EL DISCURSO DE CÉSAR EN VESONTIO DE LA HISTORIA ROMANA DE CASIO DIÓN: ASPECTOS LITERARIOS Y CULTURALES

 

 

CAESAR’S SPEECH AT VESONTIO IN THE ROMAN HISTORY OF CASSIUS DIO: LITERARY AND CULTURAL ASPECTS

 

 

 

 

Miguel Ángel Rodríguez Horrillo

 

 

Resumen: El discurso de César en Vesontio que Casio Dión recoge en su obra ha sido analizado habitualmente desde una perspectiva estrictamente legal o desde el análisis de fuentes, lo que ha hecho que los rasgos tucidídeos que presenta hayan sido minusvalorados o, incluso considerados como meros recursos sin intención clara. En este artículo se propone un examen de esos rasgos desde una perspectiva literaria, a fin de insertar su composición en el marco de la elaboración literaria propia de la historiografía imperial. Con ello se pone en duda la supuesta imagen negativa de César en la obra de Casio Dión propuesta recientemente, y el discurso cobra sentido dentro de la imagen general del personaje en la Historia romana.

 

Abstract: Julius Caesar’s Speech at Vesontio in Dio’s Roman history was usually analysed from a legal perspective and under the rigor of the Quellenforschung. These approaches undervalued the Thucydidean reminiscences, which became mere rhetorical traits without special signification. In this paper is proposed a re-examination of the Thucydidean imitation, in order to interpret it in the literary processes of Imperial literature. This perspective undermines the negative interpretation of Caesar that recently was attributed to Cassius Dio, and the speech makes sense in the global design of the character in the Roman history.

 

 

Palabras clave: Casio Dión, Julio César, discursos, Vesontio, Tucídides, mímesis.
Keywords
: Cassius Dio, Caesar, Speeches, Vesontio, Thucydides, mimesis.

Fecha de recepción: 2 de febrero de 2021
Fecha de aceptación: 8 de marzo de 2021

 

 

1. Introducción[*]


L

a Historia romana de Casio Dión pertenece a un grupo de obras de grandes dimensiones —incluso en su estado fragmentario— cuyo análisis total, sobre todo en el plano más puramente literario es, todavía hoy, una cuenta pendiente. Aunque no son pocas las interpretaciones parciales que han contribuido a construir el camino hacia una visión completa de la obra, no tenemos una interpretación global que dé cuenta de toda su riqueza, tanto en el plano conceptual como en el más puramente literario.[2]

Los últimos años han visto no pocos avances en la comprensión profunda de la obra que nos ocupa: estudios de conjunto y una nueva edición en curso de publicación invitan a revisar algunas de las aproximaciones a la Historia romana y, en concreto, uno de los aspectos omnipresentes en el estudio de la obra de Casio Dión, pero en el que todavía hay no pocas cuestiones por abordar, como es el de la elaboración literaria.[3] Desde el importante estudio de Eduard Schwartz, que veía en la obra de Casio Dión fenómenos de imitación literaria que implicaban una actualización de las cuestiones metodológicas,[4] hasta consideraciones que separaban clasicismo y metodología,[5] no es mucho lo que se ha avanzado en la comprensión del arte historiográfico de la Historia romana.

Nuestro objetivo pasa por tratar de aunar ambas perspectivas, la meramente conceptual y política y la formal o literaria, y se centrará para ello en una sección realmente compleja y rica de la obra, como es la amplia narración del paso de la República al poder unipersonal de Augusto y, en concreto, el tratamiento de la figura de Julio César a partir del discurso pronunciado con motivo del motín de Vesontio. A lo largo de diferentes libros, Casio Dión traza un retrato del personaje que ha causado no pocas dificultades a los estudiosos. El hecho de que dispongamos de una obra tan icónica como los Comentarios a la guerra de las Galias de Julio César ha propiciado que el estudio de las fuentes haya sido una de las perspectivas habituales a la hora de analizar esta sección,[6] combinada con el estudio de los vericuetos constitucionales y legales que rodearon el ascenso de Julio César. Sin embargo, la imitación de Tucídides en algunas secciones de esta narración, y las implicaciones no solo literarias, sino también culturales,[7] que este hecho puede tener, invitan a revisar nuestra comprensión de algunos de los momentos más destacados de esa narración. Como decimos, no se trata tanto de desechar interpretaciones anteriores de los aspectos políticos y constitucionales, como de complementar, desde una perspectiva literaria, esas interpretaciones.

 

 

2. El Clasicismo literario y la imitación del pasado

 

La imitación por parte de Casio Dión de Tucídides[8] es un hecho que los estudiosos han señalado ya desde el siglo XIX: desde las tesis de Kyhnitzsch y Litsch hasta el estudio pionero de Millar y las reflexiones de Flach,[9] la presencia de expresiones, ideas y léxico tucidídeo ha sido algo señalado por los diferentes estudios de la obra, pero con connotaciones no del todo positivas, o al menos no del todo consecuentes con la riqueza que esos indicios podían esconder.[10] La imagen que Millar construyó en su estudio de 1964 de un historiador con inquietudes retóricas,[11] pero sin un proyecto total y una concepción única de la interpretación historiográfica de los acontecimientos,[12] es un acercamiento que, gracias a los estudios de los últimos años, ha comenzado a sentirse como insuficiente. En este sentido, la elaboración literaria de la obra puede empezar a clarificarse gracias al paulatino abandono del no demasiado productivo análisis de fuentes y, sobre todo, a nuestra mejor comprensión de los fenómenos de imitación literaria que caracterizaron a la literatura imperial y, en concreto, a la historiografía.[13]

Casio Dión es un buen representante de la tendencia a recuperar como modelos a los grandes autores clásicos,[14] y ese proceso de μελτη[15] literaria conlleva no solo la simple reutilización casi quirúrgica de frases o expresiones clásicas –en este caso de la obra del historiador ateniense-,[16] sino la creación de todo un marco de reminiscencias e ideas que se actualizan conforme a lo narrado,[17] y que entroncan el lejano e idealizado pasado griego con las nuevas circunstancias romanas.[18]

Este hecho, admitido en autores como Josefo, Dionisio de Halicarnaso o Arriano, no ha sido tenido en cuenta en el estudio de la Historia romana con la suficiente intensidad,[19] y por ello creemos necesario abordar desde una perspectiva diferente las escenas relativas a Julio César, en concreto el discurso que Casio Dión elabora con motivo del motín en Vesontio[20] y su interpretación en perspectiva con las reflexiones que abren el libro cuarenta y cuatro, en el previo del asesinato de Julio César. Podemos adelantar que la figura alusiva que se encuentra detrás de todo ello es la de Pericles, en su papel de primer ciudadano del régimen democrático ateniense, un procedimiento que, como veremos, Casio Dión usa de manera continuada en su obra.

 

 

3. El discurso con motivo del motín de Vesontio (D.C. 38.36-46)

 

Los paralelos tucidídeos en este discurso han sido objeto de atención desde la tesis de Kyhntzsch, quien reunió no pocos pasajes tomados de diferentes partes de la obra tucidídea,[21] sin que hubiera gran coherencia en esa selección, como ocurría, por otra parte, con los supuestos paralelos demosténicos señalados por Vlachos.[22] Los estudios posteriores sobre el discurso, notablemente de Gabba,[23] Hagendahl,[24] Millar,[25] Stekelenburg[26] y Hose,[27] abrieron la puerta a comprender que todo un diseño ideológico se escondía en aquellas partes en que tradicionalmente se habían visto meros juegos retóricos por parte de Casio Dión.[28] Sin embargo, creemos que no se ha conseguido dar una interpretación armoniosa a este discurso, evitando crear una contradicción interna en la obra de Casio Dión. Ver en este discurso una imagen abiertamente negativa de Julio César es algo que difícilmente puede encajar con las valoraciones positivas que el historiador hace en el previo de los Idus de marzo.[29] Esta incongruencia, que a nuestro entender tiene su origen tanto en el estudio de fuentes como en el excesivo rigor que, en ocasiones, se ha aplicado al estudio del plano ideológico de la obra –no en vano Casio Dión es mayoritariamente campo de trabajo de historiadores y no de filólogos–, se ve reforzada por la poca atención brindada al plano formal. El discurso tiene todavía una dimensión por analizar, que corresponde con el sentido que adquieren las reminiscencias tucidídeas presentes en el mismo, tal y como corresponde a un ejercicio retórico clasicista. Por ello, creemos que la opción más justa se sitúa, gracias a lo que hoy sabemos del funcionamiento de este tipo de elaboraciones literarias, en un equilibrio entre el empleo de expresiones tomadas de Tucídides, las referencias a la realidad narrada, y el juego entre pasado y presente que todo ello crea.[30] No se trata, por tanto, de localizar sintagmas comunes a uno y otro autor, sino de la existencia de ideas y conceptos que provoquen en el lector el recuerdo de una imagen, personaje o escena del legado clásico, y su actualización en un nuevo contexto y con unos objetivos que se insertan dentro de los de la obra.

El material que nos interesa se concentra, principalmente, en la primera parte del discurso, dado que hay una tendencia a que los discursos de Casio Dión se dividan en una sección inicial, más general y colmada supuestamente de lugares comunes, y una segunda sección centrada en la realidad del momento narrativo abordado.[31] A nuestro entender, y separándonos en ello de anteriores propuestas, la imitación de Tucídides en esta sección se centra principalmente en una parte concreta de la Historia de la guerra del Peloponeso, que es como realmente esperaríamos que se desarrollara un proceso de μελτη literaria propio del momento,[32] y esa parte no es otra que el último discurso de Pericles en el libro segundo,[33] que condensa algunas de las claves no solo de la concepción imperialista de Tucídides-Pericles, sino de la gestión del poder y la guerra por parte de Pericles.[34] Cuatro son las ideas clave, de tono tucidídeo, que reaparecen en el discurso de Julio César, y que refuerzan ese tono estilístico propio del historiador ateniense ya aventurado por los estudiosos: la concepción del imperio como una realidad irrenunciable; la virtud y arrojo de los antepasados; la necesidad de aumentar lo heredado y la tensión entre lo individual y lo colectivo.

