ἀφικομένη,
Μυσὴ ἢ Φρυγία
τις ἢ Καρικόν
τι κακόν, [ἢ
βάρβαρον]
Ἑλληνίδας
ἠξίου
διοικεῖν
πόλεις
ἀπελάσασα τῶν κοινῶν
τὴν ἑτέραν, ἡ ἀμαθὴς τὴν
φιλόσοφον καὶ
ἡ μαινομένη
τὴν σώφρονα.
[76] FGrHist
328
Φιλόχορος
δὲ ἐν τῆι
Ἀτθίδι παρὰ
τοῖς παλαιοῖς
φησὶ τὸν
ἀμφορέα
καλεῖσθαι
κάδον καὶ τὸ ἡμιαμφόριον
ἡμικάδιον.
[77] Brut. 325: genera
autem Asiaticae dictionis duo sunt: unum sententiosum et argutum,
sententiis non tam gravibus et severis quam concinnis et venustis, qualis in
historia Timaeus, in dicendo autem pueris nobis Hierocles Alabandeus, magis
etiam Menecles frater eius fuit ... aliud ... non tam sententiis frequentatum
quam verbis volucre atque incitatum, quale est nunc Asia tot.
[78] Plb. 12. 26b. 4:
Σικελίαν
μεγαλομερεστέραν
ποιῆσαι τῆς
συμπάσης
Ἑλλάδος.
[79] Plb. 12. 7. 1: ὅταν ἅπαξ
ἢ ψέγειν ἢ
τοὐναντίον
ἐγκωμιάζειν
τινὰ πρόθηται,
πάντων
ἐπιλανθάνεται
καὶ πολύ τι τοῦ καθήκοντος
παρεκβαίνει.
[80] Plb. 12. 26b. 4: τοσούτους
ἐκτείνει
λόγους καὶ
τοιαύτην
ποιεῖται
σπουδὴν περὶ τοῦ
τὴν μὲν
Σικελίαν
μεγαλομερεστέραν
ποιῆσαι τῆς
συμπάσης
Ἑλλάδος, τὰς δ’
ἐν αὐτῇ
πράξεις ἐπιφανεστέρας
καὶ καλλίους
τῶν κατὰ τὴν
ἄλλην οἰκουμένην,
τῶν δ’ ἀνδρῶν
τῶν μὲν σοφίᾳ
διενηνοχότων σοφωτάτους
τοὺς ἐν
Σικελίᾳ, τῶν δὲ
πραγματικῶν ἡγεμονικωτάτους
καὶ
θειοτάτους
τοὺς ἐκ
Συρακουσῶν,
ὥστε μὴ
καταλιπεῖν
ὑπερβολὴν
τοῖς
μειρακίοις
τοῖς ἐν ταῖς
διατριβαῖς
καὶ τοῖς (περι)πάτοις
πρὸς τὰς
παραδόξους
ἐπιχειρήσεις,
ὅταν ἢ Θερσίτου
λέγειν
ἐγκώμιον ἢ
Πηνελόπης
πρόθωνται ψόγον
ἤ τινος ἑτέρου
τῶν τοιούτων.
[81] Plb. 12. 24:
διότι τῆς γῆς
τῆς ὑπὸ τῷ
κόσμῳ
κειμένης εἰς
τρία μέρη
διῃρημένης,
καὶ τῆς μὲν
Ἀσίας, τῆς δὲ
Λιβύης, τῆς δ’
Εὐρώπης
προσαγορευομένης.
[82] Plb. 12. 25d. 1: Τῷ δὲ
Τιμαίῳ καὶ
ἕτερόν τι
χωρὶς τῶν
προγεγραμμένων
συμβέβηκεν·
ἀποκαθίσας
γὰρ Ἀθήνησι σχεδὸν ἔτη
πεντήκοντα
καὶ πρὸς τοῖς
τῶν προγεγονότων
ὑπομνήμασι
γενόμενος
ὑπέλαβε τὰς
μεγίστας
ἀφορμὰς ἔχειν
πρὸς τὴν
ἱστορίαν,
ἀγνοῶν, ὥς γ’ ἐμοὶ
δοκεῖ. ἐχούσης
γάρ τι
παραπλήσιον
τῆς ἱστορίας
καὶ τῆς
ἰατρικῆς.
[83] Plb. 12. 24: οὐ
γὰρ τὰ ῥηθέντα
γέγραφεν, οὐδ’
ὡς ἐρρήθη κατ’
ἀλήθειαν, ἀλλὰ
προθέμενος ὡς
δεῖ ῥηθῆναι.
[84] Plb. 12. 12b. 3: καὶ
Δημοσθένην
μὲν καὶ τοὺς
ἄλλους
ῥήτορας τοὺς
κατ’ ἐκεῖνον
τὸν καιρὸν
ἀκμάσαντας
ἐπαινεῖ καί
φησι τῆς
Ἑλλάδος
ἀξίους
γεγονέναι, διότι
ταῖς
Ἀλεξάνδρου
τιμαῖς ταῖς
ἰσοθέοις ἀντέλεγον.
[85] FGrHist 556 F 11 y 12.
[86] Plb. 12. 24. 5: οὗτος γὰρ
ἐν μὲν ταῖς τῶν
πέλας
κατηγορίαις
πολλὴν
ἐπιφαίνει δεινότητα
καὶ τόλμαν, ἐν δὲ ταῖς ἰδίαις ἀποφάσεσιν ἐνυπνίων καὶ τεράτων καὶ μύθων ἀπιθάνων καὶ συλλήβδην δεισιδαιμονίας ἀγεννοῦς καὶ τερατείας γυναικώδους ἐστὶ πλήρης.
[87] Ephor. F 111: ταύτας δὲ τὰς δόξας πρότερον μὲν Ἐφόρωι φησὶ προσπεσεῖν.
