http://doi.org/10.17398/1886-9440.11.1

 

 

Emiliano J. Buis

(Universidad de Buenos Aires - CONICET)

La defensa de las emociones: Gorgias y la producción retórica de páthe en el Encomio de Helena

The Defense of Emotions: Gorgias and the Rhetorical Production of Páthe in the Encomium to Helen

Abstract: On the basis of a comparison with the rhetorical presentation of pathe as means of persuasion in Aristotle’s Rhetoric, this paper intends to shed light on the importance of the construction of emotional effects in the Encomium of Helen. The purpose is to show the way in which Gorgias manages to resort to an efficient argumentative use of affections (and their manipulation) in the judicial arena even before the theoretical attempt by Aristotle.

Key Words: Gorgias, Helen, emotions, Aristotle, rhetoric, law.

Resumen: A partir de una comparación con la presentación retórica de los páthe como medios de persuasión en la Retórica de Aristóteles, este trabajo procura echar luz sobre la importancia de la construcción de efectos emotivos en el Encomio de Helena. El objetivo es mostrar de qué modo, antes del intento de teorización aristotélico, Gorgias ya consigue sentar bases para un uso argumentativo eficaz del rol de los afectos (y su manipulación) en el ámbito judicial.

Palabras Clave: Gorgias, Helena, emociones, Aristóteles, retórica, derecho.

Fecha de Recepción: 25 de abril de 2016.

Fecha de Aceptación: 11 de septiembre de 2016.

 

1. Introducción[1]

Si bien los debates sobre la responsabilidad de Helena en el desencadenamiento de la Guerra de Troya se han extendido a lo largo de toda la literatura griega clásica y encuentran numerosas fuentes de apoyo, el esfuerzo poético que Gorgias emprende en su Encomio, a fines del s. V a.C., resulta novedoso en tanto que instala una serie de argumentos sofísticos de corte judicial. Entre juego y ejercicio de alegato tribunalicio, el texto recurre a una serie de explicaciones, diferentes pero interdependientes, destinadas a exculpar a Helena.

El propósito de este trabajo es retomar el análisis de los dispositivos persuasivos del discurso encarando su estudio a partir del reconocimiento de sus alcances emotivos. Así, desde un interés centrado en las perspectivas teóricas recientes en torno de la importancia del elemento afectivo en el derecho, nos interesará aquí identificar las estrategias literarias que pone en juego la prosa gorgiana para producir verdaderos páthe en el auditorio. En suma, se intentará mostrar cómo –incluso antes de la teorización aristotélica del Libro II de la Retórica– la manipulación emotiva se presenta como un mecanismo conveniente y un instrumento eficaz para toda actuación en el ámbito jurídico.

 

1. ¿Helena responsable? De Homero a Gorgias

El debate en torno de la responsabilidad de Helena en el desencadenamiento de la Guerra de Troya ha sido frecuente a lo largo de la propia antigüedad, y no son pocos los textos que se han ocupado de consolidar una acusación en su contra o de absolverla.[2] Ya en Ilíada, por ejemplo, es célebre el pasaje del canto III en que Príamo atribuye la culpabilidad por los eventos a las divinidades y no a ella (vv. 161-165):

ς ρ φαν, Πρίαμος δ λένην καλέσσατο φων·

δερο πάροιθ λθοσα φίλον τέκος ζευ μεο,

φρα δ πρότερόν τε πόσιν πηούς τε φίλους τε·

ο τί μοι ατίη σσί, θεοί νύ μοι ατιοί εσιν

ο μοι φώρμησαν πόλεμον πολύδακρυν χαιν·[3]

Y as movierion contra m de los aqueos"ables, aquellos que os; no eres la culpable para míoí hablaron, pero Príamo llamó a Helena con esta voz: “Ven hacia aquí, querida hija, y siéntate delante de mí, para que puedas ver a tu anterior marido, sus parientes y amigos; no eres la culpable para mí, sino que los dioses son los culpables, aquellos que promovieron contra mí la luctuosa guerra de los aqueos.[4]

Fuentes posteriores, en cambio, se han encargado de alternar esta visión con una imagen menos favorable de la espartana. La propia Helena alegará, por ejemplo, en Odisea IV, vv. 146-147, haber sido culpable (τ μεο κυνώπιδος ενεκ χαιο / λθεθ π Τροίην..., “cuando por culpa mía, la de ojos de perra, llegaron ustedes los aqueos a Troya...”) y en la propia obra parece más bien atribuirse la causa a Afrodita y a Ate (vv. 261-263).[5] Este contrapunto entre atribución y exención de responsabilidad recorre los textos épicos de época arcaica, y si bien se ha intentado a menudo compatibilizarlos para crear una visión uniforme del rol de Helena, lo cierto es que deviene imposible encontrar en Homero criterios sólidos que permitan hallar una consistencia absoluta entre los distintos pasajes.[6]

