Elogio
y defensa de la latinidad hispánica en la Sicilia del siglo XVI: observaciones
a las obras De Verbis exceptae actionis y De Viris Latinitate
praeclaris in Hispania natis del humanista Cristóbal Escobar
Praise
and defence of the Hispanic Latinity in the 16th century Sicily:
observations on the works De Verbis exceptae actionis and De Viris
Latinitate praeclaris in Hispania natis of the humanist Cristóbal Escobar
Juan Francisco Reyes Montero
Resumen: En este trabajo se analizan dos obras del
humanista Cristóbal Escobar, De uerbis exceptae actionis y De uiris
Latinitate praeclaris in Hispania natis, que fueron compuestas en dos
etapas diferentes (aunque contiguas) de su vida, pero con un elemento común:
la reivindicación de la latinidad hispánica que va desde la Antigüedad hasta
su época. El análisis se centra especialmente en los recursos retóricos
adoptados, en las fuentes utilizadas y en la finalidad de los textos a la luz
del contexto en el que fueron compuestos. Abstract: This paper analyses two works of the humanist
Cristóbal Escobar, De uerbis exceptae actionis and De uiris
Latinitate praeclaris in Hispania natis, which were composed in two
different (though contiguous) moments of his life but with a common element:
the vindication of the Hispanic Latinity from Antiquity to his own time. The
analysis focuses especially on the rhetorical resources adopted, the sources
used and the purpose of the texts in the light of the context in which they were
composed. |
Palabras
clave: Cristóbal Escobar, Antonio de Nebrija, Sicilia,
humanismo, Latinitas.
Keywords: Cristóbal
Escobar, Antonio de Nebrija, Sicily, Humanism, Latinity.
Fecha de recepción: 3 de julio de 2023
Fecha de aceptación: 4 de octubre de 2023
1. Introducción[*]
D |
esde los albores del humanismo, comenzando
por el propio Francesco Petrarca (1304-1374),[2]
el sentimiento patrio (a través de la rememoración del patrimonio clásico) ha
tenido una presencia destacada en los textos humanísticos. Pensemos, por
ejemplo, en la tópica alusión al pasado luminoso que vivió Italia durante la
época grecorromana frente a un saber escolástico de origen bárbaro que ha
sumido Occidente en las tinieblas,[3]
pero también en las numerosas historias locales que compusieron los humanistas
italianos.[4] A
medida que este movimiento cultural se fue extendiendo paulatinamente por
Europa, los intelectuales que bebieron de las ideas humanísticas buscaron en
las fuentes de la Antigüedad un pasado glorioso de sus respectivas tierras que
sirviera bien de orgullo, bien de exemplum para el presente. En el caso
del humanismo español son célebres las palabras que Antonio de Nebrija
(1444-1522) escribió en la dedicatoria a la Reina Isabel de las Introducciones latinas contrapuesto el
romance al latín (ca.
1488: a1v):
¿qué
diré del ingenio y memoria de los ombres de nuestra nación cerca de cualquier
género de doctrina en que quisieron trabaiar? Da testimonio y señal desto que,
dentro de un siglo en que las letras latinas más florecieron, dio nuestra
España o los primeros o a lo menos los segundos: en el verso heroico, por
consentimiento de todos, a Lucano el segundo, y no mucho lexos dél a Silio
Itálico; en la tragedia, a Séneca, no solamente el primero, mas el que de todos
los trágicos latinos mereció durar hasta nuestros tiempos; en los epigrammas, a
Valerio Marcial el primero, salva paz de los que mucho aman a Valerio Catullo;
en la oratoria, si ninguno puede igualar con la fertilidad y copia de Marco
Tullio, tenemos sin ninguna contención a Marco Fabio Quintiliano en la segunda
orden, y a Séneca Gallión el tercero. Pues ya en su género ¿quién pudo ser más
diligente que Columela en el agricultura, que Pomponio en la cosmographía, que
Trogo en la historia?
A esto es necesario añadir que los humanistas
españoles tuvieron que hacer frente a las frecuentes acusaciones de barbarie.
Como constata López Moreda (2013: 15): «Fueron los italianos primero, ya desde
el siglo XIV, los que comenzaron a crear esa imagen del español jactancioso y
pasional, poco dado a las letras y escaso de fiar; una imagen popular de España
que arrancaba desde su temprana presencia en Nápoles y Sicilia, continuaba en
tiempos de los Reyes Católicos y culminaba en el saco de Roma y las campañas de
Flandes».
Por otra parte, hubo también humanistas que
residieron en tierras extranjeras y dedicaron no pocas líneas a defender
acérrimamente el patrimonio de su tierra natal fuera de ella, como es el caso
de Lucio Marineo Sículo (ca. 1444-1533), que se desplazó a España en
1484, y Cataldo Parisio Sículo (ca. 1455-1517), que a partir de ca. 1485
se trasladó a Portugal. Durante un intercambio de misivas entre ambos, Lucio
Marineo elabora un panegírico sobre los sicilianos ilustres en todas las
ciencias y épocas a partir de un dicho atribuido a San Jerónimo y puesto en
boca de los españoles: omnes insulani mali, Siculi autem pessimi.[5]
Todo este panorama nos ayuda a situar y
comprender el caso que nos ocupa aquí del humanista iliplense Cristóbal Escobar
(ca. 1460 - ante 1526): discípulo de Antonio de Nebrija y andaluz
como él, realizó el viaje inverso de Cataldo y Marineo al establecerse en
Sicilia desde finales del siglo XV, donde desarrolló a comienzos del siglo XVI
una constante y obstinada labor de difusión de las obras de su maestro.
Centraremos nuestra atención en De uerbis exceptae actionis y De
uiris Latinitate praeclaris in Hispania natis, dos textos que, a pesar de
la distancia temporal y el género de cada uno de ellos, están íntimamente
relacionados por el sentido de ambos.
2. De uerbis exceptae actionis
Este opúsculo se encuentra entre las additiones
que Escobar preparó para su edición de las Introductiones Latinae de su maestro (1512: 167r-170v) y está precedido por una epístola
dedicatoria dirigida a Pietro Cardona, comitem
Golisanensem, uirum omnigena eruditionem praeditissimum («Conde de Golisano, varón
exquisitamente dotado de toda clase de erudición»). Dispuesto en forma de
diálogo, tipología textual muy querida por los humanistas, a lo largo de las
intervenciones de los personajes se contrapone la doctrina humanista a la
medieval (con el esperado triunfo de la primera sobre la segunda) acerca de la constructio de los verba exceptae
actionis, es decir, aquellos
verbos que significan ‘acción’ sin sujeto, como pluit. La disputa dialéctica se origina a partir de la frase O dii boni deaeque omnes atque singuli, cur non
pluitis? tantumque compescitis estum? Un cierto Calaber, que representa el
pensamiento medieval, esgrime que es agramatical porque quod natura non potest, id utique dici non potest; Escobar, en cambio, representado aquí como Bethicus, defiende que es
gramatical porque el latín minimum ratione
et maximum constat authoritate.[6]
Dentro de la obra, que
es marcadamente de carácter gramatical, Escobar desarrolla un excursus (168v-169r) con un gran
sentimiento patrio a raíz de la siguiente afirmación puesta en boca del Calaber: Inuestigemus
igitur quid sibi uult Cantaber iste tuus in illa grammatices fractione, in
cuius patria nihil eruditum nihilque politum aliquando fuit praeter quam quod
Iudeos atque Marranos Hispania plurimos gignere solita est («Descubramos, así pues, qué quiere
decir ese cántabro tuyo en aquella división de la gramática, en cuya patria no
hubo alguna vez ni erudición ni elegancia, además de que España ha solido
engendrar una gran cantidad de judíos y marranos»).
