Pablo Castro Hernández
(Universidad Alberto Hurtado / Universidad de los Andes)
La construcción
narrativa de Lactancio: una aproximación a la intención historiográfica en De mortibus persecutorum (s. IV d.C.)
The narrative construction of Lactantius: An approach
to the historiographical intention in the work De mortibus persecutorum (s. IV AD)
Abstract: In this paper we analyze the
narrative and methodological construction of the work De mortibus persecutorum, written by Lactantius in the fourth
century AD. First, we examine the narrative characteristics that define both
the apologetic and the historiographical genre. Subsequently, we review these
narrative features in the work of Lactantius, demonstrating that his writing
has a historiographical intention in order to transmit a historical memory of
Christianity in the Roman world.
Key
Words: Narrative, Historiography,
Apology, De mortibus persecutorum,
Roman Empire.
Resumen: En el presente estudio analizamos la
construcción narrativa y metodológica de la obra De mortibus persecutorum de Lactancio, escrita durante el siglo IV
d.C. En primer lugar, examinamos los rasgos narrativos que definen tanto al
género apologético como al historiográfico. Posteriormente, revisamos estas
características narrativas en la obra de Lactancio, demostrando que su escrito
posee una intención historiográfica con la que busca transmitir una memoria
histórica de la cristiandad en el mundo romano.
Palabras Clave: Narración,
Historiografía, Apología, Lactancio, De
mortibus persecutorum, Imperio Romano.
Fecha de Recepción: 8 de marzo de 2017.
Fecha de Aceptación: 15 de julio
de 2017.
Una introducción al problema
El presente estudio se centra en analizar la
construcción narrativa de la obra De
mortibus persecutorum, o Sobre la
muerte de los perseguidores, escrita por Lactancio alrededor de los años
313-316 d.C. De manera concreta, el objetivo de la investigación es examinar si
esta obra corresponde al plano de la literatura apologética o bien constituye
una construcción propiamente historiográfica. Como es bien sabido, a partir de
este documento puede apreciarse cómo al autor le interesa defender el
cristianismo de los ataques del paganismo en los tiempos de crisis del Imperio
Romano, un momento en el que se establece una justicia divina que protege a su
pueblo y acaba con los enemigos de Dios. De este modo, la obra consolida un
discurso en el cual los acontecimientos siguen un plan divino, basado en el providencialismo,
que hace derrumbar al Imperio pagano y eleva en el poder al Imperio cristiano.
En este contexto, nuestro acercamiento considera la discusión de la
construcción narrativa y metodológica de la obra de Lactancio. No hay que
perder de vista que De mortibus posee
ciertos lineamientos tanto de panfleto político, en cuanto intenta exaltar la
figura de Constantino, en tanto buen emperador que protege a los cristianos,
como también de texto apologético, en la medida que defiende a la religión
cristiana de los ataques paganos. Ahora bien, también es posible vislumbrar
ciertos elementos historiográficos en su construcción narrativa y metodológica,
lo que genera mayores dificultades en la comprensión del género narrativo en el
que se inscribe el De mortibus. En
torno a esta cuestión, es preciso hacerse las siguientes preguntas: ¿la obra de
Lactancio es un escrito de carácter historiográfico o apologético? ¿Sólo busca
defender al cristianismo de los ataques paganos o bien desea dar cuenta de una
memoria cristiana de la historia? ¿Y, en definitiva, cuáles son los recursos
narrativos y metodológicos que configuran este relato?
Según
nuestro análisis del De mortibus,
consideramos que este escrito constituye una narrativa histórica con finalidad
apologética. En cierta medida, es una narración que tiene una intención de
buscar una verdad y generar una memoria cristiana de la historia, en la que
utiliza diversos recursos historiográficos, tales como la cronología, el marco
espacial, el encadenamiento de sucesos, el uso de fuentes documentales, la
búsqueda de la verdad en la narración y el uso de la trama narrativa. Junto a
estos recursos, Lactancio construye su relato apoyándose en la tradición
apologética, de la cual recurre de manera secundaria a ciertos recursos
narrativos, tales como los diálogos y el exemplum,
que permiten reafirmar sus ideas de defensa de la religión cristiana ante el
ataque del paganismo. En definitiva, la narración de la obra De mortibus nos muestra una etapa de
transición en el ámbito político y religioso, en la que el cristianismo se
empieza a consolidar en el Imperio, por lo cual la narrativa ya no sólo busca
defender a la religión cristiana, sino también realzarla y expresar el plan de
Dios en el devenir de los acontecimientos históricos.
La narrativa en la obra De
mortibus: un estado de la cuestión
El
estudio del De mortibus de Lactancio
nos plantea diversas problemáticas acerca de su construcción narrativa, ya sea
que esta se corresponde a un panfleto político, a un relato histórico o a un
escrito apologético.
Al
hablar de panfleto o propaganda política se aborda la idea de difundir noticias
con fines políticos de carácter bien específico y resaltar la imagen de poder
de alguna entidad o persona. Ya a comienzos del siglo XX, Pichon señaló que
Lactancio escribió una historia y un panfleto político y religioso. Según su
interpretación, Lactancio ataca por una parte a emperadores como Diocleciano,
Galerio o Maximino que realizaron persecuciones contra los cristianos basándose
en su brutalidad, ferocidad y tiranía, mientras que por otra parte potencia a
Constantino como defensor de la religión cristiana.[1] Por su
parte, Moreau sostiene que Lactancio es un autor bien informado, pero al mismo
tiempo tendencioso y partidista. Su obra puede ser considerada un panfleto,
como reflejo del pensamiento político cristiano de su época, pero también es un
libro de historia que conserva detalles de gran valor.[2] Según
Barnes, De mortibus es una obra de
propaganda política que resalta la figura de Constantino como buen emperador
que protege a los cristianos, contrastándola con respecto a los ‘malos’
emperadores paganos que atacan a la cristiandad.[3] En
otras palabras, según este autor se establece una dicotomía entre lo cristiano
y lo pagano, en la cual esta propaganda política inclina su balanza hacia la
exaltación del cristianismo como la nueva fuerza que otorga cohesión al
Imperio.
Por otra
parte, Momigliano sostiene que Lactancio en De
mortibus redacta un panfleto, en el cual se destaca cómo los triunfadores
cristianos toman conciencia de su victoria sobre los paganos ‘con ánimo
resentido y vengativo’, pero al mismo tiempo pone de manifiesto que constituye
una obra pionera de la historiografía cristiana, en la que se transmiten
acontecimientos sociales y políticos.[4]
Claramente es posible apreciar la mirada de Momigliano a partir de dos aspectos,
tanto un panfleto político como un relato histórico. Por un lado, se difunde
una imagen política de triunfo, en la cual el cristianismo vence al paganismo,
y por otro lado, se empieza a generar un interés por narrar estos
acontecimientos cristianos como parte de una nueva historia que se gesta en el
Imperio y la sociedad romana.
Finalmente,
von Campenhausen señala que con el De
Mortibus Lactancio escribe sobre temas políticos actuales, representando
“una teología latino-cristiana de la historia”. Su libro constituye “una pieza
de la «historia del presente»”. En este sentido, si bien su escrito mantiene un
tono apologético, también adquiere el carácter de un panfleto
religioso-político. Esto último se observa de manera bien concreta en el hecho
de que Lactancio escribe con un tono polémico y partidista en favor de
Constantino.[5]
Una mirada basada en la propaganda política, la que tiene como finalidad
resaltar la figura de Constantino, sus acciones y virtudes frente a la tiranía
y opresión de los ‘malos emperadores’ que persiguen a los cristianos.
Desde
otra perspectiva, De mortibus es
considerado un escrito de carácter apologético, en cuanto se centra en la
defensa de la cristiandad ante los ataques del paganismo. Receveur estima que
la obra de Lactancio se enfoca en el dogma de la Providencia, la que protege a
sus criaturas y recompensa sus virtudes, como también establece la justicia y
castiga a los malos.[6]
Con esto se denota un carácter apologético en la medida en que Dios protege a
los cristianos y castiga mediante su justicia divina a todo aquel que se remita
a la maldad. Laurin considera a Lactancio un apologista que recalca que la
Providencia constituye la guía en el mundo de los hombres. De hecho, manifiesta
que De mortibus es una de las
apologías más brillantes que se escriben en el siglo IV. La muerte trágica de
los perseguidores de la Iglesia es un castigo de la Providencia de Dios; en
consecuencia, esta muerte demuestra la verdad del Dios de los cristianos y su
religión.[7]
Whitby
señala que Lactancio narra las desgracias que acaecen a emperadores que
persiguen a la Iglesia, tales como Nerón, Domiciano, Diocleciano y Galerio, lo
que da cuenta de un mensaje triunfalista en su obra.[8] Este
sentido de victoria se basa en la idea de que los ‘malos emperadores’ son
abatidos por la fuerza divina, en la cual triunfa la Iglesia cristiana y la fe
en Dios. En esta misma línea, Teja expresa que De mortibus es una defensa de la religión cristiana frente a los
emperadores paganos, en la que Dios protege a su pueblo y extermina a sus
enemigos.[9]
La apología se manifiesta como parte de la defensa a los cristianos, pero más
concretamente en la idea de la justicia divina, en la cual Dios protege a los
‘justos’, estos son, los fieles pertenecientes a la Iglesia cristiana.
Desde la
década de 1980 hasta la actualidad se han establecido nuevos debates acerca de
la obra de Lactancio, discutiendo principalmente sus intenciones
historiográficas y metodológicas. Christensen sostiene que la obra De mortibus, si bien posee influencia de
la literatura apologética, constituye un relato historiográfico donde su idea
de verdad se centra en el drama cósmico del Bien y el Mal, sujeto al juicio de
Dios. De manera concreta, señala que Lactancio utiliza en su método histórico
el trabajo con fuentes, citando los Libros Sibilinos y algunas obras de
Virgilio, y siguiendo el relato del libro II de Macabeos, lo que da cuenta de su conocimiento de la Biblia.
