Pablo Castro Hernández

(Universidad Alberto Hurtado / Universidad de los Andes)

La construcción narrativa de Lactancio: una aproximación a la intención historiográfica en De mortibus persecutorum (s. IV d.C.)

The narrative construction of Lactantius: An approach to the historiographical intention in the work De mortibus persecutorum (s. IV AD)

Abstract: In this paper we analyze the narrative and methodological construction of the work De mortibus persecutorum, written by Lactantius in the fourth century AD. First, we examine the narrative characteristics that define both the apologetic and the historiographical genre. Subsequently, we review these narrative features in the work of Lactantius, demonstrating that his writing has a historiographical intention in order to transmit a historical memory of Christianity in the Roman world.

Key Words: Narrative, Historiography, Apology, De mortibus persecutorum, Roman Empire.

Resumen: En el presente estudio analizamos la construcción narrativa y metodológica de la obra De mortibus persecutorum de Lactancio, escrita durante el siglo IV d.C. En primer lugar, examinamos los rasgos narrativos que definen tanto al género apologético como al historiográfico. Posteriormente, revisamos estas características narrativas en la obra de Lactancio, demostrando que su escrito posee una intención historiográfica con la que busca transmitir una memoria histórica de la cristiandad en el mundo romano.

Palabras Clave: Narración, Historiografía, Apología, Lactancio, De mortibus persecutorum, Imperio Romano.

Fecha de Recepción: 8 de marzo de 2017.

Fecha de Aceptación: 15 de julio de 2017.

 

 

Una introducción al problema

El presente estudio se centra en analizar la construcción narrativa de la obra De mortibus persecutorum, o Sobre la muerte de los perseguidores, escrita por Lactancio alrededor de los años 313-316 d.C. De manera concreta, el objetivo de la investigación es examinar si esta obra corresponde al plano de la literatura apologética o bien constituye una construcción propiamente historiográfica. Como es bien sabido, a partir de este documento puede apreciarse cómo al autor le interesa defender el cristianismo de los ataques del paganismo en los tiempos de crisis del Imperio Romano, un momento en el que se establece una justicia divina que protege a su pueblo y acaba con los enemigos de Dios. De este modo, la obra consolida un discurso en el cual los acontecimientos siguen un plan divino, basado en el providencialismo, que hace derrumbar al Imperio pagano y eleva en el poder al Imperio cristiano. En este contexto, nuestro acercamiento considera la discusión de la construcción narrativa y metodológica de la obra de Lactancio. No hay que perder de vista que De mortibus posee ciertos lineamientos tanto de panfleto político, en cuanto intenta exaltar la figura de Constantino, en tanto buen emperador que protege a los cristianos, como también de texto apologético, en la medida que defiende a la religión cristiana de los ataques paganos. Ahora bien, también es posible vislumbrar ciertos elementos historiográficos en su construcción narrativa y metodológica, lo que genera mayores dificultades en la comprensión del género narrativo en el que se inscribe el De mortibus. En torno a esta cuestión, es preciso hacerse las siguientes preguntas: ¿la obra de Lactancio es un escrito de carácter historiográfico o apologético? ¿Sólo busca defender al cristianismo de los ataques paganos o bien desea dar cuenta de una memoria cristiana de la historia? ¿Y, en definitiva, cuáles son los recursos narrativos y metodológicos que configuran este relato?

Según nuestro análisis del De mortibus, consideramos que este escrito constituye una narrativa histórica con finalidad apologética. En cierta medida, es una narración que tiene una intención de buscar una verdad y generar una memoria cristiana de la historia, en la que utiliza diversos recursos historiográficos, tales como la cronología, el marco espacial, el encadenamiento de sucesos, el uso de fuentes documentales, la búsqueda de la verdad en la narración y el uso de la trama narrativa. Junto a estos recursos, Lactancio construye su relato apoyándose en la tradición apologética, de la cual recurre de manera secundaria a ciertos recursos narrativos, tales como los diálogos y el exemplum, que permiten reafirmar sus ideas de defensa de la religión cristiana ante el ataque del paganismo. En definitiva, la narración de la obra De mortibus nos muestra una etapa de transición en el ámbito político y religioso, en la que el cristianismo se empieza a consolidar en el Imperio, por lo cual la narrativa ya no sólo busca defender a la religión cristiana, sino también realzarla y expresar el plan de Dios en el devenir de los acontecimientos históricos.

 

La narrativa en la obra De mortibus: un estado de la cuestión

El estudio del De mortibus de Lactancio nos plantea diversas problemáticas acerca de su construcción narrativa, ya sea que esta se corresponde a un panfleto político, a un relato histórico o a un escrito apologético.

Al hablar de panfleto o propaganda política se aborda la idea de difundir noticias con fines políticos de carácter bien específico y resaltar la imagen de poder de alguna entidad o persona. Ya a comienzos del siglo XX, Pichon señaló que Lactancio escribió una historia y un panfleto político y religioso. Según su interpretación, Lactancio ataca por una parte a emperadores como Diocleciano, Galerio o Maximino que realizaron persecuciones contra los cristianos basándose en su brutalidad, ferocidad y tiranía, mientras que por otra parte potencia a Constantino como defensor de la religión cristiana.[1] Por su parte, Moreau sostiene que Lactancio es un autor bien informado, pero al mismo tiempo tendencioso y partidista. Su obra puede ser considerada un panfleto, como reflejo del pensamiento político cristiano de su época, pero también es un libro de historia que conserva detalles de gran valor.[2] Según Barnes, De mortibus es una obra de propaganda política que resalta la figura de Constantino como buen emperador que protege a los cristianos, contrastándola con respecto a los ‘malos’ emperadores paganos que atacan a la cristiandad.[3] En otras palabras, según este autor se establece una dicotomía entre lo cristiano y lo pagano, en la cual esta propaganda política inclina su balanza hacia la exaltación del cristianismo como la nueva fuerza que otorga cohesión al Imperio.

Por otra parte, Momigliano sostiene que Lactancio en De mortibus redacta un panfleto, en el cual se destaca cómo los triunfadores cristianos toman conciencia de su victoria sobre los paganos ‘con ánimo resentido y vengativo’, pero al mismo tiempo pone de manifiesto que constituye una obra pionera de la historiografía cristiana, en la que se transmiten acontecimientos sociales y políticos.[4] Claramente es posible apreciar la mirada de Momigliano a partir de dos aspectos, tanto un panfleto político como un relato histórico. Por un lado, se difunde una imagen política de triunfo, en la cual el cristianismo vence al paganismo, y por otro lado, se empieza a generar un interés por narrar estos acontecimientos cristianos como parte de una nueva historia que se gesta en el Imperio y la sociedad romana.

Finalmente, von Campenhausen señala que con el De Mortibus Lactancio escribe sobre temas políticos actuales, representando “una teología latino-cristiana de la historia”. Su libro constituye “una pieza de la «historia del presente»”. En este sentido, si bien su escrito mantiene un tono apologético, también adquiere el carácter de un panfleto religioso-político. Esto último se observa de manera bien concreta en el hecho de que Lactancio escribe con un tono polémico y partidista en favor de Constantino.[5] Una mirada basada en la propaganda política, la que tiene como finalidad resaltar la figura de Constantino, sus acciones y virtudes frente a la tiranía y opresión de los ‘malos emperadores’ que persiguen a los cristianos.

Desde otra perspectiva, De mortibus es considerado un escrito de carácter apologético, en cuanto se centra en la defensa de la cristiandad ante los ataques del paganismo. Receveur estima que la obra de Lactancio se enfoca en el dogma de la Providencia, la que protege a sus criaturas y recompensa sus virtudes, como también establece la justicia y castiga a los malos.[6] Con esto se denota un carácter apologético en la medida en que Dios protege a los cristianos y castiga mediante su justicia divina a todo aquel que se remita a la maldad. Laurin considera a Lactancio un apologista que recalca que la Providencia constituye la guía en el mundo de los hombres. De hecho, manifiesta que De mortibus es una de las apologías más brillantes que se escriben en el siglo IV. La muerte trágica de los perseguidores de la Iglesia es un castigo de la Providencia de Dios; en consecuencia, esta muerte demuestra la verdad del Dios de los cristianos y su religión.[7]

Whitby señala que Lactancio narra las desgracias que acaecen a emperadores que persiguen a la Iglesia, tales como Nerón, Domiciano, Diocleciano y Galerio, lo que da cuenta de un mensaje triunfalista en su obra.[8] Este sentido de victoria se basa en la idea de que los ‘malos emperadores’ son abatidos por la fuerza divina, en la cual triunfa la Iglesia cristiana y la fe en Dios. En esta misma línea, Teja expresa que De mortibus es una defensa de la religión cristiana frente a los emperadores paganos, en la que Dios protege a su pueblo y extermina a sus enemigos.[9] La apología se manifiesta como parte de la defensa a los cristianos, pero más concretamente en la idea de la justicia divina, en la cual Dios protege a los ‘justos’, estos son, los fieles pertenecientes a la Iglesia cristiana.