[88] Timae., FGrHist
566 F 7: δεύτερον αὐτὸ τὸ συναθροῖσαί φησι τὴν παρασκευὴντὴν πρὸς τὴν ἱστορίαν μεῖζον ἔργον εἶναι τῆς ὅλης πραγματείας τῆς περὶ τοὺς ἐπιδεικτικοὺς λόγους.
[89] Timae. FGrHist
566 F 105: οἷον ἦν τὸ περὶ τῆς Εὐριπίδου γενέσεως καὶ τελευτῆς, γενομένου μὲν ἡμέραι, καθ’ ἣν οἱ Ἕλληνες ἐναυμάχουν ἐν Σαλαμῖνι πρὸς τὸν Μῆδον, ἀποθανόντος δὲ καθ’ ἣν † ἐγεννήθη Διονύσιος ὁ πρεσβύτερος τῶν ἐν Σικελίαι τυράννων, ἅμα τῆς Τύχης, ὡς Τίμαιος ἔφη, τὸν μιμητὴν ἐξαγούσης τῶν τραγικῶν παθῶν καὶ τὸν ἀγωνιστὴν ἐπεισαγούσης.
[90] Timae. FGrHist
566 F 150. Cic. De nat. deor. 2, 69: concinneque, ut multa, Timaeus, qui
cum in historia dixisset, qua nocte natus Alexander esset, eadem Dianae
Ephesiae templum deflagravisse, adiunxit minime id esse mirandum, quod Diana, cum in partu Olympiadis adesse voluisset,
afuisset domo.
[91] Sen. Con. IV,
5.
[92] Cic. Rosc.
145.
[93] Lib. XLV (De
Vinctis), 11: Δακρύεις, ὦ βασιλεῦ. πολλὰ ἀγαθά σοι γένοιτο διὰ τὴν ἄγαν χρηστότητα, καὶ ἔγωγε, νὴ τὸν Δία καὶ πάντας τοὺς θεούς, τοῦτ’ ὄψεσθαι προσεδόκων. ἀλλ’ ὄντων δεινῶν τῶν εἰρημένων ἔνι τι μεῖζον, εἰ μεῖζον ὧν ἔφην τὸ τεθνάναι. θνήσκουσι γάρ, ὦ βασιλεῦ,θνήσκουσι τοῖς τε ἄλλοις κακοῖς καὶ μεγίστῳ δή, στενοχωρίᾳ, μυρίοι. καὶ ὁ μὲν φύλαξ ἐμήνυσεν, ὁ δ’ἄρχων οὐδὲν τῇ ψυχῇ παθὼν θάπτειν ἐπέτρεψε.
[94] Callisth. FGrHist
124 F 44: ὁ μὲν γὰρ ἱστοριογράφος Καλλισθένης φησί· «δεῖ τὸν γράφειν τι πειρώμενον μὴ ἀστοχεῖν τοῦ προσώπου, ἀλλ’οἰκείως αὐτῶι τε καὶ τοῖς πράγμασι τοὺς λόγους θεῖναι.»
[95] Callisth. FGrHist
124 F= Str. 17. 1. 43: προστραγωιδεῖ δὲ τούτοις ὁ Καλλισθένης, ὅτι τοῦ Ἀπόλλωνος τὸ ἐν Βραγχίδαις μαντεῖον ἐκλελοιπότος, ἐξ ὅτου τὸ ἱερὸν ὑπὸ τῶν Βραγχιδῶν σεσύλητο ἐπὶ Ξέρξου περσισάντων, ἐκλελοιπυίας δὲ καὶ τῆς κρήνης, τότε ἥ τε κρήνη ἀνάσχοι καὶ μαντεῖα πολλὰ οἱ Μιλησίων πρέσβεις κομίσαιεν εἰς Μέμφιν περὶ τῆς ἐκ Διὸς γενέσεως τοῦ Ἀλεξάνδρου καὶ τῆς ἐσομένης περὶ Ἄρβηλα νίκης καὶ τοῦ Δαρείου θανάτου καὶ τῶν ἐν Λακεδαίμονι νεωτερισμῶν.
[96] Callisth. FGrHist
124 F 30: καί φησί γε Καλλισθένης ὑπ’ Ἀθηναίων χιλίαις δραχμαῖς ζημιωθῆναι Φρύνιχον τὸν τραγικόν, διότι δρᾶμα ἐποίησε Μιλήτου ἅλωσιν ὑπὸ Δαρείου.
[97] Callisth. FGrHist
124 F= Str. 17. 1. 43: ὁ γοῦν Καλλισθένης φησὶ τὸν Ἀλέξανδρον φιλοδοξῆσαι μάλιστα ἀνελθεῖν ἐπὶ τὸ χρηστήριον, ἐπειδὴ καὶ Περσέα ἤκουσε πρότερον ἀναβῆναι καὶ Ἡρακλέα. ὁρμήσαντα δ’ ἐκ Παραιτονίου, καίπερ νότων ἐπιπεσόντων, βιάσασθαι·πλανώμενον δ’ ὑπὸ τοῦ κονιορτοῦ σωθῆναι γενομένων ὄμβρων καὶ δυεῖν κοράκων ἡγησαμένων τὴν ὁδόν, ἤδη τούτων κολακευτικῶς λεγομένων.
[98] Callisth. FGrHist
124 T 7=Plu.
[99] Onesicr. FGrHist
134 F 17= Str. 15. 1. 63: μόνον γὰρ ἴδοι αὐτὸν ἐν ὅπλοις φιλοσοφοῦντα.
[100] Ptolom. FGrHist 138 F 25.
[101] Ptolom. FGrHist 138 F 7.
[102] Hieronym. FGrHist
154 F 2.
[103] Cf. Hornblower (1981), Bosworth
(1980-88: 173; 190-208).
[104] Quint. 10. 1. 74: Clitarchi
probatur ingenium, fides infamatur.
[105] Cic. Brut.
43.
[106]
[107] Arr. An. 7.