Lactancio tiene la intención de escribir la historia de su tiempo, presentando
un esquema general de crimen y castigo, persecución de los cristianos y el
juicio de Dios.[10]
Teja ya
menciona que la obra De mortibus se
mueve tanto en la narrativa apologética como en la histórica. La apología
significa una defensa de la cristiandad como vencedora frente al paganismo, en
tanto que la narrativa histórica intenta salvar los hechos del olvido,
apoyándose en la cronología y encadenamiento de sucesos, las narraciones
detalladas y diálogos vivos de los personajes para dar mayor viveza y
verosimilitud a la exposición y el apoyo documental de ciertos edictos de
Galerio y Licinio en favor de los cristianos.[11] De
este modo, es posible apreciar cómo Lactancio emplea recursos historiográficos
que le permiten establecer una narración histórica, donde está interesado en
resaltar acontecimientos, los cuales pueda sostener con fuentes, narraciones
detalladas y una búsqueda de verosimilitud en su relato.
Junto
con esto, Ocker indica que Lactancio posee un interés de preservar la memoria
del castigo de Dios a todos los emperadores perseguidores y de rescatar a dos
buenos emperadores, Constantino y Licinio, relatando sus batallas decisivas con
la ayuda de Dios y la aceptación de la Cristiandad como religión oficial en el
Imperio.[12]
Asimismo, Winckelmann señala que De mortibus
se presenta como una obra historiográfica con finalidad apologética, en la cual
se intenta demostrar a través de la historia de las persecuciones que el Dios
cristiano es la única y verdadera divinidad.[13] La
noción histórica se expresa mediante una argumentación cronológica de los
emperadores, en la que se busca demostrar una verdad basada en la Providencia
divina, la cual castiga a los malos emperadores que persiguen a los cristianos
y protege a los buenos emperadores que defienden el cristianismo.
Finalmente,
Silva plantea que De mortibus es una
obra historiográfica, en la que Lactancio desea dejar un registro escrito para
servir como conjunto de ejemplos de juicios de Dios sobre los impíos, o incluso
con Donato, que se convierte en un modelo de conducta cristiana a seguir por
los lectores de la obra.[14]
De este modo, es posible apreciar cómo De
mortibus constituye una historia que posee una colección de acontecimientos
que pueden utilizarse como ejemplos morales, intelectuales y espirituales para
sus contemporáneos y la posteridad.
En
definitiva, mediante esta revisión de las discusiones sobre la narrativa del De mortibus de Lactancio podemos notar
cómo este escrito es considerado tanto un panfleto político como un texto
apologético o un relato histórico. Si bien la apología y propaganda política se
encuentran presentes en De mortibus,
lo que queremos demostrar es que este escrito ha de enmarcarse en el género de
la narración histórica. De manera concreta, sostenemos que esta narrativa
histórica posee una finalidad apologética, la cual considera algunos elementos
de la tradición de las apologías cristianas, tales como los diálogos y el exemplum. Aun así, lo que mayormente
resalta es el carácter historiográfico, el cual se aprecia en el uso de
recursos narrativos, tales como el uso de cronología, el marco espacial, el
encadenamiento de sucesos, el uso de fuentes, la búsqueda de la verdad y la
trama histórica en su obra. A través de estos recursos, Lactancio construye un
relato histórico en el cual busca narrar una historia del nuevo Imperio
cristiano, resaltando el rol de la Providencia divina en la historia y el
triunfo de la Iglesia como parte del plan de Dios. Es la victoria del
cristianismo frente al mundo pagano, en la cual se desea imponer la verdadera religión
cristiana y dar cuenta mediante acontecimientos históricos del comienzo de una
nueva época de optimismo y esperanza: el reino de la justicia y salvación de
Dios.
La literatura apologética cristiana
Durante
los siglos I y II d.C., con la expansión del cristianismo en el Imperio Romano,
los paganos comienzan a atacar a los cristianos porque consideran que esta
comunidad está provocando la ruina del Imperio. El culto cristiano es atacado
por los cargos de ateísmo, canibalismo e inmoralidad.[15] Según
Jaeger, “los cristianos tenían que enfrentarse a la acusación de completo
canibalismo, ya que en la eucaristía comían la carne y bebían la sangre de su
Dios. Eran llamados ateos porque no veneraban a los dioses del Estado. Negaban
los honores divinos al emperador mismo, de tal modo que su ateísmo era a la vez
subversión política”.[16]
Los cristianos son acusados de infanticidio, incesto, actos impíos y maléficos.
Incluso, de ser una secta secreta y clandestina que va en contra de las leyes
de Roma.[17]
En este contexto surge la literatura apologética cristiana, la cual tiene como
finalidad defender el cristianismo de los ataques que realizan los paganos. La
apología significa un discurso de defensa ante acusaciones, imputaciones o
denuncias; es la defensa de una causa que es de suma importancia para el
orador.[18]
Apologeomai, es hablar en defensa
propia.[19]
En este sentido, un texto apologético presupone “controversia, disputa y, en
última instancia, invectiva, pues el ataque constituye un buen arma de
defensa”.[20]
Ahora bien,
si nos centramos en las características que definen el género narrativo de la
apologética, podremos notar cómo este género es diverso y múltiple,
manifestándose en una gran variedad de escritos, tales como discursos,
diálogos, sátiras, cartas, polémicas, entre otros.[21]
Cabe
mencionar que las obras apologéticas destacan por: la palabra como medio de
persuasión; la forma de diálogo para componer su obra, donde un personaje
interroga y otro responde; un estilo sencillo que permite eficacia en el
discurso; el uso de la Biblia para apoyar sus explicaciones; y el uso de
fuentes y autores clásicos para respaldar sus principios.[22]
Asimismo, la apología se realiza a modo de escrito de “exhortación
filosófico-religiosa a los lectores gentiles para que escuchen la respuesta
cristiana a las interrogantes de orden lógico-metafísico”;[23]
también se apoyan en el subgénero de refutación, el cual se expresa mediante
diálogos, es decir, “la enunciación ordenada de razonamientos, que
intercalados, se confrontan”.[24]
Incluso, se utiliza el exemplum como
parte de los recursos que usan los apologetas cristianos, basados en virtudes o
modelos que se puedan emular para alcanzar fines más trascendentales.[25]
En el Apologético de Tertuliano, escrito en
c.197, podemos observar la idea de la refutación:
Hanc itaque primam causam
apud vos collocamus iniquitatis odii erga nomen Christianorum. Quam iniquitatem idem titulus et onerat et revincit qui videtur
excusare, ignorantia scilicet. Quid enim iniquius, quam ut oderint homines quod
ignorant, etiam si res meretur odium?[26]
He aquí, pues, el primer
argumento que presentamos contra vosotros: la injusticia de vuestro odio hacia
el nombre de cristiano, injusticia que hace más grave e indefendible el mismo
pretexto en que se escuda: a saber, la ignorancia. ¿Hay acaso algo más injusto
que el hecho de odiar lo que se desconoce aunque el objeto en sí sea digno de
odio?[27]
Asimismo,
Arnobio que escribe Adversus Gentes
entre los años 300-311, expresa una refutación a sus oponentes:
Christianorum, inquiunt,
causa mala omnia di serunt et interitus comparatur ab superis frugibus. Rogo,
cum haec dicitis, non calumniari vos improbe in apertis conspicitis
manifestisque mendaciis? Trecenti sunt anni ferme, minus vel plus aliquid, ex
quo coepimus esse Christiani et terrarum in orbe censeri: numquid omnibus his
annis continua fuerunt bella, continuae sterilitates, pax nulla in terris,
nulls protinus vilitas aut abundantia rerum fuit? Hoc enim primum efficiendum
est ei qui nos arguit, perpetuas et iuges calamitates fuisse has, numquam
omnino respirasse mortalia et sine ullis, ut dicitur, feriis multiplicium
formas sustinuisse discriminum.[28]
A causa de los
cristianos, dicen mis oponentes, los dioses infligen todas las calamidades a
nosotros, y la ruina recae sobre nuestros cultivos por las deidades
celestiales. Me pregunto, cuando dices estas cosas, ¿no ven que nos están
acusando con descaro, con falsedades palpables y claramente demostradas? Hace
casi trescientos años –más o menos- los cristianos comenzaron a existir y a ser
tomados en consideración en el mundo. Durante todos estos años, han tenido
guerras incesantes, ha habido un fracaso anual de los cultivos, no ha habido
paz en la tierra, no ha habido ninguna época de baratura y abundancia en todas
las cosas. Para esto primero debe ser probado por aquel que nos acusa, que
estas calamidades han sido interminables e incesantes, que los hombres nunca
han tenido un tiempo para respirar en absoluto y que sin ningún tipo de
descanso han sufrido peligros de diversas formas.[29]
Ambos
pasajes muestran la existencia de una refutación cristiana ante los ataques de
los paganos. Tertuliano considera que el odio hacia los cristianos es
injustificado y nace de la ignorancia. Resulta importante destacar cómo
narrativamente hay un interés de plantear un problema polémico y refutar con
argumentos los ataques de los enemigos. Asimismo, Arnobio no está de acuerdo
con la postura de sus oponentes, a quienes critica, estableciendo un argumento
para desbaratar su postura. Según Jacobsen, los principales tópicos del género
apologético cristiano se basan en la defensa de las siguientes inculpaciones:
el cargo de ateísmo, la acusación de que la cristiandad es una religión nueva
sin tradición, las acusaciones políticas y las reuniones secretas de los cristianos
y los cargos éticos.[30]
En cierta medida, la narración apologética busca defenderse de los ataques que
se propician contra el cristianismo.
En la
obra A los gentiles de Tertuliano,
escrita en c.197, también notamos:
Miserae atque miserandae
nationes, ecce proponimus uobis disciplinae nostrae sponsionem: uitam aeternam
sectatoribus et conseruatoribus suis spondet, e contrario profanis et aemulis
supplicium aeternum aeterno igni comminatur; ad utramque causam mortuorum
resurrectio praedicatur. Viderimus de fide istorum, dum suo
loco digeruntur; interim credite quemadmodum nos. Volo enim scire, si per talia
scelera adire parati estis, quemadmodum nos.[31]
¡Oh gentiles,
desgraciados y dignos de compasión!, aquí os exponemos la promesa de nuestra
doctrina: a quienes la siguen y guardan promete la vida eterna; por el
contrario, a los que no creen y la atacan les amenaza con un castigo eterno de
fuego eterno; para unos y otros se predica la resurrección de los muertos.
Veremos lo tocante a la fe en estas cosas cuando sean expuestas en su lugar.
