STEFANO MARÍA CINGOLANI
EL LLIBRE DE L’INFANT EN PERE: DE LA SUTIL FRONTERA
ENTRE REALIDAD Y FICCIÓN
EN LA HISTORIOGRAFÍA
The Llibre de l’infant en Pere : On the subtle border between reality and fiction in historiography
ABSTRACT: This article
offers the edition of the only extant
fragment of the chronicle Llibre de
l’infant en Pere (Peter the
Great, King of Aragon), and
it investigates the complex relationship between history and
fiction in historical narrative. The analysis
of these relationships leads to wonder about
the reception of these fictional
works, and about the role played
by the image that the events
and the characters had in future works.
KEY WORDS: Historiography, fiction, Crown of Aragon, textual
reception.
RESUMEN: Este estudio, al tiempo que ofrece la edición
del único fragmento que ha sobrevivido de una crónica, el Llibre de l’infant en Pere (Pedro el Grande, rey de Aragón),
plantea las complejas relaciones entre
historia y ficción en la escritura de un texto
histórico. El análisis de las mismas lleva también a preguntarse sobre la recepción de estas
ficciones y qué papel juegan en la imagen que el futuro tendrá de los acontecimientos y de sus personajes.
PALABRAS CLAVE: Historiografía, ficción, Corona de Aragón,
recepción de textos.
Fecha de Recepción: 15 de noviembre de 2011.
Fecha de Aceptación: 17 de septiembre de 2012.
A LO LARGO DE LOS ÚLTIMOS TREINTA O CUARENTA AÑOS
la crítica ha evolucionado favorablemente hacia una correcta valoración de
la historiografía antigua en general, y, en concreto, de la medieval. Aunque no
sea aún un concepto difundido universalmente, se han dado pasos enormes para
salir de la dicotomía existente entre creer ciegamente -o casi- en el relato de
los cronistas, o no darles crédito alguno. Además, en lo que respecta a los
relatos de épocas muy remotas, la polémica entre historicidad o absoluta
ficción de los relatos -polémica empezada ya en el siglo XV- ha sido superada
buscando en las crónicas otro tipo de información que no fuera la simplemente
ligada a la credibilidad de los hechos narrados, ya que se ha encontrando en
estos relatos, principalmente, la expresión de valores ideológicos, políticos o
éticos vehiculados por diferentes maneras de relatar acontecimientos muy remotos,
ya se trate de los primeros pobladores de la península Ibérica, de la invasión de
la misma por parte de los sarracenos o de las empresas de Carlomagno (cf. por
ejemplo SPIEGEL 1998).
Sin embargo,
más complejo es el caso de la interpretación de textos
compuestos por supuestos testimonios presenciales o por parte de cronistas contemporáneos. Esta situación, en el caso de Cataluña,
está muy presente y viva cuando
se tratan las denominadas Cuatro Grandes
Crónicas, las de Jaime I, Bernat Desclot, Ramón Muntaner y Pedro el Ceremonioso. Tanto los historiadores como los filólogos aún mantienen posturas divergentes: o las toman casi al pie de la letra en sus reconstrucciones históricas o no les otorgan
ninguna credibilidad y las tratan
simplemente como obras de ficción (CINGOLANI 2007a).
Un hecho que tiene que quedar muy claro es que un cronista
nunca relata de manera fidedigna la realidad (y tenemos
que preguntarnos: ¿qué es
la realidad? ¿Tiene alguna validez histórica el concepto
de realidad? En fin, ¿existe
una realidad o hay muchas?).
Su narración estará evidentemente condicionada por el tipo
de información
de la que disponga
y por las necesidades ideológicas de su obra.
Cuando confrontamos historias que cuentan hazañas de reyes, la diferencia entre la caracterización de un monarca, la interpretación de sus empresas
hecha por un cronista de su tiempo y la biografía compuesta por un historiador contemporáneo, basada más o menos en la documentación de archivo,
puede ser enorme. Sé de qué hablo por haber escrito una biografía de Jaime el Conquistador (CINGOLANI 2008a) y una de Pedro el Grande (CINGOLANI 2010a).
Por otra parte, tenemos que plantearnos también otro enfoque y, dejando al lado nuestra posición de narrador
omnisciente, preguntarnos: ¿la visión que nos brinda
un cronista es tan sólo el producto
de sus necesidades ideológicas y de sus capacidades literarias o tenemos
que ver en ella, al mismo tiempo,
la influencia de una
percepción tan solo parcial
de la realidad de la que está hablando?
Y, finalmente, ¿qué papel juega en la posterior
existencia ‘real’ del monarca su manera idealizada o crítica
de ser representado? Es decir, tenemos que asumir
que, a medida que los lectores
de la crónica se hallan más lejos de
los acontecimientos y de la posibilidad de tener una imagen personal
de estos y de sus protagonistas, el retrato que ha elaborado
el cronista adquiere estatus de ‘realidad’, borrando completamente cualquier otra posible visión.
Estos planteamientos y preguntas son centrales a la hora de hablar del texto objeto
de este estudio: el Llibre de l’infant en Pere. Antes de entrar en su descripción y análisis, se tiene que admitir que se trata de un texto casi fantasma. De hecho, es tan solo un fragmento
de crónica sin título insertado
en el cuerpo de una vasta compilación del siglo XV, el denominado Llibre de les nobleses dels reys de Francesc, el estadio final de una amplia compilación histórica, conservada en el manuscrito 487 de la Biblioteca de Catalunya, compuesto
a mediados del siglo XV, sobre la base de una primera versión de finales del siglo XIV, a partir de textos del último cuarto del siglo XIII.[1]
Divertido, novelesco y fantasioso, este texto recrea unos años de historia
-los de la emergencia de la personalidad política del rey Pedro el Grande aún infante y los de sus enfrentamientos con su padre-,
con gran detallismo y riqueza de elementos concretos, al mismo tiempo
que inventa descaradamente episodios y modifica
los hechos para crear las enfances
de un héroe caballeresco, tal y como es considerado el rey Pedro por su autor.
De hecho, este fragmento de crónica ya había sido individualizado por Miquel Coll i Alentorn
(COLL 1991: 339-340)
y publicado por Anna
Cortadellas (CORTADELLAS 2000: 32-39).[2] No obstante, nunca se habían planteado su existencia como texto autónomo o sus posibles
relaciones con las obras de Desclot
y de Muntaner, no se había estudiado con atención
ni se le había atribuido
un título, que es el que aquí propongo y que ya he utilizado
en otras publicaciones: Llibre de l’infant en Pere.[3]
Ramon Muntaner a lo largo de su libro habla de otras crónicas, aunque casi nunca recuerde
sus títulos. Sin embargo,
en el momento de hablar
de las celebraciones por el matrimonio del infante
Pedro con Constanza de Sicilia escribe:
«e pogra-us dir los grans fets qui en aquelles noces se feeren, mas qui ho volrà saber vaja-se'n e'l libre que es féu de l'infant
En Pere depuis que fo rei, e lla trobarets
les grans noblees e dons que en aquelles noces se feeren, e d'altres llongues raons que jo lleix d'escriure per ço com ja està en escrit»
(SOLDEVILA 1971: cap. 11). Se puede pensar, siguiendo
una hipótesis bastante razonable, que el fragmento
de texto conservado en la compilación de Francesc pertenece
exactamente al libro que recordaba Muntaner, ya que se centra en
la figura de Pedro cuando era infante, y que
es,
salvo hallazgos de última hora, todo cuanto nos queda de esta crónica.
Aun así, como detallaré
más adelante, tal vez sea posible hacernos una idea más exacta de su contenido
y de su influencia en la historiografía contemporánea o ligeramente posterior.
Ferran Soldevila, al publicar y comentar
unos fragmentos, se refería al texto diciendo del autor
que: «es tracta, sens
dubte d’un entusiasta de l’infant» (SOLDEVILA 1995: I, 415). En efecto, estos dos largos e interesantes capítulos se dejan aislar con cierta
facilidad en el cuerpo de la compilación como integrantes de una obra autónoma,
gracias a un característico estilo que ya Soldevila notaba como «original», comentando
que
«recorda ça i lla Muntaner», y en los que la celebración de la imagen
del infante es absoluta. Pero si la identificación del
texto con el Llibre de l’infant en Pere del que hablaba Muntaner es exacta, la obra precede
a la crónica de Muntaner,
y, en consecuencia, tendremos que valorarla
como un posible
modelo del cronista
de Peralada.
