EMILIO MITRE FERNÁNDEZ
UNA CIUDAD ACOSADA EN
LA PRIMERA
MITAD DEL SIGLO XV. LA CAPITAL DE FRANCIA VISTA POR UN BURGUÉS DE PARÍS.
A harassed
city in the first half of the 15th. Century. The Capital of France seen by a Bourgeois of Paris.
ABSTRACT: The individual known as “A Bourgeois of Paris” (maybe a clerk) depicts
in his diary (1405-1449) the situation
in the capital of France and in the kingdom in general. He includes
political events mixed with ample information about every day life in a city in difficulties.
KEY WORDS: Diary. The One Hundred Years War. Paris.
RESUMEN: El conocido como Burgués de París (quizás un clérigo)
nos transmite en su diario (1405-1449) lo que fue la situación de la capital de Francia y del reino en general.
Registra acontecimientos políticos mezclados con abundantes datos de la vida cotidiana de una ciudad
en dificultades.
PALABRAS CLAVE: Diario. Guerra de los Cien Años. París.
Fecha de Recepción: 8 de febrero de 2011.
Fecha de Aceptación: 12 de septiembre de 2011.
LOS DIARIOS
(Y POR EXTENSIÓN
LAS MEMORIAS) constituyen un importante capítulo de las fuentes que permiten
conocer –aunque
pueda resultar de forma un tanto sesgada- alguna etapa de nuestra
historia más cercana. Su interés
alcanza un alto grado cuando el redactor
ostentó importantes responsabilidades públicas; pero no es desechable cuando el autor es alguien de a pie que nos ha reflejado
el especial clima bajo el que vivió la sociedad
en su conjunto
o, al menos,
el grupo social o simplemente humano al que pertenecía.[1]
La Edad Media cuenta
con un número muy limitado de este tipo de testimonios.[2] Su misma escasez aumenta así su valor.
En las páginas siguientes vamos a hablar de una ciudad –París-, de una época– la segunda fase de la Guerra de los Cien Años- y de un personaje –el conocido como Un Burgués
de París-, que nos ha descrito
su especial percepción de ambas. Su Diario va a constituir el principal
soporte de este trabajo.[3]
París, una de las primeras urbes del Medievo
Hablar de ciudades
en el Medievo europeo desde la actual perspectiva es hacerlo de una amplísima
producción escrita cuya mera relación de títulos
ocuparía gran número de
páginas.[4] Se trataría, en principio, de
centros de población “cuyo aire hace libre” según un conocido
dicho alemán (Die Stadtluft macht frei) que trataba de fijar distancias con las formas de vida del medio campesino. Pero es hablar también de distintos
modelos según variados factores. Pueden ser las cifras de población: de unos pocos millares
(incluso unos cientos) la mayor parte de ellas, a esas macrópolis que pueden superar los cuarenta mil y excepcionalmente los cien mil en los momentos
finales del Medievo.[5] O puede ser la dedicación de sus vecinos:
desde esos centros con mucho de campesino, guerrero y eclesiástico de la Extremadura entre el Duero y el Sistema
Central,[6] a esas florecientes urbes del Norte de Italia y Flandes a las que el comercio
y la industria convierten en auténticas potencias económicas.[7]
París fue reuniendo, desde después del año Mil, todas la bazas para ser considerada la primera urbe de Francia[8] y una de las primeras
del Occidente.[9] Felipe Augusto fue uno de los grandes impulsores de este proceso.[10] Por expansión de su núcleo central
(la antigua Lutecia romana) o absorción
de núcleos vecinos, París pudo reunir
a principios del siglo XIV entre 80 y doscientos mil habitantes.[11] La horquilla se presenta muy abierta pero en cualquier
caso, estamos ante una ciudad que podía competir
perfectamente con Milán (sobre los 100 mil habitantes) considerada habitualmente como la primera
aglomeración de Europa.
En París se concentraban todos los poderes reconocidos por la sociedad
del momento. En primer
lugar, los que regían
la vida política y eclesiástica (regnum y sacerdotium de acuerdo a la terminología del momento)
cuyas instalaciones se ubicaban principalmente en la Isla de la Cité:[12] al Palais Royal, centro del poder civil,
se sumaban unas señas de identidad
religiosa. París era la ciudad “de los cien campanarios”: unas 35 parroquias a las que se unían numerosos
monasterios de antigua fundación y conventos
de mendicantes.[13] La máxima figura eclesiástica, el obispo, era sin embargo
sufragáneo de una autoridad
superior que era el metropolitano residente en Sens.[14] Artísticamente París encerraba dos importantes muestras del opus francigenum: la catedral de Notre Dame de la que Roberto de Torigny aseguraba
que “cuando se termine no habrá otro edificio comparable en el mundo”[15], y la iglesia-relicario de la Sainte Chapelle levantada a iniciativa de San Luis.[16] En las cercanías de la ciudad se encontraba la abadía de Saint Denis que reunía tres condiciones: magnífico laboratorio para las experiencias artísticas bajo el abad Suger;[17] mausoleo real en donde la concentración de sepulcros
de los monarcas expresaba
la continuidad de un reino;[18] y auténtica fábrica de una historiografía nacional.[19]
El poder económico se concentraba sobre todo en la orilla derecha con su embarcadero y lonja de contratación en la Place de la Grève y su mercado de Les Halles. París, uno de los principales centros de consumo del Occidente, gozó de una regulación de sus corporaciones profesionales gracias
a la labor realizada por el preboste de los mercaderes de la ciudad
a finales del reinado de Luis IX.[20]
A esos poderes se uniría uno nuevo que era el studium, en la orilla izquierda del Sena, lo que
tardíamente se conocería como Barrio Latino.[21] La Universidad de París, era “la inmensa
fábrica de pensar correctamente” en opinión
de Georges Duby.[22] Ello en función de lo que orgullosamente había proclamado Chrétien de Troyes: la translatio Studii usque Parisium.[23] La Universidad, en representación de la Sabiduría, sería el tercer pico simbólico
de la flor de lis –emblema
heráldico de la realeza francesa- que se sumaba a los otros dos que representaban la Fe y la Caballería.[24]
París era lo que de hecho había dejado de ser Roma: una capital. No lo era de un imperio,
sino de un reino cuando
el ideal proclamado para un rey era el de ser imperator in regno suo. En resumidas
cuentas: la riqueza y la potente
demografía de París (urbs urbium en la opinión de algunos
autores) no eran causas
sino consecuencias de
ese doble papel: París era sede de
la primera universidad de Europa (Jean Gerson la llamaba “hija del rey, madre de los estudios, sol de Francia y de toda la Cristiandad”) y capital
de un reino que no perdía ese carácter
al margen de la presencia
en ella o no del monarca.[25]
París hizo Francia en la misma medida que Francia hizo París. Muchas de las grandes figuras que actuaron
allí y fueron responsables del prestigio
del reino en el mundo europeo no eran parisienses de nacimiento: desde pilares de la escolástica como San Alberto
Magno, Santo Tomás de Aquino
o Siger de Brabante,[26] hasta algunos destacados legistas de los que se valió Felipe
IV en torno a 1300 para dar forma al reino.
