Guillermo González del Campo

(Universidad de Sevilla)

 

Trajano en la literatura de corte de Teodosio y Justiniano

 

ABSTRACT: This article intends to clarify the meaning of the mentions of Trajan in texts written by authors close to the emperors Theodosius and Justinian. Issues involved go from the panegyric to the rejection of the pagan past. The analysis will lead to explore also some of the specific methods used by these authors in order to flatter their addressees.

Keywords: Trajan, Theodosius, Justinian, survival.

RESUMEN: El presente trabajo pretende aclarar el sentido que tienen las menciones de Trajano en los escritores cercanos a los emperadores Teodosio y Justiniano. Las causas van desde el panegírico hasta el rechazo del pasado pagano. Dentro de este análisis se descubren, a través de este punto concreto, algunos de los métodos específicos utilizados por estos autores para halagar a sus destinatarios

Palabras Clave: Trajano, Teodosio, Justiniano, pervivencia.

Fecha de recepción: 19 de diciembre de 2008.

Fecha de aceptación: 15 de junio de 2009.

 

 

1. Introducción

 

El análisis de las menciones de Trajano en la literatura de tiempos de Teodosio y Justiniano exige unas reflexiones previas:

En épocas de cambio es frecuente volver la vista al pasado en busca de referentes.[1] Si además surge en estos momentos una literatura que pretende hacer elogios o proponer modelos, es normal que se ofrezcan estos referentes al destinatario de los escritos. Este recurso literario puede llevarse un poco más lejos haciendo que el receptor del elogio quede incluso por encima de quien está considerado modélico, con lo cual se hace del homenajeado un superador de los hitos anteriores. En los períodos a los que se refiere este trabajo, los de Teodosio y Justiniano, se utilizaron en general los recursos mencionados. Nuestra intención es ver cómo y por qué encaja en ellos el recuerdo del emperador Marco Ulpio Trajano. Tengamos también en cuenta al respecto que la retórica, que impregnó todos los géneros literarios del momento, se había convertido en un medio de promoción social y que, además, las alabanzas del soberano e incluso los métodos para llevar éstas a cabo se habían mantenido en el cambio de religión.[2] Añadamos que tanto Teodosio como Justiniano fueron emperadores de grandes pretensiones políticas en todos los sentidos, por lo cual no extrañará que la literatura que buscaba su agrado tienda en varias ocasiones a parangonarlos con aquél cuyos proyectos se coronaron, al decir de la tradición,[3] con el mayor éxito. A pesar de todo lo dicho, este modelo tiene un inconveniente, a saber, su militancia pagana. Esto, a ojos de dos emperadores cristianos, qué duda cabe, no debería jugar a su favor. Por eso mismo nos parece interesante este ejemplo: a través de la utilización que de él se haga, apreciaremos hasta dónde llegaba la tolerancia con el pasado pagano en las cortes de estos dos emperadores y podremos dibujar los sectores que había en ellas. Pero, antes de analizar los textos que nos atañen, repasaremos brevemente los textos precedentes que hacen de Trajano un modelo utilizable en los elogios de emperadores; a continuación trazaremos los precedentes retóricos que hacen comprensibles muchas de las menciones de Trajano en este trabajo. Por último, nos parece prudente precisar que el trabajo se centra en un punto muy concreto, que no fue ni mucho menos uno de los recursos más corrientes, pero un recurso presente, por lo que pensamos que merece atención y análisis.[4]

En la tradición historiográfica se hace de Trajano sin solución de continuidad modelo de emperadores por muchas razones.[5] Frontón (Princ. Hist. 2.2) y Ampelio (47.1) reseñan que fue quien puso el límite de la extensión del Imperio; Tertuliano (Apol. 5.7) lo incluye en las listas de buenos emperadores y Lactancio se lo salta intencionadamente en su lista de perseguidores (Mort. pers. 3-4) y dice que tras la muerte de Domiciano, gracias a los buenos emperadores que siguieron, la Iglesia pudo extenderse (Mort. Pers. 3.4-5). Con la distancia en el tiempo vemos que va creciendo la idealización. Por eso Eutropio (Brev. 8.1-6) dibuja a Trajano como el modelo de emperadores, tanto en la guerra como en la paz;[6] Aurelio Víctor (de Caes. 1-13), sin llegar al entusiasmo de Eutropio, afirma que sería difícil encontrarle parangón; también Festo en su Breviario (8.2; 14.3; 20.2-4) da numerosas muestras de admiración y añoranza por el Optimus Princeps. Tampoco sería difícil encontrar un catálogo de elogios en la Historia Augusta,[7] de entre los cuales sólo entresacaremos algunos que nos parecen significativos: en la Vida de Adriano, hay varios pasajes (por ejemplo, A. 2.2; 2.10; 3.2) en los que se sugiere el contraste entre el carácter de Trajano y Adriano y las oposiciones del primero al ascenso del segundo; en otros se hace manifiesta la diferencia en la forma de actuar en política exterior (A. 5. 4; 9.1; 21.10). Recordemos que para los autores de la historiografía senatorial, tales como Aurelio Víctor (Caes. 13.13), Festo (Brev. 14.3) o Eutropio (8.6.2), Adriano, por unas causas u otras, no era un gobernante a la altura de su predecesor, lo cual demuestra que el tipo de príncipe que se añora en este momento es el marcado por el Optimus, no por su refinado sucesor. Volviendo a la Historia Augusta, señalemos que en las demás biografías el ejemplo de Trajano aparece constantemente: forma parte de los emperadores ejemplares en Av. 4.5 y en H. 1.2, Pértinax retoma sus medidas populares en P. 9.3 y se le recuerda como añorado por el Senado en Cl. 12.10 y 18.4. Muy destacable es el caso de la Vida de Alejandro Severo, en la cual, intentando legitimar al protagonista como gobernante civil y hombre de guerra, se concentran numerosas alusiones a Trajano.[8] También, como preludio del análisis que a continuación ofrecemos, Trajano es excusa perfecta para el elogio, bien sea, como en el caso de Tyr. Trig. 6.6, poniéndolo por debajo del alabado, bien, como en Cl. 2.3 atribuyendo a otros la valía del hispalense. La forma de acceder al Imperio de Trajano es considerada modélica en Aur. 14.6 y su valía militar se menciona en Pro. 22.4. Creemos que estos ejemplos demuestran que también en la Historia Augusta el buen recuerdo de Trajano está muy vivo y que, precisamente debido a que su nombre permanece en la memoria del autor o autores de la obra, puede ser utilizado con distintos fines.

Reseñaremos por último, y por no dilatarnos en exceso en una introducción, que también, a su manera, Juliano el Apóstata en su Symposion recuerda a Trajano como magnífico conquistador (Symp. 8.10; 17.9; 28.1), justo en el momento en que él emprendía la campaña contra los partos que le costaría la vida. Amiano Marcelino tampoco escatima recuerdos del emperador en su obra al recordar en numerosas ocasiones al conquistador (14.8.13; 16.1.4; 23.5.17; 24.3.9; 29.5.4; 31.5.16), o al utilizarlo para hacer el panegírico de Juliano (16.1.3). Queda demostrado a nuestro entender que a lo largo de la tradición literaria la figura de Trajano había cobrado fuerza como modelo del emperador que se necesitaba en los momentos en que el poderío romano se tambaleaba o, como poco, cambiaba de forma.

