Retórica de la legitimación y el bien común en la
obra histórica de
lorenzo valla
LEGITIMAcy’
rhetoric AND THE COMMON GOOD IN lorenzo valla’s HISTORICAL WORK
Pablo Benayas del Río
Resumen: Los Gesta Ferdinandi
regis Aragonum de
Lorenzo Valla son la única obra histórica de su autor y la primera monografía
humanista de tema ibérico, lo que les confiere un singular interés. Con este
trabajo continúo la línea de análisis retórico de los Gesta abierta
por López Moreda. Para ello estudio las relaciones teóricas entre la historia
y la preceptiva retórica en la obra y analizo el discurso empleado por Valla
para legitimar la elección de Fernando de Trastámara como rey de Aragón. El
argumento central del humanista, visible en los momentos clave de los Gesta,
consiste en que Fernando I siempre actúa por el bien común a diferencia de
sus adversarios, los cuales son movidos por sus intereses particulares. Abstract: Lorenzo Valla's Gesta
Ferdinandi regis Aragonum
is the only historical work by its author and the first humanist monograph on
Iberian themes, which makes it of particular interest. This work aims to
continue the line of rhetorical analysis of the Gesta
opened by López Moreda. To this end, I study the theoretical relations
between history and rhetorical precepts in the work and analyze the discourse
used by Valla to legitimize the election of Ferdinand of Trastamara
as king of Aragon. The humanist's central argument, visible at key moments in
the Gesta, is that Ferdinand I is always
motivated by the common good unlike his opponents, who are driven by their
selfish interests. |
Palabras
clave: Lorenzo Valla, Gesta Ferdinandi,
Retórica e historiografía, Bien común.
Keywords: Lorenzo Valla, Gesta
Ferdinandi, Rhetoric and historiography, Common
good.
Fecha de recepción: 30 de mayo de 2024
Fecha de aceptación: 3 de diciembre de 2024
1. Lorenzo Valla y la
historiografía oficial
de Alfonso V de Aragón
E |
l 16 de febrero de 1443 Alfonso V entró triunfante en Nápoles y terminó
la conquista del antiguo reino angevino después de casi veinte años de
conflictos. El Trastámara era consciente de que, además de su poder militar,
necesitaba la aprobación de las élites locales si quería que su dinastía
tuviera futuro en Italia. Para ello desarrolló una intensa propaganda que lo
presentaba como paradigma de las ideas humanistas, aunque sin renunciar del
todo al legado gótico y aragonés (Capilla Aledón:
2019). Esta política cultural dio sus frutos, y figuras como Pio II, el papa
humanista, o el florentino Vespasiano da Bisticci
mostraron en sus escritos una admiración sincera por las virtudes de Alfonso V,
particularmente por el amor del soberano a las letras y su actividad como
mecenas.[1]
En este contexto, la historiografía de la
corte de Alfonso V ha despertado especial interés entre los investigadores.[2]
El intento de los soberanos de controlar su imagen a través de la
historiografía oficial es una constante en el siglo XV, pero el caso de la
corte de Nápoles muestra dos particularidades: la primera es el nivel de
profundidad con la que los historiadores napolitanos imitaron a los modelos
clásicos (Tate 1970: 290-291), y la segunda es su foco de atención. Mientras
que en otros centros del humanismo como Florencia las obras históricas recogían
los principales sucesos del estado, en Nápoles lo más importante, a veces lo
único, era plasmar las hazañas y las virtudes de los reyes, refiriendo casi
exclusivamente los hechos de la corte, las campañas militares y la diplomacia
(Resta 1968: 8-9). Esto ya es apreciable en los propios títulos de las obras,
e. g. la Historia Florentini populi del
florentino Leonardo Bruni frente al Liber rerum gestarum Ferdinandi regis de Antonio Beccadelli,
escritor al servicio de Alfonso V y de su hijo Fernando I de Nápoles.
El poeta Tommaso Chaula
fue el primero en escribir una obra histórica para Alfonso V, los Gestorum per Alphonsum Aragonum et Siciliae regem libri quinque. Un poema
lleno de discursos que cubre las hazañas de Alfonso V entre 1420 y 1424 (Fulvio
Delle Donne y Mariarosa Libonati
2021). No obstante, coincidimos con Delle Donne (2013: 363-366) en que el
verdadero iniciador de la historiografía de los Trastámara en Italia fue el montblaquense Gaspar Pelegrì, protomedicus de Alfonso V y autor de una Historia
Alphonsi primi regis, la cual cubre los hechos de 1419 a 1443, es
decir, toda la conquista de Nápoles. Pelegrì importó
con éxito las formas de la cronística de Castilla y Aragón, de las que era buen
conocedor y, aunque su estilo poco elegante y saturado de poetismos
fue un obstáculo para la difusión de su Historia, esta definió el
contenido y la ideología de las siguientes obras históricas napolitanas (Delle
Donne 2012: 230-232).
El autor del primer opus magnum de la
historiografía alfonsina es Lorenzo Valla.[3] El humanista se acercó a Alfonso V buscando
estabilidad después de su intento fallido de integrarse en la curia de Eugenio
IV hacia 1435. A pesar de que Valla desempeñó el cargo de secretario regio y
acompañó al soberano en los momentos más críticos de su campaña, los años junto
al Trastámara fueron los más fértiles de su producción. En este periodo
escribió una nueva versión de su diálogo De vero falsoque
bono, comenzó la Collatio Novi Testamenti, y compuso De
libero arbitrio y De profesione religiosorum además de la que hoy es su obra más
famosa, la Oratio de falso credita et ementita Constantini donatione.
En una carta del 13 de junio de 1443 el
humanista Flavio Biondo animó al Trastámara a reunir
las historias de su patria y poner sus propias gestas por escrito imitando a
los virtuosos emperadores de Roma, lo que sin duda alentó a Alfonso V a buscar
un escritor talentoso que lo inmortalizara (Ryder 1992: 401). El soberano pidió
a Valla poco después que escribiese sus hazañas, pero, según una carta del
humanista, dirigida a Biondo el 13 de enero de 1444,
Valla rechazó la propuesta debido a la imposibilidad de ser fiel a los hechos,
pues si asumía esta tarea se vería obligado a depender del testimonio de
sirvientes olvidadizos (Vall. epist. XXV).
No obstante, Valla cambió de opinión y un año
después escribió los Gesta Ferdinandi regis Aragonum, en los que
ensalza la figura de Fernando I de Aragón, el padre de su mecenas. La
composición le llevó dos meses (Vall. ant. I
3, 1) y debió de concluir poco después del 26 de febrero de 1445, cuando el
humanista informó a su colega Giovanni Tortelli de
que pronto podría leer sus tres libros sobre Fernando de Aragón (Vall. epist. XXXIII). Los Gesta fueron terminados
antes del 2 de abril, fecha de la muerte del arzobispo de Tarragona Domingo Ram, de quien se habla como si estuviera vivo (II 10, 4) (Besomi 1973: X). Valla no presentó una redacción definitiva
de la obra a Alfonso V, pues el humanista solía escribir varias versiones de
sus obras hasta darlas por definitivas (Regoliosi
2006: 397) y contaba con que Alfonso V podría corregir la obra, principalmente
todo lo relacionado con la geografía ibérica, de la que el propio Valla confesó
no ser buen conocedor (ant. I 3, 1-3).
La obra está compuesta por tres libros
precedidos por un prólogo teórico. Antes del comienzo de la narración histórica
encontramos un breve resumen del contenido:
Lo que [sc.
Fernando] realizó en Aragón antes de ser rey, primero en Castilla, después en Granada,
finalmente lo que hizo para conseguir el reino de Aragón. Al final lo
que hizo entre los suyos, con el enemigo y con todos los demás. Se añaden otras
muchas cosas, tal como requiere la ley de la historia, y entre las primeras los
asuntos concernientes a la infancia y la juventud del primogénito
Alfonso, cuál fue su natural (Proem. 18).[4]
Las fuentes de los Gesta incluyen a
los sirvientes de Alfonso V, algunos de los cuales habían llegado a conocer a
Fernando I, pues este había muerto hacía menos de 30 años. El propio Valla se
refiere a esto varias veces en la propia obra. En II 9, 7 y III 15, 9 sus
informadores son sacerdotes, en II 5, 1 los sirvientes de Martín I de Aragón, y
en II 6, 1-2, Mosén Borra, un anciano bufón que acompañó a Alfonso V a Italia.
Además, Valla también tuvo acceso a los documentos aragoneses gracias a su
cargo de secretario real (Ferraù 2001: 20-24). Besomi
(1973: XVI-XIX) señaló así mismo la primera parte de la Crónica de Juan II
(García 2017) como la principal fuente de Valla. Esta obra recoge, entre otras
cosas, las acciones de Fernando de Trastámara como regente de Castilla antes y
después de ser elegido rey de Aragón, y no es improbable que estuviera en la
biblioteca de Nápoles. No obstante, los paralelos que ofrece Besomi no son suficientemente convincentes (Ferraù 2001: 20), lo que no impide, en mi opinión, que
Valla pudiera servirse de la Crónica para la redacción de algunos
pasajes que aparecen, eso sí, reelaborados. Un ejemplo de esto son las palabras
del consejo del regente después del fracaso del asedio de Setenil (cro. 78), y que Valla pone en boca del obispo de
Palencia, Sancho de Rojas, con distinta forma, pero mismo sentido (gest. I 8, 5-9).
