http://doi.org/10.17398/1886-9440.11.19
Miguel Ángel Rodríguez Horrillo
(Universidad de Zaragoza)
Dionisio de
Halicarnaso y la atidografía: Antigüedades romanas 1.8.3
Dionysius of Halicarnassus and the atthidography: Roman Antiquities 1.8.3
Abstract: Dionysius of Halicarnassus’ testimony
has been the main evidence to approach the style of the atthidography.
However, it has been understood without considering its cultural and literary
context. This paper proposes a reinterpretation taking into account
Dionysius’ literary tastes, and it also explores the context of the revival of
the Antiquarian literature at the end of the Roman Republic.
Key
Words: Atthidography, Dionysius of Halicarnassus, Classicism.
Resumen: El testimonio sobre el estilo de la atidografía ofrecido por Dionisio de Halicarnaso ha sido
tomado como prueba fundamental para analizar el estilo de la atidografía. Sin embargo, ha sido interpretado privado de
su contexto, tanto cultural como retórico. Se propone una reinterpretación del
mismo atendiendo al universo literario del autor y en el marco del interés por
las obras de carácter anticuario de finales de la República.
Palabras Clave: Atidografía, Dionisio de Halicarnaso, Clasicismo.
Fecha de Recepción: 21 de abril de 2016.
Fecha de Aceptación: 13 de junio
de 2016.
1. La atidografía y
la historiografía antigua[1]
Hablar de historiografía griega sin
mencionar la obra de Felix Jacoby
es imposible: sus aportaciones no solo son muy numerosas, sino que la
concepción que el maestro alemán tenía de la historiografía es algo que
determina en gran medida nuestra interpretación del género. Su edición de los
fragmentos es una poderosa herramienta que, gracias a los criterios de
ordenación que la respaldan, da forma a una interpretación total de la
historiografía griega todavía hoy no superada.
Si hay
un campo o subgénero en el que se hace patente de manera clara esa poderosa
intervención del sabio de Kiel, es el de la atidografía. La interpretación global de los fragmentos de
los historiadores locales del Ática llevó a Jacoby a
realizar un prodigioso ejercicio intelectual con la finalidad de neutralizar la
que en aquel momento era la interpretación canónica de estos autores, la
llevada a cabo por su maestro Wilamowitz.[2]
Conocemos
bien la génesis de los tres volúmenes que dedicó Jacoby
a estos autores, en lo que fue un ejercicio que ha llegado a ser calificado
como de “obsesión”.[3] Las
razones que llevaron al editor a redactar cerca de mil doscientas páginas para
comentar y desentrañar unos textos que ocupan poco menos de ciento cincuenta no
responden simplemente a un intento por desautorizar al maestro Wilamowitz, sino a algo mucho más complejo.
La
aparición de la Constitución de Atenas
de Aristóteles supuso una pequeña revolución en los estudios sobre la historia
de Atenas.[4] En este
caso, como en otros muchos, Wilamowitz acudió
rápidamente a analizar el nuevo texto aristotélico, consagrando treinta páginas
en su estudio a la tradición atidográfica.[5] En
ellas, en el estilo propio de Wilamowitz –que combina
en ocasiones cierto dogmatismo con erudición y genialidad- se sancionaban dos
ideas fundamentales en el acercamiento a los historiadores locales de Atenas.
Por una parte, su vinculación con la tradición ancestral ateniense,[6]
y
por otra, su dependencia de una crónica de la ciudad de Atenas puesta por
escrito en torno al año 380 a. C.,[7] un
ignoto del que no hay constancia alguna, sugerencia que hoy está muy alejada de
los usos de la filología, pero que no era tan osada en aquellos tiempos.
De esta
manera, la atidografía iba a estar rodeada
principalmente por dos consideraciones polémicas, pero, con todo, eso no iba a ser
el mayor problema para la interpretación de estas obras por parte de Jacoby. El modelo jacobiano de nacimiento y evolución de la
historiografía fue expuesto en un artículo todavía fundamental publicado en
1909. En este, se sancionaba una imagen del género historiográfico que, a pesar
de ligeras variaciones,[8]
permaneció estable en sus aspectos fundamentales, y que dibujaba un modelo muy
particular de comprensión del género que era heredero de muchos de los
planteamientos que habían caracterizado el acercamiento a la historiografía a
lo largo del siglo diecinueve e incluso dieciocho.
Para Jacoby, el nacimiento de la historiografía estaba vinculado
a una perspectiva científica y panhelénica que cristalizó en obras como las de
Heródoto y Tucídides, con una marcada independencia de cualquier tradición
histórica local o de recuerdo del pasado.[9]
La
historiografía era, por tanto, algo ajeno al mundo del recuerdo local,
seguramente dada la ligazón de esta forma de entender el pasado con los
aspectos puramente míticos.[10]
La
teoría de Jacoby suponía una reacción frente al
universo de recuerdo del pasado en el marco de la ciudad, desplazando el
nacimiento de la historiografía local a una época relativamente tardía,[11] algo
realmente contradictorio si tenemos presente la importancia de la πόλις en la
evolución de la cultura griega en este periodo.[12]
Obviamente,
con esta teoría entraba en seria colisión la propuesta de Wilamowitz
de crear un precedente para la atidografía en la
crónica anónima del 380 que, a pesar de la fecha, no hemos de olvidar que
suponía la síntesis de materiales mucho más antiguos.[13] La
posibilidad de que el planteamiento de Wilamowitz sea
acertado es algo que hace que la totalidad de la interpretación jacobiana del
género historiográfico pueda desplomarse como un castillo de naipes, dado que
crearía una historiografía local de gran antigüedad que sería anterior a la
historiografía panhelénica, una idea que Jacoby
rechazaba frontalmente. Este seguramente sea el motivo de la obsesión que
centró los esfuerzos del editor de los fragmentos durante largo tiempo, y que
dio lugar a un soberbio ejercicio filológico como es el estudio preliminar a
los atidógrafos. Como gran argumento, seguramente el
único que todavía no ha causado reparo alguno en los estudiosos, Jacoby sugirió la falta de datos cronológicos concretos por
parte de Heródoto en lo que a la tradición ateniense se refiere, una evidencia
que apuntaría a la inexistencia de una narración histórica con un marco
cronológico bien definido para Atenas en época clásica, dado que, de haber
existido, Heródoto la habría utilizado.[14] El
resto de argumentos, los referidos a la caracterización del subgénero, no han
gozado de tanta estabilidad, tal y como iremos viendo.
En
definitiva, son estos precedentes los que han generado la situación en la que
los atidógrafos se encuentran hoy, rodeados de no
pocos apriorismos y polémicas, fruto precisamente de ese duelo de titanes que
afecta en cierta medida a la definición misma de lo que entendemos por
historiografía.
Por
ello, nuestro objetivo, modesto en sí, es abordar algunos aspectos de esa
definición moderna, revisando el testimonio de Dionisio de Halicarnaso como
punto de partida, principalmente porque este testimonio fue tratado de manera
secundaria por Jacoby,[15]
y
hasta hace poco ha sido abordado desde una perspectiva, a nuestro entender,
quizá no del todo acertada. Para ello nos centraremos en la definición
estilística de las obras y en el contexto en el que, a ojos de Dionisio de
Halicarnaso, se sitúan los lectores de este último, teniendo presente una
paradoja: la atidografía desempeña un papel nulo en
la definición del género historiográfico en los tratados de Dionisio, pero
aparece en un lugar fundamental del proemio a las Antigüedades romanas.[16]
2. La caracterización formal
La
aparente homogeneidad de las distintas obras no ha facilitado la creación de
una imagen clara de lo que fue la atidografía en el
plano formal. Más allá del problema tan grave que supone la escasez de
fragmentos útiles para este cometido, la perspectiva de la crítica ha caminado
por sendas que facilitaron poco esta labor. Es verdad que Jacoby
realizó unas pequeñas reflexiones sobre los aspectos formales de estas obras,[17] pero el
pulso general de toda su interpretación apuntaba a la definición de una imagen
de la atidografía que dejaba poco lugar a lo formal o
literario. Tanto el modo de entender la historiografía en tiempos de Jacoby, como la necesidad de insertar a los atidógrafos en el esquema evolutivo del género, hicieron
que primaran valores como la perspectiva política, la metodología empleada por
los autores, o la ordenación del contenido conforme a un criterio determinado.[18]
Es
precisamente este último aspecto el que ha sido tomado como punto de partida,
en ocasiones de manera meramente instintiva, para definir formalmente las átides, creando no poca ambigüedad. La constatación de que
la materia se organizaba en estas obras por medio de la fórmula ὁ δεῖνα
ἄρχων,[19] que
encabezaba cada año arcontal y daba entrada a los
acontecimientos registrados en el mismo, ha sido el punto de partida para crear
la hipotética imagen de lo que fueron estas obras. Así, las historias locales
de Atenas se acercaban a la crónica,[20] de modo
que el problema pasa por distinguir claramente qué entendían los antiguos por
crónica, pues, como indicaba el propio Jacoby,[21] Dionisio de Halicarnaso se refiere a la atidografía como crónica, confirmando esa primera
impresión.[22]
Además,
esa organización como crónicas se convirtió para Jacoby
en la clave que aseguraba la continuidad del género desde la obra de Helánico –fines del siglo V a. C.-[23] hasta
la desaparición de la atidografía, prácticamente un
siglo después. Según Jacoby, ese esquema de
organización del contenido creado por Helánico y
empleado posteriormente por los restantes autores, es la línea que une a uno
con los otros, superando el abismo temporal que los separa.[24] Por
ello esa organización de los contenidos ha adquirido una naturaleza que hace
que en ocasiones los límites entre la cronografía y la crónica sean realmente
difusos, dada la necesidad de acentuar un aspecto que, a ojos de Jacoby, aseguraba la continuidad del género.