28: Ἐτελεύτα μὲν δὴ Ἀλέξανδρος τῇ τετάρτῃ καὶ δεκάτῃ καὶ ἑκατοστῇ Ὀλυμπιάδι ἐπὶ Ἡγησίου ἄρχοντος Ἀθήνησιν· ἐβίω δὲ δύο καὶ τριάκοντα ἔτη καὶτοῦ τρίτου μῆνας ἐπέλαβεν ὀκτώ, ὡς λέγει Ἀριστόβουλος· ἐβασίλευσε δὲ δώδεκα ἔτη καὶ τοὺς ὀκτὼ τούτους μῆνας, τό τε σῶμα κάλλιστος καὶ φιλοπονώτατος καὶ ὀξύτατος γενόμενος καὶ τὴν γνώμην ἀνδρειότατος καὶ φιλοτιμότατος καὶ φιλοκινδυνότατος καὶ τοῦ θείου ἐπιμελέστατος· ἡδονῶν δὲ τῶν μὲν τοῦ σώματος ἐγκρατέστατος, τῶν δὲ τῆς γνώμης ἐπαίνου μόνου ἀπληστότατος.
[108] Luc. His.
Conscr. 12: Ὥσπερ Ἀλέξανδρος Ἀριστοβούλου μονομαχίαν γράψαντος Ἀλεξάνδρου καὶ Πώρου, καὶ ἀναγνόντος αὐτῷ τοῦτο μάλιστα τὸ χωρίον τῆς γραφῆς— ᾤετο γὰρ χαριεῖσθαι τὰ μέγιστα τῷ βασιλεῖ ἐπιψευδόμενος ἀριστείας τινὰς αὐτῷ καὶ ἀναπλάττων ἔργα μείζω τῆς ἀληθείας—λαβὼν τὸ βιβλίον—πλέοντες δὲ ἐτύγχανον ἐν τῷ ποταμῷ τῷ Ὑδάσπῃ —ἔρριψεν ἐπὶ κεφαλὴν ἐς τὸ ὕδωρ ἐπειπών, Καὶ σὲ δὲ οὕτως ἐχρῆν, ὦ Ἀριστόβουλε, τοιαῦτα ὑπὲρ ἐμοῦ μονομαχοῦντα καὶ ἐλέφαντας ἑνὶ ἀκοντίῳ φονεύοντα.
[109] Plb. 16. 12. 7-9: ὃ πεποίηκε Θεόπομπος, φήσας τοὺς εἰς τὸ τοῦ Διὸς ἄβατον ἐμβάντας κατ’ Ἀρκαδίαν ἀσκίους γίνεσθαι. τούτῳ δὲ παραπλήσιόν ἐστι καὶ τὸ νυνὶ λεγόμενον.
[110] Plb. 16. 9. 11: ὅσα μὲν οὖν συντείνει πρὸς τὸ διασῴζειν τὴν τοῦ πλήθους εὐσέβειαν πρὸς τὸ θεῖον, δοτέον ἐστὶ συγγνώμην ἐνίοις τῶν συγγραφέων τερατευομένοις καὶ λογοποιοῦσι περὶ τὰ τοιαῦτα· τὸ δ’ ὑπεραῖρον οὐ συγχωρητέον. τάχα μὲν οὖν ἐν παντὶ δυσπαράγραφός ἐστιν ἡ ποσότης, οὐ μὴν ἀπαράγραφός γε. διὸ καὶ παρὰ βραχὺ μὲν εἰ καὶ ἀγνοεῖται καὶ ψευδοδοξεῖται, δεδόσθω συγγνώμη, τὸ δ’ ὑπεραῖρον ἀθετείσθω κατά γε τὴν ἐμὴν δόξαν.
[111] Str.
1. 2. 35.
[112] Quint.
10. 1. 74.
[113] D. H. Pomp.
6. 6-9: καὶ ἔτι πρὸς τούτοις ὅσα φιλοσοφεῖ παρ’ ὅλην τὴν συγγραφὴν περὶ δικαιοσύνης καὶ εὐσεβείας καὶ τῶν ἄλλων ἀρετῶν πολλοὺς καὶ καλοὺς διεξερχόμενος λόγους. τελευταῖόν ἐστι τῶν ἔργων αὐτοῦ καὶ χαρακτηρικώτατον, ὃ παρ’ οὐδενὶ τῶν ἄλλων συγγραφέων οὕτως ἀκριβῶς ἐξείργασται καὶ δυνατῶς οὔτε τῶν πρεσβυτέρων οὔτε τῶν νεωτέρων· τί δὲ τοῦτό ἐστι; τὸ καθ’ ἑκάστην πρᾶξιν μὴ μόνον τὰ φανερὰ τοῖς πολλοῖς ὁρᾶν καὶ λέγειν, ἀλλ’ ἐξετάζειν καὶ τὰς ἀφανεῖς αἰτίας τῶν πράξεων καὶ τῶν πραξάντων αὐτὰς καὶ τὰ πάθη τῆς ψυχῆς, ἃ μὴ τῶν πραξάντων αὐτὰς καὶ τὰ πάθη τῆς ψυχῆς, ἃ μὴ ῥᾴδια τοῖς πολλοῖς εἰδέναι, καὶ πάντα ἐκκαλύπτειν τὰ μυστήρια τῆς τε δοκούσης ἀρετῆς καὶ τῆς ἀγνοουμένης κακίας. καί μοι δοκεῖ πως ὁ μυθευόμενος ἐν Ἅιδου τῶν ψυχῶν ἀπολυθεισῶν τοῦ σώματος ἐξετασμὸς ἐπὶ τῶν ἐκεῖ δικαστῶν οὕτως ἀκριβὴς εἶναι ὡς ὁ διὰ τῆς Θεοπόμπου γραφῆς γιγνόμενος.