El tortuoso Guillermo
Nogaret, por ejemplo,
era un meridional nacido en San Félix de Caraman, tiempo atrás viejo reducto
cátaro.[27] Figuras de finales del Medievo
que despuntaron en París no eran tampoco originarios de allí: Juvenel des Ursins era de Troyes y la familia del canciller
de la Universidad Jean Gerson era de las Ardenas.[28]
Una época:
la Guerra de los Cien Años
Para lo bueno y para lo malo, la ciudad del Medievo tiende a convertirse en un termómetro que mide la temperatura material y moral de una sociedad.[29] Como gran centro político, económico y cultural
de toda Francia,
París poseía, así, una especial sensibilidad ante los diversos cambios producidos desde mediados del siglo XIII; algunos de ellos extremadamente traumáticos. Ello explica la proliferación de alteraciones sociales de las que en la primera mitad del siglo XVI se hizo eco con su habitual
tono excesivo François
Rabelais. Los vecinos de París,
decía, eran tan proclives a la asonada “que las naciones
extranjeras se pasmaban de la paciencia
de los reyes de Francia”.[30]
Grave fue la agitación
promovida por un tal Jacob, conocido
como Maestro de Hungría quien, aprovechando la estancia –prisión incluida-
de Luis IX en Oriente, se puso en 1251 a la cabeza de una turba de desheredados conocidos como pastoureaux con quien hubo de
lidiar la
regente Blanca de Castilla.[31] En el terreno
intelectual París sería conocido
por la disputa
en el seno de la Universidad entre maestros seculares y regulares; un debate
que costó el destierro a Guillermo
de Saint-Amour tras un desafortunado sermón pronunciado en 1256 en el que la figura del rey no quedaba bien parada.[32] Años más tarde (1277) y también
desde París su obispo Esteban
Tempier lanzó la condena contra 219 tesis –muchas
de ellas difundidas desde la Universidad de la capital- consideradas como heterodoxas.[33] París, asimismo, viviría bajo el reinado
de Felipe IV el grave malestar de la población
contra algunas de sus medidas económicas y el infamante proceso contra los Templarios.[34]
En los
años siguientes y a lo largo de sus distintas
etapas, la Guerra de los
Cien Años[35] convirtió a la capital
en escenario de importantes crisis.[36] En 1358, tras la derrota
en Poitiers y consiguiente prisión en Inglaterra del rey Juan II, tendría lugar
el movimiento comunal de Étienne Marcel, paralelo a la agitación campesina de la jacquerie. [37]En 1382 estalló la revuelta de los maillotins en protesta contra las abusivas cargas fiscales.[38] Y –por centrarnos en la época
aquí tratada- desde 1400, serán los encarnizados enfrentamientos entre los bandos de borgoñones y armagnacs que se sucederán en el control de la ciudad.[39]
Esa enconada rivalidad se solapará con una demoledora intervención inglesa marcada por dos episodios particularmente graves
para la historia
de Francia: la derrota
de Azincourt (1415)[40] y, sobre todo,
la humillante paz de Troyes (1420).[41] Por ella un rey francés
demente, Carlos VI, privaría de la sucesión
a su hijo el delfín Carlos en beneficio
del rey de Inglaterra Enrique V, casado
con Catalina de Francia.[42] Fruto de esa unión nacería Enrique VI –nominalmente rey de Francia e Inglaterra- tutelado desde
su temprano ascenso
al trono en 1422 por su tío el duque de
Bedford. Pocas etapas de la historia
de Francia se han considerado tan dramáticas en tanto llegó a estar en juego su misma supervivencia como estado soberano.[43]
París pasó a ser la capital de un reino parcialmente
ocupado por fuerzas inglesas en alianza con el bando borgoñón
durante tres lustros. Se exacerbará así una crisis algo más que política. Un autor francés
crítico con la dominación angloborgoñona (Alain
Chartier) hablaría, siguiendo a los clásicos, de una guerra civil y más que
civil en tanto los
enfrentamientos no eran sólo
entre vecinos de un mismo reino, sino también entre miembros de unas mismas
familias.[44]
Otro personaje bastante común y que sustentaría una postura distinta a la de Chartier, simbolizará muy bien esa situación. Le conocemos como Un burgués de París.
¿Quién es y qué representa?
El Burgués
y su posible
personalidad
La Guerra de los Cien Años proporcionó una riquísima narrativa. Ella nos permite una notable aproximación a las posturas de la sociedad ante un conflicto generalizado.[45] El género que pudiéramos llamar crónica-río tiene una figura señera en Jean Froissart cuyas Crónicas cubren la primera
mitad del conflicto.[46] Desde los primeros años del siglo XV el relevo lo tomarán
autores como Enguerrand de Monstrelet[47] y otros de muy diferente
calado que toman por lo general
el hilo conductor
de los reinados optando por uno u otro partido. Es una convención generalmente admitida hablar de cronística borgoñona y cronística armagnac según sean las simpatías
políticas de los redactores.[48]
A esas obras se sumarán los testimonios de quienes cuenten
la historia en primera persona
(o desde la primera persona) por haber
sido testigos o
protagonistas de ella o haber dispuesto de una información en líneas generales aprovechable.[49] Entre esos testimonios se encuentra el llamado
Diario de un Burgués de París del que existen varias ediciones. La de más fácil acceso es la de la medievalista C. Beaune de la que vamos a servirnos.[50]
Definir como Burgués al autor de este texto supone una convención que se arrastra
de la denominación asignada
por Godefroy en razón del
afecto del autor por su ciudad
y sus gentes de status medio y bajo. Sin embargo,
ya en 1596, Étienne Pasquier le consideraba un clérigo en función
de las pistas que da el Diario y que fueron utilizadas por otros autores. En 1878, A. Longnon proponía como autor a Jean de Beaurigout, cura de Saint Nicholas-des-Champs. Otros lo identificaron con un Jean de l´Olive. A. Tuetey en 1881 propuso la figura de Jean Chuffart, camarero del capítulo catedral,
canciller de la Universidad y servidor
de la reina Isabel que acumuló numerosas prebendas en la orilla derecha del Sena. En esa línea de vinculación clerical
del personaje pero sin asignarle nombre, se
pronuncia también C. Beaune. Piensa que el autor del Diario era realmente un clérigo
de la Universidad (“notre mère”) y posiblemente doctor en teología
dada la referencia que hace al debate habido en
aquélla en 1446 con la visita de Fernando
de Córdoba. Canónigo
o simple capellán,
el Burgués sería, así, plenamente un clérigo en el sentido eclesiástico de la expresión.[51] Y más modestamente un clerc dado su discreto bagaje intelectual como tendremos ocasión de ver.[52]
“Un Burgués”: Francia desde París y Paris desde Francia
El período que abarca el Diario está marcado por una serie de conocidos acontecimientos
algunos ya mencionados:
Azincourt,[53]
Troyes,[54] ocupación angloborgoñona de París y reacción francesa que desembocaría (años que ya no alcanza
el Diario) en la derrota
final de las fuerzas inglesas y su expulsión
total del continente salvo el exiguo enclave de Calais.[55]
¿Cómo se aprecian esos hechos desde la capital de Francia
y desde la óptica de un particular personaje?
La simpatía borgoñona de nuestro
autor es fiel reflejo de esa crisis de conciencia que Francia vive; sin duda fue ese mismo sentimiento el que sostenía
una importante corriente de opinión
extendida en el conjunto
del reino. Durante
años nuestro personaje no parece tener duda de la justicia de esa causa. Se ve mediatizado incluso
por el lenguaje
más común utilizado por los dos bandos en liza. Para los seguidores de Enrique
VI -personificación de una monarquía
dual anglo-francesa apoyada
durante algún tiempo por el propio duque de Borgoña Felipe el Bueno- sus oponentes son armagnacs, brigands, ladrones, violadores, peores que sarracenos, seguidores del sediciente delfín del Vienesado, secuaces del sediciente rey Carlos, etc… Para los partidarios del delfín Carlos –el gentil delfín de Juana de Arco ungido como rey en Reims en 1429 siguiendo el ceremonial tradicional de los monarcas
franceses- sus rivales son renegados y genéricamente ingleses aunque no sean de esa nacionalidad.[56] Desde los puntos de vista territorial y de las fidelidades habría que hablar
más bien de dos Francias: la delfinista y la de la doble monarquía
sustentada en esa complicidad anglo- borgoñona.[57] La guerra en el campo de batalla,
frecuentemente anárquica, se dobla con otra desarrollada en el terreno de la propaganda.[58]
El Diario
refleja bien las penurias
de una época vistas
desde un París controlado políticamente durante casi veinte años por el bando borgoñón
y en el que se asienta una guarnición inglesa desde 1420.[59] Un París que vive desconfianzas y ajustes
de cuentas y que sufre el bloqueo intermitente de las bandas rivales. Y un París que, por estas razones, cede un cierto protagonismo político
a una Normandía
con fuerte asentamiento militar inglés.[60]
Sería excesivamente cómodo tachar de colaboracionista con el invasor inglés a este Burgués
dadas sus afinidades políticas. El mismo comportamiento mantendrían ciertas fuerzas vivas de la ciudad: los de su clase o un importante sector de la propia Universidad.[61] Ello explica la particular óptica con la que se aprecia, por ejemplo, el fenómeno Juana de Arco considerada en la visión más popular como el paradigma
del patriotismo francés y de la verdadera Francia en aquellos difíciles momentos. Para los angloborgoñones sería, por el contrario, una simple armagnaque con todo lo que de negativo
tiene esa acepción.