Nuestro humanista pone
en boca de su rival unas consideraciones sobre España que circulaban
ampliamente entre los italianos. La idea de que los españoles eran ignorantes
se encuentra, sin ir más lejos, en los textos del propio Nebrija, por ejemplo,
en el De corruptis Hispanorum ignorantia quarumdam
litterarum uocibus:
Neque patiamur
nos ab exteris nationibus haberi ludibrio, quae cum nos Latine loquentes
audiunt, etsi meram sapientiam crepemus, ilico rhonchis, risu et nasi
aduncitate suspendunt, potiusque corrupti oris uitia Hispane loquentes
excusemus, quam dum Latine uolumus uideri sapere cum magna gentis nostrae
turpitudine et infamia in mille barbarismos incidamus.
Ni toleremos convertirnos en el escarnio de las naciones extranjeras,
que al oírnos hablar en latín, aunque suene a pura sabiduría,
llegado ese momento se mofan con risa y ronquidos, y evitemos los que por
hablar en español las alteraciones de una pronunciación defectuosa
antes de cometer, en tanto aparentamos saber latín, mil barbarismos
comportando una enorme indignidad e infamia para nuestro pueblo.[7]
También es conocida la acusación a los españoles de judíos y marranos
por parte de los italianos. Benedetto Croce (1917: 86) escribió que la
inmigración de judíos en Italia a consecuencia de su expulsión de España en
1492 «fini col dare un cattivo concetto degli spagnuoli in genere, ingiurati da
allora in poi come ‘giudei’ e ‘marrani’».
El diálogo continúa
tomando la palabra Escobar, que responde con una antítesis: se muestra en
cierta manera contento porque su enemigo reconoce el origen español de
Quintiliano, quod Quintilianum Cantabrum appelles placet impense («que
llames a Quintiliano cántabro me gusta sobremanera»), pero afligido por el
resto: quod id nomen tanto Latinitatis lumini per contumeliam indideris
uehementer doleo («que te hayas referido a semejante lumen de la latinidad
de forma ultrajante me duele profundamente»).
Ante tal ofensa, y para
proclamarse vencedor en esta batalla dialéctica, el discípulo de Nebrija,
adoptando un estilo aún más vehemente que el calabrés, da comienzo a su refutatio:
Sed de tua Calabria pauca subiiciam, qua in orbe toto simplicius, delatius,
infamius nihil est, praeter quam quod olim Graeca fuit («Pero sobre tu
Calabria pocas cosas voy a decir, ya que no hay nada más simple, calumniado e
infame en todo el orbe que esta tierra, a excepción de que una vez fue griega»).
Nótese la violencia que
produce tal estructura trimembre comparativa con la acumulación e
intensificación de aspectos negativos hasta alcanzar la condición de tellus
infamis, a excepción de su pasado griego. Poco después volvemos a encontrar
el mismo recurso: Audi, quos Hispania per omnem diritatem, contumeliam et odium Iudeos pepulit, Calabria omni studio,[8]
cura et amore complexa est, atque nunc
eos dulcissimo fouet gremio («Atiende, los judíos que España expulsó por toda
la atrocidad, el ultraje y el odio, Calabria los ha acogido con todo el favor,
cuidado y amor, y ahora los cobija con su muy dulce regazo»).
A continuación, Escobar,
que reside en una tierra que pertenece a la Corona de Aragón, pero que
culturalmente es italiana, traza un panegírico sobre los grandes autores
españoles mediante el cual viene a demostrar, en primer lugar, que España goza
de una prolongada e ilustre tradición latina y, en última instancia, que su
maestro es el último eslabón de esa Latinitas hispana. Comienza así:
Cognoscas licet
in quauis Latinitatis aetate et plures et praestantiores Calabris, Lucanis,
Apulis, Brutiis Hispanos fuisse, atque in dies futuros expectandum est, an non
tibi in mentem poetarum sylua illa uenire potuit, quorum partem aliquam
urbanissimus poeta epigrammate quoddam illustrauit, nam et amicos tantum et
suae tempestatis poetas recensuit?
Has de saber que en cualquier época de la latinidad los hispanos fueron
más numerosos y eminentes que los calabreses, lucanos, apulios y brucios, y es
de esperar que siga así en el futuro, ¿o acaso no recuerdas aquella abundancia
de poetas de los que un refinadísimo poeta dio a conocer una parte en cierto
epigrama, pues enumeró tanto a numerosos amigos como a otros poetas de su
época?
El discípulo de Nebrija
lanza una pregunta retórica (an non...) con la que alude a aquellos
versos de Marcial (1.61.7-12) donde son elogiados un total de siete autores
hispanos (los dos Sénecas y Lucano de Córdoba, Canio de Cádiz, Deciano de
Mérida, Liciano y el propio autor de Bílbilis) que han hecho ilustres sus
respectivas ciudades de nacimiento. En efecto, inmediatamente después cita
dichos versos y revela el autor de los mismos: Quid Martialem ipsum nominem
cuius epigramma illud est, partem cuius nunc asciui? Quo in stylo illo? Nemo
neque urbanius neque modacius scripsit («¿Qué decir del propio nombre de
Marcial, autor del epigrama del que acabo de citar una parte? ¿Qué decir de
aquella pluma? Nadie escribió de forma más refinada o más mordaz»). Tras las
líneas dedicadas al poeta de Bílbilis, el discípulo de Nebrija prosigue el panegírico
encadenando una serie de preguntas retóricas:
Quid Trogum Pompeium, cui historici omnes ingenue
cedunt? Quid Iustinum? Quid Pomponium Mellam conterraneum meum? Quid Columellam
memorem? Quid iam de summis illis poetis, quibus uix Itali poetae antecelluerunt,
Lucano et Syllio in genere illo altisono dicam? An Cicero ipse, qui Latinorum
omnium specimen eximium extat, non de poetis Cordubensibus in oratione illa pro
Aulo Licinio Archia uerba facit, qui iam in illa florentissima Latinitatis
aetate resonabant?
¿Qué decir de Pompeyo Trogo, al que todos los historiadores ceden su
lugar libremente? ¿Qué de Justino? ¿Qué de Pomponio Mela, mi conterráneo? ¿Qué
de Columela, memorioso? ¿Qué decir, en fin, sobre aquellos sumos poetas, Lucano
y Silio, a los cuales los poetas itálicos a duras penas superaron en aquel
género altisonante? ¿O acaso el propio Cicerón, que sobresale como eximio
símbolo de todos los latinos, no dedicó unas palabras en aquel discurso a favor
de Aulo Licinio Arquías a los poetas cordobeses, que ya resonaban en aquella
floreciente época de la latinidad?
Aquí Escobar, consciente
de que se encuentra en un contexto dialéctico, donde cualquier debilidad puede
ser aprovechada por el rival, no trata de demostrar el origen español de
Pompeyo Trogo como sí lo hará en el De uiris Latinitate praeclaris in
Hispania natis, signo, por otra parte, de que en su época ya existía un
debate sobre la cuestión. A Pomponio Mela lo considera conterraneus debido
a que, como puede verse en el De uiris Latinitate praeclaris in Hispania
natis[9],
Escobar confunde la Carteia gaditana, a la que se refería Mela (et sinus
ultra est in eoque Carteia, ut quidam putant aliquando Tartesos, Mela 2,
96), con la Cartaya onubense. En el caso de la alusión al Pro Archia de
Cicerón (Cic. Arch. 26), que hace referencia a lo que parece ser una
célebre escuela de poetas cordobeses, Escobar toma del discurso la fama de
dichos poetas, pero omite deliberadamente los calificativos del arpinate sobre
los mismos, pues decía que estos poetas sonaban pingue y peregrinum,
lo cual hubiera ido claramente en contra de los intereses de nuestro humanista.