Con
ello, teníamos el camino abierto para sancionar una imagen formal de la atidografía cercana curiosamente a la definición de la
primitiva analística romana, “erat enim historia nihil aliud nisi annalium confectio”
(Cic. De oratore, II 52),[25] en un
giro con el que curiosamente Jacoby nos llevaba de
nuevo –tal y como reconoce- a la definición formal del género que hizo Schwartz
siguiendo los postulados de Wilamowitz, “Die Atthis will nicht
Geschichtschreibung sein, sondern Annalistik.”[26]
En
segundo lugar, los esfuerzos organizativos e interpretativos de Jacoby dentro de su edición de los fragmentos –no nos
cansamos de insistir en esa vinculación entre interpretación y organización de
los autores en los Fragmente-
anularon una propuesta a primera vista prometedora, como es la de considerar la
existencia de ciertas vinculaciones de los atidógrafos
con la literatura anticuaria.[27] El
contenido de las obras, dibujado por los fragmentos, y sobre todo por el perfil
de los autores que nos transmiten esos fragmentos (en resumidas cuentas, una
buena parte de sus lectores) apunta a algo que no está cerca precisamente del
modelo de historiografía habitual: ritos, usos y costumbres parecen convivir
con acontecimientos de naturaleza puramente histórica.[28] Ello
hace que la vinculación a primera vista de estas obras con la tratadística
anticuaria, de la que tan poco sabemos, sea al menos un aspecto a tener en
cuenta.[29] Solo
recientemente Nicolai ha subrayado esa posición de puente de la atidografía respecto a la literatura anticuaria posterior,
si bien, y teniendo en cuenta lo poco o nada que sabemos de este género, hemos
de asumir que todavía no estamos en condiciones de avanzar en esta senda,[30] pero sí
de valorar las implicaciones que esta naturaleza de parte del contenido puede
tener en la recepción de las obras.
En
definitiva, todo este ejercicio intelectual determinó, y mucho, el acercamiento
de las generaciones posteriores a la atidografía y a
su definición formal y estilística. Los estudios de Harding y Rhodes, que tanto
han aportado al conocimiento de la perspectiva política de estas obras, siguen
en el aspecto formal las líneas trazadas por Jacoby,[31] pero
con una diferencia clara en sus posturas. Por una parte, Rhodes, apoyándose en
el pasaje que Jacoby editaba como 329 T1 y que
procede de las Antigüedades romanas
de Dionisio de Halicarnaso, sostenía la austeridad estilística de estas obras:[32]
σχῆμα
δὲ
ἀποδίδωμι τῇ
πραγματείᾳ οὔθ' ὁποῖον
οἱ
τοὺς
πολέμους ἀναγράψαντες
ἀποδεδώκασι
ταῖς ἱστορίαις
οὔθ'
ὁποῖον
οἱ
τὰς
πολιτείας
αὐτὰς ἐφ'
ἑαυτῶν
διηγησάμενοι
οὔτε
ταῖς χρονικαῖς
παραπλήσιον
ἃς ἐξέδωκαν
οἱ
τὰς
Ἀτθίδας
πραγματευσάμενοι·
μονοειδεῖς γὰρ
ἐκεῖναί
τε καὶ
ταχὺ
προσιστάμεναι
τοῖς
ἀκούουσιν (D. H. 1.8.3).[33]
Rhodes,
que cita este pasaje todavía más recortado que Jacoby,[34]
refuerza el desarrollo de su argumentación con la incorporación de un pasaje
ciceroniano sobre la naturaleza literaria de Helánico,
que citamos en toda su extensión:
Hanc similitudinem scribendi multi secuti sunt, qui
sine ullis ornamentis monumenta solum temporum, hominum, locorum gestarumque rerum reliquerunt; itaque qualis apud Graecos Pherecydes, Hellanicus, Acusilas fuit aliique permulti,
talis noster Cato et Pictor et Piso, qui neque tenent,
quibus rebus ornetur oratio – modo enim huc ista sunt importata
– et, dum intellegatur quid
dicant, unam dicendi laudem putant esse brevitatem. (Cic. De oratore, 2.53).[35]
Este
pasaje vendría a confirmar de manera solidaria lo indicado por Dionisio de
Halicarnaso en las Antigüedades romanas,
que el estilo de los atidógrafos era árido y pesado,[36] pero con una dificultad que aparentemente
pasa desapercibida, y que estamos obligados a afrontar: ¿Las obras de Helánico y de los atidógrafos
posteriores serían similares en aspectos de estilo, dejando al margen la
cuestión de la organización arcontal, o dicho de otra
manera, la atidografía no asumió la evolución de la
prosa y de la retórica en general en un periodo crucial para ambos aspectos? Es
difícil, por no decir imposible, responder de manera afirmativa a esta
pregunta, dado el abismo formal que separa la prosa del tiempo de Helánico de la propia del momento de los restantes autores
de atidografía, un salto cronológico que, en términos
generales, ha apuntado recientemente Nicolai.[37] Solo
esa necesidad de vincular a Helánico con los
restantes autores puede llevarnos a admitir la opción contraria. En definitiva,
esta interpretación de Rhodes solo es sostenible si, como apuntamos,
confundimos organización del contenido con estilo –Cicerón habla de sine ullis ornamentis-, dado que ambos aspectos no son
incompatibles: piénsese en una obra con división analística como son los Anales taciteos
y rápidamente se advertirá la armónica convivencia de ambos aspectos.[38]
De este
modo, y separando estilo de organización estructural, la evolución no solo del
género historiográfico sino incluso de la propia prosa son, en ambos casos,
procesos que abordan su etapa crítica precisamente en ese medio siglo que
separa a Helánico de los restantes atidógrafos, lo que tiene que llevarnos, como mínimo, a
dudar de la viabilidad de la propuesta de Rhodes.
Más
seguros nos parecen los pasos dados por Harding al abordar este aspecto de las
narrativas locales de Atenas. El estudioso se mueve entre el reconocimiento de
la naturaleza formal pesada de las obras –conforme al testimonio de Dionisio
interpretado como venimos indicando- y la evidencia que aportan los textos de Filócoro transmitidos por el propio Dionisio de Halicarnaso
(FrGrHist
328 F49-51),[39]
que, a nuestro entender, no revelan algo que sea muy diferente de lo que
podemos leer en los fragmentos de cualquier otro historiador del siglo IV a. C.
Esta
aparente y discreta rehabilitación de la atidografía
en el plano formal es algo a lo que recientemente se ha unido Costa,[40]
en una tendencia que hace de la estructuración de estas obras la causa de su
pesadez narrativa y que el estudioso italiano trata de solucionar por medio del
recurso a las digresiones.[41]
Esta solución, con ser ingeniosa, plantea un interrogante no menor, que es el
de respecto a qué se construyen esas digresiones. A nuestro entender, la
organización por arcontados no tiene por qué deparar una narración monótona,
sino más bien entrecortada,[42]
dado que la continuidad de los acontecimientos se ve fragmentada
año a año, y en cada entrada arcontal ha de
tener cabida más de un acontecimiento, y estos podrían extenderse por varios
años. De modo que hablar de digresiones efectivas es realmente difícil, dado
que no habría un principio narrativo continuado respecto al que estas tuvieran
lugar.
En
definitiva, la valoración del estilo y, en general, de los rasgos formales de
la atidografía pasa por un par de apriorismos que se
sostienen de manera solidaria, y que giran en torno al texto de Dionisio de
Halicarnaso: la atidografía es crónica, y la crónica
tiene un estilo monótono. A nuestro entender, las tensiones existentes entre la
propuesta de Harding y Costa, que defienden cierta elaboración formal en la atidografía, y la más tradicional de Rhodes son lo
suficientemente fuertes como para considerar que alguno de los datos en juego
falla. A nuestro entender, nos falta, como antes referíamos, una parte
sustancial del juicio de Dionisio de Halicarnaso.
Jacoby, cuando
editó ese pasaje de Dionisio, lo hizo teniendo en cuenta su interés en el σχῆμα de
organización de las obras por arcontes, lo que lo llevó a editar únicamente esa
sección.[43] Sin
embargo, este pasaje forma parte de un largo y complejo razonamiento de
Dionisio respecto a la naturaleza formal de la historiografía antigua que hemos
de analizar íntegro, y que Roberto Nicolai tiene el mérito de haber incorporado
en su totalidad al estudio de la atidografía.[44] De este
modo, hemos de sumar un testimonio que curiosamente ha pasado desapercibido
para la práctica totalidad de los estudiosos que se han acercado a la atidografía, y que se encuentra simplemente unas líneas más
arriba del pasaje de las Antigüedades
romanas de Dionisio de Halicarnaso que tradicionalmente se ha tomado como
punto de partida para evaluar el estilo de la atidografía.
