DOI https://doi.org/10.17398/1886-9440.12.79
Joaquín Villalba Álvarez
(Universidad de Extremadura)
Un interesante
capítulo en la historia del libro: los prefacios de Aldo Manucio a sus
ediciones
de textos griegos y latinos
An interesting chapter in the history of books: Aldus Manutius’ prefaces to his
editions of Greek and Latin texts.
A propósito
de:
Aldus
Manutius. The Greek
Classics (edited and translated by N. G. Wilson), The I Tatti
Renaissance Library vol. 70, Cambridge-London: Harvard University Press, 2016,
xviii + 398 pp. (ISBN: 978-0-674-08867-2); y Aldus Manutius. Humanism and the Latin Classics (edited and
translated by J. N. Grant), The I Tatti Renaissance Library vol. 78, Cambridge-London:
Harvard University Press, 2017, xxxii + 416 pp. (ISBN: 978-0-674-97163-9).
Abstract: The aim of this work is to review and
examine the volumes of the collection The
I Tatti Renaissance Library on the prefaces that the editor based in Venice
Aldus Manutius (c.1451-1515) wrote as preambles for his numerous editions of
Latin and Greek texts, in light of the importance that such editions had for
the dissemination of classical culture from Renaissance to the present day.
Key
Words: Aldus Manutius, history of
books, editions of Latin and Greek classics, Humanism, Renaissance, prefaces.
Resumen: El objetivo de este trabajo es reseñar y
examinar los volúmenes de la colección
The I Tatti Renaissance Library sobre los prefacios que el editor asentado
en Venecia Aldo Manucio (c. 1451-1515) escribió como encabezamientos de sus
numerosas ediciones de textos latinos y griegos, a la luz de la importancia que
tales ediciones tuvieron para la difusión de la cultura clásica desde el
Renacimiento hasta nuestros días.
Palabras Clave: Aldo
Manucio, historia del libro, ediciones de clásicos grecolatinos, Humanismo,
Renacimiento, prefacios.
Fecha de Recepción: 11 de octubre de 2017.
Fecha de Aceptación: 30 de octubre
de 2017.
1. La serie The
I Tatti Renaissance library (en adelante ITRL), que desde hace unos años viene publicando la editorial de la
Universidad de Harvard, se ha convertido sin duda en un referente mundial de
enorme prestigio en el campo de la investigación y difusión de la literatura
latina renacentista.
La
colección, que lleva el nombre de la villa
florentina en la que se ubica el Harvard Center for Italian Renaissance Studies, tiene como editor general a James
Hankins, profesor de Historia de la Universidad de Harvard, y nació –en
palabras de sus impulsores- como una continuación, centrada en el periodo
renacentista de la prestigiosa Loeb
Classical Library, también editada en Harvard. Su marco de acción es
la edición de textos literarios, históricos, filosóficos y científicos del
Renacimiento escritos en lengua latina, y una de sus marcas distintivas es la pulcra y cuidada edición de los textos
originales confrontada a su traducción al inglés, lo que facilita el acceso a
los textos tanto para el público en general como muy especialmente para
cualquier estudioso de este periodo de la historia. Todos los volúmenes de la
serie vienen además acompañados de una pertinente introducción, abundantes
notas al texto, bibliografía e índices.
Desde la aparición del primer número de la
colección, una edición y traducción del
De claris mulieribus de Giovanni Boccaccio, han visto la luz hasta el
momento un total de ochenta y un volúmenes que pretenden dar a conocer esta
página fundamental del pensamiento y la cultura occidental. En muchos casos se
trata de la primera edición o traducción moderna de los textos. Entre las obras
ya publicadas, y a título de ejemplo, cabe citar las cartas y otros escritos de
diversa índole de Petrarca, Valla o Poliziano, algunas de las obras
historiográficas de Biondo, Bruni o Bembo, comentarios filosóficos de Marsilio
Ficino, escritos apologéticos de Giannozzo Manetti o Savonarola, textos
políticos y religiosos de Coluccio Salutati o poemas de humanistas como
Pontano, Filelfo o Sannazaro.
2. Los volúmenes 70 y 78 de la serie, aparecidos
respectivamente en 2016 y 2017, contienen la edición original junto con la
traducción en inglés de los prefacios que el impresor Aldo Manucio (c.
1451–1515) escribió como preámbulo a
las numerosas ediciones de obras clásicas y humanísticas tanto griegas como
latinas que fueron apareciendo en su imprenta de Venecia a lo largo de dos
décadas.
