EL DISCURSO DE CÉSAR EN VESONTIO DE LA HISTORIA ROMANA
DE CASIO DIÓN: ASPECTOS LITERARIOS Y CULTURALES
CAESAR’S SPEECH AT VESONTIO IN THE
ROMAN HISTORY OF CASSIUS DIO: LITERARY AND CULTURAL ASPECTS
Miguel Ángel
Rodríguez Horrillo
Resumen:
El discurso de César en Vesontio que Casio Dión recoge en su obra ha sido
analizado habitualmente desde una perspectiva estrictamente legal o desde el
análisis de fuentes, lo que ha hecho que los rasgos tucidídeos que presenta
hayan sido minusvalorados o, incluso considerados como meros recursos sin
intención clara. En este artículo se propone un examen de esos rasgos desde
una perspectiva literaria, a fin de insertar su composición en el marco de la
elaboración literaria propia de la historiografía imperial. Con ello se pone
en duda la supuesta imagen negativa de César en la obra de Casio Dión
propuesta recientemente, y el discurso cobra sentido dentro de la imagen
general del personaje en la Historia
romana. Abstract: Julius Caesar’s Speech at Vesontio in Dio’s Roman history was usually analysed
from a legal perspective and under the rigor of the Quellenforschung.
These approaches undervalued the Thucydidean reminiscences, which became mere
rhetorical traits without special signification. In this paper is proposed a
re-examination of the Thucydidean imitation, in order to interpret it in the
literary processes of Imperial literature. This perspective undermines the
negative interpretation of Caesar that recently was attributed to Cassius
Dio, and the speech makes sense in the global design of the character in the Roman history. |
Palabras
clave: Casio Dión, Julio César,
discursos, Vesontio, Tucídides, mímesis.
Keywords: Cassius Dio, Caesar, Speeches, Vesontio, Thucydides, mimesis.
Fecha de recepción: 2 de febrero de 2021
Fecha de aceptación: 8 de marzo de 2021
1. Introducción[*]
L |
a Historia
romana de Casio Dión pertenece a un grupo de obras de grandes dimensiones —incluso
en su estado fragmentario— cuyo análisis total, sobre todo en el plano más
puramente literario es, todavía hoy, una cuenta pendiente. Aunque no son pocas
las interpretaciones parciales que han contribuido a construir el camino hacia
una visión completa de la obra, no tenemos una interpretación global que dé
cuenta de toda su riqueza, tanto en el plano conceptual como en el más
puramente literario.[2]
Los últimos años han visto no pocos avances en la comprensión profunda de la obra que nos ocupa: estudios de conjunto y una nueva edición en curso de publicación invitan a revisar algunas de las aproximaciones a la Historia romana y, en concreto, uno de los aspectos omnipresentes en el estudio de la obra de Casio Dión, pero en el que todavía hay no pocas cuestiones por abordar, como es el de la elaboración literaria.[3] Desde el importante estudio de Eduard Schwartz, que veía en la obra de Casio Dión fenómenos de imitación literaria que implicaban una actualización de las cuestiones metodológicas,[4] hasta consideraciones que separaban clasicismo y metodología,[5] no es mucho lo que se ha avanzado en la comprensión del arte historiográfico de la Historia romana.
Nuestro objetivo pasa por tratar de aunar
ambas perspectivas, la meramente conceptual y política y la formal o literaria,
y se centrará para ello en una sección realmente compleja y rica de la obra,
como es la amplia narración del paso de la República al poder unipersonal de
Augusto y, en concreto, el tratamiento de la figura de Julio César a partir del
discurso pronunciado con motivo del motín de Vesontio. A lo largo de diferentes
libros, Casio Dión traza un retrato del personaje que ha causado no pocas
dificultades a los estudiosos. El hecho de que dispongamos de una obra tan icónica
como los Comentarios a la guerra de las
Galias de Julio César ha propiciado que el estudio de las fuentes haya sido
una de las perspectivas habituales a la hora de analizar esta sección,[6] combinada con el estudio de
los vericuetos constitucionales y legales que rodearon el ascenso de Julio
César. Sin embargo, la imitación de Tucídides en algunas secciones de esta
narración, y las implicaciones no solo literarias, sino también culturales,[7] que este hecho puede tener,
invitan a revisar nuestra comprensión de algunos de los momentos más destacados
de esa narración. Como decimos, no se trata tanto de desechar interpretaciones
anteriores de los aspectos políticos y constitucionales, como de complementar,
desde una perspectiva literaria, esas interpretaciones.
2. El Clasicismo literario y la imitación
del pasado
La imitación por parte de Casio Dión de Tucídides[8]
es un hecho que los estudiosos han señalado ya desde el siglo XIX: desde las
tesis de Kyhnitzsch y Litsch hasta el estudio pionero de Millar y las
reflexiones de Flach,[9] la presencia de expresiones,
ideas y léxico tucidídeo ha sido algo señalado por los diferentes estudios de
la obra, pero con connotaciones no del todo positivas, o al menos no del todo
consecuentes con la riqueza que esos indicios podían esconder.[10] La imagen que Millar
construyó en su estudio de 1964 de un historiador con inquietudes retóricas,[11] pero sin un proyecto total
y una concepción única de la interpretación historiográfica de los
acontecimientos,[12] es un
acercamiento que, gracias a los estudios de los últimos años, ha comenzado a
sentirse como insuficiente. En este sentido, la elaboración literaria de la
obra puede empezar a clarificarse gracias al paulatino abandono del no
demasiado productivo análisis de fuentes y, sobre todo, a nuestra mejor
comprensión de los fenómenos de imitación literaria que caracterizaron a la
literatura imperial y, en concreto, a la historiografía.[13]
Casio Dión es un buen representante de la
tendencia a recuperar como modelos a los grandes autores clásicos,[14] y ese proceso de
μελέτη[15] literaria conlleva no solo la simple
reutilización casi quirúrgica de frases o expresiones clásicas –en este caso de
la obra del historiador ateniense-,[16]
sino la creación de todo un marco de reminiscencias e ideas que se
actualizan conforme a lo narrado,[17] y que entroncan el lejano e
idealizado pasado griego con las nuevas circunstancias romanas.[18]
Este hecho, admitido en autores como
Josefo, Dionisio de Halicarnaso o Arriano, no ha sido tenido en cuenta en el
estudio de la Historia romana con la
suficiente intensidad,[19] y por ello creemos
necesario abordar desde una perspectiva diferente las escenas relativas a Julio
César, en concreto el discurso que Casio Dión elabora con motivo del motín en
Vesontio[20] y su interpretación en
perspectiva con las reflexiones que abren el libro cuarenta y cuatro, en el
previo del asesinato de Julio César. Podemos adelantar que la figura alusiva
que se encuentra detrás de todo ello es la de Pericles, en su papel de primer ciudadano
del régimen democrático ateniense, un procedimiento que, como veremos, Casio
Dión usa de manera continuada en su obra.
3. El discurso con motivo del motín de
Vesontio (D.C. 38.36-46)
Los paralelos tucidídeos en este discurso han sido objeto de atención desde
la tesis de Kyhntzsch, quien reunió no pocos pasajes tomados de diferentes
partes de la obra tucidídea,[21] sin que hubiera gran
coherencia en esa selección, como ocurría, por otra parte, con los supuestos paralelos
demosténicos señalados por Vlachos.[22]
Los estudios posteriores sobre el discurso, notablemente de Gabba,[23] Hagendahl,[24] Millar,[25]
Stekelenburg[26] y Hose,[27]
abrieron la puerta a comprender que todo un diseño ideológico se escondía en
aquellas partes en que tradicionalmente se habían visto meros juegos retóricos
por parte de Casio Dión.[28] Sin embargo, creemos que no
se ha conseguido dar una interpretación armoniosa a este discurso, evitando
crear una contradicción interna en la obra de Casio Dión. Ver en este discurso
una imagen abiertamente negativa de Julio César es algo que difícilmente puede
encajar con las valoraciones positivas que el historiador hace en el previo de
los Idus de marzo.[29] Esta incongruencia, que a
nuestro entender tiene su origen tanto en el estudio de fuentes como en el
excesivo rigor que, en ocasiones, se ha aplicado al estudio del plano
ideológico de la obra –no en vano Casio Dión es mayoritariamente campo de
trabajo de historiadores y no de filólogos–, se ve reforzada por la poca atención
brindada al plano formal. El discurso tiene todavía una dimensión por analizar,
que corresponde con el sentido que adquieren las reminiscencias tucidídeas
presentes en el mismo, tal y como corresponde a un ejercicio retórico
clasicista. Por ello, creemos que la opción más justa se sitúa, gracias a lo
que hoy sabemos del funcionamiento de este tipo de elaboraciones literarias, en
un equilibrio entre el empleo de expresiones tomadas de Tucídides, las
referencias a la realidad narrada, y el juego entre pasado y presente que todo
ello crea.[30] No se trata, por tanto, de
localizar sintagmas comunes a uno y otro autor, sino de la existencia de ideas
y conceptos que provoquen en el lector el recuerdo de una imagen, personaje o
escena del legado clásico, y su actualización en un nuevo contexto y con unos
objetivos que se insertan dentro de los de la obra.
El material que nos interesa se concentra,
principalmente, en la primera parte del discurso, dado que hay una tendencia a
que los discursos de Casio Dión se dividan en una sección inicial, más general
y colmada supuestamente de lugares comunes, y una segunda sección centrada en
la realidad del momento narrativo abordado.[31]
A nuestro entender, y separándonos en ello de anteriores propuestas, la
imitación de Tucídides en esta sección se centra principalmente en una parte
concreta de la Historia de la guerra del
Peloponeso, que es como realmente esperaríamos que se desarrollara un
proceso de μελέτη
literaria propio del momento,[32] y esa parte no es otra que
el último discurso de Pericles en el libro segundo,[33]
que condensa algunas de las claves no solo de la concepción imperialista de
Tucídides-Pericles, sino de la gestión del poder y la guerra por parte de
Pericles.[34] Cuatro son las ideas clave,
de tono tucidídeo, que reaparecen en el discurso de Julio César, y que
refuerzan ese tono estilístico propio del historiador ateniense ya aventurado
por los estudiosos: la concepción del imperio como una realidad irrenunciable;
la virtud y arrojo de los antepasados; la necesidad de aumentar lo heredado y
la tensión entre lo individual y lo colectivo.
