Juan Carlos Iglesias-Zoido
(Universidad de Extremadura)
Retórica, historiografía y
tradición clásica en la Estoria de España:
Alfonso VIII y las “Cortes” de Toledo
Rhetoric, Historiography and Classical Tradition in the Estoria de España: Alfonso VIII and the “Courts”
of Toledo
ABSTRACT: The objective of the present study is to analyze the influence of the
classical tradition in the episode of the “Courts” that preceded the battle of
las Navas de Tolosa. The complex intertextual relationships involved in this
episode only can be understood in its entirety from the point of view of the
classical legacy and the growing role of rhetoric in the writing of
historiography during the low Middle Ages.
KEY WORDS: Alfonso VIII, Estoria de España,
Courts of Toledo, rhetoric, historiography, classical tradition, Middle Ages.
RESUMEN: El objetivo del presente trabajo es analizar la influencia de la
tradición clásica sobre el episodio de las “Cortes” que precedió a la batalla
de las Navas de Tolosa. Las complejas relaciones intertextuales que se
entretejen en torno a este episodio sólo pueden ser entendidas en toda su
extensión desde el punto de vista del legado clásico y del papel creciente de
la retórica en la escritura de la historiografía durante la baja Edad Media.
PALABRAS CLAVE: Alfonso VIII, Estoria de España,
Cortes de Toledo, retórica, historiografía, tradición clásica, Edad Media.
Fecha de Recepción: 15 de junio de 2013.
Fecha de Aceptación: 15 de octubre
de 2013.
Nuestro objetivo es analizar la influencia de la tradición clásica sobre el “episodio de las
Cortes” (así vamos a denominarlo a lo largo de nuestro trabajo) que precedió a
la batalla de las Navas de Tolosa.[1] En concreto, estudiaremos el
modo en que un aspecto esencial de este episodio histórico (el papel jugado por
el rey Alfonso VIII en Toledo durante los días previos a la batalla), cuya
referencia historiográfica aparece inicialmente en la primera mitad del siglo
XIII (en la Historia de rebus Hispaniae
de Jiménez de Rada), pudo servir de excusa en épocas posteriores (en la Estoria de España de Alfonso X y en sus
sucesivas reescrituras a caballo entre los siglos XIII y XIV) para una
reelaboración en la que tradición clásica, retórica e historiografía aunaron
sus fuerzas. De hecho, las complejas relaciones intertextuales que se
entretejen en torno a este episodio sólo pueden ser entendidas en toda su
extensión desde el punto de vista del legado clásico y del papel creciente de
la retórica en la escritura de la historiografía durante la baja Edad Media.
1. La Estoria de España alfonsí: tradición clásica y contexto
creativo
La Estoria de España,
también conocida en la edición de Menéndez Pidal como Primera Crónica
General de España, es una magna compilación de carácter histórico elaborada
por iniciativa del rey castellano Alfonso X el Sabio (1221-1284), que suele ser
considerada como la primera historia de España escrita en romance. Sus amplios
contenidos abarcan un extenso período cronológico que parte de los orígenes
legendarios de España, sigue con una detallada visión de la Antigüedad
grecorromana y, de manera más concreta, acaba ofreciendo una historia de la
Península en su conjunto y del Reino de Castilla en particular que llega hasta
el reinado de Fernando III (1199-1252), monarca bajo cuya égida se unificaron
definitivamente las Coronas de Castilla y León.[2] Este contenido histórico suele
dividirse en cuatro grandes partes.[3] La primera comienza con el
papel jugado por los griegos en la Península (caps. 4-13) y, sobre todo, ofrece
una detallada historia de una Roma de la que los castellanos se consideran
herederos directos (caps. 23-364). La segunda parte cuenta la historia de los
reyes bárbaros y godos, entendidos como antecedentes de los reinos hispanos que
acabarían formándose en la Península. La tercera es una historia del reino asturiano,
desde el que comenzó la reconquista que hizo frente al dominio musulmán. Y,
finalmente, la cuarta ofrece una historia tanto del reino leonés como del
castellano, que unieron definitivamente sus destinos bajo el mando del rey
Fernando III.
En principio, por lo que puede comprobarse a través de esta visión de
su contenido, la parte más directamente influida por el mundo clásico es la
primera, que ofrece un amplio cuadro de la historia de Roma. Los compositores del
escriptorio de Alfonso X se sirvieron en diferente medida de otras crónicas
latinas medievales, de la Biblia, de la historiografía clásica latina que
estaba a su alcance, de obras épicas romanas, de cantares de gesta en romance
e, incluso, parece que también recurrieron a obras enciclopédicas
contemporáneas como el Speculum
Historiale de Vicente de Beauvais.[4] Mucho menos estudiadas desde
esta perspectiva del legado clásico son las otras partes de la crónica
castellana centradas ya en la historia peninsular desde los reyes godos hasta
mediados del siglo XIII. En este sentido, los estudios dedicados a las fuentes
utilizadas en el escriptorio alfonsí en la redacción de estas partes finales de
la Estoria de España destacan la
importante influencia de dos crónicas latinas que ofrecían el conocimiento más
completo de la historia de nuestro país que se tenía en aquel tiempo. Nos
referimos al De rebus Hispaniae (1243), del arzobispo Rodrigo Jiménez de
Rada,[5] empleada como fuente primaria
de la obra a partir de la historia de los reyes godos, y el Chronicon mundi
(1236) de Lucas de Tuy,[6] empleado como fuente
complementaria en el proceso de compilación.[7] Desde
el punto de vista del estudio de la tradición clásica, el fiel seguimiento del
texto de estas crónicas en el escriptorio alfonsí a la hora de redactar estas
partes finales de la Estoria de España
obligaría, por lo tanto, a llevar a cabo un análisis comparativo: sería
necesario estudiar previamente el modo en que el influjo clásico se produjo en
autores como Lucas de Tuy o Jiménez de Rada, para comprobar a continuación cómo
se llevó a cabo su adaptación años más tarde en la Estoria de España. En este sentido, frente a aquellos pasajes en
los que se siguiese al pie de la letra el texto de estas crónicas de la primera
mitad del siglo XIII, aquellos otros en los que se produjesen cambios y
modificaciones serían de gran interés para comprender el influjo clásico en la
obra alfonsí.