El volumen 70, el correspondiente a la edición de
prefacios a obras griegas, lleva por título The
Greek classics, y corre a cargo de Nigel G. Wilson, profesor emérito en el
Lincoln College de la Universidad de Oxford. Por su parte, el volumen 78 (Humanism and the Latin classics) es obra
del profesor John N. Grant, profesor emérito de la Universidad de Toronto. Se
trata, en ambos casos, de eruditos de reconocida solvencia en el terreno de los
estudios sobre la época renacentista.
Por otra
parte, la aparición de estos dos volúmenes dentro de la colección harvardiana
resulta muy oportuna, ya que coincide con el quinto centenario de la muerte de
Manucio y viene a inaugurar –en palabras de Hankins- una especie de “subserie”
dedicada a la historia del libro, una historia del libro que alcanzó un
desarrollo extraordinario con la invención de la imprenta que tuvo lugar a
mediados del XV, en un momento que constituye precisamente el marco temporal de
acción de esta colección. Y qué mejor autor para dar inicio a esta “subserie”
que Aldo Manucio, que representa la
perfecta simbiosis de humanista enamorado del legado clásico y dinámico
emprendedor del negocio editorial.
La labor de difusión de la literatura clásica
grecolatina llevada a cabo por Manucio es mucho más que encomiable. También sus
innovaciones en el ámbito editorial, como la invención de la cursiva o la
creación de los primeros libros de bolsillo o enchiridia.
Como puede leerse en la
solapa de ambos ejemplares, Aldo “was the most important and innovative
scholarly Publisher of the Renaissance. His Aldine Press was responsible for
more first editions of classical literature, philosophy, and science than any
other one publisher before or since”. Desde que en 1489 tomó la decisión de mudarse a
Venecia –ciudad puntera en la producción editorial de la época- para fundar
unos años más tarde, en 1494, su taller, y hasta su muerte acaecida el 6 de
febrero de 1515, Aldo sacó a la luz más de ciento treinta ediciones de textos
griegos, latinos y vernáculos, caracterizadas por su cuidado diseño, lleno de
rigor y claridad. Aldo es el artífice de la supervivencia de muchos textos
clásicos que en su época circulaban de forma precaria en manuscritos y que sin
su esfuerzo y dedicación no se habrían conservado hasta nuestros días. Destaca
de manera especial el impulso que Aldo dio a la impresión de textos griegos,
hasta el punto de erigirse, en palabras de Nolhac, en el “véritable createur de
la typographie grecque en Europe”.[1]
Como declara el profesor Wilson en su breve introducción al volumen que
reseñamos, la edición de obras en griego comportaba una serie de complicaciones
derivadas de su condición de lengua menos extendida que el latín, de la
práctica común de traducir al latín los originales griegos e incluso de la
propia dificultad de la impresión de caracteres griegos. Todo ello hacía que
éste no fuese un negocio muy rentable para un impresor. Aun así, este humanista
apasionado del mundo heleno que fue Aldo Manucio supo sortear todas estas dificultades
y convertirse en el primer editor literario de la historia, rastreando por
todos los rincones de Europa los manuscritos de gran cantidad de autores de la
antigüedad para plasmarlos por vez primera en forma de libro. En su doble
condición de humanista y empresario promotor de las ediciones de obras
clásicas, Aldo es, sin duda, un personaje crucial para entender el
Renacimiento.
3. En
los últimos años han proliferado de manera notable las investigaciones
filológicas centradas en los elementos paratextuales que forman parte de las
obras literarias clásicas y humanísticas, y más concretamente en los proemios
que encabezan dichas obras. Dado el carácter programático de los mismos, se
trata de contenidos de vital importancia para comprender la obra que introducen
y situarla en su contexto histórico, social, político o literario. Precisamente
por servir de carta de presentación, estos prefacios, advertencias, poemas y
demás composiciones que rodean al propio texto contienen unas altas dosis de
elaboración retórica, lo que se refleja en la aparición de diversos lugares
comunes que se repiten de obra en obra, de género en género, de época en época.
Así, el tópico de la dedicatoria a algún personaje relevante, que a su vez
suele venir acompañado de otros tópicos análogos como el de la falsa modestia,
el elogio del destinatario, etc. Estas auténticas piezas retóricas son también
idóneas para la reflexión por parte del autor sobre su propia obra, sobre las
marcas distintivas del género literario al que pertenece o sobre cualquier otro
asunto relacionado con la obra en sí.