A continuación, Escobar
se detiene en Quintiliano, el cual, recordemos, es determinante por su división
entre gramática historice y methodice (Quint. 1.9.1) para la
defensa de la teoría gramatical que sostiene. Nuestro humanista recurre a la Censura
in Quintiliani Institutiones seu Ciceronis et Quintiliani comparatio de
Giovanni Antonio Campano (1429-1477),[10] texto
que apareció por primera vez en la edición veneciana de Quintiliano de 1494
(a1v) pero que se reprodujo con frecuencia en ediciones posteriores de la obra
de Quintiliano (incluso siglos después):[11]
Ecquis uero est
tam a sensu communi alienus, a quo Quintilianus summe eruditus non censeatur, quem a Cicerone ipso uix differentem
pensitatum plurimi? Inter quos est Campanus, cuius haec leguntur uerba: «Quintilianus quibus armis pugnandum sit docuit,
Cicero uero quomodo uincamus ostendit. Magnificus et plenus Cicero,
Quintilianus sumptuosus et locuples. Hic sententiis praemit et pondere, ille
uiribus et sublimitate. Amplissimus laudator Cicero, iudex aequissimus
Quintilianus. Hic in praecipiendo summus est habitus, ille in dicendo
eminentissimus. Quintilianus acumine capit lectorem, Cicero candore delectat.
Denique tanta inter eos uicinitas est, quanta uideri inter eum potest, qui
primus sit omnium in cursu et eum qui nisi hic antecederet, ipse praeuenisset.
Proinde de Quintiliano sic habe. Si iudicium poscas meum», ut Campanus
scripsit, «deesse eloquentiae quicquid a Quintiliano non discas et ibi artem
desinere dicendi, ubi ultimum eius fuit praeceptum». Quem per opprobrium
Cantabrum appellasti. Quem, ut diuus Hieronymus testatur, imperator ille Galba
ab oppido Callagurritano Romam aduexit, ex quo etiam loco diuus Dominicus
concionatorum antistes et ortus et oriundus fuit.
¿Pero es que hay alguien tan alejado del sentido común que no califique
a Quintiliano de sumamente erudito, del que muchos a duras penas tienen una
consideración diferente a la del propio Cicerón? Entre ellos se encuentra el
Campano, del que se leen las siguientes
palabras: «Quintiliano enseñó con qué armas hay que luchar, Cicerón, en cambio, mostró cómo vencer.
Cicerón es grandioso y abundante, Quintiliano es suntuoso y fecundo. Este
último domina con sus frases y autoridad, aquel por sus fuerzas y
grandilocuencia. Imponente elogiador Cicerón, juez totalmente ecuánime
Quintiliano. Este es considerado el mejor enseñando, aquel el más ilustre
hablando. Quintiliano captura al lector con la agudeza, Cicerón lo deleita con
su candor. Por último, la cercanía entre ellos es tan grande cuanto se puede
ver entre el que es el primero de todos en la carrera y el que si este no fuera
primero, él mismo tomaría la delantera. Por tanto, considera así a Quintiliano.
Si piensas que mi opinión», como escribió el Campano, «carece de elocuencia, no
aprendas nada de Quintiliano y deja de enseñar el arte allí donde dejaste el
último precepto». A este llamaste cántabro por oprobio. A este, como San
Jerónimo testimonia, el emperador Galba lo llevó a Roma desde la ciudad de
Calahorra, donde nació y de donde fue oriundo Santo Domingo, prelado de los
predicadores.
Si comparamos el texto
estrictamente citado por Escobar con diferentes impresiones de la Censura del
Campano nos percatamos inmediatamente de que el discípulo de Nebrija ha
realizado numerosas modificaciones sobre el texto original (alteración del
orden, cambio de palabras y reducción de ciertos pasajes):
Escobar |
Campano |
Quintilianus
quibus armis pugnandum sit docuit, Cicero uero quomodo uincamus ostendit.
Magnificus et plenus Cicero, Quintilianus sumptuosus et locuples. Hic
sententiis praemit et pondere, ille uiribus et sublimitate. Amplissimus
laudator Cicero, iudex aequissimus Quintilianus. Hic in praecipiendo summus
est habitus, ille in dicendo eminentissimus. Quintilianus acumine capit
lectorem, Cicero candore delectat. Denique tanta inter eos uicinitas est,
quanta uideri inter eum potest, qui
primus sit omnium in cursu et eum qui nisi hic antecederet, ipse
praeuenisset. Proinde de Quintiliano sic habe. Si iudicium poscas meum deesse
eloquentiae quicquid a Quintiliano non discas et ibi artem desinere dicendi,
ubi ultimum eius fuit praeceptum. |
[...] si
iudicium poscas meum, [...]
deese
eloquentiae quicquid a Quintiliano non discas et ibi artem desinere dicendi,
ubi ultimum eius fuit praeceptum [...]. Hic
in praecipiendo summus est habitus, ille in dicendo [...]
eminentissimus [...]. Quintilianus quibus armis
pugnandum sit docuit, M. Tullius et ostendit quomodo uincamus [...]. Magnificus
et plenus Cicero, hic sumptuosus et locuples [...]. Quintilianus
sententiis premit et pondere, Cicero [...]
et uiribus et sublimitate [...]. [...] Quintilianus
acumine capit lectorem, [...]
Cicero [...] candore
delectat. Denique tanta uicinitas est, quanta uideri inter eum potest, qui
primus sit omnium in cursu et eum qui nisi hic antecederet, ipse praeuenisset. [...] amplissimus [...] laudator Cicero, iudex aequissimus
Quintilianus. Proinde de Quintiliano sic habe [...]. |
La referencia a San Jerónimo (chron. 211.4) aparece
también en el De uiris Latinitate praeclaris in Hispania natis y ese diuus
Dominicus al que alude Escobar es Santo Domingo de Caleruega, fundador de
la Orden de los Predicadores (de ahí concionatorum antistes).[12]
A continuación, nuestro Bethicus
aporta el testimonio de Estrabón (3.1.6) según la traducción al latín de Guarino Guarini (1374-1460),[13] como
era común en la época:
Hispaniam etiam non perpetuo ineruditam fuisse
Strabo ille Cretensis, qui Augusti Octauii floruit aetate, in Iberica
geographia plane demonstrat. Scribit enim Hispanos maxime Bethicos sua aetate
fuisse eruditos, nam leges et carmina propiasque litteras sex milibus annorum
eos ante habuisse testatur
Que España nunca
fue inculta también lo demuestra claramente en la geografía de la península
ibérica Estrabón, aquel cretense que sobresalió durante la época de Octavio Augusto.
En efecto, escribe que los hispanos, sobre todo los de la Bética, fueron en su
época eruditos, pues testimonia que ellos tuvieron las leyes, los poemas y las
propias letras seis mil años antes.
La intención de Escobar
es, por un lado, ofrecer una nueva demostración de la erudición hispana (esta
vez añade un matiz ya que se remonta a tiempos muy lejanos), por otro lado, lo
que es más importante, resaltar que entre los hispanos sobresalían los Bethici.