Dada su importancia, lo reproducimos en su totalidad:
ἀφηγοῦμαι
δὲ
τούς τε
ὀθνείους
πολέμους τῆς
πόλεως ἅπαντας, ὅσους ἐν ἐκείνοις τοῖς
χρόνοις ἐπολέμησε, καὶ τὰς
ἐμφυλίους στάσεις ὁπόσας ἐστασίασεν,
ἐξ οἵων
αἰτιῶν ἐγένοντο
καὶ δι' οἵων
τρόπων τε καὶ λόγων κατελύθησαν·
πολιτειῶν τε ἰδέας
διέξειμι
πάσας ὅσαις
ἐχρήσατο
βασιλευομένη
τε καὶ μετὰ
τὴν
κατάλυσιν
τῶν
μονάρχων,
καὶ τίς
ἦν
αὐτῶν ἑκάστης ὁ κόσμος· ἔθη τε τὰ κράτιστα
καὶ νόμους
τοὺς
ἐπιφανεστάτους
διηγοῦμαι
καὶ συλλήβδην
ὅλον ἀποδείκνυμι τὸν
ἀρχαῖον
βίον τῆς πόλεως. σχῆμα δὲ
ἀποδίδωμι τῇ
πραγματείᾳ οὔθ' ὁποῖον
οἱ
τοὺς
πολέμους <μόνους> ἀναγράψαντες
ἀποδεδώκασι
ταῖς ἱστορίαις
οὔθ'
ὁποῖον
οἱ
τὰς
πολιτείας
αὐτὰς ἐφ'
ἑαυτῶν
διηγησάμενοι
οὔτε
ταῖς χρονικαῖς
παραπλήσιον,
ἃς ἐξέδωκαν
οἱ
τὰς
Ἀτθίδας
πραγματευσάμενοι·
μονοειδεῖς γὰρ
ἐκεῖναί
τε καὶ
ταχὺ
προσιστάμεναι
τοῖς
ἀκούουσιν·
ἀλλ'
ἐξ ἁπάσης ἰδέας
μικτὸν
ἐναγωνίου
τε καὶ θεωρητικῆς <καὶ ἡδείας>,
ἵνα
καὶ τοῖς περὶ
τοὺς
πολιτικοὺς διατρίβουσι
λόγους καὶ τοῖς
περὶ
τὴν
φιλόσοφον
ἐσπουδακόσι
θεωρίαν
καὶ εἴ τισιν
ἀοχλήτου δεήσει διαγωγῆς
ἐν ἱστορικοῖς ἀναγνώσμασιν,
ἀποχρώντως ἔχουσα
φαίνηται (D.H.
1.8.3).[45]
La
lectura completa de esta sección del proemio a las Antigüedades romanas desvela la cuidada factura arquitectónica del
pasaje, con un desarrollo triple de ideas, dado que se nos está hablando de
tres tipos realidades históricas,[46] tres
géneros literarios y tres potenciales lectores:
Género
historiográfico |
Contenido |
Lector |
εἶδος
|
σχῆμα |
“historiografía
de guerras” |
Guerras,
conflictos civiles
y sus causas |
τοῖς περὶ
τοὺς πολιτικοὺς
διατρίβουσι
λόγους |
ἐναγώνιος |
- |
“historiografía
|
Sistemas
políticos y sus
cambios |
τοῖς περὶ τὴν
|
θεωρητική |
- |
“Atidografía” |
ἔθη
τε τὰ κράτιστα
|
τισιν ἀοχλήτου |
- <καὶ
ἡδείας> |
ταῖς
|
Dionisio
de Halicarnaso nos habla así de tres variantes historiográficas que de manera
independiente son poco gratas para el lector: μονοειδεῖς γὰρ
ἐκεῖναί
τε καὶ
ταχὺ
προσιστάμεναι
τοῖς
ἀκούουσιν. El
editar el texto mutilado es la causa de que se considerara que solamente la atidografía tenía un estilo pesado, y de esta manera
podemos desterrar de una vez por todas este apriorismo: esa caracterización es
algo que afecta en todo caso a las tres variedades referidas por Dionisio de
Halicarnaso, y ello eleva el debate a un nivel que no ha sido tenido en cuenta
por la crítica moderna. Por tanto, no es una cuestión referida al estilo de la atidografía, sino la preferencia por parte de Dionisio de
la variatio
en el contenido.[47]
Hemos de
tener en cuenta que, en el caso de la atidografía, la
definición de su naturaleza estilística presente en este pasaje es un añadido
de los editores, que además en tiempos recientes ha sido eliminado del texto de
Dionisio. Y es que καὶ ἡδείας
es
una propuesta de Henri Estienne en la editio princeps publicada por su padre,[48] que fue
aceptada por Karl Jacoby en la edición teubneriana de 1885, una corrección que seguramente Estienne propuso con quince años.[49] La
suerte de esta restitución ha sido dispar: Cary en su
texto[50]
apostaba por restituir διηγηματικῆς, y Fromentin, la última editora del primer libro de las Antigüedades romanas, puso en duda la
existencia de una laguna en este pasaje.[51] Según
defiende la estudiosa, tanto la interpretación del pasaje por parte de Estienne y Jacoby como la de Cary carecen de rigor por no apoyarse en un modelo retórico
bien definido, como por ejemplo el de Aristóteles o el propio Dionisio, dado
que en esos modelos el término ἰδέα no
tiene sentido técnico, algo que requeriría la propuesta de estos editores.
Estaríamos, por tanto, ante una referencia de carácter general que habría sido
empleada por Dionisio precisamente para tratar de dar cuenta del carácter
innovador de su obra, y no para referirse a la naturaleza retórica de los tres
tipos de historiografía referidos.[52] Sin
embargo, un vistazo a los datos recogidos por Aujac
en el léxico que cierra su edición de los tratados parece confirmar el carácter
técnico del término, con lo que esta propuesta perdería fuerza.[53]
Por otra
parte, la argumentación de la propia Fromentin, con
suponer un avance,[54] se
enfrenta a dos objeciones. En primer lugar, es arriesgado asumir que ἀόχλητος διαγωγή hace
únicamente referencia a la dimensión del placer, en vinculación además con la
diferencia entre lo útil y lo placentero que presentaba Tucídides en su proemio
(Th. 1.22.4).[55] A
nuestro entender, la expresión ἀόχλητος διαγωγή no nos
informa tanto del objetivo que persigue el lector con la lectura de la obra
como de las circunstancias en que se desarrolla ese tipo de lectura: Dionisio
afirma εἴ τισιν ἀοχλήτου δεήσει διαγωγῆς
ἐν ἱστορικοῖς ἀναγνώσμασιν,
señalando al lector de “biblioteca”, alejado de la acción política y que busca
la calma del retiro –no en vano el término ἀόχλητος es de
raigambre epicúrea-[56] algo
que, como veremos, cobra especial interés en la época de Dionisio de
Halicarnaso.
Además,
hay un segundo aspecto que hemos de tener en cuenta a la hora de valorar la
interpretación de Fromentin. La autora, en
consonancia con su interpretación del término
ἰδέα, no
hace referencia alguna al tercer subgénero historiográfico que aborda Dionisio
en este pasaje, que es precisamente la atidografía.[57] Esto
creemos que nos obliga a volver a preguntarnos la causa por la cual en una
estructura tan precisa como la de este pasaje se produce una ausencia tan
clara. En todo caso, lo que sí nos parece claro es que la lectura καὶ ἡδείας supone
una solución poco satisfactoria: a nuestro entender, es difícil de sostener que
un autor con la capacidad técnica en aspectos retóricos como Dionisio presente
una triple secuencia ἐναγώνιος,
θεωρητική y ἡδεῖα, en la
que el último término tiene un sentido lo suficientemente vago como para
desentonar en un texto tan cuidado. Además, en ayuda de esta propuesta viene
una declaración del propio Dionisio de Halicarnaso en la introducción al libro
IX de las Antigüedades romanas, en
las que se nos dice abiertamente que la narración de hechos bélicos y de
cambios políticos está ligada también a proporcionar placer al lector:
ἥδεται
γὰρ
ἡ διάνοια παντὸς
ἀνθρώπου
χειραγωγουμένη
διὰ
τῶν
λόγων ἐπὶ τὰ
ἔργα
καὶ μὴ μόνον
ἀκούουσα
τῶν
λεγομένων,
ἀλλὰ
καὶ τὰ πραττόμενα ὁρῶσα.
