Reseña / Review

 

 

David Carmona Centeno

(Università di Roma "La Sapienza")

 

J. Bartolomé Gómez (dir.), Los desastres de la guerra: Mirada, palabra e imagen, Madrid: Liceus, 2010, 316 pp. ISBN: 978-84-9822-909-7.

 

Jesús Bartolomé Gómez, profesor de filología latina de la UPV, nos ofrece una monografía sobre un tema que conoce bien: la guerra en la historiografía y la épica latinas. Se trata de un libro que lleva por título La representación de los desastres de la guerra. Una mirada múltiple de la Antigüedad a nuestros días, fruto de un congreso homónimo que tuvo lugar en Vitoria en 2008. Es el propio estudioso quien presenta los contenidos del libro a modo de introducción de forma muy clara. Estos han sido seleccionados conforme a tres criterios: En primer lugar, de acuerdo a un criterio puramente temático, se trata, por un lado, la crueldad y la barbarie de la guerra, mientras que, por otro, se muestran los diferentes modos que llevan a justificar la guerra en aras de la defensa o la expansión de un pueblo. En segundo lugar, de acuerdo a un criterio cronológico, se avanza desde la Antigüedad, “eje central del libro”, a la actualidad. Partiendo siempre del mundo antiguo, se llega a tratar la concepción de la guerra en el mundo actual, donde resultan especialmente interesantes las nuevas manifestaciones artísticas que reflejan dicha concepción, como el cine o el cómic. A través de estas nuevas manifestaciones, se hace más evidente la inquietud que el tema de la guerra y sus estragos sigue suscitando en la actualidad. Aunque sin menoscabo de esto último, sin embargo, en tercer lugar, Bartolomé Gómez deja claro que han seguido como último criterio el que en el libro tenga especial preponderancia la literatura.

Siguiendo el criterio cronológico, el libro queda estructurado en cuatro partes: la primera y la segunda corresponden a la Antigüedad griega y latina, respectivamente; la tercera se centra en el período renacentista; y la cuarta comprende la época moderna.

La primera, correspondiente a la Grecia clásica, aborda el tema de la guerra desde tres géneros literarios eminentemente narrativos como son la tragedia, la historiografía y la novela. Ello denota, ante todo, el papel preponderante que la guerra tuvo en el mundo antiguo, y su lógica plasmación en cualquier tipo de representación artística o –como en este caso- literaria.

Milagros Quijada Sagredo analiza cómo se representa la guerra en el género trágico, que, por su propia naturaleza, precisa de cierta sofisticación por parte del poeta, que ha de describir unos “acontecimientos que tienen lugar fuera de la escena” por boca de algún personaje que ha sido testigo de ella, generalmente el mensajero, que de este modo se convertirá en un personaje importante dentro de la trama, y cuyo relato se verá adornado de motivos y técnicas narrativas y descriptivas recurrentes que en el fondo proceden de otros géneros, como la épica homérica, y, en menor medida, la historiografía.

Marta González González analiza el “pacifismo” que cierta parte de la crítica ve en las Troyanas de Eurípides, llegando a la conclusión de que los lamentos de las mujeres troyanas no encierran una condena real de la guerra sino más bien una crítica de los excesos del griego vencedor. Es reveladora y sintomática al respecto la afirmación que la autora hace al comienzo de su trabajo: la palabra paz no aparece ni una sola vez en todo el texto euripideo, a diferencia de lo que sucede, por ejemplo, en la Ilíada, “poema de la guerra” donde sí hay “nostálgicas evocaciones a la paz” que podrían incardinarse dentro de lo que hoy día llamaríamos “pacifismo”. La autora ilustra su tesis con una amplia y palmaria selección de ejemplos que vienen a confirmar que Eurípides sigue la estela de Esquilo, que en su Agamenón ya abordaba el tema de los excesos del vencedor y su subsiguiente castigo.

Juan Carlos Iglesias Zoido toma como punto de partida las arengas que Tucídides pone en boca del general espartano Brásidas, para reflejar el papel de la retórica en la conformación de estos discursos militares que el propio Tucídides introdujo en la historiografía y que acabaron convirtiéndose en un recurso característico, con sus tópicos y convenciones, dentro del género en la Antigüedad y también después, como lo demuestra la inclusión de algunos ejemplos de época bizantina. Las arengas de un personaje como Brásidas vienen a resaltar este carácter pionero del historiador ático, como creador de una manera de escribir y entender la historia que perdurará a lo largo de los siglos.

