«FUNDAR EL IMPERIO DE LA CORONA DE CASTILLA» EN
PERÚ SEGÚN ANTONIO DE HERRERA Y TORDESILLAS EN LA HISTORIA GENERAL DE LOS HECHOS DE LOS CASTELLAnOS EN LAS INDIAS Y
TIERRA FIRME DEL MAR OCEaNO
«FUNDAR EL IMPERIO
DE LA CORONA DE CASTILLA» IN PERU ACCORDING TO ANTONIO DE HERRERA Y TORDESILLAS
IN LA HISTORIA GENERAL DE LOS HECHOS DE LOS CASTELLAnOS EN LAS INDIAS
Y TIERRA FIRME DEL MAR OCEaNO
Nejma Kermele
Resumen: Este artículo se centra en los
capítulos dedicados a Perú por el cronista Antonio de Herrera y Tordesillas
en su Historia general de los Hechos de los Castellanos en las Indias y
Tierra Firme del Mar oceano publicada a
principios del siglo XVII. El objetivo de este breve estudio es examinar
cuáles eran para el Cronista Mayor de las Indias los fundamentos de
esta historia y los datos esenciales que deseaba transmitir al lector.
Analizaremos brevemente las estrategias narrativas del historiador y el modo
en que pretendía contribuir a la consolidación del dominio de la Corona de
Castilla en América. También se destacará la complejidad de esta obra, que
forma parte de un proyecto historiográfico global. Abstract:
This article
examines the chapters devoted to Peru
by the chronicler Antonio de Herrera y Tordesillas in his Historia
general de los Hechos de los Castellanos en las Indias y Tierra Firme del Mar
oceano
published in the early 17th century. This brief
study seeks to explore the sources Herrera, the Cronista
Mayor de las Indias, relied on to compose this history and the key
information he intended to convey to the reader. We will provide a concise
analysis of the historian’s narrative strategies and how he aimed to
contribute to the consolidation of the Crown of Castile’s dominance in the
Americas. The complexity of this work, which is part of a broader
historiographical project, will also be highlighted. |
Palabras
clave: Antonio de Herrera y Tordesillas, Historia de Perú, Siglo XVI.
Keywords: Antonio de
Herrera y Tordesillas, History of Peru, 16th century.
Fecha de recepción: 8 de octubre de 2024
Fecha de aceptación: 3 de diciembre de 2024
1. Introducción
«El buen escritor, no solamente
ha de loar lo bueno:
pero ha de reprovar
lo malo»
Antonio
de Herrera[*]
A |
ntonio de Herrera y Tordesillas desempeña un
papel singular en la historiografía americanista. Nombrado cronista mayor de
las Indias en 1596, y luego cronista de Castilla en 1598, logró la proeza de
escribir una obra de alcance global,[2] en la que La
historia general de los Hechos de los Castellanos en las Indias y Tierra firme
del mar oceano ocupa un lugar relevante.
[3] Con esta obra,
Herrera demostró ser capaz de detallar el proceso de integración de las Indias
como parte “local” de una entidad política global: la Monarquía Católica.
Herrera pudo así construir una historia a diferentes escalas y proponer una
visión de conjunto, privilegio que le confirió el acceso casi ilimitado a
fuentes a menudo inéditas.[4] También cabe
subrayar que escribió muchos años después de los eventos, lo que le permitió establecer
una cierta distancia. En efecto la Historia de los Hechos termina en
1554, es decir al final de las guerras civiles en Perú, lo cual puede dar una
idea de la importancia de la temporalidad peruana en la construcción del
relato. Esta Historia General de los Hechos, compuesta según el modelo
de los Anales de Tito-Livio, contiene en efecto numerosos capítulos sobre la
Conquista española en Perú,[5] capítulos
fundamentales si consideramos la importancia del antiguo Tahuantinsuyu
en la economía y la política hispánicas, pero que no han sido objeto de un
estudio exhaustivo y preciso. Tal estudio no puede, desde luego, llevarse a
cabo aquí, en el limitado marco de este artículo. Más bien, mi objetivo es ver
cuáles fueron los datos esenciales escogidos por Herrera para que el lector
entendiera el desarrollo de la historia de los españoles en Perú; se trata de
ver cómo Herrera produjo un tipo particular de
conocimiento sobre Perú y cómo esta construcción revelaba no sólo la voluntad
política de la Corona hispánica, sino también cómo el cronista concebía la
escritura de la historia. Como subraya Herrera en numerosas ocasiones, el
objetivo primordial de las operaciones de Conquista fue asentar el dominio de
la Corona de Castilla, permitir que el poder castellano se estabilizara en un
territorio vastísimo del que los españoles tenían que apropiarse. Para
escribir esta historia, Herrera partió de la geografía, vinculando
territorialización y temporalidad peruana; también tuvo que analizar las
dinámicas de poder y exponer las estrategias políticas de los personajes clave
de la Conquista cuyos retratos intenta esbozar el cronista. Para Herrera,
escribir la historia del Perú significaba escribir para la Corona, luego
escribir para un lector ibérico y europeo; significaba pues desarrollar una
serie de estrategias narrativas, y proporcionar así herramientas para definir y
consolidar la soberanía castellana. Estas estrategias se basan tanto en el uso
selectivo de las fuentes, como en la utilización política de los mapas y de los
conocimientos geográficos o en la reconstrucción de los juegos de poder y de
las figuras claves —tanto indígenas como españolas— en este primer periodo de
Conquista.
2.
Temporalidad y territorialización: dos ejes para escribir la Historia de Perú
En el prólogo de la Séptima Década de la Historia General de los
hechos, Antonio de Herrera y Tordesillas intentaba replicar a las críticas
que había suscitado su obra, que se publicó entre 1601 y 1615.[6] En concreto, Herrera rebatía la idea según
la cual, para escribir la historia de las Indias (o cualquier otra historia…),
era necesario haber vivido en el territorio evocado o, al menos, haber
permanecido allá algún tiempo. En su respuesta, Herrera señalaba que muchos
autores, empezando por el propio Tito Livio, no habían podido conocer todos los
lugares descritos en sus obras. Este debate había recibido un nuevo impulso con
la llegada al ámbito historiográfico de relatos que narraban acontecimientos vinculados
a la expansión ultramarina. Textos de diversa índole, a veces producto de la
experiencia, a veces fruto del estudio, habían surgido, alimentando la
reflexión sobre la escritura de la historia en el mundo ibérico y europeo.
Antonio de Herrera, cronista oficial que se había beneficiado de recursos y
fuentes excepcionales, se vio envuelto en el problema y desarrolló también una
reflexión teórica en torno al tema de la escritura de la historia en sus
escritos teóricos.[7] En este prólogo de la Historia de los Hechos, apuntaba otra crítica, que cuestionaba esta
vez la limitación temporal escogida por el cronista, poniendo en tela de juicio
la organización y al fin y al cabo el alcance de la obra. La obra se anunciaba
en su título como “historia general” pero al mismo tiempo terminaba en 1554.