Valla también fue ecléctico en la elección de
sus modelos. Los Gesta no pueden encuadrarse exactamente en ninguno de
los subgéneros de historiografía antigua, pues tienen elementos de muchos de
ellos. Gómez Moreno (1994: 234) se refirió a los Gesta como “hiperbólica
biografía”, sin embargo, aunque es cierto que la obra tiene mucho de biografía
panegírica, también puede ser leída como historia general, crónica regia o
comentario al modo salustiano. Esto no es un hecho
extraño, pues en el Renacimiento se multiplicaron los formatos de la biografía
(Hendrickson 2020).[5]
El mismo título de la obra es significativo. Las res gestae eran,
en origen, la narración detallada de episodios históricos, especialmente de los
contemporáneos (López Moreda 2002a: 33-34). En el caso de los Gesta de
Valla, Fernando de Trastámara es el centro temático, pero no un protagonista al
uso. Todo el contenido de la obra se refiere en última instancia siempre a él,
lo que no impide que pase desapercibido, o incluso desaparezca, durante buena
parte de la narración, como en el libro segundo.
Por otra parte, el latín de los Gesta
también es destacable, pues frente a la dependencia casi absoluta de algunos de
sus contemporáneos como Bartolomeo Facio de César, Cicerón y Livio, Valla tiene
más libertad a la hora de elegir sus modelos, entre los que se encuentran los
autores del siglo I d.C., los padres de la Iglesia y los poetas (Tunberg 1998). La lengua de Valla es muy versátil y no
excluye los neologismos o las voces medievales consolidadas por el uso
(Morcillo León 2021).
A pesar de que los Gesta llegaron a
manos del rey, quien dijo que los leería con placer cuando tuviese ocasión, lo
más seguro es que nunca llegara a hacerlo. Antonio Beccadelli,
conocido como el Panormita, y Bartolomeo Facio, los
humanistas rivales de Valla en la corte de Nápoles, se hicieron con el
manuscrito de los Gesta gracias a la complicidad del bibliotecario del
rey y a la ausencia de Valla de la corte. Las agrias polémicas motivadas por el
carácter altivo de Valla, así como la competencia por el codiciado puesto de
cronista regio, llevaron a Facio a escribir unas durísimas Invective in Laurentium Vallam (Rao 1978:
28-30), las cuales fueron leídas ante Alfonso V.
Las Invective son una recopilación de
los errores de los Gesta en tres áreas: la pureza de la lengua, latinitas;
el uso de términos claros y pertinentes, explanatio;
el tratamiento de la materia histórica, historie
dignitas et ars (ibid. 34). Vemos que la latinitas
y la explanatio se relacionan con el lenguaje,
mientras que la historie dignitas et ars
atiende al contenido; este último aspecto es importante para mi estudio. Facio acusa a Valla de atentar contra tres
principios básicos del historiador: dignitas, salvaguardar la gravedad
de los personajes que pasan a la historia; brevitas,
elegir y tratar los asuntos narrados apropiadamente; verosimilitudo,
la sensación de credibilidad, la cual no equivale a la verdad de los hechos, veritas
(Baker 2016: 340-343).
Dignitas, brevitas y verosimiludo
están estrechamente relacionadas, hasta el punto de que en algunos casos
resultan casi indistinguibles. Esto es lo que sucede cuando Facio critica el
pasaje de los Gesta en que se describen los vanos intentos del anciano y
obeso Martín I de Aragón por engendrar descendencia (II 3, 14):
En primer lugar, es contrario
al precepto de la brevedad, pues a menudo basta con decir que ha sucedido,
y no que cuentes cómo ha sucedido. Habría sido suficiente esto: “Hay quienes
dicen que con ningún arte o consejo el rey pudo engendrar hijos de la reina”,
de forma que no hubiese sido necesario llevar hasta el oído lo que es
vergonzoso. Se puede aducir también que es contrario al precepto de la probabilidad
(…) porque no se han respetado las dignidades de los personajes.[6]
Aunque
Facio cita a autores clásicos, el conocimiento de estos parece venir de segunda
mano. Los verdaderos referentes de Facio son los manuales de retórica, Prisciano y la Rhetorica
ad Herennium fundamentalmente (Regoliosi 1980: 391), así como el tratado De historiae conscribendae forma de
su contemporáneo Guarino de Verona. Esta obra, basada sobre todo en Cicerón y
Luciano, sostiene que la función del historiador es garantizar el recuerdo de
los grandes hechos del pasado, rebus magnis memoriaque dignis (Cic. de or. II 63), y para
ello debe servirse de un tono neutro y un lenguaje claro, evitando cualquier
semejanza con la comedia, la tragedia o el panegírico (Regoliosi
1991: 28-37).
La
respuesta de Valla llegó en 1448 con el Antidotum
in Facium, una defensa sistemática formada por
cuatro libros ordenados temáticamente en la que se encuentran prefigurados
algunos presupuestos de la historiografía moderna (Janick 1973: 395-404). Valla es un gran conocedor de los clásicos
grecolatinos, a los que imita con gran libertad, y no recurre a la mediación de
los manuales de retórica. Limitándonos a la historie dignitas et ars las diferencias de Valla con su crítico son dos. En
primer lugar, según Valla, es innecesario que la narración histórica adopte un
único tono, pues esto hace más pesada la lectura; también defiende la brevitas, pero no tiene una concepción de ella tan
estrecha como como la de Facio, sino que la interpreta a la manera ciceroniana
como el uso de las palabras justas (e. g. Vall. ant.
III 2, 1-8; 7, 16-17; 11; 1-8 cf. Cic. de or. II 326). No obstante, el punto más destacado es la
defensa radical de la veritas o sincecitas frente a la dignitas y la versomilitudo (e. g. ibid. III 4,
15-25; 6, 1-10; cf. Cic. de or.
II 63), una inquietud que ya latía en la refutación de la Donatio Constantini
(Camporeale 2013: 29-37). Según Valla no es propio
del historiador escribir panegíricos (III 11, 16), sino atenerse a la verdad de
los hechos incluso cuando estos son reprobables o indecorosos (III 7, 9-15).
Este
último punto, la defensa radical de la verdad histórica frente a la convención,
ha suscitado interés entre los académicos. Los ya citados estudios de Janick, Regoliosi, Ferraù y Baker, así
como los de Delle Donne (2015: 43-49; 2018: 2-8) y Mori (2020), tienen el
mérito de exponer las raíces y la naturaleza de la polémica entre Valla y Facio.
Sin embargo, no han contrastado hasta qué punto la teoría historiográfica de
Valla se cumple en su propia obra. El mismo acercamiento de Valla a la historia
resulta llamativo, pues hasta ese momento no había escrito ni proyectado
ninguna obra histórica, si bien es cierto que tradujo a Heródoto y Tucídides al
latín y enmendó el texto de Livio.[7]
Si Valla escribió los Gesta fue para alcanzar el favor de Alfonso V y,
en consecuencia, hizo todo lo que estuvo en su mano para agradar al soberano,
como veremos a continuación. Por lo demás, la disputa entre Facio y Valla tuvo
un seguimiento muy limitado (Besomi 1973: X). Valla
llegó a recibir un pago por sus servicios como cronista en 1447 (Delle Donne
2018: 601), pero fueron Facio y Beccadelli quienes
finalmente ganaron la batalla y procuraron reducir la circulación de la
historia de Valla, quien ya no estaba interesado en ella. Esta circunstancia
explica por qué solo tenemos cuatro manuscritos del siglo XV. Es cierto que
hubo seis ediciones durante la Edad Moderna, pero estas tampoco gozaron de
mucha difusión (Besomi 1973: XXVII-XLVIII) y tan solo
unos pocos autores, entre quienes sobresale Jerónimo Zurita, autor de los Anales
de la Corona de Aragón, leyeron detenidamente los Gesta (López
Moreda 2002a: 22).
2.
Historia y retórica en Lorenzo Valla
Al principio de su obra Valla expone cual es la función de la historia:
Tenemos suficiente con
demostrar que el historiador y el poeta tienen una misma función: ser útiles, y
para ser más útiles, también agradar (…) No hay ninguna otra causa de esta obra
que el que nos enseñe a través de ejemplos (Proem.
9).[8]
Los precedentes inmediatos de Valla no pensaban de otro modo y Petrarca,
por ejemplo, se expresa así al comienzo de su De viris
illustribus:
No se encuentra en mí sino lo
que puede relacionarse con las virtudes o con las cosas que les son contrarias.
Este es, si no me equivoco, el fructuoso fin del historiador, poner delante del
lector lo que debe seguir o evitar. Quien pretendiese vagar más allá de estos
términos sepa que lo hace por límites ajenos y recuerde que tiene que volver
sobre sus pasos salvo que para agradar a los lectores introduzca agradables
variaciones (Proem 6).[9]
Es
lógico pues que la historia sea cercana a la poesía, pues ambas persiguen el
mismo fin moral partiendo de la base de la imitación de ejemplos. Para Valla la
diferencia entre ambas radica, como en Aristóteles (Po. 1451b 4-10), en
que la historia es la narración de los hechos del pasado tal como sucedieron (Kempshall 2011: 503-504). Sin embargo, Valla invierte la
jerarquía de la Poética, obra que sin duda conocía (Regoliosi
1987: 554). A diferencia del estagirita, que piensa que los ejemplos de la
historia no tienen valor universal, como sí lo tendrían los de la poesía, Valla
sostiene que sí lo poseen, y que precisamente extraen su fuerza de la verdad,
lo que los hace superiores a los poéticos, que son falsos en última instancia (Proem. 9-10).
Valla
no enuncia en su prólogo ninguna otra función de la historia, no obstante,
existe otra de gran importancia, señalada por los autores antiguos desde
Heródoto (I 1, 1) y muy presente en los propios Gesta: la celebración de
los gloriosos hechos del pasado, lo que a menudo se relaciona con la propaganda
y la autopromoción. Ya Tucídides, según Cicerón, se afanaba en buscar quien
inmortalizase sus virtudes (Cic. Arch.