Sin embargo, ésta no es una tarea fácil a la vista de la variedad y
heterogeneidad de las fuentes empleadas en esta compilación histórica. De hecho,
el proceso de composición de esta magna obra ha sido una de las cuestiones más
complejas y debatidas de toda la literatura española. A ello se une una serie
de cuestiones de tipo textual que complican aún más su largo proceso de
elaboración. Así, la edición de Menéndez Pidal publicada en el año 1906, que
tituló Primera Crónica General, es en realidad la fusión de dos
manuscritos, de los cuales sólo uno y la primera parte del otro corresponden a
la labor del escritorio de Alfonso X llevada a cabo en el último tercio del
siglo XIII. El resto de los materiales del segundo manuscrito, que Menéndez
Pidal creyó original del escritorio alfonsí, hoy en día se considera que es un
conjunto de refundiciones y continuaciones elaboradas durante los reinados de
los reyes castellanos siguientes, desde Sancho IV (1284-1295) hasta Alfonso XI
(1311-1350), como demostró en su momento Diego Catalán.[8] Por ello la Estoria de
España tal y como ha llegado hasta nosotros debe ser entendida como el
resultado de dos diferentes momentos de elaboración: la Versión primitiva,
escrita entre los años 1260 y 1274, y la Versión crítica, que completó y
refundió el material de la versión inicial, terminada hacia 1274, con los
añadidos en una segunda redacción que se prolongó desde finales del siglo XIII
(en el reinado de Sancho IV) hasta bien entrado el XIV (reinado de Alfonso XI).
La clásica edición de Menéndez Pidal, por consiguiente, ha de ser entendida
como una amalgama de materiales en la que las dos versiones citadas de la Estoria
de España fueron complementadas con el aporte de diferentes materiales
extraídos de otras fuentes y que, muchas veces con una nueva visión de la
narración histórica, habrían sido compilados por el canciller Fernán Sánchez de
Valladolid a fines del reinado de Alfonso XI de Castilla, bisnieto de Alfonso X
el Sabio. Es decir, el texto que hoy tenemos de la Estoria de España comenzó a componerse a mediados del siglo XIII,
pero partes muy significativas fueron completadas y reelaboradas en diferentes
fases que llegan, por lo menos, hasta el primer tercio del siglo XIV. El
resultado definitivo es una crónica que, como consecuencia de su amplio y
variado contenido, alcanzó una gran difusión y se convirtió en obra de
referencia imprescindible en el ámbito hispano. De hecho, esta obra es la base
sobre la que se fundamentan otras historias de España publicadas hasta bien
entrada la Edad Moderna, como ocurre con la Historia
General de España del padre Juan de Mariana.[9]
Una vez destacado este complejo panorama textual, en el que
necesariamente hemos tenido que detenernos, el presente trabajo tiene como
objetivo estudiar la influencia del legado clásico en una de esas
interpolaciones presentes en la Cuarta Parte de la Estoria de España. Defendemos que en una de estas adiciones
posteriores, fruto de una época (en el paso del siglo XIII al XIV) en la que la
tradición clásica tiene mayor peso, se encuentra una de las pruebas más
interesantes de su influjo en la obra alfonsí. Esto es, al menos, lo que
intentaremos demostrar con el análisis del “episodio de las cortes” que forma
parte de los hechos que precedieron a la Batalla de las Navas de Tolosa. Un
pasaje que, además, nos permite comparar cómo se produjo ese influjo sobre
autores de la primera mitad del siglo XIII como Jiménez de Rada y cómo un mismo
referente clásico se adaptó años más tarde al nuevo contexto cultural en el que
se gestó la Estoria de España.
2. Los antecedentes de la batalla de las Navas de Tolosa
La batalla de las Navas de Tolosa es un episodio fundamental de la
historia de España que tuvo lugar el 16 de julio de 1212.[10] Un enfrentamiento militar que
supuso el momento cumbre de la cruzada que tanto el rey Alfonso VIII de
Castilla como el Papa Inocencio III habían convocado para luchar contra los
almohades que habían extendido su dominio sobre Al-Ándalus. El objetivo era
derrotar a las huestes almohades que, como consecuencia de su victoria sobre
los cristianos en la Batalla de Alarcos de 1195, habían recuperado la
iniciativa en un momento crucial en el que los norteafricanos llegaron a
amenazar la propia ciudad de Toledo y el Valle del Tajo en su conjunto. Y ese
objetivo esencial para la cristiandad se logró en la batalla de las Navas, que
pronto fue considerada como un momento cumbre de la Reconquista cristiana: el
que acabó facilitando la conquista definitiva de los territorios del sur de la
Península. Debido a la importancia y consecuencias de este enfrentamiento, es
lógico que la Primera Crónica General
le preste una especial atención. Al relato de esta batalla están dedicados los
capítulos 1010 y ss.[11] A primera vista, parece no
haber una gran diferencia entre este relato castellano y el que ofrecen las
fuentes latinas previas que habrían sido empleadas en el escriptorio
castellano, entre las que se destaca la crónica escrita por uno de los testigos
de los hechos relatados.