La novela griega antigua es el género elegido por Elena Redondo Moyano para ofrecer su visión de la guerra en la Antigüedad, más concretamente se aborda el tema de la violencia bélica en las cinco novelas griegas comúnmente llamadas “de amor y aventuras” (Quéreas y Calírroe de Caritón, Efesíacas de Jenofonte de Éfeso, Dafnis y Cloe de Longo, Leucipa y Clitofonte de Aquiles Tacio y las Etiópicas de Heliodoro). La perspectiva que dichas novelas nos ofrecen de la violencia es claramente pedagógica, en el sentido de que la guerra nunca puede vencer al amor ni sirve para doblegar voluntades. Por el contrario, la guerra no es más que un elemento narrativo trascendental que debe llevar al final feliz de los protagonistas.

La segunda parte, dedicada a la literatura latina, se centra en dos géneros concretos en los que la violencia bélica es recurrente: la épica y la historiografía.

Sobre el género épico son tres los trabajos que el presente libro ofrece. Antonio Alvar Ezquerra expone un recorrido diacrónico de la figura de Eneas, fundamentalmente en la literatura, pero también en otras manifestaciones artísticas, como la ópera, el cine, la escultura, la pintura o la numismática. Las dos concepciones opuestas –como héroe arquetípico y tradicional y como traidor a su patria o al amor de Dido- que Eneas ha suscitado en la literatura occidental ha cristalizado en géneros tan dispares como la épica de Camoens o Milton, la tragedia Dido y Eneas de Guillén de Castro o los sonetos satíricos de Quevedo. Rasgos característicos del héroe como la pietas o su trascendencia en la historia de Roma se examinan también a la luz de una tradición literaria que se remonta hasta Homero.

Por su parte, Jesús Bartolomé Gómez pone el foco en la Farsalia de Lucano, como muestra “de lo que se ha dado en llamar épica de los derrotados”. La guerra civil entre César y Pompeyo mostrada desde el punto de vista del vencido viene a subvertir los cánones épicos tradicionales. La condena de los desastres de la guerra y sus trágicas consecuencias impiden ese distanciamiento objetivo del narrador que se observa en la épica convencional. Aspectos sintomáticos de la épica lucanea como la representación de la guerra como espectáculo cruel y repulsivo, las premoniciones que anuncian el desastre, la destrucción del espacio y la convivencia, la descripción cruda y dolorosa de los efectos de la guerra o la visión trastornada de escenas épicas convencionales como las aristeiae se analizan con gran profusión de ejemplos y –lo que constituye el aspecto más acertado, brillante y original de este trabajo- en comparación con los grabados goyescos sobre Los desastres de la guerra, de los que puede verse una selección en el Apéndice de imágenes que cierra el libro.

Iratxe García Amutxastegi examina la imagen literaria de dos mujeres que se hallan en los Punica del poeta épico Silio Itálico. A pesar de su distinto origen, presentan un tratamiento semejante. En este poema, Imilce –esposa del cartaginés Aníbal- y Marcia –esposa de Régulo, el héroe de la Primera Guerra Púnica, y madre de Serrano- representan el ideal de la matrona romana, en su doble vertiente de esposa casta y madre dedicada a las labores domésticas y a la educación de sus hijos. Su presencia en Punica se inserta a modo de digresión de la narración bélica, y responde al gusto literario de la época en que Silio escribe, un momento en que el género épico se tiñe de la emotividad y el dramatismo propios de otros géneros como la elegía, tanto en el fondo como en la forma. A este respecto, el precedente de Dido en Eneida es de por sí elocuente, sobre todo para un autor como Silio, deudor e imitador de Virgilio. En este contexto, el dolor de ambas mujeres por la partida de sus hombres (esposos e hijos) a la contienda suscita un rechazo de la guerra y un lamento por las desdichas que esta produce. En cualquier caso, es un motivo que ya está presente en la épica homérica, y viene a mostrar el distinto papel que el hombre y la mujer representan en un contexto bélico, el uno como parte activa en la guerra, la otra permaneciendo en el hogar.

