Manuel
Antonio Díaz Gito
(Universidad de Cádiz)
Encomio de Mateo Vázquez y
heráldica de los Lecca en la Corsica
de Calvete de Estrella
Encomium of
Mateo Vázquez and heraldry of the Lecca Family in Calvete de Estrella’s Corsica.
Abstract: This article deals with heraldry as part of the laudatory discourse in
the poetry of the Spanish humanist Juan Cristóbal Calvete de Estrella. I offer
a comparative analysis of two versions of a heraldric ekphrasis in the encomium Corsica
by Calvete, where the coat of arms of Mateo Vázquez de Leca, Philip II´s
secretary, is accurately described. The reasons for the second version of the ekphrasis are analysed in relation to
the obscure lineage of Mateo Vázquez.
Key Words: Encomium, ekphrasis, heraldry, Calvete de
Estrella, Corsica, Vázquez de Leca´s
coat of arms.
Resumen: La heráldica como
parte del discurso panegírico en la poesía del humanista Juan Cristóbal Calvete
de Estrella. Análisis comparativo de las dos versiones de la écfrasis del escudo de armas de Mateo
Vázquez de Leca, secretario privado de Felipe II, para el encomio Corsica de Calvete. Se abordan los
motivos que se aducen para la segunda redacción sustitutoria del pasaje
heráldico en relación con el problema del oscuro origen familiar de Mateo
Vázquez.
Palabras Clave: Encomio,
écfrasis, heráldica, Calvete de Estrella, Corsica,
escudo de armas de Mateo Vázquez de Leca.
Fecha de Recepción: 13 de enero de 2014.
Fecha de Aceptación: 15 de febrero
de 2014.
1. Encomio y heráldica en la poesía de Calvete
de Estrella: el caso de Mateo Vázquez de Leca[1]
El humanista Juan Cristóbal Calvete de Estrella (c. 1510-1593),
además de como historiador y maestro de latín de pajes y del príncipe Felipe en
la corte de Carlos V, destacó en la segunda mitad del s. XVI como poeta
encomiasta de ilustres figuras como el Duque de Alba, el cardenal Diego de
Espinosa o Vaca de Castro.[2] Pero
pese a su reconocida maestría en tales lides, las circunstancias políticas que
rodeaban a Mateo Vázquez de Leca, secretario privado de Felipe II, le hicieron
enfrentarse a un reto mayor cuando se propuso componer el elogio de este
personaje, de enorme poder en el último tercio del siglo.
Como experto
dispensador de encomios, Calvete conocía bien las normas de composición
prescritas por la retórica clásica para el demonstratiuum
genus (ἐπιδεικτικὸν
γένος) y la alabanza de personas.[3] Como se sabe, las líneas
maestras del discurso panegírico fueron trazadas por los grandes rétores de la
Antigüedad: Quintiliano presenta en el cap. 3, 7, “De laude et uituperatione”
de su Institutio Oratoria un modelo
de discurso epidíctico alzado sobre la teoría griega y la
ciceroniana-herenniana; y, por la rama griega destacan tanto Hermógenes de
Tarso, integrado en el s. IV, junto al manual de Aftonio, al programa docente
latino a través de los Praeexercitamina
de Prisciano, de gran impronta en la retórica humanística, como Menandro de
Laodicea en lo que se refiere al βασιλικὸς
λόγος o “elogio real”, objeto principal del segundo de
los dos tratados Περὶ
ἐπιδεικτικῶν que se le
atribuyen.[4]
Si en la
realización de un encomio de persona solo se tratase de, en palabras del rétor
Elio Teón, “poner de manifiesto la grandeza de las acciones nobles y de las
otras buenas cualidades de un personaje”,[5] la labor de Calvete en el
caso de Mateo Vázquez no hubiese sido tan espinosa. Pero en una sociedad
clasista y racista como la del s. XVI donde la cuestión de la limpieza de
sangre servía como un instrumento obstaculizador del ascenso profesional en las
más importantes instituciones y, por tanto, como un medio de control del
progreso y hasta de exclusión social de los individuos, la preocupación por
exhibir una prosapia sin mancha de sangre, con el marchamo de cristiano viejo y
a buen recaudo de toda sospecha se convirtió en una obsesión en la sociedad
española del Renacimiento y Barroco.[6] En el caso de Mateo Vázquez,
quien, sorteando su discutible procedencia familiar, sorprendentemente había
logrado llegar a altas cotas de ascenso social –por méritos propios y como
miembro de especial confianza dentro del tejido clientelar burocrático urdido
por su valedor, el cardenal Espinosa, en su implantación del confesionalismo en
España–,[7] la vieja
herida volvió a sangrar cuando el secretario privado del rey se vio inmerso en
una encarnizada lucha por el poder con el secretario rival Antonio Pérez y la
princesa de Éboli. De tal contienda salió finalmente victorioso, no sin antes
haberse visto obligado a echar a rodar una maquinaria propagandística que,
manipulando testimonios y retorciendo hasta la inverosimilitud la realidad,
ratificase, al menos de cara a la galería, la intachable alcurnia de su
presunta familia. Una pieza más de este engranaje de apología política es la Corsica de Calvete de Estrella.
El experto
encomiasta sabía que, de los tres aspectos que el elogio de persona debía
satisfacer -lo sucedido antes, en vida y después del sujeto-, el de Mateo
Vázquez se le iba a complicar en uno de ellos: a la hora de ocuparse de la
ascendencia del elogiado. En efecto, una de las secciones del esquema
tripartito divulgado por Quintiliano prescribía que el panegirista se ocupase
de lo sucedido antes del sujeto (ex tempore quod ante eos fuit); en particular, atendiendo a su
orígenes, ya ilustres –si los hechos del encomiado responden a la excelencia de
su cuna-, ya humildes –si sus logros han dado lustre a un origen modesto-.
Había que dar cuenta de aspectos como la patria (patria), ascendencia (maiores)
y padres (parentes).[8]
Y aquí residía
el problema, pues a principios de la década de los ochenta la incógnita sobre
la parentela de Vázquez era objeto de todo tipo de hablillas. ¿Cómo afrontar
este apartado, sin –opción por la que se decantó el poeta– siquiera nombrar a
los progenitores (parentes) del
elogiado, infames en el sentido de
“carentes de honra, crédito o estimación”? La única solución era, prescindiendo
de toda mención de ellos, apostar por la tesis oficial del entronque de Vázquez
con la noble familia de los Lecca (sus maiores)
y acentuar el apartado de la patria
de origen de la familia, en este caso Córcega, que prestó su nombre para el
título del poema (no en balde la disertación geográfica, histórica y aun
etnográfica sobre la isla ocupa una cuarta parte del texto).
En la sección
relativa a los maiores, un recurso
poético muy del gusto de Calvete a la hora de refrendar la nobleza del elogiado
era el de rubricarla con la descripción de su escudo heráldico familiar. A esta
técnica recurre en sus encomios de Vaca de Castro (cf. la écfrasis heráldica de los Cabeza de Vaca en Vacc. 387-395) y del cardenal Espinosa (la segunda composición que
integra los Munuscula ad Didacum Spinosam,
titulada Insignia, es la descripción
de sus emblemas cardenalicios en 115 falecios). Y con especial pormenor
describe el blasón de Mateo Vázquez de Leca en su Corsica (311-334), como fundamento y evidencia de su cuestionada
nobleza. Es un expediente poético que hunde sus raíces en las numerosas
descripciones de personas, lugares, cosas y hasta acciones, pero, sobre todo en
lo que nos concierne, las de objetos de arte reales o ficticios ut tabula picta, que encontramos en la
literatura antigua –y en sus herederas– debido a la emulación de célebres
pasajes descriptivos y por la eclosión literaria de los ejercicios escolares
preparatorios (progymnásmata) que
proponían al alumno la composición de una descripción visualmente vívida (ἔκφρασις, ékphrasis, evidentia, descriptio; cf.
Aphth. prog. 37; Theon prog. 119 o Herm. prog. 22, etc) como parte de la instrucción retórica[9] y que,
como es bien sabido, hallan los principales modelos de referencia o exempla que a nosotros interesan en las
descripciones del escudo de Aquiles en Homero (Il. 18, 478-614) y del escudo forjado por Vulcano para Eneas en
Virgilio (Aen. 8, 626-728). Prisciano
resume el concepto de descriptio
diciendo que es “un discurso que representa ante los ojos aquello que muestra”
(Prisc. rhet. 10, 29, p. 348 Keil),
definición que no puede ajustarse más al proceder del que se sirve Calvete para
la descripción de escudos de armas en sus encomios. Pero al mismo tiempo la
incorporación y la síntesis de la descripción heráldica, una disciplina
propiamente medieval, en una técnica como esta, característica de la literatura
y la retórica grecolatinas, resultan, cuando menos, muy novedosas en la praxis
poética de Calvete y de la poesía humanística en general.
