Antonio Serrano Cueto

(Universidad de Cádiz)

 

Entre la laudatio y la plegaria: la adlocutio sponsalis en los epitalamios neolatinos

Between the laudatio and the prayer: the adlocutio sponsalis in Neolatin epithalamia

 

ABSTRACT: The poetic tradition has established the so-called adlocutio sponsalis at the end of the epithalamia as a common topic. Here the poet, or a divinity (frequently the goddess Venus), adresses the couple to incite them to sexual union and to wish them everlasting love, harmony, happiness, prosperity and descendants. The epideictic rhetoric for the nuptial subject already prescribed the orator to wish these desiderata, especially gathered in a prayer to the gods. In the Latin epithalamia of the 15th-16th centuries we can see some variations of the adlocutio sometimes shaped as a Christian prayer that emphasize the laudatory features inherited from Antiquity.

KEY WORDS: Neolatin poetry, epithalamium, rhetoric, Christian prayer.

 

RESUMEN: La tradición poética ha establecido como motivo habitual en el cierre de los epitalamios la llamada adlocutio sponsalis, donde el poeta, o una divinidad (con frecuencia la diosa Venus), se dirige a los esposos incitándolos a la unión sexual y deseándoles amor perdurable, concordia, felicidad, prosperidad y descendencia. La retórica epidíctica de tema nupcial ya preceptuaba que el orador pronunciase estos desiderata, agrupados especialmente en una plegaria a los dioses. En los epitalamios latinos de los XV-XVI podemos ver variaciones de la adlocutio a veces bajo la forma de una plegaria cristiana que enfatizan los rasgos laudatorios heredados de la Antigüedad.

PALABRAS CLAVE: Poesía neolatina, epitalamio, retórica, plegaria cristiana.

 

Fecha de Recepción: 15 de octubre de 2013.

Fecha de Aceptación: 30 de octubre de 2013.

 

 

1. Retórica y adlocutio sponsalis

El matrimonio no es asunto ajeno a la retórica griega. La discusión en torno a su pertinencia fue incluida en los progymnasmata como modelo de tesis (εἰ γαμητέον: “si es conveniente casarse”),[1] lo que respondía a un debate de mayor calado que mantuvieron algunas de las más célebres escuelas filosóficas de la Antigüedad.[2] El género epidíctico adaptó dicha tesis a las distintas formas del discurso nupcial, de suerte que la exaltación del matrimonio se articulaba básicamente en dos miembros: el elogio de la unión (laus coniugii) y el elogio de los novios (laus coniugum).[3] La formulación teórica de estos discursos (ἐπιθαλάμιος y κατευναστικς λγοςha pervivido sobre todo en el Arte retórica de Pseudo-Dionisio y en el tratado II Sobre los discursos epidícticos de Menandro el Rétor.

Entre los motivos que Menandro recoge en el cuarto tópico del ἐπιθαλάμιος figura el ruego a la divinidad (generalmente Ártemis) para que proporcione hijos a la pareja iguales a los padres:[4]

 

Has de mencionar a las Gracias y a Afrodita y, poco después, a Ártemis, la de los partos, diciendo: “dentro de poco Ártemis, la de los partos, las relevará y hará de comadrona; engendraréis hijos iguales a vosotros y excelentes en virtud”.

 

En el desarrollo del κατευναστικς λγος (o discurso del lecho nupcial), el rétor propone que se incluyan la exhortación a la unión sexual de los esposos y la petición de que gocen de mutua comprensión, concordia, estabilidad y nacimiento de hijos “continuadores de la estirpe”. Conviene, además, que estos desiderata se agrupen en una plegaria final dirigida a los dioses.[5]

Si bien estos manuales estaban concebidos para el discurso en prosa, en ellos se observa la especial conexión que se establecía entre poesía y retórica, como evidencia la utilización por Menandro de modelos poéticos.[6] De hecho, la apelación a las divinidades que estos autores proponen en sus tratados ya aparece en el Epitalamio de Helena de Teócrito:[7]

 

¡Adiós, esposa; adiós, yerno de un noble suegro! Leto os conceda, Leto la nutridora de criaturas, linda prole; Cipris, la diosa Cipris, amaros por igual el uno al otro; y Zeus, Zeus hijo de Crono, prosperidad sin fin, para que de nuevo pase de noble generación en noble generación. Dormid alentando mutuo amor y deseo mutuo en vuestros pechos, y no os olvidéis de despertaros con la luz del día.

 

En Teócrito es el coro de doncellas el que se dirige a los esposos; en Catulo 61 (vv. 204-223) es el poeta, que ejerce de maestro de ceremonias. Con la evolución del epitalamio hacia una forma épico-narrativa, ya consolidada en Estacio y Claudiano, será normalmente Venus pronuba la que cumpla esa función, a menudo vinculada en el poema a la dextrarum iunctio. La expresión de estos deseos (concordia en el amor, prosperidad en la hacienda e hijos bellos, fuertes y virtuosos), que solía concentrarse al final del epitalamio a modo de despedida, como hemos visto en Teócrito, se ha denominado adlocutio sponsalis.[8]

Para Morelli, la adlocutio tiene dos características esenciales: brevedad y jugosidad (brevitá e succosità), y debe mencionar en pocas palabras los conceptos que inspiran la nueva vida. Es frecuente que, al tratar el asunto de la descendencia, se incluyan alusiones a los besos y los abrazos, y exhortaciones a la esposa para que no se resista en la cama, ya que el epitalamio funcionaba como un preludio erótico de la noche nupcial. Sería una especie de síntesis entre el verso fescenino y la instrucción que solía dar a la novia la νυμφεύτρια o la pronuba.[9] Para ello los poetas suelen trasladar al lecho el lenguaje del campo de batalla, convirtiendo el primer encuentro de los esposos en un proelium nocturnum.[10]

El deseo de un amor duradero y armónico se explica porque la concordia se considera uno de los beneficios que proporciona el matrimonio y, por tanto, uno de los valores que había de invocarse en la laus coniugii. Menandro propone que, al hablar del dios del matrimonio a manera de tesis, se señale que por su intervención se ordenó el Universo y se unieron en concordia el cielo con la tierra:[11]

 

A continuación has de decir que por medio del matrimonio se produjo la ordenación del Universo el aire, los astros, el mar; pues, tras poner fin ese dios al conflicto y unir en concordia y con ceremonia nupcial el cielo con la tierra, todo quedó definido y adquirió el estado que le es propio.