Ante la misión de la Doncella
nuestro autor se muestra escéptico. La heroína aparece
ubicada en un mundo de visionarios de dudosa solvencia. Algunos de estos casos serán destacados por el Burgués. Será Piéronne la bretona que actúa por esos años y que tuvo el mismo fin que Juana.[62] O Guillermo
de Mende, conocido como El pastorcillo (“que hacía que sus gentes le idolatraran”), un adolescente marcado por unos estigmas parecidos a los de San Francisco. Fue también hecho prisionero por los ingleses en agosto
de 1431, exhibido en la entrada
de Enrique VI en París y, posiblemente, ahogado en el Sena a fines de ese mismo año.[63] Desde la actual perspectiva historiográfica, Juana sería producto de una piedad de laicos distante
de las frías sistematizaciones de los medios académicos, y de un sentimiento de frustración de amplias
capas de la sociedad francesa aferradas como
esperanza política a fenómenos
con mucho de emocional.[64]
La liberación de Orleáns se menciona en el
Diario
con bastante menos épica de lo que otros testimonios mitificadores del personaje
Juana nos han transmitido.[65] Apenas hay eco, además, de la posterior cabalgada que concluye
con la unción de Carlos
VII en Reims;
circunstancia que daba un balón de oxígeno
político a quien hasta entonces
dudaba incluso de su legitimidad de nacimiento.[66] El Diario da gran importancia, por el contrario, al frustrado
intento de Juana de tomar París; circunstancia que el Burgués
rodea de un cierto
halo de heroísmo
ciudadano. Su animadversión hacia la Doncella
de Orleáns sería similar
a la de una buena parte de la población
de la capital que veía en ella un elemento
de perturbación añadido
a los que sufre la
urbe. Milicias parisienses filoborgoñonas son, en efecto,
las que rechazan
a las fuerzas juanistas tras duros combates que obligan
a retirarse a los asaltantes maldiciendo a la joven que les había prometido
una fácil victoria.[67] Una expresión de nuestro Burgués resume bien la opinión que le merece la heroína:
“una criatura con forma de mujer a la que los suyos llamaban
la Doncella. Pero quién fuera ella sólo Dios lo sabe”.[68] La narración del proceso
de Rouen la lleva a cabo como pudiera
hacerlo de cualquier otro acorde a la lógica
inquisitorial del momento.[69]
El paso de Juana por la historia de Francia no es así para el Burgués más que un episodio de los muchos que jalonan la difícil vida de París y del reino en general en torno a 1430; no le causa particular emoción ya que sigue fiel en esos meses a su inicial posición política. Esa lealtad no será, sin embargo, ilimitada y estará
condicionada por cambios políticos posteriores que no se antojan
ya puramente accidentales. Sucederán con motivo del congreso
de Arras de 1435[70] en donde el duque de Borgoña cambió de bando y se reconcilió con Carlos VII. Ello, sí, debilitará decisivamente la posición
político-militar inglesa y hará que París caiga, sin resistencia digna de mención,
en manos de la fuerzas reales del condestable Arturo de Richemont en 1436. La exigua guarnición inglesa, previa garantía de los nuevos ocupantes de la capital, evacuó sin más la Bastilla.
Desde ese momento, los vecinos de París parecieron tomar conciencia de que la guerra
no era sólo una cuestión dinástica o banderiza, sino auténticamente nacional que exige bouter les anglais hors de France.[71]
Ello explica el importante giro dado por el Burgués. Es significativa su curiosa acomodación semántico-política a la nueva situación. Ya no usará el término armagnacs en sentido insultante sino que dice, significativamente: los armagnacs, es decir, los franceses.[72] El gobierno legítimo de Francia
parece estar ahora en sus manos y eso otorga honorabilidad a quienes,
hasta ese momento, había descalificado de forma sistemática.[73]
Es una actitud de acomodo
a las nuevas circunstancias que otros muchos personajes también adoptaron y de la que se hace eco nuestro
autor. Un caso llamativo sería el de Jean Villiers de L´Isle Adam quien, como miembro del partido borgoñón,
entraría en París en 1418 en nombre del duque Juan sin Miedo.
Caería temporalmente en desgracia
con Enrique V en 1421 pero años después
(1430) se convertiría en gobernador de la capital con el duque de Bedford. Cinco años después,
sin embargo, se acercó a Carlos VII y en su nombre
volvería a París en 1436.[74]
Otros actuarían de una forma menos descarada
pero también con un toque acusadamente pragmático: será el caso del prelado y también cronista
Tomás Basin, manifiestamente hostil al comportamiento de las gentes de armas fueran del bando que fueran.
Tomás accedió al episcopado de la localidad
normanda de Lisieux en 1448 tras de prestar
juramento de fidelidad a Enrique
VI de Inglaterra que en ese momento
aún controlaba militarmente la región.
A los pocos meses Carlos VII emprendió una demoledora ofensiva que llevó al prelado
a meditar sobre los cambios
que se estaban
produciendo en la situación político-militar. Recuerda
que treinta años atrás, Lisieux (y la región normanda
en general) había
resistido con todas sus fuerzas a los invasores
ingleses. Al final hubo de llegar a un acuerdo honorable con ellos: se colocó bajo su protección a cambio de una lealtad al monarca Lancaster; lealtad que, rememora, los vecinos
de la localidad mantuvieron escrupulosamente durante
largos años. Ese acuerdo,
a la altura de 1449-1450, resultaba insostenible puesto que Enrique VI era incapaz de garantizar su seguridad. Una nueva
relación de fuerzas imponía otro posicionamiento que es el que Tomás Basin adopta convirtiéndose
en colaborador de un triunfante Carlos VII de
cuyo reinado redactará una Historia.[75]
Dentro de ese panorama
de fidelidades oscilantes quien da un toque de coherencia es sin duda Juan Gerson, canciller
de la Universidad de París. Filoborgoñón hasta 1400, desde esta fecha se inclina
por soluciones políticas moderadas
que le llevan en 1414 (fracaso
de la ordenanza Cabochien por medio) a desvincularse de sus antiguos
amigos para retirarse al convento
de los Celestinos de Lyon en 1418. Se le consultará sobre la naturaleza de la misión
de Juana de Arco, ante la
que adopta una postura templada: no ve en la
joven nada de diabólico aunque pone en guardia
sobre manifestaciones de iluminados en general. Morirá en 1429, meses antes de la ejecución de la heroína.[76]
La política de acercamiento de Carlos VII[77] para con muchos de quienes años atrás fueron reacios
a aceptar su autoridad, favoreció lo que en la opinión
más extendida era un gradual y, en la medida de lo posible, pacífico cambio político. La Universidad de París fue una de las instituciones que más perdieron en aquella
tormenta.[78] Tomando como pretexto su actitud filoborgoñona sufrió ya desde 1436 la merma de sus privilegios tradicionales. La reforma del cardenal
legado Guillermo d´Estouteville para restaurar una enseñanza bastante desorganizada (1453) se emprendió
a iniciativa de Carlos VII y bajo control
de comisarios reales.
En esta carrera
intervencionista, los monarcas franceses acabarán imponiendo sus criterios frente a
las protestas de la comunidad
académica.[79] Que la Universidad de París
fuera “hija predilecta de los reyes de Francia” no implicaba precisamente que hubiera
que tratársela con permanente indulgencia.
