http://dx.doi.org/10.17398/1886-9440.11.19

 

Miguel Ángel Rodríguez Horrillo

(Universidad de Zaragoza)

Dionisio de Halicarnaso y la atidografía: Antigüedades romanas 1.8.3

Dionysius of Halicarnassus and the atthidography: Roman Antiquities 1.8.3

Abstract: Dionysius of Halicarnassus’ testimony has been the main evidence to approach the style of the atthidography. However, it has been understood without considering its cultural and literary context. This paper proposes a reinterpretation taking into account Dionysius’ literary tastes, and it also explores the context of the revival of the Antiquarian literature at the end of the Roman Republic.

Key Words: Atthidography, Dionysius of Halicarnassus, Classicism.

Resumen: El testimonio sobre el estilo de la atidografía ofrecido por Dionisio de Halicarnaso ha sido tomado como prueba fundamental para analizar el estilo de la atidografía. Sin embargo, ha sido interpretado privado de su contexto, tanto cultural como retórico. Se propone una reinterpretación del mismo atendiendo al universo literario del autor y en el marco del interés por las obras de carácter anticuario de finales de la República.

Palabras Clave: Atidografía, Dionisio de Halicarnaso, Clasicismo.

Fecha de Recepción: 21 de abril de 2016.

Fecha de Aceptación: 13 de junio de 2016.

 

 

1. La atidografía y la historiografía antigua[1]

Hablar de historiografía griega sin mencionar la obra de Felix Jacoby es imposible: sus aportaciones no solo son muy numerosas, sino que la concepción que el maestro alemán tenía de la historiografía es algo que determina en gran medida nuestra interpretación del género. Su edición de los fragmentos es una poderosa herramienta que, gracias a los criterios de ordenación que la respaldan, da forma a una interpretación total de la historiografía griega todavía hoy no superada.

Si hay un campo o subgénero en el que se hace patente de manera clara esa poderosa intervención del sabio de Kiel, es el de la atidografía. La interpretación global de los fragmentos de los historiadores locales del Ática llevó a Jacoby a realizar un prodigioso ejercicio intelectual con la finalidad de neutralizar la que en aquel momento era la interpretación canónica de estos autores, la llevada a cabo por su maestro Wilamowitz.[2]

Conocemos bien la génesis de los tres volúmenes que dedicó Jacoby a estos autores, en lo que fue un ejercicio que ha llegado a ser calificado como de “obsesión”.[3] Las razones que llevaron al editor a redactar cerca de mil doscientas páginas para comentar y desentrañar unos textos que ocupan poco menos de ciento cincuenta no responden simplemente a un intento por desautorizar al maestro Wilamowitz, sino a algo mucho más complejo.

La aparición de la Constitución de Atenas de Aristóteles supuso una pequeña revolución en los estudios sobre la historia de Atenas.[4] En este caso, como en otros muchos, Wilamowitz acudió rápidamente a analizar el nuevo texto aristotélico, consagrando treinta páginas en su estudio a la tradición atidográfica.[5] En ellas, en el estilo propio de Wilamowitz –que combina en ocasiones cierto dogmatismo con erudición y genialidad- se sancionaban dos ideas fundamentales en el acercamiento a los historiadores locales de Atenas. Por una parte, su vinculación con la tradición ancestral ateniense,[6] y por otra, su dependencia de una crónica de la ciudad de Atenas puesta por escrito en torno al año 380 a. C.,[7] un ignoto del que no hay constancia alguna, sugerencia que hoy está muy alejada de los usos de la filología, pero que no era tan osada en aquellos tiempos.

De esta manera, la atidografía iba a estar rodeada principalmente por dos consideraciones polémicas, pero, con todo, eso no iba a ser el mayor problema para la interpretación de estas obras por parte de Jacoby. El modelo jacobiano de nacimiento y evolución de la historiografía fue expuesto en un artículo todavía fundamental publicado en 1909. En este, se sancionaba una imagen del género historiográfico que, a pesar de ligeras variaciones,[8] permaneció estable en sus aspectos fundamentales, y que dibujaba un modelo muy particular de comprensión del género que era heredero de muchos de los planteamientos que habían caracterizado el acercamiento a la historiografía a lo largo del siglo diecinueve e incluso dieciocho.

Para Jacoby, el nacimiento de la historiografía estaba vinculado a una perspectiva científica y panhelénica que cristalizó en obras como las de Heródoto y Tucídides, con una marcada independencia de cualquier tradición histórica local o de recuerdo del pasado.[9] La historiografía era, por tanto, algo ajeno al mundo del recuerdo local, seguramente dada la ligazón de esta forma de entender el pasado con los aspectos puramente míticos.[10] La teoría de Jacoby suponía una reacción frente al universo de recuerdo del pasado en el marco de la ciudad, desplazando el nacimiento de la historiografía local a una época relativamente tardía,[11] algo realmente contradictorio si tenemos presente la importancia de la πλις en la evolución de la cultura griega en este periodo.[12]

Obviamente, con esta teoría entraba en seria colisión la propuesta de Wilamowitz de crear un precedente para la atidografía en la crónica anónima del 380 que, a pesar de la fecha, no hemos de olvidar que suponía la síntesis de materiales mucho más antiguos.[13] La posibilidad de que el planteamiento de Wilamowitz sea acertado es algo que hace que la totalidad de la interpretación jacobiana del género historiográfico pueda desplomarse como un castillo de naipes, dado que crearía una historiografía local de gran antigüedad que sería anterior a la historiografía panhelénica, una idea que Jacoby rechazaba frontalmente. Este seguramente sea el motivo de la obsesión que centró los esfuerzos del editor de los fragmentos durante largo tiempo, y que dio lugar a un soberbio ejercicio filológico como es el estudio preliminar a los atidógrafos. Como gran argumento, seguramente el único que todavía no ha causado reparo alguno en los estudiosos, Jacoby sugirió la falta de datos cronológicos concretos por parte de Heródoto en lo que a la tradición ateniense se refiere, una evidencia que apuntaría a la inexistencia de una narración histórica con un marco cronológico bien definido para Atenas en época clásica, dado que, de haber existido, Heródoto la habría utilizado.[14] El resto de argumentos, los referidos a la caracterización del subgénero, no han gozado de tanta estabilidad, tal y como iremos viendo.

En definitiva, son estos precedentes los que han generado la situación en la que los atidógrafos se encuentran hoy, rodeados de no pocos apriorismos y polémicas, fruto precisamente de ese duelo de titanes que afecta en cierta medida a la definición misma de lo que entendemos por historiografía.

Por ello, nuestro objetivo, modesto en sí, es abordar algunos aspectos de esa definición moderna, revisando el testimonio de Dionisio de Halicarnaso como punto de partida, principalmente porque este testimonio fue tratado de manera secundaria por Jacoby,[15] y hasta hace poco ha sido abordado desde una perspectiva, a nuestro entender, quizá no del todo acertada. Para ello nos centraremos en la definición estilística de las obras y en el contexto en el que, a ojos de Dionisio de Halicarnaso, se sitúan los lectores de este último, teniendo presente una paradoja: la atidografía desempeña un papel nulo en la definición del género historiográfico en los tratados de Dionisio, pero aparece en un lugar fundamental del proemio a las Antigüedades romanas.[16]

 

2. La caracterización formal

La aparente homogeneidad de las distintas obras no ha facilitado la creación de una imagen clara de lo que fue la atidografía en el plano formal. Más allá del problema tan grave que supone la escasez de fragmentos útiles para este cometido, la perspectiva de la crítica ha caminado por sendas que facilitaron poco esta labor. Es verdad que Jacoby realizó unas pequeñas reflexiones sobre los aspectos formales de estas obras,[17] pero el pulso general de toda su interpretación apuntaba a la definición de una imagen de la atidografía que dejaba poco lugar a lo formal o literario. Tanto el modo de entender la historiografía en tiempos de Jacoby, como la necesidad de insertar a los atidógrafos en el esquema evolutivo del género, hicieron que primaran valores como la perspectiva política, la metodología empleada por los autores, o la ordenación del contenido conforme a un criterio determinado.[18]

Es precisamente este último aspecto el que ha sido tomado como punto de partida, en ocasiones de manera meramente instintiva, para definir formalmente las átides, creando no poca ambigüedad. La constatación de que la materia se organizaba en estas obras por medio de la fórmula δενα ρχων,[19] que encabezaba cada año arcontal y daba entrada a los acontecimientos registrados en el mismo, ha sido el punto de partida para crear la hipotética imagen de lo que fueron estas obras. Así, las historias locales de Atenas se acercaban a la crónica,[20] de modo que el problema pasa por distinguir claramente qué entendían los antiguos por crónica, pues, como indicaba el propio Jacoby,[21] Dionisio de Halicarnaso se refiere a la atidografía como crónica, confirmando esa primera impresión.[22]

Además, esa organización como crónicas se convirtió para Jacoby en la clave que aseguraba la continuidad del género desde la obra de Helánico –fines del siglo V a. C.-[23] hasta la desaparición de la atidografía, prácticamente un siglo después. Según Jacoby, ese esquema de organización del contenido creado por Helánico y empleado posteriormente por los restantes autores, es la línea que une a uno con los otros, superando el abismo temporal que los separa.[24] Por ello esa organización de los contenidos ha adquirido una naturaleza que hace que en ocasiones los límites entre la cronografía y la crónica sean realmente difusos, dada la necesidad de acentuar un aspecto que, a ojos de Jacoby, aseguraba la continuidad del género.