En cuanto a la fijación de la cronología, proponemos con toda seguridad
como terminus post quem el 1276, año de la muerte de Jaime I. Aunque falte el final de la crónica, parece evidente que el episodio de la muerte de al-Azraq
y de la revuelta
mudéjar solo puede haber sido narrado después de los acontecimientos. Además, esta propuesta sería confirmada por lo dicho por Muntaner («libre que es féu de l'infant En Pere depuis que fo rei»). Como terminus
ante quem tenemos
que fijar el 1325, fecha de inicio
de la composición de la Crónica
de Muntaner.
Asimismo, me parece
que es posible afinar más en la datación.
Un elemento útil para llegar a unas hipótesis
que reduzcan esta horquilla cronológica lo proporciona la tradición
manuscrita: Francesc, el compilador del Llibre de les nobleses
dels reys, en la redacción que transmite
el manuscrito BC 487, no creyó necesario incorporar más fragmentos de la crónica. Eso lleva a considerar que, a pesar de las posibles diferencias estilísticas, la materia del Llibre de l’infant en Pere, con excepción de los dos
capítulos conservados, no tenía que ser muy diferente de lo que explica
Desclot en la segunda redacción
de su crónica,
texto que Francesc
está copiando y en el cual interpola
los dos capítulos en cuestión.
El fragmento
del Llibre se copia en el manuscrito entre dos capítulos del texto de Desclot: el 49 (que narra la conquista
del reino de Valencia,
con la insumisión de Albocor i al-Azraq) y el 50 (donde se habla de la hostilidades con Castilla), por tanto no en su sitio exacto cronológicamente, porque los hechos narrados se refieren a los años 1274-76,
sino que es puesto temáticamente a continuación del breve relato que el mismo Desclot hace de la revuelta de al-Azraq
de 1245-1255. Parece probable que fuera el mismo Francesc quien hizo la adaptación: el capítulo
precedente del manuscrito, que corresponde al 49 de Desclot,
acaba haciendo referencia a la interpolación: «Are lexarem a parlar
del regne de València e de les conquestes, e parlarem de l’infant
en Pere, fill del rey en Jachme». Mientras, en la crónica y en la versión de la compilación contenida en el ms. Madrid, BNE 1814, que trasmite
un estadio anterior
de la misma (CINGOLANI
2008b: 12-20), la referencia es a la guerra
con Castilla, que es narrada
en el cap. 50 y que en el ms. BC 487 sigue los dos capítulos interpolados.
A esto se tiene que añadir que, justamente en esta sección de su crónica,
el texto de Desclot presenta
enormes diferencias entre las
dos redacciones, ya que en la
primera nada se dice de la conquista de Murcia (cap. 65), al mismo tiempo
que es muy escueto el relato de los últimos años
del rey Jaime (caps. 67-74). Toda esta parte de la
crónica es añadida a la segunda
redacción, que se
remonta a 1286-1288 y parece inspirada, al menos en parte, en algún texto que anteriormente no conocía (CINGOLANI 2007b; CINGOLANI 2010b).
Como ya he mostrado (CINGOLANI 2006: 259-270),
se puede sospechar
la presencia de la conquista
de Murcia del Llibre
tanto detrás del relato
de Desclot como del de Muntaner.
Eso se puede deducir
sobre todo si prestamos atención a las grandes diferencias entre el relato
de Jaime I y
el de los dos cronistas, diferencias que se hacen también muy evidentes desde el punto de vista del protagonismo casi exclusivo concedido al rey Jaime,
en su Llibre dels fets, o al infante
Pedro en la narración
de Desclot/Muntaner.
El relato de la conquista
de Murcia ocupa en Muntaner los caps. 12-16; en el cap. 11 habla del matrimonio de Pedro y Constanza, que es donde menciona el Llibre. Justo en el capítulo
precedente, el 10, nos brinda una relación
muy fantasiosa de las revueltas sarracenas, difíciles de datar, pero que enlazan las de finales de los años 1250
con las de 1265, que preceden a la conquista de Murcia, hasta la
inclusión de la toma de Montesa,
que es en 1277. Todos estos acontecimientos son colocados
por Muntaner -y diría que también
por su fuente-, con notable confusión cronológica, antes de 1262 (y así parece entenderlos también Francesc, si nos atenemos al lugar en que ha copiado
el fragmento en medio de la narración
de Desclot). Es decir, que el relato que seguía Muntaner parece elaborado
con la misma libertad que se puede
apreciar en el Llibre y
por eso me parece razonable
identificarlo justamente con el Llibre.
Soldevila comentaba
que este capítulo,
poco fiable por la información histórica que aporta,
es importante desde el punto de vista literario, porque es aquí cuando en la crónica
de Muntaner «comença l'actuació capdavantera de l'infant
Pere». Fijémonos en el comentario de Muntaner
al acabar el relato:
E pus lo dit lloc de Montesa fo retut, tots los llocs qui es foren alçats se reteren:
així que segurament hom pot ben dir que el dit senyor infant En Pere conqués
partida del regne, altra vegada, de València.
Enaixí que tots jorns les novelles
anaven al rei son pare, dels grans ardiments, cavalleries, almogaveries e assaigs que el dit senyor infant feïa sobre los moros, de què ell havia gran goig e gran plaer (cap.
10).
Evidentemente, eso no se corresponde con lo que ocurrió
efectivamente, ya sea porque el rey Jaime ya había muerto antes de que se cumpliera
alguna de las empresas recordadas, ya sea porque,
como sabemos por otras fuentes,
envidiaba el valor de su hijo (CINGOLANI 2008a: 411-440).
Sin embargo es muy interesante, ya que concuerda, de alguna manera,
con datos extraídos
de otros textos
y con el planteamiento “pedrocéntrico” del Llibre. Por un lado, hemos de tener en cuenta las tradiciones que atribuyen
al infante Pedro todo el mérito de la conquista de Murcia.
Por otro, hemos de ver las que le otorgan
también la responsabilidad de haber reducido
la última revuelta
mudéjar, precedente a la muerte
de Jaime. Tales reivindicaciones de las conquistas del rey Pedro (Murcia y Valencia,
una segunda vez), dotan, además,
de más cuerpo a la afirmación que hace Desclot
en el prólogo de su crónica,
según la cual el rey Pedro «fou lo segon Alexandri per cavalleria e per conquesta», afirmación que con tan sólo la conquista de Sicilia podría parecer exagerada. Así que, en conclusión, parece que en toda esta sección
de su crónica,
en la que narra las primeras empresas
del rey Pedro cuando era infante, Muntaner esté utilizando el Llibre. En consecuencia, aún es más lamentable su pérdida, ya que, conservado entero, nos permitiría entender mucho mejor las características del tratamiento novelesco de la figura del rey, que posiblemente
ya se había efectuado en vida del mismo monarca.
Además de las crónicas de Desclot
y de Muntaner,
y antes de llegar
a la compilación de Francesc,
la influencia de esta crónica perdida se puede rastrear
también en la Crónica de San Juan de la Peña, o, mejor, Crónica
General de
Pedro el Ceremonioso, tal y como se puede comprobar en las notas al texto.
La característica más sobresaliente de este fragmento de crónica
-y podemos creer que de todo el texto- es la mezcla de elementos verdaderos
con manipulaciones, transformaciones y, hasta cierto punto, de verdaderas invenciones. La situación que origina
el primer episodio,
la de la enemistad
entre Fernando Sánchez,
hijo ilegítimo de Jaime I y Blanca de Antillón,
y el infante Pedro, es cierta. También es razonablemente cierta la envidia
que el rey sentía
por su primogénito durante los años finales de su reinado (hecho que concuerda
con cuanto nos dice el monje autor de las Gesta comitum Barchinonensium et regum Aragonum), que, gracias a la labor de Fernando,
acabó con la enemistad entre padre e hijo, la destitución del infante
de todos sus cargos
-incluso con los medios de sustento-
y que estuvo a punto de trasformarse en guerra
civil (CINGOLANI 2008a: 413-420). Aun así, el narrador no parece tener la intención de narrar ni la tensión
entre Jaime y Pedro, ni, sobre todo, la lucha final de éste con su hermanastro Fernando, que terminó con la muerte del bastardo en aguas del Cinca en febrero de 1275.