El estilo de un texto y sus condicionantes
Las fuentes de las que el Burgués se sirve son fundamentalmente orales –las noticias y rumores
que circularon a lo largo de los
años que cubre su diario- reforzadas por el bagaje cultural
adquirido en los medios académicos. La cultura de nuestro autor es discreta
y eminentemente clerical: Evangelios, textos proféticos, Salmos,
Apocalipsis… sobre todo cuando
pretende encontrar comparaciones entre la situación
de París y la de algunas ciudades
bíblicas sitiadas. En cuanto
a la cultura profana ha manejado textos sobre la Guerra
de Troya, el retorno de Ulises (vía Guido de Colonna)
y otros referidos
a Roma, especialmente los centrados en los comienzos de la Iglesia y las persecuciones, siguiendo posiblemente a Paulo Orosio. Participa asimismo de la literatura enciclopédica orientada a la formación de los laicos: vg. La Leyenda
Áurea de Jacobo
de Vorágine.[80]
Se ha destacado el estilo plano del diario frente a la brillantez con la que se describen las “grandes
maravillas y los hermosos
hechos de armas” como hicieron Jean Froissart[81] o los biógrafos
de distintos capitanes
del conflicto.
Dentro de esa detallada
y por lo general
fría relación de acontecimientos políticos
y administrativos que vive
la ciudad, están las numerosas observaciones que afectan a la vida cotidiana.
Sucederá con esos pormenores relativos al abastecimiento de un París maltratado por la escasez
de determinados productos
o las subidas de precios de algunos de ellos según el grado de seguridad de los caminos
que llevan a la ciudad. Así, 1419 se inicia con un fuerte encarecimiento de la vida:
se llegará a la cuadruplicación del precio
de muchos productos
alimenticios (trigo, pan, huevos, manteca,
manzanas…) a causa de las operaciones bélicas acometidas por los ingleses en los alrededores y la imprevisión del gobierno
borgoñón de la capital.[82] En 1420 al alza de precios
(singularmente del pan) se sumaron al hambre y el frío que afectaron especialmente a los más jóvenes.[83] Da la impresión que, en
determinados momentos, los problemas del estómago
(primum vivere) son los que más interesan a nuestro personaje. Como han destacado algunos autores, también el Diario es de gran utilidad para entender
el sistema monetario
(trimetalismo oro-plata-vellón con sus diversas oscilaciones) por el que la sociedad
del momento se rige.[84]
Algunos pasajes del texto adquieren unos tintes dramáticos o de pintoresquismo que le otorgan una viveza y una calidad
literaria muy superior a la que habitualmente se le ha reconocido.
J. Huizinga destacó en su día cómo dentro del espíritu prosaico que preside
la obra y de la escasa complacencia por los primores de estilo y los juegos de ideas, el Burgués nos describe las matanzas borgoñonas en el París de 1418 con un amargo alegorismo: “Entonces se levantó la diosa de la Discordia, que estaba en la torre del Mal Consejo,
y despertó a Ira la furiosa,
y a Codicia, y a Rabia, y a Venganza, y tomaron armas de todas clases y quitaron
del medio a Razón, a Justicia,
a Memoria de Dios y a Templanza de un modo sumamente vergonzoso”.[85] Una verdadera psicomaquia, género explotado por numerosos autores del Medievo obsesionados por enfrentar en un sempiterno combate a vicios
y virtudes.[86]
Esa cierta viveza narrativa
se dará también en otros casos como la relación de brotes epidémicos –generalmente de peste o de viruela-
con efectos devastadores: 1414;[87] 1418;[88] 1422;[89] 1427;[90] 1432, con especial
incidencia entre jóvenes y niños[91]; o 1433, año de buenas cosechas pero que se cobró un elevado
número de víctimas (otra vez de forma especial ntre los niños) hasta el punto de establecerse una comparación con la hecatombe de 1348, fecha que se consideraría siempre como referencial.[92]
Curiosa es la descripción de la llegada a la ciudad
de un grupo de doce penitentes (¿gitanos?) llegados
en agosto de 1427 desde el Bajo Egipto (¿identificado con el Peloponeso?) de donde habían
huido a la llegada de los sarracenos.[93]
El clima de inseguridad espiritual que acucia a los vecinos
de París se reflejaría bien en distintas circunstancias. Así, en la imposibilidad de algún obispo de tomar posesión
de su sede, como sucedió
con Jean Courtecuisse en 1422 ya que, aunque elegido por la Universidad, el Clero y el Parlamento, no gozó del beneplácito de Enrique
V, verdadero dueño de la situación
en aquellos momentos.[94] Y así también en esa acogida
multitudinaria e histérica
que en 1429 tienen
las predicaciones del hermano
Ricardo, discípulo de Vicente
Ferrer. Los efectos catárticos de su verbo (dilatados sermones, miles de personas asistentes, gestos dramáticos de arrepentimiento) demuestran a las claras que el orador había captado
bien los modelos
de su maestro.[95]
Naturalmente, los desastres más comunes de la guerra tampoco escapan al interés de nuestro autor que se deja llevar en algunos momentos
por unas efusiones retóricas a las que contadas
veces se entrega. Se trata de unas
calamidades que, desde su perspectiva, no suelen superar territorialmente los alrededores de la capital, Normandía
y los dominios
de los duques de Borgoña.
Entre otros botones de muestra
están los lamentos por los ataques
de los armagnacs en el entorno de París en
1420 “saqueando, incendiado, matando,
forzando mujeres, muchachas y religiosas. Hasta el punto que a diez leguas alrededor
de París nadie permanencía, salvo en las buenas villas (al amparo de las fortificaciones)”.[96] Lamentos que, en 1421 se quieren superiores a los del profeta Jeremías “cuando la ciudad de Jerusalén fue completamente destruida y los hijos de Israel fueron conducidos a Babilonia
en cautividad”.[97]
Y en 1422 se hace la retórica
pregunta de qué hacer ante esa situación marcada por un “falso
gobierno de gobernantes traidores”.[98] La inseguridad que se haría endémica
en los años siguientes se prolongaría después de la ocupación (o
liberación desde otra perspectiva) de París por Carlos VII. Así, para 1439 el Burgués expresa sus quejas por la invasión de lobos que se produjo en los alrededores de la ciudad y por las pesadas contribuciones para proseguir la guerra a través de una “gran y gravosa talla”. [99]
Conclusión: los testimonios y las reflexiones personales en el Medievo.
La primera persona tuvo una indudable importancia en la Edad Media desde fecha temprana.
En el siglo V San Agustín, al recalar en “los amplios salones de la memoria”,[100] profundizó en los más recónditos entresijos espirituales del ser humano. A. Gurievich ha sostenido que la Edad Media fue capaz
de conquistar la individualidad, muchas veces por una vía autobiográfica que tiene mucho de confesión y de apología.[101] En cualquier caso estaríamos ante un logro que no requirió
para su materialización la llegada del Renacimiento y que contó con reflexiones personales -alguna curiosa mezcla de dramatismo y autocomplacencia- como la del llamado “Descartes del siglo XII”.[102]
Diez siglos después de la muerte del maestro
de Hipona y transcurridos tres desde la desaparición de Pedro Abelardo,
las percepciones personales adquirieron una nueva
dimensión al describirnos al individuo (incluso el
individuo común) impactado por los hechos más próximos: desde las peripecias políticas y espirituales hasta los más inmediatos problemas que jalonaron
la vida cotidiana.[103]
El Burgués de París no es el único –conviene
advertirlo- que en aquellos años nos trasladó una visión personal de los acontecimientos vividos.[104] A su lado figurarían otros personajes que no han gozado
de la misma popularidad pero cuyos
testimonios son de gran utilidad también para recrear lo que fue una ciudad en frecuente
estado de emergencia.[105]¿Un modesto anticipo de la obra de Felipe de Commynes? Las memorias
de este político,
a caballo entre el Medievo y el Renacimiento, han gozado de mucha mayor aceptación y estima entre los estudiosos y han
convertido a su
autor en una especie de anticipo de Maquiavelo.[106] Un memorialista, después de todo tiende a dar una visión más personal de los hechos e incluso a justificar su actuación caso de que haya gozado
de cierto protagonismo; un sesgo que en los autores
de diarios,
se da por lo general
en un menor grado.