Cabe subrayar que, con ello, la Historia
de los Hechos de Herrera ya superaba
a las demás crónicas oficiales, que no iban más allá del reinado de los Reyes
Católicos.[8] La respuesta de Herrera afirma que se
trataba de una construcción narrativa deliberada y que la Historia General
de los hechos de los Castellanos se insertaba dentro de un proyecto
historiográfico más amplio. El cronista no rehusaba afrontar la historia
contemporánea, sino que subrayaba que, después de 1554, ésta se desarrollaba en
otros territorios, lo cual sugería también el éxito de las operaciones
castellanas en Indias.
El aver
acabado la Historia de las Indias en el año de 1554 fue porque en el se pacificaron y sossegaron
del todo los rumores del Pirú, y porque en los años siguientes no hubo tantos sucessos, que se pudiesse
continuar por la orden de las Decades anualmente: y
porque aviendo escrito los otros sucessos,
desde este año en mi Historia General del Mundo, del tiempo del invictisimo Rey nuestro Señor don Felipe II el Prudente
hasta 1598.[9]
De hecho, Herrera sugería que, para construir la temprana historia de las
Indias, la temporalidad peruana era un elemento fundamental. Cumplía así con
los objetivos de esta historia, esencialmente basada en la utilización del
viejo modelo de los Anales y en las exigencias de una historia militar y
política. Esta construcción narrativa permitía al lector seguir las etapas de
apropiación del territorio americano, siendo el Perú el territorio que más
simbolizaba la dificultad de tal empresa.[10]
Para
facilitar una mayor comprensión de los eventos, Herrera se empeñó en dar datos
geográficos, utilizando informaciones tomadas principalmente de la Geografía y descripción universal de las
Indias de Juan López de Velasco[11] y, para Perú, del primer tomo de la crónica
de Pedro de Cieza de León publicada en 1553.[12] Herrera propuso primero una extensa descripción
global al principio de la obra y luego varios capítulos dispersos a lo largo de
la narración y dedicados a espacios más pequeños y locales.
En
efecto, la primera parte de las Décadas ofrece una «descripción de las islas, y
tierra firme del mar oceano, que llaman Indias Ocidentales»,[13] que funciona como una primera información
geográfica de conjunto. Herrera subrayaba las distancias existentes a nivel
macro entre Perú y los demás centros de la Monarquía Católica y a nivel micro
entre las diferentes localidades en el interior del propio Perú.[14] Dedicaba dentro de esta misma presentación
global, dos capítulos (capítulos XIX y XX) a los territorios de la Audiencia de
Los Reyes.[15] Aquí definía más estrictamente lo que se
entendía geográfica y administrativamente por el término “Perú”, subrayando de
paso la inmensidad del territorio y su dureza:
Es propria y particularmente
lo que se dize Pirú, el distrito del Audiencia de los
Reyes, y se comprehende Norte Sur, desde seys hasta
siete grados de altura Austral, que son docientas y veynte leguas, aunque de viage
ponen trescientas,[16] desde la punta del Aguja
adelante de Payta, por donde se junta con el
Audiencia de Quito, hasta passada la ciudad y puerto
de Arequipa, adonde comienca la de los Charcas, Leste
Oeste. Tendra lo poblado desta
Audiencia, como hasta 100. leguas de la costa de la mar del sur para el
Oriente, por donde le quedan limites abiertos hasta las provincias del rio de
la Plata, y del Brasil… [17]
Se
trata pues de un espacio conectado, estratégico, en contacto con el norte y con
Brasil y por supuesto con el Atlántico, un espacio al fin y al cabo en el que
se planteaba la cuestión de las conexiones y la transversalidad de América.[18] En otro capítulo posterior, Herrera entabló
una descripción más detallada de las provincias del Río de la Plata y del
Brasil, dos territorios que parecen ser a menudo unidos en la reflexión del
cronista pero presentados como bien definidos por «la linea de demarcación» que funciona como una
referencia legal fundamental en el pensamiento geopolítico del cronista.[19] Cabe notar que la línea de demarcación no
separa sino que une los territorios ; lo cual no es tan sorprendente en el
contexto de la unión de las dos coronas por parte de un cronista que fue un
defensor de los derechos de Felipe II al trono de Portugal.[20] Herrera insistía también en la inmensidad
del territorio español que parece no tener fronteras precisas aparte de las
naturales: el mar (del Norte), la desembocadura del Río de la Plata:
Estas provincias se juntan
con las del Brasil, por la linea de la demarcación,
no tienen por parte ninguna limites determinados, sino por la costa que cae a
la mar del Norte, y entrada del río de la Plata, del qual
ha tomado nombre la tierra...[21]
De
la misma manera, en los mapas propuestos,[22] los espacios parecen poco delimitados, sin
duda por voluntad de no divulgar datos estratégicos[23] pero quizás también para subrayar el amplio
dominio del rey de Castilla que, como hemos ya recordado, reinaba en aquella
época en los territorios de las «dos
coronas».[24] El mapa de Perú aparece como particularmente
esquemático mientras que los mapas sobre espacios más locales, basados en
divisiones administrativas bien conocidas en el momento de la publicación,
ofrecen sólo levantamientos costeros y señalan únicamente las ciudades más
famosas. Se trata por lo tanto de mostrar el grado de dominación de este
territorio por una administración presente, de materializar las operaciones de
territorialización llevadas a cabo por la Corona sin añadir más detalles. Pero
si bien es verdad que los mapas ofrecen pocos datos concretos, la descripción
desarrollada no sólo en esta primera descripción sino también en varios
capítulos de la obra proporciona en cambio una información que, a pesar de no
ser inédita, es densa y variada. El relato insiste en las ciudades más
importantes (Lima, Arequipa, Cuzco), en sus fundadores y en sus recursos,
destacando de paso los beneficios de la presencia de los españoles. Pero no es
la única información que Herrera proporciona sobre Perú. Una de las estrategias
narrativas de Herrera consiste en destilar datos, en introducir «digresiones» a medida que avanzan los
capítulos, interrumpiendo el hilo de los acontecimientos y creando un efecto de
ruptura en el discurso con fines didácticos, políticos y estratégicos. Así,
Herrera opta, tras presentar la guerra entre Huáscar y Atahualpa, por proponer
un nuevo capítulo más centrado en los espacios peruanos titulado «De una breve
descripción de los Reynos del Piru»[25], capítulo que hace hincapié en la diversidad
de climas, poblaciones, culturas y recursos. Esta invitación a «descubrir y reconocer la tierra, y saber los
secretos della»[26] es un pretexto para exaltar aún más las
hazañas de los castellanos[27], únicos y verdaderos descubridores del Perú,
como nos recuerda el cronista al denunciar la usurpación de Amérigo
Vespucci.[28] Asimismo, cabe señalar que, de acuerdo con
Pedro Cieza de León, la descripción del territorio peruano está constantemente
ilustrada por las hazañas de los españoles durante las guerras civiles:
[…] sigue el río de Apurima a 8 leguas del Passado
que es muy grande, y luego la sierra de Vilcaconga,
adonde el dicho Adelantado Almagro venció una gran batalla a los Indios, antes
de ganar el Cuzco, y cerca está el valle de Xaquixaguana
entre dos cordilleras de sierras, no ancho, ni largo adonde el Presidente Pedro
de la Gasca, mediante la virtud de aquellos valerosos, y fieles capitanes Ynojosa, Pedro de Valdivia, Gabriel de Rojas, Alonso de
Alvarado, y otros de los quales en su lugar se hara particular mención, deshizo a Gonzalo Piçarro y le prendió : y deste
valle a la ciudad de Cuzco, ay cinco leguas : y en este valle se coge
mucho trigo : ay muchos ganados.[29]
Ante
los ojos del lector, se va configurando una verdadera apropiación del espacio,
marcado por las divisiones administrativas y percibido como un entrelazamiento
de escalas y poderes. En este complejo territorio se despliega una historia
igualmente compleja, basada en el relato cronológico de los eventos y de las
guerras que caracterizaron a los primeros tiempos de la presencia española en
Perú.
