Reseña/Review

 

Joaquín Villalba Álvarez

 

Immacolata Eramo: Exempla per vincere e dove trovarli. Introduzione agli Strategemata di Frontino (Quaderni di Invigilata lucernis nº 48), Bari: Edipuglia, 2020, 184 páginas. [ISBN-13: 978-8872289464]

 

 

 

 

 


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entro de la prestigiosa colección “Quaderni di Invigilata Lucernis” que publica el Dipartimento di Studi Umanistici dell’Università degli Studi di Bari Aldo Moro, ha aparecido recientemente el volumen 48, que lleva por título Exempla per vincere e dove trovarli. Introduzione agli Strategemata di Frontino. Su autora es Immacolata Eramo, profesora en la propia Universidad de Bari y una filóloga de reconocida autoridad en el campo del análisis literario de textos clásicos, bizantinos y renacentistas. La presentación del volumen corre a cargo de la profesora Stefania Santelia, investigadora también de renombre en el campo humanístico, y que a la sazón es miembro del comité editorial de la colección.

El libro consta de dos partes bien diferenciadas. La primera constituye una introducción a los cuatro libros de Strategemata, escritos por Sexto Julio Frontino en el siglo primero de nuestra era, una obra tradicionalmente considerada dentro del ámbito de la literatura técnica, que dio lugar a una amplia producción escrita en los albores del Imperio romano. Tanto en el caso de los Strategemata como en el del De aquaeductu urbis Romae del propio Frontino, estamos ante obras que, en palabras de la profesora Santelia en su “Presentazione”, no han despertado un gran interés y atención por parte de los estudiosos de la literatura latina. Baste como prueba el diminuto espacio que ocupan en las historias de la literatura al uso. Aun así, los Strategemata albergan una valiosa colección de ejemplos y anécdotas extraídos de la propia historia de Grecia y Roma, en la línea de los Facta et dicta memorabilia de Valerio Máximo, pero referidos únicamente al campo de la estrategia militar, y vienen a ser una segunda parte, una suerte de apéndice—de carácter más práctico y didáctico—de otro tratado teórico sobre la scientia rei militaris, hoy perdido, que el propio Frontino habría escrito con anterioridad.

Llama la atención el riguroso y completo análisis que la profesora Eramo lleva a cabo en esta primera parte de su libro. Comienza la autora precisando el significado del término griego στρατήγημα y diferenciándolo de otro término de la misma raíz pero de distinta significación, como es στρατηγικά. Mientras éste último hace referencia sin más a las acciones de táctica y estrategia que un general (στρατηγός) lleva a cabo en el transcurso del combate, el primero incide en la astucia y los ardides de que se sirve un capitán en campaña (sollertia ducum facta, lo llama Frontino); de ahí el matiz de ‘engaño’ que el término ‘estratagema’ sigue manteniendo en cualquier lengua moderna. Las estratagemas, por tanto, serían un componente más dentro de la estrategia que debe seguir un general. Así las cosas, el manual perdido de Frontino se centraría principalmente en cuestiones teóricas de estrategia, en tanto que los Strategemata encierran ejemplos prácticos y concretos que servirían de ilustración de esos contenidos más teóricos, más ‘militares’ si se nos permite. De esta forma, los Strategemata vienen a ser un “comodo prontuario per avere un’idea più chiara di singoli episodi di guerra nel mondo antico o per meglio inquadrare la fisionomía e il modo di agire dei comandanti celebri o meno celebri dell’antichità greca e romana” (pág. 19).

Sigue luego un capítulo titulado “Vir magnus quantum licebat” (págs. 21-30), en el que la profesora Eramo realiza un completo retrato del autor, a partir de las escasas fuentes clásicas que nos hablan de él: fundamentalmente las referencias que el propio Frontino hace de sí mismo en sus obras conservadas, así como unas cuantas menciones de Tácito en su Agricola y algunas inscripciones que han perdurado hasta nuestros días.