Aunque éste queda en un punto dudoso,
porque, en el momento de introducir el último episodio,
el de la revuelta
mudéjar, vuelve a hablar de Fernando.
Así que no queda claro si tiene intención de narrar
el desenlace final ni, en todo caso, de qué manera. De todas
formas, parecería que eso tuviera que ocurrir después de muerto el rey Jaime.
Más inventada, al contrario, parece la escena siguiente
del infante Pedro en la que disfrazado con una capa y con poca compañía, paraba por los caminos a los transeúntes para pedirles
ayuda económica. Da toda la impresión
de ser
una solución novelesca, con ciertos
tintes de humor y de patetismo, para describir la situación
de penuria económica
del infante y, al mismo tiempo,
de resaltar el apoyo popular
que tenía, apoyo que, por cierto pragmatismo de los contribuyentes, ya le faltaba a su padre. En el fondo, una forma indirecta
de criticar los últimos años del reinado de Jaime I. Asimismo,
un comportamiento tan fuera de las normas no está demasiado
lejos de otras actuaciones anticonvencionales que
nos
narran las crónicas, sobre todo la de Desclot
y la propaganda que el mismo Pedro, una vez rey, cuidó crear acerca de su figura (CINGOLANI 2006: 291-315
y 2010: 171-182). Sin embargo,
tenemos que preguntarnos: ¿es todo producto
de la fantasía del cronista?
O, aunque sea una fantasía,
¿hay algún elemento
creíble en esta presentación? Porque uno de los elementos
teóricos no siempre de clara respuesta que subyace
en la individuación de las invenciones de los cronistas
es justamente el de precisar hasta qué punto una invención
se sitúa tan lejos de la realidad (al menos de una realidad parcial tal y como la podía percibir un lector que no tuviese un conocimiento directo y profundo de hechos
y personajes) como para no ser creída.
En el caso de este episodio
se puede proporcionar un testimonio que, si bien no aportará una solución a la cuestión,
sí que nos brindará materiales para reflexionar. Hacia finales de 1304, un tal Juan Benet de Daroca se presentó delante del rey Jaime II, hijo segundo del rey Pedro, afirmando que él también era hijo del difunto
monarca. Era clérigo, y su madre, Muñina, había mantenido
el secreto de su nacimiento hasta su muerte. El malestar
que le procuraba el hecho de celebrar
misa conociendo este secreto, juntamente con las enfermedades (evidentemente psicosomáticas)
que Dios le había enviado, le hizo
emprender este gesto: «Et propter hoc, quod idem Iohannes
quando celebrabat habebat conscienciam, et eciam quod videbatur
sibi quod Dominus dabat sibi infirmitates in corpore
suo» (ACA, Cancillería, Procesos en Cuarto 1306B, f. 7r). A primeros de 1306, concretamente el miércoles 23 de febrero, el rey Jaime envía al Justicia
de Aragón, Jimeno
Pérez de Salanova,
a Daroca para que interrogue a los testigos.
Nos quedan, aunque muy carcomidas, las catorce
páginas del librito
que contiene estos interrogatorios.
Uno de los testigos, Gil, presbítero de Santa María de Daroca,
cuenta que:
«Fuit fama Daroce
quod dominus rex Petrus bone memorie diligebat dompnam Mariam Guarcesii, uxorem Dominici Petri de Roda, quondam, que erat valde p[ulc]ra,
et posuit mediatricem dompnam Muynninam, matrem dicti
Iohannis, que erat vicina dicte Marie Guarcesii» (f. 2v). Muñina, por reverencia al monarca,
acepta obtener
para él los favores de María. Después de un tiempo: «Dominus rex quadam nocte ivit clam ad domum dicte Muynnine, se tercio, cum cappis brunis,
credens ibi invenire dictam Mariam Guarcesii, et cum non invenisset [ea]m ibi [oc]cubuit cum dicta Mu[y]nnina, et dederat
eidem tunc unum anulum».
Otro testigo, el presbítero de Santo Domingo,
Pedro Martín, dice que: «ipsa Muynnina,
mater dicti Iohannis, erat socia dicte Marie Guarssie, et ibat cum ea, et postea, quia non potuit habere ipsam Mariam Guarssie, quadam die cognovit ipsam Muynnina et remanssit
gravida de ipso Iohanne»
(f. 7r). Y Muñina,
que se negó a bautizar
a su hijo con
el apellido del marido, mantuvo
el secreto
largos años, revelándolo tan sólo en la confesión y a su hijo -por esta razón los presbíteros están tan bien informados-, una vez que ella se encuentra en el lecho de muerte.
El maestro
del pequeño Juan, el
monje Pablo Pérez, explica
que éste se peleaba
a menudo con sus compañeros y con sus hermanos, y, dando prueba de su sangre real «volebat
predominari eis» (f. 4v), y añade que su madre, al dirigirse
a sus otros hijos cuando se peleaban con Juan les gritaba:
«Quare provocatis contra ipsu[m], quod non estis u[n]ius condicionis, quem, si Deus verax [erit] familia [nostra], [i]ste erit magno homo et nobilis» (f. 5r).
Aunque las palabras de Muñina no se cumplieron del todo, el rey Jaime II le reconoció como su hermano y le dio un cargo eclesiástico de cierto prestigio, ya que se dirige a él como venerabilis, y le pagó las
ceremonias fúnebres cuando éste murió en 1315 (Véase ACA, Cancillería, Registro 144, f. 50r, y 274, f. 152r, 177r-v).
Detengámonos por un momento
en un detalle: el de un rey que, junto con sus dos compañeros, va de noche por el pueblo
vestido con capa negra. Un detalle aparentemente más propio de un Giacomo Casanova, de una novela
como Les liaisons dangereuses de
Choderlos de Laclos,
o, incluso, de un cuento de Boccaccio y que poco o nada encaja con la imagen que tenemos de un digno monarca medieval. Ahora bien, el detalle presente en el Llibre del
infante que va por el país pidiendo ayuda a sus súbditos también
parece poco creíble, por no decir
inverosímil. Asimismo, su andar por el país ajeno
a todo protocolo
real lo vemos en este interrogatorio.
Quiero decir que, por inventado que sea el episodio
del Llibre, la imagen
del infante -más que del rey- que anda de noche oculto
bajo su capa, tenía que ser bastante
conocida como para que se pudiera creer también la escena que nos explica
el Llibre. Imagen, por
cierto, muy distante de la que se puede deducir de mi biografía, o de cualquier otra, de un infante y, sobre todo, de un rey presto a elaborar y llevar a cabo planes de gobierno y de operaciones militares de extraordinaria complejidad y novedad,
y que, por eso, tenían que ocupar toda su atención.
Sin embargo,
los súbditos que le habían visto en estas situaciones tan poco reales, tal vez nada supieran de las maniobras diplomáticas ni de la política
de su monarca,
tampoco de sus aspiraciones expansionistas ni de sus ideas de estado. Tan sólo conocían a un rey que administraba la justicia,
que se dejaba ver de vez en cuando en el transcurso de sus imparables peregrinaciones y que, también,
podía ir con capa y de noche para conquistar a alguna dama.
Volvamos al texto. Éste explica que había en Barcelona
un judío, de nombre Mossé Ravaia,
que ayudaba económicamente al infante con cuantiosos préstamos. Y lo hacía tanto por sus cualidades, ya que lo veía joven, atractivo
y valiente, como porque,
tal vez gracias
a un horóscopo, sabía que el infante reinaría después de su padre. Ahora bien, Mossé Ravaia es un personaje
perfectamente histórico, y no era un judío cualquiera. Hijo de Astrugo Ravaia y hermano
de Yucef, fue uno de los hombres
de confianza de Pedro, una vez rey. Sin embargo, su padre, como baile general,
y Yucef, como baile de Gerona, ya se encontraban al servicio
del infante Pedro (ROMANO 1969-70
y 1983). Por otro lado, sabemos
que otro judío, Vives Abenyucef, de Valencia,
sí que le prestó importantes sumas de dinero mientras
el infante había caído en
desgracia ante su padre (SOLDEVILA 1995: I, docs. 38 y 39), y también sabemos que el infante contrajo
numerosas deudas con particulares (ibídem: doc. 41), aunque
dudo que pidiéndoles ayuda
por los caminos. Es decir, que el anónimo cronista, por un lado, pone en escena una figura histórica
en una situación
realmente ocurrida al infante,
y por otro, cambia
los nombres, manipulando la realidad.