Con ello, teníamos el camino abierto para sancionar una imagen formal de la atidografía cercana curiosamente a la definición de la primitiva analística romana, “erat enim historia nihil aliud nisi annalium confectio” (Cic. De oratore, II 52),[25] en un giro con el que curiosamente Jacoby nos llevaba de nuevo –tal y como reconoce- a la definición formal del género que hizo Schwartz siguiendo los postulados de Wilamowitz, “Die Atthis will nicht Geschichtschreibung sein, sondern Annalistik.”[26]

En segundo lugar, los esfuerzos organizativos e interpretativos de Jacoby dentro de su edición de los fragmentos –no nos cansamos de insistir en esa vinculación entre interpretación y organización de los autores en los Fragmente- anularon una propuesta a primera vista prometedora, como es la de considerar la existencia de ciertas vinculaciones de los atidógrafos con la literatura anticuaria.[27] El contenido de las obras, dibujado por los fragmentos, y sobre todo por el perfil de los autores que nos transmiten esos fragmentos (en resumidas cuentas, una buena parte de sus lectores) apunta a algo que no está cerca precisamente del modelo de historiografía habitual: ritos, usos y costumbres parecen convivir con acontecimientos de naturaleza puramente histórica.[28] Ello hace que la vinculación a primera vista de estas obras con la tratadística anticuaria, de la que tan poco sabemos, sea al menos un aspecto a tener en cuenta.[29] Solo recientemente Nicolai ha subrayado esa posición de puente de la atidografía respecto a la literatura anticuaria posterior, si bien, y teniendo en cuenta lo poco o nada que sabemos de este género, hemos de asumir que todavía no estamos en condiciones de avanzar en esta senda,[30] pero sí de valorar las implicaciones que esta naturaleza de parte del contenido puede tener en la recepción de las obras.

En definitiva, todo este ejercicio intelectual determinó, y mucho, el acercamiento de las generaciones posteriores a la atidografía y a su definición formal y estilística. Los estudios de Harding y Rhodes, que tanto han aportado al conocimiento de la perspectiva política de estas obras, siguen en el aspecto formal las líneas trazadas por Jacoby,[31] pero con una diferencia clara en sus posturas. Por una parte, Rhodes, apoyándose en el pasaje que Jacoby editaba como 329 T1 y que procede de las Antigüedades romanas de Dionisio de Halicarnaso, sostenía la austeridad estilística de estas obras:[32]

σχμα δ ποδίδωμι τ πραγματεί οθ' ποον ο τος πολέμους ναγράψαντες ποδεδώκασι τας στορίαις οθ' ποον ο τς πολιτείας ατς φ' αυτν διηγησάμενοι οτε τας χρονικας παραπλήσιον ς ξέδωκαν ο τς τθίδας πραγματευσάμενοι· μονοειδες γρ κεναί τε κα ταχ προσιστάμεναι τος κούουσιν (D. H. 1.8.3).[33]

 

Rhodes, que cita este pasaje todavía más recortado que Jacoby,[34] refuerza el desarrollo de su argumentación con la incorporación de un pasaje ciceroniano sobre la naturaleza literaria de Helánico, que citamos en toda su extensión:

Hanc similitudinem scribendi multi secuti sunt, qui sine ullis ornamentis monumenta solum temporum, hominum, locorum gestarumque rerum reliquerunt; itaque qualis apud Graecos Pherecydes, Hellanicus, Acusilas fuit aliique permulti, talis noster Cato et Pictor et Piso, qui neque tenent, quibus rebus ornetur oratio – modo enim huc ista sunt importata – et, dum intellegatur quid dicant, unam dicendi laudem putant esse brevitatem. (Cic. De oratore, 2.53).[35]

 

Este pasaje vendría a confirmar de manera solidaria lo indicado por Dionisio de Halicarnaso en las Antigüedades romanas, que el estilo de los atidógrafos era árido y pesado,[36] pero con una dificultad que aparentemente pasa desapercibida, y que estamos obligados a afrontar: ¿Las obras de Helánico y de los atidógrafos posteriores serían similares en aspectos de estilo, dejando al margen la cuestión de la organización arcontal, o dicho de otra manera, la atidografía no asumió la evolución de la prosa y de la retórica en general en un periodo crucial para ambos aspectos? Es difícil, por no decir imposible, responder de manera afirmativa a esta pregunta, dado el abismo formal que separa la prosa del tiempo de Helánico de la propia del momento de los restantes autores de atidografía, un salto cronológico que, en términos generales, ha apuntado recientemente Nicolai.[37] Solo esa necesidad de vincular a Helánico con los restantes autores puede llevarnos a admitir la opción contraria. En definitiva, esta interpretación de Rhodes solo es sostenible si, como apuntamos, confundimos organización del contenido con estilo –Cicerón habla de sine ullis ornamentis-, dado que ambos aspectos no son incompatibles: piénsese en una obra con división analística como son los Anales taciteos y rápidamente se advertirá la armónica convivencia de ambos aspectos.[38]

De este modo, y separando estilo de organización estructural, la evolución no solo del género historiográfico sino incluso de la propia prosa son, en ambos casos, procesos que abordan su etapa crítica precisamente en ese medio siglo que separa a Helánico de los restantes atidógrafos, lo que tiene que llevarnos, como mínimo, a dudar de la viabilidad de la propuesta de Rhodes.

Más seguros nos parecen los pasos dados por Harding al abordar este aspecto de las narrativas locales de Atenas. El estudioso se mueve entre el reconocimiento de la naturaleza formal pesada de las obras –conforme al testimonio de Dionisio interpretado como venimos indicando- y la evidencia que aportan los textos de Filócoro transmitidos por el propio Dionisio de Halicarnaso (FrGrHist 328 F49-51),[39] que, a nuestro entender, no revelan algo que sea muy diferente de lo que podemos leer en los fragmentos de cualquier otro historiador del siglo IV a. C.

Esta aparente y discreta rehabilitación de la atidografía en el plano formal es algo a lo que recientemente se ha unido Costa,[40] en una tendencia que hace de la estructuración de estas obras la causa de su pesadez narrativa y que el estudioso italiano trata de solucionar por medio del recurso a las digresiones.[41] Esta solución, con ser ingeniosa, plantea un interrogante no menor, que es el de respecto a qué se construyen esas digresiones. A nuestro entender, la organización por arcontados no tiene por qué deparar una narración monótona, sino más bien entrecortada,[42] dado que la continuidad de los acontecimientos se ve fragmentada año a año, y en cada entrada arcontal ha de tener cabida más de un acontecimiento, y estos podrían extenderse por varios años. De modo que hablar de digresiones efectivas es realmente difícil, dado que no habría un principio narrativo continuado respecto al que estas tuvieran lugar.

En definitiva, la valoración del estilo y, en general, de los rasgos formales de la atidografía pasa por un par de apriorismos que se sostienen de manera solidaria, y que giran en torno al texto de Dionisio de Halicarnaso: la atidografía es crónica, y la crónica tiene un estilo monótono. A nuestro entender, las tensiones existentes entre la propuesta de Harding y Costa, que defienden cierta elaboración formal en la atidografía, y la más tradicional de Rhodes son lo suficientemente fuertes como para considerar que alguno de los datos en juego falla. A nuestro entender, nos falta, como antes referíamos, una parte sustancial del juicio de Dionisio de Halicarnaso.