Analiza a continuación la autora la significación de los Strategemata en el marco de los demás tratados de re militari escritos tanto en griego como en latín, y en particular los de Onasandro, Polieno, Eliano el Táctico o Vegecio. Se destaca en este sentido la utilitas como característica esencial de la obra de Frontino, en su condición de compendio de casos prácticos que sirven de ilustración de lo escrito en el manual teórico previo hoy perdido, y de paso se incide también—a nuestro juicio de manera aguda y certera—en un aspecto recurrente en la literatura latina imperial, como es la búsqueda de la seguridad personal a través de una recopilación de ejemplos extraídos del pasado menos reciente, alejados por tanto en el tiempo de una época tan convulsa como fue el reinado del terror ejercido por Domiciano, momento en el cual su obra ciertamente vería la luz.

Los últimos capítulos de este primer bloque se centran en la estructura compositiva de los Strategemata (pp. 47-54) y en la función que cumplen los exempla que conforman la obra (pp. 55-68).

En cuanto al primer punto, el de la ratio compositiva, la distribución del contenido de los tres primeros libros en función de una “sequenza logico-temporale delle operazioni di guerra” (p. 48), a saber, estratagemas llevadas a cabo antes de la batalla (libro I), después de la batalla (libro II) y en el transcurso de un asedio (libro III), parece revelar, en opinión de la profesora Eramo, cierta dependencia del tratado de Onasandro, que de este modo se erigiría en modelo de composición para Frontino, tanto del manual teórico perdido como de los Strategemata.

Mención aparte merece el cuarto y último libro, que para la crítica ha constituido desde siempre un problema, hasta el punto de que algunos estudiosos como Wachsmuth o Wölfflin han puesto en duda su autenticidad. Estos autores apelan, entre otros argumentos, a que Frontino en su proemio establece una estructura que comprende únicamente los tres primeros libros, hecho éste al que habría que añadir evidentes diferencias de estilo y contenido de este último libro con respecto al resto. En efecto, el cuarto libro recoge principalmente ejemplos de carácter moral más relacionados con cuestiones de estrategia y no con estratagemas stricto sensu.

A ello hay que sumar la repetición de algunas anécdotas recopiladas en los primeros libros, o la presencia de ejemplos prácticamente calcados de los Facta et dicta de Valerio Máximo, lo que revela un menor cuidado en la selección de las fuentes por parte de Frontino, que da pie a pensar que se trataría de un añadido posterior o de un texto todavía en fase de borrador.

En cualquier caso, y lejos de aventurarse a solucionar la cuestión de la autenticidad del cuarto libro—que merecería, en sus propias palabras, un estudio aparte-, la profesora Eramo recapitula toda la información y aduce algunas reflexiones que nos llevan a pensar—ésa es mi opinión, al menos- en que la obra efectivamente es auténtica y salió de la pluma de Frontino. El hecho de que el propio autor deje abierta su obra y ofrezca al lector la posibilidad de añadir todo cuanto desee a fin de completarla y perfeccionarla no nos impulsa a considerar que algún autor posterior redactara un cuarto libro; a mi juicio, ello no es más que un tópico que el autor emplea para dar una afectada impresión de modestia y que revela cierto empequeñecimiento ante el lector. Se ven ejemplos del mismo en muchas otras obras literarias, y en cualquier época. En la literatura neolatina del Renacimiento, por ejemplo, este recurso era práctica habitual.

Como colofón a esta primera parte, Eramo aborda la importante cuestión de la función que cumplen los exempla dentro de la obra de Frontino. A través de un interesante y completo recorrido por diversos textos significativos de la literatura latina, la autora nos ilustra sobre el valor que para los romanos tenía el exemplum como elemento pedagógico de primer orden. Apoyándose en pasajes extraídos de Cicerón, Livio, Tácito, Suetonio o, sobre todo, Valerio Máximo, se resalta el relevante papel de los exempla del pasado en la formación de los jóvenes y de los gobernantes; también de los generales, por supuesto. Así pues, la utilitas de los ejemplos, sean estos positivos o negativos, hace indispensable su transmisión a las nuevas generaciones, a través de la literatura.