Entre tanto, creedlo como nosotros. Pues quiero saber si estáis preparados para
afrontar tales crímenes, lo mismo que nosotros.[32]
Tertuliano
establece una exhortación para que dejen de atacar a los cristianos. Considera
que los crímenes de quienes arremeten contra el cristianismo van a sufrir el
castigo eterno de Dios. Para Fredouille, el género apologético destaca por su
intención funcional: los destinatarios principales son mayoritariamente
paganos, y en segundo lugar, los cristianos, a quienes se trata de fortalecer
su fe. El contexto comunicacional puede ser una súplica, una carta o una
exhortación.[33]
Los apologistas tienen una clara conciencia de defender a los cristianos contra
las acusaciones de las que se consideran víctimas.[34]
Por otra
parte, los textos apologéticos se escriben a modo de diálogo, como es el caso
de El Octavio de Minucio Félix,
redactado entre c.175-250, en el cual notamos:
Decedis, inquit
Caecilius, officio iudicis religiosi: nam periniurium est uires te actionis
meae intergressu grauissimae disputationis infringer, cum Octauius integra et
inlibata debeat singula, si potest, refutare.[35]
Te sales –replicó
Cecilio- fuera de los límites de un juez escrupuloso, pues resulta una
injusticia irritante quebrar el nervio de mi razonamiento intercalando esa
intrincada cuestión, tanto más que es Octavio quien debe refutar por entero, si
puede, cada uno de los argumentos propuestos.[36]
O
incluso, cuando Octavio responde a Cecilio:
Nec recuso, quod Caecilius adserere inter praecipua conisus est, hominem
nosse se et circumspicere debere, quid sit, unde sit, quare sit: utrum
elementis concretus an concinnatus atomis, an potius a Deo factus, formatus,
animatus.[37]
No niego lo que Cecilio
se ha esforzado en demostrar con más ahínco: que el hombre debe conocerse e
investigar lo que es, su origen y su fin: si es el resultado de una combinación
de elementos o un conglutinado de átomos, o más bien ha sido hecho, formado y
animado por Dios.[38]
El texto
se estructura en diálogos en los cuales se establecen argumentos y refutaciones
de los discursos propuestos por cada personaje. Cecilio busca defender los
ritos y prácticas del mundo romano, en tanto que Octavio refuta sus ideas y
señala que existe un solo Dios.[39]
El modelo del diálogo tiene una intención educativa, como también apologética y
didáctica, con la cual los cristianos se defienden de las objeciones paganas,
proveen la enseñanza del modelo cristiano y buscan convertir al otro a su
religión.[40]
Cipriano
en sus Cartas, escritas entre
249-258, utiliza la Biblia como fuente para apoyar sus postulados:
Monet nos Dominus in
euangelio suo dicens: Reicitis mandatum Dei ut traditionem uestram statuatis
(Mc 7,9). Qui mandatum Dei reiciunt et traditionem suam statuere conantur
fortiter a uobis et firmiter respuantur […] Instruit Apostolus dicens: Si quis aliter docet etnon adquiescit sanis
uerbis Domini nostril Iesu Christi et doctrinae eius, stupor elatus, discede ab
huiusmodi (1 Tim 6, 3-5). Et iterum dicit ipse: Nemo uos decipiat inanibus uerbis. Propterea enim uenit ira Dei super
filios contumaciae. Nolite ergo ese participes eorum (Eph 5, 6-7).[41]
El Señor nos amonesta en
su evangelio diciendo: “Rechazáis el mandato de Dios por seguir vuestra
tradición”. Los que rechazan el mandato de Dios y se obstinan en implantar su
propia tradición, han de ser rechazados enérgicamente por vosotros […] El
Apóstol nos instruye diciendo: “Si alguien os enseña otra doctrina y no asiente
a las palabras saludables de nuestro Señor Jesucristo y a su doctrina, engreído
de orgullo, apártate de él”. Y en otro lugar dice él mismo: “Nadie os engañe
con palabras vanas. Por eso cae la ira del Señor sobre los rebeldes. No toméis,
por tanto, parte con ellos”.[42]
Mediante
este fragmento vislumbramos cómo se escribe una carta para expresar la defensa
de la cristiandad. De manera concreta, apreciamos cómo Cipriano utiliza la
Biblia como una fuente para apoyar sus explicaciones e ideas a los lectores.
Considera que algunos cristianos se están dejando engañar por los cismáticos,
por lo cual los combate con sus epístolas y se apoya en las Sagradas
Escrituras, dando a conocer la palabra de Dios con la finalidad de consolidar
el espíritu de su comunidad.
Asimismo,
Cipriano se refiere al exemplum
mediante los mártires:
Istum nunc beatissimum
martyrem et alios participes eiusdem congressionis et comites in fide stabiles,
in dolore patientes, in quaestione uictores et ceteri quoque sectemini et opto
pariter et exhortor: ut quos uinculum confessionis et hospitium carceris simul
iunxit iungat etiam consummatio uirtutis et corona caelestis, ut lacrimas
matris ecclesiae quae plangit ruinas et funera plurimorum uso uestra laetitia
tergeatis et ceterorum quoque stantium firmitatem uestri exempli prouocatione
solidetis.[43]
Deseo -y a ello os exhorto-
que también vosotros sigáis a este mártir, ahora bienaventurado, y a los otros
que participaron en el mismo combate y fueron sus compañeros en la firmeza de
la fe, pacientes en el dolor, vencedores en las torturas: a fin de que a
quienes juntó el vínculo de la confesión y la hospitalidad de la cárcel, los
junte también la consumación del valor y la corona celestial; y vosotros con
vuestra alegría enjuguéis las lágrimas de la madre Iglesia, que llora la caída
y la muerte de tantos, y alentéis la constancia de los demás, que también
siguen firmes con el estímulo de vuestro ejemplo.[44]
El
apologeta cristiano realiza una exhortación en la cual incita a los cristianos
a seguir el modelo de los mártires. El ejemplo de éstos constituye un
testimonio de la gloria del martirio, donde “los que creen en Dios siempre
estarán indemnes y protegidos en todas las cosas”.[45]
Precisamente el exemplum tiene como
finalidad establecer un modelo virtuoso de conducta que sea la guía a seguir
por parte de los fieles. La apología utiliza este recurso con la finalidad de
alcanzar fines más trascendentales.
En suma,
el género de la apologética no sólo refleja un constante intento de proteger
los propios intereses dirigiéndose a otros, sino que busca sobre todo crear una
identidad propia. A través de la apología los autores se defienden a sí mismos
contra las críticas del mundo exterior, con la finalidad de fortalecer su
propia estructura interna.[46]
Si bien se puede expresar mediante diversos tipos de escritos, la apología
cristiana es una herramienta político-religiosa con la cual se intenta defender
con argumentos, fuentes y ejemplos la religión de cualquier tipo de ataque o
acusación.
La historiografía cristiana
La
historiografía cristiana comienza a desarrollarse en el transcurso del siglo IV
d.C., momento en el cual el cristianismo se consolida en el Imperio Romano. En
el 313 el edicto de Milán significa una orden de tolerancia para las religiones
y en el 380 el edicto de Tesalónica establece al cristianismo como la religión
oficial del Imperio.[47]
Dada esta situación, Momigliano considera que los cristianos están decididos “a
impedir el regreso de la Iglesia a las condiciones de inferioridad y
persecución”, por lo cual buscan expandir el mensaje cristiano en el Imperio
Romano.[48]
Esta revolución del siglo IV trae consigo una nueva historiografía; “primero,
había que presentar a los paganos la versión judía de la historia. Segundo, se
esperaba que los historiadores cristianos refutaran la objeción de que el
cristianismo era nuevo, y por lo tanto no respetable. Tercero, había que hacer
entrar la realidad pagana en el plan judeocristiano de la redención”.[49]
Con la
narración histórica del cristianismo, apreciamos cómo ésta se afirma en la fe
de un Dios único. Dios es el motor de la Historia, quien guía la historia de
los hombres y los pueblos, orientando en el camino de la salvación de la
Humanidad. Este plan de salvación incluye un progreso, no material, sino más
bien espiritual, en el que la historia sagrada se superpone a la visión profana
del mundo.[50]
De este modo, podemos notar cómo la historia refleja un medio para edificar a
sus fieles, ya sea con el ejemplo de los santos y mártires, el testimonio de la
acción de Dios en el mundo y la defensa de las ideas cristianas.[51]
Ahora
bien, si nos centramos en las características del género narrativo
historiográfico, podemos destacar cómo el texto histórico utiliza marcos
cronológicos y espaciales, establece un encadenamiento de sucesos, trabaja con
fuentes documentales, usa la trama histórica y tiene una pretensión de verdad.
Si
revisamos esto en el caso de Eusebio de Cesarea, notaremos cómo menciona el
marco cronológico:
Ὁ μὲν οὖν τῆς Ῥωμαίων ἐκκλησίας ἐπίσκοπος
Σωτὴρ ἐπὶ ὄγδοον
ἔτος ἡγησάμενος
τελευτᾷ τὸν βίον· τοῦτον
δωδέκατος ἀπὸ τῶν ἀποστόλων
Ἐλεύθερος
διαδέχεται, ἔτος δ᾿ ἦν ἑπτακαιδέκατον
αὐτοκράτορος
Ἀντωνίνου
Οὐήρου·[52]
Así, pues, Sotero, el
obispo de la Iglesia de Roma, murió tras gobernar hasta su octavo año, y le
sucedió Eleuterio, duodécimo a partir de los apóstoles. Corría el año
decimoséptimo del emperador Antonino Vero.[53]
También
señala el caso del marco espacial:
Γαλλία
μὲν οὖν ἡ χώρα
ἦν, καθ᾿ ἣν τὸ
τῶν δηλουμένων
συνεκροτεῖτο
στάδιον, ἧς
μητροπόλεις
ἐπίσημοι καὶ
παρὰ τὰς ἄλλας
τῶν αὐτόθι
διαφέρουσαι
βεβόηνται
Λούγδουνος
καὶ Βίεννα, δι᾿
ὧν ἀμφοτέρων τὴν
ἅπασαν χώραν
πολλῷ τῷ
ῥεύματι
περιρρέων ὁ Ῥοδανὸς
ποταμὸς
διέξεισιν.[54]
Fue, pues, la Galia el
país en que se preparó el estadio, lugar de los hechos mencionados. Dos
metrópolis eran célebres por su distinción y por su importancia entre las
otras: Lyon y Viena. Ambas están atravesadas por el Ródano, que fluye a lo
largo del país con gran caudal.[55]
En ambos
casos aborda descripciones tanto del tiempo y el espacio como elementos
constituyentes de la narración. El tiempo se define a partir de los años de
gobierno del emperador, como también del gobierno del obispo en la Iglesia. Los
hechos narrados “tienen entidad propia, demostrable objetiva y
cronológicamente”.[56]
El espacio es descrito como el lugar de los acontecimientos,[57]
en el cual se mueve la acción de los personajes narrados en la obra.