En efecto,
aunque de origen medieval, heredero de este tipo de escudos de la Antigüedad,
resulta ser el blasón heráldico de los nobles linajes. Si bien acabó
extendiéndose a todo tipo de soportes –desde los más monumentales (fachadas de
palacios, obras funerarias) a los más suntuarios (medallas y joyas; telas,
tapices y reposteros; cuadros y libros)–, el blasón es primordialmente un
“escudo de armas”, surgido de la necesidad militar de identificación de los
caballeros tanto en el campo de batalla como en las justas honoríficas, que
acabó haciendo las veces de preciado instrumento de representación social de un
linaje que podía presumir de rancio abolengo.
Por tanto, la
transición de la écfrasis del escudo
del héroe épico a la écfrasis
heráldica, por un lado, y la incorporación de esta, por otro, a la sección de
la parentela de los poemas encomiásticos de personas ilustres de Calvete no
resultan en absoluto forzadas,[10] si
bien hay notables diferencias de tipo narrativo y estilístico entre una y otra,
que no es el momento de analizar.[11]
2. El blasón de la familia corsa Lecca
En un trabajo
previo,[12] edité
y comenté la última de una serie de tres cartas de Calvete a Mateo Vázquez,
relacionada, como las otras dos, con su Corsica.[13] En la
tercera misiva (de 9/IX/1584, Salamanca), el poeta, consternado, señalaba al
secretario el grave error cometido en la descripción de las enseñas nobiliarias
de los Lecca, incluida a modo de écfrasis
heráldica en la sección final del poema. Para subsanar el error y curarse
en salud, Calvete proponía una nueva redacción del texto con la que conminaba a
Vázquez a reemplazar el pasaje correspondiente del poema (el opúsculo poético
obraba ya en poder del secretario, pues le había sido adjuntado con la segunda
de las dos cartas previas, de 4/VII/1584, donde el poeta le pedía el
beneplácito para la obra con vistas a su publicación integrada en un tratado genealógico
que sobre su familia andaba preparando el secretario con el título de Origen y descendencia de la Ill[ustrisi]ma
familia y Antiquissima casa de Lecca).[14]
Sabemos por la
primera de las tres cartas aludidas, de 30/X/1583, que Calvete, a instancias del
interesado, se había comprometido a esperar la recepción de un patrón del
escudo de los Lecca enviado ad hoc
por el propio Vázquez, antes de dar por buena la redacción de su écfrasis heráldica:
En lo de la divisa y blason de las armas imperiales de la Il[ustrísi]ma
casa de Lecca yo aguardaré como V[uestra] M[erced] lo manda hasta que venga el
scudo de las armas, como ha de venir, y, si se huuieren de mudar los versos
conforme a lo que viniere,...[15]
Y de que Calvete
honró su compromiso dan fe estas otras palabras, casi un año después, de la
tercera carta: “… sello de V[uestra] M[erced] del qual yo saqué lo que escrebi
en los versos”.[16] La
razón que asistía al secretario para mantener a la espera al poeta en este
particular debía de ser que, como se verá, todavía estaban Vázquez y una
camarilla de colaboradores suyos ultimando el diseño definitivo que habría de
lucir su escudo nobiliario.
Para
familiarizarnos con las enseñas nobiliarias de esta linajuda familia, nada
mejor que su descripción y diseño, poco posteriores a la data de esta última
misiva de Calvete, a cargo de un especialista en heráldica andaluza –no hay que
olvidar que Vázquez se había criado y educado en Sevilla–. No dudo de que el
erudito sevillano Argote de Molina había recibido de manos de su amigo Mateo
Vázquez[17] toda
la información histórica (incluida la que atañe al blasón) que llegó a conocer
sobre los Lecca, una familia oriunda de Córcega hasta entonces ignota en
España, información que él se encarga de transmitir en su Nobiliario andaluz y que desde aquí adquiriría carta de naturaleza
en tratados similares.[18]
El escudo de los
Lecca nos lo describe así:
Sus
armas son un escudo de quatro quarteles, el primero y vltimo rojos, y los
otros dos verdes, y en medio del Escudo vn Castillo, y en lo alto del una
Aguila Imperial de dos Cabeças con coronas Reales, y debajo del Castillo vn
Leon rampante, y por orla en campo de oro cinco Escudos rojos y en cada vno
vna coluna de plata con una Corona Real de oro, como se ve en este Escudo, y
por Timbre vn Angel con el Labaro y con la letra In hoc signo victor eris, vsada de los Emperadores de
Constantinopla…[19] |
|
A esta
referencia me parece oportuno sumar, por su conexión con el encomio de Calvete,
al menos una de las seis variantes heráldicas del blasón de los Lecca
recopiladas en un apéndice del manuscrito ya aludido sobre el Origen y descendencia de esta familia
que alberga el texto de la Corsica.
Este “capítulo” heráldico es, a no dudarlo, producto de una investigación
específica a cargo de la camarilla de eruditos que ayudaban a Vázquez en el
espinoso asunto de su “cuestión de nobleza”, tarea en la que llevaba la voz
cantante el humanista valenciano Fadrique Furió Ceriol.[20]
De las seis variantes heráldicas de las
insignias de la casa Lecca allí enumeradas y detalladas,[21] es la última de ellas (“la
tercera que es sexta”) la que se identifica con el escudo definitivamente
adoptado por Mateo Vázquez, tal y como aparece descrito en la Corsica. La imagen con la que la ilustro
aparece reproducida en sendas páginas dedicatorias de dos libros de un médico
sevillano amigo del secretario,[22] publicados
en la capital hispalense en la época que nos concierne, 1583: su procedencia,
como en los casos ya aludidos de Calvete y Argote de Molina, debe ser Mateo
Vázquez, en esta época inasequible al desaliento ante la tarea de divulgar por
todas las vías posibles su flamante escudo heráldico.[23]
La
tercera, que es sexta: De golas quarteado de sinople, sobre todo el castillo
de plata sobrepujado del aguila de Constantinopla y sostenido de un leon de
oro; a la bordadura de oro cargada de cinco escudillos de casa Colonna,[24]
de dos y dos y uno en punta; el timbre como el primero [es decir, “el timbre
sobre yelmo abierto coronado de oro, sobrepujada de un angel vestido de azul
a la estola de plata pasada en aspa y en la mano derecha cruz de golas
bordada de oro”], que es del imperio de Grecia; la divisa en general de todos
los de esta casa es de esta letra: In.hoc.signo.vinces.[25] |
|
Poco notable es
la diferencia entre la descripción de Argote de Molina y esta otra, pues radica
en unas minucias del timbre: en ambos casos es un ángel vinculable al episodio
más célebre de la biografía de Constantino I –la batalla sobre el puente Mulvio
(312) y la aparición milagrosa en el cielo de un mensaje y una cruz, pues qué
mejor tenante para sostener esta cruz divina que un ángel–, pero mientras en el
primer blasón el mensajero divino porta en su mano izquierda el lábaro,[26] en el
segundo sostiene con la diestra una sencilla cruz. La divisa –con ligeras
variantes textuales (In hoc signo victor
eris/ … vinces)–, es común a las dos descripciones (si bien falta en la
segunda imagen del emblema).
Pues bien, esta
última descripción coincide plenamente con la que Mateo Vázquez, tras no pocas
dubitaciones y tanteos de diversas alternativas, aprobó definitivamente con el
asesoramiento de Furió Ceriol; da testimonio de ello una medalla que el
secretario se hizo acuñar y en cuyo reverso quiso que figurase el escudo de
armas y la divisa (In hoc signo vinces) de los que tan orgulloso se sentía.[27] Y a
juzgar por los versos latinos es este patrón el que aparecía grabado en el
patrón que recibió Calvete para la adecuada redacción de la écfrasis heráldica (recordemos sus
palabras: “… sello de V[uestra] M[erced] del qual yo saqué lo que escrebi en
los versos”).
2.1.
Las dos versiones del blasón de los Lecca
en la Corsica de Calvete
Una vez
familiarizados con la fisonomía del escudo heráldico de Mateo Vázquez de Leca,
leamos la primera écfrasis que de él
hizo Calvete para su Corsica, copiada
en un librillo que le envió al secretario con la segunda de sus cartas y cuyo
texto acabó transcrito en el tratado genealógico de los Lecca:
Iamque suum capiunt splendorem insignia priscum
Augustaque docent Leccas de stirpe
creatos. 310
Hoc clare ostendit scutum uetus atque
refulgens
Castellumque argenteum habet binaeque
uirentes
Et rubrae areae et inter se oppositae undique
cingunt.
Stat uero expassis alis, tamquam speculatrix,
Directisque oculis contra radios rutilantis 315
Solis fulua
aquila atque biceps aurique coronis
Cincta utrumque caput. Quae tres uno ordine turres
A tergoque sitas nitidasque in culmine celso
Castelli tangit,
mediam cauda et magis altam,
Vnguibus extremas uncis. Sed, ianitor acer,
320
Aureus ante aditum leo stat transuersus
aperto
Ore et sanguinea lingua exserta atque feroci
Erecto capite atque oculis afflantibus ignem
Bracchiaque in uiridi distendit fortia
utrimque
Et rigidos ungues, sed crura pedesque
feroces 325
Porrigit et caudam erigit obliquam atque
rigentem
In rubra area. Et hoc scutum aureus ambit
utrimque
Limbus aequis spatiis hic quinque columnas
Distinctas inter se et mirifica arte locatas,
Quas argenteus insignit color, atque coronae 330
Aureae epystilia illustrant cuiusque columnae
Inque suo scuto praefulget quaeque rubenti.