La Historia de rebus Hispaniae
de Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, es la fuente principal seguida
en esta parte de la obra alfonsí. En esta historia, enmarcada en el relato de
los hechos previos a la batalla, ocupa un papel fundamental la reunión en la
ciudad de Toledo de todas las tropas cristianas que acabarían tomando parte en
la lucha. Jiménez de Rada, con la intención de destacar el liderazgo de Alfonso
VIII, se detiene en la narración de los hechos que allí acontecieron motivados
por la llegada a la ciudad castellana de contingentes de muy variada
procedencia.[12] Así, en los primeros cuatro
capítulos del libro VIII el arzobispo describe con todo detalle la progresiva
llegada de los monarcas a la ciudad regia (cap. I),[13] la llegada de los
ultramontanos (cap. II)[14] y la concentración de obispos
y nobles procedentes de toda España (cap. III).[15] Una reunión que culmina con un
capítulo dedicado a resaltar la excelencia de las virtudes y la generosidad que
el rey Alfonso demostró al gobernar con prudencia sobre lo que Jiménez de Rada
denomina como “una muchedumbre tan abigarrada, tan distinta, tan opuesta” (cap.
IIII).[16] Se trata de una narración que,
curiosamente, ocupa en esta historia más espacio que el dedicado a la salida de
las tropas hacia el frente, a la toma de Malagón y, en definitiva, al relato
concreto del enfrentamiento entre moros y cristianos en tierras de Jaén.[17] Por lo tanto, el texto de
Jiménez de Rada se caracteriza por destacar la importancia de los hechos que
precedieron a la batalla. Acontecimientos que se sucedieron en el marco una
reunión de todos los aliados cristianos (concursus
omnium apud Toletum) que es denominada por el propio arzobispo con el
término congressus (cf. el título del
cap. III).[18] Sin duda, para Jiménez de Rada
este episodio del congressus de
Toledo era de especial importancia para su presentación elogiosa del rey
castellano.
En esta cuidada narración centrada en los hechos hay que destacar que
no se incluyen discursos que, a la manera de la historiografía grecolatina,
aporten datos y perspectivas complementarias del enfrentamiento.[19] Por ello mismo, y en claro
contraste, llama poderosamente la atención el modo en que este episodio ha sido
reelaborado en la Estoria de España
alfonsí. Sobre todo, el testimonio que proporciona el capítulo 1013, en el que los
narradores, siguiendo el texto de Jiménez de Rada, también prestaron una gran
atención a la descripción laudatoria del comportamiento del rey Alfonso VIII.
Se trata de un capítulo que, significativamente, está encabezado por un título
con reminiscencias retóricas que tiene como objetivo ensalzar la figura del rey
castellano: El capitulo dell avantaia de
las virtudes et de la franquez que el noble rey don Alffonso avie sobre los
otros. Es cierto que los propios redactores de la Estoria ponen de manifiesto que la fuente principal empleada
originalmente en el escriptorio de Alfonso X a la hora de relatar estos hechos
decisivos había sido la crónica escrita por Jiménez de Rada.[20] Sin embargo, hay un aspecto
compositivo que diferencia ambos textos. Mientras que en la crónica de Jiménez
de Rada (a la que constantemente se hace referencia) se ofrece un relato en el
que sólo se exponen hechos, en la versión alfonsí encontramos, en cambio, al
rey Alfonso VIII pronunciando una serie de discursos, que toman la forma de
arengas en estilo directo.[21] En este sentido, llama la
atención que los redactores de esta parte de la Estoria de España no hayan aprovechado el momento de la batalla
para insertar discursos exhortativos, tal y como encontramos en las crónicas
medievales de otros lugares de Europa.[22] De hecho, siendo fieles al
modo en que su fuente latina ha resaltado el comportamiento del rey en ese
momento previo desarrollado en Toledo y muy anterior a la lucha, la crónica
alfonsí ha optado por introducir una serie de arengas justo en este episodio y
no en otros lugares. Por medio de ellas, los cronistas presentan al rey
castellano exhortando a la lucha a los diferentes contingentes que conforman el
bando cristiano a través de unos discursos que ocupan la mayor parte del
capítulo. Dejamos el análisis del contenido de los discursos para un próximo
trabajo.[23] Ahora nuestro interés se
centra sobre todo en los pasajes narrativos que los introducen. Unos engarces que tienen gran importancia, ya
que en ellos los narradores aportan datos sobre el contexto en el que se
pronunciaron. Así, en primer lugar, se nos informa de que el rey Alfonso se
dirigió a sus “naturales”, los castellanos:
Et pora guisar esto ell muy noble rey don Alffonsso, diremos del su
muy complido seso que fizo: fizo partes destas yentes, et ayunto luego en la primera los
fijosdalgo et los otros omnes de armas sus naturales, et fizo sus cortes con
ellos et dixoles: “Amigos, entre todas estas yentes que aquí veedes, vos
sodes mios naturales et sodes fijos dalgo, et todos auedes derecho en bien …”
Los narradores afirman que el rey castellano pronunció su arenga en
un contexto que es denominado como unas cortes
(“et fizo sus cortes con ellos”). Un
dato muy significativo que va más allá del que aportaba Jiménez de Rada en su
historia, donde solamente hablaba de una concentración (congressum) de tropas aliadas.[24] La referencia introducida por
los narradores a que el rey “fizo sus cortes con ellos” es, sin duda, la excusa
que justifica la introducción de los discursos en estilo directo. Sin embargo,