οὐδέ
γ' ὅταν
πολιτικὰς ἀκούσωσι
πράξεις, ἀρκοῦνται
τὸ
κεφάλαιον
αὐτὸ
καὶ τὸ πέρας τῶν πραγμάτων μαθόντες, ὅτι συνεχώρησαν
Ἀθηναῖοι
Λακεδαιμονίοις
τείχη τε
καθελεῖν τῆς πόλεως αὐτῶν
καὶ ναῦς διατεμεῖν
καὶ φρουρὰν εἰς
τὴν
ἀκρόπολιν
εἰσαγαγεῖν
καὶ ἀντὶ τῆς
πατρίου δημοκρατίας
ὀλιγαρχίαν
τῶν
κοινῶν
ἀποδεῖξαι
κυρίαν οὐδὲ πρὸς
αὐτοὺς ἀγῶνα
ἀράμενοι,
ἀλλ'
εὐθὺς ἀξιοῦσι
καὶ τίνες
ἦσαν
αἱ
κατασχοῦσαι τὴν
πόλιν ἀνάγκαι,
δι' ἃς
ταῦτα
τὰ
δεινὰ
καὶ σχέτλια
ὑπέμεινε, καὶ τίνες οἱ πείσαντες αὐτοὺς λόγοι καὶ ὑπὸ τίνων ῥηθέντες ἀνδρῶν
καὶ πάντα,
ὅσα
παρακολουθεῖ τοῖς πράγμασι, διδαχθῆναι
(D. H. 9.1.3).[58]
Si
seguimos considerando posible la existencia de una laguna, nos parece crucial
valorar un supuesto silencio en el proemio de las Antigüedades romanas señalado por Sacks, y que supone la ausencia,
dentro de los πραγματικοί τόποι, o
principios en virtud de los cuales se organiza, elige e interpreta el material,[59]
de referencias a la τάξις ο
disposición de los contenidos.[60] Creemos
que esa ausencia puede ser suavizada si atendemos a la indicación, muy de
pasada, eso sí, que Dionisio nos da en este pasaje en relación con la
estructura de la atidografía. Hemos de asumir las
dificultades que, en este aspecto, se planteaban en el ámbito de la
historiografía de tema romano,[61] dado
que la naturaleza analística de la organización de estas obras es un requisito
casi incuestionable salvo en las de carácter monográfico. Esto quizá justifique
esa ausencia de una referencia clara a la organización de las obras, dado que
es una dificultad insalvable para Dionisio si tenemos en cuenta el tema de su
obra. En todo caso, es importante señalar que la referencia a la atidografía es, a diferencia de lo que ocurre con las otras
dos variantes historiográficas, clara y directa, y además referida al ámbito
griego, a pesar de que ha habido referencias a la analística romana pocas
líneas antes (D. H. 1.7.3). Todo ello
mantiene, a nuestro entender, el debate en el ámbito griego, y será en este donde tendremos que buscar la respuesta estilística.
El
propio Sacks ha señalado que, a diferencia de lo que ocurre con la oratoria, en
el caso de la teoría historiográfica Dionisio sitúa en primer lugar los
aspectos relativos a los πραγματικοί τόποι,[62] dejando
para un segundo momento los aspectos meramente estilísticos. Si volvemos al
texto, veremos cómo en el caso de la atidografía y de
las otras dos disciplinas historiográficas hay un vacío claro: en el caso de la
atidografía hay una referencia clara al σχῆμα
o τάξις, con
ausencia de indicación del εἶδος
estilístico, en tanto que en las otras dos variantes es al revés: se indica
cualidad estilística, pero no la ordenación de los acontecimientos. Sabemos que
la organización analística era para Dionisio una dificultad[63] a la
hora de desarrollar los aspectos estilísticos de una obra historiográfica. De
modo que, a tenor de la opinión negativa de Dionisio de Halicarnaso en lo que
se refiere a la organización analística, este silencio respecto a las
posibilidades estilísticas de la atidografía se
acompasa con el intento recogido en este pasaje de variar la estructura en las Antigüedades romanas, condenada a tener
una estructura analística.[64] Por
todo ello, parece que la opción de no editar laguna o reconstrucción alguna en
este pasaje es lo más ajustado, tanto a la impresión que tenemos de la atidografía como a la opinión que Dionisio de Halicarnaso
podría tener de la misma.
En
conclusión, creemos que el silencio de Dionisio no se debe, tal y como
consideraba Fromentin, a la falta de una oposición
entre διαγωγή
(entendida como “divertimento”) y la utilidad de las otras dos variantes
historiográficas, sino a la imposibilidad de que una obra con una estructura
tan rígida pudiera desarrollar una caracterización estilística eficaz, al menos
para Dionisio de Halicarnaso. En un pasaje del Sobre Tucídides, en el que aborda la presencia de elementos míticos
en las narraciones locales, Dionisio nos informa del natural conservadurismo de
este tipo de obras.[65] Con
ello tenemos una nueva limitación en la capacidad de los autores a la hora de
gestionar el nivel de los πραγματικοί τόποι de
estas obras y que, sumado al anterior, refuerza la poca versatilidad
estilística de la atidografía a ojos de Dionisio.[66]
De
este modo, no habría laguna alguna en el texto, sino un silencio por parte del
autor que se debería a la imposibilidad de que la atidografía
desarrollara por razones organizativas un εἶδος propio
y eficaz.
Con todo
ello, y volviendo a la naturaleza estilística de la atidografía,
hemos de plantearnos dos cuestiones previas a cualquier interpretación del
testimonio que nos ocupa. Por una parte, hemos de asumir que la valoración
negativa del estilo de la atidografía no responde
simplemente a su carácter de crónica, sino a un apriorismo de carácter teórico,
como es el hecho de que para Dionisio la τάξις es un requisito fundamental a
la hora de componer una obra historiográfica. Nos corresponde a los estudiosos
modernos discernir si la naturaleza analística de una obra impide o no su
elaboración estilística.
En
segundo lugar, hemos de plantearnos si el estilo de la historiografía antigua
se reduce exclusivamente a las categorías que Dionisio nos ofrece en el pasaje
estudiado y, sobre todo, si consideramos pesado el estilo de todas las
variedades historiográficas planteadas en este testimonio, una pesadez que, a
ojos del de Halicarnaso solo puede ser superada con la variatio. La
respuesta a estas preguntas determinarán qué imagen tendremos a partir
de este testimonio del estilo de la atidografía.
Pero, a
pesar de esta valoración a todas luces negativa de este tipo de historiografía,
es innegable que Dionisio de Halicarnaso la incluye en las consideraciones
previas de su magnum opus, lo que, a
nuestro entender, tiene su explicación en el momento cultural en el que se
redactaron las Antigüedades romanas.
3. La atidografía y
el otium
Dionisio
tenía claro que la atidografía presentaba un lector
potencial que buscaba una lectura alejada de las complicaciones políticas o
filosóficas –sin que ello supusiese una lectura frívola: hemos de estar
precavidos respecto a este apriorismo polibiano-,[67]
y que el contenido de estas obras era variado a pesar de su limitación a la
ciudad de Atenas.
Hemos de
tener presente que el término ἀόχλητος no
tiene un sentido negativo: estamos ante un término que hace referencia a un
ambiente de otium
alejado de los ámbitos políticos, de modo que, teniendo presente el contexto
temporal y cultural de Dionisio, es imposible que no tenga vinculaciones
latinas.[68] Este
significado del adjetivo creemos que delimita el sentido que debemos darle a διαγωγή, que
seguramente no sea tanto “divertimento” como vida, es decir, una vida alejada
del negotium,
ejemplificado en las otras dos lecturas historiográficas referidas. Ni siquiera
hemos de dudar del hecho de que la filosofía es considerada por Dionisio de
Halicarnaso como algo encuadrado en el negotium. A pesar de la cercanía temporal de los esfuerzos
agónicos de Cicerón por justificar su otium, el propio Dionisio nos dice en la introducción al
libro XI que el quehacer filosófico entra dentro de la actividad del ἀνήρ
πολιτικός,
siempre y cuando sea filosofía práctica:[69]
τοῖς δὲ
πολιτικοῖς ἀνδράσιν,
ἐν οἷς
ἔγωγε τίθεμαι καὶ τοὺς
φιλοσόφους,
ὅσοι μὴ
λόγων, ἀλλ'
ἔργων
καλῶν
ἄσκησιν ἡγοῦνται
τὴν
φιλοσοφίαν,
τὸ
μὲν
ἥδεσθαι
τῇ
παντελεῖ θεωρίᾳ τῶν
παρακολουθούντων
τοῖς
πράγμασι κοινὸν
ὥσπερ
καὶ τοῖς ἄλλοις ἀνθρώποις
ὑπάρχει (D. H. 11.1.4).[70]
Superada
esta posible dificultad, hemos de tener en cuenta que hacer referencia al
término ἀόχλητος en el
comienzo de la época augústea es algo que no está
exento de implicaciones trascendentales. El papel secundario desempeñado por
los grandes hombres en este momento en el ámbito político es algo que abordó
Ronald Syme, y que dibuja un contorno que simplifica
las dudas y complejidades que el otium presentaba para Cicerón.[71] Un
pasaje muy posterior nos permite comprender el camino que, en este momento,
empieza a recorrer este concepto. Séneca, en su epístola 92, afirma:
Quidam
tamen augeri summum bonum iudicant, quia parum plenum sit
fortuitis repugnantibus. Antipater quoque inter magnos sectae huius auctores
aliquid se tribuere dicit externis, sed exiguum admodum.
Vides autem quale sit die
non esse contentum nisi aliquis igniculus adluxerit:
quod potest in hac claritate solis habere scintilla momentum? Si non
es sola honestate contentus, necesse est aut quietem adici
velis, quam Graeci ἀοχλησίαν vocant, aut voluptatem. (Sen. Ep. Luc. 92.5-6).[72]
Es
interesante ver cómo el concepto ἀοχλησία no se
asimila a otium,
sino a algo muy diferente, como es quies. El término, con ser de utilización general, adquiere
una significación específica referida al retiro de la vida política activa en
contextos convulsos.[73] Esta
referencia cobra su verdadero sentido en oposición a la dedicación política, a
la historiografía de cuño político –tan importante en el cambio de siglo y de
la que tan poco sabemos- y a la reflexión constitucional. En definitiva,
estamos ante una afirmación de Dionisio de Halicarnaso cuyo recorrido nos puede
permitir arrojar algo de luz sobre la fortuna y definición de la atidografía y también sobre su papel en el último siglo de
la República.
