Mª Violeta Pérez Custodio
(Universidad de Cádiz)
Los capítulos primero y segundo
del libro I de la Primera parte de los Comentarios reales del
Inca Garcilaso a la luz de la retórica grecolatina
The first and second
chapters of book I of the Primera parte
de los Comentarios reales
by the Inca Garcilaso in the light of
Greco-Roman rhetoric
ABSTRACT: This paper aims to offer an example of the influence of ancient
rhetoric in the first and second chapters of the first book of the Primera parte de los Comentarios reales
by the Inca Garcilaso, where the author deals with several cosmographic and
geographic topics under controversy, as it is usual in other chronicles of the
Indies. In order to do it, the argumentative structure of these chapters is
compared to the argumentative strategies contained in the thesis, the progymnasma
used from the Antiquity to practice how to amplify a matter of debate. One of
the variations of the thesis was
the “theoretical thesis”, dealing with
cosmographic issues closely related to the ones discussed by Garcilaso. The
similarity between the argumentative strategies recommended in the thesis and the ones used in the two
chapters analysed here suggest that the Inca took advantage of the resources
provided by this training exercise. It also reinforces the idea that the
Peruvian historian mastered the rhetorical technique, although he didn't
received any academic education.
KEY WORDS: Rhetoric, progymnasmata, thesis,
Inca Garcilaso, Primera parte de los Comentarios reales.
RESUMEN: Este artículo pretende ofrecer un ejemplo de la influencia de la
retórica antigua en los capítulos primero y segundo del libro primero de la Primera parte de los Comentarios reales del Inca Garcilaso,
donde el autor aborda la controversia sobre una serie de cuestiones
cosmográficas y geográficas, como sucede en otras crónicas de Indias
precedentes. Para ello se compara la estructura argumentativa de estos
capítulos con las estrategias de argumentación contenidas en la thesis, el progymnasma usado desde la antigüedad para entrenar la
amplificación de un tema a debate. Una de las variantes de la tesis eran las
llamadas “tesis teóricas”, que se ocupaban de cuestiones cosmográficas
semejantes a las que trata el Inca Garcilaso. La similitud entre las
estrategias argumentativas recomendadas en la thesis y las usadas en los dos capítulos aquí analizados permite
concluir que el Inca aprovechó los recursos proporcionados por este ejercicio
de entrenamiento y, en fin, refuerza la idea de que el historiador peruano
dominó la técnica retórica, aunque no recibiera formación académica.
PALABRAS CLAVE: Retórica,
progymnasmata, thesis, Inca Garcilaso, Primera
parte de los Comentarios reales.
Fecha de Recepción: 4 de octubre de 2013.
Fecha de Aceptación: 15 de octubre
de 2013.
Desde que los trabajos de Riva-Agüero, Miró Quesada, Durand, Porras Barrenechea y De la
Torre y del Cerro consiguieron poner en pie la bio-bibliografía del Inca,[1]
y Varner publicó su excelente monografía sobre el escritor mestizo, seguida de
la menos ambiciosa elaborada por Castanien,[2] el
interés por la obra del Inca Garcilaso y, en concreto, por los Comentarios reales, ha ido produciendo
una ingente cantidad de literatura nacida desde presupuestos muy diferentes,
tanto filológicos (tal es el caso de la indagación sobre las fuentes
historiográficas,[3]
los modelos literarios que pudieron influir en su factura[4] y la
influencia del método renacentista del comentario)[5] como
interdisciplinares (por ejemplo, los estudios de tipo ideológico que analizan
la obra como fenómeno de “transculturación”, testimonio del conflicto
colonizador y puente entre culturas,[6] o del
psicoanálisis).[7]
Una buena muestra de la atención que los garcilasistas siguen prestando a los Comentarios reales desde enfoques muy
diferentes es el reciente volumen titulado Entre
la espada y la pluma. El Inca Garcilaso de la Vega y sus Comentarios reales,
coordinado por Raquel Chang-Rodríguez.[8]
De entre las múltiples perspectivas empleadas para analizar la obra
que nos ocupa, el estudio de la influencia
de la preceptiva retórica antigua y contemporánea en la construcción de la
misma solo se ha aplicado de pasada y, en general, sin descender a estudios
concretos sobre el texto. Así, Don Abbott dedicó hace años un capítulo a
estudiar la influencia de la retórica en la obra de Garcilaso,[9]
donde afirma que “Although Garcilaso did not write a rhetoric manual, he was
influenced by the rhetorical tradition, and his works are models of the
rhetorician’s art”.[10]
En dicho trabajo señaló la influencia de cierto pasaje del De inuentione de Cicerón y, sirviéndose principalmente del estudio
monográfico de Margarita Zamora,[11]
mencionó el uso de la amplificatio
como forma de persuasión a lo largo de los Comentarios
reales. Ni el estudio de Abbott ni el de Zamora, sin embargo, especifican
qué manuales de retórica renacentista pudieron integrar el bagaje cultural del
historiador incaico y condicionar la construcción del texto y el estilo,
mostrándolo en el análisis de textos concretos. Otros estudios, como el de
Pupo-Walker,[12]
identifican estrategias retóricas presentes en la obra, como, por ejemplo, el
uso de digresiones (relatos, anécdotas, descripciones), pero no vinculan el uso
de las mismas con la aplicación de determinados recursos literarios y
lingüísticos ya previstos en la teoría retórica antigua y actualizados en los
manuales renacentistas sobre la materia.
Está aceptado, pues, que Garcilaso no pudo escapar a las tendencias
literarias de su época y que, como todo escritor, fue fruto de su formación y
de sus lecturas, pero faltan estudios que permitan constatar esa idea general
directamente en los textos. Por ello me propongo analizar desde una perspectiva
exclusivamente retórica los dos primeros capítulos del libro primero de la Primera
parte de los Comentarios reales, cuyo carácter cosmo-geográfico queda
patente en los lemmata que los preceden: “Si hay muchos mundos. Trata de
las cinco zonas” y “Si hay antípodas”. De estos capítulos, el primero, como
ahora veremos, ha llamado la atención de los estudiosos, que lo han abordado
desde un enfoque social y cultural. Mi intención, en cambio, es explicar el
texto desde otra perspectiva, a saber, la de la influencia que en la
construcción argumentativa de estos capítulos tuvo la estrategia de
amplificación prescrita en el ejercicio de la tesis (thesis), uno de los
progymnasmata incluidos en las colecciones de Teón, Hermógenes y
Aftonio, cuyo uso generalizado en la enseñanza de los siglos XVI y XVII los
convirtió en la base del entrenamiento compositivo.
I. Aproximaciones
no retóricas a los capítulos primero y segundo.
