DOI. https://doi.org/10.17398/1886-9440.15.57
Joaquín Villalba Álvarez
(Universidad de Extremadura)
La industria como cualidad propia del historiador. Sobre la
pervivencia de los Proemios de Salustio en la Historiografía Latina del
Renacimiento[1]
Industria as a characteristic feature of the Historian. On the survival of
Sallust’s Prefaces in Renaissance Neo-Latin Historiography
Abstract: In classical antiquity the debate
arose about what was more important: human actions or their recreation in
writing, in the form of history. Sallust perhaps stands out above the rest in
this debate. The dichotomy between agere
historiam and scribere historiam,
which serves the historian to justify his work by placing it at the same level
or even above the protagonist of events, became a recurring literary topic in
later historiography, and particularly in Renaissance Neolatin historiography.
Underlying this debate is the concept of industria,
as an activity opposed to inaction, a concept assiduously repeated in the
prefaces of Renaissance historiography, to reflect, in line with Sallust, the
importance of the historian’s work as a transmitter from past events to future
generations, with all its practical and pedagogical implications. We analyze
the presence of the word industria in
the prefaces of some Neo-Latin historians, namely Poggio Bracciolini, Sánchez
de Arévalo or Arnoul Le Ferron.
Key Words: Renaissance Neolatin Historiography;
prefaces; industria; scribere historiam; Sallust; Poggio Bracciolini; Rodrigo Sánchez de Arévalo;
Arnoul Le Ferron.
Resumen: Desde la Antigüedad clásica fue recurrente
el debate de si eran más importantes las acciones humanas o su recreación por
escrito, en forma de historia. Salustio destaca quizá por encima del resto en
este debate. La dicotomía entre agere
historiam y scribere historiam, que sirve al historiador para
justificar y ponderar su labor situándola al mismo nivel o incluso por encima
del protagonista de los hechos, se convirtió en un tópico literario repetido en
la historiografía posterior, y de manera particular en las historias latinas
del Renacimiento. Tras este debate se esconde el concepto de industria, en cuanto actividad frente a
la inacción, un concepto que se repite con relativa asiduidad en los proemios
historiográficos renacentistas, para reflejar, al hilo de Salustio, la
importancia de la labor del historiador en cuanto transmisor de los hechos del
pasado a las generaciones futuras, con todas las implicaciones prácticas y
pedagógicas que ello conlleva. Analizamos la presencia del término industria en los prefacios de algunos
historiadores neolatinos, como Poggio Bracciolini, Sánchez de Arévalo o Arnoul
Le Ferron.
Palabras Clave: Historiografía
latina del Renacimiento; proemios; industria; scribere historiam;
Salustio; Poggio Bracciolini; Rodrigo Sánchez de Arévalo; Arnoul Le Ferron.
Fecha de Recepción: 29 de noviembre de 2020.
Fecha de Aceptación: 17 de diciembre
de 2020.
1. Introducción. Origen y significado de
industria
El
sustantivo industria es un abstracto del adjetivo arcaico indostruus
(cuya forma evolucionada al latín clásico sería industrius), procedente
con toda seguridad de la combinación de la partícula endo[2]
(forma arcaica y reforzada del preverbio in) y la raíz indoeuropea
*streu-, derivada a su vez de otra raíz *ster-, cuyo significado general es
‘extender’. De la forma *streu- derivaría el verbo latino struo, con el
significado de ‘apilar’, ‘disponer horizontalmente en capas sucesivas’, de
donde la noción de ‘construir’.
El
significado que del vocablo industria aparece en los diccionarios es el
de ‘celo, actividad, dedicación o esmero’, un significado que responde, según
Festo, a la idea de actividad interior, realizada en secreto, “como si el que
lleva a cabo alguna cosa la fuera construyendo interiormente y la trabajase en
su casa”.[3]
Autores como Bréal o Benveniste apoyan la hipótesis de que el significado
original de industria tiene que ver con ese matiz de ‘construcción desde
dentro’, y aducen como argumento la existencia de un verbo griego βυσσοδομεύω,[4]
cuya presencia se constata ya en Hesíodo y Homero con el significado de
‘construir en las profundidades’, ‘maquinar algo en secreto’, con un sentido
similar, aunque siempre teñido de un matiz claramente peyorativo.[5]
No
obstante, cabe también la posibilidad de que el preverbio in- confiera a
industria un valor de ‘superposición’, como se atestigua en el que sería
su verbo correspondiente, instruere. Así, del mismo modo que imponere
significa propiamente ‘poner sobre’, ‘superponer’, o infundere ‘derramar
sobre’, instruere tendría el sentido, frente a struere, de
‘construir por capas sucesivas’, ‘disponer una cosa encima de otra’. Con tal
significado se usó originariamente en el lenguaje militar (‘equipar’,
‘disponer’, en el sentido de ‘ir aprestando materiales para alguna acción’), de
donde se obtendría el sustantivo instrumentum. Más adelante, ya en latín
imperial, el verbo polarizaría su significado en un sentido nocional, en cuanto
‘aportar conocimientos’, ‘fortalecer o desarrollar intelectualmente’, ‘formar’.[6]
Así
pues, el sustantivo industria reflejaría el proceso constante de
construir poco a poco alguna cosa, de donde derivaría el significado que
encontramos en los diccionarios, como ‘disposición o predisposición a hacer
cosas’, ‘dedicación’, ‘esmero’, ‘perseverancia’. Y ello es algo que se puede
comprobar fácilmente si echamos un vistazo a los sustantivos de significado
afín con que suele aparecer a menudo coordinado en los textos, tales como studium,
vigilantia, cura, vigor, virtus, labor o diligentia,
entre otros.
2. Presencia en lengua latina. El caso
particular de Salustio
Con
respecto al uso del término en la literatura latina, hemos contabilizado algo
menos de seiscientos casos que se extienden desde las primeras manifestaciones
literarias de época arcaica hasta los albores del siglo III.[7]
Por
géneros, llama la atención la presencia tanto del sustantivo industria
como de sus derivados adjetivales (industrius) y adverbiales (industrie,
industriose) en escritos de tipo retórico, fundamentalmente en Cicerón, el
autor que de largo usa más el término y sus derivados (159 casos), pero también
en Quintiliano (19), en la Retórica a Herenio (16) o en Séneca el Rétor
(11). También es significativa la presencia del término en géneros como la filosofía
(en particular Séneca) o la literatura técnica (Vitruvio o Columela, entre
otros).