Jacoby, cuando editó ese pasaje de Dionisio, lo hizo teniendo en cuenta su interés en el σχμα de organización de las obras por arcontes, lo que lo llevó a editar únicamente esa sección.[43] Sin embargo, este pasaje forma parte de un largo y complejo razonamiento de Dionisio respecto a la naturaleza formal de la historiografía antigua que hemos de analizar íntegro, y que Roberto Nicolai tiene el mérito de haber incorporado en su totalidad al estudio de la atidografía.[44] De este modo, hemos de sumar un testimonio que curiosamente ha pasado desapercibido para la práctica totalidad de los estudiosos que se han acercado a la atidografía, y que se encuentra simplemente unas líneas más arriba del pasaje de las Antigüedades romanas de Dionisio de Halicarnaso que tradicionalmente se ha tomado como punto de partida para evaluar el estilo de la atidografía. Dada su importancia, lo reproducimos en su totalidad:

φηγομαι δ τούς τε θνείους πολέμους τς πόλεως παντας, σους ν κείνοις τος χρόνοις πολέμησε, κα τς μφυλίους στάσεις πόσας στασίασεν, ξ οων ατιν γένοντο κα δι' οων τρόπων τε κα λόγων κατελύθησαν· πολιτειν τε δέας διέξειμι πάσας σαις χρήσατο βασιλευομένη τε κα μετ τν κατάλυσιν τν μονάρχων, κα τίς ν ατν κάστης κόσμος· θη τε τ κράτιστα κα νόμους τος πιφανεστάτους διηγομαι κα συλλήβδην λον ποδείκνυμι τν ρχαον βίον τς πόλεως. σχμα δ ποδίδωμι τ πραγματεί οθ' ποον ο τος πολέμους <μόνους> ναγράψαντες ποδεδώκασι τας στορίαις οθ' ποον ο τς πολιτείας ατς φ' αυτν διηγησάμενοι οτε τας χρονικας παραπλήσιον, ς ξέδωκαν ο τς τθίδας πραγματευσάμενοι· μονοειδες γρ κεναί τε κα ταχ προσιστάμεναι τος κούουσιν· λλ' ξ πάσης δέας μικτν ναγωνίου τε κα θεωρητικς <κα δείας>, να κα τος περ τος πολιτικος διατρίβουσι λόγους κα τος περ τν φιλόσοφον σπουδακόσι θεωρίαν κα ε τισιν οχλήτου δεήσει διαγωγς ν στορικος ναγνώσμασιν, ποχρώντως χουσα φαίνηται (D.H. 1.8.3).[45]

 

La lectura completa de esta sección del proemio a las Antigüedades romanas desvela la cuidada factura arquitectónica del pasaje, con un desarrollo triple de ideas, dado que se nos está hablando de tres tipos realidades históricas,[46] tres géneros literarios y tres potenciales lectores:

 

Género historiográfico

Contenido

Lector

εδος

σχμα

“historiografía de guerras”

Guerras, conflictos

civiles y sus causas

τος περ τος πολιτικος διατρίβουσι λόγους

ναγώνιος

 

“historiografía
política”

Sistemas políticos

y sus cambios

τος περ τν φιλόσοφον σπουδακόσι θεωρίαν

θεωρητικ

 

“Atidografía”

θη τε τ κράτιστα κα νόμους τος πιφανεστάτους διηγομαι κα συλλήβδην λον ποδείκνυμι τν ρχαον βίον τς πόλεως

τισιν οχλήτου
δεήσει διαγωγ
ς ν
στορικος ναγνώσμασιν

-

<κα δείας>

τας χρονικας παραπλήσιον

 

Dionisio de Halicarnaso nos habla así de tres variantes historiográficas que de manera independiente son poco gratas para el lector: μονοειδες γρ κεναί τε κα ταχ προσιστάμεναι τος κούουσιν. El editar el texto mutilado es la causa de que se considerara que solamente la atidografía tenía un estilo pesado, y de esta manera podemos desterrar de una vez por todas este apriorismo: esa caracterización es algo que afecta en todo caso a las tres variedades referidas por Dionisio de Halicarnaso, y ello eleva el debate a un nivel que no ha sido tenido en cuenta por la crítica moderna. Por tanto, no es una cuestión referida al estilo de la atidografía, sino la preferencia por parte de Dionisio de la variatio en el contenido.[47]

Hemos de tener en cuenta que, en el caso de la atidografía, la definición de su naturaleza estilística presente en este pasaje es un añadido de los editores, que además en tiempos recientes ha sido eliminado del texto de Dionisio. Y es que κα δείας es una propuesta de Henri Estienne en la editio princeps publicada por su padre,[48] que fue aceptada por Karl Jacoby en la edición teubneriana de 1885, una corrección que seguramente Estienne propuso con quince años.[49] La suerte de esta restitución ha sido dispar: Cary en su texto[50] apostaba por restituir διηγηματικς, y Fromentin, la última editora del primer libro de las Antigüedades romanas, puso en duda la existencia de una laguna en este pasaje.[51] Según defiende la estudiosa, tanto la interpretación del pasaje por parte de Estienne y Jacoby como la de Cary carecen de rigor por no apoyarse en un modelo retórico bien definido, como por ejemplo el de Aristóteles o el propio Dionisio, dado que en esos modelos el término δέα no tiene sentido técnico, algo que requeriría la propuesta de estos editores. Estaríamos, por tanto, ante una referencia de carácter general que habría sido empleada por Dionisio precisamente para tratar de dar cuenta del carácter innovador de su obra, y no para referirse a la naturaleza retórica de los tres tipos de historiografía referidos.[52] Sin embargo, un vistazo a los datos recogidos por Aujac en el léxico que cierra su edición de los tratados parece confirmar el carácter técnico del término, con lo que esta propuesta perdería fuerza.[53]

Por otra parte, la argumentación de la propia Fromentin, con suponer un avance,[54] se enfrenta a dos objeciones. En primer lugar, es arriesgado asumir que ἀόχλητος διαγωγ hace únicamente referencia a la dimensión del placer, en vinculación además con la diferencia entre lo útil y lo placentero que presentaba Tucídides en su proemio (Th. 1.22.4).[55] A nuestro entender, la expresión ἀόχλητος διαγωγ no nos informa tanto del objetivo que persigue el lector con la lectura de la obra como de las circunstancias en que se desarrolla ese tipo de lectura: Dionisio afirma ε τισιν οχλήτου δεήσει διαγωγς ν στορικος ναγνώσμασιν, señalando al lector de “biblioteca”, alejado de la acción política y que busca la calma del retiro –no en vano el término ἀόχλητος es de raigambre epicúrea-[56] algo que, como veremos, cobra especial interés en la época de Dionisio de Halicarnaso.

Además, hay un segundo aspecto que hemos de tener en cuenta a la hora de valorar la interpretación de Fromentin. La autora, en consonancia con su interpretación del término δέα, no hace referencia alguna al tercer subgénero historiográfico que aborda Dionisio en este pasaje, que es precisamente la atidografía.[57] Esto creemos que nos obliga a volver a preguntarnos la causa por la cual en una estructura tan precisa como la de este pasaje se produce una ausencia tan clara. En todo caso, lo que sí nos parece claro es que la lectura κα δείας supone una solución poco satisfactoria: a nuestro entender, es difícil de sostener que un autor con la capacidad técnica en aspectos retóricos como Dionisio presente una triple secuencia ναγώνιος, θεωρητικ y δεα, en la que el último término tiene un sentido lo suficientemente vago como para desentonar en un texto tan cuidado. Además, en ayuda de esta propuesta viene una declaración del propio Dionisio de Halicarnaso en la introducción al libro IX de las Antigüedades romanas, en las que se nos dice abiertamente que la narración de hechos bélicos y de cambios políticos está ligada también a proporcionar placer al lector:

δεται γρ διάνοια παντς νθρώπου χειραγωγουμένη δι τν λόγων π τ ργα κα μ μόνον κούουσα τν λεγομένων, λλ κα τ πραττόμενα ρσα. οδέ γ' ταν πολιτικς κούσωσι πράξεις, ρκονται τ κεφάλαιον ατ κα τ πέρας τν πραγμάτων μαθόντες, τι συνεχώρησαν θηναοι Λακεδαιμονίοις τείχη τε καθελεν τς πόλεως ατν κα νας διατεμεν κα φρουρν ες τν κρόπολιν εσαγαγεν κα ντ τς πατρίου δημοκρατίας λιγαρχίαν τν κοινν ποδεξαι κυρίαν οδ πρς ατος γνα ράμενοι, λλ' εθς ξιοσι κα τίνες σαν α κατασχοσαι τν πόλιν νάγκαι, δι' ς τατα τ δειν κα σχέτλια πέμεινε, κα τίνες ο πείσαντες ατος λόγοι κα π τίνων ηθέντες νδρν κα πάντα, σα παρακολουθε τος πράγμασι, διδαχθναι (D. H. 9.1.3).[58]