Desde la década de 1980 hasta la actualidad se han establecido nuevos debates acerca de la obra de Lactancio, discutiendo principalmente sus intenciones historiográficas y metodológicas. Christensen sostiene que la obra De mortibus, si bien posee influencia de la literatura apologética, constituye un relato historiográfico donde su idea de verdad se centra en el drama cósmico del Bien y el Mal, sujeto al juicio de Dios. De manera concreta, señala que Lactancio utiliza en su método histórico el trabajo con fuentes, citando los Libros Sibilinos y algunas obras de Virgilio, y siguiendo el relato del libro II de Macabeos, lo que da cuenta de su conocimiento de la Biblia. Lactancio tiene la intención de escribir la historia de su tiempo, presentando un esquema general de crimen y castigo, persecución de los cristianos y el juicio de Dios.[10]

Teja ya menciona que la obra De mortibus se mueve tanto en la narrativa apologética como en la histórica. La apología significa una defensa de la cristiandad como vencedora frente al paganismo, en tanto que la narrativa histórica intenta salvar los hechos del olvido, apoyándose en la cronología y encadenamiento de sucesos, las narraciones detalladas y diálogos vivos de los personajes para dar mayor viveza y verosimilitud a la exposición y el apoyo documental de ciertos edictos de Galerio y Licinio en favor de los cristianos.[11] De este modo, es posible apreciar cómo Lactancio emplea recursos historiográficos que le permiten establecer una narración histórica, donde está interesado en resaltar acontecimientos, los cuales pueda sostener con fuentes, narraciones detalladas y una búsqueda de verosimilitud en su relato.

Junto con esto, Ocker indica que Lactancio posee un interés de preservar la memoria del castigo de Dios a todos los emperadores perseguidores y de rescatar a dos buenos emperadores, Constantino y Licinio, relatando sus batallas decisivas con la ayuda de Dios y la aceptación de la Cristiandad como religión oficial en el Imperio.[12] Asimismo, Winckelmann señala que De mortibus se presenta como una obra historiográfica con finalidad apologética, en la cual se intenta demostrar a través de la historia de las persecuciones que el Dios cristiano es la única y verdadera divinidad.[13] La noción histórica se expresa mediante una argumentación cronológica de los emperadores, en la que se busca demostrar una verdad basada en la Providencia divina, la cual castiga a los malos emperadores que persiguen a los cristianos y protege a los buenos emperadores que defienden el cristianismo.

Finalmente, Silva plantea que De mortibus es una obra historiográfica, en la que Lactancio desea dejar un registro escrito para servir como conjunto de ejemplos de juicios de Dios sobre los impíos, o incluso con Donato, que se convierte en un modelo de conducta cristiana a seguir por los lectores de la obra.[14] De este modo, es posible apreciar cómo De mortibus constituye una historia que posee una colección de acontecimientos que pueden utilizarse como ejemplos morales, intelectuales y espirituales para sus contemporáneos y la posteridad.

En definitiva, mediante esta revisión de las discusiones sobre la narrativa del De mortibus de Lactancio podemos notar cómo este escrito es considerado tanto un panfleto político como un texto apologético o un relato histórico. Si bien la apología y propaganda política se encuentran presentes en De mortibus, lo que queremos demostrar es que este escrito ha de enmarcarse en el género de la narración histórica. De manera concreta, sostenemos que esta narrativa histórica posee una finalidad apologética, la cual considera algunos elementos de la tradición de las apologías cristianas, tales como los diálogos y el exemplum. Aun así, lo que mayormente resalta es el carácter historiográfico, el cual se aprecia en el uso de recursos narrativos, tales como el uso de cronología, el marco espacial, el encadenamiento de sucesos, el uso de fuentes, la búsqueda de la verdad y la trama histórica en su obra. A través de estos recursos, Lactancio construye un relato histórico en el cual busca narrar una historia del nuevo Imperio cristiano, resaltando el rol de la Providencia divina en la historia y el triunfo de la Iglesia como parte del plan de Dios. Es la victoria del cristianismo frente al mundo pagano, en la cual se desea imponer la verdadera religión cristiana y dar cuenta mediante acontecimientos históricos del comienzo de una nueva época de optimismo y esperanza: el reino de la justicia y salvación de Dios.

 

La literatura apologética cristiana

Durante los siglos I y II d.C., con la expansión del cristianismo en el Imperio Romano, los paganos comienzan a atacar a los cristianos porque consideran que esta comunidad está provocando la ruina del Imperio. El culto cristiano es atacado por los cargos de ateísmo, canibalismo e inmoralidad.[15] Según Jaeger, “los cristianos tenían que enfrentarse a la acusación de completo canibalismo, ya que en la eucaristía comían la carne y bebían la sangre de su Dios. Eran llamados ateos porque no veneraban a los dioses del Estado. Negaban los honores divinos al emperador mismo, de tal modo que su ateísmo era a la vez subversión política”.[16] Los cristianos son acusados de infanticidio, incesto, actos impíos y maléficos. Incluso, de ser una secta secreta y clandestina que va en contra de las leyes de Roma.[17] En este contexto surge la literatura apologética cristiana, la cual tiene como finalidad defender el cristianismo de los ataques que realizan los paganos. La apología significa un discurso de defensa ante acusaciones, imputaciones o denuncias; es la defensa de una causa que es de suma importancia para el orador.[18] Apologeomai, es hablar en defensa propia.[19] En este sentido, un texto apologético presupone “controversia, disputa y, en última instancia, invectiva, pues el ataque constituye un buen arma de defensa”.[20]

Ahora bien, si nos centramos en las características que definen el género narrativo de la apologética, podremos notar cómo este género es diverso y múltiple, manifestándose en una gran variedad de escritos, tales como discursos, diálogos, sátiras, cartas, polémicas, entre otros.[21]

Cabe mencionar que las obras apologéticas destacan por: la palabra como medio de persuasión; la forma de diálogo para componer su obra, donde un personaje interroga y otro responde; un estilo sencillo que permite eficacia en el discurso; el uso de la Biblia para apoyar sus explicaciones; y el uso de fuentes y autores clásicos para respaldar sus principios.[22] Asimismo, la apología se realiza a modo de escrito de “exhortación filosófico-religiosa a los lectores gentiles para que escuchen la respuesta cristiana a las interrogantes de orden lógico-metafísico”;[23] también se apoyan en el subgénero de refutación, el cual se expresa mediante diálogos, es decir, “la enunciación ordenada de razonamientos, que intercalados, se confrontan”.[24] Incluso, se utiliza el exemplum como parte de los recursos que usan los apologetas cristianos, basados en virtudes o modelos que se puedan emular para alcanzar fines más trascendentales.[25]

En el Apologético de Tertuliano, escrito en c.197, podemos observar la idea de la refutación:

Hanc itaque primam causam apud vos collocamus iniquitatis odii erga nomen Christianorum. Quam iniquitatem idem titulus et onerat et revincit qui videtur excusare, ignorantia scilicet. Quid enim iniquius, quam ut oderint homines quod ignorant, etiam si res meretur odium?[26]

He aquí, pues, el primer argumento que presentamos contra vosotros: la injusticia de vuestro odio hacia el nombre de cristiano, injusticia que hace más grave e indefendible el mismo pretexto en que se escuda: a saber, la ignorancia. ¿Hay acaso algo más injusto que el hecho de odiar lo que se desconoce aunque el objeto en sí sea digno de odio?[27]

Asimismo, Arnobio que escribe Adversus Gentes entre los años 300-311, expresa una refutación a sus oponentes:

Christianorum, inquiunt, causa mala omnia di serunt et interitus comparatur ab superis frugibus. Rogo, cum haec dicitis, non calumniari vos improbe in apertis conspicitis manifestisque mendaciis? Trecenti sunt anni ferme, minus vel plus aliquid, ex quo coepimus esse Christiani et terrarum in orbe censeri: numquid omnibus his annis continua fuerunt bella, continuae sterilitates, pax nulla in terris, nulls protinus vilitas aut abundantia rerum fuit? Hoc enim primum efficiendum est ei qui nos arguit, perpetuas et iuges calamitates fuisse has, numquam omnino respirasse mortalia et sine ullis, ut dicitur, feriis multiplicium formas sustinuisse discriminum.[28]

A causa de los cristianos, dicen mis oponentes, los dioses infligen todas las calamidades a nosotros, y la ruina recae sobre nuestros cultivos por las deidades celestiales. Me pregunto, cuando dices estas cosas, ¿no ven que nos están acusando con descaro, con falsedades palpables y claramente demostradas? Hace casi trescientos años –más o menos- los cristianos comenzaron a existir y a ser tomados en consideración en el mundo. Durante todos estos años, han tenido guerras incesantes, ha habido un fracaso anual de los cultivos, no ha habido paz en la tierra, no ha habido ninguna época de baratura y abundancia en todas las cosas. Para esto primero debe ser probado por aquel que nos acusa, que estas calamidades han sido interminables e incesantes, que los hombres nunca han tenido un tiempo para respirar en absoluto y que sin ningún tipo de descanso han sufrido peligros de diversas formas.[29]

Ambos pasajes muestran la existencia de una refutación cristiana ante los ataques de los paganos. Tertuliano considera que el odio hacia los cristianos es injustificado y nace de la ignorancia. Resulta importante destacar cómo narrativamente hay un interés de plantear un problema polémico y refutar con argumentos los ataques de los enemigos. Asimismo, Arnobio no está de acuerdo con la postura de sus oponentes, a quienes critica, estableciendo un argumento para desbaratar su postura. Según Jacobsen, los principales tópicos del género apologético cristiano se basan en la defensa de las siguientes inculpaciones: el cargo de ateísmo, la acusación de que la cristiandad es una religión nueva sin tradición, las acusaciones políticas y las reuniones secretas de los cristianos y los cargos éticos.[30] En cierta medida, la narración apologética busca defenderse de los ataques que se propician contra el cristianismo.