Merece la pena, por seguir añadiendo causas del recuerdo del emperador, señalar que los textos que median entre su muerte y los textos que vamos a analizar, abundan en menciones de su obra constructora, como se aprecia, entre otros ejemplos, en Pausanias (5.12.7), Aurelio Víctor (13.4- 5; 16.9; 41.13), la Historia Augusta (A. 7.6; M.A. 17.4; 21.9; C.A. 2.1; A.S. 26.4; 26.11; Aur. 1.7; 1.10; 8.1; 24.7; 39.3; T. 8.1; 9.2; Pro. 2.2) o Amiano Marcelino (16.10.15; 17.1.11; 27.3.5; 27.4.12). También la piedra hacía revivir a Trajano en el recuerdo de las generaciones posteriores.

Pero además, en lo literario, Trajano tiene la característica exclusiva de haber sido el receptor del Panegírico de Plinio. Esta obra, amplificación y reelaboración de una gratiarum actio del autor, tiene la intención de ser un modelo de conducta para los venideros, con lo que nos encontramos en una encrucijada entre el panegírico, el speculum principum y el protréptico.[9] Precisamente por esta finalidad práctica, el Panegírico se adapta poco a los cánones marcados por Quintiliano. Otra innovación del Panegírico es haber sido dirigido a un personaje que estaba vivo. Aparte de estas consideraciones, tengamos en cuenta que esta obra lega a la posteridad un modelo de emperador tanto en su conducta privada,[10] como en su cercanía al pueblo,[11] valía al frente del Imperio, modestia, generosidad, etc. Este efecto se consigue, entre otras piruetas oratorias, por medio del contraste con su predecesor, Domiciano, recurso heredado de una tradición anterior: por ejemplo, Séneca en su De Clementia lo utilizó comparando a Nerón con Claudio; Cicerón, jugando con este recurso, señal de que ya estaba establecido, rehusó comparar a Pompeyo con otros personajes. El Panegírico, en resumen, lega a la posteridad el retrato del Optimus Princeps.[12] Pero no es éste el único caso, aunque sí el principal, que se relaciona con nuestro objeto de estudio. Interesa repasar otros recursos utilizados en el elogio del príncipe para tener clara conciencia de la tradición en que se enmarcan los pasajes que estudiaremos: si es frecuente comparar al elogiado con un antecesor nefasto, también lo es ponerlo por encima de una figura de grato recuerdo. Este método hunde sus raíces en los orígenes de la tradición retórica: por ejemplo, Isócrates puso a Evágoras por encima de los mismísimos héroes de Troya;[13] acercándonos algo más en el tiempo, Veleyo Patérculo elogió a César y Octavio, pero puso por encima de éstos, llevado también por un afán retoricista, a Tiberio;[14] en este mismo tiempo Valerio Máximo presentó un catálogo de vicios y virtudes a las que se amoldará perfectamente en Optimus Princeps;[15] también Libanio se crecía criticando a Constantino cuando el receptor de su discurso era otro emperador.[16]

 

2.    El recuerdo de Trajano en la corte de Teodosio

Comenzamos pues por el examen de las menciones de Trajano en la literatura de la corte de Teodosio. El repaso de algunos datos sobre este emperador servirá para comprender cómo y por qué los escritores echaron mano de Trajano para dirigirse a él. En primer lugar, lo más obvio es la coincidencia de patria: Hispania. Recordar el glorioso precedente hispano nunca estará de más a la hora de legitimar al emperador. Este deseo de acercamiento se demuestra, como veremos, en los intentos que se hicieron de llevar aún más lejos la coincidencia. Pero no es éste el único motivo que hizo a Teodosio, a su corte, mirar hacia Trajano: en una época convulsa, de grandes presiones en las fronteras, supondría sin duda un elogio verse reflejado en aquél que llevó el Imperio a su máxima extensión.[17] Pensemos por ejemplo en el territorio de la actual Rumanía, la Dacia conquistada por Trajano, que tras el abandono por parte de Aureliano en el 270 había quedado poblada por godos mezclados con restos de población romana, y que tantos problemas causó a Valente y a Teodosio.[18] Aquél que domeñó tan importante foco de conflictos no podía caer en el olvido. Sumemos a esto los intentos de Teodosio de acercarse a Roma y a su clase senatorial: por ejemplo, a su llegada a Roma nombró al pagano Aurelio Víctor praefectus urbi, y éste le dedicó una estatua en el Foro, precisamente, de Trajano, en cuya inscripción se leía cómo el emperador había superado en clemencia y eficacia a sus predecesores. He ahí el primer ejemplo de elogio por medio de la pretendida superación de los modelos. La desacostumbrada duración de su estancia en la urbe y el hecho de que acudiera allí con toda su corte también ponen de manifiesto cierto deseo de acercamiento a la antigua capital.[19] Una breve mirada a sus construcciones en Constantinopla también arroja datos significativos: entre otros monumentos, parece que aspiró a imitar a su compatriota en el foro que allí construyó y en la columna. Más aún, esta columna pretendía celebrar la victoria sobre los godos que, desde el punto de vista territorial, eran herederos de los dacios, cuya derrota inmortalizó Trajano en su columna. Queda claro a nuestro entender el intento de vinculación con la tradición imperial.[20]

En cuanto al inconveniente que pudiera suponer el paganismo de Trajano, esta primera parte del trabajo dejará claro que éste no era un problema tal que impidiera que el de Itálica pululase por los escritos dirigidos al de Cauca. Ello se debe, según creemos, a que, cuando se echaba la vista atrás, no abundaban los modelos de emperadores cristianos de éxito.

 

2.1    El Epítome de Caesaribus

En primer lugar analizaremos el Epítome de Caesaribus, obra afín a la de Aurelio Víctor hasta el punto de que durante algún tiempo se la creyó de este autor; en general, lo continúa hasta la muerte de Teodosio en 395.[21] La propia afinidad con Aurelio Víctor ya indica que está en la misma línea de la historigrafía senatorial pagana, que tan buen recuerdo de Trajano legó.[22] Los pasajes dedicados a este emperador están marcados por un innegable tono laudatorio.[23] Según nuestra tesis, el elogio de Teodosio está apoyado en su identificación con Trajano. Contribuye a ello, en este caso, el hecho de ser ambos compatriotas,[24] pero es más importante aún el buen recuerdo que de Trajano había quedado a través de la literatura. Como el elogio de Teodosio se apoya en el de Trajano, es necesario resumir en primer lugar lo que se dice de éste en el Epítome para luego ver el modo particuliar en que se le compara con aquél.