3.
El arte de la guerra en los primeros tiempos
de la Conquista de
Perú
«La
géographie ça sert, d’abord, à faire la guerre»,
Yves
Lacoste[30]
El relato del avance español en Perú comienza en el capítulo XIII de la Década III,
en el Libro VI con la constitución de la compañía entre Francisco Pizarro,
Diego de Almagro y Hernando de Luque[31], pero es a partir de la Década Quinta cuando
realmente se desarrolla la historia de la Conquista de Perú. El texto comienza
con un homenaje a Francisco Pizarro, a quien se describe como a un súbdito
preocupado por respetar las órdenes de su rey y del Consejo de Indias, sobre
todo en lo que se refiere a la propagación de la fe, y como a un hombre cuerdo
que dedicó tiempo para «descubrir
y conocer los secretos de la tierra»
antes de empezar con la Conquista:
En el tiempo que don
Francisco Pizarro se detuvo en la poblacion de San
Miguel, fue su cuydado entender las costumbres de los
naturales de todo lo que pudo alcançar a tener
noticia de la tierra del Pirú, su animo, y formas de
pelear, la orden de los exercitos, las armas, y
grandeza de los Reyes, y señores.[32]
Se subraya desde el principio de la Década quinta el permanente estado de
guerra que caracterizaba al mundo peruano antes de la Conquista, un mundo
percibido como una verdadera Babel moderada por la acción política de los
Incas, que impusieron su lengua general:
Siempre tenían guerras, y en
todas las Provincias avia lenguages
particulares, aunque el del Cuzco era general por todos los Reynos,
cuyo districto tenia mas de mil y docientas leguas de
largo y por ley, que rigurosamente se executava, se mandava a los padres que enseñassen
la habla del Cuzco a sus hijos, y puntualmente se cumplia,
aunque nunca perdieron las lenguas antiguas. La diversidad de tantos lenguages procedia, de estar
dividida toda aquella nacion en linages,
tribus, o parcialidades, y que unas con otras siempre se comunicaron, poco
antes tuvieron crueles enemistades y guerras.[33]
La
evocación de este inmenso, rico y poblado territorio, cuyo glorioso pasado
preincaico y complejos ritos y costumbres describe Herrera, fue en gran parte
destruido «por las
guerras de los Incas».[34] En pocas líneas, Herrera muestra otra vez
hasta qué punto fue beneficiosa la presencia española, destacando la nueva
riqueza del territorio gracias a las aportaciones de los íberos, acostumbrados
a llevar consigo sus plantas y otras semillas dondequiera que fuesen.[35] Conquistar no es sólo luchar y vencer, es
también transformar los paisajes y las costumbres de la gente a través de
nuevas agriculturas y hábitos alimenticios.
El
cronista real insiste también en los esfuerzos de Pizarro para enterarse de la
situación política,[36] destacando su empeño en comprender las
rivalidades que agitaban la compleja sociedad indígena. Para explicar el
nacimiento de las guerras entre Atahualpa y Huáscar, Herrera retoma un análisis
político llevado a cabo durante el periodo toledano, haciendo de Atahualpa el
modelo del tirano que libraba una guerra injusta contra un Huáscar presentado
como heredero legítimo, según las propias leyes incas y reconocido como tal por
los castellanos.[37] La guerra entre los dos hermanos Inca se
describe, con sumo detalle y en particular con indicaciones geográficas
precisas; se indican también el número de muertos, lo cual deja imaginar la
potencia militar de los Incas:
Toparonse los exercitos
en el valle de Xauxa, seria
el de Guascar de ciento y treynta
mil hombres, y el de Atahualpa de ciento y quarenta
mil, sin la gente de servicio, y al fin la victoria quedó por Atahualpa.[38]
El
cronista pone de realce el pragmatismo de Francisco Pizarro, consciente de la
fragilidad de su propio ejército pero capaz de actuar como un fino estratega: «El Gobernador, que por tantos años avia militado en las Indias, sabía bien como avia de proceder con aquellas naciones […]»
afirma el cronista que propone un análisis bastante peculiar de las
motivaciones del Conquistador, a la hora de decidir de la muerte de Atahualpa.[39] Contrasta en efecto con los relatos de
Bartolomé de Las Casas, de Gonzalo de Illescas,[40] de Juan Jerónimo Román, de Francisco López
de Gómara, de Pedro de la Hoz, Pedro Cieza de León o de Bartolomé Medina,
siendo estos dos últimos autores fuentes esenciales del texto.[41] Herrera reconstruye la imagen de Francisco
Pizarro describiéndole como un practicante del “realismo político”, un
partidario del secreto, tal vez un maestro de la famosa ragion di stato de Giovanni Botero, autor que Herrera había traducido.[42] También habría que preguntarse por la
importancia de Tácito en el pensamiento de Herrera,[43] analizando sus reflexiones teóricas y los
distintos marginalia
presentes en la Historia de los Hechos.