El siguiente paso fue
poner de manifiesto que los españoles siguieron siendo ilustres hasta la última
época de la latinidad, donde florecieron grandes autores cristianos, y también
que destacaron en la época posterior, cuando gran parte de la península estaba
dominada por la lengua árabe:
Iam in ultima
Latinitatis aetate nemo usque eo pertinax erit, qui non intelligat Hispano non
Latino sermone modo, qui per totum orbem consenuerat, sed etiam Poenico, qui
apud Hispaniam florebat quantum
illa Vandalorum et Gottorum procella permisit, fuisse eruditos. Tulit enim
aetas illa Higinium, Iuuencum, Prudentium, Isidorum, Orosium, Damasum, cui
plurima opera diuus Hieronymus nuncupat,
Leandrum cum aliis multis quos breuitatis causa subticeo. Punicos uero qui non cognoscat est nullus Aueroem, Auicenam,
Allagazellum meumque conciuem Sarrasim
Ya en la última
época de la latinidad nadie será obstinado hasta tal punto que no entienda que
los hispanos fueron eruditos no solo en la lengua latina, que se había
consumado por todo el orbe, sino también en la púnica, que florecía en Hispania
todo cuanto permitió aquella tormenta de vándalos y godos. En efecto, aquella
época trajo a Higino, Juvenco, Prudencio, Isidoro, Orosio y Dámaso, al que san
Jerónimo dedica muchas obras, Leandro con muchos otros que omito por razones de
brevedad. En cuanto a los púnicos, no hay nadie que no conozca a Averroes,
Avicena, Algazel y mi conciudadano Sarrasin.
Sobre Avicena, hay que
advertir que algunos autores lo consideraban originario de la península ibérica
y no del Oriente. Es el caso, por ejemplo, del Supplementum
chronicarum de Giacomo Filippo
Foresti (1434-1520), una de las principales fuentes que manejará Escobar en el De
uiris Latinitate praeclaris in Hispania natis. En dicha obra se afirma lo siguiente
sobre el sabio árabe: Auicena
quoque Hispalensis medicus omnium clarissimus eminentissimi ingenii uir, de
cuius uita nil certum ferme habetur («Avicena,
también hispalense, el médico más ilustre de todos, hombre de extraordinario
ingenio, sobre su vida no se tiene casi nada de cierto») (1486: 224v). En
cuanto a su conciudadano Sarrasin, no hemos conseguido identificarlo.
Prosiguiendo llegamos
hasta la conclusio del panegírico, que está dedicada a su maestro Antonio de Nebrija:
Quibus omnibus
praeceptorem meum Antonium Nebrissensem annumerare non formidabo, qui
quemadmodum omnium illorum postremissimus est, ita nostrae aetatis omnium
primus et facile princeps, cuius Institutiones grammaticas si aequo existimes
iudicio, quicquid tibi ad cumulum grammatici deerit futuri, id a natura
desiderabis, non ab arte deposces
Entre todos
estos no vacilaré en incluir a mi maestro Antonio de Nebrija, el cual, del
mismo modo que es el último de todos ellos, también es el primero de todos de
nuestra época y sin duda el principal, cuya gramática si la juzgaras con
equidad, lo que sea que te falte para la culminación de futuro gramático, lo
desearás de la naturaleza, no lo exigirás del arte.
La parte final (quicquid ... deposces)
es una clara alusión a la última frase de la Censura del Campano:
Proinde de
Quintiliano sic habe: post illam beatissimam atque unicam felicitatem M. Tulii,
quae fastigii loco suscipienda est omnibus, et tanquam adoranda, hunc unum
esse, quem praecipuum habere possis in eloquentia ducem. Quem si assequeris,
quicquid tibi ad cumulum deerit consumati oratoris, id a natura desiderabis,
non ab arte deposces
Por tanto,
considera así a Quintiliano: después de aquella dichosísima e irrepetible
suerte de Marco Tulio, la cual ha de ser asumida por todos como la cumbre, así como también ha de ser
venerada, este es el único que puedes considerar como el principal guía en la
elocuencia. A este, si lo alcanzas, lo que sea que te falte para la culminación
de consumado orador, lo desearás de la naturaleza, no lo exigirás del arte.
Escobar coloca,
así pues, a su maestro como el principal autor contemporáneo de la latinidad
hispana, y a su arte gramatical (cuya doctrina difunde en Sicilia y sostiene
frente a la doctrina medieval del calabrés) como obra de referencia en dicha
disciplina, de la misma forma que su compatriota Quintiliano lo es para la
retórica.
3. De uiris Latinitate praeclaris in Hispania
natis
El opúsculo se encuentra en el
último volumen publicado en vida de Escobar, que vio la luz en Venecia el 27 de
abril de 1522 (13v).[14] El impresor fue Bernardino
Benali (1483-1543),[15] que anteriormente había
impreso del discípulo de Nebrija el vocabulario siciliano-latín[16] y el vocabulario
latín-siciliano-español,[17] ambos adaptaciones de los
diccionarios nebrisenses, así como unos De rebus praeclaris Syracusanis
opuscula con los que nuestro humanista pretendió hacer recordar a sus
contemporáneos el esplendor que Siracusa había alcanzado en la Antigüedad.[18]
El
De uiris Latinitate praeclaris in Hispania natis es bastante anterior a
la fecha en que fue publicado el volumen, ya que la epístola dedicatoria del
opúsculo, dirigida a Matteo Barresi, es del 31 de julio de 1514 (pridie
Calendas Augustas anno a salute Christiana MDXIIII) y el propio opúsculo
cuenta con una conclusio propia de la epistolografía que lo sitúa en el
21 de marzo de 1514 (XII Calendas Aprilis MDXIIII). El destinatario,
saludado como praeclarissimus y generosissimus, es príncipe de
Pietraperzia, territorio situado en el interior de la isla y cuyo dominio
estuvo en manos de los Barresi casi de forma ininterrumpida desde los primeros
años del siglo XIII hasta 1591,[19] cuando se extingue la rama
de los Barresi de Pietraperzia. A principios del siglo XVI, esta familia
aristocrática de origen normando se encontraba en pleno apogeo de su prestigio
social y económico, hasta tal punto que contaba con una pujante corte compuesta
por artistas y literatos tanto locales como extranjeros, como es el caso de
Cristóbal Escobar.
La
epístola dedicatoria, como cabe esperar, es un encendido elogio por parte del
humanista de Niebla hacia su benefactor, con un tono que en ciertas ocasiones
adquiere tintes ciceronianos:
Ego de mea ipsius ratione ita sentio ut
quicquid est apud me siue ingenii, siue industriae, quorum alterum affectaui
semper, alterum non spreui unquam, id utrunque ad nationis meae, maiorumque
meorum laudem conferri oportere
Yo de mí mismo opino lo siguiente, que
todo lo que hay en mí bien de ingenio, bien de empeño, de los cuales a uno
siempre he aspirado, al otro nunca he menospreciado, es necesario que ambos
sean empleados para elogio de mi nación, de mis antepasados.