Pero
si hay un género que puede estar al mismo nivel que la retórica en cuanto a la
frecuencia de uso, ése es la historiografía. A este respecto, la nómina de
historiadores que recurren al empleo de industria y sus derivados es
bastante amplia, y se extiende a lo largo de todas las épocas de la literatura
latina, desde los Origines de Catón, pasando por Julio César, Salustio,
Nepote, Asinio Polión, Tito Livio, Valerio Máximo, Veleyo Patérculo, Curcio
Rufo, Tácito o Suetonio hasta llegar a Floro y Justino.[8]
Concretamente
en Valerio Máximo, y en un capítulo que precisamente lleva por título De
studio et industria, encontramos un encendido elogio de la industria,
a la que no duda en considerar como perfectissima virtus que se
consolida con la práctica continuada, y que contribuye a alcanzar la gloria en
cualquier actividad que se lleve a cabo mediante el espíritu, las manos o la
lengua:
Quid cesso uires industriae commemorare, cuius
alacri spiritu militiae stipendia roborantur, forensis gloria accenditur, fido
sinu cuncta studia recepta nutriuntur, quidquid animo, quidquid manu, quidquid
lingua admirabile est, ad cumulum laudis perducitur? Quae cum sit perfectissima
uirtus, duramento sui confirmatur. (Val. Max. 8.7, init.).
No
obstante, en esta ocasión quiero fijar mi atención en el empleo que del término
hace un historiador como Salustio, donde el concepto se relaciona con la virtus
de los romanos primitivos, en claro retroceso en su tiempo; de este modo,
cuando aparece el término, va siempre asociado a algún personaje garante de esa
primitiva moralidad romana.[9]
Ello explica su presencia en determinados pasajes de la obra salustiana, y en
particular en tres componentes básicos de la misma, como son los discursos, los
retratos y los proemios, instrumentos todos ellos de enorme eficacia para
plasmar su concepción moralista de la historia, su visión positiva o negativa
de los personajes que forman parte de ella.
En
cuanto a los discursos, es significativa la presencia del término industria en
la alocución que Catón el Joven, por entonces tribuno de la plebe, pronuncia
ante el Senado en el Bellum Catilinarium; en dicha alocución afirma que
lo que hizo grandes a los romanos del pasado no fue el poderío de sus armas,
sino la pujanza de sus virtudes, entre ellas su perseverancia, esto es, su industria:
Sed alia fuere, quae illos
magnos fecere, quae nobis nulla sunt: domi industria, foris iustum
imperium, animus in consulundo liber, neque delicto neque lubidini obnoxius
(Sall. Cat. 52.21)
Por
lo que respecta a los retratos, destacan los que Salustio nos presenta de Mario
y Sila en el Bellum Iugurthinum, en que se alternan buenas
cualidades de ambos personajes junto con otras más negativas. De Sila se
subraya su buena suerte, sólo comparable a su perseverancia:
Atque illi felicissimo
omnium ante civilem victoriam numquam super industriam fortuna fuit
(Sall. Iug. 95).
De
Mario, por su parte, refiere Salustio que, a excepción de un origen noble,
atesoraba el resto de cualidades necesarias para ser cónsul, entre ellas su
perseverancia, su honradez, su gran conocimiento de la milicia o su dominio de
las pasiones:
At illum iam antea
consulatus ingens cupido exagitabat, ad quem capiendum praeter vetustatem
familiae alia omnia abunde erant: industria,
probitas, militiae magna scientia, animus belli ingens domi modicus, lubidinis
et divitiarum victor, tantummodo gloriae avidus (Sall. Iug. 63).
Junto
con los discursos y los retratos, también los proemios sirven a este propósito
moralista. De ahí que no resulte extraño que el término industria
aparezca también en estos pasajes programáticos, y de manera más pronunciada en
el proemio del Bellum Iugurthinum, donde aparece hasta en cuatro ocasiones,
y en un sentido que se incardina claramente en esta concepción moralista de la
historia de la que venimos hablando y que vertebra toda la obra histórica de
Salustio.
Mucho
se ha escrito sobre las reflexiones que pueblan los capítulos iniciales de ambas
monografías salustianas.[10]
El ser humano está formado de cuerpo y alma: el primero lo tiene en común con
los animales, la segunda la comparte con los dioses. El alma –dice Salustio- es
la que guía y dirige realmente la vida de los mortales (dux atque imperator
vitae mortalium animus est),[11]
es la que actúa, todo lo domina y no se deja dominar.[12]
Por eso sorprende que algunos se dejen llevar por los placeres del cuerpo o el
capricho de la fortuna –bienes efímeros- en vez de emplear sus cualidades
intelectuales (ingeni egregia facinora)[13]
en alguna actividad que le reporte fama y gloria imperecederas.
El
comienzo del Bellum Iugurthinum es un ejemplo sintomático en este
sentido: erróneamente, el hombre se lamenta de su naturaleza mortal y efímera,
cuando en realidad lo que debería hacer es esforzarse y trabajar con denuedo y
perseverancia para alcanzar la gloria y domeñar a la fortuna. Como decimos, el
término industria aparece hasta en cuatro ocasiones en los preliminares
de la obra, lo que es síntoma de la importancia y la significación que Salustio
le concede en el contexto reflexivo y moralista en que se mueve en estos
capítulos iniciales. El autor comienza reflexionando sobre las vanas quejas de
los mortales, que ansían una vida más longeva o una mayor fuerza, cuando en
realidad lo que falta a la naturaleza humana es una mayor perseverancia y
dedicación constante en sus acciones:
Falso queritur de natura
sua genus humanum, quod inbecilla atque aevi brevis forte potius quam virtute
regatur. Nam contra reputando neque maius aliud neque praestabilius invenias
magisque naturae industriam hominum quam vim aut tempus deesse. Sed dux
atque imperator vitae mortalium animus est. Qui ubi ad gloriam virtutis via
grassatur, abunde pollens potensque et clarus est neque fortuna eget, quippe
quae probitatem, industriam aliasque artis bonas neque dare neque
eripere cuiquam potest (Sall. Iug. 1).
La industria
es, por tanto, uno de los conceptos que aparecen con cierta recurrencia en
estas piezas programáticas de Salustio, como reflejo de los valores morales
tradicionales que escasean en la Roma de su tiempo, más dada a rivalizar en
riquezas que en virtudes:[14]
At
contra quis est omnium his moribus, quin divitiis et sumptibus, non probitate
neque industria cum maioribus suis contendat? (Sall. Iug. 4).
Como
personaje retirado de la vida pública, Salustio ha decidido servir activamente
a su patria por otra vía: por medio de la escritura de la historia, una
actividad sumamente útil a la sociedad que además reporta fama y gloria a quien
la ejerce.[15]
Esta pretensión del Salustio historiador, que recoge de manera diáfana la
expresión pulchrum est bene facere rei publicae, etiam bene dicere haud
absurdum est,[16]
responde a la propia justificación personal de su labor ante el lector, pues desde
el punto de vista de un romano, alcanzar la gloria protagonizando algún hecho
digno de memoria estaba muy por encima de hacerlo mediante la literatura. De
ahí que en sus proemios reivindique la importancia del historiador, como
transmisor al futuro de los gloriosos hechos del pasado. Sale así al paso de
quienes quieran tachar su nueva ocupación de ociosidad. La acción, pues, no se
limita al desempeño de un cargo político o militar, sino también al ejercicio
de alguna actividad intelectual y útil a la sociedad, como es el relato de los
gloriosos hechos del pasado. Frente a la socordia o la ignavia
que dominan a algunos hombres, Salustio reivindica la industria, la
perseverancia, el tesón, el empeño en hacer cosas que redunden en provecho del
bien común:
Atque ego credo fore qui,
quia decrevi procul a re publica aetatem agere, tanto tamque utili labori meo
nomen inertiae imponant, certe quibus maxima industria videtur salutare
plebem et conviviis gratiam quaerere (Sall. Iug. 4).