Un reconocimiento de la aitía de Helena en la guerra, semejante al que parece primar en Odisea, se vislumbra también, por ejemplo, en el fr. 16 de Safo, en el que la poetisa —para referirse a Anactoria— introduce una comparación con la esposa de Menelao, quien abandonó a sus seres queridos por efecto de la seducción (vv. 6-11):

 

γρ πόλυ περσκέθοισα

κάλλος [νθ]ρώπων λένα. [τνδρα

τν [περ ρ]ιστον

καλλ[ίποι]σ, βα ς Τροΐαν πλέοι[σα

κωδ[ πα]δος οδ φίλων το[κ]ήων

πά[μπαν] μνάσθ<η>, λλ παράγαγ αταν...[7]

Pues la que superaba con mucho a los hombres en belleza –Helena– habiendo dejado a su esposo (el mejor de todos) viajó a Troya navegando. Y de ninguna manera se acordó de su hija, ni de sus padres. Sino que la sedujo…[8]

El Encomio de Helena se construye, pues, sobre esta tradición literaria.[9] Sin embargo, en la medida en que se trata de un texto retórico de alabanza (epidíctico) signado por una fuerte impronta forense,[10] en su texto Gorgias ensaya interesantes estrategias argumentativas propias del discurso de defensa judicial.

 

2. Las emociones y su función retórica

La clave exegética que proponemos desarrollar aquí se vincula con la dimensión afectiva, que resulta esencial en la construcción discursiva de la rhêsis gorgiana. Partimos de la base de que, desde un punto de vista teórico, se concibe una “emoción” como una interacción de complejos diferenciados entre sistemas biológicos, físicos y socio-culturales.[11] Las emociones, por tanto, resultan expresiones socialmente significativas, que dependen de costumbres, usos e instituciones comunes[12] y que —en tanto tales— no es posible identificarlas en un listado único o en un número preestablecido a pesar de los variados intentos históricos por categorizarlas.[13]

La definición propuesta, de claro sesgo instrumental para nuestro análisis, deja en claro que las emociones no son elementos naturales, sino que se trata de constructos aprendidos y reforzados mediante interacciones sociales.[14] Siguiendo así algunas líneas teóricas, podría decirse que habría, en rigor de verdad, dos sistemas interdependientes y necesarios de las emociones en la experiencia humana: uno primero, más intuitivo, automático, preconsciente e irreflexivo, y uno segundo, más lento, reflexivo y gobernado por reglas.[15] En esta doble dimensión, pues, los sentimientos transmiten información sobre la gente y los procesos inconscientes que luego se tornan conscientes y afectan a sus creencias y sus percepciones.[16]

Si, entonces, toda racionalidad presupone a fin de cuentas un sustento emotivo inicial,[17] las pasiones constituyen requisitos imprescindibles para comprender el comportamiento o la conducta de los sujetos involucrados y, por lo tanto, para explicar el surgimiento de las reglas que condicionan sus acciones.[18] Es por ello que en todo sistema jurídico la dimensión afectiva deviene fundamental. Es claro a partir de estas líneas que el derecho, pues, alberga emociones;[19] a partir de los trabajos publicados recientemente en torno de la importancia de este nuevo campo de estudio,[20] es posible por ejemplo examinar los modos en que judicialmente se construye el elemento emotivo como dispositivo de persuasión del auditorio.

En el contexto griego antiguo —en que el también ha anclado el affective turn como eje de interpretación—[21] no ha de llamar la atención que encontremos en los tribunales atenienses apelaciones concretas al factor emotivo, dado que muchas veces la recurrencia a circunstancias extra-legales podían influenciar el juicio de los dikastaí,[22] quienes no necesitaban justificar su voto y actuaban entonces muchas veces movidos por la persuasión del hablante. Baste recordar las palabras del orador Dinarco que, quejándose del modo en que funcionaban las cortes populares a diferencia del Aréopago, sostenía que el jurado solía conceder más importancia a la simpatía que a la justicia (τ σ γνώμ πλέον τ δικαί πονέμοντες, 1.55).[23]

A tal punto debía ser esto así que, para el s. IV a.C., Aristóteles desarrolló una verdadera teorización del páthos como pieza central de la construcción discursiva de los alegatos forenses. Según el filósofo, las pruebas fundamentales suministradas mediante el discurso (πίστεις ντεχνοι) o modos de persuasión, sin las cuales no es posible construir un argumento, incluyen el carácter del que habla (θος), la creación de cierta predisposición en el oyente (πάθος) y la construcción del razonamiento de lo que quiere demostrarse (Rhet. 1356a):

τν δ δι το λόγου ποριζομένων πίστεων τρία εδη στιν˙ α μν γάρ εσιν ν τ θει το λέγοντος, α δ ν τ τν κροατν διαθεναί πως, α δ ν ατ τ λόγ δι το δεικνύναι φαίνεσθαι δεικνύναι.[24]

De las pruebas suministradas por el discurso hay tres tipos: pues unas están en el carácter de quien habla, otras en el hecho de disponer de alguna manera al oyente y otras en el propio discurso, por el hecho de demostrar o parecer demostrar.