Ac demum angelus hoc scutum pro pectore laeua
Atque crucem dextra tenet… [28]
Por las razones
que enseguida se aducirán, Calvete, tras advertir lo que a su juicio era un
grave error en esta descripción, se apresuró a enmendar la primera parte de la écfrasis. Movido por ello, envía la
tercera carta al secretario dándole razón de los motivos por los que se deben
sustituir los vv. 311–319 del poema (que, recordémoslo, ya se hallaba en poder
de Vázquez) por estos otros, en los que sorprendentemente ahora se insiste en
negar lo que antes se afirmaba con todo detalle:
Quod clare ostendit scutum uetus atque refulgens.
Hoc castellum argenteum habet cinguntque uirentes
Et rubrae binae areae et inter se oppositae ipsae.
Hisque biceps aquila
aurea sublimisque superstat,
Auri utrumque caput nitidis praecinta coronis 315
Directisque in solem oculis, tanquam speculatrix,
Expassisque alis. Quae
tres uno ordine turres
A tergo erectas castelli in culmine celso
Non
tangit, sed nec mediam cauda, nec aduncis
Vnguibus
extremas, etiamsi appareat ipsam 320
Vnguibus
et summa cauda contingere pinnas
Splendentes,
tamen in uiridi et rubro aureus ales
Augustusque
stat altiuolans. Sed
ianitor acer…[29]
2.2.
La cuestión heráldica en la Corsica de Calvete de Estrella
La primera ley
del arte del blasón, acrisolada por una tradición que ya era larga en el s.
XVI, dicta que en un escudo de armas legítimo no pueden superponerse dos
esmaltes heráldicos de la misma naturaleza, es decir, que no puede haber “metal
sobre metal, ni color sobre color”.[30] Y consta categóricamente en
los tratados de heráldica contemporáneos que no debe infringirse esta ley
primera, so pena de que las armas en cuestión sean consideradas falsas o bien
bajos los linajes que las portan:[31] es
este justo el baldón que Calvete intenta evitar que lleven las de Vázquez de
Leca. El por qué, por tanto, del drástico cambio que acomete en la compostura
del pasaje heráldico de su Corsica no
es otro y lo razona así Calvete en la carta:
Asi que
las armas legitimas an de ser color sobre metal o de metal sobre color. Y como
el aguila fulua, que es color, esté
puesta rampante en campo verde y colorado, en
ley de armeria seria la insignia falsa, y siendo de oro, como esté puesta
la cola y las uñas de oro sobre las almenas de las tres torres del castillo de
plata, tambien serian falsas.[32]
Como se puede
apreciar, en la écfrasis corregida,
para hacer valer esta ley principal de armería, se han introducido dos cambios
textuales sustanciales. En primer lugar, el adjetivo fulua (que, en latín, es propiamente color) ha sido
convenientemente sustituido por aurea,
que es metal, para que el águila de metal
oro pueda sobrevolar sin lacra heráldica las particiones del campo de color rojo y verde (metal, oro, sobre
color, gules y sinople). Pero la sustitución de un adjetivo de color por otro
de metal provoca la necesidad de un segundo cambio de no menor importancia a
juicio de Calvete: en la nueva redacción, en un intento algo pueril de negar lo
evidente, se insiste en que en ningún momento, “aunque lo pueda parecer”,
el águila de metal oro toca con ninguna extremidad –ni con la cola, ni con las
uñas–, las almenas de las torres del castillo de metal plata, sino que se da a entender que el ave gravita sin
contacto alguno y a salvo de cualquier tara heráldica, sobre campo de color (de nuevo, metal sobre color).
La alarma de
Calvete no era baladí, pues, como queda dicho, el incumplimiento de tal norma
heráldica solía ser un indicio que delataba la falsedad de las armas de una
supuesta familia noble, lo cual no podía ser más inoportuno en las
circunstancias familiares de Vázquez; máxime cuando Calvete cifraba en la antigüedad
y excelencia de este blasón la nobleza del linaje augusto de los Lecca (cf.
CALV. Cors. 309-311, Iamque suum capiunt splendorem insignia
priscum/ Augustaque docent Leccas de stirpe creatos./ Hoc clare ostendit scutum
uetus atque refulgens). Así resultaba que la Corsica, ese “pequeño castillo” que Calvete había compuesto en
verso heroico y de cuyo carácter inexpugnable había alardeado,[33]
encerraba, en flagrante contradicción con los objetivos propagandísticos de
todo poema encomiástico, su propio caballo de Troya, brindando al enemigo
ocasión de hacer mella en donde más dolía a Vázquez: el cuestionamiento de la
nobleza de su familia.
3. El oscuro origen familiar de Mateo Vázquez
La Corsica, a pesar de lo que parece
prometer su título, gira en torno a la delicada cuestión del origen familiar de
Mateo Vázquez (c. 1543–1591)[34] y
tiene por ello un claro objetivo político y propagandístico que le confiere un
gran interés histórico: la defensa acérrima del origen noble, pese a los
rumores que corrían muy en sentido contrario, de quien fungía como secretario
personal de Felipe II desde 1573 hasta su fallecimiento y, en calidad de tal,
uno de los cortesanos más poderosos del momento. Los años en que Calvete
emprende y concluye su Corsica
(1583–1584), los años en que más se trabaja en el acopio de informes y pruebas
a favor del origen noble de Mateo Vázquez (1579–1585), coinciden no casualmente
con la época en que el “archisecretario” era más duramente asediado por sus
rivales políticos.
Como se sabe, en
1578 Vázquez había señalado al secretario real Antonio Pérez como inductor del
asesinato de Juan de Escobedo, secretario de Don Juan de Austria, perpetrado en
las calles de Madrid y, so pretexto de dar satisfacción a la familia del
muerto, que reclamaba justicia, e ignorando la posible connivencia del rey en
tan turbio asunto, instaba a Felipe II al arresto y enjuiciamiento de Pérez;
este gesto no podía sino equivaler a una declaración de hostilidades entre los
dos validos que los años siguientes no harían más que agravar con el resultado
de todos conocido.
En este contexto
de espadas en ristre, los enemigos de Vázquez volvieron a caldear una cuestión
que le venía mortificando desde los albores de su ascendente carrera
profesional, ya desde su etapa sevillana como secretario de Juan de Ovando,
provisor del arzobispo hispalense Fernando de Valdés (1561): su más que dudoso
nacimiento. No se sabía a ciencia cierta quién era su padre y ello daba pábulo
a toda clase de especulaciones: su progenitor habría sido un pirata moro, o un
griego o, en fin, un canónigo sevillano de quien su madre habría sido criada y
manceba; en el mejor de los casos, el “archisecretario” real resultaba poco
menos que un infame bastardo. A este respecto, importa resaltar la inquina que
el secretario del rey había suscitado en Doña Ana de Mendoza, a cuyos oídos
había llegado que Vázquez, por si le pareciera poco andar pregonando que
“perdían la gracia de Su Majestad los que entraban en su casa”, había osado,
además, acusarla de instigar a Pérez el asesinato de Escobedo.[35] Si la
altiva princesa de Éboli, quien desde la cumbre de su pedestal nobiliario
apenas concebía que un individuo de semejante cuna osara cuestionar y denunciar
sus actos ante el monarca, no tenía reparo alguno en acusar “la desvergüenza de
ese perro moro” en carta privada al rey,[36] podemos imaginar qué
expresiones no utilizaría en sus conversaciones ordinarias, donde se sabe que
las palabras se las lleva el viento, pero las difunde la Fama.[37]
Hastiado de los
rumores que cuestionaban la limpieza de su sangre, el valido del monarca
español decidió recabar a través de una serie de intelectuales a la sombra
(Calvete de Estrella, Pedro Núñez de Toledo, Furió Ceriol, Francisco Zapata de
Cisneros, I Conde de Barajas, entre otros, desde al menos 1579) un completo
informe que no sólo refrendase la versión oficial de su nacimiento como vástago
de los Lecca (que ya había sido certificada por los tribunales de la Santa
Inquisición de Cerdeña en 1572, antes de su admisión como secretario del rey),[38] sino
que, además, recopilase todos los testimonios históricos que pudiesen probar la
antigüedad y nobleza de la casa Lecca, en un intento desesperado por enaltecer
este linaje hasta el punto de que lograse hacer sombra incluso a los rancios
títulos nobiliarios de los que podía vanagloriarse la de Éboli. Y con el firme
propósito de zanjar tan desagradable asunto, albergaba el secretario la
intención de publicar para general conocimiento (“para contentamiento de buenos
y confusión de malos” en palabras textuales) el producto de tales
investigaciones con el pomposo título de Origen
y descendencia de la Ill[ustrisi]ma familia y Antiquissima casa de
Lecca (Madre y seminario de las casa Colonna y Vicentella), donde iría
inserta la Corsica de Calvete y su
traducción al castellano. Esta edición, que ya había sido examinada y corregida
por Vázquez, estuvo a punto de ver la luz en alguna que otra ocasión, pero no
llegó nunca a buen puerto. Sin embargo, como ya hemos atestiguado, al menos
desde 1583, con Vázquez en el cenit de su poder y sus dos adversarios
derrotados y a buen recaudo en prisiones reales, la máquina propagandística
comenzó a rodar: diferentes libros publicados en Sevilla y Madrid difunden de
un modo u otro tanto la historia del linaje de los Lecca como su recién
remozado blasón nobiliario.[39] Pero
¿cómo encaja en este linaje corso Matheico, el niño criado como huérfano por el
canónigo Vázquez de Alderete en Sevilla?