En la obra A los gentiles de Tertuliano, escrita en c.197, también notamos:

Miserae atque miserandae nationes, ecce proponimus uobis disciplinae nostrae sponsionem: uitam aeternam sectatoribus et conseruatoribus suis spondet, e contrario profanis et aemulis supplicium aeternum aeterno igni comminatur; ad utramque causam mortuorum resurrectio praedicatur. Viderimus de fide istorum, dum suo loco digeruntur; interim credite quemadmodum nos. Volo enim scire, si per talia scelera adire parati estis, quemadmodum nos.[31] 

¡Oh gentiles, desgraciados y dignos de compasión!, aquí os exponemos la promesa de nuestra doctrina: a quienes la siguen y guardan promete la vida eterna; por el contrario, a los que no creen y la atacan les amenaza con un castigo eterno de fuego eterno; para unos y otros se predica la resurrección de los muertos. Veremos lo tocante a la fe en estas cosas cuando sean expuestas en su lugar. Entre tanto, creedlo como nosotros. Pues quiero saber si estáis preparados para afrontar tales crímenes, lo mismo que nosotros.[32]

 

Tertuliano establece una exhortación para que dejen de atacar a los cristianos. Considera que los crímenes de quienes arremeten contra el cristianismo van a sufrir el castigo eterno de Dios. Para Fredouille, el género apologético destaca por su intención funcional: los destinatarios principales son mayoritariamente paganos, y en segundo lugar, los cristianos, a quienes se trata de fortalecer su fe. El contexto comunicacional puede ser una súplica, una carta o una exhortación.[33] Los apologistas tienen una clara conciencia de defender a los cristianos contra las acusaciones de las que se consideran víctimas.[34]

Por otra parte, los textos apologéticos se escriben a modo de diálogo, como es el caso de El Octavio de Minucio Félix, redactado entre c.175-250, en el cual notamos:

 

Decedis, inquit Caecilius, officio iudicis religiosi: nam periniurium est uires te actionis meae intergressu grauissimae disputationis infringer, cum Octauius integra et inlibata debeat singula, si potest, refutare.[35]

Te sales –replicó Cecilio- fuera de los límites de un juez escrupuloso, pues resulta una injusticia irritante quebrar el nervio de mi razonamiento intercalando esa intrincada cuestión, tanto más que es Octavio quien debe refutar por entero, si puede, cada uno de los argumentos propuestos.[36]

O incluso, cuando Octavio responde a Cecilio:

Nec recuso, quod Caecilius adserere inter praecipua conisus est, hominem nosse se et circumspicere debere, quid sit, unde sit, quare sit: utrum elementis concretus an concinnatus atomis, an potius a Deo factus, formatus, animatus.[37]

No niego lo que Cecilio se ha esforzado en demostrar con más ahínco: que el hombre debe conocerse e investigar lo que es, su origen y su fin: si es el resultado de una combinación de elementos o un conglutinado de átomos, o más bien ha sido hecho, formado y animado por Dios.[38]

El texto se estructura en diálogos en los cuales se establecen argumentos y refutaciones de los discursos propuestos por cada personaje. Cecilio busca defender los ritos y prácticas del mundo romano, en tanto que Octavio refuta sus ideas y señala que existe un solo Dios.[39] El modelo del diálogo tiene una intención educativa, como también apologética y didáctica, con la cual los cristianos se defienden de las objeciones paganas, proveen la enseñanza del modelo cristiano y buscan convertir al otro a su religión.[40]

Cipriano en sus Cartas, escritas entre 249-258, utiliza la Biblia como fuente para apoyar sus postulados:

Monet nos Dominus in euangelio suo dicens: Reicitis mandatum Dei ut traditionem uestram statuatis (Mc 7,9). Qui mandatum Dei reiciunt et traditionem suam statuere conantur fortiter a uobis et firmiter respuantur […] Instruit Apostolus dicens: Si quis aliter docet etnon adquiescit sanis uerbis Domini nostril Iesu Christi et doctrinae eius, stupor elatus, discede ab huiusmodi (1 Tim 6, 3-5). Et iterum dicit ipse: Nemo uos decipiat inanibus uerbis. Propterea enim uenit ira Dei super filios contumaciae. Nolite ergo ese participes eorum (Eph 5, 6-7).[41]

El Señor nos amonesta en su evangelio diciendo: “Rechazáis el mandato de Dios por seguir vuestra tradición”. Los que rechazan el mandato de Dios y se obstinan en implantar su propia tradición, han de ser rechazados enérgicamente por vosotros […] El Apóstol nos instruye diciendo: “Si alguien os enseña otra doctrina y no asiente a las palabras saludables de nuestro Señor Jesucristo y a su doctrina, engreído de orgullo, apártate de él”. Y en otro lugar dice él mismo: “Nadie os engañe con palabras vanas. Por eso cae la ira del Señor sobre los rebeldes. No toméis, por tanto, parte con ellos”.[42]

Mediante este fragmento vislumbramos cómo se escribe una carta para expresar la defensa de la cristiandad. De manera concreta, apreciamos cómo Cipriano utiliza la Biblia como una fuente para apoyar sus explicaciones e ideas a los lectores. Considera que algunos cristianos se están dejando engañar por los cismáticos, por lo cual los combate con sus epístolas y se apoya en las Sagradas Escrituras, dando a conocer la palabra de Dios con la finalidad de consolidar el espíritu de su comunidad.

Asimismo, Cipriano se refiere al exemplum mediante los mártires:

Istum nunc beatissimum martyrem et alios participes eiusdem congressionis et comites in fide stabiles, in dolore patientes, in quaestione uictores et ceteri quoque sectemini et opto pariter et exhortor: ut quos uinculum confessionis et hospitium carceris simul iunxit iungat etiam consummatio uirtutis et corona caelestis, ut lacrimas matris ecclesiae quae plangit ruinas et funera plurimorum uso uestra laetitia tergeatis et ceterorum quoque stantium firmitatem uestri exempli prouocatione solidetis.[43]

Deseo -y a ello os exhorto- que también vosotros sigáis a este mártir, ahora bienaventurado, y a los otros que participaron en el mismo combate y fueron sus compañeros en la firmeza de la fe, pacientes en el dolor, vencedores en las torturas: a fin de que a quienes juntó el vínculo de la confesión y la hospitalidad de la cárcel, los junte también la consumación del valor y la corona celestial; y vosotros con vuestra alegría enjuguéis las lágrimas de la madre Iglesia, que llora la caída y la muerte de tantos, y alentéis la constancia de los demás, que también siguen firmes con el estímulo de vuestro ejemplo.[44]

El apologeta cristiano realiza una exhortación en la cual incita a los cristianos a seguir el modelo de los mártires. El ejemplo de éstos constituye un testimonio de la gloria del martirio, donde “los que creen en Dios siempre estarán indemnes y protegidos en todas las cosas”.[45] Precisamente el exemplum tiene como finalidad establecer un modelo virtuoso de conducta que sea la guía a seguir por parte de los fieles. La apología utiliza este recurso con la finalidad de alcanzar fines más trascendentales.

En suma, el género de la apologética no sólo refleja un constante intento de proteger los propios intereses dirigiéndose a otros, sino que busca sobre todo crear una identidad propia. A través de la apología los autores se defienden a sí mismos contra las críticas del mundo exterior, con la finalidad de fortalecer su propia estructura interna.[46] Si bien se puede expresar mediante diversos tipos de escritos, la apología cristiana es una herramienta político-religiosa con la cual se intenta defender con argumentos, fuentes y ejemplos la religión de cualquier tipo de ataque o acusación.