Como ya se ha apuntado, el capítulo primero ha sido objeto de varios
estudios específicos desde el punto de vista sociológico, cultural e
ideológico. No ha sido ese el caso -hasta donde sé- del capítulo segundo, pese
a su evidente conexión con el anterior. Dentro de esta línea de acercamiento al
texto contamos, entre otros, con los trabajos que siguen. Mazzotti[13] ha
defendido que el capítulo primero tiene por objeto validar “a mestizo
discourse” a través del reconocimiento del mundo como un todo único de creación
divina, donde incluso las zonas consideradas extremas (la tórrida y las frías)
son habitables. Según el citado estudioso, la descripción de la zona tórrida
como habitable cumple con tres propósitos: enlazar con el discurso ya presente
en la historiografía sobre el Nuevo Mundo en torno a la configuración natural
de este; establecer la posibilidad de la existencia de la diversidad dentro de
la uniformidad y, en tercer lugar, sugerir que la realidad situada más allá de
la zona templada (la cultura europea) está también determinada por un orden
lógico. Además, Mazotti vincula el capítulo primero con el pensamiento de
evangelizadores como Bartolomé de las Casas, que postulaba la incoherencia de
que Dios hubiera creado estos pueblos sin dotarles de la capacidad de ser
cristianizados, lo que les excluiría del cuerpo místico de Cristo.
El discurso transcultural en este mismo capítulo ha sido analizado
por Wey- Gómez,[14]
cuya tesis es que el sujeto escritural (no la persona histórica) de los Comentarios reales se inscribe en el
texto adoptando distintos puntos de vista correspondientes a su opuesta
posición de indio y europeo, colonizado y colonizador. El citado estudioso
señala el vínculo entre este capítulo inicial y las partes correspondientes en
las obras de López de Gómara y José de Acosta, así como los referentes
culturales que explican los argumentos enunciados por el Inca para afirmar que
sólo hay un mundo y que existe paso por la zona tórrida, que, además, es
habitable. Aunque Wey-Gómez bordea en algún momento el enfoque retórico, su
contribución se limita al análisis de los distintos puntos de vista desde los
que se expresa el sujeto escritural y a señalar la influencia de la retórica
renacentista sin mayores especificaciones.
También el capítulo primero ha sido objeto de un estudio monográfico
de tipo ideológico-cultural por parte de Serés[15], que
propone elucidar el concepto del mundo subyacente en el texto en base a la
influencia del pensamiento de San Agustín, quien había establecido que todas
las regiones del mundo y sus habitantes estaban previstas por el plan divino.
Según el citado estudioso, esta idea de unidad de la creación permitió al Inca
establecer lo que el autor llama una “translatio
o correlato bíblico-mitológico, e incluso legal o moral”, y una “translatio religionis”.
Por último, Raquel Chang-Rodríguez se ha ocupado de profundizar en la
mención del Cabo de Passau y la zona tórrida en el capítulo primero como parte
de un análisis de la escena siguiendo el modelo propuesto por Burke.[16]
Todos estos estudios, en suma, han enriquecido nuestro conocimiento
del texto “desde fuera”, es decir, como producto de ideas heredadas sobre el
mundo y el hombre, y de las tensiones derivadas del choque de culturas. El
enfoque que propongo es una explicación del texto que “desde dentro” permita
hacer visible cómo el genio narrativo del Inca se apoyó en estructuras
retóricas aprendidas.
II. Aproximación
retórica a los capítulos primero y segundo
Como es bien sabido, la Primera parte de los Comentarios reales,
obra de larga factura en el tiempo y salida en Lisboa en 1609[17]
cuando su autor era ya un anciano, narra a lo largo de nueve libros el origen
de los Incas, la fundación del Cuzco y múltiples episodios de la historia de
este pueblo, a la vez que desgrana variopintas informaciones sobre su cultura,
costumbres e instituciones. Todo este material va introducido por los dos
capítulos de carácter cosmográfico y geográfico a los que me he referido.
El Inca justifica la inserción de dichos materiales al comienzo por
la necesidad de entroncar con la tradición literaria, es decir, con un cierto
modo de construir la estructura de este tipo de obras, que implicaba tratar al
inicio una serie de cuestiones cosmográficas y geográficas, largamente
debatidas por los filósofos antiguos, pero que seguían atrayendo la atención de
los hombres de su época:
Habiendo
de tratar del Nuevo Mundo o de la mejor y más principal parte suya, que son los
reinos y provincias del Imperio llamado Perú, de cuyas antiguallas y origen de
sus Reyes pretendemos escribir, parece que fuera justo, conforme a la común
costumbre de los escritores, tratar aquí al principio si el mundo es uno sólo o
si hay muchos mundos; si es llano o redondo, y si también lo es el cielo
redondo o llano; si es habitable toda la tierra o no más de las zonas
templadas; si hay paso de una templada a otra; si hay antípodas y cuáles son de
cuáles, y otras cosas semejantes que los antiguos filósofos muy larga y
curiosamente trataron y los modernos no dejan de platicar y escribir, siguiendo
cada cual opinión que más le agrada.[18]
El cliché de seguir la costumbre de otros escritores para así
justificar una cierta manera de hacer las cosas e inscribirse dentro de la
tradición literaria es de frecuente aparición en los textos de carácter
preliminar tanto latinos como romances del XVI y XVII, donde suele aparecer en
las cartas dedicatorias. Así, por ejemplo, el propio Inca lo utiliza justo al
inicio de la carta con que dedica la obra “A la Serenísima princesa Doña
Catalina de Portugal, Duquesa de Braganza, etc.”:
La común costumbre de los antiguos y modernos
escritores (…) me dio ánimo, Serenísima Princesa, a que yo,
imitando el ejemplo de ellos, me atreviese a dedicar estos Comentarios a
Vuestra Alteza.[19]
Otros dos ejemplos de este cliché se encuentran en la carta
dedicatoria a Carlos V de la Silva de varia lección de Pedro de Mejía:
Esta es
ya muy antigua y muy introduzida costumbre, Sacra, Cessárea y Cathólica
Magestad, de todos los estudiosos y hombres de letras, dirigir y offrescer sus
obras (…)[20]
Y en la carta con la que Alfonso de Torres dedicó sus Rhetoricae
Exercitationes a Fernando Suárez de Toledo en 1569:
Vetus est consuetudo, iam usque ab heroicis ducta
temporibus, (…) ut (...)Moecenatem sibi quaerant (...)[21]
El Inca, pues, echaba mano de este socorrido tópico para justificar
el inicio de la Primera parte de sus Comentarios reales con esos
capítulos de índole cosmo-geográfica. Una ojeada a las crónicas de Indias
precedentes permite confirmar que, en efecto, algunas de ellas también
arrancaban así. Tal sucede, por ejemplo, en la Historia General de las
Indias y Conquista de México de Francisco López de Gómara (Zaragoza: Miguel
Capila, 1552) y en la Historia natural y moral de las Indias de José de
Acosta (Sevilla: Juan de León, 1590).
La primera se inicia con los siguientes capítulos: “El mundo es uno y
no muchos, como algunos filósofos pensaron” (cap. 2), “Que el mundo es redondo, y no llano”
(cap.3), “Que no solamente es el mundo habitable, mas que también es habitado”
(cap.4), “Que hay antípodas, y por qué se dicen así” (cap. 5), “Dónde, quién y
cuáles son antípodas” (cap. 6) y “Que hay paso de nosotros a los antípodas,
contra la común opinión de filósofos” (cap. 7).[22]
La segunda dedica todo el libro primero a cuestiones de esta índole.