Según la versión
oficial, el secretario resulta ser descendiente de la más noble y antigua
familia de Córcega, la casa Lecca, muy disminuida en los últimos tiempos,
cierto, pero legendariamente emparentada desde los tiempos de la expulsión de
los árabes de la isla en el s. IX con la estirpe de los Colonna.[40] Creo
que Vázquez no dudó en aprovechar la circunstancia de que el principal
representante de esta noble familia romana, Marcantonio Colonna, virrey de
Sicilia, se hallaba desde 1580 en una situación política apurada y falto de
apoyos en la corte hispana,[41] para
brindarle el sostén que tanto necesitaba y, a su debido tiempo, desvelarle la
noticia del parentesco entre sus dos familias, lo que dio pie al secretario
para sumar a sus apellidos el de Colon[n]a desde 1583 y congruentemente
incorporar en la bordura de su escudo familiar los pilares emblemáticos de esta
familia, sin que hallase oposición en estos, más bien todo lo contrario.
Por si no fuera
suficiente, los Lecca resultan herederos ni más ni menos que de los emperadores
de Constantinopla, un extremo este que se apresura a confirmar notarialmente
uno más de los autodeclarados depositarios de los derechos imperiales
constantinopolitanos, un tal Nicolao Cernovechio, un pobre diablo a la sazón en
Madrid por esta época a la caza y captura de algún incauto a quien embaucar
abrumándolo con el despliegue de un impresionante pergamino genealógico;[42] el
blasón de este supuesto descendiente de los príncipes de Montenegro comparte
con el de los Lecca el águila bicéfala coronada de oro explayada sobre campo de
gules lo que sirve a Vázquez para dar verosimilitud a esta ocurrencia, que de
paso, le confiere legitimidad para asumir como propia la divisa de los
emperadores bizantinos (In hoc signo
vinces), así como el ángel tenante.
Pero sus
orígenes más inmediatos procederían, por vía paterna directa, del Conde
Giovanni Paolo de Lecca (m. 1515), su tatarabuelo, uno de los últimos grandes
señores feudales de Córcega, barridos a principios de s. XVI de la faz de la
isla por el poder soberano de la república de Génova.[43] Por último, el secuestro
por piratas turcos en su patria natal, Córcega, de la madre –previamente
embarazada de su legítimo marido– habría provocado que su hijo Mateo naciese
por accidente en Argel durante los años de cautividad de su madre; después,
tras el oportuno rescate por un noble sevillano de dudosa identidad, la familia
se estableció en el arrabal de Triana, barrio de aluvión de los corsos en
Sevilla, al amparo de un canónigo de la catedral de Sevilla, Vázquez de
Alderete, cuyo apellido el niño asume y a quien el influyente cura a su muerte
se preocupa de dejar bien encaminado como una de sus “creaturas” destinadas al
aparato burocrático estatal. Del presunto padre de Mateo, el noble venido a
menos y del resto de su familia corsa, jamás se quiso volver a saber.[44]
A este relato
rocambolesco y lleno de inconsistencias se ciñó el secretario de Felipe II
durante el resto de su vida. A 8 diciembre de 1585 el tan sensible tema de la
genealogía de Mateo Vázquez se da por liquidado:
El
traslado de mi genealogía va aquí y a t[iem]po que ya la tenía entre los
papeles que se veen pocas vezes, como se podra creer del t[iem]po que la tenía
encubierta hasta que fue inexcusable mostralla para contentam[ien]to
de buenos y confusion de malos, que llegaron
a decir que no sabían cuyo hijo yo era y fue menester mostrarselo y la
m[e]m[ori]a. de tanta sangre imperial y real como V[uestra] M[erced]
entendera de la obra genealogica con la que se admiraron y enmudecieron.[45]
En resumidas
cuentas y por lo que respecta ya a su blasón, Mateo Vázquez, amparado por estas
averiguaciones pro domo sua, se
arrogaba el legítimo derecho de usar las armas de su supuesto tatarabuelo, el
conde corso Giovanni Paolo de Lecca,[46] desde que las
investigaciones de 1572 le habían declarado descendiente suyo. Sin embargo, a
raíz de la enemiga que le había declarado una dama de tan rancio linaje como la
“Jezabel” de Pastrana –así se tildaba a la de Éboli en sus círculos afines-,
Vázquez se siente en la obligación de volver a justificar sus orígenes;
entonces prepara toda una batería de medidas para divulgar la nobleza de su
familia corsa, a la que a través de varias maniobras trata de enaltecer
vinculándola con los Colonna romanos y con los emperadores de Constantinopla.
Incluso por un momento el secretario, ebrio de ínfulas nobiliarias, se planteó
la posibilidad de empezar a adornarse con las armas de los descendientes de los
emperadores bizantinos (“que le quedaban más lexos”); solo cierta prudencia de
última hora le hizo decantarse por seguir usando las insignias de los Lecca que
hasta entonces venía utilizando y que ya le conocían como suyas. Pero a lo que
no pudo resistirse Vázquez fue a dignificar su escudo heráldico añadiéndole la
bordura cargada con los escudetes de los Colonna, por el parentesco que había
averiguado que existía entre ambas familias, y, sobrepujando todo el escudo, el
timbre de los emperadores de Oriente –el ángel tenante de la cruz y la divisa–,
al que le daba derecho su conexión con los Cernovichio.
4.
Conclusión
En fin,
personajes hechos a sí mismos, como Mateo Vázquez de Leca y Colona, de humildes
cuando no oscuros principios, que se obsesionan con la construcción de una
identidad pública más acorde con el alto estatus que la vida les ha deparado,
pululaban en estos siglos de suspicacias gentilicias e inspiraron la reflexión
que, años más tarde, hacía el cronista de Felipe III, Leonardo de Argensola: “…
dice Seneca, que los hombres de su tiempo, contando su linaje, donde les
faltava a su gusto algun Acendiente, ponian un Dios; assi agora todos quieren
en sus linages Reyes, i no se contentan menos que con Coronas Reales…”.[47]
Nuestro hombre,
puesto a la labor, no se contentó con menos que con una genealogía de rango
imperial y, de acuerdo con ello, se hacía menester el uso de las
correspondientes armas nobiliarias,[48] empezando por la tarea de
dilucidar qué aspecto habrían de tener, asunto este que exigió del equipo de
colaboradores de Vázquez no poco tiempo y esfuerzo.
La Corsica de Calvete, cuya comisión y
redacción son contemporáneas a esta maniobra política, forma parte de un
programa bien orquestado de propaganda que intenta hacer de público
conocimiento el entronque aristocrático de Mateo Vázquez con la familia Lecca
contrarrestando los rumores malintencionados de sus adversarios. En su encomio
del secretario, Calvete, avezado en el esquema tripartirto quintilianeo del
discurso panegírico de personas, dentro de la sección previa a la biografía del
encomiado, se ve obligado a renunciar a tratar del tema de los parentes del secretario debido al
oscurantismo que los rodeaba, por lo que no le queda más remedio que apostar
por cargar tintas en el apartado de la patria
(la Corsica del título) y en el de la
nobleza de los presuntos maiores, lugar
este donde encuentra acomodo la écfrasis
heráldica del escudo de armas de los Lecca. Pero precisamente por esto, el
problema de la legitimidad del blasón primeramente descrito en el poema,
problema que Calvete cifra en la falta de observancia de la primera ley de
armería, es tan significativo. En efecto, una mala redacción de tal descripción
que pudiera revelar una falla en la legitimidad heráldica de las insignias,
podría negar la mayor, es decir, ser aducida por los rivales de Vázquez como
argumento contra la autenticidad de la supuesta nobleza de su presunta familia,
incapaz siquiera de presentar unas armas conforme a ley heráldica. Es todo lo
contrario de lo que se marcaba como objetivo el encomio y por lo que Calvete,
habiendo advertido el desliz heráldico, se apresura a remitir la nueva
redacción sustitutiva del pasaje, dejando caer entre líneas que con los nuevos
versos se evitarían renovadas habladurías:
Y para evitar lo que se podria decir del
escudo de las Armas de V[uestra] m[erced] e mudado los primeros versos… […] Y porque yo dedico el tercero
libro de mis encomios a V[uestra] M[erced] en este irá el encomio Corsica con los versos que ariba ban
puestos, que los que estan en el librillo que inbie a V[uestra] M[erced], anse
de bo[r]rar. [49]
Con todo, los
desvelos de Calvete por mantener a salvo de toda suspicacia las insignias de su
mecenas resultaron baldíos. En primer lugar, porque el pasaje original de la Corsica nunca fue sustituido por la
redacción alternativa que con tanto apremio proponía Calvete, puesto que Furió
Ceriol, que gozaba de la mayor autoridad en materia heráldica a ojos de Vázquez
y a cuyo dictamen fue sometida la cuestión,
Señor,
la carta inclusa y el libro q[ue] aquí uan conuiene que V[uestra] m[erced] me
haga m[erce]d de mostrar al Sr. Ceriol y pedille q[ue] quiera v[er] lo uno y lo
otro para lo q[ue] se offrece de las armas y lo q[ue] podre responder al
auctor. Guarde N[ues]tro S[eño]r a V[uestra] m[erced] como yo desseo, del
Pardo, 17 de 8[ctubre]e de 1584.