En el ideario que Tucídides desarrolla a lo largo de su obra, y que encuentra acomodo en los discursos pericleos, desempeña un papel importante la idea de que el imperio es algo irrenunciable, y que su pérdida puede acarrear el desastre para aquellos que lo ejercen.[35] Es en un crudo pasaje del último discurso de Pericles en el que se hacen afirmaciones como las siguientes:[36]

 

μηδὲ νομίσαι περὶ ἑνὸς μόνου, δουλείας ἀντ' ἐλευθερίας, ἀγωνίζεσθαι, ἀλλὰ καὶ ἀρχῆς στερήσεως καὶ κινδύνου ὧν ἐν τῇ ἀρχῇ ἀπήχθεσθε. ἧς οὐδ' ἐκστῆναι ἔτι ὑμῖν ἔστιν, εἴ τις καὶ τόδε ἐν τῷ παρόντι δεδιὼς ἀπραγμοσύνῃ ἀνδραγαθίζεται· ὡς τυραννίδα γὰρ ἤδη ἔχετε αὐτήν, ἣν λαβεῖν μὲν ἄδικον δοκεῖ εἶναι, ἀφεῖναι δὲ ἐπικίνδυνον. τάχιστ' ἄν τε πόλιν οἱ τοιοῦτοι ἑτέρους τε πείσαντες ἀπολέσειαν καὶ εἴ που ἐπὶ σφῶν αὐτῶν αὐτόνομοι οἰκήσειαν· (Th. 2.63.1-3).

No penséis que luchamos por una sola cosa, esclavitud o libertad, sino que también está en juego la pérdida de un imperio y el riesgo de sufrir los odios que habéis suscitado en el ejercicio del poder. Y a este imperio ya no es posible renunciar, si es que alguien, debido a su miedo en la presente situación o a su deseo de tranquilidad, pretende hacer el papel de hombre bueno a este respecto. Este imperio que poseéis ya es como una tiranía: conseguirla parece ser una injusticia, pero abandonarla constituye un peligro. Ciudadanos como éstos arruinarían rapidísimamente el Estado en caso de llegar a persuadir a los otros, o si se establecieran en alguna parte gobernándose por su propia cuenta (Trad. J. J. Torres Esbarranch).

 

Esta idea se desarrolla a lo largo de todo el capítulo 39 del discurso de César, sin que realmente tenga una conexión clara con los acontecimientos que están teniendo lugar en ese momento:

 

οὐδὲ γὰρ οὐδ' ἀπ' ἴσης ἡμῖν τε καὶ τοῖς ἄλλοις τοῖς μηδὲν τῶν ὁμοίων κεκτημένοις βουλευτέον ἐστίν. ἐκείνοις μὲν γὰρ ἐξαρκεῖ ῥᾳστωνεύειν καὶ μετὰ ἀσφαλείας ἄλλοις ὑποπεπτωκέναι, ἡμῖν δ' ἀναγκαῖόν ἐστι καὶ πονεῖν καὶ στρατεύεσθαι καὶ μετὰ κινδύνων τὴν παροῦσαν εὐδαιμονίαν φυλάττειν. πολλοί [τε] γὰρ ἐπιβουλεύουσιν αὐτῇ· πᾶν γὰρ τὸ ὑπεραῖρόν τινας καὶ ζηλοῦται καὶ φθονεῖται, κἀκ τούτου πόλεμος ἀίδιός ἐστιν ἅπασι τοῖς καταδεεστέροις πρὸς τοὺς ἔν τινι αὐτῶν ὑπερέχοντας. ἢ οὖν ἀπὸ πρώτης ἐχρῆν μηδὲν διαφερόντως ἡμᾶς τῶν ἄλλων ἀνθρώπων ηὐξῆσθαι· ἢ ἐπείπερ τηλικοῦτοι γεγόναμεν καὶ τοσαῦτα κεκτήμεθα, πέπρωταί τε ἢ ἄρχειν τῶν ἄλλων ἐγκρατῶς ἢ καὶ αὐτοὺς παντελῶς ἀπολέσθαι (τοῖς γὰρ ἔς τε ἀξίωμα τοσοῦτον καὶ ἐς δύναμιν τηλικαύτην προκεχωρηκόσιν ἀδύνατόν ἐστιν ἀκινδύνως ἰδιωτεῦσαι) πειθώμεθα τῇ τύχῃ, μηδὲ ἑκοῦσαν αὐτὴν καὶ αὐτεπάγγελτον τοῖς τε πατράσιν ἡμῶν ὑπάρξασαν καὶ ἡμῖν παραμένουσαν ἀπωσώμεθα. ἔσται δὲ τοῦτο οὐκ ἂν τὰ ὅπλα ῥίψωμεν, οὐδ' ἂν τὰς τάξεις ἐκλίπωμεν, οὐδ' ἂν διὰ κενῆς οἴκοι καθώμεθα ἢ καὶ παρὰ τοῖς συμμάχοις πλανώμεθα, ἀλλὰ ἂν τά τε ὅπλα διὰ χειρὸς ἀεὶ ἔχωμεν (οὕτω γὰρ μόνως εἰρήνη σώζεται) καὶ τὰ ἔργα τοῦ πολέμου διὰ κινδύνων ἀσκῶμεν (οὕτω γὰρ μόνως οὐκ ἀεὶ πολεμήσομεν), τοῖς τε δεομένοις τῶν συμμάχων ἀπροφασίστως ἐπικουρῶμεν (οὕτω γὰρ πολὺ πλείους ἕξομεν) καὶ τοῖς ἀεί τι παρακινοῦσι τῶν πολεμίων μὴ ἐπιτρέπωμεν (οὕτω γὰρ οὐδεὶς ἔθ' ἡμᾶς ἀδικεῖν ἐθελήσει) (D.C. 38.39.1-5).

Pues ni siquiera debemos deliberar en pie de igualdad con los demás, cuya posición no es similar a la nuestra. A ellos les basta una vida cómoda en la que buscar su seguridad al amparo de otros, pero nosotros hemos de esforzarnos, de guerrear y de conservar a costa de riesgos nuestra actual prosperidad. Contra ella conspiran muchos. Porque todo lo que encumbra a alguien es objeto de envidia y de celo, y en razón de ello cuantos están en situación de inferioridad sostienen una guerra interminable con quienes les aventajan en algo. Consiguientemente, o bien habría sido necesario que desde el principio no asumiésemos un crecimiento superior al de los demás hombres o bien –ya que hemos ascendido hasta tamaña altura y adquirido tan grandes dimensiones, ya que nos ha sido asignado gobernar con energía a los demás o presenciar nuestra total destrucción (pues quienes han alcanzado un prestigio y un poder tan elevados no pueden desentenderse impunemente del ejercicio del mando)- debemos obedecer a la fortuna y, dado que por sí sola y sin hacerse llamar asistió a nuestros padres y permanece también a nuestro lado, no darle la espalda. Lo cual tendrá lugar a costa de que no arrojemos las armas ni abandonemos las filas, de que no permanezcamos en casa guardando un estéril reposo ni nos limitemos a errar por las tierras de los aliados, sino que mantengamos siempre las armas en alto (que es la única manera de salvaguardar la paz), nos arriesguemos a poner en práctica operaciones de guerra (único procedimiento para no vernos embarcados en continuas guerras), ayudemos sin replicar a los aliados que lo soliciten (con lo que adquiriremos muchos más) y no cedamos ante aquellos enemigos que siempre están tramando algo (y así nadie querrá ya afrentarnos) (Trad. J. M. Candau).

 

Es cierto que, como planteamiento político, resulta difícil encajar en este contexto una realidad como la planteada en otro tiempo por Pericles: nada, aunque en ocasiones el ingenio de la crítica haya sido muy hábil, hace pensar que la expansión romana en este instante pueda cifrarse en una situación tan trascendental como la planteada por Pericles,[37] y menos que el contexto adecuado para presentarlo sea este momento concreto del ascenso al poder de Julio César: en apariencia, fallan los principios más básicos de adecuación del discurso al actor y al momento.[38] A nuestro entender estamos ante un elemento que cobrará sentido, como el resto, dentro de un diseño total del personaje, que buscará las conexiones entre uno y otro estadista.[39]

Un tema particularmente recurrente en la oratoria bélica en general que también aparecía en el último discurso de Pericles es el relativo al arrojo e implicación de los antepasados en la expansión del imperio. César lo aborda a lo largo de dos capítulos de este discurso:

 

λέγετε τοίνυν αὐτοῖς ὅτι οἱ πρόγονοι ἡμῶν οὐκ οἴκοι μένοντες, οὐδὲ τὰς στρατείας ὀκνοῦντες, οὐδὲ τοὺς πολέμους φεύγοντες, οὐδὲ τὰς ῥᾳθυμίας διώκοντες τηλικαύτην τὴν πόλιν ἐποίησαν, ἀλλὰ ταῖς γνώμαις πάντα τὰ προσήκοντα προχείρως τολμῶντες καὶ τοῖς σώμασι πάντα τὰ ἀρέσαντα προθύμως ἐκπονοῦντες, καὶ τὰ μὲν ἴδια ὡς ἀλλότρια ἀεί ποτε παραβαλλόμενοι, τὰ δὲ δὴ τῶν πέλας ὡς καὶ οἰκεῖα ἑτοίμως κτώμενοι, καὶ μήτε εὐδαιμονίαν ἄλλο τι ἢ τὸ τὰ δέοντα πράττειν νομίζοντες, μήτε δυστυχίαν ἄλλο τι ἢ τὸ μετ' ἀπραξίας ἡσυχάζειν ἡγούμενοι (D.C. 38.37.3-4).