La segunda parte del libro, cuyo título es “Dalla teoría alla prassi”, consta de siete capítulos. El primero de ellos (“Utilità e competenza”) vuelve sobre la sustancial cuestión de la utilitas de la obra, y de los diversos recursos que sirven al autor a la consecución de dicha utilitas.

En aras de su propósito de ser útil, Frontino echa mano de varios recursos, como por ejemplo la inclusión al comienzo de cada libro de índices con los títulos de los capítulos que se van a tratar, que sirven al lector para seguir en todo momento el hilo de la narración; o también el resumen de los argumentos tratados en el libro precedente que sirven al autor para enlazar el contenido de un libro con otro. Se trata de recursos—como muy bien señala Eramo—que eran habituales en la floreciente literatura técnica de época imperial en general y en uno de sus máximos representantes en particular, como es Plinio el Viejo, y que sin duda facilitaban al lector una consulta más rápida y cómoda de aquellos contenidos que fueran de su interés. A estos resortes hay que añadir también el manejo de un estilo sencillo, desprovisto de florituras retóricas, y caracterizado por una prosa fácil y clara.

Y es que en un tratado de estas características, es indispensable una correcta organización interna de los contenidos que sirva al fin último para el que está escrito, que no es otro que la consulta rápida sobre ejemplos históricos relacionados con la práctica militar, que evite la búsqueda farragosa de ejemplos diseminados en la inmensidad de cualquier obra histórica. Como ocurre con la obra de Valerio Máximo, en este aspecto radica básicamente la aportación original del autor, su sello personal. No basta con la selección de fuentes y ejemplos; más importante es, si cabe, su ordenación dentro de la obra, un elemento para el que resulta imprescindible un conocimiento exhaustivo del asunto que se va a tratar, esto es, una ‘competenza’, que es el término que emplea la profesora Eramo.

De manera más general, los capítulos que conforman este segundo bloque del libro vienen a representar una nueva ordenación temática del material que encontramos en los Strategemata. Partiendo de las anécdotas que podemos encontrar desperdigadas en la obra de Frontino, la profesora Eramo extrae una serie de preceptos teóricos de gran valor para las acciones estratégicas que cualquier comandante debe acometer, a la manera de los contenidos que Onasandro despliega en su Strategikós, y seguramente también a la manera de los preceptos que compondrían del manual teórico hoy perdido escrito por el propio Frontino. En efecto, la estructura de los exempla en la obra de Frontino, que sigue el orden lógico de las operaciones que tienen lugar en el transcurso de una guerra, es sometida por parte de la filóloga italiana a una reorganización en el plano teórico, dando expresión a reflexiones varias sobre aspectos como el conocimiento del terreno, los ataques por sorpresa al enemigo, la valoración relativa de las fuerzas que luchan entre sí en la batalla, la gestión del combate y de las particularidades del enemigo, etc.

Éste es, a nuestro juicio, quizá el mayor acierto y el gran mérito de la monografía de Immacolata Eramo, en ello radica la mayor originalidad de la misma. Valiéndose de los casos prácticos que podemos encontrar tanto en los Strategemata como en otras fuentes grecolatinas de temática militar, la autora nos brinda una suerte de preceptiva sobre estrategia militar en la Antigüedad, que de paso nos puede ayudar a conjeturar el contenido que verosímilmente tendría el manual teórico de Frontino que por desgracia no ha llegado a nosotros.