Entre los capítulos que lo conforman se encuentran algunos que tratan temas
claramente coincidentes con los abordados por el Inca, como son, por ejemplo,
“Que el cielo es redondo por todas partes, y se mueve en torno de sí mismo”
(cap. 2), “En que se responde a lo que se alega de la Escritura contra la
redondez del cielo” (cap. 4), “En que se reprueba la opinión de Lactancio, que
dijo no haber Antípodas” (cap. 7), “Del motivo que tuvo San Agustín para negar
los Antípodas” (cap. 8), “De qué modo pudieron venir a Indias los primeros
hombres, y que no navegaron de propósito a estas partes” (cap. 16), “Que se
puede pensar que los primeros pobladores de Indias aportaron a ellas echados de
tormenta, y contra su voluntad” (cap. 20), “Que, con todo eso, es más conforme
a buena razón pensar que vinieron por tierra los primeros pobladores de Indias”
(cap. 20) y “En qué manera pasaron bestias y ganados a las tierras de Indias”
(cap. 21).[23]
Estas eruditas disertaciones cumplían con un propósito específico:
situar el Nuevo Mundo en el globo terráqueo y establecer su posición en la
división de este en zonas, así como documentar la existencia de un paso entre
Europa y América, cuyo descubrimiento había permitido ir desmontando parte de
las ideas tradicionalmente aceptadas sobre la esfera terrestre. La imagen del
mundo, reflejada desde la segunda mitad
del XV en una cartografía de claro influjo ptolemaico,[24]
heredaba en buena medida la concepción aristotélica de la división en cinco
zonas climáticas horizontales (dos polares, una ecuatorial y dos intermedias),
de las que solo serían habitables las dos intermedias; a su vez, de ellas solo
se tenía por accesible la intermedia septentrional, dado que la correspondiente
meridional (conocida como antípodas) se consideraba aislada por barreras
naturales. El debate sobre las peculiaridades de esta zona inaccesible, que ya
desde Plinio se postulaba habitada por unos seres anómalos, los antípodas,[25]
desbordaba lo meramente geográfico para entrar en lo teológico, pues planteaba
conflictos como el de la existencia de seres monstruosos que no podían haber
sido hechos a imagen y semejanza de Dios, como el resto de la humanidad. [26]
El descubrimiento por parte de los navegantes portugueses de finales
del XV de rutas para acceder a la zona ecuatorial y al hemisferio meridional,
así como los viajes colombinos y las numerosas expediciones de descubierta
posteriores pusieron en tela de juicio una parte de este saber heredado, ahora
contrastable por la experiencia y sujeto a revisión. Es por ello que el Inca
justifica la brevedad con que va a tratar estas cuestiones no sólo recurriendo
al consabido tópico de la modestia (“ni las fuerzas de un indio pueden presumir
tanto”), sino también a lo que era la realidad: “porque la experiencia, después
que se descubrió lo que llaman Nuevo Mundo, nos ha desengañado de la mayor
parte de estas dudas”.[27]
Por otro lado, esta “común costumbre de los escritores” de iniciar
con consideraciones geográficas las obras que trataban de la historia de
pueblos pertenecientes a otras culturas tampoco era una innovación de los
cronistas de Indias, sino que hundía sus raíces mucho más atrás, en las letras
grecolatinas, donde este tipo de textos se abrían a menudo con una descripción
del medio físico. Dos ejemplos bien conocidos son los Commentarii de Bello
Gallico de César, cuya influencia en la obra del Inca ha sido sostenida por
varios estudiosos,[28]
o la Germania de Tácito.[29]
El Inca, pues, siguió una senda trillada, pero esta realidad solo
explica por qué los dos citados capítulos aparecen al inicio de la obra y no
por qué se construyeron y argumentaron de una determinada manera. Para ello es
necesario releer los textos a la luz de la preceptiva sobre el progymnasma
de la tesis, el ejercicio retórico elemental que enseñaba cómo desarrollar una
cuestión controvertida a través de unas sencillas pautas amplificatorias ya
aprendidas en los ejercicios previos de la refutación y la confirmación.
Los antiguos manuales de ejercicios compositivos para entrenar la
facultad de la invención (progymnasmata) de Teón, Hermógenes y Aftonio,[30]
establecían dos modalidades de tesis[31] según
la materia. Por un lado, las llamadas por Teón “tesis prácticas” y por
Hermógenes y Aftonio “tesis civiles”, tenían como objeto un asunto del interés
general vinculado a la realización de una actividad. Eras propias de la
política y se ilustraban con cuestiones como “si es conveniente casarse”, “si
es conveniente navegar”, o “si es conveniente hacer fortificaciones”. Por otro,
en las llamadas por Teón, Hermógenes y Aftonio “tesis teóricas” (Hermógenes
también las llama “no civiles”) la controversia giraba en torno a un tema de
carácter intelectual y especulativo; su finalidad era la mejora del conocimiento
y su ámbito, el filosófico y científico. Estas controversias se ilustraban
mayoritariamente con temas de carácter cosmográfico cuyo enunciado presenta una
evidente similitud con los capítulos de los Comentarios
reales que ahora nos interesan. Así, Teón propone “si los dioses se
preocupan del mundo”; Hermógenes, “si el mundo es redondo”, “si hay muchos
mundos” y “si el sol es fuego”, y Aftonio, “si el cielo es de forma esférica” y
“si hay muchos mundos.”[32]
Independiente de la categoría en que la controversia encajase,[33]
las instrucciones para la construcción del texto eran las mismas. De hecho,
Teón ofrece al lector el desarrollo de un tema de cada tipo: “si el sabio debe
ocuparse de la política” (tesis práctica) y “si los dioses se preocupan del
mundo” (tesis teórica), para hacer ver la identidad de los lugares de
argumentación, y Aftonio propone como temas “si el cielo tiene forma esférica”
y “si hay muchos mundos”, pero elige para ilustrar la amplificación un tema de
tesis práctica “si es conveniente casarse”, que desarrolla siguiendo la pauta
común a la doble tipología.[34]
Los manuales de progymnasmata publicados a lo largo del XVI y
comienzos del XVII[35]
siguieron repitiendo estos mismos temas de carácter cosmográfico al tratar de
las tesis teóricas o de conocimiento. Así, el vendidísimo manual de R. Lorich,
impreso en numerosas ciudades europeas a partir de 1540[36] y
punto de referencia de los textos progymnasmáticos publicados en España,[37]
presentaba entre los ejemplos de tesis teórica, contemplativa o especulativa,
los ya citados “an globosum coelum” (si el cielo es esférico) y “an multi sint
mundi” (si hay muchos mundos), a los que añadía, entre otros nuevos, “sintne
Antipodes” (si existen los antípodas).[38]
En España Alfonso de Torres en sus Rhetoricae Exercitationes (1569),
siguiendo la clasificación de Aftonio, distinguía igualmente entre la thesis actionis (tesis de acción) y la thesis cognitionis (tesis de conocimiento), donde incluía como ejemplos
“an rotundum sit caelum” (si el cielo es redondo), “an aliquid se ipso moueri
possit” (si algo puede moverse por sí mismo), y “an plures sint mundi, sintne
antipodes, an mundus sit sempiternus” (si hay muchos mundos, si existen los
antípodas, si el mundo es eterno).[39]
Palmireno en los ejercicios retóricos de la Segunda
parte del Latino de repente (1573) recoge los mismos temas: “an pilae
formam habeat mundus, uel an sit globosum; sintne antipodes, sitne syderum
musica. An multi sint mundi” (si el mundo tiene forma de pelota, o si es esférico;
si existen los antípodas, si existe la música de los astros).[40]
