Luis Ballesteros
Pastor
(Universidad de Sevilla)
Aproximación al estudio
de los discursos
en el Epítome de Justino
ABSTRACT: Justin’s Epitome records some speeches
that Trogus had included
in the Historiae Philippicae. Justin abridges
and modifies a great deal of these passages, which appear in most cases in oratio obliqua, following an option that he attributes to Trogus. Justin’s manipulation of the text makes these discourses very problematic to study:
sometimes they are extremely
shortened, or they completely lack any kind of settings,
or they are moved from their original place, or they may even appear in direct style.
Keywords: Speeches, indirect
style, Pompeius
Trogus, Justin.
RESUMEN: El Epítome de Justino recoge algunos discursos que Trogo había incluido en
las Historias Filípicas. Justino abrevia y modifica
la mayoría de estos pasajes,
que aparecen en la mayor parte de los casos en oratio obliqua, siguiendo una opción que este autor atribuye
a Trogo. La labor del epitomador hace que estos discursos
sean muy problemáticos de estudiar, pues a veces están extremadamente resumidos, carecen de engarce o están cambiados
respecto a su lugar originario, e, incluso, pueden
aparecer en estilo directo.
Palabras Clave: Discursos, estilo indirecto, Pompeyo Trogo, Justino.
Fecha de recepción: 1 junio de 2009.
Fecha de aceptación: 15 de septiembre de 2009.
Las Historias Filípicas de Pompeyo
Trogo contenían pasajes útiles para el estudio de la retórica
entre los antiguos: de hecho Justino, autor del Epítome que
nos ha dado a conocer parte de la obra troguiana, debió tener un particular afán por recoger episodios interesantes para el lector no sólo por la historia que éstos relataban, sino también por el estilo literario
con el que Trogo los narraba.[1] En tal sentido,
resulta lógico que este Epítome incluyera
discursos que aparecían en la obra original,
o, al menos, fragmentos de ellos.
Esto representa un rasgo peculiar de la obra de Justino, puesto que este tipo de resúmenes solía carecer de pasajes oratorios, que podrían ser considerados como algo accesorio
respecto a los contenidos fundamentales del relato
y representar una interrupción del mismo.[2]
El estudio de los discursos
en una obra que se conoce fragmentariamente resulta un verdadero reto por las dificultades de todo tipo que esta tarea entraña. En el Epítome de las Historias Filípicas existen numerosas ocasiones en las que un personaje pronuncia unas palabras o en las que se alude a embajadas y negociaciones, pero al no disponer
de la obra original, en muchos
casos resulta difícil
precisar si nos hallamos
ante un discurso
formal del que el epitomador ha extraído algún párrafo,
o si sólo estamos ante unas pocas frases insertadas dentro del desarrollo de la narración.[3] Por otro lado, el único discurso que Justino dice haber copiado literalmente de Trogo (la arenga de Mitrídates) es sensiblemente más extenso
que el resto de las
alocuciones conservadas en el Epítome, lo que nos indica que estas otras piezas oratorias
están abreviadas respecto
al original.[4][ Esto también se advierte en el caso de discursos pareados, en los que Justino a menudo suprime
o resume extremadamente una de las dos intervenciones en aras de la brevedad.[5]
Pero junto a estas dificultades, la obra que nos ocupa presenta
un desafío añadido, puesto que, según cuenta el propio Justino, Trogo se propuso reflejar
en sus Historias Filípicas los discursos en oratio
obliqua, ya que criticaba
la práctica de otros autores
contemporáneos como Salustio y Livio que presentaban alocuciones en estilo directo.[6] Independientemente de los problemas
suscitados por esta opinión
de Trogo, que discutiremos a continuación, hay que reconocer
que el uso del estilo indirecto
podía servir para camuflar las fuentes
que se hubieran
empleado para la confección de las piezas retóricas
insertadas en las Historias
Filípicas. Pero podríamos
igualmente considerar que la oratio obliqua
permitía a Justino
disimular, mejor o peor, los cambios,
recortes y engarces de párrafos
de los discursos originales de Trogo.