La Guerra de los Cien Años en su
segunda fase pudo ser una guerra civil y más que civil tal y como puede deducirse
del texto que nos concierne. Pero a la postre contribuyó a dar a la realeza
francesa una llamativa consistencia. Ésta ya se encontraba
bastante avanzada a principios
del siglo XIV. Se
vería seriamente alterada por ese conflicto
esencialmente anglo-francés que la puso a prueba pero no logró cortarla
de raíz.[107] Más o menos lo que, a otros niveles,
ocurrirá en los distintos estados del Occidente.[108]
EMILIO MITRE FERNÁNDEZ
Departamento de Historia
Medieval
Universidad Complutense de Madrid
BIBLIOGRAFÍA
ALLMAND, C. T. (1968), Henry V, Londres: The Historical Association.
(1973), Society
at war. The experience of England and France during the Hundred
Years War,
Edimburgo: Oliver
and Boyd.
(1983), Lancastrian Normandy (1415-1450): The History of a Medieval
Occupation, Oxford: Oxford University Press.
(1990), La guerra de los Cien Años. Inglaterra y Francia
en guerra. C. 1300- c. 1450, Barcelona: Crítica.
ASENJO, M. (2003), “Nacimiento y planificación de la ciudad
medieval”, De la aldea al burgo. La ciudad
como estructura urbana y política
en el Mediterráneo, ed. A. Pérez Jiménez
y G. Cruz Andretti, Madrid-Málaga: Ediciones Clásicas, pp. 313-370.
(2008),
“Integración y exclusión. Vicios y pecados en la convivencia urbana”, Pecar en la Edad Media, Coords. A. I Carrasco
y P. Rabade, Madrid:
Sílex, pp. 185-207.
BARBER, M. (1999), El juicio
de los templarios, Madrid: Editorial Complutense. BARSTOW, A. LL. (1986), Joan of Arc. Heretic,
Mystic, Shaman, Nueva York: Edwin
Mellen Press.
BEAUNE. C. (1985), Naissance
de la nation France, París: Gallimard.
(ed.)
(1990), Journal
d´un Bourgeois de Paris de 1405 a 1449, París: Librairie générale française.
BENDA, J. (1927), Le trahison des clercs, París: Grasset.
BERR, H. (2009), Diario, 1942-1944, Barcelona: Anagrama (Ed. francesa, París: Tallandier, 2008).
BONNEROT, J. (1933), L´Université de Paris du Moyen Âge a nos tours, París: Larousse. BOSSUAT. A. (1954),
“Le rétablisment de la paix sociale sous le regné de Charles
VII”, Le Moyen Âge, 60, 137-162.
BOUTRUCHE, R (1947), “La devastation des campagnes pendant la guerre de Cent Ans et la réconstruction de la France”, Mélanges 1945, III. Études historiques, París: Publications de la Faculté des Lettres de Strasboourg. CVI, pp. 127-163.
CAENEGEM, R. C. Van (1977), Guide to the sources of medieval history, Amsterdam-Nueva York-Oxford: North-Holland Publishing Co.
CALMETTE, J. (1945), Chute et relèvement de la France sous Charles
VI et Charles VII,
París: Hachette.
Cartas de Abelardo y Heloisa. Historia
calamitatum (1982). ed. C. Riera y P. Zumthor, Palma de Mallorca: José J. de Olañeta.
CHARTIER, A. (1950),
Le quadriloge invectif, ed. E. Droz, París:
Champion.
COHN, N. (1972), En pos del milenio.
Revolucionarios, milenaristas y
anarquistas místicos de la Edad Media, Barcelona: Barral.
“Complainte sur les misères de Paris
composée en 1435” (1891), ed
L. Auray, Bulletin de la societé d´Histoire de Paris et de l´Ile de France, 18, 84-87.
CONTAMINE, P. (1964), Azincourt , París: René Julliard.
(1968), La guerre de Cent Ans, París: Presses Universitaires de France.
(1992), “Mythe et histoire: Jeanne d´Arc”, Razo,
12 (Mythes et Histoire), 41-54.
(2005), “Guerre, etat et societé: une revisión à la lumiére de la crise politique et militaire dans la France du deuxième quart du XV siècle”, Guerra y diplomacia en la Europa Occidental. 1280-1480 (XXXI Semana de Estudios
Medievales. Estella 18 a 22 de julio de 2004), Pamplona:
Institución Príncipe de Viana, pp. 117- 140.
CURRY, A. (2003, 2ª ed.), The Hundred Years War, Basingstoke: Palgrave Macmillan.
(2005), “Henry´s conquest of Normandy 1417-1419: The siege of Rouen in context”, Guerra y diplomacia en la Europa Occidental. 1280-1480 (XXXI Semana de Estudios
Medievales. Estella 18 a 22 de julio de 2004), Pamplona: Institución Príncipe de Viana,
pp. 237-254.
DE LA RONCIERE, CH., CONTAMINE, P., DELORT, R. Y ROUCHE, M. (1969), L´Europe
au Moyen Âge. T. 2, fin IX siècle-fin XIII siècle, París: Armand Collin.
DEYERMOND, A. (1986), “La historiografía trastámara. Una cuarentena de obras perdidas”, Estudios en Homenaje
a Don Claudio
Sánchez Albornoz en sus 90 años. IV. Anexos de Cuadernos
de Historia de España, Buenos Aires: Instituto de Historia
de España.
DICKINSON, J. G, (1955), The Congress of Arras, 1435, Oxford: Clarendon Press.
DÖLLINGER. P. (1956), “Le chiffre de la population de Paris au XIVe siècle. 210.000 ou 80.000 habitants?”, Revue historique, 216, 35-44.
DREYER, K., (1951), “Commynes and Machiavelli. A Study in parallelism”,
Symposium, V,
38-61.
DUBOIS, J. Y LEMAITRE, J.-L. (1993), Sources et methodes de l´hagiographie médiévale, París: Editions
du Cerf.
DUBY. G. Y DUBY, A. (1973), Les procés de Jeanne
d´Arc, París: Gallimard.
DUBY, G. (1976), La época de las catedrales. Arte y sociedad,
980-1420, Madrid:
Cátedra.
DUFOURNET, J.
(1969), La
vie de Ph. de Commynes, París:
Société
d'Édition d'Enseignement Supérieur.
(1975),
Études sur Ph. De Commynes, París: H. Champion. DURLIAT, M. (1979), Introducción al arte medieval, Madrid: Cátedra.
DUTOUR, T. (2004), La ciudad medieval. Orígenes y triunfo de la Europa urbana, Barcelona: Paidós Ibérica.
ENNEN, E. (1979),
The Medieval Town, Amsterdam: North Holland Publishing Co.
ERLANDE-BRANDENBURG, A. (1975), Le roi est mort. Étude sur les funérailles, les sépultures et les tombeaux des rois de France jusqu´à la fin du XIII siècle, Ginevra: Droz.
FAVIER, J. (1980), La Guerre de Cent Ans. 1337-1453, París: Fayard.
(1997), Paris au XV siècle (1380-1500), París: Hachette.
FOURQUIN, G. (1963), “La batellerie a
Paris au temps des anglo-bourguignons, 1418- 1436”, Le Moyen Âge, 707-725.
(1964), Les campagnes de la region parisiense a la fin du Moyen Âge. París: Presses
Universitaires de France.
FOWLER, K. (1986), “Froissart, chronicler of chivalry”, History Today, 36, 50-54. FRAIOLI, D. A (2000),
Joan of Arc. The Early Debate. Woodbridge: The Boydell Press. FROISSART, J. (1988), Crónicas, ed. V. Cirlot, y J. E. Ruiz Domenec, Madrid:
Siruela. GUENÉE, B. (1980), Histoire et culture historique dans l´occident médiévale. París: Aubier
Montaigne.
(1987), Entre l´Église et l´Etat. Quatre vies de prélats français à la fin du Moyen Âge, París: Gallimard.
(1991), L´Occident aux XIV et XV siècles. Les États, París: P.U.F. (cuarta edición).
(1992), Un meurtre, une societé. L´assasinat du duc d´Orleans. 23 novembre 1407, París: Gallimard.
GUREVICH, A. (1997),
Los orígenes del individualismo europeo. Barcelona: Crítica. HUIZINGA, J. (1961),
El otoño de la Edad Media, Madrid:
Alianza Editorial.
JOUET, R. (1969), La résistence à l´occupation anglaise en Basse-Normandie (1418-1450), Caen: Musée de Normandie.