Debemos
a Elizabeth Rawson la idea de vincular la crónica local griega con el interés
por el anticuarismo de fines de la República romana.[74] Más
allá de llevar muy lejos esta posible vinculación –como antes indicábamos
sabemos muy poco de la literatura anticuaria-, lo importante es valorar en qué
medida esa vinculación puede explicar el resurgir de la atidografía
en este momento, máxime cuando todo parece apuntar a que las indicaciones de
Dionisio de Halicarnaso son precisamente la etapa final del interés por este
tipo de obras.
La
primera referencia respecto al empuje de este tipo de literatura se encuentra
en una afirmación marginal en una carta ciceroniana, en la que se alude a los Εὐμολπιδῶν
πάτρια, una
referencia no exenta de complejidades, pero que nos pone sobre aviso del
conocimiento e interés que se tenía en este tipo de escritos.[75]
Además, sabemos que en Herculano se conservaba material atidográfico
en este mismo momento.[76]
Más
relevante si cabe es la creación por parte de Asinio Polión de Tralles de un
epítome de la obra de Filócoro, del que poco sabemos,[77] pero
que evidencia en ámbito romano un interés por este tipo de literatura. Y es que
la propia adaptación de la obra del atidógrafo en el
ambiente literario del momento es un indicio interesante. Por una parte, hemos
de considerar que la obra de Filócoro como fuente
documental sólo tiene valor en una edición íntegra, y que al hablar de epítome
no estamos haciendo referencia a su segmentación de cara a eliminar aquellos
libros que no resultaban interesantes,[78] sino a
una intervención más compleja.[79]
Es
decir, la obra interesaba por su propia naturaleza más que por su contenido,
que sería el principal perjudicado en la labor de epitomización,
y este es un indicio que nos lleva de nuevo al pasaje de Dionisio de
Halicarnaso y la ἀοχλησία. El
auge del interés por el pasado arcaico, centrado en la Prisca aetas es algo que camina parejo a la crisis de la República,
y que seguramente tuvo un buen modelo en la atidografía.[80] El
carácter poco comprometedor de la narración de esa etapa histórica es algo que
planea por el proemio de Tito Livio[81] y que
parece estar detrás de un personaje crucial en la vida de Dionisio de
Halicarnaso como es Quinto Elio Tuberón. Más allá de
las dudas que han rodeado a la identificación precisa de este erudito de primer
nivel dentro de la aristocracia romana,[82] los
fragmentos de su Historia nos dibujan
una obra cuyo contenido parece acercarse en los tonos anticuarios a la atidografía.[83] Este
revivir de la vieja historia mítica de Roma y de los detalles si se quiere
menos históricos y más culturales encaja bien con el personaje, tal y como nos
lo reconstruye Syme.[84] Tras el
retiro –quizá forzoso- de la primera actuación oratorio-política y su
dedicación a las leyes y a la historiografía,[85]
observamos un recorrido precisamente de ἀοχλησία que le
permitió llegar a los años de paz posteriores al desastre de la guerra civil.[86]
Con ello
podemos comprender mejor el interés de Dionisio de Halicarnaso por recuperar
este tipo de literatura historiográfica griega que pasó a lo largo de toda la
Antigüedad prácticamente en silencio, especialmente en lo que a su naturaleza
literaria se refiere. A pesar de que seguramente la atidografía
poco o nada podría aportar a Dionisio en términos estilísticos, su recuperación
tendría justificación precisamente en el interés que despertaba por su
contenido en ámbito romano.[87]
Esta perspectiva permitiría explicar además el porqué del tratamiento tan
selectivo de Dionisio de Halicarnaso y la ausencia de referencias a la
naturaleza estilística de estas obras. Cuando Dionisio cita pasajes
de obras atidográficas lo hace como meras fuentes que
proporcionan datos biográficos sobre los oradores. Esta dinámica tiene una
clara excepción en el proemio a las Antigüedades
romanas, que podría estar justificada por el interés que estas obras
despertaban en los intelectuales del momento,[88] en una
búsqueda de modelos historiográficos griegos para sus obras de tono arcaico,
como pudo haber sido la Historia de Tuberón.[89]
4. Conclusiones
Comenzábamos
nuestro examen señalando la difícil explicación que tiene la inclusión de la atidografía en las reflexiones formales del proemio a las Antigüedades romanas. Tradicionalmente
la primacía de los aspectos retóricos y estilísticos en el examen de la
literatura historiográfica en los primeros compases del Clasicismo literario
hizo que el contenido de las obras y sus implicaciones para los lectores
quedaran a un lado.[90] En el
caso de la literatura fragmentaria, la única vía para poder abordar un intento
de definición de aspectos estilísticos pasa por una interpretación combinada de
los fragmentos y los testimonios que hayan podido llegar hasta nosotros. Esta
labor nos obliga necesariamente a asumir una doble visión que se ajuste, por
una parte, a los fragmentos conservados, y, por otra, que trate de comprender
la perspectiva que guio la elaboración de los juicios sobre estilo o contenido
de esas obras,[91] unos
testimonios por norma alejados del tiempo del autor fragmentario. Esa lejanía
implicaba, a ojos de un estudioso moderno, tener que enfrentarse con una
segunda realidad, que se sumaba a la de la obra estudiada y que podía
dificultar la nitidez de la interpretación.
A pesar
de esa dificultad, creemos que el examen contextualizado de esos testimonios
puede ayudar a mejorar nuestro conocimiento de la literatura fragmentaria, de
su recepción y, en definitiva, de sus lectores. En el caso de la atidografía, tanto la visión negativa que la gran crítica
filológica alemana tuvo de Dionisio de Halicarnaso como historiador, así como
la necesidad de reforzar una visión propia y polémica del subgénero por parte
de Jacoby, imposibilitaron tener en cuenta en toda su
complejidad el pasaje estudiado. Ello nos impidió valorar en su justa medida la
opinión de un autor como Dionisio, que más allá de su amplio conocimiento de la
historiografía antigua, fue de los pocos autores conocidos que leyó textos atidográficos de primera mano.
Creemos
que el examen del testimonio contenido en las Antigüedades romanas nos permite comprender el recorrido que tuvo
la Atidografía a finales de la República, un camino
sustentado en un proceso cultural muy concreto que solo recientemente vamos
comprendiendo en todas sus dimensiones, y en el que todavía queda mucho por
hacer.
Miguel A. Rodríguez
Horrillo
Universidad
de Zaragoza
horrillo@unizar.es
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[1] Estudio realizado en el marco del proyecto
JIUZ-2015-HUM-03 Ibercaja: “Estudio sobre las Antigüedades romanas de Dionisio de Halicarnaso”.
[2] La tesis de Wilamowitz entroncaba por
lo demás con algunos de los planteamientos de Mommsen respecto a los Annales Maximi, un
modelo de comprensión de la crónica local que Wilamowitz
extrapola al ámbito ateniense. Cf. para todo ello Wilamowitz (1985: 280), quien
llega a preguntarse “…wo stecken
die pontifices Athens?”. Cf. también Jacoby (1949:
60-66).
[3] Cf. Camassa
(2010: 31); Chambers (1990:
381-390) recoge documentalmente el proceso de publicación del volumen
introductorio Atthis.
[4] Cf. para este hallazgo Rhodes
(1993: 1-5).
[5] La repercusión de ese breve estudio puede verse en su aceptación
en la obra de Wachsmuth
(1895: 555-556), y Schwartz
(1959: 101-105), lo que, dada la difusión y autoridad de ambos autores y obras,
supuso su aceptación en todos los ámbitos del estudio de la Antigüedad.
[6] Wilamowitz
(1985: 280-281).
[7] Wilamowitz (1985:
285-286).
[8] Para esas variaciones son fundamentales los estudios de Schepens
(1997: 144-169) y, en menor medida, Schepens (20092: 361-381), así como los
prólogos a los volúmenes de los fragmentos, si bien Jacoby
es bastante críptico en estos aspectos.
[9] Para la atidografía
en el marco de esta oposición entre historiografía panhelénica e historiografía
local cf. Camassa
(2010: 31-32).
[10] Sobre la importancia de la oposición entre ámbito mítico y
racionalismo en el modelo historiográfico de Jacoby,
pueden verse las propias palabras de Jacoby (1909: 83), en referencia a Hecateo.
[11] Sin entrar en consideraciones de calado, para la historiografía
local pueden consultarse los trabajos de Schepens (2001: 3-25) y Orsi (1994: 149-179). En todo caso, ha
de notarse que a pesar de que la atidografía es
considerada como un tipo de historiografía local, su importancia y sus
características propias han hecho que su estudio sea una realidad prácticamente
independiente de la historiografía local, cf. e. g. Orsi (1994: 164).
[12] Jacoby
(1909: 111): “Die Horographie [i. e. la
historiografía local] ist nicht
nur Jünger als Genealogie und Ethnographie; sie ist auch Jünger als Herodotos. Damit will ich
nicht sagen, dass alle griechischen
Lokalchroniken später erschienen sind, als Herodots Geschichtswerk;
wohl aber, dass sie noch
nicht existierten…” Para
una crítica de esta idea, difícil de defender por lo que sabemos del
funcionamiento de la memoria colectiva en las sociedades tradicionales, puede
verse e. g. Schepens
(2001: 16), con bibliografía.