El capítulo dedicado a Trajano (13.1-14) es, salvo pequeñas excepciones, un auténtico catálogo de virtudes imperiales cuyos puntos principales son los siguientes: era buen general, gobernante y constructor (13.2-3); combinó a la perfección la fortaleza bélica con la honestidad en su tierra. Pero aquí aparece un pequeño defecto: tenía debilidad por la comida y el vino. Influye en esto cierta tradición anterior sobre nuestro emperador, que recogió estas aficiones.[25] Por otra parte, el defecto se acomoda perfectamente a la intención laudatoria del Epítome ya que, cuando llegue el momento,[26] podrá atribuir a Teodosio las virtudes de un emperador tan magníficamente retratado y exonerarlo de sus defectos, lo cual equivale a ponerlo por encima del modelo de emperadores, recurso del que hemos hablado en la introducción. Recordemos que también podría haber pasado en silencio la afición al vino, como ya hiciera Eutropio. Tras este defecto, continúa la enumeración de virtudes: fue leal a sus amigos, favorecedor de las artes, excelente general, inteligente legislador y defensor de la cultura. Sigue otro inciso que podría interpretarse como búsqueda de paralelo con Teodosio: Trajano destacó tanto porque se encontró un Estado postrado por la mala gestión de tantos tiranos anteriores. Incluso un augurio, una corneja que desde lo alto del Capitolio gritó καλωʄς εʆ'σται, confirmó los buenos tiempos que estaban por venir. Si se busca, como nosotros creemos, la equiparación entre los dos emperadores hispanos, está claro que ahora se intenta hacer de Teodosio otro restaurador del Imperio tras años turbulentos. Por último se confirma la valía del emperador al mencionar sus acertadas medidas ante las catástrofes naturales producidas en Roma en su tiempo. Hasta aquí la descripción del gobernante ideal a quien habría que acercar a Teodosio para hacerlo también ideal.

Merece la pena continuar la lectura hasta el principado de Adriano. Creemos que al Epítome no le interesa que éste sea cercano a Teodosio porque lo hace nacido en Adria (Epit. 14.1: Aelius Adrianus, stirpis Italae, Aelio Adriano, Traiani principis consobrino, Adriae orto genitus), aunque tenía muy a mano fuentes como Eutropio que afirman que también éste nació en Itálica (Brev. 8.6: Natus et ipse Italicae in Hispania) o, más significativo aún, Aurelio Víctor, que dice que fue conciudadano y familiar del Optimus (De Caes. 13.11:… periit grandaeva aetate ascito prius ad imperium Hadriano civi propinquoque). La causa del cambio de patria, y por tanto del alejamiento de Teodosio, es, según nuestra tesis, la cantidad de defectos achacados. Por ejemplo, que era irascible, que empujó a su esposa al suicidio, que hizo desaparecer a muchos senadores, que consiguió la paz de forma indigna, etc.[27] Por tanto, no es sólo Hispania lo que unía al Optimus con el de Cauca.

La parte de la obra dedicada a Teodosio es, más que nunca, un panegírico. Los pasajes que lo asocian con Trajano son varios y explícitos. Analicémoslos para intentar profundizar algo más en su significado:

En 48.1 se dice que Teodosio era hispano y se va un poco más lejos al hacerlo descendiente de Trajano (Theodosius, genitus patre Honorio, matre Thermantia, genere Hispanus, originem a Traiano principe trahens, a Gratiano Augusto apud Sirmium imperator effectus regnavit annos decem et septem), falseando, bien es verdad que de modo poco claro, la realidad histórica. Éste es el primer punto en que los dos emperadores quedan asimilados y emparentados. Más adelante (48.8), en la descripción física de Teodosio, es palmaria la intención de ponerlo por encima de su precedente: según el Epítome, eran iguales en el porte, estatura, robustez y cabellera, pero Trajano era más imberbe y tenía los ojos más pequeños:

Fuit autem Theodosius moribus et corpore Traiano similis, quantum scripta veterum et picturae docent: sic eminens status, membra eadem, par caesaries, os absque eo, quod illi aliquantum vellendo steriles genae neque tam ingentes oculi erant.

 

Por si no queda clara la intención, remata diciendo que difícilmente podría el de Itálica tener tal atractivo en el rostro y gracia al andar (nescio an et tanta gratia tantusque flos in facie seu tanta dignitas in incessu). A la hora de describir las cualidades psíquicas de Teodosio (48.9), demuestra que existe una tradición historiográfica que pinta a Trajano como modelo de emperadores, ya que afirma que nada hay de lo que se lee aplicado a éste que no lo sea también a aquél (Mens vero prorsus similis, adeo ut nihil dici queat, quod non ex libris in istum videatur transferri). Sigue una enumeración de virtudes que se corresponde con las aplicadas a Trajano en el capítulo a él dedicado.[28] Pero, para continuar con la alternancia de virtudes y defectos, remata diciendo que, aunque Teodosio tenía todas las virtudes del Optimus Princeps, carecía de sus defectos, que ahora son la entrega al vino y el ansia de triunfos:

Illa tamen, quibus Traianus aspersus est, vinolentiam scilicet et cupidinem triumphandi usque eo detestatus, ut bella non moverit, sed invenerit, prohibueritque lege ministeria lasciva psaltriasque comissationibus adhiberi, tantum pudori tribuens et continentiae, ut consobrinarum nuptias vetuerit tamquam sororum.

 

A esto se contrapone la prudencia en asuntos bélicos del de Cauca y su puritanismo en lo relacionado con las costumbres, señal inequívoca de los nuevos tiempos, en los que hay que limar las faltas de Trajano para obtener a un nuevo príncipe ideal como es el elogiado por esta obra.

Este análisis deja suficientemente demostrado que Trajano fue utilizado para el elogio de Teodosio, utilización que lo hizo pervivir y quedar en parte asociado como su precursor.

 

2.2    Temistio

El siguiente autor que interesa a nuestro tema es el orador Temistio, que se dirigió a varios gobernantes, entre ellos Teodosio.[29] El hecho de que en este caso escoja a Trajano como modelo se entiende teniendo en cuenta estos factores: su ideal de παιδεία con el omnipresente concepto de la filosofía útil y la necesidad de educación del soberano,[30] y su idealización de Dión de Prusa, autor ejemplar que estuvo respaldado por un emperador ejemplar, Trajano, a quien por ello menciona en varios pasajes como modelo de emperadores. En el punto que ahora nos atañe, perteneciente al discurso Por la humanidad del emperador Teodosio (Or. 19.229c), el orador aconseja al emperador qué modelos seguir: debe evitar a Nerón, Domiciano o Severo pero no a Trajano, Marco Aurelio y Antonino a quienes presenta, no sólo como precursores de su principado, sino incluso como conciudadanos suyos (ἀλλ’οὐ Τραϊανόν γε οὐδὲ Μάρκον οὐδὲ ντωνῖνον, τος σοὺς πολίτας καὶ ρχηγέτας, ξ ν πόρρωθεν ἡμῖν ὁ θεός τὴν σὴν βασιλείαν ἐφροιµιάζετο). Una vez más el deseo de acercar a ambos emperadores conduce a variar los datos históricos, yendo esta vez un poco más lejos al incluir a Marco Aurelio y a Antonino en el mismo grupo de los compatriotas de Teodosio.