la celebración de esas “cortes” es un dato que no aparece en ninguna más de las
fuentes contemporáneas y posteriores relativas a la batalla de las Navas.[25]
Acto seguido, y sin que medie nada más, los narradores nos informan
de un cambio aparente de contexto, ya que indican que el rey castellano se
reunió “otro día” con los contingentes procedentes de Aragón, Portugal, Galicia
y Asturias, a los que denomina con el apelativo común de “españoles”:
Desque los sus naturales ovo el rey don Alffonsso
puesto en recabdo desta guisa, apartosse otro dia con los de Aragon et portogaleses
et gallegos et asturianos, essos que y vinieron, et dixoles assi el rey don
Alffonsso: “Amigos, todos nos somos espannoles …”
En esta segunda arenga, Alfonso sobre todo incide en el mal causado
al conjunto de los españoles por las sucesivas invasiones moras, que llegaron a
relegar a los cristianos a unas montañas desde la que se ha emprendido la
reconquista del territorio hispano, destacando la oportunidad de vengar el mal
recibido. No hay más datos sobre el lugar concreto en el que se pronunciaron
estas palabras. En principio ya no podría hablarse de unas cortes en el sentido
político del término, pues el rey se está dirigiendo a quienes no son sus
súbditos y vasallos, pero lo cierto es que hay una clara continuidad entre este
discurso y el anterior. Continuidad que
se mantiene, en tercer lugar, cuando el rey Alfonso es representado en estilo
indirecto dirigiéndose a los extranjeros (las “yentes ultramontanas”), grupo
conformado por franceses, italianos y alemanes, a los que recuerda la cruzada cristiana
que les ha traído hasta tierras de Castilla y la posibilidad de enmendar el
daño causado por los musulmanes:
Empos esto, ovo otrossi el rey don Alffonsso su
fabla con las yentes ultramontanas, que eran los françeses et los de Leon de
sobrel Rodano, et los otros de allent esse ryo Rodano, et los de Italia, los de
Lombardia, los de Alemanna, et predicoles en razon de la eglesia de Cristo et
de la cristiandad, diziendoles com en la cristiandad et en la eglesia todos
eramos unos, et de cómo ell su danno alcaçaba a todos…
El contraste de este episodio con respecto a lo que relatan los
crónicas latinas utilizadas como fuente es especialmente llamativo. Sobre todo,
en relación a los datos concretos que se aportan sobre las cortes celebradas por el rey y sus alocuciones a los otros
componentes del ejército cristiano. En las obras históricas escritas en un
momento más próximo a la batalla no hay ninguna referencia a que se
pronunciasen arengas como las ahora insertadas ni a que se convocasen
formalmente esas cortes. Así, el Chronicon
Mundi de Lucas de Tuy, con su narración escueta de los hechos más
destacados de la campaña, no dice nada al respecto.[26] Mientras que Jiménez de Rada,
aunque describe con detalle la “concentración” de las diferentes tropas cristianas
en Toledo, apenas nos informa sobre las palabras que el Rey castellano pudo
haber dirigido a las huestes en su conjunto.
Ante estas diferencias a la hora de presentar este momento previo a
la batalla, la crítica ha considerado que es evidente que nos encontramos ante
un pasaje interpolado que, en una segunda redacción más tardía, habría
reelaborado la información procedente de la obra de Jiménez de Rada por medio
de la inclusión de los discursos. En esos mismos trabajos, ante la falta de
referentes previos sobre su pronunciación, se destaca el hecho de que estas
arengas han sido inventadas sin más. Para García Fitz, el conjunto de ideas
desarrollado en las tres arengas, desde lo más local a lo más universal, sería
el medio que emplearon los redactores de la crónica (o de la interpolación)
para mostrar a lo lectores “una mezcla de razones históricas, políticas,
jurídicas y religiosas que forman las distintas construcciones teóricas que
habitualmente conocemos bajo los apelativos de guerra justa, guerra santa, cruzada o reconquista”.[27] Para Alvira Cabrer, “lo más
probable es que este episodio ocurrido en Toledo no fuera real. Las fuentes
coetáneas y más fiables nada dicen de ello.”[28] Nos encontramos, por lo tanto,
ante una cuestión que, a pesar de su importancia, ha quedado sin responder por
los medievalistas, que optan por un análisis de la ideología subyacente a esas
intervenciones y su adecuación a las claves políticas del momento.[29] O que, en todo caso, se
plantean el momento en el que habrían sido interpolados estos discursos en la
traducción castellana de la crónica de Jiménez de Rada.[30] Cuestión en la que tampoco hay
unanimidad, ya que se barajan unas fechas que van desde el último tercio del
siglo XIII hasta bien entrado el siglo XIV. Hay autores que consideran que la
inclusión de las arengas pudo hacerse en plena época alfonsí.[31] Otros, como F. Bautista,
retrasan la interpolación de las arengas hasta el año 1289, durante la
elaboración de la Versión amplificada
de la Estoria de España o Versión de Sancho IV.[32] Y, finalmente, hay autores,
como Rodríguez-Velasco, que retrasan esta fecha hasta el reinado de Alfonso XI.[33]
En todo caso, hemos de destacar que en la bibliografía dedicada a
estudiar este episodio y sus diferentes implicaciones no se llega a plantear dos
cuestiones que consideramos básicas desde el punto de vista de la técnica
historiográfica. La primera es la causa de la introducción del contexto de unas
cortes como marco para la
pronunciación de las arengas. La segunda es por qué se insertaron las arengas
en este pasaje en concreto y no en otros más próximos a la batalla.