En el
ámbito de la literatura latina clásica, a partir de la década de los sesenta
del siglo pasado no fueron pocos los estudiosos que analizaron los prólogos de
los autores más importantes, con el fin de dilucidar el contenido e
intencionalidad de sus escritos, unos prólogos que servirían de modelo en
épocas sucesivas. Baste citar trabajos ya clásicos como el de Janson sobre los
prefacios latinos en prosa, los de Codoñer o Earl sobre la historiografía
latina en general[2];
o de manera más concreta –y limitándonos a historiadores particulares- los de
Rambaud, Leeman, La Penna o Tiffou sobre las monografías de Salustio[3];
los de Ferrero o Walsh sobre el prefacio de Livio[4]; o los
de Büchner o el propio Leeman sobre los proemios de Tácito[5], entre
muchos otros.
En lo
que se refiere a épocas posteriores, lejos han quedado ya los intentos pioneros
que Porqueras Mayo[6]
llevó a cabo por analizar el prólogo en la literatura española del Siglo de Oro
y su consideración como género literario autónomo, derivada de esta recurrencia
de lugares comunes y de contenidos y estructuras repetidas de la que venimos
hablando.
En
nuestros días, como decíamos, se ha reavivado el interés por esta parte
fundamental de la obra literaria, y de manera muy especial en el ámbito de la
literatura renacentista. Por mencionar unos cuantos trabajos aparecidos en los
últimos años, destacaremos la edición conjunta de González Rolán y López
Fonseca[7]
sobre los prólogos de las traducciones castellanas de textos latinos en el
siglo XV, una obra en clara conexión con los volúmenes de ITRL que nos ocupan; o también el de Julhe[8] sobre
las dedicatorias a obras literarias latinas desde la Antigüedad hasta el
Renacimiento. También nosotros hemos aportado nuestro grano de arena en este
campo cada vez más amplio. Baste citar nuestros trabajos sobre los proemios en
la historiografía latina del Renacimiento[9] o sobre
los prefacios que encabezan las antologías de discursos aparecidas en esta misma
época renacentista[10].
La
presente edición de los prefacios de Manucio viene, pues, a engrosar una larga
lista de publicaciones aparecidas recientemente sobre la cuestión de los
preliminares y su trascendencia para el conocimiento integral y exhaustivo de
la obra literaria.
4. La
entusiasta actividad editorial de Manucio ha suscitado durante siglos el
interés de los estudiosos. Basta echar un vistazo a la bibliografía que
acompaña a la edición que nos ocupa para evidenciar siquiera una breve muestra
de los estudios y monografías que han aparecido en los últimos decenios en
torno a su labor como editor. De singular importancia por su carácter pionero
son los intentos de catalogación y descripción de las publicaciones aldinas que
llevaron a cabo en el siglo XIX editores y bibliógrafos como el francés
Renouard (1834)[11]
o el inglés Toovey (1880),[12]
que se ocuparon de registrar y detallar las ediciones tanto del fundador de la
casa Aldina como de sus sucesores al frente de la misma.
En los
últimos años se ha reavivado el interés por la labor editorial de Aldo, que se
ha visto reflejado en la proliferación de catálogos y otras obras de carácter
general en torno a su actividad de impresor. Dicho interés tiene que ver con la
conmemoración de diversos aniversarios relacionados directamente con la figura
del impresor. Así, en 1995, y coincidiendo con el quinto centenario del
nacimiento de las prensas aldinas, H. George Fletcher[13]
publicó un catálogo de la exposición celebrada a la sazón en Nueva York. Y ese
mismo año aparecería otra edición, esta vez a cargo de Paul Angerhofer et alii, en la Brigham Young University de Utah.[14] En
ambos casos se trata de ediciones muy cuidadas, excelentemente ilustradas y con
amplias anotaciones y comentarios.
Más
recientemente, en 2015, el año en que se cumplía el quingentésimo aniversario
de la muerte de Manucio, el propio Fletcher ha vuelto a editar, junto a G. S.
Clemons, un catálogo de otra exposición conmemorativa, en el que se nuevamente
se recogen las descripciones detalladas de las publicaciones aldinas, junto con
copiosas ilustraciones de las mismas, así como varios ensayos sobre la cuestión
y algún que otro hallazgo novedoso.[15]
Pero es
más. Entre medias de estas dos fechas significativas han aparecido otros
catálogos similares, como el de Kallendorf y Wells (1998),[16] una
descripción de los libros aldinos existentes en el Harry Ransom Humanities Research Center de la Universidad de Texas;
o el de la colección Ahmanson-Murphy (2001) perteneciente a la Universidad de
California Los Angeles,[17]
una de las colecciones de textos aldinos más extensas del mundo y la más rica
de las ubicadas fuera de Europa.