20; cf. fam. V 12). Esta situación no cambió a lo largo de la Edad
Media, pues los gobernantes deseaban presentar una buena imagen de sí mismos a
sus súbditos, y cuando a comienzos del siglo XV el conocimiento de la escritura
se divulgó entre sectores más amplios de la población esto se volvió una
necesidad (Bautista Pérez 2015: 103).
La Crónica
de Juan II, que como antes se ha dicho es una de las posibles fuentes de
Valla, comienza del siguiente modo:
Los SEÑORES MUY ALTOS e muy
nobles prinçepes dEspaña, rreies de Castilla e de Leon, caualleros de Ihu Xpo, por dar exenplo a los de sus
rreinos e señorios, e
porque los gloriosos fechos dEspaña
fuesen sabidos por las partes del mundo e quedasen en
memoria para sienpre mandaron poner por escrito e
ordenaron coronica de todas las cosas e fechos que en ellos acaeçieren en
las tierras de que fueron señores (Proem.).
Los
humanistas al servicio de Alfonso V en Nápoles no son distintos. Bartolomeo
Facio, autor de los Rerum gestarum Alfonsi regis libri (Petragalla 2004), dice escribir por la admiración que le
causan las hazañas del Trastámara (Proem. 5);
mientras que Antonio Beccadelli dice abiertamente que
la razón de ser de su De dictis et factis Alfonsi regis Aragonum es la memoria
y la celebración del rey (I Proem.). Valla no
reconoce que escribe para celebrar las glorias de la familia real de Aragón,
pero los historiadores no tienen problemas en señalar el carácter panegírico de
la obra (Muñoz Gómez 2016: 51). La razón de Valla para no declarar el carácter
celebrativo de los Gesta, muy explícito después, es la elevada opinión
que el humanista tenía de sí mismo. Fue su orgullo lo que le impidió reconocer
que no solo servía a la utilidad del lector y a la verdad, sino también a su
mecenas (Baker 2016: 357).
El
principal fin de Valla con los Gesta era dar una imagen positiva de los
orígenes de la dinastía Trastámara en Aragón que la legitimase en tierras
italianas. Para ello Valla se remonta al nombramiento del infante Fernando como
rey de la Corona de Aragón tras la resolución del Compromiso de Caspe, una
elección precedida de graves conflictos y que no estuvo exenta de polémicas
(Muñoz Gómez 2015).
López
Moreda (2004; 2008) ha sido quien ha estudiado con mayor profundidad la
dimensión celebrativa de la obra, la cual ha analizado desde los postulados de
la retórica. Este autor ha señalado el importante papel que los discursos
desempeñan en los Gesta, observando que la propia obra es susceptible de
ser leída como una oratio pro
causa dubia divida en tres partes
que se corresponden con sus tres libros. El primero es una captatio
benevolentaiae, cuya acción transcurre antes de
la muerte de Martín I de Aragón y, por tanto, de la competición por el trono.
Valla presenta un retrato favorable de Fernando, entonces regente de Castilla,
quien lucha con valor y éxito contra los musulmanes y hace gala de virtudes
cortesanas. El escenario del segundo libro es Aragón, donde el problema
sucesorio hace que se revisen los derechos dinásticos y las cualidades morales
de todos los candidatos al trono. Fernando no aparece en el relato, pero sus
rivales son duramente criticados y el lector ya es favorable al Trastámara gracias
al libro primero. En el tercero Fernando ya es rey de Aragón. Valla hace aquí
una confirmatio del acierto de la
elección: el nuevo soberano pacifica su reino, sumido en una guerra civil y, lo
que es más importante, trae la paz a toda la cristiandad al terminar con el
Cisma de Occidente (López Moreda 2008: 489-490).
Asumiendo
el análisis de López Moreda, considero que puede aplicarse a la figura de
Alfonso V. Besomi (1973: XI-XII) advirtió que los Gesta
son el prólogo a una obra más ambiciosa destinada a narrar las hazañas del
rey Alfonso. Esto es lo que se deduce de los propios Gesta en los que
Valla promete que hablará por extenso de Alfonso V (I 3, 8) y la reina Juana de
Nápoles (III 6, 8). Si no lo hizo se debe a que las intrigas de Facio y Beccadelli lo alejaron del rey y le hicieron perder el
interés en el proyecto.
No es
de extrañar por tanto que los Gesta concedan mucha importancia al
infante Alfonso, el segundo personaje más destacado de la obra y sobre el que
también es posible trazar un recorrido. Alfonso de Trastámara aparece poco
después que su padre y, al igual que este, es un dechado de virtudes
cortesanas, las cuales hacen deseable un enlace matrimonial con su prima María
de Castilla (I 3, 5-8). Además, el príncipe heredero también tiene ocasión de
mostrar su valor cuando en dos ocasiones solicita permiso a su padre para
participar en la campaña contra el Reino de Granada (I 8, 15; I 19, 1) y cuando
protagoniza escenas de caza (II 12, 8-20). Estos hechos justifican los éxitos
de Alfonso: el título de príncipe de Gerona, que corresponde al heredero del
trono aragonés (III 7, 6), y su fastuosa boda con su prima María de Castilla
(III 9, 1-5). Por lo demás, existe una relación muy estrecha entre Fernando I y
el infante Alfonso, más estrecha desde luego que con el resto de sus hijos;
esto se manifiesta en el viaje a Perpiñán (III 10, 8) y en el lecho de muerte
de Fernando, donde se vuelve a confirmar la legitimidad de Alfonso (III 14,
2-3).
En
general, la presentación de todos los personajes de los Gesta responde a
una estructura retórica cuidada en la que todo se dirige a la glorificación de
Fernando I y de Alfonso V. Valla recurre a dos procedimientos para resaltar las
cualidades de los distintos personajes de manera que tanto las positivas como
las negativas redunden en el prestigio de sus protagonistas.
El
primero de estos procedimientos, muy utilizado en las colecciones de biografías
breves, es la ejemplaridad, por medio de la cual las cualidades de un personaje
refuerzan las de otros que se le parecen (Klooster
2020: 328). Esto sucede en la lista de compromisarios de Caspe, los encargados
de dirimir el destino de Aragón. La lista de los nueve compromisarios (II 10)
ofrece nueve breves retratos con dos características comunes, la honradez y la
sabiduría; por ejemplo: “Pedro Beltrán, tan experto en derecho que nadie le
superaba en Valencia, con una vida casta e íntegra” (II 10, 10).[10]
De este modo, al insistir nueve veces en dos aspectos matizados con ligeras variaciones,
Valla consigue generar la impresión de que Fernando de Castilla fue elegido rey
con justicia.
El
segundo procedimiento, con bastante más peso, es la comparación, que consiste
en la contraposición entre las cualidades de dos o más personajes para hacerlas
destacar. La comparación fue muy utilizada por los historiadores de época
imperial (Pitcher 2010: 283-284), pero fue Plinio el Joven, quien la defendió
mejor al afirmar que es imposible alabar a los emperadores buenos sin criticar
a los malos (paneg. 53, 1-2).
En los Gesta
aparecen de forma detallada, a veces ridícula, los vicios de varios
personajes. Con esto Valla se distancia de otros cronistas de su época, como
Facio, que prefería salvaguardar la dignidad de los personajes, incluso cuando
estos eran adversarios de su mecenas, sobre todo cuando eran de origen noble.
Los Gesta no son por esta razón una obra subversiva. Valla tan solo
pretendía que las virtudes de Fernando destacasen gracias al contrapunto (López
Moreda 2004: 307-312).
Los
personajes que muestran vicios son rivales de Fernando I, como el rey de
Granada, identificado con Yusuf III, y el Conde de
Urgel, o figuras que, sin ser contrarias al Trastámara, corrían el peligro de
eclipsarle si se daba un retrato enteramente favorable, como Enrique III o
Martín I. También, existe el caso de Bernardo de Cabrera, personaje con un
papel pequeño en los hechos, pero al que Valla concede mucho espacio en la
narración porque su vicio dominante, la lujuria (II 13, 10), es diametralmente
opuesto a la castidad del Trastámara (III 15, 6).
Por lo
demás, Valla es sutil y no compara directamente a los personajes, como sí hace
en su Encomion Sancti Thome
Aquinatis (10, 22),[11]
sino que permite que el lector saque sus propias conclusiones; solo deja
algunas veces que sean los personajes los que se comparen entre sí con sus
pensamientos (I 5, 1) o con sus palabras (II 11, 12-14; III 5. 17). Vemos que,
como señaló Yagüe Ferrer (1989: 705), los Gesta son esencialmente una
obra de personajes, pues, aunque contienen menos nombres que otras historias de
este periodo, conceden más importancia a la caracterización.
A falta
de una teoría historiográfica sobre la construcción de personajes, los autores
antiguos y medievales, entre los que se incluye Valla, recurrían a la
preceptiva retórica, de la cual el autor de los Gesta era muy buen
conocedor. Para empezar, el término más parecido a “construcción de personajes”
en la Antigüedad es la ἠθοποιία,
que Quintiliano traduce al latín como imitatio
morum y define como el retrato de un personaje
por medio de sus palabras o acciones (inst. IX
2, 58). La imitatio morum sería pues el equivalente moderno de lo que
nosotros conocemos como “caracterización indirecta”, en la que los personajes
se caracterizan a sí mismos o entre ellos sin que el narrador entre en
valoraciones. El otro método es la “caracterización directa”, aquella en la que
es el propio narrador quien enuncia las cualidades de los personajes, ya sea
tanto en tercera persona como en primera. Cicerón la describe cuando habla de
la exaedificatio (de or. II 63).