Journal de Clement de Fauquembergue, greffier du
Parlament de
Paris, 1417-1436 (1903-1915), 3 vols., ed. A. Tuetey y H. Lacaille, París: Librairie Renouard.
Journal de Jean de Roye, connu sous le nom de Chronique scandaleuse, 1460-1483 (1894-1896), 2 vols., ed. B. Mandrot, París:
Librairie Renouard.
Journal de Nicolas Baye, greffier du Parlement de Paris, 1400-1417
(1885-1888), 2 vols., ed.
A. Tuetey, París: Librairie Renouard.
Journal Parisien de Jean Maupoint, prieur de Sainte-Catherine-de-la-Couture (1877-1878), ed.
G. Fagniez, París: H. Champion.
Journal parisien des années 1412 et 1413 (1917), ed. de A. Tuetey, París: Librairie Renouard.
LABAL, P. (1972),
Le siècle de Saint Louis, París: Presses Universitaires de France. LACARRA, J. M. (1963),
“Les villes-frontière
dans l´Espagne des XI au XII siècle”, Le
Moyen Âge, LXIX, 205-222.
LADERO, M. A. (2010),
Ciudades de la España
Medieval, Madrid:
Dykinson S.L. LE GOFF (1969), La civilización del occidente medieval, Barcelona: Juventud.
(1986), Los intelectuales en la Edad Media, Barcelona: Gedisa.
(1996), Saint Louis, París: Gallimard.
(2010),
Le Moyen Âge et l’ argent. Essai d’ anthropologie historique, París: Perrin.
LE GOFF (Comp.) (1980),
Histoire de la France
urbaine (t. 2): La ville médiévale, París: Seuil.
Le livre des Métieres d´Etienne Boileau (1879), ed. R. de Lespinasse et F. Bonnardot, París: Imprimérie Nationale.
LE ROUX, A. Y TISSERAND, L. M. (1867), Paris et ses historiens aux XIV et XV siècles, París: Imprimerie Imperiale.
LEFRANÇOIS-PILLION, L. (1956),
Abbayes et cathédrales, París:
Fayard. LIBERA, A. DE (2000), Pensar en la Edad Media, Barcelona: Rubí.
LINIGIER, J. (1978), Philippe de Commynes. Un Machiavel en douceur, París: Perrin. LONGNON, A. (1888), Paris sous la domination anglaise, París: C.H. Champion.
LUCE, S.,
RAYNAUD, G., MIROT, L. Y MIROT, A.
(1869-1975), Chroniques de Froissart,
15 vols.,
París: Societé de l´Histoire de France.
MCKENNA, J. W. (1965), “Henry VI of England and the dual monarchy: aspects of royal political
propaganda, 1422-1432”, Journal
of the Warburg
and Courtauld Institutes, 28, 145-162.
MADAULE, R. (1973), Le drame albigeois et l´unité française, París:
Gallimard. MAURER, A. A. (1967), Filosofía
medieval, Buenos Aires: Emecé.
MINOIS, G. (2008), La Guerre de Cent Ans: Naissance de deux nations, París: Perrin. MITRE, E. (1990), La Guerra de los Cien Años, Madrid:
Historia16.
(2009),
“La guerra de los Cien Años: primer
conflicto global en el espacio europeo”,
Clio & Crimen, 11, 15-34.
(2010), La ciudad cristiana del Occidente medieval, Madrid:
Actas.
MOLLAT DU JOURDIN, M. (1992), La Guerre de Cent Ans vue par ceux qui l´ont vécue, París:
Seuil.
MONSALVO, J. M. (1996), Las ciudades europeas del Medievo, Madrid:
Síntesis.
MONSTRELET, E. DE (1857-1862), Chronique, ed. L. Douet d’Árcq, París: Société de l’Histoire de France.
PALMER, J. J. N. (Ed.) (1981), Froissart: Historian, Woodbridge: The Boydell Press. PAUL, J. (2003), Historia intelectual del Occidente medieval, Madrid: Cátedra.
PERNOUD. R. (1969), La liberation d´Orleans: 8 Mai 1429, París: Gallimard.
(1981),
Jeanne d´Arc, París: Seuil.
PEYRAUT, G. (1494), Summa virtutum ac vitiorum, ed. Britannicis de Payazolo, Brescia. PINOL, J. L (2003),
Histoire de l´Europe urbaine. Vol. 1 De l´antiquité au XVIII siècle.
Genèse des villes européennes, París: Seuil.
PIO II, PAPA (1989), Así fui papa, trad. Antonio
Castro Zafra, Madrid: Merino. PIRENNE, H. (1971),
Las ciudades de la Edad Media, Madrid: Alianza Editorial. (Ed.
original en París, 1939).
PONS, N. (1982), “La propagande de guerre française avant l´apparition de Jeanne d´Arc”, Journal des Savants, 2, 191-214.
RABELAIS, F. (1965), Gargantúa y Pantagruel, Juan G. de Luaces (trad.), Barcelona: Plaza y Janés.
RENOUARD, Y. (1969), Les villes d´Italie de la fin du X siècle au debut du XIV siècle. París: Société d'Édition d'Enseignement Supérieur.
RODRÍGUEZ DE LA PEÑA, M. A. (2010),
“Rex institutor scholarum: La dimensión sapiencial de la realeza en la cronística de León-Castilla y los orígenes
de la universidad de Palencia”, Hispania Sacra, LXII, 126, 491-512.
ROUX, S. (1992),
La rive gauche des escholiers (XV siècle), París: Christian.
(2003),
Paris au Moyen Âge, París: Hachette
Littératures. SAN AGUSTÍN (2000), Confesiones, ed. J. Cosgaya, Madrid:
BAE.
SAUL, N. (1986),
“Henry V and the Dual Monarchy”, History Today, 36, 39-42.
THIELLAY, J. (1963), Journal d´un Bourgeois de Paris a la fin de la guerre de Cent Ans, París: Union Générale d'Éditions.
TODOROV, T. (2002), Memoria del mal, tentación
del bien. Indagación sobre el siglo
XX, Barcelona: Península.
TUETEY, A. (1881), Journal d'un bourgeois de Paris, París: H. Champion.
VAUCHEZ, A. (1987),
Les laïcs au Moyen Âge. Pratiques et expériences religieuses, París: Éditions du Cerf.
VERGER, J. (1973), Les Universités au
Moyen Âge, París: Presses Universitaires de France.
(1986), Histoire des Universités en France, Toulouse:
Privat.
(1997), Gentes del saber en la Europa de finales de la Edad Media, Madrid:
Editorial Complutense.
VERHULST, A. (1999), The Rise of cities in North-West Europe, Cambridge: Cambridge University Press.
VIGNAUX, P. (1971), El pensamiento en la Edad Media, México:
Fondo de Cultura
Económica.
WALEY, D (1969),
Las ciudades-república italianas, Madrid:
Guadarrama.
WOLFF, P. Y MOLLAT, M. (1970), Ongles bleus, jacques et ciompi. Les révolutions populaires en Europe aux
XIV et XV siècles, París:
Calmann-Lévy.
WRIGHT, N. A. R. (1983), “Pillagers and brigands in the Hundred Years War”,
Journal of Medieval History, 9,
15-24.
ZINK, M., (1998), Froissart
et le temps, París: Presses
Universitaires de France.
[1] Un conocido ejemplo
nos lo facilitan los Diarios del
conde Ciano (última
edición en castellano de Barcelona, 2004) de gran importancia para la reconstrucción de lo que fue la política exterior de la Italia Fascista
entre 1937 y 1943. También contamos con
trabajos de esta misma naturaleza redactados desde una óptica más intimista. Serán, por ejemplo, los que permiten
revivir la opresiva situación bajo la que vivió por aquellos mismos años una comunidad especialmente castigada. Al archifamoso Diario de Ana Frank objeto de múltiples ediciones desde 1947, se han unido otros testimonios similares. Entre los recientemente exhumados se encuentra el de otra joven judía, Heléne Berr, BERR (2009).