Es
significativo que, acto seguido, el autor llegue a afirmar que su ocio
redundará en mayor beneficio a la patria que la actividad de otros: maiusque
commodum ex otio meo quam ex aliorum negotiis rei publicae venturum. Sin
duda, Salustio tiene en mente el famoso dicho de Catón que pertenece al prólogo
de sus Origines y que conocemos gracias a Cicerón: los hombres eximios
deben dar cuenta por igual de su otium y de su negotium, esto es,
tanto o más importante es saber a qué dedican su tiempo libre los hombres
ilustres, una vez han abandonado la vida pública, que en qué han estado
ocupados; una clara defensa de la escritura de la historia y sus provechosos
efectos para la sociedad.[17]
En
definitiva, la aparición de un término como industria, así como otros de
significado afín como pueden ser studium, cura o labor,
sirve a Salustio para poner de relieve la importancia del esfuerzo y la
dedicación constante en el desarrollo de las acciones humanas, como elemento
fundamental para alcanzar la virtus. Desde su perspectiva personal como
historiador, el uso que Salustio hace de industria tiene que ver con la
justificación de su labor historiográfica, que el propio autor pretende
reivindicar ante el lector, situándola al mismo nivel o incluso por encima del
protagonista de la historia. De este modo, industria se erige en un
término importante en la célebre dicotomía salustiana entre scribere
historiam y agere historiam.
3. El término industria en la historiografía
posterior
La industria
como cualidad deseable para el historiador no sólo aparece en los preliminares
de la obra de Salustio. Al final de la praefatio a su epítome de las Historiae
Philippicae de Trogo, Justino también usa el término apelando a la
perseverancia y dedicación que ha demostrado al componer su obra, que sin duda
sabrán valorar los lectores futuros, cuando ya se haya desvanecido cualquier
maledicencia o envidia de parte de sus coetáneos.[18]
La
influencia de Salustio en la historiografía posterior está fuera de toda duda,
y ha sido estudiada en profundidad por la filología moderna. De un modo
general, su concepción típicamente moralista de la historia, su trasfondo
pesimista, su lengua o su estilo están presentes en historiadores latinos del
Imperio como Tácito o Amiano Marcelino. Su importancia perduró a lo largo de la
literatura medieval, en los Padres de la Iglesia o en Juan de Salisbury, por
poner sólo unos ejemplos; e incluso fue de los pocos historiadores clásicos que
se siguió enseñando en las escuelas medievales, por lo que su vigencia en este
período está fuera de toda duda.[19]
Pero
quizá donde su huella se percibe de un modo más claro es entre los
historiadores renacentistas: el pensamiento de Salustio se adivina ya en las
primeras historias escritas a comienzos del Quattrocento italiano, entre ellas
en especial en la historia florentina de Bruni.[20]
Por esta época comienzan a aparecer también por toda Europa las primeras
ediciones y traducciones del autor en lengua vernácula, como la versión
castellana de Francisco Vidal de Noya, o la italiana de Ludovico Carbone, ambas
del último tercio del siglo XV.
Pues
bien. Uno de los aspectos en los que se aprecia claramente la influencia de
Salustio en los humanistas latinos del Renacimiento es en los proemios; en
estas piezas introductorias es habitual encontrarse alguna referencia a la
concepción salustiana de la historia, a veces de manera explícita, a veces
entre líneas. Dicho de otro modo, las reflexiones que encontramos en los
proemios de Salustio tuvieron una importancia capital en la manera de presentar
la historia en siglos posteriores y llegaron a convertirse en lugar común en la
historiografía latina del Renacimiento.
En
las páginas que siguen es nuestro propósito analizar la presencia asidua que el
concepto de industria siguió teniendo en los proemios historiográficos
de tipo reflexivo e intención moralista que se escribieron a lo largo del
período renacentista, un período que destaca justamente por el auge de un
género como el historiográfico, en cuanto vehículo de legitimación y difusión
de nuevas realidades nacionales y de determinados regímenes políticos. En
concreto, vamos a fijar nuestra atención en tres piezas preliminares
pertenecientes a otras tantas obras historiográficas escritas entre los siglos
XV y XVI por humanistas oriundos de diferentes territorios de Europa, y que
tienen en común la referencia explícita al concepto de industria, en un
tono que recuerda de manera marcada y nada casual a los proemios de Salustio.
Nos referimos a las Historiae de varietate fortunae, obra escrita a
mediados del siglo XV por el gran humanista toscano Gianfrancesco Poggio
Bracciolini; la Compendiosa historia Hispanica del español Rodrigo
Sánchez de Arévalo, aparecida en 1470; y los De rebus gestis Gallorum libri
IX del francés Arnoul Le Ferron, publicada en 1550.
3.1. Las Historiae de varietate fortunae de
Poggio Bracciolini.
Contemporáneo
de otros humanistas italianos metidos a historiadores como Lorenzo Valla y
Leonardo Bruni, el toscano Poggio Bracciolini (1380-1459) es conocido en su
faceta como historiador principalmente por los Historiarum Florentini populi
libri VIII, una historia de Florencia que compuso al final de su vida y que
abarcaba desde mediados del siglo XIV hasta su propio tiempo. Pero antes de
ésta había escrito una obra cuando menos peculiar, a medio camino entre un
tratado moral y una historia: las Historiae de varietate fortunae. Se
trata de un escrito que pretende reflejar el protagonismo de la fortuna en las
cosas humanas a lo largo de los tiempos. Se centra, pues, en el tema de la
fortuna y cómo se manifiesta en los hombres y en los estados. ¿Y qué mejor
manera de ilustrar ese papel trascendental de la fortuna en la vida de los
hombres que recurriendo a los ejemplos del pasado?