En el ideario que Tucídides desarrolla a
lo largo de su obra, y que encuentra acomodo en los discursos pericleos,
desempeña un papel importante la idea de que el imperio es algo irrenunciable,
y que su pérdida puede acarrear el desastre para aquellos que lo ejercen.[35] Es en un crudo pasaje del
último discurso de Pericles en el que se hacen afirmaciones como las
siguientes:[36]
μηδὲ νομίσαι
περὶ ἑνὸς
μόνου,
δουλείας ἀντ' ἐλευθερίας,
ἀγωνίζεσθαι, ἀλλὰ
καὶ ἀρχῆς
στερήσεως καὶ
κινδύνου ὧν ἐν
τῇ ἀρχῇ ἀπήχθεσθε.
ἧς οὐδ' ἐκστῆναι
ἔτι ὑμῖν ἔστιν,
εἴ τις καὶ τόδε ἐν
τῷ παρόντι
δεδιὼς ἀπραγμοσύνῃ
ἀνδραγαθίζεται·
ὡς τυραννίδα γὰρ
ἤδη ἔχετε αὐτήν,
ἣν λαβεῖν μὲν ἄδικον
δοκεῖ εἶναι, ἀφεῖναι
δὲ ἐπικίνδυνον.
τάχιστ' ἄν τε
πόλιν οἱ τοιοῦτοι
ἑτέρους τε
πείσαντες ἀπολέσειαν
καὶ εἴ που ἐπὶ
σφῶν αὐτῶν αὐτόνομοι
οἰκήσειαν· (Th. 2.63.1-3).
No penséis que luchamos por una sola cosa, esclavitud o libertad, sino que
también está en juego la pérdida de un imperio y el riesgo de sufrir los odios
que habéis suscitado en el ejercicio del poder. Y a este imperio ya no es
posible renunciar, si es que alguien, debido a su miedo en la presente
situación o a su deseo de tranquilidad, pretende hacer el papel de hombre bueno
a este respecto. Este imperio que poseéis ya es como una tiranía: conseguirla
parece ser una injusticia, pero abandonarla constituye un peligro. Ciudadanos
como éstos arruinarían rapidísimamente el Estado en caso de llegar a persuadir
a los otros, o si se establecieran en alguna parte gobernándose por su propia
cuenta (Trad. J. J. Torres Esbarranch).
Esta idea se desarrolla a lo largo de todo
el capítulo 39 del discurso de César, sin que realmente tenga una conexión
clara con los acontecimientos que están teniendo lugar en ese momento:
οὐδὲ γὰρ οὐδ' ἀπ'
ἴσης ἡμῖν τε καὶ
τοῖς ἄλλοις τοῖς
μηδὲν τῶν ὁμοίων
κεκτημένοις
βουλευτέον ἐστίν.
ἐκείνοις μὲν γὰρ
ἐξαρκεῖ ῥᾳστωνεύειν
καὶ μετὰ ἀσφαλείας
ἄλλοις ὑποπεπτωκέναι,
ἡμῖν δ' ἀναγκαῖόν
ἐστι καὶ πονεῖν
καὶ
στρατεύεσθαι
καὶ μετὰ
κινδύνων τὴν
παροῦσαν εὐδαιμονίαν
φυλάττειν.
πολλοί [τε] γὰρ ἐπιβουλεύουσιν
αὐτῇ· πᾶν γὰρ τὸ
ὑπεραῖρόν
τινας καὶ ζηλοῦται
καὶ φθονεῖται,
κἀκ τούτου
πόλεμος ἀίδιός
ἐστιν ἅπασι τοῖς
καταδεεστέροις
πρὸς τοὺς ἔν
τινι αὐτῶν ὑπερέχοντας.
ἢ οὖν ἀπὸ πρώτης
ἐχρῆν μηδὲν
διαφερόντως ἡμᾶς
τῶν ἄλλων ἀνθρώπων
ηὐξῆσθαι· ἢ ἐπείπερ
τηλικοῦτοι
γεγόναμεν καὶ
τοσαῦτα
κεκτήμεθα,
πέπρωταί τε ἢ ἄρχειν
τῶν ἄλλων ἐγκρατῶς
ἢ καὶ αὐτοὺς
παντελῶς ἀπολέσθαι
(τοῖς γὰρ ἔς τε ἀξίωμα
τοσοῦτον καὶ ἐς
δύναμιν
τηλικαύτην
προκεχωρηκόσιν
ἀδύνατόν ἐστιν
ἀκινδύνως ἰδιωτεῦσαι)
πειθώμεθα τῇ
τύχῃ, μηδὲ ἑκοῦσαν
αὐτὴν καὶ αὐτεπάγγελτον
τοῖς τε
πατράσιν ἡμῶν ὑπάρξασαν
καὶ ἡμῖν
παραμένουσαν ἀπωσώμεθα.
ἔσται δὲ τοῦτο
οὐκ ἂν τὰ ὅπλα ῥίψωμεν,
οὐδ' ἂν τὰς
τάξεις ἐκλίπωμεν,
οὐδ' ἂν διὰ κενῆς
οἴκοι
καθώμεθα ἢ καὶ
παρὰ τοῖς
συμμάχοις
πλανώμεθα, ἀλλὰ
ἂν τά τε ὅπλα διὰ
χειρὸς ἀεὶ ἔχωμεν
(οὕτω γὰρ μόνως
εἰρήνη
σώζεται) καὶ τὰ ἔργα
τοῦ πολέμου διὰ
κινδύνων ἀσκῶμεν
(οὕτω γὰρ μόνως
οὐκ ἀεὶ πολεμήσομεν), τοῖς τε δεομένοις τῶν συμμάχων ἀπροφασίστως ἐπικουρῶμεν (οὕτω γὰρ πολὺ πλείους ἕξομεν) καὶ τοῖς ἀεί τι παρακινοῦσι τῶν πολεμίων μὴ ἐπιτρέπωμεν (οὕτω γὰρ οὐδεὶς ἔθ' ἡμᾶς ἀδικεῖν
ἐθελήσει) (D.C. 38.39.1-5).
Pues ni siquiera debemos deliberar en pie de igualdad con los demás, cuya
posición no es similar a la nuestra. A ellos les basta una vida cómoda en la
que buscar su seguridad al amparo de otros, pero nosotros hemos de esforzarnos,
de guerrear y de conservar a costa de riesgos nuestra actual prosperidad.
Contra ella conspiran muchos. Porque todo lo que encumbra a alguien es objeto
de envidia y de celo, y en razón de ello cuantos están en situación de
inferioridad sostienen una guerra interminable con quienes les aventajan en
algo. Consiguientemente, o bien habría sido necesario que desde el principio no
asumiésemos un crecimiento superior al de los demás hombres o bien –ya que
hemos ascendido hasta tamaña altura y adquirido tan grandes dimensiones, ya que
nos ha sido asignado gobernar con energía a los demás o presenciar nuestra
total destrucción (pues quienes han alcanzado un prestigio y un poder tan
elevados no pueden desentenderse impunemente del ejercicio del mando)- debemos
obedecer a la fortuna y, dado que por sí sola y sin hacerse llamar asistió a
nuestros padres y permanece también a nuestro lado, no darle la espalda. Lo
cual tendrá lugar a costa de que no arrojemos las armas ni abandonemos las
filas, de que no permanezcamos en casa guardando un estéril reposo ni nos
limitemos a errar por las tierras de los aliados, sino que mantengamos siempre
las armas en alto (que es la única manera de salvaguardar la paz), nos
arriesguemos a poner en práctica operaciones de guerra (único procedimiento
para no vernos embarcados en continuas guerras), ayudemos sin replicar a los
aliados que lo soliciten (con lo que adquiriremos muchos más) y no cedamos ante
aquellos enemigos que siempre están tramando algo (y así nadie querrá ya
afrentarnos) (Trad. J. M. Candau).
Es cierto que, como planteamiento
político, resulta difícil encajar en este contexto una realidad como la
planteada en otro tiempo por Pericles: nada, aunque en ocasiones el ingenio de
la crítica haya sido muy hábil, hace pensar que la expansión romana en este
instante pueda cifrarse en una situación tan trascendental como la planteada
por Pericles,[37] y menos que el contexto
adecuado para presentarlo sea este momento concreto del ascenso al poder de
Julio César: en apariencia, fallan los principios más básicos de adecuación del
discurso al actor y al momento.[38] A nuestro entender estamos
ante un elemento que cobrará sentido, como el resto, dentro de un diseño total
del personaje, que buscará las conexiones entre uno y otro estadista.[39]
Un tema particularmente recurrente en la
oratoria bélica en general que también aparecía en el último discurso de
Pericles es el relativo al arrojo e implicación de los antepasados en la
expansión del imperio. César lo aborda a lo largo de dos capítulos de este
discurso:
λέγετε τοίνυν
αὐτοῖς ὅτι οἱ
πρόγονοι ἡμῶν
οὐκ οἴκοι
μένοντες, οὐδὲ
τὰς στρατείας ὀκνοῦντες,
οὐδὲ τοὺς πολέμους
φεύγοντες, οὐδὲ
τὰς ῥᾳθυμίας
διώκοντες
τηλικαύτην τὴν
πόλιν ἐποίησαν,
ἀλλὰ ταῖς
γνώμαις πάντα
τὰ προσήκοντα
προχείρως τολμῶντες
καὶ τοῖς
σώμασι πάντα τὰ
ἀρέσαντα
προθύμως ἐκπονοῦντες,
καὶ τὰ μὲν ἴδια
ὡς ἀλλότρια ἀεί
ποτε
παραβαλλόμενοι,
τὰ δὲ δὴ τῶν πέλας
ὡς καὶ οἰκεῖα ἑτοίμως
κτώμενοι, καὶ
μήτε εὐδαιμονίαν
ἄλλο τι ἢ τὸ τὰ
δέοντα
πράττειν
νομίζοντες,
μήτε δυστυχίαν
ἄλλο τι ἢ τὸ
μετ' ἀπραξίας ἡσυχάζειν
ἡγούμενοι (D.C. 38.37.3-4).