 

En Catulo la concordia participa de la unión de Tetis y Peleo, y en Estacio vemos a Concordia, divinizada, al lado de Juno.[12] El adjetivo concors se convierte así en un término recurrente no solo en los epitalamios antiguos, sino también, como veremos, en los neolatinos.

 

 

2. El epitalamio neolatino

 

Después del paréntesis de la Edad Media, en la que el epitalamio se reinterpreta como alegoría de uniones místicas,[13] en el Quattrocento asistimos a una recuperación tanto del discurso como del poema nupcial.[14] La veintena de discursos de Guarino Guarini de Verona, compuestos y recitados en Ferrara y considerados los más tempranos del Humanismo,[15] constituyen tan solo una muestra del ingente corpus de discursos que llegará a formarse en el siglo XV por oradores relevantes como Ludovico Carbone, Antonio Trivulzio, Giovanni Brancati, Guiniforte Barzizza, Pandolfo Collenuccio, Francesco Filelfo y Francesco Patrizi.[16] En cuanto al epithalamium, recibe un notable impulso por obra de Giovanni Pontano (en especial con De amore coniugali, compuesto después de 1461, año de la boda del poeta con Adriana Sassone), pero sería injusto silenciar la labor de otros poetas contemporáneos, como Eliseo Calenzio, Naldo Naldi, Gabriele Altilio, Marcantonio Aldegati o Giambattista Giraldi. Ya en la centuria siguiente se evidencia predilección por la forma poética, de suerte que el volumen de poemas nupciales generado en esta época es considerable. Baste citar ahora a Publio Fausto Andrelini, Andrea Ammonio, Giovanni Gigli, Lorenz Raabe (Laurentius Corvinus), Clemens Janicki, Hadriano Junio, Pietro Bonomo, Adrien Turnèbe, Juan Dantisco, Pedro Ruiz de Moros, Manuel da Costa y Diego de Guevara.

El éxito del epitalamio en verso se explica por la convergencia de varias circunstancias: 1) la recuperación de la retórica epidíctica griega y su difusión en lengua latina en las obras de autores como Trapezunzio y Teodoro de Gaza,[17] los Rhetores Graeci (Venecia, 1508) de Aldo Manuzio y los Poetices libri septem (Lyon, 1561) de Julio César Escalígero; 2) el redescubrimiento de Catulo, Estacio y Claudiano, modelos indiscutibles del epitalamio neolatino;[18] 3) el largo debate sobre el matrimonio y la vida conyugal, en el que habían participado con obras señaladas, entre otros humanistas, Francesco Barbaro, Leon Battista Alberti, Poggio Bracciolini y Francesco Massimo di Giannantonio Campano;[19] 4) el carácter áulico de buena parte de la poesía de este período, dado que el poema nupcial (como el discurso) no es más que una parte del conjunto de toda la literatura encomiástica que se generaba al servicio del poder. Así pues, la adlocutio sponsalis de los epitalamios neolatinos es fruto de esa perspectiva cuaternaria: preceptiva retórica, tradición poética, apología de la institución matrimonial y elogio cortesano.

La adlocutio sponsalis del epitalamio humanístico no siempre atiende a todas las peticiones tradicionales. Es raro que falten la descendencia (asociada a menudo a la incitación al sexo, como se ha dicho) y el amor duradero. La prosperidad, en cambio, está ausente en muchos poetas, si bien por tal podría estimarse el deseo, frecuente en el caso de príncipes y reyes, de que el matrimonio y los hijos traigan consigo la expansión territorial, el éxito político o una paz anhelada. Tal vez se explique porque, mientras que la prosperidad (opes), por muy deseable que sea, no deja de ser algo externo, la proles y el amor son partes inherentes a la unión matrimonial, están dentro de su dominio. Ambos son valores exaltados tanto en la tradición pagana, como en la cristiana. Los estoicos (por ejemplo, Crisipo de Solos y Antípatro de Tarso) consideran que el matrimonio es aconsejable por razones sociales y religiosas, ya que el hombre tiene obligaciones para con su comunidad, entre las que destaca proporcionar a la patria ciudadanos que la defiendan. Igualmente es necesario que la estirpe se perpetúe para que no falte quien rinda honor a los dioses.[20] El cristianismo, por su parte, concibe el matrimonio como la vía legítima para la procreación humana. En la sociedad europea de los siglos XV-XVI, cuando se trata de enlaces aristocráticos, la descendencia se torna trascendental asunto de estado mayor cuando los contrayentes son soberanos de un reino[21], pues de ella depende la continuidad de los bienes, privilegios y poder en los estrechos márgenes del linaje. Añádase a ello que esta “permanencia” constituye un excelente vehículo para modelar el elogio cortesano, dado que los valores y virtudes de los padres no acaban con su fallecimiento, sino que se perpetúan en el tiempo a través de los hijos e incluso de los nietos. Esta perspectiva, junto con la celebración del poderío del linaje, permiten que la adlocutio del epitalamio neolatino participe de manera especial de la laudatio que conlleva este tipo de poesía.

Para la producción de estas centurias podría establecerse la siguiente clasificación: epitalamios literarios, familiares y cortesanos. Los primeros son un mero ejercicio retórico que no celebra una boda real (es el caso del Epthalamium lasciuum de Juan Segundo); los familiares fueron compuestos para festejar la boda de un familiar o amigo (por ejemplo, los incluidos por Pontano en De amore coniugali); y los cortesanos con mucho los más abundantes responden a los intereses políticos y estratégicos de un señor o príncipe.