La misiva dirigida al aristócrata es
interesante desde el punto de vista del contenido por dos datos biográficos que
encontramos en ella y que permiten contextualizar de forma más precisa la
actividad literaria de Escobar. El primero aparece en este pasaje: Nam quum
sint mihi amici complures atque fautores permulti, solus est tu, sub cuius sum
imperio, et cui omnia a me plane debeantur («Pues bien, aunque tenga muchos
amigos y múltiples benefactores, tú eres la única autoridad bajo la que me
encuentro y a la que claramente debo todo»). De aquí se deduce que el humanista
español sigue encontrándose al servicio de los Barresi en 1514. Los contactos
de Escobar con esta familia se remontan a su estancia en la corte real de
Palermo, lugar donde, como el humanista declara,[20]
ultimó su edición de las Introductiones Latinae. En dicha edición, que
vio la luz finalmente en 1512 pero ya estaba terminada para 1509,[21] hay dos opúsculos dedicados
a los Barresi: De causis corruptae locutionis (161r-166v), con epístola
dirigida a Giambattista Barresi, y De digitorum gestu apud Diuum Hieronymum
annotatio (177v), con epístola dirigida a Matteo Barresi. El segundo
dato es el lugar desde donde escribe, es decir, Ex Reginae Angelorum
aedicula («Desde la capilla Reina de los Ángeles»), que hace referencia a
la iglesia mayor de Convicino, territorio que formaba parte de la familia.
Sabemos por un documento de archivo que el 4 de septiembre de 1509 Escobar fue
nombrado capellán y beneficiario de dos iglesias ubicadas en Convicino (iglesia
mayor y Santa Maria del Soccorso) por Giovanni Antonio Barresi, padre de Matteo
Barresi e iniciador de la que luego será con su hijo Matteo la época dorada de
la familia. El propio Escobar se refiere a esas dos iglesias al final del
opúsculo, reiterando la generosa munificencia de su benefactor: Vale atque
meam utramque apud te aedem sacram tuearis praecamur cum caeteris sacellis,
quorum me tua progenies sacerdotem delegit atque rectorem («Cuídate y
rogamos que veles por mis dos templos en tus dominios junto con el resto de
santuarios, de los cuales tu progenie me eligió como sacerdote y regidor»).[22]
Ahora
bien, el discípulo de Nebrija no era el único humanista que estaba al servicio
de esta familia, ya que en ella coincidió con Nicolò Valla,[23]
originario de Agrigento y autor de un Vocabularium vulgare cum Latino,
conocido como Vallilium.[24] La rivalidad entre ambos es
patente, ya que el humanista andaluz publicó una In Callilia carcinomata
elegans annotatio de un discípulo suyo, Giovanni Antonio Salonia, en la que
se señalan veintiocho pasajes de una carta enviada por Nicolò Valla que
incurrían en un uso poco elegante del latín.[25]
El
contexto en que surge este opúsculo es, pues, el de un ambiente de corte aristocrática
donde Escobar, un Bethicus que intenta tenazmente difundir la doctrina
de su maestro en Italia, se encuentra en constante competición con otros
maestros de latinidad locales que o bien recurren a gramáticas medievales como
el Doctrinale (y, por lo tanto, la difusión de Escobar consiste en una
valliana lucha contra la barbarie medieval) o bien elaboran gramáticas propias
(y, en ese caso, el ataque del discípulo de Nebrija se basa en desacreditar a
los rivales acusándolos de un uso incorrecto del latín o incluso de plagiar a
su maestro).[26]
El
contenido de la obra, ya claro desde el título de la misma, nos lo anuncia Escobar
al comienzo de la epístola dedicatoria: Magna mihi incessit cupiditas,
generose Barresi, Latinorum uirorum in Hispania natorum conscribendae cateruae,
et quod cuique eorum egregium acciderit pro uirili explicandi addendo locum et
tempus («Un gran deseo se engendró en mí, noble Barresi, de escribir sobre
la multitud de hombres latinos nacidos en España, y lo que les había ocurrido
de ilustre a cada uno de ellos, añadiendo lugar y tiempo a cada exposición»).
El resultado de este ejercicio de erudición es la siguiente nómina de autores,
que, como puede observarse, difiere ligeramente de la desplegada en el De
uerbis exceptae actionis:
De uerbis exceptae actionis |
De uiris Latinitate praeclaris in
Hispania natis |
1.
Los dos Sénecas 2.
Lucano 3.
Canio 4.
Deciano 5.
Liciniano 6.
Marcial 7.
Pompeyo Trogo 8.
Justino 9.
Pomponio Mela 10.
Silio 11.
Poetas cordobeses 12.
Quintiliano 13.
Santo Domingo 14.
Higino 15.
Juvenco 16.
Prudencio 17.
Isidoro 18.
Orosio 19.
Dámaso 20.
Leandro 21.
Averroes 22.
Avicena 23.
Algazel 24.
Sarrasin 25.
Antonio de Nebrija |
1. Pompeyo
Trogo 2. Lucano 3. Silio 4. Quintiliano 5. Los dos
Sénecas 6. Higino 7. Columela 8. Pomponio
Mela 9. Marcial 10. Canio 11. Deciano 12. Liciniano 13. Juvenco 14. Dámaso 15. Avencio 16. Paulo
Orosio 17. Leandro 18. Antonio Juliano 19. Severo
Cecilio 20. Marciano 21. Abundio 22. Cipriano 23. Ramon
Llull 24. Isidoro 25. Poetas
cordobeses 26. Avicena 27. Averroes 28. Algazel 29. Pedro
Hispano 30. Antonio
de Nebrija |
Hemos
de advertir, sin embargo, que la mayor diferencia entre ambos textos radica en
la utilización de un género distinto en cada caso: en De uerbis exceptae
actionis nos encontramos ante un panegírico dentro de una dialéctica que
es, a su vez, de carácter gramatical. Es decir, se trata de un contexto donde
se enfrentan diferentes posturas en torno a cierto uso de los verbos
impersonales. El De uiris Latinitate praeclaris in Hispania natis, en
cambio, pertenece al género historiográfico. El modelo adoptado en este
texto es el De uiris illustribus de San Jerónimo, una recopilación de
biografías en la que el autor de Estridón reelabora parte del material tomado
de la Historia Eclesiástica de Eusebio y añade vidas de escritores
latinos cristianos. Este modelo elegido por Escobar no es casual: como
demuestra el profesor Sánchez Salor (2006), el De uiris illustribus fue
compuesto en una época, la segunda mitad del siglo IV d.C., sumida en un
profundo e intenso debate entre el paganismo y el cristianismo, de ahí que San
Jerónimo persiga con su obra una finalidad sustancialmente apologética, la de
hacer ver a aquellos detractores de la fe cristiana que el cristianismo no era
una religión de indoctos.
El
espíritu del texto de Escobar es similar al de San Jerónimo: a través del
recorrido que esboza, trata de hacer ver a los sicilianos que los españoles no
eran indoctos, sino todo lo contrario, pues gozaban de una ilustre y prolongada
tradición literaria que en ciertos casos rivalizaba con Italia. El primer autor
que se presenta es el historiador Pompeyo Trogo:
Inter historicos Trogus Pompeius in primis
habetur, cuius non modo eloquentia sed ipsa historica uirtus ueritasque ita
caeteris antecelluit, ut merito singulis Italis praeferri debuit. Eius
uero epitomata Iustinus collegit. Quem Trogum fuisse Hispanum uarii monstrant
auctores, ut Eusebius in Temporibus et Bergomensis in Chronicis. Ortus fuit Mentesae, quam ciuitatem uulgus
Hispanum Iaen uocat, uixitque sub Antonio cognomento Pio.