[114] Theopomp. Hist. FGrHist
115 F 338-9= Poll. 3. 58: παμπόνηροι δ’ οἱ Θεοπόμπου τοῦ συγγραφέως «ἀποπολῖται» καὶ «ἀφέταιροι» καὶ «ἀπαθηναῖοι.» τὸ μέντοι ὄνομα ὁ «ἀποκήρυκτος» οὐκ ἔστιν ἐν χρήσει τῆι παλαιᾶι, Θεόπομπος δ’ αὐτῶι κέχρηται ὁ συγγραφεύς·ἀλλ’ οὐδὲν Θεοπόμπωι σταθμητὸν εἰς ἑρμηνείας κρίσιν.
[115] D. H. Pomp.
6, 9-10: ὁ δὲ λεκτικὸς Ἰσοκράτει μάλιστα ἔοικε· καθαρά τε γὰρ ἡ λέξις καὶ κοινὴ καὶ σαφής, ὑψηλή τε καὶ μεγαλοπρεπὴς καὶ τὸ πομπικὸν ἔχουσα πολύ, συγκειμένη τε κατὰ τὴν μέσην ἁρμονίαν, ἡδέως καὶ μαλακῶς ῥέουσα. διαλλάττει δὲ τῆς Ἰσοκρατείου κατὰ τὴν πικρότητα καὶ τὸν τόνον ἐπ’ ἐνίων, ὅταν ἐπιτρέψῃ τοῖς πάθεσι, μάλιστα δ’ ὅταν ὀνειδίζῃ πόλεσιν ἢ στρατηγοῖς πονηρὰ βουλεύματα καὶ πράξεις ἀδίκους (πολὺς γὰρ ἐν τούτοις).
[116] D.
H. Pomp. 6. 4-5.
[117] D. H. Pomp.
6. 4-5: καὶ εἴ τι θαυμαστὸν ἢ παράδοξον ἑκάστη γῆ καὶ θάλασσα φέρει, συμπεριείληφεν τῇ πραγματείᾳ. καὶ μηδεὶς ὑπολάβῃ ψυχαγωγίαν ταῦτ’ εἶναι μόνον· οὐ γὰρ οὕτως ἔχει, ἀλλὰ πᾶσαν ὡς ἔπος εἰπεῖν ὠφέλειαν περιέχει.
[118] Str.
7. 3. 9.
[119] Plb.
12. 28. 11.
[120] Ceph. FGrHist
93: Jacoby Ἄρχεται ἀπὸ τῆς βασιλείας Νίνου καὶ Σεμιράμεως, καὶ κάτεισι μέχρι τῶν τοῦ βασιλέως Ἀλεξάνδρου χρόνων. Συμπεραίνεται δὲ αὐτοῦ ἡ ἱστορία ἐν λόγοις θʹ κατ’ ἐπωνυμίαν τῶν θʹ Μουσῶν, Κλειοῦς, Θαλείας, Πολυμνίας, Μελπομένης, Τερψιχόρης, Εὐτέρπης, Καλλιόπης, Ἐρατοῦς, Οὐρανίης· ἐν ᾗ καὶ τὰ κατὰ Ἀλέξανδρον τὸν Μακεδόνα διέξεισιν. Ἔστι δὲ τὴν φράσιν ἰωνίζων, καὶ τοῦ προσήκοντος πλέον τῇ συντομίᾳ ἀποχρώμενος, οὐδ’ ἄλλο οὐδὲν ἄξιον θαυμάσαι καὶ ζηλῶσαι ἐνδεικνύμενος πλὴν τῆς κατὰ τὴν ἱστορίαν μαθήσεως.
[121] Luc.,
Alex. 2.
[122] Ar.
Ec. 159: καίτοι
τά
γ’ ἄλλ’ εἰποῦσα
δεξιώτατα.
[123] Arr.
An. 1. 12. 4-5.
[124]Arr. Cyn. 1. 4: ὁμώνυμός τε ὢν αὐτῷ καὶ πόλεως τῆς αὐτῆς καὶ ἀμφὶ ταὐτὰ ἀπὸ νέου ἐσπουδακώς, κυνηγέσια καὶ στρατηγίαν καὶ σοφίαν.
[125] Arr. Cyn. 1.
1: Ξενοφῶντι τῷ Γρύλλου λέλεκται ὅσα ἀγαθὰ ἀνθρώποις ἀπὸ κυνηγεσίων γίγνεται, καὶ οἱ παιδευθέντες ὑπὸ Χείρωνι τὴν παίδευσιν ταύτην ὅπως θεοφιλεῖς τε ἦσαν καὶ ἔντιμοι ἀνὰ τὴν Ἑλλάδα, λέλεκται δὲ καὶ καθ’ ὅ τι ἔοικεν τῇ πολεμικῇ ἐπιστήμῃ ἡ κυνηγετική.
[126] Cf. Bosworth
(1980-1988).
[127] Arr.
An. 1. 12. 1-5.
[128] Arr. An. 1.
12. 5: ὅστις δὲ ὢν ταῦτα ὑπὲρ ἐμαυτοῦ γιγνώσκω, τὸ μὲν ὄνομα οὐδὲν δέομαι ἀναγράψαι, οὐδὲ γὰρ οὐδὲ ἄγνωστον ἐς ἀνθρώπους ἐστίν, οὐδὲ πατρίδα ἥτις μοί ἐστιν οὐδὲ γένος τὸ ἐμόν, οὐδὲ εἰ δή τινα ἀρχὴν ἐν τῇ ἐμαυτοῦ ἦρξα· ἀλλ’ ἐκεῖνο ἀναγράφω, ὅτι ἐμοὶ πατρίς τε καὶ γένος καὶ ἀρχαὶ οἵδε οἱ λόγοι εἰσί τε καὶ ἀπὸ νέου ἔτι ἐγένοντο. καὶ ἐπὶ τῷδε οὐκ ἀπαξιῶ ἐμαυτὸν τῶν πρώτων ἐν τῇ φωνῇ τῇ Ἑλλάδι, εἴπερ οὖν καὶ Ἀλέξανδρον τῶν ἐν τοῖς ὅπλοις.