La siguiente contribución corre a cargo de Pedro Redondo Sánchez, quien examina las descripciones del campo tras producirse la batalla en varios historiadores latinos. Dejando a un lado algunas menciones escuetas sobre la visión del campo de batalla en Livio, Tácito, Suetonio o Amiano Marcelino, o las escenas descritas en la épica de Lucano o en las Geórgicas de Virgilio, el análisis se centra en cuatro ejemplos pertenecientes a los relatos históricos de Salustio (Cat. 61), Livio (22.51.5-9) y Tácito (Ann. 1.61-62 e Hist. 2.70). La escasez de este tipo de descripciones parece obedecer al contexto histórico en que se insertan –tras una derrota romana o durante una guerra civil-, desagradables desde el punto de vista romano. Al mismo tiempo, todas ellas comparten una serie de rasgos, como una estructura similar, cuyo punto culminante es la búsqueda del patetismo por parte del autor, o también su disposición estratégica en el relato, ya sea al final del mismo (la batalla de Pistoya en Salustio) o como punto de inflexión (Cannas en Livio, Bedríaco en Tácito, Hist.). Analizando estas descripciones en clave retórica, vienen a ser una peroratio que resume lo acontecido, y también una representación del patetismo y los afectos.

Para terminar con esta parte sobre literatura latina, Juan Luis Conde Calvo analiza el léxico relacionado con el concepto de la “libertad”, partiendo del uso propagandístico y ambiguo que Roma hizo del término en cuanto “liberación” que ofrecía a Grecia tras la “tiranía” macedonia (196 a. C.) y que en el fondo servía para justificar el dominio romano en el Mediterráneo oriental. Esa ambigüedad al servicio del imperialismo romano revela el carácter polisémico de libertas en latín (“libertad”, “soberanía”, “república”) y su divergencia con el término griego λευθερα, mucho más igualitario y menos restrictivo que su análogo latino. Se incide, por otra parte, en su tremenda actualidad, como lo demuestra la estrategia propagandística estadounidense durante la guerra de Irak. Asimismo, un análisis concienzudo de diversos pasajes de Livio y Tácito nos permite observar la evolución que el término experimenta en los más de dos siglos que van desde Pidna hasta la época que nos describe Tácito, en que la libertas como eslógan propagandístico da paso a otros como pax o imperium, “paz” y “orden”.

La tercera parte corresponde al Renacimiento. En ella solo se insertan dos artículos, que tienen como punto en común el valor propagandístico y patriótico de la historiografía en este periodo, el primero desde un enfoque visual, el segundo desde el punto de vista literario.

José Julio García Arranz estudia la representación gráfica de la revuelta de los Países Bajos contra la invasión española de finales del siglo XVI. Tras un breve y clarificador resumen que nos acerca a los acontecimientos históricos, sus causas y consecuencias, el autor aborda la cuestión desde dos dimensiones, la simbólica (alegorías y emblemas) y la documental (con una descripción supuestamente objetiva de los hechos), que sirven para demostrar la tremenda importancia y la inmediata repercusión que la imagen propagandística en papel tuvo durante este conflicto, bien como apoyo de una determinada idea, bien como elemento satírico y difamatorio de la idea opuesta. El rico apéndice de imágenes en las páginas finales del libro resulta un apoyo inestimable a las palabras del autor, que muestran de forma diáfana la propaganda patriótica del bando rebelde.

El segundo artículo, a cargo de Felipe González Vega, incide en la naturaleza retórica de la historiografía en la Antigüedad –como se deduce de algunos pasajes de Cicerón-, y su vigencia todavía en el Renacimiento, a propósito del Bellum Navariense de Antonio de Nebrija. Su comparación con la versión romance que le sirve de fuente, La conquista del Reyno de Navarra de Luis de Correa, revela el menor valor literario de esta, destinada a un consumo interno y no a su proyección fuera de España. La obra de Nebrija presenta una mayor universalidad, visible en la incorporación de elementos propagandísticos que sirven de justificación de la soberanía española sobre el territorio navarro, y una mayor elaboración literaria, como se ve en el empleo de recursos de clara raigambre clásica como los proemios, las digresiones geográficas e históricas o los discursos que vivifican los hechos históricos y otorgan “ficcionalidad al relato”. En este contexto, los tres discursos que inserta Nebrija en su monografía cumplen una evidente función narrativa y caracterizadora de los hechos y sus actores.