Como veremos, entre las pruebas que consisten en orientar al público hacia un determinado estado de ánimo cumplen una función central las emociones. Es nuestro propósito aquí tomar el ejemplo del Encomio de Helena para mostrar que, sin lugar a dudas, en este rol afectivo de la argumentación parece ya haber sido pionera la labor compositiva del sofista Gorgias.

 

3. La eficacia de la apelación afectiva en el Encomio de Helena

El texto del Encomio, de fecha incierta pero claramente datado a fines del s. V a.C.,[25] se estructura en torno de un razonamiento en el que Gorgias argumenta que Helena pudo haber actuado como actuó a causa de cuatro eventuales motivaciones: la fortuna (τύχη), la violencia (βία), la palabra (λόγος) o el amor (ρως). En todos los casos —y he aquí la lógica subyacente que estructura el razonamiento— se demuestra que hay en juego una fuerza mayor que le quita a Helena la responsabilidad sobre sus actos. No llaman la atención sus argumentos, mayormente de extracción homérica, pero sí su formulación argumentativa de tenor jurídico.[26] En todos los casos puede concluirse que, dado que fue algo lo que hizo que Helena actuara, ella no debe ser considerada responsable dado que la acción realmente correspondió sea a un dios, a Paris, al discurso o bien a la pasión erótica.[27] En esta identificación de la agencia, a fines del pasaje VII de la obra Gorgias recurre a la fijación de una antítesis que opone a Helena y a Paris, entendiendo a la primera como víctima pasiva y al segundo como agresor activo:[28]

δ βιασθεσα κα τς πατρδος στερηθεσα κα των φλων ρφανισθεσα πς οκ ν εκτως λεηθεη μλλον κακολογηθεη; μν γρ δρασε δειν, δ παθε· δκαιον ον τν μν οκτραι, τν δ μισσαι.[29]

Pero la que fue violentada, apartada de su patria y privada de sus amigos, ¿cómo no es verosímil que sea compadecida más que difamada? Pues él [Paris] hizo cosas terribles y ella las padeció; es justo pues compadecerla a ella y odiarlo a él.

La acción del troyano es contrapuesta por la pasión de la esposa de Menelao y es en este contrapunto que cobra importancia el plano de los afectos. Gorgias propone compadecerse de Helena (λεηθεη, οκτραι) mientras que Paris debe ser detestado (μισσαι). Esta línea de reflexión, sustentada en el juego entre compasión y odio, se continúa en el pasaje siguiente (VIII), en el que se personifica el lógos para convertirlo en un generador de sentimientos mediante los que se rescata a Helena:

ε δ λγος πεσας κα τν ψυχν πατσας, οδ πρς τοτο χαλεπν πολογσασθαι κα τν αταν πολσασθαι δε. λγος δυνστης μγας στν, ς σμικροττωι σματι κα φανεσττωι θειτατα ργα ποτελε· δναται γρ κα φβον πασαι κα λπην φελεν κα χαρν νεργσασθαι κα λεον παυξσαι. τατα δ ς οτως χει δεξω·

Pero si fue el discurso el que persuadió y engañó al alma, no es difícil defenderla de esto y liberarla de la acusación así: el discurso es un gran soberano, que con el cuerpo más pequeño e imperceptible realiza las acciones más divinas: pues puede no sólo detener el temor sino también quitar la tristeza, producir alegría e intensificar la compasión. Mostraré cómo son estas cosas.

Si el lógos persuade, como si fuese un dios, es porque está en condiciones de motivar los afectos de quienes lo escuchan.[30] El vocabulario del pasaje, cabe señalar, incluye una serie de términos que veremos reflejada en el análisis aristotélico de las emociones. Así, el temor (φβος, Rhet. II, 5) y la compasión (λεος, Rhet. II, 8), como también el dolor (λπη) o la alegría (χαρά),[31] encuentran un eco en el texto de la Retórica.[32]

En efecto, para comprender de manera cabal el dispositivo discursivo gorgiano corresponde recuperar a Aristóteles. La teoría aristotélica —al menos como está planteada en Retórica— deviene útil en términos comparativos, en tanto podría muy bien reconocerse en los pasajes señalados de Gorgias una suerte de precuela, casi como un ejercicio práctico avant la lettre que ya ilustraba de modo muy práctico los efectos de la producción retórica de emociones.