Dividida
en cuatro libros de diferente tenor y estilo, y compuesta en tiempos del papa
Eugenio IV (entre 1431 y 1448), esta obra fue finalmente dedicada a su sucesor,
ese gran protector de las humanidades que fue el papa Nicolás V. Bracciolini
comienza su prefacio con la recurrente alabanza de la historia: hechos ilustres
–nos dice el autor- los ha habido en todas las épocas, incluso en tiempos del
legendario rey asirio Nino, pero la falta de historiadores sumió tales hechos
en el más profundo de los abismos del olvido. La historia, por tanto, es
beneficiosa para el ser humano, por las útiles enseñanzas que atesora y que
debemos seguir o evitar, según el caso. Sólo ella es defensora tenaz y recuerdo
fiel del pasado, sólo ella pone ante nuestros ojos, como si acabaran de
suceder, las acciones que el paso del tiempo suele borrar. Nadie, en definitiva,
conocería las gestas de los más afamados varones sin esa luz que aporta la
historia. La oposición entre la luz del conocimiento y la oscuridad del olvido
se hace evidente en el siguiente pasaje:
Magnam igitur utilitatem
afferre mortalibus historia censeri debet et plurimi extimandam, beneficio
cuius tum dicta, tum facta superiorum, haud quaquam oblivione hominum sepulta,
ad hec usque tempora magna ex parte propagata sunt. Hec diligens custos et fida
preteritorum memoria dicenda est; hec sola illustrium virorum facta virtutesque
nostro in conspectu ad imitandum proponit; hec detestatur vitia et docet
vitanda; huius ope preterita representantur nobis et que vetustas solet delere,
reddit tanquam recentia. Nullus quippe priscas et ab
etate nostra remotas excellentium virorum gestas res nosset, nisi litterarum
monumentis et historie munere in luce hominum versarentur (Bracciolini, Historiae
de varietate fortunae, ed. Merisalo, p. 89).
El
proemio incluye a continuación el viejo tópico –visible entre otros en
Salustio- de que la grandeza de Roma se debe, tanto o más que a sus valerosos
héroes, a los escritores que la encumbraron eternamente en sus obras. Sostiene
Bracciolini que igual que conocemos la historia de Grecia y Roma gracias a los
escritos de Homero, Heródoto, Virgilio o Livio, así también los grandes varones
de su tiempo sólo perdurarán si cuentan con escritores que perpetúen sus
acciones. Y ello sólo se consigue merced a la figura del historiador, cuyos
esfuerzos van encaminados a salvar del olvido los hechos del pasado. Es en este
punto donde vuelve a aparecer el término industria:
Accessit enim ad earum
memoriam scribentium labor et industria que illa ab interitu vendicarent
(Bracciolini, Historiae de varietate fortunae,
ed. Merisalo, p. 89).
De
ahí pasa a centrarse en el tema de la fortuna, y en cómo el ser humano prefiere
dejarse llevar por lo efímero y casual, en lugar de perseguir la gloria a
través de la virtud y la sabiduría, bienes mucho más sólidos que los que brinda
la fortuna. También aquí están presentes, a nuestro juicio, las reflexiones que
Salustio incorpora a sus proemios, en torno a la célebre dicotomía entre cuerpo
y alma, entre los bienes efímeros y sujetos a la fortuna que aquél nos
proporciona y los beneficios imperecederos que emanan de ésta. Bracciolini
dibuja al ser humano como un actor que representa un papel en lo que él mismo
denomina “el teatro de la fortuna”, de modo que, cuando ésta deja de
favorecerle, lo baja de su pedestal convirtiéndolo en un mimo ridículo y haciéndole
ver su insensatez. De manera análoga a como hace Salustio, el humanista toscano
viene a decir que los ejemplos de la historia nos enseñan el camino de la
virtud, eligiendo entre los bienes imperecederos del alma y los placeres
fugaces del cuerpo.
3.2. La Compendiosa Historia Hispánica de
Rodrigo Sánchez de Arévalo
El
pedagogo, diplomático e historiador español Rodrigo Sánchez de Arévalo
(1404-1470) pasó la mayor parte de su vida en Roma. Allí entró en contacto con
los más brillantes intelectuales de la época, entre ellos el humanista Eneas
Silvio Piccolomini, que luego se convertiría en el papa Pío II. Ya al final de
sus días pudo terminar su obra histórica más ambiciosa, a la que tituló Historiae
Hispanicae partes quatuor, si bien es más conocida como Compendiosa
historia hispánica. Se publicó en Roma el año de su muerte, 1470. Se trata, en contra de lo que pudiera
parecer por el título, de una historia de Castilla, con la que el autor
pretende justificar la grandeza de los hechos de su patria defendiéndose frente
a los reiterados e infundados ataques vertidos desde fuera, y de manera
especial desde Italia.
Ese tono apologista se ve ya en el proemio que
sirve de presentación a la obra y que va dedicado al rey Enrique IV de
Castilla. En él, Arévalo comienza exaltando la grandeza de los hechos de
España, que no desmerecen en absoluto de los acometidos por griegos y romanos.
Esta reflexión le lleva irremediablemente a evocar la célebre “comparación
salustiana de los romanos activos con los griegos contemplativos”,[21]
consistente en atribuir la fama y fortuna de los griegos al esfuerzo y
dedicación de sus historiadores –de nuevo nos encontramos con el término industria-,
en tanto que los romanos prefirieron ejercitar su talento en las armas y no en
las letras.[22]
Adaptando el pensamiento de Salustio a la realidad castellana, Arévalo lamenta
que esa fortuna de los griegos –que él hace extensiva también a persas y
romanos- nunca ha alcanzado a los españoles, que siempre han preferido actuar (facere)
antes que hablar (dicere), lo que ha devenido en una inopia
scriptorum análoga a la que Salustio advertía entre sus compatriotas:
Idque
ut arbitror ob scriptorum inopiam contigisse putandum est, quemadmodum de
gestis Romanorum Salustius in Cathelinario conqueritur. Invidet enim
Atheniensibus quod res suas scribentium industria longe illustriores in
toto orbe quam fuerint referantur. Nec aliter de rebus Hispanicis dici potest,
nam et Persarum, Graecorum et Romanorum gesta licet amplissima fuerint, verum
aliquanto forsan inferiora quam fama ferantur. Sed quia magna scriptorum
ingenia ea lustrarunt per orbem terrarum pro maximis celebrata sunt. Hispanica
tamen gens nunquam habuit talem copiam scriptorum, quia pauci ingenium sine
corpore exercebant, et quilibet optimus vir potius volebat facere quam dicere. Cupiebatque amplius sua
bene facta laudari quam ipse aliorum bene facta narrare (R.
Sánchez de Arévalo, Compendiosa historia Hispanica, prologus).