Decidles, por tanto, que no fue quedándose en casa, ni con indecisiones ante las salidas militares, ni huyendo de las guerras, ni espoleados por la indolencia como nuestros antepasados hicieron de su ciudad la que es hoy, sino con ánimo pronto y dispuesto ante toda exigencia del deber, con cuerpos celosamente entregados a poner en práctica cualquier resolución, con una mentalidad hecha a exponer los intereses propios como si fuesen ajenos y a guardar los del vecino como propios, con un espíritu que reputaba afortunado a quien cumple sus obligaciones y veían una forma de infortunio en el ocio y la inacción. (Trad. J. M. Candau).

 

καὶ αὐτοὺς καὶ οἱ μετὰ ταῦτα Ῥωμαῖοι οἵ τε πατέρες ἡμῶν ζηλώσαντες οὐκ ἠρκέσθησαν τοῖς παροῦσιν, οὐδ' ἠγάπησαν οἷς παρέλαβον, ἀλλ' ὄλεθρον μὲν αὑτῶν σαφῆ τὴν ῥᾳστώνην σωτηρίαν δὲ ἀκριβῆ τὴν ταλαιπωρίαν νομίσαντες εἶναι, καὶ φοβηθέντες μὲν μὴ μείναντα αὐτὰ ἐφ' ἑαυτὰ κατατριφθείη καὶ καταγηράσειεν, αἰσχυνθέντες δὲ εἰ τοσαῦτα παραδεξάμενοι μηδὲν ἐπικτήσαιντο, πολλῷ πλείω καὶ μείζω προσκατειργάσαντο […] (D.C. 38.38.1).

Con ellos rivalizaron los romanos que les sucedieron y nuestros antepasados, a quienes ni bastó lo que tenían ni satisfizo lo que heredaron, sino, en la idea de que la indolencia cifraba con claridad su destrucción y el esfuerzo con certeza su salvación, bajo el temor de que si dejaban la situación abandonada a sí misma ella sola se desmoronase y decayese y ante el bochorno que significaba no adquirir nada después de recibir tanto, ampliaron y engrandecieron considerablemente sus posesiones (Trad. J. M. Candau).

 

ἀλλ' οὔτε ἐκεῖνοι πρό τε τῆς δόξης καὶ πρὸ τοῦ μεγέθους τῆς ἀρχῆς ἀργεῖν τε ἀκλεῶς καὶ πλουτεῖν ἀδεῶς εἵλοντο, οὔτ' αὐτῶν ἡμῶν οἱ πρεσβύτεροι οἱ καὶ νῦν ἔτ' ὄντες, ἀλλ' ἅτε εὖ εἰδότες ὅτι διὰ [τε] τῶν αὐτῶν ἐπιτηδευμάτων καὶ κτᾶται τὰ ἀγαθὰ καὶ σώζεται, πολλὰ μὲν ἐβεβαιώσαντο τῶν προϋπαρχόντων, πολλὰ δὲ καὶ προσεκτήσαντο (D.C. 38.38.3).

Pero ni la fama ni la posesión de un magno imperio les indujo a elegir una quietud sin gloria y una riqueza sin temor –elección que también rechazaron nuestros propios mayores, ancianos que aún viven-; al contrario, con plena conciencia de que los bienes se conservan mediante la misma conducta que llevó a adquirirlos, aseguraron mucho de lo que tenían y adquirieron mucho más (Trad. J. M. Candau).

 

Es interesante destacar que estos dos pasajes no son consecutivos, dado que Casio Dión los dispuso rodeando una sección evidentemente romana,[40] con un listado de los lugares sometidos por Roma: de esta manera, y en una dinámica que se repite a lo largo del discurso, lo griego y lo romano se enlazan para favorecer todavía más esa actualización de los contenidos dentro de la elaboración de la escena: las ideas son griegas, pero se reinterpretan para definir el modus operandi de los romanos, como preámbulo de los lugares sometidos por Roma. Esta sección es también una reelaboración de motivos de raigambre tucidídea, en este caso tomados del discurso de los corintios en la asamblea del libro primero:

 

καὶ μὴν καὶ ἄοκνοι πρὸς ὑμᾶς μελλητὰς καὶ ἀποδημηταὶ πρὸς ἐνδημοτάτους· οἴονται γὰρ οἱ μὲν τῇ ἀπουσίᾳ ἄν τι κτᾶσθαι, ὑμεῖς δὲ τῷ ἐπελθεῖν καὶ τὰ ἑτοῖμα ἂν βλάψαι. κρατοῦντές τε τῶν ἐχθρῶν ἐπὶ πλεῖστον ἐξέρχονται καὶ νικώμενοι ἐπ' ἐλάχιστον ἀναπίπτουσιν. ἔτι δὲ τοῖς μὲν σώμασιν ἀλλοτριωτάτοις ὑπὲρ τῆς πόλεως χρῶνται, τῇ δὲ γνώμῃ οἰκειοτάτῃ ἐς τὸ πράσσειν τι ὑπὲρ αὐτῆς. καὶ ἃ μὲν ἂν ἐπινοήσαντες μὴ ἐπεξέλθωσιν, οἰκείων στέρεσθαι ἡγοῦνται, ἃ δ' ἂν ἐπελθόντες κτήσωνται, ὀλίγα πρὸς τὰ μέλλοντα τυχεῖν πράξαντες. ἢν δ' ἄρα του καὶ πείρᾳ σφαλῶσιν, ἀντελπίσαντες ἄλλα ἐπλήρωσαν τὴν χρείαν· μόνοι γὰρ ἔχουσί τε ὁμοίως καὶ ἐλπίζουσιν ἃ ἂν ἐπινοήσωσι διὰ τὸ ταχεῖαν τὴν ἐπιχείρησιν ποιεῖσθαι ὧν ἂν γνῶσιν. καὶ ταῦτα μετὰ πόνων πάντα καὶ κινδύνων δι' ὅλου τοῦ αἰῶνος μοχθοῦσι, καὶ ἀπολαύουσιν ἐλάχιστα τῶν ὑπαρχόντων διὰ τὸ αἰεὶ κτᾶσθαι καὶ μήτε ἑορτὴν ἄλλο τι ἡγεῖσθαι ἢ τὸ τὰ δέοντα πρᾶξαι ξυμφοράν τε οὐχ ἧσσον ἡσυχίαν ἀπράγμονα ἢ ἀσχολίαν ἐπίπονον· (Th. 1.70.4-8).

Ellos son decididos y vosotros vacilantes, y son aficionados a salir de su país, mientras que vosotros estáis apegados a la tierra: ellos creen que con su ausencia pueden lograr alguna ganancia, y vosotros que con una expedición perderíais incluso lo que ya tenéis. Cuando vencen al enemigo, avanzan lo más posible; vencidos, son los que menos retroceden. Y entregan sus cuerpos al servicio de su patria como si no fueran suyos, mientras que disponen de la absoluta propiedad de su mente, también para actuar en su servicio. Si no alcanzan el objetivo previsto, piensan que han perdido algo propio, pero cuando en una expedición consiguen la propiedad de algún territorio, lo consideran un pequeño logro en comparación con lo que esperan obtener en el futuro; y si fracasan en alguna tentativa, compensan su frustración con nuevas esperanzas, pues son los únicos para quienes tener y esperar lo que se han propuesto es la misma cosa gracias a la rapidez con la que ejecutan sus proyectos. En todo este quehacer se afanan durante toda su vida en medio de dificultades y peligros, y disfrutan muy poco de lo que tienen debido a que siempre siguen adquiriendo y a que consideran que no hay otra fiesta que la del cumplimiento del deber, y que una tranquilidad ociosa es mayor adversidad que una actividad en medio de dificultades. (Trad. J. J. Torres Esbarranch).

 

Si bien no se trata de unas palabras pronunciadas por Pericles,[41] su recuperación encaja bien en la estructura que Casio Dión plantea para la figura de César: se trata de una definición de los romanos que los convierte en nuevos atenienses, dando a César-Pericles unos interlocutores adecuados para el mantenimiento de la imagen y su solvencia. Con ello la definición del estadista en este discurso refuerza su conexión con la figura de Pericles: de la misma manera que Pericles manejaba un pueblo de individuos osados, César cuenta con los mismos modelos para manejar a sus soldados, con lo que la imagen gana fuerza literaria.[42]

Un tercer argumento que será clave en el diseño de la μελτη literaria es el que opone al individuo y sus intereses y la colectividad; no en vano Dionisio de Halicarnaso analiza con detalle este argumento del discurso tucidídeo,[43] lo que nos advierte de su significación literaria. Es este un aspecto que, por razones obvias, marca gran parte de la narrativa que traza el camino hacia la crisis final de la República romana en la obra de Casio Dión. Es con César con quien tenemos, de manera más evidente, esa tensión entre el interés individual y el colectivo, y de nuevo en este discurso tenemos trazada la idea de que los destinos de la colectividad están unidos de manera rotunda a los individuales:

ἰδίᾳ μὲν γὰρ οὐδ' ἂν εἷς οὕτως εὖ πράξειεν ὥστε μὴ οὐ τῷ κοινῷ πταίσαντι συναπολέσθαι· τὸ δὲ δημόσιον εὐτυχοῦν πάσας καὶ τὰς ἑκάστου συμφορὰς ἀναφέρει. (D.C. 38.36.8).