Tal vez no sea una casualidad, si pensamos que la composición del texto se tiene que fechar hacia 1285. En este momento Mossé Ravaia era una figura central
en el aparato administrativo catalán, y su hermano, Yucef,
era el tesorero del reino de Sicilia.
Mejor dejar a los de la familia
Ravaia con un papel positivo que introducir a otro judío que no tuviese tanta importancia en la corte del rey. También
se puede decir que, tanto en las Cortes de Zaragoza de noviembre
de 1283 como en las de Barcelona de enero de 1284, el rey se vio obligado a promulgar
medidas contra los judíos (GONZÁLEZ ANTÓN 1975: II, 15; CINGOLANI 2011: doc. 367 y, en general, CINGOLANI 2010: 283-296).
El hecho de que el rey no mantuviera sus propias promesas, no niega la presencia de sentimientos antisemitas, sobre todo causados
por la usura de éstos, ni niega que sus súbditos,
en especial los aragoneses, viesen con malos ojos la presencia de funcionarios judíos. Es posible
entender entonces
la aparición de Mossé Ravaia en el relato, presentado de manera positiva
y aunque su intervención fuese de carácter privado, como una forma de justificar
y defender a los numerosos
funcionarios judíos que prestaban
servicio al rey Pedro y que eran hombres de su plena confianza.
No parece una conclusión muy atrevida ver estos elementos -y otros que se verán a continuación- como señales de que el autor se movía en ambientes muy próximos
a los
del rey, y, tal vez, que
el texto fuese, de manera directa o
indirecta, un encargo real.[4]
El siguiente
episodio también permite una lectura
en clave de elogio
de los aliados
del rey, o de los súbditos de los cuales éste esperaba
un apoyo económico
más decisivo para costear
sus guerras. Ahora son los ciudadanos de Barcelona
los que, destacando otra vez las virtudes
de la experiencia y del valor del infante,
le prometen dinero e intervienen ante su padre para que no sea tan rígido con su hijo y le deje ir con su cuñado,
el rey de Francia,
Felipe III, marido de su hermana Isabel.
Como ha mostrado Ferran Soldevila (1995: I, 388), dando razón al testimonio de Muntaner,
efectivamente entre finales de 1275 y primeros
de 1276, el infante
Pedro fue a Francia,
aunque no sepamos exactamente el porqué de su viaje. Sin embargo, aquí también
hay ligeras modificaciones en los hechos y en su cronología. Porque, si es verdad que el infante tuvo que volver rápidamente de Francia
para hacer frente a la sublevación mudéjar -además de a la de algunos barones catalanes, como la del conde de Ampurias-, es también
verdad que en el momento de emprender
el viaje el infante
ya había hecho las paces con su padre, había ayudado expeditivamente a la reducción de la revuelta
de los barones,
y había procurado
la muerte de su hermanastro Fernando Sánchez.
Ya he comentado
cómo el anónimo
cronista reduce y simplifica la secuencia cronológica de los últimos
años del rey Jaime, y en hacer esto coincide
con narraciones del siglo XV, como la de Pere Tomic o la del pseudo Berenguer de Puigpardines, aunque no se pueda demostrar
que estos autores conocieran el Llibre (para Tomic véase IBORRA 2009: 236-237, para Puigpardines IBORRA: 2000:
116-118).
La siguiente escena, la de la casa del tesorero, es tal vez la más humorística y la más literaria del fragmento que conservamos del Llibre.
Al mismo tiempo
plantea unos problemas
históricos o, cuanto menos, relativos a la manera
que tiene el anónimo de presentarnos la historia. Parece que el cargo de tesorero aún no era un cargo estable y definido en tiempos de Jaime I (de hecho, no he encontrado ningún
nombre para esta época), y es por esta razón, tal vez, por la que el anónimo lo deje en el anonimato
(MONTAGUT 1987). Sin embargo, en los posibles
años de redacción de la crónica el tesorero del rey Pedro era Bernat Escrivà, alias de Bernat
Desclot. Además es el primero
que se puede seguramente verificar
como señalado con este cargo, aunque los reyes hubiesen tenido funcionarios destinados a seguir sus cuentas.
Este dato, una evidente actualización por parte del cronista,
llevaría a datar el texto entre 1282-1286, y explicaría también porque el cronista
no conocía el Llibre al momento
de redactar la primera
redacción de su crónica.
El episodio
siguiente es también el episodio
final del fragmento. Y la narración, si bien tiene una parte de verdad, la sublevación de los mudéjares
y la presencia del antiguo
enemigo del rey Jaime,
al-Azraq (BAYDAL 2009), es totalmente inventada, bien por el desarrollo de los acontecimientos, bien por su localización (por ejemplo, en la historia el infante
Pedro vuelve más pronto de Francia y el rey Jaime durante los meses de abril-junio se encuentra en Játiva y no en Valencia), o bien, sobre todo, por la forma absolutamente novelesca de narrar.
La revuelta, que duró un par de años, tan sólo vio una pequeña batalla en Llutxent, entre los rebelados
y un reducido ejército
cristiano y se trató, sobre todo, de sitios
de castillos. Contrariamente, el anónimo,
con una solución
muy literaria, reduce todo a una única batalla en la que, además, convierte al infante en protagonista directo, haciéndolo entrar
en la liza para matar personalmente al caudillo
de los insurrectos.
La historiografía medieval, tanto la producida por sus amigos como por sus enemigos, destaca
como virtudes del rey la sagacidad y el
valor. Hasta el punto de ser elogiado por el mismo Dante de estar dotado de «ogne valor»
(Purgatorio VII,
114). Y el rey Pedro, gibelino,
es uno de los pocos hombres políticos merecedor
de elogios por parte del poeta de Florencia, güelfo blanco y expulsado de su ciudad por aquel mismo Carlos de Valois, hijo del rey de Francia Felipe III, que en 1285 había intentado hacerse rey de Aragón. Mientras, el anónimo autor de la sección dedicada
al rey Pedro en las Gesta comitum Barchinonensium (que, no lo olvidemos, es un monje de Ripoll que escribe este largo capítulo a los pocos
años de morir el monarca, véase CINGOLANI 2007a: 146-155),
recuerda que ya desde niño «ab etatis
sue primordio cor habens ad arma» (CINGOLANI-ÁLVAREZ 2012: XXXII, 1), a cuyo ejercicio había dedicado
casi su vida entera.
Sin embargo,
no todos los reyes medievales fueron guerreros, más bien lo contrario, aunque la guerra fuese un ingrediente siempre presente en sus vidas. Ni siquiera
aquellos que lo fueron hasta el final, aquellos monarcas reconocidos por sus conquistas, tales como los dos que merecieron el apodo de Conquistador: Guillermo I de Inglaterra y Jaime I de Aragón. ¿En que consistió, entonces, el valor militar de Pedro el Grande? ¿Fue verdad o tenemos
que ver en ello más bien un elemento de propaganda política o de creación literaria de los cronistas?
Avancemos un poco en el tiempo hasta llegar a finales de 1331 y principios de 1332.
Había estallado nuevamente la guerra con el rey de Granada.