Eso en
cuanto a los catálogos descriptivos de la obra publicada por Aldo. Por lo que
respecta al material que se inserta en los dos volúmenes recientemente
publicados por ITRL, hay que decir
que no estamos ante la primera edición de estos textos. Se trata de un material
que en su mayor parte ya apareció como libro hace más de cuarenta años, en la
edición y traducción italiana que llevó a cabo el filólogo milanés Giovanni
Orlandi en su libro titulado Aldo Manuzio
editore: dediche, prefazioni, note ai testi.[18] Esta
primera versión constaba de dos magníficos volúmenes, precedidos de una
introducción de Carlo Dionisotti, prestigioso filólogo italiano experto en el
Renacimiento y más concretamente en la figura de Manucio.[19] Aun
así, como afirma el profesor Wilson, nos encontramos ante un documento que
merece una mayor accesibilidad al público de habla inglesa, toda vez que la
edición de Orlandi tuvo una difusión limitada y a día de hoy está agotada. Por
ello, la reedición y traducción al inglés de todo este material –con alguna que
otra aportación novedosa- sin duda contribuirá a remozar y acrecentar el
interés por la labor del impresor italiano y a acentuar la trascendencia de los
prefacios y dedicatorias que abren las ediciones aldinas, en la medida en que
marcan un hito importante en la historia cultural del Renacimiento y en la
difusión del legado clásico en el mundo occidental, merced al auge de la producción
editorial que tuvo lugar a partir de la invención de la imprenta.
La
notable y valiosa edición de Orlandi constaba de dos tomos. En el primero se
ofrecía la publicación conjunta de los prefacios de Aldo Manucio a sus
ediciones tanto de textos griegos como latinos en su lengua original, mientras
que el tomo segundo contenía la traducción de los mismos al italiano, junto con
un amplio apartado de notas a los textos y diversos índices de gran utilidad,
como el cronológico de los prefacios, el de nombres propios o el de pasajes
citados. En total, noventa epígrafes más un pequeño apéndice con seis textos,
dos de los cuales se rescatan en la edición que nos ocupa.[20] Los
demás elementos paratextuales que aparecen en el apéndice de Orlandi consisten
en un panegírico a las Musas rescatado de la primera obra publicada por Aldo,
un análisis de los metros utilizados por Prudencio, unas anotaciones a Horacio
(en ambos casos se trata de anexos aparecidos en las ediciones de sendos
autores) y un glosario alfabético de nombres de lugar de la Galia con su
correspondencia en francés, que aparecía en la edición aldina de las obras de
César.
5. En la
reciente versión de ITRL, la
disposición de los preliminares es distinta con respecto a la de Orlandi, dado
que se ofrecen en volúmenes separados los prefacios de los textos griegos (vol.
70) y de los textos latinos clásicos y humanísticos (vol. 78), cada uno de
ellos con su correspondiente traducción al inglés en páginas confrontadas. A su
vez, el inventario de estas piezas introductorias se distribuye en dos
secciones principales: uno que lleva por título “Prefaces” y que se corresponde
sustancialmente con los textos que el propio Aldo escribió como preámbulo a su
edición de autores griegos y latinos y que aparecen recogidos en la citada
edición de Orlandi; y un segundo apartado denominado “Appendices”, que
constituye quizá la aportación más novedosa y que arrojará un poco más de luz
si cabe al proceso de edición de textos en la Italia de finales del XV y, por
consiguiente, a la historia del Renacimiento.
Asimismo,
en el cotejo entre la edición de Orlandi y la de Harvard que nos ocupa, hay que
notar la ausencia en esta última de varios encabezamientos que Aldo escribió en
italiano para presentar diversas ediciones de textos escritos en dicha lengua.
En concreto, se trata de los prefacios a las Cartas de santa Catalina de Siena (publicada en 1500), al volumen
titulado Le cose volgari de Francesco
Petrarca (1501) y, finalmente, a una edición del Canzoniere y los Trionfi,
también de Petrarca (1514). En este último caso, la edición venía precedida de
un extenso prefacio en italiano y otro, más breve en latín, que no se ha tenido
en cuenta en la edición de ITRL.
El resto
de piezas que aparecen en la edición de Orlandi se reproducen con alguna
ligerísima excepción (cf. Orlandi XXV B y C) en los dos volúmenes de Harvard,
repartidos en sendos epígrafes bajo la común denominación de “Prefaces”.