Estos marginalia
retoman a menudo citas en latín de Tácito o de Annibale
Scotti, autor de comentarios a los Anales y a las Historias de Tácito publicados en Roma en 1589.[44]
Este paratexto que sería interesante estudiar en su globalidad, desarrolla el
tema del buen gobernante, cuyo modelo es aquí Francisco Pizarro, presentado
como un hábil hombre de estado pero que actúa ante todo «por conviniencia
del bien público»:
En Caxamarca
siempre crecian las sospechas de guerras y alborotos
por la libertad del Inga. Y los Castellanos de Almagro invidiosos
de las riquezas de los Pizarro pedian, que los
llevasen a buscar nuevas tierras, y probar su ventura. Estas cosas, y el
considerar don Francisco Pizarro, quan embaraçado se hallaba, con aver
de guardar aquel Principe tan poderoso, y el modo que
avia de tener para assentar
aquella Republica, y fundar el Imperio de la Corona de Castilla, la multitud de
gente que avia en aquellas grandes tierras le
representaban muchas dificultades. Y juzgava, que el
dominio que avia de establecer, consistía en la
disipación del que tenían y poseyan los Indios, y
juzgaba, que otro medio más estable no podía hallar sino la muerte de
Atahualpa, ya que tambien le habia
caydo muy a proposito la de
su hermano Guascar, y esto tenía por justo pues era
provechoso.[45]
Don Francisco Pizarro
encubría astutamente sus designos, y con pocos con
gran secreto los confería, porque son grandes los frutos del secreto, y mas en los que gobiernan, porque entendidos los intentos de
un Gobernador o Capitan pueden ser interrompidos, y
no se sabiendo, haze estar a los hombres atonitos, y al Superior en gran reputación.[46]
[…] y juzgando el
Gobernador, que tantas instancias, la fama que corria
de la guerra, el temor de la gente, y los peligros que le representavan,
eran suficiente color para excutar su designo,
declaró que era su determinacion, que muriesse el Inga por conviniencia
del bien público.[47]
El
capítulo se cierra con el nombramiento de un nuevo Inca, Túpac Huallpa (Toparpa en el texto), a petición de Francisco Pizarro,
quien, según Herrera, afirmaba así su deseo de preservar la estructura imperial
inca, lo que le permitía, en última instancia, evitar el resentimiento indio y
perseguir su objetivo de fundar el imperio castellano sin provocar revueltas.
Sin embargo, este texto plantea interrogantes sobre la fragilidad del poder de
los españoles, ya que se vieron obligados a permitir que los indios llevaran a
cabo sus ceremonias. También (¿y ante todo todo?) pone de realce otra vez la
habilidad política de Pizarro, maestro en el arte de practicar una política del
compromiso:
Don Francisco Pizarro para
mostrar, que no avia sido su intento deshazer aquel Imperio, quiso saber de los Orejones, quien
sería el mas digno para recebir
la corona del Reyno, y aunque tenian por de poca
sustancia hazer la coronación en otra parte que no
fuese el Cuzco, como los hijos de Guascar, a quien
pertenecía, eran muertos, y aunque eran vivos algunos de Guanaycapac,
como los Orejones eran hechuras de Atahualpa, propusieron a un hijo suyo
llamado Toparpa, y don francisco Pizarro lo tuvo por
bien, y juntando los señores al modo acostumbrado, le saludaron por Rey,
sacrificando un cordero de color sin mancha, y haziendo
todas las demas ceremonias acostumbradas, aunque sin
aquella gran pompa y Magestad, con que se solia celebrar tal solenidad en
el Cuzco con lo qual consiguio
don Francisco Pizarro el fin que deseaba, que fue dar en alguna manera con esta
eleccion satisfaccion
general en todo el Piru, por el sentimiento que tenian de verse sin su Monarca, y para con su medio, y
mediante su respecto escusar las guerras y trabajos, que conocia
que se le avian de seguir, yba
don Francisco Pizarro mirando en la conservacion, y
aumento de las empresas que avia començado
en el Pirú, y disponiendo quanto le parecía convenir para el fundamento de aquel Imperio
Castellano […].[48]
Este
fragmento debe leerse junto con el que informa de la entronización de Manco
Inca a finales de noviembre de 1533, tras la muerte del inca Túpac Huallpa en el camino entre Cajamarca y Cuzco.
[…] quiso [Francisco
Pizarro] dexar contentos a los Indios, y trató con
los Orejones, que pues nunca fue la intención del Rey
quitar los Señores de sus Señoríos y propiedades, le parecía, que siendo el más
legítimo sucessor de aquel Imperio Mango hijo de Guianacapa, le devian acetar por
Inga: de lo qual fueron todos muy contentos, y luego
conforme a sus usos y costumbres, tomó la borla, y fue recibido por Señor […].[49]
Herrera
recuerda al lector que la noción de dominio natural de los indígenas fue
respetada por el Conquistador; este fragmento sigue de manera casi idéntica al
texto fuente de Pedro de Cieza de León. Pero si comparamos los dos textos, se
observa la desaparición del término “rey” en la Historia de los Hechos de Antonio de Herrera, término que es
sustituido por la palabra “señor”: ser inca no es ser más que un simple “señor
natural”, incluso para quien es heredero legítimo del famoso imperio inca.
Así
fueron los comienzos de Manco Inca, que permaneció en Cuzco con Francisco
Pizarro hasta finales de marzo de 1534, antes de trasladarse, en compañía del
Conquistador, a Jauja hacia finales de abril de 1534, donde luchó contra los
antiguos generales de Atahualpa, en particular el famoso Quizquiz.
Entre agosto de 1535 y el 18 de abril de 1536, Manco estuvo en Cuzco bajo la
guardia de Juan y Gonzalo Pizarro, que le sometieron a
numerosas humillaciones, y luego bajo la custodia de Hernando Pizarro, a quien
consiguió engañar. Éste es el relato que hacen Herrera y todos los cronistas,
aunque Herrera no dice nada de las esposas de Manco, que fueron maltratadas
para no decir más por los castellanos. Me permitiré señalar rápidamente que la
huida de Manco es tratada de forma diferente por algunos historiadores
actuales, en particular Gonzalo Lamana, que la interpreta
más bien como una hábil maniobra política de Hernando Pizarro.[50]
Como
ya han demostrado algunos críticos,[51] la Quinta Década utiliza manuscritos
inéditos de la obra de Cieza de León. Uno de los puntos culminantes de la
narración de Pedro de Cieza de León es el discurso de Manco Inca a la asamblea
de nobles incas, en agosto de 1535.[52] Este discurso, relatado por Cieza en estilo
directo, es a la vez una arenga militar y un discurso político, un género
popular que volvió a ponerse de moda en el siglo XVI (piénsese en las
recopilaciones de discursos militares de Belleforest
en 1588). En la Historia, este
discurso da a entender todas las razones de la resistencia indígena. Comparando
la versión de Cieza de León con la de Herrera se observa que, aunque el
argumento es el mismo, el tratamiento estilístico aplicado por Herrera, al
pasar el discurso a estilo indirecto, quita fuerza a la retórica de Manco.