Si seguimos considerando posible la existencia de una laguna, nos parece crucial valorar un supuesto silencio en el proemio de las Antigüedades romanas señalado por Sacks, y que supone la ausencia, dentro de los πραγματικο τποι, o principios en virtud de los cuales se organiza, elige e interpreta el material,[59] de referencias a la τξις ο disposición de los contenidos.[60] Creemos que esa ausencia puede ser suavizada si atendemos a la indicación, muy de pasada, eso sí, que Dionisio nos da en este pasaje en relación con la estructura de la atidografía. Hemos de asumir las dificultades que, en este aspecto, se planteaban en el ámbito de la historiografía de tema romano,[61] dado que la naturaleza analística de la organización de estas obras es un requisito casi incuestionable salvo en las de carácter monográfico. Esto quizá justifique esa ausencia de una referencia clara a la organización de las obras, dado que es una dificultad insalvable para Dionisio si tenemos en cuenta el tema de su obra. En todo caso, es importante señalar que la referencia a la atidografía es, a diferencia de lo que ocurre con las otras dos variantes historiográficas, clara y directa, y además referida al ámbito griego, a pesar de que ha habido referencias a la analística romana pocas líneas antes (D. H. 1.7.3). Todo ello mantiene, a nuestro entender, el debate en el ámbito griego, y será en este donde tendremos que buscar la respuesta estilística.

El propio Sacks ha señalado que, a diferencia de lo que ocurre con la oratoria, en el caso de la teoría historiográfica Dionisio sitúa en primer lugar los aspectos relativos a los πραγματικο τποι,[62] dejando para un segundo momento los aspectos meramente estilísticos. Si volvemos al texto, veremos cómo en el caso de la atidografía y de las otras dos disciplinas historiográficas hay un vacío claro: en el caso de la atidografía hay una referencia clara al σχμα o τξις, con ausencia de indicación del εδος estilístico, en tanto que en las otras dos variantes es al revés: se indica cualidad estilística, pero no la ordenación de los acontecimientos. Sabemos que la organización analística era para Dionisio una dificultad[63] a la hora de desarrollar los aspectos estilísticos de una obra historiográfica. De modo que, a tenor de la opinión negativa de Dionisio de Halicarnaso en lo que se refiere a la organización analística, este silencio respecto a las posibilidades estilísticas de la atidografía se acompasa con el intento recogido en este pasaje de variar la estructura en las Antigüedades romanas, condenada a tener una estructura analística.[64] Por todo ello, parece que la opción de no editar laguna o reconstrucción alguna en este pasaje es lo más ajustado, tanto a la impresión que tenemos de la atidografía como a la opinión que Dionisio de Halicarnaso podría tener de la misma.

En conclusión, creemos que el silencio de Dionisio no se debe, tal y como consideraba Fromentin, a la falta de una oposición entre διαγωγ (entendida como “divertimento”) y la utilidad de las otras dos variantes historiográficas, sino a la imposibilidad de que una obra con una estructura tan rígida pudiera desarrollar una caracterización estilística eficaz, al menos para Dionisio de Halicarnaso. En un pasaje del Sobre Tucídides, en el que aborda la presencia de elementos míticos en las narraciones locales, Dionisio nos informa del natural conservadurismo de este tipo de obras.[65] Con ello tenemos una nueva limitación en la capacidad de los autores a la hora de gestionar el nivel de los πραγματικο τποι de estas obras y que, sumado al anterior, refuerza la poca versatilidad estilística de la atidografía a ojos de Dionisio.[66] De este modo, no habría laguna alguna en el texto, sino un silencio por parte del autor que se debería a la imposibilidad de que la atidografía desarrollara por razones organizativas un εδος propio y eficaz.

Con todo ello, y volviendo a la naturaleza estilística de la atidografía, hemos de plantearnos dos cuestiones previas a cualquier interpretación del testimonio que nos ocupa. Por una parte, hemos de asumir que la valoración negativa del estilo de la atidografía no responde simplemente a su carácter de crónica, sino a un apriorismo de carácter teórico, como es el hecho de que para Dionisio la τξις es un requisito fundamental a la hora de componer una obra historiográfica. Nos corresponde a los estudiosos modernos discernir si la naturaleza analística de una obra impide o no su elaboración estilística.

En segundo lugar, hemos de plantearnos si el estilo de la historiografía antigua se reduce exclusivamente a las categorías que Dionisio nos ofrece en el pasaje estudiado y, sobre todo, si consideramos pesado el estilo de todas las variedades historiográficas planteadas en este testimonio, una pesadez que, a ojos del de Halicarnaso solo puede ser superada con la variatio. La respuesta a estas preguntas determinará qué imagen tendremos a partir de este testimonio del estilo de la atidografía.

Pero, a pesar de esta valoración a todas luces negativa de este tipo de historiografía, es innegable que Dionisio de Halicarnaso la incluye en las consideraciones previas de su magnum opus, lo que, a nuestro entender, tiene su explicación en el momento cultural en el que se redactaron las Antigüedades romanas.

 

 

3. La atidografía y el otium

Dionisio tenía claro que la atidografía presentaba un lector potencial que buscaba una lectura alejada de las complicaciones políticas o filosóficas –sin que ello supusiese una lectura frívola: hemos de estar precavidos respecto a este apriorismo polibiano-,[67] y que el contenido de estas obras era variado a pesar de su limitación a la ciudad de Atenas.

Hemos de tener presente que el término ἀόχλητος no tiene un sentido negativo: estamos ante un término que hace referencia a un ambiente de otium alejado de los ámbitos políticos, de modo que, teniendo presente el contexto temporal y cultural de Dionisio, es imposible que no tenga vinculaciones latinas.[68] Este significado del adjetivo creemos que delimita el sentido que debemos darle a διαγωγ, que seguramente no sea tanto “divertimento” como vida, es decir, una vida alejada del negotium, ejemplificado en las otras dos lecturas historiográficas referidas. Ni siquiera hemos de dudar del hecho de que la filosofía es considerada por Dionisio de Halicarnaso como algo encuadrado en el negotium. A pesar de la cercanía temporal de los esfuerzos agónicos de Cicerón por justificar su otium, el propio Dionisio nos dice en la introducción al libro XI que el quehacer filosófico entra dentro de la actividad del νρ πολιτικς, siempre y cuando sea filosofía práctica:[69]

τος δ πολιτικος νδράσιν, ν ος γωγε τίθεμαι κα τος φιλοσόφους, σοι μ λόγων, λλ' ργων καλν σκησιν γονται τν φιλοσοφίαν, τ μν δεσθαι τ παντελε θεωρί τν παρακολουθούντων τος πράγμασι κοινν σπερ κα τος λλοις νθρώποις πάρχει (D. H. 11.1.4).[70]

 

Superada esta posible dificultad, hemos de tener en cuenta que hacer referencia al término ἀόχλητος en el comienzo de la época augústea es algo que no está exento de implicaciones trascendentales. El papel secundario desempeñado por los grandes hombres en este momento en el ámbito político es algo que abordó Ronald Syme, y que dibuja un contorno que simplifica las dudas y complejidades que el otium presentaba para Cicerón.[71] Un pasaje muy posterior nos permite comprender el camino que, en este momento, empieza a recorrer este concepto. Séneca, en su epístola 92, afirma:

 Quidam tamen augeri summum bonum iudicant, quia parum plenum sit fortuitis repugnantibus. Antipater quoque inter magnos sectae huius auctores aliquid se tribuere dicit externis, sed exiguum admodum. Vides autem quale sit die non esse contentum nisi aliquis igniculus adluxerit: quod potest in hac claritate solis habere scintilla momentum? Si non es sola honestate contentus, necesse est aut quietem adici velis, quam Graeci οχλησίαν vocant, aut voluptatem. (Sen. Ep. Luc. 92.5-6).[72]

 

Es interesante ver cómo el concepto οχλησα no se asimila a otium, sino a algo muy diferente, como es quies. El término, con ser de utilización general, adquiere una significación específica referida al retiro de la vida política activa en contextos convulsos.[73] Esta referencia cobra su verdadero sentido en oposición a la dedicación política, a la historiografía de cuño político –tan importante en el cambio de siglo y de la que tan poco sabemos- y a la reflexión constitucional. En definitiva, estamos ante una afirmación de Dionisio de Halicarnaso cuyo recorrido nos puede permitir arrojar algo de luz sobre la fortuna y definición de la atidografía y también sobre su papel en el último siglo de la República.