Decidles, por tanto, que no fue quedándose en casa, ni con indecisiones ante
las salidas militares, ni huyendo de las guerras, ni espoleados por la
indolencia como nuestros antepasados hicieron de su ciudad la que es hoy, sino
con ánimo pronto y dispuesto ante toda exigencia del deber, con cuerpos
celosamente entregados a poner en práctica cualquier resolución, con una
mentalidad hecha a exponer los intereses propios como si fuesen ajenos y a
guardar los del vecino como propios, con un espíritu que reputaba afortunado a
quien cumple sus obligaciones y veían una forma de infortunio en el ocio y la inacción. (Trad. J. M.
Candau).
καὶ αὐτοὺς καὶ
οἱ μετὰ ταῦτα Ῥωμαῖοι
οἵ τε πατέρες ἡμῶν
ζηλώσαντες οὐκ
ἠρκέσθησαν τοῖς
παροῦσιν, οὐδ' ἠγάπησαν
οἷς παρέλαβον, ἀλλ'
ὄλεθρον μὲν αὑτῶν
σαφῆ τὴν ῥᾳστώνην
σωτηρίαν δὲ ἀκριβῆ
τὴν
ταλαιπωρίαν νομίσαντες
εἶναι, καὶ
φοβηθέντες μὲν
μὴ μείναντα αὐτὰ
ἐφ' ἑαυτὰ
κατατριφθείη
καὶ
καταγηράσειεν,
αἰσχυνθέντες
δὲ εἰ τοσαῦτα
παραδεξάμενοι
μηδὲν ἐπικτήσαιντο,
πολλῷ πλείω καὶ
μείζω
προσκατειργάσαντο
[…] (D.C. 38.38.1).
Con ellos rivalizaron los romanos que les sucedieron y nuestros
antepasados, a quienes ni bastó lo que tenían ni satisfizo lo que heredaron,
sino, en la idea de que la indolencia cifraba con claridad su destrucción y el
esfuerzo con certeza su salvación, bajo el temor de que si dejaban la situación
abandonada a sí misma ella sola se desmoronase y decayese y ante el bochorno
que significaba no adquirir nada después de recibir tanto, ampliaron y
engrandecieron considerablemente sus posesiones (Trad. J. M. Candau).
ἀλλ' οὔτε ἐκεῖνοι
πρό τε τῆς δόξης
καὶ πρὸ τοῦ
μεγέθους τῆς ἀρχῆς
ἀργεῖν τε ἀκλεῶς
καὶ πλουτεῖν ἀδεῶς
εἵλοντο, οὔτ' αὐτῶν
ἡμῶν οἱ
πρεσβύτεροι οἱ
καὶ νῦν ἔτ' ὄντες,
ἀλλ' ἅτε εὖ εἰδότες
ὅτι διὰ [τε] τῶν
αὐτῶν ἐπιτηδευμάτων
καὶ κτᾶται τὰ ἀγαθὰ
καὶ σώζεται,
πολλὰ μὲν ἐβεβαιώσαντο
τῶν προϋπαρχόντων,
πολλὰ δὲ καὶ
προσεκτήσαντο
(D.C. 38.38.3).
Pero ni la fama ni la posesión de un magno imperio les indujo a elegir una
quietud sin gloria y una riqueza sin temor –elección que también rechazaron
nuestros propios mayores, ancianos que aún viven-; al contrario, con plena
conciencia de que los bienes se conservan mediante la misma conducta que llevó
a adquirirlos, aseguraron mucho de lo que tenían y adquirieron mucho más (Trad.
J. M. Candau).
Es interesante destacar que estos dos
pasajes no son consecutivos, dado que Casio Dión los dispuso rodeando una
sección evidentemente romana,[40] con un listado de los
lugares sometidos por Roma: de esta manera, y en una dinámica que se repite a
lo largo del discurso, lo griego y lo romano se enlazan para favorecer todavía
más esa actualización de los contenidos dentro de la elaboración de la escena:
las ideas son griegas, pero se reinterpretan para definir el modus operandi de los romanos, como
preámbulo de los lugares sometidos por Roma. Esta sección es también una
reelaboración de motivos de raigambre tucidídea, en este caso tomados del
discurso de los corintios en la asamblea del libro primero:
καὶ μὴν καὶ ἄοκνοι
πρὸς ὑμᾶς
μελλητὰς καὶ ἀποδημηταὶ
πρὸς ἐνδημοτάτους·
οἴονται γὰρ οἱ
μὲν τῇ ἀπουσίᾳ ἄν
τι κτᾶσθαι, ὑμεῖς
δὲ τῷ ἐπελθεῖν
καὶ τὰ ἑτοῖμα ἂν
βλάψαι. κρατοῦντές
τε τῶν ἐχθρῶν ἐπὶ
πλεῖστον ἐξέρχονται
καὶ νικώμενοι ἐπ'
ἐλάχιστον ἀναπίπτουσιν.
ἔτι δὲ τοῖς μὲν
σώμασιν ἀλλοτριωτάτοις
ὑπὲρ τῆς
πόλεως χρῶνται,
τῇ δὲ γνώμῃ οἰκειοτάτῃ
ἐς τὸ πράσσειν
τι ὑπὲρ αὐτῆς.
καὶ ἃ μὲν ἂν ἐπινοήσαντες
μὴ ἐπεξέλθωσιν,
οἰκείων
στέρεσθαι ἡγοῦνται,
ἃ δ' ἂν ἐπελθόντες
κτήσωνται, ὀλίγα
πρὸς τὰ
μέλλοντα τυχεῖν
πράξαντες. ἢν δ' ἄρα
του καὶ πείρᾳ
σφαλῶσιν, ἀντελπίσαντες
ἄλλα ἐπλήρωσαν
τὴν χρείαν·
μόνοι γὰρ ἔχουσί
τε ὁμοίως καὶ ἐλπίζουσιν
ἃ ἂν ἐπινοήσωσι
διὰ τὸ ταχεῖαν
τὴν ἐπιχείρησιν
ποιεῖσθαι ὧν ἂν
γνῶσιν. καὶ ταῦτα
μετὰ πόνων
πάντα καὶ
κινδύνων δι' ὅλου
τοῦ αἰῶνος
μοχθοῦσι, καὶ ἀπολαύουσιν
ἐλάχιστα τῶν ὑπαρχόντων
διὰ τὸ αἰεὶ κτᾶσθαι
καὶ μήτε ἑορτὴν
ἄλλο τι ἡγεῖσθαι
ἢ τὸ τὰ δέοντα
πρᾶξαι
ξυμφοράν τε οὐχ
ἧσσον ἡσυχίαν ἀπράγμονα
ἢ ἀσχολίαν ἐπίπονον·
(Th. 1.70.4-8).
Ellos son decididos y vosotros vacilantes, y son aficionados a salir de su
país, mientras que vosotros estáis apegados a la tierra: ellos creen que con su
ausencia pueden lograr alguna ganancia, y vosotros que con una expedición
perderíais incluso lo que ya tenéis. Cuando vencen al enemigo, avanzan lo más
posible; vencidos, son los que menos retroceden. Y entregan sus cuerpos al
servicio de su patria como si no fueran suyos, mientras que disponen de la
absoluta propiedad de su mente, también para actuar en su servicio. Si no
alcanzan el objetivo previsto, piensan que han perdido algo propio, pero cuando
en una expedición consiguen la propiedad de algún territorio, lo consideran un
pequeño logro en comparación con lo que esperan obtener en el futuro; y si
fracasan en alguna tentativa, compensan su frustración con nuevas esperanzas,
pues son los únicos para quienes tener y esperar lo que se han propuesto es la
misma cosa gracias a la rapidez con la que ejecutan sus proyectos. En todo este
quehacer se afanan durante toda su vida en medio de dificultades y peligros, y
disfrutan muy poco de lo que tienen debido a que siempre siguen adquiriendo y a
que consideran que no hay otra fiesta que la del cumplimiento del deber, y que
una tranquilidad ociosa es mayor adversidad que una actividad en medio de
dificultades. (Trad. J. J. Torres Esbarranch).
Si bien no se trata de unas palabras
pronunciadas por Pericles,[41] su recuperación encaja bien
en la estructura que Casio Dión plantea para la figura de César: se trata de
una definición de los romanos que los convierte en nuevos atenienses, dando a
César-Pericles unos interlocutores adecuados para el mantenimiento de la imagen
y su solvencia. Con ello la definición del estadista en este discurso refuerza
su conexión con la figura de Pericles: de la misma manera que Pericles manejaba
un pueblo de individuos osados, César cuenta con los mismos modelos para
manejar a sus soldados, con lo que la imagen gana fuerza literaria.[42]
Un tercer argumento que será clave en el
diseño de la μελέτη
literaria es el que opone al individuo y sus intereses y la colectividad; no en
vano Dionisio de Halicarnaso analiza con detalle este argumento del discurso
tucidídeo,[43] lo que nos advierte de su
significación literaria. Es este un aspecto que, por razones obvias, marca gran
parte de la narrativa que traza el camino hacia la crisis final de la República
romana en la obra de Casio Dión. Es con César con quien tenemos, de manera más
evidente, esa tensión entre el interés individual y el colectivo, y de nuevo en
este discurso tenemos trazada la idea de que los destinos de la colectividad
están unidos de manera rotunda a los individuales:
ἰδίᾳ μὲν γὰρ οὐδ'
ἂν εἷς οὕτως εὖ
πράξειεν ὥστε
μὴ οὐ τῷ κοινῷ
πταίσαντι
συναπολέσθαι·
τὸ δὲ δημόσιον
εὐτυχοῦν
πάσας καὶ τὰς ἑκάστου
συμφορὰς ἀναφέρει.