Así, por ejemplo, en el capítulo sobre el conocimiento del terreno (“Conoscere il terreno”), la autora se sirve de una amplia batería de anécdotas sacadas de Jenofonte, Onasandro, Polibio, Tito Livio, Vegecio o Tácito para ilustrarnos y teorizar sobre las ventajas estratégicas que proporciona, por ejemplo, la correcta elección del lugar para el desarrollo del combate, evitando aquellos emplazamientos en que las tropas puedan ser fácilmente cercadas por el enemigo, como la ladera de una montaña o la orilla de un río, que ofrecen escasas posibilidades de retirada; o el aprovechamiento de elementos naturales como el sol, el viento o el polvo, que cualquier general previsor y habilidoso (sollers) sabrá utilizar a su favor en medio del combate; o, por último, el recurso de mapas, descripciones y cualquier otro tipo de información que permita conocer en profundidad el territorio en el que se desenvuelve la contienda.

En el capítulo dedicado a los ataques por sorpresa (“Sortite e attacchi a sorpresa”) se suceden los ejemplos sobre operaciones militares como la guerrilla o las emboscadas, para las que se precisa de rapidez de acción, secretismo y disimulo a la hora de enfrentarse al enemigo, en especial cuando éste es más numeroso; y qué duda cabe que en estas acciones desempeñan también un papel primordial la astucia y el engaño, lo que explica la proliferación en este apartado concreto de ejemplos que tienen como protagonistas a personajes como Viriato, Aníbal e Ifícrates entre los generales extranjeros, o como Sertorio entre los romanos.

La sollertia de los comandantes también queda demostrada a raíz del cálculo comparativo de sus fuerzas con las del enemigo y la capacidad para lograr la victoria aun teniendo menos efectivos que su adversario. Ése es, grosso modo, el asunto del capítulo que sigue, “Calcolare le forze in campo”. En estos casos de desigualdad ejerce un papel preponderante la experiencia, la disciplina o la disposición ordenada y racional de las tropas. Frontino explora todas las posibilidades dentro de este recurso. Entre los ejemplos históricos de disparidad numérica entre ejércitos combatientes que finalmente alcanzaron la victoria destaca el relato de la batalla de Tigranocerta entre Lúculo y Tigranes que, además de Frontino, recogen Plutarco, Livio o Dion Casio. Pero también existe otra variante en estas situaciones de desventaja, como la que menciona Frontino a propósito de la astucia de aquellos generales que engañaron al enemigo con una percepción falseada del número de sus tropas, haciéndoles ver que estaban en inferioridad cuando en realidad no era así, una estratagema que les condujo a la victoria. En estos casos, como refiere Eramo, la sollertia se torna en dolus.

La disciplina es el tema principal del capítulo siguiente: “Un’arma invencibile: il capitale umano”, en el que se alternan los episodios ejemplares de observancia de la misma con aquellos otros casos de indisciplina que supusieron un castigo por parte de los generales. Todos estos contenidos se insertan en el libro IV de los Strategemata y tienen como fuente principal, aunque extractada, a Valerio Máximo y sus testimonios recogidos en un capítulo de título similar (2, 7: De disciplina militari). En este ámbito también desempeñan un importante papel otros factores que pueden conducir al general a sacar el máximo partido a sus soldados, como pueden ser el entrenamiento físico (exercitus deriva de exercitium, como recordará Vegecio), sus habilidades oratorias para elevar la moral de la tropa mediante arengas o su dominio de la psicología para evitar insurrecciones. De esto último reúne la autora varias anécdotas protagonizadas principalmente por personajes romanos de reconocida astucia y elocuencia, como Cornelio Sila, Pompeyo o Julio César.