 

La historiografía cristiana

La historiografía cristiana comienza a desarrollarse en el transcurso del siglo IV d.C., momento en el cual el cristianismo se consolida en el Imperio Romano. En el 313 el edicto de Milán significa una orden de tolerancia para las religiones y en el 380 el edicto de Tesalónica establece al cristianismo como la religión oficial del Imperio.[47] Dada esta situación, Momigliano considera que los cristianos están decididos “a impedir el regreso de la Iglesia a las condiciones de inferioridad y persecución”, por lo cual buscan expandir el mensaje cristiano en el Imperio Romano.[48] Esta revolución del siglo IV trae consigo una nueva historiografía; “primero, había que presentar a los paganos la versión judía de la historia. Segundo, se esperaba que los historiadores cristianos refutaran la objeción de que el cristianismo era nuevo, y por lo tanto no respetable. Tercero, había que hacer entrar la realidad pagana en el plan judeocristiano de la redención”.[49]

Con la narración histórica del cristianismo, apreciamos cómo ésta se afirma en la fe de un Dios único. Dios es el motor de la Historia, quien guía la historia de los hombres y los pueblos, orientando en el camino de la salvación de la Humanidad. Este plan de salvación incluye un progreso, no material, sino más bien espiritual, en el que la historia sagrada se superpone a la visión profana del mundo.[50] De este modo, podemos notar cómo la historia refleja un medio para edificar a sus fieles, ya sea con el ejemplo de los santos y mártires, el testimonio de la acción de Dios en el mundo y la defensa de las ideas cristianas.[51]

Ahora bien, si nos centramos en las características del género narrativo historiográfico, podemos destacar cómo el texto histórico utiliza marcos cronológicos y espaciales, establece un encadenamiento de sucesos, trabaja con fuentes documentales, usa la trama histórica y tiene una pretensión de verdad.

Si revisamos esto en el caso de Eusebio de Cesarea, notaremos cómo menciona el marco cronológico:

  μν ον τς ωμαίων κκλησίας πίσκοπος Σωτρ π γδοον τος γησάμενος τελευτ τν βίον· τοτον δωδέκατος π τν ποστόλων λεύθερος διαδέχεται, τος δ᾿ ν πτακαιδέκατον ατοκράτορος ντωνίνου Οήρου·[52]

Así, pues, Sotero, el obispo de la Iglesia de Roma, murió tras gobernar hasta su octavo año, y le sucedió Eleuterio, duodécimo a partir de los apóstoles. Corría el año decimoséptimo del emperador Antonino Vero.[53]

También señala el caso del marco espacial:

Γαλλία μὲν οὖν ἡ χώρα ἦν, καθ᾿ ἣν τὸ τῶν δηλουμένων συνεκροτεῖτο στάδιον, ἧς μητροπόλεις ἐπίσημοι καὶ παρὰ τὰς ἄλλας τῶν αὐτόθι διαφέρουσαι βεβόηνται Λούγδουνος καὶ Βίεννα, δι᾿ ὧν ἀμφοτέρων τὴν ἅπασαν χώραν πολλῷ τῷ ῥεύματι περιρρέων ὁ Ῥοδανὸς ποταμὸς διέξεισιν.[54]

Fue, pues, la Galia el país en que se preparó el estadio, lugar de los hechos mencionados. Dos metrópolis eran célebres por su distinción y por su importancia entre las otras: Lyon y Viena. Ambas están atravesadas por el Ródano, que fluye a lo largo del país con gran caudal.[55]

En ambos casos aborda descripciones tanto del tiempo y el espacio como elementos constituyentes de la narración. El tiempo se define a partir de los años de gobierno del emperador, como también del gobierno del obispo en la Iglesia. Los hechos narrados “tienen entidad propia, demostrable objetiva y cronológicamente”.[56] El espacio es descrito como el lugar de los acontecimientos,[57] en el cual se mueve la acción de los personajes narrados en la obra.

Respecto a los hechos, Eusebio señala lo siguiente:

τούτου δ δελφν Μάρκον Αρήλιον Καίσαρα λόγος χει Γερμανος κα Σαρμάταις ντιπαραταττόμενον μάχ, δίψει πιεζομένης ατο τς στρατις, ν μηχανί γενέσθαι· τος δ᾿ π τς Μελιτηνς οτω καλουμένης λεγενος στρατιώτας δι πίστεως ξ κείνου κα ες δερο συνεστώσης ν τ πρς τος πολεμίους παρατάξει γόνυ θέντας π γν κατ τ οκεον μν τν εχν θος π τς πρς τν θεν κεσίας τραπέσθαι,  παραδόξου δ τος πολεμίοις το τοιούτου δ θεάματος φανέντος, λλο τι λόγος χει παραδοξότερον πικαταλαβεν ατίκα, σκηπτν μν ες φυγν κα πώλειαν συνελαύνοντα τος πολεμίους, μβρον δ π τν τν τ θεον παρακεκληκότων στρατιάν, πσαν ατν κ το δίψους μέλλουσαν σον οπω διαφθείρεσθαι νακτώμενον.[58]

Es tradición que el hermano de éste, Marco Aurelio César, hallándose en orden de batalla frente a los germanos y los sármatas, por causa de la sed que apretaba a su ejército, pasaba gran apuro. Mas los soldados que militaban bajo la, así llamada, Legión de Melitene –que por su fe todavía subsiste hasta hoy desde entonces-, formados frente al enemigo, pusieron sus rodillas en tierra, según nuestra familiar costumbre de orar, y dirigieron sus súplicas a Dios. Semejante espectáculo pareció, en verdad, muy extraño a los enemigos, pero otro documento refiere que al instante les sorprendió otro espectáculo todavía más extraño: un huracán ponía en fuga y aniquilaba a los enemigos, mientras la lluvia caía sobre el ejército de los que habían invocado el socorro divino y lo reanimaba cuando ya estaba todo él a punto de perecer por causa de la sed.[59]

Eusebio narra acontecimientos en los cuales se establece un encadenamiento de sucesos que se circunscriben a una historia sagrada. Sánchez Salor señala que la historiografía cristiana se limita a exponer los hechos que conforman parte del programa de Dios en la historia, donde puede interpretar las consecuencias o resultados de los sucesos, ya sea como premio o castigo de la Providencia divina.[60] En este caso, los personajes establecen una oración a Dios, quien interviene de manera directa a través de un milagro dando cuenta de su poder en el mundo de los hombres. Es una historia providencial, ya que Dios pre-ordena el curso de los sucesos.[61] Junto con esto, Eusebio se apoya con el uso de fuentes:

νέδει δ̓ ρα τος πσι κα τοῦτ̓ πιγραφναι ατ, ς ν πρτος ατοκρατόρων τς ες τ θεον εσεβείας πολέμιος ναδειχθείη. [4] τούτου πάλιν ωμαος Τερτυλλιανς δέ πως λέγων 1 μνημονεύει ‘ντύχετε τος πομνήμασιν μν, κε ερήσετε πρτον Νέρωνα τοτο τ δόγμα, νίκα μάλιστα ν ώμ, τν νατολν πσαν ποτάξας, μς ν ες πάντας, διώξαντα. τοιούτ τς κολάσεως μν ρχηγ καυχώμεθα. γρ εδς κενον νοσαι δύναται ς οκ ν, ε μ μέγα τι γαθν ν, π Νέρωνος κατακριθναι.’[62]

Pero es de saber que a todo lo dicho faltaba añadir sobre él lo que fue el primer emperador que se mostró enemigo de la piedad para con Dios. De él hace mención el latino Tertuliano cuando dice: “Leed vuestras memorias. En ellas encontraréis que Nerón fue el primero en perseguir a esta doctrina, sobre todo cuando, después de someter todo el Oriente, en Roma era cruel para con todos. Nosotros nos gloriamos de tener a un tal por autor de nuestro castigo, porque quien lo conozca podrá comprender que Nerón no podía condenar nada que no fuera un gran bien”.[63]

El texto de Eusebio cuenta con diversas citas a lo largo del escrito. Tal como se aprecia en este caso, se apoya en Tertuliano para crear un andamiaje de apoyo documental con la finalidad de reforzar su argumento. Con el uso de fuentes y testimonios se busca alcanzar una mayor verosimilitud en el relato histórico. En caso de que la obra vaya dirigida a creyentes, “el único testimonio válido es la fe y la Biblia”.[64] En caso de que vaya dirigida a lectores no creyentes, el historiador cristiano se puede apoyar en otros documentos.[65]

Asimismo, Eusebio utiliza la trama histórica:

σα τοίνυν ες τν προκειμένην πόθεσιν λυσιτελεν γούμεθα τν ατος κείνοις σποράδην μνημονευθέντων, ναλεξάμενοι κα ς ν κ λογικν λειμώνων τς πιτηδείους ατν τν πάλαι συγγραφέων πανθισάμενοι φωνάς, δ φηγήσεως στορικς πειρασόμεθα σωματοποισαι, γαπντες, ε κα μ πάντων, τν δ̓ ον μάλιστα διαφανεστάτων το σωτρος μν ποστόλων τς διαδοχς κατ τς διαπρεπούσας τι κα νν μνημονευομένας κκλησίας νασωσαίμεθα.[66]

Por lo tanto, nosotros, después de reunir cuanto hemos estimado aprovechable para nuestro tema de lo que esos autores mencionan aquí y allá, y libando, como de un prado espiritual, las oportunas sentencias de los viejos autores, intentaremos darle cuerpo en una trama histórica y quedaremos satisfechos con tal de poder preservar del olvido las sucesiones, si no de todos apóstoles de nuestro Salvador, siquiera de los más insignes en las Iglesias más ilustres que aún hoy en día se recuerdan.[67]

La trama se constituye a partir de la narración de las sucesiones de apóstoles y obispos de la Iglesia cristiana. La trama es lo que otorga identidad al relato. Carrasco sostiene que la creación de la trama es “el nexo que vincula los hechos aislados –acontecimientos- y les aporta sentido”.[68] Es más, Ricoeur señala que la “disposición configurativa convierte la serie de sucesos en una totalidad significativa que depende del hecho de «considerar conjuntamente»”, es decir, cuando toda la trama “puede considerarse con un solo pensamiento”.[69] En este sentido, la trama propuesta por Eusebio se centra en abordar la historia eclesiástica de su época, de los distintos apóstoles y obispos de la Iglesia como nudos de relaciones, en los cuales sus hechos cobran sentido a partir de un desarrollo ordenado de los acontecimientos como parte de la construcción histórica.

Finalmente, podemos apreciar la pretensión de verdad:

[3] ἄλλοι μὲν οὖν ἱστορικὰς ποιούμενοι διηγήσεις, πάντως ἂν παρέδωκαν τῆι γραφῆι πολέμων νίκας καὶ τρόπαια κατ' ἐχθρῶν στρατηγῶν τε ἀριστείας καὶ ὁπλιτῶν ἀνδραγαθίας, αἵματι καὶ μυρίοις φόνοις παίδων καὶ πατρίδος καὶ τῆς ἄλλης ἕνεκεν περιουσίας μιανθέντων· [5.pref.4] ὁ δέ γε τοῦ κατὰ θεὸν πολιτεύματος διηγηματικὸς ἡμῖν λόγος τοὺς ὑπὲρ αὐτῆς τῆς κατὰ ψυχὴν εἰρήνης εἰρηνικωτάτους πολέμους καὶ τοὺς ἐν τούτοις ὑπὲρ ἀληθείας μᾶλλον ἢ πατρίδος καὶ μᾶλλον ὑπὲρ εὐσεβείας ἢ τῶν φιλτάτων ἀνδρισαμένους αἰωνίαις ἀναγράψεται στήλαις, τῶν εὐσεβείας ἀθλητῶν τὰς ἐνστάσεις καὶ τὰς πολυτλήτους ἀνδρείας τρόπαιά τε τὰ κατὰ δαιμόνων καὶ νίκας τὰς κατὰ τῶν ἀοράτων ἀντιπάλων καὶ τοὺς ἐπὶ πᾶσι τούτοις στεφάνους εἰς αἰώνιον μνήμην ἀνακηρύττων.[70]

Otros, al hacer narraciones históricas, acaso no hayan transmitido por escrito más que victorias de guerras, trofeos contra enemigos, hazañas generales y valentías de soldados manchados de sangre y de muertes innumerables por causa de los hijos, de la patria y demás bienes. Nuestra obra, en cambio, que describe el género de la vida según Dios, grabará en estelas eternas las más pacíficas luchas por la misma paz del alma y el nombre de los que en ellas se comportaron varonilmente, más por la verdad que por la tierra patria, y más por la religión que por los seres queridos, y se proclamará públicamente, para eterna memoria, la resistencia de los atletas de la fe, su bravura, curtida en mil sufrimientos, los trofeos logrados contra los demonios, las victorias sobre los adversarios invisibles y, después de todo, sus coronas.[71]

Eusebio pretende escribir una historia que genere una “eterna memoria”, esto es, una historia sagrada basada en la Providencia divina. Se busca conservar la memoria de los cristianos, sus apóstoles y obispos eclesiásticos, sus luchas contra el paganismo y la victoria de la fe en Dios. Eusebio tiene interés de llegar a una verdad superior a través de su obra, es decir, lograr acercarse en parte a la divinidad. La narración es principalmente “explicativa, cada persona, cada cosa está en el lugar preciso, el querido por Dios”,[72] no hay una pretensión de verdad objetiva, sino que “la Verdad” ya está dada, como una verdad teológica que representa la verdad revelada de Dios; la historia solo es un camino para acercarse y descubrir esta verdad superior.[73]

 

La construcción narrativa de Lactancio y su intención historiográfica

En la obra De mortibus también constatamos la intención historiográfica del autor, en cuanto utiliza marcos cronológicos y espaciales, encadenamiento de sucesos, fuentes documentales, trama histórica y pretensión de verdad. De manera secundaria, posee una tradición apologética en la cual se apoya en recursos narrativos como los diálogos y el exemplum. Sin embargo, estos últimos son utilizados en menor medida, resaltando más bien el sentido historiográfico de la obra, en cuanto busca transmitir una memoria histórica de la cristiandad del Imperio Romano.[74]

Ahora bien, si nos centramos en la intención historiográfica de Lactancio, podremos apreciar los diferentes recursos narrativos y metodológicos que utiliza en su obra. Ya con el marco cronológico notamos la mención de fechas a lo largo de su escrito, ya sea con la promulgación del edicto de Galerio: Hoc edictum proponitur Nicomediae pridie Kalendas Maias ipso octies et Maximino iterum consolibus[75] (“Este Edicto es hecho público en Nicomedia el 30 de abril, siendo cónsules él por octava y Maximino Daya por segunda vez”);[76] el viaje de Diocleciano a Roma para celebrar allí sus Vicennales “que iban a ser el 20 de noviembre”[77] (qui erat futurus a. d. duodecimum Kalendas Decembres),[78] e incluso, cuando Licinio en Nicomedia devuelve la libertad de culto a los cristianos: “y el 13 de junio del año en que Constantino y él mismo eran cónsules por tercera vez ordenó que se hiciese pública una circular que había entregado al gobernador sobre el restablecimiento de la Iglesia”[79] (Lactancio se refiere a la fecha de Iduum Iuniarum).[80] El historiador utiliza la cronología para ordenar el material en un sentido temporal, y así transmitir las acciones mediante el hilo principal de la narración.[81] En el caso de Lactancio, podemos vislumbrar cómo la mención de estas fechas busca expresar un sentido de objetividad en la presentación de los acontecimientos, dejando claro en qué momento ocurren los sucesos y estableciendo un orden temporal que permita comprender la secuencia y linealidad progresiva de los hechos históricos.

Lactancio también menciona una cronología asociada a la historia cristiana: Extremis temporibus Tiberii Caesaris, ut scriptum legimus, dominus noster Iesus Christus a Iudaeis cruciatus est post diem decimum Kalendas Apriles duobus Geminis consulibus[82] (“En los últimos años del reinado de César Tiberio, según podemos leer, Nuestro Señor Jesucristo fue crucificado por los judíos, el 23 de marzo, durante el consulado de los dos Géminos”).[83] Podemos notar cómo Lactancio busca dar cuenta de la fecha exacta del nacimiento de Cristo e integrar la sucesión cronológica de los hechos a la realidad cristiana. Según Sánchez Salor, los historiadores cristianos se apoyan en este recurso para “dejar bien claro que Cristo vino al mundo y que lo hizo en una fecha determinada”.[84] En otras palabras, con la fijación de la fecha se intenta recalcar la existencia de Cristo, legitimando el orden temporal en la construcción histórica, en el cual la vida de Cristo y la historia del pueblo de Israel se demuestran ‘objetivamente’ en la cronología que presenta el autor en su obra.