(D.C. 38.36.8).
Porque nadie goza de una posición personal tan próspera como para no verse
arrastrado por el fracaso colectivo, mientras que todos los infortunios
individuales remontan cuando los asuntos públicos disfrutan de una situación
satisfactoria. (Trad. J. M. Candau)
Esta última idea –que como decimos ocupó
los desvelos de Dionisio de Halicarnaso- es la que seguramente está en el
origen del desarrollo literario que nos ocupa: la figura de César se construye
como contrapunto a otros personajes todavía, si se quiere, republicanos, y es
precisamente ese interés personal confundido cada vez más con el de la
colectividad lo que Casio Dión añade en su preámbulo de este discurso:[44]
καὶ ἐθρύλουν ὅτι
πόλεμον οὔτε
προσήκοντα οὔτε
ἐψηφισμένον
διὰ τὴν ἰδίαν
τοῦ Καίσαρος
φιλοτιμίαν ἀναιροῖντο
(D.C. 38.35.2).
Y murmuraban que emprendían una guerra no dictada por la conveniencia ni
decidida por voto, sino obediente tan solo a la ambición de César (Trad. J. M.
Candau).
Esa ambición personal es un aspecto que
tiene cierto recorrido en la obra de Casio Dión, particularmente en el cambio
de sistema constitucional en Roma. En el famoso debate entre Agripa y Mecenas,
es un elemento de gran importancia, y es ese quizá el escenario en el que
tenemos que interpretarlo, y no dentro de un debate legal más propio de Mommsen
y la moderna erudición que de los soldados de César o de los lectores de Casio
Dión.[45] Hay un factor fundamental
que parece haber pasado desapercibido, como es el hecho de que esta afirmación
no es un comentario autorial de Casio Dión, sino un juicio de los soldados de
César: por tanto, la percepción de César como dotado de
φιλοτιμία corresponde al juego
narrativo entre aquellos y este, y no a la relación autorial directa entre
Casio Dión y sus lectores. En este marco es muy difícil entender este discurso
como propio de un “mentiroso”, como defendía Burden-Strevens,[46] porque la verdad autorial
de Casio Dión está ausente de este pasaje. De igual manera, el hecho de que
este concepto desaparezca con la llegada del poder unipersonal a Roma, tal y
como señalaba Kuhn-Chen, hace que el valor de este concepto tenga en César una
significación realmente compleja, dado que la figura de este estadista podría
ser la primera en asumir de manera natural ese concepto, como ocurrirá con sus
sucesores en el gobierno de Roma.[47]
En
definitiva, las ideas que el historiador añade en la primera sección de este
discurso pueden ser parte de un ejercicio literario encaminado a convertir a
Julio César en un estadista de tono pericleo, un primer ciudadano cuya
φιλοτιμία personal entra en
colisión con un sistema, el republicano –o democrático en terminología de Dion
Casio- herido de muerte. No en vano el concepto de
φιλοτιμία tenía no poca
importancia en la obra de Tucídides:[48]
del obituario pericleo (Th. 2.65) nos lleva a la stasis corciriana (Th. 3.82)[49] y de allí a la caída de los
Cuatrocientos en el libro octavo (Th. 7.89.3). Ello dibuja un recorrido del
término a lo largo de escenas de gran predicamento literario en el estudio de
la obra de Tucídides[50] y –esto es lo importante-
de gran paralelo con la situación política inestable que Casio Dión está
presentando. Es interesante ver que Dionisio de Halicarnaso, al estudiar con
detenimiento este discurso, advertía de lo poco acertado del mismo,
precisamente por dibujar un Pericles demasiado pagado de sí mismo:
θαυμαστὸν γάρ,
εἰ Περικλῆς ὁ
μέγιστος τῶν
τότε ῥητόρων ἠγνόει
τοῦτο, ὃ μηδεὶς ἂν
τῶν ἐχόντων
μέτριον νοῦν ἠγνόησεν,
ὅτι πανταχῇ μὲν
οἱ μὴ
τεταμιευμένως ἐπαινοῦντες
τὰς ἑαυτῶν ἀρετὰς
ἐπαχθεῖς τοῖς ἀκούουσι
φαίνονται,
μάλιστα δ' ἐν τοῖς
πρὸς τὰ
δικαστήρια καὶ
τὰς ἐκκλησίας ἀγῶσιν,
ἐν οἷς γε δὴ μὴ
περὶ τιμῶν αὐτοῖς
ἐστιν ἀλλὰ περὶ
τιμωριῶν ὁ
κίνδυνος· τότε
γὰρ οὐκ ἐπαχθεῖς
μόνον εἰσὶν ἑτέροις,
ἀλλὰ καὶ
δυστυχεῖς ἑαυτοῖς
ἐκκαλούμενοι
τὸν παρὰ τῶν
πολλῶν φθόνον
(D.H., Th., 45.2).
Es increíble que Pericles, el mejor de los oradores de entonces, no
conociera lo que sabe todo el mundo que tiene un mínimo de inteligencia: que en
cualquier circunstancia los que no alaban con mesura las virtudes propias se
muestran odiosos a los oyentes, y mucho más los que lo hacen en los debates
ante los tribunales y en las asambleas, donde no se disputa por honores sino
que están en juego graves condenas. Pues entonces no solo se hacen odiosos a
los demás, sino desgraciados a sí mismos por atraerse el odio de la mayoría
(Trad. J. P. Oliver).
Dionisio llega a denominar a Pericles en
este discurso δημαγωγός,[51]
un personaje que puede acabar atrayendo la envidia de sus conciudadanos (D.H., Th. 45.4), precisamente lo que le
ocurrirá a César.[52] En definitiva, el sentido
completo de este discurso lo tendremos cuando el historiador valore el
significado de la muerte de César, en una tendencia muy habitual en una obra en
la que el ámbito de los discursos trasciende sus límites,[53]
y encuentra su culminación en los obituarios.[54]
4. Democracia, monarquía y el primer
ciudadano
El comienzo del libro cuarenta y cuatro arranca con aires de estabilidad en
Roma, pero con los presagios del asesinato de César.[55]
Es esta una etapa fundamental de nuestro recorrido por la imagen del estadista
romano a semejanza de la de Pericles. Para ello Casio Dión explota una de las
ideas más poderosas del retrato tucidídeo del ateniense, como es la del primer
ciudadano y la oposición entre la democracia como un mero nombre y la realidad
de los hechos como el gobierno del primer ciudadano:
δημοκρατία γὰρ
ὄνομα μὲν εὔσχημον
ἔχει καί τινα
καὶ ἰσομοιρίαν
πᾶσιν ἐκ τῆς ἰσονομίας
φέρειν δοκεῖ, ἐν
δὲ δὴ τοῖς ἔργοις
ἐλέγχεται μηδὲν
ὁμολογοῦσα τῷ
προσρήματι· καὶ
τοὐναντίον ἡ
μοναρχία δυσχερὲς
μὲν ἀκοῦσαι,
χρησιμώτατον δὲ
ἐμπολιτεύσασθαι
ἐστί. ῥᾷόν τε γὰρ
ἕνα τινὰ χρηστὸν
ἢ πολλοὺς εὑρεῖν
[…] ὥστ' εἴπερ ταῦτα
οὕτως ὅ τε Βροῦτος
ὁ Μᾶρκος καὶ ὁ
Κάσσιος ὁ
Γάιος ἐξελογίσαντο,
οὐκ ἄν ποτε τόν
τε προστάτην
καὶ τὸν
κηδεμόνα αὐτῆς
ἀπέκτειναν, οὐδ'
ἂν μυρίων αἴτιοι
κακῶν καὶ ἑαυτοῖς
καὶ τοῖς ἄλλοις
τοῖς τότε ἀνθρώποις
ἐγένοντο (D.C. 44.2.1 y 44.2.5).
Porque la democracia tiene un nombre ilustre y parece proporcionar a todos
cierta igualdad de derechos a partir de la igualdad ante la ley, pero en sus
hechos se pone de manifiesto que no coincide en absoluto con su nombre. La
palabra monarquía, por el contrario, resulta muy molesta al oído, pero es la
forma de gobierno que tiene más ventajas. Porque es más fácil encontrar un
hombre bueno que muchos […] De modo que si Marco Bruto y Gayo Casio se hubieran
parado a pensar esto, nunca habrían matado al jefe y protector de la ciudad, ni
se habrían hecho culpables de miles de desgracias para sí mismos y para los
demás hombres de entonces (trad. M. L. Puertas).
Una lectura de Tucídides, 2.65, permite
ver cómo las ideas fluyen de uno a otro retrato permitiendo explicar algunos de
los desajustes de la imagen de César en Casio Dión. A lo largo de toda la
sección relativa a César, la oposición ἔργα-λόγοι,
de resabio tucidídeo,[56] desempeña un
papel fundamental para resaltar esta tensión entre la apariencia y la realidad,[57] entre el desmantelamiento
del viejo sistema y la realidad del gobierno unipersonal.[58]
En definitiva, estamos ante lo que pudiera verse como una prolongación de la
famosa definición del gobierno de Pericles:
ἐγίγνετό τε
λόγῳ μὲν
δημοκρατία, ἔργῳ
δὲ ὑπὸ τοῦ
πρώτου ἀνδρὸς ἀρχή
(Thuc. 2.65.10).