[129] Arr. Cyn. 1.
4: ὅσα δὲ ἐλλείπειν μοι δοκεῖ ἐν τῷ λόγῳ, οὐχὶ ἀμελείᾳ ἀλλ’ ἀγνοίᾳ τοῦ γένους τῶν κυνῶν τοῦ Κελτικοῦ καὶ τοῦ γένους τῶν ἵππων τοῦ Σκυθικοῦ τε καὶ Λιβυκοῦ, ταῦτα λέξω, ὁμώνυμός τε ὢν αὐτῷ καὶ πόλεως τῆς αὐτῆς καὶ ἀμφὶ ταὐτὰ ἀπὸ νέου ἐσπουδακώς, κυνηγέσια καὶ στρατηγίαν καὶ σοφίαν.
[130] Arr. Pripl. M. Euxin.
12. 5: ταῦτα Ξενoφῶντι τῷ πρεσβυτέρῳ λέλεκται. 25, 1 τούτου τοῦ χωρίου μνήμην πεποίηται Ξενοφῶν ὁ πρεσβύτερος, καὶ μέχρι τούτου λέγει τὴν στρατιὰν ἐλθεῖν τῶν Ἑλλήνων, ἧς αὐτὸς ἡγήσατο, ὅτε τὰ τελευταῖα σὺν Σεύθῃ τῷ Θρᾳκὶ ἐστράτευσεν.
[131] Arr. An. 2.
16. 5: Γηρυόνην δέ, ἐφ’ ὅντινα ὁ Ἀργεῖος Ἡρακλῆς ἐστάλη πρὸς Εὐρυσθέως τὰς βοῦς ἀπελάσαι τὰς Γηρυόνου καὶ ἀγαγεῖν ἐς Μυκήνας, οὐδέν τι προσήκειν τῇ γῇ τῇ Ἰβήρων Ἑκαταῖος ὁ λογοποιὸς λέγει, οὐδὲ ἐπὶ νῆσόν τινα Ἐρύθειαν <τῆς> ἔξω τῆς μεγάλης θαλάσσης σταλῆναι Ἡρακλέα, ἀλλὰ τῆς ἠπείρου τῆς περὶ Ἀμπρακίαν τε καὶ Ἀμφιλόχους βασιλέα γενέσθαι Γηρυόνην καὶ ἐκ τῆς ἠπείρου ταύτης ἀπελάσαι Ἡρακλέα τὰς βοῦς, οὐδὲ τοῦτον φαῦλον ἆθλον τιθέμενον.
[132] Cf. Grundmann
(1886).
[133] Arr. An. 3.
8. 12: ὁ δὲ τιμωρήσασθαι ἐθέλειν Πέρσας ἔφασκεν ἀνθ’ ὧν ἐπὶ τὴν Ἑλλάδα ἐλάσαντες τάς τε Ἀθήνας κατέσκαψαν καὶ τὰ ἱερὰ ἐνέπρησαν, καὶ ὅσα ἄλλα κακὰ τοὺς Ἕλληνας εἰργάσαντο, ὑπὲρ τούτων δίκας λαβεῖν.
[134] Arr. An. 3.
9. 6: τοὺς κατὰ σφᾶς δὲ ἑκάστους ἐξορμᾶν ἠξίου, λοχαγόν τε λοχίτας καὶ ἰλάρχην τὴν ἴλην τὴν αὑτοῦ ἕκαστον καὶ ταξιάρχους τὰς τάξεις, τούς τε ἡγεμόνας τῶν πεζῶν τὴν φάλαγγα ἕκαστον τήν οἱ ἐπιτετραμμένην, ὡς ἐν τῇδε τῇ μάχῃ οὐχ ὑπὲρ Κοίλης Συρίας ἢ Φοινίκης, οὐδὲ ὑπὲρ Αἰγύπτου, ὡς πρόσθεν, μαχουμένους, ἀλλὰ ὑπὲρ τῆς ξυμπάσης Ἀσίας, οὕστινας χρὴ ἄρχειν, ἐν τῷ τότε κριθησόμενον.
[135] Arr. An. 7.
28: Ἐτελεύτα μὲν δὴ Ἀλέξανδρος τῇ τετάρτῃ καὶ δεκάτῃ καὶ ἑκατοστῇ Ὀλυμπιάδι ἐπὶ Ἡγησίου ἄρχοντος Ἀθήνησιν· ἐβίω δὲ δύο καὶ τριάκοντα ἔτη καὶτοῦ τρίτου μῆνας ἐπέλαβεν ὀκτώ, ὡς λέγει Ἀριστόβουλος· ἐβασίλευσε δὲ δώδεκα ἔτη καὶ τοὺς ὀκτὼ τούτους μῆνας, τό τε σῶμα κάλλιστος καὶ φιλοπονώτατος καὶ ὀξύτατος γενόμενος καὶ τὴν γνώμην ἀνδρειότατος καὶ φιλοτιμότατος καὶ φιλοκινδυνότατος καὶ τοῦ θείου ἐπιμελέστατος· ἡδονῶν δὲ τῶν μὲν τοῦ σώματος ἐγκρατέστατος, τῶν δὲ τῆς γνώμης ἐπαίνου μόνου ἀπληστότατος.
[136] Arr. An. 7.
29. 4: οὔκουν δοκεῖ ἔμοιγε ἢ Μίνωος γενέσθαι βασιλεὺς ἀφανέστερος ἢ Αἰακοῦ ἢ Ῥαδαμάνθυος, οἷς δὴ ἐς Δία ἀνενεχθεῖσα ἡ γένεσις πρὸς τῶν πάλαι ἀνθρώπων οὐδεμιᾷ αὐτῶν ὕβρει προστίθεται, οὐδὲ Θησέως τοῦ Ποσειδῶνος οὐδὲ Ἴωνος τοῦ Ἀπόλλωνος.
[137] Arr. An. 5.