Este empleo del estilo indirecto hace que la aparición
de los discursos
resulte a veces confusa: en muchas ocasiones el epitomador los presenta sin ningún tipo de frase de transición, con lo que el comienzo de estas alocuciones ha de ser presupuesto por el lector.[7] En
algunos discursos, Justino
utiliza un verbo, que suele ser “dice” (ait, inquit), probablemente para advertir al lector que se trata de las palabras
de un personaje concreto y no de
una descripción del narrador.[8] En otras
ocasiones, aparecen verbos como exhortat o clamat, que indicarían el inicio
del discurso.[9]
A pesar de todas estas dificultades, algunos pasajes oratorios de Justino
son lo suficientemente extensos y desarrollados como para advertir claramente en
ellos la reproducción de partes de un discurso formal.
Justino, como decíamos,
habría tomado fragmentos de estos discursos, y de ahí resultan
pasajes de extensión variable, que van desde unas pocas frases
hasta varios capítulos dentro de un mismo libro. Al abreviar
los discursos originales, Justino acostumbra a “soldar”
diferentes frases o párrafos
por algún tipo de nexo como igitur, deinde, deinque, etc.[10] Junto a estos discursos abreviados, habría además que tener presente el interés
de la citada arenga de Mitrídates a sus tropas, que Justino
dice haber copiado literalmente, y que nos proporciona algunas claves importantes sobre la técnica
de Trogo a la hora de componer
los discursos en su obra.
La opinión que Justino
atribuye a Trogo contra el empleo de discursos
en oratio
recta presenta no pocos problemas tanto para el estudio del texto del Epítome como para conocer la posición
de Trogo respecto a los historiadores de su tiempo.
De partida, nos encontramos con el hecho de que Justino
posiblemente habría tomado esta observación de un posible prefacio a las Historias
Filípicas que no se conserva,[11] y
por tanto carecemos
de mayores datos para juzgar el alcance
de estas críticas hacia dos autores de prestigio
reconocido como Livio y Salustio.
Junto a esto, nos enfrentamos con el obstáculo de que la frase en la que Justino habla de esta premisa de Trogo resulta
ambigua, pues no hay unanimidad para explicar a qué se refiere el epitomador cuando dice que Livio y Salustio
insertaron discursos en estilo
directo pro sua oratione.
Distintos traductores y comentaristas modernos de Justino han traducido
esta frase, con diversos
matices, por “conforme a su propio estilo”.[12]
Pero junto a este problema
de interpretación, lo interesante para nosotros es la contradicción entre este postulado que nos transmite
Justino y el propio texto del Epítome. Como ya advirtiera Klotz, es posible
que el original de muchos
de los discursos
que se incluyen en esta obra hubiera
estado en estilo directo,
y que Trogo hubiera cambiado éstos a estilo
indirecto, a veces incluso de manera incorrecta.[13]
Pero tales fallos resultan difíciles de admitir
en un autor de prestigio
como éste, y quizás encajaran
mejor en la labor de Justino,
a quien reiteradamente se acusa de inhábil
y poco elegante
en su estilo.[14] Por otra parte, resulta difícil
de justificar el hecho de que en el propio Epítome se incluyan
algunos pasajes en los que un personaje se expresa en estilo directo:
tal sería el caso de las palabras de la reina escita Tomiris,
el mensaje de Temístocles a los jonios,
las últimas palabras
de Éumenes ante su ejército
y los reproches
de Malco a su hijo Cartalón.[15] Esto se contradice con el postulado de Trogo que Justino comenta, y nos pone frente
a una situación
en la que o bien podemos
desmentir a éste último o, lo que es poco probable, considerar que Trogo hubiera
cambiado de criterio durante la confección de su obra, y de ahí que el discurso de Mitrídates, situado en el libro XXXVIII, aparezca
en oratio obliqua.[16] Por último, también cabe la posibilidad de que Justino haya distorsionado el sentido
de las perdidas palabras de Trogo: al igual que Quinto Curcio aclara que el discurso escita está copiado literalmente de su fuente para justificar la culta expresión de un bárbaro,[17] es
posible que Justino
hubiera decidido
buscar una excusa por haber modificado el estilo
de ciertos discursos
de Trogo, y eso sirviera para explicar las incorrecciones de la arenga de Mitrídates respecto a las leyes de la oratio obliqua.