Aquello era de nombre una democracia, pero, en realidad, un gobierno del
primer ciudadano (Trad. J. J. Torres Esbarranch)
Un punto de refuerzo para toda esta
construcción puede encontrarse en la adopción del término
δημοκρατία para referirse al
sistema republicano.[59] El estudio reciente de este
término por parte de M. Bellissime ha permitido constatar su amplio uso y
relativa estabilidad como término opuesto al empleado para referirse al poder
imperial, μοναρχία.[60] Es muy interesante la
observación de Bellissime respecto al doble sentido que parece presentar
δημοκρατία: por una parte
tiene todavía cierta fuerza su sentido clásico,[61]
mientras que además tenemos su empleo para referirse a la República romana.[62] Esta dualidad entre lo
general y lo específicamente romano es un buen punto de apoyo para entender los
objetivos de Casio Dión al redactar la primera parte del discurso que nos
ocupa, dado que permite reforzar las líneas literarias que unen a uno y otro
autor.
La complejidad narrativa que depara la
figura de Julio César, una suerte de preámbulo en términos constitucionales del
poder unipersonal de Augusto,[63] encuentra aquí
una interpretación imaginativa y que permite añadir algo de varietas a la habitual narración de los
contenidos. El reto era doble, dado que por una parte se tenían que hacer
evidentes las fuertes tensiones que generó la actuación de César[64] pero, por otra parte, el
final de esa actuación en términos narrativos era la llegada de Augusto al
poder y, si se quiere, el debate Agripa-Mecenas.[65]
La opción desarrollada por Casio Dión, una sutil μελέτη literaria, en línea con lo esperado en
una obra de tonos clasicistas, conjuga bien esas tensiones entre lo colectivo y
lo individual, la democracia –que es el término con el que Casio Dión se
refiere a la República- y la monarquía.[66]
Estamos ante la sección de la Historia
romana en que se inicia la transición hacia un modelo más biográfico de la
narración propio del periodo imperial,[67]
en la que el perfilado de los personajes se extiende a lo largo de la
narrativa,[68] como es el caso de los
textos que nos ocupan, creando juegos de reminiscencias a distancia que
favorecen el mantenimiento de cierta unidad en este complejo proceso narrativo.[69]
Para la comprensión total de este complejo
diseño es importante tener presente la ambivalente valoración que tuvo la
figura de Pericles en la Antigüedad.[70]
Esa tensión entre el tirano y el demócrata[71]
es algo que caracterizó el acercamiento antiguo al estadista ateniense y un
excelente punto de partida para comprender los paralelos que pudieron
percibirse entre la figura de Pericles y la de César. La imagen de Pericles
como el primer ciudadano y un estadista fundamental en la protección de Atenas
convivió en la Antigüedad con la comprensión de su figura como la de un tirano,
precisamente la misma dualidad que podría presentar la figura de César a ojos
de un lector de Casio Dión. Con ello, y dentro de esa elaboración clasicista
propia de la época, lo nuevo y lo viejo se unen para favorecer la comprensión
de una realidad compleja en muy diferentes planos.
De este modo, es interesante cómo el
planteamiento del historiador imperial recoge, a grandes rasgos, ideas y
conceptos de un autor clásico para solucionar, tanto en términos literarios
como conceptuales,[72] el dilema de generar una
narración ponderada del ascenso y muerte de César sin que ello suponga un
relato incómodo en términos políticos,[73]
y sin desnaturalizar la terminología política.[74]
Es, como señalaba Stekelenburg,[75] más una perspectiva moral
que histórica en sentido estricto, la que recorre el discurso que hemos
analizado.[76] Así, este se acomoda,
avanzando más allá del momento narrativo en que se inserta,[77]
en el diseño global de la modificación constitucional que supuso el ascenso de
Julio César, y permite dar respuesta a un interrogante no siempre abordado con
la profundidad debida por parte de los estudiosos de Casio Dión.
El paradigma del historiador senador, que
tan efectivo ha resultado para autores latinos, ha supuesto, dada su poca
flexibilidad, no pocos inconvenientes a la hora de valorar la obra de un autor
tan complejo como Casio Dión,[78] con juicios que hacen de
este autor un historiador a medio camino entre Tácito y Amiano.[79] Como decimos, es posible
observar valoraciones negativas de Julio César en estudios recientes que toman
como punto de partida el discurso de Vesontio, pero que no tienen en cuenta los
importantes capítulos iniciales del libro 44,[80]
que aportan cualquier cosa menos una visión abiertamente negativa del
personaje, cosa que ocurre también en las reflexiones posteriores a Farsalo.[81] Es esta falta de
coherencia,[82] que se repite en no pocos
acercamientos a la obra de Casio Dión, uno de los principales escollos a
superar en su interpretación, y encuentra su principal refuerzo en la óptica
fuertemente histórica que se ha aplicado al análisis de estas escenas. No en
vano, la tendencia reciente a ver en Casio Dión una visión hostil a la figura
de César se remonta, como recordaba Lindholmer,[83]
a los estudios sobre las fuentes de Casio Dión en la guerra de las galias de
Zecchini,[84] cuyas afirmaciones no son
admitidas de manera unánime por los estudiosos de Casio Dión. Con ello no
queremos decir que esos análisis sean intrínsecamente erróneos, sino que la
vertiente de elaboración literaria de las escenas aporta cierta continuidad en
el desarrollo de los personajes, algo que ya ha sido señalado para otras
secciones de la obra, quizá no tan mediatizadas por el análisis de los aspectos
políticos y de fuentes. Flach puso de relieve el interesante paralelo que se
establecía entre Septimio Severo y el Temístocles de Tucídides en pasajes como
el siguiente:[85]
ὅτι ὁ Σεουῆρος
δεινότατος ἦν
τό τε μέλλον ἀκριβῶς
προνοῆσαι καὶ
τὸ παρὸν ἀσφαλῶς
διοικῆσαι, καὶ
πᾶν μὲν τὸ
κεκρυμμένον ὡς
καὶ ἐμφανὲς ἐξευρεῖν,
πᾶν δὲ τὸ
δυσλόγιστον ὡς
καὶ ἁπλοῦν
διακρῖναι, πᾶν
δὲ τὸ
δυσδιάθετον ὡς
καὶ ῥᾷστον ἐξεργάσασθαι.
Exc. Val. 333 74 (73) 15, 1.
Que Severo era el más capaz en prever lo que iba a ocurrir con exactitud, y
en administrar la situación presente con seguridad, en dilucidar todo lo oculto como si fuera
patente, y en analizar lo intrincado como si fuera simple, y en ejecutar lo
inmanejable como si fuera sencillo.
Ἦν γὰρ ὁ
Θεμιστοκλῆς
βεβαιότατα δὴ
φύσεως ἰσχὺν
δηλώσας καὶ
διαφερόντως τι
ἐς αὐτὸ μᾶλλον ἑτέρου
ἄξιος
θαυμάσαι· οἰκείᾳ
γὰρ ξυνέσει καὶ
οὔτε προμαθὼν ἐς
αὐτὴν οὐδὲν οὔτ'
ἐπιμαθών, τῶν
τε παραχρῆμα
δι' ἐλαχίστης
βουλῆς
κράτιστος γνώμων
καὶ τῶν
μελλόντων ἐπὶ
πλεῖστον τοῦ
γενησομένου ἄριστος
εἰκαστής (Th. I 138, 3).
Temístocles, en efecto, era un hombre que mostraba de la forma más evidente
su talento natural, y en este aspecto especialmente más que en ningún otro era
digno de admiración; por su propia inteligencia, y sin necesidad de prepararla
o de desarrollarla con el estudio, daba la mejor resolución a los asuntos del
momento con la reflexión más rápida y respecto al futuro su visión era la de
más largo alcance. (Trad. J. J. Torres Esbarranch).
Este paralelo, al que podría sumarse el de
Aníbal (D.C. 13.54.1),[86] son buenos indicios de que
la elaboración literaria que proponemos para la figura de César puede hacerse
extensiva para otras partes de la obra, y encontrar apoyo además en la
afirmación que Focio hacía respecto a la obra de Casio Dión: ἐν
δέ γε ταῖς
δημηγορίαις ἄριστος
καὶ μιμητὴς
Θουκυδίδου, πλὴν
εἴ τι πρὸς τὸ
σαφέστερον ἀφορᾷ.
σχεδὸν δὲ κἀν
τοῖς ἄλλοις
Θουκυδίδης ἐστὶν
αὐτῷ ὁ κανών (Phot. Bibl. codex 71). La imitación de
Tucídides en los discursos del autor imperial es algo evidente, pero esa
segunda parte de la afirmación de Focio deja abierta la posibilidad a que en
otras secciones de la obra se puedan manifestar también imitaciones del
historiador ateniense, como puede ser el caso de los retratos que nos ocupan.
5. Conclusiones
El diálogo que se establece entre un autor imperial y otro de época clásica
nunca es inocente: si asumimos el papel que desempeñaba la literatura clásica
en la formación de estos hombres de letras y de Estado, rápidamente
comprenderemos que nos es posible juzgar esas reminiscencias como mero adorno
complementario de la composición literaria. En el imaginario colectivo obras
como las de Tucídides, o personajes como Pericles, eran más que simples
recursos, dado que estaban vinculados a conceptos, ideas y a formas de entender
la realidad que permitían, dentro de un juego complejo y erudito, el
acercamiento del presente y el pasado y su comprensión conjunta.
Es en este marco en el que cobran sentido,
casi como un fino hilo de telaraña, las diferentes referencias a la obra
tucidídea en el tratamiento de César. La compleja posición del estadista
romano, casi a medio camino entre la República y los nuevos tiempos, polémico
en sus actuaciones, pero fundamental para entender la llegada del poder
unipersonal, se corresponde fácilmente con la interpretación antigua de
Pericles, también visto como tirano o como demócrata, y con un control sobre
sus ciudadanos notable, aunque su final no fuera el esperado. Es este juego
entre la imagen ideal e idealizada de Pericles, y la pugna entre una y otra
imagen lo que permite a Dión Casio acercarse de una manera inteligente a la
figura de César, gracias al empleo del caudal literario heredado por la
historiografía imperial. De este modo, los recursos literarios se convierten en
un elemento más a la hora de construir el marco reflexivo de la obra, sin que
puedan ser dejados de lado a la hora de entender la visión que el historiador
tiene de los diferentes aspectos que narra, algo que evidentemente está muy
lejos del modo decimonónico de entender estas reminiscencias, y que abre no
pocas vías para reexaminar la producción historiográfica de la época.