25. 2 y ss.: ξυγκαλέσας τοὺς ἡγεμόνας τῶν τάξεων ἔλεξεν ὧδε. Ὁρῶν ὑμᾶς, ὦ ἄνδρες Μακεδόνες τε καὶ ξύμμαχοι, οὐχ ὁμοίᾳ ἔτι τῇ γνώμῃ ἑπομένους μοι ἐς τοὺς κινδύνους, ξυνήγαγον ἐς ταὐτό, ὡς ἢ πείσας ἄγειν τοῦ πρόσω ἢ πεισθεὶς ὀπίσω ἀποστρέφεσθαι. εἰ μὲν δὴ μεμπτοί εἰσιν ὑμῖν οἱ μέχρι δεῦρο πονηθέντες πόνοι καὶ αὐτὸς ἐγὼ ἡγούμενος, οὐδὲν ἔτι προὔργου λέγειν μοί ἐστιν. εἰ δὲ Ἰωνία τε πρὸς ἡμῶν διὰ τούσδε τοὺς πόνους ἔχεται καὶ Ἑλλήσποντος καὶ Φρύγες ἀμφότεροι καὶ Καππαδόκαι καὶ Παφλαγόνες καὶ Λυδοὶ καὶ Κᾶρες καὶ Λύκιοι καὶ Παμφυλία δὲ καὶ Φοινίκη καὶ Αἴγυπτος ξὺν τῇ Λιβύῃ τῇ Ἑλληνικῇ καὶ Ἀραβίας ....τί ὀκνεῖτε καὶ τὸν Ὕφασιν καὶ τὰ ἐπέκεινα τοῦ Ὑφάσιος γένη προσθεῖναι τῇ ἡμετέρᾳ Μακεδόνων τε ἀρχῇ; ἢ δέδιτε μὴ δέξωνται ὑμᾶς ἔτι ἄλλοι βάρβαροι ἐπιόντας; ὧν γε οἱ μὲν προσχωροῦσιν ἑκόντες, οἱ δὲ φεύγοντες ἁλίσκονται, οἱ δὲ ἀποφυγόντες τὴν χώραν ἡμῖν ἔρημον παραδιδόασιν, ἣ δὴ τοῖς ξυμμάχοις τε καὶ τοῖς ἑκοῦσι προσχωρήσασι προστίθεται. Πέρας δὲ τῶν πόνων γενναίῳ μὲν ἀνδρὶ οὐδὲν δοκῶ ἔγωγε ὅτι μὴ αὐτοὺς τοὺς πόνους, ὅσοι αὐτῶν ἐς καλὰ ἔργα φέρουσιν. εἰ δέ τις καὶ αὐτῷ τῷ πολεμεῖν ποθεῖ ἀκοῦσαι ὅ τι περ ἔσται πέρας, μαθέτω ὅτι οὐ πολλὴ ἔτι ἡμῖν ἡ λοιπή ἐστιν ἔστε ἐπὶ ποταμόν τε Γάγγην καὶ τὴν ἑῴαν θάλασσαν· ταύτῃ δὲ, λέγω ὑμῖν, ξυναφὴς φανεῖται ἡ Ὑρκανία θάλασσα·.... ἀλλὰ παραμείνατε, ἄνδρες Μακεδόνες καὶ ξύμμαχοι. πονούντων τοι καὶ κινδυνευόντων τὰ καλὰ ἔργα, καὶ ζῆν τε ξὺν ἀρετῇ ἡδὺ καὶ ἀποθνήσκειν κλέος ἀθάνατον ὑπολειπομένους.
[138] Arr. An. 7.
29. 4: οὔκουν δοκεῖ ἔμοιγε ἢ Μίνωος γενέσθαι βασιλεὺς ἀφανέστερος ἢ Αἰακοῦ ἢ Ῥαδαμάνθυος, οἷς δὴ ἐς Δία ἀνενεχθεῖσα ἡ γένεσις πρὸς τῶν πάλαι ἀνθρώπων οὐδεμιᾷ αὐτῶν ὕβρει προστίθεται, οὐδὲ Θησέως τοῦ Ποσειδῶνος οὐδὲ Ἴωνος τοῦ Ἀπόλλωνος. ὡς ἔμοιγε καὶ ἡ Περσικὴ σκευὴ σόφισμα δοκεῖ εἶναι πρός τε τοὺς βαρβάρους, ὡς μὴ πάντῃ ἀλλότριον αὐτῶν φαίνεσθαι τὸν βασιλέα.... καὶ οἱ πότοι δέ, ὡς λέγει Ἀριστόβουλος, οὐ τοῦ οἴνου ἕνεκα μακροὶ αὐτῷ ἐγίγνοντο, οὐ γὰρ πίνειν πολὺν οἶνον Ἀλέξανδρον, ἀλλὰ φιλοφροσύνης τῆς ἐς τοὺς ἑταίρους.
[139] Arr. An. 7.
28: τό τε σῶμα κάλλιστος καὶ φιλοπονώτατος καὶ ὀξύτατος γενόμενος καὶ τὴν γνώμην ἀνδρειότατος καὶ φιλοτιμότατος καὶ φιλοκινδυνότατος καὶ τοῦ θείου ἐπιμελέστατος.
[140] App. Proem.
43: τὰ δὲ Ῥωμαίων μεγέθει τε καὶ χρόνῳ διήνεγκε δι’εὐβουλίαν καὶ εὐτυχίαν ἔς τε τὴν περίκτησιν αὐτῶν ἀρετῇ καὶ φερεπονίᾳ καὶ ταλαιπωρίᾳ πάντας ὑπερῆραν, οὔτε ταῖς εὐπραγίαις ἐπαιρόμενοι, μέχρι βεβαίως ἐκράτησαν,οὔτε συστελλόμενοι ταῖς συμφοραῖς.
[141] App. BC 2.