Sin embargo, creemos que a pesar de todas estas objeciones la polémica
de Trogo con Livio y Salustio debe de haber sido cierta, aunque desconozcamos el alcance real de esas críticas
y la resonancia que pudieron
haber tenido en su época.
Aunque nada impide que este criterio de Trogo sobre los discursos
pudiera deberse a planteamientos puramente estilísticos, debemos tener presente
que este autor no hace sino insertarse en el debate sobre la oportunidad y credibilidad de los discursos
en los historiadores antiguos.[18] Quizás, aventurando una respuesta satisfactoria que encaje con las peculiaridades del Epítome, Trogo criticara
algunos discursos directos de estos autores,
tal vez porque entrasen
en contradicción con la autoridad
de otras fuentes
hoy perdidas, o porque
pretendiesen reproducir alocuciones pronunciadas por personajes vivos o recientemente fallecidos. Es interesante observar que el Epítome de Justino
no incluye ningún
discurso extenso de romanos posterior al de Flaminino (30.4.8-14). En el libro XL se recoge una breve alocución de Pompeyo
a Antíoco el Asiático (40.2.3-4), mientras que en el XLII aparecen unas palabras de Augusto a una embajada de los partos
(42.5.8): teniendo en cuenta que Trogo escribe
su obra a comienzos
del principado, obviamente resultaría inoportuno reproducir en estilo directo
una alocución del emperador todavía
vivo.[19] En
cualquier caso, la escasez de testimonios disponibles sobre esta polémica y el carácter
contradictorio de los pasajes de Justino nos sitúan ante una cuestión difícil
de resolver.
Lo que sí nos parece claro es que Trogo, independientemente de la inspiración y la información que hubiera encontrado en las obras consultadas, compuso de su propia
mano cuando menos algunos
de los discursos
de su obra, y en otros casos se advierte
cómo retocó los que aparecían
en sus fuentes,
introduciendo observaciones personales.[20] Por un lado, muchos de los discursos del Epítome no cuentan con paralelo
alguno en la literatura clásica que conservamos.
Por otro lado, las adiciones de Trogo a sus posibles modelos quedan
a veces manifiestas en la obra de Justino:
pensemos por ejemplo
en las alusiones al poder y valor de los galos, que se repiten en varios discursos, en consonancia con la situación relevante que en
las Historias Filípicas posee este pueblo, del que Trogo era oriundo.
Así pues, en los discursos
considerados críticos hacia Roma que
Justino ha preservado, se recuerda
la invasión gala de la ciudad.[21] De algunos otros discursos recogidos en el Epítome, los estudios
modernos nos dicen que derivan de una fuente conocida,
o que comparten con ella un autor anterior que sirvió como referencia a diversos
relatos antiguos conservados.[22] Pero por ejemplo si, como afirma Richter, el discurso
de Demetrio de Faros ante Filipo V (Iust. 29.2.2-3.6) ha tomado como modelo unas palabras de este rey que aparecen
en Polibio, hemos de reconocer
que, por lo que Justino
nos transmite, Trogo desarrolló un largo pasaje en el que ante todo se censura
a los romanos y se muestra la debilidad
de éstos ante los ejércitos
de Aníbal y el poder galo.[23]
Otro tanto se podría
decir del discurso de este general cartaginés ante el mismo Filipo, en el que de nuevo Trogo aprovecha para incluir
una alusión a la conquista de
Roma por los galos.[24]
Otro rasgo que refleja la originalidad de algunos
discursos de Trogo sería el
interés que este
autor parece haber tenido por reflejar alocuciones de personajes bárbaros, provenientes no sólo de civilizaciones como la púnica
o la persa, sino también de pueblos
iletrados que por su primitivismo no admitirían una elocuencia como la que se refleja
en el Epítome. Tal sería el caso, por ejemplo,
de los escitas
y las amazonas, y también
muy especialmente de los galos, que probablemente contaban con más de un discurso en las Historias Filípicas.[25] Podríamos considerar que la elocuencia bárbara es una especie de licencia,
que hunde sus raíces en el mismo Heródoto
y fue recogida por la tradición
helenística, a veces como muestra de interés por exaltar la idea del “buen salvaje”.[26] En la literatura latina del siglo I a.C., recordemos por ejemplo cómo César refleja
en sus Comentarios las palabras
de Ariovisto o Vercingetórix, y presenta
además un elaborado discurso ficticio
en boca del galo Critoñato
ante sus camaradas sitiados en Alesia.[27] Tácito continuaría con esta tradición poniendo elaborados discursos en boca de caudillos bárbaros como Arminio, Calgaco
o Civil.[28] Así pues, Trogo parece usar esa licencia dentro del concepto
“filobárbaro” de su obra, dando pie a la manifestación de críticas al mundo civilizado y otorgando protagonismo a personajes
y pueblos que podrían ser considerados marginales.[29]
Por otra parte, algunos libros del Epítome de Justino
carecen de discursos, así como de alusiones
indirectas a ellos, o ni tan siquiera incluyen frases que se puedan
considerar tomadas de un discurso.[30] Esto puede
deberse quizás a la naturaleza de las fuentes
o a las características de los acontecimientos relatados en cada libro y al interés de Trogo por los mismos.