El jesuita Bartolomé Bravo en sus progymnasmata (1598) propone como tema
de thesis cognitinionis una cuestión cosmográfica: “an sol magnitudine
multis partibus terram superet” (si el tamaño del sol es mucho mayor que el de
la tierra),[41]
y, ya bien metidos en el XVII, en Francia el también jesuita François Pomey
(1661) en su Candidatus rhetoricae repite la división tradicional de las
tesis e ilustra la de conocimiento con el tema “an Sol sit maior terra” (si el
Sol es mayor que la Tierra).[42]
El tratamiento, pues, de una controversia cosmográfica ya estaba
resuelto desde la antigüedad a través de un conjunto de estrategias
argumentativas cuya versión más amplia se encontraba en el manual de Teón,
quien recomienda servirse “de los lugares que sea posible”, escogidos de entre
un amplio repertorio en función de la naturaleza específica de la materia a
debate. Aunque la colección más difundida fuera la de Aftonio, hay indicios que
permiten atestiguar la circulación de los progymnamata de Teón en la
España del XVI a través de la traducción latina de J. Camerarius (Basilea:
1541) y la de los progymnasmata de Hermógenes a través de la versión
latina de Prisciano.[43]
El listado desmenuzado por Teón comprende los argumentos en positivo (si el
hecho es posible, si se acomoda a la naturaleza, costumbres y usos de los
hombres, si es fácil, si lo ha hecho únicamente uno o lo han hecho muchos, si
se ha hecho por primera vez, si es adecuado, si es piadoso, si es necesario,
útil y conveniente para la seguridad, si es origen de hechos de importancia, si
es agradable y, si en caso de no realizarse, acarrea consecuencias negativas),
y sus correspondientes negativos. Añade, en fin, muchos otros criterios
complementarios: el de semejanza y desigualdad, finalidad, circunstancias,
testimonios de los antiguos, etc. e incluye estrategias para combinar los
argumentos de forma efectiva: la secuencia de argumentos fuertes y débiles, la
oportunidad de la omisión de argumentos, etc. Hermógenes y Aftonio, por su
parte, presentan un listado de argumentos mucho más simplificado que solo
comprende cuatro: los de legalidad, justicia, conveniencia y posibilidad.[44]
Pues bien, dicho esto, vayamos
ahora a los textos de los dos capítulos que inician la Primera parte de los
Comentarios reales y veamos cómo su estructura responde a la hilvanación
de una serie de argumentos que figuran entre los prescritos desde la antigüedad
para el tratamiento de las tesis, aplicados en este caso a controversias del
tipo teórico o especulativo.
1. Capítulo primero: Si hay muchos mundos. Trata de las cinco
zonas.
1.1. Argumentación sobre “si hay muchos mundos”:
Mas confiado en la infinita
misericordia, digo que a lo primero se podrá afirmar que no hay más que un
mundo, y aunque llamamos Mundo Viejo y Mundo Nuevo, es por haberse descubierto
nuevamente para nosotros, y no porque sean dos, sino todo uno. Y a los que todavía imaginaren que hay
muchos mundos, no hay para qué responderles, sino que estén en sus
heréticas imaginaciones hasta que en el infierno se desengañen de ellas.[45]
El Inca usa una estrategia de argumentación sorprendente: la de no
dar ningún argumento por considerar la cuestión evidente y ya superada. Así era
en realidad, pues basta remitirse, por ejemplo, a la crónica de López de
Gómara, bien conocida de Garcilaso, para encontrar este punto ya resuelto.[46]
Sin embargo, la omisión de unos argumentos para aducir luego otros de más peso
es un recurso mencionado por Teón. La finalidad no era sino potenciar el efecto
de lo que viene detrás:
La disposición se ajusta a
cualquier cuestión cuando, tras decir primeramente los argumentos más sencillos
y de menos peso o incluso, más bien, omitiéndolos, tomamos los más
impresionantes y de más peso.[47]
1.2.
Argumentación sobre “si el mundo
es llano o redondo”:
Y a los que dudan, si hay alguno
que lo dude, si es llano o redondo, se
podrá satisfacer con el testimonio de los que han dado la vuelta a todo
él o a la mayor parte, como los de la nao Victoria y otros que después de acá
le han rodeado.[48]
Se recurre para apoyar la redondez del mundo al argumento del
testimonio, identificado con una marca léxica evidente (“se podrá satisfacer
con el testimonio”) e igualmente incluido en el listado de Teón, quien
recomienda el recurso a la autoridad reconocida:
Por otro lado, si hay alguien que
sea muy perfeccionista, ha de ir tomando uno por uno los lugares de
argumentación antes mencionados, así como los testimonios de poetas, políticos y filósofos distinguidos.[49]
1.3. Argumentación sobre “si el cielo es redondo”. El Inca
recurre de nuevo al valor demostrativo del testimonio, en este caso el de la
máxima autoridad: la palabra divina.
Y a lo del cielo, si también es
llano o redondo, se podrá responder
con las palabras del real profeta: Extendens caelum sicut pellem,
en las cuales nos quiso mostrar la forma y hechura de la obra, dando la una por
ejemplo de la otra, diciendo: que extendiste el cielo así como la piel, esto
es, cubriendo con el cielo este gran cuerpo de los cuatro elementos en redondo,
así como cubriste con la piel en redondo el cuerpo del animal, no solamente lo
principal de él, mas también todas sus partes, por pequeñas que sean.[50]
El argumento también se identifica con una evidente marca léxica: “se
podrá responder con las palabras”.
1.4. Argumentación sobre “si las cinco zonas del mundo son
habitables”. En este punto el Inca sustenta una posición a contrario,
pues defiende que es imposible que ciertas zonas sean inhabitables e
inaccesibles. El argumento de imposibilidad es el reverso del de posibilidad y
está contemplado entre las estrategias de Teón cuando afirma que se puede
argumentar mediante la inversión de un argumento positivo.[51] El
argumento de posibilidad aparece citado también en Hermógenes y Aftonio.[52]
Para cimentar la defensa de
la imposibilidad, el Inca recurre a los siguientes tópicos:
1.4.1. El argumento del testimonio propio.
Si anteriormente Garcilaso ha mencionado la autoridad de la
experiencia de los navegantes y de la palabra sagrada, ahora aduce su
testimonio personal. Este nuevo uso del valor del testimonio se corresponde con
la marca léxica “puedo afirmar” y el uso de la primera persona:
A los que afirman que de las
cinco partes del mundo que llaman zonas no son habitables más de las dos
templadas, y que la del medio por su excesivo calor y las dos de los cabos por
el demasiado frío son inhabitables, y que de la una zona habitable no se puede
pasar a la otra habitable por el calor demasiado que hay en medio, puedo afirmar, demás de lo que todos
saben, que yo nací en la
tórrida zona, que es en el Cuzco, y me
crié en ella hasta los veinte años, y he estado en la otra zona templada de la otra parte del
Trópico de Capricornio, a la parte del Sur, en los últimos términos de los
Charcas, que son los Chichas, y, para venir a esta otra templada de la parte
del norte, donde escribo esto, pasé
por la tórrida zona y la atravesé
toda y estuve tres días
naturales debajo de la línea equinoccial, donde dicen que para
perpendicularmente, que es en el cabo de Passau, por todo lo cual digo que es habitable la zona
tórrida también como las templadas.[53]
1.4.2. El argumento del testimonio ajeno.
En esta ocasión se desmiente la opinión heredada a través del
testimonio de autoridad “de los que saben más que yo”. La marca léxica correspondiente
es el término “Remítome”.