3.- Retórica,
historiografía y tradición clásica: el episodio de las “cortes”
Lo que parece un callejón sin salida para los historiadores[34] creemos que puede aclararse
atendiendo a un aspecto formal y retórico en el que la tradición clásica habría
jugado un papel muy destacado. No olvidemos que la principal característica de
este capítulo es la presentación elogiosa del rey Alfonso VIII, aprovechando el
relato de la reunión de los soldados cristianos en Toledo. El hecho de que se
trate de un pasaje que desde el principio (en la obra de Jiménez de Rada) tenía
un enfoque retórico es claro desde el momento en el que fue aprovechado años
más tarde (en la Estoria de España)
para la inclusión, a la manera de la historiografía grecorromana, de una serie
de discursos en estilo directo. Una novedad que permitía al lector de la obra
acceder a las palabras pronunciadas por el rey Alfonso VIII en ese momento y no
en otros más cercanos a la batalla de las Navas. Ocasión que, en claro
contraste, no dejaron de aprovechar obras históricas de los siglos siguientes,
que al relatar lo sucedido en esta batalla no dudaron en presentar incluso dos
discursos contrapuestos ante las huestes: los pronunciados por el rey Alfonso y
por el rey Moro.[35] La pregunta que nos planteamos
es por qué motivo los interpoladores, una vez que decidieron ofrecer a los
lectores las palabras pronunciadas por el rey Alfonso VIII, se decantaron por
hacerlo en el marco de esta reunión de tropas en Toledo y no en otros momentos
más próximos a la batalla. Desde este punto de vista, la clave para responder a
esta cuestión se encuentra en la relación entre retórica e historiografía y en
los diferentes modos en que el legado grecolatino fue interpretado entre los
siglos XIII y XIV.[36] De hecho, desde el punto de
vista de la tradición clásica, el pasaje interpolado, en sí mismo, ofrece un
ejemplo de la renovada importancia de la retórica y del discurso como elementos
esenciales del relato historiográfico que se observa en las obras la baja edad
media y que son un exponente de lo que se ha denominado como Pre-Humanismo.[37] Veámoslo punto por punto.
El punto de partida, como ya hemos indicado, es el relato de la
reunión de las tropas cristianas que ofrece Jiménez de Rada en su Historia de España (Libro VIII, caps.
I-IIII). Se trata de un episodio fundamental para entender la repercusión del
futuro enfrentamiento con los almohades: la concentración (congressus) de todos los contendientes en Toledo, que en ese
momento era la capital del reino. Todo ello rematado con un capítulo claramente
retórico en el que el arzobispo tiene el objetivo de ensalzar las cualidades de
Alfonso VIII como Rey, y que lleva el
siguiente título: Sobre la excelencia de
las virtudes y la generosidad del noble Alfonso:
Aunque no era fácil de gobernar una muchedumbre
tan abigarrada, tan distinta, tan opuesta, ni siquiera para el más paciente,
sin embargo el noble rey con su gran corazón todo lo llevaba con tranquilidad,
todo con quietud, todo con justicia, de manera que el aburrimiento lo trocaba
en virtud, superándolo con alegre semblante; las palabras desmesuradas tornaba
en mesura con su mesurada respuesta … su sabiduría teñida de gravedad lo
rubricaba todo de tal manera que su camaradería se hacía un alivio para los
demás, y su valentía, ejemplo, de manera que se podía decir de él: posee más
virtudes que todos los demás juntos. Adolescentes, jóvenes y los dotados de
vigor por la edad, viejos y ancianos, descubrieron qué ensalzar…[38]
Se trata de un pasaje que, además, hay que poner en relación con el
relato de la muerte del monarca (l. VIII, cap. XV), en el que Jiménez de Rada
cita las cinco virtudes que caracterizaron a Alfonso VIII: strenuitas, largitas, curialitas, sapientia y modestia.[39] Un aspecto en el que ha
incidido recientemente A. Arizaleta, quien ha destacado el claro enfoque
retórico de este capítulo destinado a ensalzar la figura del rey castellano.[40] Desde nuestro punto de vista,
teniendo en cuenta el énfasis que a lo largo de todo el capítulo se ha puesto
en destacar una serie de cualidades reales, entre las que se destaca la
liberalidad, parece claro que Jiménez de Rada está ensalzando una figura real
cuyas virtudes hay que entender en clave alejandrina.[41] Un proceder
que no sería extraño en la obra de un autor que prestó una especial atención a
la historia de Alejandro y que habría intentado usar en otros lugares de la
obra como modelo del comportamiento del rey castellano Alfonso VIII.[42] Profundizando en esta línea de
interpretación abierta por Arizaleta, pensamos que, en el episodio de los
antecedentes de la batalla de las Navas de Tolosa, el arzobispo castellano está
intentando trazar un paralelo erudito con un episodio concreto de la vida de
Alejandro que tiene gran importancia en la tradición medieval del macedonio.
Nos referimos a las “Cortes” convocadas por Alejandro justo tras la muerte de
Filipo, en las que reúne a todos los griegos y convoca la expedición contra el
enemigo persa que habrá de liberar definitivamente a los griegos. Ocasión en la
que el rey macedonio acabó dirigiendo a los participantes un discurso
exhortativo de gran importancia para entender la trascendencia de la empresa
militar que se iba a acometer. Este episodio de las “Cortes convocadas por
Alejandro”, del que no tenemos constancia en las fuentes conservadas de la Vulgata alejandrina difundida durante la
Antigüedad, tiene gran peso en toda la tradición medieval de Alejandro.[43] Ya encontramos este episodio
en una obra tardía y de contenido novelístico como es la Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia del Pseudo-Calístenes
(1.25) que, a través de la traducción latina de Julio Valerio, tuvo una gran
difusión durante el medievo:
Una vez que la ciudad de Pela recobró la
normalidad, subió Alejandro sobre el monumento a su padre Filipo y a grandes
voces dijo: “!Hijos de los peleos y de los macedonios, de los griegos y de los
anfictiones, acudid a reuniros conmigo, como camaradas de armas, y confiad en
mí, para realizar nuestra expedición contra los bárbaros! ¡Vamos a liberarnos
de la esclavitud de los persas, a fin de que no seamos esclavos de los
bárbaros, siendo griegos nosotros!” Tras haber pronunciado su discurso,
distribuyó Alejandro por todo el país sus decretos reales. Entonces,
reuniéndose gentes de todas las regiones, acudieron a Macedonia todos por su
propia voluntad, como si hubieran sido convocados por una voz emitida por los
dioses, para alistarse en el ejército. (trad. de C. García Gual)
Lo encontramos también en los diferentes textos medievales que
intentan reproducir los hechos relatados en el comienzo perdido (los dos
primeros libros) de la Historia de
Alejandro de Quinto Curcio. Y, en cualquier caso, el episodio de las “cortes” está bien documentado en la amplia y dispersa tradición medieval
sobre la vida y obras de este personaje histórico. Entre estos testimonios de
época medieval que lo ilustran, son destacables dos por su proximidad al
contexto en el que fue redactada la Estoria
de España alfonsí.