Respecto
a los hechos, Eusebio señala lo siguiente:
τούτου δὴ ἀδελφὸν Μάρκον Αὐρήλιον
Καίσαρα λόγος ἔχει
Γερμανοῖς καὶ
Σαρμάταις ἀντιπαραταττόμενον
μάχῃ, δίψει
πιεζομένης αὐτοῦ τῆς στρατιᾶς, ἐν ἀμηχανίᾳ
γενέσθαι· τοὺς δ᾿ ἐπὶ τῆς Μελιτηνῆς οὕτω
καλουμένης
λεγεῶνος
στρατιώτας διὰ πίστεως ἐξ ἐκείνου
καὶ εἰς
δεῦρο
συνεστώσης ἐν τῇ πρὸς τοὺς
πολεμίους
παρατάξει γόνυ
θέντας ἐπὶ γῆν
κατὰ τὸ οἰκεῖον ἡμῖν τῶν εὐχῶν ἔθος
ἐπὶ τὰς πρὸς τὸν θεὸν ἱκεσίας
τραπέσθαι,
παραδόξου δὲ τοῖς πολεμίοις
τοῦ τοιούτου
δὴ θεάματος
φανέντος, ἄλλο τι λόγος ἔχει
παραδοξότερον ἐπικαταλαβεῖν αὐτίκα, σκηπτὸν μὲν εἰς φυγὴν καὶ ἀπώλειαν
συνελαύνοντα
τοὺς
πολεμίους, ὄμβρον δὲ ἐπὶ τὴν
τῶν τὸ θεῖον
παρακεκληκότων
στρατιάν, πᾶσαν αὐτὴν ἐκ
τοῦ δίψους
μέλλουσαν ὅσον οὔπω
διαφθείρεσθαι ἀνακτώμενον.[58]
Es tradición que el
hermano de éste, Marco Aurelio César, hallándose en orden de batalla frente a
los germanos y los sármatas, por causa de la sed que apretaba a su ejército,
pasaba gran apuro. Mas los soldados que militaban bajo la, así llamada, Legión
de Melitene –que por su fe todavía subsiste hasta hoy desde entonces-, formados
frente al enemigo, pusieron sus rodillas en tierra, según nuestra familiar
costumbre de orar, y dirigieron sus súplicas a Dios. Semejante espectáculo
pareció, en verdad, muy extraño a los enemigos, pero otro documento refiere que
al instante les sorprendió otro espectáculo todavía más extraño: un huracán
ponía en fuga y aniquilaba a los enemigos, mientras la lluvia caía sobre el
ejército de los que habían invocado el socorro divino y lo reanimaba cuando ya
estaba todo él a punto de perecer por causa de la sed.[59]
Eusebio
narra acontecimientos en los cuales se establece un encadenamiento de sucesos
que se circunscriben a una historia sagrada. Sánchez Salor señala que la
historiografía cristiana se limita a exponer los hechos que conforman parte del
programa de Dios en la historia, donde puede interpretar las consecuencias o
resultados de los sucesos, ya sea como premio o castigo de la Providencia
divina.[60]
En este caso, los personajes establecen una oración a Dios, quien interviene de
manera directa a través de un milagro dando cuenta de su poder en el mundo de
los hombres. Es una historia providencial, ya que Dios pre-ordena el curso de
los sucesos.[61]
Junto con esto, Eusebio se apoya con el uso de fuentes:
ἐνέδει δ̓ ἄρα τοῖς πᾶσι καὶ
τοῦτ̓ ἐπιγραφῆναι αὐτῷ, ὡς ἂν πρῶτος αὐτοκρατόρων
τῆς εἰς τὸ θεῖον εὐσεβείας
πολέμιος ἀναδειχθείη. [4]
τούτου πάλιν ὁ Ῥωμαῖος
Τερτυλλιανὸς ὧδέ
πως λέγων 1
μνημονεύει ‘ἐντύχετε
τοῖς ὑπομνήμασιν
ὑμῶν, ἐκεῖ εὑρήσετε πρῶτον
Νέρωνα τοῦτο τὸ
δόγμα, ἡνίκα
μάλιστα ἐν Ῥώμῃ, τὴν ἀνατολὴν πᾶσαν ὑποτάξας,
ὠμὸς ἦν εἰς πάντας,
διώξαντα.
τοιούτῳ τῆς
κολάσεως ἡμῶν ἀρχηγῷ
καυχώμεθα. ὁ γὰρ
εἰδὼς ἐκεῖνον νοῆσαι δύναται ὡς οὐκ ἄν, εἰ μὴ μέγα τι ἀγαθὸν ἦν, ὑπὸ Νέρωνος
κατακριθῆναι.’[62]
Pero es de saber que a
todo lo dicho faltaba añadir sobre él lo que fue el primer emperador que se
mostró enemigo de la piedad para con Dios. De él hace mención el latino
Tertuliano cuando dice: “Leed vuestras memorias. En ellas encontraréis que
Nerón fue el primero en perseguir a esta doctrina, sobre todo cuando, después
de someter todo el Oriente, en Roma era cruel para con todos. Nosotros nos
gloriamos de tener a un tal por autor de nuestro castigo, porque quien lo
conozca podrá comprender que Nerón no podía condenar nada que no fuera un gran
bien”.[63]
El texto
de Eusebio cuenta con diversas citas a lo largo del escrito. Tal como se
aprecia en este caso, se apoya en Tertuliano para crear un andamiaje de apoyo
documental con la finalidad de reforzar su argumento. Con el uso de fuentes y
testimonios se busca alcanzar una mayor verosimilitud en el relato histórico.
En caso de que la obra vaya dirigida a creyentes, “el único testimonio válido
es la fe y la Biblia”.[64]
En caso de que vaya dirigida a lectores no creyentes, el historiador cristiano
se puede apoyar en otros documentos.[65]
Asimismo,
Eusebio utiliza la trama histórica:
ὅσα τοίνυν
εἰς τὴν
προκειμένην ὑπόθεσιν
λυσιτελεῖν ἡγούμεθα τῶν αὐτοῖς ἐκείνοις
σποράδην
μνημονευθέντων,
ἀναλεξάμενοι
καὶ ὡς ἂν ἐκ
λογικῶν
λειμώνων τὰς ἐπιτηδείους
αὐτῶν
τῶν πάλαι
συγγραφέων ἀπανθισάμενοι
φωνάς, δἰ ὑφηγήσεως ἱστορικῆς
πειρασόμεθα
σωματοποιῆσαι, ἀγαπῶντες,
εἰ καὶ μὴ ἁπάντων,
τῶν δ̓ οὖν μάλιστα
διαφανεστάτων
τοῦ σωτῆρος ἡμῶν ἀποστόλων
τὰς διαδοχὰς κατὰ τὰς
διαπρεπούσας ἔτι καὶ νῦν
μνημονευομένας
ἐκκλησίας ἀνασωσαίμεθα.[66]
Por lo tanto, nosotros,
después de reunir cuanto hemos estimado aprovechable para nuestro tema de lo
que esos autores mencionan aquí y allá, y libando, como de un prado espiritual,
las oportunas sentencias de los viejos autores, intentaremos darle cuerpo en
una trama histórica y quedaremos satisfechos con tal de poder preservar del
olvido las sucesiones, si no de todos apóstoles de nuestro Salvador, siquiera
de los más insignes en las Iglesias más ilustres que aún hoy en día se recuerdan.[67]
La trama
se constituye a partir de la narración de las sucesiones de apóstoles y obispos
de la Iglesia cristiana. La trama es lo que otorga identidad al relato.
Carrasco sostiene que la creación de la trama es “el nexo que vincula los
hechos aislados –acontecimientos- y les aporta sentido”.[68] Es más,
Ricoeur señala que la “disposición configurativa convierte la serie de sucesos
en una totalidad significativa que depende del hecho de «considerar
conjuntamente»”, es decir, cuando toda la trama “puede considerarse con un solo
pensamiento”.[69]
En este sentido, la trama propuesta por Eusebio se centra en abordar la
historia eclesiástica de su época, de los distintos apóstoles y obispos de la
Iglesia como nudos de relaciones, en los cuales sus hechos cobran sentido a
partir de un desarrollo ordenado de los acontecimientos como parte de la
construcción histórica.