Es,
pues, la industria de los historiadores griegos la que ha inmortalizado
las hazañas de su pueblo, y no las hazañas en sí mismas. Tras esta
reivindicación de la historia y de su utilidad, en la línea de Salustio, la
intención última que persigue Arévalo es establecer una doble correspondencia
entre los afortunados griegos y los italianos de su tiempo por una parte, y
entre la Roma carente de escritores retratada por el autor clásico y los
castellanos de su tiempo, por otra. En el fondo, lo que subyace es una crítica
a ciertos humanistas italianos que seguían pensando que Italia era el centro
del mundo y España no era más que una región situada en un extremo confín. Como
señala Tate, está claro que Arévalo tiene en mente a Bruni aunque no lo nombre,
pues reproduce fielmente las palabras del aretino en una de sus cartas, cuando
decía despectivamente que los españoles vivían in extremo mundi angulo.[23]
En efecto, como podemos seguir leyendo un poco más abajo en el prólogo de
Arévalo, hay quienes se niegan a conocer la historia de España por estar
situada en un rincón remoto del mundo, cuando en realidad ya los cosmógrafos de
la Antigüedad comenzaron sus descripciones geográficas a partir de la Península
Ibérica, como si ésta fuera la puerta de entrada al orbe.[24]
Un
castellano militante como Rodrigo Sánchez de Arévalo, que llevaba ya bastantes
años afincado en Roma, estaba sin duda al tanto del arrogante desconocimiento
hacia todo lo hispano que se percibía entre los intelectuales italianos, que se
las daban de herederos legítimos –y únicos- de la grandeza de Roma. De hecho,
dicho menosprecio constituye seguramente el germen que llevó al segoviano a
escribir su Compendiosa Historia Hispanica, que serviría por igual para
rebatir cualquier calumnia proveniente de fuera y para paliar el escaso
conocimiento que de España se tenía entre las élites intelectuales europeas. De
ahí que el autor escribiera en latín, para público conocimiento de los hombres
de letras de cualquier rincón de Europa. Arévalo venía de este modo a continuar
la senda marcada por su maestro, el burgalés Alfonso de Cartagena, quien años
antes había escrito, también en latín, una Anacephaleosis movido por
idénticas razones.[25]
3.3. El De rebus gestis Gallorum de Arnoul
Le Ferron
Terminamos
este recorrido por la historiografía renacentista con uno de los ejemplos quizá
más claros de la impronta de Salustio en los proemios historiográficos de los
siglos XV y XVI, el que nos brinda el historiador francés Arnoul le Ferron
(1515-1563). Magistrado, miembro del parlamento de Burdeos y gran amigo del
humanista Julio César Escalígero, retomó la redacción del De rebus gestis
Francorum que el humanista italiano Paolo Emili dejó inconcluso cuando le
sobrevino la muerte en 1529.[26]
En 1550 aparecieron publicados en París los De rebus gestis Gallorum libri
IX ad historiam Pauli Aemilii
additi, que como reza el título contiene nueve libros más de la
historia de Francia, añadidos a los de Emili, que abarcan desde los tiempos de
Carlos VIII hasta la muerte de Francisco I y el advenimiento de Enrique II, en
1547.
En
el prefacio que sirve de presentación a la segunda edición de la obra, de 1554,[27]
Le Ferron introduce –como también hiciera Emili-[28]
numerosos elementos que recuerdan inevitablemente a Salustio y que giran de
manera especial sobre el concepto típicamente salustiano del pesimismo ante la
corrupción del tiempo presente. El texto comienza con una reflexión en torno a
las tres razones que, para Le Ferron, llevaron a los hombres de la Antigüedad a
escribir historia:
1) Laudis
studium, el afán de gloria personal del historiador.
2) Illustrandae
patriae studium, el afán por enaltecer los hechos de una nación.
3) Veritatis
proponendae studium, el deseo de decir la verdad para que sirva de ejemplo
a las generaciones futuras.
Partim enim laudis studio
ducti, cum esse hanc unam quae tantos labores posteritatis memoria consolaretur
intelligerent, partim studio illustrandae patriae praemiisque a populis
Regibusve propositis, partim studio veritatis proponendae similibusque aliis
causis, exempla ut proponerent posteris unde quod imitarentur acciperent, id
aggressi sunt (Le Ferron, De rebus gestis Gallorum, praef.).
Gloria
personal, propaganda nacionalista y ejemplaridad son, pues, los tres ejes sobre
los que los antiguos construyeron sus historias, según nos dice el religioso
bordelés. En los tres casos, ese studium que movió a los hombres del
pasado a escribir historia se ha convertido para Le Ferron en un riesgo y una
dificultad en su propio tiempo:
1.
Buscar la gloria y el reconocimiento personal no tiene sentido para el autor en
una época en que se menosprecia el esfuerzo ajeno y se ensalza exclusivamente
el propio:
Ac
mihi quidem laudem sperare hoc seculo, cuius ea hactenus labes et macula fuit
aliorum labores aut ridere aut contemnere, suos sine rivali laudare, sani
hominis non videbatur (Le Ferron, De rebus gestis Francorum, praef.).
2.
La alabanza de la nación es a priori un elemento que atenta contra la primera
ley de la historia, que es decir la verdad. Y es en este punto donde Le Ferron
hace alusión a la industria, como actitud vital tanto en la vida pública
como en la literatura y que en su tiempo ha sido suplantada por bienes efímeros
como las riquezas, hasta el punto de que las personas cultas y laboriosas no
reciben premio alguno a su esfuerzo y constancia. Le Ferron parece trasladar a la
Francia del XVI el clima de decadencia moral de la Roma retratada por Salustio.
¿Se trata de un reflejo de la realidad histórica de su tiempo? ¿O es, sin más,
un tópico literario universalmente reconocido y reconocible? Verdaderamente, el
lamento del humanista francés parece tener más de lo segundo que de lo primero;
sobre todo si tenemos en cuenta el ambiente cultural que vivía por entonces
Francia de la mano de un rey como Francisco I, quien para muchos fue un
verdadero príncipe del Renacimiento, mecenas protector de las artes que
lograría llevar hasta su corte a artistas como Andrea del Sarto o Leonardo da
Vinci:[29]
Illustrandae
autem patriae consilium, etsi optimum, seponendum semper ab hoc scribendi
genere putabamus. Praemia autem nulla hoc tempore industriae
constituta vidimus. Quippe illa honore liberalitateque alitur. Ea
ubi dempseris, parum sibi constant industriae fructus. Nunc vero cum
divitiis magni laudabilesque homines fiant, ingenium, eloquentia, constantia,
integritas refrixisse videntur, omnesque industriae fontes exaruisse,
praesertim cum ad ingenii laudem parandam labore opus sit et sudore, ad opes
parandas, qua cuique lubet nitatur. Ita fit ut homines docti, studiosi,
industrii, ignoti sint, inter vulgus numerentur, nullo numero, nulla gratia,
nulla authoritate habeantur: praemia eruditis debita districta teneantur a
paucis (Le Ferron, De rebus gestis Gallorum, praef.).
Hasta cuatro veces aparece en este pasaje el
término industria (o el adjetivo correspondiente, industrius),
haciendo referencia a los malos tiempos que corren para quienes se esfuerzan:
las recompensas debidas a la integridad, la erudición o la perseverancia, los
tienen acaparados unos pocos privilegiados, concluye diciendo Le Ferron.