(añadido)
Note V[uestra] m[erced] lo que dize en la
carta de no tocar los pies el aguila en los torreones de los lados.[50]
no solo estimó
irrelevantes los reparos heráldicos de Calvete, sino que los despachó de la
manera más cáustica: “Furio y él han
visto lo que scriue Estella y se rien dello. Con esta van la carta y el
librillo […]. Madrid a 25 de octubre de 1584”.[51]
Y no le faltaban
razones al humanista valenciano. Entre otras cosas porque en heráldica, el
adjetivo fulua, castigado por el afán
hipercrítico de Calvete, dado que no existe entre los colores heráldicos el
amarillo, solo es susceptible de ser interpretado como una variante poética del
esmalte de metal oro,[52] por lo
que no habría inconveniente en que el águila de rubio metal extendiera sus alas
sobre las particiones de color verde y rojo. Y, en segundo lugar, porque entre
las varias infracciones a la primera ley heráldica admitidas como de menor
rango por los tratados de heráldica está precisamente el caso de “los pequeños
detalles de las figuras, como ojos, garras, picos, frutos, coronas, etc”.[53] Y
valga como ejemplo de que este tipo de excepciones a la ley general ya operaba
en época de Calvete, la descripción del escudo de armas que acompaña a la
patente de caballería concedida en 1533 por Carlos V a Gonzalo Pérez, padre del
encarnizado rival de Vázquez. Entre otros particulares, el escudo cuartelado
presenta en dos de sus cuarteles de color azul sendos grifos dorados “con… las
lenguas encorvadas, rojas y salientes”;[54] es decir, se trataría de
una infracción a la primera ley heráldica autorizada en una patente oficial: un
caso de color sobre color (lenguas rojas salientes sobre campo azul), muy
similar al que plantea –de metal sobre metal– las garras doradas del águila
posadas sobre el castillo plateado del escudo de los Lecca.
En segundo
lugar, el exceso de celo de Calvete resultó doblemente vano, porque, de todos
modos, su Corsica parecía condenada
al olvido, pues ni llegó a las prensas el manuscrito Origen y descendencia de la familia Lecca que la contenía, ni, al
parecer, tampoco llegó a culminarse la edición de los Encomios de Calvete, donde, según su proyecto, la Corsica ocupaba un destacado lugar en el
libro tercero, dedicado a Mateo Vázquez.[55]
Pero ¿por qué se
abortó la publicación del tratado genealógico de los Lecca, fruto de la
investigación arduamente llevada a cabo por los colaboradores de Vázquez y que
ya había pasado la criba del propio secretario? ¿Tuvo algo que ver que una de
las principales pruebas a favor de la sangre imperial que corría por las venas
de Vázquez descansaba sobre un pilar tan débil como Nicolao Cernovichio?[56] Este
personaje, que se adornaba con títulos ridículos y comerciaba con ellos y que
hasta se los hizo grabar en vida en la losa de su tumba en la iglesia de San
Bartolomé de Milán, años después de certificar el entronque de su familia con
los Lecca y de nombrar notarialmente a Mateo Vázquez Conde de la Bellona, fue
condenado por haber usurpado la magistratura suprema de la orden de San Jorge
(1597): al parecer no pasaba de ser un humilde tabernero de Brindisi con aires
de grandeza.
En fin, quizá
Mateo Vázquez hubiese debido atender al vano consuelo que el humanista
alcañizano Antonio Agustín daba a quienes, como el secretario, tuviesen algo
que reprochar a su linaje: “Si en cada linage ay algunas pecas, o lunares de
bastardìa, i de otras tachas, consuelense con que en la Genealogìa de Christo
nuestro Señor estan nombradas Personas pecadoras, como Bersabè, i Thamar, i
Ruth, i algunos hombres”.[57] O tal
vez el secretario de Felipe II debía
de haberse tomado todo este asunto de la genealogía y de las armas de su presunta
familia corsa con el mismo buen humor que otro eminente personaje de la época,
quien como, al parecer, la madre de Mateo, había sufrido los rigores del
cautiverio en Argel; en su obra más famosa, se burla de los blasones de la
nobleza y sus pufos nobiliarios del siguiente modo:
Pero vuelve los ojos a esotra parte, y verás [...]
al siempre vencedor y jamás vencido Timonel de Carcajona, [...] que viene
armado con las armas partidas a cuarteles: azules, verdes, blancas y amarillas,
y trae en el escudo un gato de oro en campo leonado, con una letra que dice:
Miau, que es el principio del nombre de su dama que, según se dice, es la sin
par Miulina.
Miguel de Cervantes, Don Quijote I, cap. XVIII
Manuel Antonio Díaz Gito
Universidad de
Cádiz
Bibliografía
Primaria
Andrés de Uztárroz, J. F.; Dormer,
D. D. (1878), Progressos de la Historia
en el reyno de Aragón y vida de sus cronistas..., Zaragoza: Imprenta del
Hospicio (1º edición, Zaragoza, 1680).
Arana de Varflora, Fermín (1791), Hijos
de Sevilla ilustres en santidad, letras, armas, artes o divinidad, Sevilla:
Imprenta de Vázquez e Hidalgo.
Argote de Molina, Gonzalo (1588), Nobleza del Andaluzia, Sevilla: por Fernando Díaz.
Avilés e Iturbide, José de (1725), Ciencia Heroica. Leyes Heráldicas del Blasón, Madrid: Bitácora
(edición facsimilar de la de 1725).
Calveti Stellae, Joannis Christophori (1569), Munuscula ad... illustriss. principem Didacum Spinosam,... S.R.E. cardinalem et
pontificem Seguntinum, Antuerpiae: ex
officina C. Plantini.
Fresne du Cange, Charles du (1680), Historia Byzantina duplici commentario illustrata, Lutetiae
Parisiorum, apud Ludovicum Billaine.
Heredia Barnuevo, D. N. (1741), Mystico Ramillete, Historico, Chronologico,
Panegyrico, texido de las tres fragrantes flores del Nobilissimo antiguo
Origen, exemplarissima vida, y meritissima fama posthuma del [...] Sr. Don
Pedro de Castro, Vaca, y Quiñones [...], Impresso en Granada en la Imprenta Real.
López de Haro, Alonso (1622), Segunda
parte del Nobiliario genealogico de los reyes y titulos de España, Madrid:
por la viuda de Fernando Correa de Montenegro.
Mayáns y Siscar, Gregorio (ed.) (1734), Dialogos de las armas i linajes de la Nobleza de España de Antonio Agustín, Madrid, por Juan de
Zúñiga.
ODL= Origen y descendencia de la Ill[ustrisi]ma
familia y Antiquissima casa de Lecca (Madre y seminario de las casa Colonna y
Vicentella), Biblioteca
Nacional de Madrid, Mss. 9512.
Pérez de Moya, Juan (1586), Comparaciones. O Similes Para Los Vicios Y Virtudes… Dirigido al muy
Illustre Señor Matheo Vazquez, de Lecca, del consejo de su M. y su secretario:
y de la Sancta general Inquisición, Alcala de Henares: en casa de Hernan
Ramirez.
Pinto de Victoria, Fr. Juan
(1612), Vida del Principe Sacro de
Macedonia Don Pedro Cernovichio, alias Fr. Angelo Cernovichio, religioso
professo y sacerdote de la orden de N. S. del Carmen, Valencia: en casa de
Iuan Chrysostomo Garriz.
Sainte-Marie, Honoré de (1718), Dissertations
historiques et critiques sur la chevalerie ancienne et moderne, Paris, chez
Pierre-François Giffart.