 

2.3    Pacato Drenapio

 

El galo Pacato Drepanio dirige su panegírico al emperador Teodosio en el año 391, en presencia de éste y el Senado.[31] Como no podía ser menos, el escrito incluye una alabanza de la tierra que vio nacer al homenajeado; dentro de ésta son mencionados los emperadores hispanos (Paneg. Lat. 2.4): Trajano, Adriano y Teodosio, quien es colocado por encima de los dos anteriores de un modo sutil, ya que dice el panegírico que Hispania “mandó” a Trajano y Adriano al Imperio, que a su vez “está en deuda” con Hispania por Teodosio (Haec (=Hispania) Trajanum illum, haec deinceps Adrianum misit imperio; huic te debet imperium).

En la siguiente asociación de los dos emperadores a la coincidencia de cuna se suma como causa la valía militar de Trajano. Nos referimos al pasaje (Paneg. Lat. 2.11) en que la propia Roma toma la palabra y hace recuento de los mejores emperadores que ha tenido: Augusto la adornó, Adriano le dio leyes y Trajano amplió sus fronteras (cum moenibus Augustus ornaret, legibus Hadrianus imbueret, finibus Trajanus augeret). Habida cuenta de que en este momento Teodosio ha logrado ocupar, o al menos pacificar, Italia, Galia, Britania e Hispania, la cualidad destacada de Trajano debe hacerlo deseable para el auditorio del panegírico. Remata Roma diciendo que, a pesar de todos estos gobernantes, no se sentía feliz, porque no pertenecía a Teodosio. Otra vez, el emperador escucha cómo se le acerca antes al primer emperador hispano para luego colocarlo por encima.

 

2.4    Claudiano

Terminamos esta primera parte de nuestro trabajo con el análisis de la obra de Claudiano, que trabajó al amparo de la corte de Honorio I, hijo de Teodosio.[32] En su función de poeta de corte, intentará poner al hijo a la altura de su ilustre padre, pero no por ello faltará el eco de la asimilación entre Trajano y Teodosio, como veremos. Claudiano siente admiración por la gloria pasada de la Urbe, por lo que su obra está salpicada de modelos de época republicana, aunque tampoco carece de muestras de admiración por los Antoninos. En la ficción del De IV Consulatu Honorii, vv. 279-283, el autor resucita al propio Teodosio, que se dirige a su hijo y le aconseja sobre qué modelos debe seguir en su gobierno: le pide que evite a Tarquinio, Nerón y Tiberio y que, en cambio, se fije en Trajano, que vivirá por mucho tiempo, según él dice, no tanto por haber sometido el Tigris, triunfado sobre los partos o subido al Capitolio tras haber vencido a los Dacios, como porque era un emperador amable con su pueblo

(…) victura feretur gloria Traiani, non tam quod Tigride victo nostra triumphati fuerint provincia Parthi, alta quod invectus fractis Capitolia Dacis, quam patriae quod mitis erat.

 

Entran en este caso dos factores en juego: por un lado la admiración del autor por los Antoninos; por otro, es poco probable que Claudiano fuese ajeno a la corriente que, en busca de formas de elogio, acercaba siempre lo más posible a Trajano y a Teodosio. Tanto es así que, a la hora de hacer revivir al de Cauca en la literatura, pone en sus labios el nombre del modelo que a buen seguro había sonado en la corte en innumerables ocasiones.

Del análisis de los textos de época de Teodosio extraemos una imagen de Trajano reforzada gracias a su asimilación con éste. Aunque uno de los recursos sea dejar al Optimus Princeps por debajo, una vez disipado el artificio literario, ambos quedan unidos en muchas ocasiones: Trajano significa la cima de la expansión y prosperidad del Imperio, aparte de la encarnación de las virtudes deseadas en un gobernante; Teodosio es celebrado como el inicio de una nueva época en la que se revivirán los éxitos de su compatriota a la luz de una nueva espiritualidad.

 

3.    El recuerdo de Trajano en la corte de Justiniano

Pasamos ahora a la época de Justiniano y, en primer lugar, queremos marcar ciertas diferencias con el tiempo de Teodosio para así extraer conclusiones de mayor alcance de los textos que analizaremos: en época de este último, cuando los panegíricos miraban atrás en busca de un modelo, prácticamente sólo tenían a su disposición ejemplos paganos. En cambio, en tiempo de Justiniano ya había un modelo destacado de emperador cristiano que seguir: Teodosio, quien, recordémoslo, había sido acercado en muchos casos al italicense. Esto ofrece nuevas opciones a los autores y los hace definirse con mayor claridad, según pasamos a ver.

El principado de Justiniano se sitúa en una encrucijada ideológica.[33] Las distintas corrientes de pensamiento que tienen cabida en su corte de Constantinopla hacen que podamos hablar en este caso de una tensión entre tradición y renovación. Por un lado, el emperador puso mucho interés en no perder de vista la tradición romana que tenía a sus espaldas, la cual empezaba en Rómulo y culminaba, o renacía, en él.[34] Así, fue factor importante la idea de la renovatio imperii, que hacía de paso que Justiniano se diferenciara de sus predecesores inmediatos e infundiera grandeza a la idea imperial. En segundo lugar, también se proyecta sobre el emperador la sombra de Alejandro y sus inmensas conquistas y el concepto helenístico del gobernante como νόµος µψυχός.[35] Parte de responsabilidad en esta concepción imperial la tienen las numerosas guerras, favorables en principio, que hicieron al emperador concebir la esperanza de mantener, e incluso ampliar, el dominio sobre los territorios heredados.

Pero, maticemos, los cambios habían sido profundos, ya que la forma de entender la realeza de Justiniano hace de puente entre la herencia imperial romana y el concepto medieval de poder. Efectivamente, sería desatinado simplificar la figura de Justiniano como la de un simple émulo del Imperio Romano. La concepción, de raíz cristiana, providencialista, del poder, de la misión de extender la palabra de Dios lo más lejos posible, marca la diferencia. De acuerdo con ésta, todos los problemas, invasiones, herejías, etc., a que hubiera que enfrentarse serían parte de esa misión providencial. Ilustra con claridad la tensión ideológica el deseo de extensión de la fe mezclado con la pervivencia de la formación clásica en las escuelas.[36] Entendemos que éstas eran las dos corrientes ideológicas que marcaban el rumbo del principado de Justiniano. Sabemos también con seguridad que la corte estaba formada por individuos que, sin salirse de los márgenes impuestos, se acostaban más a una tendencia, la imperial romana, o a la otra, la puramente cristiana, que hacía caso omiso de tan glorioso precedente. En consonancia con esto, también los autores de la corte de Justiniano deberán pertenecer a una u otra corriente, de modo que cuando las obras de éstos pretendan adquirir tono de panegírico utilizarán símbolos de distinta procedencia. Está claro que Trajano, en principio, será más agradable a quienes no renieguen del pasado del Imperio, con lo que llegamos a la conclusión de que la forma de recordar al emperador, en este momento, se escinde según la inclinación ideológica de cada autor y por tanto será mencionado como pareja de Teodosio por quienes prefieren que el pagano vaya escoltado por un cristiano, o en solitario por quienes se resisten a olvidar o a considerar ilegítimo el memorable tiempo pasado de Roma.