3.
Por último, está la pretensión de veracidad. También para ello corren malos
tiempos: resulta peligroso decir la verdad, nos dice Le Ferron. La virtud está
atenazada, no existe el derecho ni la disciplina militar, etc. Con todo
–termina diciendo-, el afán por decir la verdad y el servir de ejemplo a los
hombres del futuro ha sido lo que le ha movido a escribir esta historia. El
panorama que retrata el humanista francés nos recuerda significativamente el
tono pesimista de un Salustio o un Tácito; y también algunas de sus expresiones:[30]
Veritatis autem studium,
etsi nos movere maxime potuit, periculum tamen quod semper vidimus conflatum
studiosis eius proponendae, odiorumque segetes inde gliscentes
progredientesque, hoc praesertim tempore, quo virtutem alligatam videmus, forum
sine fide, tribunalia sine iure, conculcatam disciplinam omnem militarem,
omnium aetatum ordines simulatores dissimulatores, vel ipsos homines
philosophiae sacris addictos ab hac provincia deterreret (Le Ferron, De
rebus gestis Gallorum, praef.).
El
final del proemio está transido de referencias y paráfrasis de autores
clásicos, y en particular de Cicerón,[31]
algo habitual en este tipo de piezas programáticas renacentistas.
4. A modo de conclusión
En
medio de la corrupción moral de su convulso siglo, Salustio reivindica en los
proemios de sus monografías la acción como medio de alcanzar fama y gloria.
Había varias maneras de actuar. Él prefirió dedicar su retiro de la vida
pública a una labor intelectual: escribir historia. Desde su consideración
moralista de la historia, y de la mano de términos como industria, cura,
labor o studium, Salustio convertirá su retiro de la vida
política (ese merecido descanso, bonum otium, del que habla en el
Bellum Catilinarium) en su último servicio a Roma, en un
compromiso activo con su patria: el otium como negotium.
Industria
es, en este sentido, un término vinculado a la escritura de la historia por
parte del Salustio alejado de la política, ya en sus últimos años de vida. Como
tal aparece varias veces en el proemio del Bellum Iugurthinum, y
pervivirá con relativa asiduidad en los proemios historiográficos
renacentistas; de manera especial en aquellos de tipo reflexivo que, como los
de Salustio, dan cabida a consideraciones sobre el ser humano en general y
sobre los bienes de la historia en particular. Más concretamente, el término industria
aparece asociado a la legitimación de la labor del historiador, cuya
importancia está como poco al mismo nivel que la del protagonista de los
hechos, ya que es el motor que lleva al cronista a salvar del olvido los hechos
del pasado, como refiere Bracciolini. En el caso de Arévalo, cuyo prefacio está
jalonado con referencias a los proemios de Salustio, fue la industria de
quienes escribieron los hechos del pasado la que dio fama a los griegos (y en
su tiempo a los italianos), frente a los antiguos romanos, que como los
castellanos de la época en que escribe Arévalo han preferido ejercitar su corpus
antes que su ingenium. Por último, Le Ferron tiñe de un tono
fingidamente pesimista el prefacio que nos ofrece de su historia de Francia,
que está repleto de referencias clásicas, y de manera particular de Salustio,
que de este modo se erigió en modelo de composición de muchos de los proemios
historiográficos que se escribieron en los siglos XV y XVI por toda Europa.
Los
tres ejemplos que hemos aducido bastan, a nuestro modo de ver, para asociar de
forma clara el término industria a la utilidad e importancia que los
historiadores reivindican para su labor en los proemios que sirven de
presentación a sus escritos. Siempre con la figura de Salustio como referente
último de esta reivindicación.
Joaquín Villalba Álvarez
villalba@unex.es
Universidad de Extremadura
Bibliografía
Fuentes doctrinales
Poggio
Bracciolini (1993), Historiae de varietate
fortunae (Edizione critica con introduzione e commento a
cura di Outi Merisalo), Helsinki: Suomalainen Tiedeakatemia, .
Roderici Sanctii Episcopi Palentini Historiae Hispanicae
Partes Quattuor, en Rerum hispanicarum scriptores aliquot, quorum nomina versa
pagina indicabit, Ex Bibliotheca Roberti Beli Angli; Nunc accuratius
emendatisque recusi, & in duos tomos digesti, adiecto in fine Indice
copiosissimo, Francofurti: Ex officina Andreae Wecheli, 1579.
Arnoldi Ferroni Burdigalensis, Regii Consiliarii, De rebus
gestis Gallorum libri IX, Ad historiam Pauli Aemylij additi. Perducta historia
usque ad tempora Henrici II Francorum Regis, Lutetiae, ex
officina Typographica Michaëlis Vascosani, 1554.
Bibliografía básica.
Alvar
Nuño, G. (2014), “Rodrigo Sánchez de Arévalo y la historiografía en el siglo
XV”, Ardua cernebant iuvenes. Actas del I Congreso
Nacional Ganimedes de investigadores noveles de Filología Clásica
(Estudios clásicos:
Anejo 2), pp. 223-230.
Alvar
Nuño, G. (2018), “La influencia de Alfonso de Cartagena en la Compendiosa Historia Hispanica
de Rodrigo Sánchez de Arévalo”, Revista de poética
medieval 32: 19-48.
Benveniste,
E. (1948), “Notes de vocabulaire latin”, Revue de
Philologie, de Littérature et d’Histoire anciennes
XXII, n° 74: 117-126.
Bréal,
M. (1897), Essai de Sémantique. Science des
significations, Paris:
Hachette.
Charlo
Brea, L. (2002), “Medievalismo y Renacimiento en Sánchez de Arévalo: El prólogo
de su obra Compendiosa Historia Hispanica”
en Actas III Congreso Hispánico de Latín Medieval
(León, 26-29 de Septiembre de 2001), León: Universidad de
León, pp. 93-104.
Codoñer,
C. (1986), La evolución del concepto de
historiografía en Roma, Barcelona: UAB.
Earl, D. C. (1959), “Political terminology in
Epistula ad
Caesarem II”, Museum Helveticum 16: 152-158.
Earl, D. C. (1961), The political Thought of
Sallust, Cambridge: Cambridge
University Press.
Fernández
Gallardo, L., (2001-2002): “La Historia Hispanica
de Rodrigo Sánchez de Arévalo: propaganda enriqueña y
actitudes antihumanistas”, Anthologica annua 48-49:
275-337.
Fontán,
A. (2002), “La España de los humanistas”, Humanismo y
pervivencia del mundo clásico: homenaje al profesor Antonio Fontán
(J. Mª Maestre Maestre, L. Charlo Brea, J. Pascual Barea, coords.), Vol. I, pp.
35-56.
Fontán,
A. (2008), Príncipes y Humanistas: Nebrija, Erasmo,
Maquiavelo, More, Vives, Madrid: Marcial Pons.