Los
primeros historiadores griegos hasta Jenofonte utilizaban preponderantemente el
método indirecto. A partir de entonces se alcanzó un equilibrio que respetaron
los autores griegos y latinos (Pitcher 2010: 267-270) salvo excepciones como
Livio, quien seguía valiéndose principalmente de la caracterización indirecta (Vasaly 2009). Valla utiliza ambos procedimientos y muchas
veces los combina, pero no emplea mucho la primera persona para valorar a sus
personajes (II 6, 2; 9, 16). Sí prefiere utilizar en cambio, como ha notado Ferraù (2001: 13-15), máximas morales o sententiae
en las descripciones o dentro de los discursos. De esta manera Valla eleva
el tono de la narración y convierte las acciones de los personajes en exempla universales. Finalmente, la
alternancia entre un registro directo y otro indirecto permite al historiador
crear ambigüedades e introducir distintas versiones de un mismo hecho
(Bartolomé Gómez 1995: 96-99). Valla recurre a este procedimiento para sugerir
a través de las murmuraciones del pueblo que Fadrique de Aragón es hijo del
cliente desconocido de una prostituta (III 2, 5) y no del príncipe heredero,
Martín el Joven, como había dicho antes (II 3, 15; 6, 2; III 2, 1). Además de la división entre
caracterización directa e indirecta, es posible establecer otra en función del
orden. Los retratos de los personajes pueden hacerse según la cronología o el
orden temático, per species. Al igual que en
el caso anterior, es común que los historiadores alternen ambos procedimientos
(Saen de Casas 2007: 76). Como es lógico, el retrato
cronológico sigue naturalmente el curso de la narración y, por lo tanto, se
vincula especialmente a la caracterización directa, mientras que el retrato
temático se inserta dentro de las descripciones del historiador.
La
narración de los Gesta sigue, en general, la cronología, pero en
ocasiones da saltos en el tiempo para ganar claridad expositiva, como en el
paso del libro primero al segundo. El retrato de Fernando I, y en menor medida
el de su hijo Alfonso, van perfilándose a lo largo de los Gesta según se
suceden los acontecimientos. El retrato directo del rey llega con la muerte de
este. Entonces Valla ofrece un pormenorizado retrato per species
del soberano a modo de laudatio funebris (III 15). De esta forma el humanista sintetiza
todo lo anterior y da sentido de conjunto a la obra. Facio también reserva el
retrato de Alfonso V hasta un momento señalado, la entrada en Nápoles (VII
110-111), de forma que el triunfo del soberano queda ligado a sus virtudes
(Magallón García 2017: 29).
La
retórica no solo determina el modo en que aparecen las cualidades de los
personajes, sino la selección estas mismas.[12]
Los atributos estaban codificados en listas pensadas para los discursos
judiciales, deliberativos y demostrativos, con especial atención al panegírico.
Valla depende sobre todo de Cicerón y Quintiliano. En De inventione
(I 34) Cicerón señala que para los discursos judiciales son apropiados:
“nombre, naturaleza, forma de vida, fortuna, forma de ser, sentimientos,
intereses, decisiones, acciones, sucesos, discursos”.[13]
Quintiliano por su parte hace una lista parecida, pero muestra más interés por
lo psicológico (V 10, 20-23). Este autor divide en tres grupos los elementos
que pueden utilizarse en la alabanza de un personaje, laus,
atendiendo a la cronología: 1) Los previos al nacimiento, (profecías,
oráculos…etc.), 2) Los hechos de su vida y 3) Los honores fúnebres (III 13-15).
Finalmente,
Cicerón (inv. II 77) y la Rhetorica
ad Herennium (III 13-15) dividen los atributos de
los personajes en tres grupos, los externos, los relativos al cuerpo, y los
relativos al espíritu. Los atributos externos y corporales están muy
relacionados entre sí, lo que se ve especialmente en la Rhetorica,
mientras que los espirituales tienen mayor autonomía y fueron ganando
importancia. Quintiliano llega a decir que la verdadera alabanza se refiere
exclusivamente al espíritu, pues la importancia de los bienes externos y
corporales no radica en sí mismos, sino en el uso que se hace de ellos (inst. III 7, 14.15).
Valla
adopta una posición similar a la de Quintiliano. En los Gesta apenas se
encuentra información sobre los atributos externos y corporales de Fernando de
Trastámara. Hay una descripción muy incompleta de la familia real castellana (I
3) y otra muy breve del físico del soberano (III 15, 13), sobre todo si se
compara con la de la Crónica de Juan II (403). Además, a pesar de que
Capelli (2007, 272) destaca los Gesta por “su atención al factor
económico” lo cierto es que casi no hay referencias a la economía en la obra.[14]
Los atributos de Fernando I son sobre todo de orden moral y se remiten casi
siempre a sus virtudes, las cuales le convierten en un rey modélico (López
Moreda 2004: 312-318).
3. Fernando I al servicio del
bien común
Llegados a este punto
abordaremos lo que creemos que es el centro de la defensa de la legitimidad de
Fernando I: su compromiso con el bien común, primero de Castilla, luego de
Aragón y finalmente de toda la cristiandad. El soberano modelo de los Gesta se
diferencia de los que presentan otras historias de su misma época, tanto
procedentes de los reinos peninsulares como de la corte napolitana, en que no
manifiesta ningún interés propio. Frente al cronista del regente de Castilla,
que reconoce abiertamente que Fernando “era muy cobdiçioso
de rreynos, e honrras e
tierras para sy e para sus fijos” (403) o las obras
de Facio y Beccadelli, en las que Alfonso V es movido
por el deseo de gloria, el protagonista de los Gesta solo actúa movido
por su piedad religiosa y su deseo de justicia.
La idea
de que lo propio del gobernante es mirar por el bien de la comunidad antes que
por el suyo propio ya está en Platón (Lg. IX
875a). Poco después Aristóteles incluyó las acciones realizadas en contra del
propio interés y a favor del estado al comienzo de la lista de los aspectos
dignos de alabanza (Rh. 1366b-1367a) y la legitimidad de una causa quedó
estrechamente vinculada a los objetivos con que se acomete. Esto originó una
división entre la pureza de intenciones frente al beneficio que los oradores
trataron de superar. Un ejemplo sobresaliente de esto es el discurso Pro
lege Manilia de Cicerón (Conde Calvo 2008). En
general, la idea de la Antigüedad consistía en que el soberano debía encargarse
de mantener el orden de la comunidad y defenderla de los peligros internos y
externos sin sobrepasarse en sus funciones. Dentro de esta línea encajan la utilitas
communis o utilitas rei
publicae de Cicerón (off. 3,47; Sest. 91) así como la civilitas
de Suetonio. Esta concepción no desapareció en la
Edad Media, pero se introdujo una novedad importante, la idea de salvación.
Dentro del cristianismo no puede haber bien más grande que llegar junto a Dios
y contemplarlo, por lo cual la actividad de los gobernantes debía de estar
orientada a la salvación de sus súbditos. Tomás de Aquino afirma
consecuentemente que el fin de toda legislación es que los hombres amen a Dios
(C. G. III 106).
Los Gesta
de Valla son rigurosamente medievales en lo que respecta al bien común. No
obstante, no podemos dejar de señalar que, como ha advertido Regoliosi (1981: LXVI), Valla propuso posteriormente en su Antidotum la separación del poder político y de los
juicios morales, adelantándose varias décadas a Maquiavelo:
Pues, ¿Qué hay más estúpido que
llevar una opinión sobre la utilidad a la virtud? Se da brillantemente al
ejército y al pueblo lo útil y ventajoso si la mayor parte es bien gobernada,
esto es, saca provecho, mientras que la menor parte es mal gobernada, esto es,
no lo saca. (…) El gobernar compete a la acción, no a la razón, así como
[gobernar] bien a la utilidad, no a la virtud, y [gobernar] mal al daño, no al
vicio del alma (ant. III 1, 35-36).[15]
A pesar
de que esta idea es novedosa, lo cierto es que no está presente en el pasaje de
los Gesta al que alude este fragmento del Antidotum.
En su obra histórica (I 7, 5) Valla se limita a señalar la importancia de
minimizar los daños en una campaña militar y pone énfasis en el empeño del
monarca para librar a sus aliados del peligro. Por lo demás, no conozco ningún
otro pasaje donde Valla desarrolle su “maquiavelismo”.
La
importancia de las intenciones de Fernando de Trastámara queda clara desde la
primera escena que protagoniza y que tiene un carácter claramente programático.
El rey Enrique III acababa de morir dejando como heredero a su hijo Juan, de
tan solo un año, lo que auguraba una regencia prolongada e inestable. A pesar
de que la voluntad del difunto rey era que su hijo Juan fuese nombrado rey,
según Valla, casi toda la nobleza de Castilla estaba de acuerdo en que era
mejor que Fernando de Trastámara, hermano de Enrique, ocupase el trono
castellano. La situación era insegura y las intrigas amenazaban la vida del
propio Fernando, su mujer y sus hijos (I 4, 1-3).
En este
contexto Ruy López Dávalos,[16]
que estaba al mando del ejército, se presentó ante Fernando y le brindó la
posibilidad de escoger al heredero con libertad:
Dijo: “Fernando, hijo y hermano
de rey,[17]
¿A quién me ordenas que nombre rey? ¿a ti, a Alfonso o a Juan?” Con esta
pregunta lo convirtió en árbitro de su propia causa, pues a él mismo le era
ajena. Entonces se dio aquella famosa respuesta digna de la memoria de todos
los siglos y una voz que merece ser puesta por escrito con letras eternas.