El primero es el episodio de la reunión de los griegos que
encontramos en el Libro de Alexandre
(estr. 199-210). Una obra fechada en diferentes momentos del siglo XIII que
tuvo una especial trascendencia en la corte castellana (se duda entre Fernando
III y Alfonso X como receptores de la obra) por su carácter de speculum principis y por su enfoque
enciclopédido.[44] En este contexto, hemos de
destacar un pasaje en el que el poeta se detiene a describir de manera muy
detallada cómo Alejandro, por medio de unos “pregones”, mandó reunir a todos
los hombres de su reino (ya fuesen peones o caballeros) para una reunión en la
que el macedonio les dirige un discurso exhortativo (en este caso definido como
un “sermón”):[45]
Fueron por tod’el regno los pregones echados,
los unos con menazas, los otros con falagos,
que a cab de tres meses fuesen todos llegados,
peones, cavalleros, todos bien aguisados.
Cuand’ oyeron las gentes tan cuitados pregones
esperar nos quisieron merinos nin sayones;
venián los cavalleros, sí fizién los peones,
-en Roma más apriesa non van a los perdones-.
La corte fue llegada como el rey mandara,
semejava que todos venién a fust’o a vara;
cuando los vió el rey, alegrósle la cara,
quisquier ge lo verié que la tenié más clara.
Sedién çerca del rey todos los ançïanos,
los de las barvas sarras, de los cabellos canos;
estavan más alexos los niños más livianos,
los le media edat pusieron los mediados.
Los pueblos eran muchos, grandes las peonadas;
non les cabién los campo, sedién más alongadas;
tanto eran las órdenes a razón assentadas
como si fuessen siuempre en aquello criadas
….
El rey sedié en medio a cada part catando,
cuanto más los catava, más se iba pagando;
todos oreja escucha estaban esperando
qué fablariá el rey que estaba callando.
Cuando él vió su hora, empeçó su sermón..."
Esta arenga de Alejandro recibe la respuesta unánime de los vasallos
que forman parte de este auditorio, que el propio poeta define expresamente
como un “senado” (c. 210): “Calló el rey con tanto, respuso el senado”.
El segundo testimonio lo encontramos en la Historia de Preliis Alexandri Magni, obra latina del siglo X
escrita por el arcipreste León de Nápoles,[46] de la que precisamente se
lleva a cabo una traducción al castellano en el escriptorio alfonsí. Se trata
de la versión que fue incluida en la Cuarta Parte de la Historia General de Alfonso X el Sabio, lo que nos muestra un
episodio que procede de la labor del mismo contexto creativo en el que se
compuso la Estoria de España:[47]
XII De cómo ayuntó el rey Alexandre a sus
pueblos después de la muerte de Filipo. Muerto el rey Philippo, ayuntó el
rey Alexandre los ricos omnes del regno de Macedonia e sus pueblos, e fizo sus cortes con ellos, e el día que
lo començó, assentósse por princep e señor en la siella del rey Philippo, so
padre, en su palacio, e dixo assí a todos: “Varones de Macedonia, los tracianos
e los tessalos e los griegos e los otros d’otras tierras que aquí estades,
catad e veed a Alexandre, e tened los ojos e los corazones en él…”
En este caso, Alejandro aparece representado ayuntando a sus pueblos y convocando unas cortes en las que reúne a unos contingentes de hombres que divide
en tres grupos (“varones de Macedonia”, “tracianos y tessalos e los griegos” y
“los d'otras tierras”), a los que exhorta a luchar contra el enemigo común, los
persas, antes de emprender la expedición a Asia. Este texto de la Historia General es de gran importancia.
De hecho, hay una clara relación entre la frase “ayuntó el rey Alexandre los ricos omnes del regno de Macedonia e
sus pueblos, e fizo sus cortes con ellos”
y la que encontramos encabezando el discurso de Alfonso VIII ante los
castellanos: “et ayunto luego en la
primera los fijosdalgo et los otros omnes de armas sus naturales, et fizo sus cortes con ellos”. Podría
decirse que el segundo texto ha sido compuesto a la luz del primero.
Un parangón que no sólo puede establecerse sobre la base de parecidos
meramente formales, sino a partir de claros puntos de contacto en cuanto a su
contenido. Si tomamos este episodio tal y como aparece en la tradición medieval
de Alejandro y lo comparamos con la reunión de aliados que celebra Alfonso VIII
en Toledo antes de la Batalla de las Navas de Tolosa, es evidente que nos
encontramos ante un paralelo que no sería difícil de establecer y que, en
origen, seguramente fue buscado de manera intencionada por Jiménez de Rada en
su historia. Desde el punto de vista de la mentalidad medieval castellana, se
producía una clara asimilación entre una escena y otra: en ambos casos estamos
ante unas convocatorias de tropas que suponen el comienzo de una campaña
decisiva contra un enemigo infiel y que anteceden a una lucha que cambiará para
siempre el curso de la historia. En un caso, la del conjunto de los macedonios,
griegos y mercenarios al mando de Alejandro; en el otro, el de los castellanos,
españoles y ultramontanos al mando de Alfonso VIII. La glorificación de Alfonso
quedaría aún más clara por los puntos de contacto con el comportamiento de
Alejandro. El lector se encontraría ante una especie de vidas paralelas implícitas.