Junto con esto, notamos la mención del marco espacial, ya sea por ejemplo cuando Aureliano es asesinado en Tracia: Nondum ad prouincias ulteriores cruenta eius scripta peruenerant, et iam Caenofrurio, qui locus est Thraciae, cruentus ipse humi iacebat falsa quadam suspicione ab amicis suis interemptus[85] (“Aún no habían llegado a las provincias más alejadas sus sanguinarios decretos, cuando él mismo ya yacía en la tierra cubierto de sangre en Cenofrurio, localidad de Tracia, víctima de sus propios amigos movidos por falsas sospechas”);[86] o cuando Diocleciano es trasladado enfermo en una litera: Sic aestate transacta per circuitum ripae Istricae Nicomediam uenit morbo iam graui insurgente[87] (“Después de pasar de este modo todo el verano, llegó a Nicomedia, tras dar un rodeo siguiendo la ribera del Danubio, al tiempo que la enfermedad se iba agravando”);[88] e incluso cuando Maximino Daya realiza medidas en los territorios de su imperio: (…) ingressusque Bithyniam, quo sibi ad praesens fauorem conciliaret, cum magna omnium laetitia sustulit censum[89] (“En cuanto llegó a Bitinia, suprimió el censo, en medio de la mayor alegría general, con el fin de atraerse de momento el favor de la provincia”).[90] A partir de estos pasajes apreciamos cómo hay una constante mención de los espacios en los que participan los sujetos históricos mencionados en la obra. Tal como indica Sánchez Salor, el espacio físico constituye el lugar en el cual se desarrolla la acción.[91] En el caso de Lactancio, las menciones geográficas son acotadas a las acciones de los personajes, más bien como escenarios donde participan y suceden los hechos.

También notamos cómo se establece un encadenamiento de sucesos a partir de la batalla del Puente Milvio:

Pons a tergo eius scinditur. Eo uiso pugna crudescit et manus dei supererat aciei. Maxentianus proterretur, ipse in fugam uersus properat ad pontem, qui interruptus erat, ac multitudine fugientium pressus in Tiberim deturbatur. Confecto tandem acerbissimo bello cum magna senatus populique Romani Laetitia susceptus Constantinus Maximini perfidiam cognoscit, litteras deprehendit, statuas et imagines inuenit.[92]

El puente se corta a sus espaldas con lo que, al verlo, se recrudece la batalla y la mano de Dios se extiende sobre las líneas de combate. El ejército de Majencio es presa del pánico; él mismo inicia la huida y corre hacia el puente, que estaba cortado, por lo que, arrastrado por la masa de los que huían, se precipita en el Tíber. Una vez terminada esta durísima guerra, Constantino es recibido con enorme satisfacción por el Senado y el pueblo de Roma. Después se entera de la perfidia de Maximino, al caer en sus manos sus cartas y ver las efigies de ambos.[93]

Lactancio está interesado en narrar los acontecimientos, dando cuenta de una historia que es dirigida por la Providencia. Durán indica que la aprehensión de los sucesos en el mundo cristiano se da de forma narrativa, la cual tiene un patrón escatológico, moral y religioso definido, en el que se cree que existe “una Providencia que decide y tiene todo controlado”.[94] En el plano narrativo hay una intencionalidad, en cuanto los acontecimientos se comprenden como consecuencia de una gama de propósitos, en el que Dios es el motor externo del relato.[95] En este caso, apreciamos cómo se presenta la lucha entre Majencio y Constantino, y cómo este último es apoyado por Dios en el combate, permitiendo que obtenga el triunfo. La narrativa considera la participación de la Providencia, como elemento cohesionador que otorga orden y unidad a los acontecimientos históricos. Resulta importante destacar también cómo estos sucesos consideran una expresión de ‘dramatismo’, en cuanto se busca despertar emociones en la audiencia: el momento en que se corta el puente y se recrudece la batalla, el ejército que es “presa del pánico”, el apoyo divino en el combate y la huida de los vencidos hacia el puente destruido. Estos elementos muestran el interés del autor de reflejar una descripción dramática, con la cual se establezca una persuasión hacia los lectores a partir de la conmoción de los acontecimientos.[96]

Por otro lado, Lactancio utiliza fuentes en su narrativa histórica, como es el caso del edicto de Galerio:

Et iam deficiens edictum misit huiuscemodi: «Inter cetera quae pro rei publicae semper commodis atque utilitate disponimus, nos quidem uolueramus antehac iuxta leges ueteres et publicam disciplinam Romanorum cuncta corrigere atque id prouidere, ut etiam christiani, qui parentum suorum reliquerant sectam, ad bonas mentes redirent […] Atque cum plurimi in proposito perseuerarent ac uideremus nec diis eosdem cultum ac religionem debitam exhibere nec christianorum deum obseruare, contemplatione mitissimae nostrae clementiae intuentes et consuetudinem sempiternam, qua solemus cunctis hominibus ueniam indulgere, promptissimam in his quoque indulgentiam nostram credidimus porrigendam, ut denuo sint christiani et conuenticula sua componant, ita ut ne quid contra disciplinam agant».[97]

Ya en trance de muerte publicó un Edicto en estos términos: “Entre las restantes disposiciones que hemos tomado mirando siempre por el bien y el interés del Estado. Nos hemos procurado, con el intento de amoldar todo a las leyes tradicionales y a las normas de los romanos, que también los cristianos que habían abandonado la religión de sus padres retornasen a los buenos propósitos […] Mas, como muchos han perseverado en su propósito y hemos constatado que ni prestan a los dioses el culto y la veneración debidos, ni pueden honrar tampoco al Dios de los cristianos, en virtud de nuestra benevolísima clemencia y de nuestra habitual costumbre de conceder a todos el perdón, hemos creído oportuno extenderles también a ellos nuestra muy manifiesta indulgencia, de modo que puedan nuevamente ser cristianos y puedan reconstruir sus lugares de culto, con la condición de que no hagan nada contrario al orden establecido”.[98]

Asimismo, cita el edicto de Constantino y Licinio:

Cum feliciter tam ego [quam] Constantinus Augustus quam etiam ego Licinius Augustus apud Mediolanum conuenissemus atque uniuersa quae ad commoda et securitatem publicam pertinerent, in tratactu haberemus, haec inter cetera quae uidebamus pluribus hominibus profutura, uel in primis ordinanda esse credidimus, quibus diuinitatis reuerentia continebatur, ut daremus et christianis et omnibus liberam potestatem sequendi religionem quam quisque uoluisset, quo quicquid <est> diuinitatis in sede caelesti, nobis atque omnibus qui sub potestate nostra sunt constituti, placatum ac propitium possit existere.[99]

Habiéndonos reunido felizmente en Milán tanto yo, Constantino Augusto, como yo, Licinio Augusto, y habiendo tratado sobre todo lo relativo al bienestar y a la seguridad públicas, juzgamos oportuno regular, en primer lugar, entre los demás asuntos que, según nosotros, beneficiarán a la mayoría, lo relativo a la reverencia debida a la divinidad; a saber, conceder a los cristianos y a todos los demás la facultad de practicar libremente la religión que cada uno desease, con la finalidad de que todo lo que hay de divino en la sede celestial se mostrase favorable y propicio tanto a nosotros como a todos los que están bajo nuestra autoridad.[100]

En ambos casos apreciamos el uso de fuentes, en las cuales Lactancio cita documentos con la finalidad de narrar una historia verosímil, que sea creíble y transmita una objetividad en la información que presenta sobre los acontecimientos. Según Teja, Lactancio se muestra como testigo directo de estos sucesos, anotando los testimonios del edicto de Tolerancia de Galerio en 311 y la carta de Licinio el 313.[101] Tal como explica J. Moreau, la comparación con las fuentes demuestra que Lactancio intenta ser fiel a la realidad histórica.[102] En este sentido, el apoyo en documentos y fuentes otorga mayor fiabilidad en la construcción narrativa, consolidando su andamiaje en la elaboración de un escrito fidedigno en la transmisión de los acontecimientos.[103]

Por otra parte, podemos apreciar la noción de una trama histórica en el prólogo:

De quo<rum> exitu <scripto tes>tificari placuit, ut omnes qui procil remoti fuerunt uel qui p<ostea fu>turi sunt, scirent,quatenus uirtutem ae maiestatem suam in ex<tinguen>dis delendisque nominis sui hostibus deus summus ostenderit. Ab re ta<men non> est, si a principio, ex quo est ecclesia constituta, qui fuerint persecutores <eius> et quibus poenis in eos caelestis iudicis seueritas uindicarit, exponam.[104]

Es de su muerte de lo que me ha parecido bien dejar testimonio escrito, a fin de que todos, tanto aquellos que no fueron testigos de los acontecimientos, como quienes nos sucederán, sepan de qué modo el Dios supremo mostró su poder y majestad en la extinción y aniquilación de los enemigos de su nombre. Sin embargo, no creo salirme del tema, si expongo primeramente cuáles fueron los perseguidores que han existido desde el principio, es decir, desde que se constituyó la Iglesia, y con qué penas se vengó de ellos severamente el juez celestial.[105]

La trama, como motivo central del relato, se centra en la muerte de los perseguidores de los cristianos, como parte del castigo establecido por el juicio de Dios. White indica que la trama es la forma en que una secuencia determinada de sucesos es organizada como un relato. En otras palabras, “la trama de una narración impone un significado a los acontecimientos que determinan su nivel de historia para revelar al final una estructura que era inmanente a lo largo de todos los acontecimientos”.[106] Lo que se intenta determinar “es la naturaleza de esta inmanencia en cualquier relato narrativo de sucesos reales, sucesos que se ofrecen como el verdadero contenido del discurso histórico”.[107] En este caso, Lactancio define esta trama histórica para dejar testimonio escrito de las distintas persecuciones realizadas contra los cristianos y de qué manera Dios demuestra su poder frente a los paganos. En este prefacio, Lactancio tiene la intención de escribir la historia de su tiempo.[108] De este modo, la identidad del relato en De mortibus se basa en las persecuciones a los cristianos y la justicia divina con la que se aplaca el mal del paganismo, realzando estos acontecimientos como el motivo central de la obra.