Debemos a Elizabeth Rawson la idea de vincular la crónica local griega con el interés por el anticuarismo de fines de la República romana.[74] Más allá de llevar muy lejos esta posible vinculación –como antes indicábamos sabemos muy poco de la literatura anticuaria-, lo importante es valorar en qué medida esa vinculación puede explicar el resurgir de la atidografía en este momento, máxime cuando todo parece apuntar a que las indicaciones de Dionisio de Halicarnaso son precisamente la etapa final del interés por este tipo de obras.

La primera referencia respecto al empuje de este tipo de literatura se encuentra en una afirmación marginal en una carta ciceroniana, en la que se alude a los Εμολπιδν πάτρια, una referencia no exenta de complejidades, pero que nos pone sobre aviso del conocimiento e interés que se tenía en este tipo de escritos.[75] Además, sabemos que en Herculano se conservaba material atidográfico en este mismo momento.[76]

Más relevante si cabe es la creación por parte de Asinio Polión de Tralles de un epítome de la obra de Filócoro, del que poco sabemos,[77] pero que evidencia en ámbito romano un interés por este tipo de literatura. Y es que la propia adaptación de la obra del atidógrafo en el ambiente literario del momento es un indicio interesante. Por una parte, hemos de considerar que la obra de Filócoro como fuente documental sólo tiene valor en una edición íntegra, y que al hablar de epítome no estamos haciendo referencia a su segmentación de cara a eliminar aquellos libros que no resultaban interesantes,[78] sino a una intervención más compleja.[79] Es decir, la obra interesaba por su propia naturaleza más que por su contenido, que sería el principal perjudicado en la labor de epitomización, y este es un indicio que nos lleva de nuevo al pasaje de Dionisio de Halicarnaso y la οχλησα. El auge del interés por el pasado arcaico, centrado en la Prisca aetas es algo que camina parejo a la crisis de la República, y que seguramente tuvo un buen modelo en la atidografía.[80] El carácter poco comprometedor de la narración de esa etapa histórica es algo que planea por el proemio de Tito Livio[81] y que parece estar detrás de un personaje crucial en la vida de Dionisio de Halicarnaso como es Quinto Elio Tuberón. Más allá de las dudas que han rodeado a la identificación precisa de este erudito de primer nivel dentro de la aristocracia romana,[82] los fragmentos de su Historia nos dibujan una obra cuyo contenido parece acercarse en los tonos anticuarios a la atidografía.[83] Este revivir de la vieja historia mítica de Roma y de los detalles si se quiere menos históricos y más culturales encaja bien con el personaje, tal y como nos lo reconstruye Syme.[84] Tras el retiro –quizá forzoso- de la primera actuación oratorio-política y su dedicación a las leyes y a la historiografía,[85] observamos un recorrido precisamente de οχλησα que le permitió llegar a los años de paz posteriores al desastre de la guerra civil.[86]

Con ello podemos comprender mejor el interés de Dionisio de Halicarnaso por recuperar este tipo de literatura historiográfica griega que pasó a lo largo de toda la Antigüedad prácticamente en silencio, especialmente en lo que a su naturaleza literaria se refiere. A pesar de que seguramente la atidografía poco o nada podría aportar a Dionisio en términos estilísticos, su recuperación tendría justificación precisamente en el interés que despertaba por su contenido en ámbito romano.[87] Esta perspectiva permitiría explicar además el porqué del tratamiento tan selectivo de Dionisio de Halicarnaso y la ausencia de referencias a la naturaleza estilística de estas obras. Cuando Dionisio cita pasajes de obras atidográficas lo hace como meras fuentes que proporcionan datos biográficos sobre los oradores. Esta dinámica tiene una clara excepción en el proemio a las Antigüedades romanas, que podría estar justificada por el interés que estas obras despertaban en los intelectuales del momento,[88] en una búsqueda de modelos historiográficos griegos para sus obras de tono arcaico, como pudo haber sido la Historia de Tuberón.[89]

 

4. Conclusiones

Comenzábamos nuestro examen señalando la difícil explicación que tiene la inclusión de la atidografía en las reflexiones formales del proemio a las Antigüedades romanas. Tradicionalmente la primacía de los aspectos retóricos y estilísticos en el examen de la literatura historiográfica en los primeros compases del Clasicismo literario hizo que el contenido de las obras y sus implicaciones para los lectores quedaran a un lado.[90] En el caso de la literatura fragmentaria, la única vía para poder abordar un intento de definición de aspectos estilísticos pasa por una interpretación combinada de los fragmentos y los testimonios que hayan podido llegar hasta nosotros. Esta labor nos obliga necesariamente a asumir una doble visión que se ajuste, por una parte, a los fragmentos conservados, y, por otra, que trate de comprender la perspectiva que guio la elaboración de los juicios sobre estilo o contenido de esas obras,[91] unos testimonios por norma alejados del tiempo del autor fragmentario. Esa lejanía implicaba, a ojos de un estudioso moderno, tener que enfrentarse con una segunda realidad, que se sumaba a la de la obra estudiada y que podía dificultar la nitidez de la interpretación.

A pesar de esa dificultad, creemos que el examen contextualizado de esos testimonios puede ayudar a mejorar nuestro conocimiento de la literatura fragmentaria, de su recepción y, en definitiva, de sus lectores. En el caso de la atidografía, tanto la visión negativa que la gran crítica filológica alemana tuvo de Dionisio de Halicarnaso como historiador, así como la necesidad de reforzar una visión propia y polémica del subgénero por parte de Jacoby, imposibilitaron tener en cuenta en toda su complejidad el pasaje estudiado. Ello nos impidió valorar en su justa medida la opinión de un autor como Dionisio, que más allá de su amplio conocimiento de la historiografía antigua, fue de los pocos autores conocidos que leyó textos atidográficos de primera mano.

Creemos que el examen del testimonio contenido en las Antigüedades romanas nos permite comprender el recorrido que tuvo la Atidografía a finales de la República, un camino sustentado en un proceso cultural muy concreto que solo recientemente vamos comprendiendo en todas sus dimensiones, y en el que todavía queda mucho por hacer.

 

 

Miguel A. Rodríguez Horrillo

Universidad de Zaragoza

horrillo@unizar.es

 


 

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[1] Estudio realizado en el marco del proyecto JIUZ-2015-HUM-03 Ibercaja: “Estudio sobre las Antigüedades romanas de Dionisio de Halicarnaso”.

[2] La tesis de Wilamowitz entroncaba por lo demás con algunos de los planteamientos de Mommsen respecto a los Annales Maximi, un modelo de comprensión de la crónica local que Wilamowitz extrapola al ámbito ateniense. Cf. para todo ello Wilamowitz (1985: 280), quien llega a preguntarse “…wo stecken die pontifices Athens?”. Cf. también Jacoby (1949: 60-66).

[3] Cf. Camassa (2010: 31); Chambers (1990: 381-390) recoge documentalmente el proceso de publicación del volumen introductorio Atthis.

[4] Cf. para este hallazgo Rhodes (1993: 1-5).

[5] La repercusión de ese breve estudio puede verse en su aceptación en la obra de Wachsmuth (1895: 555-556), y Schwartz (1959: 101-105), lo que, dada la difusión y autoridad de ambos autores y obras, supuso su aceptación en todos los ámbitos del estudio de la Antigüedad.

[6] Wilamowitz (1985: 280-281).

[7] Wilamowitz (1985: 285-286).

[8] Para esas variaciones son fundamentales los estudios de Schepens (1997: 144-169) y, en menor medida, Schepens (20092: 361-381), así como los prólogos a los volúmenes de los fragmentos, si bien Jacoby es bastante críptico en estos aspectos.

[9] Para la atidografía en el marco de esta oposición entre historiografía panhelénica e historiografía local cf. Camassa (2010: 31-32).

[10] Sobre la importancia de la oposición entre ámbito mítico y racionalismo en el modelo historiográfico de Jacoby, pueden verse las propias palabras de Jacoby (1909: 83), en referencia a Hecateo.

[11] Sin entrar en consideraciones de calado, para la historiografía local pueden consultarse los trabajos de Schepens (2001: 3-25) y Orsi (1994: 149-179). En todo caso, ha de notarse que a pesar de que la atidografía es considerada como un tipo de historiografía local, su importancia y sus características propias han hecho que su estudio sea una realidad prácticamente independiente de la historiografía local, cf. e. g. Orsi (1994: 164).