Teniendo todo lo anterior a la vista, el análisis que aquí ofrecemos nos ayudará a entender el momento espiritual que se vivía en la corte de Justiniano y, desde el otro punto de vista, nos permitirá comprender mejor la progresiva formación de la figura idealizada del emperador Trajano.

 

3.1 Procopio de Cesarea

Procopio de Cesarea pertenece al grupo de autores que miraba con buenos ojos la renovatio Imperii, es decir, los que sentían admiración por el antiguo Imperio.[37] Puso por escrito las guerras de Justiniano, en pretendida continuidad con los modelos de la historiografía clásica. En éstas, en vez del emperador, el personaje más mimado era el general Belisario. Si encontramos una comparación de éste con Trajano, ello es indicio de que el historiador consideraba apropiado utilizarlo para los elogios, de modo que volverá a usarlo cuando tenga que hacer lo propio con Justiniano, en quien fue perdiendo la confianza con el paso del tiempo y de cuyos celos por Belisario sospechó.[38] La antítesis entre las críticas de este gran conocedor de los entresijos de la corte y el discurso panegírico de encargo se plasma a la perfección en sus obras Historia Secreta y De Aedificiis respectivamente. En la primera, Justiniano es comparado con Domiciano,[39] el opuesto de Trajano en la tradición historiográfica y en documentos de importancia como el Panegírico de Plinio. En la segunda, como es previsible, Trajano, el gran constructor además de conquistador y gobernante, será utilizado para dar aún más brillo a las hazañas de Justiniano. En los pasajes que siguen veremos a Trajano junto a Belisario, lo cual confirma su efectividad como modelo; también encontraremos huellas de su actividad conquistadora y constructora que, llegado el caso que hemos anticipado, se juzgará inferior a la de Justiniano.

El principio de la tercera y última parte de la Guerra Vándala describe la entrada triunfal de Belisario en Constantinopla.[40] No nos parece arriesgado suponer que en una ocasión tan propicia Procopio quiera sumarse sutilmente, a través de los medios que ofrece la literatura, al elogio de su admirado general; es por esto por lo que describe el autor de forma colorista la entrada de Belisario (Bell. 4.9.1) y añade a continuación que hacía ya unos seiscientos años que nadie se hacía merecedor de unas honras tales. Aquí introduce la excepción (Bell. 4.9.2-3):

χρόνος δὲ µφὶ ἐνιαυτοὺς ἑξακοσίους παρῳ χήκει ἤδη ἐξ ὅτου ἐς ταῦτα τὰ γέρα οὐδεὶς ἐληλύθειʾ ὅτι µ Τίτος τε καὶ Τραϊανὸςʾ καὶ ὅσοι ἄλλοι αὐτοκράτορες στρατηγήσαντες ἐπί τι βαρβαρικὸν ἔθνος ἐνίκησαν.

 

De modo que sólo Tito, Trajano y los demás emperadores que atacaron a alguna nación bárbara y vencieron, recibieron tales honores. Queda claro por tanto que para Procopio es Trajano uno de los emperadores ideales y que cuenta con él como recurso a la hora de hacer un panegírico.

En dos puntos de la Guerra Gótica se demuestra que la huella de las conquistas de Trajano aún no se ha borrado. En el primero describe las tribus de los esclabenos, los antas y los esporos, que dominaban la mayor parte de una de las orillas del Istro (Bell. 7.4.22-30). A esta última tribu, Justiniano, para hacer las paces, le ofrece una antigua ciudad llamada Turris que se encuentra al otro lado del Istro y que había sido construida antaño por el emperador Trajano (Bell. 7.14.32-33), pero que estaba desierta desde hacía mucho porque los pueblos de allí la habían asolado para que sirviera de obstáculo a los hunos.[41] Está claro que, cuando los acontecimientos se están desarrollando cerca del Istro, donde tantas hazañas cosechó Trajano, parece inevitable que su figura aparezca, en este caso, gracias a las poblaciones que fundó. El libro octavo se ocupa de la Guerra gótica, como un apéndice, hasta el año 553. En este caso nos encontramos dentro de una larga descripción de los pueblos cercanos al río Fasis. Procopio dice (Bell. 8.2.16-17) que se cuenta que en tiempos del emperador Trajano generales romanos fueron a instalarse en aquella zona, pero que en su tiempo ya no están sometidos a ningún soberano.[42] Los dos pasajes confirman que Justiniano y los autores que lo rodeaban sabían con claridad quién había conquistado con firmeza los territorios que a ellos les preocupaban.

Lo que hasta ahora llevamos analizado hace perfectamente comprensible la utilización de Trajano en De Aedificiis, la obra de Procopio más cercana al panegírico. Ahora se intentará hacer brillar la faceta de constructor de Justiniano por medio de la comparación con lo que anteriormente hiciera Trajano, consagrado constructor ejemplar. Por ejemplo, en Aed. 3.4.17-18 habla de cómo los romanos se establecieron en Melitene, cerca del Eufrates, y cómo Trajano fue quien la convirtió en ciudad. Pues bien, sigue la narración: pasado el tiempo, también Justiniano la embellec y fortificó (προϊοντος δὲ τοῦ χρόνου ἐγένετο τῶν Μελιτηνῶν πόλις µεγάλη καὶ πολυάννθρωπος). Si tenemos en cuenta la intención panegírica de la obra, es aún más patente que el autor pretende hacer ver que sólo hay dos constructores importantes en la zona, Trajano y Justiniano. Del primero todos los lectores sabrían que lo fue; del segundo intenta dejar esa imagen por medio de la comparación.

El otro fragmento que nos interesa se refiere a una fortaleza llamada Pontes (De Aed. 4.6.11-12): Cuenta el autor, siguiendo a Casio Dión (13.1-5), que Trajano se irritaba al pensar que el Istro fuese límite para la extensión de su imperio, por lo que decidió sortear el obstáculo.[43] Destaca después que tan maravillosa fortaleza quedó abandonada al igual que las fortalezas levantadas a uno y otro lado del puente. Finalmente, la fortaleza de Pontes sólo fue reconstruida gracias a la obra de Justiniano.[44] El pasaje es sumamente interesante para nuestro objetivo: Justiniano es otra vez parejo a Trajano como constructor; pero el puente que, según Procopio, cuando lo construyó Trajano, no sirvió para nada, con Justiniano sirvió de salvaguarda para los ilirios, por lo que se entiende que Justiniano superó en algún aspecto a Trajano, lo cual es una forma de llevar la alabanza un poco más lejos.

En resumen, Procopio de Cesarea utiliza a Trajano como excusa para el elogio del general Belisario, como punto de contraste entre la decadencia del momento con mejores tiempos pasados y, por último, como figura asimilable, pero nunca superior, a Justiniano, de lo cual resulta también la loa.