Es preciso traer aquí a colación que Aristóteles define los páthe en un brevísimo pasaje de Retórica (2.1, 1378a20-23), en el que brinda ejemplos que se asemejan a lo que hoy concebimos como emociones y a lo que Gorgias incluye como dimensiones de impacto del lógos:[33]

στι δ τ πάθη δι σα μεταβάλλοντες διαφέρουσι πρς τς κρίσεις ος πεται λύπη κα δονή, οον ργ λεος φόβος κα σα λλα τοιατα, κα τ τούτοις ναντία.

Son las emociones aquello por lo que los hombres cambian y difieren en cuanto a sus juicios y a los cuales siguen pena y placer tales como la ira, la compasión, el temor, y otras cosas semejantes y sus opuestas.

 

Según esta conceptualización, las emociones requieren generar percepciones posteriores –que Aristóteles concibe como percepciones (ασθήσεις), tales como la pena o el placer.[34] Se trata de un concepto útil para el objetivo final del texto que consiste en definitiva en presentar los páthe como material susceptible de ser controlado por decisiones del orador. El comienzo del Libro II muestra pues que la retórica es capaz de condicionar el juicio del oyente precisamente a través de esos páthe (Rhet. 1377b20-1378a3):

πε δ νεκα κρίσεώς στιν ητορική (…) νάγκη μ μόνον πρς τν λόγον ρν, πως ποδεικτικς σται κα πιστός, λλ κα ατν ποιόν τινα κα τν κριτν κατασκευάζειν˙ (…) ο γρ τατ φαίνεται φιλοσι κα μισοσιν, οδ ργιζομένοις κα πράως χουσιν, λλ τ παράπαν τερα κατ μέγεθος τερα˙

Y puesto que la retórica tiene por objeto un juicio (…) es necesario así atender al discurso, no solo a que sea demostrativo y digno de crédito, sino también a cómo debe presentarse uno mismo y a cómo disponer al que juzga (…) Pues las cosas no se presentan iguales para los que sienten amor que para los que odian, ni para el que está encolerizado que para el que tiene calma, sino que o son diferentes en su totalidad o bien diferentes en magnitud.

Dado que son necesarias para disponer al auditorio de manera adecuada a fin de que forme un juicio de valor, las emociones son incluidas en Aristóteles como uno de los tres medios de persuasión retóricos o pruebas (písteis) que debe manejar todo orador, en tanto habilitan un manejo consciente por parte de quien pretende obtener un efecto determinado en quienes escuchen y deban decidir a favor de cierto argumento.[35]

Cabe tener en cuenta aquí que, precisamente, para Aristóteles el examen de las emociones constituye una operación de tipo cognitivo, en tanto aquellas dependen en cierta medida de un constructo racional. Como ha sostenido Fortenbaugh (1975) en su agudo libro pionero sobre el tema, el análisis proporcionado en Retórica deja en claro que las emociones (aunque no racionales)[36] dependen del pensamiento, y por lo tanto de ello se desprende que resulte posible para un orador o un poeta motivar de forma racional una apelación “razonable” destinada a engendrar huellas emotivas.[37]

Así, volviendo a Gorgias, podemos decir que, en una línea semejante a la conceptualización aristotélica de la “generación” intencionada de páthe, lo que interesa en el Encomio es que, en todos los casos, los afectos son producidos por el discurso, en tanto aparece una serie de verbos transitivos (representados en los infinitivos πασαι, φελεν, νεργσασθαι y παυξσαι) que tienen por objeto estas secuelas subjetivas.

El Encomio se ocupa de identificar distintos tipos de discursos: la poesía, el encantamiento, las palabras de astrólogos y los intercambios filosóficos.[38] Los dos primeros parecen funcionar de modo semejante, ingresando en el alma para producir en ella consecuencias.[39] Así como Helena puede haber sido afectada en sus emociones por efecto del discurso, en el pasaje siguiente el texto de Gorgias atribuirá esas mismas consecuencias a su propio lógos literario —asemejado a la poíesis—,[40] que también entonces puede ser visto como un soberano ínfimo con un inmenso poder de convencimiento (IX):

 

δε δ κα δξηι δεξαι τος κοουσι· τν ποησιν πασαν κα νομζω κα νομζω λγον χοντα μτρον· ς τος κοοντας εσλθε κα φρκη περφοβος κα λεος πολδακρυς κα πθος φιλοπενθς, π' λλοτρων τε πραγμτων κα σωμτων ετυχαις κα δυσπραγαις διν τι πθημα δι τν λγων παθεν ψυχ.