Desconozco si fuera de las leyendas se puede encontrar un hecho semejante o
igual al sagrado ejemplo para las cosas humanas, de forma que los hombres
aprendiesen que son más importantes la piedad y el deber hacia los suyos que un
reino. La fama de este hecho se propagó por casi todas las tierras no menos de
lo que merecía. A pesar de tantas razones, tan grande ocasión, tan grande
aprobación de los hombres, llamado a tan grande esperanza no dobló la
integridad de su espíritu, no revocó la decisión, no dudo en declararse, sino
que inmediatamente dijo: “¿Acaso vas a nombrar rey a alguien distinto de Juan?
Porque si no te atreves imítame a mí mismo.” Y con el pequeño niño en los
hombros, siendo como era alto de estatura, gritó desde un lugar elevado: “¡Juan
es rey! Decid todos ¡Juan es rey!” (I 4, 4-6).[18]
Fernando
de Trastámara acepta a Juan como rey a pesar de ser nombrado en tercer lugar
por Ruy López Davalos. Valla elogia al infante de Castilla y eleva su acción a
la categoría de exemplum de fidelidad, pietas, y cumplimiento del deber, officium. El hecho es más digno de elogio si se
tiene en cuenta que, según Valla, Fernando debió apartarse de la corte de
Castilla debido a la envidia que su salud y cualidades despertaban en Enrique
III (I 3, 2; III 15, 1). Además, nos parece destacable que no exista ningún
conflicto entre el bien común y los intereses privados de Fernando I, los
cuales no llegan siquiera a expresarse.
Así
mismo, es significativa la distancia entre la narración de Valla y las
conclusiones de los estudios históricos recientes. En primer lugar, la relación
entre Enrique III y su hermano menor no fue conflictiva, sino que en ella
predominó una estrecha colaboración. El infante Fernando recibió el título de
Señor de Lara, el cual distinguía a la cabeza de la nobleza castellana, y el
patrimonio más grande de Castilla gracias a su matrimonio con Leonor de
Albuquerque. Además, Enrique III encomendó a su hermano muchas misiones y
puestos de importancia hasta el mismo momento de su muerte, cuando, a causa de
su debilidad física, nombró a Fernando su representante en las cortes de Toledo
de 1406 (Muñoz Gómez 2012). Por otra parte, la renuncia de Fernando I al trono
de Castilla en favor de su sobrino Juan es inverosímil. Los nobles de Castilla
no constituían un grupo homogéneo, sino que se encontraban divididos en bandos,
de forma que, a pesar de que Fernando ocupaba ciertamente un lugar preminente,
nunca hubiera podido hacerse con el trono sin conflicto; menos aun cuando
Catalina de Lancaster, a la que Valla solo se refiere de pasada (I 4, 1),
contaba con el apoyo de Portugal. Finalmente, no existe documentación de la
época que apunte a una conspiración para colocar a Fernando en el trono
(González Sánchez 2012: 21-24). Al contrario, la Crónica de Juan II (1),
mucho más cercana cronológicamente a los hechos, describe cómo el infante
Fernando recorrió la ciudad de Toledo pidiendo lealtad para su sobrino Juan
justo después de tener noticia de la muerte de Enrique III. Así pues, el
episodio de la coronación de Juan II tal como lo describe Valla carece de
historicidad. Esta versión de los hechos debió de surgir dentro de la corte
aragonesa con el fin de alabar a Fernando I. Sin embargo, existen otras
historias parecidas que circulaban por la corte de Alfonso V. Según Antonio Beccadelli en su De dictis et factis Alfonsi regis Aragonum (II 30),
Fernando I en su lecho de muerte aún estaba en disposición de nombrar rey de
Castilla a su hijo Alfonso, y cedió el reino a su sobrino Juan en virtud de su
magnanimidad, no del derecho.
Siguiendo
con el esquema de López Moreda que antes he expuesto, el evento central del
libro primero que justifica a Fernando a ojos del lector es la guerra contra
Granada. Esta ya era un proyecto del difunto Enrique III, que no pudo llevar a
cabo debido a su mala salud (I 3, 2; 4, 1) y que solo fue realizado con éxito
bajo el mando de Fernando. El infante de Castilla, cuyas máximas aspiraciones
eran la expansión del cristianismo (I 19, 6) y la unidad religiosa de España (I
19, 12), no buscaba la gloria con sus victorias y no tenía problemas en
reconocer que sus éxitos se debían a la voluntad divina en vez de a sí mismo (I
18, 6). Como en las obras históricas de otros humanistas, para el protagonista
de los Gesta la providencia es una “teleología que organiza en un todo
coherente de principio a fin el relato del cumplimiento de su propio poder”
(González Vega 2010: 92).
Después
de una primera campaña que concluyó con el fracaso del asedio de Setenil en
1407 y cuyos resultados fueron mínimos (González Sánchez 2012, 54-60), pese a
los intentos de Valla por defenderlos (I 8, 5-9), el infante de Castilla marchó
a una segunda incursión que concluyó exitosamente para el bando cristiano con
la toma de Antequera. Antes de partir a la guerra Fernando se despidió de su
esposa con estas palabras:
Dios, a quien siempre atendimos
religiosamente, es la mejor causa por la que ahora marcho a la expedición, y
tanto la preparación de la guerra como la fidelidad de los aliados me prometen
que volveré victorioso contigo (I 8, 14).[19]
La
pureza de intenciones del Trastámara lo convierte en ejecutor de la voluntad de
Dios y lo cubre de un halo trascendente que da lugar a presagios y prodigios.
Esto sucede tanto en la contemporánea Crónica de Juan II (55, 72, 130)
como en los Gesta (I 9, 2), si bien es cierto que Valla, quien se
declara contrario a los prodigios y artes adivinatorias (I 4, 2; III 9, 8),
introduce el hecho milagroso con una calculada ambigüedad, dejando libertad de
interpretación al lector.
Por lo
demás la piedad religiosa es uno de los rasgos dominantes de la personalidad de
Fernando de Trastámara y ocupaba un puesto destacado dentro de su propaganda
desde antes de la regencia (Muñoz Gómez 2013). En la religiosidad del monarca
tenían gran peso la devoción a los santos, especialmente a la Virgen, de lo
cual se hace eco la Crónica de Juan II. Valla no ignora este aspecto (I
4, 8; 8, 13; III 15, 9), pero sobre todo incide en su lucha contra la impureza
y la blasfemia dentro de su reino (III 15, 6; 9-10).
Como
antes se ha dicho, el principal objetivo de los Gesta es defender la
legitimidad de la elección de Fernando I como rey de Aragón. Dejando al margen
la argumentación jurídica (II, 2-3), la defensa de Valla se fundamenta en el
contraste entre la nobleza de las intenciones de Fernando de Antequera y la
ruindad de sus competidores, sobre todo Jaime de Urgel. Esta distinción aparece
por primera vez en el momento en que Fernando recibe la noticia de la muerte de
Martín I, cuando el infante de Castilla pronuncia el discurso más largo y
significativo de los Gesta (I 19, 3-12) (López Moreda 2008:
493-497):
“(…) Después de la muerte de
estos [sc. Martín el Humano y Martín el Joven]
el reino de Aragón me pertenece al ser más cercano en la línea sucesoria que
los demás tal como siempre supe por hombres sabios, pero para que este reino
no sea ocupado por la fuerza en mi ausencia hay que ser muy cuidadosos,
pues, tal como se me informa, no se está procediendo en la elección por la vía
de los juicios y del derecho, sino con facciones, poder, armas. Porque si los
que litigan, esforzándose con fuerza por sus derechos a duras penas consiguen
lo que piden ¿qué habría que pensar si entre tantos competidores no se da ese
esfuerzo? En las otras disputas normalmente basta con tener una buena causa y
juez, pero en la disputa de un reino contra la maldad de los adversarios nos
irá mal si ponemos nuestra esperanza exclusivamente en la bondad de la causa y
el juez. Las armas y el poder son necesarias contra un enemigo armado y potente
(…)” (I 19, 4-5).[20]
Estas
palabras constituyen el núcleo del discurso y el centro de la argumentación de
Valla. En primer lugar, el Trastámara no duda de la prevalencia de sus derechos
y los justifica sobre la autoridad de hombres sabios, viri
docti, algo a lo que también alude la Crónica
de Juan II (149). Sin embargo, el énfasis de este discurso está en la lucha
contra la injusticia de sus rivales, los cuales podrían romper la concordia
entre los reinos cristianos e incluso llegar pactar con los musulmanes de
Granada para hacerse con el trono (I 19, 7-11). Valla alude con esto a las
negociaciones entre Yusuf III de Granada y Jaime de
Urgel (González Sánchez 2012: 138).
Durante
el libro segundo la figura de Fernando I se pierde un poco, pero no deja de
escuchársele pidiendo que se haga justicia (II 3, 18). Después de su elección
como rey la situación parece calmarse, casi todos los otros candidatos están
conformes con el resultado. No obstante, Jaime de Urgel, que había sido tratado
clemente y generosamente por Fernando, se revela contra él haciendo gala de su
ingratitud (III 4-5). Este último enfrentamiento por el reino termina con la
victoria final del Trastámara, la cual puso fin a los conflictos civiles en
Aragón y constituyó uno de los principales éxitos del nuevo rey. Aunque lo
esperable sería que Fernando ejecutase al traidor, el Trastámara muestra su
clemencia una vez más y lo condena a prisión perpetua. Esto permite a Valla
remarcar el interés de Fernando por el bien común, pues dejar suelto a una
persona tan malvada sería contrario al bonum
et equum, pero permitir que viva en prisión en
vez de ejecutarla es una muestra de clemencia. Fernando puede decir: “Actuaré según
mi costumbre y no la de ese, y seré más parecido a mí que a él” (III 5, 17).[21]
Al
igual que en el episodio de la coronación de Juan II la investigación histórica
muestra un panorama distinto al de Valla. En este caso no se trata tanto de
información falsa, pues mi impresión es que en líneas generales los hechos
narrados en los Gesta coinciden con la versión de la Crónica de Juan
II y con los estudios recientes sobre Fernando I. Valla, sin embargo, omite
muchos factores, lo que lleva a una visión de conjunto distorsionada. Es cierto que algunos candidatos,
Jaime de Urgel y Luis de Calabria, movilizaron tropas para ejercer presión
sobre la elección, y que las redes clientelares y el soborno fueron
instrumentos clave en la elección del rey; no obstante, quien mejor se valió de
esos métodos, y por ello fue elegido, fue el propio Fernando de Trastámara. El
dispendio económico del infante castellano fue tal que, a pesar de su inmenso
patrimonio, tuvo que recurrir a los fondos del tesoro real de Castilla para
costear su candidatura (Nieto Soria 2010: 303). Además, aunque es verdad que
las tropas de Fernando tuvieron un efecto pacificador en Aragón, que vivía en
un clima de guerra civil, el Trastámara aprovechó para hacerse con el control
de puntos estratégicos, castillos y fortalezas (González Sánchez 2012: 76-80).