Seguramente, tuvo que ser un relato que siguiese fielmente la
exposición de Jiménez de Rada lo que pudo haberse plasmado en la primera
versión de la Estoria de España de
Alfonso X en la que sólo se relataban los hechos previos a las Navas. Un texto
que se habría quedado en el nivel de la simple alusión literaria destinada a
los entendidos. Sin embargo, en la reelaboración posterior que se llevó a cabo
entre finales del siglo XIII y principios del XIV y que generó el texto que hoy
conocemos, los nuevos redactores decidieron aprovechar las posibilidades
retóricas que ofrecía este episodio e introdujeron como una clara interpolación
tres largas arengas que no estaban en las fuentes originales. Un proceder
coherente con un momento en el que la retórica empezaba a desempeñar un papel
cada vez más importante en la historiografía. Desde nuestra perspectiva,
creemos que se está reutilizando, con la intención de introducir discursos en
estilo directo, la alusión alejandrina a las cortes previas a la conquista de
Asia presente en el relato de Jiménez de Rada: un texto en el que se hablaba de
la reunión en Toledo de un ejército cristiano formado por “una muchedumbre tan
abigarrada, tan distinta, tan opuesta” y que el arzobispo había concebido para
ensalzar la figura del rey. Sobre esta base, las arengas interpoladas en la Estoria de España alfonsí permitían profundizar
en el referente alejandrino de las “Cortes” previas a la expedición que le dio
fama universal. Un referente donde también había una arenga del rey macedonio
dirigida a diferentes pueblos griegos: “Varones de Macedonia, los tracianos e
los tessalos e los griegos e los otros d’otras tierras que aquí estades...”.[48] Parece evidente que fue ese
empleo original en el contexto alejandrino del término cortes, que en ningún caso puede entenderse como la convocatoria
real de este órgano político castellano, la excusa que permitió la inclusión de
los discursos en la Estoria de España
y, en definitiva, es la prueba de que los interpoladores estaban utilizando
este referente alejandrino como modelo para llevar a cabo su amplificatio retórica.
4. Conclusiones
En conclusión, en el capítulo 1013 de la Estoria de España alfonsí estaríamos ante un pasaje en el que puede
percibirse con toda claridad dos maneras de entender el influjo de la tradición
clásica. Una alusión, buscada de manera consciente en la narración original de
Jiménez de Rada y que tenía como objetivo comparar la “concentración” en Toledo
previa a la batalla de las Navas con las “cortes” que la
tradición medieval atribuye a Alejandro antes de emprender la conquista de
Asia, fue tomada años más tarde como punto de partida para llevar a cabo un
ejercicio retórico de amplificación. Los autores de la interpolación
introducida en la Estoria de España
alfonsí, conscientes tanto del contenido retórico del pasaje de Jiménez de Rada
como del referente alejandrino de las cortes previas a la conquista de Asia, no
dudaron en insertar justo en este momento (y no antes o en medio de la batalla
de las Navas) los únicos discursos pronunciados por el rey castellano. Estamos,
por lo tanto, ante una interpolación que sólo puede explicarse, desde el punto
de vista de la intertextualidad, por la existencia de un claro referente
alejandrino en el que el monarca macedonio también pronunciaba ante unas cortes el discurso que acabó siendo
decisivo para las grandes conquistas que siguieron. El modo en que se llevó a
cabo esta amplificación y los modelos empleados por los redactores alfonsíes ya
son otra cuestión que será ampliamente tratada en un próximo trabajo.[49]
JUAN
CARLOS IGLESIAS-ZOIDO
Grupo
de Investigación "Arenga"
Universidad de Extremadura
iglesias@unex.es
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[1] Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación FFI2012-31812 del Ministerio de Economía y en el Grupo de Investigación “Arenga” de la Junta de Extremadura (HUM0023). Una primera aproximación al tema fue expuesta en una ponencia presentada en el XXII Coloquio Internacional de Filología Griega: La Tradición Clásica en España desde los inicios hasta el siglo XIII celebrado en el UNED en el mes de marzo de 2011. Expresamos nuestro agradecimiento a los revisores del texto por las apreciaciones y correcciones realizadas y, en particular, agradecemos al Dr. F. García Fitz varias sugerencias que han sido muy útiles para la redacción definitiva de este trabajo.
[2] Seguimos el
texto de la Primera Crónica General
editado por Menéndez Pidal y revisado en su tercera reimpresión por D. Catalán
(=PCGE 1977). En general, sobre la obra y el proceso de
composición seguido en el escriptorio alfonsí, cf. los trabajos de Catalán (1963) y (1997) y de Fernández Ordóñez (1988), (1992),
(1993) y (ed.) (2000), éstos últimos con abundante bibliografía actualizada.
[3] Con
respecto a la
segunda redacción de la Estoria de España o Versión crítica
(1283), que fragmentó en cuatro partes la primera original, cf. Fernández Ordóñez (1993).
[4] Cf., entre
otros, Solalinde (1941) y Donald (1943).
[5] Seguimos el
texto editado por Fernández Valverde
(1987) y la traducción de Fernández
Valverde (1989) con una buena introducción sobre la figura del
arzobispo. Sobre la labor historiográfica desarrollada por el arzobispo, cf.
los estudios publicados en el número monográfico 26 de la revista Cahiers de linguistique et de civilisation
hispaniques médiévales
[6] Seguimos el
texto editado por Falque (2003).
[7] Cf. Linehan (2000) y Fernández Ordóñez (2002-3) con respecto
a los puntos de contacto y diferencias entre la historiografía fernandina y la
alfonsí. Sobre el proceso de compilación seguido en la Estoria de España, cf. Martin
(1991) y Mitre (1994).