Y es necesario mostrarlo con una opinión a quienes escuchan: considero y defino a toda la poesía como un discurso que tiene metro. A quienes la escuchan los invade un temor que estremece, una compasión que produce muchas lágrimas y un deseo que ama el dolor, y ante fortunas y desgracias de acciones y cuerpos de otros el alma padece, a causa de los discursos, un padecimiento propio.

En efecto, la poesía —y por lo tanto el lógos[41] tiene el poder de generar miedo o conmiseración, deseo y sufrimiento; esa mezcla de emociones y percepciones se identifica en la presencia de sustantivos acompañados de adjetivos compuestos que los califican a partir de afectos diferenciados, como la compasión que genera llanto (λεος πολ-δακρυς) o el anhelo cercano a la pena (πθος φιλοενθς). Si el discurso lleva al alma a experimentar sentimientos que le son inherentes (como surge de modo enfático en el verbo παθεν con su acusativo interno, πθημα),[42] es porque se asimila al canto que encanta y que, con ello, genera sensaciones placenteras (X):

α γρ νθεοι δι λγων πωιδα παγωγο δονς, παγωγο λπης γνονται· συγγινομνη γρ τι δξηι τς ψυχς δναμις τς πωιδς θελξε κα πεισε κα μετστησεν ατν γοητεαι. γοητεας δ κα μαγεας δισσα τχναι ερηνται, α εσι ψυχς μαρτματα κα δξης πατματα.

Pues los cantos inspirados por los discursos son portadores del placer y apartadores del dolor; pues el poder del canto, cuando se encuentra con la opinión del alma, la hechiza, la persuade y la transforma por un encantamiento. Del encantamiento y de la magia, dos artes han sido inventadas que son errores del alma y engaños de la opinión.

 

Este hechizo que consiguen las palabras es asimilable, en definitiva, a una droga, a un φάρμακον, pues consigue captar al otro, engañarlo, someterlo para conseguir los fines que quien actúa reclama respecto de quien lo sufre o padece (XIV):

τν ατν δ λγον χει τε το λγου δναμις πρς τν τς ψυχς τξιν τε τν φαρμκων τξις πρς τν τν σωμτων φσιν. σπερ γρ τν φαρμκων λλους λλα χυμος κ το σματος ξγει, κα τ μν νσου τ δ βου παει, οτω κα τν λγων ο μν λπησαν, ο δ τερψαν, ο δ φβησαν, ο δ ες θρσος κατστησαν τος κοοντας, ο δ πειθο τινι κακι τν ψυχν φαρμκευσαν κα ξεγοτευσαν.

Pues el poder del discurso respecto de la disposición del alma tiene el mismo discurso que la disposición de las drogas respecto de la naturaleza del cuerpo. Pues así como diferentes drogas expulsan diferentes humores del cuerpo y en algunos casos detienen la enfermedad y en otros la vida, así también entre los discursos unos provocan dolor, otros producen placer, otros atemorizan, otros impulsan a los oyentes al coraje, otros drogan y encantan el alma con cierta persuasión mala.

Los efectos de los φάρμακα, así como los de las palabras, pueden ser positivos o negativos, y ello dependerá de quien los manipula. Dolor, placer, temor o coraje son posibles resultados de esa inoculación poética. Gorgias muestra bien que, así como Helena ha sido llevada por esa inspiración subjetiva, quien escuche sus palabras —los jueces del discurso— habrán de ser conducidos hacia un estado de ánimo que traduzca la necesidad de su absolución.[43]

 

Conclusión

La emoción parece ser una característica que signa al personaje de Helena desde su primera aparición física en el relato de la Ilíada. Cuando Iris la va a buscar a las murallas en el Canto III para que presencie el enfrentamiento, la encuentra componiendo una tela doble de púrpura, en la que entretejía los trabajos que los troyanos y los aqueos habían sufrido (πασχον) por ella bajo los golpes de Ares (vv. 121-129).[44]

Pero así como Helena sufre y percibe los dolores que ocasiona la guerra, también los vuelca artísticamente en su telar e incluso contribuye a superarlos. Recordemos que, en el comienzo del Canto IV de la Odisea, ella consigue producir entre los espartanos y los compañeros de Telémaco un efecto de placer capaz de superar la pesadumbre. Allí, dado que los hombres se hallan entristecidos por el relato de Menelao acerca de los muertos en Troya, ella decide verter una droga (φάρμακον, v. 220) al vino capaz de disipar el dolor y la cólera (νηπενθές τ' χολόν τε, v. 221) y hacer olvidar los males (κακν πίληθον πάντων, v. 221), con lo cual consigue finalmente deleitar con palabras a los oyentes: μύθοις τέρπεσθε (v. 239). La relación en el pasaje entre el relato y la droga —nexo metafórico ya advertido desde la antigüedad—[45] lleva a pensar en el rol intoxicante de la poesía y sus efectos emotivos como antídoto del sufrimiento.[46]