6. En el
volumen dedicado a The Greek Classics,
los prefacios se distribuyen en cuarenta
y siete epígrafes que suman un total de sesenta y dos preliminares de diferente
extensión y escritos tanto en griego como en latín. Tales epígrafes aparecen
ordenados cronológicamente, comenzando por la Gramática de Constantino Láscaris (marzo de 1495) y terminando con
la edición de Deipnosofistas de
Ateneo de Náucratis, fechada en agosto de 1514.
Los autores griegos editados por Manucio abarcan
desde la literatura griega clásica (por citar sólo a las figuras más
trascendentales: Homero, Hesíodo, Esopo, Teócrito, Píndaro, Calímaco, Platón,
Aristófanes, Tucídides, Sófocles, Heródoto, Eurípides, Aristóteles, Demóstenes,
Teofrasto, Apolonio Díscolo, Dioscórides o Plutarco), pasando por la época
tardoantigua cristiana y medieval (Eusebio de Cesarea, el poeta Museo, Esteban
de Bizancio, Juan Filópono, Hesiquio o la Suda)
hasta llegar a autores más o menos coetáneos al propio editor, como Constantino
Láscaris, Teodoro Gaza, Giorgios Gemistos Pleton o Manuel Crisoloras.
7. Otro tanto cabe decir de los textos latinos que
componen el volumen Humanism
and the Latin Classics. También aquí la ordenación de los textos
presenta también una secuencia
cronológica a partir de su fecha de publicación, si bien se establece una
ulterior subdivisión de los prefacios según pertenezcan a autores de la
Antigüedad (Editions of Ancient Latin
authors) o de la etapa humanística (Editions
of Humanistic authors). El prefacio más antiguo data de 1493 y está
compuesto de dos piezas que sirvieron para prologar las Institutiones grammaticae que Aldo publicó en la imprenta del que
sería su suegro y socio, Andrea Torresani, y que conocería varias reediciones
ya con su propio sello en 1501, 1508 y 1514. El prefacio más reciente
cronológicamente hablando es el que el editor redactó para una edición de
Lucrecio aparecida en enero de 1515, un mes antes de su muerte. Se da la
coincidencia de que ambos preliminares, escritos en un lapso de más de veinte
años, están dedicados a la misma persona: Alberto Pio, príncipe de Carpi y antiguo
discípulo de Aldo, con el que el editor mantuvo una estrecha relación a lo
largo de toda su vida.
La sección correspondiente a los autores clásicos y
tardoantiguos se estructura en veintiocho epígrafes con un total de cuarenta y
cuatro preliminares; por lo que respecta a los autores neolatinos, son doce los
epígrafes que suman un total de dieciocho preliminares. Como sucedía en el caso
de los textos griegos, de las prensas aldinas salieron las obras de los
escritores más representativos de la literatura latina clásica (Cicerón,
Lucrecio, Virgilio, Horacio, Catulo, Tibulo, Propercio, Lucano, Estacio,
Ovidio, Valerio Máximo, Salustio, César, Plinio el Joven, Quintiliano, Juvenal
o Persio, entre otros muchos), algunas obras de autores cristianos (como las Homilías de Orígenes o la poesía de
Prudencio, Próspero, Sedulio o Juvenco) y, finalmente, los escritos de
humanistas como Maioli, Pico della Mirandola, Perotto, Sannazaro, Pontano o
Poliziano, del que Manucio editó su obra completa en 1498.
Como se puede comprobar a partir de la extensa
nómina de autores tanto griegos como latinos salidos de las prensas aldinas, la
actividad editorial de Aldo Manucio abarcó la práctica totalidad de géneros
literarios: de la filosofía al teatro, de la fábula a la apologética cristiana,
de las ciencias naturales a la retórica, de los textos sobre agricultura a la
sátira, de la historiografía a la poesía en sus diferentes subgéneros, de la
epistolografía a la astronomía.
Llama la atención, con todo, la abundancia de textos
gramaticales, así como de diccionarios y léxicos. La mayoría de ellos
aparecieron, además, en los primeros años de funcionamiento de la casa Aldina,
lo que puede darnos una idea del compromiso de Aldo con la enseñanza de las
lenguas clásicas y su popularización a nivel escolar como primer paso para la
posterior profundización en los textos. Y ello se manifiesta particularmente en
el caso de la lengua griega, a juzgar por la gran cantidad de gramáticas y
léxicos que salieron del taller aldino, como los Erotemata (1495) o el De octo
partibus orationis (1501? y 1512) de C. Láscaris, los Introductivae
grammatices libri quatuor de Teodoro Gaza junto con la Sintaxis de Apolonio Díscolo (1495), la colección de tratados
gramaticales titulada Thesaurus
cornucopiae et horti Adonidis (1496), las Institutiones Graecae grammatices de Urbano da Belluno (1498) o los Erotemata
de Crisoloras (1512). También diccionarios como el de Dictionarium Graecum copiosissimum de Crastono (1497) y léxicos como el de Julio Pólux y Esteban de Bizancio,
que se publicaron en 1502, o la Suda
y Hesiquio, ambos de 1514.