Por último, la cuestión sucesoria no era sencilla desde el punto de vista
jurídico al no existir el consenso de los hombres sabios del que habla Valla;
mucho más importante fueron los intereses de los comerciantes catalanes, y,
sobre todo, la voluntad del árbitro de la elección, Benedicto XIII, quien
deseaba tener a un rey fuerte bajo su control que lo ayudase a poner fin al
Cisma de Occidente (Carbó 2010: 81-82).
El
éxito más importante de Fernando en los Gesta, que corona su carrera
política, es precisamente el fin del Cisma, aunque en un sentido radicalmente
distinto al que pensaba Benedicto XIII. La cristiandad occidental llevaba 37
años dividida cuando el emperador Segismundo impulsó el Concilio de Constanza,
el cual proponía que los papas de las tres sedes en conflicto, Gregorio XII,
Juan XXIII y Benedicto XIII, también conocido como el Papa Luna, renunciasen al
pontificado y se eligiera a un nuevo papa que gozara de reconocimiento unánime.
No obstante, Benedicto XIII se negaba a aceptar la autoridad del Concilio, por
lo que el emperador concertó una entrevista con él y con Fernando I en Perpiñán.
Según la versión de Valla, las negociaciones se prolongaron debido a la
terquedad del Papa Luna (III 10, 7), que se negaba a aceptar la debilidad de su
posición. Fernando I y su hijo Alfonso trataron de convencerle de que abdicara
por el bien de las almas y la Iglesia argumentando también que no era imposible
que fuese reelegido (III 10, 8-9). Todo en vano, pues hasta el último momento
Benedicto XIII se afanó inútilmente en defender su legitimidad ante Segismundo.
Esto llevó a Fernando a cambiar de bando por el bien común:
Pero él [sc.
Fernando I], que había ignorado su salud y llegado el día fijado para
discutir sobre el derecho del papado, no pudo tomar la resolución de ser
partícipe de un crimen tan grande después de conocer la injusticia o la
obstinación [sc. de Benedicto XIII] y
quiso sanar a un hombre de esta clase como con un corte o quemadura para que no
pereciera por completo (III 10, 12).[22]
Valla deja entrever que la
actuación del rey de Aragón en Perpiñán es heroica por dos razones. La primera
es que el soberano había acudido a Francia aquejado de una grave enfermedad, la
cual lo terminaría matando en menos de un año (III 10, 6), algo que según la Crónica
de Juan II ya era considerado como admirable por otros soberanos durante la
propia entrevista (378). La segunda es que Fernando I actuó en contra de su
voluntad, pues lo natural en una persona tan generosa (III 15, 5) sería
responder a los beneficios recibidos, y Valla no oculta que Benedicto XIII tuvo
un papel activo en la elección del Trastámara como rey de Aragón (III 10, 11).
La
narración de Valla, aunque no incluye hechos falsos en este punto, está muy
simplificada a fin de ajustarse a la retórica de la legitimidad y el bien
común. Para empezar, Valla se limita a señalar la colaboración de Benedicto
XIII con Fernando de Trastámara en el Compromiso de Caspe; sin embargo, las
relaciones entre ambas figuras se remontan a antes de la regencia y fueron muy
estrechas (Moxó y Montoliu 1986: 37-40). Además, la
retirada de la obediencia no fue vista con buenos ojos dentro de la península,
y estuvo lejos de ser unánime. Según Luis Panzán
(Andrés Martínez 1987: 122), una figura cercana a Benedicto XIII, el pontífice
interpretó la decisión de Fernando como una traición y temía una burla por
parte del rey. El rencor del Papa Luna hacia Fernando I hizo que lo excomulgase
a diario cuando regresó a Peñíscola, como cuenta la Crónica de Juan II, a
(398). De esta manera el papa Luna pretendía deslegitimarlo e incitar a la
rebelión (González Sánchez 2012: 205). La Crónica también recoge el
trasfondo económico de la medida, pues no oculta que Fernando I se benefició de
las rentas eclesiásticas de Benedicto XIII (403). En definitiva, no es posible
afirmar que Fernando I actuara siempre movido por el beneficio de todos, ob commune commodum (III 10, 7) como sugiere Valla.
4. Conclusiones
Los Gesta
Ferdinandi regis Aragonum fueron escritos en unas circunstancias
similares a las de otros historiadores oficiales de su misma época. Lorenzo
Valla compuso la obra con un objetivo concreto, alcanzar el cargo de cronista
regio de Alfonso V, lo que le hubiera permitido lograr la estabilidad económica
y el prestigio que buscaba. A pesar de la libertad y profundidad con la que
Valla imitó en ella la lengua y el estilo de multitud de autores clásicos, ello
no la distingue de otras históricas panegíricas, pues su fin no deja de ser el ensalzamiento
del soberano y la moralización del lector a través de exempla.
Salvo
López Moreda, los estudiosos no han prestado gran atención a la retórica dentro
de los Gesta. Lo cierto es que Lorenzo Valla era, ante todo, un rétor, y
puso sus conocimientos al servicio de los Trastámara aragoneses, lo que se
aprecia en muchos niveles, empezando por la estructura de la obra. El humanista
orienta con sutileza todos los elementos hacia la alabanza y legitimación de
Fernando I y de su hijo Alfonso V. Así mismo, la preceptiva retórica clásica,
que en el caso de Valla bebe directamente de Cicerón y Quintiliano, actúa como
un filtro que determina la información aportada y la forma en que aparece. El
principal recurso del historiador para alabar a Fernando I y Alfonso V es la
simplificación. A la manera de un panegirista Valla suprime de su historia los
elementos que pudieran restar prestigio a la causa de su mecenas. El Trastámara
aparece a lo largo de los Gesta como un modelo perfecto de conducta,
tanto por sus virtudes como fundamentalmente por sus elevadas motivaciones. A
diferencia de los soberanos que aparecen en otras obras de la historiografía
oficial de los reinos peninsulares o de Nápoles, los cuales tienen deseos de
gloria y riquezas, Fernando I se mueve exclusivamente por el bien común de los
cristianos. Valla pone mucho énfasis en este aspecto y lo convierte en el
centro de los principales acontecimientos de su obra histórica: Fernando cede
el trono a su sobrino por respeto a los vínculos familiares y la legalidad,
conquista Antequera para expandir la fe cristiana, dirige sus tropas a Aragón
para garantizar que se cumpla la justicia y retira la obediencia a Benedicto
XIII para devolver la unidad a la Iglesia. Esta simplificación consciente del
pasado con fines propagandísticos choca frontalmente con la teoría
historiografía que el humanista expuso en su Antidotum
in Facium. Lejos de ser una obra históricamente
rigurosa, crítica o subversiva, los Gesta de Valla encajan con lo
esperable dentro de la historiografía oficial de su época. La obra revela el
talento literario y la erudición de Valla, pero no es posible ver en ella, al
menos tanto como suele afirmarse, un precedente de la historiografía moderna.
Existe una gran distancia entre la defensa de la veritas
en la obra teórica de Valla y la celebración retórica de su mecenas en su
obra histórica. El que este hecho no haya sido señalado antes se debe, en mi
opinión, a la merecida fama de Valla dentro del humanismo y a la ausencia de
una lectura atenta de los Gesta en clave retórica comparada con el Antidotum.
Pablo
Benayas del Río
UNAV
Bibliografía
Fuentes primarias
Anónimo (2017), Crónica del rey Juan
II de Castilla, minoría y primeros años del reinado (1406-1420), M. García
(ed.), Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.
Beccadelli, Antonio (1968), Liber rerum gestarum Ferdinandi regis, Gianvitto Resta (ed.), Palermo: Centro di studi filologici e linguistici siciliani.
Bisticci, Vespasiano da (1892), Vite di uomini illustri del secolo XV, L. Fratri (ed.), Bolonia:
Commissione per i testi di lingua, vol. 1.
Chaula, Tommaso (2021), Gesta Alfonsi resgis, F. Delle
Donne y M. Libonati (eds.), Palermo: Centro di studi filologici e linguistici siciliani.
Facio, Bartolomeo (1978), Invective
in Laurentium Vallam, Ennio
I. Rao (ed.), Nápoles: Società editrice napoletana.
Los diez libros de las hazañas del rey
Alfonso, A. I.
Magallón García (trad.) (2017), Zaragoza: Institución Fernando el
Católico-Diputación Provincial de Zaragoza.
Panzán, Luis (1987), Recordanzas en tiempos del Papa Luna [1407-1435],
G. Andrés Martínez (ed.), Madrid: Fundación Universitaria Española.
Petrarca, Francesco, (1997),
Opera omnia, P. Stopelli
(ed.), Roma: Lexis Progetti editoriali,
Texto disponible en bibliotecaitaliana.it (consultado el 05/06/2022).