Para ilustrar el uso de la adlocutio sponsalis en el período que me interesa, he seleccionado una serie de epitalamios pertenecientes a los dos tipos más frecuentes: familiares (Giovanni Pontano, Giglio Gregorio Giraldi, Bartolomeo Ferrino, Cinzio Giraldi y Johann Fichard) y cortesanos (Gabriele Altilio, Bernardino Lanterio, Diego de Guevara, Jano Panonio, Pietro Bonomo, Clemens Janicki, Nicolás Mamerano y Jerónimo Ramírez). En todos ellos aparece el motivo elaborado en algunas de sus partes esenciales, o bien la laudatio a través de la descendencia, o, en fin, la reinterpretación cristiana de la antigua plegaria pagana.

 

 

 

 

 

3. Adlocutio y laudatio

 

Cuando Giovanni Pontano (1443-1503) escribió De amore coniugali, el amor en familia no había recibido mucha atención. Por una parte, la tradición poética amorosa se había consagrado a los amores ilegítimos, siendo así que los poetas elegíacos latinos escribían sobre amores adúlteros; por otra, también debía de pesar el pudor de tratar asuntos íntimos en escritos públicos. Sin embargo, Pontano incluye poemas nupciales sobre su propia boda con Adriana Sassone y las de sus hijas Aurelia y Eugenia, lo que sitúa esta obra en la corriente humanista que tiene por finalidad la rehabilitación del matrimonio y la vida conyugal.[22] En los tres poemas, herederos de Catulo y Estacio, se evidencia un tono erótico notable; el poeta (marido y padre a la vez, no se olvide) actúa como praeceptor amoris.[23]

En el Epithalamium in nuptiis Aureliae filiae la diosa Venus interviene brevemente para exhortar a los esposos a la unión en el lecho. Pontano se sirve de la metáfora del collige, virgo, rosas: Ipsa uiro Venus e coelo, Venus ipsa puellae: / Ludite, ait, florem carpite amoris, ait.[24] Más adelante, cercano ya el final del poema, el poeta se dirige a la pareja en una adlocutio que contiene los tres elementos esenciales: felicidad, armonía y descendencia. Ahora el sustantivo flos es sustituido por poma dulcia:[25]

 

Ducite felices concordi foedere noctes

dulciaque unanimi carpite poma manu;

uer flores, segetes aestas, autumnus et uuas,

delicias thalamus tempus in omne dabit.

Serpite in amplexu, certent pugnantia linguis

oscula, blanditiis absit utrimque modus;

 

Los sintagmas concordi foedere y unanimi manu para la expresión del amor perennis tienen antecedentes tanto conceptuales como formales, tal cual puede verse en algunos epitalamios antiguos ya citados de Claudiano (‘vivite concordes et nostrum discite munus),[26] Sidonio Apolinar (…Feliciter aeuum / ducite concordes; sint nati sintque nepotes; / cernat et in proauo sibimet quod pronepos optet)[27]; y la Adlocutio anónima: concordesque tegat cum maiestate benigna / Quae regit Idalium, quae Cnidon alma regit.[28]

En concordancia con el precepto citado de Menandro, el texto continúa con el deseo de hijos que se parezcan a los padres (Paolo y Aurelia), mas también a los abuelos varones.[29] Es en esta herencia de virtudes y méritos donde los poetas suelen desplegar la laudatio de los esposos y sus familias:[30]

 

Nascatur Paulo similis, qui reddat utrumque

scitus auum ingenii dexteritate, puer;

nam patrium nec Pierides nec spreuit Apollo

et Mars ipse sua fouit et auxit ope,

maternum Musae Aonio fouere sub antro,

protexit galea Mars quoque saepe sua.

Nascatur quae nata tuos, Aurelia, mores

et faciem referat femineumque decus;

 

La familia Sforza de Milán fue una de las más influyentes de Italia y sus celebraciones matrimoniales (como las de los D’Este o las de la Casa de Aragón) resultaban una gran exhibición de poderío y riqueza. Amigo de Pontano y poeta como él de la corte aragonesa en Nápoles, Gabriele Altilio (ca. 1436-1501) compuso un poema nupcial con ocasión de la boda de Galeazzo Maria Sforza, VI duque de Milán, y la princesa Isabel de Aragón, celebrada en Milán en febrero de 1489.

El Carmen in nuptiis illustrissimi Galeacii M. Sfortiae, ducis Mediolanensis, et Isabellae Aragoniae de Altilio es un largo poema (262 hexámetros) que recoge, con gran aparato mitológico y uso de un estribillo a la manera catuliana, parte del viaje de la novia desde Nápoles.[31] Hacia el final hallamos una adlocutio sponsalis pronunciada por el poeta, que contiene todos los motivos:[32]

 

Iam uotis nos te, uirgo, iam mente sequemur.

Mox, ubi iam pelagi tantum et permensa uiarum,

contigeris cupidas dilecti coniugis ulnas

grataque sollicitos tandem nox iunget amantes:

aeternos uobis, Cypris dea, Cypris amores

concordesque animos ac mutua uincula nectat.

Vincula que serae maneant ad fata senectae:

foecundet Latona torum, Latona perenni

prole domum, Latona genus per saecla propaget;

Iuppiter ingentes det opes, det Iuppiter annos

regnaque fortunamque domus sine fine manentem:

Dicite Hymen, iterate Hymen, Hymenee puellae:

dulcis Hymen, Hymenee, Hymen ades, o Hymenee!