Porque nadie goza de una posición personal tan próspera como para no verse arrastrado por el fracaso colectivo, mientras que todos los infortunios individuales remontan cuando los asuntos públicos disfrutan de una situación satisfactoria. (Trad. J. M. Candau)

 

Esta última idea –que como decimos ocupó los desvelos de Dionisio de Halicarnaso- es la que seguramente está en el origen del desarrollo literario que nos ocupa: la figura de César se construye como contrapunto a otros personajes todavía, si se quiere, republicanos, y es precisamente ese interés personal confundido cada vez más con el de la colectividad lo que Casio Dión añade en su preámbulo de este discurso:[44]

 

καὶ ἐθρύλουν ὅτι πόλεμον οὔτε προσήκοντα οὔτε ἐψηφισμένον διὰ τὴν ἰδίαν τοῦ Καίσαρος φιλοτιμίαν ἀναιροῖντο (D.C. 38.35.2).

Y murmuraban que emprendían una guerra no dictada por la conveniencia ni decidida por voto, sino obediente tan solo a la ambición de César (Trad. J. M. Candau).

 

Esa ambición personal es un aspecto que tiene cierto recorrido en la obra de Casio Dión, particularmente en el cambio de sistema constitucional en Roma. En el famoso debate entre Agripa y Mecenas, es un elemento de gran importancia, y es ese quizá el escenario en el que tenemos que interpretarlo, y no dentro de un debate legal más propio de Mommsen y la moderna erudición que de los soldados de César o de los lectores de Casio Dión.[45] Hay un factor fundamental que parece haber pasado desapercibido, como es el hecho de que esta afirmación no es un comentario autorial de Casio Dión, sino un juicio de los soldados de César: por tanto, la percepción de César como dotado de φιλοτιμία corresponde al juego narrativo entre aquellos y este, y no a la relación autorial directa entre Casio Dión y sus lectores. En este marco es muy difícil entender este discurso como propio de un “mentiroso”, como defendía Burden-Strevens,[46] porque la verdad autorial de Casio Dión está ausente de este pasaje. De igual manera, el hecho de que este concepto desaparezca con la llegada del poder unipersonal a Roma, tal y como señalaba Kuhn-Chen, hace que el valor de este concepto tenga en César una significación realmente compleja, dado que la figura de este estadista podría ser la primera en asumir de manera natural ese concepto, como ocurrirá con sus sucesores en el gobierno de Roma.[47]

En definitiva, las ideas que el historiador añade en la primera sección de este discurso pueden ser parte de un ejercicio literario encaminado a convertir a Julio César en un estadista de tono pericleo, un primer ciudadano cuya φιλοτιμία personal entra en colisión con un sistema, el republicano –o democrático en terminología de Dion Casio- herido de muerte. No en vano el concepto de φιλοτιμία tenía no poca importancia en la obra de Tucídides:[48] del obituario pericleo (Th. 2.65) nos lleva a la stasis corciriana (Th. 3.82)[49] y de allí a la caída de los Cuatrocientos en el libro octavo (Th. 7.89.3). Ello dibuja un recorrido del término a lo largo de escenas de gran predicamento literario en el estudio de la obra de Tucídides[50] y –esto es lo importante- de gran paralelo con la situación política inestable que Casio Dión está presentando. Es interesante ver que Dionisio de Halicarnaso, al estudiar con detenimiento este discurso, advertía de lo poco acertado del mismo, precisamente por dibujar un Pericles demasiado pagado de sí mismo:

 

θαυμαστὸν γάρ, εἰ Περικλῆς ὁ μέγιστος τῶν τότε ῥητόρων ἠγνόει τοῦτο, ὃ μηδεὶς ἂν τῶν ἐχόντων μέτριον νοῦν ἠγνόησεν, ὅτι πανταχῇ μὲν οἱ μὴ τεταμιευμένως ἐπαινοῦντες τὰς ἑαυτῶν ἀρετὰς ἐπαχθεῖς τοῖς ἀκούουσι φαίνονται, μάλιστα δ' ἐν τοῖς πρὸς τὰ δικαστήρια καὶ τὰς ἐκκλησίας ἀγῶσιν, ἐν οἷς γε δὴ μὴ περὶ τιμῶν αὐτοῖς ἐστιν ἀλλὰ περὶ τιμωριῶν ὁ κίνδυνος· τότε γὰρ οὐκ ἐπαχθεῖς μόνον εἰσὶν ἑτέροις, ἀλλὰ καὶ δυστυχεῖς ἑαυτοῖς ἐκκαλούμενοι τὸν παρὰ τῶν πολλῶν φθόνον (D.H., Th., 45.2).

Es increíble que Pericles, el mejor de los oradores de entonces, no conociera lo que sabe todo el mundo que tiene un mínimo de inteligencia: que en cualquier circunstancia los que no alaban con mesura las virtudes propias se muestran odiosos a los oyentes, y mucho más los que lo hacen en los debates ante los tribunales y en las asambleas, donde no se disputa por honores sino que están en juego graves condenas. Pues entonces no solo se hacen odiosos a los demás, sino desgraciados a sí mismos por atraerse el odio de la mayoría (Trad. J. P. Oliver).

 

Dionisio llega a denominar a Pericles en este discurso δημαγωγς,[51] un personaje que puede acabar atrayendo la envidia de sus conciudadanos (D.H., Th. 45.4), precisamente lo que le ocurrirá a César.[52] En definitiva, el sentido completo de este discurso lo tendremos cuando el historiador valore el significado de la muerte de César, en una tendencia muy habitual en una obra en la que el ámbito de los discursos trasciende sus límites,[53] y encuentra su culminación en los obituarios.[54]

 

 

4. Democracia, monarquía y el primer ciudadano

 

El comienzo del libro cuarenta y cuatro arranca con aires de estabilidad en Roma, pero con los presagios del asesinato de César.[55] Es esta una etapa fundamental de nuestro recorrido por la imagen del estadista romano a semejanza de la de Pericles. Para ello Casio Dión explota una de las ideas más poderosas del retrato tucidídeo del ateniense, como es la del primer ciudadano y la oposición entre la democracia como un mero nombre y la realidad de los hechos como el gobierno del primer ciudadano:

 

δημοκρατία γὰρ ὄνομα μὲν εὔσχημον ἔχει καί τινα καὶ ἰσομοιρίαν πᾶσιν ἐκ τῆς ἰσονομίας φέρειν δοκεῖ, ἐν δὲ δὴ τοῖς ἔργοις ἐλέγχεται μηδὲν ὁμολογοῦσα τῷ προσρήματι· καὶ τοὐναντίον ἡ μοναρχία δυσχερὲς μὲν ἀκοῦσαι, χρησιμώτατον δὲ ἐμπολιτεύσασθαι ἐστί. ῥᾷόν τε γὰρ ἕνα τινὰ χρηστὸν ἢ πολλοὺς εὑρεῖν […] ὥστ' εἴπερ ταῦτα οὕτως ὅ τε Βροῦτος ὁ Μᾶρκος καὶ ὁ Κάσσιος ὁ Γάιος ἐξελογίσαντο, οὐκ ἄν ποτε τόν τε προστάτην καὶ τὸν κηδεμόνα αὐτῆς ἀπέκτειναν, οὐδ' ἂν μυρίων αἴτιοι κακῶν καὶ ἑαυτοῖς καὶ τοῖς ἄλλοις τοῖς τότε ἀνθρώποις ἐγένοντο (D.C. 44.2.1 y 44.2.5).

Porque la democracia tiene un nombre ilustre y parece proporcionar a todos cierta igualdad de derechos a partir de la igualdad ante la ley, pero en sus hechos se pone de manifiesto que no coincide en absoluto con su nombre. La palabra monarquía, por el contrario, resulta muy molesta al oído, pero es la forma de gobierno que tiene más ventajas. Porque es más fácil encontrar un hombre bueno que muchos […] De modo que si Marco Bruto y Gayo Casio se hubieran parado a pensar esto, nunca habrían matado al jefe y protector de la ciudad, ni se habrían hecho culpables de miles de desgracias para sí mismos y para los demás hombres de entonces (trad. M. L. Puertas).

 

Una lectura de Tucídides, 2.65, permite ver cómo las ideas fluyen de uno a otro retrato permitiendo explicar algunos de los desajustes de la imagen de César en Casio Dión. A lo largo de toda la sección relativa a César, la oposición ἔργα-λόγοι, de resabio tucidídeo,[56] desempeña un papel fundamental para resaltar esta tensión entre la apariencia y la realidad,[57] entre el desmantelamiento del viejo sistema y la realidad del gobierno unipersonal.[58] En definitiva, estamos ante lo que pudiera verse como una prolongación de la famosa definición del gobierno de Pericles:

 

ἐγίγνετό τε λόγῳ μὲν δημοκρατία, ἔργῳ δὲ ὑπὸ τοῦ πρώτου ἀνδρὸς ἀρχή (Thuc. 2.65.10).

Aquello era de nombre una democracia, pero, en realidad, un gobierno del primer ciudadano (Trad. J. J. Torres Esbarranch)

 

Un punto de refuerzo para toda esta construcción puede encontrarse en la adopción del término δημοκρατία para referirse al sistema republicano.[59] El estudio reciente de este término por parte de M. Bellissime ha permitido constatar su amplio uso y relativa estabilidad como término opuesto al empleado para referirse al poder imperial, μοναρχία.[60] Es muy interesante la observación de Bellissime respecto al doble sentido que parece presentar δημοκρατία: por una parte tiene todavía cierta fuerza su sentido clásico,[61] mientras que además tenemos su empleo para referirse a la República romana.[62] Esta dualidad entre lo general y lo específicamente romano es un buen punto de apoyo para entender los objetivos de Casio Dión al redactar la primera parte del discurso que nos ocupa, dado que permite reforzar las líneas literarias que unen a uno y otro autor.