Los jinetes nazaríes
habían saqueado Guardamar
y habían llevado
sus incursiones hasta las huertas
de Orihuela y Elche. Ante el peligro de una invasión de más envergadura, el rey Alfonso el Benigno tiene la intención de intervenir directamente en el teatro de
las operaciones. Tal vez añoraba
su destacado papel en los campos
de batalla de Cerdeña
de unos años antes; tal vez se acordaba de
su
abuelo, Pedro el Grande. Pero Bernardo de Sarriá, anciano almirante
de la Corona, le escribe una carta para desanimarle y desaconsejarle que tome esta decisión,
y le dice que su papel como rey es el de quedarse
en lugar seguro, protegido
por las murallas de Valencia,
ya «que·ls moros, vós estan e·l regne, no gosaran
entrar». Y le recuerda que el rey Pedro había afirmado, en ocasión
de la revuelta
mudéjar de 1275-77,
mientras se encontraba en Játiva
para contrastar las incursiones de los
jinetes musulmanes, que él «ere allí
com a cavaller o almugàver
o comte de Barchelona, mas no y era axí com a rey d'Aragon» (ACA, Cancillería, Cartas Reales
Diplomáticas, Alfonso III, caja 30, carta 3541).[5]
Habían pasado aproximadamente sesenta años, pero aún se acordaban en los ambientes
de la corte del atrevimiento del difunto
monarca. ¿Se acordaban por memoria familiar y aristocrática? ¿Por su importancia? ¿O por la fascinación hacia la figura de uno de los reyes de la Corona de Aragón con más destacada personalidad? O, en fin, ¿tenemos
que pensar que la obra de los
cronistas contemporáneos a Pedro fue determinante para construir esa imagen del rey? Fijémonos
un momento en los tres títulos, por así decirlo,
con que presentaba el rey su legitimidad para presenciar en directo la acción
militar. El primero
es el de conde de Barcelona, en tanto que heredero
de la Corona, es decir, con un título de menor importancia con respeto al de rey, que asumiría en breve tiempo.
Sin embargo, los que atraen más la atención
son los otros dos, absolutamente alejados de la imagen y la dignidad no sólo de un monarca, sino también de un futuro gobernante: caballero o almogávar.
El infante
Pedro, tal como explica el Llibre, puesto por su padre al mando de las operaciones militares, no solamente organiza la contraofensiva y elabora
una estratagema para derrotar el enemigo,
sino que, acaudillando quinientos caballeros y unos seis mil almogávares, hiere en el centro del ejército
enemigo y, una vez descubierto al-Azraq, lo persigue
y lo mata con un golpe de lanza que le atraviesa
la espalda.
Aunque haya habido príncipes
muertos en batalla
y hasta reyes, normalmente éstos no participan directamente de la lucha y se quedan seguros en la retaguardia. Si la muerte los alcanza,
es en medio del desorden
que precede a la derrota. El comportamiento del infante,
tan atrevido, da la impresión
de ser una de las muchas
elaboraciones literarias de la breve crónica, aunque no tenemos manera de comprobar con seguridad
cómo fueron las cosas, porque los documentos nos muestran al infante
Pedro, ya a punto de suceder a su padre en el trono, dirigiendo operaciones militares, pero nunca en el campo de batalla.
Toda la historiografía posterior a la muerte del rey Jaime (Llibre de l’infant en Pere, Llibre dels reis, Desclot y Gesta comitum), arraiga, como es evidente, en sentimientos precedentes y nos ayuda
a determinar y detallar el carácter
apologético y autoexaltatorio del Llibre dels fets (CINGOLANI 2008a). Sin embargo, uno de los aspectos
más interesantes es el del tratamiento abiertamente literario de la historia, donde la necesidad de la interpretación del personaje, junto con la preocupación de relatar
episodios bellos literariamente y de brindar interpretaciones simplificadas de los acontecimientos (justo lo
contrario de la línea
narrativa del Llibre dels fets), abre las puertas a un tipo de historiografía más popular y novelesca, dándonos unos claros precedentes de Ramón Muntaner
y de otra producción posterior.
Este tratamiento literario de la historia, tanto en las formas narrativas como en las interpretaciones de los hechos,
no es en absoluto una novedad, ya que es típico de mucha producción, sobre todo en vulgar, de los siglos XII y XIII, y, de forma más o menos desarrollada, lo encontramos en parte de la producción
cronística de la Corona
de Aragón a lo largo del siglo XIII. Y no solamente
en el Llibre dels reis, donde se recrean
o manipulan leyendas pseudohistóricas relativas a los primeros pobladores de España y a las hazañas de Hércules
u otros momentos
claves de la historia del condado de Barcelona, como la toma de la
ciudad por parte
de al-Mansur en 985, sino también en crónicas
más profesionales y de argumento contemporáneo como la de Desclot. Como he podido mostrar (CINGOLANI
2006, 2010a y 2010b) la intervención del canciller-cronista no se limita a la invención de episodios
legendarios al principio
de su texto, como las historias del gran senescal
Guillem Ramón o del Buen Conde y la emperatriz de Alemania,
sino que se extiende
a toda su presentación del reinado del mismo rey Pedro, que gracias a su pluma se aleja, en parte, de la historia para entrar en el terreno
de los personajes de ficción y de la caballería. Y la caracterización literaria del rey por parte del cronista
como un caballero
ha pervivido mucho tiempo, también en las páginas de los historiadores contemporáneos.
Sin duda, una correcta datación de los fragmentos aquí estudiados, al no ser vistos como una simple interpolación y atribución a un texto en concreto,
permite reconstruir un panorama
de producción historiográfica más amplio y variado,
donde los diferentes elementos que antes se podían interpretar como desligados ahora se organizan en una cadena continuada con gradaciones y matices.
Si en un extremo
encontramos la producción más rigurosa -con los límites
que este concepto
puede tener en la Edad media-,
como la representada por la redacción definitiva
de las Gesta comitum Barchinonensium o el fragmento de la Crònica del rei en Pere que he propuesto atribuir a Galceran de Tous, monje de Santes Creus (CINGOLANI
2003-04), y en el otro tenemos
la más abiertamente novelesca del Llibre de l’infant en Pere, la crónica de Desclot se sitúa exactamente en el medio. Si a esto añadimos la primera
tentativa de composición de una crónica general,
como es el Llibre dels reis, y prosecución
en la composición de anales, podremos
ver cómo el último
cuarto del siglo XIII nos presenta
un momento en el que está muy viva la reflexión
sobre la importancia de la historia en la Corona de Aragón,
-más concretamente en Cataluña- y en el que se está intentando elaborar un modelo o modelos de pasado que sirvan para explicar el presente.
Es evidente que la mutación de la situación
política conllevará cambios en estos modelos, así como épocas de silencio (véase en general
CINGOLANI 2007a).
Lo que queda abierto,
ya que necesita una reflexión de más hondo calado, es el problema
teórico del significado, de la recepción y de la posterior
influencia de la abierta
transformación literaria
de la historia, incluida la estrictamente contemporánea, según la cual podemos creer que hubiese también lectores-testigos que supieran
distinguir claramente el nivel de manipulación.
Es un fenómeno que afecta prácticamente
a toda Europa, ya desde el
siglo XII, y que comporta
la existencia de categorías de apreciación historiográfica que no requieren la fidelidad a los hechos en el relato, sino que
privilegian, aparentemente, la transmisión de un significado que podríamos
definir como políticamente correcto y literariamente apetecible.[6] El
caso del Llibre de l’infant
en Pere puede
ser, también, la respuesta
a la falta casi total de literatura de argumento
caballeresco en la Corona de Aragón
hasta bien entrado el siglo XIV,[7] juntamente a la absoluta ausencia de
héroes tradicionales que fuesen representativos de la colectividad. A diferencia de Francia
o de la Corona
de Castilla, el caso catalán
busca, al menos por el momento crear un héroe nuevo y local: el rey Pedro el Grande.
STEFANO MARÍA CINGOLANI
TEXTO
Barcelona, Biblioteca de Catalunya
ms. 487, foliación
antigua ff. CXLVIIIIr-CLIIr, moderna ff. 162r-165r.
[1]. De l’infant
en Pere qui anà per tota la terra exerrant
A cap de temps que·l rey en Jachme hac conquestes algunes
viles e ssiutats, e fo vengut en Catelunya
e en Aragó, s’esdevench que l’infant
en Pere, fill primer seu de lleal matrimoni, si ach manat jovent hun temps,
ab ell qui era fort e règeu
e ardit e molt abrivat, e no·s tirave bé ab en Ferran
Ximenis,[8] germà
seu bort. Henaxí que[·l] pare lur avia posade sa amor a·n Ferran Ximenis[9] e avia avorrit
l’infant en Pere, majorment
per so com ell faya molts
abrivaments, de què lo rey se’n donave desplaer.[10] E
per so no li gosave venir devant, he enaxí que hoficials ne tresorer no li gosaven
bé donar sosteniment ne provisió.[11]
Enaxí que moltes de vegades anave, de nits e de dies, per camins e per llocs, ab una capa revanesca, ab X o ab XV servents,
tot desfrassat, e plavie’s
de robes o de moneda que trobàs d’alcunes
persones. He ssi nagunes d’aquelles persones lo conaguessen e li diguessen:
—Ho
senyor!, e com vos metets en axò?