Aunque en menor medida, Aldo prestó también atención
a los textos gramaticales latinos. A la gramática elemental que él mismo
publicó en 1493 en la imprenta de Torresani y que mencionábamos más arriba, hay
que sumar una nueva versión aumentada que circuló con el nombre de Rudimenta grammatices Latinae linguae en
1501 y que conoció al menos dos reediciones en vida del autor, en 1508 y 1514.
Aldo fue también el responsable de la publicación de la célebre Cornucopia de Perotti, que vio la luz
bajo sus auspicios en dos ocasiones: una en 1499 y otra en 1513, ésta última
acompañada de otros textos gramaticales de Varrón, Festo o Nonio Marcelo.
8. Como
aportación original –ya lo decíamos más arriba-, los dos volúmenes de ITRL vienen enriquecidos con un apartado
titulado “Appendices”, la mayoría de los cuales no aparecen en la versión
previa de Orlandi.
En el
caso del volumen dedicado a The Greek
Classics, dichos apéndices se distribuyen en diez epígrafes con un total de
trece preliminares, en los que podemos hallar material de diversa índole que en
todos los casos guarda una estrecha relación con obras salidas de las prensas
aldinas. Así, por ejemplo, encontramos
prefacios del propio Manucio a ediciones de otros humanistas como el Cardenal
Besarión o Erasmo;[21]
epístolas que escriben a Aldo algunos de sus colaboradores y conocidos como
Marsilio Ficino, Scipione Forteguerri o William Grocyn; o también elementos
paratextuales de diverso tipo, como advertencias al lector, textos de portada,
epigramas o poemas, como el que Marco Musuro compuso en honor de Platón en la
edición aldina de sus obras completas de 1513.
Por lo que respecta al volumen Humanism and the Latin Classics, los apéndices constan de diez
textos, de los cuales sólo uno está escrito por Manucio: se trata del citado Monitum in Lugdunenses typographos que ya aparecía como apéndice en la
edición de Orlandi. Los demás casos remiten en su mayor parte a epístolas que
amigos y colaboradores de Aldo Manucio dirigen bien al propio editor, bien a
otros personajes. Así, encontramos dos cartas escritas por Giovanni Giocondo[22]
a Juliano II de Médici y al papa León X que aparecen como preliminares de las
ediciones de César (1513) y de los escritores de re rustica (1514) que el mismo Giocondo
preparó para la imprenta aldina. También se insertan dos interesantes
disquisiciones de Raffaele Regio y de Niccolò Angeli sobre la autoría de la Retórica a Herenio, así como un elogio
al propio Aldo que su amigo y albacea testamentario Giambattista Egnazio
incluyó en su edición aldina de Lactancio, publicada en abril de 1515, dos
meses después de la muerte del editor.
En general, se trata de documentos que guardan una
estrecha relación con la edición aldina de textos clásicos griegos y
latinos y que sin duda serán de gran interés para conocer con mayor detalle los entresijos de la
fructífera labor editorial que se desarrolló en Italia a finales del siglo XV y
comienzos del XVI y que tuvo en Aldo Manucio a uno de sus más distinguidos
representantes, quizá el más destacado.
9. Sumando los dos volúmenes de ITRL encontramos un total de ciento cuarenta y siete textos,
salidos en su inmensa mayoría de la pluma de Aldo Manucio. Como ya se ha dicho,
sólo unos cuantos de los preliminares que se reproducen en los apéndices son
obra de amigos y colaboradores del editor. Todos estos preliminares, escritos
tanto en griego como en latín, presentan una extensión variada que va desde el
breve epigrama o la simple nota aclaratoria sobre erratas del texto a la
prolija alocución de varias páginas.
Se da una única circunstancia en que un preliminar
se repite en dos obras distintas. Se trata de una advertencia de Aldo al lector
que aparece en la edición de la obra poética de Prudencio y otros autores
cristianos, publicada en enero de 1501 y que vuelve a repetirse en el tratadito
gramatical de Constantino Láscaris sobre las ocho partes de la oración que se
publicó tal vez a finales de ese mismo año. Es ésta una costumbre común en las
ediciones de libros renacentistas que remite a una práctica similar en la
Antigüedad, como puede comprobarse en cierta carta de Cicerón en la que se pone
de manifiesto la existencia de elencos de proemios entre los que escoger según
la ocasión.[23]
Ello es síntoma, por una parte, del carácter eminentemente retórico de este
tipo de composiciones, y por otro, de su capacidad para intercambiarse y
acomodarse a diferentes obras sin ningún inconveniente, en virtud de su
carácter programático.