La complejidad narrativa que depara la figura de Julio César, una suerte de preámbulo en términos constitucionales del poder unipersonal de Augusto,[63] encuentra aquí una interpretación imaginativa y que permite añadir algo de varietas a la habitual narración de los contenidos. El reto era doble, dado que por una parte se tenían que hacer evidentes las fuertes tensiones que generó la actuación de César[64] pero, por otra parte, el final de esa actuación en términos narrativos era la llegada de Augusto al poder y, si se quiere, el debate Agripa-Mecenas.[65] La opción desarrollada por Casio Dión, una sutil μελτη literaria, en línea con lo esperado en una obra de tonos clasicistas, conjuga bien esas tensiones entre lo colectivo y lo individual, la democracia –que es el término con el que Casio Dión se refiere a la República- y la monarquía.[66] Estamos ante la sección de la Historia romana en que se inicia la transición hacia un modelo más biográfico de la narración propio del periodo imperial,[67] en la que el perfilado de los personajes se extiende a lo largo de la narrativa,[68] como es el caso de los textos que nos ocupan, creando juegos de reminiscencias a distancia que favorecen el mantenimiento de cierta unidad en este complejo proceso narrativo.[69]

Para la comprensión total de este complejo diseño es importante tener presente la ambivalente valoración que tuvo la figura de Pericles en la Antigüedad.[70] Esa tensión entre el tirano y el demócrata[71] es algo que caracterizó el acercamiento antiguo al estadista ateniense y un excelente punto de partida para comprender los paralelos que pudieron percibirse entre la figura de Pericles y la de César. La imagen de Pericles como el primer ciudadano y un estadista fundamental en la protección de Atenas convivió en la Antigüedad con la comprensión de su figura como la de un tirano, precisamente la misma dualidad que podría presentar la figura de César a ojos de un lector de Casio Dión. Con ello, y dentro de esa elaboración clasicista propia de la época, lo nuevo y lo viejo se unen para favorecer la comprensión de una realidad compleja en muy diferentes planos.

De este modo, es interesante cómo el planteamiento del historiador imperial recoge, a grandes rasgos, ideas y conceptos de un autor clásico para solucionar, tanto en términos literarios como conceptuales,[72] el dilema de generar una narración ponderada del ascenso y muerte de César sin que ello suponga un relato incómodo en términos políticos,[73] y sin desnaturalizar la terminología política.[74] Es, como señalaba Stekelenburg,[75] más una perspectiva moral que histórica en sentido estricto, la que recorre el discurso que hemos analizado.[76] Así, este se acomoda, avanzando más allá del momento narrativo en que se inserta,[77] en el diseño global de la modificación constitucional que supuso el ascenso de Julio César, y permite dar respuesta a un interrogante no siempre abordado con la profundidad debida por parte de los estudiosos de Casio Dión.

El paradigma del historiador senador, que tan efectivo ha resultado para autores latinos, ha supuesto, dada su poca flexibilidad, no pocos inconvenientes a la hora de valorar la obra de un autor tan complejo como Casio Dión,[78] con juicios que hacen de este autor un historiador a medio camino entre Tácito y Amiano.[79] Como decimos, es posible observar valoraciones negativas de Julio César en estudios recientes que toman como punto de partida el discurso de Vesontio, pero que no tienen en cuenta los importantes capítulos iniciales del libro 44,[80] que aportan cualquier cosa menos una visión abiertamente negativa del personaje, cosa que ocurre también en las reflexiones posteriores a Farsalo.[81] Es esta falta de coherencia,[82] que se repite en no pocos acercamientos a la obra de Casio Dión, uno de los principales escollos a superar en su interpretación, y encuentra su principal refuerzo en la óptica fuertemente histórica que se ha aplicado al análisis de estas escenas. No en vano, la tendencia reciente a ver en Casio Dión una visión hostil a la figura de César se remonta, como recordaba Lindholmer,[83] a los estudios sobre las fuentes de Casio Dión en la guerra de las galias de Zecchini,[84] cuyas afirmaciones no son admitidas de manera unánime por los estudiosos de Casio Dión. Con ello no queremos decir que esos análisis sean intrínsecamente erróneos, sino que la vertiente de elaboración literaria de las escenas aporta cierta continuidad en el desarrollo de los personajes, algo que ya ha sido señalado para otras secciones de la obra, quizá no tan mediatizadas por el análisis de los aspectos políticos y de fuentes. Flach puso de relieve el interesante paralelo que se establecía entre Septimio Severo y el Temístocles de Tucídides en pasajes como el siguiente:[85]

 

ὅτι ὁ Σεουῆρος δεινότατος ἦν τό τε μέλλον ἀκριβῶς προνοῆσαι καὶ τὸ παρὸν ἀσφαλῶς διοικῆσαι, καὶ πᾶν μὲν τὸ κεκρυμμένον ὡς καὶ ἐμφανὲς ἐξευρεῖν, πᾶν δὲ τὸ δυσλόγιστον ὡς καὶ ἁπλοῦν διακρῖναι, πᾶν δὲ τὸ δυσδιάθετον ὡς καὶ ῥᾷστον ἐξεργάσασθαι. Exc. Val. 333 74 (73) 15, 1.

Que Severo era el más capaz en prever lo que iba a ocurrir con exactitud, y en administrar la situación presente con seguridad, en dilucidar todo lo oculto como si fuera patente, y en analizar lo intrincado como si fuera simple, y en ejecutar lo inmanejable como si fuera sencillo.

 

 Ἦν γὰρ ὁ Θεμιστοκλῆς βεβαιότατα δὴ φύσεως ἰσχὺν δηλώσας καὶ διαφερόντως τι ἐς αὐτὸ μᾶλλον ἑτέρου ἄξιος θαυμάσαι· οἰκείᾳ γὰρ ξυνέσει καὶ οὔτε προμαθὼν ἐς αὐτὴν οὐδὲν οὔτ' ἐπιμαθών, τῶν τε παραχρῆμα δι' ἐλαχίστης βουλῆς κράτιστος γνώμων καὶ τῶν μελλόντων ἐπὶ πλεῖστον τοῦ γενησομένου ἄριστος εἰκαστής (Th. I 138, 3).

Temístocles, en efecto, era un hombre que mostraba de la forma más evidente su talento natural, y en este aspecto especialmente más que en ningún otro era digno de admiración; por su propia inteligencia, y sin necesidad de prepararla o de desarrollarla con el estudio, daba la mejor resolución a los asuntos del momento con la reflexión más rápida y respecto al futuro su visión era la de más largo alcance. (Trad. J. J. Torres Esbarranch).

 

Este paralelo, al que podría sumarse el de Aníbal (D.C. 13.54.1),[86] son buenos indicios de que la elaboración literaria que proponemos para la figura de César puede hacerse extensiva para otras partes de la obra, y encontrar apoyo además en la afirmación que Focio hacía respecto a la obra de Casio Dión: ἐν δέ γε ταῖς δημηγορίαις ἄριστος καὶ μιμητὴς Θουκυδίδου, πλὴν εἴ τι πρὸς τὸ σαφέστερον ἀφορᾷ. σχεδὸν δὲ κἀν τοῖς ἄλλοις Θουκυδίδης ἐστὶν αὐτῷ ὁ κανών (Phot. Bibl. codex 71). La imitación de Tucídides en los discursos del autor imperial es algo evidente, pero esa segunda parte de la afirmación de Focio deja abierta la posibilidad a que en otras secciones de la obra se puedan manifestar también imitaciones del historiador ateniense, como puede ser el caso de los retratos que nos ocupan.

 

 

 

5. Conclusiones

 

El diálogo que se establece entre un autor imperial y otro de época clásica nunca es inocente: si asumimos el papel que desempeñaba la literatura clásica en la formación de estos hombres de letras y de Estado, rápidamente comprenderemos que nos es posible juzgar esas reminiscencias como mero adorno complementario de la composición literaria. En el imaginario colectivo obras como las de Tucídides, o personajes como Pericles, eran más que simples recursos, dado que estaban vinculados a conceptos, ideas y a formas de entender la realidad que permitían, dentro de un juego complejo y erudito, el acercamiento del presente y el pasado y su comprensión conjunta.

Es en este marco en el que cobran sentido, casi como un fino hilo de telaraña, las diferentes referencias a la obra tucidídea en el tratamiento de César. La compleja posición del estadista romano, casi a medio camino entre la República y los nuevos tiempos, polémico en sus actuaciones, pero fundamental para entender la llegada del poder unipersonal, se corresponde fácilmente con la interpretación antigua de Pericles, también visto como tirano o como demócrata, y con un control sobre sus ciudadanos notable, aunque su final no fuera el esperado. Es este juego entre la imagen ideal e idealizada de Pericles, y la pugna entre una y otra imagen lo que permite a Dión Casio acercarse de una manera inteligente a la figura de César, gracias al empleo del caudal literario heredado por la historiografía imperial. De este modo, los recursos literarios se convierten en un elemento más a la hora de construir el marco reflexivo de la obra, sin que puedan ser dejados de lado a la hora de entender la visión que el historiador tiene de los diferentes aspectos que narra, algo que evidentemente está muy lejos del modo decimonónico de entender estas reminiscencias, y que abre no pocas vías para reexaminar la producción historiográfica de la época.