Fryde E. B. (1983), Humanism and Renaissance
Historiography, London:
Hambledon Press.
Fubini,
R. (2003a), Storiografia
dell’umanesimo in Italia da Leonardo Bruni ad Annio da Viterbo,
Roma: Edizioni di storia e letteratura.
Fubini, R. (2003b), “The theater of the world
in the moral and historical thought of Poggio Bracciolini”, Humanism and
Secularization. From Petrarch to Valla,
Duke University Press.
Fubini,
R. (2008), “Infelicità e melanconia del principe. Il pontificato di Niccolò V
nella rappresentazione del Momus
di Alberti”, en Tiranía: Aproximación a
una figura del poder (Cappelli, G. M. & Gómez Ramos, A., eds.),
Madrid: Dykinson, pp. 161-186.
Fubini,
R. & S. Caroti (eds.), (1980), Poggio Bracciolini,
1380-1980. Nel VI centenario della nascita, Firenze:
Biblioteca Medicea Laurenziana.
Fueter,
E. (1953), Historia de la historiografía moderna,
2 vols., Buenos Aires: Nova (= Paris, 1914).
Giancotti,
F. (1971), Strutture delle monografie di Sallustio e
di Tacito, Messina-Firenze : G. D’Anna.
Kohut,
K. (1980), “Sánchez de Arévalo (1404-1470) frente al Humanismo Italiano”, en E.
Rugg & A. M. Gordon (eds.), Actas del VI Congreso de
la Asociación Internacional de Hispanistas, vol. 1,
Toronto: University of Toronto, pp. 431-434.
Krantz, F. (2002), “Between Bruni and Macchiavelli:
history, law and historicism in Poggio Bracciolini’, en Ph. Mack & M. C.
Jacob (eds.), Politics
and Culture in Early Modern Europe: Essays in Honour of H. G. Koenigsberger, Cambridge: Cambridge University Press
(=1987).
La
Penna, A. (1968), Sallustio e la
‘rivoluzione’ romana, Milano: Feltrinelli.
Maravall,
J. A. (1953), “Sobre la naturaleza e historia en el Humanismo español”, Historia de España. Estudios publicados en la revista Arbor,
Madrid: CSIC, pp. 241-261.
Maravall,
J. A. (1954), El concepto de España en
la Edad Media, Madrid: Instituto de Estudios Políticos.
Maravall,
J. A. (1983), “El Pre-Renacimiento del siglo XV”, en V. García de la Concha
(ed.), Nebrija y la introducción del Renacimiento
en España: III Academia literaria Renacentista,
Salamanca: Universidad, pp. 17–36.
Miller, J. (2015), “Idealization and irony in
Sallust's Jugurtha: the narrator's depiction of Rome before 146
B.C.”, The
Classical Quarterly
65.1: 242-252.
Rambaud, M. (1946), “Les prologues de
Salluste et la démonstration morale dans son oeuvre”, Révue des Études Latines 24: 115-130.
Smalley, B. (1971), “Sallust in the Middle
Ages”, en Classical
influences on European Culture A.D. 500-1500 (edited by R. R. Bolgar), Cambridge: Cambridge
University Press, pp. 165-176.
Tate, R. B. (1951), “Italian Humanism and
Spanish Historiography of the fifteenth Century. A study of the Paralipomenon Hispaniae of Joan Margarit, Cardinal Bishop of
Gerona”, Bulletin
of the John Rylands Library
34.1: 137-165.
Tate,
R. B. (1970), Ensayos sobre la
historiografía peninsular del siglo XV, Madrid:
Gredos.
Tiffou,
E. (1973), Essai sur la pensée morale de Salluste à
la lumière de ses prologues, Paris: Klincksieck.
Valpy, F. E. J. (1828), An Etymological
Dictionary of the Latin Language, London: Baldwin.
Villa
Prieto, J. (2010), “La ideología goticista en los prehumanistas castellanos:
Alonso de Cartagena y Rodrigo Sánchez de Arévalo. Sus consideraciones sobre la
unidad hispano-visigoda y el reino astur-leonés”, Territorio,
Sociedad y Poder 5: 123-145.
Villalba
Álvarez, J. (2009), Los proemios en la
historiografía latina renacentista, Madrid, Ediciones
Clásicas.
Villalba
Álvarez, J. (2013), “El exemplum
en los proemios historiográficos renacentistas”, en Exempla
fidem faciunt (Mª Luisa Harto Trujillo y J. Villalba Álvarez,
eds.), Madrid: Ediciones Clásicas, pp. 263-282.
Villalba
Álvarez, J. (en prensa), “Evolución del concepto de historia a través de los
proemios historiográficos castellanos del siglo XV. La Crónica de Enrique
IV de Diego Enríquez del Castillo”, VI Congreso Internacional de Humanismo y Pervivencia del
Mundo Clásico. Homenaje al profesor Eustaquio Sánchez Salor,
Alcañiz-Madrid: CSIC.
[1] Este
trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación FFI2015-64765-P del
Ministerio de Economía del Reino de España y en el Grupo de Investigación LAPAR
(HUM002) de la Junta de Extremadura.
[2] Esta forma aparece evolucionada a indu- en autores arcaicos como Ennio,
donde la encontramos varias veces como preverbio en la palabra induperator, y también como preposición
(Enn. ap. Macr. S.
6.2 [Ann. 425 ed. Vahlen]: indu mari magno fluctus extollere certant).
En latín clásico se mantuvo en algunos modificados, como indago, indigeo, indulgeo o industria.
[3] Fest. (ed. Müller), p. 106: Industrium antique dicebant indostruum,
quasi qui, quicquid ageret, intro strueret et studeret domi.
[4] Cf.
Bréal (1897: 145); Benveniste (1948: 117).
[5] Aulo Gelio señala que industria formaba parte de cierto número de vocablos (gratia, valetudo, tempestas, facinus, etc.) que en latín arcaico
podía tomarse en dos sentidos contrarios entre sí. Así, en el buen sentido
(‘dedicación’, ‘esmero’) o en el malo (‘maquinación’). Cf. Gell. 12.9.1.
[7] A
los casos del sustantivo industria
(514) habría que añadir los casos del adjetivo industrius (41) y de los adverbios industrie e industriose
(24), lo que hace un total de 579 casos en la literatura latina hasta el siglo
III.
[8] Al
empleo por parte de estos historiadores cabría sumar el de otros autores que,
de alguna manera, escriben sobre hechos del pasado, como Varrón, Plinio el
Viejo o Aulo Gelio.
[9] Salustio emplea el sustantivo industria en catorce ocasiones (incluidas aquellas que aparecen en las cartas espurias dirigidas a César), a las que cabe sumar un único caso del adjetivo correspondiente, industrius.
[10] Sirvan de ejemplo trabajos clásicos como el de
Rambaud (1946), Giancotti (1971) o Tiffou (1973), entre otros muchos.