[2] En una veterana guía de fuentes medievales, el capítulo de fuentes
narrativas stricto
sensu, incluye
un breve apartado dedicado
a Diarios. Tan solo se reconocen
tres: el de Galberto de Brujas, para el período 1127-1128, el del conocido
como Burguès de París (de
1405 a 1449) al que vamos a remitirnos en este trabajo
y el Het daboek von Gent van 1447 tot 1470. CAENEGEM (1977: 49). (La edición original neerlandesa es de Gante, 1962). Como veremos
en páginas sucesivas, esta magra lista puede ser aumentada, aunque muy parcamente.
[3] Desarrollamos aquí la ponencia que bajo el título “La percepción de un burgués: la capital
de Francia vista por el autor del Diario de un burgués de París” presentamos en el Seminario
La Edad Media en primera persona. Individuo y estereotipos medievales. 9-11
de marzo de 2009 organizado por el Departamento de Historia Medieval
de la Universidad Complutense
[4] La obra de H. Pirenne –PIRENNE, 1971 (ed. original
de 1939)- figurará siempre
en un lugar de honor. Entre las recientes síntesis con una actualizada bibliografía, DUTOUR (2004) o la más extensa
de PINOL (2003, vertida recientemente al castellano en Valencia,
2010). Entre los aportes panorámicos al tema acometidos desde el mundo hispánico, MONSALVO (1996), ASENJO (2003), LADERO (2010) y MITRE (2010).
[5] ENNEN (1979: 185 y ss.).
[6] LACARRA (1963).
[7] A título orientativo vid. WALEY (1969), RENOUARD (1969) y VERHULST (1999).
[8] Una interesante síntesis sobre el mundo urbano
en la Francia Medieval en LE GOFF (1980).
[9] Una panorámica sobre el París medieval (especialmente en los tres siglos finales de la Edad Media) se recoge en ROUX (2003), dentro
de la conocida colección La vie quotidienne. Para muchas de las características de París en la última etapa del Medievo vamos a remitirnos
a la excelente síntesis
de FAVIER (1997). Se trata de uno de los volúmenes de la monumental historia dedicada a la capital de Francia
[10] Vid. a título de ejemplo el dossier
documental recogido en DE LA RONCIERE, CONTAMINE, DELORT Y ROUCHE (1969: 259-262).
[11] Sobre las cifras de población
del París medieval vid., entre otros, DÖLLINGER (1956). S. Roux se pronuncia por la cifra más alta –ROUX (2003: 70)-.
[12] Vid. LE GOFF (1969: 113).
[13] FAVIER (1997: 20).
[14] Lo que crearía
más de un grave problema
de protocolo como el recordado
por J. Huizinga para 1492, en que el arzobispo de Sens fue maltratado por canónigos de París en una ceremonia celebrada en Notre-Dame, HUIZINGA (1961: 68-69).
[15] Cf. LEFRANÇOIS-PILLION (1956: 46). Vid. también la magnífica recreación (ya todo un clásico) de DUBY (1976: 97 y ss.)-.
[16] En ella se guardaban algunas
reliquias de la Pasión,
entre ellas la Corona de Espinas. Sobre esta cuestión vid. DUBOIS Y LEMAITRE (1993: 217-277).
[17] Para M. Durliat, en Saint-Denis estaría el auténtico origen
del arte gótico del que el abad Suger será su “patrón”,
DURLIAT (1979: 191).
[18] ERLANDE-BRANDENBURG (1975).
[19] GUENÉE (1980: 68).
[20] Le livre des Métieres d´Etienne Boileau (1879).
[21] Sobre esta zona vid. ROUX (1992). La universidad medieval
francesa (París en lugar destacado) cuenta
con numerosos trabajos, desde el veterano
de BONNEROT (1933) a los recientes aportes de J. Verger, uno de los mejores especialistas actuales
con títulos como Les Univesités au Moyen Age, Histoire des Universités en France o Gentes del saber en la Europa de finales de la Edad Media –VERGER (1973, 1986 y 1997)-.
[22] DUBY (1976: 145).
[23] Cf. VIGNAUX (1971: 14). Sobre el papel del studium como poder motor simbolizado por la universidad y aplicado al mundo hispánico, vid. el reciente artículo de RODRÍGUEZ DE LA PEÑA (2010).
[24] LE GOFF (1996: 112-113).
[25] GUENÉE (1992: 121-131).
[26] Para los datos sobre estos autores
que permiten verificar
su presencia en París. vid. MAURER (1967: 403, 405 y 409).
[27] MADAULE (1973: 193).
[28] FAVIER (1997: 53-62).
[29] Para la ciudad como receptáculo de vicios vid.
ASENJO (2008). Una cuestión que se ha
vuelto a tratar en MITRE (2010: 128-149).
París sería en la Baja Edad Media –con la figura del encanallado poeta François
Villon a la cabeza-
una suerte de “capital
de la truhanería”.
[30] RABELAIS (1965: 46).
[31] COHN (1972: 101-103)
[32] LABAL (1972: 83-85).
[33] LIBERA (2000: 121 y ss.).
[34] Cf. “Artículos de acusación
contra la orden”, BARBER (1999: 365-377).
[35] Conflicto que goza de una abundantísima bibliografía. Muy útiles títulos son el de CONTAMINE (1968, objeto
de distintas reediciones), el de ALLMAND (1990), el de FAVIER (1980), o el de MITRE (1990). Entre las últimas obras de síntesis se encuentran la de CURRY (2003) o la de MINOIS (2008). Una visión panorámica en MITRE (2009), lección
inaugural del Coloquio Guerra y violencia
en la Edad Media celebrado en Durango
entre el 6 y el 8 de noviembre
de 2008.
[36] ROUX (2003: 191 y ss.).
[37] Una visión de estos acontecimientos en WOLFF, P. Y MOLLAT, M. (1970: 116-137).
[38] Ibid., 172-173.
[39] Sobre uno de los hechos que marcará profunda huella en este enfrentamiento vid. la antes citada excelente recreación de GUENÉE (1992).
[40] Sobre este encuentro existen
diferentes publicaciones entre las que se incluyen
(al hilo del drama de Shakespeare Enrique
V) recreaciones novelescas. Entre los títulos recomendables se encuentra el de uno de los grandes especialistas en la Guerra
de los Cien Años, CONTAMINE (1964).
[41] El acuerdo diplomático más importante de la Guerra
de los Cien Años, a juicio
de ALLMAND (1990: 54).
[42] ALLMAND (1968) y SAUL (1986). Sobre la ocupación
de Normandía por las fuerzas inglesas,
vid. el trabajo de CURRY (2005).
[43] Una vieja obra que trata de estos temas es la síntesis de CALMETTE (1945). La fecha de publicación es significativa ya que coincidía con la superación de otra grave crisis padecida por Francia: la de la ocupación
nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
No de forma gratuita el presidente Roosevelt
dijo del general
De Gaulle que tenía cierto
complejo de Juana de Arco.
[44] CHARTIER (1950: 12).
[45] ALLMAND (1973).
[46] Entre las diversas ediciones
de este texto, la que se considera
más completa se debe a LUCE, RAYNAUD, MIROT Y MIROT (1869-1975). Sobre
este autor vid. entre otros estudios cercanos a nuestros días PALMER (1981) y ZINK (1998). Interesantes también las páginas
introductorias de la antología sobre este cronista
recopilada por V. Cirlot y J. E. Ruiz Domenec -FROISSART (1988: IX-XXXV)-.
[47] MONSTRELET (1857-1862).
[48] Los conflictos civiles del bajo Medievo propiciaron la existencia de diversas “dobles cronísticas”. En el caso castellano se daría posiblemente con la guerra civil Pedro I Enrique de Trastámara. Y se dio indudablemente bajo el caótico
reinado de Enrique
IV. Sobre este
tema vid. entre otros aportes DEYERMOND (1986).
[49] Para la narrativa de la época y los hechos tal y como son percibidos por los autores vid. el excelente resumen recogido
por FAVIER (1980: 615-627). Vid. también las páginas
dedicadas al tema en MITRE (1990: 57-68)
y MOLLAT DU JOURDIN (1992)
[50] BEAUNE (1990), edición realizada
siguiendo esencialmente la de TUETEY (1881) de la que se publicaron algunos extractos
por THIELLAY (1963). En adelante
citaremos simplemente por Journal.