En cuanto a la forma habitual que presentan los
prefacios que Aldo antepone a sus ediciones, ésta es la de la epístola dirigida
por lo general a diferentes personalidades de la nobleza, el clero o la cultura
del momento.
Entre los dedicatarios nobles destaca sobre el resto
la figura de Alberto Pío, príncipe diletante de Carpi que fue antiguo alumno de
Aldo y posteriormente su benefactor. A él dedica Aldo sus obras en trece
ocasiones. Otros personajes de la nobleza a los que el editor escribe sus
epístolas dedicatorias son diversos patricios venecianos -algunos de ellos
reconocidos humanistas como Andrea Navagero-, así como diplomáticos de diversos
países de Europa.
Otras veces, los destinatarios de estos preliminares
que escribe Aldo son figuras influyentes de la cultura de su tiempo, tales como
filólogos y humanistas de renombre, muchos de ellos colaboradores habituales
del editor, profesores de Humanidades o editores varios. Entre los dedicatarios
aparecen nombres como el de Pietro Bembo, Pico della Mirandola, Jano Láscaris,
Marco Musuro, Girolamo Aleandro, Iacopo Sannazaro, Daniele Clario, Giovanni
Pontano, Giambattista Egnazio o Scipione Forteguerri, entre otros. Un caso
especial, cuantitativamente hablando, es el de Marin Sanudo, cronista veneciano
al que Aldo dedica numerosas ediciones de poetas latinos como Catulo, Tibulo,
Propercio, Lucano y Ovidio, amén de las obras completas de Poliziano.
Por último, entre las personalidades influyentes a
las que van dirigidas estas epístolas dedicatorias figuran también altos cargos
de la Iglesia. El más destacado dentro de este último grupo es sin duda el papa
León X, al que Aldo ofreció su edición de las obras completas de Platón.
Aparte de las epístolas dirigidas a una persona que
acabamos de reseñar, encontramos numerosas advertencias al lector, que en
muchos casos se dirigen de manera particular a los estudiantes. Esto ocurre
fundamentalmente en aquellas ocasiones en que la obra prologada es un texto
gramatical con unos destinatarios concretos, los aprendices de latín o griego.
En algún caso, incluso, Aldo se dirige de manera directa a los profesores para
exponerles unas cuantas consideraciones sobre cómo se debe enseñar la lengua
latina a los jóvenes. Así sucede en el prefacio a sus Rudimenta grammatices Latinae linguae de 1501.
En otros casos, los preliminares contienen
advertencias y aclaraciones varias a propósito de eventuales errores que se han
constatado en el momento de la publicación sobre los que el editor llama la
atención del lector, o también sobre la existencia de diferentes versiones o
variantes de un texto determinado.
Finalmente, entre los elementos paratextuales que
sirven de encabezamiento a las ediciones aldinas se hallan también
composiciones poéticas de distinta extensión y contenido. En su mayor parte se
trata de breves epigramas que Aldo compone en griego a algún amigo o al lector.
También encontramos un sentido epitafio en trímetros yámbicos que el editor
compone a su amigo Ercole Strozzi con motivo de la publicación de sus poemas y
de los de su padre, Tito Vespasiano Strozzi, fallecidos ambos unos años antes.
Tanto las cartas-prefacio como todas estas
composiciones poéticas son una fuente de primera mano para corroborar la
profunda erudición humanística del editor.
10. En
conclusión, debemos congratularnos de la
aparición de estos dos volúmenes de la colección The I Tatti Renaissance Library, una colección que año tras año va
creciendo en prestigio por su interesante labor de difusión del gran acervo
cultural renacentista. Su empeño por rescatar y remozar las obras de muchos
humanistas que hasta la fecha carecían de ediciones y traducciones modernas nos
ha permitido acceder a unos testimonios de gran valor que generalmente han
pasado inadvertidos para el gran público por estar escritos en latín. A ello
hay que sumar la pulcritud y corrección en la edición de los textos y la
claridad de las traducciones, elementos que se han constituido en marcas
distintivas de la serie.