[13] Wilamowitz
(1985: 285-286).
[14] Jacoby
(1909: 56).
[15] Como ya indicaba Porciani (2006: 176). No somos tan optimistas como Porciani respecto a la minusvaloración metodológica de
estos testimonios por parte de Jacoby. Cf. para ello Toye (1995:
279-280), quien aborda los apriorismos que guían el acercamiento de Jacoby a la historiografía arcaica. Una buena prueba de esa
minusvaloración puede verse en las razones aducidas por Jacoby
para excluir el pasaje de Dionisio de Halicarnaso (Tuc. 5) en el que se aborda la historiografía más antigua de
Grecia: dentro del marco interpretativo de Jacoby, la
atidografía y esas obras no tenían nada que ver, a
pesar de que Dionisio incluye a Helánico en esa
relación, lo que no deja de ser un asunto que el erudito tendría que haber
afrontado con mayor detenimiento; cf. Jacoby (1954: 596). Para el
empleo directo de los diferentes autores y la independencia de Dionisio a la
hora de elaborar elencos como el citado, cf. Gozzoli
(1970: 150-173).
[16] No ha de llevarnos a engaño el hecho de que Dionisio de
Halicarnaso cite de manera abundante a Filócoro (FrGrHist 328 T3;
F49-56; F66-67; F152-153; F156, y F167): un examen de los pasajes demuestra que
esas citas son aducidas no con criterios retóricos o historiográficos, sino
como testimonios históricos para la reconstrucción de los datos biográficos de Dinarco e Hipérides; cf Rhys Roberts (1901: 25-26).
[17] Jacoby (1949:
86-99).
[18] Algo que se puede comprobar en estudios como los de Harding o
Rhodes. Para los estudiosos la atidografía es
seguramente la variedad historiográfica más histórica y menos filológica de
todas, algo inexplicable si atendemos a la complejidad temática de los
fragmentos, y que seguramente tiene su causa en el monumental comentario de Jacoby, que es un estudio de carácter eminentemente
histórico.
[19] Cf. Jacoby
(1949: 90-91); Clarke (2008:
209-210). Los fragmentos de Filócoro que confirman
este aspecto son FrGrHist
328 F49, 157, y 160. Cf. también Androción, FrGrHist 324 F44,
si bien hemos de tener presente que en este caso se trata de una corrección de Usener, por lo demás admitida como segura, cf. Harding (1994: 162-163).
[20] Esta cercanía sería un importante inconveniente a la hora de
valorar la relación entre atidografía e
historiografía local, y el carácter paradigmático o no de la primera como
representante de la historia local, cf. Clarke
(2008: 177-185). A nuestro entender, y al menos en el aspecto formal, los
problemas a la hora de valorar ese carácter paradigmático de la atidografía no son pocos: la propia estructura arcontal o la evolución de la prosa son cruciales en este
sentido.
[21] Jacoby
(1949: 86).
[22] Cf. D.H. 1.8.3: …σχῆμα
δὲ
ἀποδίδωμι
τῇ πραγματείᾳ
οὔθ' ὁποῖον
οἱ
τοὺς
πολέμους ἀναγράψαντες
ἀποδεδώκασι
ταῖς ἱστορίαις
οὔθ'
ὁποῖον
οἱ
τὰς
πολιτείας
αὐτὰς ἐφ' ἑαυτῶν
διηγησάμενοι
οὔτε
ταῖς χρονικαῖς
παραπλήσιον
ἃς ἐξέδωκαν
οἱ
τὰς
Ἀτθίδας
πραγματευσάμενοι…
[23] Ha de notarse que la caracterización
tradicional de la obra de Helánico presenta serias
dudas dado lo escaso de las evidencias de que disponemos: cf. Ottone (2010:
57-74).
[24] Jacoby (1949: 89), “…the form of the Atthis as it had been created by Hellanikos
remained authoritative for all Atthides of the fourth
and third centuries. It is simply inconceivable that it was otherwise.”
[25] “Ya que la historia no era otra cosa
que un ensamblaje de anales.” (Trad. de J. J. Iso).
[26] Schwartz (1959: 103).
[27] No en vano Wachsmuth (1895: 553), incluía a
los atidógrafos bajo el epígrafe “Historisch-antiquarische
Lokalschriftellerei,” pero Jacoby
relegaba a los anticuarios a una quinta sección de los fragmentos, evidenciando
así la clara separación entre unos y otros. Cf. los argumentos en Jacoby (1949: 108-109).
[28] Sobre esa ambigüedad von Fritz (1940: 93), llegaba a afirmar:
“Finally, none of the Attidographers wrote a
historical work proper apart from his Atthis, so that
the Atthidographers cannot be considered as
historians by profession.”
[29] Algo que ya indicaba Momigliano (1979: 71).
[30] Nicolai (2010: 16 y
sobre todo 19). La ausencia de estudios profundos sobre la literatura
anticuaria es algo que nos recuerdan muy recientemente Cornell y Rich (2013: 8-9). De especial utilidad ante este vacío
son los estudios de Cornell
(1995: 1-14), y por supuesto el estudio de Momigliano
referido en nota anterior. El estudio de Bravo
(2007: 515-526) aporta una síntesis que evidencia la dificultad de separar
géneros afines como la historiografía y la literatura anticuaria.
[31] Jacoby (1949: 87): “The Atthis
does not propose to be historiography but a compiling of annalistic records.” En ello sigue la definición aportada por Schwartz (1959: 103).
[32] Rhodes (2014: 13).
[33] Cf. nota 45.
[34] Rhodes (1990: 74),
quien cita exactamente ταῖς χρονικαῖς
παραπλήσιον
ἃς ἐξέδωκαν οἱ τὰς Ἀτθίδας πραγματευσάμενοι·
μονοειδεῖς γὰρ
ἐκεῖναί τε καὶ ταχὺ
προσιστάμεναι
τοῖς
ἀκούουσιν, con lo que el sentido concreto de ἐκεῖναι queda en una ambigüedad clara: ¿se
refiere a toda la enumeración que recoge el texto de Jacoby
o solo a la atidografía?
[35] “Muchos han seguido este modo de escribir historia, y así, sin
tipo alguno de ornato, tan sólo dejaron constancia de lo que acaeció, de
cuándo, de dónde, y de sus protagonistas. Y así, como entre los griegos Ferécides, Helánico, Acusilao y muchísimos otros, del mismo modo nuestro Catón y
Píctor y Pisón, quienes ni dominan los medios
mediante los que se adorna el lenguaje –pues no hace mucho que se han importado
a Roma- y, con tal de ser comprendidos en lo que dicen, reputan la brevedad
como el único mérito de la exposición.” (Trad. J. J. Iso).
[36] Postura que ya defendía Pearson (1981: 146), si bien la
influencia de su obra, publicada inicialmente en 1942 y antes del volumen de
los fragmentos de Jacoby, es escasa. En todo caso, se
ha de observar que la valoración del estilo de Helánico
por parte de Dionisio de Halicarnaso no es negativa, cf. D. H. Tuc. 5.4: ὅσοι τοὺς
αὐτοὺς προείλοντο τῶν
διαλέκτων
χαρακτῆρας, τὴν σαφῆ
καὶ κοινὴν καὶ
καθαρὰν
καὶ σύντομον
καὶ τοῖς
πράγμασι
προσφυῆ καὶ μηδεμίαν
σκευωρίαν
ἐπιφαίνουσαν
τεχνικήν·
ἐπιτρέχει μέντοι τις
ὥρα τοῖς
ἔργοις αὐτῶν καὶ χάρις,
τοῖς
μὲν
πλείων, τοῖς
δ' ἐλάττων, δι' ἣν ἔτι μένουσιν
αὐτῶν αἱ γραφαί. En todo caso, estamos ante un interés positivo por la desnudez
del estilo que, como reconoce el propio Dionisio, Heródoto superará. Cf. además
D. H. Tuc.
23.5-6.
[37] Cf. Nicolai
(2010: 10), quien destaca la necesidad de tener presente que son
ciento cincuenta años los que separan a Helánico de
los restantes autores de átides.
[38] Nos parece realmente interesante el paralelo romano en este
aspecto: el estudio de Ginsburg
(1984: 96-100 y passim) permite
entender cómo una estructura aparentemente cerrada como la de una obra
analística no tiene por qué limitar el desarrollo estilístico de una obra. En
definitiva, hemos generalizado las opiniones negativas de este aspecto
estructural que nos brindan los antiguos –nos ofrece una selección Ginsburg
(1984: 1-4)- cuando seguramente los aspectos negativos que ligamos al mismo
respondan a la naturaleza arcaica de los autores y obras a los que se refieren
y no al sistema analístico en sí.
[39] Harding (1994: 6-8).