Finalmente, encontramos la intención de verdad en el epílogo en De mortibus:

Quae omnia secundum fidem –scienti enim loquor- ita ut gesta sunt mandanda litteris credici, nea ut memoria tantarum rerum interiret aut si quis historiam scribere uoluisset, [non] corrumperet ueritatem uel peccata illorum aduersus deum uel iudicium dei aduersus illos reticendo.[109]

Todos estos hechos he juzgado oportuno consignarlos por escrito fielmente –pues me dirijo a una persona que los conoce-, tal como sucedieron, con la finalidad de que no se perdiese el recuerdo de tan importantes acontecimientos y de que, si alguien quiere escribir después la historia, no altere la verdad silenciando las ofensas de aquéllos contra Dios y el juicio de Dios sobre ellos.[110]

Lactancio manifiesta de manera esclarecedora su intención de verdad, en cuanto busca consignar ‘fielmente’ los hechos, como también generar un recuerdo de tan importantes sucesos. En cierta medida, hay un interés de transmitir una memoria histórica, en la cual no se altere la verdad y se presenten los acontecimientos ‘tal como sucedieron’. Tal como expresa von Campenhausen, con el tratado De Mortibus Lactancio desea transmitir la verdad “para que ésta sirva de advertencia a las generaciones futuras: Dios protege la justicia y hace que el castigo merecido caiga de manera inexorable sobre todos los impíos y perseguidores”.[111] Incluso, según Colot, Lactancio se vincula como historiador, ya que piensa que su historia va a servir para los historiadores posteriores, de la misma manera que él usa el escrito para narrar el tiempo pasado.[112] En este sentido, podemos apreciar cómo Lactancio construye un relato en el cual intenta buscar una verdad histórica, la cual permita transmitir fidedignamente una memoria de los cristianos a través del tiempo.

 

Algunas consideraciones finales

La obra De mortibus es un relato que posee una intencionalidad historiográfica, en cuanto posee una pretensión de verdad y una trama histórica, con las cuales buscan establecer un relato fidedigno de los acontecimientos del pasado, además de tornarse en un documento que transmita la memoria histórica de la cristiandad al tiempo venidero.

Lactancio utiliza recursos narrativos y metodológicos que establecen un andamiaje cohesionado en su obra histórica, tales como la mención de un marco temporal y espacial que sirven para situar los sucesos en la realidad histórica; el encadenamiento de sucesos como las acciones que se desarrollan en el relato; el uso de fuentes y documentos que utiliza para demostrar ciertos acontecimientos y contrastarlos con la realidad que describe; la trama histórica como el motivo central de la obra basada en la historia de las persecuciones y la justicia divina que significan el triunfo del Imperio cristiano por sobre el paganismo; y finalmente, la pretensión de verdad, en cuanto busca transmitir una historia que sea fidedigna y confiable, que narre una realidad objetiva de los sucesos del pasado.

No podemos considerar la obra de Lactancio como un escrito apologético, que siga los patrones narrativos de Tertuliano, Minucio Félix, Arnobio, entre otros. Si bien se apoya en ciertos pasajes con el uso de los diálogos o el exemplum, estos recursos narrativos no se manifiestan en profundidad en el texto. Por el contrario, la intencionalidad histórica prima constantemente, en la medida en que el autor desea narrar los hechos de la cristiandad, sin dejar que se pierda el recuerdo de tan importantes acontecimientos.

Finalmente, la construcción narrativa que establece Lactancio forma parte de la revolución historiográfica del siglo IV, en cuanto su escrito tiene como intención escribir la historia de las persecuciones cristianas, narrando los diversos acontecimientos y apoyándolos con testimonios que realcen la verosimilitud del relato. Asimismo, menciona el rol de la Providencia en la historia, dando cuenta de cómo los acontecimientos históricos avanzan de manera progresiva hacia una meta, esta es, Dios. En suma, con la obra De mortibus podemos notar cómo se expresa una narrativa histórica, en la cual no solo se defiende a la religión cristiana, sino que se desea recalcar el triunfo del cristianismo en el Imperio romano, y la articulación de una memoria histórica que transmita la verdad de los acontecimientos a través del tiempo.

 

 

Pablo Castro Hernández

UAH / UANDES

pfcastro@uc.cl

 


 

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[1] Pichon (1901: 335 y ss.; 384 y ss.).

[2] Moreau (1954: 45).

[3] Barnes (1973: 43 y ss.).

[4] Momigliano (1993: 95-102).

[5] Von Campenhausen (2001: 114-115).

[6] Receveur (1842: 42-43).

[7] Laurin (1954: 186-187; 335).

[8] Whitby (2011: 350).

[9] Teja (1982: 14-15).

[10] Christensen (1980: 17-19; 42 y ss.; 64).

[11] Teja (1982: 36-43).

[12] Ocker (1986: 351).

[13] Winckelmann (2003: 31-32).

[14] Silva (2011: 107-108).

[15] Shepherd (1938: 75 y ss.).

[16] Jaeger (2012: 42).

[17] Blázquez (1995: 166-167).

[18] Edwards, et. al. (1999: 2).

[19] Ryan (1982: 255).

[20] Torres (2010: 99). Esta tradición literaria de Occidente se inicia en el siglo II con los primeros autores latinos en África, realizando sus críticas desde un lugar lejano de Roma. Estos autores “concentran sus esfuerzos en el ataque a la religión romana, intentando desacreditar sus dioses y sus prácticas religiosas” [Ames (2005-2006: 38)]. Cabe mencionar que la escritura de estas obras apologéticas poseen sus precedentes en la literatura cristiana griega, las que se dirigen “al mundo exterior, a un público no cristiano […] con el objetivo de refutar las calumnias difundidas en el imperio sobre los cristianos y responder a la acusación de que los cristianos son un peligro para el estado romano […] Con respecto a las conductas y prácticas, los apologistas llaman la atención sobre la virtuosa manera de vivir de los cristianos e insisten en que la fe en el dios único es necesaria para el mantenimiento y bienestar del mundo, del emperador y del estado” [Ames (2005-2006: 39-40)].

[21] Klostergaard Petersen (2009: 22).

[22] Torres (2010: 102-106).

[23] Alesso (2005-2006: 32).

[24] Alesso (2005-2006: 32).

[25] Marina Sáez (2011: 168).

[26] Tertullian (1931: 1,4).

[27] Tertuliano (2001a: 1,4).

[28] Arnobii (1844: 1, 13)

[29] Arnobius (1871: 1, 13, 13). La traducción es nuestra.

[30] Jacobsen (2009: 85 y ss.).

[31] Tertullian (1954: 1, 7, 29-30).

[32] Tertuliano (2001b: 1, 7, 29-30).

[33] Fredouille (1992: 233).

[34] Fredouille (1995: 203).

[35] Minucii Felicis (1867: 15)

[36] Minucio Félix (1990: 15, 41).

[37] Minucii Felicis (1867: 17)

[38] Minucio Félix (1990: 17, 45).

[39] Minucio Félix (1990: 28, 47 y ss.).

[40] Rankin (2006: 44).

[41] Cipriano (1964: 43, 6)

[42] Cipriano (1998: 43, 187).

[43] Cipriano (1964: 10, 4, 4)

[44] Cipriano (1998: 10, 4, 84).

[45] Daniélou (2006: 270-271).

[46] Klostergaard Petersen (2009: 25).

[47] Orlandis (2010: 34-35).

[48] Momigliano (1993: 96).

[49] Momigliano (1993: 98).

[50] Cabe mencionar que la concepción cristiana considera que “el mundo había sido creado de la nada y que seguía su curso una sola vez, sin repetirse. La interpretación cristiana de la historia tiene un principio, una dirección y un final representados por la Creación, la encarnación de Jesucristo y el Juicio Final. De esta manera, los hechos históricos se suceden en función de un télos o fin; el cambio histórico, entonces, estaba orientado hacia una meta y su acaecer se podía representar no con un círculo, sino con una línea o, mejor, con una flecha” [Balmaceda (2013: 67)].

[51] Sánchez Salor (2006: VIII).

[52] Eusebius (1926-1932: V, Pról., 1)

[53] Eusebio de Cesarea (2001: V, Pról., 1).