Herrera, que reserva los discursos de estilo directo para los castellanos o
para los jefes indígenas que siguen luchando para «cobrar la paz de la patria»,[53] convierte aquí a Manco en un caudillo
ambiguo y aun mentiroso que no sólo provoca fuertes disturbios entre los mismos
indios sino que fracasa en su primer intento de huida
provocando «trabajos,
pesadumbres, y muertes».[54]
El
tratamiento reservado a los jefes indígenas, caciques, señores Incas difiere
según las necesidades. Manco Inca tirano y rebelde es acusado de alterar la
tierra mientras que Paullu Inca aparece como el
modelo del príncipe prudente.[55] Frente a ellos, Francisco Pizarro cumple con
todos los requisitos del perfecto militar y del perfecto gobernante,[56] capaz de construir su “reputación” desde los
primeros momentos de la Conquista y de actuar «disimulando siempre que
convenia, lo qual es suma virtud».[57] A partir de esta descripción del actor más
famoso de la Conquista de Perú, el cronista logra construir una nueva narración
que se desarrolla en un cuadro político más claro, que permite sustentar la
adhesión del lector al poder castellano.
4.
Conclusión: Escribir una historia política
«Conviene que la historia
nos represente cualquier
suceso no simple ni desnudo, sino vestido de sus causas»,
Antonio de Herrera.[58]
Como lo explica Kagan, «Felipe imaginaba una narración política en sentido
estricto, que eximiera a la Monarquía Española de la responsabilidad sobre
cualesquier abusos que hubieran tenido lugar durante la Conquista y
colonización de las Indias».[59] A pesar de ello, Herrera no pasó por alto
las crueldades inútiles y el afán de riqueza que impulsaban a los españoles y
que frenaban la difusión del mensaje evangélico. Tampoco calló las disensiones
entre españoles que hacían aún más compleja la instauración de un régimen
colonial estabilizado en torno a estructuras y leyes fuertes. Herrera insistía
a lo largo de su Historia en ciertas
temáticas aún candentes pero fundamentales tales como el tema de la libertad de
los indios, destacando la necesidad de no reducirlos a la esclavitud. Dedicó
también un capítulo entero a la cuestión del tributo indígena y del servicio
personal, mostrando hasta qué punto la supresión del servicio indígena era
difícil. Se vislumbraban a través de estas páginas los conflictos entre la
Corona y los Conquistadores. Cómo para seguir con el análisis de esa situación,
el cronista dedicaba un capítulo entero a la cuestión de la perpetuidad de las encomiendas,
un capítulo dividido en dos partes, en pro y en contra. Cabe notar que Herrera
no tomó realmente posición; expuso los argumentos de uno y otro bando sin
expresar una opinión propia. El capítulo se acaba con la afirmación de que los
caciques se opondrían pagando lo necesario para «no se ver enagenados
de la Corona».[60] En el capítulo siguiente,[61] el cronista retomaba las dos opiniones
difundidas entre los consejeros de Indias: sea poner los indios en la corona y
reservar los tributos para dar rentas a los españoles que «han servido y
descendientes dellos», sea otorgar la perpetuidad
pero sin jurisdicción, para que la Corona conserve cierto poder y capacidad de
recompensar a los beneméritos.[62] Al fin, Herrera pone de realce las
dificultades de tal reforma, insistiendo en la necesidad para el rey de
reconocer las hazañas de los españoles que permitieron la Conquista. El
cronista insiste también en los riesgos de tal reforma. Al fin y al cabo, tanto
españoles como indios se parecen en capacidad de “alterar la tierra” de manera
duradera. La repetición de esta expresión a todo lo largo de la obra muestra lo
difícil que fue la instalación del poder de la Corona en tierras peruanas. La
historia tal como la concebía Herrera permite seguir el desarrollo de los
hechos y sirve de enseñanza para los que quieren inspirarse del modelo español.
Herrera reivindicaba una manera de escribir la historia –una historia que
también calificaba de «política»– que iba más allá de una
sencilla narración de eventos y batallas y que así demostraba la validez de la
presencia española en las Indias:
Por lo cual yo que considero
el gusto que han de tener, los que han de leer estos generales acontecimientos,
me he acomodado a esta forma de escrivir, que se
llama Politica, en la qual
se discurre de los hechos de las naciones, de los pueblos, de las Provincias,
de sus costumbres, gobierno, y religion, de tal
manera que se vea loar la virtud, y los hechos heroycos,
y que las cosas mal hechas, y mal dichas sean representadas delante de los ojos
[…].[63]
¿Qué
podría haber quedado en la mente del lector de este viaje a tierras peruanas, a
tierras de Conquista? Las escenas y los gritos de una epopeya, la imagen de un
mundo brutal y complejo, la afirmación de la superioridad castellana, la lucha
de la Corona por instaurar un imperio próspero, cristiano y políticamente
estable. Este imperio abarcaba hasta «la
costa del Reyno de la China»
como afirmaba el cronista al principio de la Década séptima.[64] Herrera recordaba que su cargo había sido
creado por Juan de Ovando para facilitar las condiciones en las que el cronista
pudiera «escrevir con mayor autoridad, fundamento y verdad
los hechos de los Castellanos en el Nuevo Mundo [...]». Pero ¿qué
delimitación, para retomar las palabras de Héloise Hermant en su estudio sobre los cronistas aragoneses,
existe entre lo «dicible et le mémorable»[65] en una historia oficial destinada a ofrecer
una imagen estabilizada de las primeras Conquistas? Esto plantea la cuestión
del proyecto político que subyace en la obra.
Desde esta perspectiva, sería interesante profundizar en el pensamiento
político de Antonio de Herrera, especialmente en el marco de sus análisis de la
historia de las Indias. Este pensamiento se nutre probablemente de una lectura
atenta de Maquiavelo combinada con un uso reflexivo de Tácito y de Giovanni
Botero.[66] En este contexto, sería posible poner mayor
énfasis en la importancia de los actores implicados en la Conquista y comparar
la reescritura de la figura de Francisco Pizarro con los retratos de otros
personajes clave en la expansión hispánica como Hernán Cortés o Cristóbal
Colón. También sería interesante estudiar las zonas grises, los silencios que
matizan esta reescritura de la historia. Esta
Historia de los Hechos se convirtió así en un texto modélico, escrito
por un historiador deseoso de respetar las órdenes del Rey, que quería que la
historia producida bajo su patrocinio pusiera fin a las mentiras de los
extranjeros, a la leyenda negra que invadía Europa y dañaba la imagen de
España.[67] En este marco,
que definía los contornos de una historia oficial, la Historia de los Hechos
desempeñó sin duda un papel estratégico, demostrando hasta qué punto la
práctica de la historia podía ser una práctica constitutiva del poder.[68] Estas
características no impiden
subrayar la complejidad de este texto que se inserta en un proyecto
historiográfico global, un proyecto que aun merece mayor estudio.