[12] Jacoby (1909: 111): “Die Horographie [i. e. la historiografía local] ist nicht nur Jünger als Genealogie und Ethnographie; sie ist auch Jünger als Herodotos. Damit will ich nicht sagen, dass alle griechischen Lokalchroniken später erschienen sind, als Herodots Geschichtswerk; wohl aber, dass sie noch nicht existierten…” Para una crítica de esta idea, difícil de defender por lo que sabemos del funcionamiento de la memoria colectiva en las sociedades tradicionales, puede verse e. g. Schepens (2001: 16), con bibliografía.

[13] Wilamowitz (1985: 285-286).

[14] Jacoby (1909: 56).

[15] Como ya indicaba Porciani (2006: 176). No somos tan optimistas como Porciani respecto a la minusvaloración metodológica de estos testimonios por parte de Jacoby. Cf. para ello Toye (1995: 279-280), quien aborda los apriorismos que guían el acercamiento de Jacoby a la historiografía arcaica. Una buena prueba de esa minusvaloración puede verse en las razones aducidas por Jacoby para excluir el pasaje de Dionisio de Halicarnaso (Tuc. 5) en el que se aborda la historiografía más antigua de Grecia: dentro del marco interpretativo de Jacoby, la atidografía y esas obras no tenían nada que ver, a pesar de que Dionisio incluye a Helánico en esa relación, lo que no deja de ser un asunto que el erudito tendría que haber afrontado con mayor detenimiento; cf. Jacoby (1954: 596). Para el empleo directo de los diferentes autores y la independencia de Dionisio a la hora de elaborar elencos como el citado, cf. Gozzoli (1970: 150-173).

[16] No ha de llevarnos a engaño el hecho de que Dionisio de Halicarnaso cite de manera abundante a Filócoro (FrGrHist 328 T3; F49-56; F66-67; F152-153; F156, y F167): un examen de los pasajes demuestra que esas citas son aducidas no con criterios retóricos o historiográficos, sino como testimonios históricos para la reconstrucción de los datos biográficos de Dinarco e Hipérides; cf Rhys Roberts (1901: 25-26).

[17] Jacoby (1949: 86-99).

[18] Algo que se puede comprobar en estudios como los de Harding o Rhodes. Para los estudiosos la atidografía es seguramente la variedad historiográfica más histórica y menos filológica de todas, algo inexplicable si atendemos a la complejidad temática de los fragmentos, y que seguramente tiene su causa en el monumental comentario de Jacoby, que es un estudio de carácter eminentemente histórico.

[19] Cf. Jacoby (1949: 90-91); Clarke (2008: 209-210). Los fragmentos de Filócoro que confirman este aspecto son FrGrHist 328 F49, 157, y 160. Cf. también Androción, FrGrHist 324 F44, si bien hemos de tener presente que en este caso se trata de una corrección de Usener, por lo demás admitida como segura, cf. Harding (1994: 162-163).

[20] Esta cercanía sería un importante inconveniente a la hora de valorar la relación entre atidografía e historiografía local, y el carácter paradigmático o no de la primera como representante de la historia local, cf. Clarke (2008: 177-185). A nuestro entender, y al menos en el aspecto formal, los problemas a la hora de valorar ese carácter paradigmático de la atidografía no son pocos: la propia estructura arcontal o la evolución de la prosa son cruciales en este sentido.

[21] Jacoby (1949: 86).

[22] Cf. D.H. 1.8.3: σχμα δ ποδίδωμι τ πραγματεί οθ' ποον ο τος πολέμους ναγράψαντες ποδεδώκασι τας στορίαις οθ' ποον ο τς πολιτείας ατς φ' αυτν διηγησάμενοι οτε τας χρονικας παραπλήσιον ς ξέδωκαν ο τς τθίδας πραγματευσάμενοι…

[23] Ha de notarse que la caracterización tradicional de la obra de Helánico presenta serias dudas dado lo escaso de las evidencias de que disponemos: cf. Ottone (2010: 57-74).

[24] Jacoby (1949: 89), “…the form of the Atthis as it had been created by Hellanikos remained authoritative for all Atthides of the fourth and third centuries. It is simply inconceivable that it was otherwise.”

[25] “Ya que la historia no era otra cosa que un ensamblaje de anales.” (Trad. de J. J. Iso).

[26] Schwartz (1959: 103).

[27] No en vano Wachsmuth (1895: 553), incluía a los atidógrafos bajo el epígrafe “Historisch-antiquarische Lokalschriftellerei,” pero Jacoby relegaba a los anticuarios a una quinta sección de los fragmentos, evidenciando así la clara separación entre unos y otros. Cf. los argumentos en Jacoby (1949: 108-109).

[28] Sobre esa ambigüedad von Fritz (1940: 93), llegaba a afirmar: “Finally, none of the Attidographers wrote a historical work proper apart from his Atthis, so that the Atthidographers cannot be considered as historians by profession.”

[29] Algo que ya indicaba Momigliano (1979: 71).

[30] Nicolai (2010: 16 y sobre todo 19). La ausencia de estudios profundos sobre la literatura anticuaria es algo que nos recuerdan muy recientemente Cornell y Rich (2013: 8-9). De especial utilidad ante este vacío son los estudios de Cornell (1995: 1-14), y por supuesto el estudio de Momigliano referido en nota anterior. El estudio de Bravo (2007: 515-526) aporta una síntesis que evidencia la dificultad de separar géneros afines como la historiografía y la literatura anticuaria.

[31] Jacoby (1949: 87): “The Atthis does not propose to be historiography but a compiling of annalistic records.” En ello sigue la definición aportada por Schwartz (1959: 103).

[32] Rhodes (2014: 13).

[33] Cf. nota 45.

[34] Rhodes (1990: 74), quien cita exactamente τας χρονικας παραπλήσιον ς ξέδωκαν ο τς τθίδας πραγματευσάμενοι· μονοειδες γρ κεναί τε κα ταχ προσιστάμεναι τος κούουσιν, con lo que el sentido concreto de κεναι queda en una ambigüedad clara: ¿se refiere a toda la enumeración que recoge el texto de Jacoby o solo a la atidografía?

[35] “Muchos han seguido este modo de escribir historia, y así, sin tipo alguno de ornato, tan sólo dejaron constancia de lo que acaeció, de cuándo, de dónde, y de sus protagonistas. Y así, como entre los griegos Ferécides, Helánico, Acusilao y muchísimos otros, del mismo modo nuestro Catón y Píctor y Pisón, quienes ni dominan los medios mediante los que se adorna el lenguaje –pues no hace mucho que se han importado a Roma- y, con tal de ser comprendidos en lo que dicen, reputan la brevedad como el único mérito de la exposición.” (Trad. J. J. Iso).

[36] Postura que ya defendía Pearson (1981: 146), si bien la influencia de su obra, publicada inicialmente en 1942 y antes del volumen de los fragmentos de Jacoby, es escasa. En todo caso, se ha de observar que la valoración del estilo de Helánico por parte de Dionisio de Halicarnaso no es negativa, cf. D. H. Tuc. 5.4: σοι τος ατος προείλοντο τν διαλέκτων χαρακτρας, τν σαφ κα κοινν κα καθαρν κα σύντομον κα τος πράγμασι προσφυ κα μηδεμίαν σκευωρίαν πιφαίνουσαν τεχνικήν· πιτρέχει μέντοι τις ρα τος ργοις ατν κα χάρις, τος μν πλείων, τος δ' λάττων, δι' ν τι μένουσιν ατν α γραφαί. En todo caso, estamos ante un interés positivo por la desnudez del estilo que, como reconoce el propio Dionisio, Heródoto superará. Cf. además D. H. Tuc. 23.5-6.

[37] Cf. Nicolai (2010: 10), quien destaca la necesidad de tener presente que son ciento cincuenta años los que separan a Helánico de los restantes autores de átides.

[38] Nos parece realmente interesante el paralelo romano en este aspecto: el estudio de Ginsburg (1984: 96-100 y passim) permite entender cómo una estructura aparentemente cerrada como la de una obra analística no tiene por qué limitar el desarrollo estilístico de una obra. En definitiva, hemos generalizado las opiniones negativas de este aspecto estructural que nos brindan los antiguos –nos ofrece una selección Ginsburg (1984: 1-4)- cuando seguramente los aspectos negativos que ligamos al mismo respondan a la naturaleza arcaica de los autores y obras a los que se refieren y no al sistema analístico en sí.

[39] Harding (1994: 6-8).