 

Para cada deseo hay una divinidad especializada, las mismas que intervienen en el epitalamio de Teócrito:[33] Venus (Cypris) que ya estaba presente en el cuarto tópico del j" de Menandro, según hemos visto se encarga de favorecer el amor duradero y mutuo (al menos hasta la vejez), con expresiones que ya van siendo familiares: aeternos amores, concordes animos, mutua vincula. Latona propicia la descendencia per saecla, pues, mientras que el amor concluye a la par que la vida de los amantes, el genus se perpetúa (perenni prole). Y Júpiter, el padre supremo, será quien facilite una prosperidad sin término: ingentes opes, regna, fortunam sine fine.

Otro miembro conspicuo de esta familia, Ludovico Maria Sforza, “el Moro”, contrajo matrimonio en enero de 1491 con Beatrice d’Este, hija de Ercole I, duque de Ferrara. Entre quienes se aprestaron a cantar estas nupcias figura el sacerdote Paolo Bernardino Lanterio (ss. XV-XVI), profesor de oratoria en Milán. Su extensísimo (1.600 hexámetros) Epithalamium carmen Ludovico Sfortiae dicatum concluye con una adlocutio-despedida en la que el poeta, luego de insinuar que es hora de la unión carnal, desea a Ludovico y Beatrice una vida dichosa y un hijo varón, un Maurulus (“Morito”, en alusión al apodo de Ludovico). De nuevo encontramos, como parte de la laudatio, el deseo de que el niño sea semejante al padre en valor y a la madre en prestancia:[34]

 

Hem subolet iam mihi atque abire hinc iam libet.

Aliam paratis litem, quam sine arbitris

Inter uos soli iam illic arbitremini.

Ergo ualete et uitam laetam uiuite

Amore summo et mutuo semper pares,

Et incohate iam nunc aemulum patri

uirtute, matri forma nobis Maurulum.

Valete, at iterum huc sub noui partus die

Adero, ne sitis interim immemores mei.

 

Años más tarde una boda en apariencia irrelevante sus protagonistas no pertenecían a la alta aristocracia originó la composición de varios epitalamios. Me refiero al enlace en Ferrara en 1538 de Johan Senf (o Senff, nombre latinizado Ioannes Sinapius), médico de origen alemán al servicio de Ercole II d’Este y Renée de Francia. Su boda con Françoise de Boussiron, sirvienta de la duquesa, fue cantada por Giglio Gregorio Giraldi, Bartolomeo Ferrino, Giambattista Giraldi (Giraldi Cinzio) y el jurista alemán Johann Fichard. Los poemas fueron recogidos un año más tarde en un libro colectivo: Huic libro insunt Lilii Gregorii Giraldi... Herculis vita. Ejusdem de Musis syntagma, denuo reconcinnatum et auctum. Epithalamia diversorum in nuptias J. Sinapii, Germani, et Franciscae Bucyroniae, Gallae. Judicium vocalium accusat, Luciano Samosateo autore, Coelio Calcagnino interprete; diluit accusationem, Coelio Calcagnino (Basilea, M. Isengrin, 1539).[35]

En todos estos poemas, de extensión muy desigual, se identifica la adlocutio sponsalis, si bien el tratamiento es distinto. El poema de Gregorio Giraldi (1479-1552) es muy breve (cuatro dísticos elegíacos) y es en sí mismo una adlocutio en la que se pide descendencia masculina (mascula soboles).[36] La aportación de Bartolomeo Ferrino (1508-1545), el que fuera embajador y secretario ducal, no es mucho mayor: dos poemas distribuidos en cuatro y cinco dísticos elegíacos. Merece destacarse el tono erótico de estas piezas. En la primera se incluye una breve adlocutio que muestra el tema de la concordia en el amor de la pareja (concordi pace), junto al deseo frecuente de longevidad (Vosque senes) y el de pronta descendencia (pignora):[37]

 

Ergo pares animis precor insudate medullis

Sit sine nox curis, sit sine lite dies.

Vosque senes uideant concordi pignora pace,

Quos iuuenes sancto foedere iunxit Amor.

 

El extenso poema (322 hexámetros) de Giambattista Giraldi (1504-1573), aunque influenciado por el modelo catuliano en la utilización del estribillo y la invocación de Himeneo, registra motivos del epitalamio narrativo, como son el diálogo-debate (lis) entre Venus y Cupido, el viaje de la diosa hasta el lugar de la celebración, la exhortación de la diosa-pronuba a la novia para que venza la resistencia y el proelium nocturnum. La adlocutio, dirigida por el poeta a los esposos, se ha adelantado esta vez y no cierra el poema. Al deseo de dicha y concordia en los términos habituales (uiuite felices, concorditer, reddat) se añade la certeza de una descendencia cuyas hazañas engrandecerán (super aethera) la nombradía de la familia:[38]

 

Viuite felices longum concorditer annos,

Nascatur soboles reddat quae utrunque parentem,

Gallica qua exultet, qua exultet Cymbrica pubes,

Quaeque utranque domum factis super aethera tollat.

 

La contribución del último autor, Johann Fichard (1512-1580) la segunda en extensión (90 hexámetros) consiste en un poema consagrado íntegramente a la esposa. Lo interesante de esta laus Franciscae es que Fichard, siguiendo el precepto de la retórica epidíctica, introduce una larga plegaria a todas las divinidades implicadas en las nupcias, para cerrar la adlocutio con la imagen de Juno y Venus uniendo a los esposos. Por ser un texto extenso, cito solo una parte:[39]

 

Haec superos pro te clara tunc uoce rogabo:

Dii quibus et syncerus amor thalamique iugales

Sunt curae, tu blande Geni, tu pronuba Iuno,

Tuque Hymenaee pater, Charites, Venus alma, Cupido,

Vos ego supplicibus precor, o bona numina, uotis

Iam nuptura suo tandem Francisca marito,

Legitimo sua colla iugo submittit et ipsum est

Ingressurae nouum uitae genus: o bona amoris

Numina, felices illi concedite taedas.

Sit, date, laeta dies, sit fausta, sit omine dextro,

Qua sua solenni celebrat nunc gaudia festo.