1. 2: καὶ Κικέρων μὲν ἦρχεν ἀντ’ αὐτοῦ, ἀνὴρ ἥδιστος εἰπεῖν τε καὶ ῥητορεῦσαι, Κατιλίνας δ’ αὐτὸν ἐς ὕβριν τῶν ἑλομένων ἐπέσκωπτεν, ἐς μὲν ἀγνωσίαν γένους καινὸν ὀνομάζων (καλοῦσι δ’ οὕτω τοὺς ἀφ’ ἑαυτῶν, ἀλλ’ οὐ τῶν προγόνων γνωρίμους), ἐς δὲ ξενίαν τῆς πόλεως ἰγκουϊλῖνον, ᾧ ῥήματι καλοῦσι τοὺς ἐνοικοῦντας ἐν ἀλλοτρίαις οἰκίαις.
[142] App. Proem.
50: τοὺς δὲ χρόνους ἐπὶ μὲν πᾶσιν περισσὸν ἡγούμην καταλέγειν, ἐπὶ δὲ τῶν ἐπιφανεστάτων ἐκ διαστήματος ὑπομνήσω.
[143] App. BC 3.
57: Τίνα ἔκτεινεν ὡς τύραννος ἄκριτον ὁ νῦν κινδυνεύων ἀκρίτως; τίνα δ’ ἐξέβαλε τῆς πόλεως; τίνα δὲ ὑμῖν διέβαλεν; ἢ καθ’ ἕνα μὲν τοιόσδε ἦν, ἐπεβούλευε δὲ πᾶσιν ὁμοῦ; πότε, ὦ Κικέρων; ὅτε τὴν ἀμνηστίαν ἐκύρου τῶν γεγονότων; ἢ ὅτε μηδένα διώκεσθαι φόνου; ἢ ὅτε ζήτησιν εἶναι τῶν κοινῶν χρημάτων; ἢ ὅτε Πομπήιον τὸν Πομπηίου τοῦ ὑμετέρου κατεκάλει καὶ τὴν πατρῴαν ἐκ τῶν δημοσίων αὐτῷ διέλυε περιουσίαν;
[144] App. 12. 1: Θρᾷκας Ἕλληνες ἡγοῦνται τοὺς ἐς Ἴλιον μετὰ Ῥήσου στρατεύσαντας, Ῥήσου [γὰρ]νυκτὸς ὑπὸ Διομήδους ἀναιρεθέντος ὃν τρόπον Ὅμηρος ἐν τοῖς ἔπεσι φράζει.
[145] App. 12. 112: καὶ παιδείας ἐπεμέλετο Ἑλληνικῆς, διὸ καὶ τῶν ἱερῶν ᾔσθετο τῶν Ἑλληνικῶν καὶ μουσικὴν ἠγάπα.
[146] App. BC 1, Proem. 2: Καὶ τοῦτο μόνον ἄν τις εὕροι τῶν πάλαι στάσεων ἔργον ἔνοπλον, καὶ τοῦθ’ ὑπ’ αὐτομόλου γενόμενον, ξίφος δὲ οὐδέν πω παρενεχθὲν ἐς ἐκκλησίαν οὐδὲ φόνον ἔμφυλον, πρίν γε Τιβέριος Γράκχος δημαρχῶν καὶ νόμους ἐσφέρων πρῶτος ὅδε ἐν στάσει ἀπώλετο καὶ ἐπ’ αὐτῷ πολλοὶ κατὰ τὸ Καπιτώλιον εἱλούμενοι περὶ τὸν νεὼν ἀνῃρέθησαν. καὶ οὐκ ἀνέσχον ἔτι αἱ στάσεις ἐπὶ τῷδε τῷ μύσει, διαιρουμένων ἑκάστοτε σαφῶς ἐπ’ ἀλλήλοις καὶ ἐγχειρίδια πολλάκις φερόντων κτιννυμένης τέ τινος ἀρχῆς ἐκ διαστήματος ἐν ἱεροῖς ἢ ἐκκλησίαις ἢ ἀγοραῖς, δημάρχων ἢ στρατηγῶν ἢ ὑπάτων ἢ τῶν ἐς ταῦτα παραγγελλόντων ἢ τῶν ἄλλως ἐπιφανῶν. ὕβρις τε ἄκοσμος ἐπεῖχεν αἰεὶ δι’ ὀλίγου καὶ νόμων καὶ δίκης αἰσχρὰ καταφρόνησις.
[147] App. 6. 97: Τοσόσδε ἔρως ἐλευθερίας καὶ ἀνδραγαθίας ἦν ἐν πόλει βαρβάρῳ τε καὶ σμικρᾷ. ἐς γὰρ ὀκτακισχιλίους ἐπ’ εἰρήνης γενόμενοι οἷα μὲν καὶ ὅσα Ῥωμαίους ἔδρασαν, οἵας δὲ συνθήκας αὐτοῖς ἔθεντο ἐπὶ ἴσῃ καὶ ὁμοίᾳ, οὐδέσι ταῦτα συνθέσθαι Ῥωμαίων ὑποστάντων, οἷον δὲ ὄντα τὸν τελευταῖον στρατηγόν, ἓξ μυριάσιν αὐτοὺς περικαθήμενον, προυκαλέσαντο πολλάκις ἐς μάχην.
[148] App. BC 2.
1. 6: Οὕτω μὲν ἡ πόλις ἀνέπνευσεν ἀπὸ τοῦ δέους πολλοῦ σφίσιν ἐκείνης τῆς ἡμέρας ἐπιστάντος.
[149] App. BC 2.
1. 3; App. BC 2. 1. 6: ὁ μὲν δὴ ῥάβδους τε καὶ πελέκεας ὥς τις ἀνθύπατος κούφως μάλα ἀνέσχε πρὸ ἑαυτοῦ καὶ ἐς τὸν Μάλλιον ἐχώρει στρατολογῶν.
[150] App. BC 2.