[40] Aunque no coincidimos en su interpretación de Plutarco, Mor. 345e, como un testimonio referido al estilo. Creemos más bien que hace referencia a una distinción entre historiadores que han vivido los acontecimientos narrados y quienes no: Ξενοφν μν γρ ατς αυτο γέγονεν στορία, γράψας, στρατήγησε κα κατώρθωσε, [κα] Θεμιστογένει περ τούτων συντετάχθαι τ Συρακοσί, να πιστότερος διηγούμενος αυτν ς λλον, τέρ τν τν λόγων δόξαν χαριζόμενος· ο δ' λλοι πάντες στορικοί, Κλει[νό]δημοι Δίυλ<λ>οι Φιλόχορος Φύλαρχος, λλοτρίων γεγόνασιν ργων σπερ δραμάτων ποκριταί, τς τν στρατηγν κα βασιλέων πράξεις διατιθέμενοι κα τας κείνων ποδυόμενοι μνήμαις, ν' ς αγς τινος κα φωτς μετάσχωσιν.

[41] Así Costa (2007: 12-13, y 2007b: 274), en ambos casos en referencia a Filócoro, quien buscaría así superar la austeridad estilística de la crónica. Es esta una idea que ya planteaba Jacoby (1949: 98).

[42] Cf. D. H. Tuc. 9.5.

[43] Jacoby (1954: 596), “This testimony is important because of the quite general evidence for the design of the Atthides. The Anonymus Argentinensis (F6) seems actually to cite his Atthidographic sources as Χρονογραφαι.” El Anónimo recogido por Jacoby ha de ser manejado con cautela: es verdad que la restitución Χρονογραφαι es prácticamente segura, pero la aparición de las Átides responde a una restitución a partir de la secuencia de letras ηα (Sc. τθς), lo que no parece tan seguro. Cf. Keil (1902: 76-77, y 66); en la última página indicada Keil diferencia claramente χρονογραφαι de τθς.

[44] Nicolai (2010: 9).

[45] “Expongo todas las guerras que mantuvo la ciudad, cuantas luchó en aquellos tiempos, y las revueltas civiles en que se vio inmersa, las causas por las que se produjeron y por qué medios y razonamientos llegaron a su fin; desarrollo todas las formas de gobierno de las que se valieron, tanto en el periodo de los reyes como después de la caída de la monarquía, y cuál era la naturaleza de cada una de ellas. Doy cuenta de las mejores costumbres y las leyes más sobresalientes, y, en definitiva, expongo toda la vida antigua de la Ciudad. La disposición que concedo a mi obra no es como la que dieron a sus historias quienes escribieron solo de guerras, ni como la de quienes expusieron los sistemas políticos que poseían, ni es semejante a las crónicas que publicaron quienes redactaban Átides: pues aquellas eran simples y rápidamente se hacían pesadas a sus lectores. Sino que será una mezcla de todos los estilos, el oratorio, el reflexivo <y el agradable>, a fin de que también resulte satisfactoria a quienes se empeñan en debates políticos, quienes se afanan en la reflexión filosófica, e incluso si algunos buscan una vida relajada en las lecturas históricas.”

[46] Si bien no creemos que exista una diferencia de género historiográfico en términos modernos entre lo que denominamos “historiografía de guerra” e “historiografía político-filosófica”, tal como parece desprenderse de las palabras de Dionisio de Halicarnaso, Antigüedades romanas 9.1.2-4, mantendremos la diferencia señalada en ambos pasajes por Dionisio para lograr mayor claridad en la comprensión del texto.

[47] Nicolai (1992: 149 nota 221) y Gabba (1996: 72). La idea de que Dionisio buscaba un público tripartito parece evidenciar que no había por parte de Dionisio una concepción unificada de las tres variantes presentadas en este pasaje, algo que nos parece ir demasiado lejos cf. Gabba (1996: 76). Para la comprensión de este pasaje, y sus implicaciones más allá de las cuestiones de estilística, cf. Gozzoli (1976: 157-158).

[48] Publicada en París en 1547 por Robert Estienne, y que en un principio iba a contener exclusivamente los diez primeros libros, cf. los detalles en Fromentin (2002: LXXXIX-XC) y Fornaro (1997: 29).

[49] Cf. Renouard (1838: 75).

[50] Que no edición, dado que sigue el texto de la edición de K. Jacoby, cf. Cary (1937: XLIII).

[51] Fromentin (2002: 87).

[52] Fromentin (1993: 179): “le terme, peu employé dans les Opuscules Rhétoriques, signifie «genre», «type», «catégorie», mais n’a aucun domaine d’emploi spécifique…”

[53] El léxico de Aujac (1992: 233) presenta una cuarentena de ejemplos frente a los tres referidos por Fromentin, incluyendo entre sus definiciones precisamente la de estilo literario.

[54] A modo de ejemplo es importante la interpretación de ναγνιος como referido a la oratoria, cf. Fromentin (1993: 178).

[55] Fromentin (1993: 184); es del mismo parecer Verdin (1974: 294-296), quien, no obstante, señala que no aparece en la obra historiográfica de Dionisio de Halicarnaso ninguna referencia al concepto de τρπνον. En ello hemos de tener presente que Verdin consideraba que Antigüedades Romanas, 9.1.3, hace referencia al concepto de ναργεα, más que al concepto de placer; cf. Verdin (1974: 303).

[56] Lo que supone una excepción en Dionisio de Halicarnaso, dado que su opinión es claramente negativa en lo que se refiere a esta escuela filosófica, cf. D. H., 2.68.2 y 8.56.1, en referencia a los aspectos religiosos del epicureísmo. Cf. además Gabba (1996: 167).

[57] Solamente trata el asunto en una nota en su edición, Fromentin (2002: 87, nota 38), que dice lo siguiente: “Hellanicos de Lesbos […] auteur d’une Atthis, c’est-à-dire une Histoire de l’Attique et d’Athènes, fut l’initiateur du genre de la chronique locale, attachée surtout à rapporter les légendes de fondation…”

[58]El pensamiento de todo ser humano se complace al ser transportado a los hechos por medio de las palabras, y no solo al escuchar lo dicho, sino viendo lo que se hizo. Desde luego, tampoco les basta con saber lo esencial y su desenlace cuando escuchan acciones políticas, como que los atenienses aceptaron que los lacedemonios les derribaran los muros de su ciudad, diezmaran su flota, establecieran una guarnición en la acrópolis, y que -en lugar de su democracia- dispusieran la oligarquía como soberana de los asuntos públicos, sin entablar combate contra ellos; sino que buscan qué necesidades sometieron a la ciudad, a causa de las cuales pasó este trance terrible y duro, y qué discursos fueron los que los persuadieron y por quiénes fueron pronunciados, y todo cuanto rodea a los acontecimientos.”

[59] Sobre los πραγματικο τποι en Dionisio de Halicarnaso puede verse Fornaro (1997: 212-215).

[60] Sacks (1983: 75-76) y Bonner (1939: 84).

[61] Dionisio se refiere a la analística romana no como χρονικ (sc. σνταξις) sino como χρονογραφα, una denominación que emplea para su propio tratado cronográfico -para el cual cf. Jacoby (1993: 826-827)- y para la obra de Eratóstenes, en este caso siendo el título de la misma. Cf. para todo ello Luraghi (2003: 284).

[62] Sacks (1983: 80).

[63] Cf. D. H. Pomp. 3.13: Μετ τοτο ργον στν στορικο διελέσθαι τε κα τάξαι τν δηλουμένων καστον ν δε τόπ. πς ον κάτερος διαιρεται κα τάττει τ λεγόμενα; Θουκυδίδης μν τος χρόνοις κολουθν, ρόδοτος δ τας περιοχας τν πραγμάτων. κα γίγνεται Θουκυδίδης μν σαφς κα δυσπαρακολούθητος· πολλν γρ κατ τ ατ θέρος τν ατν χειμνα γιγνομένων ν διαφόροις ς εκς τόποις, μιτελες τς πρώτας πράξεις καταλιπν τέρων πτεται [τν κατ θέρος τν ατν χειμνα γιγνομένων]· πλανώμεθα δ καθάπερ εκός, κα δυσκόλως τος δηλουμένοις παρακολουθομεν ταραττομένης τς διανοίας. Cf. Sacks (1983: 75) y Fornaro (1997: 20 y 200).

[64] Sacks (1983: 75-76).

[65] D.H., Tuc. 7.1-2: Τατα δ' επεν προήχθην οκ πιτιμν κείνοις τος νδράσιν, λλ κα πολλν χων συγγνώμην, ε κα τν μυθικν ψαντο πλασμάτων, θνικς κα τοπικς κφέροντες στορίας· ν πασι γρ νθρώποις κα κοιν κατ τόπους κα κατ πόλεις δί μνμαί τινες σζοντο κα τν τοιούτων κουσμάτων, σπερ φην, ς διαδεχόμενοι παδες παρ πατέρων πιμελς ποιοντο παραδιδόναι τος κγόνοις κα τος βουλομένους ατς ες τ κοινν κφέρειν οτως ξίουν συγγράφειν, ς παρ τν ρχαίων δέξαντο. κείνοις μν ον τος νδράσιν ναγκαον ν ποικίλλειν τος μυθώδεσιν πεισοδίοις τς τοπικς ναγραφάς.