[…]

Ipsa suos omnes feliciter exigat annos,

Et multa laetum foecundet prole parentem.

At tu, regia Iuno, et tu quoque, mater Amoris

uestras exuite cestus et cingite sponsam,

Aeternoque duos coniungite uinculo amantes.

Llegamos así al joven madrileño Diego de Guevara (ca. 1537-1565). Este poeta malogrado (murió con 28 años), discípulo predilecto de Ambrosio de Morales, dejó una obra breve, en la que descuella un hermoso epitalamio (compuesto por 315 hexámetros) dedicado a Felipe II con ocasión de la boda en 1560 con Isabel de Valois: Epithalamium Philippi et Isabelis regum (Alcalá de Henares, Juan Brocar, 1560). Como en buena parte de los poemas neolatinos, se observa la influencia no solo de los epitalamios catulianos, sino también de los modelos de Estacio y Claudiano. Los buenos augurios respecto de la descendencia fundamental en ese momento para la corona española se repiten en varias ocasiones, pero es casi al cierre del poema cuando Guevara inserta una breve adlocutio donde de nuevo Venus cumple la función de unir a los amantes:[40]

 

Sed uos interea, felices gaudia amantes

Ducite, uos teneri semper comittentur amores,

Alma Venus iungatque animos et foedera firmet.

 

4. Elementos cristianos

 

Dado que en la literatura latina de estas centurias es una constante el maridaje de la cultura pagana y la cristiana, era de esperar que algunos autores revistieran de tono cristiano la plegaria que la retórica aconsejaba.[41] Ya Paulino de Nola había cristianizado el epitalamio en su Epitalamio de Julián y Ticia, donde figuran dos adlocutiones: la primera dirigida por el poeta a los esposos; la segunda, a Cristo.[42]

Tenemos un ejemplo en el poeta húngaro, y obispo de Pecs, Jano Pannonio (Janus de Czezmicze o Ivan Česmički, 1434-1472). En el libro II de sus Elegías se incluyen tres epitalamios en dísticos elegíacos que pudo haber compuesto entre 1447 y 1453, cuando tenía entre 13 y 19 años.[43] Uno de ellos (Epithalamium in Matthaeum Mediolanensem et Margaritam Costabilem Ferrariensem = elegía 14) canta la boda de Margherita Costabili con Matthaeus Herba, celebrada hacia 1453.[44] Con los otros dos Pannonio honraba a su maestro, Guarino Guarini de Verona, con ocasión de las bodas de sus dos hijas en fechas desconocidas: Flordemila con Guglielmo Calefino (Epithalamium ad Gulielmum Calefinum et Flodermilam Guarinam = elegía 15) y Líbera con Salomon Sacrato (Epithalamium in Liberam Guarinam et Salomonem Sacratus = elegía 16).

En el epitalamio de Herba y Costabili destaca la invocación a Himeneo no solo como dios nupcial, sino también para que inspire al poeta.[45] Concluye el poema con una súplica al Dios cristiano para que los desposados lleven una vida tranquila y los auspicios les sean favorables:[46]

Ante tamen, cui terra, fretum, cui sidera parent,

Supplice communem uoce rogabo Deum,

Sospitet ut nuptam tranquilla pace uirumque

Et duo cara bona pectora iungat aue.

 

De modo parecido concluye el epitalamio de Flodermila y Guglielmo:[47]

 

Sed prius, aeterno qui colligat omnia nexu,

Orabo summum supplice uoce patrem,

Vt det coniugibus concordem ducere uitam,

Vos placido dictis ore fauete meis.

 

Otro poeta, a la par que eclesiástico, Pietro Bonomo (1448-1546), obispo de Trieste, compuso un largo epitalamio (301 hexámetros) para cantar la boda del emperador Maximiliano I y Bianca Maria Sforza, que aconteció en Insbruck en marzo de 1494. El poema, que lleva por título In serenissimi Maximiliani Romanorum regis ac diuae Blancae Mariae reginae nuptiis epithalamium, culmina con una adlocutio a la esposa, que viene precedida por versos con alusiones a la unión en el lecho nupcial. En el pasaje conviven los dioses paganos con un Pater omnipotens identificado con Dios:[48]

 

quemquem suas, tu laeta feras mille oscula regi,

qui robusta tuo circundet brachia collo

uirgineamque simul zonam mox soluere certet.

Inde tuum poteris fecundo germine nomen

tollere et innumeris natos praeponere regnis.

I felix: Cytherea uias comitata per omnes

te cupidis reddet dilecti coniugis ulnis

concordesque animos et mutua uincula nectet.

Adsistet Latona toro prolemque perennem

sufficiet longamque trahet per saecula gentem.

Felices Pater omnipotens tibi suggeret annos

fortunamque domus et regna beata secundis

auspiciis augens longae post fata senectae

aetheris statuet laetus uso sedibus ambos”.

 

El parecido formal esta adlocutio con la de Gabriele Altilio es llamativo: aquí también son invocadas las diosas Venus y Latona para que proporcionen a los esposos una vida concorde e hijos. Las expresiones son muy semejantes, e incluso hay un verso idéntico (salvo por la conjunción et): concordesque animos et mutua uincula nectet. La referencia al cinturón virginal (uirginea zona) también es parecida a la que aparece en otros versos del Altilio excluidos de la adlocutio: uirgineaque sinum zona mox soluere pergat / fecundam exercens optata prole iuuentam.[49]

Cercano el ecuador del siglo XVI, el poeta polaco Clemens Janicki (1516-1543) festejó la boda del rey Segismundo II Augusto Jagellón con Isabel de Habsburgo, archiduquesa de Austria e hija del emperador Fernando I, que tuvo lugar en Cracovia en mayo de 1543. El Epithalamion serenissimo regi Poloniae, Sigismundo Augusto, está compuesto en dísticos elegíacos y se divide en dos partes: una dedicada al padre del novio, el rey Segismundo I el Viejo, y otra, al novio. La adlocutio figura en la segunda parte y, dirigida solo al esposo, adquiere claramente la forma de una súplica. El poeta pide a un Deus que bien podría ser el cristiano (aunque hacia el final recurre al politeísmo pagano, como se verá) felicidad para los esposos, el nacimiento de un hijo que sea espejo del padre otra vez la fórmula de la retórica epidíctica y el abuelo (de nuevo el verbo reddo), la transmisión del reinado al vástago que nacerá y la participación patriótica de todo el pueblo polaco en esta petición:[50]

 

Sic tibi coniugum Deus et pia fata secundent,

Laeta bonum thalamo concinat omen auis!