 

3.2. Juan Lido

Juan Lido, como admirador de la tradición imperial anterior que es, se sitúa en el mismo bando ideológico que Procopio.[45] Ello no quiere decir que se trate de un autor pagano, pero va a hacer que, poseyendo éste una cultura a la vez griega, latina y cristiana, evite la alusión al cristianismo en sus escritos. Además, sus obras hacen patente este interés de anticuario y es especialmente significativa De Magistratibus Rei Publicae Romanae, en la que intenta con mayor claridad conectar el Imperio Romano con el de Justiniano. Todos sus escritos están, como se puede esperar, salpicados de noticias pretendidamente eruditas, señal de que es el anticuarismo su respuesta a las tensiones ideológicas de su tiempo. Su preferencia por el poder imperial sumada a su interés por el tiempo pasado le lleva a buscar continuamente modelos de época anterior, lo cual conduce a Trajano.

Conviene señalar que Lido hace gala de una erudición bastante particular: cita vocablos cuyo significado desconoce y hace excursos cuando no corresponde. Aun así, muchos de los errores que recorren su obra parece que se deben achacar a las fuentes utilizadas. En cuanto a éstas, señalemos que maneja a los autores latinos a partir de comentarios, y directamente a Aurelio Víctor, Eutropio y el Epítome de Caesaribus, de cualquiera de los cuales pudo el autor recibir una imagen positiva de Trajano.[46] De los griegos, se sirve de los historiadores clásicos, de Critón y de Dión Casio con frecuencia.

Tanto por la inclinación ideológica de Lido como por sus fuentes, se entenderá una utilización de la figura de Trajano como ejemplo para el gobernante a quien se dirigía.

En Mag. 2.28 presenciamos uno de los recursos típicos de la adulación cortesana. Un breve resumen del pasaje aclarará la intención: cuenta que Justiniano, quien haría revivir la gloria del antiguo Imperio Romano, creó el cargo de gobernador de Escitia, ya que sabía por sus lecturas que esta zona había sido conquistada por primera vez por Trajano en sus enfrentamientos con Decébalo y que de ella pudo traer ingentes riquezas. Hay que detenerse aquí para señalar cómo ya en la corte de Justiniano jugaba a favor de la imagen de Trajano la tradición literaria elogiosa que se iba formando en torno a él. Prosigue el pasaje acentuando su matiz cortesano:

 

αὐτός (=Justiniano) κατὰ µηδὲν Τραιcανῷ παραχωρῶν, περισῶσαι ωµαίοις ἤδη ποτὲ ἀφηνιάζουσαν τὴν βορείαν. καὶ θαυµαστόν οὐδὲν εἰ πάντα κατ' εχὰς προῆλθεν ατῷ· οὐδὲ γὰρ Τραϊανόν τοῖς πλοις ζήλωσε µόνον, λλ' ατν Αγουστον τῇ περὶ θεν εσεβείᾳ καὶ τρόπων µετριότητι, καὶ Τίτον τῇ καλοκἀγαθίᾳ, Μάρκον δὲ τῇ συνέσει παρώθησεν.

 

Resumamos para aclarar: Justiniano, como en nada iba por detrás de Trajano, recuperó la región para los romanos. Esto no tiene nada de extraño, ya que Justiniano aventajaba a Trajano en armas, a Augusto en religiosidad y comedimiento, a Tito en valía y a Marco Aurelio en sabiduría. Qué duda cabe, estamos ante una invitación a la renovación de la gloria pasada y un elogio por medio de la pretendida superación de las cimas de tiempos ahora idealizados, de las cuales forma parte Trajano.

De Juan Lido también nos interesa Mag. 4.23, un excurso sobre Trajano que nos permitirá comparar fuentes y apreciar, en primer lugar, cómo se entronca con la elogiosa tradición historiográfica referida a éste y, por comparación con ésta, qué imagen del emperador se pretendía dar o, visto desde otra perspectiva, ofrecer a Justiniano. Primero, explica el nombre “Ulpio” diciendo que procede del sobrenombre de su padre (κατὰ τὴν τοῦ πατρός προσηγορίαν). Este primer dato se relaciona con el Epitome de Caesaribus 13.1, donde se nos dice que era llamado “Ulpio” por su abuelo (Traianus a Traio paterni generis auctore vel de nomine Traiani patris sic appellatus). Continúa con la explicación del sobrenombre “Crinito” diciendo que éste se lo daban los romanos porque tenía la cabeza bien poblada. He aquí coincidencia, una vez más, con el Epitome de Caesaribus 48.8.1, con la Crónica de Juan Malalas 11.1 y con lo que dice Plinio en el Panegírico 4.7, sobre la cabellera imperial. La influencia del Epitome de Caesaribus deja claro que la tradición elogiosa que representa genera más elogios, que, por otro lado, se acomodan a los intereses de Lido. A continuación dice que era pequeño de cuerpo (καὶ τό µὲν σῶµα ἦν βραχὺς), con lo que contradice al Epítome de Caesaribus 48.8 (eminens status) y a Juan Malalas 11.1 (ἦν δὲ µακρός). Esta desconcertante oposición, si descartamos el indemostrable recurso de una fuente perdida, demuestra el interés por suscitar la admiración, pero no la envidia, del receptor principal de la obra, lo cual se consigue por medio de la inclusión de algunos defectos. Añade que era bueno en el manejo de las armas y ejercitando su cuerpo, dato que podemos comparar con Dión Casio 68.6.3; 23.1. Para seguir con la alternancia de virtudes y defectos dice a continuación que a Trajano no le tocó en suerte una familia noble (οκ εγενοῦς τυγχάνων φαµιλίας), y aquí aparece Eutropio 8.2.1 (familia antiqua magis quam clara). Lo que sigue parece una mala traducción o un error por abreviación a partir del mismo autor: dice Lido que era antes tribuno, es decir, “filarco”. En Eutropio se lee, como explicación de la humildad de su familia, que su padre fue el primero en obtener la dignidad consular (8.28.2: Nam pater eius primum consul fuit), de modo que podría pensarse en un vacío en el texto que atribuiría a Trajano la carrera que en Eutropio era de su padre. Tras un pasaje confuso e incompleto cuyo desciframiento no nos interesa ahora, remata el retrato diciendo que, al enterarse de que se le reprochaba su afición al vino, se abstuvo de éste por completo. Teniendo en cuenta lo que dicen los autores anteriores sobre el emperador a este respecto, no cabe duda de que Lido está buscando la idealización: todas las fuentes que tocan el tema (Aurelio Víctor, Caes. 13. 2; Epitome de Caesaribus 13.5; 48.10; Dión Casio 68.7.4; HA, A 3.2; AS 39.1; Juliano el Apóstata, Symp. 28.1; 18.22) transmiten la imagen de un emperador bebedor. En el mejor de los casos, el de Aurelio Víctor y Dión Casio, nos cuentan que no perdía los papeles cuando bebía. He aquí un claro ejemplo de cómo se intenta purgar de sus defectos al pretendido modelo. Para terminar, y dejar así algún recuerdo de la faceta de constructor, menciona la fundación de la ciudad de Adramiteo (τό Ἀδραµύττειον, πόλιν Ἀσίας, Τραιcανός ἔκτισεν). Consideramos que el resumen y cotejo del capítulo dedicado a Trajano deja claro el grato recuerdo del Optimus Princeps al menos en un sector ideológico de la corte de Justiniano.