[66] Cf. las observaciones negativas sobre las digresiones míticas de Teopompo, D. H. Im. 3.12, y las indicaciones al respecto de Gozzoli (1976: 174). La importancia de la elección del tema en el ideario historiográfico de Dionisio de Halicarnaso fue ya destacada por Halbfas (1910: 42-43).

[67] Sobre los peligros de generalizar el modelo polibiano y tucidídeo, cf. Gabba (1981: 52).

[68] En nuestra opinión, asumir que Dionisio no tenía conocimiento de la literatura romana es algo que, al menos en el campo de la historiografía, las Antigüedades romanas desmienten, cf. Marin (1969: 595 y passim), así como Gabba (1996: 38 y 167). Por ello creemos que la defensa por parte de Goold (1961: 191), de esa ignorancia ha de tratarse con cautela.

[69] Sabemos que Dionisio de Halicarnaso escribió un tratado, hoy perdido, En defensa de la filosofía política (cf. D. H., Tuc. 2.3), en el que defendía el uso justo de la filosofía, en línea con las ideas de Isócrates; cf. Verdin (1974: 297-298) y Fox (1993: 41-42).

[70] “Los hombres de política, entre los que yo por mi parte incluyo también a los filósofos que consideran la filosofía una actividad de bellas acciones y no de palabras, tienen en común con el resto de los seres humanos el complacerse con el examen completo de las circunstancias que acompañan a los acontecimientos.”

[71] Para lo cual puede verse el estudio de André (1966: 282-331).

[72] “Sin embargo, algunos consideran que el bien máximo aumenta, porque es poco pleno en circunstancias adversas. Incluso Antípatro, que se cuenta entre los grandes maestros de esta escuela, afirma que concede algo de peso a los bienes externos, pero no obstante escaso. ¿Ves, sin embargo, qué implica que uno no esté contento en caso de que no brille una pequeña luz? ¿Qué valor tiene en la claridad del sol una chispa? Si no estás contento con la sola virtud, hace falta que añadas la calma que los griegos llaman “οχλησία” o el placer.”

[73] Cf. OLD s. v. Quies, 6b.

[74] Rawson (1985: 221). La relación se establecía en la naturaleza local de ambas creaciones literarias y en los aspectos formales, si bien hemos de lamentar que Rawson no desarrollara de manera más exhaustiva su argumentación.

[75] La referencia corresponde a las Cartas a Ático, 1.8.3, y es una nota final que dice: Thyillus te rogat et ego eius rogatu Εμολπιδν πάτρια. Si aceptamos la propuesta de Müller (1883: 38) de interpretar la referencia “Athenis in libris sacrorum” en Varrón (L. L., 5.97.2) como referida a los Εμολπιδν πάτρια, y vinculamos esta noticia con la de la epístola ciceroniana, aceptando en todo caso que la carta ciceroniana es del año 67 a. C., entonces la llegada del volumen a Roma estaría atestiguada por esta carta. Cf. Tresp (1914: 108), y Rawson (1985: 237-238).

[76] Cf. FrGrHist 328 F59, 185, y 224.

[77] Pueden verse los datos sobre este personaje prácticamente desconocido en Schwartz (1896: 1589); la propuesta de Schwartz de atribuir el epitome de Filócoro a un autor aticista de época de Adriano tiene, a nuestro entender el problema de alejar el epítome del momento en el que se tiene interés por la atidografía.

[78] Recordemos que la estructura de las obras atidográficas presentaba una cesura muy marcada entre libros referidos al pasado remoto y clásico y aquellos que narraban momentos más cercanos al tiempo de los autores, especialmente en el caso de Androción y Filócoro. Cf. Harding (1994: 8). Ello facilitaría la división de las obras.

[79] Sobre la naturaleza de ese epítome pueden verse las indicaciones de Costa (2007: 274), en el marco de la posible existencia de dos epítomes, el que nos ocupa y uno debido al propio Filócoro, algo que rechazó Jacoby (1954: 256). Con todo, no nos resulta fácil asumir la propuesta de Costa de que el epítome se realizaría únicamente para satisfacer la consulta ocasional de este tipo de obras -Costa (2007b: 15)-, máxime si tenemos en cuenta el interés anticuario que arranca en Roma en estos momentos. La utilidad como repertorio de datos de estas obras solo es tal con ediciones íntegras.

[80] Cf. Syme (1986: 6), “Sacerdotal antiquities were suitable predilection of Patricians […] in adversity those studies afforded refuge and confort.” Para el interés por el pasado de Roma en este momento, cf. Hill (1961: 88), y para el caso de Cicerón puede verse Rawson (1991: 60-65).

[81] Livio, pr. 5; 21.1.2; Ogilvie (1978: 24).

[82] La confusión entre los diferentes personajes ha llevado recientemente a Oakley (2013: 361-364), a tratar a Lucio y a su hijo Quinto al unísono, si bien el problema no pasa tanto por perfilar la biografía de los dos personajes como por asignar los fragmentos a uno u otro, dado que ambos fueron autores de obras historiográficas. Los datos biográficos de Quinto Elio Tuberón pueden verse en Digesta, I 2, 46. Por lo demás, Dionisio de Halicarnaso cita a Tuberón en las Antigüedades romanas 1.80. 1.

[83] Sin embargo, Rawson (1985: 220), era escéptica respecto a la posibilidad de que el material recogido principalmente por Varrón hubiera sido aprovechado en la generación posterior, algo que a nuestro entender, y con las debidas precauciones, podrían desmentir los fragmentos, tanto historiográficos como judiciales. Esta naturaleza anticuaria no impide que la obra tuviera tintes estilísticos tucidídeos, algo que los estudiosos han deducido de manera lógica de la dedicación por parte de Dionisio de Halicarnaso del tratado Sobre Tucídides a este autor; cf. Bowersock (1965: 130 y 1979: 68). Más prudentes se muestran Ogilvie (1978: 17) y Oakley (2013: 366).

[84] Syme (1989: 305-306). Su vertiente jurídica puede verse a través de los fragmentos recogidos por Bremer (1896: 358-367). Sabemos que su estilo en estos escritos era arcaizante, hasta el punto de que en época de Adriano no era del agrado de los lectores. Un esquema de sus vínculos personales con las grandes personalidades del derecho puede verse en Bauman (1985: 113). Para los personajes literarios del círculo de Dionisio de Halicarnaso aparte de Tuberón, cf. Rhys Roberts (1900: 439-442).

[85] Rawson señalaba, en referencia a la actividad anticuaria de Cicerón, la importancia de los aspectos legales en la codificación de la comprensión del pasado, lo que evidencia la vinculación tan importante que el derecho tiene con el pasado histórico romano y, por extensión, con la historiografía, cf. Rawson (1991: 75).

[86] Frente a la habitual interpretación de la derrota en la acusación contra Ligario del año 46 a. C. como el motivo que llevó a Tuberón a retirarse de la primera línea oratoria, Bauman (1985: 115-116), nos ha dibujado una trayectoria más consecuente que pasa por un retiro voluntario para dedicarse a la actividad erudita de amplio espectro. En todo caso, la imagen final, sean cual sean los motivos que empujaron a Tuberón, es la misma.

[87] Gabba (1981: 61) señalaba la inexistencia de obras de carácter erudito y religioso en Roma, lo que incidiría en la necesidad de buscar modelos literarios en ámbito griego.

[88] Ya Liers (1886: 3), reconocía la posibilidad de que la iniciativa de redactar las Antigüedades romanas naciera al amparo de la relación de Dionisio con la aristocracia romana.

[89] Un tono que también estaba presente en su quehacer como jurista, cf. Bauman (1985: 115-116).

[90] No en vano la obra de Dionisio fue considerada en el siglo XIX como una obra retórica en un sentido despectivo, lo que la convertía en una obra casi de cartón piedra sin sustancia, cf. Wiater (2011: 223-224), quien incide en la importancia del contenido como fundamento del Clasicismo literario.

[91] En un autor tan temprano como Liers (1886: 11) se pueden leer consideraciones a este respecto en lo que a la interpretación de los oradores por parte de Dionisio de Halicarnaso se refiere.