Sic ubi nascatur, qui te pulchro exprimat ore,

Te simul et magnum nomine reddat auum,

Quem uideas, quod te genitor uiditque uidetque,

Possit et ut multos quaeso uidere dies,

Rex regem sceptrum gestans tua sceptra gerentem,

Consortem imperii participemque tui.

Di nostras audite preces! pro principe supplex

Hoc uos tota rogat terra Polona suo;

Munificos, faciles, hilari bonitate, benignos

In populum hac sacra uso decet esse die.

 

Del mismo tenor es la adlocutio que encontramos en el poeta luxemburgués Nicolás Mamerano (ca. 1500 - ca. 1567), que compuso un epitalamio (110 hexámetros) con motivo de la boda entre Alejandro Farnese y María de Portugal, celebrada en Luxemburgo en noviembre de 1565. El poema también muestra la coexistencia de la tradición poética pagana y la cristiana, puesto que, después de la presencia de Venus y Palas Atenea, concluye con una adlocutio concebida bajo los postulados la Iglesia. La felicidad, prosperidad y descendencia solo pueden venir de la mano del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y son bienes que habrán de durar más allá de la vida terrenal:[51]

 

Sic bene proficient et erunt felicia semper

Ex bonitate Dei et benedictio sancta replebit

Patris caelestis natique et pneumatis almi,

Quae uos incolumes longaeuae in tempora uitae

Dirigat, et faciat numerosa prole parentes

Fortunetque bonis praesentibus atque futuris.

Rerum successus et uota in uestra secundet

Praestet et aeternam uobis post funera uitam.

 

Terminemos la selección con otro poeta peninsular y otro enlace de Felipe II. Estamos en 1570. El rey contrae matrimonio en Madrid con Ana de Austria y de nuevo los poetas cortesanos se disponen a cantar esta cuarta boda del monarca. Uno de ellos, Jerónimo Ramírez, del que sabemos bien poco,[52] compuso un epitalamio en hexámetros (193 versos), titulado Epithalamion de nuptiis Philippi II, Hispaniarum regis catholici, et dominae Annae, Maximiliani Romanorum imperatoris filiae, que salió de las prensas dos años más tarde, como parte del Recibimiento que Juan López de Hoyos publicó sobre el evento.[53] El texto mezcla los motivos tradicionales del tipo narrativo (la bondad de los elementos, el flechazo de Cupido, el elogio de los esposos, la reticencia de la novia, las intervenciones de dioses, el vaticinio o la Aurea aetas) con episodios históricos documentados (como los festejos celebrados en Madrid). Con ser, por tanto, un texto modelado poéticamente sobre la tradición pagana, Ramírez ha optado por cerrarlo con una adlocutio en forma de oración al dios cristiano:[54]

 

Sed tu, summe pater diuum, qui semina rerum

Solus habes hominumque genus seriemque nepotum,

Amplificas pulchroque facis coalescere foetu,

Quique mala colubri deceptum fraude parentem

Primoeuum sancto sociasti foedere lecti

(Diuulsamque ferunt animasse uiragine costam,

Quae coniuncta uiro comes esset laeta bonorum),

Haec precor auspiciis sanci connubia faustis,

Summe pater, coniuxque diu cum coniuge uiuat

Turbaque natorum mensam numerosa coronet,

Qui claris referant factis atque ore parentes.

 

Aunque la fórmula summe pater diuum recuerda al título supremo de Zeus (πατήρ ἀνδρῶν τε θεῶν τε), la alusión al episodio del Génesis (quique mala colubri… bonorum) no deja lugar a dudas. Como en otras adlocutiones que hemos visto, y siempre en el marco teórico de la retórica, Ramírez también recurre a la laudatio de los padres como espejo en el que habrán de mirarse los hijos deseados (Qui claris referant factis atque ore parentes…).

 

4. Conclusiones

 

El matrimonio constituye uno de los más señalados ritos de paso del ser humano y, ante la nueva vida que se inicia, es tradicional en todos los pueblos que en la celebración de la boda se eleven deseos de amor duradero, felicidad y fecundidad para la pareja. La retórica griega encauzó estos votos en la preceptiva epidíctica de tema nupcial, sin perder de vista que las divinidades implicadas en el acto de la boda eran las que tenían, en última instancia, el poder de conceder las peticiones que realizaba el orador. Con la evolución del epitalamio hacia un tipo de poesía narrativa, en buena medida cultivada bajo las teorías retóricas, la adlocutio era pronunciada a menudo por la diosa Venus. Los humanistas, herederos a la vez de las enseñanzas de la retórica y de esta tradición poética, compusieron numerosos epitalamios en verso, sirviéndose a menudo de la adlocutio ya dirigida a ambos, ya solo a uno de los esposos para explotar el potencial laudatorio que el epitalamio había alcanzado en época imperial. Lo hicieron sobre todo en el deseo de fecundidad, pues a través de los hijos venideros se engrandecían las gestas, valores y virtudes tanto de los esposos, como de las familias vinculadas por el matrimonio. A la vez algunos poetas adaptaron la antigua plegaria de la oratoria al ámbito cristiano, de modo que la adlocutio constituía una invocación de los mejores augurios, a la par que una forma de poner bajo la custodia de Dios (y la Iglesia) el destino de la pareja.