De las zonas frías quisiera decir
por vista de ojos como de las otras tres. Remítome a los que saben de ellas más que yo.[54]
1.4.3 El argumento de inutilidad:
A los que dicen que por su mucha
frialdad son inhabitables, osaré decir, con los que tienen lo contrario, que
también son habitables como las demás, porque en buena consideración no es de
imaginar, cuanto más de creer, que partes tan grandes del mundo las hiciese Dios inútiles, habiéndolo
criado todo para que lo habitasen los hombres (...).[55]
El texto se construye sobre el argumento de utilidad a contrario,
claramente identificable en el término “inútiles”. Teón lo enumera al señalar
que podemos argumentar que algo “es útil”.[56]
1.4.4. El argumento de semejanza.
Teón señala que podemos argumentar “también basándonos en la
semejanza: en efecto, si se debe elegir lo semejante, también se debe elegir
esto”.[57]
El Inca se sirve de este tópico en los dos pasajes siguientes:
Antes se debe creer que el Señor,
como padre sabio y poderoso, y la naturaleza, como madre universal y piadosa,
hubiesen remediado los inconvenientes de la frialdad con templanza de calor, como remediaron el demasiado calor
de la tórrida zona con tantas nieves, fuentes, ríos y lagos como en el Perú se
hallan.[58]
La índole del argumento se evidencia aquí a través de la marca léxica
“como”. El citado tópico se combina, además, con el criterio de “inadecuación”
o “incoherencia”, que establece la falta de concordancia, en este caso, entre
la sabiduría divina y natural, protectoras del género humano (“el Señor, como
padre sabio y piadoso, y la naturaleza, como madre universal y piadosa”), y la
creación de zonas climatológicamente extremas y, por tanto, hostiles a la vida.
Teón define este argumento cuando establece que puede apuntalarse una idea
señalando que el hecho “está de acuerdo con la naturaleza y con las costumbres
y usos comunes a todos los hombres, pues para hacer algo no basta con que ello
sea posible, si no está conforme con la naturaleza y con la ley”.[59]
En el segundo pasaje el argumento de semejanza se articula a través
de la marca léxica “a esta semejanza”:
Y es de saber que en la tórrida
zona, en lo que de ella alcanza el Perú, no consiste el calor ni el frío en
distancia de regiones, ni en estar más lejos ni más cerca de la equinoccial,
sino en estar más alto o más bajo de una misma región y en muy poca distancia
de tierra, como adelante se dirá más largo. Digo, pues, que a esta semejanza se puede creer
también que las zonas frías estén templadas y sean habitables, como lo tienen
muchos graves autores, aunque no por vista y experiencia; pero basta haberlo
dado a entender así el mismo Dios, cuando crió al hombre y le dijo: “creced y
multiplicad y henchid la tierra y sojuzgarla”. Por donde se ve que es
habitable, porque si no lo fuera ni se podía sojuzgar ni llenar de
habitaciones.[60]
2. Capítulo segundo: Si hay antípodas.
El Inca aborda el tema configurándolo como una auténtica controversia
donde hay una sola certeza: que hay antípodas (así dice “cierto es que las
hay”), pero muchas incertidumbres en torno a su ubicación (“no se puede saber
de cierto cuáles provincias sean antípodas de cuáles”), accesibilidad y
poblamiento (así, se repiten las expresiones “tampoco se sabe de cierto” y
“porque en cosas tan inciertas”). En consecuencia, los argumentos
amplificatorios se usan, de un lado, para sustentar la certeza y, de otro, para
plantear las preguntas que definen la controversia. En la amplificación argumentativa de este
capítulo, se ha recurrido a los siguientes:
2.1.
La certeza: los argumento de
coherencia o adecuación.
A lo que se dice de si hay
antípodas o no, se podrá decir que, siendo el mundo redondo (como es notorio),
cierto es que las hay.[61]
Ya hemos visto anteriormente el uso a contrario de este mismo
argumento, que Teón aplica al ejemplo de tesis “si el sabio debe ocuparse de
política” con la siguiente instrucción: “en segundo lugar, ha de señalar cuán
conforme a la naturaleza es”.[62] En este caso, la existencia de antípodas es
conforme con la naturaleza de la esfera, donde cada punto de su superficie
tiene necesariamente uno diametralmente opuesto.
2.2. La incertidumbre: los argumentos de posibilidad y finalidad, y
el argumento de inadecuación.
Una vez asegurado que existen las antípodas e identificadas con el
Nuevo Mundo, el Inca define primero la cuestión en controversia: “por dónde han
pasado aquellas gentes tantas y de tan diversas lenguas y costumbres como las
que en el Nuevo Mundo se han hallado”, y luego las dos posibilidades de resolución:
“si dicen por la mar” o “que pudieron ir por tierra”.[63] La
escasa validez de las hipótesis (“nacen
inconvenientes” y “otros inconvenientes mayores”) se examina a la luz de los
siguientes criterios:
2.2.1. Los argumentos de dificultad y finalidad.
Si dicen por la mar, en navíos, nacen inconvenientes acerca de los
animales que allá se hallan, sobre decir cómo
o para qué los embarcaron, siendo algunos de ellos antes dañosos que
provechosos.[64]
El Inca pone en cuestión la hipótesis del traslado por mar a causa de
la dificultad del hecho (¿cómo pudieron embarcar animales peligrosos?) y de la
falta de un objetivo provechoso (¿para qué los embarcaron?). Recurre, en suma,
a tres argumentos mencionados por Teón:
los de dificultad (“En tercer lugar, que es fácil que suceda y, si no fuera
fácil, que puede ser realizado, porque de ese modo, si no es fácil, es mucho
más digno de alabanza”)[65],
seguridad (“que es conveniente para la seguridad”)[66] y
finalidad (“y de la finalidad, a causa de la cual precisamente elegimos el
hecho, pues si el fin es digno de elección, también es digno de elección lo que
contribuye a la consecución del fin”).[67]
2.2.2. El argumento de inadecuación o incoherencia.
Pues decir que pudieron ir por
tierra, también nacen otros
inconvenientes mayores, como es decir que si llevaron los animales que
allá tenían domésticos, ¿por que no llevaron de los que acá quedaron, que se
han llevado después de acá? Y si fue por no poder llevar tantos ¿cómo no
quedaron acá de los que llevaron? Y lo mismo se puede decir de las mieses,
legumbres y frutas, tan diferentes de las de acá (…)[68]
El Inca analiza las objeciones relativas a la hipótesis del
desplazamiento por tierra a la luz del argumento de inadecuación o
incoherencia, ya usado anteriormente: a saber, no resulta coherente que, si los
pobladores del Nuevo Mundo accedieron a él por tierra, llevaran animales y
vegetales de su tierra de partida y no regresaran también a ella con animales y
plantas propias del lugar que habían visitado. Recordemos que, como ya se ha
señalado anteriormente, Teón basa este argumento en apoyar o negar la
viabilidad del hecho por estar o no “de acuerdo con la naturaleza y con las
costumbres y usos comunes a todos los hombres”.