En definitiva, y a modo de conclusión, los aspectos meramente literarios de elaboración de la Historia romana suponen un elemento más en el proceso interpretativo al que el autor somete los acontecimientos narrados en la obra, complementando las dimensiones ideológicas y culturales. No siempre se ha tenido en cuenta la distancia que separa esos acontecimientos del momento en que Casio Dión redactó su obra, ni las implicaciones literarias que ello conlleva. Tampoco se han tenido en cuenta los riesgos que supone aplicar a una obra estudiada de manera fragmentaria patrones propios de otro tiempo y autores, como pueden ser las cuestiones metodológicas, generando con ello interpretaciones que permiten adjudicar a Casio Dión una imagen semejante a la de otros historiadores, pero que privan al autor de su esencia propia: ni es Tucídides ni es Tácito, es un autor con su propio contexto y aspiraciones. Creemos, por tanto, que es necesario continuar con el análisis literario de obras como la Historia Romana de Casio Dión, que todavía esperan un análisis total que nos permita comprender no solo la complejidad de su obra, sino su lugar en la historia del género historiográfico.

 

 

Miguel Ángel Rodríguez Horrillo

https://orcid.org/0000-0003-4865-6415

Universidad de Zaragoza

horrillo@unizar.es

 



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[*] Estudio realizado en el marco del proyecto JIUZ-2020-HUM-02.

1 El estudio de Millar (1964) es, todavía hoy, el único trabajo de conjunto debido a un solo autor, y sus conclusiones han sido objeto de amplio debate. No obstante, en los últimos años hemos asistido a una auténtica eclosión de estudios sobre la obra de Casio Dión, debidos a equipos más o menos estables, como el importante volumen editado por Fromentin, Bertrand, Coltelloni-Trannoy, Molin y Urso (2016), o la serie de estudios recogidos en diferentes volúmenes de la colección “Historiography of Rome and its Empire”, que iremos recogiendo a lo largo del estudio, destacando el tomo debido a Burden-Strevens (2020), en cierta medida, punto de partida de alguna de nuestras consideraciones, aunque no compartamos sus conclusiones completamente.

2 Resulta llamativo que estudios recientes todavía remitan a las tesis de Litsch (1893) y Kyhnitzsch (1894) cuyas perspectivas y objetivos están muy alejados de lo que hoy entendemos como análisis literario. Cf. las reflexiones al respecto de Gotteland (2016: 379). A modo de ejemplo, baste citar el reciente estudio de Burden-Strevens (2020: 29-30), que habla de que Casio Dión “chose to write his work in the archaising dialect of Classical Athens”, o de que los tucidideísmos no son usos conscientes sino fruto de su formación. Estas afirmaciones suponen un retroceso respecto a lo que hoy sabemos de la literatura imperial. El mismo autor (ibídem: 145) sí admite, no obstante, el uso deliberado de Cicerón, algo que solo puede cobrar sentido si tenemos en cuenta el fuerte perfil histórico de la obra de Burden-Strevens, que busca en el autor imperial aspectos nucleares de la República romana. Mayor peso específico atribuido a los rasgos tucidídeos lo podemos ver en Rich (2020: 70-85), en este caso desde un punto de vista metodológico, pero cf. nota siguiente.

3 Cf. Schwartz (1959: 403) y, más recientemente, Lintott (1997: 2499). López Eire (2008: 118) señala que la imitación tucidídea no conlleva una semejanza metodológica, dado –entre otros aspectos- el fuerte papel que desempeña lo sobrenatural en Casio Dión, algo incompatible con el modelo tucidídeo. Cf. recientemente Domingo Gygax (2020: 37-53) para la irreligiosidad de Tucídides.

4 Flach (1972: 131). Cf. también Aalders (1986: 294) quien veía, no obstante, poca profundidad en los pronunciamientos de tono tucidídeo.

[6] Cf. un repaso de la fase clásica de la Quellenforschung relativa al discurso en Hagendahl (1944: 31-35), Christ (1974: 252-255), así como Columba (1902: 18), Schwartz (1959: 436-438) y McDougall (1991: 616 y 628), quien parte de presupuestos metodológicos que no compartimos, como el peso de las fuentes empleadas a la hora de valorar la obra, o la posibilidad de aplicar un análisis mecánico a la narración que permita detectar desviaciones respecto a una fuente única; una síntesis reciente la ofrecen Lachenaud y Coudry (2011: XIV-XVII, y XLI-L). Hagendahl (1944: 35) apuesta por paralelos con Suetonio, pero la cuestión es, a nuestro entender, irresoluble con los textos a nuestra disposición. Cf. sobre todo el estudio de Zecchini (1978), cuyas conclusiones no compartimos, pero cuya agudeza en el análisis de los textos ha de ser tenida en cuenta.

[7] Para esta dimensión cf. Bowie (1970: 35-41), que, de manera pionera puso de relieve esa vertiente cultural del fenómeno sofístico.

[8] Tomando como punto de partida la afirmación de Focio, (Bibl. Codex 71): Ἔστι δὲ τὴν φράσιν μεγαλοπρεπῶς τε καὶ εἰς ὄγκον διεσκευασμένος, ὅτι καὶ μεγάλων ἔργων ἐννοίας ἀπαγγέλλει. Ἀρχαϊκῶν τε αὐτῷ συντάξεων ὁ λόγος μεστὸς καὶ λέξεων πρεπουσῶν μεγέθει, περίοδοί τε μετὰ παρενθέσεων παρατεταμέναι καὶ ὑπερβατῶν εὔκαιρος χρῆσις. Ῥυθμός τε καὶ ἀναπαύσεις εἰς ἐπιμέλειαν ἠσκημένα διὰ τὸ σαφὲς οὐκ ἔστι τοῖς ἁπλῶς ἀναγινώσκουσιν ἐμφανῆ. Ἐν δέ γε ταῖς δημηγορίαις, ἄριστος καὶ μιμητὴς Θουκυδίδου, πλὴν εἴ τι πρὸς τὸ σαφέστερον ἀφορᾷ. Σχεδὸν δὲ κἂν τοῖς ἄλλοις Θουκυδίδης ἐστὶν αὐτῷ ὁ κανών.

[9] Cf. Litsch (1893: 35-36), para la recuperación de pasajes de los discursos de Pericles en el texto que nos ocupará. Kyhnitzsch (1894: 9-25) analiza el discurso, pero simplemente para señalar usos léxicos compartidos con Tucídides; Millar (1964: 42); Flach (1972: 130-131). Cf. también Hose (1994: 438-440).

[10] Cf. el juicio sobre el estilo de Casio Dión de Schwartz (1959: 399), quien recordaba que escribía anales, no historia; Cf. también la valoración negativa de Bleicken (1962: 44).

[11] Unas inquietudes no del todo exitosas, dado que Millar (1964, p. 28) consideraba la obra “not a literary work of the first rank.” Cf. también Millar (1961: 15 y 22).

[12] Cf. e. g. Millar (1964: 45, 73 y 77).

[13] Cf. el preciso panorama de la retórica clasicista en el género historiográfico presentado por López Eire (2008: 105-124).

[14] Casio Dión conocía, como correspondía a su nivel social, relativamente bien la tradición literaria, no solo griega, sino también latina, en este caso los historiadores principalmente; cf. Aalders (1986: 291-294). Schwartz (1959: 431), señalaba la importancia de sus lecturas de los oradores y Tucídides, a los que, a nuestro entender, habría que sumar la de los tratadistas retóricos.

[15] Cf. Bompaire (1958: 82), Reardon (1971: 9-11) y Whitmarsh (2001: 29, y también 46-89), para el carácter dialéctico del concepto de Mímesis. Un buen panorama del aticismo con abundante bibliografía en López Eire (1991: 63-69).

[16] Para esa idea de reinterpretación total, cf. Bertrand (2010: 72 y 76).

[17] Cf. Lasserre (1979: 140), “...une imitation continue, le même modèle fournissant plusieurs idées que l’imitateur adapte à son sujet et paraphrase de telle manière qu’il évite de donner l’impression d’une simple copie.” Cf. también Levi (2010: 55).

[18] Burden-Stevens (2016: 193), afirmaba respecto a los discursos: “Certain of them simply do not “sound” Roman, and would seem more at home in the Athenian democracy than in the internecine conflicts of the Late Republic.” Cf. también Swan (1997: 2525).

[19] Como señalaba acertadamente Fromentin (2016a: 188-189).

[20] Son precisamente los discursos el lugar privilegiado de las obras historiográficas para encontrar reminiscencias tucidídeas, cf. Fromentin y Gotteland (2015: 22). Por lo demás, se trata de una arenga, clasificada como de tipo uno, es decir, un discurso dirigido a los mandos antes del inicio del combate, cf. D.C. 38. 37.1, el mismo tipo que presentaba César en su obra, cf. Carmona Centeno, Harto Trujillo, Iglesias-Zoido y Villalba Álvarez (2008: 538, 549 y 552).

[21] Kyhnitsch (1894: 9-25). Cf. también Lintott (1997: 2500), y recientemente Kemezis (2016: 248).

[22] Cf. Vlachos (1905: 102-106): en el listado abundan semejanzas de todo punto banales, apoyadas en el empleo de expresiones de repertorio retórico o comunes en la literatura griega. Alguna reminiscencia demosténica ven Lachenaud y Coudry (2011: LXIII), si bien su acercamiento a este aspecto nos parece más ponderado que los de sus predecesores.

[23] Cf. Gabba (1955: 301-311).

[24] Cf. Hagendahl (1944: 6), para la defensa del discurso como una pieza muy elaborada.