 

 

ANTONIO SERRANO CUETO

Departamento de Filología Clásica

Facultad de Filosofía y Letras

Avda. Gómez Ulla s/n

Cádiz 11003

antonio.serrano@uca.es


 

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[1] Theon, Prog. 12 [Spengel, 120]; Hermog., Prog. 11 [Spengel, 17]; Aphth. Prog. 13 [Spengel, 49]; Nicol., Prog. 13 [Spengel, 494]; Lib., Thes. 13 [Foerster, 550].

[2] Si Platón, Aristóteles y los estoicos tenían una visión positiva del matrimonio, para los epicúreos y los cínicos resultaba incompatible con la tarea del filósofo. Cf. Ramelli (2000), Bellandi (2004).

[3] La relación entre matrimonio y retórica ha sido estudiada, entre otros, por Russel (1979). Para la perspectica laudatoria del discurso nupcial, cf. Pernot (1993: I 99).

[4] Men. Rh. 404.25-28. Traducción de García García y Gutiérrez Calderón (1996: 204).

[5] Men. Rh. 405.20-29; 407.15-23; 411.19-22.

[6] Hermógenes (Id. 389 y 393) señala esa conexión y Filóstrato (VS 539) recoge la valoración por los sofistas del s. II d. C. de los poetas como modelos para el discurso. Para la presencia de los recursos retóricos en las poesías griega y romana, véase el trabajo ya clásico de Cairns (1972).

[7] Theoc.,18.49-55. Traducción de Brioso (1986: 208-209).

[8] La literatura latina y la iconografía (en especial la numismática) nos han legado otro tipo de adlocutio mucho más conocida: la arenga del emperador al ejército. Cf. Gómez Santacruz (2008). Cuando Venus arenga a los militares en Clavd. 10.190-202, el poeta está asignando a la diosa este discurso imperial.

[9] Morelli (1910: 372).

[10] Serrano Cueto (2011: 140-141). Con mayor o menor desarrollo, la adlocutio ha quedado plasmada en Catulo (61.204-223), Estacio (silv. 1.2.266-277), Claudiano (carm. min. 25.130-138), Paulino de Nola (carm. 25.191-202), Draconcio (Rom. 6.105-110), Sidonio Apolinar (carm. 11.131-133; 15.186-191), Enodio (1.4.118-122), Venancio Fortunato (6.1.132-143) y en el Epithalamium Laurenti, 81-89 (PLM III, 299-300). Igualmente se han conservado tres fragmentos de adlocutiones latinas: la de Avitus (Anth. 29 Riese); otra anónima, titulada Epithalamium, aunque es adlocutio solo (Anth. 22 Riese); y una tercera atribuida al emperador Galieno (Anth. 711 Riese). Para un estudio de la adlocutio pronunciada por una divinidad y limitada a la Antigüedad tardía, cf. Gineste (2009).

[11] Men. Rh. 401.1-10. García García y Gutiérrez Calderón (1996: 198).

[12] Catvll. 64.335-336: nulllus amor tali coniunxit foedere amantes, / qualis adest Thetidi, qualis concordia Peleo; Stat., silv., 1.2.229-240: dat Iuno uerenda / uincula, et insigni geminat Concordia taeda. La concordia tiene especial relevancia en tiempos de Antonino Pío, como muestra en las monedas la dextrarum iunctio del emperador y su esposa Faustina la Vieja bajo la protección de la diosa Concordia. Cf. Grubbs (1995: 58), Gineste (2009: 486).

[13] Faye Wilson (1948: 40-57), Tufte (1970: 71-85).

[14] En los siglos XV-XVI para el discurso se utiliza indistintamente oratio y epithalamium, término este último que alterna con carmen nuptiale.

[15] Nichilo (1994: 26) data los primeros antes de 1423.

[16] D’Elia (2004: 139-179) ha listado unas trescientas orationes conservadas en manuscritos e incunables.

[17] En la década de los veinte del siglo XV ya circulaba por Italia un original griego de Menandro el Rétor, pues un autor anónimo tradujo (posiblemente en Roma antes de 1423) el capítulo XVI del tratado II, dedicado al discurso fúnebre. En la década de los treinta eran asequibles los preceptos de Hermógenes y Pseudo-Dionisio en los Rhetoricorum libri quinque de Trapezunzio. Y Teodoro Gaza tradujo en 1444 al latín los capítulos del Pseudo-Dionisio dedicados a la retórica nupcial. Cf. Nichilo (1995: 125; 2000: 43-52), D’Elia (2002: 389).

[18] Para la difusión de Catulo, cf. Gaisser (1993); para la influencia de Estacio en los poetas napolitanos del siglo XV, véase Scarparo (2007).

[19] Respectivamente, De re uxoria (ca. 1415), Della famiglia (ca. 1437), Oratio in laudem matrimonii (1458) y De dignitate matrimonii (1461-1463). En el siglo XVI se sumarán, entre otros autores notables, Erasmo de Rotterdam con Encomium matrimonii (1518) e Institutio matrimonii Christiani (1526), y Juan Luis Vives con De institutione foeminae Christianae (1523) y De officio mariti (1529). Este prolongado debate, que hunde sus raíces en la Antigüedad clásica, adquirirá nuevo protagonismo en las sesiones del Concilio de Trento, donde queda patente la jurisdicción que la Iglesia ejerce sobre la institución del matrimonio. Cf. Gaudement (1993).

[20] Ramelli (2000: 147-153), Bellandi (2004).

[21] De hecho, en los contratos matrimoniales solían establecerse cláusulas en función de que la esposa diese o no a luz a un hijo heredero. La búsqueda de un heredero al trono por Felipe II le llevó a casarse cuatro veces. Dos matrimonios bastaron a Segismundo I el Viejo, rey de Polonia, para lograr el varón. Son solo algunos ejemplos.