[11] Sall. Iug.
1.
[12] Animus incorruptus, aeternus, rector humani generis agit atque habet
cuncta neque ipse habetur (Sall. Iug. 2).
[13] Cf. Earl (1959: 156): “For Sallust virtus
consists precisely in winning gloria
by the use of ingenium to commit egregia facinora”. O también Earl (1961: 28), donde se define la virtus como “the functioning of ingenium to achieve egregia facinora, and thus to win gloria through bonae artes”.
[14] Cf. Earl (1961: 12): “industria was for Sallust one of
the qualities most lacking in the Rome of his day; it is one of the most
important factors in the striving for gloria
which is man’s proper aim (e. g. B. J.
1.2 and 4) and its absence is closely allied with the rise of the vices
connected with ambitio and avaritia (e. g. B. C. 53.5). Cicero’s dictum ‘ingenium industria alitur’ (Pro Cael. 19.45) fits well Sallust’s
view of the matter”.
[15] Cf. Sall. Iug. 4: Ceterum ex aliis
negotiis, quae ingenio exercentur, in primis magno usui est memoria rerum
gestarum.
[16] Cf. Sall. Cat.
3.
[17] Cic. Planc.
66: clarorum virorum atque magnorum
non minus otii quam negotii rationem extare oportere (Cic. pro Planc.
66). Cf. Miller (2015: 247).
[18] Iust., praef.:
Sufficit enim mihi in tempore iudicium tuum: apud posteros, cum obtrectationis
inuidia decesserit, industriae testimonium habituro.
[19] Cf. Smalley (1971: 168): “Sallust alone of
ancient historians survived that reduction of school texts which marked the
decline of culture in the late empire in the West. He owed his
survival, I suppose, to his brevity, to his pithiness, to his moralism”.
[20] Cf. Fryde (1983: 6): “Bruni’s conception of
how history might be written was also much influenced by Sallust, a writer
known to many medieval historians. Bruni’s ideological assumptions were notably
clarified and sharpened by the reading of Bellum
Iugurthinum and Bellum Catilinae”.
O también La Penna (1968:
409-431), quien dedica un capítulo de su Sallustio
e la ‘rivoluzione’ romana precisamente al peso de Salustio en la
historiografía y en el pensamiento político de Bruni.
[21] Son
palabras de Tate (1970: 109). Esta evocación de Salustio es una constante en la
literatura hispana que aún perduraba en época de Quevedo, como recuerda el
propio Tate un poco más abajo, cuando cita un pasaje de La hora de todos en el que se refleja esa ausencia de historiadores
hispanos: “Servíase su valentía de ajenas plumas; tomaron para sí el obrar,
dejaron a los latinos el decir; en tanto que no supieron ser historiadores,
supieron merecerlos”.
[22] Sall. Cat.
8: Sed quia provenere ibi scriptorum magna ingenia, per terrarum orbem
Atheniensium facta pro maxumis celebrantur. […] At populo Romano numquam ea
copia fuit, quia prudentissumus quisque maxume negotiosus erat: ingenium nemo
sine corpore exercebat, optumus quisque facere quam dicere, sua ab aliis
benefacta laudari quam ipse aliorum narrare malebat.
[23] Cf.
Bruni, Epistolarum libri octo, pars
secunda (ed. L. Mehus 1741), p. 83-84: Illud etiam leve, quod Italicos
statim calamum arripere inquit, quod otiosi sint: Hispanos vero, quod regia
curia sint occupati, calamo vacare non posse. Quasi vero Itali non curiam
habeant Romanam multo certe maiorem, quam
sit regia, et infinitas publicarum privatarumque rerum occupationes. Nec
sane consentaneum est, ut in extremo mundi angulo plus humanarum occupationum
fit, quam in medio. Cf. Tate (1970: 81) y también Alvar Nuño (2018: 30-32).
[24] Caeterum nonnulli Hispanas res legere
dedignantur, eo ut puto errore ducti, quo nonnulli bonarum artium ac rerum
inexperti; quod in angulo mundi, ut aiunt, Hispania sita esse videatur;
contendunt atque extra orbem posita. Ut eorum verbis utar, ab orbis gloria
aliena videatur: longe aliter sapientes cosmographi sensere, qui orbem
descripturi; ab Hispania tanquam a principali orbis porta incepere (Sánchez de
Arévalo, Compendiosa historia Hispanica,
prologus).
[25] Ambos habían podido comprobar de primera mano
ese ambiente desdeñoso y altivo hacia los españoles tanto en el Concilio de
Basilea como más adelante, en su prolongada estancia en Roma.
[26] El
éxito de esta obra inconclusa de Emili queda de manifiesto por su pronta
traducción al francés, a cargo de Jean Regnart, en 1581, así como por el
interés que despertó entre varios historiadores en lengua latina, que
emprendieron la tarea de continuarla. Primero Daniele Zavarizzi, otro humanista
italiano que completó el libro X que Emili no tuvo tiempo de terminar y publicó
toda la obra en París en 1539. Más adelante, Le Ferron continuó la historia
hasta los tiempos de Enrique II (1547). A principios del siglo XVII, Jacob
Henricpetri prosiguió la narración hasta 1600.
[27] Nos decantamos por el proemio de la segunda
edición de 1554 porque contiene algunos pasajes añadidos por el propio Le
Ferron que no aparecían en la edición original de 1550 y que consideramos de
gran valor para nuestro análisis.
[28] El
proemio que Paolo Emili compone a su De
rebus gestis Francorum está lleno de referencias claramente salustianas.
Amén de alusiones explícitas a conceptos tales como la virtus, la fortuna o la libido, incide al principio del prefacio
en ese hermosísimo debate interrumpido durante siglos sobre qué es más
beneficioso para el hombre: que los grandes hombres lleven a cabo acciones
honrosas, o que escritores de reconocido prestigio perpetúen dichas acciones a
través del relato histórico: Pulcherrimum
enim certamen per multa secula intermissum
tandem repeteretur, ac utrum illustre opibus proceres sua aetate praeclara
facinora edendo an nobiles fide scriptores in omne tempus profutura memoriae
prodendo, plus utilitatis mortalibus afferant ambigeretur.
[29] Leonardo pasó los tres últimos años de su vida
en el castillo de Clos-Lucé, en Amboise, donde murió el 2 de mayo de 1519.
[30] La
expresión simulatores dissimulatores
constituye un claro eco del retrato de Catilina: cuius rei lubet simulator ac
dissimulator (Sall. Cat. 5).
[31] En
particular se observan paráfrasis y citas exactas del De oratore,
principalmente. También del Brutus,
del Pro Sexto Roscio e incluso de la Rhetorica ad Herennium, atribuida
desde la Antigüedad tardía a Cicerón y que circuló durante toda la Edad Media
junto con otras obras retóricas ciceronianas.