De hecho, es interesante observar que tanto el segundo libro como los dedicados
a Alejandro cuentan en el Epítome con un elevado
número de pasajes
probablemente tomados de discursos, que podrían
reflejar la presencia de fuentes
que Trogo lee y emplea como inspiración.[31] Respecto a los libros de Justino
que no incluyen discursos, nos encontramos con que las piezas oratorias disminuyen en número conforme
el relato va acercándose a su fin, y con él, al momento
en el que Trogo escribe:
quizás las fuentes
que utiliza este autor no contenían
alocuciones que pudieran
consultarse, o quizás,
como decíamos, Trogo no deseara recoger
palabras textuales
de personajes vivos o recientemente fallecidos. Lo cierto es que Salustio no había dudado
en reproducir epístolas
como las de Adérbal y Mitrídates, arengas como las de Jugurta y Catilina,
o discursos como los de César y Catón.[32] Tampoco Livio tuvo reparos para reflejar
en su obra arengas
y discursos de jefes, embajadores y consejeros.[33] En
este sentido, es interesante advertir que Justino
(y muy posiblemente Trogo) no incluyera ningún discurso en su libro sobre Hispania: al contrario
que ocurría con escitas y persas, que contaban
con un extenso corpus de textos grecolatinos dedicados a ellos, los tartesios y en general los pueblos hispanos
no poseían una tradición en la literatura clásica que fuera más allá de relatos míticos
o de la narración
de las guerras
de Roma en Hispania.[34]
Esta disquisición
nos conduce de nuevo a la polémica
de Trogo
contra Salustio y Livio sobre la falta de credibilidad de los discursos
en estilo directo que aparecen en las obras de historia. El hecho de que no conservemos completa la obra de Livio nos impide conocer
si este autor decidió
en algún momento cambiar de criterio
y descartó la inclusión de discursos
en estilo directo. En cualquier caso, nos resulta llamativo que, al concluir
un discurso de Aníbal, Livio diga que ésas “fueron más o menos” las palabras
del general cartaginés.[35] Quizás este historiador se trataba de defender de una polémica
en la que debió de haberse
visto envuelto y cuyo eco nos ha llegado exclusivamente a través
de este pasaje
de Trogo.
Este debate
sobre los discursos
pudo haber sido intenso y motivar una cierta
animadversión del patavino
hacia Trogo en persona,
y también hacia algunos
de sus postulados. No conservamos ningún indicio
concreto que nos pueda confirmar
este extremo, pero resulta
interesante la descripción negativa, y en buena medida ensañada, que ciertos
pasajes de Livio presentan sobre los galos que vivían en torno a Massilia.[36]
Trogo era oriundo del pueblo de los voconcios, situado en esa misma región,
y exaltaba sin ambages las virtudes
de estos galos que, por la vecindad
y el trato con la antigua
colonia focense, habrían perdido su barbarie y adoptado
costumbres civilizadas.[37] Quizás Livio, indirectamente, pretendió quitar prestigio a Trogo y a su obra, recordando los bárbaros orígenes de este escritor.