Valdesii, Ferdinandi (1583), De
vtilitate venae sectionis in variolis ac aliis affectibus puerorum,
Hispali: ex officina Ferdinandi Diaz.
Valdés, Fernando de (1583), Tratado
de la vtilidad de la sangria en las Viruelas y otras enfermedades de los
Muchachos, Sevilla: en casa de Fernando Díaz.
Secundaria
Cerralbo, Marqués de (1953), “El secretario Mateo Vázquez y la
genealogía”, Hidalguía 3: 621–628.
Díaz Gito, M. A. (1990), El
poema Corsica de J. C. Calvete de Estrella (y otros dos poemas latinos). Un
elogio del secretario real Mateo Vázquez de Leca, Tesis de Licenciatura
inédita, Cádiz: Universidad de Cádiz.
_______ (ed.)
(2003), Juan Cristóbal Calvete de
Estrella. La Vacaida, Alcañiz-Madrid: IEH-Ediciones del Laberinto-CSIC.
_______ (2006),
“Dos cartas de Calvete de Estrella al secretario real Mateo Vázquez de Leca
sobre su poema Corsica”, Calamus renascens 7: 59–79.
_______ (2009),
“Una carta en torno al escudo de armas de Mateo Vázquez de Leca en la Corsica de Calvete de Estrella”, Calamus renascens 10: 53–70.
_______ (2010),
“J. C. Calvete de Estrella”, Diccionario Biográfico Español, Madrid:
Real Academia de la Historia, t. 10: 492–494.
Elsner, J. R. (2002), “Introduction: The Genres of
Ekphrasis”, Ramus 31: 1-18.
Fowler, D. P. (1991), “Narrate and Describe: The Problem of
Ekphrasis”, The Journal of Roman Studies 81: 25-35.
Georges Lecca, O. (1920), “Une Maison Latine. Sur l’origine
des Lecca, de la Maison de Cinarca”, Rivista
Araldica : 379–385.
Gonzalo Sánchez-Molero, J. L. (2001), “J. C. Calvete de Estrella (c.
1510–1593)”, en P. Cuenca (ed.), J. C. Calvete de Estrella. El
felicíssimo viaje del muy alto y muy poderoso Príncipe don Phelippe,
Madrid: Sociedad Estatal para las conmemoraciones de los centenarios de Felipe
II y Carlos V, pp. XVII–L.
Hernández Franco, J. (2011), Sangre limpia, sangre española: el debate
sobre los estatutos de limpieza (siglos XV-XVII), Madrid: Cátedra.
Hock, R. F.; O'Neil, E. N.
(eds.) (1986), The chreia in
Ancient Rhetoric. Vol. I: The progymnasmata, Atlanta: Scholars Press.
Kurman, G. (1974), “Ekphrasis in Epic Poetry”, Comparative
Literature 26: 1-13.
Lausberg, H. (1966), Manual
de Retórica Literaria, Madrid: Gredos.
López Grigera, L. (1994), La
retórica en la España de Siglo de Oro, Salamanca: Universidad de Salamanca.
Lovett, A. W. (1977), Philip
II and Mateo Vázquez de Leca: the Government of Spain (1572-1592), Genêve: Librairie Droz.
Marañón, G. (1965), Antonio
Pérez (El hombre, el drama, la época), 2 vols., Madrid: Espasa-Calpe.
Marini Dettina, A. (2003), Il
legittimo esercizio del Gran
Magistero del Sacro Militare Ordine Costantiniano di San Giorgio, Roma:
Librería editrice Vaticana.
Martínez Millán, J. (1995), “El confesionalismo de Felipe II y la
Inquisición”, Trocadero 6-7: 103-124.
_______ (1994),
“En busca de la ortodoxia. El Inquisidor General Diego de Espinosa” en J.
Martínez Millán (ed.), La corte de Felipe
II, Madrid: Alianza Editorial, 198-228.
Monfasani, J. (1984), Collectanea
Trapezuntiana: Texts, Documents and Bibliographies of George of Trebizond,
Binghamton-Nueva York: Medieval and Renaissance Texts and Studies.
Patterson, A. M. (1970), Hermogenes
and the Renaissance. Seven Ideas of Style, Princeton, N.J.: Princeton University Press.
Pérez Custodio, V. (ed.) (2003), Alfonso
de Torres. Ejercicios de Retórica, Alcañiz-Madrid: IEH-Ediciones del
Laberinto-CSIC.
Poole, S., (1999), “The Politics of limpieza de sangre: Juan de Ovando and
His Circle in the Reign of Philip II”, The Americas. A Quarterly
Review of Inter-American Cultural History, 55: 359-389.
Riquer, M. de (1986), Heráldica
castellana en tiempos de los Reyes Católicos, Barcelona: Edicions
del Quaderns Crema.
Rivero Rodríguez, M. (1994), “El servicio a
dos cortes: Marco Antonio Colonna, almirante pontificio y vasallo de
la monarquía”, en J. Martínez
Millán (dir.), La corte de Felipe
II, Madrid: Alianza Universidad, 305-378.
Sánchez Sánchez, M.; Jerez,
E. (1998-2003), Catálogo de manuscritos
de la Biblioteca Nacional con poesía en castellano de los siglos XVI y XVII,
6 vols., Madrid: Arco/Libros.
Sprague Becker, A. (1995), The Shield of Achilles and the Poetics
of Ekphrasis, Lanham, MD: Rowman and Littlefield.
Vannugli, A. (2012), “La subida al Calvario de Scipione Pulzone
para Marcantonio Colonna”, Archivo
Español de Arte LXXXV.340: 303-328.
[1] Trabajo realizado en el seno del Proyecto de
Investigación del Plan Nacional de I+D FFI2012-31097.
[2] Aunque su mayor éxito literario reside en El felicíssimo
viaje del Príncipe Don Phelipe (Amberes, 1552), adquirió fama como autor de
encomios como la Vaccaeis, escrita
en torno a 1565, inédita en vida del autor; Munuscula ad Didacum Spinosam,
S.R.E. Cardinalem, Amberes, 1569; o Ad Principem
Ferdinandum Aluarum Toletum, Albae Ducem, Encomium, Amberes, 1573. Páez de Castro, en carta a Jerónimo Zurita, ya en
1555 le comentaba: “... Calvete de Estrella está aquí. Estampa unos epigramas,
que no hay hombre a quien no celebre y haga inmortal...” (en Andrés de Uztárroz-Dormer [1878], p. 484).
Además, Calvete menciona en alguna de sus cartas unos “Encomios” –en IV libros–, que preparaba para la imprenta de Plantino en 1575 y de los que no han
quedado constancia (cf. Díaz Gito
[2003], XLIV-XLVI). Sobre Calvete, cf. Gonzalo Sánchez-Molero (2001); Díaz Gito (2010).
[3] Desarrolladas por las sucesivas obras de
rétores griegos y latinos desde Aristóteles, la Rhetorica ad Alexandrum y Anaxímenes de Lámpsaco, pasando por
Dionisio de Halicarnaso y los teóricos latinos (Rhetorica ad Herennium 3, 5, 10-18, 15; Cicerón –inv. 1, 7; de orat. 2, 341-348; part.
70-82; y Quintiliano) hasta los rétores de la Segunda Sofística (Elio Teón,
Hermógenes de Tarso, Aftonio de Antioquía y Menandro de Laodicea) y, por
último, los rhetores latini minores (G. Mario Victorino y Marciano
Capella). Cf. Lausberg (1966), 212-225;
Patterson (1970).
[4] La primera
Retórica humanística beneficiaria de este corpus teórico son los Rhetoricorum libri V (Venecia, 1433 ó 1434)
de Jorge de Trebizonda, de notable influencia en toda Europa: en Alcalá se
editó para uso de sus alumnos en 1511 con adiciones de Hernando Alonso de
Herrera (Georgius Trapezuntius. Opus Absolutissimum rhetoricorum… cum
additionibus Herreriensis. Alcalá de Henares, Arnao Guillén de Brocar,
1511. Cf. López Grigera (1994),
p. 40. Monfasani (1984).
[5] Elio Teón, Progymnasmata, 109, 20-22: Ἐγκώμιόν ἐστι λόγος ἐμφανίζων μέγεθος τῶν κατ' ἀρετὴν πράξεων καὶ τῶν ἄλλων ἀγαθῶν περί τι ὡρισμένον πρόσωπον.
[6] Hernández Franco (2011). Poole (1999), esp. trata el asunto de
la limpieza de sangre en el caso de Mateo Vázquez en pp. 382-388.
[7] Martínez Millán (1994) y (1995). Antes que Espinosa habían
velado por su educación y carrera en Sevilla el influyente aunque oscuro
canónigo catedralicio Diego Vázquez de Alderete, de quien adoptó el apellido, y
el provisor del arzobispado hispalense Juan de Ovando; este último, llamado
después a visitar la Universidad de Alcalá, se trajo al joven Mateo a Madrid en
1562 como secretario personal, incardinándolo en los principales círculos del
poder, sobre todo cuando en 1565 le cedió las labores de su leal secretario a
Diego de Espinosa, recién nombrado Presidente del Consejo Supremo Real de
Castilla, cf. Poole (1999).