Finalmente,
podemos apreciar la pretensión de verdad:
[3] ἄλλοι μὲν
οὖν ἱστορικὰς
ποιούμενοι
διηγήσεις, πάντως
ἂν παρέδωκαν
τῆι γραφῆι
πολέμων νίκας
καὶ τρόπαια
κατ' ἐχθρῶν
στρατηγῶν τε
ἀριστείας καὶ
ὁπλιτῶν
ἀνδραγαθίας,
αἵματι καὶ
μυρίοις φόνοις
παίδων καὶ
πατρίδος καὶ
τῆς ἄλλης
ἕνεκεν περιουσίας
μιανθέντων· [5.pref.4] ὁ
δέ γε τοῦ κατὰ
θεὸν
πολιτεύματος
διηγηματικὸς
ἡμῖν λόγος
τοὺς ὑπὲρ
αὐτῆς τῆς κατὰ
ψυχὴν εἰρήνης
εἰρηνικωτάτους
πολέμους καὶ
τοὺς ἐν τούτοις
ὑπὲρ ἀληθείας
μᾶλλον ἢ
πατρίδος καὶ
μᾶλλον ὑπὲρ
εὐσεβείας ἢ
τῶν φιλτάτων
ἀνδρισαμένους
αἰωνίαις
ἀναγράψεται
στήλαις, τῶν
εὐσεβείας
ἀθλητῶν τὰς
ἐνστάσεις καὶ
τὰς
πολυτλήτους
ἀνδρείας
τρόπαιά τε τὰ
κατὰ δαιμόνων
καὶ νίκας τὰς
κατὰ τῶν
ἀοράτων ἀντιπάλων
καὶ τοὺς ἐπὶ
πᾶσι τούτοις
στεφάνους εἰς
αἰώνιον
μνήμην
ἀνακηρύττων.[70]
Otros, al hacer
narraciones históricas, acaso no hayan transmitido por escrito más que
victorias de guerras, trofeos contra enemigos, hazañas generales y valentías de
soldados manchados de sangre y de muertes innumerables por causa de los hijos,
de la patria y demás bienes. Nuestra obra, en cambio, que describe el género de
la vida según Dios, grabará en estelas eternas las más pacíficas luchas por la
misma paz del alma y el nombre de los que en ellas se comportaron varonilmente,
más por la verdad que por la tierra patria, y más por la religión que por los
seres queridos, y se proclamará públicamente, para eterna memoria, la
resistencia de los atletas de la fe, su bravura, curtida en mil sufrimientos,
los trofeos logrados contra los demonios, las victorias sobre los adversarios
invisibles y, después de todo, sus coronas.[71]
Eusebio
pretende escribir una historia que genere una “eterna memoria”, esto es, una
historia sagrada basada en la Providencia divina. Se busca conservar la memoria
de los cristianos, sus apóstoles y obispos eclesiásticos, sus luchas contra el
paganismo y la victoria de la fe en Dios. Eusebio tiene interés de llegar a una
verdad superior a través de su obra, es decir, lograr acercarse en parte a la
divinidad. La narración es principalmente “explicativa, cada persona, cada cosa
está en el lugar preciso, el querido por Dios”,[72] no hay
una pretensión de verdad objetiva, sino que “la Verdad” ya está dada, como una
verdad teológica que representa la verdad revelada de Dios; la historia solo es
un camino para acercarse y descubrir esta verdad superior.[73]
La construcción narrativa de Lactancio y su
intención historiográfica
En la
obra De mortibus también constatamos
la intención historiográfica del autor, en cuanto utiliza marcos cronológicos y
espaciales, encadenamiento de sucesos, fuentes documentales, trama histórica y
pretensión de verdad. De manera secundaria, posee una tradición apologética en
la cual se apoya en recursos narrativos como los diálogos y el exemplum. Sin embargo, estos últimos son
utilizados en menor medida, resaltando más bien el sentido historiográfico de
la obra, en cuanto busca transmitir una memoria histórica de la cristiandad del
Imperio Romano.[74]
Ahora
bien, si nos centramos en la intención historiográfica de Lactancio, podremos
apreciar los diferentes recursos narrativos y metodológicos que utiliza en su
obra. Ya con el marco cronológico notamos la mención de fechas a lo largo de su
escrito, ya sea con la promulgación del edicto de Galerio: Hoc edictum proponitur Nicomediae pridie Kalendas Maias ipso octies et
Maximino iterum consolibus[75]
(“Este Edicto es hecho público en Nicomedia el 30 de abril, siendo cónsules él
por octava y Maximino Daya por segunda vez”);[76] el
viaje de Diocleciano a Roma para celebrar allí sus Vicennales “que iban a ser
el 20 de noviembre”[77]
(qui erat futurus a. d. duodecimum
Kalendas Decembres),[78]
e incluso, cuando Licinio en Nicomedia devuelve la libertad de culto a los
cristianos: “y el 13 de junio del año en que Constantino y él mismo eran
cónsules por tercera vez ordenó que se hiciese pública una circular que había
entregado al gobernador sobre el restablecimiento de la Iglesia”[79]
(Lactancio se refiere a la fecha de Iduum
Iuniarum).[80]
El historiador utiliza la cronología para ordenar el material en un sentido
temporal, y así transmitir las acciones mediante el hilo principal de la
narración.[81]
En el caso de Lactancio, podemos vislumbrar cómo la mención de estas fechas
busca expresar un sentido de objetividad en la presentación de los
acontecimientos, dejando claro en qué momento ocurren los sucesos y estableciendo
un orden temporal que permita comprender la secuencia y linealidad progresiva
de los hechos históricos.
Lactancio
también menciona una cronología asociada a la historia cristiana: Extremis temporibus Tiberii Caesaris, ut
scriptum legimus, dominus noster Iesus Christus a Iudaeis cruciatus est post
diem decimum Kalendas Apriles duobus Geminis consulibus[82]
(“En los últimos años del reinado de César Tiberio, según podemos leer, Nuestro
Señor Jesucristo fue crucificado por los judíos, el 23 de marzo, durante el
consulado de los dos Géminos”).[83]
Podemos notar cómo Lactancio busca dar cuenta de la fecha exacta del nacimiento
de Cristo e integrar la sucesión cronológica de los hechos a la realidad
cristiana. Según Sánchez Salor, los historiadores cristianos se apoyan en este
recurso para “dejar bien claro que Cristo vino al mundo y que lo hizo en una
fecha determinada”.[84]
En otras palabras, con la fijación de la fecha se intenta recalcar la
existencia de Cristo, legitimando el orden temporal en la construcción
histórica, en el cual la vida de Cristo y la historia del pueblo de Israel se
demuestran ‘objetivamente’ en la cronología que presenta el autor en su obra.
Junto
con esto, notamos la mención del marco espacial, ya sea por ejemplo cuando
Aureliano es asesinado en Tracia: Nondum
ad prouincias ulteriores cruenta eius scripta peruenerant, et iam Caenofrurio,
qui locus est Thraciae, cruentus ipse humi iacebat falsa quadam suspicione ab
amicis suis interemptus[85]
(“Aún no habían llegado a las provincias más alejadas sus sanguinarios
decretos, cuando él mismo ya yacía en la tierra cubierto de sangre en
Cenofrurio, localidad de Tracia, víctima de sus propios amigos movidos por
falsas sospechas”);[86]
o cuando Diocleciano es trasladado enfermo en una litera: Sic aestate transacta per circuitum ripae Istricae Nicomediam uenit
morbo iam graui insurgente[87]
(“Después de pasar de este modo todo el verano, llegó a Nicomedia, tras dar un
rodeo siguiendo la ribera del Danubio, al tiempo que la enfermedad se iba
agravando”);[88]
e incluso cuando Maximino Daya realiza medidas en los territorios de su
imperio: (…) ingressusque Bithyniam, quo
sibi ad praesens fauorem conciliaret, cum magna omnium laetitia sustulit censum[89]
(“En cuanto llegó a Bitinia, suprimió el censo, en medio de la mayor alegría
general, con el fin de atraerse de momento el favor de la provincia”).[90]
A partir de estos pasajes apreciamos cómo hay una constante mención de los
espacios en los que participan los sujetos históricos mencionados en la obra.
Tal como indica Sánchez Salor, el espacio físico constituye el lugar en el cual
se desarrolla la acción.[91]
En el caso de Lactancio, las menciones geográficas son acotadas a las acciones
de los personajes, más bien como escenarios donde participan y suceden los
hechos.
También
notamos cómo se establece un encadenamiento de sucesos a partir de la batalla
del Puente Milvio:
Pons a tergo eius scinditur. Eo uiso pugna crudescit et manus dei supererat
aciei. Maxentianus proterretur, ipse in fugam uersus properat
ad pontem, qui interruptus erat, ac multitudine fugientium pressus in Tiberim
deturbatur. Confecto tandem acerbissimo bello cum magna senatus populique
Romani Laetitia susceptus Constantinus Maximini perfidiam cognoscit, litteras
deprehendit, statuas et imagines inuenit.[92]
El puente se corta a sus
espaldas con lo que, al verlo, se recrudece la batalla y la mano de Dios se
extiende sobre las líneas de combate. El ejército de Majencio es presa del
pánico; él mismo inicia la huida y corre hacia el puente, que estaba cortado,
por lo que, arrastrado por la masa de los que huían, se precipita en el Tíber.