[22] Nespoulos (1973: 437-438). Aurelia se casó con Paolo di Caivano a fines de 1484 en la villa familiar de Anignano; Eugenia, con Luise di Casalnuovo entre 1484-1490.

[23] Pontano (como Juan Segundo) recupera la mencionada función del epitalamio antiguo como preludio erótico de la noche de bodas. D’Elia (2002: 401).

[24] Epithalamium in nuptiis Aureliae filiae, vv. 107-198. Cito por la edición de Arnaldi – Gualdo – Monti (1964: 508-518). Para el uso del verbo ludere con sentido erótico en los poetas latinos, cf. Montero Cartelle (1991: 187-189).

[25] Epithalamium in nuptiis Aureliae filiae, vv. 127-132. Un estudio del empleo por Pontano de los frutos de la tierra en sentido metefórico puede verse en Cassanova-Robin (2008).

[26] Clavd., carm. min. 25.130.

[27] Sidon., carm. 10.131-133.

[28] Anth. 22, 5-6.

[29] El padre de Paolo era el barón Antonello, un hombre culto que se mantuvo leal al rey Ferrante I durante la Conjura de los Barones de 1485. Pontano lo pone bajo la protección de las Musas, Apolo y Marte.

[30] Epithalamium in nuptiis Aureliae filiae, vv. 139-146. La pareja tuvo tan solo una hija, Adriana, que se casó siendo niña, por voluntad del rey, con Giovanni Andrea Caracciolo.

[31] Las influencias de los autores clásicos en este epitalamio han sido estudiadas por Charlet (1983).

[32] Carmen in nuptiis illustrissimi Galeacii M. Sfortiae, ducis Mediolanensis, et Isabellae Aragoniae, vv. 250-262. Utilizo la edición de Lamattina (1978: 67-75).

[33] Véase el texto al que se refiere la nota 7.

[34] Pauli Berardini Lanterii Mediolanensis Epithalamium carmen Ludovico Sfortiae dicatum, vv. 1587-1595 (f. 36v). Manejo un ejemplar manuscrito conservado en la Bibliothèque Nationale de Francia y digitalizado en Gallica. Para este epitalamio, cf. Mulas (1995).

[35] Tengo a la vista el ejemplar custodiado en la Bibliothèque Sainte-Geneviève de París (sig. Reserve 8 Q 688 INV 1706).

[36] Huic libro insunt…, p. 122.

[37] Huic libro insunt…, vv. 5-8 (pp. 122-123).

[38] Huic libro insunt…, vv. 276-279 (p. 134).

[39] Huic libro insunt…, vv. 63-73, 83-86 (pp. 139-140).

[40] Epithalamium Philippi et Isabelis regum, v. 269: Multiplici Hesperiae consurgat gloria partu; vv. 274-275: Attamen ipsa tuo gaudebit pignore, natos / Ipsa tuos studiosa colet, colet ipsa nepotes. La adlocutio en vv. 307-310. Edición de Serrano Cueto (2008).

[41] D’Elia (2002: 387) señaló las relación entre el discurso nupcial del siglo XV y la tradición medieval del sermón sobre el matrimonio. De hecho, también en la oratio se incluyen plegarias a Dios.

[42] Ergo mei memores par inuiolabile semper / uiuite; sit uobis crux ueneranda iugum… (Pavl. Nol. carm. 25.192-198); Imbue, Christe, nouos de sancto antistite nuptos / perque manus castas corda pudica iuga / ut sit in ambobus concordia uirginitatis… (Pavl. Nol. carm. 25.231-241).

[43] Charlet-Mesdjian (2009: 61).

[44] Margherita pertenecía a una de las familias más nobles de Ferrara. En cambio, la identificación de Matteo Herba no es segura. Se ha pensado que pudiera tratarse de Bartolomeo Pentaglia, ya que Battista Guarini dedica a este y a una Margarita Costabili un discurso pronunciado en Ferrara en 1452 con motivo de su boda. Charlet-Mesdjian (2009: 63).

[45] Epithalamium in Matthaeum Herbam Mediolanensem et Margaritam Costabilem Ferrariensem, vv. 5-8. Cito ambos epitalamios por la edición de Teleki (1784: 422-430).

[46] Epithalamium in Matthaeum…, vv. 41-44.

[47] Epithalamium ad Gulielmum Calefinum et Flodermiliam Guarinam, vv. 87-90.

[48] In serenissimi Maximiliani Romanorum regis ac diuae Blancae Mariae reginae nuptiis epithalamium vv. 288-290. Utilizo la edición de Brazzano (2005: 414-437).

[49] Carmen in nuptiis illustrissimi Galeacii M. Sfortiae, ducis Mediolanensis, et Isabellae Aragoniae, vv. 189-190. Tal vez Bonomo tuvo presente el epitalamio del Altilio. Cf. Brazzano (2005: 428); Tournoy (2003: 196).

[50] Epithalamion Serenissimo regi Poloniae, Sigismundo Augusto, II, vv. 221-232. Tengo a la vista la edición de Cwiklinki (1930: 181-190).

[51] Epithalamia duo illustriss<imi> domini <d>omini n<ostri> Alexandri Farnesii principiis Parmae… et ilustrissimae domina Mariae a Portugalllia…, Amberes, Ch. Plantin, 1566, vv. 103-110 (f. a 4r).

[52] Ramírez es conocido por el poema en hexámetros De raptu innocentis martyris Guardiensis libri VI (Madrid, 1592), donde se cuenta el martirio del Santo Niño de La Guardia (Toledo) a manos de los judíos.

[53] Real apparato y sumptuoso recibimiento... a la serenissima reina doña Ana de Austria, Madrid 1572, ff. 257-262.

[54] Epithalamion de nuptiis Philippi II, Hispaniarum regis catholici, et dominae Annae, Maximiliani Romanorum imperatoris filiae , vv. 183-193. Cito por la edición de Serrano Cueto (2009).