[8] Cf. Catalán (1997) y Fernández Ordóñez (1993).
[9] Cf. Cirot (1905) sobre el autor y su obra y
Braun (2007) y Kagan (2009) sobre el contexto
ideológico y político de la historiografía contemporánea y la adaptación de las
fuentes previas. Seguimos el texto de la edición castellana de 1601 en Mariana (1601).
[10] Cf. la
tesis de Alvira Cabrer (2000) y
su reelaboración en forma de libro en (2012) y, sobre todo, el trabajo de García Fitz (2005), reeditado en 2012
(Edición del VIII Centenario) y que es la obra de referencia para conocer todos
los aspectos de esta batalla.
[11] Cf. PCGE vol II (1977: 692 ss.)
[12] Sobre los
procedimientos de organización del relato y la importancia de la disposición en
capítulos dentro de la obra del toledano, cf. Fernández
Ordóñez (2003).
[13] Cf. HRH (1987: 259-260): "De adventu
regum ad urbem regiam".
[14] Cf. HRH (1987: 260): "De adventu
ultramontanorum ad bellum".
[15] Cf. HRH (1987: 261-262): "De concursu
pontificum et magnatum Hispaniae ad congressum".
[16] Cf. HRH (1987: 262-264): "De
prerogativa virtutum et largitatis nobilis Aldefonsi".
[17] Cf. HRH (1987: 264-270).
[18] Cf. para el
primer caso HRH (1987: 259), cap. I,
l. 5 y HRH (1987: 261), cap. III (titulus) para el segundo.
[19] Cf. Alvira Cabrer (2000: 390): “Para
Rodrigo de Toledo, por tanto, la arenga no es un hecho destacado dentro del
ritual de la batalla”. Un comportamiento, por otro lado, común en la mayor
parte de las crónicas hispanas de la primera mitad del siglo XIII. En este
sentido, cf. Linehan (1993).
[20] Cf. PCGE vol II (1977: 692, ll. 30-31): “ …mas
dize ell arzobispo –que era y en todos estos fechos- que maguer que esto assi
era…”; (1977: 694, ll. 3-4): “et dize el arzobispo don Rodrigo que fallaron…”.
[21] Cf. Alvira Cabrer (2000: 400): “Leyendo
este texto puede comprobarse que la Primera
Crónica General es la única crónica que hace de la arenga una parte
fundamental del recuerdo de Las Navas. De hecho, el autor concede a los
supuestos discursos de Alfonso VIII mucha más importancia, tanto en dimensiones
como en ideas, que a otros episodios de la campaña”.
[22] Cf. Bliese (1989) y (1991), quien analiza
los tópicos argumentativos empleados en las arengas insertadas en crónicas
europeas hasta mediados del siglo XIII. Cf. también García Fitz (2008).
[23] Cf. Iglesias-Zoido (2014).
[24] HRH (1987: 261).
[25] Cf. la
selección de textos historiográficos desde el siglo XIII hasta el siglo XVI recogida
en Alvira Cabrer (2010: 1745 y
ss.).
[26] Cf. Chronicon mundi, IV, 89-90, en TUY
(2003 : 329-330).
[27] Cf. García Fitz (2005: 392-394).
[28] Cf. Alvira Cabrer (2000: 400).
[29] Cf. Alvira Cabrer (2000:400): “En todo
caso, lo relevante no es que sucediera, sino la ideología que subyace bajo los
supuestos discursos del rey…”.
[30] Cf. Alvira Cabrer (2012:213): “Lo seguro es
que estamos ante un texto de origen desconocido que fue interpolado a una
traducción castellana del Toledano en, al menos, dos momentos posibles".
[31] Cf. Alvira Cabrer (2012:213-218), donde se
hace una amplia exposición de los factores ideológicos e históricos que podrían
fundamentar una u otra hipótesis.
[32] Cf. Bautista (2006: 73-75).
[33] Cf. Rodríguez Velasco (1993-1994), quien
defiende que la reelaboración de este pasaje debió realizarse durante el
reinado de Alfonso XI. Cf., en concreto, la pag. 57: “Este capítulo de la PCG … fue compuesto bajo el reinado de
Alfonso XI”.
[34] Cf. Alvira Cabrer (2000:405-6): “La
respuesta es difícil de contestar, pues desconocemos de qué fuente bebió el
compilador alfonsí”.
[35] Cf. Mariana (1601: 743-744).
[36] Cf. González Rolán, Saquero, López Fonseca (eds.)
(2000).
[37] Cf. Iglesias Zoido (2008) con respecto al
contexto general de este período.
[38] Cf. la
traducción de Fernández Valverde
(1989: 311)
[39] Cf. HRH
(1987: 270).
[40] Cf. Arizaleta (2003).
[41] Cf. Cary
(1956: 209 ss.): “Alexander’s secular reputation of Liberality”.
[42] Cf. al
respecto la tesis defendida en Arizaleta
(2003) y (2005).
[43] Cf. en este
sentido la obra fundamental de Cary
(1956). En general, sobre la tradición de Alejandro en la España medieval, cf. Zuwiyya (2011: 231-254), quien repasa
los hitos principales y ofrece una bibliografía actualizada.
[44] Cf. Arizaleta (2000: 5): “es una enciclopedia en romance y en versos
que reúne fragmentos de antología de diferentes fuentes”.
[45] Cf. Cañas
(1983: 121-122).
[46] Cf. Cary
(1956: 38 ss.).
[47] Cf. Alfonso X (1982: 73-4).
[48] Cf. Alfonso X (1982: 73-4).
[49] Cf. Iglesias-Zoido (2014), trabajo en el
que hacemos un análisis detallado de los modelos historiográficos seguidos por
los interpoladores para la elaboración de las arengas pronunciadas por el rey
Alfonso VIII.