III. ¿Tuvo el Inca Garcilaso formación retórica?
El Inca gustó de presentarse como escritor autodidacta y ayuno de
formación académica. Así, en una carta de 1592 confiesa que en su niñez sólo
recibió unos modestos fundamentos de gramática (“mal enseñada” y “peor
aprendida”), y que desde la adolescencia prefirió adiestrarse en el ejercicio
militar. Su posterior afición a las letras fue en principio una forma de llenar
el vacío de otras ocupaciones:
Mas, porque yo no lo merezco y
v.m. salga de la falsa relación que le an hecho, confessaré verdad de lo que soy.
En mis niñezes oy un poco de gramática, mal enseñada por siete preceptores que
a temporadas tuvimos, y peor aprendida por pocos más discípulos que éramos, por
la revolución de las guerras que en la patria avía, que ayudavan a la inquietud
de los maestros. Quando se cansó el postrero dellos, que seríamos de treze a
catorce años, nos passamos mis condiscípulos y yo al exercicio de la gineta, de
cavallos y armas, hasta que vine a España, donde también ha avido el mismo
exercicio, hasta que la ingratitud de algún príncipe y ninguna gratificación
del Rey me encerraron en mi rincón. Y por la ociosidad que en él tenía, di en
traducir al León Hebreo, cevado de dulzura y suavidad de su filosofía, la qual
obra, aunque yo no puse nada en ella sino muchas imperfectiones, ha causado que
v.m. y otros señores míos me favorezcan, como me favorescen, sin que en mí aya
de escuelas más que el perpetuo desseo dellas. Por tanto, suplico a v.m. me
trate como a soldado que, perdido por mala paga y tarde, se ha hecho estudiante.[69]
Esa postura de modestia intelectual, que el Inca asocia a menudo a su
condición de indio y a la falta de oportunidades,[70] se
combina con una declarada voluntad de sencillez literaria, que le lleva a
confesar su preferencia por narrar la verdad “antes con falta de elegancia y
retórica necesaria para poner las hazañas en su punto que con sobra de
encarecimiento porque no lo alcanzo.”[71]
Sin embargo, es difícil aceptar que el Inca fuera tan desconocedor de
los preceptos retóricos como quiso hacer creer. Sabemos por su propio
testimonio que en el Cuzco de sus primeros años hubo entregados preceptores
como Juan de Cuéllar, canónigo de la capital incaica en 1552,[72]
que enseñó a los mestizos de clase acomodada gramática y latinidad durante casi
dos años. Enseñar latinidad en la época significaba adiestrar a los alumnos en
la compresión de textos latinos y en la génesis de los mismos, lo que en su
fase elemental se realizaba con la práctica sencilla de los progymnasmata.
También por testimonio del Inca tenemos noticia de que, ya en España,
recibió clases de Artes del teólogo Pedro Sánchez de Herrera, uno de los
eruditos amigos con los que se codeó en Montilla y a quienes envió el borrador
inacabado de su traducción de los Diálogos
de amor de León Hebreo: “y el licenciado Pedro Sánchez de Herrera, teólogo,
natural de Montilla, que años à leyó Artes en la imperial Sevilla y a mí me las
a leydo en particular”.[73]
Varner sugiere que el Inca pudo pasar parte del año 1564 en Sevilla
perfeccionando sus latines.[74]
En todo caso, estudiar Artes no era sino estudiar filosofía a través de los
textos canónicos de la materia y para ello había que tener soltura en la lengua
del Lacio.
Pocas dudas hay, pues, de que Gómez Suárez de Figueroa manejaba el
latín sin problemas. No solo leyó los escritos latinos de Blas Valera que se
salvaron del saqueo de Cádiz en 1596 y citó en vernáculo información extraída
de ellos,[75]
sino que el inventario post mortem de
su biblioteca cordobesa está lleno de referencias a autores latinos de
distintos géneros literarios, como Terencio, Quinto Curcio, Salustio, Cicerón,
Suetonio, César, Livio, Tácito, Virgilio y Aulo Gelio, e incluso incluye una
obra para el perfeccionamiento gramatical y estilístico del latín, las Elegantiae
de Manucio, y una gramática griega.[76]
Pero, además, el citado listado[77]
menciona tres libros de retórica, de los que al menos dos estaban escritos en
latín: el De arte rhetorica de su
amigo Francisco de Castro, que le dedica la obra (nº 26), y un De arte dicendi (nº 32) sin más
especificación.[78]
El título del tercero, Retórica de Aristóteli (nº 41), aparece
romanceado.[79] A ello hemos de sumar que el Inca tenía
“Quatro cuerpos de las obras de fray Luis de Granada” (nº 60), que podrían
incluir los seis libros de la Rhetorica
ecclesiastica del fraile, y un “De la teórica” (nº 154), que Migliori y
Olschki proponen identificar con La prima
parte delle Theoriche o vero speculationi dei pianeti, un tratado de
cosmología de Alessandro Piccolomini,[80] pero
donde no es descartable un error de escritura que enmascarara tal vez un “De la
retórica”. El inventario, que desde luego documenta el interés de Garcilaso por
el ars bene dicendi, no incluye ningún manual de ejercicios
preliminares, pero ello no debe sorprendernos,
pues es raro que este tipo de libros de carácter elemental aparezcan en
la biblioteca de un anciano y experimentado escritor. Un caso paralelo se da en
el inventario de la biblioteca de Juan de Mal Lara, autor de un volumen que con
el título de In Aphthonii progymnasmata
scholia (Sevilla, 1567) contenía la versión latina de los ejercicios de
Aftonio debida a Rodolfo Agrícola, que iba acompañada de los comentarios del
humanista sevillano. Este título, sin embargo, no aparece en el inventario de
su propia biblioteca, ni tampoco figura en el mismo ninguna versión de las
muchas impresas hasta la fecha por toda Europa de la traducción de Agrícola, de
la que necesariamente se sirvió.[81]
También Durán Luzio ha establecido claros paralelismos entre la Utopia de Tomás Moro y los Comentarios
reales, aunque el primer título tampoco figura en el inventario de la
biblioteca.[82]
Basta, en fin, recordar que Garcilaso se codeó durante años con un
buen número de eruditos de esmerada formación retórica. Entre ellos estuvieron,
por solo espigar algunos, Ambrosio de Morales, que, además de cronista real,
fue catedrático de retórica en Alcalá; el teólogo Agustín de Herrera, los
jesuitas Jerónimo de Prado, Francisco de Castro y Martín de Roa -profesores de
retórica los dos últimos-, Francisco Fernández de Córdoba, Abad de Rute, y el
propio Góngora.[83]
Así pues, aunque Garcilaso careciera de formación académica, sus
amistades, lecturas y afición al estudio aportaron un enriquecedor saber hacer
literario a su genio natural. Carecemos de información concreta sobre el
adiestramiento retórico del Inca, pero el esqueleto de textos como los
capítulos analizados apoya la tesis de que conoció bien los “preceptos del
arte”.