Por último, la cuarta parte del libro está dedicada a la guerra en nuestros días:

Mª Teresa Muñoz García de Iturrospe analiza el rechazo de la guerra que se desprende de las obras de escritoras inglesas como Margaret Cavendish (1623-1673), Vera Brittain (1893-1970) y Virginia Woolf (1882-1941). Todas ellas son grandes luchadoras de su tiempo contra la discriminación social y educativa de la mujer, y en sus escritos ponen de relieve las desastrosas consecuencias de la guerra. La obra de Woolf en particular abunda en imágenes y reflexiones en torno al tema, un elemento presente en la época que le tocó vivir y que suele ilustrar con evidentes reminiscencias del mundo clásico en general y de la tragedia griega en particular, una literatura escrita por hombres a la que por fin tenían acceso las mujeres de su tiempo.

Por su parte, Isidora Emborujo Salgado nos ofrece la visión de la violencia bélica que podemos encontrar en los cómics de Astérix. Su aparición de la mano de Goscinny y Uderzo tiene que ver con el auge del cómic en Francia y Bélgica en la década de los sesenta, reflejo de los cambios sociales y políticos del momento. La autora analiza varios procedimientos humorísticos que se repiten en el cómic, como la parodia, que expone la cara amable de la guerra a través de la representación de un “mundo al revés” (en el que los galos salen siempre vencedores y los romanos pierden), o mediante la transposición de la realidad contemporánea por medio de guiños que provocan la hilaridad del lector y convierten la serie en universal. O también la caricatura, que nos presenta una guerra incruenta que exagera la realidad con una comicidad de la que no escapan ni galos ni romanos. En suma, podría decirse que la guerra de las Galias difiere de la deformación satírica de Uderzo y Goscinny en la medida en que la historia difiere de una historieta.

Un punto de vista diametralmente opuesto es el que nos ofrece Francisco Sevillano Calero. Su artículo analiza el proceso de formación de la imagen negativa del enemigo por parte de la prensa del bando nacional durante la guerra civil española, a partir de instrumentos como el extrañamiento de lo patrio, es decir, la divulgación del carácter extranjero y antiespañol del “rojo”, situándolo al mismo nivel que judíos y bolcheviques, o también la estigmatización de su inadecuado comportamiento en sociedad o de su propio olor corporal, “estigmas sensibles del marxista, signos de su naturaleza asesina”. Al finalizar el conflicto, la representación negativa del enemigo adquirió una nueva dimensión, la del “enemigo interno” cuya murmuración insidiosa había que combatir, en un momento en que la posguerra española coincidió con el estallido de la segunda guerra mundial en Europa.

Sobre este conflicto trata el artículo que cierra el libro. Loreto Casado Candelas analiza el tema de la guerra a través de su imagen en la película Le silence de la mer (Jean Pierre Melville, 1947), ambientada –como la novela de Vercors en que se inspira fielmente- en la ocupación alemana de Francia. La historia, que narra la convivencia de un general nazi “cultivado y sensible” con una familia francesa compuesta por un anciano y su sobrina, se convirtió en símbolo de la resistencia francesa y aún hoy es referente en la enseñanza de la lengua y la cultura del país vecino. En su versión cinematográfica, Melville supo traducir en imágenes la poesía que atesora la novela –ya desde el propio título- o su propio carácter visual, sus gestos, miradas y silencios, revelando una maestría ya en esta su ópera prima que influiría en los autores más importantes de la Nouvelle vague, como Truffaut, Godard o Resnais.

En definitiva, estamos ante un libro cuyo tema no deja indiferente a nadie. Su mérito reside en tres pilares: en primer lugar, por lo difícil de la tarea, es muy elogiable el equilibrio que se trata de alcanzar en el aspecto cronológico si se desea, acertadamente, partir desde la Antigüedad grecolatina y dar, a la vez, un papel preponderante a esta para que constituya el núcleo central del estudio. A pesar de ello, en segundo lugar, también se logra construir un hilo conductor a través de las diversas épocas, que se va enriqueciendo y actualizando con las nuevas manifestaciones artísticas y literarias que van saliendo a la luz hasta llegar a nuestros días. En tercer lugar, la calidad de las contribuciones y sus diversos enfoques hacen que la lectura resulte amena y evite que se caiga en repeticiones, aunque se trate el mismo tema de la concepción de la guerra desde el principio al final.

Se trata, sin duda, de un estudio de conjunto muy recomendable, porque no solo abre nuevas vías de investigación centradas en la Antigüedad grecolatina, sino porque también permite llevar a cabo un análisis comparativo de unas épocas con otras en muy diversas manifestaciones artísticas y literarias.

 

 

David Carmona Centeno

Investigador Post-Doctoral

Università di Roma "La Sapienza"