[8] Qvint. 3, 7, 10, Magis est varia laus
hominum. Nam primum dividitur in tempora, quodque ante eos fuit quoque ipsi
vixerunt, in iis autem qui fato sunt functi etiam quod est insecutum. Ante hominem
patria ac parentes maioresque erunt, quorum duplex tractatus est: aut enim
respondisse nobilitati pulchrum erit aut humilius genus inlustrasse factis.
Que este esquema acabará
asumido por la teoría retórica lo confirma un texto como este: “Un perfecto
Historiador de esta vida debía practicar en su composición lo que los Geómetras
más insignes en la descripción de sus mapas, que no contentos con figurar la
Provincia o Reyno que elucidan, al señalar los límites extienden el compás a
los confinantes Países. […] Quiero decir que tres partes deben componer este
perfecto todo: Lo que precedía a su vida, esto es, su Illustre ascendencia y
proezas de sus mayores; lo que acompañó en heroycas personales hazañas; y lo
que a ella se subsiguió en la fama póstuma de su nombre” (cf. Heredia Barnuevo (1741), en “Al
lector”, prólogo, sin número de páginas).
[9] Una excelente síntesis del tema y su impacto
en la España del s. XVI, en “Los progymnásmata
de la Antigüedad al Renacimiento”, en Pérez Custodio (2003), pp. XLIV-LIX.
Cf. et R. F. Hock; E. N. O'Neil (eds.) (1986).
[10] Los
preceptistas del género epidíctico muchas veces ilustran sus reglas de
composición con pasajes de Homero o de historiadores, desvelando así los
estrechos vasos comunicantes entre panegírico y otros géneros. Súmese que poema
épico y poema panegírico podían compartir objetivos –la exaltación del
protagonista, la función propagandística, la proposición de un modelo– y un
mismo esquema métrico, el hexámetro (en competencia con el dístico elegíaco
para el panegírico), lo que facilitaba el intercambio de técnicas, tópicos y fórmulas
textuales.
[11] Sobre la ékphrasis,
cf. Elsner (2002), Fowler (1991), Kurman (1974) y Sprague
(1995).
[12] Cf. Díaz Gito (2009).
[13] Cf. Díaz Gito (2006) y (1990).
[14] A partir de
ahora ODL. Tras rastrear los orígenes legendarios e históricos
de la casa Lecca, el texto se detiene en argumentar la azarosa vinculación
familiar de Mateo Vázquez (MV, a partir de ahora) con este noble linaje corso,
sección en la que encuentran acomodo la Corsica
de Calvete y su traducción castellana. Este tratado quedó inédito y anónimo: BN
de Madrid, ms. 9512 (cf. Sánchez Sánchez–Jerez [1998–2003],
vol. 4, 2642–2643).
[15] Cf. Díaz Gito (2006), 73–74, líneas 36–41.
[16] Cf. Díaz Gito (2009), p. 59, línea 16.
[17] Que uno y
otro se conocían lo afirma en la p. 627 el Marqués de Cerralbo (1953). No por casualidad preceden a la descripción
de este escudo un resumen de parte del contenido del tratado ODL y un sentido elogio del secretario
de Felipe II, casa y personaje que, por otro lado, el heraldista destaca
sobremanera al elegirlos para inaugurar el cap. 134 del Libro II de su obra,
dedicado a las familias foráneas emigradas a tierras andaluzas (“De los linages
que poblaron el Andaluzia”). También a Calvete se le habían enviado dos
fragmentos similares como soporte informativo para la redacción de la Corsica, uno escrito por el propio
secretario (y que recibió por partida doble: en copia adjunta a una carta del
secretario de 23/X/1583, desde El Pardo, y a través de un amigo común, el
doctor Antonio Gómez) y otro fragmento sobre los Lecca escrito por Furió Ceriol
(cf. nota 20). Todo ello da idea del interés de MV en la circulación de este
tipo de documentos encaminados a la divulgación de la nobleza de su supuesta
familia (cf. notas 18 y 22).
[18] La noticia
sobre los Lecca aparece casi en los mismos términos en López de Haro (1622), p. 267 y ss, cuando se trata de indagar
la ascendencia de los Condes de Cantillana, quienes sumaron a sus apellidos el
de Lecca ya desde el fundador de la casa, el I Señor de Cantillana, Juan
Antonio Corzo Vicentelo de Leca.
[19] Argote de Molina (1588), p. 257v.
[20] En otro
lugar señalé que había localizado en el Instituto de Valencia de Don Juan una
copia del fragmento de Furió Ceriol recibido por Calvete como ayuda para la
redacción de su encomio (IVDJ Envío 77, f 140r-142v; cf. Díaz Gito (2006), apartado 2.4 y nota 35); este documento, titulado “Fragmento de la Illma.
casa de Lecca”, termina con la enumeración y descripción de las seis variantes
heráldicas que acabarían copiadas en el tratado genealógico sobre los Lecca ODL.
[21] El autor señala que, de las seis variantes,
las tres primeras son más antiguas, siendo las otras tres contemporáneas a la
redacción del manuscrito:
“Las armas de la ilustrissima casa
de Lecca se an visto en muchos libros de curiossos heraldos en Francia, Flandes
y Alemania pintadas y blasonadas entre diuersas maneras. La primera es:/ De las
mismas armas del imperio de Constantinopla, que son de golas al aguila desojada
o abierta de oro coronada de el mismo; el timbre sobre yelmo abierto coronado
de oro, sobrepujado de un angel vestido de azul a la estola de plata pasada en
aspa y en la mano derecha cruz de golas bordada de oro./La segunda/ De golas
quarteado de sinople sobre todo a la dicha aguila de Constantinopla; el timbre
como el primero. La tercera/ De golas quarteado de sinople sobre todo el
castillo de plata sobrepujado de el aguila de Constantinopla; el timbre como el
primero./ De poco tiempo a esta parte se an visto las armas de esta misma casa
de otras tres maneras y son:/ La primera, que es quarta/ De golas quarteado de
sinople sobre todo el castillo de plata sobrepujado del aguila de
Constantinopla y sostenido de un leon de oro; el timbre como el primero./ La
segunda, ques la quinta/ De golas a la columna de plata, corona de oro, que son
las armas de la casa Colonna de Roma; partido de golas quarteado de sinople
sobre todo el castillo de plata sobrepujado del aguila de Constantinopla,
sostenido de un leon de oro; el timbre de vna sirena del Marques de la misma
casa Colonna, por el parentesco que tienen entre si las dichas casas de Lecca y
Colonna.” (ff. 74v–75r). La principal diferencia entre estas seis variantes
heráldicas radica en la figura de la columna emblemática de la casa Colonna,
que sólo aparece, aunque en diferente distribución, en la quinta y la sexta:
estas dos se diferencian entre sí por el timbre: la sirena de los Marqueses de
Colonna frente al ángel de Constantinopla de los Lecca.
[23] También figura un escudo muy similar en la portada de Pérez de Moya (1586). La edición debió de sufrir un
considerable retraso, pues la certificación del precio de papel que allí consta
data de 21 de abril de 1584; de nuevo, el año de la carta de Calvete.
[24] Aunque la
bordura puede desempeñar diferentes funciones heráldicas, en el caso del escudo
de Vázquez de Leca cumple la de diferenciar las armas de diversas ramas de un
linaje común (Colonna y Lecca). La tradición legendaria, refrendada por el más
importante cronista corso, Giovanni della Grossa (1388–1456), hacía arrancar de
un Colonna romano –el conde Hugo Colonna (s. IX)– las principales familias
feudales corsas: los condes Bianco y los Cinarca, de los que procederían, en
último término, los Lecca. Es la tesis que sostiene el tratado ODL, que se subtitula: Madre y seminario de las casas Colonna y
Vicentella, y es también una de las seis hipótesis sobre el origen de los
Lecca que recoge Georges Lecca (1920).
[25] Mss. 9512 BNM, ODL …. , f. 75r.
[26] Como se
sabe, el estandarte imperial, desde época de Constantino,
con la cruz enarbolando el monograma de Cristo (con las dos primeras letras de
su nombre en griego, XP).
[27] Cf. la
reproducción de esta medalla, depositada en el Museo Nacional de Madrid, en Díaz Gito (2009), p. 57.