[54] Eusebius (1926-1932: V, 1, 1)

[55] Eusebio de Cesarea (2001: V, 1, 1).

[56] Sánchez Salor (2006: 98).

[57] Sánchez Salor (2006: 107).

[58] Eusebius (1926-1932: V, 5, 1-2)

[59] Eusebio de Cesarea (2001: V, 5, 1-2).

[60] Sánchez Salor (2006: 128 y ss.)

[61] Collingwood (2010: 113-114).

[62] Eusebius (1926-1932: II, 25, 3-4)

[63] Eusebio de Cesarea (2001: II, 25, 3-4).

[64] Sánchez Salor (2006: 70).

[65] Sánchez Salor (2006: 70).

[66] Eusebius (1926-1932: I, 1, 4)

[67] Eusebio de Cesarea (2001: I, 1, 4).

[68] Carrasco (1998: 95).

[69] Ricoeur (1999: 198) y Ricoeur (1995: 26).

[70] Eusebius (1926-1932: V, Pról., 3-4)

[71] Eusebio de Cesarea (2001: V, Pról., 3-4).

[72] Durán (2001: 164).

[73] Cfr. Durán (2001: 163-165).

[74] Cabe mencionar que los dos recursos apologéticos utilizados por Lactancio son los diálogos y el exemplum. En dos momentos en la obra menciona diálogos entre Diocleciano y Galerio (Lactancio (1982: 18, 8 y 18, 11-18). En aquellos se aprecia una discusión política: - “Quis est hic quem mihi offers?» / - «Meus» inquit «affinis». At ille gemebundus «Non idoneos mihi das quibus tutela rei publicae commiti possit” [Lactance (1954: 18, 14)] («D: -¿Y quién es esta persona que me propones? / G: -Un pariente mío, respondió / D: -Entonces Diocleciano entre lamentos, no me das nombres idóneos, respondió, a quienes pueda confiarse la tutela del Estado») [Lactancio (1982: 18, 14)]. Si bien se utiliza el diálogo, este ya no tiene una intención de refutar en torno a un carácter apologético, sino que se centra solo en un plano didáctico para expresar un diálogo político sobre quién debe asumir el trono del imperio. En el caso del exemplum, notamos cómo Donato es asociado al ejemplo tras ser torturado nueves veces por los romanos y no desistir de su fe: Hic est uerus triumphus, cum dominatores dominantur. Victi enim tua uirtute ac subiugati sunt, quandoquidem nefanda iussione contempta omnes apparatus et terriculas tyrannicae potestatis fide stabili et robore animi profligasti […] Adimere tibi fidem ac deuotionem nulla uis potuit. Hoc est esse discipulum dei, hoc est militem Christi [Lactance (1954: 16, 7-9)] («En efecto, fueron vencidos y reducidos por tu virtud, puesto que, despreciando las órdenes nefastas, resististe con fe inmutable y fortaleza de ánimo a todos los instrumentos de terror utilizados por el poder tiránico […] Ninguna fuerza fue capaz de arrebatarte la fe y la devoción. En esto consiste ser discípulo de Dios, esto es ser soldado de Cristo») [Lactancio (1982: 16, 7-9, 110-111)]. Claramente notamos el modo ejemplificador y moralizante de este pasaje, en el cual Donato tras ser perseguido, constituye un modelo de buen cristiano, devoto y leal a su fe y victorioso frente al paganismo. Finalizado este exemplum, el mismo Lactancio señala: “Sed redeamus ad ordinem rerum” [Lactance (1954: 16, 11)] (“Mas volvamos a la narración de los hechos”) [Lactancio (1982: 16, 11, 110-111)], lo que denota el interés de continuar con la narrativa histórica, presentando los sucesos de la cristiandad en el Imperio, y recalcando que el interés primordial de la obra está en la intencionalidad historiográfica.

[75] Lactance (1954: 35, 1).

[76] Lactancio (1982: 35, 1, 167).

[77] Lactancio (1982: 17, 1, 111).

[78] Lactance (1954: 17, 1).

[79] Lactancio (1982: 48, 1, 202).

[80] Lactance (1954: 48, 1). «Licinius uero accepta exercitus parte ac distributa traiecit exercitum in Bithyniam paucis post pugnam diebus et Nicomediam ingressus gratiam deo, cuius auxilio uicerat, retulit ac die Iduum Iuniarum Constantino atque ipso ter consulibus de restituenda ecclesia huius modi litteras ad praesidem datas proponi ius it».

[81] Cfr. Sánchez Salor (2006: 101-102).

[82] Lactance (1954: 2, 1).

[83] Lactancio (1982: 2, 1, 65)

[84] Sánchez Salor (2006: 100)

[85] Lactance (1954: 6, 2).

[86] Lactancio (1982: 6, 2, 75-76).

[87] Lactance (1954: 17, 4).

[88] Lactancio (1982: 17, 4, 112-113).

[89] Lactance (1954: 36, 1).

[90] Lactancio (1982: 36, 1, 168).

[91] Sánchez Salor (2006: 107).

[92] Lactance (1954: 44, 9-10).

[93] Lactancio (1982: 44, 9-10, 192-193).

[94] Durán (2001: 163).

[95] Durán (2001: 163).

[96] Tal como sostiene Balmaceda, con el dramatismo se busca “agradar y conmover”, suscitando emociones y sentimientos adecuados en los oyentes, “asegurándose de que los personajes con los que animaba a simpatizar merecieran realmente esa simpatía (o antipatía, según el caso)” [Balmaceda (2013: 22-23)].

[97] Lactance (1954: 34, 1-5).

[98] Lactancio (1982: 34, 1-5, 165-167).

[99] Lactance (1954: 48, 2).

[100] Lactancio (1982: 48, 2, 203).

[101] Teja (1982: 22).

[102] Moreau (1954: 45-46).

[103] Tal como señala Christensen, Lactancio utiliza un método de trabajo, en el cual incluye diversas citas a lo largo de su escrito, tanto de los Libros Sibilinos, menciones a las obras de Virgilio y también la Biblia [Christensen (1980: 42 y ss.)]. Sobre este último punto de la influencia bíblica, al comienzo de la obra hace referencia a la lectura del Nuevo Testamento, señalando: Quo officio repleto circumuoluit eum procela nubis et subtractum oculis hominum rapuit <in> caelum [Lactance (1954: 2, 3)] (“Una vez cumplida esta tarea, lo envolvió una nube y arrebatándolo a sus ojos, se lo llevó al cielo”) [Lactancio (1982: 2, 3, 66). Véase cómo alude a Lc. 24,51; Mc.16,19; Hch. 1,9]. O cuando señala: Et inde discipuli, qui tunc erant undecim, adsumptis in locum Iudae proditoris Mathia <et> Paulo dispersi sunt per omnem terram ad euangelium praedicantum, sicut illis magister dominus imperauerat [Lactance (1954: 2, 4)] (“A partir de este momento, los discípulos, que entonces eran once, tras incluir en el puesto del traidor Judas a Matías y a Pablo, se dispersaron por toda la tierra para predicar el Evangelio, tal como el Señor, su maestro, les había ordenado”) [Lactancio (1982: 2, 4, 66). Véase cómo alude a Hch. 1, 26; 22]. Ahora bien, tal como indica Pierre Monat, la influencia bíblica presente en De mortibus se encuentra esencialmente basada en el Libro II de los Macabeos [Monat (1982: 268)]. Según Frenkel, Lactancio se apoya en el documento II Macabeos, pues cuando narra la muerte de Maximiano Galerio en el 310, donde se señala que Dios lo hirió de una muerte incurable, sobreviniéndole una gangrena en todo el cuerpo, es un esquema basado en el capítulo IX de II Macabeos, en el cual Antíoco también recibe un cruel castigo de Dios sufriendo una gangrena en su cuerpo. Al final, tanto Galerio como Antíoco se arrepienten de haber perseguido a los cristianos y reconocen el poder de lo divino [Frenkel (2006: 8)]. En cierta medida, notamos cómo la influencia bíblica se torna elemental, en cuanto la Biblia es el texto sagrado por excelencia, el cual refleja una fuente fidedigna para la construcción narrativa de su obra, en la medida que transmite la palabra de Dios. Pero al mismo tiempo, se transmiten acontecimientos bíblicos que son aplicados a la realidad histórica, dando cuenta de cómo estos conforman parte del plan divino, constituyéndose como una historia sagrada.

[104] Lactance (1954: 1, 8-9).

[105] Lactancio (1982: 1, 8-9, 65).

[106] White (1992: 34).

[107] White (1992: 34).

[108] Christensen (1980: 64).

[109] Lactance (1954: 52, 1).

[110] Lactancio (1982: 52, 1, 212).

[111] Von Campenhausen (2001: 114).

[112] Colot (2005: 140-141).