Valla, Lorenzo (1973), Gesta Ferdinandi regis Aragonum, O. Besomi (ed.),
Padua: Editrice Antenore.
Valla, Lorenzo (1981), Antidotum in Facium,
M. Regoliosi (ed.), Padua: Editrice
Antenore.
Valla, Lorenzo (1984), Epistole, O. Besomi y M. Regoliosi (eds.), Padua: Editrice
Antenore.
Valla, Lorenzo (2002), Historia de
Fernando de Aragón, S. López Moreda (trad.), Madrid: Akal.
Rerum gestarum Alfonsi regis libri, D. Pietragalla
(ed. y trad.) (2004), Alessandria: Edizioni dell'Orso.
Villalonga, M. (ed.) (1990), Dels fets e dits del gran Rey Alfonso
Barcelona: Fundació Jaume I.
Bibliografía secundaria
Albanese, G., Bulleri,
M., Pietragalla. D. & Tangheroni,
M. (2001), “Storiografia come ufficialità
alla corte di Alfonso il Magnanimo Rerum gestarum Alfonsi regis libri X di Bartolomeo
Facio”, en G. D'Agostino y G. Buffardi
(eds.), La Corona d'Aragona ai
tempi di Alfonso II el Magnanimo:
i modelli politico-istituzionali,
la circolazione degli uomini vol. II, Nápoles: Paparo, pp. 1223-1268.
Baker,
P. (2016), “Princes between Lorenzo Valla and Bartolomeo Fazio”, en P. Baker, R. Kaiser, M. Priesterjahn
& J. Helmrath (eds.) Portraying the Prince in
the Renaissance: The Humanist Depiction of Rulers in Historiographical and
Biographical Texts, Berlín & Boston: De Gruyer, pp. 337-362.
Baker,
P., Camporeale, S. I. & Celenza, C. S. (2013), Christianity, latinity,
and culture: two studies on Lorenzo Valla, Leiden: Brill.
Barozzi, L. & Sabbadini,
R. (1891), Studi sul
Panormita e sul Valla,
Florencia: Successori Le Monnier.
Bartolomé Gómez, J. (1995), “Discurso
del autor y discursos de los personajes: el origen de Servio Tulio según el
relato de Tito Livio”, Estudios clásicos 108: 93-111.
Bautista Pérez, F. (2015),
“Historiografía y poder al final de la Edad Media: en torno al oficio de cronista”,
Studia Historica.
Historia Medieval 33: 97-117.
Capelli, G. M. (2007), El humanismo
italiano, Madrid: Alianza Editorial.
Capilla Aledón,
G. B (2019), Poder y representación en la figura de Alfonso el Magnánimo (1416-1458), Valencia: Diputació de València y Institució
Alfons el Magnànim.
Carbó, L. (2010), “La relación
competitiva entre Fernando I de Aragón y el conde de Urgel, el fracaso de la
negociación y el enfrentamiento armado (1410-1413)”, Estudios de historia de
España 12: 73-92.
Conde Calvo, J. L. (2008), “Oratoria,
política y comunicación: en torno al discurso Pro lege Manilia”,
Cuadernos de filología clásica: Estudios latinos 28(2): 5-32.
Delle Donne, F. (2012), “La letteratura encomiastica alla corte di Alfonso il Magna-nimo”, Bullettino dell’Istituto storico italiano
per il medioevo 114: 221-239.
Delle Donne, F. (2013), “Gaspar Pelegrí
e le origini catalane della storiografia umanistica Alfonsina”, Arxiu
de Textos Catalans Antics [Institut d’Estudis Catalans / Facultat de Teologia de Catalunya] 30: 563-608.
Delle Donne, F. (2015), Il Magnanimo e l’invenzione dell’umanesimo monarchico. Ideologia e strategie di legittimazione alla corte aragonese di Napoli, Roma: Istituto
Storico Italiano per il
Medio Evo.
Delle Donne, F. (2018), “Da Valla a
Facio, dalla prassi alla teorizzazione retorica della scrittura storica”, Reti Medievali. Rivista 19: 599-625.
Elorriaga del Hierro, C. (1990), La descriptio en las retóricas españolas de 1500 a 1556:
bases para su estudio, Madrid: Universidad Complutense de Madrid.
Ferraù, G. (2001), Il
tessitore di Antequera. Storiografia
umanistica meridionale,
Roma: Istituto storico
italiano per il Medioevo.
(2007),
“Valla e gli aragonesi”, en
M. Santoro (ed.) Valla e Napoli. Il dibattito filologico in età umanistica, Pisa-Roma: Istituto
editoriali e poligrafici internazionali, pp. 3-30.
Fois, M. (1969), Il
pensiero cristiano di Lorenzo Valla nel quadro storico-culturale del suo ambiente, Roma: Pontificia Univ. Gregoriana.
Foley,
A. (2016), “Valla's Herodotean Labours: Towards a New
View of Herodotus in the Italian Renaissance”, en J.
Priestley & V. Zali (eds.) The Reception of Herodotus from Antiquity and
Beyond, Leiden-Boston: Brill, pp. 213-231.
Gómez Moreno, A. (1994), España y la
Italia de los humanistas, Madrid: Gredos.
González Sánchez, S. (2012), Fernando
I. Regente de Castilla y rey de Aragón (1407-1416), Gijón: Trea.
González Vega, F. (2010), “La retórica
de la providentia como narración en la
obra historiográfica de Antonio de Nebrija”, Studia
Philologica Valentina 12: 85-103.
Hendrickson,
T. (2020), “Ancient Biography and the Italian Renaissance: Old Models and New
Developments”, en K. De Temmerman (ed.) The Oxford
Handbook of Ancient Biography, Oxford: University Press, pp. 563-574.
Janick,
G. (1973), “Lorenzo Valla: The Primacy of Rhetoric and the De- Moralization of
History”, History and Theory 12(4): 389-404.
Kempshall, M. (2011), Rhetoric
and the Writing of History, 400–1500, Manchester: University Press.
Klooster,
J. (2020), “Ancient Biographies of Statesmen”, en K.
De Temmerman (ed.), The Oxford Handbook of Ancient Biography,
Oxford: University Press, pp. 323-333.
Kraus,
C. S. (2010), “Historiography and Biography”, en
A. Barchiesi & W. Scheidel (eds.) The Oxford Handbook of Roman
Studies, Orford: University Press, pp. 401-417.
López Moreda, S. (2002b),
“Trascendencia de la obra histórica de Lorenzo Valla en el humanismo del siglo
XV”, en J. M. Maestre Maestre et al. (eds.) Humanismo
y pervivencia del mundo clásico:
homenaje al profesor Antonio Fontán vol. 3,
Madrid: Laberinto, pp. 1435-1446.
López Moreda, S. (2004), “El modelo de Princeps
en la obra histórica de Lorenzo Valla”, Humanitas
56: 301-318.
López Moreda, S. (2008), “Los discursos
en la Historia de Fernando de Aragón de Lorenzo Valla”, en J. C.
Iglesias Zoido (ed.) Retórica e historiografía: el
discurso militar en la historiografía desde la Antigüedad hasta el Renacimiento,
Madrid: Ediciones Clásicas, pp. 489-536.
Magallón García, A. I. (2017), “Piccolomini y Alfonso el Magnánimo: la singular relación literaria
de un humanista con un rey” Medievalia 20(1):
9-40.
Marincola, J. (2010),
“Speeches in Classical Historiography” en J. Marincola, (ed.) A Companion
to Greek and Roman Historiography, Clichester:
John Wiley & Sons, pp. 294-324.
Morcillo León, A. (2021), Lorenzo
Valla y los neologismos, una aproximación al neologismo en latín desde la
antigüedad al renacimiento, Cáceres: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura.
Mori,
G. (2020), “Truth, verisimilitude, and criticism in Lorenzo Valla: Dialectics
and Historiography”, Quaestio 20: 417-438.
Moxó y Montoliu, F. (1986), El Papa
Luna, un imposible empeño: estudio político- económico, Zaragoza: Librería
general.
Muñoz Gómez, V. (2012), “Las bases de
poder de un príncipe real castellano en la Baja Edad Media. El infante Fernando
de Antequera en el reinado de Enrique III (1390-1406)”, en B. Arizaga Bolumburu
(ed.) Mundos medievales II: Espacios sociedades y poder. Homenaje al
profesor José Ángel García Cortázar y Ruiz de Aguirre vol. 2, Santander:
Ediciones de la Universidad de Cantabria, pp. 1647-1662.
Muñoz Gómez, V. (2013), “De Medina del Campo a Zaragoza: un
periplo por las devociones 'políticas' de un príncipe castellano bajomedieval
(el infante Fernando de Antequera, 1380-1416)”, eHumanista:
Journal of Iberian Studies 24:
375-395.
Muñoz Gómez, V. (2015), “La candidatura
del infante Fernando de Antequera y la intervención castellana en la Corona de
Aragón durante el Interregno”, en M. T.
Ferrer i Mallol (ed.) Martí l'Humà : el darrer rei
de la dinastia de Barcelona, 1396-1410:l'Interregne i
el compromís de Casp,
Barcelona: Deputazione di Storia
Patria per la Sardegna y Institut
d'Estudis Catalans (eds.),
pp. 867-897.
Muñoz Gómez, V. (2016), Fernando
"El de Antequera" y Leonor de Alburquerque (1374- 1435). Una historia
de poder en la Península Ibérica a finales de la Edad Media, Sevilla:
Universidad de Sevilla.