En
definitiva, el Epítome de
Justino nos ofrece
una significativa colección de discursos, abreviados del original de Trogo en mayor o menor medida, y en ocasiones modificados por la mano del epitomador con el fin de enlazar distintas partes o de insertarlos a su gusto en
el hilo de la narración. Juzgar esos discursos de los que únicamente conocemos fragmentos es complicado, pues Justino dificulta
su estudio no sólo por su labor al abreviar
a Trogo, sino también
al reflejar unas observaciones metodológicas de éste que
resultan complejas de estudiar
e incluso entran en contradicción con pasajes
de la propia obra que sirve de fuente al Epítome.
Dr. Luis Ballesteros Pastor
Departamento de Historia
Antigua
Universidad de Sevilla Sevilla
(España)
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[1] JAL (1987: 199); YARDLEY (1994) y HECKEL (1997:
17 y ss.).
[2] En cualquier caso, el término “epítome” en sentido estricto es poco apropiado para la obra de Trogo, pues se trata más bien de un florilegio o selección
de pasajes: véase JAL (1987: 199); DEVELIN (1994:
6); CASTRO SÁNCHEZ (1995: 14); HECKEL (1997: 16-17). Sobre la problemática de la credibilidad de los epítomes en la historiografía antigua, véase BRUNT (1980).
[3] Pensemos, por poner un ejemplo, en la respuesta de Mitrídates a la embajada
romana (37.4.5). Si aplicamos el criterio de UTARD (2004: 45) sobre la extensión
de los discursos indirectos
en la
literatura latina clásica, la obra
de Justino
contendría nueve discursos de tamaño medio (entre 75 y 150 palabras
en la edición Teubner), y sólo seis de tamaño largo (más de 150 palabras). Para un listado de posibles discursos en Justino, véase ARNAUD-LINDET (2003: Apéndice 3).
[4] Este discurso abarca los capítulos 4 al 7 del libro XXXVIII, y con todo pudo haber sido resumido, aparte de que algunos investigadores dudan de que se trate de una reproducción literal del pasaje de Trogo: DEVELIN (1994: 5, 238 n.6); cf. HECKEL (1997:
12). Para más referencias, BALLESTEROS
PASTOR (2006:
581 n.1).
[5] Tal podría ser el caso de las conversaciones entre los escitas y los enviados de Vezosis (2.3.8-12); las arengas de Alejandro y Darío antes de la batalla
de Iso (11.9.4-8) y de Gaugamela (11.13.7-11); el discurso de Éumenes
a sus tropas (14.3.4-10);
la
respuesta de Elisa ante los legados de Hiarbas (18.6.1-5); la embajada de los dárdanos a Filipo V, y de los galos a Ptolomeo
Cerauno (24.4.9-5.3); la embajada de Roma ante los etolios y la respuesta
de éstos (28.1.6-2.13); las
arengas respectivas de Filipo
V y
Flaminino antes
de
la batalla de Cinoscéfalo (30.4.6-14). En el Epítome de Justino se advierten
claramente reminiscencias de otros discursos pareados, como por ejemplo el intercambio de mensajes y embajadas
entre Ateas y Filipo II (9.2); los discursos
pro y contra Tebas (11.3.8-4.6), las protestas de los macedonios ante Alejandro, con las réplicas de éste (12.11.1-7), y la petición
de Antíoco el Asiático
y la respuesta de Pompeyo (40.3.3-4). En otras ocasiones, hay intercambio de epístolas y embajadas
que pudieron haber contenido pares de discursos: véase ERSKINE (2001: 193, con n.130).
[6]
Iust. 38.3.11: Quam
orationem dignam duxi, cuius exemplum
brevitati huius operis insererem; quam obliquam Pompeius Trogus exposuit, quoniam in Livio et in Sallustio reprehendit, quod contiones directas pro sua oratione operi suo inserendo historiae modum excesserint
[7] Así, por ejemplo, en Iust. 4.5.3; 5.2.8; 5.4.12; 6.3.6; 28.3.12, etc. La traducción española del Epítome inserta frecuentemente en los discursos el verbo “dice” aunque no esté en el original, probablemente con el fin de dotar de coherencia a la narración, identificando los pasajes en los que se
reproducen discursos: véase CASTRO SÁNCHEZ (1995:
141, 146, 163, 211, 393, etc.).