En definitiva, y a modo de conclusión, los
aspectos meramente literarios de elaboración de la Historia romana suponen un elemento más en el proceso
interpretativo al que el autor somete los acontecimientos narrados en la obra,
complementando las dimensiones ideológicas y culturales. No siempre se ha
tenido en cuenta la distancia que separa esos acontecimientos del momento en
que Casio Dión redactó su obra, ni las implicaciones literarias que ello
conlleva. Tampoco se han tenido en cuenta los riesgos que supone aplicar a una
obra estudiada de manera fragmentaria patrones propios de otro tiempo y
autores, como pueden ser las cuestiones metodológicas, generando con ello interpretaciones
que permiten adjudicar a Casio Dión una imagen semejante a la de otros
historiadores, pero que privan al autor de su esencia propia: ni es Tucídides
ni es Tácito, es un autor con su propio contexto y aspiraciones. Creemos, por
tanto, que es necesario continuar con el análisis literario de obras como la Historia
Romana de Casio Dión, que todavía esperan un análisis total que nos permita
comprender no solo la complejidad de su obra, sino su lugar en la historia del
género historiográfico.
Miguel Ángel Rodríguez Horrillo
https://orcid.org/0000-0003-4865-6415
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[*] Estudio realizado en el marco
del proyecto JIUZ-2020-HUM-02.
1 El estudio
de Millar (1964) es, todavía hoy,
el único trabajo de conjunto debido a un solo autor, y sus conclusiones han
sido objeto de amplio debate. No obstante, en los últimos años hemos asistido a
una auténtica eclosión de estudios sobre la obra de Casio Dión, debidos a
equipos más o menos estables, como el importante volumen editado por Fromentin, Bertrand, Coltelloni-Trannoy,
Molin y Urso (2016),
o la serie de estudios recogidos en diferentes volúmenes de la colección
“Historiography of Rome and its Empire”, que iremos recogiendo a lo largo del
estudio, destacando el tomo debido a Burden-Strevens
(2020), en
cierta medida, punto de partida de alguna de nuestras consideraciones, aunque
no compartamos sus conclusiones completamente.
2 Resulta llamativo que estudios
recientes todavía remitan a las tesis de Litsch (1893) y Kyhnitzsch (1894) cuyas
perspectivas y objetivos están muy alejados de lo que hoy entendemos como
análisis literario. Cf. las reflexiones al respecto de Gotteland (2016: 379). A
modo de ejemplo, baste citar el reciente estudio de Burden-Strevens (2020:
29-30), que habla de que Casio Dión “chose to write his work in the archaising
dialect of Classical Athens”, o de que los tucidideísmos no son usos
conscientes sino fruto de su formación. Estas afirmaciones suponen un retroceso
respecto a lo que hoy sabemos de la literatura imperial. El mismo autor
(ibídem: 145) sí admite, no obstante, el uso deliberado de Cicerón, algo que
solo puede cobrar sentido si tenemos en cuenta el fuerte perfil histórico de la
obra de Burden-Strevens, que busca en el autor imperial aspectos nucleares de
la República romana. Mayor peso específico atribuido a los rasgos tucidídeos lo
podemos ver en Rich (2020: 70-85), en este caso desde un punto de vista
metodológico, pero cf. nota siguiente.
3 Cf. Schwartz (1959: 403) y,
más recientemente, Lintott (1997: 2499).
López Eire (2008: 118) señala que la imitación tucidídea no conlleva una
semejanza metodológica, dado –entre otros aspectos- el fuerte papel que
desempeña lo sobrenatural en Casio Dión, algo incompatible con el modelo
tucidídeo. Cf. recientemente Domingo Gygax
(2020: 37-53) para la irreligiosidad de Tucídides.
4 Flach (1972: 131). Cf. también
Aalders (1986: 294) quien veía, no obstante, poca profundidad en los
pronunciamientos de tono tucidídeo.
[6] Cf. un repaso de la fase
clásica de la Quellenforschung relativa al discurso en Hagendahl (1944: 31-35),
Christ (1974: 252-255), así como Columba (1902: 18), Schwartz (1959: 436-438) y
McDougall (1991: 616 y 628), quien parte de presupuestos metodológicos que no
compartimos, como el peso de las fuentes empleadas a la hora de valorar la
obra, o la posibilidad de aplicar un análisis mecánico a la narración que
permita detectar desviaciones respecto a una fuente única; una síntesis
reciente la ofrecen Lachenaud y Coudry (2011: XIV-XVII, y XLI-L). Hagendahl
(1944: 35) apuesta por paralelos con Suetonio, pero la cuestión es, a nuestro
entender, irresoluble con los textos a nuestra disposición. Cf. sobre todo el
estudio de Zecchini (1978), cuyas conclusiones no compartimos, pero cuya
agudeza en el análisis de los textos ha de ser tenida en cuenta.
[7] Para esta dimensión cf. Bowie (1970: 35-41), que, de manera
pionera puso de relieve esa vertiente cultural del fenómeno sofístico.
[8] Tomando como punto de partida
la afirmación de Focio, (Bibl. Codex 71): Ἔστι
δὲ τὴν φράσιν
μεγαλοπρεπῶς
τε καὶ εἰς ὄγκον
διεσκευασμένος,
ὅτι καὶ
μεγάλων ἔργων ἐννοίας
ἀπαγγέλλει. Ἀρχαϊκῶν
τε αὐτῷ
συντάξεων ὁ
λόγος μεστὸς
καὶ λέξεων πρεπουσῶν
μεγέθει,
περίοδοί τε
μετὰ
παρενθέσεων
παρατεταμέναι
καὶ ὑπερβατῶν
εὔκαιρος χρῆσις.
Ῥυθμός τε καὶ ἀναπαύσεις
εἰς ἐπιμέλειαν
ἠσκημένα διὰ τὸ
σαφὲς οὐκ ἔστι
τοῖς ἁπλῶς ἀναγινώσκουσιν
ἐμφανῆ. Ἐν δέ γε
ταῖς
δημηγορίαις, ἄριστος
καὶ μιμητὴς
Θουκυδίδου, πλὴν
εἴ τι πρὸς τὸ
σαφέστερον ἀφορᾷ.
Σχεδὸν δὲ κἂν
τοῖς ἄλλοις
Θουκυδίδης ἐστὶν
αὐτῷ ὁ κανών.
[9] Cf. Litsch (1893: 35-36), para la recuperación de pasajes de los
discursos de Pericles en el texto que nos ocupará. Kyhnitzsch (1894: 9-25)
analiza el discurso, pero simplemente para señalar usos léxicos compartidos con
Tucídides; Millar (1964: 42); Flach (1972: 130-131). Cf. también Hose (1994:
438-440).
[10] Cf. el juicio sobre el estilo
de Casio Dión de Schwartz (1959: 399), quien recordaba que escribía anales, no
historia; Cf. también la valoración negativa de Bleicken (1962: 44).
[11] Unas inquietudes no del todo exitosas, dado que Millar (1964, p.
28) consideraba la obra “not a literary work of the first rank.” Cf. también
Millar (1961: 15 y 22).
[12] Cf. e. g. Millar (1964: 45, 73
y 77).
[13] Cf. el preciso panorama de la retórica clasicista en el género
historiográfico presentado por López Eire (2008: 105-124).
[14] Casio Dión conocía, como correspondía a su nivel social,
relativamente bien la tradición literaria, no solo griega, sino también latina,
en este caso los historiadores principalmente; cf. Aalders (1986: 291-294).
Schwartz (1959: 431), señalaba la importancia de sus lecturas de los oradores y
Tucídides, a los que, a nuestro entender, habría que sumar la de los
tratadistas retóricos.
[15] Cf. Bompaire (1958: 82),
Reardon (1971: 9-11) y Whitmarsh (2001: 29, y también 46-89), para el carácter
dialéctico del concepto de Mímesis. Un buen panorama del aticismo con abundante
bibliografía en López Eire (1991: 63-69).
[16] Para esa idea de reinterpretación total, cf. Bertrand (2010: 72 y
76).
[17] Cf. Lasserre (1979: 140), “...une imitation
continue, le même modèle fournissant plusieurs idées que l’imitateur adapte à
son sujet et paraphrase de telle manière qu’il évite de donner l’impression
d’une simple copie.” Cf. también Levi (2010: 55).
[18] Burden-Stevens (2016: 193), afirmaba
respecto a los discursos: “Certain of them simply do not “sound” Roman, and
would seem more at home in the Athenian democracy than in the internecine
conflicts of the Late Republic.” Cf.
también Swan (1997: 2525).
[19] Como señalaba acertadamente Fromentin (2016a: 188-189).
[20] Son precisamente los discursos el lugar privilegiado de las obras
historiográficas para encontrar reminiscencias tucidídeas, cf. Fromentin y
Gotteland (2015: 22). Por lo demás, se trata de una arenga, clasificada como de
tipo uno, es decir, un discurso dirigido a los mandos antes del inicio del
combate, cf. D.C. 38. 37.1, el mismo tipo que presentaba César en su obra, cf.
Carmona Centeno, Harto Trujillo, Iglesias-Zoido y Villalba Álvarez (2008: 538,
549 y 552).
[21] Kyhnitsch (1894: 9-25). Cf. también Lintott (1997: 2500), y
recientemente Kemezis (2016: 248).
[22] Cf. Vlachos (1905: 102-106): en el listado abundan semejanzas de
todo punto banales, apoyadas en el empleo de expresiones de repertorio retórico
o comunes en la literatura griega. Alguna reminiscencia demosténica ven
Lachenaud y Coudry (2011: LXIII), si bien su acercamiento a este aspecto nos
parece más ponderado que los de sus predecesores.
[23] Cf. Gabba (1955: 301-311).
[24] Cf. Hagendahl
(1944: 6), para la defensa del discurso como una pieza muy elaborada.