Nieto Soria, J. M. (2010), “Fernando de
Antequera, regente de Castilla”, en Á. Sesma Muñoz
(ed.), La Corona de Aragón en el centro de su historia 1208-1458. El interregno y el compromiso de Caspe,
Zaragoza: Grupo C.E.M.A., pp. 293-314.
Pitcher,
L. (2010), “Characterization in Ancient Historiography”, en
J. Marincola, (ed.) A Companion to Greek and Roman
Historiography, Clichester: John Wiley &
Sons, pp. 262-293.
Regoliosi, M. (1980), “Per la tradizione delle Invective in L. Vallam di
Bartolomeo Facio”, Italia Medioevale e umanistica 23: 389-387.
Regoliosi, M. (1991), “Riflessioni
umanistiche sullo scrivere storia”, Rinascimento 31: 3-37.
Regoliosi, M. (1994), “Lorenzo Valla e la concezione della storia”, en A. Di Stefano,
G. Faraone & A. Tramontana (eds.) La storiografia
umanistica. Convegno internazionale di studi (Messina
22-25 ottobre 1987), 3 vols. I.2: Sicania, pp.
549-571.
Regoliosi, M. (2006), “Architettura
ideologica del libro in Lorenzo Valla”, en C.
Tristano, M. Calleri, L. Magiornami
(eds.) I luoghi dello scrivere da Francesco Petrarca agli
albori dell'Età Moderna: atti del convegno internazionale di studio dell'Associazione italiana dei Paleografi e Diplomatisti, Arezzo
(8 - 11 ottobre 2003), Espoleto:
Centro Italiano di Studi sull'Alto
Medioevo, pp. 395-420.
Regoliosi, M. (2008), “Per una nuova edizione dei Gesta Ferdinandi regis Aragonum”, en M. Regoliosi (ed.) Pubblicare il Valla,
Florencia: Polistampa: pp. 335-344.
Ryder, A. (1992), Alfonso el
Magnánimo, rey de Aragón, Nápoles y Sicilia: 1396-1458, Valencia: Instituciò Alfons el Magnànim.
Saen de Casas, C. (2007), “El arte del
retrato en los Annales del Emperador Carlos
V deFrancisco López de Gómara” Talia dixit 2: 67-93.
Tate,
R. B. (1970), Ensayos sobre la historiografía peninsular del siglo XV,
Madrid: Gredos.
Tateo, F. (1990), I miti
della storiografia umanistica, Roma: Bulzoni.
Tunberg,
T. O. (1998), “The latinity of Lorenzo Valla's Gesta
Ferdinandi regis Aragonum”,
Humanistica Lovaniensia
37: 30-78.
Vasaly, A. (2009), “Characterization and
Complexity: Caesar, Sallust, and Livy” en A. Feldherr (ed.), The Cambridge Companion to the Roman
Historians, Cambridge: University Press, pp. 245-260.
Yagüe Ferrer, M. I. (1989), “Una
extensa historia para un breve reinado: Gesta Ferdinandi
Regis Aragonum, del humanista italiano Lorenzo
Valla”, Aragón en la Edad Media 8: 697-716.
[1] Cf.
Magallón García (2017), Fratri (1892: 72-73).
[2] Cf. Resta
(1968), Tateo (1990), Albanese et al. (2001), Ferraù (2001), Delle Donne (2015).
[3] El trabajo de referencia
sobre la biografía de Lorenzo Valla sigue siendo el de Barozzi
y Sabbadini (1891) y, para el periodo que nos
interesa, destacamos los estudios de Besomi (1973) y Ferraù (2007).
[4] Proem. 18:
Que
gessit et antequam rex esset et factus
rex: primum in Castella, deinde in bellis contra regem Granate; tum pro assequendo regno Aragonie; postremo inter suos et cum hoste et cum ceteris aliis. Inseruntur alia multa, ut lex historie postulat
et in primis de puericia atque
adolescentia Alfonsi primigenii, que fuerit eius indoles. El texto latino que reproducimos es el
de Besomi (1973) cotejado con las citas de los Gesta
presentes en el Antidotum in Facium, el cual ofrece una versión definitiva del
texto, como ha indicado Regoliosi (2008). Todas las
traducciones son propias.
[5] Las relaciones entre
biografía e historia eran más complicadas en la literatura clásica, algunos
autores (e. g. Plu. Alex I 3) las consideraban
realidades distintas. Para las semejanzas y diferencias entre historia y
biografía en la Antigua Roma cf. Kraus (2010).
[6] Rao (1978: 97): Est enim primum contra preceptum brevitatis. Nam sepe satis est quod
factum sit dicere, non ut narres quenadmodum factum sit.
Satis enim id fuerat: “Sunt
qui dicant regem nulla arte nullove
consilio ex regina liberos gignere
potuisse”, ut non fuerit necesse que turpia sunt auditu referre. Potest etiam argui id esse contra probabilitatis preceptum, (…), quod dignitates personarum servate non
sint.
[7] Cf. Foley
(2016); López Moreda (2002b: 1435-1436).
[8] Proem.
9: Satis habemus demonstrare cum idem
propositi sit historico quod
poete, ut prosit et, quo magis prosit, etiam delectet
(…) Nulla enim alia causa huius operis est,
quam ut per exempla nos doceat.
[9] Proem. 6: Apud me nisi
ea requiruntur, que ad virtutes vel virtutum
contraria trahi possunt;
hic enim, nisi fallor, fructuosus historicorum finis est, illa prosequi que vel sectanda legentibus
vel fugienda sunt; quisquis extra hos terminos evagari presumpserit, sciat se alienis finibus errare memineritque e vestigio redeundum,
nisi forte oblectandi gratia diversoria legentibus interdum grata quesierit.
[10] Petrus Bernardus, iuris ita peritus, ut Valentie nemini postferretur, vita quoque casta et integra.
[11] El texto latino del Encomion está junto a una traducción inglesa
en Baker (2013: 2917-315).
[12] Para este trabajo nos ha
resultado de gran utilidad la selección de Textos de Elorriaga del Hierro (1990),
especialmente las páginas 464-469, 502-507 y 545-554.
[13] Nomen, naturam, victum, fortunam, habitum, affectionem, studia, consilia, facta, casus, orationes. El propio Cicerón define
detalladamente estos términos (inv. I 34-36) y especifica que la naturaleza
engloba el sexo, la nación, la patria, los lazos de sangre y la edad.
[14] Las únicas dos veces que
Valla se refiere a la preocupación de Fernando I por su patrimonio (I 3, 2; III
15, 12) son muy escuetas y están relacionadas con la prudentia
del soberano.
[15] ant. III 1, 35-36: Nam quid stultius quam sententiam utilitatis retorquere ad honestitatis? Preclare cum exercitu ac populo agitur, idest, utile fructuosumque si dum maiori parti bene consulatur, idest, utiliter fiat, minori male consulitur, idest inutiliter fit. (...) Consulere nunc ad actionem, non ad rationem refertur, sicut bene ad utilitatem,
non ad honestatem, et male
ad damnum, non ad vitium
mentis
[16] Valla
llama a este personaje Sancium Rodericum Davalos, pero la identificación con Ruy López
Davalos es segura.
[17]
(citado en Ant. I 10, 20) fili regis para Besomi en lugar de regis
et frater et fili.
[18] “Quem”, inquit, “me iubes, regis et frater et fili, Ferdinande, nuncupare regem? Te ne, an Alfonsum an Ioannem?”. Fecit
hac interrogatione, quod
ipse erat in aliena, illum
in sua ipsius causa arbitrum. Hic responsum illud
omnium seculorum memoria dignum et vox eternis literis dedicanda, ac nescio an, nisi in fabulis,
simile factum aut par inveniri
queat, sacro quodam rebus humanis exemplo, ut discerent
homines plus pietatem officiumque in suos esse quam regnum. Cuius tamen rei fama per omnes ferme terras, non minus quam pro merito, est pervagata. Tot
causis, tanta occasione, tanto hominum consensu, ad tantam spem vocatus, non integritatem animi flexit, non consilium distulit, non vocem proferre dubitavit. Sed protinus: “Ecquem”, inquit, “alium nuncupabis quam Ioannem? Quod si
non audes, me imitare ipsum”.
Assumptoque in humerum infantulo, sicut erat statura sublimi, ex loco superiore exclamavit: “Ioannes
est rex; dicite omnes: ‘rex
Ioannes’ ”
[19] I 8, 14: Deus, quem semper religiose coluimus,
et causa optima, propter quam nunc
in expeditionem eo, et
apparatus belli et fides sociorum promittunt
me tibi cum victoria reversurum.
[20] I 19, 4-5: Horum morte regnum Aragonie ad me, tanquam ceteris proximiorem, pertinet, ut semper a consultis viris accepi. Sed id mea absentia ne
vi occupetur, summopere verendum est, et ut ad me perfertur, non via iudiciorum et iuris, sed factionibus, potentia, armis agitur. Quod
si pro iustitia sua annitentes, qui litigant, tamen egre optinent
quod postulant, quid futurum
de non annitente putandum est inter tot competitores? Et in
aliis litibus plerunque satis est habere bonam causam bonumque iudicem; at in lite de regno contra improbitatem
adversariorum, male nobiscum
agitur, si in sola et cause
et iudicis bonitate spem ponimus. Armis ac potentia contra hostem armatum ac potentem opus est.
[21] Meis
tamen moribus, quam istius potius
utar, et mihi quam ipsi ero similior.
[22] Sed is qui neglecta valetudine ad diem venisset ut de iure papatus
disquireretur, non potuit animum inducere, post cognitam huius vel iniusticiam vel obstinationem, ut criminis tanti particeps ei esset.
Voluitque
hominem hiusmodi veluti sectione aut adustione
sanare, ne totus interiret.