Los dos autores examinados hasta el momento se sitúan en el extremo favorable al pasado de Roma, y por tanto a Trajano, como espejo en el que debe mirarse Justiniano si realmente aspira a una renovación. Es ahora el turno del otro bando, el que, a la luz de una nueva espiritualidad, desprecia modelos tachados con faltas como la de la persecución y se opone a cualquier reminiscencia pagana. Esta actitud, insistimos, influirá en la faceta de Trajano que se saque a relucir. Tal es el caso que a continuación analizamos.

 

3.3    Facundo de Hermiano

 

De Facundo de Hermiano sabemos que fue obispo de esta localidad africana en el 550.[47] Sus obras conocidas indican constante compromiso con las causas políticas y religiosas y no carecen de cierta cultura clásica. La que ahora nos interesa es Pro Defensione Trium Capitum, que consta de 12 libros y fue elaborada en Constantinopla. El autor pretendía oponerse, en tono vehemente, a la condena de los “tres capítulos” que decretó Justiniano en los años 543-544 y que fue respaldada por el papa Virgilio, lo que llevó a Facundo a separarse de él.[48] El pasaje en concreto está al final de la obra (CCSL 90ª; XII, cap. 5) y en él implora a Justiniano que reconozca sus errores y rectifique, siguiendo el ejemplo de Teodosio, de quien dice lo siguiente:

Quod metuens beatae recordationis major Theodosius imperator cujus semper memorabilis erit in Ecclesia Christi memoria, quanquam saepe de magnorum barbarorum praeliis et de maximorum tyrannorum triumphaverit, non tamen ex hujuscemodi victoriarum frequentia, in quibus Trajano, filio gehennae, comparari non potest, veram meruit gloriam.

 

Para el obispo, será siempre recordado como un santo en la Iglesia, no por sus conquistas, terreno en el que podría ser comparado con Trajano, el “hijo de la Gehenna”, sino porque supo reconocer sus errores y hacer penitencia por ellos (de supplici et publica peccati sui poenitentia). La lectura de todos los análisis previos de este trabajo nos ayuda a desentrañar el pasaje: Facundo de Hermiano no podía ser ajeno a los restantes escritos que se dirigían a Justiniano en los que, a tenor de su intención de renovar los buenos tiempos pasados, se le ofrecían modelos como Trajano. Por otro lado, la literatura de Teodosio se empeñó en equiparar al Optimus Princeps con éste, aprovechando entre otras cosas su deslumbrante faceta de conquistador y su coincidencia de patria. El obispo rompe la pareja imperial hispana y propone a Justiniano superar a Trajano, no haciendo lo mismo que él pero mejor, lo cual era, una vez apartada la hipérbole propia del panegírico, sumamente difícil, sino aceptando la fe de forma correcta. Esto debería apartar del pensamiento de Justiniano la tendencia seguida por el sector en el que se encontraban Procopio y Lido y llevarlo a la encarnada por el modelo de Teodosio. Merece la pena insistir sobre este punto: ni Procopio ni Juan Lido se han acordado de Teodosio en los pasajes analizados; Facundo de Hermiano sí, porque pretende aprovecharse de que éste ha absorbido las cualidades del Optimus Princeps teniendo además el nada desdeñable aliciente de haber sido cristiano.

 

3.4    Marcellinus Comes

La absorción de muchas de las cualidades de Trajano por parte de Justiniano se demuestra en el análisis de la obra de Marcellinus Comes. Fue éste consejero de Justiniano antes de su llegada al poder y, después de ésta, ocupó varios cargos importantes.[49] Como cronista, declara tener la intención de continuar a Eusebio. Si el de Cesarea es su inspiración, está claro cuáles van a ser sus directrices ideológicas, afines a las de Facundo de Hermiano.

La crónica, al hablar de un emperador de éxito, está proponiendo un modelo a seguir, y esto es lo que va a suceder cuando hable de Teodosio. Comprobaremos pues que una vez más Trajano llega hasta Justiniano, en un autor cristiano, a través de Teodosio; de éste dice, al inicio de nuestro pasaje (Chron. PL 51, 0917 B), que había nacido en Itálica, la ciudad del divino Trajano (Theodosius Hispanus Italicae divi Trajani civitatis, a Gratiano Augusto apud Sirmium XXXIX post Valentis interitum imperator creatus est). Como el equívoco siempre es hijo de algo, pensamos que el acercamiento entre Trajano y Teodosio contribuye a reforzar a este último como modelo una vez que está respaldado por el emperador ejemplar, sobre el que ahora cae la censura. El camino para la confusión parece estar preparado por el Epitome de Caesaribus que, como queda dicho, enfatizó la identificación entre ambos gobernantes hispanos y con la que el texto de Marcellinus Comes guarda incluso algún paralelismo verbal, como se aprecia en el sintagma a Gratiano Augusto apud Sirmium que figura en ambas.[50] Además, aparte de las causas ideológicas subyacentes, podemos proponer el sintagma originem a Traiano principe trahens como desencadenante del equívoco. La última causa de la equiparación entre ambos la encontramos al seguir leyendo la Crónica (0917C), cuando se nos dice que Teodosio venció a los alanos, hunos, godos y escitas. Qué duda cabe, el modelo de conquistador más efectivo será cuanto más cerca esté de aquel de quien la tradición recogía que era el conquistador por excelencia. Una vez más, hay que señalar que como modelo Teodosio contaba con la ventaja de no haber sido pagano, lo cual era una forma de sortear el obstáculo que suponía la militancia pagana de Trajano, pero que, al mismo tiempo, la excelencia del italicense en casos como éste fue recordada gracias a su asociación a Teodosio.

 

 

4.    Conclusión

 

Este trabajo, en fin, ha pretendido demostrar que el nombre de Trajano fue utilizado en las épocas analizadas del siguiente modo: en época de Teodosio, buscando el acercamiento entre Trajano y éste, sin que tuviera ningún peso el turbio pasado pagano y perseguidor del Optimus Princeps. En cambio, en época de Justiniano, siguió vivo el recuerdo del emperador de Itálica, pero ahora con las opiniones divididas: un sector, favorable al pasado pagano de Roma y a la continuidad, se sirvió de él para elogiar al emperador, sin intermediarios; otros aprovecharon la asimilación previa con Teodosio ya que habían convertido a éste, interesadamente, en depositario de todas las virtudes del Optimus, lo cual les permitía proponer un nuevo modelo de príncipe, con todas las buenas cualidades que se negaban a reconocer en Trajano y, además, con una virtud que lo diferenciaba: ser cristiano.