[40] Aunque no coincidimos en su interpretación de Plutarco, Mor. 345e, como un testimonio referido
al estilo. Creemos más bien que hace referencia a una distinción entre
historiadores que han vivido los acontecimientos narrados y quienes no: Ξενοφῶν μὲν
γὰρ
αὐτὸς ἑαυτοῦ
γέγονεν ἱστορία, γράψας,
ἃ ἐστρατήγησε καὶ κατώρθωσε, [καὶ] Θεμιστογένει
περὶ
τούτων συντετάχθαι
τῷ
Συρακοσίῳ, ἵνα πιστότερος
ᾖ διηγούμενος
ἑαυτὸν
ὡς ἄλλον, ἑτέρῳ τὴν
τῶν
λόγων δόξαν
χαριζόμενος·
οἱ
δ' ἄλλοι
πάντες ἱστορικοί, Κλει[νό]δημοι
Δίυλ<λ>οι Φιλόχορος
Φύλαρχος, ἀλλοτρίων γεγόνασιν
ἔργων ὥσπερ δραμάτων
ὑποκριταί, τὰς
τῶν
στρατηγῶν καὶ βασιλέων πράξεις διατιθέμενοι
καὶ ταῖς ἐκείνων ὑποδυόμενοι
μνήμαις, ἵν' ὡς αὐγῆς τινος
καὶ φωτὸς μετάσχωσιν.
[41] Así Costa (2007:
12-13, y 2007b: 274), en ambos casos en referencia a Filócoro,
quien buscaría así superar la austeridad estilística de la crónica. Es esta una
idea que ya planteaba Jacoby
(1949: 98).
[42] Cf. D. H. Tuc. 9.5.
[43] Jacoby (1954: 596), “This testimony is
important because of the quite general evidence for the design of the Atthides. The Anonymus Argentinensis (F6) seems actually to
cite his Atthidographic sources as Χρονογραφίαι.” El
Anónimo recogido por Jacoby ha de ser manejado con
cautela: es verdad que la restitución Χρονογραφίαι es prácticamente segura, pero la aparición de las Átides responde a una restitución a partir de la secuencia
de letras ηα (Sc. ἡ
Ἀτθίς), lo que no parece tan seguro. Cf. Keil (1902: 76-77, y 66); en la
última página indicada Keil diferencia claramente χρονογραφίαι
de Ἀτθίς.
[44] Nicolai (2010: 9).
[45] “Expongo todas las guerras que mantuvo la ciudad, cuantas luchó
en aquellos tiempos, y las revueltas civiles en que se vio inmersa, las causas
por las que se produjeron y por qué medios y razonamientos llegaron a su fin;
desarrollo todas las formas de gobierno de las que se valieron, tanto en el
periodo de los reyes como después de la caída de la monarquía, y cuál era la
naturaleza de cada una de ellas. Doy cuenta de las mejores costumbres y las
leyes más sobresalientes, y, en definitiva, expongo toda la vida antigua de la
Ciudad. La disposición que concedo a mi obra no es como la que dieron a sus historias
quienes escribieron solo de guerras, ni como la de quienes expusieron los
sistemas políticos que poseían, ni es semejante a las crónicas que publicaron
quienes redactaban Átides: pues aquellas eran simples
y rápidamente se hacían pesadas a sus lectores. Sino que será una mezcla de
todos los estilos, el oratorio, el reflexivo <y el agradable>, a fin de
que también resulte satisfactoria a quienes se empeñan en debates políticos,
quienes se afanan en la reflexión filosófica, e incluso si algunos buscan una
vida relajada en las lecturas históricas.”
[46] Si bien no creemos que exista una
diferencia de género historiográfico en términos modernos entre lo que
denominamos “historiografía de guerra” e “historiografía político-filosófica”,
tal como parece desprenderse de las palabras de Dionisio de Halicarnaso, Antigüedades romanas 9.1.2-4,
mantendremos la diferencia señalada en ambos pasajes por Dionisio para lograr
mayor claridad en la comprensión del texto.
[47] Nicolai (1992: 149
nota 221) y Gabba
(1996: 72). La idea de que Dionisio buscaba un público tripartito parece
evidenciar que no había por parte de Dionisio una concepción unificada de las
tres variantes presentadas en este pasaje, algo que nos parece ir demasiado
lejos cf. Gabba (1996: 76). Para la comprensión de este pasaje, y sus implicaciones más allá
de las cuestiones de estilística, cf. Gozzoli
(1976: 157-158).
[48] Publicada en París en 1547 por Robert Estienne,
y que en un principio iba a contener exclusivamente los diez primeros libros,
cf. los detalles en Fromentin
(2002: LXXXIX-XC) y Fornaro (1997: 29).
[49] Cf. Renouard
(1838: 75).
[50] Que no edición, dado que sigue el
texto de la edición de K. Jacoby, cf. Cary (1937:
XLIII).
[51] Fromentin (2002: 87).
[52] Fromentin (1993: 179): “le
terme, peu employé dans les Opuscules
Rhétoriques, signifie «genre»,
«type», «catégorie», mais n’a aucun domaine d’emploi spécifique…”
[53] El léxico de Aujac
(1992: 233) presenta una cuarentena de ejemplos frente a los tres referidos por
Fromentin, incluyendo entre sus definiciones
precisamente la de estilo literario.
[54] A modo de ejemplo es importante la
interpretación de ἐναγώνιος como referido a la oratoria, cf. Fromentin (1993: 178).
[55] Fromentin
(1993: 184); es del mismo parecer Verdin (1974: 294-296), quien, no obstante, señala que
no aparece en la obra historiográfica de Dionisio de Halicarnaso ninguna
referencia al concepto de τέρπνον. En ello hemos de tener presente que Verdin
consideraba que Antigüedades Romanas,
9.1.3, hace referencia al concepto de ἐναργεία, más que al concepto de placer; cf. Verdin (1974: 303).
[56] Lo que supone una excepción en Dionisio de Halicarnaso, dado que
su opinión es claramente negativa en lo que se refiere a esta escuela
filosófica, cf. D. H., 2.68.2 y 8.56.1, en referencia a los aspectos religiosos
del epicureísmo. Cf. además Gabba
(1996: 167).
[57] Solamente
trata el asunto en una nota en su edición, Fromentin (2002:
87, nota 38), que dice lo siguiente:
“Hellanicos de Lesbos […] auteur d’une Atthis, c’est-à-dire une Histoire de l’Attique et
d’Athènes, fut l’initiateur du genre de la chronique locale, attachée surtout à
rapporter les légendes de fondation…”
[58] “El pensamiento de todo ser humano se
complace al ser transportado a los hechos por medio de las palabras, y no solo
al escuchar lo dicho, sino viendo lo que se hizo. Desde luego, tampoco les basta con saber lo esencial y su
desenlace cuando escuchan acciones políticas, como que los atenienses aceptaron
que los lacedemonios les derribaran los muros de su ciudad, diezmaran su flota,
establecieran una guarnición en la acrópolis, y que -en lugar de su democracia-
dispusieran la oligarquía como soberana de los asuntos públicos, sin entablar
combate contra ellos; sino que buscan qué necesidades sometieron a la ciudad, a
causa de las cuales pasó este trance terrible y duro, y qué discursos fueron
los que los persuadieron y por quiénes fueron pronunciados, y todo cuanto rodea a los acontecimientos.”
[59] Sobre los πραγματικοί τόποι en Dionisio de Halicarnaso puede verse Fornaro (1997: 212-215).
[60] Sacks (1983: 75-76)
y Bonner
(1939: 84).
[61] Dionisio se refiere a la analística
romana no como χρονική (sc. σύνταξις) sino
como χρονογραφία, una denominación que emplea para
su propio tratado cronográfico -para el cual cf. Jacoby (1993: 826-827)- y para
la obra de Eratóstenes, en este caso siendo el título de la misma. Cf. para
todo ello Luraghi
(2003: 284).
[62] Sacks (1983: 80).
[63] Cf. D. H. Pomp. 3.13: Μετὰ τοῦτο
ἔργον ἐστὶν ἱστορικοῦ διελέσθαι
τε καὶ τάξαι
τῶν
δηλουμένων
ἕκαστον
ἐν ᾧ δεῖ τόπῳ. πῶς οὖν
ἑκάτερος διαιρεῖται
καὶ τάττει τὰ
λεγόμενα;
Θουκυδίδης
μὲν
τοῖς
χρόνοις ἀκολουθῶν, Ἡρόδοτος δὲ
ταῖς περιοχαῖς τῶν
πραγμάτων.
καὶ γίγνεται
Θουκυδίδης
μὲν
ἀσαφὴς καὶ δυσπαρακολούθητος·
πολλῶν
γὰρ
κατὰ
τὸ
αὐτὸ θέρος ἢ τὸν αὐτὸν χειμῶνα γιγνομένων
ἐν διαφόροις
ὡς εἰκὸς τόποις,
ἡμιτελεῖς τὰς
πρώτας πράξεις
καταλιπὼν ἑτέρων ἅπτεται [τῶν
κατὰ
θέρος ἢ τὸν αὐτὸν χειμῶνα γιγνομένων]·
πλανώμεθα
δὴ
καθάπερ εἰκός,
καὶ δυσκόλως
τοῖς
δηλουμένοις
παρακολουθοῦμεν
ταραττομένης
τῆς
διανοίας. Cf. Sacks (1983:
75) y Fornaro (1997: 20 y 200).
[64] Sacks (1983:
75-76).