Violeta Pérez Custodio
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[1] El presente trabajo, que se
incluye dentro del Proyecto de Investigación FFI2012-31097, fue presentado en una
versión simplificada al XXXIX Congreso del Instituto Internacional de
Literatura Iberoamericana (IILI), celebrado en Cádiz del 3-6 de julio de 2012.
[2] Cf. Riva-Agüero (1916), Miró
Quesada (1948 y 1971), Durand
(1988), Porras, Barrenechea (1955), De
la Torre y del cerro (1935), Varner (1968), Castanien (1969).
[3] Cf. Crowley (1971).
[4] Cf.,
entre otros, Pupo-Walker (1982:
107-193).
[5] Cf. Zamora (1987).
[6] Así, por ejemplo, Cox (1965), Jákfalvi-Leiva (1984) y López-Baralt
(2011).
[7] Cf. Hernández (1991).
[8]
Cf. Chang-Rodríguez (2010).
[9]
Cf. Abbott (1996:
79-98).
[10] El capítulo se titula “El Inca
Garcilaso de la Vega. Renaissance Rhetoric and Native
Narrative”. Cf. Abbott (1996:
79).
[11]
Cf. Zamora (1988).
[12]
Cf. Pupo-Walker
(1982: 174-176).
[13]
Cf. Mazzotti
(2008: 40-42).
[14]
Cf. Wey- Gómez (1991:20-31)).
[15]
Cf. Serés (2010), en Mazzotti (ed.) (2010: 79-100).
[16]
Cf. Chang-Rodríguez (2010), en Chang-Rodríguez (ed.) (2010: 74-77).
[17]
El título completo de la obra era: Primera
parte de los Commentarios reales, que tratan del origen de los Yncas, reyes que
fueron del Perú, de su idolatría, leyes y gobierno en paz y en guerra, de sus
vidas y conquistas, y de todo lo que fue aquel Imperio y su República, antes
que los Españoles passaran a él. Escritos por el Ynca Garcilasso de la Vega,
natural del Cozco y Capitán de su Magestad, dirigidos a la Sereníssima
Princessa Doña Catalina de Portugal, Duqueza de Bargança, etc.
[18]
Cf. Garc. Com.
(2003: 13). La paginación va referida a la edición de López-Baralt, por la que cito siempre
en este trabajo.
[19]
Cf. Garc. Com. (2003: 5).
[20]
He manejado la edición sevillana de 1570, fol. ii v.
[21]
Cf. Torres (2003: 12).
[22]
Para consultar la obra de López de
Gómara me he servido de la edición de Amberes, 1554, donde los capítulos
mencionados ocupan las pp. 1v.-8v. Tras ellos seguían otros más de índole
geográfica sobre el sitio de la tierra, sobre si Asia, África y Europa son
islas y sobre la ubicación de las Indias, que no he añadido al listado por no
coincidir directamente con los temas tratados por el Inca. Asimismo he
consultado la edición moderna de Gurría
Lacroix (1979).
[23] Para consultar la obra de Acosta me he servido de la edición príncipe, donde el libro
primero ocupa las pp. 13-84. También he consultado la edición moderna y anotada
de Pino-Díaz (2008).
[24] La Geografía de Ptolomeo fue recuperada para Occidente a
comienzos del XV gracias al bizantino Chrysoloras, que empezó una traducción al
latín luego finalizada por su discípulo Jacobus Angelus. La primera impresión
de dicha traducción acompañada de mapas salió en Bolonia en 1477. Las ediciones
posteriores hasta finales del XV fueron incluyendo más y mejores mapas, como
los debidos a Nicolaus Germanus.
[25] Cf.
Plin. nat. II 161 [cap. 65]. Sobre el
tema de los antípodas, cf. Vignolo,
P. (2003) y Goldie, M. B. (2010).
[26] Cf.
Gil
(1989 y 1993), Cea (ed.)(1991) y Carro (1944).
[27] Cf. Garc.
Com. (2003),
p. 13.
[28] Cf.
Miró Quesada (1971) defiende que
el Inca tomó el nombre de Comentarios
de la obra de César, de la que tenía un ejemplar y por la que expresa su
afición en la Relación de la descendencia
de Garci Pérez de Vargas. Zamora
(1988) considera que el título de la obra de Garcilaso, Comentarios,
tiene que ver con su auténtica naturaleza vinculada al subgénero humanista del
comentario, lo que suponía la reinterpretación de un texto previo: en este caso
las noticias sobre los incas en lengua quechua conocidas por el Inca. Zamora
asimismo valora la influencia de las eruditas amistades de Garcilaso, filólogos
y biblistas formados en el género del comentario: Jerónimo de Prado, Juan
Bautista de Villalpando, Juan de Pineda y Pedro Maldonado de Savedra.
[29] Cf.
Thomas (2009: 59-72).
[30] Omito
en este trabajo la referencia a los ejercicios de Nicolás, dado que no hay
datos que permitan suponer algún tipo de difusión en el Renacimiento.
[31] A
lo largo de este trabajo, las referencias a los textos griegos de Teón,
Hermógenes y Aftonio remiten respectivamente a las ediciones de Patillon-Bolognesi (2002), Rabe (1913) y Rabe (1926). La
traducción de dichos textos es la de Reche
en Teón – Hermógenes – Aftonio, Ejercicios
de Retórica (1991).
[32] Cf. . Theon 11, 121, Hermog. Prog. 11, 52, Aphth. Prog. 13, 49, Reche
(1991: 140-141, 196-197 y 259).
[33] Téngase en cuenta que Teón, además, habla de
tesis sencillas y tesis complejas, y Hermógenes las divide en simples (“si es
conveniente casarse”), relativas (“si debe casarse un rey”) y compuestas (“si
es más conveniente ser atleta que agricultor”).
[34]
Cf. Theon
11, 123-125 (modelo de tesis práctica) y
11, 125-128 (modelo de tesis teórica),
Aphth. Prog. 13, 50-53, Reche
(1991: 143-149 y 260-264).
[35] Cf.
Clark (1952).
[36] Sobre
las ediciones y traducciones de los antiguos progymnasmata en el
Renacimiento y Barroco, cf. Kraus (2005: 167-183).