[28] “Y las insignias ya recobran su añejo esplendor
y enseñan que los Lecca proceden de estirpe augusta. Esto muestra a las claras
su antiguo y refulgente escudo, que tiene un castillo de plata sobre dos
particiones de sinople y dos de gules que, opuestas entre sí cubren todo el
campo. Se alza además con las alas desplegadas, en ademán de vigía, los ojos
clavados en los rayos de un sol cegador, un águila
rubia de dos cabezas, rematadas por sendas coronas de oro. Ave que a tres torres en hilera, situadas por detrás y
brillantes, en el punto más alto del castillo, las toca: con la cola a la
del medio y más elevada, con las ganchudas pezuñas a las dos laterales. Mas un fiero portero se atraviesa
perfilado ante el portón: un león de oro con las fauces abiertas y la lengua
fuera cubierta de sangre, la feroz testuz enhiesta y los ojos exhalando una
mirada de fuego, estira las robustas patas delanteras en la parte verde las
dos, asomando las rígidas uñas, mientras que las traseras, con sus feroces
garras, las tiende en la parte roja, alzando tiesa y oblicua la cola. Y
circunda por los dos lados a este escudo una bordura dorada, así como a cinco
columnas, separadas aquí entre sí a espacios iguales y dispuestas con
maravilloso artificio, que destacan por su color de plata y por las coronas de
oro que adornan los arquitrabes de cada una de ellas, reluciente cada columna
sobre su propio escudete rojo. Y, por último, un ángel sostiene este escudo
ante el pecho en su mano izquierda y una cruz en la derecha”.
[29] “Esto
muestra a las claras su antiguo y refulgente escudo. Tiene un castillo de plata
y lo ciñen dos particiones de sinople y dos de gules, opuestas entre sí.
Elevada por encima de ellas se alza un águila
dorada de dos cabezas,
rematadas por sendas coronas brillantes de oro, los ojos clavados en los rayos
del sol, en ademán de vigía, y con las alas desplegadas. Ave que a tres torres en hilera, elevadas por detrás en el punto
más alto del castillo, no las toca: ni con la cola a la del medio y más
elevada, ni con las ganchudas
pezuñas a las dos laterales y, aunque parezca que toca con las uñas y la punta
de la cola los brillantes parapetos, sin embargo sobre el verde y sobre el rojo
el ave dorada se alza en majestuoso vuelo. Mas un fiero portero…”.
[30] Buen
testimonio es Garci Alonso de Torres, rey de armas del título de Aragón
(1496–1515), en su Blasón d´armas
(ms. 529 de la Biblioteca de Catalunya de Barcelona, del s. XVI, que traduce al
castellano una ya extensa tradición recogida en tratados heráldicos como el Blason des couleurs (c. 1435) de Jean Courtois, heraldo de Sicilia,
o el Blason des armes (c. 1466–1476) de Climent Prinsault); el
rey de armas de Fernando el Católico hace de esta excepción una “Quistión
d´armas”: “En armorýa se aze una quistión viendo que es dicho que nady no puede
traer metal sobre metal ni color sobre color que no sea falso (cf. Riquer [1986], p. 264).
[31] El texto
citado en nota anterior continúa: “Y no las trae ni debe traer otro, porque
trayéndolas sería falsamente armo[r]yado. Y en esto se veen algunas vezes los
baxos linajes…” (cf. Riquer [1986],
264–265).
[32] Cf. Díaz Gito (2009), p. 65, líneas 98-102. Poco
antes, había insistido con más detalle en el lapsus heráldico (cf. ibidem, p. 63, líneas 81-89): “pero fulua aquila no puede estar sobre
colorado y verde, sino de oro, y como sea de oro y el castillo sea de plata, no
puede tener la cola ni las uñas sobre las tres torres del castillo. La razon desto es porque color sobre color
haze las armas falsas,…”.
[33] Cf. Díaz Gito (2006), p. 77, líneas 16–20.
[34] Su
biografía en Lovett (1977).
[35] Así en una
famosa carta publicada por Antonio Pérez en sus Relaciones y citada por los biógrafos de la princesa de Éboli (G.
Muro y M. Fernández Álvarez) y de Antonio Pérez (G. Marañón).
[36] Ibidem.
[37] Resulta
irónico que quien divulgaba estos chismes, Antonio Pérez, tuviese un origen
igualmente incierto, pues, aunque legitimado como hijo del secretario Gonzalo
Pérez por Carlos V en 1542, hasta el propio Felipe II decía que lo tuvo su
padre siendo clérigo, además de que no faltaban voces que lo hacían hijo
bastardo de Ruy Gómez de Silva, marido de la Princesa de Éboli. Quizás por
ello, de los enemigos de MV, la que con mayor saña atizaba el fuego de su
nacimiento infame fuera la de Éboli, a salvo de toda sospecha familiar.
[38] Cf. los
detalles de estas investigaciones en Díaz Gito (2006),
apartado 2.6.2., 66-67.
[39] Cf. notas 18,
19, 21 y 22.
[40] Cf. nota 24.
[41] Cf. Rivero Rodríguez (1994). Poco después de 1583, de Marcantonio Colonna y como
agradecimiento por el favor otorgado a su familia, recibió el secretario real
un óleo de temática religiosa pintado por Scipione Pulzone, cf. Vannugli (2012).
[42] Sobre este
personaje y el documento que firma a petición de MV, cf. Díaz Gito (2006), 67–69 y 72–73. Entre los
papeles que se perdieron en Valencia a la muerte de Pedro Cernovichio, hermano
menor de Nicolao, se habla de “un pergamino grande provando su descendencia del
Emperador Constantino, hasta el último descendiente de su edad” (cf. Pinto de Victoria (1612), p. 146).
[43] Cf. notas 44
y 48. Así se lo recordaba el secretario en una ocasión a Felipe II: “… y no
poder negar el de Colonna pues averiguo la Inq[uisici]on ser yo
revisnieto por linea derecha de varon del Conde Joan Paulo de Lecca q[ue] fue sor
del rey[n]o de Córcega y descendiente del C[on]de Hugo
Colonna q[ue] tambien lo fue” (IVDJ, Envío 55, f. 55, 5/IV/1587, MV al rey).
[44] Entre los
papeles de MV guardados en el IVDJ, se encuentran algunas “peticiones” de
personajes corsos que pretendían pasar por familiares del secretario real, de
los que éste trata de zafarse. Incluso a la larga apareció noticia de su
supuesto padre a través de un hermanastro de Mateo cautivo en Argel, al que el
secretario tuvo que pagarle el rescate, pero, so pretexto de evitarle a la
madre el trauma del reencuentro con fantasmas del pasado, no se le facilitó su
traslado a España y jamás se volvió a saber de él (cf. Lovett [1977], p.
8).
[45] IVDJ, Envío 57, Caja 76, Paquete 6, f. 65: de
mano de MV en un lado del papel dice “El traslado de mi genealogía va aquí.”
[46] El
considerado último gran señor feudal de Córcega tuvo varios hijos; uno de
ellos, Orlando, habría sido el padre de Ambrugino de Lecca, que, con Juana de
Vico, lo fue de Santo Ambrugino de Lecca. Éste, al casar con Isabel Luciano de
Lecca (hija de Juan Luciano y de Catarina Rebano), engendró a MV. Según la
tesis oficial.
[47] Así lo
recordaba Mayáns y Siscar (1734),
p. XXXIX.
[48] IVDJ, Envío 57, Caja 76, Paquete 5, f. 142, 13 noviembre
de 1585, Bartolomé de Quesada desde Roma a MV: Asunto “el buen capitan Ludovico
de Lecca murio anoche”. Cuenta cómo murió este supuesto pariente de MV, cómo lo
enterraron y la declaración que hizo. Luego, hablando de la sepultura del
capitán junto a la del conde Joan Paolo de Lecca, añade un detalle que debía
ser del agrado de MV: “Y que aquellas armas que estan en la sepultura son las
mismas que las de V[uestra] m[erced]”.
[49] Cf. Díaz Gito (2009), p. 66, líneas 107-109.
[50] IVDJ, Envío 37, 203-205:
De MV al doctor Milio.
[51] Las
relaciones entre ambos historiadores, clientes de MV, no debían de ser muy
cálidas, cf. Díaz
Gito (2006), apartado 2.4.
[52] Así lo declara Calvete, parafraseando a Gellio
(2, 26, 11): “El qual color (fuluus)
pertenece a los leones, a los lobos, a los apros y a las aguilas, y a la arena
y al oro, como se puede probar por muchos versos de poetas. Y del aguila,
Vergi. lib. 11, Aeneid.: Vtque
uolans alte raptum cum fulua draconem /fert aquila. Y del oro en el lib. 7º: Tecti
auro fuluum mandunt sub dentibus aurum” (cf. Díaz Gito [2009],
p. 60, líneas 43-50). Por si no fuese suficiente el sintagma fuluum aurum (OV. met. 10, 646; 11,103 et
cetera), recordemos las ocasiones en que Ovidio califica la piel del
Vellocino con el adjetivo fuluus (OV.
am. 2, 11, 4, conspicuam fuluo
uellere uexit ouem; cf. et epist. 6, 13,… uellera fulua…).
[53] Cf. Avilés e Iturbide (1725), p. 1992. Esta
obra es el mayor compendio heráldico escrito hasta su época en español y fuente
de los principales tratados heráldicos posteriores.
[54] Cf. Marañón (1965), vol. II, p. 773.
[55] Cf. Díaz Gito (2009),
66-67, líneas 131-137.
[57] Cf. Mayáns
y Siscar (1734), p. XXXVIII.