Nejma Kermele
Université de Pau
et des
Pays de l'Adour (UPPA)
Bibliografía
Bénat-Tachot,
L. (2014), “Introduction. Antonio de
Herrera : l’écriture de l’histoire et l’art du découpage”, e-Spania [En línea],
18 | juin 2014, Publicado el 01 junio 2014, consultado el 15 septiembre 2024. URL: http://journals.openedition.org /e-spania/23650;DOI: https://doi.org/10.4000/e-spania.23650
Bénat-Tachot, L., Jacquelard, C., Onetto Pavez, M. (2022), La transversalité du continent américain. Lectures géopolitiques
(XVIe-XVIIIe siècles), Paris: Editions le Manuscrit.
Berthe, J. (verano 1998), “Juan López de Velasco (ca
1530-1598), cronista y cosmógrafo mayor del Consejo de Indias: su personalidad
y su obra geográfica”, Relaciones
75 19: 142-172.
Botero, G. (2014), De la raison d’Etat (1589-1598), edición,
traducción y notas de Pierre Benedittini et Romain Descendre, Paris: Gallimard.
Cieza de León, P. (1984-1994), Crónica
del Perú, Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial,
Academia Nacional de la historia.
Claire,
L. (2020), “Sur
quelques évolutions des commentaires aux Annales de Tacite dans les années 1580
: Lipse, Muret, Pasquali, Scotti”, en Mastrorosa,
I-G. (ed.), Attualizare
il passato. Percorsi della
cultura europea moderna fra storiografía
e saperi degli antichi, Firenze: Pensa, pp. 249-278. (Disponible en: https://u-picardie.hal.science/hal-03349151/document)
Cuesta Domingo, M. (2016), Antonio de
Herrera y su Historia General del Mundo, vol.1, Madrid: Agencia Estatal
Boletín oficial del Estado.
Guyot,
A. (2023), L’influence de Machiavel dans
la littérature politique du Siècle d’or espagnol (1535-1700), Paris :
Classiques Garnier.
Hermant,
H. (2023), Les chroniqueurs d’Aragon et
les pouvoirs de l’écrit : les tisseurs du temps, Paris:
Classiques Garnier.
Herrera y Tordesillas, A de., Varios Epístolas y Discursos y Tractados
de Antonio de Herrera, BNE, ms. 3011.
Herrera y Tordesillas, A. (1591) Cinco libros de la historia de Portugal
y la conquista de las islas de los Azores, Madrid.
Herrera y Tordesillas, A. de (trad.) (1593), Diez libros de la razón de estado con tres libros de la causa de la
grandeza y magnificencia de las ciudades de Juan Botero de italiano en
castellano, Madrid: Luys Sanchez.
Herrera y Tordesillas, A. de (1601-1615), Historia general de los hechos de los Castellanos en las islas i tierra
firme del mar océano / escrita por Antonio de Herrera, Madrid: En la Impr.
Real, por Juan Flamenco, 4 v. Disponible en https://www. memoriachilena.gob.cl /602/w3-article-8393.html.
Herrera y Tordesillas, A de., (1615), Los cinco primeros libros de los Anales de
Cornelio Tacito, que comienzan desde el fin del
Imperio de Augusto, hasta la muerte de Tiberio. Traducidos en castellano por
Antonio de Herrera, Madrid: Juan de la Cuesta.
Herrera y Tordesillas A de, (1804), Discursos
morales, políticos e históricos, Madrid.
Kagan, R, L. (2010), Los cronistas y
la Corona: la política de la historia en España en las edades Media y moderna,
Madrid: Centro de Estudios Europa Hispánica: M. Pons Historia.
Kermele,
N. (2015), “De
la connaissance au contrôle : le local, outil du projet colonial (Pérou,
XVIe siècle)”, e-Spania [En ligne],
consulté le 03 octobre 2024. URL:
http://journals.openedition.org/e-spania/25142 ; DOI: https://doi.org/10. 4000/e-spania.25142.
Lacoste,
Y. (1976), La géographie,
ça sert d’abord
à faire la guerre, Paris: Ed. François Maspero.
Lamana, G.
(2016), Dominación sin dominio. El
encuentro inca-español en el Perú colonial temprano., Cusco: Centro de
Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las
Casas; Lima, Perú: Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA)
López
de Velasco, J. (1971), Geografía y descripción universal de las Indias,
Madrid: B.A.E.
Malavialle,
R. (2003), L’essor de la pensée historique au siècle d’Or,
de Joan Lluis Vivès à
Antonio de Herrera y Tordesillas, tesis de doctorado inédita defendida en
la Université de Provence, Aix-Marseille.
Momigliano, A. (1983), Problèmes d’historiographie ancienne
et moderne, Paris: Gallimard.
Montcher, F. (2012), “Acquérir, partager
et contrôler l’information
sous le règne de Philippe III d’Espagne.
Le cas de l’historiographe royal
Antonio de Herrera (1549-1626)”,
Circe. Histoire, Savoirs,
Societé (disponible en: http://www.
revue-circe.uvsq.fr/numeros-publies/numero-1
Scotti, A. (1592), In P. Cornelii Taciti
Annales et historias commentarii ad politicam et Aulicam rationem praecipue spectantes, Francfort.
[*] Herrera
(1601-1615: Década V, Libro I, fol. 3).
[2] Para una
recensión de la producción de Antonio de Herrera, ver Bénat-Tachot
(2014)
[3] Abreviado
en el resto del artículo en Historia
General de los Hechos.
[4] Cuesta
(2016: CXXXVIII-CXLIX).
[5] Para un
resumen breve de la obra, ver Cuesta (2016: CXLIX).
[6] La
primera parte se publicó en 1601, la segunda en 1615, ver Kagan (2010: 245).
[7] Ver
Antonio de Herrera, Discursos morales,
políticos é históricos (1804). Hay manuscritos en
la BNE, Discursos y tratados de Antonio
de Herrera y Tordesillas a diversos claros varones. A este propósito, ver
la tesis inédita de Renaud Malavialle (2003).
[8] Ver a
este propósito Montcher (2012).
[9] Herrera (1601-1615: Dedicatoria a Don Luis de Velasco
Marqués de Salinas, Presidente del Real y Supremo Consejo de las Indias, Década
7.)