He ell responie’ls dient:
—N’Aytal, ja sabets com nostra pare nos vol mal, per so com comensàvem a tenir justícia.
He llausangés han-nos
mal mesclat ab ell,[12] e
han mès en s’amor en Faran Xanssis,[13] e
ell qui se n’à ja bon cor, e no li gosam venir devant. Bé, àns ha fet manament
en sa case que no·m sia donade provisió. He axí, n’Aytal, no us sia greu si·ns plavim de vós. Hemperò,
ho vós mateix nos en donats, o nós nos en pendrem,
ho, per ma fe, prestats-nos-en e
escrivits-ho, que aquesta
fortuna no durarà tos temps,
que calque jorn regnarem nós, si a Déu plau, si vivim més que nostra pare, que ja les gents de la terra no volran que hom que sia bort regne aprés nostra pare,[14] que nós siam vius e ajam bona discreció
de governa[r] la terra. He axí, si·ns o prestats,
cobrar-ho-ets, si a Déu plau, lavors al doble, e farets-ne a nós are plaer, que ja sabets que master
nos fa.
He axí, les gents qui veyen assò, caix grat forsat,
daven-los so que podien.
E a vegades ell,
qui n’era cortès, que no·n prenie tant com li n daven.[15]
Mas, a la ciutat de Barchelona, avia hun jueu qui era rich hom, e avia nom Mossè Ravaya,
qui·l sostenia fort de messió
e li abendonave d’assò del seu, per so com lo veya tan bell jove hom, e·l veya tan espert e tan abrivat.
He atrobà ab art que devia regnar aprés del pare,[16] si bé les gents deyen que hiria ventura que fos rey null temps, per so com son pare l’avia en oy e amave molt en Farran Xanxis.[17] Hon, dementre que l’infant
en Pere feya aquestes coses, si fo donat a ssentir
al rey en Jachme, son pare, per què ell ne fo molt felló,
tant que·l féu sercar per la terra.
He los senyors
de les siutats digueren
al rey:
—Senyor, pus vós avets vedat que ell no·s puga aydar de renda nenguna, he avets fet manament al tresorer
e a tots aquells
de la vostra cort que no·l sostenguen de massió,
e donchs que farà? Cor ell de caucom ha a viure.
He vós, senyor,
anats-lo cassant, e porria
ésser que la terra l’agués
mester encara, cor no n’avets negun tan espert
ne tan abrivat en tots fets d’armes.
Hemperò, senyor, vage al rey de France,
qui és son cuyat e estar-s’à llà ab ell.[18]
He respós lo rey en Jachme:
—Fàsseu.
He aprés, la ciutat tramès missatge a l’infant
en Pere, e dix-li que·l rey sabia les feynes que ell feya, e que era estat acusat, e que ell lo anave sercant, he axí que no aturàs en la terra e que vengués
a la ciutat,
e que dins tres jorns agués endressats sos afers, e que·s partís
de là, e que se n’anàs al senyor
rey de France, son cuyat, he que assò avian endressat
ab lo rey son pare, e que la ciutat li daria alguna
cose per massió. Ara, les ciutats ja·s pensaven que l’infant
en Pere, a la
llonga, devia ésser rey e senyor llur, per so·l cobesejaven, que bé entenian
que la fellonia
del rey passeria,
mentra ell estaria
llà.
He axí que l’infant en Pere entrà en la ciutat,
e dins III dies ac fets sos afers. E lo ters jorn per lo matí, que ach rebut so que la ciutat
li hach volgut
dar, vench-se’n a casa del tresorer, e tocà a la porta. He obriren-li, he dix l’infant
a l’escuder:
—E que fa lo tresorer,
és llevat?
—Senyor, dix l’escuder, vest-se.
Dix l’infant: —Yo volria parlar ab ell.
He tantost pujà l’escuder en la cambra hon era son mestre
e dix-li:
—Sényer, veus lo senyor infant en Pere, qui és devall,
e diu que vol parlar
ab vós.
—Munt, dix lo tresorer.
He llavors, l’escuder va al senyor infant e dix-li:
—Senyor, montats en bona hora.
He puys l’infant en Pere montà e dix:
—Déu vos do bon dia, n’Aytal.
E lo tresorer dix:
—Ben siats vengut,
senyor infant.
—N’Aytal, dix l’infant,
bé sabets vós que mon pare m’à en oy, no ssé per què, mas, quines que sien les feynes,
Déus li’n darà son temprament. Are, és que la ciutat à endressat
ab lo senyor rey que yo vengués
assí, e que m’aparell del que he mester, e puys que me’n vage a mon cuyat, lo rey de France. Are, nós avem mester alcuns
diners, e venim a vós pregant-vos que·ns donets, ho que·ns prestets alguna cantitat de moneda
qui·ns servescha de sso de nostra pare.
E lo tresorer
ja sabia que la ciutat li avia ja donat alcuna cose per massió,
e dix-li:
—Senyor, ja sabets com lo senyor vostra pare nos ha manat que no us acorregam de res, e yo què sé que la ciutat vos ha secorregut. He axí, senyor,
com podets dir a mi que vos do res del senyor rey vostra pare, e que ell m’age manat lo co[n]trari. Mas, si’m volets sofrir hun poch, yo iré al senyor rey, e pregar-lo-n’é ab alcuns que y amenaré de la ciutat,
que m’i ajuden, que us do caucom.
—-Hoc, mas axò, dix l’infant,
fort se volria espatxar, que yo no estiga axí, ni los cavallers
qui són a la porta, que ja é pres comiat dels pròmens,
e volria fer vuy jornade
complida.
Respòs lo tresorer:
—Per ma fe, senyor, fórets-vos vist abans ab mi, sí us espetxats
tost. Dix l’infant:
—Encara us esperaré.
Dix lo tresorer:
—Axò sia a vós.
E lo tresorer
se vestia a sson gran pler, e no se’n[19] cuytave de res. Mes, lo infant s’anujave, e aquells qui ab ell eran, tant que l’infant
viu que ell leguiave
masse, que era gran dia, pensà que ja poria ésser pus gran dia abans que agués parlat ab lo rey, esgardà’l-se en la care de mal talent,
e viu que s’enbotonave lo gonell
a sson espau,
per què no lo y poch lo cor sofrir, e dix:
—Ho, n’Aytal, par-me que més val a bon punt néxer, que fill de rey ésser. He dix l’infant:
—Membre-us bé.
He, ab aytant,
girà-li l’esquena, e
devellà-sse’n e axí’s de case, e
tench son dret camí en France a son cuyat.
He mentre que se n’anave en Françe, lo tresorer
se pensà que per temps no li nogués, e que mal li’n poria esdevenir, pres
X milia sous
e per
III escuders và’ls li tremetre. He aconseguiren-lo a Estalrich, e digueren-li:
—Senyor, veus que mosser lo tresorer
vos tramet, e té’s per culpable, com no us espatxà ab mellor recapte.
Mas diu que no avia avinent
los diners, sinó que aprés los ha manllevats, e prega-us
que li perdonets.
He llavors, l’infant
en Pere pres los diners
e dix:
—Ajats-li’m moltes gràcias,
e digats-li que bé ss’és esmenat tost e à-li velgut més.