[8] Así, en Iust. 1.8.13, 14.4.10, 18.7.9, 38.4.1.
[9] Así, por ejemplo, en Iust. 2.11.5; 5.10.1; 6.1.4, etc.
[10] Véase FORNI-ANGELI BERTINELLI (1982: 1302); BALLESTEROS PASTOR (2006:
589 n.35).
[11] FORNI-ANGELI BERTINELLI (1982: 1311).
[12] Esta sería la traducción de SEEL (1972: 415): “nach Maßgabe ihres eigenem Stiles”. YARDLEY (1994: 238 con n.6), propone “composed in their own style” o “instead of using their own
words”. ARNAUD-LINDET (2003), traduce “au lieu de leurs propres compositions”. Para otras propuestas de distintos especialistas, véase VAN WICKEVOORT
(1993: 299 n.870). En español, CASTRO SÁNCHEZ (1995:
464) traduce: “al insertar en su obra discursos directos y además como discurso
propio”. De hecho tanto Livio como Salustio
emplearon en sus obras discursos en estilo indirecto. Sobre Livio, véase sobre todo UTARD
(2004). Sobre Salustio, pensemos por ejemplo
en
el discurso indirecto
de Jugurta ante Boco (Iug.81), mientras que los largos discursos de Mario y Catilina
en estilo directo aparecen convenientemente entrecomillados (Iug.85; Cat.58)
[13] KLOTZ (1952: 2310) señala algunos de los fallos de las formas verbales en la arenga de Mitrídates: Iust.38.4.9: terruit, incolunt, occupaverant; 38.4.16: obruantur.
[14] Sobre la mediocridad de
Justino: FORNI-ANGELI
BERTINELLI
(1982: 1311); ALONSO
NÚÑEZ (1994: 26); HECKEL
(1997: 15)
[15] Respectivamente, Iust.1.8.13; 2.12.3-7;
14.4.2-14; 18.7.10-14; KLOTZ (1952: 2309); FORNI-ANGELI BERTINELLI, (1982: 1309); ARNAUD-LINDET (2003: Apéndice 3).
[16] FORNI-ANGELI BERTINELLI (1982: 1311).
[17] Curt.7.8.11: Sic, quae locutos esse apud regem memoriae proditum est abhorrent forsitan moribus oratoribusque nostris, et tempora et ingenia cultiora sortitis. Sed, ut possit oratio eorum sperni, tamen fides nostra non debet; quae, utcumque sunt tradita, incorrupta proferemus. La relación de esta frase con la observación de Justino (38.3.11) manifestando que ha copiado el discurso de Mitrídates literalmente de Trogo, fue señalada por EDSON (1961: 199-200). Sin embargo, en opinión de BAYNHAM (1998: 31), la (presunta) obsesión de Trogo por escribir únicamente discursos en estilo indirecto habría sido una peculiaridad exclusiva de este autor, que difiere del resto de la tradición historiográfica clásica. Según esta autora, el citado pasaje de Curcio sería “una muestra patente de artificialidad retórica” (IBÍD.: 87). También se han detectado analogías de la observación de Curcio con Heródoto (sobre todo 3.80.1), así como con otros autores antiguos (BLÄNSDORF 1971: 12; BOSWORTH 1996: 150 n. 58; también BOSWORTH 2003: 17).
[18] VAN WICKEVOORT (1993: 300 n.871).
[19] Los especialistas son unánimes al situar a Trogo en época augústea: véase por ejemplo ALONSO NÚÑEZ (1994: 12 y ss.) y HECKEL (1997:
4 y ss.).
[20] Véase FORNI-ANGELI BERTINELLI (1982: 1317).
[21] Así, por ejemplo, en Iust. 28.2.4-7, 13; 29.3.2; 31.5.9; 38.4.7-10. Sobre el significado de la exaltación de los galos por Trogo, véase sobre todo URBAN (1982).
[22] Sin embargo, Justino no menciona en ningún momento las fuentes de Trogo, por lo que todos estos modelos son mera especulación.
[23]
Iust. 29.3.2; Plb.5.104; RICHTER (1987: 145).
[24]
Iust. 31.5.9; RICHTER (1987: 152).