[25] Cf. Millar (1964: 78), considera que los discursos se concentran en los primeros dos tercios de la obra, y son una herramienta para el examen de conceptos como la clemencia, las dinámicas de poder y la llegada del gobierno unipersonal. Cf. también Millar (1961: 13-14).

[26] Stekelenburg (1971: 155-156 [resumen en inglés]).

[27] Cf. Hose (1994: 367-373).

[28] Cf. no obstante Zecchini (1978: 30) para la consideración de los aspectos psicológicos que dieron lugar al motín como meros lugares comunes. En p. 35 llega a hablar de meras digresiones retóricas que se prolongan hasta el capítulo cuarenta y uno. Cf. también las consideraciones generales acerca de los discursos en Casio Dión de Bellissime (2016: 364). No compartimos, por lo demás, el marco interpretativo presentado por Bellissime (ibídem: 363-364) de oposición entre verdad y elaboración literaria en los discursos, algo que reaparece en el volumen de Burden-Strevens (2020 : 36-37), quien además recupera la idea del empleo de discursos auténticos en la obra de Casio Dión para asegurar su validez en términos históricos: en p. 79, aunque sin datos, defiende el empleo de discursos publicados o textos historiográficos por parte de Casio Dión, sin que, como decimos, las evidencias nos permitan dar paso seguro al respecto, dado que no tenemos texto alguno para hacer tal afirmación. A nuestro entender, el dilema tucidídeo queda ya muy lejos para un autor imperial.

[29] Steidle (1988: 214-215) era reacio a ver en la imagen de Julio César un acercamiento negativo, sobre todo en comparación con la figura de Pompeyo. Espinosa Ruiz (1982: 70), es certero a nuestro entender a la hora de señalar esa tensión entre lo positivo y lo negativo, entre el declive del viejo sistema y la necesidad del poder unipersonal: “El gobierno de César recibe los parabienes de Dion; pero antes de su legalización no fue sino una dinastía y, por tanto, algo ilegal; César no escapa a los mismos juicios negativos que reciben sus colegas. No obstante, en el enjuiciamiento dioneo del gobierno cesariano juega un importante papel el definitivo e irreversible asentamiento de la monarquía que logró Octavio, su hijo adoptivo; los lazos entre los dos personajes tienen mucha influencia a la hora de evaluar la experiencia histórica de César.”

[30] Para este proceso de alusiones, propio de la segunda sofística, cf. Fomin (2016: 219).

[31] Cf. Stekelenburg (1976: 54), para esta segmentación, y Christ (1974: 274). Una división semejante propone Fechner (1986: 219), con el capítulo 41 como uno de transición. Kemezis (2016: 247), propone una división tripartita, que supone dividir el segundo de los bloques en una sección referida a la las cuestiones legales (capítulos 41-44), y otra referida al miedo a los germanos (45-46).

[32] Para la necesidad de valorar la imitiación de Tucídides en el marco de la Segunda sofística, cf. Stekelenburg (1971: 155 [resumen en inglés]).

[33] Cf. D.H. Th. 44-47, para un examen de este discurso en términos retóricos.

[34] Cf. el estudio clásico de Andrewes (1960: 6-9).

[35] Como ya se ha señalado, el lema del Imperio ateniense era δέος, τιμή y ὠφελία (Th. 1.76.2). Cf. de Romilly (1951: 131-132).

[36] Zecchini (1978: 34), proponía como paralelo el discurso de Pericles recogido en Tucídides, 1.140-144, si bien ese es un discurso de carácter técnico –referido a los medios de que disponía Atenas-, que se corresponde menos con los objetivos del último de los discursos pericleos que, por otra parte, tiene mucho de síntesis de lo anteriormente expuesto por Pericles.

[37] Cf. Gabba (1955: 303), y Lachenaud y Coudry (2011: LXIV).

[38] Cf. Iglesias Zoido (2011: 12); como bien es sabido, se trata de una de las obsesiones de Dionisio de Halicarnaso al estudiar los discursos tucidídeos, cf. Nicolai (2017: 50-51), e infra.

[39] Ya en la propia obra de Tucídides este discurso guardaba una conexión muy marcada con el capítulo inmediatamente siguiente, que no es otro que el famoso obituario de Pericles; cf. para ello Hornblower (1991: 332). Julio César tendrá su obituario en el libro 44 de la Historia romana, cf. infra.

[40] Como señalan Lachenaud y Coudry (2011: LXIII). Cf. D.C. 37.37.3-4, y 38.3-4.

[41] Respecto a este pasaje de la obra de Tucídides, ha de notarse que, como señala Hornblower (1991: 108), se trata de una sección que necesariamente ha de aparecer en el arranque de la obra para trazar el retrato de los atenienses, y ello hace que sea un elemento prácticamente omnipresente en los primeros libros de la Historia de la guerra del Peloponeso.

[42] Ello haría complicado sostener que este discurso es un ejemplo de “collusive mendacity, whereby an orator manipulates his hearers through lies that are recognized for what they are but still retain their persuasive power”, como proponía Kemezis (2016: 239). Cf. también Kemezis (2014: 111) para la misma idea; a nuestro entender, el sentido dudoso de los argumentos de Julio César se soluciona si entendemos que estamos ante una elaboración literaria, y no ante una rendición de cuentas con carácter histórico por parte de un general redactada siglos después por un historiador.

[43] Cf. D.H., Th. 44.

[44] Para esta idea como clave del desarrollo del discurso en Casio Dión, cf. Hagendahl (1944: 6); Christ (1974: 273); Steidle (1988: 213-214). Stekelenburg (1971: 156) advertía de que este planteamiento puede ser, simplemente, un añadido de Casio Dión, sabedor de la oposición a César en Roma, lo que evita sumergirnos en el irresoluble debate de fuentes, algo que ocho años después hará Zecchini (1978: 32-33). No en vano Bertrand (2016: 694-695) ha detectado la continuidad de este ideario en la etapa plenamente imperial de la obra en referencia a la conquista de territorios por parte de Roma, así cf. D.C. 68.17.1; 68.28.3; 68.29.1 y 75.1.1, pasajes en los que la δόξα desempeña un papel importante, concepto que también era atribuido, por lo demás, al propio Julio César, cf. D.C. 39.53.2.

[45] Como es el caso de algunas de las muy inteligentes valoraciones de Hagendahl (1944: 8), Timpe (1965: 189-214), y Christ (1974: 276). Cf. también Gabba (1955: 301), y Zecchini (1978: 31), quien situaba la procedencia de esta naturaleza ilegal de la guerra en Tito Livio. Cf. también Martinelli (1990: 419-420).

[46] Cf. Burden-Strevens (2020: 177).

[47] Es un término que en la sección de la Historia romana que se ocupa de la época imperial desaparece (o al menos su uso se reduce hasta el extremo), con lo que quizá el emperador asume ese valor, cf. Kuhn-Chen (2002: 169-171).

[48] Cf. Rodríguez Horrillo (2011: passim); Hornblower (1991: 344), advertía de que el uso tucidídeo del término era negativo. Sobre su posible sentido ambiguo en Casio Dión se pronunció Bertrand (2010: 79).

[49] Analizada también por Dionisio de Halicarnaso, en esta ocasión tanto en el De Thucydide 29-33, como en el De Demosthene 2.1-5.

[50] Sobre el posible manejo de los textos de la tradición por medio de manuales o antologías cf. Lasserre (1979: 149). Para la idea de la lectura como fundamento de esta mímesis cf. Bompaire (1958: 40-42), y D.H., Imit. 1.1; 5.7 (Aujac). Cf. Levi (2010: 51) cuya lista de pasajes podría ampliarse, e Iglesias Zoido (2011: 78-79) y Nicolai (2017: 59) para la lectura en términos retóricos de la obra de Tucídides de manera parcial, principalmente discursos y escenas prototípicas, como las revoluciones.

[51] Nicolai (2017: 57).

[52] Para el peligro que supone el φθόνος en el diseño ideológico de este periodo por parte de Casio Dión, cf. Steidle (1988: 217), y Burden-Stevens (2016: 207-314).

[53] Cf. Kemezis (2016: 248), perfilando, en cierta medida, la propuesta Millar (1964: 82-83).

[54] Cf. Pomeroy (1991: 177-186).

[55] Para este pasaje, cf. Millar (1964: 75).

[56] Cf. Flach (1972: 131).

[57] Coudry (2016b: 522), y Carsana (2016: 552).

[58] Para la idea de que la república era ya solo una realidad nominal, cf. Fechner (1986: 129). Cf. además las reflexiones del propio Casio Dión en el asalto al tesoro en el inicio de las hostilidades, D.C. 41.17.3, con la oposición entre el nombre y la realidad: καὶ μέντοι καὶ τὰ ἄλλα τὸν αὐτὸν τρόπον, ὥς μοι πολλαχόθι εἴρηται, ὀνόματι μὲν ἰσονομίας (καὶ γὰρ διὰ τοῦ Ἀντωνίου τὰ πλείω αὐτῶν ἐσεφέρετο) ἔργῳ δὲ δυναστείας καὶ ἐψηφίζετο καὶ ἐπράττετο.

[59] Para la periodización aplicada por Casio Dión, cf. Fechner (1986: 10).

[60] Bellissime (2016a: 530-532). Cf. también Millar (1964: 74).

[61] Kemezis (2014: 105), advertía, no obstante, que la correspondencia con el concepto clásico de democracia era muy leve. Para nuestro objetivo lo que importa es el establecimiento de cierto tono alusivo: seguramente no es casual que el uso se generalice entre los autores griegos de época imperial, dado que quizá estemos ante un uso reminiscente del mundo político clásico. Para esa idea alusiva del uso del concepto, puede verse el análisis detallado de Espinosa Ruiz (1982: 79-81, en concreto p. 80).