Ab tant los escuders se’n tornen, he l’infant en Pere tench son camí. He
cant fo en France, lo rey son cuyat n’ach plaer cant lo viu, e estech aquí alcun
temps.[20]
Puys per temps, lo rey en Jachme fo envellit, he en Granade se llevà
hun sarraý, e féu gran ajust de gents,
lo cal avia nom n’Aladrach. E ab una partida del poder del rey de Granade, qui·s mesclà ab ell, tramès a dir al rey en Jachme,
que aytal dia adiat, so és lo jorn de sent Johan Batiste
de juny, li seria en València
al Real, e que·l pendria
per la barbe; sinó que li espatxàs buydar la terra.[21]
Hon devets saber que, en aquella sahó, en Farran Xanxis,
son fil bort, era a Lleyda
e ja comensave a garrejar
ab son pare, si bé no·s tenia prou d’armes. Mas feye-u per so que s’ensenyorís del regne, cor son pare era vell e l’infant en Pere que no era en la terra.[22]
Lo senyor rey en Jachme, qui ach oydes les noves que aquell
moro li ach trameses
a dir, fo fort despagat,
e va aplegar consell dels pròmens
de València e alguns capdals, e va’ls dir la rahó. E encare les gents,
qui veyen fer corregudes als moros soviny per l’orta de València,
e sse’n menaven
bestiar e persones.
Enaxí que les gents de València s’avien mès hun glay en llur cor, que no·s tenien per segures fora la ciutat,
he puys viren la missatgeria qui fo venguda
al senyor rey en Jachme.
Lavors, com lo rey los ac apellats devant si, ell los dix:
—Quin consell pendrem contre aquests moros?
—Senyor, digueren los pròmens, nós ajam bon cap qui·ns[23] govern e·ns defena de les nostras enamichs.
—Quin cap, dix lo rey, volets?
—Senyor, digueren los pròmens,
ajam l’infant en Pere, fill vostra.
—Ho!, dix lo rey, cant hic serà aqueix, qui és en France?
—Senyor, digueren ells, si us
volets, tost. Per
què, senyor, plàcie-us
lexar anar tot hodi de aquell, car és hom d’armes
destre, e sabrà donar consell
en aquestes faenes,
si a Déu plau. E axí, senyor,
plàcie-us que lexets anar malvolence.
—No·m va lo cor en axò, se dix lo rey. Mas pens-me que no porà ésser vengut tantost com lo moro m’à dit dia.
—Senyor, digueren ells, sí serà.
—Ara, donchs, dix lo rey, tremetets-hi aviadement.
He tantost los pròmens
de València trameteren missatges a l’infant
en Pere en France (e no hun, mas molts, que la hun ateya l’altre),
que, vista la present, vingués
lo pus prest que pogués, que tal cose era. E los pròmens qui agren fet escriure
al rey una lletre,
henaxí que aquella
del rey e aquella dels pròmens
totes entraren ensemps en la ciutat
de Paris, hon trobaren
l’infant en Pere, qui anave ab armes ab d’altres
cavallers, e lo rey de France qui u mirave en una place. Hi era en dimenge. He la lletre li fou dade en la place. E tantost que l’ach lesta, va pendre
comiat del rey. E lo rey li dix:
—E que farets, bell cuyat?
—Senyor, dix l’infant,
cuytat m’és que me’n vage, que moros barregen alguns llochs de nostra
pare.
Dix lo rey de France:
—Volets ajuda de cavallers?
—Senyor, dix l’infant, gran mercès, que si mester n’avia
yo us n’empraria.
—Are, dix lo rey, via, en bon’ora.
Are veus l’infant
en Pere qui se’n ve tost per jornades, e assomà tant curt[24] lo
terme, que II jorns abans que ’Aladrach entràs al regne de València, ell fou aribat. He los pròmens
de la ciutat van-li dir:
—Senyor, vós siau bé vengut. Veus, tota la terra à soplicat
al senyor rey que trametés
missatge a vós, pregant-lo que us perdonàs.
E axí, senyor, veus lo rey que ho à per hoblidat. He sapiau
que los moros nos hic corren e·ns baregen la terra. E·s són molts ajustats per venir assí, e llur cap és n’Aladrach, he à tramès a dir al senyor
rey, vostra para, que li desempar
la terra, sinó que ell li serà aytal dia al
Real, e que·l pendria per la barba. He axí, senyor,
lo rey vostra pare és vell, per què a vós venen aquestes
feynes. Anats veher lo senyor rey, vostra pare, e clamats-li mercè, cor ja l’avem nós madurat.
Ab tant, l’infant
en Pere vench devant lo rey, e clamà-li mercè. He
lo rey ach feta portar
la corona e tench-la al cap, e comensà a plorar,
mentre l’infant en Pere li estave agenollat devant, e dix:
—Fill, lleve’t, he vet los moros qui s’àn mès al cor que·m tolguen
la terra, he àn-me donat dia que·m seran assí en vituperi
meu, e yo són vell vuymés.[25]
He pres la corona e donà-la
a l’infant en Pere, e dix:
—Vet la corona de fin aur e lo regne,
fill.[26]
He llavors l’infant
En Pere, com viu assò, comensà a plorar e dix:[27]
—Sert, senyor, vós serets molts anys rey e morrets
rey, si a Déu plau, e yo no
quir la corona, que àns la tendrets
vós, he yo, ab
la ajuda de Déu, vos defendré la terra.
He llavors, lo rey manà als capdals
he a cavallers
que faeren tot so que l’infant en Pere los digués.
[2]. Com l’infant
en Pere hac batalla ab los
sarrayns qui vengren fins a València, e lo senyor infant en Pere ocí n’Aladrach, qui
era cap dels sarrayns
Ab tant, l’infant en Pere s’entramès dia e nit de aplegar
los cavallers e servents,
e ajustà tots aquells que poch. He mès en cuns la ciutat
de València. Axi que, dins aquests
II jorns, ach aplegats
DCCC hòmens a cavall,
ab aquell[s] que·l rey hi féu venir mentre que l’infant
trigà venir de France, ab molta gent de peu que y hac, he ac tro a L genets crestians. He puys, l’infant
hordonà la cavellaria e va fer metre en agayt CCC hòmens
a cavall ab VI milia almugàves
e XX janets e dos parells
de trompetes e ab moltes
banderas, los cals ferissen
detràs ells per aquell loch
on aquells serien entrats. He me[n]tre
que ells veurien
l’infant combatre ab los sarrayns
en la major mescla, que l’infant
en Pere los faria fer senyal, e que lavors ells hisquessen de l’agayt,
e que farissen de l’altre
part. E axí fou fet e hordonat.
He aprés, com lo ters dia fo vengut, lo[s] moros comenssaren a venir ab molts grans crits. He l’infant tenia telayes en molts llochs,
e adés venia hun genet e adés altre, qui deyen lo loch hon eran los moros. He l’infant deya:
—Lexats-los més acostar.
Vench aprés hun genet,
e dix:
—Senyor, are entren per
l’Orta.
E axí, tost na vench un altre e dix:
—Ara són ha la tala, que tots se sembren a talar l’Orta.
He l’infant en Pere, hoynt assò, dix:
—Ho!, cavallers onrats, ara és hora. Cascun age bon cor en nostra senyor Déu, que Ell nos aydarà contre nostras enamichs. Cor sapiats que aquells anamichs
de la fe no ssón sinó hombra.
E llavors, l’infant en Pere ab los D hòmens va ferir, que eren a cavall,
contre·ls moros que eren II mília D cavalcants bastantment, e de peu sens comte.
Enaxí que la batalla
fou molt gran e calde.
He l’infant en Pere,
decontinent, féu senyal
an aquell de Servellò,
qui era cap dels CCC òmens a cavall qui estaven a l’agayt.
He aquells, decontinent, exiren e van ferir de l’altre
part.
Llavors, los moros se tengren per morts, e comensaren a girar, he los crestians encalsant e firent.
Enaxí que alguns genets crestians
conegren n’Aladrach, qui fugia
ab una euga blancha alcanade, e mostraren-lo a l’infant en Pere. He dix als genets que l’empatxassen fins que l’agués aconseguit. He aquells feren-ho. He l’infant
donà-li tal colp de la llance per les espatlles, que per lo pits li’n passà mige passa, encara que ab la ega ensemps tomà en terra.[28] Que us diré? Que abans
que foren departits bastantment, més de mil hòmens
a cavall jagueren
morts al camp, e de peu sens comte.
He llavos, l’infant en Pere tolch la testa a n’Aladrach e portà-la a sson pare, lo rey en Jachme. He cant l’infant li fo devant, tench lo cap penjant per la barba e dix:
—Senyor, veus assí aquell qui us tramès a dir que us
pendria per la barbe dins lo vostra Real. He axí, senyor,
vós li podets pendre la sua.