[25] Dejando a un lado persas, cartagineses, partos, a Demetrio
rey de los Ilirios y a Mitrídates del Ponto, podríamos rastrear otros posibles discursos de pueblos bárbaros: de los escitas
(2.3.10-12); de Oritía, reina de las amazonas (2.4.26);
del
rey escita Ateas (9.2.3-4; 9.2.7- 9); de los legados de Hiarbas, rey de Numidia (18.6.2-4); de los galos (20.5.5; 25.1.7-10, y posiblemente 24.5.1); y de los dárdanos
(24.4.9-10). Tal vez pertenecieran a un discurso
las palabras de un régulo a Comano,
rey de los segobrigios (43.4.3-5).
[26] Véanse como muestra de ello las observaciones de Diodoro Sículo sobre Viriato
(33.7.7). Heródoto, aparte de discursos de persas y de Creso,
rey de Lidia, recoge
algunos otros de bárbaros,
como por ejemplo el de Tomiris, reina de los maságetas (1.206), el del rey de los etíopes (3.21.2-3), o el de un anónimo escita (4.3.3-4). Sobre la torpeza en la expresión como atributo de barbarie, véase DAUGE
(1981: 648 y ss.).
[27] RIGGSBY (2006: 142), y para
un análisis específico
del
discurso de Critoñato
IBÍD. (107 y ss.).
[28] Véase Tac. An.1.59; 2.15; Agr.30-32; Hist.4.64; 4.76; 4.77.3; 5.17, etc.; UTARD (2004: 405 y ss.).
[29] Sobre esta imagen del bárbaro en Trogo, véase sobre todo MALASPINA (1976).
[30] Éstos serían, según nuestro criterio, los libros X, XXI, XXXII, XXXIII, XXXV, XXXVI, XL, XLI, XLIV. No incluimos el XXXVII, porque tal vez la respuesta de Mitrídates a la embajada romana pudo haber estado tomada de un discurso (37.4.4-5). ARNAUD-LINDET (2003:
anexo 3) excluye algunos otros libros.
[31] Libro II: exhortación de Oritía a las
amazonas para luchar contra los griegos, y al rey de los escitas para que las ayude (4.26-27), discurso de Solón sobre la guerra contra Salamina (7.11), discurso de Pisístrato (8.8-9), discurso de Leónidas (11.11-13), discurso de Temístocles (12.3-7). Posibles discursos pareados entre atenienses y espartanos acerca de las murallas de Atenas (18.3-11). Libro XI: exhortación de Alejandro a los Tesalios
(3.1), discursos pareados pro y contra Tebas (3.8-4.7), arenga de Alejandro antes de cruzar a Asia (5.6-7),
discursos pareados de Darío y Alejandro
antes de Iso (9.4-8) y Gaugamela
(13.7-11). Antes de esta batalla hay además un intercambio de epístolas entre Alejandro y Darío (12). Libro XII: discurso
de Alejandro para proseguir las conquistas (3.3), protestas de los soldados macedonios (4.1, 12.5- 6), petición de los veteranos para regresar de la India (8.11-15), motín de Opis (11), arenga de Alejandro a los epígonos
(12.2-4), palabras
de
Anaxarco (13.5), palabras de Alejandro antes
de
morir (15.6-8).
[32]
Sall. Iug.24, Hist.fr.4.69M; Iug.49.2-4; Cat.59, 51-52, respectivamente.
[33] Sobre Livio y su empleo del discurso indirecto, véase UTARD (1994: en especial, 272 y ss., 365 y ss.).
[34] Las breves palabras de Viriato que recoge Diodoro Sículo (33.7.4, 6-7) no serían
comparables a la extensión de los discursos de bárbaros que aparecen referidos a otros lugares
y pueblos.
[35]
Liv. 36.8.1: Haec ferme Hannibalis oratio fuit.
[36]
Liv. 37.21-22; 38.17.12; cf. 37.54.21-22. Sobre otras posibles motivaciones de Livio para esta visión, y en general sobre la imagen de Massilia en la literatura clásica, véase DOMÍNGUEZ
MONEDERO (2004: 432-433, 450-451); LOMAS (2004: 478 y ss).
[37]
Iust. 43.4.1-2; ALONSO NÚÑEZ (1994); LOMAS (2004: 478).