[10] Ver
también los datos aportados por Kagan (2010: 262-263)
[11] López de
Velasco (ed. de 1971). Este personaje central fue nombrado cosmógrafo y
cronista del Consejo de Indias, que dirigía en aquella época Juan de Ovando. En
1574, López de Velasco terminó su famosa Geografía
y descripción universal de las Indias en la que ofrecía una imagen global
de América, una América ocupada por los españoles, pero no totalmente
controlada y pacificada. Este trabajo no fue publicado antes de 1894. A este
propósito, ver Kermele (2015) et Berthe
(1998).
[12] Cieza de
León (1984-1994).
[13] Herrera
(1601-1615: vol. I, fol. 2v.).
[14] Herrera
ya había esbozado las diversas navegaciones posibles desde España a las Indias:
la ruta al Perú era la tercera: «...en todos hay quatro
navegaciones principales. La primera y mas antigua,
de Castilla para Tierra firme y nueva España. La segunda, de Castilla al río de
la Plata, y estrecho de Magallanes. La tercera, de la costa de nueva España a Guatimala, y panama, para el
Pirú, Chile, Estrecho. Y la última, y más nueva, desde nueva España a las islas
del Poniente, y contratación de la China, como se ve en la tabla precedente»,
Herrera, (1601-1615: Década 1, cap. II, fol. 3). Este extracto es la copia
exacta del texto de Juan López de Velasco, (1971: 34).
[15] Herrera (1601-1615: Década1: fol 54-61).
En el capítulo XX titulado «De lo que resta de la Audiencia de los Reyes», el
cronista trata de minas y de recursos, en particular del mercurio, visto
siempre desde el punto de vista de la aportación técnica de los españoles:
«…los Indios no lo conocieron, ni pretendieron más que el bermellón», Idem, fol. 58.
[16] El
subrayado es mío.
[17] Herrera (1601-1615: Década1, cap. XIX, fol. 54v).
[18] Sobre
este tema, ver Bénat-Tachot, Jacquelard,
Onetto Pavez (2022).
[19] Un
ejemplo en Herrera (1601-1615: Década1, cap. XXV, fol. 70). Sobre la
importancia de la línea de demarcación y cómo se construyó, ver Herrera
(1601-1615: Década1, Libro II, cap. X, fol. 62-63).
[20] Herrera
(1591).
[21] Herrera
((1601-1615: cap. XXIIII, fol. 69).
[22] Herrera
(1601-1615: Década 1, fol.3.)
[23] Sobre la
política del secreto, ver Kagan (2010).
[24] Sobre la
importancia de la unión de las dos coronas para Herrera, ver Kagan (2010: 198).
[25] Herrera, (1601-1615:Década V, cap V, libro I, fol.14).
[26] Idem, Década V, libro I, fol. 1.
[27] Ibid.
[28] «Aunque se ha hecho una larga descripción de todo este
Orbe, y se ha puesto a parte por ser tan grande, que por ser el grandisismo, no puede ser chica, pues de aqui adelante será lo mas de lo
que se va refiriendo, lo acontecido en lo que se dize
América, se hara aquí otra mas
sumaria, para mejor inteligencia de lo que fuere tratando. Comunmente
se entiende ya por el Piru toda la parte del mundo
que injustamente se llama America, por averse
cautelosamente apropiado este descubrimiento Amerigo
Vespucci, privando desta gloria al verdadero, y
primer descubridor, que fue el primer Almirante de las Indias don Christoval Colon, como suficientemente queda probado en la
primera Década desta general historia, porque los Reynos de Chile, el nuevo de Granada, y el Brasil no es
Pirú, sino aquella sola parte que cae al Sur, començando
del Reyno de Quito, que está debajo de la linea Equinoccal, y va corriendo por largo hasta el Reyno de
Chile, que sale de los Tropicos, que seran mas de seycientas
leguas y de ancho cinquenta hasta lo que toman los
Andes...», Herrera, (1601-1615: Déc. 1 fol. 14-15).
[29] Idem, cap. XIX, p. 82, fol.57
[31] «[…]
se hizo la compañía; con que Francisco Pizarro ayudasse
con su esperiencia y
industria, Diego de Almagro con los bastimentos y pertrechos, y Hernando de
Luque con dineros, y que sacando los gastos se repartiesse
por yguales partes el oro, plata y joyas que se ganasen.».
La idea de igualdad predomina como se nota en esas primeras evocaciones. Herrera (1601-1615:
Década III, Libro VI, fol. 255)
[32] Idem, Década V, Libro I, fol.5).
[33] Idem, fol. 4.
[34] Idem, fol. 3.
[35] «Ay aora en
estos valles viñas, higuerales, y otros arboles de Castilla, porque los
Castellanos siempre acostumbraron de llevar, para sus descubrimientos, plantas,
y simientes.», Ibid.
[36] «En el tiempo que don Francisco Pizarro se
detuvo en la poblacion de San Miguel, fue su cuydado entender las costumbres de los naturales de todo lo
que pudo alcançar a tener noticia de la tierra del
Pirú, su animo, y formas de pelear, la orden de los exercitos, las armas, y grandeza de los Reyes, y señores y aviendo alcançado a entender la
división que en aquella ocasion avia,
entre los dos hermanos Guascar y Atahualpa por la
corona del Imperio, por la muerte de su padre Guainacava,
estimando en mucho, que le ofreciesse Dios tanto
aparejo, para conseguir lo que pretendía, no le pareciendo de perder tiempo,
aunque considerava la flaqueza de sus fuerças, confiando en la divina ayuda, prosuponiendo
que su obra era para mayor gloria de su santissimo
nombre, no quiso esperar mas la gente Castellana, que
sabia, que se movia de otras partes de las Indias,
para acudir a los nuevos descubrimientos, y pacificaciones.» Idem, fol. 5.
[37] «Guascar era, segun las costumbres de los Reyes, el legitimo
sucessor, como hijo de la verdadera muger, hermana de su padre: porque tal
casamiento acostumbraron los ultimos Ingas,
para que el sucessor tuviesse
verdadero derecho, y la Sangre Real fuesse de mayor
grandeza y estimación, todos los otros eran hijos de diferentes mugeres, y bastardos, como lo era Atahualpa, cuya madre se
llamó Totapalla. Y aunque Guascar
que era de veynte y cinco años, quatro
menos que el hermano, se hallava amado en todo el Reyno.
Confiado Atahualpa en la voluntad de los Capitanes, con los cuales tenía
reputación, porque siempre anduvo con su padre en la guerra, y por el amor que
le tenian, y por ser hombre liberal, y muy sabio, le querian bien. El solo entre quarenta
hermanos bastardos, y algunos de mayor edad, propuso de usurpar el Reyno contra
sus leyes y contra la voluntad del padre...», Idem, fol.6.
[38] Idem, fol. 7.
[39] Idem, fol. 9.
[40] Gonzalo de Illescas está citado en la
breve lista de autores consultados.