La imaginería pregnante que repercute en el pasaje adquiere una nueva riqueza de sentido si con ella se ilustra la propuesta gorgiana. El ejemplo odiseico deja entrever a contrario sensu que, cuando ya no esté presente Helena para provocar páthe mediante sus pócimas engañosas, su simple mención podrá servir para conseguir esos fines persuasivos y manipular a los otros. Mucho antes de la reflexión aristotélica en torno del valor de las emociones como medios de prueba, quizás el juego (παίγνιον, ΧΧΙ) de Gorgias —la ficcionalización de una defensa judicial— consistió en dar a entender que, si se lo pretende, la propia palabra (como fuerza arrasadora) puede llevar consigo un impacto inherente de emoción, muy apropiado para los alegatos forenses, que incluso supera el poder físico.[47]

El testimonio del Encomio, como μθος verosímil destinado a producir deleite,[48] enseña que los lógoi que convencen producen un estado empático en quienes los reciben. La moraleja gorgiana es, entonces, clara: con el tiempo (y con la creación de la retórica) Helena, la más hermosa de todas, la que producía sentimientos con su presencia, con sus palabras y con sus phármaka, seguirá conmoviendo a los jueces. Nos seguirá afectando a nosotros —como se desprende de Cassin—[49] ya no como cuerpo bello sino como palabra efectiva.[50]

 

 

Emiliano J. Buis

CONICET

Universidad de Buenos Aires

ebuis@derecho.uba.ar

 


 

 

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[1] Este trabajo forma parte de las actividades llevadas a cabo en el marco de los proyectos de investigación UBACyT (20020120200051) Normatividad y nómoi domésticos: regulaciones, legitimaciones, (des)órdenes e infracciones literarias de los patrones familiares y prácticas del parentesco en la Grecia Antigua” (2013-2015, en formación, tipo B) —que dirigí en el Instituto de Filología Clásica (FFyL-UBA), aprobado y financiado por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires (UBA)— y DECyT (DCT1407) “Las pasiones del derecho internacional: estructuras emotivas y sentimientos estatales en la historia del ius gentium (2014-2016), a mi cargo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Una versión menos desarrollada del presente trabajo fue leída en las Segundas Jornadas Internacionales de Ficcionalización y Narración en la Antigüedad, el Tardoantiguo y el Medioevo “Un milenio de contar historias”, que tuvo lugar en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires los días 25 al 27 de noviembre de 2015.

[2] La complejidad del personaje de Helena torna su análisis una empresa de largo aliento. Cabe reconocer que, en su caracterización y en la valoración de sus acciones (incluyendo la infidelidad y el adulterio), en mucho ha influido una imagen histórica sobre la mujer forjada en la antigüedad griega (y más allá) desde perspectivas masculinas; cf. Bettini & Brillante (2008: 63). Sobre la construcción histórico-literaria de Helena como personaje, puede consultarse el libro de Hughes (2006).

[3] El texto griego procede de la edición de Monro & Allen (1920). La traducción, aquí y en el resto de las citas del trabajo, nos pertenece.

[4] Este testimonio se condice con el pasaje de Il. VI, vv. 344-358, en que Helena dirá que los dioses causan los males y que Zeus les dio a ella y a Paris mala suerte.

[5] A ello debe sumarse Od. XXIII, vv. 218 ss. en que Penélope dice que la acción deshonrosa de Helena se debió a la acción de Ate; sobre estas lecturas cf. Bieda (2008), quien además comparará el texto de Gorgias que aquí estudiaremos con el corpus trágico de Eurípides. El texto griego de Odisea es el de von der Muehll (1945).

[6] Como ya indicaba Groten (1968: 39), “Homer, we must remember, is primarily a story teller, and since the issue of Helen's personal responsibility is not central to his plot, he clearly leaves the matter in doubt, while not hesitating to reveal the results of her conduct. Whatever may be the verdict about her complicity, few will doubt her intrinsic integrity and worth”.

[7] La edición corresponde a Voigt (1971); hemos sin embargo omitido las indicaciones de las letras de lectura dudosa en el manuscrito.

[8] Pfeijffer, I. L. (2000: 4) analiza este poema y concluye que el exemplum sáfico de Helena es interesante en la medida en que se trata de una mujer que, al tomar la decisión de seguir a Paris, “becomes an example of someone giving a higher priority to the object of her love than to possible belligerent effects of her preference”.