[65] D.H., Tuc. 7.1-2: Ταῦτα δ' εἰπεῖν προήχθην οὐκ
ἐπιτιμῶν
ἐκείνοις τοῖς
ἀνδράσιν, ἀλλὰ καὶ πολλὴν ἔχων συγγνώμην,
εἰ
καὶ τῶν
μυθικῶν
ἥψαντο
πλασμάτων,
ἐθνικὰς καὶ τοπικὰς ἐκφέροντες ἱστορίας· ἐν ἅπασι γὰρ
ἀνθρώποις
καὶ κοινῇ κατὰ
τόπους καὶ κατὰ
πόλεις ἰδίᾳ μνῆμαί τινες ἐσῴζοντο καὶ τῶν
τοιούτων ἀκουσμάτων, ὥσπερ ἔφην, ἃς διαδεχόμενοι
παῖδες
παρὰ
πατέρων ἐπιμελὲς
ἐποιοῦντο
παραδιδόναι
τοῖς
ἐκγόνοις καὶ τοὺς
βουλομένους
αὐτὰς εἰς τὸ
κοινὸν
ἐκφέρειν οὕτως
ἠξίουν συγγράφειν,
ὡς παρὰ
τῶν
ἀρχαίων
ἐδέξαντο.
ἐκείνοις μὲν
οὖν
τοῖς
ἀνδράσιν ἀναγκαῖον ἦν ποικίλλειν
τοῖς
μυθώδεσιν
ἐπεισοδίοις τὰς
τοπικὰς ἀναγραφάς.
[66] Cf. las observaciones negativas sobre las digresiones míticas de Teopompo, D. H. Im. 3.12, y las indicaciones al respecto de Gozzoli (1976: 174). La importancia de
la elección del tema en el ideario historiográfico de Dionisio de Halicarnaso
fue ya destacada por Halbfas
(1910: 42-43).
[67] Sobre los peligros de generalizar el modelo polibiano y tucidídeo, cf. Gabba (1981:
52).
[68] En nuestra opinión, asumir que
Dionisio no tenía conocimiento de la literatura romana es algo que, al menos en
el campo de la historiografía, las Antigüedades
romanas desmienten, cf. Marin (1969: 595 y passim),
así como Gabba
(1996: 38 y 167). Por ello creemos que
la defensa por parte de Goold
(1961: 191), de esa ignorancia ha de tratarse con cautela.
[69] Sabemos que Dionisio de Halicarnaso escribió un tratado, hoy
perdido, En defensa de la filosofía
política (cf. D. H., Tuc. 2.3),
en el que defendía el uso justo de la filosofía, en línea con las ideas de
Isócrates; cf. Verdin
(1974: 297-298) y Fox (1993: 41-42).
[70] “Los hombres de política, entre los que yo por mi parte incluyo
también a los filósofos que consideran la filosofía una actividad de bellas
acciones y no de palabras, tienen en común con el resto de los seres humanos el
complacerse con el examen completo de las circunstancias que acompañan a los
acontecimientos.”
[71] Para lo cual puede verse el estudio de André (1966: 282-331).
[72] “Sin embargo, algunos consideran que el bien máximo aumenta,
porque es poco pleno en circunstancias adversas. Incluso Antípatro,
que se cuenta entre los grandes maestros de esta escuela, afirma que concede
algo de peso a los
bienes externos, pero no obstante escaso. ¿Ves, sin embargo, qué implica que
uno no esté contento en caso de que no brille una pequeña luz? ¿Qué valor tiene
en la claridad del sol una chispa? Si no estás contento con la sola virtud,
hace falta que añadas la calma que los griegos llaman “ἀοχλησία” o el placer.”
[73] Cf. OLD s. v. Quies, 6b.
[74] Rawson (1985: 221).
La relación se establecía en la naturaleza local de ambas creaciones literarias
y en los aspectos formales, si bien hemos de lamentar que Rawson no
desarrollara de manera más exhaustiva su argumentación.
[75] La referencia corresponde a las Cartas a Ático, 1.8.3, y es una nota final que dice: Thyillus te rogat et ego eius rogatu Εὐμολπιδῶν πάτρια. Si aceptamos la propuesta de Müller
(1883: 38) de interpretar la referencia “Athenis in libris sacrorum” en Varrón (L. L., 5.97.2)
como referida a los Εὐμολπιδῶν πάτρια, y
vinculamos esta noticia con la de la epístola ciceroniana, aceptando en todo
caso que la carta ciceroniana es del año 67 a. C., entonces la llegada del
volumen a Roma estaría atestiguada por esta carta. Cf. Tresp (1914: 108), y Rawson (1985: 237-238).
[76] Cf. FrGrHist
328 F59, 185, y 224.
[77] Pueden verse los datos sobre este personaje prácticamente
desconocido en Schwartz (1896:
1589); la propuesta de Schwartz de atribuir el epitome de Filócoro
a un autor aticista de época de Adriano tiene, a nuestro entender el problema
de alejar el epítome del momento en el que se tiene interés por la atidografía.
[78] Recordemos que la estructura de las obras atidográficas
presentaba una cesura muy marcada entre libros referidos al pasado remoto y
clásico y aquellos que narraban momentos más cercanos al tiempo de los autores,
especialmente en el caso de Androción y Filócoro. Cf. Harding
(1994: 8). Ello facilitaría la división de las obras.
[79] Sobre la naturaleza de ese epítome pueden verse las indicaciones
de Costa (2007: 274), en el marco
de la posible existencia de dos epítomes, el que nos ocupa y uno debido al
propio Filócoro, algo que rechazó Jacoby (1954: 256). Con
todo, no nos resulta fácil asumir la propuesta de Costa de que el epítome se
realizaría únicamente para satisfacer la consulta ocasional de este tipo de
obras -Costa (2007b: 15)-, máxime
si tenemos en cuenta el interés anticuario que arranca en Roma en estos
momentos. La utilidad como repertorio de datos de estas obras solo es tal con
ediciones íntegras.
[80] Cf. Syme (1986: 6), “Sacerdotal antiquities were suitable
predilection of Patricians […] in adversity those studies afforded refuge and confort.” Para el interés por
el pasado de Roma en este momento, cf. Hill
(1961: 88), y para el caso de Cicerón puede verse Rawson (1991: 60-65).
[81] Livio, pr. 5; 21.1.2; Ogilvie (1978: 24).
[82] La confusión entre los diferentes personajes ha llevado
recientemente a Oakley
(2013: 361-364), a tratar a Lucio y a su hijo Quinto al unísono, si bien el
problema no pasa tanto por perfilar la biografía de los dos personajes como por
asignar los fragmentos a uno u otro, dado que ambos fueron autores de obras
historiográficas. Los datos biográficos de Quinto Elio Tuberón
pueden verse en Digesta,
I 2, 46. Por lo demás, Dionisio de Halicarnaso cita a Tuberón
en las Antigüedades romanas 1.80. 1.
[83] Sin embargo, Rawson
(1985: 220), era escéptica respecto a la posibilidad de que el material
recogido principalmente por Varrón hubiera sido aprovechado en la generación
posterior, algo que a nuestro entender, y con las
debidas precauciones, podrían desmentir los fragmentos, tanto historiográficos
como judiciales. Esta naturaleza anticuaria no impide que la obra tuviera
tintes estilísticos tucidídeos, algo que los
estudiosos han deducido de manera lógica de la dedicación por parte de Dionisio
de Halicarnaso del tratado Sobre Tucídides
a este autor; cf. Bowersock
(1965: 130 y 1979: 68). Más prudentes se muestran Ogilvie (1978: 17) y Oakley (2013: 366).
[84] Syme (1989:
305-306). Su vertiente jurídica puede verse a través de los fragmentos
recogidos por Bremer (1896:
358-367). Sabemos que su estilo en estos escritos era arcaizante, hasta el
punto de que en época de Adriano no era del agrado de los lectores. Un esquema
de sus vínculos personales con las grandes personalidades del derecho puede
verse en Bauman (1985: 113). Para
los personajes literarios del círculo de Dionisio de Halicarnaso aparte de Tuberón, cf. Rhys Roberts
(1900: 439-442).
[85] Rawson señalaba, en referencia a la
actividad anticuaria de Cicerón, la importancia de los aspectos legales en la
codificación de la comprensión del pasado, lo que evidencia la vinculación tan
importante que el derecho tiene con el pasado histórico romano y, por
extensión, con la historiografía, cf. Rawson
(1991: 75).
[86] Frente a la habitual interpretación de la derrota en la acusación
contra Ligario del año 46 a. C. como el motivo que
llevó a Tuberón a retirarse de la primera línea
oratoria, Bauman (1985: 115-116),
nos ha dibujado una trayectoria más consecuente que pasa por un retiro
voluntario para dedicarse a la actividad erudita de amplio espectro. En todo
caso, la imagen final, sean cual sean los motivos que empujaron a Tuberón, es la misma.
[87] Gabba (1981:
61) señalaba la inexistencia de obras de carácter erudito y religioso en Roma,
lo que incidiría en la necesidad de buscar modelos literarios en ámbito griego.
[88] Ya Liers
(1886: 3), reconocía la posibilidad de que la iniciativa de redactar las Antigüedades romanas naciera al amparo
de la relación de Dionisio con la aristocracia romana.
[89] Un tono que también estaba presente en su quehacer como jurista,
cf. Bauman (1985: 115-116).
[90] No en vano la obra de Dionisio fue
considerada en el siglo XIX como una obra retórica en un sentido despectivo, lo
que la convertía en una obra casi de cartón piedra sin sustancia, cf. Wiater (2011:
223-224), quien incide en la importancia del contenido como fundamento del
Clasicismo literario.
[91] En un autor tan temprano como Liers (1886: 11) se pueden leer consideraciones a este respecto en lo que a la interpretación de los oradores por parte de Dionisio de Halicarnaso se refiere.