Entre los historiadores Pompeyo Trogo se
cuenta entre los primeros, cuya no solo elocuencia, sino también la propia
virtuosidad y verdad histórica superó a los demás de tal manera que
merecidamente debió ser preferido a cada uno de los itálicos. Sus epítomes los
recopiló Justino. Que este Trogo era hispano lo demuestran varios autores, como
Eusebio en Tiempos y el Bergomense en Crónicas. Nació en Mentesa,
ciudad que se llama en español Jaén, y vivió bajo Antonino Pío.
Como ya adelantamos en su momento, Escobar
dedica espacio en esta obra, al contrario que en el De uerbis exceptae actionis,
a demostrar el origen español de algunos autores. En el caso de
Pompeyo Trogo, menciona, por un lado, una fuente clásica (Eusebio),[27] y por otro de una fuente
humanística, el Bergomense, es decir, Giacomo Filippo Foresti (1434-1520).
Permanece desconocida, sin embargo, la fuente en la que se basa el discípulo de
Nebrija para el lugar de nacimiento del historiador.[28]
Escobar
va a ir replicando la estructura que acabamos de ver en cada autor ampliando o
reduciendo los tres contenidos, es decir, las obras, la ubicación geográfica y
el marco temporal, según la importancia de los mismos y los datos disponibles.
Tras
inaugurar la obra con un historiador (género en el que al fin y al cabo se inserta
este texto), el humanista recuerda la gloria de los poetas españoles, donde
vuelve a recalcar, como ya hizo en el dialogus, la altura literaria de
los mismos (parangonable a la de los itálicos):
Poetas Hispania et citerior et ulterior
uarios peperit, sed quos nescias an Italos ipsis, an ipsos Italis praeferre[29].
Qui multifariam in scribendo se gesserunt, nam alii heroici, alii quidam
epigrammatici, alii uero tragici, alii autem mystici ostenduntur. Lucanus ergo,
atque Syllius, quorum ille Cordubae, idest, uulgo Cordoua, hic uero Italicae
uulgo Vtrera natus fuit, et eorum uterque sub Nerone uixit, et lautissime quia
locupletes uitam egerunt.
La Hispania, tanto Citerior como Ulterior
dio a luz a varios poetas, pero de estos no puedes saber si los itálicos
aventajan a ellos o ellos aventajan a los itálicos. Estos se dedicaron a
escribir en múltiples géneros, pues unos son épicos, otros ciertamente
epigramáticos, otros en cambio trágicos y otros místicos. Así Lucano y Silio,
de los cuales aquel nació en Corduba, es decir Córdoba en vulgar, este en
cambio en Italica, en vulgar Utrera, y ambos vivieron bajo Nerón, además con
gran magnificencia debido a que condujeron una vida opulenta)
Al igual que ocurría en el dialogus, Quintiliano
es el autor al que Escobar dedica más líneas:
Quintilianum illum rhetorum summum Hispanum fuisse
uerissima declarant monumenta, quorum omnium primus Plinius extat Iunior:
«Fabius», inquit, «Hispanus facundia ualidus» et quae sequuntur. Cuius Fabii se
etiam fuisse discipulum ipse idem ad Publium Maximum scribens tradit his
uerbis: «ita certe ex Quintiliano praeceptore meo audire memini». Diuus etiam
Hieronymus in libro
De
temporibus ita rem
monstrat: «Quintilianus, ex Hispania Calagoritanus, primus Romae publicam
scholam et salarium e fisco accepit, et claruit». Idem Hieronymus paulo ante
scripserat: «M. Fabius Quintilianus Romam a Galba producitur Calaguria». Est
autem Calaguria,
quam Hispani nunc Calahorra appellant, Cantabrorum metropolitanam. Angelus
quoque Policianus: «Marcus», inquit, «Quintilianus ex Hispaniae[30] oppido
Calaguria, maxime propter obsessum in eo Sertorii insigni[31],
Romam adolescens admodum perductus est».
Que aquel sumo rétor Quintiliano fue
hispano lo declaran testimonios totalmente verdaderos, destacando entre todos
ellos en primer lugar Plinio el Joven: «el hispano Fabio -dijo-, esforzado en
la elocuencia», etcétera. Que de este Fabio fue discípulo Plinio lo cuenta el mismo autor escribiendo a
Publio Máximo con estas palabras: «Así ciertamente recuerdo oírlo de mi maestro
Quintiliano». También san Jerónimo en el libro Sobre los tiempos demuestra
la cuestión de esta forma: «Quintiliano, calagurritano de Hispania, fue el
primero en tener una escuela pública en Roma y en recibir un salario del fisco,
y fue ilustre». El mismo san Jerónimo había escrito antes: «Marco Fabio
Quintiliano fue conducido a Roma por Galba desde Calaguria». Calaguria, que los
españoles llaman ahora Calahorra, es la ciudad principal de los cántabros.
También Angelo Poliziano: «Marco -dice- Quintiliano desde la ciudad hispana de
Calaguria, ilustre sobre todo debido a la ocupación de Sertorio, fue conducido
aún adolescente a Roma».
Sin
embargo, aunque Escobar sigue destacando la importancia literaria de este autor
calificándolo de rhetor summus, en esta ocasión no se detiene a enumerar
sus virtudes retóricas o pedagógicas ni a compararlo con Cicerón (aquí no
existe un Calaber que ponga en entredicho la doctrina de Quintiliano).
En esta apología de la latinidad española el humanista opta por fundamentar que
Quintiliano es natione Hispanus y para ello presenta hasta cinco
fuentes: dos testimonios de Plinio el Joven (Plin. epist. 3.9.12; Plin. epist.
2.14.12), otros dos de San Jerónimo (Hier. chron. 216.4; Hier. chron.
211.4) y uno de Angelo Poliziano (1498: aa4r)[32].
Cabe señalar que no presenta testimonios en contra del origen hispano, como
tampoco presenta un testimonio que, si bien está a favor del origen hispano del
autor de Calahorra, expresa una opinión negativa sobre él. Se trata de
Francesco Filelfo y el pasaje en cuestión es citado por Escobar en uno de sus
comentarios a la gramática de Nebrija: Quintilianum nescio quam sapere
Hispanitatem («No sé a qué hispanidad huele[33]
Quintiliano») (1512: 28r).[34]
A
nuestro humanista ciertamente no le interesaba poner en duda el origen español
de Quintiliano ni mucho menos su uso del latín, puesto que era el gran modelo
de los maestros de latinidad, función que él mismo desempeñaba en la familia de
los Barresi. Su intención con estas fuentes es precisamente lo contrario:
defender dicho origen, y al mismo tiempo evitar toda sombra de duda. Y lo hace
con dos auctoritates como son Plinio el Joven y San Jerónimo, y además
con la opinión de uno de los grandes humanistas italianos, Angelo Poliziano, ya
considerado así por sus contemporáneos. Por otra parte, Escobar no hacía más
que seguir la opinión de su maestro, que defendió frente a Marineo Sículo el
origen español del autor de la Institutio oratoria.[35]
La
obra termina precisamente con Antonio de Nebrija, igual que ocurría con el
panegírico del De uerbis exceptae actionis. En el caso de este opúsculo,
Escobar construye previamente una sucesión de imágenes hasta llegar a su
maestro, que es el clímax del proceso:
Addo
insuper Ciceronis temporibus iam in Latinitate Hispanos ipsos maxime Bethycos
floruisse, de quibus ipse Cicero meminit in oratione illa, quam habuit pro
Archia. Strabo identidem Bethycos
plurimum extollit utpote sua tempestate. Eruditos Auicenam Hispalensem atque
Aueroen Cordubensem Algazelemque Astigiensem taceo, qui etsi uiri supra quam
dici potest sapientissimi fuerunt, Arabica tamen non quidem Latina lingua
scripserunt. Petrus Hispanus Aristotelis summator Vllissipone, idest Lisbona
natus fuit. Qui summus pontifex centesimus nonagesimusquartus extitit. Quibus
praeclarissimis uiris aequo iure Antonius Nebrissensis praeceptor meus
annumeratur. Qui quo
posterius uenit, eo cum eo in re praesertim Latina pene obseruatius agitur,
ageturque dum uixerit
Añado también que en los tiempos de
Cicerón los propios hispanos, sobre todo béticos, ya brillaban en latinidad,
los cuales son recordados por el propio Cicerón en aquel discurso que pronunció
a favor de Arquias. Estrabón dedica una y otra vez grandes alabanzas a los
béticos, así como en su época. De los eruditos Avicena de Sevilla, Averroes de
Córdoba y Algazel de Écija evito hablar, los cuales, aunque fueron sumamente
sabios, más de lo que puede decirse, sin embargo, escribieron en árabe, no en latín.