En este sentido, la decisión de los responsables de
la colección ITRL de reunir
nuevamente (en una edición moderna y con traducción al inglés) los prefacios
que Aldo Manucio escribió como preámbulo al centenar largo de ediciones de
textos clásicos y humanísticos salidas de sus prensas nos parece sumamente
oportuna y provechosa. Los prefacios, en su condición elementos programáticos
de importancia capital para comprender la propia historia de los textos, nos
revelan una información de primera mano sobre las intenciones del autor –en
este caso del editor-, sobre las vicisitudes que acompañan a la transmisión o
sobre las circunstancias históricas que rodean a la misma publicación. Al mismo
tiempo, el hecho de que muchos de los prefacios de Aldo vayan dirigidos en
forma de epístolas dedicatorias a personajes influyentes del momento, tanto de
Venecia como del resto de Italia o de otras naciones europeas, tanto del ámbito
humanístico y filológico como del político o eclesiástico –cuando no de todos
ellos al mismo tiempo- resultan de una gran relevancia para conocer el momento
histórico concreto y para desentrañar la red de contactos que se estableció
entre lo más granado de la cultura y la sociedad italianas de la época.
Como ya hemos dicho, Aldo representa la conjunción
perfecta de humanista erudito y sagaz empresario: su pasión por el legado
grecolatino o las incontables citas de pasajes de la literatura clásica que
llenan sus prefacios se combinan con su gran visión comercial y su convicción
de que la impresión de libros académicos –incluso en griego- eran plenamente rentables.
El impulso dado por este editor a la recuperación y difusión de un gran número
de textos clásicos –y de manera muy especial de textos griegos- constituye un
capítulo esencial en la historia cultural del Renacimiento y es una muestra
evidente del auge de la actividad libresca en el último tercio del siglo XV,
como consecuencia de la invención de la imprenta unas décadas antes.
Hacemos nuestras las palabras que Giambattista
Egnazio escribe en su elogio de Manucio: Neque
enim ulla tam barbara, tam remota gens hodie Europae finibus includitur cui non
notissimum Aldi nomen ac celeberrimum fuerit. Merced a la impecable edición
de los prefacios aldinos a cargo de ITRL,
tampoco en nuestros días habrá ninguna nación, por muy bárbara o lejana que
sea, que no conozca y pondere el nombre y la labor de Aldo Manucio.
Joaquín Villalba Álvarez
(Universidad de Extremadura)
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[1] Nolhac
(1888: 3).
[2] Cf. Earl
(1972); Codoñer (1986).
[3] Cf. Rambaud
(1946); Leeman (1954); La Penna (1959); Tiffou (1973).
[4] Cf. Ferrero
(1949); Walsh (1955).
[5] Cf. Büchner
(1964); Leeman (1973).
[6] Cf.
Porqueras Mayo (1957), (1965), (1968);
Laurenti & Porqueras Mayo (1971).
[7] Cf.
González Rolán & López Fonseca (2014).
[8] Cf.
Julhe (2014).
[9] Cf.
Villalba Álvarez (2009) y (2013).
[10] Cf. Villalba Álvarez (2017).
[11] Cf. Renouard (1834).
[12] Cf. Toovey,
(1880).
[13] Cf. Fletcher
(1995).
[14] Cf. Angerhofer, Maxwell, Maxwell & Barrios (1995).
[15] Cf. Fletcher
& Clemons (2015).
[16] Cf. Kallendorf
& Wells (1998).
[17] The Aldine Press (2001).
[18] Cf. Orlandi
(1975).
[19] Así lo demuestran algunas de sus obras
monográficas. Cf. Dionisotti (1960)
y (1995).
[20] Se
trata del prefacio de Aldo a las
Institutiones grammaticae, que data del 5 de marzo de 1493 y constituye la
pieza más antigua de todas las que aparecen en ambos volúmenes; y la
advertencia a los editores de Lyon (Aldi monitum
in Lugdunenses typographos), fechada el 16 de marzo de 1503.
[21] Ambos preliminares ya aparecían en la edición de Orlandi. El primero –que consta de una
carta y una nota aclaratoria- sirve de presentación al In calumniatorem Platonis que Besarión escribió para defender la
compatibilidad de Platón con la religión cristiana y que Aldo publicó en julio
de 1503. El segundo encabeza la traducción que Erasmo realizó de Hécuba e Ifigenia en Áulide de Eurípides y que se publicó en diciembre de
1507.
[22] Fray Giovanni Giocondo de Verona fue un
conocido arquitecto y erudito, además de colaborador habitual de Aldo, para
quien editó, además de los textos mencionados, el De compendiosa doctrina de Nonio Marcelo, que se encuentra en la
edición de la Cornucopia de Perotti
de 1513.
[23] Cic. Ad
Att. 16.6.4.