Una vez terminada esta durísima guerra, Constantino es recibido con enorme
satisfacción por el Senado y el pueblo de Roma. Después se entera de la
perfidia de Maximino, al caer en sus manos sus cartas y ver las efigies de
ambos.[93]
Lactancio
está interesado en narrar los acontecimientos, dando cuenta de una historia que
es dirigida por la Providencia. Durán indica que la aprehensión de los sucesos
en el mundo cristiano se da de forma narrativa, la cual tiene un patrón
escatológico, moral y religioso definido, en el que se cree que existe “una
Providencia que decide y tiene todo controlado”.[94] En el
plano narrativo hay una intencionalidad, en cuanto los acontecimientos se
comprenden como consecuencia de una gama de propósitos, en el que Dios es el
motor externo del relato.[95]
En este caso, apreciamos cómo se presenta la lucha entre Majencio y
Constantino, y cómo este último es apoyado por Dios en el combate, permitiendo
que obtenga el triunfo. La narrativa considera la participación de la
Providencia, como elemento cohesionador que otorga orden y unidad a los
acontecimientos históricos. Resulta importante destacar también cómo estos
sucesos consideran una expresión de ‘dramatismo’, en cuanto se busca despertar
emociones en la audiencia: el momento en que se corta el puente y se recrudece la
batalla, el ejército que es “presa del pánico”, el apoyo divino en el combate y
la huida de los vencidos hacia el puente destruido. Estos elementos muestran el
interés del autor de reflejar una descripción dramática, con la cual se
establezca una persuasión hacia los lectores a partir de la conmoción de los
acontecimientos.[96]
Por otro
lado, Lactancio utiliza fuentes en su narrativa histórica, como es el caso del
edicto de Galerio:
Et iam deficiens edictum
misit huiuscemodi: «Inter cetera quae pro rei publicae semper commodis atque
utilitate disponimus, nos quidem uolueramus antehac iuxta leges ueteres et
publicam disciplinam Romanorum cuncta corrigere atque id prouidere, ut etiam
christiani, qui parentum suorum reliquerant sectam, ad bonas mentes redirent
[…] Atque cum plurimi in proposito perseuerarent ac uideremus nec diis eosdem
cultum ac religionem debitam exhibere nec christianorum deum obseruare, contemplatione
mitissimae nostrae clementiae intuentes et consuetudinem sempiternam, qua
solemus cunctis hominibus ueniam indulgere, promptissimam in his quoque
indulgentiam nostram credidimus porrigendam, ut denuo sint christiani et
conuenticula sua componant, ita ut ne quid contra disciplinam agant».[97]
Ya en trance de muerte
publicó un Edicto en estos términos: “Entre las restantes disposiciones que
hemos tomado mirando siempre por el bien y el interés del Estado. Nos hemos
procurado, con el intento de amoldar todo a las leyes tradicionales y a las
normas de los romanos, que también los cristianos que habían abandonado la
religión de sus padres retornasen a los buenos propósitos […] Mas, como muchos
han perseverado en su propósito y hemos constatado que ni prestan a los dioses
el culto y la veneración debidos, ni pueden honrar tampoco al Dios de los
cristianos, en virtud de nuestra benevolísima clemencia y de nuestra habitual
costumbre de conceder a todos el perdón, hemos creído oportuno extenderles
también a ellos nuestra muy manifiesta indulgencia, de modo que puedan
nuevamente ser cristianos y puedan reconstruir sus lugares de culto, con la
condición de que no hagan nada contrario al orden establecido”.[98]
Asimismo,
cita el edicto de Constantino y Licinio:
Cum feliciter tam ego
[quam] Constantinus Augustus quam etiam ego Licinius Augustus apud Mediolanum
conuenissemus atque uniuersa quae ad commoda et securitatem publicam
pertinerent, in tratactu haberemus, haec inter cetera quae uidebamus pluribus
hominibus profutura, uel in primis ordinanda esse credidimus, quibus
diuinitatis reuerentia continebatur, ut daremus et christianis et omnibus
liberam potestatem sequendi religionem quam quisque uoluisset, quo quicquid
<est> diuinitatis in sede caelesti, nobis atque omnibus qui sub potestate
nostra sunt constituti, placatum ac propitium possit existere.[99]
Habiéndonos reunido
felizmente en Milán tanto yo, Constantino Augusto, como yo, Licinio Augusto, y
habiendo tratado sobre todo lo relativo al bienestar y a la seguridad públicas,
juzgamos oportuno regular, en primer lugar, entre los demás asuntos que, según
nosotros, beneficiarán a la mayoría, lo relativo a la reverencia debida a la
divinidad; a saber, conceder a los cristianos y a todos los demás la facultad
de practicar libremente la religión que cada uno desease, con la finalidad de
que todo lo que hay de divino en la sede celestial se mostrase favorable y
propicio tanto a nosotros como a todos los que están bajo nuestra autoridad.[100]
En ambos
casos apreciamos el uso de fuentes, en las cuales Lactancio cita documentos con
la finalidad de narrar una historia verosímil, que sea creíble y transmita una
objetividad en la información que presenta sobre los acontecimientos. Según
Teja, Lactancio se muestra como testigo directo de estos sucesos, anotando los
testimonios del edicto de Tolerancia de Galerio en 311 y la carta de Licinio el
313.[101]
Tal como explica J. Moreau, la comparación con las fuentes demuestra que
Lactancio intenta ser fiel a la realidad histórica.[102] En
este sentido, el apoyo en documentos y fuentes otorga mayor fiabilidad en la
construcción narrativa, consolidando su andamiaje en la elaboración de un
escrito fidedigno en la transmisión de los acontecimientos.[103]
Por otra
parte, podemos apreciar la noción de una trama histórica en el prólogo:
De quo<rum> exitu
<scripto tes>tificari placuit, ut omnes qui procil remoti fuerunt uel qui
p<ostea fu>turi sunt, scirent,quatenus uirtutem ae maiestatem suam in
ex<tinguen>dis delendisque nominis sui hostibus deus summus ostenderit. Ab
re ta<men non> est, si a principio, ex quo est ecclesia constituta, qui
fuerint persecutores <eius> et quibus poenis in eos caelestis iudicis
seueritas uindicarit, exponam.[104]
Es de su muerte de lo que
me ha parecido bien dejar testimonio escrito, a fin de que todos, tanto
aquellos que no fueron testigos de los acontecimientos, como quienes nos
sucederán, sepan de qué modo el Dios supremo mostró su poder y majestad en la
extinción y aniquilación de los enemigos de su nombre. Sin embargo, no creo
salirme del tema, si expongo primeramente cuáles fueron los perseguidores que
han existido desde el principio, es decir, desde que se constituyó la Iglesia,
y con qué penas se vengó de ellos severamente el juez celestial.[105]
La
trama, como motivo central del relato, se centra en la muerte de los
perseguidores de los cristianos, como parte del castigo establecido por el
juicio de Dios. White indica que la trama es la forma en que una secuencia
determinada de sucesos es organizada como un relato. En otras palabras, “la trama
de una narración impone un significado a los acontecimientos que determinan su
nivel de historia para revelar al final una estructura que era inmanente a lo
largo de todos los acontecimientos”.[106] Lo
que se intenta determinar “es la naturaleza de esta inmanencia en cualquier
relato narrativo de sucesos reales, sucesos que se ofrecen como el verdadero
contenido del discurso histórico”.[107] En
este caso, Lactancio define esta trama histórica para dejar testimonio escrito
de las distintas persecuciones realizadas contra los cristianos y de qué manera
Dios demuestra su poder frente a los paganos. En este prefacio, Lactancio tiene
la intención de escribir la historia de su tiempo.[108] De
este modo, la identidad del relato en De
mortibus se basa en las persecuciones a los cristianos y la justicia divina
con la que se aplaca el mal del paganismo, realzando estos acontecimientos como
el motivo central de la obra.
Finalmente,
encontramos la intención de verdad en el epílogo en De mortibus:
Quae omnia secundum fidem
–scienti enim loquor- ita ut gesta sunt mandanda litteris credici, nea ut
memoria tantarum rerum interiret aut si quis historiam scribere uoluisset,
[non] corrumperet ueritatem uel peccata illorum aduersus deum uel iudicium dei
aduersus illos reticendo.[109]
Todos estos hechos he
juzgado oportuno consignarlos por escrito fielmente –pues me dirijo a una
persona que los conoce-, tal como sucedieron, con la finalidad de que no se
perdiese el recuerdo de tan importantes acontecimientos y de que, si alguien
quiere escribir después la historia, no altere la verdad silenciando las
ofensas de aquéllos contra Dios y el juicio de Dios sobre ellos.[110]
Lactancio
manifiesta de manera esclarecedora su intención de verdad, en cuanto busca
consignar ‘fielmente’ los hechos, como también generar un recuerdo de tan
importantes sucesos. En cierta medida, hay un interés de transmitir una memoria
histórica, en la cual no se altere la verdad y se presenten los acontecimientos
‘tal como sucedieron’. Tal como expresa von Campenhausen, con el tratado De Mortibus Lactancio desea transmitir
la verdad “para que ésta sirva de advertencia a las generaciones futuras: Dios
protege la justicia y hace que el castigo merecido caiga de manera inexorable
sobre todos los impíos y perseguidores”.[111]
Incluso, según Colot, Lactancio se vincula como historiador, ya que piensa que
su historia va a servir para los historiadores posteriores, de la misma manera
que él usa el escrito para narrar el tiempo pasado.[112] En
este sentido, podemos apreciar cómo Lactancio construye un relato en el cual
intenta buscar una verdad histórica, la cual permita transmitir fidedignamente
una memoria de los cristianos a través del tiempo.
Algunas consideraciones finales
La obra De mortibus es un relato que posee una
intencionalidad historiográfica, en cuanto posee una pretensión de verdad y una
trama histórica, con las cuales buscan establecer un relato fidedigno de los
acontecimientos del pasado, además de tornarse en un documento que transmita la
memoria histórica de la cristiandad al tiempo venidero.
Lactancio utiliza recursos narrativos y
metodológicos que establecen un andamiaje cohesionado en su obra histórica,
tales como la mención de un marco temporal y espacial que sirven para situar
los sucesos en la realidad histórica; el encadenamiento de sucesos como las
acciones que se desarrollan en el relato; el uso de fuentes y documentos que
utiliza para demostrar ciertos acontecimientos y contrastarlos con la realidad
que describe; la trama histórica como el motivo central de la obra basada en la
historia de las persecuciones y la justicia divina que significan el triunfo
del Imperio cristiano por sobre el paganismo; y finalmente, la pretensión de
verdad, en cuanto busca transmitir una historia que sea fidedigna y confiable,
que narre una realidad objetiva de los sucesos del pasado.
No podemos considerar la obra de Lactancio como
un escrito apologético, que siga los patrones narrativos de Tertuliano, Minucio
Félix, Arnobio, entre otros. Si bien se apoya en ciertos pasajes con el uso de
los diálogos o el exemplum, estos
recursos narrativos no se manifiestan en profundidad en el texto. Por el
contrario, la intencionalidad histórica prima constantemente, en la medida en
que el autor desea narrar los hechos de la cristiandad, sin dejar que se pierda
el recuerdo de tan importantes acontecimientos.
Finalmente,
la construcción narrativa que establece Lactancio forma parte de la revolución
historiográfica del siglo IV, en cuanto su escrito tiene como intención
escribir la historia de las persecuciones cristianas, narrando los diversos
acontecimientos y apoyándolos con testimonios que realcen la verosimilitud del
relato. Asimismo, menciona el rol de la Providencia en la historia, dando
cuenta de cómo los acontecimientos históricos avanzan de manera progresiva
hacia una meta, esta es, Dios. En suma, con la obra De mortibus podemos notar cómo se expresa una narrativa histórica,
en la cual no solo se defiende a la religión cristiana, sino que se desea
recalcar el triunfo del cristianismo en el Imperio romano, y la articulación de
una memoria histórica que transmita la verdad de los acontecimientos a través
del tiempo.
Pablo Castro Hernández
UAH /
UANDES
pfcastro@uc.cl
BIBLIOGRAFÍA
1.
Fuentes
y documentos:
Arnobii
(1844), Adversus Gentes, ed. Migne, Patroligiae,
V, París: Excudebat Sirou.
Arnobius
(1871), Adversus
Gentes, vol. XIX, Edinburgo: T & T Clark.
Cipriano
(1964), Tratados. Cartas, ed. Julio Campos,
Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Cipriano
(1998), Cartas,
trad. María Luisa García Sanchidrián, Madrid: Gredos.
Eusebio
de Cesarea (2001), Historia
Eclesiástica, trad. Argimiro Velasco-Delgado, Madrid: Biblioteca de Autores
Cristianos.
Eusebius (1926-1932), Historia ecclesiastica, vol. 1-2, ed. Kirsopp Lake, J.E.L. Oulton y H.J. Lawlor, G.P. Putnam's
Press; Harvard University Press; London, New York, Cambridge, Mass: Heinemann. En:
http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus%3Atext%3A2008.01.0640%3Abook%3D1%3Achapter%3D1%3Asection%3D1
(Julio, 2017)
Lactance
(1954), De mortibus persecutorum, ed. J. Moreau,
París: Sources Chrétiennes.
Lactancio
(1982), Sobre
la muerte de los perseguidores, trad. Ramón Teja, Madrid: Gredos.
M.