1. 6: Γάιός τε Καῖσαρ οὐ καθαρεύων μὲν ὑπονοίας μὴ συνεγνωκέναι τοῖς ἀνδράσι, Κικέρωνος δ’ οὐ θαρροῦντος καὶ τόνδε, ὑπεραρέσκοντα τῷ δήμῳ, ἐς τὸν ἀγῶνα προβαλέσθαι, προσετίθει διαθέσθαι τοὺς ἄνδρας Κικέρωνα τῆς Ἰταλίας ἐν πόλεσιν αἷς ἂν αὐτὸς δοκιμάσῃ, μέχρι Κατιλίνα αταπολεμηθέντος ἐς δικαστήριον ὑπαχθῶσι, καὶ μηδὲν ἀνήκεστον ἐς ἄνδρας ἐπιφανεῖς ᾖ πρὸ λόγου καὶ δίκης ἐξειργασμένος.
[152] D.
C. 52. 23.
[153] Ctes. FGrHist
688 F 8b: ἐγὼ μὲν σὲ ἔσωσα, καὶ σὺ δι’ ἐ/μὲ ἐσ[ώ]θης, ἐγὼ δὲ διὰ σὲ ἀ̣/πω̣[λ]ό̣μην, καὶ ἀπέκτεινα / αὐτὸς ἐμαυτόν.
[154] D. C. 51. 10. 9: καὶ ὃς μαθὼν ὅτι περίεστιν, ἐξανέστη μὲν ὡς καὶ ζῆσαι δυνάμενος, προχυθέντος δ’ αὐτῷ πολλοῦ αἵματος ἀπέγνω τε τὴν σωτηρίαν, καὶ ἱκέτευσε τοὺς παρόντας ὅπως πρός τε τὸ μνῆμα αὐτὸν κομίσωσι καὶ διὰ τῶν σχοινίων τῶν πρὸς τὴν ἀνολκὴν τῶν λίθων κρεμαμένων ἀνιμήσωσι. καὶ ὁ μὲν ἐνταῦθα οὕτω καὶ ἐν τοῖς τῆς Κλεοπάτρας κόλποις ἐναπέθανεν, ἐκείνη δὲ ἐθάρσησε μέν πως τὸν Καίσαρα, καὶ εὐθὺς αὐτῷ τὸ γεγονὸς ἐδήλωσεν, οὐ μὴν καὶ πάνυ ἐπίστευε μηδὲν κακὸν πείσεσθαι.
[155] Cf. Torres
Esbarranch (1985).
[156] Hdn. 1. 1: Οἱ πλεῖστοι τῶν περὶ συγκομιδὴν ἱστορίας ἀσχοληθέντων ἔργων τε πάλαι γεγονότων μνήμην ἀνανεώσασθαι σπουδασάντων, παιδείας κλέος ἀίδιον μνώμενοι, ὡς ἂν μὴ σιωπήσαντες λάθοιεν ἐς τὸν πολὺν ὅμιλον ἀριθμούμενοι, τῆς μὲν ἀληθείας ἐν ταῖς ἀφηγήσεσιν ὠλιγώρησαν, οὐχ ἥκιστα δὲ ἐπεμελήθησαν φράσεώς τε καὶ εὐφωνίας, θαρροῦντες, ὡς εἴ τι καὶ μυθῶδες λέγοιεν, τὸ μὲν ἡδὺ τῆς ἀκροάσεως αὐτοὶ καρπώσονται, τὸ δ’ ἀκριβὲς τῆς ἐξετάσεως οὐκ ἐλεγχθήσεται.
[157] Hdn. 3. 2. 8: ἀρχαῖον τοῦτο πάθος Ἑλλήνων, οἳ πρὸς ἀλλήλους στασιάζοντες ἀεὶ καὶ τοὺς ὑπερέχειν δοκοῦντας καθαιρεῖν θέλοντες ἐτρύχωσαν τὴν Ἑλλάδα. ἀλλὰ τὰ μὲν ἐκείνων γηράσαντα καὶ περὶ ἀλλήλοις συντριβέντα Μακεδόσιν εὐάλωτα καὶ Ῥωμαίοις δοῦλα γεγένηται.
[158] Hdn. 1. 11. 5: οὐκ ἄχαριν ἕξοντα γνῶσιν τοῖς τὰ Ῥωμαίων οὐκ ἀκριβοῦσιν.
[159] Hdn. 3. 4. 5: ἐπὶ πολὺ δὲ αὐτῶν διαγωνισαμένων πολλοῦ τε ἐργασθέντος φόνου, ὡς καὶ τὰ ῥεῖθρα τῶν διὰ τοῦ πεδίου ποταμῶν ῥεόντων αἵματος πλεῖον ἢ ὕδατος κατάγειν ἐς θάλασσαν.
[160] Hdn. 1. 2. 3: ἀρετῆς δὲ πάσης ἔμελεν αὐτῷ, λόγων τε ἀρχαιότητος ἦν ἐραστής, ὡς μηδενὸς μήτε Ῥωμαίων μήτε Ἑλλήνων ἀπολείπεσθαι· δηλοῖ δὲ ὅσα καὶ ἐς ἡμᾶς ἦλθεν ἢ λεχθέντα πρὸς αὐτοῦ ἢ γραφέντα. παρεῖχε δὲ καὶ τοῖς ἀρχομένοις ἑαυτὸν ἐπιεικῆ καὶ μέτριον βασιλέα, τούς τε προσιόντας δεξιούμενος κωλύων τε τοὺς περὶ αὐτὸν δορυφόρους ἀποσοβεῖν τοὺς ἐντυγχάνοντας.
[161] Dexipp. Fr.
2a 30: Οἷς δὲ ἡ ἀρετὴ διά τε αὐτῶν καὶ προπατόρων ἐκτήθη, φόβου αἰσχύνης μᾶλλον ἢ ὄκνου ἐς τοὺς κινδύνους ἡττῶνται, καὶ ἐθελοντεὶ τὸν τῶν καλῶν πόνον ὑφίστανται.
[162] Phot.
Bibl. 80.