[9] Tradición en la que dejaremos de lado, por ejemplo, los testimonios según los cuales Helena no pudo ser responsable porque de hecho nunca viajó a Troya, sino que fue una imagen suya la que terminó llegando a Asia. Esta versión es atribuida a la Palinodia del poeta lírico Estesícoro en el s. VI a.C., citada por Platón en Fedro 243a-b en estos términos: “No es verdadero ese decir; / ni embarcaste en las naves de firme cubierta, / ni llegaste a la fortaleza de Troya” (οκ στ τυμος λόγος οτος, / οδ βας ν νηυσν εσέλμοις, / οδ κεο Πέργαμα Τροίας; Estesícoro, fr. 23, Bergk). Cf. República 9.586c; Isócrates 10.64.

[10] Wardy (2005) ha relevado esta imprecisión genérica, que coloca a Gorgias en un punto intersticial entre la defensa y la alabanza. Al respecto, cf. Mazzara (1999: 182-188).

[11] McDermott (2004: 692). Si bien es posible trazar diferentes entre la noción de “emoción” y conceptos como “afecto” o “sentimiento”, a los efectos de este trabajo introductorio los postulamos como sinónimos.

[12] Fattah & Fierke (2009: 70).

[13] Crawford (2000: 123-124).

[14] Cf. Bandura (1973). Lutz (1988: 5), en este sentido, aclara: “Once de-essentialized, emotion can be viewed as a cultural and interpersonal process of naming, justifying, and persuading by people in relationship to each other. Emotional meaning is then a social rather than an individual achievement –an emergent product of life”.

[15] Khaneman (2011: 211).

[16] Clore (1992: 133-163).

[17] “L’émotion ne s’oppose pas frontalement à la rationalité mais tisse des liens étroits avec elle” (Flückiger, 2009: 77). Esta afirmación se basa en los estudios neuropsicológicos recientes que han determinado cómo, en su complejidad, la emoción y la cognición poseen en realidad contenidos complementarios y no opuestos.

[18] Es la tesis del texto de Frijda (1986).

[19] Maroney (2006: 120). El texto ofrece una interesante aproximación a este campo de análisis desde sus bases teóricas.

[20] Bandes (1999); Bandes & Blumenthal (2012: 161-181); Lange (2002: 197-225).

[21] A partir del libro señero de Konstan (2006a) —focalizado en las emociones aristotélicas pero en relación con el resto de los testimonios literarios de la Atenas clásica—, pueden citarse las destacadas contribuciones de los volúmenes colectivos de Munteanu (2011), Chaniotis (2012) y Chaniotis & Ducrey (2013).

[22] Cronin (1939: 473).

[23] El texto griego corresponde a la edición de Burtt (1962).

[24] El texto griego corresponde a la edición de Ross (1959).

[25] Sobre los debates en torno del momento de su composición, cf. Orsini (1956: 82-88).

[26] Acerca del profundo conocimiento de derecho que puede observarse en los textos gorgianos, cf. Giombini (2015: 65-77).

[27] Gagarin (1999: 72). Se ha sostenido que en Gorgias ya aparece un vocabulario muy claro vinculado con la responsabilidad jurídica; cf. Ioli (2013: 232).

[28] Puede leerse esta oposición entre actividad/pasividad, claramente, en términos de género. Sobre una interpretación de la obra gorgiana a partir de la oposición masculino/femenino, cf. Crockett (1994: 71-90).

[29] La edición del texto gorgiano (fr. 11) corresponde a Diels & Kranz (1952).

[30] Al respecto, véase Casertano (1982: 7-8) y (1986: 211-220).

[31] Aristóteles mencionará el placer (δον) —y no la alegría— como una de estas sensaciones capaces de involucrar una suerte de proceso físico-corporal.

[32] Los otros páthe descriptos allí serán la cólera (ργ II, 2), la calma (πρᾳότης II, 3), el amor (φιλα, II, 4), el coraje (θρσος II, 5), la vergüenza (ασχνη II, 6), la gratitud (χρις II, 7), la indignación (νμεσις II, 9), la envidia (φθνος II, 10) y la emulación (ζλος II, 11).

[33] … the range of πάθη that Aristotle treats in Book II of the Rhetoric seems, again, like a reasonable approximation to the spectrum of sentiments that we would identify as emotions” (Konstan, 2006b: 140).

[34] En Gorgias esta diferenciación aristotélica entre páthe y aisthéseis no parece plantearse, en la medida en que para el sofista el temor (φόβος) o el dolor (λύπη) están en un mismo plano sintáctico, y por lo tanto conceptual.

[35] “Aristóteles encuentra que las pasiones del oyente pueden disponerse con palabras discursivas, pues hay una conexión entre las pasiones, la palabra, la persuasión y, por lo tanto, el juicio” (Cárdenas Mejía, 2015: 54). Acerca de πάθος como término que —como el θος (en esencial no emocional)— designa medios de persuasión (πίστεις) y a la vez el material utilizado en dichas pruebas, ver Wisse (1989: 4). Al respecto, puede consultarse también Conley (1982: 300-315).