Minucii Felicis (1867),
Octavius, ed. Carolus Halm, Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum, Vindobonae:
C. Geroldi Filium Bibliopolam Academiae.
Minucio
Félix (1990),
El Octavio, trad. P. Santos de
Domingo, Sevilla: Apostolado Mariano.
Tertullian (1931), Apologeticum, T. R. Glover, Harvard
University Press; London, Cambridge, Massachusetts: Heinemann. En: http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus:text:2008.01.0570
(Julio, 2017)
Tertullian (1954),
Ad Nationes, ed. Borleffs, Corpus
Christianorum Series Latina, I, Turnhout: Brepols. En:
http://www.tertullian.org/latin/ad_nationes_1.htm (Julio, 2017)
Tertuliano
(2001a), Apologético,
trad. Carmen Castillo García, Madrid: Gredos.
Tertuliano
(2001b), A
los Gentiles, trad. Carmen Castillo García, Madrid: Gredos.
2.
Obras y
artículos de revistas:
Alesso,
M.
(2005-2006), “Los géneros literarios en el primer cristianismo”, Circe, 10: 19-36.
Ames,
C.
(2005-2006), “Religión romana y cristianismo. La mirada de Tertuliano en Apologeticum y Ad nationes”, Circe, 10:
37-57.
Aurell,
J. (2006),
“El nuevo medievalismo y la interpretación de los textos históricos”, Hispania, 66, 224: 809-832.
Balmaceda,
C. (2013),
“La Antigüedad Clásica: Grecia y Roma”. En Jaume Aurell, et. al., Comprender el pasado. Una historia de la
escritura y el pensamiento histórico, Madrid: Akal, pp.9-57.
Balmaceda,
C. (2013),
“La Antigüedad tardía: la historiografía cristiana y bizantina”. En Jaume
Aurell, et. al., Comprender el pasado.
Una historia de la escritura y el pensamiento histórico, Madrid: Akal,
pp.59-93.
Barnes, T. D.
(1973), “Lactantius and Constantine”, The
Journal of Roman Studies, 63: 29-46.
Blázquez,
J. M.
(1995), “La reacción pagana ante el cristianismo”. En Jaime Alvar, et. al., Cristianismo primitivo y religiones
mistéricas, Madrid: Cátedra, pp.157-195.
Carrasco,
A. (1995),
“La trama del tiempo. Algunas consideraciones en torno a lo narrativo en
historia”, Cuadernos de Historia Moderna,
Madrid, núm. 20: 87-109.
Christensen, A. S. (1980), Lactantius the historian. An analysis of the De Mortibus Persecutorum,
Copenhagen: Museum Tusculanum Press.
Collingwood,
R. G.
(2010), Idea de la historia, México
D.F.: Fondo de Cultura Económica.
Colot, B. (2005), “Historiographie chrétienne et
romanesque: le De mortibus persecutorum
de Lactance (250-325 ap. J.C.)”, Vigiliae
Christianae, 59, 2: 135-151.
Daniélou,
J. (2006), Los orígenes del cristianismo latino,
Madrid: Cristiandad.
Durán,
N. (2001), Formas de hacer historia. Historiografía
grecolatina y medieval, México D.F.: Ediciones Navarra.
Edwards, M. et. al. (1999), Apologetics in the Roman Empire. Pagan, Jews and Christians, Nueva
York: Oxford University Press.
Fredouille, J. C.
(1992), “L’ apologétique chrétienne Antique: naissance d’un genre littéraire”, Revue des Études Augustiniennes, 38:
219-234.
Fredouille, J. C.
(1995), “L’ apologétique chrétienne Antique: métamorphoses d’un genre polymorphe”,
Revue des Études Augustiniennes, 41:
201-216.
Frenkel,
D. (2006),
“De II Macabaeos a De mortibus
persecutorum de Lactancio”, Anales de
Historia Antigua, Medieval y Moderna, 39: 1-8.
Jacobsen, A.
(2009), “Main topics in early Christian apologetics”. En Brakke, David, et.
al., Early christianity in the context of
Antiquity. Critique and Apologetics. Jews, Christians and Pagans in Antiquity,
Frankfurt y Main: Peter Lang, pp.85-110.
Jaeger,
W. (2012), Cristianismo primitivo y paideia griega,
México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
Klostergaard Petersen, A. (2009), “The diversity of apologetics: from genre to a mode of
thinking”. En Brakke, David, et. al., Early
christianity in the context of Antiquity. Critique and Apologetics. Jews,
Christians and Pagans in Antiquity, Frankfurt y Main: Peter Lang, pp.15-41.
Laurin,
J. (1954), Orientations maitresses des apologistes
chrétiens de 270 à 361, Roma: Apud Aedes Universitatis Gregorianae.
Marina
Sáez, R. M.
(2011), “Retórica y pensamiento en la apologética cristiana: el exemplum de M. Atilio Régulo, de
Tertuliano a Agustín”, Polis, núm.
23: 153-170.
Momigliano,
A. (1993), Ensayos de historiografía antigua y moderna,
México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
Monat,
P. (1982), Lactance et la Bible. Une propédeutique latine
à la lectura de la Bible dans l’Occident constantinien, 1, París: Études
Augustiniennes.
Moreau,
J. (1954),
“Préface”. En Lactance, De la mort des
persécuteurs, París: Sources Chrétiennes.
Ocker, C.
(1986), “Unius Arbitrio Mudum Regi Necesse Est: Lactantius’ concern for the
preservation of Roman Society”, Vigiliae
Christianae, vol. 40, núm. 4: 348-364.
Orlandis,
J. (2010), Historia de la Iglesia, Madrid: RIALP.
Pichon,
R. (1901), Lactance. Étude sur le movement
philosophique et religieux sous le règne de Constantin, París: Librairie
Hachette et C.
Rankin, D. (2006),
From Clement to Origin. The social and
historical context of the Church Fathers, Hampshire y Burlington: Ashgate.
Receveur,
F. (1842), Historia de la Iglesia, tomo 3, Madrid:
Imp. José Félix Palacios.
Ricoeur,
P. (1995), Tiempo y narración: la configuración del
tiempo en el relato histórico, vol. 1, Madrid: Siglo XXI Editores.
____ (1999), Historia y narratividad, Barcelona:
Paidós.
Ryan, H. R.
(1982), Kategoria and Apologia: on their rethorical criticism
as a speech set”, Quarterly Journal of
Speech, núm. 68: 254-261.
Sánchez
Salor, E.
(2006), Historiografía latino-cristiana.
Principios, contenido, forma, Roma: L’Erma di Bretschneider.
Shepherd, M. H.
(1938), “The early apologists and Christian worship”, The Journal of Religion, 18, 1: 60-79.
Silva,
D. (2011),
“Lactancio e o topos da historia magistra vitae: uma análise da obra sobre a
morte dos perseguidores”, Phoinix,
17-1: 99-111.
Teja,
R. (1982),
“Introducción”. En Lactancio, Sobre la muerte
de los perseguidores, Madrid: Gredos.
Torres,
J. (2010),
“Recursos retóricos en la polémica literaria entre cristianos y paganos (ss.
II-IV): el género del Diálogo”. En Mercedes López Salvá, De cara al más allá: conflicto,
convivencia y asimilación de modelos paganos en el cristianismo antiguo, Madrid: Pórtico, pp. 95-115.
Von
Campenhausen, H.
(2001), Los Padres de la Iglesia. Padres
Latinos, vol. 2, Madrid: Cristiandad.
Whitby, M.
(2011), “Imperial Christian Historiography”. En Andrew Feldherr y Grant Hardy, The Oxford History of Historical Writing,
Beginnings to AD 600, Oxford: Oxford University Press, pp.346-370.
White,
H. (1992), El contenido de la forma. Narrativa,
discurso y representación histórica, Barcelona: Paidós.
White,
H. (2003), El texto como artefacto literario y otros
escritos, Barcelona: Paidós.
Winckelmann, F.
(2003), “Historiography in the age of Constantine”. En Gabriele Marasco, Historiography in Late Antiquity. Fourth to
Sixth Century A.D., Leiden y Boston
[1] Pichon (1901: 335 y ss.; 384 y ss.).
[2] Moreau (1954: 45).
[3] Barnes (1973: 43 y ss.).
[4] Momigliano (1993: 95-102).
[5] Von
Campenhausen (2001: 114-115).
[6] Receveur (1842: 42-43).
[7] Laurin (1954: 186-187; 335).
[8] Whitby (2011: 350).
[9] Teja (1982: 14-15).
[10] Christensen (1980: 17-19; 42 y ss.;
64).
[11] Teja (1982: 36-43).
[12] Ocker (1986: 351).
[13] Winckelmann (2003: 31-32).
[14] Silva (2011: 107-108).
[15] Shepherd (1938: 75 y ss.).
[16] Jaeger (2012: 42).
[17] Blázquez (1995: 166-167).
[18] Edwards, et. al. (1999: 2).
[19] Ryan (1982: 255).
[20] Torres (2010: 99). Esta tradición literaria de Occidente se
inicia en el siglo II con los primeros autores latinos en África, realizando
sus críticas desde un lugar lejano de Roma. Estos autores “concentran sus
esfuerzos en el ataque a la religión romana, intentando desacreditar sus dioses
y sus prácticas religiosas” [Ames
(2005-2006: 38)]. Cabe mencionar que la escritura de estas obras apologéticas
poseen sus precedentes en la literatura cristiana griega, las que se dirigen “al
mundo exterior, a un público no cristiano […] con el objetivo de refutar las
calumnias difundidas en el imperio sobre los cristianos y responder a la
acusación de que los cristianos son un peligro para el estado romano […] Con
respecto a las conductas y prácticas, los apologistas llaman la atención sobre
la virtuosa manera de vivir de los cristianos e insisten en que la fe en el
dios único es necesaria para el mantenimiento y bienestar del mundo, del
emperador y del estado” [Ames
(2005-2006: 39-40)].
[21] Klostergaard
Petersen (2009: 22).
[22] Torres (2010: 102-106).
[23] Alesso (2005-2006: 32).
[24] Alesso (2005-2006: 32).
[25] Marina Sáez (2011: 168).
[26] Tertullian (1931: 1,4).
[27] Tertuliano (2001a: 1,4).
[28] Arnobii (1844: 1, 13)
[29] Arnobius (1871: 1, 13, 13). La
traducción es nuestra.
[30] Jacobsen (2009: 85 y ss.).
[31] Tertullian (1954: 1, 7, 29-30).
[32] Tertuliano (2001b: 1, 7, 29-30).
[33] Fredouille (1992: 233).