[25] Cf. Millar (1964: 78), considera que los discursos se concentran
en los primeros dos tercios de la obra, y son una herramienta para el examen de
conceptos como la clemencia, las dinámicas de poder y la llegada del gobierno
unipersonal. Cf. también Millar (1961: 13-14).
[26]
Stekelenburg (1971: 155-156 [resumen en inglés]).
[27] Cf. Hose (1994: 367-373).
[28] Cf. no obstante Zecchini (1978: 30) para la consideración de los
aspectos psicológicos que dieron lugar al motín como meros lugares comunes. En
p. 35 llega a hablar de meras digresiones retóricas que se prolongan hasta el
capítulo cuarenta y uno. Cf. también las consideraciones generales acerca de
los discursos en Casio Dión de Bellissime (2016: 364). No compartimos, por lo
demás, el marco interpretativo presentado por Bellissime (ibídem: 363-364) de
oposición entre verdad y elaboración literaria en los discursos, algo que reaparece
en el volumen de Burden-Strevens (2020 : 36-37), quien además recupera la
idea del empleo de discursos auténticos en la obra de Casio Dión para asegurar
su validez en términos históricos: en p. 79, aunque sin datos, defiende el
empleo de discursos publicados o textos historiográficos por parte de Casio
Dión, sin que, como decimos, las evidencias nos permitan dar paso seguro al
respecto, dado que no tenemos texto alguno para hacer tal afirmación. A nuestro
entender, el dilema tucidídeo queda ya muy lejos para un autor imperial.
[29] Steidle (1988: 214-215) era reacio a ver en la imagen de Julio
César un acercamiento negativo, sobre todo en comparación con la figura de
Pompeyo. Espinosa Ruiz (1982: 70), es certero a nuestro entender a la hora de
señalar esa tensión entre lo positivo y lo negativo, entre el declive del viejo
sistema y la necesidad del poder unipersonal: “El gobierno de César recibe los
parabienes de Dion; pero antes de su legalización no fue sino una dinastía y,
por tanto, algo ilegal; César no escapa a los mismos juicios negativos que
reciben sus colegas. No obstante, en el enjuiciamiento dioneo del gobierno
cesariano juega un importante papel el definitivo e irreversible asentamiento
de la monarquía que logró Octavio, su hijo adoptivo; los lazos entre los dos
personajes tienen mucha influencia a la hora de evaluar la experiencia
histórica de César.”
[30] Para este proceso de alusiones, propio de la segunda sofística,
cf. Fomin (2016: 219).
[31] Cf. Stekelenburg (1976: 54), para esta segmentación, y Christ
(1974: 274). Una división semejante propone Fechner (1986: 219), con el
capítulo 41 como uno de transición. Kemezis (2016: 247), propone una división
tripartita, que supone dividir el segundo de los bloques en una sección
referida a la las cuestiones legales (capítulos 41-44), y otra referida al
miedo a los germanos (45-46).
[32] Para la necesidad de valorar la imitiación de Tucídides en el
marco de la Segunda sofística, cf. Stekelenburg (1971: 155 [resumen en
inglés]).
[33] Cf. D.H. Th. 44-47, para un examen de este discurso en términos
retóricos.
[34] Cf. el estudio clásico de Andrewes (1960: 6-9).
[35] Como ya se ha señalado, el lema del Imperio ateniense era δέος, τιμή y ὠφελία (Th. 1.76.2). Cf. de Romilly (1951: 131-132).
[36] Zecchini (1978: 34), proponía como paralelo el discurso de
Pericles recogido en Tucídides, 1.140-144, si bien ese es un discurso de
carácter técnico –referido a los medios de que disponía Atenas-, que se
corresponde menos con los objetivos del último de los discursos pericleos que,
por otra parte, tiene mucho de síntesis de lo anteriormente expuesto por
Pericles.
[37] Cf.
Gabba (1955: 303), y Lachenaud y Coudry (2011: LXIV).
[38] Cf. Iglesias Zoido (2011: 12); como bien es sabido, se trata de una
de las obsesiones de Dionisio de Halicarnaso al estudiar los discursos
tucidídeos, cf. Nicolai (2017: 50-51), e
infra.
[39] Ya en la propia obra de Tucídides este discurso guardaba una
conexión muy marcada con el capítulo inmediatamente siguiente, que no es otro
que el famoso obituario de Pericles; cf. para ello Hornblower (1991: 332).
Julio César tendrá su obituario en el libro 44 de la Historia romana,
cf. infra.
[40] Como señalan Lachenaud y Coudry (2011: LXIII). Cf. D.C.
37.37.3-4, y 38.3-4.
[41] Respecto
a este pasaje de la obra de Tucídides, ha de notarse que, como señala
Hornblower (1991: 108), se trata de una sección que necesariamente ha de
aparecer en el arranque de la obra para trazar el retrato de los atenienses, y
ello hace que sea un elemento prácticamente omnipresente en los primeros libros
de la Historia de la guerra del Peloponeso.
[42] Ello haría complicado
sostener que este discurso es un ejemplo de “collusive mendacity, whereby an
orator manipulates his hearers through lies that are recognized for what they
are but still retain their persuasive power”, como proponía Kemezis (2016:
239). Cf. también Kemezis (2014: 111)
para la misma idea; a nuestro entender, el sentido dudoso de los argumentos de
Julio César se soluciona si entendemos que estamos ante una elaboración
literaria, y no ante una rendición de cuentas con carácter histórico por parte
de un general redactada siglos después por un historiador.
[43] Cf.
D.H., Th. 44.
[44] Para esta idea como clave del desarrollo del discurso en Casio
Dión, cf. Hagendahl (1944: 6); Christ (1974: 273);
Steidle (1988: 213-214). Stekelenburg (1971: 156) advertía de que este
planteamiento puede ser, simplemente, un añadido de Casio Dión, sabedor de la
oposición a César en Roma, lo que evita sumergirnos en el irresoluble debate de
fuentes, algo que ocho años después hará Zecchini (1978: 32-33). No en vano
Bertrand (2016: 694-695) ha detectado la continuidad de este ideario en la
etapa plenamente imperial de la obra en referencia a la conquista de
territorios por parte de Roma, así cf. D.C. 68.17.1; 68.28.3; 68.29.1 y 75.1.1,
pasajes en los que la δόξα desempeña un
papel importante, concepto que también era atribuido, por lo demás, al propio
Julio César, cf. D.C. 39.53.2.
[45] Como es el caso de algunas de las muy inteligentes valoraciones
de Hagendahl (1944: 8), Timpe (1965: 189-214), y Christ (1974: 276). Cf.
también Gabba (1955: 301), y Zecchini (1978: 31), quien situaba la procedencia
de esta naturaleza ilegal de la guerra en Tito Livio. Cf. también Martinelli
(1990: 419-420).
[46] Cf. Burden-Strevens (2020: 177).
[47] Es un término que en la sección de la Historia romana que
se ocupa de la época imperial desaparece (o al menos su uso se reduce hasta el
extremo), con lo que quizá el emperador asume ese valor, cf. Kuhn-Chen (2002:
169-171).
[48] Cf. Rodríguez Horrillo (2011: passim); Hornblower (1991: 344), advertía de que el
uso tucidídeo del término era negativo. Sobre su posible sentido ambiguo en
Casio Dión se pronunció Bertrand (2010: 79).
[49] Analizada
también por Dionisio de Halicarnaso, en esta ocasión tanto en el De
Thucydide 29-33, como en el De Demosthene 2.1-5.
[50] Sobre el posible manejo de los textos de la tradición por medio
de manuales o antologías cf. Lasserre (1979: 149). Para la idea de la lectura
como fundamento de esta mímesis cf. Bompaire (1958: 40-42), y D.H., Imit.
1.1; 5.7 (Aujac). Cf. Levi (2010: 51) cuya lista de pasajes podría ampliarse, e
Iglesias Zoido (2011: 78-79) y Nicolai (2017: 59) para la lectura en términos
retóricos de la obra de Tucídides de manera parcial, principalmente discursos y
escenas prototípicas, como las revoluciones.
[51] Nicolai
(2017: 57).
[52] Para el peligro que supone el φθόνος en el diseño ideológico de este periodo por parte de Casio Dión,
cf. Steidle (1988: 217), y Burden-Stevens (2016: 207-314).
[53] Cf. Kemezis (2016: 248), perfilando, en cierta medida, la propuesta
Millar (1964: 82-83).
[54] Cf. Pomeroy (1991: 177-186).
[55] Para este pasaje, cf. Millar (1964: 75).
[56] Cf. Flach (1972: 131).
[57] Coudry (2016b: 522), y
Carsana (2016: 552).
[58] Para la idea de que la república era ya solo una realidad
nominal, cf. Fechner (1986: 129). Cf. además las reflexiones del propio Casio
Dión en el asalto al tesoro en el inicio de las hostilidades, D.C. 41.17.3, con
la oposición entre el nombre y la realidad: καὶ μέντοι καὶ
τὰ ἄλλα τὸν αὐτὸν τρόπον, ὥς μοι
πολλαχόθι εἴρηται, ὀνόματι μὲν
ἰσονομίας (καὶ γὰρ
διὰ τοῦ
Ἀντωνίου τὰ πλείω αὐτῶν ἐσεφέρετο) ἔργῳ δὲ δυναστείας καὶ
ἐψηφίζετο καὶ
ἐπράττετο.
[59] Para la periodización aplicada por Casio Dión, cf. Fechner (1986:
10).
[60] Bellissime (2016a: 530-532). Cf. también Millar (1964: 74).
[61] Kemezis (2014:
105), advertía, no obstante, que la correspondencia con el concepto clásico de
democracia era muy leve. Para nuestro objetivo lo que importa es el
establecimiento de cierto tono alusivo: seguramente no es casual que el uso se
generalice entre los autores griegos de época imperial, dado que quizá estemos
ante un uso reminiscente del mundo político clásico. Para esa idea alusiva del
uso del concepto, puede verse el análisis detallado de Espinosa Ruiz (1982:
79-81, en concreto p. 80).