Respòs lo rey:
—Beneyt sia nostra senyor Déu, qui ajuda al seu pobla. Fill, dix lo rey, pensats
de governar la terra, que nós som vells
e no y podem entendre. Mas tota vegade
vullats aver amor e gràcia de les gens, e tenits justícia volenters.[29]
—Senyor, dix l’infant,
vós viurets a pler de Déu, e yo faré so que vós volrets
ne ·m manarets.
BIBLIOGRAFÍA
BAUTISTA, F. (2008),
La materia de Francia
en la literatura medieval española. La «Crónica Carolingia», Flores y Blancaflor, Berta y Carlomagno, San Millán de la Cogolla.
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[1] Para una descripción detallada del códice véase COLL 1991: 314-346, para el estudio de las fases de composición de la compilación y de la edición de una parte, CINGOLANI 2008b. Esta compilación plantea problemas de difícil solución, al menos de momento,
de relaciones entre historiografía castellana y catalana,
si consideramos algunas semblanzas existentes entre ésta y la perdida Historia
hasta 1288 dialogada (CATALÁN 1992: 248-253) o el proceso
de hibridación con materiales legendarios de remota procedencia francesa, aumentado en cada estadio de redacción
de la compilación y que se puede ver en paralelo con la Crónica
Carolingia (BAUTISTA 2008).
[2] Anna Cortadellas publicó los dos capítulos bajo el título de De les gestes de Pere II essent infant y escribía
que «El text, encara que fou dividit en dos capítols pel cronista,
forma part notòriament d’una mateixa narració» (p. 32),
afirmación que no sé en qué se fundamenta. El texto, además,
se
publica sin notas, ni históricas ni de relaciones con otras crónicas, en edición con grafía semi modernizada, en la cual se introducen correcciones sin avisar ni justificar y con una notable
cantidad de errores de transcripción. Algún
fragmento había sido también publicado
por Ferran Soldevila, gracias a la transcripción que le había proporcionado Coll i Alentorn (SOLDEVILA 1995: I, 405-415,
con comentarios históricos).
[3] Aparte de hablar de él en CINGOLANI 2007a: 87-95, había publicado una versión muy provisional de este estudio,
ahora profundamente corregida
en http://www.lluisvives.com/servlet/SirveObras/jlv/01048074218928351880035/index.htm.
[4] También el Llibre dels reis (CINGOLANI 2008b) y la crónica de Desclot,
aunque carezcan de dedicatoria -hecho que haría la presente
conclusión indudable-, tienen su origen en ambientes
reales y muy afines a su propaganda.
[5] Doy las gracias a Vicent Baydal por haberme señalado este documento. Véase Muntaner: «e lla on no podia anar a cavall, anava a peu ab los almogàvers» (SOLDEVILA 1971: cap. 10).
[6] El mismo problema se encuentra, por ejemplo,
en las narraciones hagiográficas en las que la exigencia de verdad que tuviera que conllevar la fidelidad
a la narración
más antigua e interpretable como portadora
de esta verdad, no es óbice para realizar profundas transformaciones, véase por ejemplo CINGOLANI 1994.
[7] Véase CINGOLANI 1990-91.
[8] Una mano posterior corrige, al margen,
en Sánchez.
[9] Véase Gesta Comitum Barchinonensium: «paternus amor, qui omnem amorem vincere
consuevit, in odium est converssus» (XXXII, 5), y Desclot: «mas lo rei l’amà molt e havia dit moltes vegades a l’infant
En Pere, son fill,
que li degués perdonar
e que fos son amic» (cap. 68).
[10] Gesta Comitum Barchinonensium: «qui satis felicibus filii actibus invidebat» (XXXII, 4).
[11] Véase Desclot: «E el rei son pare veïa que aquest era tan enfortit e que no dubtava
neguna res, ans volia mantener
justeia e pretura,
així dels grans com dels pocs, e que no volia blandir los cavallers ne els barons així come ll havia fet, tolc-li tot lo poder
que poc, e
faïa’l viure molt pobrament, e tenc-lo molt
en gran
vincle. Mas ell, així
com a bon fill e savi e de gran seny, prenia
en pau e en bona volentat ço que el rei son pare li deïa ne li faïa, que anc null temps no li fou desobedient en re, ne li contrastà re de sa volentat» (cap. 68).
[12] Dice el rey Jaime, antes de morir, al infante
Pedro: «Jo us he fets mouts mals a gran tort, per falses lausengers qui us acusaven
amb mi» (Desclot, cap. 73).
[13] ms. Xanssis corregido encima de Ximenis.
[14] Véase Desclot: «e que En Ferran Sanxis fos rei d’Aragó» (cap. 68).
[15] El episodio es comentado en SOLDEVILA 1995: I, 322-323;
en cuanto a los proyectos
de Ferrando Sánchez
p. 326 y CINGOLANI 2008: 413-416.
[16] Véase SOLDEVILA 1995: I, 344, la práctica de hacer horóscopos sobre temas políticos
era muy común; también
antes de la conquista
de Mallorca, según cuenta Desclot, la madre del moro Alí lo había hecho, y, por eso, había sabido que el rey Jaime acabaría conquistando la isla (cap. 35); véase en general KIECKHEFER 1989: 120-122 con bibliografía.
[17] Crónica General: «Ferran Sànchez [...] acusava e difamava
en moltes coses lo dit rei En Pere, frare seu, estant
infant, davant
son pare, axí que per les sues paraules
malvades e dobles, que deia contínuament contra lo dit frare seu, lo pare hac en oi son fill l’infant En Pere» (SOBERANAS 1961: 128).
[18] Desclot también habla de un viaje del infante
Pedro a París por las Navidades de 1275 en correspondencia con una revuelta de los saracenos
valencianos (caps. 70 y 73), aunque el regreso no fue directamente de París a Valencia,
véase SOLDEVILA 1995: I, 403-415.
[19] ms. enosen enossen
[20] Véase Desclot: «e acollí-lo molt gint, e hac gran goig de la sua venguda» (cap. 70).
[21] Véase SOLDEVILA 1995: I, 405-415, donde se comenta
también el relato de Francesc.
[22] Véase Desclot: «En Ferran
Sanxis [...] parlà e tractà
amb tots los cavallers de Catalunya e amb gran partida
d’aquells d’Aragó [...] que guerrejassen amb lo rei, son pare, e amb l’infant En Pere, son frare, e que tolguessen la terra al rei e a l’infant En Pere, que devia ésser rei aprés del rei son pare» (cap. 68).
[23] ms. quins quins
[24] ms. tant per jornades curt.
[25] Véase Desclot: «jo son molt fort malalt e vell, e conec que d’aquesta malaltia no poré guarir»
(cap. 73) y Muntaner: «E fo molt malalt, que no es podia llevar;
e tots los metges n’estaven
en mala opinió, e senyaladament per ço com ell havia més de vuitanta anys» (SOLDEVILA 1971 : cap. 26).
[26] Véase Desclot: «El rei son pare adoncs
donà-li poder sobre tota la sua terra, e dix-li que pensàs de menar la guerra contra·ls sarraïns e lliurà-li tota la sua compaya» (cap. 73), Crònica General: «E, axí, jo lliure’t
e et dó lo regne» (p. 124).
[27] Véase Desclot: «Quan lo rei hac donada la sua gràcia
a son fill l’enfant
En Pere [...] e l’hac fet senyor e hereu de
son regne, e l’infant En Pere, son fill, hac oïdes e enteses
les sues paraules,
plorant e sospirant de pietat» (cap. 73).
[28] También en Crònica General, versión aragonesa, el infante
Pedro mata personalmente a al-Azraq,
(ORCÁSTEGUI 1986: 98)
[29] Véase Desclot: «Bells fills,
pensats de la terra a governar, e amats vostre poble e siats-llur misericordiós [...] e tenits la terra en justeia e en dretura»
(cap. 73), y Crònica General: «lo dit sant rei En Jacme, en la sua reverent
vellesa, fo opremut en lo dit regne de febre contínua,
per la qual no podia defensar
lo dit regne. [...] dix: ‘[...] que en tu haja dretura
e misericòrdia, e hages amor e caritat
a les tues gents’»
(p. 128 y 125).