[51] Para estas elucubraciones vid. BEAUNE (1990), “Introduction”
a Journal, 11-13
[52] Sobre esta expresión de clérigo (clerc) como
equivalente de intelectual es obligada
la referencia a BENDA (1927) en donde denunciaba la dimisión de los intelectuales seducidos
por los poderes espirituales y temporales. Para el caso del Medievo es estimulante la lectura del ensayo de LE GOFF (1986), traducción de la segunda versión francesa
de 1985 que ampliaba la primera de 1957. J Verger prefiere otra expresión menos comprometida y más neutra –gentes del saber- para definir
a este particular grupo que posee un cierto bagaje de conocimientos y que se sitúa claramente al lado de las élites sociales y políticas, VERGER (1997: 175)
[53] Journal, 87-88
[54] Ibid., 159
[55] Un estado actual de los problemas que acucian a Francia en estos años, se recoge
en CONTAMINE (2005)
[56] Vid. para estas invectivas la “Introduction” de C. Beaune a Journal, p. 20.
[57] Incluso de tres Francias si tenemos
en cuenta los dominios de los duques de
Borgoña en los que estos príncipes obraban con total autonomía. FAVIER (1980: 457-493).
[58] Entre otros trabajos vid. PONS (1982) y MCKENNA (1965)
[59] Una vieja descripción del París de estos años nos la ofreció hace más de un siglo LONGNON (1888). A este título se han sumado otros. Dos en especial
debidos a la pluma de FOURQUIN (1964 y 1963).
[60] ALLMAND (1983).
[61] En febrero 1423 el duque de Bedford, hermano
del difunto Enrique
V recibía el juramento de fidelidad de los representantes de los distintos
cuerpos socio-profesionales de París como regente de su sobrino
Enrique VI. Journal, 198. ¿Una temprana trahison des clercs?
[62] Ibid., 282 .
[63] Ibid., 301
[64] VAUCHEZ (1987 : 225-238). Recuerda
este autor los contactos
de Juana durante el episodio de Orleáns con el círculo del hermano Ricardo, el exitoso predicador en París por aquellos años. Ante el personaje
Juana, el entourage de Carlos VII se vió en un dilema: el de aprovechar el efecto movilizador popular promovido por la joven
y el de refrenar, a su vez, cualquier
intepretación heterodoxa que pudiera darse a su mensaje. Vid. CONTAMINE (1992). Para una primera aproximación al tema vid.
la ordenada síntesis de PERNOUD (1981). A propósito de las numerosas aristas del personaje, son sugerentes también los trabajos
de BARSTOW (1986) o de FRAIOLI (2000).
[65] Journal, 257-258. Sobre esta cuestión vid. PERNOUD (1969).
[66] Journal, 263.
[67] Ibid., 264-268.
[68] Ibid., 265.
[69] Ibid., 291 y ss. El procedimiento judicial
al que fue sometida Juana (publicado en su momento por Quicherat) ha sido objeto
de algunas interesantes reflexiones por parte de DUBY Y DUBY (1973). Las biografías sobre el personaje
son abundantísimas así como también las imágenes creadas en torno ella, bastantes
de las cuales resultan
de escasa solvencia y propias
más de un folletón que de otra cosa. Vid. la crítica a ciertos abusos bibliográficos realizada por CONTAMINE (1992: 41)
[70] Sobre este importante acuerdo vid. DICKINSON (1955).
[71] FAVIER (1997: 545).
[72] Journal, 344.
[73] Sin embargo, piensa C. Beaune, la escasa simpatía que seguirá sintiendo este autor por Carlos VII y Richemont haría que, a partir de ese momento no escriba para público alguno sino solo para sí mismo. “Introduction”, 18
[74] Voz “Jean Villiers
de l´Isle-Adam (1384-1437)” en “Dictionnaire des personnages” apéndice a Journal, 504. Capitán de París entre 1429 y 1433, este personaje estaría
posiblemente entre los defensores de la plaza cuando el frustrado
ataque de Juana de Arco. Journal, 262.
[75] GUENÉE (1987: 341 y 353-364).
Sobre los focos de resistencia existentes en Normandía durante
la ocupación inglesa vid. JOUET (1969)
[76] ROUX (2003: 148-149). Una postura ante la figura
de Juana que recuerda
también la adoptada por Cristina
de Pizan. Una cuestión que trató la profesora C. Segura en su comunicación: “Moi, Chrestine, tu Jehanne (Yo, Cristina,
tú Juana de Arco): las mujeres autoras” en el mismo seminario La Edad Media en primera
persona
[77] BOSSUAT (1954)
[78] Una circunstancia que, unida a otra de orden espiritual (el Cisma de Occidente), favorecería el carácter regional de las universidades que se fundan en el Bajo Medievo, frente al sentido internacional (París
a la cabeza) que habían tenido en el siglo XIII. PAUL (2003: 486).
[79] VERGER (1986: 167-168). A la situación de la Universidad de París en estos años dedica un cierto espacio FAVIER (1997: 199-235).
[80] BEAUNE, “Introduction” a Journal, 15-17.
[81] FROISSART (1988: 3). Sobre el estilo de este autor vid. el apunte de FOWLER (1986).
[82] Journal, 138. Una situación que circunstancialmente mejora entre el 8 y el 9 de junio cuando, al calor de las treguas
firmadas en Meulan, entraron en Les Halles grandes cantidades de productos entre ellos tocino,
pan y pescado. Ibid., 142
[83] Ibid.,160-164.
[84] LE GOFF (2010: 189).
[85] HUIZINGA (1961: 289. Las compara con las de septiembre de 1792). Journal, 115.
[86] A título de ejemplo
los especialistas han citado con frecuencia al dominico lionés Gillaume Peyraut
(Guglielmo Peraldo) autor de dos tratados diferentes que fueron agrupados en un solo volumen, PEYRAUT (1494).
[87] Journal, 74
[88] Ibid., 129 y 133.
[89] Ibid., 190.
[90] Ibid., 239-240.
[91] Ibid., 320.
[92] Ibid., 326-327.
[93] Ibid., 234-235.
[94] Ibid., 179.
[95] Ibid., 256.
[96] Ibid., 155. Lamentos reiterados en Ibid., 158. Sobre los desmanes de las bandas irregulares que recorrían el país vid. BOUTRUCHE (1947), y WRIGHT (1983).
[97] Journal, 166.
[98] Ibid., 178.
[99] Ibid., 391.
[100] SAN AGUSTÍN (2000: 319).
[101] GUREVICH (1997: 99 y ss).
[102] Cartas de Abelardo
y Heloisa. Historia
calamitatum (1982: 43-88).
[103] En estos dos terrenos es de singular
interés el testimonio
de Eneas Silvio Piccolomini (papa Pio II entre 1458 y 1464) recogido
en sus Comentarii rerum mirabilium, quae temporibus suis contingerunt vertido al castellano (versión
de A. Castro
Zafra) bajo el título Asi fui papa. – PIO II, PAPA (1989)-
[104] Un primer escalón de lo que T. Todorov llama “la conservación del pasado” constituido por la trilogía testigo-historiador-conmemorador -TODOROV (2002:155-158)-.
[105] Lo advertimos ya en nota 2. Entre otros textos se encuentran
Journal de Clement de Fauquembergue (1903-1915); Journal de Jean de Roye (1894-1896); Journal de Nicolas Baye (1885-1888); Journal Parisien de Jean Maupoint (1877-1878); Journal parisien des années 1412 et 1413 (1917). Vid. FAVIER (1997: 456). Tambien “Complainte sur les misères de París composée en 1435” (1891). Para los testimonios en torno a la situación
de París en estos años, vid. la recopilación de LE ROUX Y TISSERAND (1867).
[106] DREYER (1951); LINIGIER (1978). J. Dufournet, autor
de algunas ediciones de las memorias de Commynes lo es también
de algunas importantes obras referidas
a este personaje: DUFOURNET (1969 y 1975)
[107] Puntos de vista recogidos
en MITRE (2009: 31). Sobre el sentido nacional francés a lo largo de la historia
con especiales referencias al Medievo vid. la excelente
monografía de BEAUNE (1985)
[108] Proceso hacia el “Estado
moderno” que puede seguirse
en GUENÉE (1991).