[62] Bellissime (2016a: 532-533). Cf. también Fechner (1986: 37).

[63] Como señala Urso (2016: 28-29), es con Julio César con quien la dictadura pasó a ser una monarquía. Pueden verse las reflexiones que Casio Dión hace en 37.20.5-6, sobre la renuncia al poder de Pompeyo a su vuelta de oriente.

[64] Cifrada en la tensión que subyace en el paso de la δυναστεία a la μοναρχία, cf. Carsana (2016: 548-551).

[65] No entramos, dada su complejidad, en el debate Agripa-Mecenas, que ha sido analizado en ámbito español con profundidad, cf. Gascó (1988: 114-116) y, sobre todo, Espinosa Ruiz (1982).

[66] En este sentido, es fundamental el pasaje del libro 37.22.1-4, en el que se opone el interés personal de César a la atención al bien común de Catón. La lectura de este pasaje ha de hacerse desde la perspectiva imperial, y no desde las simpatías republicanas: el tiempo de los catones había pasado ya, y en ello reside en cierta medida la fuerza de su figura. Cf. por ejemplo D.C. 43.10.3, pasaje en el que la clemencia de Julio César palidece ante Catón.

[67] Questa (1957: 9-53), Coudry (2016: 287) y Hose (1994: 442).

[68] Esta continuidad no se compadece con la supuesta presencia de cesuras en cada década, algo que defendía Millar (1964: 39). Fromentin (2016: 27), ha señalado recientemente la continuidad entre los diferentes libros, algo que, por cierto, supone cierta desviación respecto a los usos de los historiadores en obras de gran extensión.

[69] Lo que Coudry (2016: 290) denominaba “retrato estilizado.”

[70] Cf. Banfi (2003: 7). La imagen crítica de la comedia se encuentra más tamizada en Tucídides, y es esta la base sobre la que se construye el retrato plutarqueo, abiertamente positivo, en una imagen que se acerca al diseño de un gobernante ideal. Cf. de nuevo Banfi (2003: 227 y 245)

[71] Algo que guarda no poca vinculación con la definición de la democracia que el propio Tucídides desarrolla en Thuc. 2.37.1, cf. un excelente análisis en Iglesias-Zoido (2020: 271-273).

[72] Para esta doble naturaleza de los elementos retóricos en Casio Dión cf. Ameling (1997: 2476-2477).

[73] Y no solamente en términos metodológicos como, desde una perspectiva tradicional, planteaba recientemente Zecchini (2016: 119).

[74] Cf. para ello Coudry (2016a: 491).

[75] Stekelenburg (1971: 159).

[76] Ante planteamientos como los de Burden-Stevens (2016: 214-215 y 2020: 12), que aunaban a la elaboración literaria un análisis de los problemas históricos de la crisis de la República, cabe preguntarse cuáles eran esos problemas para Casio Dión y, sobre todo, si no estamos exigiendo demasiado de la obra de Casio Dión en este aspecto; afirmar como hace Burden-Stevens (2020: 14), que la República era lo fundamental en la obra de Casio Dión es algo arriesgado en el actual estado fragmentario de la obra. Cf. Fomin (2016: 237), para la interpretación de los discursos en un contexto ideológico complejo.

[77] Como, por norma general ocurre con los discursos en Casio Dión, cf. Stekelenburg (1974: 55, y 1976: 54. Millar (1964: 83) lleva quizá esta idea hasta extremos negativos para el diseño intelectual de Casio Dión.

[78] Como bien señalaba Aalders (1986: 299), Casio Dión apoya sin reservas la monarquía, a diferencia de lo que ocurre con otros historiadores senadores. Cf. también Ameling (1977: 2481), y Martinelli (1990: 412), para una definición de Dión como un historiador racional y senatorial. Cf. la postura más ponderada de Manuwald (1979: 8-26), quien, no obstante, quizá dependa demasiado del estudio de fuentes en sus valoraciones.

[79] Flach (1972: 143); Hose (1994: 449), mostraba sus reservas al respecto. Como bien señalaba Sidebottom (2007: 76), mucho de esa perspectiva tacitea se debe a la fuerte impronta que la obra de Ronald Syme tuvo en el estudio de Millar.

[80] Cf. Kemezis (2016: 253), “If Dio is invoking Thucydides, then he is putting Caesar less in the role of Pericles than of Alcibiades or Cleon…”. Algo que difícilmente puede encajar con la valoración que Casio Dión nos presenta en el comienzo del libro 44: César es caracterizado como προστατής καὶ κηδεμών τῆς πόλεως, expresión abiertamente elogiosa. No obstante, Kemezis (2014: 120), ve sorprendentemente en ese pasaje un juicio negativo (“…Caesar goes from manipulator to dupe.”). Cf. Manuwald (1979: 9-10) para un análisis más ponderado; no entramos, por razones lógicas, en el debate sobre el sentido de los juicios sobre la monarquía de Casio Dión, pero creemos que para ser justos con sus valoraciones hay que tener en cuenta en qué momento de la obra se producen, y no crear una interpretación general para una obra que abarca siglos y que conservamos de manera fragmentaria.

[81] Cf. D.C. 41.62.63, pasaje que se cierra con estas palabras finales, que nos llevan al comienzo del libro 44: τοῦτο δὲ οὐκ ἄλλως εἶπον, ἄλλ' ὅτι καὶ Καιπίων Βροῦτος Μᾶρκος, μετὰ τοῦτο αὐτὸν ἀποκτείνας, καὶ ἑάλω ὑπ' αὐτοῦ καὶ ἐσώθη.

[82] Creemos además que se han forzado en ocasiones las conclusiones a partir de pasajes como D.C. 39.53.1-2, referido a las expediciones de César a Britania: μηδὲν [μήτε] ἐκ τῆς Βρεττανίας μήτε ἑαυτῷ μήτε τῇ πόλει προσκτησάμενος πλὴν τοῦ ἐστρατευκέναι ἐπ' αὐτοὺς δόξαι. τούτῳ γὰρ καὶ αὐτὸς ἰσχυρῶς ἐσεμνύνετο καὶ οἱ οἴκοι Ῥωμαῖοι θαυμαστῶς ἐμεγαλύνοντο· ἐμφανῆ τε γὰρ τὰ πρὶν ἄγνωστα καὶ ἐπιβατὰ τὰ πρόσθεν ἀνήκουστα ὁρῶντές σφισι γεγονότα, τήν τε μέλλουσαν ἐξ αὐτῶν ἐλπίδα ὡς καὶ παροῦσαν ἔργῳ ἐλάμβανον, καὶ πάνθ' ὅσα καταπράξειν προσεδέχοντο, ὡς καὶ ἔχοντες ἤδη ἠγάλλοντο. A nuestro entender, este pasaje no tiene por qué implicar una imagen negativa de César, sino quizá todo lo contrario: las conexiones con la caracterización de los atenienses en el discurso de los corintios (Th. 1.70.7) son sugerentes. Para esa interpretación negativa, además de la nota anterior, cf. Lachenaud y Coudry (2011: LI-LV) y Burden-Strevens (2020: 236). Esperamos poder retomar esta cuestión en otro lugar.

[83] Lindholmer (2020: 93). La propia defensa de esa hostilidad en Lindholmer (2020: 97-98) carece, a nuestro entender, de fuerza, dado que toma a Plutarco y Suetonio como autores con los que comparar el relato dioneo para subrayar su negatividad: estos dos autores cultivan biografía, cuyo objetivos edificantes están muy lejos de los de Casio Dión, y dibujan por ello una imagen necesariamente muy lejana a la del historiador.

[84] Zecchini (1978: 32-33): “credo che l’autore sia sempre il medesimo [sc. la fuente de Casio Dión], fortemente ostile a Cesare, come ormai è emerso in modo evidente, abastanza prudente ed inteligente da aspettare ad attacare Cesare, quando sapeva di aver la ragione dalla sua; la sua vivacità e la sua carica polemica, la sua conoscenza dei motivi progagandistici cesariani e la sua notevole abilità nel controbatterli e nello smontarli, il richiamo alla questione giuridica mi sembrano riportare al clima contemporaneo del dibattito político in Roma; a mio avviso, cioè, dietro Dione c’è un autore, che scrive poco dopo i fatti, quando sussisteva ancora l’eco delle discussioni sollevatesi in merito, un autore insomma molto antico e perciò molto prezioso….” Es difícil no tener la impresión de que ese ignoto planea por el estudio de Burden-Strevens, sobre todo en su propuesta de ver discursos contemporáneos tras los dioneos. En cualquier caso, puede notarse lo quizá demasiado alambicado de los argumentos de Zecchini para defender esa hostilidad, que persigue caracterizar un historiador romano contemporáneo y hostil a César del que, por cierto, no sabemos nada, cosa que también ocurre con la propuesta de Zecchini (1978: 188-200) de tomar como fuente a Elio Tuberón, cf. Martinelli (1990: 425, nota 48), con bibliografía. Una crítica, a nuestro entender definitiva, a estas afirmaciones de Zecchini puede verse en la reseña de Pelling (1982: 147).

[85] Flach (1972: 130). Como señalaba Aalders (1986: 289), estamos ante una suerte de procedimiento alusivo, en el que no aparecen nombres ni referencias concretas, de modo que se alcanza cierto tono generalizador. Cf. Iglesias Zoido (2011: 59), para la imitación de personajes de la obra de Tucídides.

[86] Cf. un análisis de este retrato en Simons (2009: 188-200), desde una óptica filosófica; recientemente Urso (2013: 26-27), ampliaba esas reminiscencias tucidídeas al retrato de Escipión, y también a la oración fúnebre por el propio César.