Concluimos señalando que el recuerdo del primer emperador hispano no se borra y sigue el camino que, de un modo u otro, le permitirá recorrer toda la Edad Media.

 

 

Dr. Guillermo González del Campo

Grupo de Investigación “Trajano”

Universidad de Sevilla Sevilla (España)


 

 

 

 

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[1] Cf. VANDERSPOEL (1995: 19).

[2] Cf. CAMERON (1991: 142-145).

[3] La tradición previa, y posterior, referida a Trajano se analiza en GONZÁLEZ (2007).

[4] Cf. CAMERON (1991: 132), donde se recogen las imágenes más frecuentes aplicadas al soberano, entre las que no se incluye a Trajano.

[5] Cf. GONZÁLEZ (2007: 17-120).

[6] Cf. BIRD (1993: xxi; xxxv-xxxvi). El autor declara, tras resumir el capítulo dedicado a Trajano: “this is the longest and most laudatory description of any individual in the Breviarium”.

[7] Muchos de los pasajes se analizan en SÁNCHEZ SALOR (2000: 451-474).

[8] Analizadas en SYME (1971: 89-112).

[9] CLARKE (1996: 108); el texto, traducido con introducción y bibliografía actualizadas está en LÓPEZ-CAÑETE (2003).

[10] Cf. 53.1-2. Como señala REES (1998: 84) la referencia a la vida privada desaparece en los panegíricos de emperadores posteriores como Majencio y Constantino.

[11] Cf. 49.6-8, 63.3; de la que se hicieron eco Eutropio y otros.

[12] Sobre la pervivencia del Panegírico, cf. CLARKE (1996: 107).

[13] Cf. MORTON (1998: 56).

[14] Cf. VÁZQUEZ PRENERÓN (1992).

[15] Cf. VON ALBRECHT (1997: 1074-1083).

[16] Cf. MORENO RESANO (2006); esta técnica laudatoria se podría aducir para explicar algunas de las contradicciones que se comentan en este trabajo.

[17] Cf. CAMERON (2001: 68).

[18] Cf. ERRINGTON (2006: 55).

[19] Cf. ERRINGTON (2006: 135).

[20] Cf. ERRINGTON (2006: 145-6).

[21] Cf. CAMERON (2001) (2).

[22] Cf. GONZÁLEZ (2007: 34-48).

[23] Cf. CAMERON (2001: 237) (2), donde se señala qué proporción de la obra es panegírico de Teodosio.

[24] A este respecto, parece que el pasaje Epit. 11.15 (Quid enim Nerva prudentius aut moderatius? quid Traiano divinius? quid praestantius Hadriano?) referido a los advenae anticipa el elogio con un guiño a Teodosio.

[25] Esto ya lo mencionaron Aurelio Víctor, Caes. 13.10, Dión Casio 68.7.4, Juliano, Symp. 18.21, la Historia Augusta, A. 3.2; A.S. 39.1 y Juan Lido, Mag. 24.3

[26] Cf. infra.

[27] Cf. Epit. 6-10.

[28] Clemens animus, misericors, communis, solo habitu differre se ceteris putans; in omnes homines honorificus, verum effusius in bonos; simplicia ingenia aeque diligere, erudita mirari, sed innoxia; largiri magno animo magna; amare cives vel privato contubernio cognitos eosque honoribus pecunia beneficiis ceteris munerare, praesertim quorum erga se vel patrem aspero casu officia probaverat.

[29] Cf. RITORÉ PONCE (2000).

[30] Sobre la educación en Temistio, cf. DOWNEY (1955).

[31] Cf. PL 13.471-477; MCCORMACK (1997: 726).

[32] Cf. CASTILLO BEJARANO (1993); ESTEFANÍA (1997: 441-443).

[33] Sobre el principado de Justiniano, cf. EVANS (2000); MAAS (2005).

[34] Sobre las reminiscencias paganas en la corte de Justiniano, cf. DOWNEY (1940).

[35] Cf. EVANS (2005: 58).

[36] Cf. CAMERON (1991: 197).

[37] Cf. GARCÍA ROMERO (2000).

[38] Cf. EVANS (2000: 221).

[39] Cf. PAZDERNIK (2005: 204). El propio Juan Lido hereda estas ideas y manifiesta

que con Domiciano el Imperio giró hacia la tiranía, cf. IBID. (2005: 196).

[40] En cuanto a esta guerra y la actitud del autor, cf. FLORES RUBIO (2000: 7-41).

[41] Cf. Bell. 7.14.32-33: …Τραϊανοῦ τοῦ Ρωμαίων αὐτοκράτορος ἐν τοῖς ἄνω χρόνοις

αὐτὴν δει μαμένουʾ ἔρημος δὲ ἐκ παλαιοῦ ἐτύγχανεν οὖσαʾ ληϊσαμένων αὐτὴν τῶν ταύτῃ

βαρβάρων.

[42] Cf. Bell. 8.2.16-17: λέγουσι μὲν οὖν ὡς κατὰ τοὺς Τραϊανοῦ τοῦ Ρωμαίων αὐτοκράτορος χρόνους κατάλογοι Ρωμαίων στρατιωτῶν ἐνταῦθά τε καὶ μέχρι ἐς Λαζοὺς καὶ

Σαγίνας ἵδρυντο.

[43] Cf. De Aed. 4.6.11: Ὁ Ρωμαίων αὐτοκράτωρ Τραϊανόςʾ θυμοειδής τε ὢν καὶ δραστήριοςʾ ὥσπερ ἀγανακτοῦντι ἐῴκειʾ ὅτι δὴ οὐκ ἀπέραντος αὐτῷ ἡ βασιλεία εἴηʾ ἀλλὰ ποταμῷ Ἴστρῳ ὁρίζεται.

[44] Cf. De Aed. 4.6.16-17: βασιλεὺς δὲ Ἰουστινιανὸς Πόντην μέν, ὅπερ ἐστὶ τοῦ ποταμοῦ ἐπὶ δεξιᾷ, νέᾷ τε καὶ ἀμάχῳ ἐπιεικῶς ἀνανεωσάμενος οἰκοδομιᾳ, τὴν ἀσφάλειαν ᾿Ιλλυριοῖς

ἀνεσώσατο.

[45] Para las características generales del autor, cf. MAAS (1992).

[46] Cf. GONZÁLEZ (2007: 31-49).

[47] Sobre el autor, cf. RE s.v. ‘FACUNDUS’(3).

[48] Cf. BURY (1958: cap. VII), donde se describe la actuación, poco conciliadora, del

de Hermiano.

[49] Cf. Catholic Encyclopedia, s.v. ‘MARCELLINUS COMES’.

[50] Cf. Epit. 48, 1 Theodosius, genitus patre Honorio, matre Thermantia, genere Hispanus, originem a Traiano principe trahens, a Gratiano Augusto apud Sirmium imperator effectus regnavit annos decem et septem. Se contradice aquí por tanto la teoría de CAMERON (2001, 2) ya que son varios, no sólo el que él propone, los pasajes coincidentes.