[62] Bellissime (2016a: 532-533). Cf. también Fechner (1986: 37).
[63] Como señala Urso (2016: 28-29), es con Julio César con quien la
dictadura pasó a ser una monarquía. Pueden verse las reflexiones que Casio Dión
hace en 37.20.5-6, sobre la renuncia al poder de Pompeyo a su vuelta de
oriente.
[64] Cifrada en la tensión que subyace en el paso de la δυναστεία a la μοναρχία, cf. Carsana (2016: 548-551).
[65] No entramos, dada su complejidad, en el debate Agripa-Mecenas,
que ha sido analizado en ámbito español con profundidad, cf. Gascó (1988:
114-116) y, sobre todo, Espinosa Ruiz (1982).
[66] En este sentido, es fundamental el pasaje del libro 37.22.1-4, en
el que se opone el interés personal de César a la atención al bien común de
Catón. La lectura de este pasaje ha de hacerse desde la perspectiva imperial, y
no desde las simpatías republicanas: el tiempo de los catones había pasado ya,
y en ello reside en cierta medida la fuerza de su figura. Cf. por ejemplo D.C.
43.10.3, pasaje en el que la clemencia de Julio César palidece ante Catón.
[67] Questa (1957: 9-53), Coudry (2016: 287) y Hose (1994: 442).
[68] Esta continuidad no se compadece con la supuesta presencia de
cesuras en cada década, algo que defendía Millar (1964: 39). Fromentin (2016:
27), ha señalado recientemente la continuidad entre los diferentes libros, algo
que, por cierto, supone cierta desviación respecto a los usos de los
historiadores en obras de gran extensión.
[69] Lo que Coudry (2016: 290) denominaba “retrato estilizado.”
[70] Cf. Banfi (2003: 7). La imagen crítica de la comedia se encuentra más
tamizada en Tucídides, y es esta la base sobre la que se construye el retrato
plutarqueo, abiertamente positivo, en una imagen que se acerca al diseño de un
gobernante ideal. Cf. de nuevo Banfi (2003: 227 y 245)
[71] Algo que guarda no poca vinculación con la
definición de la democracia que el propio Tucídides desarrolla en Thuc. 2.37.1,
cf. un excelente análisis en Iglesias-Zoido (2020: 271-273).
[72] Para esta doble naturaleza de los elementos retóricos en Casio
Dión cf. Ameling (1997: 2476-2477).
[73] Y no solamente en términos metodológicos como, desde una
perspectiva tradicional, planteaba recientemente Zecchini (2016: 119).
[74] Cf. para ello Coudry (2016a: 491).
[75] Stekelenburg (1971: 159).
[76] Ante planteamientos como los de Burden-Stevens (2016: 214-215 y
2020: 12), que aunaban a la elaboración literaria un análisis de los problemas
históricos de la crisis de la República, cabe preguntarse cuáles eran esos
problemas para Casio Dión y, sobre todo, si no estamos exigiendo demasiado de
la obra de Casio Dión en este aspecto; afirmar como hace Burden-Stevens (2020:
14), que la República era lo fundamental en la obra de Casio Dión es algo
arriesgado en el actual estado fragmentario de la obra. Cf. Fomin (2016: 237),
para la interpretación de los discursos en un contexto ideológico complejo.
[77] Como,
por norma general ocurre con los discursos en Casio Dión, cf. Stekelenburg
(1974: 55, y 1976: 54. Millar (1964: 83) lleva quizá esta idea hasta extremos
negativos para el diseño intelectual de Casio Dión.
[78] Como bien señalaba Aalders (1986: 299), Casio Dión apoya sin
reservas la monarquía, a diferencia de lo que ocurre con otros historiadores
senadores. Cf. también Ameling (1977: 2481), y Martinelli (1990: 412), para una
definición de Dión como un historiador racional y senatorial. Cf. la postura
más ponderada de Manuwald (1979: 8-26), quien, no obstante, quizá dependa
demasiado del estudio de fuentes en sus valoraciones.
[79] Flach (1972: 143); Hose (1994: 449), mostraba sus reservas al
respecto. Como bien señalaba Sidebottom (2007: 76), mucho de esa perspectiva
tacitea se debe a la fuerte impronta que la obra de Ronald Syme tuvo en el
estudio de Millar.
[80] Cf. Kemezis (2016: 253),
“If Dio is invoking Thucydides, then he is putting Caesar less in the role of
Pericles than of Alcibiades or Cleon…”. Algo
que difícilmente puede encajar con la valoración que Casio Dión nos presenta en
el comienzo del libro 44: César es caracterizado como προστατής καὶ
κηδεμών τῆς
πόλεως, expresión abiertamente elogiosa. No obstante, Kemezis (2014:
120), ve sorprendentemente en ese pasaje un juicio negativo (“…Caesar goes from
manipulator to dupe.”). Cf. Manuwald (1979: 9-10) para un análisis más
ponderado; no entramos, por razones
lógicas, en el debate sobre el sentido de los juicios sobre la monarquía de
Casio Dión, pero creemos que para ser justos con sus valoraciones hay que tener
en cuenta en qué momento de la obra se producen, y no crear una interpretación
general para una obra que abarca siglos y que conservamos de manera
fragmentaria.
[81] Cf.
D.C. 41.62.63, pasaje que se cierra con estas palabras finales, que nos llevan
al comienzo del libro 44: τοῦτο δὲ οὐκ
ἄλλως εἶπον, ἄλλ' ὅτι καὶ
ὁ Καιπίων ὁ Βροῦτος ὁ Μᾶρκος, ὁ μετὰ τοῦτο αὐτὸν ἀποκτείνας, καὶ ἑάλω ὑπ' αὐτοῦ καὶ
ἐσώθη.
[82] Creemos además que se han forzado en ocasiones las conclusiones a
partir de pasajes como D.C. 39.53.1-2, referido a las expediciones de César a
Britania: μηδὲν [μήτε] ἐκ τῆς
Βρεττανίας μήτε ἑαυτῷ μήτε τῇ πόλει προσκτησάμενος πλὴν τοῦ ἐστρατευκέναι ἐπ' αὐτοὺς δόξαι. τούτῳ γὰρ
καὶ αὐτὸς ἰσχυρῶς ἐσεμνύνετο καὶ
οἱ οἴκοι Ῥωμαῖοι θαυμαστῶς ἐμεγαλύνοντο· ἐμφανῆ τε γὰρ τὰ πρὶν ἄγνωστα καὶ
ἐπιβατὰ τὰ πρόσθεν ἀνήκουστα ὁρῶντές σφισι γεγονότα, τήν τε μέλλουσαν ἐξ αὐτῶν ἐλπίδα ὡς καὶ παροῦσαν ἔργῳ ἐλάμβανον, καὶ πάνθ'
ὅσα καταπράξειν προσεδέχοντο, ὡς καὶ
ἔχοντες ἤδη
ἠγάλλοντο. A nuestro entender, este pasaje no tiene por qué implicar una
imagen negativa de César, sino quizá todo lo contrario: las conexiones con la
caracterización de los atenienses en el discurso de los corintios (Th. 1.70.7)
son sugerentes. Para esa interpretación negativa, además de la nota anterior,
cf. Lachenaud y Coudry (2011: LI-LV) y Burden-Strevens (2020: 236). Esperamos
poder retomar esta cuestión en otro lugar.
[83] Lindholmer (2020: 93). La propia defensa de esa hostilidad en
Lindholmer (2020: 97-98) carece, a nuestro entender, de fuerza, dado que toma a
Plutarco y Suetonio como autores con los que comparar el relato dioneo para
subrayar su negatividad: estos dos autores cultivan biografía, cuyo objetivos
edificantes están muy lejos de los de Casio Dión, y dibujan por ello una imagen
necesariamente muy lejana a la del historiador.
[84] Zecchini (1978: 32-33): “credo che l’autore sia sempre il
medesimo [sc. la fuente de Casio Dión], fortemente ostile a Cesare, come ormai è emerso in modo
evidente, abastanza prudente ed inteligente da aspettare ad attacare Cesare,
quando sapeva di aver la ragione dalla sua; la sua vivacità e la sua carica polemica,
la sua conoscenza dei motivi progagandistici cesariani e la sua notevole
abilità nel controbatterli e nello smontarli, il richiamo alla questione
giuridica mi sembrano riportare al clima contemporaneo del dibattito político
in Roma; a mio avviso, cioè, dietro Dione c’è un autore, che scrive poco dopo i
fatti, quando sussisteva ancora l’eco delle discussioni sollevatesi in merito,
un autore insomma molto antico e perciò molto prezioso….” Es difícil no tener
la impresión de que ese ignoto planea por el estudio de Burden-Strevens, sobre
todo en su propuesta de ver discursos contemporáneos tras los dioneos. En
cualquier caso, puede notarse lo quizá demasiado alambicado de los argumentos
de Zecchini para defender esa hostilidad, que persigue caracterizar un
historiador romano contemporáneo y hostil a César del que, por cierto, no
sabemos nada, cosa que también ocurre con la propuesta de Zecchini (1978:
188-200) de tomar como fuente a Elio Tuberón, cf. Martinelli (1990: 425, nota
48), con bibliografía. Una crítica, a nuestro entender definitiva, a estas
afirmaciones de Zecchini puede verse en la reseña de Pelling (1982: 147).
[85] Flach (1972: 130). Como señalaba Aalders (1986: 289), estamos
ante una suerte de procedimiento alusivo, en el que no aparecen nombres ni
referencias concretas, de modo que se alcanza cierto tono generalizador. Cf.
Iglesias Zoido (2011: 59), para la imitación de personajes de la obra de
Tucídides.
[86] Cf. un análisis de este retrato en Simons (2009: 188-200), desde
una óptica filosófica; recientemente Urso (2013: 26-27), ampliaba esas
reminiscencias tucidídeas al retrato de Escipión, y también a la oración
fúnebre por el propio César.