[37] Sobre la influencia del manual de Lorich en los
textos españoles sobre progymnamata
del XVI, cf. Pérez Custodio (2002a,
2002b, 2002c y 2003), Torres
(2003), Acos – Cuyás (2008) y García
del Paso - Rodríguez Herrera (2008).
[38] Cf.
Lorich (1590: 445, 455 y 456).
Otros temas mencionados en este manual como materia de tesis teórica son
“mundusne extiterit aliquo tempore” y “sitne syderum musica”. Cf. Lorich (1590: 455).
[39]
Cf. Torres (2003: 330-331).
[40]
Cf. Palmireno (1573: 89).
[41]
Cf. Bravo (1589: 32r.).
[42]
Cf. Pomey
(1661: 395).
[43] Cf. Pérez
Custodio (2013) y (en prensa).
[44] Theon 11, 121-123 (argumentación de las
tesis prácticas), Theon 11,
125-126 (argumentación de las tesis teóricas), Theon 11, 128 (otros recursos argumentativos), Reche (1991: 141-143 (argumentación de
las tesis prácticas), 146 (argumentación de las tesis teóricas) y 149 (otros
recursos argumentativos)).
[45] Cf. Garc. Com. (2003: 13-14).
[46]
López de Gómara (1554: 2v.-3r.)
en el capítulo “El mundo es uno y no muchos, como algunos filósofos pensaron”,
siguiendo el testimonio de los Padres de la Iglesia y el texto bíblico,
argumenta que “mundo es todo lo que Dios crió” y que “yo, aunque creo que no
hay más de uno sólo, nombraré muchas veces dos aquí en esta mi obra por variar
de vocablos en una misma cosa y por entenderme mejor llamando Nuevo Mundo a las
Indias, de las cuales escribimos”.
[47] Cf. Theon
11, 125-126 y Reche (1991:
46). La versión al francés de Patillon es ligeramente diferente, pero coincide
en la idea del uso de los argumentos más débiles al comienzo: “La disposition
est appropriée à chaque problème, lorsque nous employons les arguments les plus
faibles et les plus simples au début de notre discours et que, a fur et à
mesure que nous progressons, nous introduisons les arguments plus forts et plus
complexes” (cf. Theon (2002: pp. 90-91).
[48] Cf. Garc.
Com. (2003: 14).
[49] Cf. Theon 11, 122 y Reche (1991: 142).
[50] Cf. Garc.
Com. (2003: 14).
[51] Cf.
Theon 11, 121 y 122 y Reche (1991: 141: “en primer lugar, diremos que es posible
que suceda lo que se juzga a través de la tesis” y 142: “También argumentaremos
mediante lo contrario”).
[52] Para
Hermógenes, cf. Hermog. Prog.
11, 53 y Reche (1991: 198) y para
Aftonio, cf. Aphth. Prog. 13, 50 y Reche (1991: 260).
[53] Cf. Garc.
Com. (2003. 14).
[54] Cf. Garc.
Com. (2003: 14-15).
[55] Cf. Garc.
Com. (2003: 15).
[56] Cf.
Theon 11, 122 y Reche (1991: 142: “diremos … que es
útil”).
[57] Cf.
Theon 11, 122 y Reche (1991: 142).
[58] Cf. Garc. Com. (2003: 15).
[59] Cf.
Theon 11, 121 y Reche (1991: 141).
[60] Cf. Garc.
Com. (2003: 15).
[61] Cf. Garc. Com. (2003: 16).
[62] Cf.
Theon 11, 123 y Reche
(1991: 143).
[63] Cf. Garc.
Com. (2003: 16).
[64] Cf. Garc.
Com. (2003: 16).
[65] Cf.
Theon 11, 121 y Reche (1991: 141).
[66] Cf.
Theon 11, 122 y Reche (1991: 142).
[67] Cf.
Theon 11, 122 y Reche (1991: 142).
[68] Cf. Garc. Com. (2003:16).
[69]
Cf. Porras (1955), pp. 265-266.
[70] Así,
por ejemplo, en La Florida en el “proemio al lector”: “y las faltas que
lleva se me perdonen porque soy indio. Que a los tales, por ser bárbaros y no
enseñados en ciencias ni artes, no se permite que, en lo que dijeren o
hicieren, los lleven por el rigor de los preceptos del arte o ciencia, por no
los haber aprendido, sino que los admitan como vinieren” (Cf. Garc. Florida 2003: 747). Se
trata del tópico de la falsa modestia, y más concretamente, del empequeñecimiento
del autor, que muestra sus carencias como manera de captar la benevolencia del
lector.
[71] Cf. Garc.
Florida (2003: 879, cap. 27 de la primera parte del libro segundo).
[72] Cf.
Garc. Com. (2003: 163,
cap. 28 del libro segundo de la primera parte).
[73]
Cf. Varner (1968: 277). La
noticia se encuentra en la carta a Maximiliano de Austria dentro de los
preliminares de los Diálogos de amor.
[74]
Cf. Varner (1968: 231).
[75] Cf.
Garc. Com. (2003: 26, capítulo sexto del libro primero de la
primera parte): “El padre Valera, en la denominación del nombre Perú, dice en
su galano latín lo que se sigue, que yo como indio traduje en mi tosco romance
(…)”
[76]
El recuento de libros que existían en la biblioteca del Inca tras su muerte fue
realizado en su casa de Córdoba el 29 de abril de 1616, una semana después del
fallecimiento, con objeto de proseguir el inventario de los bienes dejados. El
listado presenta las incorrecciones propias de este tipo de documentos cuya
finalidad era simplemente realizar
inventario y no un catálogo sistemático. Está, pues, cuajado de faltas
propias del dictado y de la anotación de títulos que se tradujeron sobre la
marcha, así como de omisiones de información (por ejemplo, nombres de autores
que no se citan o se citan de forma incompleta). El listado fue dado a conocer
por De la Torre y del Cerro
(1935: 222-229) y luego publicado de nuevo por Durand (1948: 239-264), que trató de identificar los títulos
y autores enumerados. Posteriormente Migliori
y Olschki (1949: 166-170)
añadieron algunas apostillas al trabajo de Durand en las que propusieron nuevas
posibilidades de identificación de parte de los títulos. El listado post
mortem contiene, pues, los libros que había en casa del Inca una semana
después de su muerte y no es, en consecuencia, representativo de la biblioteca
que pudo poseer en otros momentos de su vida. Así, ya Durand (1948: 240) señala que “es muy posible que la
biblioteca del Inca en Córdoba, en 1616, no fuese la misma que poseyó en
Montilla, antes de 1591.”
[77] El
listado de libros del Inca editado por Durand
(1948) asigna un número de orden a cada título. Esa referencia es la que se
indica entre paréntesis en el presente trabajo.
[78]
Durand (1948: 246) propone asimilarlo al de Vives o
al del Brocense.
[79]
El título romanceado impide saber cuál era la lengua del libro poseído, aunque Durand (1948, 247) apunta la
posibilidad de que se tratara de la versión italiana de Piccolomini.
[80] Cf Migliori-Olschki
(1949: 167).
[81] Cf.
Bernal (1989).
[82]
Cf. Durán (1979).
[83] Sobre las eruditas amistades de Garcilaso, cf. Mora (2010).