Pedro Hispano, compendiador de Aristóteles, nació en Ulissipo, es decir,
Lisboa. Este destacó como centésimo nonagésimo cuarto papa. Entre estos
ilustrísimos hombres se cuenta con igualdad de derecho Antonio de Nebrija, mi
maestro. Este tanto viene más tarde, cuanto con él se trata principalmente la
materia latina como de forma más respetuosa, y se tratará mientras viva.
Escobar comienza con el testimonio
ciceroniano y utiliza una expresión, Hispanos maxime Bethicos, que ya
encontrábamos tal cual en el De uerbis exceptae actionis. Nuevamente
aquí se omiten deliberadamente los calificativos de Cicerón a los poetas
cordobeses dado que iría en contra de sus intereses presentar que el latín de
estos sonara pingue y peregrinum. Nuestro humanista busca en esta parte del texto
demostrar y defender en todo
momento el carácter ilustre y docto de la Bética a lo largo de todas las épocas
de la latinidad, de ahí que vuelva a utilizar el testimonio Estrabón,
que constituye una prueba de la antigüedad y continuidad temporal de la
erudición española en general y ‘bética’ en particular. Dicha continuidad de la
erudición española pasa incluso Arabica lingua con Avicena, Averroes y
Algazel y llega hasta la época contemporánea con su maestro, que constituía,
por los frutos de su ilustre desempeño como grammaticus, el guardián y
defensor de toda la latinidad.
4. Conclusiones
Aunque el objetivo es común a las dos obras, es decir, mostrar que
España era erudita frente a lo que pensaban muchos de los italianos y ensalzar
a su maestro Antonio de Nebrija, el contexto y el enfoque adoptados son
diferentes. En el momento de escribir el De
uerbis exceptae actionis, Escobar se encontraba en la
corte del virrey componiendo su edición de las Introductiones
Latinae. Su plan de difundir la
doctrina de su maestro por Sicilia (e Italia) le llevó al enfrentamiento con
numerosos maestros de la latinidad (el propio Escobar da testimonio de ello en
su epístola dirigida a Nebrija).[36]
El tipo de preceptor que representa el Calaber, es decir, el que enseña latín según doctrinas medievales, debía de
estar muy extendido por la isla (es sabido que la doctrina humanística no
siempre consiguió imponerse a la medieval). En consecuencia, Escobar elabora un
dialogus donde la teoría
medieval cae derrotada ante la doctrina humanística, que no es otra que la de
Antonio de Nebrija. La obra tiene un trasfondo gramatical y, dado que Escobar
pretendía convencer a los italianos de que la doctrina gramatical de su maestro
era superior, consideró eficaz insertar un panegírico sobre la erudición
española para combatir los prejuicios sobre lo contrario.
Por su parte, el De uiris Latinitate praeclaris in Hispania natis se sitúa en la corte aristocrática de los Barresi. En dicho contexto
para Escobar era igualmente importante poner de manifiesto la erudición hispana
debido a la presencia de otros intelectuales. Para ello, elabora una obra de
género historiográfico que entronca tanto en el tipo de texto como en el
espíritu con la tradición de los compendios de
uiris illustribus. A lo largo del texto,
Escobar, además de destacar las obras y las cualidades de los diferentes
literatos, aborda la cuestión del origen español de algunos autores (como en el
caso de Quintiliano, que era negado por Marineo Sículo, el gran rival de
Nebrija), tratando de demostrarlo a través de fuentes clásicas y de fuentes
contemporáneas.
Tanto en el De uerbis exceptae actionis como en el De uiris
Latinitate praeclaris in Hispania natis, Escobar culmina el
panegírico de las grandes figuras españolas de la latinidad con su maestro
Antonio de Nebrija, que no es sino a la vez continuación y último eslabón de
tan ilustre pasado.
En definitiva, ambos
opúsculos representan, por un lado, un ejemplo de la obstinada labor de
difusión que Cristóbal Escobar llevó a cabo durante su vida para
internacionalizar las obras de Antonio de Nebrija en Italia, por otro lado,
constituyen una muestra de cómo los humanistas españoles se enfrentaron a los
detractores de Hispania, considerada tierra de barbarie.
Juan Francisco Reyes
Montero
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[*] Este trabajo se enmarca en el
Proyecto de Investigación P20-01345: “Confianza versus desconfianza
hacia los gobernantes en textos latinos y vernáculos andaluces desde el
Renacimiento hasta nuestros días II”.
[2] Es muy
patente, por ejemplo, en su De viris illustribus y en el poema épico Africa,
obras que Petrarca comienza a componer en la localidad provenzal de Vaucluse
(hoy Fontaine de Vaucluse) tras estar en Roma (1337). Esta estancia en la Urbe,
donde pudo contemplar los restos de lo que fue la ciudad en el pasado, despertó
un gran asombro y entusiasmo por la Antigüedad en Petrarca, como él mismo
declara en una célebre epístola (Fam. II, 14): «vero maior fuit Roma,
maioresque sunt reliquiae quam rebar. Iam non orbem ab hac urbe domitum, sed
tam sero domitum miror (Realmente Roma fue más grande, y más grandes son
los restos de lo que pensaba. Ya no me sorprende que el orbe fuera dominado por
esta urbe, sino que fuera dominado tan tarde)». También cabe mencionar la Invectiva
contra eum qui maledixit Italie (1373), texto en el que el humanista
aretino defiende la teoría de que el papa ha de abandonar Aviñón para regresar
a Roma, «mundi caput, urbium regina, sedes imperii, arx fidei catholice,
fons omnium memorabilium exemplorum (capital del mundo, reina de las
ciudades, sede del imperio, fortaleza de la fe católica, fuente de todos los
ejemplos memorables)» (Mal. It. 17).
[3] Cf. Garin
(2007).
[4] Como
afirma Rico (2014: 28): «No había ciudad [...] que no quisiera presumir de
orígenes clásicos o no se buscara un fundador en la Antigüedad».
[5] Cf. D’Angelo
(en prensa).
[6] Cf. Rico
(1978: 116-120).
[7]
Citamos el texto latino y su
traducción de la edición moderna realizada por F. González Vega,
cf. Nebrija (2011: 194-195).
[8] Studeo
en el original.