[34] Fredouille (1995: 203).
[35] Minucii Felicis (1867: 15)
[36] Minucio Félix (1990: 15, 41).
[37] Minucii Felicis (1867: 17)
[38] Minucio Félix (1990: 17, 45).
[39] Minucio Félix (1990: 28, 47 y ss.).
[40] Rankin (2006: 44).
[41] Cipriano (1964: 43, 6)
[42] Cipriano
(1998: 43, 187).
[43] Cipriano (1964: 10, 4, 4)
[44] Cipriano
(1998: 10, 4, 84).
[45] Daniélou (2006: 270-271).
[46] Klostergaard
Petersen (2009: 25).
[47] Orlandis (2010: 34-35).
[48] Momigliano (1993: 96).
[49] Momigliano (1993: 98).
[50] Cabe mencionar que la concepción cristiana
considera que “el mundo había sido creado de la nada y que seguía su curso una
sola vez, sin repetirse. La interpretación cristiana de la historia tiene un
principio, una dirección y un final representados por la Creación, la
encarnación de Jesucristo y el Juicio Final. De esta manera, los hechos
históricos se suceden en función de un télos
o fin; el cambio histórico, entonces, estaba orientado hacia una meta y su
acaecer se podía representar no con un círculo, sino con una línea o, mejor,
con una flecha” [Balmaceda (2013:
67)].
[51] Sánchez Salor (2006: VIII).
[52] Eusebius (1926-1932: V, Pról., 1)
[53] Eusebio de Cesarea (2001: V, Pról., 1).
[54] Eusebius (1926-1932: V, 1, 1)
[55] Eusebio de Cesarea (2001: V, 1, 1).
[56] Sánchez Salor (2006: 98).
[57] Sánchez Salor (2006: 107).
[58] Eusebius (1926-1932: V, 5, 1-2)
[59] Eusebio de Cesarea (2001: V, 5, 1-2).
[60] Sánchez Salor (2006: 128 y ss.)
[61] Collingwood (2010: 113-114).
[62] Eusebius (1926-1932: II, 25, 3-4)
[63] Eusebio de Cesarea (2001: II, 25, 3-4).
[64] Sánchez Salor (2006: 70).
[65] Sánchez Salor (2006: 70).
[66] Eusebius (1926-1932: I, 1, 4)
[67] Eusebio de Cesarea (2001: I, 1, 4).
[68] Carrasco (1998: 95).
[69] Ricoeur (1999: 198) y Ricoeur (1995: 26).
[70] Eusebius (1926-1932: V, Pról., 3-4)
[71] Eusebio de Cesarea (2001: V, Pról., 3-4).
[72] Durán (2001: 164).
[73] Cfr. Durán
(2001: 163-165).
[74] Cabe mencionar que los dos recursos
apologéticos utilizados por Lactancio son los diálogos y el exemplum. En dos momentos en la obra menciona
diálogos entre Diocleciano y Galerio (Lactancio
(1982: 18, 8 y 18, 11-18). En aquellos se aprecia una discusión
política: - “Quis est hic quem mihi
offers?» / - «Meus» inquit «affinis». At ille gemebundus «Non idoneos mihi das
quibus tutela rei publicae commiti possit”
[Lactance (1954: 18, 14)] («D:
-¿Y quién es esta persona que me propones? / G: -Un pariente mío, respondió /
D: -Entonces Diocleciano entre lamentos, no me das nombres idóneos, respondió,
a quienes pueda confiarse la tutela del Estado») [Lactancio (1982: 18, 14)]. Si bien se utiliza el diálogo,
este ya no tiene una intención de refutar en torno a un carácter apologético,
sino que se centra solo en un plano didáctico para expresar un diálogo político
sobre quién debe asumir el trono del imperio. En el caso del exemplum, notamos cómo Donato es
asociado al ejemplo tras ser torturado nueves veces por los romanos y no
desistir de su fe: Hic est uerus
triumphus, cum dominatores dominantur. Victi enim tua uirtute ac subiugati
sunt, quandoquidem nefanda iussione contempta omnes apparatus et terriculas
tyrannicae potestatis fide stabili et robore animi profligasti […] Adimere tibi fidem ac deuotionem nulla
uis potuit. Hoc est esse discipulum dei, hoc est militem Christi [Lactance (1954: 16, 7-9)] («En efecto,
fueron vencidos y reducidos por tu virtud, puesto que, despreciando las órdenes
nefastas, resististe con fe inmutable y fortaleza de ánimo a todos los
instrumentos de terror utilizados por el poder tiránico […] Ninguna fuerza fue
capaz de arrebatarte la fe y la devoción. En esto consiste ser discípulo de
Dios, esto es ser soldado de Cristo») [Lactancio
(1982: 16, 7-9, 110-111)]. Claramente notamos el modo ejemplificador y
moralizante de este pasaje, en el cual Donato tras ser perseguido, constituye
un modelo de buen cristiano, devoto y leal a su fe y victorioso frente al
paganismo. Finalizado este exemplum,
el mismo Lactancio señala: “Sed redeamus ad ordinem rerum” [Lactance (1954: 16,
11)] (“Mas volvamos a la narración de los hechos”) [Lactancio (1982: 16, 11, 110-111)], lo que denota el interés
de continuar con la narrativa histórica, presentando los sucesos de la
cristiandad en el Imperio, y recalcando que el interés primordial de la obra
está en la intencionalidad historiográfica.
[75] Lactance (1954: 35, 1).
[76] Lactancio (1982: 35, 1, 167).
[77] Lactancio (1982: 17, 1, 111).
[78] Lactance (1954: 17, 1).
[79] Lactancio (1982: 48, 1, 202).
[80] Lactance (1954: 48, 1). «Licinius uero
accepta exercitus parte ac distributa traiecit exercitum in Bithyniam paucis post
pugnam diebus et Nicomediam ingressus gratiam deo, cuius auxilio uicerat,
retulit ac die Iduum Iuniarum Constantino atque ipso ter consulibus de
restituenda ecclesia huius modi litteras ad praesidem datas proponi ius it».
[81] Cfr. Sánchez
Salor (2006: 101-102).
[82] Lactance (1954: 2, 1).
[83] Lactancio (1982: 2, 1, 65)
[84] Sánchez Salor (2006: 100)
[85] Lactance (1954: 6, 2).
[86] Lactancio (1982: 6, 2, 75-76).
[87] Lactance (1954: 17, 4).
[88] Lactancio (1982: 17, 4, 112-113).
[89] Lactance (1954: 36, 1).
[90] Lactancio (1982: 36, 1, 168).
[91] Sánchez Salor (2006: 107).
[92] Lactance (1954: 44, 9-10).
[93] Lactancio (1982: 44, 9-10, 192-193).
[94] Durán (2001: 163).
[95] Durán (2001: 163).
[96] Tal
como sostiene Balmaceda, con el dramatismo se busca “agradar y conmover”,
suscitando emociones y sentimientos adecuados en los oyentes, “asegurándose de
que los personajes con los que animaba a simpatizar merecieran realmente esa
simpatía (o antipatía, según el caso)” [Balmaceda (2013: 22-23)].
[97] Lactance (1954: 34, 1-5).
[98] Lactancio (1982: 34, 1-5, 165-167).
[99] Lactance (1954: 48, 2).
[100] Lactancio (1982: 48, 2, 203).
[101] Teja (1982: 22).
[102] Moreau (1954: 45-46).
[103] Tal
como señala Christensen, Lactancio utiliza un método de trabajo, en el cual
incluye diversas citas a lo largo de su escrito, tanto de los Libros Sibilinos,
menciones a las obras de Virgilio y también la Biblia [Christensen (1980: 42 y ss.)]. Sobre este último punto de la
influencia bíblica, al comienzo de la obra hace referencia a la lectura del
Nuevo Testamento, señalando: Quo officio
repleto circumuoluit eum procela nubis et subtractum oculis hominum rapuit
<in> caelum [Lactance
(1954: 2, 3)] (“Una vez cumplida esta tarea, lo envolvió una nube y
arrebatándolo a sus ojos, se lo llevó al cielo”) [Lactancio (1982: 2, 3, 66). Véase cómo alude a Lc. 24,51;
Mc.16,19; Hch. 1,9]. O cuando señala: Et
inde discipuli, qui tunc erant undecim, adsumptis in locum Iudae proditoris
Mathia <et> Paulo dispersi sunt per omnem terram ad euangelium
praedicantum, sicut illis magister dominus imperauerat [Lactance (1954: 2, 4)] (“A partir de
este momento, los discípulos, que entonces eran once, tras incluir en el puesto
del traidor Judas a Matías y a Pablo, se dispersaron por toda la tierra para
predicar el Evangelio, tal como el Señor, su maestro, les había ordenado”) [Lactancio (1982: 2, 4, 66). Véase cómo
alude a Hch. 1, 26; 22]. Ahora bien, tal como indica Pierre Monat, la
influencia bíblica presente en De
mortibus se encuentra esencialmente basada en el Libro II de los Macabeos [Monat (1982: 268)]. Según Frenkel, Lactancio
se apoya en el documento II Macabeos, pues cuando narra la muerte de Maximiano
Galerio en el 310, donde se señala que Dios lo hirió de una muerte incurable,
sobreviniéndole una gangrena en todo el cuerpo, es un esquema basado en el
capítulo IX de II Macabeos, en el cual Antíoco también recibe un cruel castigo
de Dios sufriendo una gangrena en su cuerpo. Al final, tanto Galerio como
Antíoco se arrepienten de haber perseguido a los cristianos y reconocen el
poder de lo divino [Frenkel (2006:
8)]. En cierta medida, notamos cómo la influencia bíblica se torna elemental,
en cuanto la Biblia es el texto sagrado por excelencia, el cual refleja una
fuente fidedigna para la construcción narrativa de su obra, en la medida que
transmite la palabra de Dios. Pero al mismo tiempo, se transmiten
acontecimientos bíblicos que son aplicados a la realidad histórica, dando
cuenta de cómo estos conforman parte del plan divino, constituyéndose como una
historia sagrada.
[104] Lactance (1954: 1, 8-9).
[105] Lactancio
(1982: 1, 8-9, 65).
[106] White (1992: 34).
[107] White (1992: 34).
[108] Christensen (1980: 64).
[109] Lactance (1954: 52, 1).
[110] Lactancio
(1982: 52, 1, 212).
[111] Von
Campenhausen (2001: 114).
[112] Colot (2005: 140-141).