[36] En tiempos muy recientes, Dow (2015) ha sostenido que para Aristóteles despertar pasiones en los otros implica brindarles un fundamento de convencimiento, ya que el manejo persuasivo es una experticia que se funda en el ofrecimiento de pruebas (písteis); de allí su impronta racional. Recordemos que Aristóteles propone una especie de psicología bipartita, en tanto para él los seres humanos poseen todos una parte racional y otra que no lo es; si los animales sólo presentan la parte irracional, los hombres en cambio se caracterizan por desarrollar una arista ética y política que está ausente en otras criaturas vivientes. En la medida en que las emociones deben estar sometidas a la razón, es posible entonces producir una educación de carácter afectivo destinado a producir hombres comprometidos ética y políticamente; cf. Bégorre-Bret (2009: 35).

[37] Se ha discutido si, con esta conceptualización, Aristóteles elabora una verdadera teoría de las emociones, como sostenía Fortenbaugh (1975) o sólo se limita a ofrecer un panorama del valor de la producción de emociones en contextos retóricos muy limitados, sin pretender ofrecer una visión comprehensiva del fenómeno, como sugieren más bien autores como Striker (1996: 286-287) o Cooper (1999: 406-407). En parte, estos últimos textos se ocupan de mostrar ciertas contradicciones internas, como el pasaje de Rhet. 1.1 en que se rechaza, precisamente, el rol que puede tener la retórica en la producción de emociones. Esta aparente inconsistencia ha sido estudiada, desde varios posicionamientos, por Dow (2007).

[38] Cf. Valiavitcharska (2006: 150-152).

[39] Spatharas (2001: 403).

[40] “…Gorgias’ principal argument to prove the power of logos is its likeness to poetry. Gorgias makes a formal analogy between logos and poetry, then he describes the way in which those who listen to poetry come under its spell” (Shaffer, 1998: 252). Así, la obra gorgiana produce los mismos impactos emotivos que la poesía; cf. de Romilly (1973: 161-162).

[41] Señala Spangenberg (2010: 83): “En el contexto de la tradición poética esta referencia cobra una particular importancia. Supone adscribirle a la poesía y a la prosa una raíz común, el lógos. La estrategia de Gorgias consistiría, a mi entender, en desdibujar la especificidad de la poesía para conferirle al discurso en su integridad la característica fundamental que a ella le pertenece: su carácter performativo”.

[42] Acerca de esta insistencia en el verbo πάσχω, cf. Davolio & Marcos (2011: 57-58).

[43] Ese es, precisamente, el “pouvoir de la poésie” que reconoce de Romilly (1973: 155-162).

[44] Por lo demás, tras las palabras de Iris disfrazada de su cuñada Laódice, Helena se retirará en lágrimas (v. 142).

[45] Por ejemplo en Plutarco (Quaestiones Conviviales 1.1.4, 614c) o Macrobio (Saturnalia 7.1.18).

[46] Las palabras de la propia Helena (Od. IV, vv. 235-254) llevan a interpretarla como una poetisa del kléos de Odiseo; cf. la lectura que del pasaje realiza Bergren (1981: 201-214).

[47] La persuasión discursiva, en este sentido, es placer estético; cf. Segal (1962: 122).

[48] Aquí también la relación con Odisea es pertinente. En los pasajes del canto IV ya citados, Helena alegaba que su discurso serviría para deleitar en su verosimilitud (vv. 238-239): “ τοι νν δαίνυσθε καθήμενοι ν μεγάροισι / κα μύθοις τέρπεσθε: οικότα γρ καταλέξω.” (“Y ahora por cierto celebren ustedes, sentados en el palacio, y disfruten de los relatos, pues yo contaré cosas verosímiles”). Mediante el mismo término, el propio Gorgias habla de la verosimilitud (eikós) de su planteo en V; acerca del sentido de la noción en el pensamiento del sofista, quien pretende presentar sus palabras como más aceptables y creíbles que otros discursos, ver Chialva, I., M. M. Bonacossa, M. N. Cassis & M. L. Omar (2013: 85-86).

[49] Hélène est double parce qu’elle est à la fois Hélène et « Hélène » ; son aventure est celle du langage, c’est-à-dire celle du moment où le mot est plus chose que la chose. Hélène est « Hélène », Hélène est un effet de dire, parce qu’Hélène est le nom du dire comme efficace” (Cassin, 1995: 75).

[50] Agradezco los comentarios de los evaluadores anónimos, que con sus recomendaciones han llevado a mejorar algunos aspectos de este artículo.