Y así llegamos al último capítulo de este segundo bloque de la monografía, “Il nemico, questo (s)conosciuto”, que se centra en el conocimiento del enemigo como “prerogativa integrante dell’abilità strategica del comandante” (p. 139) y como uno de los rasgos más representativos, en palabras de Immacolata Eramo, de la preceptiva militar romana, en comparación con la griega. En este contexto, la autora llama la atención sobre un aspecto novedoso en las anécdotas recopiladas por Frontino, a la vez que altamente práctico en el plano estratégico, como es una valoración exacta y precisa del enemigo al que se combate, teniendo siempre presentes las particularidades que definen a cada pueblo y a cada general enemigo. Así, por ejemplo, la consabida deslealtad de los egipcios, la bravura de galos y samnitas o las resistentes murallas con que los hispanos pertrechaban sus ciudades, entre otros muchos casos.

Al hilo de esto mismo, la táctica que debe seguir un general en combate debe supeditarse a su conocimiento de las debilidades del enemigo o a la ocultación de las suyas propias, como atestiguan los ejemplos diseminados a lo largo de los Strategemata que la autora reúne en esta parte de su monografía y que desmenuza con gran agudeza desde múltiples ámbitos. La observación de los movimientos del enemigo en el campo de batalla, ya sea directamente por parte del general, ya a través de la información de espías y desertores, o también el conocimiento de la lengua y costumbres del adversario constituyen informaciones de primera mano para el conocimiento de los planes de éste, mientras que en la ocultación de los planes propios desempeña un papel primordial no sólo la disimulación, es decir, el silencio y secretismo, sino también la simulación, esto es, el fingimiento de los planes reales.

Como indica la autora en las páginas finales del libro, el gran mérito de los Strategemata de Frontino radica principalmente en el concepto de utilitas: los conocimientos teóricos y la experiencia real de cada comandante en el campo de la estrategia y la táctica podían perfectamente complementarse y aderezarse con esas otras experiencias que le ofrecía el relato convenientemente estructurado de los ejemplos del pasado, que se convierten así en patrones de conducta aprovechables en medio de cualquier operación militar.

Este mérito explica al mismo tiempo el éxito que la obra de Frontino alcanzó con el correr de los siglos, como lo demuestra la aparición posterior de tratados similares como los de Polieno, Eliano o Vegecio. Precisamente a la fortuna del texto de Frontino y a su transmisión e influencia en los siglos siguientes dedica la autora un valioso e interesante apéndice que sirve de colofón a la monografía, en el que se recalcan aspectos relevantes como la difusión conjunta de los Strategemata de Frontino y el Epitoma rei militaris de Vegecio a lo largo del Medievo y el Renacimiento, como dos piezas estrechamente unidas—la preceptiva teórica y los ejemplos prácticos—de un único producto sobre estrategia militar; o el interés que estas obras despertaron en las distintas cortes italianas del momento, ya sea a través de reediciones de los textos, normalmente en forma de recopilaciones y misceláneas de diversos autores, o bien en forma de traducciones a distintas lenguas modernas.

Un completo apartado de Bibliografía y un utilísimo Índice de lugares citados ponen fin a esta interesante monografía de la profesora Immacolata Eramo.

En definitiva, estamos ante un exhaustivo y riguroso análisis literario, histórico y filológico de la obra de Frontino. Se echaba en falta un análisis integral que, más allá de los estudios de fuentes realizados por filólogos alemanes a finales del siglo XIX, incidiera los principios estructurales y metodológicos que sigue Frontino para dar consistencia y sistematicidad a su obra, que evaluara el significado de los Strategemata en el panorama cultural de Época Flavia. Y esta monografía viene a cubrir ese hueco.

Por otra parte, se trata de un trabajo que sin duda llamará la atención de historiadores y especialistas en el arte militar de cualquier época y, en particular, de la Antigüedad, y que contribuirá a dar a conocer con más detalle los Strategemata de Frontino, una obra que ha pasado prácticamente desapercibida en las historias de la literatura latina y que, al decir de la autora, constituye “un texto interesante para documentar la evolución del pensamiento militar romano”.

 

 

 

Joaquín Villalba Álvarez

https://orcid.org/0000-0001-5048-2704

Universidad de Extremadura

villalba@unex.es