[41] Sobre las diferencias entre Gómara y
Herrera, ver Kagan (p. 226-227).
[42] Cabe recordar que Herrera dedicó uno de
sus discursos teóricos a Tácito, ver Herrera (1809: Discurso IV:43) y que
tradujo la obra de Giovanni Botero, Della
Ragion di stato,
(publicada por Botero por primera vez en 1589) ver Herrera (1593). Para las
publicaciones de Botero, ver Botero (2014).
[43] Herrera publicó su traducción de la obra
de Tácito el mismo año que el segundo volumen de la Historia de los Hechos, ver Herrera (1615).
[44] Annibale Scotti, In P. Cornelii Taciti Annales et historias
commentarii ad politicam et Aulicam
rationem praecipue spectantes, Francfort: 1592. Hay que notar que la primera edición de
estos comentarios de Tácito se había publicado en Roma en 1589 pero Herrera
parece haber utilizado la segunda edición de 1592. Sobre Scotti,
ver Momigliano (1983: 226) y Lucie Claire (2020).
[45] Herrera, (1601-1615: Década V, fol. 71).
[46] Idem, fol. 72.
[47] Idem, fol. 73.
[48] Idem, fol. 74-75.
[49] Idem, fol. 181.
[50]«¿Por qué, entonces, Hernando dejó ir a
Manco? Sostengo que fue una decisión deliberada impulsada por un cálculo
político riesgoso. La guerra tuvo la oportunidad de comenzar, ya que, a
consecuencia de la serie de eventos en juego, Pizarro afrontaba tantos
problemas como Manco. Hernando llegó a Lima desde España, cuando Berlanga, el
enviado de Carlos V, había hecho la mayor parte de su averiguación y empezó a
interrogar en detalle a Pizarro y a los oficiales reales sobre todo lo que
había encontrado contrario a los intereses del rey. Entre otros, Berlanga se
refirió a dos puntos sensibles: pidió que se le entregara al rey el servicio de
1534, y que el Cusco y Manco Inca fueran encomienda del rey […] Encomendar el
Cusco y Manco Inca en el rey tenía un gran impacto monetario.»; Lamana (2016: 133-134).
[51] Kagan (2010), Cuesta (2016).
[52] Lamana (2016:
123).
[53] Herrera, (1601-1615: Década V, Libro VI, cap.III, fol. 165).
[54] Idem, Libro VIII.
[55] Herrera (1601-1615: Década VI, Libro 1,
fol. 24).
[56] Para completar, ver primero el relato de
la muerte de Francisco Pizarro, «excelente capitan
castellano natural de Truxillo, que fue obedecido en mas de novecientas leguas de tierra que hay desde la villa
de La Plata hasta la ciudad de Cartago.», Herrera (1601-1615: Década VI, Libro
X, cap. VI, fol. 285).
[57] «Quedó don francisco Pizarro muy estimado
de todos, y la reputacion en el principio de las
empresas vale mucho, y este capitan se supo bien
aprovechar della con sus partes, porque era grande de
cuerpo, bien hecho, y agestado, magnífico en las palabras, y aliende de la
experiencia que tenía, era muy cuerdo, y con los muchos prometimientos y esperanças sabia obligarse a los hombres, y atraerlos a si,
disimulando siempre que convenia, lo qual es suma virtud»,
Herrera (1601-1615: Década V, libro I, fol. 8).
[58] Herrera (1804: 36, Discurso II, «Sobre la
historia e historiadores españoles»).
[59] Kagan (2010: 245).
[60] Herrera (1601-1615: Década VIII, libro. X, cap. XIX, fol.
330).
[61] Idem, cap. XX, fol. 331.
[62] Ibid.
Cabe notar que Herrera sobrepasó los límites temporales de la obra, evocando el
gobierno del quinto virrey del Perú, Don Francisco de Toledo (1569-1581) que
tuvo que confrontarse también con el problema.
[63] Herrera
(1601-1615: Década V, libro I, fol. 2).
[64]
Herrera, (1601-1615: Década 7, fol. 12). El cronista insistía en varias
ocasiones en la vastedad del imperio castellano: «La grandeza desta quarta parte ha puesto en grandisima admiración a las gentes, cuya descripcion se tratara aqui, debaxo de nombre de islas y tierra firme del mar Oceano, por estar rodeadas deste
mar, y puestas al Occidente, y comunmente son
llamadas Indias Occidentales, y Nuevo Mundo, y comprehendidas en la demarcación
de los Reyes de Castilla, y de Leon, que es un Emisferio, y mitad del mundo de ciento y ochenta grados començados a contar por el Ocidente
desde un circulo Meridiano, que passa
por treynta y nueve, o por quarenta
grados de longitud Ocidental del Meridiano de Toledo,
que es por la boca del Marañon, y por la Oriental por
la ciudad de Malaca, de manera que a veynte leguas de
viage por grado tiene esta demarcación de travesia de una parte a otra, tres mil y novecientas leguas
Castellanas, cada una de tres mil pasos, de cinco pies de vara Castellana, que dizen que son sesenta millas Italianas, de Oriente a
Poniente, que la gente de mar dize Leste Oeste, y
esta cuenta de veynte leguas por grado, es conforme a
Tolomeo, y a la opinion de muchos curiosos.», Herrera
(1601-1615: Década 1, fo.2).
[65] Hermant (2023:
14).
[66] Sobre este tema, ver los análisis de Adrian Guyot (2023).
[67] «Muchas son las razones que mueven a escribir
historia: a unos lleva el agradar a aquellos, cuyos hechos escriven:
otros con la demostracion de su elocuencia quieren hazer gloriosos: algunos lo han hecho, complaziendose
de manifestar las cosas, en que se han hallado: tambien
incita la utilidad, de publicar lo que está oculto, para que la verdad tenga su
debido lugar. Y esto fue, lo que movió al Rey nuestro señor de gloriosa
memoria, padre de V.M. para mandarme, que emprendiese este trabajo, y a V. M.
para que le contiuasse; porque puedan ser conocidos
los errores de los que han escrito los sucessos de
las Indias Occidentales sin la verdadera luz e informacion
que devian tener; y aviendo
yo acabado en cumplimiento desto, despues
de diez y seis años que ha que se imprimieron las quatro
primeras Décadas desta historia, las otras quatro siguientes las ofrezco y dedico a V. M. para que si algun tiempo sobrare de sus grandes ocupaciones, vea un
espejo de prudencia y ciencia de buen gobierno, en todo lo que ordenaron y
proveyeron para el establecimiento y conservacion de
aquella nueva Republica sus Catolicos progenitores.»,
Herrera (1601-1615: Década quinta. Prólogo a
Felipe III.).
Sobre este tema, ver Kagan (2010: 215).
[68] Hermant
(2023:13)