[9] Escobar
dice sobre Pomponio Mela lo siguiente: Pomponius Mella, mihi conterraneus,
sub Caesare Augusto scripsit opusculum illud geographiae maxime tersum
maximeque Latinum; nascitur Thartesii ut ipse testatur, quae nunc Cartaya
nuncupatur, quae non admodum distat ab oppido Nebula, ubi nos nati sumus («Pomponio
Mela, conterráneo mío, escribió bajo César Augusto aquel opúsculo de geografía
sumamente cuidado y sumamente latino. Nació en Tartesos como él mismo
testimonia, la cual ahora se denomina Cartaya, que no dista mucho de la ciudad
de Niebla, donde yo nací») (13v).
[10]
Cf. Hausmann (1974).
[11] Cf.
Fernández López (1999).
[12] Cf.
Rucquoi (2016).
[13] Escobar
parafrasea la traducción del humanista veronés (1472: 39v): Hi [Turdetani]
inter Hispaniae populos sapientia putantur excellere, et litterarum studiis
utuntur, et memorandae uolumina uetustatis habent, uatum codices, leges quoque
uersibus conscriptas e sex annorum millibus, ut aiunt.
[14] Cf.
Escobar (1522).
[15] Cf. Gamba
(2019: 84-169).
[16] Cf.
Nebrija y Escobar (1519).
[17] Cf.
Nebrija y Escobar (1520).
[18] Cf. Escobar
(1520).
[19] Cf.
Scibilia (2016).
[20] En la
epístola dirigida al virrey de Sicilia, a la sazón Ramón de Cardona, a quien
dedica la edición, dice lo siguiente: «Accipe igitur in nostri Aelii Antonii
Nebrissensis Introductiones Latinas commentaria cum quibusdam eadem de re, quae
intra tuos lares tuorumque aulicorum numero ascriptus absolui (Recibe, así
pues, los comentarios a las Introductiones Latinae de nuestro Elio
Antonio de Nebrija junto con algunos opúsculos sobre la misma materia que
terminé bajo tu techo y a tu servicio como cortesano)» (1512: aa2v).
[21] Cf. Reyes
Montero (2016).
[22] El
vínculo de Escobar con los Barresi va a ser dilatado en el tiempo, pues en 1517
aún encontramos una epístola dedicatoria dirigida a un miembro de la familia,
Girolamo, primogénito de Matteo (1518: A1v). La relación fue provechosa para
ambas partes, ya que, por un lado, Escobar pudo disfrutar de cargos y
beneficios que le permitían desarrollar su actividad como literato y, por otro
lado, los Barresi contaban con un prelado que se ocupaba de sus lugares de
culto, pero también con un sólido preceptor para que los miembros de la familia
se formaran en la lengua del Lacio.
[23] Cf.
Tramontana (2020). Nicolò Valla se formó con el importante humanista marsalés
Tommaso Schifaldo (ca. 1430- post 1500) y el ilustre Constantino Láscaris
(1434-1501). En 1502 cursó y concluyó los estudios en teología en Siena y ese
mismo año pronunció en Roma un discurso ante el papa Alejandro VI. Unos
documentos de archivo atestiguan los servicios de este humanista desde 1509
dentro de la familia de los Barresi. En uno de ellos figura como magister
de dos miembros de la familia, Alfonso y Ferdinando. A petición del conde de
Cardona, Federico Abbatelli (ca. 1460-1523), Valla preparó una gramática de
latín, la Gymnastica literaria (Venecia, 1516), para el hijo del noble
siciliano, Martinello.
[24] Existe
una edición moderna (2000). Esta primera edición estaba destinada a los alumnos
sicilianos que se encontraban en la Toscana. Más tarde, tras volver a Sicilia,
imprime una segunda edición (Venecia, 1512), con más entradas y un tratado de
métrica al final del volumen. Con el objetivo de que fuera más manejable para
los jóvenes discípulos sicilianos, fue impresa una edición abreviada, añadida
al final de la gramática latina que preparó para Martinello Abbatelli, la Gymnastica
literaria (Venecia, 1516).
[25] Cf.
Tramontana (2011).
[26] Cf.
Tramontana (2013: 142 y ss.)
[27] Hemos
consultado diferentes ediciones de este texto (tanto incunables como de
principios del Quinientos) y hasta el momento no hemos conseguido localizar el
pasaje donde se habla de Pompeyo Trogo (ni en el apartado dedicado al emperador
Antonino Pío ni en el de Augusto, donde lo colocaron otros autores
contemporáneos a Escobar y actualmente se sitúa). Es posible que Escobar haya
utilizado una fuente intermedia como, por ejemplo, alguna crónica basada en la
obra eusebiana.
[28] Hay
varios casos como este a lo largo del opúsculo. Por ejemplo, de Higino el
astrónomo dice que nació en Talabrica, es decir, Talavera de la Reina
(provincia de Toledo) y de Juvenco que es oriundo de Contestania, cuya
correspondencia en vulgar es Murcia.
[29] praefera
en el original.
[30] Hispania
en el original, Hispaniae en la edición consultada de Poliziano
(1498: aa4r).
[31] insignem
en el original, insigni en la edición consultada de Poliziano (1498:
aa4r).
[32] La cita
proviene de la Oratio super Fabio Quintiliano et Statii Sylvis.
[33]
Traducimos el verbo sapio con el significado de oleo siguiendo a
Ramos Maldonado (2018a: 183-185).
[34] La cita
proviene de las Epístolas (3, 38; 1502: 22r). Francesco Filelfo escribió
lo siguiente sobre Quintiliano: sapit enim Hispanitatem nescio quam, hoc est
barbariam plane quandam («Pues huele a no sé qué hispanidad, es decir,
claramente a cierta barbarie»). La palabra Hispanitas, creación de
Filelfo a partir de Patauinitas, famoso término que transmite
Quintiliano en dos pasajes (1. 5.56; 8.1.3) aludiendo a la crítica que Asinio
Polión vertió sobre Tito Livio (natural de Padua), fue utilizada por un
siciliano residente en España, Lucio Flaminio Sículo († 1509), en una epístola
a Nebrija, fechada en Salamanca en 1504. Afirma el siciliano en ella que gracias
a Nebrija nec poterunt ulterius conuitiatores Hispanos tuos conuitio
lacessere sordique barbariem obiicere. Cessabit sane, cessabit illud, quod
usurpari frequentissime solebat, uidelicet ‘Sapit Hispanitatem’, ut
Quintiliano, oratoriae facultatis facile principi, Hispanitatem nescio quam,
Tito uero Patauinitatem opponebant, sed potius dicent: ‘Sapit urbis alumnum’
(«no podrán en adelante los detractores provocar a tus compatriotas españoles
con insultos ni añadir la acusación de barbarie a la de sordidez. Dejará de
decirse, sin duda, dejará de decirse aquello que solía repetirse con mucha
frecuencia, esto es, ‘Huele a hispanismo’, cuando a Quintiliano, sin duda el
príncipe de la facultad oratoria, oponían no sé qué ‘hispanismo’, pero a Tito
no sé qué ‘patavinismo’, sino que más bien dirán: ‘Huele a quien se ha criado
en la Ciudad’») (edición y traducción de Ramos Maldonado (2018b); cf. 238-239
para la edición y 245-246 para la traducción).
[35] Cf.
Maestre Maestre (1995 y 2023).
[36] Dicam
tamen rem quam uerissimam: plus quinquagies cum uariis Latinitatis
praeceptoribus et apud Siculos et alibi decertaui («Sin embargo, diré algo
que es totalmente verdad: me he enfrentado más de cincuenta veces con varios
maestros de latinidad tanto en Sicilia como en otras partes») (1512: 180v).